5. LA EDAD DEL BRONCE

Publicado el 12 febrero, 2013 por Ángel Ñacle

Llamamos Edad del Bronce al período de la Prehistoria durante el que se desarrolló la metalurgia de este metal, resultado de la aleación de cobre con estaño. El término lo acuñó en 1820 el arqueólogo danés Christian Jürgensen. El tránsito entre el Calcolítico o Eneolítico anterior y el Bronce se manifiesta a través de unos signos de crisis que se producen durante la segunda mitad del III milenio a.C. y que son, entre otros, el abandono de viejos asentamientos (con finales violentos en algunos casos) y construcción de otros nuevos, la sustitución de los enterramientos colectivos por otros individuales, que pasaron a situarse en el interior de los poblados y el aumento de la riqueza y de la diferenciación social. Se suele dividir en tres periodos: Bronce Antiguo (2300-1900 a. C.), en el sureste peninsular: Almería, Murcia, altiplano de Granada y alto Guadalquivir (Cultura Argárica); Bronce Medio o Pleno (1900-1350 a.C.) y Bronce Final (1.350-1200, incluso hasta el 1.000 a.C.), cuando entran en declive los grupos del Argar y Las Motillas (Bronce Tardío). Durante este último momento destacó en la Meseta la cultura de Las Cogotas, sociedad fundamentalmente ganadera (bóvidos y ovicápridos) y con una cerámica decorada con boquique y excisiones, cuyo uso fue extendiéndose paulatinamente a la periferia mesetaria.

En lo que concierne a nuestra provincia, remontándonos a las primeras asimilaciones protohistóricas de la Edad del Bronce, tenemos un rico patrimonio que, sin duda alguna, tiene gran importancia para el devenir social y cultural de nuestro medio social. Así, aunque las manifestaciones pictóricas rupestres llegan hasta esta época, encontramos la cultura de las morras o motillas manchegas (morras en , motillas en Ciudad Real), cultura que se desarrolló en el II milenio a. C., manifestación de enorme interés para la arqueología nacional que tiene en La Mancha, y en Albacete, una de sus manifestaciones más singulares, con numerosos restos de poblados, que al estar en una zona de tránsito recibe grandes influencias tanto de la aludida cultura del Argar, en el SE, como de la cultura del Bronce Valenciano, en Alicante y Valencia, lo que le proporciona una identidad propia “como unión entre el Sudeste y la Meseta”, según Sánchez Jiménez

Durante los primeros momentos de investigación sobre este aspecto de nuestra prehistoria se adscribían sistemáticamente todos los hallazgos a la cultura del Argar pero desde hace unos años los conceptos han variado sustancialmente. Así, mientras la estructura sepulcral de La Peñuela (Pozo Cañada), de tipo megalítico, nos remonta, inicialmente, a la primera etapa de la Edad del Bronce, otras investigaciones posteriores permiten precisar más sobre asentamientos del Bronce Pleno como son los yacimientos de Los Calderones (Tiriez), El Azaraque (Hellín), el Cerrico Redondo (), Cerro Pelado (), la morra de Pétrola (Cola de Caballo) y, principalmente, la Morra del Quintanar (), además de los poblados lacustres en zonas pantanosas de El Acequión (a escasos km del núcleo urbano de Albacete, hoy desecada), Hoya Vacas y Ojos de San Jorge, ambos también en las cercanías de Albacete, y en el paraje conocido como las Fuentes de Isso, en Hellín, de características muy similares al Acequión aunque más deteriorado y sin restos visibles de fortificación. En 1988 Fernández Miranda señaló “morras, motillas, castillejos, poblados en altura o en el llano, junto a cursos fluviales o en espacios palustres no son seguramente otra cosa que la expresión de diferentes conceptos de adaptación a un medio físico muy cambiante por parte de distintos grupos sociales que posiblemente constituyan un área cultural común”.

