Haz que nos importe:

Make Us Care Interview: — Breaking Bad Sección Central

Vince Gilligan conversa con Neil Landau*

Palabras clave Breaking Bad | Walter White | showrunner | TV | televisión | series televisivas | seriales

Keywords Breaking Bad | Walter White | showrunner | TV | television | TV series | serials

Guionista, director y pro- ductor estadunidense, mejor Breaking Bad (Vince Giligan, 2008-2013), reproducida bajo conocido por haber creado el amparo del artículo 148 de la Ley Federal de Derecho de Autor. la serie Breaking Bad (2008- 2013), Vince Gilligan es tam- bién cocreador de su precuela (2015–), junto con , y de Battle Creek (2015), junto con David Shore. Ha sido productor ejecutivo y escritor de estas tres series, así como de Los expedientes secretos X (The X-Files, Chris Carter, 1993- 2002), donde además fue coproductor y productor supervisor, y de Los pistoleros soli- tarios (The Lone Gunmen, 2001), derivada de la anterior y creada también por Carter, junto con John Shiban, Frank Spotnitz y el propio Gilligan. Además, ha dirigido algu- * Neil Landau, «Make Us nos capítulos para la mayoría de estas series y escribió la película Hancock (Peter Berg, Care. Interview: Vince Gi- 2008), junto con Vincent Ngo. lligan — Breaking Bad», Por Breaking Bad, obtuvo en 2012 el Premio WGA a Mejor Serie Dramática, al cual The TV Showrunner’s Road- había estado nominado los años anteriores (2010-2011, 2011) y el primer año como map: 21 Navigational Tips for Screenwriters to Create Nueva Serie (2009). También fue galardonado en dos ocasiones con el Premio WGA and Sustain a Hit TV Series, por Mejor Episodio Dramático (2009, 2012), obtuvo el Premio TCA (2010, 2012) y el Focal, Nueva York – Lon- Premio Peabody (2008). En más de una ocasión, Breaking Bad fue clasificada por el dres, 2014, pp. 62-70. American Film Institute entre las 10 Mejores Series de Estados Unidos (2009, 2011- Traducción: Miguel Bustos 2013), estuvo nominada a los Premios Emmy como Mejor Serie Dramática (2009-2010, García. 2012) y por Mejor Dirección (2008, 2012).

Estudios Cinematográficos • Abril 2018 • Nueva Época • núm. 1 • ISSN: 0188-8056 impreso DOI: https://doi.org/10.22201/cuec.01888056p.2018.1.32 42 Haz que nos importe: Breaking Bad

Lo más difícil para la mayoría de los guionistas es crear personajes originales. La gente viene con ideas para lo que podría ser un programa de televisión interesante, pero crear personajes complejos es algo extremadamente difícil. ¿Cuál es su proceso cuando está co- menzando con el programa piloto? Walt (el personaje que hace ) tiene que ver en general con las decisiones que toma en la vida. ¿Cómo toma usted sus decisiones creativas? Sección Central Es interesante, porque cada nuevo proyecto es un tanto parecido a los copos de nieve. Tiene su propia forma. La mejor manera de explicarlo es hablar específicamente acerca de Breaking Bad. Cuando surgió en mí la idea, me intrigó. Pensándolo ahora, lo que me surgió en esos momentos de inspiración tipo Eureka no era una trama o una gran idea: era un personaje que me intrigaba mucho; no tenía siquiera un nombre para quien pasó a ser Walter White. La idea de alguien que previamente ha sido un buen hombre —un hombre inherentemente bueno—, un tipo que es un esposo y un padre amoroso que trabaja duro para su familia, que trata de hacer lo correcto y no quebran- ta la ley. Alguien que, de pronto, por razones externas a él, decide salirse demasiado del camino que lleva a la bondad para convertirse en un mal tipo. Eso me intrigaba. No era la idea de cocinar metanfetaminas o de poner un laboratorio en una casa rodante; eran las interesantes trampas que vienen con eso. Lo que me intrigaba era la posibilidad de contar una historia en la que el protagonista, a fuerza de voluntad, decidiera hacerse un mal hombre y finalmente se convirtiera en el antagonista, la idea de la arena mo- viéndose bajo los pies del personaje a través de un proceso que él puso en marcha. Me gustaría decir que eso siempre se resuelve de esa manera. Se comienza con una hoja en blanco y un lápiz, con la quijada en la mano, diciendo: «Bueno, ¿de qué personaje in- teresante puedo escribir hoy?» El problema es que, desafortunadamente, no le surgen a uno tan a menudo; pero cuando lo hacen es maravilloso.

