La publicación de esta obra se realiza al amparo de la autorización contenida en el in- ciso a) del artículo 43 del Decreto Legislativo 822, el cual expresa a la letra:

“Respecto de las obras ya divulgadas lícitamente es permitida sin autorizaciones del autor:

La reproducción por medios reprográficos para la enseñanza o la realización de exáme- nes en instituciones educativas, siempre que no haya fines de lucro y en la medida jus- tificada por el objetivo perseguido, de ar­tículos o breves extractos de obras lícitamente publicadas, a condición de que tal utilización se haga conforme a los usos honrados y que la misma no sea objeto de venta u otra transacción a título oneroso, ni tenga directa o indirectamente fines de lucro”.

Colección Investigaciones Espléndida iracundia. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008 Primera edición digital, septiembre de 2016

© Universidad de Lima Fondo Editorial Av. Javier Prado Este N.o 4600, Urb. Fundo Monterrico Chico, Lima 33 Apartado postal 852, Lima 100, Perú Teléfono: 437-6767, anexo 30131 [email protected] www.ulima.edu.pe Diseño, edición y carátula: Fondo Editorial de la Universidad de Lima

Ilustración de carátula: Le poète, Gerardo Chávez, óleo sobre tela, 1,80 x 1,50 m, 1985 Ilustraciones de páginas interiores: Gerardo Chávez Versión ebook 2016 Digitalizado y distribuido por Saxo.com Peru S.A.C. https://yopublico.saxo.com/ Teléfono: 51-1-221-9998 Avenida Dos de Mayo 534, Of. 304, Miraflores Lima - Perú

Se prohíbe la reproducción total o parcial de este libro sin permiso expreso del Fondo Editorial.

ISBN versión electrónica: 978-9972-45-379-3 Índice

Advertencia al lector 11 Introducción 17 1. Sobre el campo literario: posibilidades de aplicación 19 2. La antología consultada y el campo literario 27 3. Las antologías y la poesía peruana 1968-2008 39 4. Esta antología 48

Antología consultada de la poesía peruana (1968-2008). Poemas 63 Manuel Morales 65 Juan Ramírez Ruiz 75 Cesáreo Martínez 93 Armando Rojas 103 José Watanabe 115 Elqui Burgos 129 Guillermo Chirinos Cúneo 139 Abelardo Sánchez León 151 Carmen Ollé 169 María Emilia Cornejo 179 Luis La Hoz 187 Vladimir Herrera 201 Enrique Verástegui 213 Ana María Gazzolo 229 Carlos López Degregori 239 Giovanna Pollarolo 253 Oswaldo Chanove 263

7 Jorge Eslava 273 Mario Montalbetti 283 José Morales Saravia 297 Roger Santiváñez 311 Magdalena Chocano 325 Eduardo Chirinos 339 Domingo de Ramos 351 Rosella Di Paolo 371 Mariela Dreyfus 381 Patricia Alba 393 José Antonio Mazzotti 401 Rafael Espinosa 413 Doris Moromisato 429 Rocío Silva Santisteban 443 Luis Fernando Chueca 459 Rodrigo Quijano 473 Roxana Crisólogo 485 Xavier Echarri 497 Jorge Frisancho 511 Montserrat Álvarez 527 Lorenzo Helguero 541 Martín Rodríguez-Gaona 553 Miguel Ildefonso 567 Victoria Guerrero 579 José Carlos Yrigoyen 593 Paul Guillén 607

Anexo 621 HOY día he visto a la Diosa Ambarina — la misma tez de ámbar — sus ojos de llamarada y tiniebla — encarnación de la única y perennal Belleza. Su espléndida Iracundia me abrazó el alma — su Belle- za funesta se cebó en mi sangre — sus desproporcionados Rencor y Odio me fueron de gloria. No soy — no seré sino sonámbulo atónito ante la Belleza tremebunda de la Diosa Ambarina. Nada existe — nada puede existir sino la Diosa Ambarina y su Belleza de Medusa arrebatadora y mortífera.

E.A. Westphalen. Ha vuelto la diosa ambarina

Advertencia al lector

Mil veces he jurado No hacer más epigramas Valiéronme las iras De mucha gente.

Estos versos de Paladas de Alejandría pertenecen a un epigrama recogido en la legendaria Antología Palatina griega y bien podrían ser un aviso en la conciencia y las expectativas de todo aquel que emprenda la difícil tarea de antologar, aunque los cuatro autores que firmamos este libro decidimos ­de­s­ oír­lo. Pero vayamos por partes. El Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) indica que una antología es la selección de aquello “digno de ser destacado”; en este sentido, representa inevitablemente una valoración (la del antologador o de los antologadores) con relación a lo más relevante de entre todo aquello producido o existente en el marco establecido en su criterio delimitador. Demetrio Estébanez Calderón en su Diccionario de términos literarios añade una idea interesante para determinar su identidad en tanto cualquier antología es una “[...] forma colectiva intertextual que supone la reescritura o reelaboración, por parte de un lector, de textos ya existentes mediante su inserción en conjuntos nuevos” (1996: 45). La acotación de Estébanez reconoce a toda antología como una propuesta creativa, es cierto, pero, al mismo tiempo, subjetiva y parcial; la extracción de autores o intertextos del ámbito originario al que pertenecen y su inserción posterior en un nuevo marco son actividades históricas y falibles y el resultado supone inclusiones y exclusiones necesariamente discutibles. Una antología no es, así, un objeto científico susceptible de ser validado cuantitativamente o con criterios objetivos, ni tiene jamás la última palabra; su vigencia responde a unas determinadas coordenadas cronológicas y a la mirada más o menos

11 12 López Degregori, Chueca, Güich, Susti

arriesgada del antologador que ofrece su selección a partir de sus conocimientos y presupuestos estéticos, es cierto, pero también de su ideología y de un amplio abanico de motivaciones personales. Este carácter parcial y provisional se acentúa en nuestra propuesta, que es diferente a muchas otras que han pretendido auscultar la poesía peruana de los últimos cuarenta años. El título de Antología consultada responde, precisamente, a este carácter singular, pues la nómina de cuarenta y cinco autores incluidos no es el resultado de la decisión de uno o algunos pocos antologadores, sino de un cierto consenso de ciento veinticuatro personas que generosamente nos brindaron su opinión. Fuimos nosotros, por supuesto, los encargados de seleccionar la lista de opinantes y de elegir los poemas a incluirse en este libro. Consideramos oportuna esta advertencia y una explicación inicial del sentido y características de este proyecto, pues uno de los principales reparos que podría hacerse al trabajo que tiene el lector entre manos sería que no refleja sino la arbitrariedad. Debemos ser enfáticos al respecto: es cierto, la refleja y ninguna antología podría dejar de reflejarla, pero en esta oportunidad se trata de la nuestra como responsables de la composición de la lista y también de la arbitrariedad en las opiniones de nuestros consultados. Nos complace contribuir al debate y nos alegra que este pueda ampliarse. La circulación de poesía en el Perú, restringida casi a un intercambio entre poetas y apenas algunos lectores más, necesita vías de contacto con sectores más amplios y esta antología puede avanzar en esta dirección. Iniciamos este trabajo gracias al auspicio del Instituto de Investigación Científica de la Universidad de Lima, en abril del 2009, con el objetivo preciso de indagar la percepción sobre la poesía peruana de las últimas décadas de un grupo significativo de miembros de nuestra comunidad literaria y algunos estudiosos o entendidos extranjeros. Para proponer nuestra consulta, partimos del supuesto de que en el proceso de nuestra poesía ya están consolidadas, en líneas generales, las voces y obras de los poetas peruanos anteriores a la denominada Generación del 70, mientras que por su mayor cercanía y por el hecho de haber sido poco estudiada, la etapa de los poetas surgidos a partir de 1968 se presta a múltiples opiniones divergentes así como a discusiones. Elegimos ese año como punto de partida —adicionalmente, un momento de grandes connotaciones simbólicas—, puesto que en 1967 apareció la antología Los nuevos, de Leonidas Cevallos, que propuso una lectura de la ya mencionada generación y, en buena medida, tal lectura sigue vigente. Decidimos, igualmente, que nuestra consulta inquiriera por los autores nacidos hasta 1980 que contaran, por lo menos, con un poemario editado y cuyos libros hubieran aparecido a partir de 1968. Elegimos ese marco cronológico para que ello nos Advertencia al lector 13

facultara a considerar escritores con una obra consolidada o en proceso de lograrlo.1 Con la finalidad de facilitar la consulta, procedimos a elaborar una lista de poetas que se situaran dentro del marco cronológico establecido y que fuimos completando con los aportes de muchos opinantes; en dicha nómina incluimos los nombres de tres de los que firman este proyecto pues sus obras poéticas forman parte del proceso de la poesía peruana de los últimos cuarenta años. Esta lista no aspiraba a ser exhaustiva, pero era bastante plural y recogía la producción de gran parte de los escritores que han publicado en los años que cubre esta antología. Con el objeto de disminuir, en alguna medida, el carácter subjetivo y parcial de toda antología, identificamos a ciento treinta y siete representantes de nuestra comunidad literaria, todos ellos lectores informados de poesía peruana contemporánea o de un ámbito dentro de ella. Buscamos que ellos pertenecieran a distintas promociones poéticas y que representaran estéticas diversas; igualmente, tratamos de que se situaran en los distintos espacios del sistema literario entre poetas, críticos, editores, antologadores e investigadores académicos. Incluso, recurrimos a la opinión de algunos estudiosos extranjeros que sobresalen por sus trabajos sobre poesía peruana y por la preparación de antologías dedicadas a la poesía peruana o hispanoamericana contemporáneas. A cada consultado le solicitamos una lista de veinte poetas representativos que a su juicio deberían figurar en una antología de la poesía peruana y, adicionalmente, si lo consideraban conveniente, podían ofrecer los títulos de cinco libros decisivos en el proceso de la poesía peruana 1968-2008. Le remitimos una carta vía correo electrónico y recibimos las respuestas de ciento veinticinco consultados.2 La lista de aquellos que atendieron a nuestra solicitud y nos enviaron su propuesta es la siguiente: Ágreda, Javier / Agurto, Gastón / Ampuero, Fernando / Ángeles, César / Anicama, Joel / Ayllón, Ricardo / Bances, Miguel / Barrientos, Violeta /

1 Nuestro trabajo contempla una excepción. Incluimos a Guillermo Chirinos Cúneo cuyo único libro, Idiota del Apocalipsis, apareció en 1967 en una edición de muy escasa circulación. 2 Algunos de los consultados nos comunicaron su abstención de participar en la encuesta recurriendo a diversos tonos, gestos y razones. Tenemos comunicaciones de Jorge Pimentel, Tulio Mora, Rocío Silva Santisteban, Jerónimo Pimentel, Luis Rebaza, Víctor Vich y José Antonio Mazzotti. Otros pocos consultados no atendieron nuestra solicitud a pesar de nuestra insistencia. Igualmente, recibimos respuestas fuera de la fecha propuesta que no pudieron ser consideradas, como fue el caso de Darwin Bedoya. 14 López Degregori, Chueca, Güich, Susti

Belli, Carlos Germán / Bernabé, Mónica (Argentina) / Cabel, Andrea / Cabel, Jesús / Cabrera, Miguel / Canfield, Martha (Uruguay-Italia) / Carrión, Ernesto (Ecuador) / Castillo, Luis Alberto / Cisneros, Antonio / Cisneros Cox, Alfonso / Cerón, Rocío (México) / Córdova, José / Crisólogo, Roxana / Chirinos, Eduardo / De Lima, Paolo / De la Fuente, Juan Carlos / De Ramos, Domingo / Di Paolo, Rosella / Dreyfus, Mariela / Elmore, Peter / Eslava, Jorge / Espinoza, Gabriel / Estela, Carlos / Falconí, Ana María /Faverón, Gustavo / Fernández, Carolina / Fernández Cozman, Camilo / Ferreira, Rocío / Gálvez, Javier / García, Luis Eduardo / García Miranda, Carlos / Garvich, Javier / Gazzolo, Ana María / Ghersi, Érika / Gómez, Willy / Gonzales, Odi / González Vigil, Ricardo / Guerrero, Gustavo / Guerrero, Victoria / Guillén, Paul /Helguero, Lorenzo / Henderson, Carlos / Hernández Montesinos, Héctor (Chile) / Huamán, Miguel Ángel / Huamán, Reinhard / Ildefonso, Miguel / Infantas, Ignacio / Iparraguirre, Alexis / Jiménez, Reynaldo / León, Úrsula / Limache, Óscar / López Maguiña, Santiago / Lumbreras, Ernesto (México) / Málaga, Óscar / Malpartida, Miguel Ángel /Martos, Marco / Medo, Maurizio / Mendiola, Víctor Manuel (México) / Mendizábal, Bruno / Mendizábal, Raúl / Mondoñedo, Marcos / Morales Saravia, José / Montalbetti, Mario / Nájar, Jorge / Niño de Guzmán, Guillermo / Ollé, Carmen / Otero, Diego / Oquendo, Abelardo / Orte­ga, Julio / Oviedo, José Miguel / Padilla, José Ignacio / Pérez, Hildebrando / Pinasco, Sandra / Planas, Enrique / Polack, Bruno / Pollarolo, Giovanna / Quiroz, Rubén / Rabí, Alonso / Reisz, Susana / Rivera Martínez, Edgardo / Rodríguez-Gaona, Martín / Rodríguez Zavaleta, Jaime / Rohner, Fred / Rosas, Patrick / Ruiz, Víctor / Ruiz Rosas, Alonso / Sabogal, Isabel / Salazar, Claudia / Salazar, Ina / Sánchez Hernani, Enrique / Sánchez León, Abelardo / Sandoval, Renato / Santiváñez, Roger / Sordómez, Romy / Soto, Juan José / Sotomayor, Carlos / Suárez, Modesta (España) / Thays, Iván / Torres Rotondo, Carlos / Tumi, Mito / Urco, Jaime / Usandizaga, Helena (España) / Valdivia, Alberto / Vega, Selenco / Vega, Stanley / Vega Farfán, Denisse / Velásquez, Marcel / Vélez, Elio / Villacorta, Carlos / Wiener, Gabriela / Wiesse, Jorge / Ybarra, Rodolfo / Yrigoyen, José Carlos / Yushimito, Carlos / Zapata, Miguel Ángel / Zúñiga, Luis / Zurita, Raúl (Chile). Durante los meses de mayo, junio y julio del 2009 recibimos las propuestas de los consultados y con ellas elaboramos el corpus de cuarenta y cinco poetas que forman parte de este libro. Una precisión es necesaria: esta lista no constituye de ninguna manera un orden de méritos, ni es tampoco una nómina de los mejores poetas de las últimas cuatro décadas (algo que no puede decidirse por decreto ni como resultado de una consulta); se trata únicamente del espacio de intersecciones en las preferencias de los ciento veinticinco opinantes que ofrecen su mirada y valoración de la poesía peruana Advertencia al lector 15

de las últimas cuatro décadas en este momento y como tal debe evaluarse y discutirse. A continuación ofrecemos la lista de los cuarenta y cinco poetas que obtuvieron más menciones en estricto orden alfabético y cuyos poemas son recogidos en este volumen; con la excepción de Jorge Pimentel y Tulio Mora, quienes decidieron no aparecer en esta antología consultada:3 Patricia Alba, Montserrat Álvarez, Elqui Burgos, María Emilia Cornejo, Roxana Crisólogo, Osvaldo Chanove, Guillermo Chirinos Cúneo, Eduardo Chirinos, Magdalena Chocano, Luis Fernando Chueca, Domingo de Ramos, Rosella Di Paolo, Mariela Dreyfus, Xavier Echarri, Jorge Eslava, Rafael Espinosa, Jorge Frisancho, Ana María Gazzolo, Victoria Guerrero, Paul Guillén, Lorenzo Helguero, Vladimir Herrera, Miguel Ildefonso, Luis La Hoz, Carlos López Degregori, Cesáreo Martínez, José Antonio Mazzotti, Mario Montalbetti, Tulio Mora, Manuel Morales, José Morales Saravia, Doris Moromisato, Carmen Ollé, Jorge Pimentel, Giovanna Pollarolo, Rodrigo Quijano, Juan Ramírez Ruiz, Martín Rodríguez-Gaona, Armando Rojas, Abelardo Sánchez León, Roger Santiváñez, Rocío Silva Santisteban, Enrique Verástegui, José Watanabe y José Carlos Yrigoyen. Quienes contribuyeron con este trabajo no necesariamente estarán de acuerdo con todos los poetas incluidos, pues verán que no figuran seguramente algunos de los veinte que mencionaron y además encontrarán algunos nombres que no hubieran aceptado. Sin embargo, se trata de consensos y creemos que mucho de interés ofrecen los resultados obtenidos.

3 Los resultados de la consulta fueron dados a conocer inicialmente el lunes 8 de noviembre del 2010, en un conversatorio en el Centro Cultural Peruano-Británico de Miraflores; en dicha fecha, además de explicar el proyecto y ofrecer los resultados, contamos con la participación de las poetas Carmen Ollé y Victoria Guerrero, que ofrecieron un recital. Un segundo conversatorio para comentar algunos de los puntos problemáticos de la metodología empleada se realizó el lunes 15 de noviembre del 2010; ese día se respondieron algunas preguntas sobre lo que se podía observar a partir de los resultados y hubo un recital de los poetas Enrique Verástegui y Abelardo Sánchez León. Los resultados fueron difundidos en el número 180 de la revista Quehacer (octubre-diciembre del 2010) y en la edición 2159 del semanario Caretas (9 de diciembre del 2010).

Introducción 1. Sobre el campo literario: Posibilidades de aplicación 2. La antología consultada y el campo literario 3. Las antologías y la poesía peruana 1968-2008 4. Esta antología Les Chercheurs de la lune, óleo sobre tela, 1.46 x 1.14 m, 1982 1. Sobre el campo literario: Posibilidades de aplicación

Todo acercamiento a la producción literaria escrita (y, dentro de ella, la poética) de una determinada sociedad o de un periodo específico en esta no puede realizarse únicamente sobre la base de los textos existentes. Una aproximación de este tipo exige, adicionalmente: (1) un reconocimiento del sistema de relaciones objetivas e intercambios en el que se inscriben tanto la producción como la recepción literarias, y (2) un examen de cómo se clasifican y valoran los textos literarios dentro de ese sistema. En este sentido, las relaciones que se establecen entre poéticas diversas, textos, autores, editores, críticos y lectores no permanecen ajenas a los procesos y dinámicas de dicha sociedad, y más bien involucran tanto las estructuras sociales y de clase como las jerarquías culturales históricamente construidas y consolidadas ideológicamente, el ejercicio del poder y los micropoderes en el interior del llamado “campo literario”,1 y, por último, la ubicación de dicha sociedad en el mundo globalizado.

1 Sobre la definición de “campo literario”, explica Bourdieu (1989): “Es notable que los que se han ocupado de cultivar la ciencia de las obras literarias o artísticas, con las intenciones o los presupuestos teóricos y metodológicos más diferentes, han omitido, todos y siempre, tomar en cuenta como tal el espacio social en que se hallan situados los que producen las obras y su valor. Ese campo (literario, artístico, filosófico, etcétera) no es ni un «medio» en el sentido vago de «contexto» o de «social background» (en contraste con el sentido fuerte, newtoniano, que la noción de campo reactiva), ni siquiera lo que comúnmente se entiende por «medio literario» o «artístico», es decir, un universo de relaciones personales entre los artistas o los escritores, sino un campo de fuerzas que actúan sobre todos los que entran en ese espacio y de maneras diferentes según la posición que ellos ocupan en él (sea, para tomar puntos muy distantes entre sí, la del autor de piezas de éxito o la del poeta de vanguardia), a la vez que un campo de luchas que procuran transformar ese campo de fuerzas” (énfasis nuestro).

19 20 López Degregori, Chueca, Güich, Susti

Pierre Bourdieu considera indispensable no perder de vista el hecho de que el campo literario se caracteriza por la “extrema permeabilidad de sus fronteras” y “por un grado de codificación muy débil” (1995: 335),2 que se evidencia en “la ausencia total de arbitraje y de garantía jurídica o institucional en los conflictos de prioridad o de autoridad y, más generalmente, en las luchas por la defensa o la conquista de posiciones dominantes” (343). Es, sobre todo, por esta razón que Bourdieu prefiere evitar la utilización de la expresión “institución literaria” para referirse al campo literario: su uso —señala el crítico— podría hacer menos notorio su débil grado de institucionalización y dar una engañosa “imagen consensual de un universo muy conflictivo” (343).3 Bourdieu recalca asimismo que teniendo en consideración que “la obra de arte solo existe como objeto simbólico provisto de valor si es conocida y está reconocida, es decir si está socialmente instituida como obra de arte por unos espectadores dotados de la disposición y de la competencia estéticas necesarias para conocerla y reconocerla como tal” (339), el estudio del arte o de la literatura debe tener en cuenta, “no solo a los productores directos de la obra en su materialidad (artista, escritor, etcétera), sino también al conjunto de los agentes y de las instituciones que participan en la producción del valor de la obra a través de la producción de la creencia en el valor de la obra de arte en general y en el valor distintivo de tal o cual obra de arte” (339). De esta forma, distingue dentro del campo literario “una red de relaciones objetivas entre posiciones objetivamente definidas” y, en particular dos campos “metodológicamente indisociables”: el “campo de las posiciones” y el de las “tomas de posición”. Para el crítico francés, el primero tiende a imponerse sobre el segundo:

Las transformaciones radicales del espacio de las tomas de posiciones (las revoluciones literarias o artísticas) solo podrán resultar de transformaciones

2 En su análisis, Bourdieu compara el campo literario o artístico con el campo universitario o el económico. Al referirse a los primeros en relación con los segundos señala: “Una de sus propiedades más significativas es la extrema permeabilidad de sus fronteras y la extrema diversidad de la definición de los puestos que ofrecen y, al mismo tiempo, de los principios de legitimidad que en ellos se enfrentan: el análisis de las propiedades de los agentes confirma que no exigen el capital económico heredado en el mismo grado que el campo económico, ni el capital académico en el mismo grado que el campo universitario o incluso algunos sectores del campo del poder como los de la alta función pública” (1995: 335). 3 “Nada se gana sustituyendo la noción de campo literario por la de «institución»: además de correr el riesgo de sugerir, por sus connotaciones durkheimianas, una imagen consensual de un universo muy conflictivo, esta noción hace desaparecer una de las propiedades más significativas del campo literario, concretamente, su débil bajo grado de institucionalización” (343, énfasis del autor). Introducción 21

de las relaciones de fuerza constitutivas del espacio de las posiciones que a su vez se han hecho posibles gracias a la concurrencia de las intenciones subversivas de una fracción del público (interno y externo), por lo tanto gracias a una transformación de las relaciones entre el campo intelectual y el campo de poder. Cuando un nuevo grupo literario o artístico se impone en el campo, todo el espacio de las posiciones y el espacio de los posibles correspondientes, por lo tanto toda la problemática, se encuentran modificados: con su acceso a la existencia, es decir a la diferencia, el universo de las opciones posibles resulta transformado, ya que las producciones hasta entonces dominantes pueden, por ejemplo, ser remitidas al estatuto de producto desclasificado, o clásico (347).

Por otra parte, la indisociabilidad de estos campos puede a su vez también manifestarse en un sentido distinto que involucra los cambios operados dentro del campo literario a lo largo del tiempo:

[…] una toma de posición cambia, aunque permanezca idéntica, cuando cambia el universo de las opciones que son ofrecidas simultáneamente a la elección de los productores y de los consumidores. El sentido de una obra (artística, literaria, filosófica, religiosa, etc.) cambia automáticamente cuando cambia el campo dentro del cual ella se sitúa para el espectador o el lector (Bourdieu 1989: 5).

Es necesario apuntar que la noción de “campo literario” —y dentro de este de las nociones de “campo de las posiciones” y de “tomas de posición”— formulada por Bourdieu (1997) resulta pertinente en la configuración de las bases metodológicas de una antología como la que se plantea en esta investigación. De hecho, por una parte, la noción permite la superación definitiva de la dicotomía que sitúa en dos planos contrapuestos el análisis inmanente del texto —ejemplificada en la lectura «pura» propia del New Criticism o en la teoría estructuralista que confiere “un aura de cientificidad a la lectura interna como deconstrucción formal de textos intemporales” (55)— y el análisis externo “que, integrando la relación entre el mundo social y las obras culturales en la lógica del reflejo, vincula directamente las obras con las características sociales de los autores (con su origen social) o de los grupos que eran sus destinatarios reales o supuestos, y cuyas expectativas supuestamente han de cumplir” (58). Por otra parte, si atendemos a la muestra de textos poéticos incluidos en esta antología consultada, producto de un consenso implícito al que llegan, en primer lugar, los encuestados y, en segundo, los encuestadores al seleccionar los textos a partir del voto formulado por los primeros, creemos que esta selección debe ser examinada a la luz del campo literario del cual se origina, esto es, a partir de las relaciones objetivas que se establecen entre todos aquellos autores, textos, poéticas, críticos, editores y lectores participantes —e, incluso, 22 López Degregori, Chueca, Güich, Susti

de quienes conscientemente se hayan abstenido de hacerlo— y la dinámica de los conflictos y luchas que en la actualidad se establecen entre una serie de posibilidades creativas y críticas del quehacer poético en nuestro país. Sin lugar a dudas, la diversidad y heterogeneidad de “las posiciones” y “tomas de posición” constituyen hoy en día el “campo literario” y, en particular, el “campo poético” peruano más allá de las dicotomías que atienden a variables simplificadoras tales como la procedencia geográfica, el género del autor(a) o la extracción social —más aún, consideradas aisladamente— que, aun cuando representan singularidades ineludibles, no comportan un mejor conocimiento de las diversas estrategias y tácticas que adoptan, ya sea los autores o los grupos a los cuales pertenecen estos y que han contribuido a una gradual transformación de nuestra poesía a partir de la fecha que se toma como punto de partida de esta antología, esto es 1968. En relación con el carácter de la producción y recepción poéticas en el Perú, un hecho de fácil comprobación radica en que el número de volúmenes de poesía publicados guarda una diferencia abismal con aquellos que, en última instancia, acceden al reconocimiento simbólico ya sea a través de la labor de los críticos o el reconocimiento del público lector de poesía.4 Como bien se sabe, los tirajes en muchos casos apenas superan los doscientos o doscientos cincuenta ejemplares, lo que hace difícil alcanzar una repercusión mediática significativa o una atención crítica sostenida.5 De esta manera, en nuestro “campo poético” existe una primera condición que atañe al modo como una obra de arte o, más precisamente, un “libro de poesía” puede llegar a constituirse en un “objeto simbólico provisto de valor”; en tal sentido, resulta evidente que el proceso por el cual la obra entra en contacto con “espectadores dotados de la disposición y de competencia estéticas necesarias” y, en última instancia, con “agentes o instituciones que participan en la producción de valor de la obra” aparece signado por una marcada tendencia a posponer o desplazar ese valor en función de los intereses de determinados grupos de poder, “agentes” o “instituciones” que no necesariamente disponen o participan de las competencias estéticas o críticas a las que alude el modelo planteado

4 Atención aparte merecería el distinguir en qué medida se relacionan estas dos variables; es decir, hasta qué punto la “consagración” de un poemario o de un autor puede deberse más que a la labor de la crítica literaria al favoritismo obtenido ya sea de lectores cercanos (otros poetas o sujetos vinculados a la práctica poética) o lejanos (público en general). 5 Adicionalmente merece tomarse en cuenta la posición que hoy ocupa la poesía como género literario en relación con géneros de mayor popularidad como la novela o, incluso, el ensayo. Introducción 23

por Bourdieu. Por otra parte, resulta también cierto que la adopción de los criterios diferenciadores planteados por el crítico puede resultar problemática en la medida en que las competencias estéticas, como bien se sabe, sufren a su vez una serie de transformaciones que atañen no exclusivamente al cambio de los gustos o convenciones propios del público lector, sino sobre todo al surgimiento de nuevas sensibilidades como producto de la influencia de factores tan disímiles como la tecnología, los cambios que atañen a la estructura socioeconómica y, en general, a los modos como se configura la subjetividad. Por ello, dada la precariedad de las condiciones que en nuestro “campo poético” podrían contribuir a asignar un valor específico a una obra de arte tal como un libro de poesía, creemos que se hace necesario considerar la discontinuidad y precariedad como rasgos inherentes de nuestra recepción poética y, no exclusivamente, como factores distractores de la atribución de valor de un texto poético.6 La consideración de las fuerzas contradictorias que operan en el campo lite- rario encuentra asidero en el modelo planteado por Itamar Even-Zohar, quien inscribe el estudio de la literatura dentro de su teoría de los polisistemas,7 en la