En Albacete se han constatado más de 300 yacimientos, lo que constituye un registro excepcional para abordar el estudio de la Edad del Bronce. Geográficamente distinguimos yacimientos de zonas lacustres, en zonas montañosas o en zonas secas de llanura (los más numerosos, normalmente situados en cerros - morras- o farallones rocosos), ocupando áreas muy cercanas y con una fuerte jerarquización del territorio. En esta última zona, en la llanura cerealista, los tipos fundamentales son las morras (o motillas) que, como decíamos, presentan aspectos muy relacionados con las culturas de El Argar (Almería) y del Bronce Valenciano, pero con características especiales. Como decía, estos túmulos fueron considerados argáricos, pero hoy día se estima que no lo son todos, aunque presenten ciertos rasgos similares, debido a su innegable relación con la cultura del Argar. En un principio se le atribuía un carácter de monumento funerario aunque actualmente se consideran poblados. Las áreas de localización preferente (también las más prospectadas) son las de Munera y al W, la Cuenca del Júcar al NE, la laguna de Pétrola y Corredor de al E y la comarca de Hellín al SE, la mayoría de ellos situados junto a vías de comunicación naturales o en zonas de especial riqueza agrícola.

Los materiales cerámicos más abundantes de los hallados corresponden a cuencos (algunos carenados, de base semiesférica, distinto tamaño y escasa decoración), tulipas, vasijas lisas y bruñidas, grandes urnas de enterramientos de mala factura en general, ollas globulares, grandes vasijas de almacenamiento, pesas de telar y algunas queseras. La industria lítica presenta bastantes útiles de sílex relacionados fundamentalmente con el trabajo agrícola, alguna punta de flecha, brazaletes de arquero de piedra, botones con perforación en V, y dos piezas excepcionales: los martillos de la morra de Berli, cuya tipología se relaciona con la extracción del mineral; abundan, por otra parte, los molinos de mano barquiformes y los dientes de hoz. Los objetos metálicos quedan reducidos a algunas armas, por lo demás excepcionales: puntas de flecha (, Arrocinejos), un puñal (Caracolares), un hacha de talón () y poco más. Finalmente han sido hallados algunos objetos de adorno entre los que destaca un collar de conchas (Los Mercadillos, Pozo Cañada), indudablemente fruto del comercio. Los tipos de enterramientos eran en inhumación en grandes vasijas o cajas formadas por losas de piedra (lajas), frecuentemente descoyuntando el cadáver, algunos de ellos acompañados de ajuares funerarios formados por vasijas de menor tamaño, armas, brazaletes, etc. El Acequión (Albacete), es un excelente ejemplo de poblado lacustre, situado a 15 km de la capital, que se ocupó durante la 2ª mitad del II milenio a.C. Los arqueólogos de mediados del siglo XX creían que las elevaciones en forma de túmulo (debido al derrumbe de las estructuras superiores) eran túmulos cinerarios, es decir, necrópolis. Así ocurrió con la excavación de La Peñuela (Pozo Cañada) en los años 40 por Sánchez Jiménez, por lo que del Acequión se pensó lo mismo debido a su forma tumular, o sea, se creyó que era un yacimiento de incineración; pero en los años 60 se excavan las motillas de Los Palacios y El Azuer, en Ciudad Real, confirmando que son poblados; en los años 70 se comenzó la excavación del Acequión constatándose lo mismo: que estas estructuras en forma de túmulo son en realidad poblados fortificados, en este caso ubicado en una zona pantanosa, la laguna del Acequión, hoy desecada por los usos agrícolas, lo que permitía a sus pobladores una excelente defensa frente a las agresiones de otros humanos o de los animales. La gran abundancia de agua les permitía, además, tener abundancia de pastos, bebederos, y buena tierra para las labores agrícolas. Este poblado lacustre estaba fortificado con dos anillos concéntricos de muralla fabricada con piedra sobre piedra (de mediano tamaño) rellenada con un barro o argamasa gris, de unos 40 m. de diámetro exterior y 25 m. de interno; el primer anillo llega a tener hasta 8 m. de anchura y el segundo (anillo externo) estaba muy cerca del agua, muy ataludado y peor construido aunque, en general, su sistema constructivo era bueno. Entre ambos queda un corredor no demasiado ancho (unos 5 m.) donde estaban los lugares de trabajo o talleres y los espacios de habitación que, posteriormente, cuando se estrechan, se utilizan como vertederos. Sus habitantes, 80-100 personas, también construyen cabañas y cobertizos con postes verticales dentro del agua, fabricadas con materiales vegetales, unas pocas piedras y paredes de barro (de ceniza y cal), muy frágiles por tanto. Es de destacar en este poblado la funcionalidad del espacio ya que el mismo se utiliza como lugar de trabajo, vivienda y vertedero. En él se han encontrado piletas, pollos de piedra, hogares de fuego, ceniceros, vajillas, vasijas, ollas, tinajas, orzas, piedras molenderas, barras en V para botones, hachas pulimentadas para cortar vegetales y algunos materiales metálicos.