Algunos escritores construyen largas biografías como trasfondo para sus nacientes persona- jes, antes de siquiera saber cómo van a encajar en un programa de televisión, lo cual puede parecer arbitrario, y sin embargo necesario. He leído en otras entrevistas que usted había comenzado con la idea de convertir a Mr. Chips en un Caracortada. Cuando estaba usted tratando de desarrollar ese personaje y de ponerlo dentro de un mundo, ¿cuáles fueron las decisiones respecto a hacerlo un maestro de química, y cuándo dio usted con la idea de que iba a cocinar metanfetaminas? Y al ubicar la historia en Albuquerque, ¿cuáles fueron las decisiones respecto a su familia e hijo? Estaba yo hablando por teléfono con un amigo al que había conocido en la Escuela de Cine de la Universidad de Nueva York a mediados de los ochentas, quien fue uno de mis escritores en Breaking Bad. Trabajó también conmigo como escritor para Los expedientes secretos X. Fue como uno o dos años después de que había terminado Los expedientes secretos X y estábamos hablando acerca de qué haríamos a continuación, porque en ese entonces era difícil encontrar buenos trabajos de escritor. Me contó una historia que había leído en el New York Times, creo, sobre un tipo al que habían aprehendido por tener un laboratorio en la parte trasera de un Winnebago en el que cocinaba metanfetaminas de cristal de forma itinerante. Mi amigo Tom [Schnauz] dijo: «Hey, quizá deberíamos de intentar eso y hacer un poco de dinero». En el mo- mento que hizo esa broma pasó rápidamente por mi mente la idea de un personaje que hiciera algo así, y se convirtió en algo muy interesante: la idea de un hombre bueno

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que voluntariamente se hace malo. Era un hombre que estaba haciendo cosas malas por razones ostensiblemente buenas. Es interesante, si usted me hubiera dicho en esa primera semana, o un poco después, que me sentara y escribiera la biografía de este hombre, habría escrito algo completamente diferente a lo que Walt acabó siendo. No digamos que es un mal ejercicio. Cualquier cosa que uno ponga en papel y que pueda ayudarnos a enfocar nuestro pensamiento y nos lleve cada vez más cerca de nuestro Sección Central objetivo de crear algo es bueno. Si se trata de hojear el directorio telefónico hasta que surja en uno la combinación correcta de nombre y apellido que nos ayude a crearnos una imagen del personaje, qué bueno; pero uno debe ser flexible. Lo verdaderamente interesante acerca de Walter White sólo llegó a mí una o dos temporadas después, una vez que la serie había progresado y una vez que tenía yo ya el beneficio de trabajar con Bryan Cranston, quien realmente ayudó a crear al personaje y lo encarna. Y una vez que comencé a trabajar con mis excelentes escritores, ellos me ayudaron a ver el potencial que había en lo que había yo ideado y me ayudaron a hacerlo mucho mejor de lo que habría sido si sólo yo lo hubiera trabajado. En esos primeros días, por ejemplo, me di cuenta de cuál es el superpoder de Walt. No me había dado cuenta de que sería un mentiroso de clase mundial. Ése es realmen- te su superpoder. Se miente más hábilmente a sí mismo. Es capaz de convencerse de cualquier cosa. Antes que nada, de que es un buen hombre, de que hace lo que hace por su familia: la enorme, la horrible mentira que está en el centro de Breaking Bad, por encima de toda razón y de toda evidencia en contrario.