6 Conviene subrayar que los términos “discontinuidad” y “precariedad” hacen referencia en este caso a la carencia de una uniformidad de criterios que delimiten y especifiquen la naturaleza del fenómeno poético, característica ejemplificada en la recepción poética de nuestro campo poético. Para una discusión sobre el estatuto de la institución literaria peruana, y en particular para el caso del proceso literario de los años setenta, remitimos al artículo de Ulises Juan Zevallos (1996). En él, su autor, refutando los argumentos planteados por Miguel Angel Huamán (1994) respecto a la aparente solidez de la institución literaria peruana, señala lo siguiente: “[…] la enorme producción escrita, aun en los peores tiempos de crisis económica, que sorprende a los bibliotecarios latinoamericanistas, las entrevistas a toda página a poetas y la copiosa publicidad de presentaciones y recitales, no señalan la solidez de una institución literaria de una formación socioeconómica de capitalismo tardío como la peruana sino más bien indican todo lo contrario […]. La mayor parte de libros o revistas de literatura que rara vez pasan del quinto número son cortas ediciones de no más de 500 ejemplares que, en la mayoría de los casos, son financiadas por sus autores. De esta corta edición, una parte es obsequiada para afianzar las relaciones públicas de sus autores y el resto de la edición que fue dejada a consignación en las librerías acumula polvo en los estantes […]” (318).. 7 Señala Even-Zohar en el capítulo “Teoría de los polisistemas” de su libro Polisistemas de la cultura: “[…] el término “polisistema” es más que una convención terminológica. Su propósito es hacer explícita una concepción del sistema como algo dinámico y heterogéneo, opuesta al enfoque sincronístico. De este modo, enfatiza la multiplicidad de intersecciones y, de ahí, la mayor complejidad en la estructuración que ello implica. Recalca además que, para que un sistema funcione, no es necesario postular su uniformidad. Una vez reconocida la naturaleza histórica de un sistema (un gran mérito a 24 López Degregori, Chueca, Güich, Susti

que retoma ciertas aproximaciones de Boris Eichenbaum, uno de los formalis- tas rusos más insatisfechos con los acercamientos excluyentemente autónomos al texto literario. Para el desarrollo de sus planteamientos, Even-Zohar toma prestado el esquema de la comunicación diseñado por Roman Jakobson, ha- ciendo la salvedad de que mientras el punto de partida de este “es el enunciado aislado observado desde el punto de vista de sus constricciones” (Even-Zohar, en línea), lo que él busca “está pensado principalmente para representar los macro-factores implicados en el funcionamiento del sistema literario” (5). Con todo, Even-Zohar reconoce como fundamental en Jakobson —y en ello radica el interés en su propuesta— la visión de que “el lenguaje debe investigarse en toda la variedad de sus funciones” (6). A partir de ello, sustituye los términos que Jakobson utiliza en su esquema por otros que le resultan más pertinen- tes: “productor” por “emisor”, “consumidor” por “receptor”, “institución” por “contexto”, “repertorio” por “código”, “mercado” por “canal” y “producto” por “mensaje”. Señala al respecto que “la diferencia más importante reside quizá en mi introducción de la ‘institución’ donde Jakobson tiene ‘contexto’”.8 Sobre el concepto de “institución”, Even-Zohar indica que “consiste en el agregado de factores implicados en el mantenimiento de la literatura como actividad socio-cultural” y que “incluye al menos parte de los productores, ‘críticos’ (de cualquier clase), casas editoras, publicaciones periódicas, clubes, grupos de escritores, cuerpos de gobierno (como oficinas ministeriales y academias), instituciones educativas (escuelas de cualquier nivel, incluyendo las universidades), los medios de comunicación de masas en todas sus facetas, y más” (11). El resultado, anota el crítico, no puede verse como “un cuerpo homogéneo, capaz —por así decirlo— de actuar armónicamente y con éxito seguro a la hora de imponer sus preferencias. Dentro de la institución misma hay luchas por el dominio, de modo que en cada ocasión uno u otro grupo logra ocupar el centro de la institución, convirtiéndose en el estamento rector” (11). Otro aspecto interesante en la propuesta de Even-Zohar radica en que su teoría de los polisistemas invita expresamente a atender a los sistemas literarios de sociedades con una profunda heterogeneidad cultural y a los conflictos, fi- suras y posibilidades que esto implica. En sociedades bilingües o plurilingües, por ejemplo, esto se manifiesta “en una situación en que una comunidad posee dos (o más) sistemas literarios, como si de dos ‘literaturas’ se tratase” (4). Este

la hora de construir modelos más cercanos al ‘mundo real’) se impide la transformación de los objetos históricos en seres de acontecimientos ahistóricos sin cohesión entre sí” (3-4). 8 Para una revisión de cada uno de los términos propuestos por Even-Zohar véanse las páginas 32-39 del capítulo “El sistema literario”. Introducción 25

planteamiento puede relacionarse, sin duda, con la noción de totalidad con- tradictoria acuñada por Antonio Cornejo Polar (1989) para el estudio de la(s) literatura(s) en el Perú. Señala Cornejo Polar que en la literatura peruana coe- xisten al menos tres sistemas: el culto, el popular y el de las literaturas étnicas, cuyo alto grado de autonomía tiene como una de sus bases la oposición “entre oralidad y escritura que recorre e impregna la totalidad de la vida social y cul- tural del Perú” (191). Dicha oposición, añade, que “hace crisis en el espacio de nuestra literatura”, puesto que

[...] no solo implica dos modos incompatibles de producción literaria; implica también, en el sector de la literatura culta que quiere trascender sus límites originarios, revelando o reproduciendo lo que Ciro Alegría llamó ‘la sabiduría de los ignorantes’, una tensión extrema que bien podría condensarse en esa imposible nostalgia de oralidad que nutre, con su utopía, a lo mejor de nuestra literatura (1989: 191).

Los conflictos, tensiones y luchas dentro del campo literario o la institución literaria, mencionados tanto por Bourdieu como por Even-Zohar, permiten traer a colación otra muy útil explicación sobre la dinámica del sistema literario y el proceso de la formación, en este, del centro o los centros hegemónicos en un determinado estadio y una determinada sociedad. Nos referimos al concepto de metatexto abordado por Iuri Lotman (1976), quien señala que el mecanismo de la vida activa de la literatura necesariamente conlleva la presencia de dos tendencias en conflicto (122) y, además, propone que “la literatura nunca es una suma amorfa y homogénea de textos: es no solo una organización sino también un mecanismo que se autoorganiza” y que el “más alto escalón de la organización, segrega un grupo de textos de un nivel más abstracto que el de toda la masa restante de textos, es decir, metatextos” (115). El concepto de metatexto es a su vez explicado por Susana Reisz (1986) como un “sistema de designación, clasificación y evaluación reconstruible a partir de todos los textos que lo manifiestan en forma explícita o implícita (escritos técnicos, artículos críticos, artes poéticas, manifiestos, declaraciones públicas de artistas o lectores competentes, etcétera” (44, énfasis nuestro), que es “variable según los diferentes sistemas literarios y los distintos estadios de un mismo sistema” (44). Es importante no perder de vista el carácter reconstruible del metatexto apuntado por Reisz, pues ello implica que dicho punto de referencia para la aceptación, clasificación y valoración de un texto como literario (el metatexto) es una abstracción por definición inestable. Dependerá tanto de las modificaciones en el sistema a partir del paso del tiempo o del reajuste en las posiciones y correlaciones de fuerza entre los participantes del juego literario, como de cada nueva intervención que explícita o implícitamente apunte a su definición y redefinición. Pero también ostentará características diferentes 26 López Degregori, Chueca, Güich, Susti

—en un mismo momento, una misma cultura y un mismo sistema— para cada actor o grupo de actores del campo literario, en función de su conocimiento de los textos pertinentes, así como de su ideología y de su ubicación en la dinámica del sistema. El concepto de metatexto propuesto por Lotman —y desarrollado por Reisz— resulta de suma utilidad para entender el carácter discontinuo y heterogéneo de la producción y recepción de nuestro “campo poético” y, ciertamente, complementa las falencias del modelo de Bourdieu en relación con la inestabilidad de criterios tales como la “competencia estética” en la asignación de valor del texto poético. El metatexto se constituye en una herramienta dúctil en la medida en que se adapta mejor a los requerimientos de un campo en el que la valoración y, en última instancia, la codificación de un texto literario está permanentemente signada no solo por las relaciones de conflicto y lucha que establecen entre sí poetas, textos, poéticas, editores o críticos sino, además, por la precariedad propia de las condiciones que marcan la producción y recepción de los textos poéticos que ya hemos mencionado. De hecho, el concepto de metatexto resulta fundamental para poder examinar de cerca las preferencias a las que llegan quienes han participado en la encuesta que hace posible esta antología, pues ciertamente estas nos proporcionan una lectura transversal y consensual de cómo las fronteras que regulan la inclusión o exclusión de nuestro campo literario —y poético, en última instancia— se han sometido a una serie de transformaciones en el periodo que abarca esta antología. Es de esperarse que, como señala Bourdieu, “[e]l incremento del volumen de la población de los productores es una de las vías principales a través de las cuales los cambios externos afectan a las relaciones de fuerza en el seno del campo” (1995: 334), de ahí que pueda deducirse que el interés de una antología consultada como la que se propone en este trabajo radique no en plantear una homologación en los criterios de selección de los encuestados —lo cual la llevaría a constituirse exclusivamente en una herramienta de consolidación y canonización de un conjunto predeterminado de poetas— sino más bien lo contrario, es decir, una indagación acerca de cómo se constituye el llamado el “espacio de los posibles” dentro de nuestro campo literario, esto es, aquello que Bourdieu llama “lagunas estructurales”:

Para que las osadías de la búsqueda innovadora o revolucionaria tengan posibilidades de ser concebidas, tienen que existir en estado potencial en el seno del sistema de posibilidades ya realizadas, en forma de lagunas estructurales que parecen estar esperando y pidiendo ser colmadas, en forma de direcciones potenciales de desarrollo, en forma de vías posibles de búsqueda (1995: 349, énfasis del autor). Introducción 27

Estas “direcciones potenciales de desarrollo” estarían en cierto modo inscritas en las respuestas de un número significativo de los opinantes de esta muestra, pues, como se ha visto anteriormente, todo campo literario se caracteriza, sobre todo, por un “grado de codificación muy débil”, y es de presumir que estas direcciones estén presentes —en particular, pero, como es obvio, no exclusivamente— entre los “recién llegados” al campo:

Bien es verdad que la iniciativa del cambio pertenece casi por definición a los recién llegados, es decir a los más jóvenes, que también son los que más carecen de capital específico, y que, en un universo donde existir es diferir, es decir ocupar una posición distinta y distintiva, solo existen, sin tener necesidad de pretenderlo, en tanto en cuanto consiguen afirmar su identidad, es decir su diferencia […] (Bourdieu 1995: 355).

Creemos, por lo tanto, que uno de los aspectos más relevantes de esta antología ha de radicar en el hecho de contribuir a convocar un espacio de encuentro en el que un conjunto significativo de fuerzas —a través de las relaciones objetivas que establecen sí las posiciones y tomas de posiciones representadas en el voto emitido por cada consultado— genera identidades y diferencias que dan cuenta de las dinámicas de inclusión y exclusión del campo en su totalidad y que involucra la (re)definición de categorías tales como lo “literario” —o, más exactamente, “lo poético”—, así como las de “escritor- poeta”, “lenguaje poético”, entre otras, dinámicas por las cuales nuestra poesía ha atravesado en años recientes y, como es de suponer, continuará atravesando.

2. La antología consultada y el campo literario

Fue a partir de las consideraciones anteriores que diseñamos la consulta que nos llevó a la elaboración de la presente antología. Como quedó señalado, la propuesta era indagar acerca de la opinión de un número significativo de miembros calificados de nuestro campo literario —incluidos algunos extranje- ros conocedores del proceso de nuestra poesía reciente— sobre quiénes eran para ellos los autores, entre los que comenzaron a publicar poemarios después de 1968 y nacieron hasta 1978, cuyo trabajo poético reconocían entre lo más destacable o representativo. Esta delimitación inicial nos enfrenta a un universo vasto y múltiple cuya valoración supone inclusiones y exclusiones necesariamente discutibles. Como se verá en el siguiente apartado, varias de las antologías que han cubierto el mismo ámbito y periodo que el propuesto por nuestro trabajo —o que lo incluyen o corresponden a una parte de él— han pretendido ofrecer una mirada ajustada únicamente a la calidad poética, como si aquello que se suele calificarse 28 López Degregori, Chueca, Güich, Susti

como lo “exclusivamente literario” pudiera desprenderse de otros criterios que inevitablemente se ponen en juego en toda evaluación. Entre dichas antologías, sin embargo, es posible reconocer algunas que han dejado claros sus presupuestos o coordenadas de lectura,9 mientras que otras han dado, al menos, algunos indicios respecto a la posición desde donde se establecieron las decisiones que dieron lugar al corpus presentado.10 Otras, finalmente, han declarado el sesgo que las llevó a privilegiar ciertas producciones por encima de otras.11 A diferencia de todas las antologías existentes de poesía peruana, la nuestra se propuso desde un inicio no representar la mirada particular (preferencias y valoraciones) de un antologador o un reducido grupo de estos, sino de ser “consultada”, es decir, registrar una suerte de consenso dentro de la dinámica de tensión y lucha del campo literario. Esto, si bien no elimina los sesgos operantes en la opinión de cada consultado, sí permite limitar los efectos de la primacía de un modo de leer sobre otros. No obstante —como se puede intuir—, los resultados arrojados por esta consulta, aun cuando puedan ayudar a delinear aquello que podría identificarse entre “lo más representativo” del periodo mencionado, no pueden ni deben, en ningún caso, llevarnos a suponer que equivalen a una valoración definitiva. En tal sentido, creemos que una de las mayores ventajas del método adoptado en esta selección consiste en demostrar precisamente el carácter provisorio y proteico, por definición, de toda selección: a pesar de que puede resultar paradójico formular un juicio de tales alcances en una “antología consultada”, es necesario recordar que toda antología se define precisamente por su carácter antinómico, esto es, por la naturaleza cambiante de aquellas elecciones que realizan el o los antologadores. La posición estratégica de quien selecciona resulta entonces ser el producto de una operación contradictoria que habla más bien acerca de su propia imposibilidad de dar un juicio permanente y perdurable acerca de aquello que conoce, pues quien elige no hace más que afirmar el carácter provisional de su propia configuración como sujeto, construcción que a su vez se enmarca dentro de un determinado periodo histórico. Nuestra consulta, sosteniéndose como está en una lista referencial de autores peruanos que han publicado poemarios en un lapso determinado, considera específicamente —a partir de un recorte inicial en el concepto de

9 La vocación abarcadora y cierta atención privilegiada a la poesía experimental en la de Toro Montalvo (1978), por ejemplo. 10 Como la de José Miguel Oviedo (2008), publicada por Visor, que representa un lugar de enunciación canónico y muy atento a los reconocimientos internacionales brindados a los poetas peruanos en los últimos tiempos. 11 Es el caso de la de Zurita y Medo (2004), que busca relievar ciertas poéticas poco atendidas por otras antologías, o la de Espina (2009), que parte de privilegiar la llamada poesía del lenguaje. Introducción 29

“poesía peruana”— la producción poética desde el soporte fundamental de la escritura, dejando de lado la poesía oral en castellano o lenguas indígenas, o las más recientes búsquedas en las posibilidades de la poesía registrada en soporte audiovisual, electrónico o sonoro. Haber incluido estos caminos hubiera supuesto un trabajo y unos objetivos claramente diferentes de los que propusimos, y necesariamente supondría otros marcos teóricos y referenciales más allá de los utilizados, además de otros sujetos participantes de la consulta y la consideración de otros sistemas de difusión de los productos. Incluso, a partir de todo ello, implicaría un cuestionamiento radical sobre las fronteras de lo que acostumbramos llamar género poético. Si bien sería interesante, como lo han intentado algunos proyectos,12 una exploración como la mencionada, que incluya dentro del corpus de la poesía peruana toda su amplitud y complejidad cultural y discursiva, e indagar en las fracturas producidas en la relación entre los diversos sistemas literarios —como los llamó Antonio Cornejo Polar— que coexisten en nuestro país, sus comunicaciones e incomunicaciones, era evidente, desde el diseño de nuestro proyecto, que no apuntábamos en esa ambiciosa dirección. Lo que buscábamos, entonces, era obtener un consenso que pudiera representar una aplicación posible —en el terreno de la poesía peruana de las últimas décadas y dentro del “sistema literario culto” (Cornejo Polar 1989)— del metatexto vigente. Una aplicación posible, insistimos, y no la única, pues pensar en una sola es obviar la dinámica de tensiones y fricciones de todo campo literario referida en las páginas anteriores. Además, en tanto esta aplicación es el resultado de una consulta realizada a partir de una selección particular de opinantes (establecida por nosotros, lo que supone inevitablemente también decisiones de carácter subjetivo y marcadas ideológicamente) que bien podría haber sido diferente, con la consecuente variación, mayor o menor, de resultados.

12 En relación con la inclusión de la poesía oral, es el criterio aplicado en la elaboración de los tres volúmenes de Poesía peruana. Antología general, editados por Edubanco en 1984, aunque distinguiendo la Poesía aborigen y tradicional popular (título del segundo volumen, preparado por Alejandro Romualdo), que incluye también a poetas quechuas y aimaras contemporáneos que utilizan la escritura, de la poesía escrita en castellano a partir de Vallejo, que se presenta bajo el título De Vallejo a nuestros días (volumen preparado por Ricardo González Vigil), sin indicaciones sobre la lengua utilizada pero a partir del reconocimiento implícito de una tradición que se vincula con una sola lengua. En el ámbito latinoamericano es interesante el caso de la reciente antología preparada por Cecilia Vicuña y Ernesto Livon Grosman: The Oxford Book of Latin American Poetry (Oxford University Press, 2009), que incluye en un solo volumen tanto poesía escrita del “sistema culto” (Cornejo Polar 1989) como oral tradicional, junto con poesía visual y objetual contemporánea. 30 López Degregori, Chueca, Güich, Susti

Para lograr lo señalado, se contó con la opinión de un conjunto de ciento veinticinco miembros del campo literario peruano (incluidos algunos extranjeros, como lo explicamos) conocedores de nuestra poesía escrita de las últimas décadas. Tratamos en lo posible de acoger dentro de lo uniforme —esto es, el interés que suscita entre los encuestados la producción poética del periodo señalado— la heterogeneidad que atañe, principalmente, a las diferentes posiciones que ocupan estos sujetos dentro del campo. Se puede reconocer, así, entre nuestros opinantes la presencia tanto de investigadores académicos como de críticos literarios, periodistas y promotores culturales, así como creadores de diverso origen cuyas preferencias estéticas, perspectivas ideológicas, pertenencias grupales y procedencias geográficas varían significativamente. De los ciento veinticinco opinantes, ciento catorce son peruanos y once extranjeros. Entre los primeros, ochenta y ocho son poetas, la mayoría de ellos integrantes del periodo establecido por la consulta. De estos, entre setenta y cinco y ochenta, además de poetas, son o han sido investigadores académicos, periodistas culturales, promotores o gestores culturales, editores de revistas o directores de editoriales. Obviamente no todos realizan en la actualidad dichas tareas, pero las han realizado y por periodos extensos en muchos casos, lo que los ubica como agentes dinámicos del proceso y nos permite suponer en ellos un conocimiento sistemático de la poesía del periodo o de parte de ella, incluso más allá, si cabe, de la que demanda por sí sola la actividad creativa. Algo semejante se puede decir de los veintiséis consultados peruanos que no escriben poesía, sino narrativa o exclusivamente crítica o estudios literarios, además de que varios de ellos fueron, incluso, compañeros de ruta de poetas o de grupos poéticos en diversos momentos durante las últimas décadas. Queda claro, con lo anotado, que la consulta no pretendía convocar exclusivamente a los especialistas académicos en poesía peruana contemporánea (que, además, pudieran demostrar tal condición con diversos ensayos o estudios publicados), sino a quienes, por su participación activa en el proceso, desde diversas posiciones, forman parte del conglomerado que implícitamente determinó o determina las valoraciones en la poesía peruana reciente. Por su parte, entre los doce extranjeros consultados, siete han elaborado antologías de poesía peruana o hispanoamericana contemporánea; los cuatro restantes, estudiosos de la literatura, han publicado trabajos diversos sobre poesía peruana como parte destacada de sus intereses académicos. De lo anterior se desprende que no pretendíamos que todos nuestros consultados tuvieran un conocimiento relativamente exhaustivo e integral del proceso poético peruano de los últimos cuarenta años y que —aunque respetamos las opiniones de quienes se excusaron de responder la consulta aduciendo desconocimiento de una parte significativa del corpus propuesto Introducción 31

(porque, en esa medida, pensaban que su respuesta partiría necesariamente de un universo recortado que dejaría de lado involuntariamente voces probablemente valiosas y, quién sabe, más valiosas que otras sí consideradas)—, a nuestro juicio, un conocimiento profundo aunque parcial de este era no solo suficiente para responder cabalmente la consulta, sino la condición de la mayor parte de nuestros opinantes. Por ello nuestro interés en abarcar un número significativo de actores del proceso, cuyas opiniones, al complementarse y contraponerse, permitieran que los resultados reflejaran cierta diversidad de pareceres existente sobre aquella poesía que, como señala Bourdieu, está “socialmente instituida como obra de arte por unos espectadores dotados de la disposición y de la competencia estéticas necesarias para conocerla y reconocerla como tal” (Bourdieu 1995: 339). Cabe señalar que esa misma información profunda aunque parcial ha sido el punto de partida de diversas antologías de poesía peruana contemporánea, en las que los antologadores han buscado apoyarse en consultas informales hechas a unas pocas personas con el objetivo de acceder a un corpus mayor. Pensamos que una consulta como la nuestra puede ofrecer —como creemos que efectivamente lo ha hecho— un resultado que reduzca limitaciones de este tipo y que conlleve un mayor margen de inclusión y consideración dada la multiplicación de las perspectivas y pautas de los encuestados, todo lo cual redundaría en la posibilidad de ofrecer un panorama más completo del estado actual de la opinión de nuestro campo literario sobre lo más relevante de la producción poética contemporánea. Aun así, tal como se verá más adelante, se ha podido constatar la presencia de otros factores condicionantes que contribuyen a explicar mejor el desconocimiento aludido por algunos de los convocados y que trascienden su interés particular o la imposibilidad individual de conocerlo todo. Con relación al número de poetas incluidos entre los consultados y, sobre todo, poetas participantes del mismo proceso en evaluación, alguien podría hacer un reparo afirmando que eso supone un sesgo peligroso por el hecho de que muchas de las opiniones brindadas por ellos corresponden a algo que directamente les compete, lo cual a su vez podría traslucir ciertos intereses personales o de grupo. Creemos, sin embargo, que existen dos razones fundamentales para desvirtuar esta objeción. La primera reside en el hecho de que difícilmente podría haberse logrado una consulta seria y exhaustiva si se hubiera dejado de lado a quienes están directamente involucrados con el quehacer poético. Como bien se sabe, desde el surgimiento de aquello que solemos llamar “modernidad poética”, a mediados del siglo XIX, y su configuración en las múltiples manifestaciones de la poesía contemporánea, han sido muchas veces los propios poetas quienes se han dedicado más esforzada y lúcidamente a la reflexión acerca del fenómeno poético, no solo a través de un sinnúmero 32 López Degregori, Chueca, Güich, Susti

de poéticas y manifiestos, sino también directamente del ensayo, la crítica y los estudios literarios. Esto, como se conoce, es lo que ocurre —y no solo en nuestro país— con la reflexión acerca de la poesía contemporánea (y en especial la más reciente), por lo general desatendida por la crítica académica ejercida por autores dedicados exclusivamente a la investigación. Bastaría un registro de los libros más recientemente publicados sobre poesía peruana para darse cuenta de ello. El trabajo de los poetas sobre la poesía, en ese sentido, ha resultado fundamental no solo para entender el alcance y valor de sus respectivas obras, sino la de aquellos que han compartido o, incluso, enfrentado sus posiciones o tomas de posición (Bourdieu). Pensamos, por tanto, que el deslinde entre “creadores” y “críticos” en este caso no parece redundar en una aproximación más objetiva al problema que nos ocupa, sino que, creemos, obedece más bien a una visión bastante estereotipada acerca de cómo se produce el proceso de la comunicación literaria. Si asumimos que hoy en día la tarea del lector de un texto literario, sea un crítico o investigador o no, implica la necesidad de producir un conjunto de lectura(s) que contribuyan a darle vida al texto dentro de una sociedad o periodo determinados, resulta claro que no existe lector que no se haga responsable de la representatividad de un texto: todo texto reclama un lector y todo lector ha de ser considerado copartícipe del texto que enfrenta en la medida en que este no existe sino a través del acto de la lectura. En segundo lugar, con relación a la presencia de cierto tipo de intereses que obliguen a desvirtuar la respuesta de un creador en una encuesta de este tipo, tampoco creemos que exista una lectura desinteresada. De hecho, la posición que ocupa el crítico, ya sea como reseñista de un medio de comunicación o como académico universitario interesado en nuestro proceso poético, necesariamente se vincula con ciertos intereses personales o de grupo o ciertos presupuestos ideológicos de lectura que de algún modo determinan sus juicios estéticos. No debemos olvidar que en ambos casos se trata de instituciones desde las cuales el crítico/estudioso ejerce una influencia muy importante en el reconocimiento de una determinada obra o autor: no existen, en tal sentido, críticos “puros”, “imparciales” u “objetivos” que ejerzan desinteresadamente la función de consagrar a tales autores u obras. Existen, más bien, críticos cuyas lecturas obedecen a criterios establecidos de antemano a través de ciertas valoraciones de lo que ideológicamente consideran “literario” o no. En esta medida resulta evidente, una vez más, que los textos literarios existen siempre en función de aquellas subjetividades que establecen contacto con ellos y, en tal caso, la tarea más productiva para el crítico ha de consistir en determinar cómo se han configurado esas subjetividades y a qué condiciones sociales o históricas responden. Con relación a las diferencias que atañen a aquello que podríamos caracterizar como “lecturas generacionales” —y que se vinculan con las edades de nuestros Introducción 33

encuestados— constatamos que la inclusión y consideración de un número proporcional de participantes cuyas edades fluctúan, casi todos, entre los treinta y los setenta años nos ha permitido establecer una aproximación equitativa de la producción poética del periodo. Aun cuando resulta evidente que el conocimiento del estado de la cuestión entre poetas-críticos-estudiosos de edades mayores —y probablemente más aún en el caso de quienes residen fuera de nuestro país— puede resultar insuficiente dado que su conocimiento de la producción más reciente se ha ido debilitando, resulta también claro que la participación de los más jóvenes poetas-críticos-estudiosos ha contribuido a atenuar el efecto que ello podría suponer. Igualmente, es posible suponer en muchos de estos últimos un conocimiento más panorámico (quizá más endeudado con las consagraciones y canonizaciones establecidas a través del tiempo) del proceso poético de las décadas de 1970 y 1980, por lo que la participación de un buen número de poetas-críticos-estudiosos mayores resulta fundamental. Así como pretendimos cubrir diferentes edades entre los consultados, creemos que la selección de opinantes logra abarcar también las diversas corrientes dentro del panorama de nuestra poesía reciente. En este sentido, entre los convocados, puede reconocerse no solo a poetas que pertenecieron a algunos de los grupos más importantes de la escena nacional durante el periodo estudiado (Hora Zero, La Sagrada Familia, Kloaka, Neón, Noble Katerba, Inmanencia), sino también a diversos miembros del campo literario vinculados con otras posibilidades de lo que Raymond Williams llamaría “formaciones literarias” (Williams 2000: 141) que, como explican Beatriz Sarlo y Carlos Altamirano, corresponde a “los movimientos, los círculos, las escuelas, es decir la variada gama de formas de agrupamiento intelectual a través de cuya existencia y actividad se manifiestan algunas de las tendencias de la producción artística y literaria” (Altamirano y Sarlo 1993: 97). Así, están incluidos entre los consultados poetas representativos de diversas estéticas y registros explorados o consolidados durante el periodo estudiado, así como también críticos, estudiosos o gestores culturales, que sin necesidad de ser necesariamente “orgánicos” a tal o cual corriente, sí han demostrado una preferencia clara o un interés particular por alguna de estas, sin que ello signifique que la elección de su nómina de poetas se viera restringida a la tendencia o grupo en cuestión. En cuanto a la distribución de género de los consultados, pensamos que el número de mujeres (veinticinco) y de hombres incluidos (cien), a pesar de evidenciar un fuerte desequilibrio, refleja aún, lamentablemente, la realidad de la dinámica de nuestro campo literario.13

13 La proporción corresponde, aproximadamente, a la consignada, por ejemplo, en las 34 López Degregori, Chueca, Güich, Susti

Uno de los aspectos más delicados en la búsqueda de heterogeneidad en la lista de consultados está vinculado con la representatividad geográfica. En este sentido, pretendimos que los opinantes peruanos correspondieran a diversos lugares de nuestro país, pero sin que esto significara la postulación de la existencia de un campo literario imaginariamente descentralizado y realmente democrático, en donde los actores de todas las regiones tuvieran —en la disputa de poderes que constituye la dinámica del campo— igual posibilidad de participación e influencia a la hora de definir las valoraciones de la poesía, situación que, como es claro, no se condice con la precariedad institucional literaria en el Perú ni con las desigualdades y fracturas de nuestra sociedad. Es necesario señalar, entonces, que la configuración de la lista de opinantes buscó reflejar la realidad de la dinámica de nuestro campo literario, antes que los deseos de una urgente e indispensable modificación de las estructuras de este y del conjunto de la sociedad. Obviamente, la concreción de este empeño no se puede sostener sino en intuiciones, percepciones relativamente subjetivas y, a lo más, en indicios que no pueden asumirse como definitivos en tanto se carece de datos sistematizados al respecto. Veamos: de los ciento catorce consultados peruanos cerca de treinta están vinculados con provincias distintas de Lima; esto quiere decir que nacieron y vivieron un tiempo prolongado en ciudades diferentes de la capital, que viven actualmente en ellas o que, siendo limeños, cuentan con una relación muy estrecha con la producción literaria de provincias.14 Como anotamos, a pesar de la desproporción numérica, pensamos que estas cifras no están lejos de reflejar la real dinámica de funcionamiento, en la actualidad, de nuestro campo literario.