El Cerro del Cuchillo (Almansa) es un poblado fortificado con dos líneas de murallas, una de las cuales recorre toda la cresta de la serrezuela de Los Cuchillos, con una puerta de acceso, y otra más interior (posterior, también con puerta de acceso) que a su vez resguarda una atalaya cuadrada dentro. El muro exterior sirve de sujeción a las techumbres de las casas que se instalan en los huecos libres que quedan al vaciar las margas de los grandes bloques rocosos fragmentados. Entre el segundo y el tercer recinto queda una calle de acceso enlosado con piedras trabadas con arcilla rojiza a modo de argamasa. Además tenía un aljibe y se encontraron varios enterramientos dentro del poblado (de adultos y de niños). Es un poblado muy rico, no en ajuares de difuntos pero sí en ajuares domésticos, en él se han encontrado recipientes, cuencos, vasos carenados, cucharas, molinos, hogares de fuego, un vasal, dientes de hoz, brazaletes de arquero, láminas de sílex, punzones de hueso y de metal, botón en V, placas de hueso con signos, cuentas de collar, espátulas de hueso, arcos y puntas de flecha de hueso y metal, pesas de telar (tejidos de lino o lana)… Lógicamente tienen ganadería doméstica, aprovechan la caza y cultivan el trigo y la cebada. El cobre con el que hacían el bronce procede de Cofrentes aunque no se han encontrado hornos de fundición. Su datación absoluta es 1640-1460 a.C.

La Morra del Quintanar (Munera) constituyó desde su excavación en 1979 un proceso de cambio en el estudio de los poblados del Bronce y su cronología estratigráfica corresponde a las tres fases de ocupación predominando la del Bronce Medio (II edad). Se trata de un poblado habitado desde 1900 a. C hasta 1350 a.C., fuertemente fortificado (amurallado), asentado en una elevación natural amesetada, un farallón rocoso, sobre el río Quintanar-Córcoles, a 5 km de Munera. El sistema de fortificación está formado por tres recintos diferenciados, a base de muros concéntricos en talud, muy similar al de las motillas de Ciudad Real, Presenta en el alineamiento amurallado grandes bloques de piedra, con una elevada altura todavía de 2,5 m. montada sobre un zócalo de 1’20 m. Las viviendas se caracterizan por la adaptación a la topografía del terreno. De él se han rescatado numerosas piezas de cerámicas lisas y carenadas, ollas, grandes vasijas de almacenamiento, pesas de telar, botones y otros objetos de hueso, hoces, azuelas, moldes de fundición y algunos objetos metálicos, queseras y fragmentos de brazalete de arquero, casi todos en el Museo Arqueológico de Albacete . Según los arqueólogos esta morra tuvo tres fases: en la primera se realizaron el muro y la puerta del recinto, posteriormente cerrada (entre 1660-1630 a.C.), en la segunda se construyó una muralla exterior y el recinto interior cuya función no es bien conocida (1600-1500 a.C.) y en la tercera se fabricaron unos muros de refuerzo de la muralla exterior (1400), abandonándose posteriormente. Las cabañas del poblado (de no más de 1’60 metros de altura) estaban construidas con vigas de madera, ramaje y adobe. Las paredes estaban recubiertas de barro y esparto. Sus habitantes vivían de la ganadería y el pastoreo. Al pie de la morra hay algunas cuevas, una de ellas presenta un agujero vertical que sale a la superficie y en él se obtuvieron algunos fragmentos de cerámicas lisas y una tapadera de barro cubriendo una tinaja que al parecer contenía restos de uva exprimida.