Como todo superhéroe, tiene superpoderes, pero también alguna debilidad concomitante o talón de Aquiles. En el caso de Walt, ambas cosas parecen ser la misma. Desde luego. Su talón de Aquiles es su orgullo. Su capacidad de mentir es su poder. Ha tomado tantas malas decisiones por orgullo, cuando su ego se ha sentido lastimado, y es un ego muy frágil. Hay una excelente expresión que escuché hace años, cuando alguien me describió a otra persona como «un pedazo de mierda en el centro del uni- verso». Cuando la escuché se quedó conmigo. Creo que describe a Walt. No se ve a sí mismo como un pedazo de mierda. Se ve a sí mismo como el centro del universo, pero se trata de un universo muy frágil, que se puede agrietar con mucha facilidad cuando se le presenta la evidencia de que él no es lo único importante.

Estaba pensando en la película Red social (The Social Network, David Fincher, 2010) y en cómo Mark Zuckerberg recibe el rechazo de la muchacha cuando empezaban apenas la universidad, lo cual moldea toda su grandiosidad y ambición. En tu programa piloto Walt da con ese momento en que se toca fondo cuando, además de su enfermedad, está en el lava- do de coches y un estudiante de su escuela aparece con una muchacha y Walt está fregando el borde de una llanta. Se siente tan completamente humillado, y es parecido al momento en que Scarlett O’Hara dice: «Ante Dios lo prometo: jamás volveré a tener hambre». No importa cuánto tenga, Walter parece tener esta inseguridad de que lo obtuvo de manera incorrecta y teme que puedan quitárselo todo. Está también ese otro episodio, el momento de máximo suspenso a media temporada en el que Skyler (Anna Gunn) dice: «¿Cuánto es suficiente?» No se trata de dinero. ¿De qué diría que tiene miedo Walter? Es una buena pregunta. La respuesta obvia sería la muerte. En primer lugar, el motivo que lo hizo levantarse y convertirse en criminal era el miedo a una muerte

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inminente. Estaba enfrentando una crisis de fin de vida. Es una serie muy existencial. Walt enfrenta muchos momentos existenciales que hasta ese momento había logra- do superar. Y, sin embargo, no parece pasar mucho tiempo pensando en la muerte: quizás lo hizo al principio de la primera temporada. Ya pasó todo eso. Hasta tene- mos un episodio en el que dice a su cuñado: «Sabes, solía preocuparme por todo, la preocupación solía mantenerme despierto toda la noche, pero desde que me diag- Sección Central nosticaron que tenía cáncer duermo como un bebé». Pienso que el gran miedo de Walter es la insignificancia. No importa si está aquí o no, ése no es el problema, sino el que, una vez que se haya ido, teme que será instantáneamente olvidado; que no habrá importado o contado para nada. Se trata de un hombre que, en un episodio posterior, da a saber a Jesse (Aaron Paul) y al público que pudo haber llegado a ser alguien. Pudo haber sido multimillonario o por lo menos millonario muchas veces, como socio fundador de Gray Matter. Esta compañía que su novia de la universidad y su mejor amigo fundaron junto con él. Se separó de la compañía y siente un intenso arrepentimiento por eso. El precio de las acciones en el mercado de valores le mues- tra cada semana cuánto dinero pudo haber tenido si se hubiera atenido al programa planeado. Es un hombre muy dañado que teme ser irrelevante e insignificante. Y decide finalmente; creo que es en El paraíso perdido de John Milton que Satanás dice: «Es mejor reinar en el infierno que servir en el cielo». Es darse cuenta de que puede seguir siendo un criminal. No habría sido su primera opción, pero le da algo que necesita. Le da poder y potencia y relevancia. Es mejor ser alguien negativo que no ser nadie.