secciones vinculadas con el periodo abordado por nosotros (a partir de los llamados “poetas del 70”) en antologías de la poesía peruana como Poesía peruana. Siglo XX de Ricardo González Vigil (1999): veintiún mujeres entre noventa y siete poetas; El bosque de los huesos. Antología de la nueva poesía peruana 1963-1993, de José Antonio Mazzotti y Miguel Ángel Zapata (1995): cinco mujeres entre veinticinco poetas; La mitad del cuerpo sonríe. Antología de la poesía peruana contemporánea, de Víctor Manuel Mendiola (2005): cuatro mujeres entre los dieciséis poetas. 14 Podrían mencionarse los casos de Miguel Ángel Huamán que, en su calidad de profesor universitario, ha recorrido en los últimos años diversos lugares del país brindando cursos de actualización para docentes y ha tenido, a partir de ello, un contacto privilegiado con la dinámica actual de la literatura en estos lugares; de Javier Gárvich, editor de la Revista Peruana de Literatura, quizá la publicación nacional que más ha rastreado y difundido nuestra literatura con un criterio descentralista, o de Jesús Cabel y Maurizio Medo, que desde hace varios años residen en Ica y Arequipa, respectivamente. Es necesario no perder de vista que la mención de estos tres consultados apunta también a cuestionar las identidades fijas que se asumen al hablar de limeños o no limeños. Introducción 35

Uno de los indicios que permiten esta sospecha se vincula con los lugares de publicación de poemarios de los poetas peruanos de las últimas décadas que gozan de algún tipo de reconocimiento relativamente consensual. En su estudio Fiesta prohibida. Apuntes para una interpretación de la nueva poesía peruana 60/80, Jesús Cabel incluye una “Bibliografía selecta de la poesía peruana”. Allí, en la sección correspondiente a “Libros”15 registra ciento cincuenta y cinco títulos, de los cuales solo veintiocho fueron publicados en provincias diferentes de Lima (Cabel 1986: 341-349). El dato es interesante en tanto el estudio de Cabel busca abarcar los procesos poéticos de los diversos lugares del país. En los cuadros estadísticos que aparecen al final de este mismo estudio, informa Cabel que entre Lima y Callao habita el 52,8 por ciento de los poetas peruanos nacidos después de 1935 que logra registrar (371).16 Otro libro cuya referencia resulta interesante como indicio, es la antología Poesía peruana. Siglo XX de Ricardo González Vigil, publicada en dos tomos por Ediciones Copé en el año 2000. En el segundo tomo, a partir de la sección dedicada a la Generación del 70 (acápites “Generación del 70”, “De los años 70 a los 80” y “Años 90”), es posible reconocer, entre los noventa y siete autores incluidos en total en dichos bloques, que solo dieciséis de ellos cuentan entre sus títulos con algunos publicados en provincias.17 De los ciento un títulos que suman en total estos dieciséis autores, solo treinta y tres han sido publicados en provincias distintas de Lima, mientras que treinta y seis aparecieron fuera del Perú. Otro dato que puede ayudar a formar una idea sobre la realidad del campo literario peruano es el número y la distribución de facultades de literatura en el país: solo hay cinco en un total de ciento dos universidades existentes en el territorio nacional; cuatro de ellas en Lima y una en Arequipa.18 Aunque sería absurdo afirmar que solo aquellos que han cursado estudios formales de literatura pueden lograr un cabal acercamiento a la poesía o ser poetas,

15 Que incluye no solo los de los autores aparecidos a partir de 1960 sino también aquellos de poetas mayores que se publicaron en esos años. 16 En un libro anterior, Bibliografía de la poesía peruana 65/79, en el cual Cabel intenta ofrecer un registro íntegro de la producción poética entre los años indicados, presenta un cuadro estadístico en que frente a quinientos cuarenta libros de poesía publicados en Lima y Callao, suman trescientos cincuenta y cuatro los aparecidos en otros lugares del país (Cabel 1980: 141). 17 González Vigil incluye no solo poemarios publicados autónomamente como libros, sino también plaquetas y selecciones extensas de poemas o anticipos de futuros poemarios aparecidos en revistas. 18 Las cifras relacionadas con la educación universitaria, en general, tampoco resultan muy alentadoras: aproximadamente el 45% de la población universitaria que sigue estudios de pregrado en el país estudia en la capital. 36 López Degregori, Chueca, Güich, Susti

creemos que las cifras evidencian carencias y debilidades que redundan en la desigual posibilidad de participación de los miembros del campo literario peruano en las luchas que lo configuran y lo redefinen permanentemente y, por ende, en las valoraciones de la poesía actual. Muchos otros factores, además, han agravado y agravan las dificultades para estructurar un campo literario más descentralizado y democrático; entre ellos, por ejemplo, la dificultad de encontrar en bibliotecas públicas y universitarias material bibliográfico que permita una sólida información y formación en poesía contemporánea, la carencia de librerías que merezcan realmente ese nombre, las dificultades económicas que obligan a que las revistas sean empresas truncas y que impiden, por tanto, la configuración de escenarios de discusión enriquecedora, e, incluso, la acción de ciertos núcleos con poder local más bien empeñados en mantener y propugnar retóricas obsoletas como base para su prestigio. Un factor adicional se puede vincular con la ausencia de concursos poéticos de proyección nacional convocados fuera de Lima: aunque han existido y existen (como el concurso Poeta Joven del Perú), estos son muy escasos y en la actualidad llevados a cabo con mucha irregularidad. Lo anterior no implica, por supuesto, desconocer la importante actividad poética existente más allá de Lima y la configuración de núcleos dinámicos en diversos lugares, con recitales, revistas y, en los últimos años, incluso con encuentros de poesía y —aunque todavía muy pocas— ferias de libros. En este escenario, Arequipa, Trujillo, Chiclayo o Chimbote parecen ser algunos de los polos en que la mayor efervescencia se ha dado la mano con una más acentuada voluntad de diálogo e intercambio con otros espacios del país, e incluso con el extranjero. Sin embargo, en general, todavía el impacto de dichos eventos fuera del espacio local es muy reducido, al punto que —a diferencia de lo que sucedió, por ejemplo, en los años veinte con las vanguardias o, en alguna medida a inicios de los setenta— tiene muy poca capacidad de influencia en las decisiones y valoraciones a las que se les reconoce un carácter “nacional”. No obstante, es posible esperar que precisamente en estos momentos se esté gestando —sobre todo en la promoción que sigue al periodo abordado por nuestra antología, o a los menores entre los incluidos— un interesante cambio, vinculado fundamentalmente con las posibilidades que ofrece internet para el acceso a una formación y un conocimiento poéticos que no dependa del objeto físico libro ni, por tanto, de las bibliotecas entendidas en un sentido tradicional. Obviamente para ello no bastan los recursos electrónicos; ni únicamente la mayor y mejor formación poética de muchos actores de los procesos más allá de Lima será suficiente para quebrar la correlación de fuerzas que coloca a la capital como escenario no solo hegemónico sino fuertemente excluyente. Pero la posibilidad existe y, sin duda, podría permitir que el proceso poético que Introducción 37

siga al contemplado por esta muestra evidencie una configuración del campo literario y poético radicalmente distinta de la actual. Finalmente, en esta revisión sobre la metodología empleada por nosotros para elaborar la presente antología consultada, valdría preguntarse a modo de ensayo abierto de respuestas, cuáles pudieron ser los criterios que llevaron a un opinante a establecer su lista de veinte poetas, que fue lo que les solicitamos en la invitación a la participación en esta consulta. Damos por descontadas las razones vinculadas con el nudo conocimiento/desconocimiento explorado líneas arriba, y confiamos plenamente en que los consultados han partido de la consideración del valor poético de sus elegidos como factor fundamental. Sin embargo, como lo señalamos páginas atrás, no hay valoración que pueda atenerse a criterios “exclusivamente literarios”, puesto que estos siempre —y creemos que se puede desprender del recorrido que hemos trazado— están teñidos de otros componentes, intereses, preocupaciones, poéticas, etcétera. A propósito de esto, son interesantes los comentarios de Wendell V. Harris en su trabajo “La canonicidad”. Señala Harris que los criterios en que se basan las selecciones que pretenden establecer un canon literario o poético (o de cualquier tipo, en última instancia)19 son diversos y se encuentran habitualmente entremezclados. Y apunta algunas de estas posibilidades (mencionaremos o reseñaremos brevemente aquellos que creemos podrían haber intervenido en la selecciones de nuestros opinantes): a) la estimación personal que “trata de hallar un sentido en relación con las necesidades y experiencias individuales”; b) la estimación histórica que “trata de proporcionarnos los hitos que marcan los cruces y giros en el desarrollo histórico de los géneros, los temas nuevos y las características formales”; c) la provisión de modelos, ideales e inspiración; aunque apunta que “en la actualidad moralizante e inspirador son términos que están bastante pasados de moda como adjetivos honoríficos para la literatura, […] las funciones que designan siguen siendo todavía operativas”, y señala los ejemplos de las selecciones establecidas desde los discursos marxista y feminista; d) el intercambio de favores, que explica a partir de la idea de que “los escritores han conseguido entrar en el canon del día no solo por el poder de sus obras (‘poder’ podría entenderse como ‘interesante para unos intereses [sic] críticos o sociales existentes’) sino también por la aceptación activa de textos o criterios compatibles con sus propios objetivos”; e) la legitimación de la teoría; pone como hipótesis el caso de “[u]n crítico experimentado practicante

19 Aunque esta antología no tiene como pretensión establecer un canon, es inevitable el efecto que en esa línea pueda tener, o las lecturas que desde esa perspectiva se puedan dar. 38 López Degregori, Chueca, Güich, Susti

del new criticism, la deconstrucción o el marxismo [que] puede, naturalmente, leer casi cualquier texto de modo que apoye sus propias preferencias, pero los textos que selecciona cada grupo son aquellos que le permiten ofrecer una mirada más rica, dramática o convincente; y f) la pretensión de pluralismo; es decir, de lograr una imagen variada que represente los diversos ámbitos recorridos por los textos literarios (Harris 1998: 37-60). En el caso de nuestra muestra, al ser tanto poetas como opinantes contemporáneos, es inevitable que las selecciones de estos últimos hayan estado mediadas también por cercanías o distancias irreconciliables — amicales, grupales o ideológicas— con los posibles elegidos. Incluso, al tratarse de una antología que parte de una invitación realizada por, junto a un narrador, tres poetas del periodo, no es imposible imaginar que las decisiones de incluir o no incluir en la lista a alguno de nosotros haya estado tamizada por esta ­circunstancia. Todo lo señalado nos lleva a reafirmar que la multiplicidad de miradas o posiciones que pudiesen existir respecto a aquello que podríamos definir como “lo poético” —representado a su vez bajo otra forma de heterogeneidad que involucraría las diversas posibilidades que asume “lo poético” en la propia obra de los poetas considerados en la encuesta—, y que hemos tratado de reflejar en la lista de consultados, no conlleva necesariamente al establecimiento de una valoración definitiva u objetiva del periodo que nos ocupa. Como bien intuye el lector literario, una de las condiciones que definen todo juicio estético o crítico que se realiza acerca de un texto se funda no solo a partir de una experiencia y competencia lectora individual, sino también a partir de una posición dentro de una determinada sociedad y estructura económica, una pertenencia a un determinado género o una identificación con determinados discursos históricos o literarios vigentes, entre otros elementos.20

20 Véase, por ejemplo, cómo un crítico posmarxista como Terry Eagleton (2006) sitúa el fenómeno estético: “Mi tesis, en términos generales, es que si la categoría de lo estético asume la importancia que tiene en la Europa moderna es porque al hablar del arte habla también de todas estas cuestiones, que constituyeron el meollo de la lucha de la clase media por alcanzar la hegemonía política. La construcción de la noción moderna de artefacto estético no se puede por tanto desligar de la construcción de las formas ideológicas dominantes de la sociedad de clases moderna, así como, en realidad, de toda una nueva forma de subjetividad humana apropiada a ese orden social (53). Introducción 39

3. Las antologías y la poesía peruana 1968-2008

Nuestra antología consultada21 se sitúa al lado de muchas otras selecciones que con mayor o menor rigor han pretendido observar la poesía peruana de los últimos cuarenta años. Una somera revisión de algunas de ellas es, entonces, indispensable para entender y valorar el sentido de nuestra propuesta y para recalcar que todas ellas son marcas transitorias, espejos móviles y parciales y que de ninguna manera significan el arribo a un parnaso definitivo.22

21 Con relación a las antologías consultadas, tenemos conocimiento de dos de esta naturaleza propuestas en el ámbito de nuestra lengua. La primera de ellas es la Antología consultada del editor F. Ribes (1952) a la que respondieron poetas, críticos y estudiosos españoles de ese momento. La otra propuesta corresponde a El último tercio de siglo (1968-1998). Antología consultada de la poesía española de Visor (Madrid, 1999). 22 Debemos mencionar tres consultas dedicadas a la poesía peruana. La primera de ellas fue convocada por la revista Hueso Húmero bajo el rubro de “Preferencias literarias I: Poetas”, esta publicación invitó, para su segundo número, a noventa personalidades del medio creativo e intelectual. Respondieron 64 de los consultados. A cada uno se le solicitó una nómina de 10 poetas. Este fue el cómputo: César Vallejo (60), Martín Adán (53), José María Eguren (52), Carlos Oquendo de Amat (36), Jorge Eduardo Eielson (35), Antonio Cisneros (29), Alejandro Romualdo (29), E. A. Westphalen (28), César Moro (26), Carlos Germán Belli (22), Javier Sologuren (22), Wáshington Delgado (20). La misma publicación, en su edición número 50, convocó nuevamente a una encuesta, casi treinta años después de la primera versión. Los resultados son, por cierto, muy consecuentes con la idea de “movilidad”, de transformación constante de los modelos acogidos por el sistema cultural: César Vallejo (90), Martín Adán (78), J. E. Eielson (77), E. A. Westphalen (67), José María Eguren (61), Blanca Varela (60), Antonio Cisneros (54), César Moro (51), Carlos Oquendo de Amat (38), José Watanabe (32). Al finalizar la década de 1980, la revista Debate convocó a una consulta acerca de los libros y poetas más significativos del periodo comprendido entre 1980 y el año de la encuesta. Se trataba de un corpus mucho más específico que el abordado por Hueso Húmero. De los cuarenta y cuatro poetas y cuatro críticos que la recibieron, enviaron su respuesta treinta y ocho y dos, respectivamente. Dividida en cuatro apartados, la encuesta no realizaba distinciones entre consagrados y noveles (autores de un solo poemario). La encuesta presenta estos resultados:

A) Libros más importantes publicados en la década 1) Martín Adán: Obra Completa 2) Antonio Cisneros: Propios como ajenos 3) Emilio A. Westphalen: Belleza de una espada clavada en la lengua 4) Rodolfo Hinostroza: Poemas reunidos 5) Blanca Varela: Canto villano 6) Javier Sologuren: Vida continua 40 López Degregori, Chueca, Güich, Susti

El año 1973, José Miguel Oviedo publicó la antología Estos 13 con la intención de auscultar la nueva sensibilidad que empezaba a percibirse en nuestra poesía y que aparecía en la producción de Manuel Morales, Antonio Cillóniz, Jorge Nájar, José Watanabe, Óscar Málaga, Elqui Burgos, Juan Ramírez Ruiz, Abelardo Sánchez León, Feliciano Mejía, Tulio Mora, José Rosas Ribeyro, José Cerna y Enrique Verástegui. El crítico señalaba que los nuevos poetas, a pesar de estar cercanos cronológicamente a los autores de la generación del sesenta, le otorgaban una actitud vitalista y parricida a nuestra tradición.23 Una serie de hechos y referentes culturales los marcaban: el fracaso de las guerrillas del sesenta, la muerte del Che Guevara en Bolivia en 1967, los acontecimientos insurgentes del mayo del 68, el gobierno reformista de Velasco, los movimientos hippies y pacifistas y, sobre todo, los “hervores” —para utilizar la expresión arguediana— de las migraciones de esos años, que configuraron el nuevo rostro sociocultural peruano. Casualmente, ese era el tronco que reunía una serie de propuestas y de voces disímiles:

B) Libros más importantes escritos y publicados en la década 1) José Watanabe: El huso de la palabra 2) Carmen Ollé: Noches de adrenalina 3) Antonio Cisneros: Crónica del niño Jesús de Chilca 4) Tulio Mora: Cementerio general 5) Enrique Verástegui: Angelus novus C) Voces femeninas de la poesía de los ochenta 1) Carmen Ollé 2) Patricia Alba 3) Magdalena Chocano 4) Mariela Dreyfus 5) Rossella di Paolo D) Innovadores o sugerentes (años ochenta) 1) José Watanabe: El huso de la palabra 2) Enrique Verástegui: Angelus novus 3) Carmen Ollé: Noches de adrenalina 4) Mirko Lauer: Sobre vivir 5) Tulio Mora: Cementerio general 6) Alonso Ruiz Rosas: Sacrificio 7) Eduardo Chirinos: Archivo de huellas digitales 8) Carlos López Degregori: Cielo forzado 9) Patricia Alba: O un cuchillo esperándome 10) Oswaldo Chanove: El héroe y su relación con la heroína 23 El caso de Jorge Pimentel es significativo. Excluido de la antología por propia decisión, tiene una presencia notoria en los documentos y en la introducción. Introducción 41

Creo que uno de los aspectos más interesantes y significativos que está detrás de la poesía peruana última, es el hecho de que sus nuevos autores pertenezcan (con una o dos excepciones; notoriamente la de Abelardo Sánchez León, que surge de un sector cómodo de la clase media limeña) a una capa proletarizada, de extracción obrera o artesanal, que proviene del interior del país. […] Proletarios y provincianos, estos jóvenes incorporan a la literatura de la metrópoli un rasgo que había casi desaparecido en los últimos 30 años: el espíritu regionalista, esa esperanza de articular las formas de la cultura local en un solo proyecto de alcance nacional (11-12).

La antología de Oviedo configuró el rostro más visible de esos años. Se trataba de una voz que discurría casi monolíticamente por los cauces de lo conversacional en el espesor del discurso, recorría ardorosamente las calles y exploraba los cimientos de una conflictiva identidad. Cualquier otra mirada o disonancia era entonces leída y valorada como una aventura insular. Una propuesta más abierta podemos encontrarla en Antología de la poesía peruana del siglo XX: (años 60/70) de César Toro Montalvo (1978).24 Esta selección es el primer intento de ampliar la mirada del setenta reconociendo la existencia de distintas poéticas que van del registro conversacional a algunas modulaciones más líricas, a otras míticas y trascendentes y a un espacio adicional que privilegia la experimentación y las exploraciones visuales. No obstante, la ratificación del peso conferido a la línea urbana y conversacional la hallamos, unos años después, en Fondo de fuego. La generación del setenta de Ricardo Falla (1990)25 que revisa los colectivos y las revistas de Gleba, Estación Reunida, Nueva Humanidad y Hora Zero. Para Falla solo han existido tres generaciones en la poesía peruana: la Generación de la década del veinte que surgió con el propósito de aniquilar el contenido y la forma del Modernismo, la “Generación del 50” en la que incluye a los poetas surgidos en los años sesenta y la “Generación del 70”. Esta última puede ser definida como la de la ruptura y el cambio:

24 La antología, en el marco cronológico que nos interesa, recoge poemas de Manuel Morales, Antonio Cillóniz, Danilo Sánchez Lihón, Alberto Valcárcel, José Luis Ayala, Jorge Pimentel, Armando Rojas, Jorge Nájar, José Watanabe, Elqui Burgos, Juan Ramírez Ruiz, Abelardo Sánchez León, Omar Aramayo, César Toro Montalvo, José Livia Torino, Heinrinch Helberg, Feliciano Mejía, Tulio Mora, Ricardo González Vigil, Enrique Verástegui, Vladimir Herrera, Nicolás Yerovi, Gustavo Armijos, Jorge Espinoza Sánchez y Edgar O´Hara. 25 La muestra recoge poemas de Manuel Morales, Abelardo Sánchez León, Jorge Pimentel, Ricardo Falla, José Watanabe, Antonio Cillóniz, Juan Ramírez Ruiz, Enrique Verástegui, Sonia Luz Carrillo, Jorge Nájar, Rosina Valcárcel, Vladimir Herrera, José Carlos Rodríguez, Elqui Burgos, Patrick Rosas, Tulio Mora, José Rosas Ribeyro y Oscar Málaga. 42 López Degregori, Chueca, Güich, Susti

Como rasgo expresivo, el poeta del 70 manifestó la caótica heterogeneidad o la irregularidad formal, como resultado de la interacción social y cultural de Lima y la provincia, y la del castellano con estructuras lingüísticas traducidas. Esta irregularidad se desarrolló en las formas arquetípicas del verso libre articulado por el lenguaje narrativo y las palabras prosaicas. Por ello, la poesía adquirió un matiz abierto, de clara rebelión contra las tradiciones académicas cerradas. En este sentido clausuró la época de la poesía cerrada para dar paso a la poesía abierta que invita e incita a la participación de todos (141).

La última cena (1987) es la antología elaborada por José Antonio Mazzotti, Rafael Dávila Franco y Roger Santiváñez, los anónimos autores del prólogo,26 quienes escindieron el río central de la década en dos vertientes que señalaron los rumbos de la poesía ochentera: la de la actitud contestataria y expresionista, por un lado, encarnada en el movimiento Kloaka, y la de la renovación de los moldes consagrados por otro en el dominio de una narratividad culturalista; a ellos se unía la irrupción del sujeto poético femenino. En el volumen se ofrecían poemas de José Velarde, Raúl Mendizábal, Roger Santiváñez, Dalmacia Ruiz Rosas, Julio Heredia, Rafael Dávila Franco, Eduardo Chirinos, Domingo de Ramos, César Ángeles, José Antonio Mazzotti, Rodrigo Quijano y Jorge Frisancho.27 Esta mirada de los ochenta fue ampliada en El bosque de los huesos / Antología de la nueva poesía peruana 1963-1993, elaborada por Miguel Ángel Zapata y José Antonio Mazzotti. Después de revisar “las fundaciones de los años 60”, el prólogo reconoce en el tronco principal de los setenta, a

26 La primera edición de esta antología apareció sin los nombres de los responsables de la selección y de la autoría del prólogo. 27 En el 2002 apareció, como número 36 de la revista Brújula Compass del Instituto de Escritores Latinoamericanos de Nueva York, una segunda edición de La última cena, a la que acompaña el subtítulo Poesía peruana, 20 años después, en que se indica como autor a José Antonio Mazzotti, en colaboración con Roger Santiváñez, Rafael Dávila- Franco y Paolo de Lima y que abarca también la poesía de los noventa. En las cuatro secciones en que se organiza la muestra se incluye a todos los autores de la versión de 1987 (salvo Julio Heredia) y se añaden otros diecinueve poetas. La nómina completa es la siguiente: Eduardo Ninamango, José Alberto Velarde y Pedro Escribano (“Los poetas de la transculturación”), Oswaldo Chanove, Pedro Granados, Raúl Mendizábal, Jorge Frisancho, Bruno Mendizábal, Manuel Liendo, Eduardo Chirinos, Luis Chávez, José Antonio Mazzotti, Alonso Rabí do Carmo, Rodrigo Quijano, Luis Fernando Chueca, Xavier Echarri, Lorenzo Helguero, Paolo de Lima y Miguel Ángel Zapata (“La continuidad narrativo-coloquial”), Roger Santiváñez, Dalmacia Ruiz-Rosas, Rafael Dávila Franco, Domingo de Ramos, César Ángeles, Josemári Recalde (“Ultravanguardismo”), Rocío Silva Santisteban, Marcela Robles, Rosella Di Paolo, Tatiana Berger y Victoria Guerrero (“Las mujeres desde la marca de género”). Introducción 43

diferencia de los poetas surgidos en la década anterior, el “código popular y el coloquialismo exacerbado” (1995: 24). La poesía surgida en los ochenta oscila entre las tres vertientes ya identificadas en La última cena, aunque en la parte correspondiente del estudio introductorio se resalta la propuesta de Kloaka como el aporte más novedoso de la década. Igualmente, el lector puede percibir cierta escisión entre los juicios del prólogo y la selección de autores del cuerpo de la antología que revelan varios registros poco o nada atendidos en el estudio introductorio.28 Aunque no se trata de una antología, el siguiente eslabón le corresponde a Luis Fernando Chueca (2001) con su trabajo “Consagración de lo diverso. Una lectura de la poesía peruana de los noventa”, en el que se refiere al fin de la hegemonía de lo conversacional como rasgo distintivo de los setenta y ochenta. Chueca distingue una serie de compartimientos por los que empieza a discurrir la poesía de los noventa: el malditismo urbano, la representación del espacio suburbano y popular, el coloquialismo y el discurso de la cotidianidad, la veta culturalista, la construcción del sujeto autobiográfico, la poesía como espacio de ritualización, el lirismo extremo, las poéticas constructivas y barrocas y la poesía de la libertad total de la palabra.29 Hubo que esperar algunos años para que apareciera una antología que contextualizara la poesía surgida en la década de 1990 y seleccionara a sus autores representativos. Nos referimos a Los relojes se han roto. Antología de poesía peruana de los noventa de Enrique Bernales y Carlos Villacorta (2005). En el prólogo los antologadores agrupan a los nuevos creadores surgidos al final del siglo XX bajo el rótulo de “generación de la violencia” sumida en un camino de desesperación, para usar el título de un poemario de uno de sus autores representativos,30 aunque varios de los poetas incluidos procesen esta experiencia de un modo oblicuo

28 En lo que se refiere al periodo que nos interesa, la antología recoge poemas de Manuel Morales, Jorge Pimentel, Miguel Cabrera, Elqui Burgos, José Watanabe, Carmen Ollé, Abelardo Sánchez León, Tulio Mora; Carlos Orellana, Enrique Verástegui, Carlos López D., Mario Montalbetti, Enrique Sánchez Hernani, Roger Santiváñez, Rafael Dávila Franco, Eduardo Chirinos, Domingo de Ramos, Rosella Di Paolo, Rocío Silva Santisteban, Xavier Echarri, Jorge Frisancho, Montserrat Álvarez y Lorenzo Helguero. 29 La propuesta de la “consagración de lo diverso” de Chueca fue discutida por José Carlos Yrigoyen en La hegemonía de lo conversacional. Algunos apuntes sobre poesía peruana última (1988-2008), en que propone que no hay en las últimas décadas una impugnación de lo conversacional que merezca ser considerada, sino apenas las excepciones de siempre, aparecidas desde la consolidación de dicho paradigma en el Perú de los sesenta. Chueca, a su vez, ha respondido a Yrigoyen en “¿La hegemonía de lo conversacional? Notas para continuar una discusión” (2009). 30 Nos referimos al libro Lima o el largo camino de la desesperación de Carlos Oliva. 44 López Degregori, Chueca, Güich, Susti

o simbólico. Estilísticamente, los autores de los noventa encarnan el desgaste de lo conversacional como poética hegemónica y exploran una pluralidad de registros. El libro recoge poemas de Montserrat Álvarez, Roxana Crisólogo, Xavier Echarri, Victoria Guerrero, Lorenzo Helguero, Miguel Ildefonso, Carlos Oliva, Josemári Recalde, Martín Rodríguez-Gaona, José Carlos Yrigoyen y Chrystian Zegarra. La propuesta de Los relojes se han roto revela además el aliento de casi todas las antologías de poesía peruana aparecidas en la primera década del siglo XXI: leer y valorar la poesía de los 70, 80, 90 y 2000 desde el cristal de la diversidad, desde las coordenadas de un sin-centro y desde la inclusión de un discurso otrora marginal como el de Hora Zero y Kloaka en el seno del canon. Una muestra de ello la hallamos en La mitad del cuerpo sonríe. Antología de la poesía peruana de Víctor Manuel Mendiola (2005)31 o Antología de la poesía peruana. Fuego abierto de Carmen Ollé (2008) que acogen otros caminos alternativos a la poética conversacional en los setenta y ochenta. Mendiola busca en el prólogo contrastar la poesía peruana con la mexicana y percibe en la nuestra la búsqueda de una “modernidad más pura, radical” para observar, en la clausura del siglo XX, poemas que se sitúan “[…] lejos de la armonía tradicional y sin olvidar las aportaciones de la vanguardia, están creando una nueva lírica donde el verso y la prosa, lo simultáneo y lo lineal, la forma y el contenido, la poesía del lenguaje y la poesía de la experiencia, se mezclan” (2005: 39). Ollé, por su parte, le otorga el mismo peso específico a distintas variantes que oscilan, con múltiples modulaciones, entre “una poesía que nace de la tradición y vuelve a ella sin contaminarse con el ruido social” y otra que “refleja una cultura mixta, híbrida en la que lo culto y popular no se diferencian con facilidad” (2008: 9). Del periodo que nos interesa, Ollé selecciona 42 poetas y los agrupa en siete compartimentos identificados con los títulos de algunos libros de la poesía peruana de los últimos treinta años. Estos son, respectivamente: “En los extramuros del mundo”, “Contra el ensimismamiento”, “Amores imperfectos”, “Flama y respiración”, “O un cuchillo esperándome”, “Ya nadie incendia el mundo” y “Delgadísima nube”. Si bien Ollé no explora los rasgos esenciales de cada una de estas zonas, su reconocimiento sugiere una pugna o un diálogo que refleja, a fin de cuentas, la mirada plural que se tiene

31 La selección cubre un amplio arco que va desde la denominada Generación del 50 hasta el 2000. En el periodo que nos interesa, Mendiola elige a los siguientes autores: Jorge Pimentel, Isaac Goldemberg, José Watanabe, Carmen Ollé, Carlos López Degregori, Miguel Ángel Zapata, Roger Santiváñez, Domingo de Ramos, Rosella Di Paolo, José Antonio Mazzotti, Rocío Silva Santisteban, Maurizio Medo, Luis Fernando Chueca, Montserrat Álvarez, Lorenzo Helguero y Lizardo Cruzado. Introducción 45

de la poesía peruana contemporánea en este nuevo siglo.32 Esta antología, a diferencia de todas las otras muestras, recoge textos de 24 poetas mujeres, en contraposición a los 18 poetas varones seleccionados. El mismo interés por la diversidad puede percibirse en el trabajo de Paul Guillén, Poesía peruana contemporánea. 33 poetas del 70 (2005),33 que examina la pluralidad de lenguajes en una década en la que las antologías anteriores solo descubrían el discurso urbano y conversacional. En esta selección coexisten el discurso de la oralidad y las calles, con lenguajes afincados en el neobarroco, el simbolismo, el expresionismo o la experimentación lingüística. Algo parecido propone La letra en que nació la pena (2004)34 de Raúl Zurita y Maurizio Medo, quienes reconocen, a partir de los setenta, una “dispersión” creciente en el discurso poético peruano. Esta muestra, como manifiestan los antologadores, pretende ser la auscultación de la polifonía presente en la poesía actual y el reconocimiento de diversos autores no atendidos suficientemente por la crítica