El Castellón (entre y Hellín) es, sin duda, el que ofrece mayores posibilidades para explicar el origen y desarrollo del Bronce Final. Pertenecientes al Bronce Pleno se han identificado cinco “murallas” concéntricas a modo de terrazas para levantar las casas, de planta rectangular, cuya ocupación se desplaza en el Bronce Final a las zonas media y baja produciéndose de este modo una reubicación del hábitat. De este último periodo es una sólida muralla ciclópea que delimita el contorno del poblado con torres semicirculares y un pasillo de entrada, al que se adosan un bastión de planta angular en un lado, y varias viviendas de sólidos muros de planta rectangular y oval-rectangular, con diversos tipos de hogares que hacen a su arquitectura sorprendente a lo largo de 5 fases distintas de construcción. Entre los materiales hallados destaca una pesa de telar y cerámicas con decoración de boquique y rellenos de pasta.

Se ha podido constatar en diferentes asentamientos del Bronce que éstos se iberizan posteriormente, una vez asimilados los influjos culturales llegados a la Península desde los inicios del primer milenio a.C., y que en torno al siglo VII han debido ya penetrar en la Meseta. Dicha asimilación habría dado como resultado, en fecha tan temprana como es el siglo VI a. C., según investigaciones de Almagro Gorbea, la presencia de elementos orientalizantes en Pozo Moro (Chinchilla de Montearagón), El Macalón () y Los Almadenes (Hellín), formando parte integrante de los pueblos ibéricos.

Otros yacimientos en Albacete

• El primer yacimiento excavado fue el de La Peñuela (Pozo Cañada, por Sánchez Jiménez), al que siguieron los ya citados de Los Calderones (Tiriez), El Azaraque (Hellín) y el Cerrico Redondo (Montealegre del Castillo), Cerro Pelado (Cenizate, rodeado por una vaguada en cuya zona menos defendible aflora una muralla) y la morra de Pétrola. Otros importantes son El Amarejo (, posteriormente iberizado), Morra de Berli, Los Mercadillos y El Chortal (Pozo Cañada), Casa de los Árboles (Barrax), Dehesa de Caracolares (Tiriez, ) y el yacimiento del Bronce Medio, quizás argárico, de la Peña del Roble (Peñas de San Pedro).

• Especialmente son numerosas las morras en la zona norte de la provincia donde hay unos 70 yacimientos siguiendo las cañadas y valles de los ríos, todos muy cercanos entre sí, con control visual. Un grupo estaría formado por los asentamientos principales de Villalgordo, Puente de D. Juan, El Carrasco, La Encantada () y el Salto de El Torcido (2). Otro grupo lo formarían la Morra de Mahora, Bolinches, , Cañada del Cañahorro, varios en el valle de y en la propia población, en Los Carboneros y en Los Galayos (, en la unión de la Cañada de Abengibre). Un tercer grupo lo forman los poblados que siguen la Cañada de Barrax (Casas del Moral, del Tesoro, de la Casilla, la Casa de los árboles…) o del río Lezuza (Las Vandelaras norte y sur, Caracolares, Casas de la Cueva…) Finalmente citaremos el grupo del noroeste formado por los yacimientos en torno a las Lagunas de Ruidera y las orillas del río Sotuélamos.

• La importancia de la zona de Munera es grande destacando, además de la Morra del Quintanar, otros como Los Castellones, Las Pasadillas, El Toril, la Morra de Lechina (en el límite con , en la Cañada de Hondoneros), Pozo del Peralta y las morras de San Telmo y Marañas; no lejos están las de Corral de Piedra y Marigutierrez, en Lezuza, El Hituero y la morra del Batán, en . La necrópolis Campo de Urnas de Huerta del Pato (Munera) representa una cultura nueva que incinera a sus muertos y los entierra en urnas bitroncocónicas con fuerte carena, que conoce ya el hierro y se adorna con brazaletes de marfil, sinónimo de un fuerte comercio.