Hay una gran línea al final de la temporada4 , en donde Walt dice a su esposa: «No estoy en peligro: yo soy el peligro». Nunca pensó que podría convertirse en este tipo. Está cocinando anfetaminas, pero él tiene su propia adicción a este poder. Su adicción al poder y al dinero, pienso, pasa a ser una suerte de vara de medir. Esa enorme pila de billetes que vemos en ese octavo episodio de la temporada 5 es una vara de medir, no otra cosa. Walt y Skyler jamás podrían gastar todo ese dinero sin llamar la atención no deseada de la IRS y los federales. Es sólo una enorme pila de papel en las instalaciones de unas bodegas rentadas. Esa escena que usted mencionó previamente muestra la capacidad de Walt para mentirse a sí mismo. Cuando dijo: «No estoy en peligro: yo soy el peligro», no podía estar más equivocado.

¿Cuánta investigación tuvo que hacer para preparar el programa piloto? ¿Alguien lo asesoró respecto a las anfetaminas? ¿Cómo surgió en usted algo de este material? Lo que me gustaba de esta serie cuando inició era que Walter White en esencia era yo mismo. En otras palabras, eso me fue de gran utilidad cuando escribía el pro- grama piloto, antes de que tuviera un equipo de asesores, incluyendo gente de la DEA y oncólogos y profesores de química. Toda esta gente que nos ayudó con diversos hechos e información. Antes de que tuviéramos nada de eso, Walter White era sólo alguien que un día se despertó y decidió que iba a comenzar a cocinar metanfetami- nas de cristal. En ese momento era muy parecido a mí en el sentido de que no sabía más que yo acerca de la vida criminal. Así, en tanto escritor, eso funcionó muy bien para mí. No tengo el conocimiento de química que posee Walt. Es un químico bri- llante y yo apenas si sé cómo se hace la soda. Habiendo dicho eso, lo que me fue muy

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útil para esas escenas en que él estaba enseñando química es que está hablando con un montón de tontos y que ellos apenas si escuchan. Tiene que hablar lo menos téc- nicamente posible y hablar en términos de legos. Eso me ayudó a salir del atolladero: la capacidad de Walt de escoger a su público. Y luego, la manera en que Walt se abrió camino a tropezones en el mundo del crimen es muy parecido a como yo lo hubiera hecho, si hubiera deseado hacerlo y no tuviera demasiado miedo de la policía, que Sección Central fue lo que hizo que fuera muy divertido escribirlo. Soy mejor escribiendo personajes un tanto cercanos a mí, porque no soy muy bueno investigando.

Cuando usted empezaba a meterse en lo de cocinar metanfetaminas, Walt era una especie de neófito en ese mundo. ¿Cómo entró Jesse en el cuadro para usted? Me siento muy afortunado de que hayamos escogido a Bryan Cranston y a Aaron Paul para estos dos papeles protagónicos y, desde luego, a nuestros otros maravillo- sos actores. Estos actores realmente habitaron sus roles y más que eso, nos mostra- ron qué tan profundos y ricos y complejos podían ser realmente estos personajes. Es en gran medida lo que los hace icónicos. Nos mostraron, a mí y a mis escritores, la manera de hacerlos icónicos. Un buen ejemplo es Aaron Paul como Jesse Pink- man, quien, odio admitirlo, en un principio era un simple mecanismo en la trama. Había mucho en ese programa piloto que era un tanto mecánico. El personaje Hank Schrader (Dean Norris) era un elemento logístico que existía para incitar a Walt en cierta dirección. Hank era esa clase de personaje osado, estridente, un tipo amistoso, miembro de alguna fraternidad universitaria, que era todo lo que Walter White no era. Uno podía decir que Walter lo envidiaba secretamente y que sentía una antipatía contenida respecto a él. Jesse Pinkman existía para mostrarle a Walt el camino al bajo mundo criminal en ese punto de los inicios de la serie, y posteriormente iba yo a matar a ese personaje. Me gustaría decir que tenía yo todo planeado desde el día uno, pero sería una mentira. Por ejemplo, estaba preparado para patear a Jesse y echarlo en la cuneta tan pronto como hubiera descargado sobre Walt su algo limitado conocimiento de la criminalidad. Y entonces iba yo a crear a alguien más interesante para la tempo- rada 2. O, más allá de eso, ni siquiera estaba seguro de ver la necesidad de que, para empezar, Walt tuviera un socio. Pensaba que iba a tener varios subalternos. Aquí es donde entra la suerte, porque escogimos a este excelente actor, Aaron Paul, quien en los inicios agregó tanto valor a la serie que no hubo modo de que matara a este personaje. Por el contrario, si nos hubiéramos decidido por alguien que fuera un tanto un desastre, ni siquiera me lo hubiera preguntado. Simplemente hubiera edi- tado alrededor suyo y lo hubiera matado de una manera espectacular. Es una buena lección para los escritores: si uno realmente quiere que la escritura misma sea más importante, debería estar escribiendo novelas —lo que me gustaría intentar alguna vez—, pero, cuando uno está trabajando en la televisión y el cine, es con mucho un esfuerzo colaborativo. Nuestra escritura vivirá o morirá —no importa qué tan buena sea— con base en la calidad, el talento y el entusiasmo de los actores que habitan el papel y en la calidad del director que los dirige. Funciona en ambos sentidos. Los ac- tores y directores pueden llenar algunos huecos en la escritura y mejorarla. O toman parte de lo bueno y lo empeoran, lamentablemente. Hay cierta cantidad de suerte o destino, que interviene cuando se hace la selección de los actores o se contrata al