32 En “En los extramuros del mundo” aparecen poemas de Jorge Pimentel, María Emilia Cornejo, Elqui Burgos, Enrique Verástegui, Rosina Valcárcel, José Watanabe, Abelardo Sánchez León, Luis La Hoz, Gloria Mendoza, Tulio Mora; en “Contra el ensimismamiento” textos de Magdalena Chocano, José Antonio Mazzotti, Roger Santiváñez, Montserrat Álvarez y Mario Montalbetti; en “Amores imperfectos” José Rosas Ribeyro, Giovanna Pollarolo, Carmen Ollé, Enrique Sánchez Hernani, Domingo de Ramos y Roxana Crisólogo; en “Flama y respiración” Ana María Gazzolo, Carlos López Degregori, Rosella Di Paolo, Luis Fernando Chueca y Eduardo Chirinos; en “O un cuchillo esperándome” se recogen textos de Dalmacia Ruiz Rosas, Mariela Dreyfus, Ana Luisa Soriano, Patricia Alba, Rocío Silva Santisteban y Doris Moromisato; en “Ya nadie incendia el mundo” poemas de Victoria Guerrero, Violeta Barrientos, Érika Ghersi, José Carlos Yrigoyen y Miguel Ildefonso; en “Delgadísima nube” aparecen Tatiana Berger, Enriqueta Belevan, Sylvia Miranda Lévano, Esther Castañeda y Marcela Robles. 33 En la antología aparecen textos de Manuel Morales, Enriqueta Beleván, Jorge Pimentel, Ricardo Falla, Cesáreo Martínez, José Carlos Rodríguez, Elqui Burgos, Óscar Málaga, Jorge Nájar, Juan Ramírez Ruiz, José Watanabe, Omar Aramayo, Carmen Ollé, Abelardo Sánchez León, César Toro Montalvo, Rosina Valcárcel, Sonia Luz Carrillo, Feliciano Mejía, Tulio Mora, Ricardo Oré, José Rosas Ribeyro, Vladimir Herrera, Enrique Verástegui, Armando Arteaga, Yulino Dávila, Ángel Garrido Espinoza, Carlos López Degregori, Alfonso Cisneros Cox, Jorge Espinoza Sánchez, Mario Montalbetti, Bernardo Rafael Álvarez, Eloy Jaúregui y José Morales Saravia. 34 La muestra recoge poemas de Antonio Cillóniz, Enriqueta Beleván, José Watanabe, Carmen Ollé, Enrique Verástegui, Carlos López Degregori, Mario Montalbetti, Roger Santiváñez, Miguel Ángel Zapata, Raúl Mendizábal, Dalmacia Ruiz Rosas, Magdalena Chocano, Rosella Di Paolo, Domingo de Ramos, José Antonio Mazzotti, Luis Fernando Chueca, Rodrigo Quijano, Maurizio Medo, Willy Gómez Migliaro, Lorenzo Helguero, Miguel Ildefonso, Josemári Recalde. La muestra también contiene poemas de Mirko Lauer, que siempre es ubicado en la generación del sesenta. 46 López Degregori, Chueca, Güich, Susti

y por otras selecciones. Referida a las promociones de los ochenta y noventa, puede mencionarse también Caudal de piedra. Veinte poetas peruanos (1955- 1971) (2005) del mexicano Julio Trujillo, que busca dar cuenta de la diversidad de la poesía peruana reciente, pero apoyada en “una solidez existente que se llama tradición”.35 Dos selecciones aparecidas en los últimos años exploran territorios alejados de la poesía conversacional. La primera de ellas es Actual triantología de la poesía argentina, brasileña y peruana (2004) de la revista Homúnculus, que pretende recoger el reverso de lo conversacional soterrado en las selecciones previas y privilegiando, en cambio, el neobarroco y la experimentación.36 La otra propuesta está en Festivas formas. Poesía peruana comtemporánea del uruguayo Eduardo Espina (2009).37 El prólogo es elocuente y está encaminado a reconocer, según el autor, el declive de la retórica de lo conversacional:

La lírica peruana actual, antes como instancia histórica que como coincidencia de propuestas generacionales, se caracteriza por un replanteamiento de la poesía en tanto problema específicamente lingüístico. Es crítica de su proceder en el idioma, y como tal acumula un necesario despilfarro de discursos. La historicidad del poema tiene tanto en cuenta lo que dice como la forma en que lo expresa. La única coartada de trascendencia es retórica (2009: 29).

Si bien Espina se refiere a los poetas aparecidos en los últimos años, el juicio revela el lugar de la mirada para valorar la poesía previa.

35 Incluye textos de Miguel Ángel Zapata, Pedro Granados, Raúl Mendizábal, Renato Sandoval, Óscar Limache, Luis Rebaza Soraluz, Eduardo Chirinos, Rosella Di Paolo, Domingo de Ramos, José Antonio Mazzotti, Doris Moromisato, Rocío Silva Santisteban, Rodrigo Quijano, Xavier Echarri, Jorge Frisancho, Victor Coral, Willy Gómez, Montserrat Álvarez, Lorenzo Helguero y Paolo de Lima. 36 La antología ofrece una muestra de poemas de Montserrat Álvarez, Mónica Beleván, Mónica Delgado, Femadi Dysar, Rafael Espinosa, Farje Cuchillo, Gladys Flores, Jorge Frisancho, Javier Gálvez Zuloeta, Ana María García, Odi Gonzales, Paul Guillén, Lorenzo Helguero, Reynaldo Jiménez, Carlos López Degregori, Mario Montalbetti, Gonzalo Portals, Rodrigo Quijano, Rubén Quiroz Ávila, Roger Santiváñez, Alberto Valdivia, Rodolfo Ybarra, Guillermo Chirinos Cúneo, Vladimir Herrera y José Morales Saravia. 37 Los 22 autores seleccionados son los siguientes: Enrique Verástegui, Carlos López Degregori, Enrique Sánchez Hernani, Mario Montalbetti, José Morales Saravia, Miguel Ángel Zapata, Roger Santiváñez, Magdalena Chocano, Reynaldo Jiménez, Eduardo Chirinos, José Antonio Mazzotti, Maurizio Medo, Andrés Xavier Echarri, Jorge Frisancho, Lorenzo Helguero, Martín Rodríguez-Gaona, Miguel Ildefonso, Paul Guillén, José Carlos Yrigoyen, Jerónimo Pimentel, Cecilia Podestá y Andrea Cabel. Introducción 47

Una antología importante, por la audiencia internacional que concita y porque se enmarca en una serie de volúmenes que ofrecen un panorama de la poesía latinoamericana de la actualidad, es La poesía del siglo XX en Perú de José Miguel Oviedo. Si bien esta muestra revisa la poesía peruana del siglo XX partiendo de Eguren y Vallejo, es interesante observar la lectura y valoración que hace Oviedo del setenta, treinta y cinco años después de Estos trece. Luego de afirmar que un sector considerable de la poesía de ese periodo estuvo a cargo de los grupos Hora Zero y Estación Reunida señala que ellos propusieron un modo de escribir “bastante hirsuto, anárquico e impulsivo […] un síntoma agriado de que la poesía había entrado en una fase de emergencia y desmantelamiento general” (1973: 41-42). La elección de Oviedo privilegia dos voces ajenas a los proyectos colectivos, Watanabe y Sánchez León, y subraya que especialmente el primero sobresale por el cuidado y exactitud en el trabajo del poema muy lejos de cualquier condición “hirsuta” o de “desmantelamiento” del buen decir. En la poesía surgida en los años ochenta observa un aislamiento y ausencia de actitudes de ruptura en los dos poetas seleccionados (Di Paolo y Chirinos). En líneas generales, y reconociendo el valor de los poetas elegidos por Oviedo, puede decirse que su lectura para este periodo es conservadora y respetuosa del canon y las expectativas internacionales. No podemos dejar de considerar en esta revisión la antología Poesía peruana siglo XX. Tomo II de Ricardo González Vigil (1999). Aparecida a fines de la década del noventa, pretende ofrecer un recuento integral de la poesía peruana del siglo XX y como tal es inclusiva y casi censal; basta consignar que dicho volumen recoge los poemas de 122 poetas para el periodo cronológico 1960-1999 y en ella figuran poemas de 40 de los autores que forman parte de nuestra propuesta.38 La misma situación puede observarse en casi todas las antologías aparecidas a partir de El bosque de los huesos. Salvando el marco cronológico que cubre cada una de ellas y el criterio establecido por el antologador hay alrededor de treinta poetas cuyos poemas aparecen en varias de ellas. Esta convergencia revela el valor y el interés de nuestra antología consultada que surge como el espacio de un consenso espinoso y parcial, es cierto, pero consenso al fin. En él están consolidándose, como ya lo hemos señalado, poéticas otrora poco visibles o calificadas de “insulares” y que ahora adquieren un mayor peso específico en el complejo tejido de la poesía peruana reciente.

38 Los poetas recogidos en nuestra antología consultada que no figuran en la recopilación de González Vigil son Guillermo Chirinos Cúneo, Ana María Gazzolo, Luis Fernando Chueca y Paul Guillén. 48 López Degregori, Chueca, Güich, Susti

4. Esta antología

Revisemos ahora la muestra resultante. Tomemos como punto de partida la lista que elaboramos para iniciar la consulta: una lista de cerca de trescientos autores, la misma que se vio enriquecida a partir de las primeras respuestas, hasta llegar a cerca de trescientos cincuenta poetas. Esta, en tanto fue presentada en todo momento como referencial, dejaba constancia de que no cubría la totalidad de poetas enmarcados en las coordenadas definidas. Es más, no sería imposible pensar en que por lo menos una cantidad semejante a la de los autores considerados no fue reconocida ni por nosotros ni por los opinantes. A estos autores ni se les dio ni lograron visibilidad en esta consulta. Frente a esto sería posible responder que su desconocimiento por parte de los opinantes convocados es una evidencia de su poca importancia o representatividad en el espectro de la producción poética reciente. Aunque muy probablemente esto sea cierto en la mayoría de los casos imaginables, no deja de ser problemático puesto que nos conduce a varios nudos del campo literario peruano. Uno primero es la relación entre los espacios centrales y los periféricos. Dos dimensiones constitutivas de todo campo cultural que —como ha anotado José María Pozuelo Yvancos a partir de los planteamientos de Iuri Lotman— funcionan interdependientemente: “no hay centro sin periferia y el dominio de la cultura, su propia constitución interna, precisa de lo externo a ella para definirse” (1998: 225). Al respecto, podemos mencionar, como ejemplo, la polaridad Lima-provincias. El hecho de que los 45 seleccionados para esta antología, casi ninguno de ellos viva actualmente en alguna provincia peruana diferente de Lima39 es un dato innegablemente revelador no solo de cómo se tejen los prestigios en nuestra ciudad letrada, sino quizá también —y de modo más preocupante— de cómo se construyen o no los espacios y condiciones indispensables (léase posibilidades de lecturas, diálogos, intercambios, retroalimentación crítica, etcétera) para el desarrollo de una obra solvente. Aunque es esperable, como señalamos, que estas circunstancias puedan cambiar como efecto de las modalidades comunicativas contemporáneas, que ponen fácilmente al alcance de las nuevas generaciones accesos e intercambios

39 Podrían proponerse como excepciones los casos de Vladimir Herrera y Oswaldo Chanove. El primero, tras hacerse conocido en la escena de los iniciales años setenta, viajó a Europa, donde publicó en importantes editoriales españolas, y a su regreso vive habitualmente en el departamento de Puno. El segundo, afincado en Arequipa (aunque con estancias en Estados Unidos) fue reconocido desde su participación en el grupo arequipeño-limeño Ómnibus. Otro caso es el del poeta piurano Armando Rojas, que vivió en sus últimos años en Francia, donde a la par que su actividad poética, tuvo una importante actividad editorial. Introducción 49

antes poco imaginables, se observa aún un rezago frente a la escena limeña en lo concerniente a los autores mayores de treinta años. No obstante, aproximadamente una tercera parte de los autores seleccionados no nacieron en Lima, sino que llegaron a formar parte fundamental del campo literario peruano —varios de ellos, al menos— gracias a las modificaciones ocurridas en los años sesenta y fundamentalmente en los setenta, que alteraron radicalmente las estructuras tradicionales (de carácter notoriamente más criollo- cosmopolita y centralista) de nuestra literatura, con lo que se recuperaba un dinamismo de carácter nacional semejante al observado en la agitada escena vanguardista de los años veinte. Las transformaciones producidas en la configuración de la sociedad durante los años setenta y, en particular, las demandas de importantes sectores, entre los productores literarios, por la renovación desde una perspectiva nacional y más democrática del quehacer escritural resultaron muy significativos para este proceso que —es posible afirmar a modo de hipótesis— se vio alterado, durante los años ochenta y buena parte de los noventa, entre otras razones, con el inicio de las acciones armadas de Sendero Luminoso y la respuesta antisubversiva del Estado, que limitaron los intercambios geográficos y con ello la posibilidad de desarrollar polos descentralizados de producción poética dinámica y renovada. Otra razón podría vincularse con la retracción de la presencia del Estado, así como de espacios privados, en el campo de la promoción y difusión de la cultura literaria letrada fuera de Lima; nos referimos, por ejemplo, a la disminución de la actividad editorial estatal en contraste con la que tuvo en la década de 1970 la Casa de la Cultura, que luego se constituyó en Instituto Nacional de Cultura;40 igualmente a la casi absoluta desaparición de librerías que tuvieran una oferta poética amplia para los lectores interesados. Si una importante cantidad de autores no limeños de estos años ochenta y noventa figuran en la muestra, su presencia se relaciona más con los procesos de migración hacia la capital, que con un sólido y sostenido desarrollo poético local con proyección nacional en otras provincias del Perú. Hubo, por supuesto, excepciones, pero en general durante estos años las posibilidades de desarrollo y reconocimiento en la escena poética nacional pasaban por estar o al menos recalar en la capital peruana durante un tiempo. Y estas migraciones, a la vez que modificaron definitivamente el rostro de la ciudad y del país, condujeron a nuevas ampliaciones de los registros de la creación poética que se abrió, así, a múltiples procesos de hibridación que se cuentan entre lo más novedoso del periodo.

40 Actividad que cobró un nuevo impulso, en lo concerniente a la literatura, en los primeros años del primer gobierno aprista. 50 López Degregori, Chueca, Güich, Susti

Otro aspecto también relacionado con los espacios centrales y periféricos de nuestro campo literario, y que permite seguir indagando acerca de la heterogeneidad conflictiva de nuestro país (Cornejo Polar), se relaciona con el hecho de que nuestra propuesta de una antología consultada de la “poesía peruana” —elaborada a partir de la consideración del soporte de la escritura, como ya explicamos—, fue entendida, aparentemente, como de “poesía peruana escrita en castellano”, como sucede habitualmente en nuestra ciudad letrada en antologías, estudios literarios, cursos universitarios y escolares, reseñas y recuentos periodísticos.41 Esto ocurrió a pesar de que en nuestro listado referencial incluimos nombres como los de Odi González, Dida Aguirre o José Luis Ayala, entre otros más, que corresponden a la producción poética contemporánea escrita en lengua quechua o aimara, ninguno de ellos llegó al número de menciones suficientes para ser considerado dentro de la antología, y salvo González, ninguno fue considerado siquiera cercanamente. El caso de Odi González es particularmente interesante puesto que se trata de un poeta bilingüe quechua-castellano que solo en los últimos tiempos ha incursionado en la escritura (o al menos en la publicación) en quechua de su propia poesía. Podría señalarse que esto está relacionado con que mayoritariamente los opinantes desconocen estas lenguas y que, a pesar de que los libros de los autores incluidos en la lista referencial están publicados en ediciones bilingües, consideraron que su acercamiento no sería a los textos reales sino a la “versión traicionera” o “traidora” que corresponde a toda traducción. Si bien esta posibilidad existe, es más verosímil pensar que esta exclusión tiene que ver con el desconocimiento no solo de esta producción sino, quizás en muchos casos, de la posibilidad y el valor de dicha producción. El glotocentrismo42 del castellano y la centralidad

41 Es lo que ha ocurrido en general con las antologías de la poesía peruana organizadas a partir de la escritura como soporte. Recién una selección como la Antología general de la poesía peruana preparada por Ricardo Silva Santisteban para la Biblioteca Nacional en 1994 y más recientemente la edición en dos tomos de Poesía peruana. Siglo XX, elaborada por Ricardo González Vigil para Ediciones Copé en 1999, incluyen dentro de un corpus integrado tanto a poetas que escriben en castellano como en quechua y aimara dentro de una única línea de desarrollo identificada bajo el rótulo de “poesía peruana”. 42 Para la noción de glotocentrismo nos basamos en los planteamientos del investigador y lingüista Juan Carlos Godenzzi. En su estudio “El recurso lingüístico del poder: coartadas ideológicas el castellano y el quechua”, incluido en su libro En las redes del lenguaje. Cognición, discurso y sociedad en los Andes (2005), Godenzzi plantea que los diversos procesos reguladores sobre las lenguas, desde la llegada de los españoles, han determinado la legitimación del castellano. Esta situación se manifiesta en actitudes Introducción 51

de la escritura en la consideración de la producción literaria peruana no competen, por supuesto, exclusivamente a esta antología y a nuestro modo de establecer quiénes serían los opinantes. Son fracturas que configuran raigalmente nuestra sociedad y que representan sin duda, en este sentido, puntos pendientes no solo en la agenda de la crítica literaria peruana sino, más amplia y urgentemente, en la configuración de nuestra nacionalidad. Sin embargo, a pesar de la marginación que sufren las lenguas indígenas y culturas subalternas en nuestro campo literario, resultan significativas las transformaciones ocurridas en las últimas décadas que se relacionan no únicamente con el plano de la producción sino también con el de la recepción poéticas y que involucra a un número importante de los autores seleccionados —en ­tre ellos, algunos de los once que alcanzan el mayor número de menciones—43 poetas en cuyas obras está presente una hibridación lingüística o cultural que comprende no solo lo andino, sino también lo urbano popular, lo mestizo, lo marginal y lo lumpen, como se observa, por ejemplo, en obras como las de Manuel Morales, Jorge Pimentel,44 Juan Ramírez Ruiz, Cesáreo Martínez, Enrique Verástegui, Roger Santiváñez, Domingo de Ramos, Rodrigo Quijano, Roxana Crisólogo o Paul Guillén, además de varios de los poetas mencionados anteriormente. Creemos que, en este sentido, la muestra obtenida a través de nuestra consulta evidencia el lugar cada vez más importante que ocupan los procesos de hibridación y transculturación dentro de nuestro campo literario. Retomemos ahora el comentario acerca del escaso o nulo conocimiento que muchos opinantes presumiblemente poseen de buena parte de los poetas incluidos en la lista referencial (y, más aún, de los no incluidos). Como señalamos, esto no se explica únicamente por las posibilidades de conocimiento individual o por las preferencias estéticas de los lectores, sino que está muy relacionado con los mecanismos de difusión pública de la producción poética y, en especial, de las posibilidades de “consagración”

denominadas glotocéntricas desde los primeros tiempos coloniales y ha perdurado hasta nuestros días. El glotocentrismo consiste en igualar la capacidad del lenguaje al conocimiento y uso del castellano, negando, por ende, la condición de hablantes a aquellos que no lo utilicen o no sean diestros en él. A este sujeto se le considera mudo o incivilizado (80). 43 Once autores alcanzaron o sobrepasaron las cincuenta menciones. En orden alfabético, ellos son: Eduardo Chirinos, Domingo de Ramos, Rosella Di Paolo, Carlos López Degregori, Mario Montalbetti, Carmen Ollé, Jorge Pimentel, Roger Santiváñez, Enrique Verástegui, José Watanabe y José Carlos Yrigoyen. Estos resultados, con el número de menciones correspondientes, fueron dados a conocer en el número 180 de Quehacer. 44 El poeta Jorge Pimentel aparece mencionado a pesar de no estar incluido en esta antología por voluntad propia. 52 López Degregori, Chueca, Güich, Susti

de un autor como representativo o, incluso, canónico. Con relación a esto, una primera observación posible se relaciona con la poca o nula distancia temporal, en muchos de los casos, entre la producción poética considerada y la consulta realizada. Es conocido y repetido que el tiempo es el mejor y más implacable crítico literario. De ello se desprende que la acción del tiempo permitiría resolver la pregunta planteada sobre los autores más relevantes del periodo 1968-2008 de mejor manera que cualquier consulta. Aceptar esto sin discusiones —a pesar de la posibilidad de objeciones surgidas, a modo de ejemplo, desde la recuperación de autores y voces por antologías como El libro de unos sonidos. 37 poetas del Perú, preparada por Reynaldo Jiménez, o por compilaciones como Los otros (I y II hasta el momento), llevadas a cabo por el equipo conformado por Carlos Carnero, Gonzalo Portals y Rubén Quiroz, o 10 aves raras de la poesía peruana, elaborada por Luis La Hoz—, llevaría a renunciar a cualquier pretensión de sistematizar el panorama de la producción de los poetas en actividad y contribuiría, en ese sentido, a mayores exclusiones, olvidos y desconocimientos. También frente a ello fue que optamos por desarrollar este proyecto a pesar de las mayores dificultades y riesgos y a sabiendas de las limitaciones insalvables. Otra dimensión de este problema se relaciona con los sistemas de difusión de nuestra producción literaria reciente y, entonces, con la construcción de la imagen de nuestra literatura en actividad a través de los medios de comunicación y de las publicaciones y estudios especializados. Como es sabido, ambos espacios, aunque definitivamente relacionados no son analogables. Como señalan Beatriz Sarlo y Carlos Altamirano, el estudio o el comentario de autores en la crítica especializada contribuye a la permanencia de estos y a su reconocimiento a largo plazo, mientras que la creación de la imagen pública de lo que se entiende por literatura (o poesía, en este caso) contemporánea y viva, depende mucho más directamente de la mención o aparición de estos en los medios de comunicación.45 Entre ambos espacios están las publicaciones que corresponden a las “formaciones literarias”, como apuntan Sarlo y Altamirano a partir de Raymond Williams; es decir, las publicaciones que corresponden a los propios actores de la producción literaria: órganos de grupos literarios o revistas interesadas sobre todo en relievar aquello vinculado con las perspectivas, gustos, ideologías e intereses de sus actores. El periodo abordado por nuestra antología es sumamente complejo en cuanto a lo señalado y, en esta medida, son muchos los lados desde donde se fuerza o se invita a la construcción de una imagen de nuestra poesía contemporánea.

45 Véase el capítulo “Del campo intelectual y las instituciones literarias” (Altamirano y Sarlo 1993). Introducción 53

El resultado es un espejo trizado que nos ofrece rostros diferentes, incluso a veces irreconciliables. Queda claro, en dicho momento, quizás como no sucedía desde la acción de las vanguardias estético-ideológicas de los años veinte y treinta que, como señala Pierre Bourdieu (enero de 1989-diciembre de 1990), el campo literario es “[…] un campo de fuerzas que actúan sobre todos los que entran en ese espacio y de maneras diferentes según la posición que ellos ocupan en él […], a la vez que un campo de luchas que procuran transformar ese campo de fuerzas” y que, como el mismo Bordieu anota a continuación, “la lucha cuya escena es la República de las letras constituye el verdadero principio de las tomas de posición artísticas y literarias”. Como señalamos, en la década de 1970 se produce una serie de modificaciones que dan un rostro distinto a nuestro campo literario. La aparición del movimiento Hora Zero en 1970 con su manifiesto “Palabras urgentes”, en que sometió a un severo juicio a la poesía peruana contemporánea (descalificando a todos los poetas salvo a César Vallejo y Javier Heraud), representó un importante punto de inflexión que —enmarcado en un periodo de transformaciones sociales, políticas, económicas y culturales que exacerbaron las expectativas de nuevos modos de ubicación, presencia y representación en la sociedad por parte de diversos actores tradicionalmente ubicados en los márgenes— contribuyó a rediseñar las fronteras del campo literario. Este se hizo más inclusivo en cuanto a los autores reconocidos en la escena poética, incorporando, como sugerimos líneas arriba, a muchos que las coordenadas anteriores hubieran dejado probablemente al margen: poetas provenientes de los sectores medios proletarizados o de capas populares emergentes, limeños y no limeños, varios de ellos ajenos, además, a las instituciones tradicionalmente reconocidas como los espacios de formación de los nuevos poetas, como eran la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y la Pontificia Universidad Católica del Perú. No obstante, no debe suponerse que este proceso produjo (como anunciaban los manifiestos inaugurales de Hora Zero) un corte que modificó raigalmente el discurso y los registros poéticos que se venían desarrollando. Como es conocido, la poesía de los años sesenta consolidó, sobre todo hacia la mitad de la década, una serie de posibilidades discursivas que pueden verse, como apuntó Alberto Escobar en su Antología de la poesía peruana de 1973, como el inicio “de un nuevo ciclo en la evolución de nuestra poesía” (1973: 7). Nos referimos a las correspondientes al registro narrativo-conversacional que, como parte de los procesos de transformación social y de la inquietud renovadora e incluso revolucionaria juvenil, se afirmó en todo el continente.46 La obra de

46 Sobre esto, véanse Cornejo Polar (1980) y Fischer (1998). 54 López Degregori, Chueca, Güich, Susti

los poetas de la Generación del 70, con su rostro más visible en Hora Zero, no inauguró en ese sentido, una nueva veta discursiva, sino que radicalizó —desde una perspectiva vinculada con las posibilidades de un lenguaje más arriesgadamente coloquial y en contacto más cercano con los pulsos de una urbe en proceso de transformación, de una mirada más atenta a lo nacional y de una ruptura de ciertos marcos de formalidad— caminos que poetas como Antonio Cisneros, Luis Hernández, Rodolfo Hinostroza, Marco Martos o Mirko Lauer venían desarrollando, aunque sin la beligerancia rupturista y parricida que caracterizó a los más jóvenes.47 Fue en ese proceso que —aunque la opinión de algunos de los miembros del movimiento Hora Zero insistan, incluso en la actualidad, en su ubicación antiinstitucional o al margen de la oficialidad literaria— ellos pasaron a formar la parte central del campo literario, como se demuestra por la atención brindada en los medios de prensa, en primer lugar a sus declaraciones y rápidamente a sus primeras entregas poéticas, y por lo revelador de la inclusión de varios de sus miembros en el volumen Estos 13 (publicado en 1973 por José Miguel Oviedo, uno de los críticos más reconocidos del momento) y, en ese mismo año, en el tomo II de la citada Antología de la poesía peruana de Alberto Escobar, que apareció en la Biblioteca Peruana de Peisa, colección de voluminoso tiraje auspiciada por el gobierno de Velasco. A estos hechos se les puede sumar la evidencia de que la propuesta poética de Hora Zero, que en líneas generales se puede ampliar a varios otros de los integrantes de la llamada Generación del 70 (sin desconocer la realidad de que las obras de todos ellos presentan a la vez importantes elementos que las distinguen entre sí, incluso desde sus primeros momentos) pasaron a configurar lo central del metatexto48 del que bebió la mayor parte de los jóvenes poetas que aparecieron a lo largo de toda esa década, y siguió siendo pieza fundamental en la formación de los poetas de las promociones posteriores.