• De características especiales son los poblados lacustres, situados lógicamente en zonas pantanosas, destacando el citado de El Acequión y su zona cercana, hoy desecada: Hoya de Don Canciano, Hoya Vacas y Ojos de San Jorge, todas muy cercanas a Albacete.

• En la zona de Pétrola se han detectado asentamientos en todos los cerrillos que hay alrededor de la laguna aunque todavía están por estudiar en profundidad, principalmente en Montesinos (al sur de la localidad), Cola de Caballo y Los Castellares; la Cueva de la Paja (Corral Rubio), Cerro Judío (entre Chinchilla y Almansa) y Cerro de la Caracola (frente al anterior).

• En la zona de Almansa hay más de 50 yacimientos (posteriores al 1800 a.C. y todos ellos acabados antes del 1000 a. C.) sobresaliendo por lo exhaustivo de su excavación el ya citado de El Cuchillo (Almansa) al que añadiremos los 3 yacimientos en , Los Toriles (en Fuente Álamo) y el Cerro del Cabezo y el Barranco del Moro (ambos en Almansa).

• En el sureste provincial citaremos (además del Castellón) los asentamientos de Agra, El Azaraque, Camarillas I y Tolmo de Minateda (todos de Hellín), Talave-1, 2, 3 y Trifillas (Liétor) y El Peñón ().

• En Los Torreones (El Salobral, Albacete) se halló un importante ajuar de bronce.

• En existen varios yacimientos: en las laderas y abrigos del Cerro del Bosque, el Cerro Gallinero, la Loma del Sestero, la Loma de Malafatón, Casa de Delgado y en la parte baja del cerro El Sacejo.

• En Riópar se localizan yacimientos del Bronce Medio en El Regueral, Peña del Castellar, Peña del Tesoro y El Retamar.

• En , incipientes yacimiento de Peña Bermeja y Cerrabú. El primero situado en un espolón inexpugnable conocido también como el Peñasco Colorao, que también fue ocupado por los romanos e incluso en la época medieval; y el segundo situado en la cúspide de un cerro cónico, también ocupado por los romanos como apoyo estratégico al importante poblado de Los Bañuelos (Socovos-Férez).

Insculturas o Petroglifos

Son destacables los petroglifos en la roca presuntamente pertenecientes a la Edad del Bronce que se encuentran en Hellín, en las cercanías del pantano del Cenajo, una muestra más de las manifestaciones culturales y artísticas Aparecen cazoletas con canalillos y varios diferentes motivos grabados en la roca cuya interpretación se basa en la simbología de los mismos.

El campo de petroglifos está formado por tres grupos interpretándose como lugares sagrados o altares desde donde se invocaría las lluvias, interviniendo motivos vegetales, un antropomorfo y los receptáculos con las canalizaciones, esquema de interpretación derivado de la agrupación denominada C, donde se concentran la mayoría de los motivos grabados, se interpretan representados tres árboles, un hombre y diversas cazoletas y canalillos. Los tres arbolillos podrían corresponder a lo que se considera un bosque sagrado en donde la fertilidad y la vida se configuran; el hombre con brazos en jarras apoyados en las cadera parece trepar por uno de estos árboles; las cazoletas debieron servir para la libación y el depósito de líquidos sagrados en un intento de propiciar la llegada de las lluvias; los canalillos acaso podrían ser caminos o sendas simbólicas que unieran diversos lugares en esta representación sagrada.

Se trataría de un santuario en un cruce de caminos prehistóricos, con una especial función donde la religión naturalista, con la piedra, la vegetación y el agua, está presente en un intento de propiciar a las fuerzas de la naturaleza.

El trabajo de incisión y grabado en la roca es parecido al grupo de insculturas de la zona del Canalizo del Rayo, Minateda, incluso determinadas estructuras del Tolmo pudieran ser antiguos petroglifos “reciclados” como prensas, perdiendo su función simbólica. En el Arco de San Pascual, en Alpera, aunque los motivos representados son diferentes es posible, muy probablemente, que la cronología también lo sea.

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