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director. Uno tiene siempre los dedos cruzados y espera que ocurra lo mejor. Nunca se sabe cómo va a resultar todo. Eso es lo que lo hace aterrador y excitante.

Es irónico igualmente que Walter comience como maestro, pero sea también tan buen estu- diante. Aprende de todo el mundo y toma un poco de cada quien. Es una buena manera de decirlo. Nunca lo pensé realmente así. Walt es un excelen- Sección Central te estudiante. Absorbe muy rápidamente el mundo criminal que lo rodea. Sin embar- go, es lo suficientemente arrogante como para tener problemas al pensarse a sí mismo como un estudiante. Prefiere pensarse como maestro. Eso fue lo que le causó tanta irritación en la temporada en que Walt está bajo la férula de (Giancarlo Esposito). Creo que lo que más lo irritaba no era el que Gus quisiera matarlo, sino que Gus fuera el amo y Walt fuera el sirviente contratado como aprendiz.

Cuando usted está estructurando historias en el cuarto de escritores, ¿lo hace mediante las típicas historias con varias líneas argumentales entrelazadas, tipo A, B y C? ¿Está estructu- rando la mitad de una temporada a la vez según un tema específico? ¿O lo hace episodio por episodio? Es sobre todo episodio por episodio. Antes de ésta, nunca había hecho una serie que hubiera implicado historias tipo A, B y C. Me había tocado ciertamente parti- cipar en televisión que contenía ese tipo de historias. Me introduciría en esto di- ciendo que no hay un único modo correcto de hacer televisión. Lo que importa es que uno encuentre una manera que funcione para uno. El modo en que lo hicimos en Breaking Bad fue volverlo un asunto en el que participamos todos. Tenía yo seis escritores y quería que todos estuvieran conmigo en el cuarto en todo momento del día. Odiaba que se levantaran y fueran al baño, por ejemplo, porque quería que todos escucharan y contribuyeran. Me gusta que todo el mundo ayude a mover la pelota en el campo. El programa estaba tan serializado que realmente se necesitaba eso. En Los expedientes secretos X uno pasaba mucho tiempo solo. Salía y se ponía a pen- sar o iba a su oficina o caminaba alrededor del terreno de Fox tratando de dar con la trama de un episodio independiente. Pero en el caso de Breaking Bad uno tenía que estar en ese cuarto. Casi se tenía que tener una especie de mantra en el que uno pre- guntaba una y otra vez: «¿En qué está pensando Walt? ¿Qué quiere en este momento? ¿A qué le teme? ¿Cuál es ahora su objetivo? ¿Qué quiere Skyler? ¿Qué quiere Jesse?» Eso es lo que hacíamos. Construíamos esos episodios ladrillo a ladrillo. No pensá- bamos en términos de historias tipo A, B, y C. Pensábamos en Breaking Bad como la historia de Walter White. Un estudio de personaje de un solo hombre. Es un mundo en el que las decisiones y las acciones de Walter White crean dificultades y problemas para todos los demás personajes dentro del universo de la serie. Él es la historia A. Es la raíz básica a partir de la que surgen todas las otras ramas y hojas de la historia. Es la bellota que puso todo en movimiento. Aun cuando ostensiblemente se trata de un hombre que está muriendo de cáncer, metafóricamente hablando, Walter mismo es un cáncer. Walt es la malignidad en el centro de la serie, que afecta a los demás para su detrimento: a su familia antes que a nadie.