47 Es en esa medida que puede reconocerse la acción de estos poetas, sobre todo los de Hora Zero, como parte de un mismo proceso de modernización poética iniciado algunos años antes, como un proyecto de raigambre vanguardista. Véase, al respecto, el artículo “Alcances y límites de la propuesta vanguardista de Hora Zero” de Luis Fernando Chueca (2006). 48 Susana Reisz explica que “[l]o que en última instancia determina el carácter literario de un texto es su relación con un metatexto (variable según los diferentes sistemas literarios y los distintos estadios de un mismo sistema), que lo clasifica como tal, lo ordena dentro de una tipología, proyecta sobre él un valor y orienta su codificación y descodificación según una compleja jerarquía de normas pertenecientes a distintos códigos secundarios que se superponen a las del código primario de la lengua natural” (1986: 44). Introducción 55

Durante los años ochenta puede reconocerse aún con claridad la preeminencia del registro conversacional. En esta década, resultado del proceso iniciado, consolidado y radicalizado en las anteriores, se observan tres líneas, como ya se señaló en el apartado dedicado a las antologías.49 Una de ellas se aleja de las agudizaciones del coloquialismo setentero, regresando a una poesía más cuidada, claramente culturalista antes que vitalista y de muy marcada y explícita vocación intertextual. Otra corresponde con la presencia inédita en nuestra tradición de un importante contingente de poetas mujeres que aparecidas simultáneamente en la escena literaria, con obras que, en general dentro del marco conversacional, colocaban acentos particulares vinculados con la reivindicación del sujeto femenino como hablante de los textos, y a la vez portando una mirada que otorgaba protagonismo a lo corporal, erótico o tanático. La tercera es la vía representada fundamentalmente por el movimiento Kloaka, que extrema la apuesta vanguardista y callejera de Hora Zero, pero, al beber intensamente del clima de caos, desestructuración y violencia de esos años, se aleja del exteriorismo más característico de estos para sumergirse en un discurso que incorpora la fractura del mundo que se experimenta; el lenguaje, entonces, se disloca y fragmenta hasta el punto de constituir un registro aún conversacional, pero estallado y hasta colindante con el hermetismo.50 Aunque pueden registrarse diferencias valorativas en la evaluación de estas tres vertientes, que tendía, en general, por esos años, a un aval mayor por parte de la institucionalidad literaria a las dos primeras, se puede afirmar que las tres, a pesar de las discrepancias, descalificaciones y polémicas, pasaron igualmente a configurar inevitablemente el sentido común de las posibilidades de la poesía peruana y a ser reconocidas como voces y caminos infaltables en cualquier panorama medianamente serio de nuestra poesía. Debe señalarse también que en el panorama desarrollado en las líneas anteriores, que ha tratado de presentar someramente la fuerza de lo conversacional en nuestra tradición a partir de los años sesenta, hasta el punto de poder considerar esta línea como hegemónica, no debería perderse de vista que entre los dos momentos reseñados (inicios de los setenta e inicios de los ochenta, respectivamente), varios otros poetas y procesos resultan fundamentales. Nos referimos, por ejemplo, a los ocurridos en 1977: la formación del colectivo La

49 Véanse, además, los trabajos de José Antonio Mazzotti al respecto, sobre todo su estudio Poéticas del flujo. Migración y violencia verbales en el Perú de los 80 (2002). 50 Esto, sin embargo, corresponde no tanto al desarrollo más característico de sus miembros más importantes durante el funcionamiento del grupo, sino a su trabajo posterior, cuando ya Kloaka no existía como colectivo, pero cuando, paradójicamente, se producen los logros más interesantes en la perspectiva poética propuesta por ellos. 56 López Degregori, Chueca, Güich, Susti

Sagrada Familia, la rearticulación de Hora Zero o las actividades iniciales de la movida arequipeño-limeña Ómnibus/Macho Cabrío. Asimismo, al trabajo individual de poetas como Mario Montalbetti, cuyo primer libro, Perro negro (1978), es un hito importante para entender la mayor pluralidad de desarrollos dentro del registro conversacional a partir de 1980. Al llegar la década de 1990, los años iniciales presentan semejanzas frente a lo visto en los ochenta; es decir, es posible reconocer aún la hegemonía conversacional en el desarrollo de varias de sus dimensiones: la culturalista, la callejera, la que representa el discurso malditista e incluso, aunque en menor medida, la que corresponde a las coordenadas propuestas por el llamado boom de la poesía escrita por mujeres. Incluso aparecen colectivos como Neón o Noble Katerba, de signos semejantes a los de los ochenta. Este proceso de consolidación y auge de lo conversacional hizo difícil que otras vetas que se desarrollaron paralelamente pudieran ser visibilizadas con la misma nitidez o valoradas sin sesgos que las tacharan frecuentemente de “pasatistas” o cuando menos las relegaran al casillero, de cierto prestigio pero de poco impacto, de lo insular. Entre otros ejemplos que pueden citarse está el de los libros iniciales de José Morales Saravia, hoy reconocidos como textos precursores del neobarroco local; el de Vladimir Herrera, sobre todo de su obra posterior a Mate de cedrón, o los de Alfonso Cisneros Cox, Carlos López Degregori y Magdalena Chocano. Todos ellos debieron esperar a que, entre mediados y finales de los años noventa, al lado de un proceso de mayor dispersión discursiva en los actores más jóvenes de la escena literaria —que va muy de la mano del discurso posmodernista de la caída de los grandes relatos y del desconcierto ante la violencia agudizada en los primeros años de la década y el surgimiento de un nuevo gobierno dictatorial, paradójicamente apoyado mayoritariamente—, se mirara de otro modo no solo la pluralidad de posibilidades recorridas en esos años por ellos mismos, sino también la algo ocultada complejidad de la poesía de las décadas anteriores. Incluso, con estas nuevas revisiones cobra mayor importancia la propia diversidad dentro del registro conversacional, que se percibe entonces incluso más variado y abierto.51 Casi todos estos poetas han sido reconocidos por esta consulta. El panorama esbozado en las páginas anteriores estuvo atravesado por dos aspectos que volvieron aún más complejas su configuración y su dinámica. Uno es la correspondencia con momentos muy agitados de transformaciones sociales y de luchas políticas e ideológicas, cuando menos durante las décadas de 1970 y 1980. En ese contexto, las batallas por la legitimidad y

51 Véanse, al respecto, los trabajos de Chueca (2001) y (2009), este último en respuesta a Yrigoyen (2008). Introducción 57

representatividad poética —el “capital simbólico” de los involucrados— no correspondían únicamente a las conocidas batallas entre viejos consagrados y nuevos poetas en busca de reconocimiento, sino que estas se entremezclaron con agudas discusiones y conflictos vinculados con la procedencia social de los actores en las luchas literarias, su posición ideológica y las consideraciones sobre el papel que debe cumplir o no la poesía en la sociedad. Ejemplos evidentes de esto se pueden observar en prácticamente todos los manifiestos de los grupos mencionados en las páginas precedentes. En los años noventa, y no solo en los poetas que comenzaron a publicar en este periodo, se puede reconocer una disminución de los acentos políticos en las discusiones literarias. El otro aspecto por mencionar corresponde a la disminución progresiva de espacios dedicados a la poesía en los medios de difusión masiva. Si bien, incluso durante las primeras décadas del periodo abordado por esta muestra, la poesía peruana gozaba de una destacada presencia en los medios de prensa diaria y suplementos o revistas culturales de amplia difusión, al llegar los años noventa, y sobre todo a partir de la consolidación del modelo neoliberal en la economía peruana, la atención dada a la literatura se ha visto considerablemente mermada, a la vez que casi ha desaparecido la que se brindaba a la poesía. Lo que queda, o se limita a notas y recensiones reducidas a su mínima expresión, o se dedica a nombres habitualmente conocidos, sin que se observe un riesgo ni una vocación en los medios de prensa por indagar acerca de lo que ocurre poéticamente en el país y asumir, de ese modo, su responsabilidad en la construcción de una imagen, discutible pero al menos cabal, de la poesía peruana. Hay, por supuesto, excepciones, pero que no alcanzan para significar una contraparte necesaria frente a la dinámica producción poética de nuestro país. Ante tal vacío, son varios los espacios de internet que han aparecido en los últimos años y permiten un cierto nivel de información y discusión, sobre todo blogs, Facebook y diversas publicaciones en la red, pero sin lograr constituir, aún, una escena suficientemente sólida y plural que signifique una clara referencia para aquellos interesados en seguir los derroteros de la poesía peruana. Estas últimas observaciones nos devuelven al problema que referíamos en páginas anteriores acerca del desconocimiento de muchos opinantes respecto de los nombres de la lista referencial. Por razones obvias, entonces, nombres como el de Chrystian Zegarra —que ha publicado ya tres poemarios de gran interés, uno de ellos ganador de un premio Copé de poesía, pero que no solo vive fuera del Perú sino que tampoco se ha interesado por una difusión más amplia de su obra posterior a su etapa como miembro de Inmanencia, uno de los grupos poéticos de los noventa— no ha sido referido por suficientes autores como para integrar la muestra que ofrecemos. El alejamiento del 58 López Degregori, Chueca, Güich, Susti

Perú podría explicar, también, la ausencia de Reynaldo Jiménez, cuyos textos han sido recogidos en las más importantes muestras de poesía neobarroca latinoamericana. Razones vinculadas con la poca circulación en nuestro medio de los libros más recientes de Maurizio Medo, todos escritos en Arequipa, podrían explicar su ausencia en esta muestra, mientras paralelamente viene concitando creciente atención en el ámbito latinoamericano. Está también el caso de Odi González, a quien ya mencionamos, o el de Josemári Recalde, que dejó un solo libro, valioso e innovador en varias de sus propuestas, pero que tal vez por su corta trayectoria pública no llegó a llamar la atención sobre su obra, quizá opacada por su trágica muerte. Tal vez más comprensible resulte el caso de Enriqueta Beleván, que luego de sus Poemas de la bella pájara hornera (1984) no ha publicado otro poemario y se encuentra voluntariamente alejada de los espacios habituales de circulación de poesía. Todos estos autores (al igual que Enrique Sánchez Hernani y Alfonso Cisneros Cox, entre otros) merecerían haber integrado nuestra antología, tanto como varios que sí fueron mencionados de modo suficiente. Podemos concluir estas páginas reconociendo que el campo literario percibe en la actualidad el fin de un gran ciclo narrativo-conversacional hegemónico. No es que este haya desaparecido o no entregue ya hallazgos consistentes. Ocurre que es solo un sector en el seno de una totalidad de tensiones que evidencian un panorama complejo y en constante ebullición en el que están cobrando importancia registros neoexpresionistas, neovanguardistas o neobarrocos. El hecho de que en esta muestra aparezcan autores como Chirinos Cúneo, Vladimir Herrera, Morales Saravia, Chocano o Rafael Espinosa, que han tenido una presencia casi secreta en los recuentos citados, indica el cambio en la mirada y la valoración de nuestros lectores. Lo mismo se puede decir de la importancia, ya mencionada, de poetas cuyas voces están marcadas por la hibridez cultural. Por otro lado, llama la atención que varios de los poetas que más menciones obtuvieron no sean los más representativos de la poética urbana y del registro narrativo conversacional. Watanabe se diferencia de la mayor parte de sus contemporáneos y propone una obra mucho más reflexiva, parabólica y con una preocupación por la palabra exacta y contenida. Verástegui es mucho más experimental y sintoniza con las rupturas del vanguardismo y la experimentación formal; Ollé, que por edad corresponde al mismo periodo, ensaya una propuesta que cuestiona las convenciones sobre las identidades genéricas textuales y sexuales e inaugura la irrupción de voces femeninas de los ochenta. Igualmente, la aparición, entre otras, de las obras de Montalbetti, Santiváñez, De Ramos, Di Paolo, Chirinos o López Degregori, todos con una escritura que recorre caminos distintos, muestran la pluralidad en la poesía peruana que se produce en este momento. Y con esto no estamos Introducción 59

refiriéndonos a un supuesto canon estrecho e inamovible, sino a un espectro más amplio y mutable, y por ello mismo provisional, que refleja, eso sí, un reconocimiento dentro del campo literario peruano. Todo esto demuestra que el consenso relativo alcanzado por nuestra consulta dista mucho de cualquier visión tradicional de la poesía peruana. Los cuatro autores que firmamos este libro estamos convencidos de la importancia de nuestra propuesta aunque alguna vez pensamos que hubiera sido más cómodo atender los versos de Paladas de Alejandría citados al inicio de este prólogo. Creemos que este volumen se convertirá en una referencia importante para observar el proceso de la poesía peruana contemporánea. El lector tiene la palabra.

Lima, marzo del 2011 60 López Degregori, Chueca, Güich, Susti

Bibliografía

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Poemas Mangeur d’illusions, óleo sobre tela, 2.00 x 2.10 mm, 1985 Manuel Morales (Iquitos, 1943 - Porto Alegre, 2008)

• Poemas de entrecasa. Lima: Universidad Nacional de Educación, 1969.

65 66 Manuel Morales

No busquen una patria

que contenga rosas. Hoy ya no existen las rosas. Sólo existe una patria en la palma del pecho y otra en el centro del ojo. Sigan buscando rosas. Encontrarán un balazo en el pecho y otro en el centro del ojo. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 67

Si tienes un amigo que toca tambor

Si tienes un amigo que toca tambor Cuídalo, es más que un consejo, cuídalo. Porque ahora ya nadie toca tambor, Más aún, ya nadie tiene un amigo. Cuídalo, entonces, Que ese amigo guardará tu casa. Pero no lo dejes con tu mujer, recuerda Que es tu mujer y no la de tu amigo. Si sigues este consejo, vivirás Mucho tiempo. Y tendrás tu mujer Y un amigo que toca tambor. 68 Manuel Morales

Idiosincrasia

Estamos acostumbrados a las mentiras. Nos tratan peor que a negros. Nos humillan peor que a negros. Hasta nos venden como negros. Y este país es el despelote.

Con el cuento del pueblo — nos estafan. Nos hacen a diario el cuento del tío. Estamos acostumbrados a las mentiras. Al tira y afloja de unos cuantos pendejos.

Pero ya se les va acabar, Porque un día de estos se nos sale el indio. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 69

Resucito

Aquí va esto que es mi historia. Yo resucito todos los días de los desayunos. Me cuelgo en realidad de las tazas? Soy en verdad un ángel o farsante o como diría aquel, que está sentado y se rascó la espalda, “eres un tal por cual” Pero que me importa. 190 veces me repito lo mismo, cuchomil novecientas veces me repiten lo mismo. Adivino que eso es la historia.

El levantarse desnudo, ponerse los zapatos, maldecir la burocracia, no da derecho a ser considerado poeta social. Será mi suegra poeta social?

Ojito ojito: si se ponen de acuerdo ya saben dónde encontrarme. Yo resucito todos los días de los desayunos.

70 Manuel Morales

Usos son de la guerra

—En el amor y en la cama Napoleón fue un fracasado. No digo lo mismo en la guerra. Su éxito consistía en envolver al enemigo, y Francia lo tuvo como su más grande hijo predilecto; y le dio fama y sus más hermosas mujeres.

Grande en estrategia y corto en pene, en la cama. mandaban sus mujeres (La victoria correspondió a sus generales). Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 71

El truco de este mundo

Ahora tenemos que ser parcos. La alegría nos reconforta como un hermano. Pero el mundo no está hecho a la medida de nuestros sueños. Tenemos ganas de encendernos a cada instante mirar una calle, hablar hasta cansarnos porque atrás una sombra nos persigue.

Es decir, este mundo tiene su truco. El mundo es como un lunar en el rostro de una muchacha. No podemos inventar paraísos porque no estamos autorizados para ello. Ahora tenemos que ser cautos. No presumir que nuestro corazón es puro y, calladamente, adaptarnos al truco de este mundo. 72 Manuel Morales

La mala distribución de mi tiempo

Jamás he negado que tengo malas costumbres. Sobre todo cuando el sol hace garabatos en mis ojos, o cuando una muchacha me sonríe con su blusa amarilla. Por eso siempre que puedo dirijo mi batuta hacia mis viejos, y hacia esos despojos solemnes que frecuentan mi casa; a la abuela, sobre todo, que aún sueña con Rodolfo Valentino. Este tiempo asqueroso que me ha tocado vivir lo tengo mal distribuido, hablo demasiado y no construyo más que castillos en el aire; y de noche me atormento como un miserable y hago invocaciones al Marqués de Sade. Pero a veces yo me escapo de esta rutina y frío monos en la sartén de palo; vivo en constante peligro de encontrarme con la horma de mis zapatos, de encontrarme con algún enemigo que me ponga los puntos en las íes, o de que mi padre se encarache y me mande al diablo. Pese a todo visito las cantinas, escupo en los lugares públicos donde no debo hacerlo, y toco los timbres de los vecinos y corro como un cretino. Ya los policías se han dado cuenta y me tienen entre ojos, me marcan a presión y me han acusado de tener malas costumbres; y el día que me agarren la voy a pagar una por todas. Pero yo me río, porque este tiempo asqueroso que me ha tocado vivir lo tengo mal distribuido.

de Poemas de entrecasa Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 73

Réquiem para el sordomudo Jack Quintanilla que dejó la vida tirada sobre los asfaltos (Historia de Choborras)

Te acordarás de este otario que un día, cansado se puso a ladrar... (Yira... Yira... tango)

Enrique Discépolo

Por primera vez desde aquel encuentro En La Chilena el sol se habrá borrado de su rostro. Y ebrios y gamberizos,

Choborras y guaraperos abrieron su corazón rojo-pisco al desborde De la ternura. Jack Quintanilla sumido en la niebla. Imagino también a la canalla, fracasados triunfantes de la vida. A Toto, Obdulio, Rafo, Al Trabuzón Zapata, Al Mocho Gutarra y Dedalito, amigo De las grandes procacidades y el trago corto Y las muchachas antiguas Criaturas pasadas de moda— buitriando un gato de los mil demonios, No es menos interesante, por cierto, la historia de Faltapincho castrado En la guerra del Chaco. Jack Quintanilla sumido en la niebla

Y esa terrible mirada condimentada con ajos y cebollas, esa terrible mirada antologizando los principales burdeles y chongos de la costa, es De pronto en picada una campana apachurrada bajo las ruedas de un FORD. (Intuyo que nuestro tiempo llama presto a celebrar la amistad). Un rumor de botellas vacías los separaba para siempre. Y Bienvenido Granda, Daniel Santos y la Sonora Matancera, y otras caliginosas voces, Se adhieren al merecido homenaje y callan desde a radiola AMI music, Y hasta Sudapisco, el perro Alcohólico de Marambio, tirado sobre los gargajos. Y el aserrín ocre del piso, deja escapar lágrimas caninas, testimonio Del más grande homenaje. Jack Quintanilla bajo los neumáticos. Y dicen las malas o buenas lenguas— que llegó de Chincha con dos Soles cincuenta y una chalina. Afirman. Sordomudo de nacimiento. Su idioma, indiscutible, mágico mundo de señales, era Para entenderlo de corazón a corazón. El mundo aparecía en sus manos, Hasta aquí mi historia no deja de ser cierta. Había recibido 10 kilos. Y decidir celebrarlo con los amigos. Y fui a buscarlos donde siempre. 74 Manuel Morales

Sabido es que en La Chilena, los borrachos Arrojan sus problemas a empellones, las sillas vuelan Y nadie sabe quién pegó a quién. O mejor dicho, Los entripados y los pleitos de barrio comienzan en la calle; hasta que, Finalmente, uno se arma de coraje y decide concluirlos en La Chilena.

(Por supuesto que hay libertad de cátedra y carajos).

Cuando llegué después de seis meses de exilio voluntario, de pugnas Y claudicaciones interiores, todos estaban con el suelo en los ojos Jack Quintanilla sumido en la muerte. Había Dejado la vida tirada sobre los asfaltos, para siempre Y ahora que estoy en Chincha con Jorge Vega, con Enano y Peluca, yo Le ofrezco dos palmadas de tierra de mi corazón. Jack Quintanilla.

Descansa en paz.

Juan Ramírez Ruiz (Chiclayo, 1944 - 2007)

• Un par de vueltas por la realidad. Lima: Movimiento Hora Zero, 1971. • Vida perpetua. Lima: Ames, 1978. • Las armas molidas. Lima: Arteidea Editores, 1996.

75 76 Juan Ramírez Ruiz

I

Sin vanidad ni modestia no delante ni detrás de nada y nadie; sabiendo que no hubo ni habrá otro como cada uno de ellos, un día y un poeta cruzan juntos la semilla del Perú.

La oscuridad hendida indica Kay: excursión excepcional y el rumbo que conducen señala … cada cual sabe dónde va… … ” ” ” qué trae…

El día avanza firmando los rincones y trajeando —veloz— las superficies.

El poeta firma incendios perfectos y criaturas interrumpidas completa.

Sosegados por el amor bravío van de cosa en cosa y ninguno olvida qué falta y qué no falta fuera y muy dentro de la semilla del Perú.

El poeta limpia los materiales que el día trabaja y el día con ellos deja la melodía que nunca en ninguna semilla falta. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 77

El poeta reúne las partes más lejanas y las une con las maneras de curar: en la luz colocada en, sobre la noche, cuando llega el sonoro resplandor arrulla las casas, pone con ellas el día que falta y después se va en con la sangre del número y después regresa en por la carne de palabras…

¡El tu mi Perú próximo Hanan, escucha a la luz que tiene sus vergüenzas, al ojo pleno de virtud no conocida y a la paz que funda lo sagrado!

Un Día y un Poeta

de Las armas molidas 78 Juan Ramírez Ruiz

El júbilo

Atención, éste es el júbilo, éste es el júbilo huyendo del silencio, viene, viene, se queda, limpia, éste es el júbilo, el silencio le huye. Elfina tú decías no, pero está conmigo tómalo en mis ojos, en mis manos. Elfina deja la tarde en la calle, avisa y que vengan, que se alejen de las ofensas, que descuiden la acechanza, el improperio, la alevosía, aviso, dilo y abandona las oficinas, corre, ven con todos, corre, separa tus dedos de las máquinas sumadoras, cierra cierra, los libros, los llaveros, los insultos, éste es el júbilo, éste es el júbilo, reconócelo Elfina, éste es el júbilo. Este que se aleja de la redondez del cuatro, de la punta involuntaria del cinco o del alambre que sigue al viento. Este es el júbilo, éste es el júbilo, éste viento cargado con sonidos de vidrios verdes, éste es el júbilo y conmigo está mirando la tarde. Entro en los pechos, en las frescas canciones, entro, éste es el júbilo, esa música, esa abundancia, ese relumbre que dejó caer sin recogerlo, éste es el júbilo, reconócelo Elfina, éste es el júbilo. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 79

El único amor posible entre una estudiante en la academia de decoración y artesanía y un poeta latinoamericano

A C. a su semblante y a su recuerdo en cualquier lugar en donde esté

En mi cabeza se bambolea tu cara, tus cabellos, tu cuerpo, todo tu cuerpo de 20 años y nuestro amor, nuestro amor el único posible. Y nuestro amor sucedió porque yo caminaba y tú comprabas cosméticos y perfumes junto a mujeres grávidas y vírgenes dudosas y utilizamos todo ese día para un largo dime y te digo confidencias —como por ejemplo—

Yo maldigo el día domingo— — Murió en el mar mi novio por 5 años Yo tengo un cuarto en San Diego — Menstrúo los fines de mes. Yo tuve una vez gonorrea —Tengo presentimientos, amo niños. Yo tengo conversaciones sólo para ti — Éramos cuatro hermanos, una se casó, el (menor murió. Yo desesperaba y he amado tan mal, —He roto fotos, direcciones, quiero tan (bruscamente (olvidar lo que pasó el 4 de Mayo de 1963 Yo un día. —He llorado por cosas sin importancia y (también por cosas importantes

Y luego martes, miércoles, jueves de una docena de proyectos a otra docena de proyectos, de una semana a otra con chocolate por las noches, con playa los feriados, con cigarros y café en el Caribe, con películas de Claude Lelouch o de Antonioni en el Metro, en el Maximil en Marzo en Abril. Y de pronto tu quiero ir a una ciudad, caminar, entrar tú a una librería y tu comprar un libro de Onetti. O mejor no. Quiero tu dejarlo todo, ir tú al mar frecuentar la avenida Arequipa, escribir tú cartas a tu padre, a tu madre que permanece en la región central del Perú, escribir tú más cartas a tu amiga Amalia la medio puta, la pampera que se fue al Canadá junto al río Ontario y te extraña. 80 Juan Ramírez Ruiz

Y yo basta o hasta cuándo con la misma vaina con la misma vaina. Y tú quiero, voy, vengo, he perdido el tiempo o déjate de tantas cosas o ¿la Belleza? ¡la practicidad, eso, los años vuelan! Y yo, deja esa sonaja o basta o camina o no te mojes en agua pasada. Pero llantos vidrios quebrados, puertas cerradas violentamente o tú dejada sola de pie en una calle. O yo en una butaca de cine. O yo y tú en silencio a través de neblina y barrios durante días para que todo julio afuera una breve algarabía y agosto una hecatombe que duró hasta setiembre cuando me brotó un flujo de luz y las calles giraban, el piso era deslizante difícil la conversación, imposible la calma, absolutamente necesario el relax. Y siempre adherido a tacos, a brillos tuyos, a carteras de charol, a cabellos largos, a tu cuerpo de 20 años adherido y pongo 748 kilómetros y tú escribes cartas, yo mando postal. Tú una carta, yo otra carta, tú más cartas Vuelvo y aquí está noviembre lleno de fiestas, visitas al parque Garcilaso la primera vez de noche, de noche —la noche de cual día— de noche contra un árbol sin precauciones, nuestros y luego en los parques de la Aurora, en un cuartucho, en las arenas de Agua Dulce en los toldos donde hombre y mujer solos, otras redes tejen detrás de las paredes de tela. Y lo sabían todos, todos lo sabían y allí mezclaron kilos de mierda en las palabras de su conversación y a ti te cayó la pestilencia. Y yo requinté, solté trampas. Pero todo se perdió en las diversas formas del murmullo. Y entonces había que variar cambiar de vida por ti y por mí, pero TU la televisión TU Natalie Wood TU Caterine Deneuve TU la Colmena de noche, el Mercado Mayorista, los camales. YO el Cuarto Tribunal, TU una familia de barrio pobre. YO una universidad de Lima. YO calle de Piura. TU tradicional partido político de derecha, la Radio Onda Popular de Perú YO edificio de 40 departamentos y 500 familias. YO estadio de 80 mil aficionados al box. YO clínica siquiátrica. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 81

TU libro de poemas surrealistas. Bienal de Brasil o de Venecia, Rayuela de Cortázar. YO miércoles de verano, jueves sábado de invierno. TU invasión armada. TU congreso de americanistas, una conversación en el Pentágono, YO fábrica de municiones, la lluvia en Santiago, la Plaza de la Revolución en Cuba el 26 de Julio. TU mi poema el Júbilo y también este poema. TU la exposición del 70 en Osaka. TU la vida de tu hermana. TU la cuarta explosión en el Pacífico, el cohete cantor de China. TU Machupicchu la violencia, el final del siglo, el Oráculo de Osiris, las revueltas en América. TU la vejez de la belleza TU las postrimerías de una época TU y eso también un enorme vacío, un hueco móvil y succionante ¡el espanto! ¡la demencia! Y aquí conmigo Y aquí conmigo tú me falta un brillo, tu quiero dejarlo todo, tu quiero encerrarme en la cabina de una discoteca, escuchar tú y tú varios discos después comprar el último larga duración de Juan Manuel Serrat. O mejor no Coger tres vestidos, dos pares de zapatos tu y dejar el trabajo, la academia y largarte y dejarlo todo, mi colchón, mi mesa, mis piernas, mis manos mis testículos y dejarlo todo, todo! ¡Pero tú pisas, bebes agua estancada! ¡Crías víboras y sapos! Tú amamantas perros! ¡Tú miedos, tú sobresaltos! Pero ¡NO TU! ¡TU NO! Tú no respondes por la mierda de bestia que perfora tus sentidos. Tú no respondes por la mierda de bestia que trepa la inteligencia, los días, la voluntad, los días y los días ciegos horribles demenciales y miedos, miedos! y vidas humanas en toneles, en botellas de vinagre vidas vidas humanas en acuarios. Y tu no respondes mi mariposa, mi nerviosa tu no respondes y yo me pongo en mis manos, en mis brazos yo me pongo en mis piernas me pongo en mis riñones para que todo o algo sea duradero y golpeo una puerta que tarda en abrirse, golpeo muchas puertas que tardan en abrirse y una telaraña te envuelve, envuelve, envuelve todo. Y tú no respondes ¡TU NO! ¡NO TU! Y sin embargo hubo que colocar entre tú y yo 748 kilómetros, y rápidamente luego colocar semanas, habitaciones y después de manera incontenible 82 Juan Ramírez Ruiz

miles de libros de decoración y artesanía, proyectos de lo que será el hombre en el año 2000 entre tú y yo, revistas llenas de fotos de Apolo XI, el movimiento Hora Zero, los discursos de Velasco, el Diario del CHE, y ciudades enteras; Trujillo, Huacho, Chimbote, Lima, todo el agua del río Santa, del río Moche, del río Virú entre tú y yo; y vidas de 30, de 40, de 50, de 60 años entre tú y yo y mundos llenos de sonidos, ideas, pensamientos y costos. Sobre todo costos y pensamientos.

de Un par de vueltas por la realidad Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 83

Primera parte / XXV

i

LOS COM- 54 Aguas que estoy bebiendo— déjenme pues pasar… BATES IN- sé quién eres— me ha dicho el siku— NUMERABLES sé quien eres... y ya partí una roca dura para conocer mi propio corazón... aguas que estoy bebiendo— déjenme pues seguir:

Si no recuerdo cada una de las guerras es porque son innumerables... — y ese mar rompe mis caminos... pero aún reteniendo los susurros no olvidaré los alaridos...

55 Aguas que estoy bebiendo— déjenme pues pasar... si no recuerdo cada uno de los combates es porque ni aun el arenal puede contarlos: sé en qué batalla cayó usted Francisco Chichina pero no sé en qué combate transeúnte cayeron los delicados alzados aquel año...

56 Aguas que estoy bebiendo— déjenme pues pasar… si no recuerdo cada una de las batallas es porque ni aun las briznas pueden todavía contarlas.

ii

PRONUN- 57 Cada gota de agua musita un nombre ungido CIACIÓN y todo grano de arena esculpe un nombre inquebrantable. La huella del acto puro— y cada flor que pinta el airecillo repican otros nombres: son tantos— emanan también de las frutas y los panes— son tantos— los recién nacidos incluso los pronuncian. 84 Juan Ramírez Ruiz

iii

ACTUALES 58 Tierra Cordial que acoges la tumba de los venerables Y FUTUROS compañeros del Sr. Aza Inolvidable— Tierra Cordial— ¿sólo el mar sigue tumba de M. G. Inolvidable? ¿sólo con las huellas de A. B. Inolvidable y de A. A. C. InolvidableA se agita el polvo del Sur?... Aguas que estoy bebiendo déjenme pues seguirB

59 Nombrada la respiración cuando va serena— actuales y futuros— lo llamado Aquí va en ellos como tatuaje— o fragancia de fruta eterna.

60 A— por— con ellos sale el disparo a todos los blancos y el aliento envía muy lejos a los ojos que buscan su mirada por en el infatigable suelo...

61 ¡Separado el tiempo por vivir— allí están poblándolo: su patria es la respiración— su nación los latidos— y así cada resplandor reparte sus retratos!

62 Suenan cuando el cuerpo directo toca al mar… y con el pie que acaricia al polvo se les toca. Crecen como el cabello y las uñas— y sólo así dan la vuelta por calles y galaxias.

63 Se han ido lejos— más cerca aún que debajo de la piel.

iv

LAS AGUAS 64 Todavía se percibe cierta huella en cierto espacio recorrido IRREPETIBLES sin la hora empapelada y sin los huesos ya recibidos.— de ella viene el viento cuando acude sin llamadas de aquí su perfume está— es herido todavía por la luz:

65 Entre los jilgueros que remontan los cristales más altos a su rumbo entretejiendo rutas que se reparten como etiquetas y ese rumbo tocamos cuando la mano viaja cabelleras— Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 85

aguas y milagros instantáneos como enseñanzas vegetales.

67 ¡Aguas Irrepetibles en los Suelos Embalsamados— quién quita Esos puertos— nunca por la respiración abandonados— quién!...

68 Ni los horarios ni los barcos borran al mar— la orilla no deja a la laguna y los médanos no entran sin estruendo a los jardines:

69 ¡En qué parque no vibra una opulenta joyería conducida (como niña) por las manos ultralimpias!

70 ¡Dónde el agua no tiene los fulgores del incendio!

71 ¡Qué mineral no imantan— qué vegetal no sueltan por— para labrar con cada piedra un tambor ajado!

72 ¡Qué daño hará la espina al mármol— qué mente entera no echa su torrente fuera de las venas!

73 ¡Qué susurro— qué susurro no embarca al silencio hacia las sinfonías aún no repartidas!

74 ¡Quién no derrama sus las maletas en el mar si con una brizna abre todos los candados.— quién burila mejor al fuego— sino quien da viandas de leña seca— catastros de panteones— brillos embalsamados y hogueras vendadas— quién!

75 ¡Dónde (en esta tierra) no se escribe el apelativo y el nombre completo del futuro.— dónde!

¡Aguas que estoy bebiendo— déjenme pues seguir! 86 Juan Ramírez Ruiz

______A. y no de L.P. M.P. o Basilio Auki Inolvidable— más cerca aún que debajo de la piel ------B. Los vientos corren como perros asustados pisando las huellas de montoneros y rabonas— y yo que sé a donde van— informaron los soñadores indios— los mestizos cariñosos y los Juan Bustamante— los Tomás Laynes— los Briceño— informaron: Mejor nos quedamos aquí con los Narciso Aréstegui— los Berkelio y en con el día que comienza temprano y con los Layo Arapa Wala— los Kamjata los Congo— los Locumí— pues también en con ellos se estremece el polvo eterno...

¡Aguas que estoy bebiendo— déjenme pues seguir!

Aguas que estoy bebiendo Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 87

Primera parte / XXVIII

A ti te conozco terror, te conozco: tú preguntabas por mí, hurgando en mis ojos con una luna chueca; y yo a ti te encontré mirando suelo y cielo, solo, buscando mi error con las dos manos.

Tú querías matarme con astros bizcos, tú columpiabas mi mente expelida por un golpe: a ti te conozco terror, te conozco.

Pero si oscuro va el bosque, lo que ocultas (¡aquí está!) va más oscuro todavía: ¡remolino de hechos que vomita un incendio antropomórfico, mi cuerpo como látigo se agitaba contra mí con el peso del ojo en la mirada!

Te conozco, a ti te conozco terror; tú ya no puedes mi mente columpiar.

Encuentro con el terror 88 Juan Ramírez Ruiz

Tercera parte / VI

i

MANI- 198 Perro jalado por los ojos—perro embutido FIESTO en un florero— (a) perro que rasca el aire mordido por el humo... ¡el martillo ya encontró también los clavos invisibles!

199 Por ojoreja rebosante de realidad perfumada— por amor bravío extendido corno el aire— me puse de pie en mi propio cráneo y dije con legiones de perros ahorcados:

¡Están llevando a los mansos al suplicio!

—Un torrente de pampa seca... ¡UN GOLPE! y todo se cubre de verdor:

200 ……………………………………………………. ……………………………………………………. …………………………………………………….

ii

MANI- 201 ¡Los negros cerros sellados con brasas FIESTO son páginas del libro natural— (b) cuando en ellas brilla mi su escritura regresa la oscuridad a su madriguera y baja el torrente de los brazos a repartir puertas en los parques y parques en las pampas— sin ninguna condición! Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 89

iii

TESTIGOS 202 ¡Por esta luz que me alumbra! ¡Por este sol! ¡ruego por favor me crean!: En la cumbre donde gime el paisaje yo vi a Manuel Riego— jefe de Coop. Chota— embutir un waype en muchas bocas que ya después no respiraron...

203 ¡Aquí en este suelo están los testigos... todos muertos... menos uno: yo que no puedo callar...!

iv

CONFRON- 204 Por todo lo que convierte un cráneo en pedestal— TACIÓN ¡ruego otra vez por favor me crean!: Las mujeres arrojaban sus bebes a la cara de los ogros. se arrojaban ellas mismas a los pies de los ogros. Las mujeres ” ” para que no mataran a los padres de sus bebes. ” ” arrojaban a sus bebes. ” ” ” a sus bebes a los pies de los ogros. ” ” se arrojaban ellas mismas a la cara de los ogros. ” ” ” ” para que no mataran a los padres de sus bebes.

205 Y los ogros mataron a las mujeres a los padres y a los bebes.

v

DESAPA- 206 ¡Por este límpido cielo azul! ¡Por este suelo bendito! RECIDO ¡Esto también es cierto!...: Así como visto casi siempre: pantalón azul camisa blanca— zapatos negros— iba Cóndor Quispe por el Jr. Cañete s/n y cuatro soldados de civil lo detuvieron. 90 Juan Ramírez Ruiz

Fui al cuartel Los Cabitos: ¡silencio! Fui a la Fiscalía: ¡silencio! Fui al Palacio de Justicia: ¡silencio! ¡Ha desaparecido! ¡Javier Cóndor Quispe ha desaparecido!

207 ¡Aló dígame por favor dónde está qué ha pasado ayer estuvo aquí tomé una foto tomé esta foto ¡aló! aló! qué pasa qué está sucediendo qué ocurre A por qué no contestan qué ocurre por qué no contestan qué pasa ¡aló! ¡aló!

vi

VIENTO 208 En Ayacucho— Y LUZ en vuestra tumba muchacha eterna— hay dos velas alumbrando. El viento viene y las apaga— pero suaves manos una y otra vez las vuelven a encender...

vii

DECLA- 209 Sr. Morales— Sr. Morales RACIÓN veo cuerpos que— ay— pronto o rápido guardarán una bala— un hachazo o un bulto de agua turbia...

210 A cada rato veo cuerpos vivos por última vez B y yo me cubro— ay— con lo que amo... y doy al golondrino lo que olí y vi en las manzanas de este año...: ¡la quemazón que se traga las chozas de Soccos y el dolor que dibuja el hueco de mi tamaño!

viii

IRA 211 Sr. Morales Sr. Morales— brotan chispas de mi serenidad ¡ya no puedo esconder la ira en mi cuerpo! Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 91

ix

IGNACIO 212 Mi hijo Ignacio Quispe ha nacido en la cárcel de Andahuaylas— allí ha nacido— ¡y desde ahora su rostro firmará los regalos a con cada cuchillo nuevo!

213 ¡Su rostro firmará la respiración! ¡Firmará el suelo todo el suelo y las alas derribadas en el fondo del pie! ¡Y porque así ha nacido— y por haber nacido también su rostro firmará el camino— todo el camino y las puertas atoradas con ventanas!

______

A. ¡Cuenta cuenta Jaime Ayala— qué está pasando en Huanta qué está pasando en Huanta!

……………………………………..

B. A cada rato veo cuerpos vivos por primera vez...

El almanaque perdido 92 Juan Ramírez Ruiz

Tercera parte / XXXI

Pregúntale a los muchachos, pregúntale: ellos saben que los días no perdonan, ellos conocen que en cualquier hora cae una jaula dentro del cuerpo que después incluso la respiración propaga…

Pregúntale a los muchachos, pregúntale: ellos saben que no se puede salir de la tierra y que eso no es castigo sino el perfume de un milagro inacabable Ellos (como debe ser) son fuertes porque la naturaleza los jala al amor puro, al amor puro posado sobre el suelo como una piedra blanca o un pájaro cordial recién llegado.

Pregúntale a los muchachos a dónde llegarán, quiénes están viajando y qué encontrarán los que están buscando. Pregúntale qué color tiene la explosión, qué sabor el trago de incendios. Y dónde están ahora los 36 kilómetros de vía férrea que la dinamita, de la Cordillera Negra, separó.

Pregúntale no qué agua rasguña la sed colosal, sino qué álgebras no mostrarán al firmamento los nuevos valles que vienen apurados. Pregúntales lo que harán los niños con las lunas arrugadas y con los luceros recogidos por el pensamiento detrás y lejos de la carne de los sueños…

Pregúntale a los muchachos Pregúntale a los muchachos…

Los muchachos

de Las armas molidas Cesáreo Martínez (Cotahuasi, 1945 - Lima, 2002)

• Cinco razones puras para comprometerse (con la huelga). Lima: Qui­­pu, 1978. • Donde mancó el árbol de la espada y arcoíris (Bando para que la dirigencia se alinee con las masas). Lima: Campo de Concentración, 1980. • Celebración de Sara Botticelli. Lima: Haraui, 1983. • El sordo cantar de Lima. Lima: Ediciones de los Lunes, 1993.

93 94 Cesáreo Martínez

Proema

Yo quería pintar un poema muy audaz Una visión fugaz o cualquier otro animal imprevisible Quería trabajar precisamente en un poema fundamental Algo que al ser rozado produzca muchos arcoíris o la muchacha del cuello que filosofa y camina Es decir un poema que se exalte y tenga hijos Quise ver al monstruo en su estado puro y atacarlo entre las frases del jardín Un poema de factura insospechada que jamás se deprima Más bien un animal sagrado cruzando Colmena Izquierda Un árbol muy común pero que en el bosque no se pierda Yo quise pintar un torrente de ojos fantásticos Que se ame a sí mismo y se detenga en cada esquina Inclusive quise que apareciera en la televisión No es exageración pero yo quise pintar un poema y no otro Un poema que se agite, suba las gradas de su casa, penetre en su cuarto, abra las ventanas y exponga su largo cuello al rocío Pues yo quise pintar precisamente el poema que ves en la ventana El poema que jamás se deprime, tira las ventanas al viento, baja las gradas de su casa y viene volando a abrazarme.

de Celebración de Sara Botticelli Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 95

El sordo cantar de Lima

I

Está abriéndose la noche. Está abriéndose el tiempo. La gran puerta de Lima se está abriendo. hay un estruendo como de cielos que crujen, como de hombres que crujen. Oigan animalitos y hombres desterrados, la puerta de Lima está abriéndose. Veamos. Un solo grito más, una sola señal humana sufriente, y habrá pasado el primer hombre. Con su temeroso cargamento de amuletos y arco iris, ellos, los desterrados, estamos sacudiendo la puerta de Lima.

Ahora ya está abierta para todos. Mostrando sus entrañas de locura y agua muerta, la ciudad de Lima esta aquí. Inclusive para los raudos pájaros de cantar nocturno, abierta para los rayos del sol.

Oscurecidos por la indiferencia, encallecidos por el sol, penetremos ahora.

La tierra está humeando. Y en tu rostro aún gimen las briznas de la noche. He dejado a descansar mi caballo brioso y he plantado mi cabeza en el arenal. Mis brazos en el arenal. Y estos ojos transidos de vigilia en el seco arenal. He desparramado mi cabeza entre las arenas. Aquí es donde alcanzará alguna belleza. O tal vez, con sus horrendos zumbidos, estos locos vientos la despeñen en el desatino, irremediablemente en el desatino. 96 Cesáreo Martínez

Las arenas retienen la calentura para la noche. Pero la noche, lo sé, tardará mucho. He de hacerme un espacio para entonces, un espacio de verdura y aguas vivas, pero que no exceda el tamaño de mi familia. Vuelve mi cabeza. Se sacude se extiende se extraña y se olvida. Tensada por el aire, tristemente atenazada por las abluciones de estos vientos, se olvida.

Ahora el sol asciende con malicia. El mismo sol que abunda y merodea tanto tiempo en los cielos, tanto tiempo abundando sobre nosotros, sin embargo lejos de nosotros. He plantado mi choza en los alrededores, donde disputan un espacio a las ratas. Pero las ratas, con sus ojos azorados, invierten el tiempo de los hombres. Y el tiempo de los dioses parece que ha concluido.

II

No es el día ni es la noche. Sólo amanece o anochece; no lo sé. Una sombra quebradiza se arrastra oscureciendo el aire y la visión de las cosas. No hay rastros de dioses ni la pezuña gris de las bestias oliendo el arco iris. Sólo amanece o anochece. No lo sé ni podré ya saberlo. Seca y sorda es esta tierra. Seca y sorda para mis sentidos (que ya no sienten); para mis ojos que sabían tantear en la oscuridad.

Atrás, muy lejos, aúllan los abismos cirniendo la arena azul del tiempo. Sé que esos aullidos tienen una voz para mí. Una señal sutil que salvaría mi cuerpo. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 97

Pero ya no entiendo su parloteo; ya no percibo su mensaje. No puedo volver la cabeza. Algo atroz como los reflejos del sol en la nieve me lo impide. No puedo enderezar mis ideas. Sólo tiemblo y habito en silencio.

No sé si amanece o anochece. Es incierta esta hora y el miedo amenaza desde cualquier lugar. Presintiendo que entraba en otros abismos, abrí los ojos para no extraviarme, Ni de día ni de noche. Sólo la tenaz niebla arrastrando este mundo. Sólo este chirriar de la niebla atormentando mis ojos. Abro el corazón, entonces, para ver mejor. Mas el corazón está flojo, pesado pedernal de niebla.

La gran puerta de Lima es la niebla. Sus patios y despensas son de niebla. Nacen en la niebla. Comen y se ayuntan en la niebla. Si sueñan, sus sueños son de neblina. En Lima sólo amanece o sólo anochece. No es el día, que es perfecto y hecho de urgencias. Ni es la noche, que es cerrada tutaytuta.

Penetré en la niebla a tajo abierto. Abrí la niebla para que mis pies conocieran las arenas. Y las arenas al principio calentaron mi corazón. Entonces toqué las puertas de niebla. Toqué las grandes y las chiquitas. Toqué las puertas diminutas. Aquéllas que son alumbradas por la esperanza y la sombra de quien llega. Pero jamás llegué. Descansé mucho para llegar tarde sobre las arenas de la niebla. La niebla es buena en Lima. Pero no es la noche.

98 Cesáreo Martínez

No hay noche ni día en Lima. Entre la niebla es difícil saber quién te habla, quién te ama, quién te escupe. Puede estar abierta la ciudad. Puede estar despierta o dormida. O pudieron haberla trastornado. Pero la niebla te arrastra haciéndote extraño a ti mismo. Urgido de sol trago niebla. No me equivoco. Transito bajo la niebla ceremoniosamente. Ahora ya no podré volver la cabeza. Siento arder mis ojos y temo la enorme sombra de los cerros que aún crece en mi memoria.

III

Visto el sol Sólo el sol. El único Es decir el cínico El que se zafó de mí y vino a sentarse a esta mesa Veámoslo arder: Sólo bajo este sol sentencioso hablará la sabiduría. Y cantará para todos Y todos los animales brillarán Sacudiendo sus cuerpos deformes bailarán Clavando sus garras en la tierra danzarán Ya verán. El sol besará a todos Y todos lo besarán Diminutos para el sol Oscuros para el sol arden los hombres Solo el sol de quinientos mil años El sol sólo de quinientas mil barbas Sólo el sol siempre solícito

El que se zafó de mí y se fue saltando a danzar con ustedes El verde sol oscuro El que desata el arco iris Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 99

Este que nos abandona sin inmutarse El que se quita y nos deja llorando El purísimo sol arcaico Este novísimo sol incaico El que se zafó de ti y vino llorando a encender mis sueños Este rico sol de los pobres Este más rico sol de los más pobres Sólo el sol siempre solícito No este que está arriba Sino el que está más arriba El que está en el cielo de Lima El único. Sólo el sol El sol de Lima.

IV

¿Dónde están ahora los dioses? Bajo esta sorda tierra no se mueven. Tal vez estén ocultos, dominando con sus alas otros mundos, otros resplandores. Tal vez. Tal vez. Dónde están ahora que profano sus nombres, convocándolos a esta danza, incitándolos a que bailen y se pronuncien. Porque si no danzan, consideraremos que han perecido.

Hace tiempo que no se escucha el dulce canto de la torcaza y sé que esta mañana nuevamente será de urgencias. Y sé que hacia el mediodía arderá la bruma. Ni dioses, ni bestias. Sólo estos hombres, carcomidos por el uso de las auras, sintetizados por la luz, discurriendo bajo la niebla, Tan atentos a las cosas, entresacados de las cosas, sin la capacidad de nombrarse a sí mismos, sin la potencia ya de un grito.

100 Cesáreo Martínez

¿Hacia dónde encaminas ahora tus pasos, presuroso corredor de los ceros, antaño tronador de las eras? Con la mirada incierta mides el declive de los edificios donde tú mismo, a la hora de la existencia, habrías cambiado de plumaje. Escuchas el trotar de la muchedumbre (¿hacia dónde van?) y aguaitas el interior de las casas; intuyes que todo bien. Todos están vivos pero nadie te ha visto; ninguna sombra se ha topado con tu sombra. Habitas. Solamente habitas.

Sin embargo presumes que existes. Ellos escrutaron tu rostro mas tu cuerpo se mantiene intacto. Tu cerebro camina pero esta mañana ha gemido tanto; salvado de las charcas, tu cerebro ha explotado muchas veces. Pero tu cerebro trabaja y tus brazos descansan esperando el abrazo de tus bestias. Animalito citadino, reconoce tus alimentos.

Ya es mediodía. Ha caído la bruma y la hambruna. Sobre los techos de las casas repta la bruma. Sobre los pechos de los hombres crepita la hambruna. Ni dioses, ni bestias. Melanio Ataucuri Sono, sobre tus ojos violentos ha caído la bruma.

V

Algo de paz, Señor Hay un estruendo como de hombres que crujen Sobre las alas de la luciérnaga se viene la noche Y pronto nos habrá engullido a todos por igual Un hombre vestido de hombre contempla el horizonte desde el puente de Chosica Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 101

Y allá en el cielo no hay menos rojo que azul; aunque el ocre ya se insinúa Este hombre ha perecido tanto durante el día En el día ha mutado tanto que ya no tiene memoria Sólo la baranda del puente, Señor, resiste su temblor Rencorosas bajan las aguas del río ya sin sol Y las sombras, vengativas, ascienden por el valle Es la hora de los deslindes entre el cielo y la tierra La hora en que la simple luciérnaga lo dice todo El hombre ha Vuelto la cabeza del lado de los vientos Es que necesita aire para seguir pereciendo Ahora el cielo ha completado su telar ocre Animal insurrecto, el río, ha levantado la voz Sobre los ruidos humanos, Señor, el río ha levantado su voz Pero el hombre está allí, perplejo y maravillado La escena del horizonte lo tiene embrujado Aunque, al parecer, es el crepúsculo quien gime Como una fiera descubierta en su acto sagrado, gime Que esta visión sea, por hoy, su recompensa.

de El sordo cantar de Lima

Armando Rojas (Huancabamba, 1945 - París, 1986)

• Bosques. Lima: Arte/Reda, 1973. • S & Q. París: L’Oiseau-Felin, invierno 1978-1979. • Après la brève lumière du jour / Tras la breve luz del día. París: Belacque Press, 1979. • Le soleil dans le miroir / El Sol en el espejo. París: Ceteclam Editeur, 1983. • Arte de granujas. Lima: Antares, 1987. • “Gaviotas en el lienzo”. Lienzo 12. Lima: Universidad de Lima, diciembre de 1991.

103 104 Armando Rojas

Como queriendo hallar un cielo quieto

Escribiré una y otra vez y alguna vez este poema hasta que en la colina no haya árboles Ni césped ni testigos Tampoco haya sol y la casa en verano esté iluminada por las pobres palabras Escribiré mil veces sobre el musgo Como queriendo hallar un suelo quieto El único lugar que escapa al pico del verdugo

En este yermo vivir tal vez es bueno y nunca faltan cuerpos, ángeles extraviados Pero fatiga, el tiempo y muchas son las palabras falsas o sangrantes A veces hay espejo, lámpara, botella, que se quiebran se quiebran se quiebran Su diálogo de amor son alaridos intermitentes en tu sueño, en mis gastadas páginas: Escríbelo Y es imposible entonces corregir Con tinta falsamente clara retrazar el huidizo corazón que nos falla.

de “Gaviotas en el lienzo” Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 105

Qué sostiene tu cuerpo en el vacío qué sostiene tu cuerpo en el vacío pájaro gris pájaro tus ojos qué levantan de la cola del viento y en el cielo manchado de hollín qué mundos aleatorios avellonan tus alas y rompen sus sonidos sobre yertos cabellos si resplandeces y en equilibrio alzas montes cuerpos ciudades y nada te es ajeno y en tus alas van y vienen planetas girando y arremolinándose en el aire sopla y desciende. 106 Armando Rojas

Tira si puedes los peces en el río

a janín tira si puedes los peces en el río y fluyan sus formas oscuras en el fondo y asome tu cabeza bajo el ave que extingue las colinas de marzo sétima viña alturas murmurando sin término cuando la noche cae y sus brotes encienden collados esbeltos astros encima en el viento que es viejo loco subiendo y bajando mientras el cielo vibra y lanza sus dioses a la pradera oscura y no vamos sino hurgando crías de luz en la corriente yendo y viniendo en las almenas extraviados en la altura que palidece y emprende vuelo en las hojas que aprisionan la música del aire a medianoche

de Bosques Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 107

Sobre agua

Estoy llorando En lo rojo de la tierra Torrentes de metal y qué podrían Ser sino gotas de derretido acero Lo que crían mis ojos Lo que abnegadamente mi ser ha cobijado Estoy llorando con las manos abiertas Con las alas abiertas Con el pecho de par en par abierto Lloro a gritos Y es como si nadie me escuchase Como si clamara bajo reinos de cobre Hay realmente alguien más en la tierra En la encrucijada de esta habitación Completamente ardiendo Arrojando aves y diamantes La vida toda que se agolpa en los ojos Y de pronto se desploma Silenciosamente Puertas y nubes en el polvo Lloro Solo Sin rabia Sin atuendos Quebrado de pena De tristeza En mi piel de jacinto lloro Fuera de mi cuerpo lloro Y no hay mundo ni pasado Sombras únicamente montes de negrura Y una que otra camisa despedazándose en el agua 108 Armando Rojas

Lírica

Qué pensarías Si te dejan al fondo de un planeta Sin aviso alguno Un planeta desprovisto de hermosura Es decir de silvas y unicornios Susurrando a tus pies En un instante tomas las riendas Y cruzas el blanco solo Qué creerías Bajo el secreto de los cielos Si se unen y ya no te obedecen Y los días pierden su dulzura Borrándote al paso de la vida Una noche ser alcanzado por un rayo Por un odio deslumbrante Que refriega su espuela Tronchando todo hueso Qué dirías Boca abajo Cuando te abandonan los deseos El amor y hasta los recuerdos Prestos a volar para siempre Y habitan adelante tus ojos El terciopelo del cerebro Mundos solitarios Seres de mica desconchados espacios Qué harías Si no te resta nada Más que la verde espalda El día a medio abrir Y un sueño deshojándose

de S & Q Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 109

Bailarina con cabeza de pájaros

Imita al cervatillo Imítalo y suelta el angustioso peso de un sol imposible y colibríes Pasión y gula el felino concede hasta la noche lame su pelaje estrella sin fin mieles sin ruido pero imita ese mundo en llamas

Dueña del fresco está posada hónrala con el pie con tu simple sandalia No teníamos un coro no teníamos y los castrados huyeron con el mar Cuchicheos aletazos ¿Te recuerdan el cuento de los antiguos dioses del Perú? No supimos qué hacer con ellos Femenino fue el pájaro el jorobado sopló su caramillo soles y bestias ayuntando (En las cerdas flotaba ese ritmo de una aurora oh oh tan pegajosa No olvides la risa de los héroes sacándote al umbral sobrevolando reducidas cabezas)

Esplende ensueño de la vida el anca húmeda en mis manos de fuego La estrella en el mamut Flechas ecos plumas Contra la piel hachazos lentos Esplende ensueño de la vida Ea ea donde huyen los pájaros Donde huyen las gacelas 110 Armando Rojas

El sol en el espejo

Una tarde. Un fresno se inclina inexorable; la fronda que se instala. A contrafuego, abajo, el muslo; atada la muñeca desatada en lo fugaz del óleo. Va a llover; cielos furiosos, verdes. Una tarde no como otras. Ni tú ni yo mas los murientes reinos en los ojos y un frío en las entrañas. Una tarde poblada de lanzas, de tambores y de más cerca el desgarrado giro de los ópalos.

Tinieblas. Soledad. Se adormece el acerbo. De más en más ceden los mármoles. Tu rodilla sitia el corazón del suelo. Un llorar en la piedra; más adentro, en el túmulo. Brasas. La carne duele. La pavesa ligera traspone la muralla.

Se escuchan trinos. Argucia de lo oscuro. Nunca es mañana mas la memoria del sol en el espejo. No amanece y abres la ventana. Nunca sorprendes las vírgenes leonadas. Hoy siempre hoy bajo amargos ojuelos. Aunque fustiga el viento muy temprano dominas ángeles y bestias.

de Le soleil dans le miroir /El Sol en el espejo Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 111

Arte de granujas

De nuict et jour fault estre advantureux Clement Marot

Reino de espadas Reino de tréboles Reino de corazones Tornasolea el día como una baraja dispuesta por el Siervo de la luna No es un decir cuánta belleza en el tiempo desvelado se congela ¡Reinen los tréboles! ¡Reine el corazón! ¡Reinen las espadas! en el puente canta la turba su cancioncilla ¿Alguien ha de morir?

Por la tierra de siempre, por las soledades va Nuestra Señora de los Tréboles Toquen fulleros, enamorados toquen el sueño duro de las mandolinas Como un manto de aceite, su silencio como el húmedo fuego, sus amores Buena es la música y ha emprendido vuelo eterno vuelo la máquina de rubíes ¿Alguien ha de morir?

No me solazo en vano el beso de la Reyna me protege Poseo el mundo sobre el terciopelo Fatal y utópica mañana mi As de Corazones deslumbra lo escondido: un desmentir de nieve, un sol liviano y una sombra irreal que nunca llega Vuelta sin tino, vuelta sin ti ¡no! ¡Vueltas! Mi ácida hiel se va con tus hijuelas yendo ¿Alguien ha de morir?

Salen las hadas las invisibles hadas ¡Espadas! Muy débil yace el reino bajo el secreto de una daga Mi gorrioncillo, los nardos fustigando 112 Armando Rojas

¿Me fallarás rey perdedor? Apenas tiembla mi estrella en el olvido Cantando están Tu dama obscura fuga de su palacio claro y corceles de angustia pueblan el mediodía ¿Alguien ha de morir?

Reyna de Tréboles Reyna de Espadas Reyna de Corazones vuestra mano escarlata me guía a mi destino La belleza, mi desdicha entrelazadas Vuestra mano y no el mundo ¡ay! Quien ama así se hurta de la muerte dase en amor lo que los cielos le negaran ¡Campanazos Ruina Desesperación! Nadie ha de morir.

de Arte de granujas Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 113

Cuando una rama de melocotonero halla otra rama de melocotonero

Como una rama de melocotonero pliega la luz y el aire salado Tiendes tu cuerpo sin que nadie lo impida Ni el abatimiento ni la mala yerba Y en la mitad de mayo el mundo permanece quieto Llevándose la mosca lo acerbo de la tierra Lacio el corazón y los lebreles incógnitos al fondo, Como otra rama de melocotonero anula lo perfecto Se desenlaza del lenguaje del cielo del ritmo de millares de estrellas Peligrosamente se inclina hacia el musgo Conos y círculos en la pendiente que ha ornamentado tu piel Y el sol rehúsa, del éter divino se aparta, y baja a tenderse en el cuenco de una imagen final al lado de sus restallantes frutos y sus aves Como es tú y yo cuando vienen a combarnos los deseos y escuchas más allá de la pureza de sus láminas más allá del silbo del escorpión y en tu seno esperas más que el monólogo de las piedras Como es tú y yo cuando ya no hay arcángeles ni corazones celestes chorreando por el pasto ni el vertiginoso anhelo de la tierra bajo el lomo del caballo Sino esas dos ramas inútiles pero maravillosamente juntas en un creciente bamboleo sobre el gras Esta vida irreal que ha de quebrarse en un beso real Extraño ¿no? Sublime ¿no? Humanamente ajeno Lo que hasta ayer fuera un árbol insensible con ramos de hielo y flores de tinieblas cambia rápidamente en el traspaso de dos leños en el destino fulgurante de unas hojas Espera el advenimiento de los brotes y el estampido bajo Que es bello y colosal trabarse la cabeza en la luz Olvidar las manos y los ojos en el pecho de la aurora Y todo porque una rama de melocotonero quiso ser yo en su descenso Y otra rama no quiso perecer sino aferrarse Ocurre claro y así es todo Créelo por Dios la sangre quema en tus labios y va susurrando una nueva locura 114 Armando Rojas

Entre linces, acacias & arcángeles muertos

Obscurece Con las últimas sirenas solemnemente canta el viento En las lentas costas peruanas no hay victorias Sólo una luna tallada encima de las bolicheras Obscurece Caballo de fuego el que salta por las lomas y enfrenta la cólera del mar mientras sirenas y medusas limpian sus heridas Obscurece En las lentas costas peruanas no hay gaviotas y la luna no aplaca al amo de nuestras vidas mas sus candelas merodean tiemplan los sueños, viajan con duendes y jureles ciegos Obscurece En las lentas costas peruanas no hay congojas Es la luna que sale se escapa nunca se detiene Así son las palabras, así son los deseos y nos huye el amor la eterna musiquilla en medio del desierto Obscurece Lámparas y cangrejos desesperan Y entre linces acacias & arcángeles muertos auscultamos los mares, este último reino de desastres

de “Gaviotas en el lienzo” José Watanabe (Laredo, 1945 - Lima, 2007)

• Álbum de familia. Lima: Cuadernos Trimestrales de Poesía, 1971. • El huso de la palabra. Lima: Colmillo Blanco, 1989. • Historia natural. Lima: Peisa, 1994. • Cosas del cuerpo. Lima: Caballo Rojo, 1999. • Habitó entre nosotros. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, Fondo Editorial, 2002. • La piedra alada. Valencia: Pre-Textos, 2005. • Banderas detrás de la niebla. Valencia: Pre-Textos, 2006.