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Cuando uno está haciendo un programa serializado, uno de los retos es no quemar la histo- ria demasiado rápido. Si usted está haciendo la serie episodio por episodio, ¿cuáles son sus intuiciones en cuanto a ir revelando la historia? Mi intuición es que hay una dinámica muy interesante que ocurre cuando se está creando un programa de televisión serializado, aunque esto podría ocurrir también en otros programas episódicos. Uno quisiera irse hasta el fondo. Quiere darle al público Sección Central una razón para permanecer sintonizado. Es difícil mantener la atención de la gente. En otras palabras, a veces, mientras más rápido se cuenta una historia, se hace problemá- tica en sí y por sí misma, y se corre el riesgo de perder audiencia por el hecho mismo de que uno está trabajando muy duramente y se nota el sudor. La mejor filosofía que tengo al respecto, y confieso que a veces no le he hecho caso, es darle al público lo mí- nimo necesario. Darle sólo lo suficiente para que el programa sea interesante. No hay que darle más de lo que necesita para seguir viendo el programa. Hay que tratar de que el programa se mueva tan lentamente como sea posible, para que siga siendo intere- sante, y en movimiento hacia adelante. Es una frase terrible, pero es la adecuada. Hay que tener cuidado de no quemar todos los cartuchos. Es verdaderamente una manera muy cruda de decirlo, pero no puedo pensar en una expresión más adecuada. Hay que mantener a la gente al borde. Hay que seguir contándole a la gente cosas nuevas acerca de nuestro personaje. Hay que mantenerlos inmiscuidos y averiguando. Por otro lado, si uno se está moviendo como un cohete, va a cansar al público tarde o temprano. Es algo que requiere de mucha habilidad y conocimiento: dar con el paso adecuado. Seré sincero con usted —yo mismo he caído en esa trampa— durante la primera tempora- da de Breaking Bad, estaba dispuesto a echar toda la carne al asador. Estaba dispuesto a darle al público todo lo que yo tenía y luego algo más. Al final de esa primera tem- porada, como estaba desesperado porque la serie gustara y permaneciera en el aire, estaba dispuesto a lastimar irremediablemente la serie sin darme cuenta. Pero lo más afortunado que me pasó en Breaking Bad fue que el Writer’s Guild entró en huelga y no pudimos hacer los dos últimos episodios de esa temporada. Si los hubiéramos hecho, nos habríamos ido absolutamente hasta el fondo, habríamos matado a un par de los personajes principales, los cuales, me di cuenta en retrospectiva, nos eran imprescin- dibles. Y habríamos dejado lisiada la serie. Así que entiendo ese sentimiento de querer mantener satisfecho al público. A veces, sin embargo, lo mejor es no desesperarse al contar la historia, sino de hecho mostrarla sólo un poco. Fue una lección difícil de aprender, y realmente la aprendí por pura suerte. Ayuda el saber cuántos episodios va uno a tener. Sin embargo, el negocio de la televisión no se mueve de esa manera: uno no lo sabe con seguridad, a menos que esté haciendo una miniserie. Creo que es una forma subvaluada. Me gustaría que las miniseries regresaran. Creo que es tiempo para que eso pueda ocurrir. Tenemos tantas cosas compitiendo por nuestra atención, y las miniseries nos permiten decirnos: «Voy a ver seis horas de esto y se acabó». Yo sería el primero en la fila para trabajar en algo así, porque es una inversión que la gente haría con gusto en la actualidad.