115 116 José Watanabe

Los versos que tarjo

Las palabras no nos reflejan como los espejos, así exactamente, pero quisiera. Escribo con una pregunta obsesiva en las orejas: ¿Es esta la palabra exacta o es el amague de otra que viene no más bella sino más especular? Por esta inseguridad tarjo, toda la noche tarjo, y en el espejo que aún porfío sólo queda una figura borrosa, mutilada, malograda. Es como si se cumpliera la amenaza de la madre sibilina al niño que estaba descubriéndose, curioso, en su imagen: “Tanto te miras en el espejo que un día terminarás por no verte” Los versos que irreprimiblemente tarjo se llevarán siempre mi poema. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 117

Sala de disección

Un cadáver puede provocar una filosofía del ensimismamiento, sin embargo los estudiantes admirablemente estaban entusiasmados con su muerto, lo rodeaban y discutían con fervor la anatomía de ese cuerpo de piel coriácea. Yo aprendía otra lección: la vida y la muerte no se meditan en una mesa de disección. Los estudiantes me previnieron que iban a extraer el cerebro. Permanecí con ellos: a veces soporto lo siniestro sin perturbarme demasiado. No hay sofisticación instrumental para retirar un cerebro, una modesta sierra de carpintero cortó el cráneo a la altura de las sienes, luego sumergieron el órgano mítico en un frasco lleno de formol. Yo me dediqué a observarlo, solo, en otra mesa mientras los estudiantes seguían cotejando su denso libro con el muerto. Sorpresivamente una burbuja brillante brotó del interior del cerebro como un mensaje venido de la otra margen, y no había boca que lo pronunciara. No había boca. La burbuja, muda, se deshizo en ese aire levemente podrido. 118 José Watanabe

El envío

Una delgada columna de sangre desciende desde una bolsa de polieti­leno hasta la vena mayor de mi mano. ¿Qué otro corazón la impulsa­ba antes, qué otro corazón más vigoroso y espléndido que el mío, lento y trémulo? Esta sangre que me reconforta es anónima. Puede ser de cualquiera. Yo voy (o iba) para misántropo y no quiero una deuda sospechada en todos los hombres. ¿Cuál es el nombre de mi dador? A ese solo y preciso hombre le debo agradecimiento. Sin embargo, la sangre que está entrando en mi cuerpo me corrige. Habla, sin retórica, de una fraternidad más vasta. Dice que viene de parte de todos, que la reciba como un envío de la especie.

de El huso de la palabra Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 119

El puente

Las columnas herrumbradas por el aire delgado de la altura suben desde las pendientes de la quebrada y sostienen con gruesos remaches los travesaños de hierro. Hay miles de remaches en la estructura del puente pero en el centro hay uno solo fijando el encuentro de todas las fuerzas, uno solo, insospechado y firme, evitando que el mundo se venga abajo. Aquí alguna vez un hombre se sentó a horcajadas, hercúleo, sobre el abismo y selló el remache decisivo, acero al rojo y con esquirlas. Imagina la acción tensa y peligrosa de su brazo golpeando acompasado como si nos transmitiera serenamente un mensaje: nadie asegura el mundo en su contra. El remache permite el paso del tren de los metales y del tren de los migrantes. y el paso contrario de los que vamos a mirar sus paisajes y cortamontes. Y mientras cruzas el puente y miras aterrado el vacío del desfiladero siente el interminable poder de ese hombre, pero imagínalo después caminando como cualquiera, sin alardes, hacia los viejos campamentos desmontados donde durmió sobre un pellejo su sincero cansancio. 120 José Watanabe

La deshabitada

Interminable pleito entre herederos mantenía la casona deshabitada y en escombros. Yo pasaba el ocioso día en un altillo vecino y de ventana siempre abierta a la casona. Cuando escribía, la contemplaba sin propósito o buscando palabras para el poema. En su imperceptible destrucción, puertas y ventanas perdían lentamente la escuadra, y pilares y vigas dibujaban cruces que el salitre del mar cercano ennegrecía. Una hiedra entraba en las habitaciones como mirando y se tejía con abuso en la quincha desconchada. Las alimañas, confiando en la desolación, dejaron de pigmentarse y a mi ventana trepaban cucarachas blancas que yo mataba con terror. El suelo se ablandaba y el gran dibujo geométrico en las baldosas del patio se fruncía, quería ser espiral, esperaba el gran remolino que llevaría todo hacia el centro de la tierra. El gran remolino vendría, sin duda, y violento. Ante el lentísimo hundimiento de la casona, mi altillo lucía más elevado y consistente. Yo estaba a salvo, pero mis ojos que siempre saben más descubrieron que yo miraba la casona con afinidad callada o con aquello que las imperturbables matemáticas llaman el común denominador. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 121

La ardilla

Una ardilla cumplida, diaria, viene a mi balcón. Recoge nerviosamente el pan que le dejo y huye al bosque. Su huida es como guiada por otra ardilla que sale de sí misma y la antecede un segundo siempre, y aún detrás de ella va dejando otra, un ágil trazo que se desvanece milagrosamente en el aire ordinario. Así la ardilla va como un curioso juego óptico de veloces figuras que nunca encajan. Es como la vibración de alguien que corre detrás de una verja.

Este fue un ejercicio muy subjetivo de descripción que escribí antes de la cirugía en un hospital de Hannover. Quedó inconcluso porque no supe conducir con claridad su sentido. Tal vez quise hablar de los animales de vida vibrátil y también capaces de ser de quietud como la ardilla que se recoge en el fondo de una cueva e hiberna fetal casi muerta y el tiempo transcurre, pero no para ella. O acaso quise hablar de resurrecciones. Yo buscaba desesperadamente ese sentido. Sí porque cuando la ardilla vuelve trae todavía la incredulidad de su despertar, y cambia, y eventualmente es una mujer, el verano, cualquier contento.

de Historia natural 122 José Watanabe

El ojo

La primera operación de tu insomnio es un juego de los tiempos: te revisas y confirmas que ni tus manos ni tus pies se han desprendido como colas de lagartija. Todo tu cuerpo sigue amarrado dentro de tu piel.

La otra operación de tu insomnio no te es accesible. Es del ojo interior que navega dentro de tu carne. Es del ojo que te recorre y observa cada uno de tus órganos y se guarda el secreto.

El ojo ha nacido contigo para fisgar tu lento desastre, ninguna otra cosa sabe de ti, ignora si vives en esta ciudad o en otra, no conoce el papel donde escribes sobre su perversidad y tal vez no conoce la perversidad. Él sólo sabe de tu adentro.

Pronto se acabará esta noche con su estrella compasiva en la ventana y tampoco hoy sabrás si el ojo que viaja por tus confines es el ojo de Dios que observa maravillado a cada órgano haciendo incansablemente y todavía lo suyo o si es el indiferente pero acucioso ojo de la nada. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 123

Paisaje inmóvil

Más trashumantes que los hombres o más desalojados son los infinitos desiertos de mi país. Todavía no encuentran un sitio para establecerse, y continuamente viajan así: se elevan a 10 centímetros del suelo y avanzan flotando como una suave marea de arena. Hacia las cuatro de la tarde, con el viento, cruzan las carreteras, y los viajeros escuchamos sus susurros: tal vez no haya ningún lugar en la tierra dónde acomodar los trastos y los huesos. De noche se recogen en dunas, como en pascana, y bajo la luna de los desposeídos parecen gigantes de gran lomo que meditan una patria mientras defecan. 124 José Watanabe

El guardián del hielo

Y coincidimos en el terral el heladero con su carretilla averiada y yo que corría tras los pájaros huidos del fuego de la zafra. También coincidió el sol. En esa situación cómo negarse a un favor llano: el heladero me pidió cuidar su efímero hielo.

Oh cuidar lo fugaz bajo el sol...

El hielo empezó a derretirse bajo mi sombra, tan desesperada como inútil. Diluyéndose dibujaba seres esbeltos y primordiales que sólo un instante tenían firmeza de cristal de cuarzo y enseguida eran formas puras como de montaña o planeta que se devasta.

No se puede amar lo que tan rápido fuga. Ama rápido, me dijo el sol. Y así aprendí, en su ardiente y perverso reino, a cumplir con la vida: yo soy el guardián del hielo.

de Cosas del cuerpo Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 125

La boca

En la encañada había piedras como huesos de un animal prehistórico que se desbarató antes de alcanzar nuestro valle.

Un gran cráneo quedó detenido en la pendiente con la boca abierta y el resto del cuerpo se dispersó hacia el río.

Yo trepaba la pendiente y me detenía frente a esa boca, una oquedad donde el viento se huracanaba, y escuchaba murmullos, palabras que se formaban a medias y luego, sin decir nada, se diluían.

Nunca hubo una frase clara. La boca como un oráculo piadoso trababa sus propias frases ante el niño: lo sé ahora y le agradezco la vida ciega. 126 José Watanabe

La plaza

Cada vez que regreso aquí mi corazón cambia de ritmo, aquí donde lo que sin fe llamamos vida, se adormece sobre la tierra caliente y pobre. Es la primera o segunda hora de la tarde, no lo sé: el reloj roto de la torre nos dice que medir el tiempo, más infinito aquí, es una arrogancia. El cielo se ve grande y luminoso, perfecto para una elevación, pero en esta plaza nada delira, todo es terrestre: pasan mis paisanos, siempre gente de paciencia y razón. Oh tierra natal, ¿por qué no me diste tu sensatez?

Yo recuerdo: en la puerta de la iglesia un cabrito se descomponía entre moscas. Lo encontraron mortinato en el pesebre y con seis patas agarrotadas. Lo trajeron al atrio como un reclamo a Dios: no debes alterar las cosas.

Oh tierra natal, perdóname, yo aún soy el necio que aplaude a ese Dios de las equivocaciones, y te huye.

de La piedra alada Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 127

La sangre

Los médicos escuchan con el estetoscopio el paso rumoroso de nuestra sangre, lo escuchan como una revelación que nunca comparten, no dicen con alegría: tu sangre no ha huido.

La sangre puede huir. Los órganos están fijos, palpitando en su profunda oquedad, pero la sangre puede salir de su límite, franquear la piel y saltar al mundo.

Si la sangre huye sabrá remontar colinas así como se extiende abundante y silenciosa por el hígado, sabrá fluir por los arcos de los puentes así como avanza por las esclusas del corazón, sabrá pasar bajo las raíces enmarañadas de los sauces así como pasa entre la arboladura de los pulmones.

La sangre puede inundar todos los paisajes.

La sangre de los asesinados va delante de nosotros y vibra como un horizonte infame. 128 José Watanabe

El algarrobo

El sol ha regresado esta tarde al desierto como una fiera radiante. Viéndolo así, tan furioso, se diría que viene de calcinar toda la tierra.

Ha venido a ensañarse donde todo ya parece agonizar. Huyeron del repaso de los muertos el zorro gris, los alacranes y la invisible serpiente de arena. Sólo el algarrobo, acostumbrado como está a su vida intensa pero precaria, ha permanecido quieto, solitario entre las dunas innumerables.

Este árbol nudoso, en su crecimiento ha fijado posturas inconcebibles: alguna vez cimbró la cintura como un danzante joven y desmañado, alguna vez, aturdido, estiró erráticamente los brazos retorcidos, alguna vez dejó caer una rama en tierra como una rendición. No hay cuerpo más torturado. Lo único feliz en él es su altísima cabellera verde que va donde el viento quiere que vaya.

El algarrobo me pone frente al lenguaje. En este paisaje tan extremadamente limpio no hay palabras. Él es la única palabra y el sol no puede quemarla en mi boca.

de Banderas detrás de la niebla Elqui Burgos (Cajamarca, 1946)

• Cazador de espejismos. Lima: Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1972. • Sublimando al impostor / En sublimant l´imposteur. París: Ediciones del Correcaminos, 1985. • El Cristo de Elqui. Lima: Universidad de San Martín de Porres, 2005.

129 130 Elqui Burgos

Arte de vida para el bastardo

(imago mundi)

Razón no te falta, al considerar la vida como un tren sin rumbo, absurdamente perdido entre las dunas de un desierto nevado. Y, comprendemos, que tu revuelta no sea total, pues de serlo así, sería optar por el suicidio, algo que tú debes evitar. Recuerda, aquí estás para inventar la vida: al tiempo y a la muerte, opondrás la poesía; a la banalidad del mundo cotidiano, la invención del amor.

La poesía será el espejismo que siembre tu utopía. Ten presente que el poeta es un marginal con respecto a los valores que humean en los mercados; es indiferente a glorias efímeras, a status social. A cada acto suyo, incluso a su emotividad proclive al socialismo, los mira a través del prisma de valores que engendra su poesía. Y, jamás pretende poseer la verdad, pues, recuerda muy bien que dioses, hombres y la misma palabra que es carne de ilusión, han sido destruidos por el tiempo y los mismos hombres.

No descuides el amor de tu mujer. No olvides que el amor es la creación continua de una complicidad entre los dos. Un mundo, donde eres tú Ulises naufragando entre el café a desgano y las horas de trabajo forzado; y ella, Penélope entre tus brazos y a la vez inalcanzablemente soñada.

Pero, jamás deposites tus ilusiones en manos de otros. Sería un signo de debilidad. Nunca cometas el error de quemar incienso en nombre de tu mujer y en el de la poesía. Jamás olvides que eres tú la medida de tus sueños. Sin embargo, ten la nobleza de abrir tu corazón a las enseñanzas que otros puedan brindarte. Recuerda, un hombre que conoce sus límites y sus sueños, no visita al siquiatra: tu mujer y la poesía, te ayudarán a reestablecer la armonía en ti, el equilibrio con el mundo. Recuerda, tu mujer y la poesía, sólo te ayudarán a vivir, solamente te enseñarán a morir.

Si no olvidas estas enseñanzas, serás como un venado transparente en este canal de aguas estancadas que es la vida.

de Sublimando al impostor Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 131

W.C. sorprendí a dios el etéreo cagando en el w.c.

¿qué haces / qué haces? me pregunté ______dador de la vida sin darse cuenta sin percatarse dios el etéreo dios el formador se construye un cuerpo donde habitar un cuerpo a su imagen y semejanza y del inodoro cuerpos insignificantes desechados por dios emergen - reptan sobre la tierra cara al cielo revolotean invaden las aguas y a voz en cuello pregonan que son el deshueve tremendamente macanudos y a polvo reducen sus carnes a sí mismo se aniquilan sufren como enanos y como condenados se aman mientras el etéreo solitario y tranquilo sigue cagando en el w.c. temblándome las manos orinándome en los pantalones cogí mis ojos / arrojé mi alma y como alma que huye del diablo alejándome de mis iguales corrí / corrí / corrí a esconderme en las cloacas sin el menor deseo de ser eso que llaman rey de la creación 132 Elqui Burgos

Cazador de espejismos

con qué buen tino con qué buen tacto cauto extremadamente cauto hasta más no poder desdeño lo inverosímil con cuanta previsión y sagacidad preparo mi espíritu para el asalto ningún cielo ninguna enormidad debe sorprender mis ojos el más encarnizado y furibundo no de alguna muchacha se estrellará en mi coraza lento lento y muy pausadamente permito que el mundo ingrese a mi casa y estoy a punto de creer que es mucho más hermoso que mis propios y secretos anhelos a punto de decir nosotros nuestro el intento ah frenético el manoteo de nuestras manos bajo la roja manzana y que conste los muertos no nos impulsan al sacrificio ninguna nueva variedad de jesuitismo nos hará sentir culpables alabado sea pues el supremo esfuerzo que haga nuestro el galardón bendito el nombre de mis hermanos hosanna hosanna soy tan feliz como el más intenso amanecer en el corazón de un loco

2

vimos fieras y mordeduras el espeluznante intento de refrescar un espíritu observamos tu vehemencia palpamos tu sed tu alma reseca como tierra jamás visitada por la lluvia y te vimos de golpe morder el fracaso derrumbado bajo el peso del corazón Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 133

di entonces desdichado cazador de espejismos a qué tanta obstinación a qué como astro desprendido acuchillarse la piel en este vano afán el de ser remolcado por el júbilo de los creyentes que pasan

3 a pesar que soslayo vejaciones relego ultrajes de la vida digo rata hombre alimaña he aquí el iluminado la conciencia que no se puede vivir sin que nada te apasione bien he comprendido la necesidad la urgencia un mito creencia y certeza de arañar algo verdadero no importa que en pleno salto mortal unos vampiros pigmeos horribles corten ojos y trapecio en el acto más cruel de ilusionismo no importa que entre mi deseo esfumen el manantial que ahora espejea allá a lo lejos o el rato menos pensado cuando tú menos esperas mensajeros anuncien a tu puerta buenos y espléndidos augurios perdido cazador así es la vida terrible y a la vez inabdicable territorio por donde el más perfecto aullido pasa y arrastra y cercena en mil tajadas el espejismo o estrella que perseguías estrella que rueda y rueda y siempre rueda en el vasto llano del descontento así es la vida mas ay de mí si nunca yo muriera 134 Elqui Burgos

Sublimando al impostor

no he tenido piedad ni rostro para mi llanto mudo sin palabra he huido de esta voz que me indaga “qué has hecho de ti elqui burgos insensato qué has hecho de tu vida” y en verdad con la sabiduría del que se sabe indigno ciego y cansado me vi entre mis mayores (gente tierna silenciosa tristísima) tejiendo sol a sol tu infame realidad oh mundo sin saber para qué alimento el cuerpo para qué mantengo la vida si un viento motorizado sagaz sopla arrastrando lejos de quien se ama a las pobres acémilas del campo de la ciudad dispersando entre rudas tareas y la banalidad de los actos cotidianos nuestra vida / mi única vida bienamada absurda solitaria doliéndome de mi suerte yo el paria niégome en este infierno a ser bestia de carga pues yo el elegido a ser en la vejez bastón de mi madre partiré hacia tus riberas / ay poesía sintiendo que otras desgracias añadiré a la incurable melancolía de los míos pero herencia de ellos también es este llanto llanto que hace soportable el mundo cultivando el desierto la palmera el manantial / dulce utopía en ojos queridos / Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 135

ojos que llorando lloran por la hiena que me habita ojos que indagan por elqui burgos el otro el bueno el sabio ojos que ante ti ahora acuden jardín sembrado de palomas esperando alcanzar la luz que les ha sido negada porque eres tú dulcísima señora de parís la nueva itaca la última ciudad del mundo donde dejan caer también sus últimas esperanzas

de Sublimando al impostor

136 Elqui Burgos

El Cristo de Elqui

(la noche bárbara)

I

¿qué hago aquí a la deriva velando en la noche bárbara masticando una lengua que no es mi lengua y sin saber qué hacer en medio de mis turbulentos sueños?

¡yo que desde hace años escondo bajo la cama y listo a despegar un avión repleto de deseos!

años míos insolentes y tristes años que viví soñando una quimera me soñé en casa a la orilla del mar a mi mujer / abrazando / a mis hijos inmerso en las aguas claras de la bondad y la lectura adiós gritando a los que el desierto cruzan pero despierto perro rabiosísimo en extranjera tierra odiándome / odiándome

II

¿regresas? ¿a dónde? ¿a ese país de mierda que tenemos? al oeste toda la costa del pacífico y al sur Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 137

sólo desierto al este la infernal selva amazónica con una mísera lágrima de nieve coronando la cordillera de los andes sin norte / sin futuro ahí todo es asalto a mano armada y peste ahí todo es delirio y desesperación para huir a otros países no seas sordo al buen consejo del amigo ¿a qué vas? ¿a quemar tus sueños? ¿a resarcir con bálsamo del perú tu tristeza? ¿no sabes con qué espantosa facilidad en ese país de mierda se muere hoy día?

III avanzando estás madre en la pampa perdida vestida toda de negro llorando vienes con cuchillos / con hachas a tu hijo sacrificando estás y devoras / madre / y siembras el cadáver de tu hijo para darnos inútil vida cruel alimento de tu eternidad que niego te niego madre / tres veces / y no te lloro 138 Elqui Burgos

IV

algo se pudre en mis sueños y estoy a punto de perder la paciencia conmigo mismo algo se pudre en mis sueños y hay niebla en mi corazón ¿será tal vez que no existe el país que amé y soñé para mis hijos? ¿qué decir? ¿qué? ¡...?

de El Cristo de Elqui Guillermo Chirinos Cúneo (Lima, 1946 - 1999)

• Idiota del Apocalipsis. Callao: 1967. • “[Cuaderno de California]”. Edición de José Carlos Yrigoyen. Intermezzo Tropical 5. Lima, 2007. • Revista, suplemento de El Peruano. Lima, 3 de marzo de 1993.

139 140 Guillermo Chirinos Cúneo

iii gatos nocturnos

Era una voz de uranio, una ronca voz como de asfalto, como de rosas aplastadas por las bocas mugrientas. Y le advertí celestemente que un pobre muñeco antiguo se divertía en sus bigotes. Y el vaso azul, en la ceja lleno de cerveza, respondía a la ciudad ebria pordiosera del alto hermano bajo letrinas.

El poema entonces quería morir. La primavera nocturna lo llevaba hacia un viento de túnicas y muerte, pero sucede en nuestras ramas que corrimos huyendo de los lechos; volamos casi sobre esas hierbas de la noche, vociferaríamos quizá a muchos parques de Lima la caída de nuestros ciegos dulces gatos cimarrones. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 141

iv otoño

En un amplio parque blanco de Lima Yo mordía la boca de las rosas moribundas. Mientras un flaco perro corredor, tronaba mi humedad, mi roja humedad, palidecida.

Ese otoño, neblina... Y las ramas parecían hierros vidriosos sobre blancos malecones derruidos. Y las hojas en otoño parecían viejas flacas de papel antiguo. Era un pálido ahogado en turbias aguas verdes, desteñidas. Era otoño como una biblia floja en rosados cartones zozobrantes.

Era otoño en Lima. Y yo, moría... Ebrio caía entre las rosas caídas de semen, podridas. Mientras un ciego hermoso corriendo daba gritos cincelados, neblina. Otoño, su limosna. Y desnudo un hollín aullaba entre las sombras.

Era otoño a las seis de la mañana. Llovía. Y las rosas moribundas hacia el grito, pudriéndose mataban. Era otoño en el alba. Las seis, abril. Era otoño en la muerte. Era Lima aterida de otoño bajo azules vómitos de nieve. 142 Guillermo Chirinos Cúneo

V El sismo

Oh cerebro nervio, espectro y aterrante, vomitas rojos rudos y azules luciferes! Oh carne de temblor cerebral...! Oh araña de sol en las paredes del polen! Grita un niño enfermo, pávido, la bruja ebria de lotos venenosos viene. (Trotante noche embolia sobre un pulpo de hojas azules). Una luz de horror en las sombras de estío. Espectro bohemio en el cisne, es la nieve nocturna, rosa pálida en la luz.

Oh cerebro, oh cerebro inextricable oh círculo de ondas rojas y truenos en la noche! Alegría! Oh alegría del ogro musgo en el cielo! Tractores. Lenguas sangrientas en cauces parlantes. Alaridos de los gnomos nemorosos, ringleteantes. Oh nudo de cables, Ferrocarriles, ferrocarriles...! Oh alambres rojos y violentos en la cárcel zurda de los cerebros aterridos! Tranvía deshilachado en metales blancos, pálido, loco, oh loco! Moho perverso, enclenque, derrumbado. Un lirio enrojecido en los ojos. Oh fierros torcidos y fornicadores con una rosa negra y erecta en el vientre fiero!

Grita un niño enfermo y las telas de calor, vibran. El cerebro estallado con sus ojos violeta, contempla —erizo y tromba áurea— el cráter de la luna negra.

Y los reptiles blancos —cirio y pezuña— desde el ojo de bestia perla, vomitan rudos en la amplia frescura.

Grita un niño ámbar pordiosero de sueño aterido en el canto de la noche y la espuma, entre el hielo de los pies pálidos y moribundos y el agrio olor de los pájaros fríos. y más allá… Tendidas en el olor del opio y la cizaña, mascando el hastío del mosco, vetustas flacas, las brujas, le dan muerte. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 143

vii cenicienta

Derrumbada caíste hacia la tierra, derrumbada y sucia por mis brazos, derrumbada caíste hacia el planeta, caíste derrumbada.

Tú fuiste la sirvienta de mi casa. Tenías un cuarto de terrazas y escaleras. Y tus pechos derrumbados por mis ojos, cayeron a mis ojos, derramados: Una cascada desflorada: Ano y sangre, Cenicienta.

Mis colmillos de perro echando baba, mis globos de rey marciano en su castillo, mis pelos de lobo helado en brujos cráteres lunáticos, derrumbaban, calor de espuma, vapores, derrumbaban, sobre la ola de tu vientre blanco, estallando en bocas de geranio, derrumbado, bordoneado de espumas negras y de vahos.

Tú fuiste la sirvienta de mi casa. Poma, fámula, apio, ámbar, nalgas de ceniza. Tenías un cuarto de escaleras y novelas deshojadas. Y una cocina rosada olía a ajos y a madera.