Cuando entrevisté a Damon Lindelof, dijo que sabían cuándo iba a terminar Lost. ¿Sabía usted cuándo iba a terminar Breaking Bad? Mentiría si dijera que, mientras la hacíamos, sabíamos cómo iba a terminar todo. Había tanto que desconocía respecto al personaje al comenzar la serie, o cosas que

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pensaba que sabía, pero surgieron mejores cosas. En cuanto a mí, me di cuenta de que lo que funciona mejor es no ser demasiado rígido de pensamiento. Muchas veces me ocurrió que tenía algo que pensé que era una excelente idea, y entonces alguien venía y decía: «¿Por qué no lo hacemos de esta manera?», y yo pensaba: «Caray, me hubiera gustado haber pensado en eso». Por ello me parece que la mejor televisión es algo vivo y que respira. Es orgánico. Y si uno es orgánico en su manera de contar las cosas, Sección Central lo cual significa dejar que los personajes le digan a uno a dónde necesitan ir, en lugar de tratar de forzarlos en direcciones que no quieren tomar; si se puede mantener esa forma orgánica de evolución de la trama, entonces ése será siempre un gran apoyo. Si uno es sincero con sus personajes, si los deja comportarse como harían los seres hu- manos, entonces no se desvía demasiado del camino correcto. Una última cosa: su pregunta original era: «¿A quién apoyaba?» Era muy difícil apoyar a Walter White mientras uno profundizaba en la serie, y eso constituyó una gran preocupación desde un principio. Pensé que tenía que encontrar un actor que le agradara a la gente. Tuve que apostarlo todo a su favor. Tiene esposa y resulta embara- zada sin haberlo planeado. Tiene un hijo con daño cerebral. Lo tratan miserablemente en su segundo trabajo y sus pudientes estudiantes se burlan de él. Yo estaba muy pre- ocupado, pero me gusta decir que, en tanto la serie progresaba, me había relajado en cuanto a mi pensamiento. Ya no me preocupé respecto a si Walt podía agradarle o no a la gente. Me sorprende realmente que la gente siguiera apoyándolo. Como su creador, yo había dejado de apoyarlo mucho antes. Es un tipo que no me habría gustado co- nocer, si se tratara de una persona real. Había gente entre el público que dijo: «Sabes, ya no soporto a este tipo. Voy a dejar de ver el programa». Afortunadamente la se- rie siguió siendo interesante aun cuando yo había dejado de sentir simpatía por Walt. Pero también hay gente buena, inteligente y respetuosa de la ley, que seguía apoyan- do al tipo, y eso me parece un estudio sociológico muy interesante, porque para mis escritores y para mí el proceso era casi exclusivamente hacer desaparecer la simpatía del público para con el personaje principal, ayudarlos a ver quién era realmente, en el viaje que iba de ser un buen hombre a ser un mal hombre. En un momento dado en ese viaje, uno se dice a sí mismo: «¿Es realmente él el malo?» Desde un inicio la serie fue en cierta medida televisión experimental: yo quería contar una historia en la que el personaje principal va sufriendo un cambio constante, pero, en cuanto a apoyar al personaje, había mucha gente que no lo hacía, afortunadamente había otras cosas que hacían que la gente sintonizara el programa.

Pienso que es una emoción delegada. Uno más o menos lo apoya porque es un tipo que va en contra del sistema. Y siempre es vulnerable. No importa qué tan fuerte parezca hacerse. Además, siempre hay alguien peor que Walt. Es interesante. Está bien dicho. Me gusta ese modo de verlo.

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