Fue en la noche. Y mi trompa de escalera alucinada vibraba semen a los bufones y a la luna. Derrumbada caíste, Cenicienta, y las novelas... Y mi semen polen a tus vellos y a tu panza en rosas. Derrumbada sirvienta de escaleras, fuiste sexo entre planetas, carne en flor abierta, arrabalera, madre derrumbada. 144 Guillermo Chirinos Cúneo

viii idiota del Apocalipsis

Frente a la ciudad, frente al mundo, la madre bella ha parido un payaso irrisorio pero azul. ¡Maldito coito amarillo! Pero he aquí que hay una gran cosa que rueda, una cosa inmensa como el mundo, una buena cosa infinita como los planetas y astros que ocupan el universo; he aquí que hay una gran cosa que rueda y no cae, y que grita, casi con demencia, pasada la niñez olfateante, una vez llegada la juventud pálida: ¡Payaso azul, ¡payaso azul! Locura atacada y resplandor ignorado, grandeza de rey. Joven orgulloso de tu mísera plenitud, ¡poeta! Yo soy príncipe de las putas, y mis prendas son únicas: Sortija azul e higiene azul. Yo soy príncipe de las putas. Y mi alcahuatería oscurece en un burdel y pierde su olor lento. ¡Suciedad!, ¡locura! Y esta podredumbre amarilla y líquida sobre mi lecho desatada como agua o vómito de los muertos. Este cerebro. Esta demencia. Esta incontenible vehemencia sin países posibles que hacia la cargante tragedia y luciérnaga de enajenación levanta. Nace un paralítico sobre el mundo. Y sobre el mundo no hay caridad ni ayuda. ¿Paralítico de las cuevas rubias, quién el grito, quién la salvación, quién el disfraz para tu orbitante salida de los frascos negros, veneno del Médico Asesino? Oh, buenas gentes, marcianos torpes y espectros, esta es la catástrofe, mentiras y patrañas lo ocupan todo, ¡oh animales! Grandes animales somos, y que salimos de las panzas rosadas, de los ovarios claros y de las vulvas rubicundas y fuertes. Ah! Yo tengo una alta mugre de cerdo. Y hay veces en que sueño con circos angostos, y me convierto mediante estos en un ágil trapecista rosado, pestilente a tufos rancios. Y también, ¡oh delirio!, tengo más vastos sueños, en que desclavo, nervioso y con miedo de que me maten los paganos, a Cristo, el grande, el sabio, el poderoso, crucificado encima del Gólgota. Y de inmediato en una orgía deleitosa me propongo unir los labios de Barrabás y Jesús. Yo soy el buen ladrón. Oh, mis crónicas sin alabar, mis andanzas, ansiedades y anhelos. “Crónicas de buen ladrón”: Justo título para una novela o una revista de farándula. Y de mis periódicos, mis prensas. ¡Oh!... Olvidados. Este adjetivo, sin duda, sería un buen título para una película cinematográfica. Pero este es tu cine, payaso. Y a propósito de farándula, diariamente voy a los cabarets, impulsado por los instintos, llamado, naturalmente por las relaciones físicas elementales, hacia esas bataclanas chorreantes cuyo desnudo a la luz es a las camas, dinero contante y sonante, y un batallón de cráneos amarillos y sombreros franceses derretidos por el sol. ¡Oh apócrifo! Señores, este es el nuevo testamento. El creador: Un hombre muy flaco y canalla de las vagancias Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 145

gratuitas. Este es el nuevo testamento. Maestro de las caminatas sensibles, de las neurosis estúpidas; Mateo, Lucas, apóstoles. Contrincante y apóstol. Este es el evangelio moderno: palabras para los hombres, la metafísica es para los estudiosos, la metáfora para los jardines, y la mierda para nadie. Esta es la gran biblia del Idiota del Apocalipsis. Maravilloso ultraje. Lo más adecuado por ahora, es dedicarle una infricción al espíritu y reconciliarme para bien mediante la nube roja del sueño aletargante. La ciudad ha lavado mi inocente limpieza. Soy un estado de inmundicia. Espero con vacuidad las guerras interplanetarias, un choque violento entre las potencias más grandes. Soy un estado de litigio. Observo la jurisprudencia y todos sus vocales supremos y jueces regordetes, al ujier de trapo, de guaipe, andrajo rojo y melena gris, no se le distingue, la multitud lo cubre con la fuerza de la superioridad sin diferencias. ¡Nuestro palacio de justicia es inmenso pero ningún resplandor, dibujos ni colores lo levantan a la imagen de la maravilla! Y a vosotros, gentes de la ciudad, catedráticos, burócratas, músicos, actores, anacoretas, os diré que infligís grande pena con vuestros trajes de otra época, raídos y cruzados y por lo general plomizos. Soy un estado de cilicio. ¡Vivan los santos, los valientes, los artistas cargados de siglos y colores! La ciudad requiere una cópula con la razón antigua, con la moral, con la ciencia mágica. Y de todo color, tus colores. Y de toda barbaridad, las imágenes. Hay veces en que me veo lucir cuatro tenientes cabezas de corsario. La noche no existe ya, todo es amanecer, sol, claridad y visión. Entonces el cielo transparente, me deja ver en navíos de madera y velas, tal vez sean carabelas piratas, donde tomo en mis manos, mapas geográficos, brújulas, telescopios verdes... Y brillantes asustados feligreses vamos en busca y encuentro fijo de las cavernas de colores en donde están las arcas de oro. Oh, ser millonario luminoso cuando la propiedad es del dios harapiento! Entonces sobre la balanza de la mar azul navego con un puro habano. Este es mi sueño sobre el mundo, y aún hay más: Me veo trepar en locomotoras de hierro negro, trenes eléctricos internacionales, hidroaviones, cohetes a la luna, ¡automóviles!, ¡carreteras!, ¡motociclismo! Y me veo despojar de sus bicicletas a los obreros, en las aduanas, en las ciudades, mares y cielos. Me hago dueño de vehículos de todo rango e índole. Ahora todas las vías de comunicación son pertenencia mía. Todo resultado es goce y alimento para la existencia. Buscad los resultados si gustais. Yo, por ejemplo, soy un sucio, un vulgar, un albañil, un gasfitero, en fin, todo un príncipe como veréis. Sed pobres o ricos, ¡y dad más amor aún al borracho que no duerme hace quinientos días!, ¿me complaceréis? Yo todavía no soy comunista, ni periodista, ni director de fábricas. Pero doy vivas al senado, a la presidencia, al papado en Roma, y a todos sus cardenales de 146 Guillermo Chirinos Cúneo

olor verde... Amad a los mártires, esos pálidos flacos que se desnudan en los baños turcos, y al vapor emiten pautas y principios de ley para uso de los dictadores. ¡Mediadores de chanchos, de letrinas! Nuestros viejos amarillos y rojeantes. Amad a los niños con rostro de rosa, y sed buenos con los militantes y los soldados. Dad vivas a los generales de acción y sus mujeres, señoras de la beneficencia pública cuyos culos de libor magullados responden. También dad vivas a sus amantes, jóvenes bellas como la mar, y tomad el balcón de los ágiles si queréis, y el barrio de las casas de fresa con mayordomo. Tomad y amad todo lo que esté a vuestro alcance. Yo aún no he ejercido nada. Carezco de todo hecho fecundo. Soy pobre, paria, inútil como dice mi madre, y un vagabundo inservible como dice la humanidad entera. Yo..., yo le diré adiós a la miseria. Sí, estoy seguro. Pero es verdad, ¡he robado fuerza de algún sitio!, ¡soy ladrón!, ¡oh, he descansado demasiado! ¡Arribad las férulas, los timbales a mi alto donde los colegios particulares! Un blanco y verde de grasientos curas. Yo me pregunto: ¿adónde están los celestes, las tristezas sencillas, las ternuras? Y de los nacionales, profesores mestizos, alumnos mestizos, ¡oh descriminación!, ¡oh salvajes! Nuestras contradictorias universidades. ¡Oh, dadme bofetadas y castigos! Fue en un tiempo no ha mucho mi arrojo de todo colegio decente. Yo era un ridículo enajenado de la prostitución. Amaba a rufianes famosos, a bailarinas obesas, mujeronas cuyos senos se derraman en cataratas. Admiraba a domadores de circo, hombres melenudos. Filósofos con barba y lentes, venid. Adoraba a pálidos artistas maullantes bajo las lágrimas amarillas de algún viejo teatro. Sed también estrambóticos estúpidos. Yo os lo pido con humildad. Amad y alabad mi tesoro. Yo soy cortesano, ¡oídme!, pero prefiero el bajo vientre de las reinas emputecidas, masturbadoras bucólicas, esposas desnudas de los griegos. Mi táctica es el delirio; y ocupo esas cúpulas rojas del castillo de vuestro rey. Soy vaginal... con profundidad. Y me encantan y absorben los olores y vahos más ácidos de las trompas, y más lentos en los falopios y clítoris rosas, cabe los erizos negros, las aspas. Es cierto, yo venero la sociedad, el criterio del hombre; pero sobre todo me siento un bello caballo salvaje con la presencia cercana de esos caballeros elegantes, acompañados de sus novias, todas vestidas de tul y con joyas preciosas, pues veo que todos sin excepción son inteligentes y tenientes. Y a las lesbianas aseguradas para el futuro, mujeres de los grandes hombres, las bendigo con sinceridad saltante. Y ofrezco misas personales y privadas para los pederastas, esos ángeles con falda, y encuentro el placer al ritmo del órgano irritante; poco después terminadas las obligaciones, salen cientos de fantasmas con frac bien callados. Yo, yo estoy desnudo, en efecto, en medio del mundo, Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 147

desde siempre, en todos los tiempos infinitos. Pasando a cosas más concretas y actuales diré que la filosofía y costumbres de la época me confunden. Sólo me permito aceptar la nueva ciencia, a comprenderla, la mecánica, la química, por último la astronomía, los planetas. Soy un payaso apestoso. Un higiénico malo. Carezco de toda novia posible. No pertenezco al bello grupo de los monstruos ni de los hábiles. No participo de las aficiones ni comparto las debilidades. Pero de todas formas las celebro y aplaudo con interés saltante. Arte, pintura y escultura, exposiciones en los institutos de arte contemporáneo, ciudades, cosas que son terribles. Este siglo es horroroso sin duda, esta ciudad. Pero definitivamente se plantea un cambio de modos, de reglas, de acción. Deshechad los siglos anteriores, ¿lo habéis hecho? Desde una vitrola de la ciudad escucho un tango argentino sobre este siglo. Altamente mi retahíla de palmas se dirigirá al practicismo moderno y a todas las rumbas y músicas tropicales. Yo me voy, no estoy triste. Con alegría extrema viajaría hacia la Ciudad del Cine en busca de trabajo; holgura flamante, coches, fagots, planetas en el ano no, bien. La viuda de los placeres extravagantes desciende desnuda de los rascacielos, yo voy, cuerpo blanco al aire, ojos rapaces, luto. Que el último ritmo, el mapa de todas las masturbaciones y estatuas cierran nuestros párpados, y todas las fornicaciones mundiales. Yo me voy. Adiós. Mi profesión y tarjeta: Diablo de cartón de viajes y países de sueño. ¿Soy una bestia como se dice, un animal profundo? ¡Oro!, ¡oro! Esto es lo que necesito. De ninguna manera mi primer amor será una vaca con la vulva bien ardiente. El Idiota del Apocalipsis se retira, señores. ¡Vamos! Estad listos para un nuevo dios.

de Idiota del Apocalipsis 148 Guillermo Chirinos Cúneo

[Allá en el espacio donde]

Allá en el espacio donde las sombras logran alcanzar el solsticio de la cópula genérica del Sol, hay una niña que vive de los astros Está allí apacible como si la Luna semejara sus ojos celestes, está allí para vivir en el paraíso siempre desaparecido pero algún día desconocido.

Como es el tiempo así la tarde se parece a tus ojos y el viento cálido de verano te levanta Durante toda la mañana colmada de policromías que andando, tú eres la dueña Yo soy el dios del estío yo soy fortuito el que te espera a través de tus ojos verdes como el tiempo y la hierba.

de Revista de El Peruano Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 149

Cantos, I

He visto enrojecer el cielo delirar el mar, perderse en azul la arena; también cohibido, atormentado he venido después de descubrir unos bares, en lancha antigua pensar blancamente sobre una realidad, que relumbradoramente he descuidado y sin decepción ninguna desdoblado como si encima de una máquina de escribir hubiera un juguete antes que las estaciones década tras década me hubieran señalado como un ciego apresado por una loca tentación que solo el amor supo comprender

de “Cuaderno de California”, Intermezzo Tropical 5

Abelardo Sánchez León (Lima, 1947)

• Poemas y ventanas cerradas. Lima: La Rama Florida, 1969. • Habitaciones contiguas. Lima: Juan Mejía Baca, 1972. • Rastro de caracol. Lima: La Clepsidra, 1977. • Oficio de sobreviviente. Lima: Mosca Azul, 1980. • Buen lugar para morir. Lima: Haraui, 1984. • Antiguos papeles. Lima: Noviembre Trece, 1987. • Oh túnel de La Herradura. Madrid: Visor, 1995. • El mundo en una gota de rocío. Lima: Peisa/Arango, 2000.

151 152 Abelardo Sánchez León

De cal y de arena

Quiénes poseídos escriben versos; los que creían en las virtudes, en el espanto, en el engaño; quiénes los depositarios de ese don, de esa maravilla, vocación, talento, bondadoso espíritu; místicos viciosos, truhanes, explotadores de indios, traficantes de negros, de minerales, de alcohol, acaso un europeo capaz de emocionarse con la pluma y el fusil; los que creían en la igualdad de los hombres, en el encuentro de la sangre, cielo intenso, en las noches, en el poder de los instintos, de la lucidez, en la enfermedad pavorosa de los cuerpos; los vividores, los ebrios, los ladrones, los ateos, sensibilidad que invade la vista y el tacto, aguas que lavan el dolor, angustias sin vergüenza; los vergonzosos, los banqueros, los que se enriquecieron con las guerras, con el comercio, creencias, aspiraciones; los negociantes de la conciencia, los políticos, los curas, las familias...

Antiguo enigma; los que crean en la justicia y en el castigo, en los códigos y las leyes del hombre, en la vigencia de la horca, el patíbulo, que no crean en los funcionamientos de los versos...

de Rastro de caracol Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 153

¿Creíste que te iba a dar la mano?

Pero si he sido vencido y no tengo familia ni mujer. Si no he podido alzar el sonido tibio de las campanas y he quedado lejos de los recuerdos de la infancia. Cómo iba a señalar el camino del bien, de la paz, de las noches tranquilas, si ayer desnudé a una muchacha con cincuenta soles y salí con la misma ropa a las mismas calles y nada había cambiado, si no había luna y un inmenso aluminio nos separaba del viento. Cómo, cómo extender mi mano a tus dudas y aliviar el cuerpo, si me han expropiado la calma y el esfuerzo, si no tengo dinero y estoy indefenso ante las inclemencias de las ciudades. Y cómo pudiste creer que te iba a dar la mano, si cada uno tiene un demonio que lo jalonea en silencio. Si yo me maldigo a pesar de no haber pasado hambre, de haber dormido con las ventanas cerradas en las noches de invierno, soportando mis maldades y justificándolas creyendo en leyendas que nunca fueron ciertas, y agradan a los débiles convenciendo que uno puede ir tranquilo a dormir con la muchacha de Lince. Y cómo andar juntos en las veredas conversando de noches gratas, abriendo en cada palabra un forado en el recuerdo, si hace poco mientras bebía insultaba a un niño que andaba despistado persiguiendo el vuelo de los pájaros entre semáforos detenidos y altos edificios. Cómo entregarte mis consejos si estoy estorbando para poder extender mis días, si he olvidado las oraciones que me enseñó mi madre, sin mujer y sin recuerdos, abandonado por los amigos señalado como el más débil, avergonzado de dar la espalda cuando se derrumban los habitantes y las paredes 154 Abelardo Sánchez León

Cómo, cómo pudiste creer que te iba a dar la mano, la noche tranquila, el tañido tibio de la campana...

¿Por qué tuvo que ser esa la única respuesta? Y es cierto, la noche anterior había cedido ante el ataque de las sombras enemigas, no pude soportar el asedio, las tentaciones, el asalto armado e intempestivo, cubriéndose el cuarto en un reducido intento de retener la fuerza de las oraciones, y los falsos monjes y los bigardos traicionaron la autenticidad de mi voz implorando con las manos en alto. Era fácil sucumbir a sus tratos y compromisos, y estuve sin padre y sin madre, desnudo rogando una coraza de yeso. ¿Y por qué su única respuesta calcando en sus ojos mi falta? No tener mujer no justifica la culpa; sé que a Manuel le fastidia que frecuente los burdeles sin luna, que acaricie entre el humo y los ojos de espanto el vientre seco de una ramera, que flaquee a cada momento dedicándome a la bebida sin levantar la cabeza, que hable de los vivos dudando de la lealtad y del esfuerzo. ¿Qué demonio me ha aprisionado aislándome lentamente? Y poco a poco, como un río sin agua me voy replegando sin ser digno de una caminata bajo la sombra y los árboles. ¿Y por qué Manuel? No he podido retener la ciudad en trazos exactos; ofuscado he confundido las miradas de los habitantes, las ventanas se han cerrado y ando solo con un perro que se va muriendo sin sexo, cercando lentamente mis deseos y años sanos, cuando recorríamos las calles comprendiendo las señas de las casas y de los hoteles, la voz del golpeado y del tierno, como un lago donde recostaríamos el afán insobornable de las oraciones y la sangre. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 155

¿Cómo alejar este maldito espantapájaro detenido a mitad de camino? Y sé que he caído bajo acumulando en el cuerpo sentimientos de segunda mano, habitando a espaldas del dolor y de la luna, mas no me abandonen como la noche anterior, y tienten nuevas respuestas donde pueda soportar mi presencia sin espantarme de mi cuerpo, sin bajar los ojos.

Lo que aquí sucede aconteció a mi abuelo, a mi padre. Viene de línea directa, de la misma cama, del mismo deseo de reconocer con los ojos abiertos la llegada del invierno. Y así se sucedieron los años sin que se modifique la forma de la tierra: siempre árida, con los gusanos verdes en los nabos, que era menester comerlos pegando la lengua en el olvido, tumbarse en el pequeño amole y esperar pacientemente el crecimiento de la barriga, confundir las letras, ver a la mujer cada vez más fea, perdiendo ánimos y dientes, charlar de los hijos que se fueron y echar a tientas gasolina en los lamparines como cabezas calvas, sin mecha ni estrellas. A lo lejos, 10 kilómetros al norte, humo y carcajadas se confunden con billetes y licores rociados hasta las veredas: allí mis hijos. Dice el viejo vecino que han crecido como los troncos que cargábamos bajo la lluvia, cuando nos daban la mano y nos llamaban desde la taberna a festejar el acontecimiento de recolectar los algodones. Hilanderías, inmensos corredores, ladrillos colorados han secado la hierba. Las aguas o secas o negras. A lo lejos se desfigura la serenidad de la noche: brillantes reflectores obligan a reconocer a los que deambulan recostados en las paredes, y se juntan hasta hablar el mismo idioma: intereses semejantes, mujeres y hoteles, bancos y billetes, ordenados y parejos, a 10 kilómetros al norte. Y gusanos verdes en los nabos, algodones negros bajo la lluvia, la mujer sin senos recostada en la memoria de sus hijos, 156 Abelardo Sánchez León

sin modificar la forma de la tierra: siempre árida, olvidados y dejados a la muerte sin poder interpretar las nuevas lenguas, extraños, mirando al sol como único amigo, sin fuerzas. Lo que aquí sucede aconteció a mi abuelo, a mi padre. Viene de línea directa, un cauce detenido que arrastra la cabeza de la tierra. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 157

La casa del abuelo

No sólo demolieron la casa del abuelo, también despistaron a los nietos ocultando las palabras escritas en la noche. Y el sillón de las tardes cayó al desván como un problema que se esquiva, al fondo, con los recuerdos amarillentos de los álbumes y las últimas agonías del enfermo que conoció el enigma de los mares. Habían crecido hasta descifrar el idioma que se agita en la ciudad. Llegaron a reconocer cada sonido, cada hoja caída en otoño. Y de golpe abrieron las ventanas confundiéndose en las calles, varados al principio, cuando tropezaron con las primeras prostitutas y el plomo del invierno no era un blanco techo de yeso, cambiando sus rostros parecidos al antiguo árbol con las amargas palabras del viento. Y viejos secretos aparecieron con las aguas acumuladas en los barrios, convenciéndose que el débil habitó en las épocas del campo, cuando la amistad evitaba desnudarse con el lenguaje del dinero.

Y no sólo demolieron la casa del abuelo, también mudaron los libros del estante alquilando sus versos. Y los restos apiñados en su memoria desaparecieron con las escasas lluvias del verano, y no quedó nada, ni una mirada tierna que acompañe la herencia de mano en mano, ni una palabra que evite el camino minado con pestes y desengaños, ahora que débiles no soportamos las inclemencias y las tentaciones cuando hemos caído tan bajo como un obstáculo en medio del esfuerzo.

Y nunca he leído sus versos. Nunca conocí su cuarto ni sus libros. 158 Abelardo Sánchez León

Nunca contemplamos del balcón el arribo de la ciudad humedeciendo nuestros pies descalzos. Nunca le dije adiós ni vi sus ojos esperando la muerte. Sólo columpié mis escasos años en el patio de los sirvientes, varado como una hoja de otoño, de mano en mano, de tía en tía, a pleno sol y en pleno invierno, con la misma radio de siempre, y los mismos paseos en el parque rodeado de pálidas amas y sonajas, ajeno a toda palabra del abuelo, a su deambular por los corredores cada vez más solo, hasta que un día harto de columpiarme maldije ignorando aún el peso del cansancio, del prematuro abatimiento con el orden exacto de las cosas. Y empecé a reconocer que las bocinas eran de cólera, que el empleado del Seguro era amargo y triste, que la infancia crece con las estaciones, hasta olvidar los días que correteábamos insectos durmiendo en las hierbas de la noche y del sueño.

de Poemas y ventanas cerradas Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 159

Las moradas

Cada visita al cementerio me cuesta un muerto. Père Lachaise, ese parque, ese museo, ese cementerio. Las hojas hervían en su lugar de origen hasta desplomarse por los suelos; luego venía el barrendero, overol sin rostro, como los heraldos negros no a anunciar sus muertes sino a recogerlas con esos rastrillos de los recogedores de los parques, de los museos, de los cementerios. El barrendero las acumula al pie del árbol sin ritual alguno: por comodidad y manía, supongo, como en la morgue se colocan en hileras. Dijo: “hembra, mestiza, sin documentos”. Y qué ha de importar después del primer impacto, de las primeras reflexiones en voz alta: “si estaba en lo mejor de su vida (como si ese momento existiese) pensar que mañana donde él estuvo habrá sólo ausencia y vacío”.

En Tetecala tengo una deuda pendiente: bajo un cielo sin contemplaciones, azul —con el maldito azul del cielo de México según Burroughs— visité las tumbas de la gente humilde, así se refieren los curas y los acomodados para los que morir es igual a vivir, allí con su cajón en la calle y deben enfilar hacia el cementerio encima de la ciudad y el lodo. En Tetecala hice turismo sin vergüenza. A ninguno de los muertos me unía absolutamente nada, pues al cabo no soy un legítimo hijo para irme a tomar con los muertos, es la costumbre dicen: “auquénidos, ni el dolor les afecta; su corazón, piedra tallada en las heladas. No respetan a los patrones ni a los muertos. Que el fuego eterno les aguarde; su merecido”. 160 Abelardo Sánchez León

En Comas la caravana llega trepando por el cerro de piedras hasta una terraza de arena junto a una ladera más alta: la sombra de esa mole de tierra árida evita el sol y el aire. Sólo queda el silencio. Y el silencio no interesa. Ni la soledad. Ni los muertos. De los muertos también se vive, se hace negocio. Mitla, por ejemplo, hace girar su economía hacia las ruinas: piedras ridículas y dispersas, residuos de grandeza. En Comas, si se es de Comas, se tiene tarifa especial: con las uñas, arañando la sequedad de un rostro curtido, el intento de encontrar el agua escondida será el mismo al de depositarlo sereno, y que en paz descanse, entre aquellos corredores. Los pudientes deben morir igual consuelan al cristiano trasladándonos a un estrato superior, sin este cuerpo banal consumido en bajezas, porque contempla, mortal, los vicios que se agolpan: arroja, pues, al foso que a los pies se abre como un mamífero hambriento esos harapos que en vida se llamaron carne, el pescuezo de gallo, las calancas, la jiba, el abdomen, las caries, el esófago, el cuero cabelludo.

Oh cementerios de flores kioskos de azucenas y gladiolos...

En Yungay queda en un promontorio como si quisiera cerciorarse que entre la tierra y el cielo es el puente natural. Yungay es ahora un enorme cementerio de piedra que empieza a mostrar su resoplido y aflora entre la hierba intentando respirar por ese ventanal que es el cielo cuando no hay mar cerca.

En el Presbítero Maestro no hay cupo. En El Ángel construyen lechos en seis pisos y el pasto, aún sin lluvias, crece por los bordes para mantener el romanticismo de los gusanos. Los gusanos luego se comerán entre ellos como los parientes se disputarán los bienes —“un recuerdo del difunto”— Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 161

a la inversa de los antiguos que lo introducían en el fardo con sus objetos de viaje.

“Las cruces verdes, las cruces azules, las cruces amarillas”, cementerio que conocí en un verso de Cisneros. Los esqueletos se desparraman por los interiores del estómago y no hay otra nube que la de un ojo velado en su carnosidad. Quien aguarda la muerte en el hospital aletea atrapado en su mandil blanco, vana paloma ensangrentada incorporándose a la hora de visitas. Contempla mientras lo succiona una caída hacia las piedras, escucha las frases bien dichas, sin errores, el prudente silencio.

No hay pueblo, por más miserable, que no mantenga a sus muertos. Son como la basura: donde se vaya se hace desperdicio. Los observadores afirman que por la basura se conocen las costumbres de las culturas: sus comidas, sus ropas, sus enseres. Igual sucede con los muertos: unas cavan, unas incineran, otras los trepan a nichos utilizando plataformas móviles.

Cuando estuve en Huata abrí una reja. El pasto había cubierto las tumbas bajas e incursionaba por las losas de los mausoleos de provincia. Silencio. El silbido del viento lo negaba y lo convertía, a su vez, en silencio verdadero. Sin duda estaban muertos aunque se les distinguía por algún retrato de lo que osaron ser en vida. Eran los parientes de mi amigo. Miré, leí y nos fuimos. Los cementerios suelen estar desprovistos de afecto. Se va y se sale con un conjunto de reflexiones absurdas. Yo recuerdo una cuando vi la tumba de Abelardo y Eloísa. Se llamaba como yo ese monje filósofo y me dije: “el cementerio por fin los une en su lecho de tierra”. Y me fui. Hasta el día, supongo, en que no saldré más. Cuando sea mi propia víctima.

de Buen lugar para morir 162 Abelardo Sánchez León

La tortuga y el mar

Te he arrastrado de entre las oscuridades para que estés en esta tu casa en esta tu morada y tu trauma inexplicable que soy yo tu padre aquél que te remeció trayéndote con su olor a piel acalambrada pataleando amoratado te tengo en brazos y puedo ahorcarte ponerte la almohada meterte el dedo los dedos en la garganta darte en el suelo regresarte al tiempo cajoncito blanco hilera que escala la arena tiembla sangre de mi sangre especie tortuga corre al mar que llegan los miserables pajarracos corre estás en tierra conmigo y solo.

de Antiguos papeles Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 163

Mi casa, lamentablemente, es una casa

Aquí no vive ninguno de la cuadrilla que la construyeron. Ni el arquitecto ni el ingeniero ni el maestro de obras. Aquellos que sí y han muerto no lo hacen más. Viven, entre otros, una anciana y la señora de llaves, nosotros que retornamos de un viaje al descenso colocando nuestra presencia en sus espacios. Hemos decidido venderla cuando por fin se vayan —alquilarla es un verdadero dolor de cabeza, deben repararse las cañerías— y quien la adquiera demolerá sus entrañas porque lo que vale es la tierra en que se asienta. Los encargados del corretaje no le ponen precio pues son esquivos en la tarea de tasamiento. Miro y me miro en aquellos lugares prestos a desaparecer una vez que se pacte el contrato. Es una construcción que cumplió su ciclo: fue usada, degustada, dándonos esa seguridad de poseer un sitio en los desórdenes de la ciudad. Ahora debe dar paso al tiempo que arrastra consigo lo que está en su camino, y no he de colocarme allí, al medio, si aún persisto en la idea de estar después del rastrillaje de la vorágine.

Que mire, me han dicho, hacia los alrededores, y constate cuánto pierdo conservándola. Tratándose de construcciones es difícil hablar de muertes. No sienten ni la comba ni la taladrada en las sienes. No tiene corazón, señor, me lo han repetido convenciéndose, el corazón, y habría de ver de qué asunto hablamos, lo tiene Ud. allí, debajo de su camisa. 164 Abelardo Sánchez León

No tengo las energías para hacer una brevísima descripción física ni qué de cosas ocurrieron en su interior. Las construcciones suelen detenerse en el tiempo con el ánimo de conservarlo en un movimiento. De ese modo, pareciera ser que andan vivas. Nosotros, que retornamos hace muy poco, aireamos con vergüenza su vejez. Se trata, señor, entiéndalo, me dicen, de construcciones que han perdido su valor.

Podría regatear y le darán una miseria. Lo he entendido, no es difícil. He acabado por entender todo, incluso mi muerte. Se descascaran las pieles, se aflojan los pilares, se desamarran las amarras, y si eres de quincha y cal, las musculaturas se ablandan, y si de ladrillos y cemento, uno se tuerce, se dobla o se retuerce la columna. Pero nadie me dará una moneda cuando me marche. El suelo, la tierra, eso sí, cobra un valor extraño, insondable, humedecido, como la vuelta al principio. Ud. entenderá que aquí no hubo nada, cascajo y piedrecilla; era, imagíneselo, un campo traviesa: nuestro único parecido. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 165

Las retamas de Chaclacayo

Perdura aún la resolana intensa sobre mi pecho de Chaclacayo, la altura de las montañas es aún alta entre las nubes que no escapan las acequias aún conducen las aguas rumbo al estanque los zancudos aún se agitan perturbando a los espectros —esa pedregosidad del lecho en que aún con los ojos intensos soporto el peso de las noches alumbradas —estrellas, ecos, ladridos entre el universo de un tren indomable atravesando la repostería del fondo.

No podría atreverme a regresar si aún intento posar mi mirada en aquella casa en disputa. Si aún escribiendo me convenzo que detrás de las lunas del comedor un primo espera al primo. Descrubríamos un territorio de retamas mucho antes de las urbanizaciones. Recreábamos los espacios y las atmósferas, reconocíamos perfectamente el aroma de la primera mañana, el sopor del mediodía, la largueza de las tardes, la noche templada y seca.

Parecida a Chaclacayo me tuvo que parecer Cuernavaca. Delfos y sus rocosas colinas. Montañas altas empujando a las nubes, acequias conduciendo el agua, resolana sobre mi pecho. Los dos primos de esa época eterna extraviados una vez que murió su madre, y la mía, mi padre, y el suyo, los sucesivos perros, cuando lo dejó su esposa, cuando me abandonó la mía, enfermó su ama, la cocinera, el jardinero, 166 Abelardo Sánchez León

desapareciendo y abriendo las puertas, su traqueteo, la cortina al aire. Aún me quema en el pecho intenso la resolana y atraviesa indómito el tren bajo el puente llevándose lo que antes se llevó el tiempo.

Oh túnel de La Herradura Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 167

En un muelle del Callao

Algunos domingos vuelvo al puerto. Es saludable estirar las piernas. Los viejos de la zona conocen esta sana costumbre y consideran que sostengo un cierto parecido con aquel actor español que ancló en esta ciudad una vez que se marchara la compañía de Tárcila Criado. La casona de la aduana, ubicada en una de sus esquinas, está apolillada como un gallardo corazón: implacables temporadas de garúa sol sal y humedad. En algunas oportunidades me animo a deambular por uno de sus muelles y enfrento al viento que se intimida entre mi rostro: brotan lágrimas sucias, toso, estornudo, y levanto las solapas del saco. Cuando vengo de visita al puerto lo hago con el propósito de retomar el aire de la resolana, no a reconocer y menos a recuperar una supuesta juventud extraviada. Porque yo sé bien que trepé de aquí a la motonave Piura y dejé a Marcia con la mano agitada en la terraza; un punto oscuro con el horizonte a mi espalda, un puntito diminuto que se alejaba y desaparecía antes que cayera la noche.

de El mundo en una gota de rocío

Carmen Ollé (Lima, 1947)

• Noches de adrenalina. Lima: Cuadernos del Hipocampo, 1981. • Todo orgullo humea la noche. Lima: Lluvia Editores, 1988.

169 170 Carmen Ollé

Escribir es buscarse en la sonrisa de la fotografía

la memoria es la figura inmóvil en el álbum color almendra evoco todo domingo aquel ocio y el inigualable aburrimiento del que atento a la hípica —los anteojos caídos— acelera su pulso con el histerismo del locutor sobre nombres de animales históricos nombres fetiches: rubí agamenón semíramis el domingo se desliza bajo la pata de esos caballos como la estampida de los esputos de la pandilla en el cine y las flechas de los indios en el incendio del llano el velo romano batiéndose sobre el galeote las tablas de la ley dios es una cruz extinguiéndose en la acuarela de la tarde días horas meses sobre una montaña pueden arder ahora entre las líneas de este día menos inventado y confuso:

sobre la mesa extranjera hay pescado frito a las dos de la tarde espinas lamidas un libro de psicoanálisis de una mujer de 34 años un tiempo límite para recuperar el perdido a lo largo de costosas sesiones cartas a mamá rosas y dulzones té a toda hora tantas veces orines fiesta en la que ya no me interesa dormir.

de Noches de adrenalina Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 171

Tener 30 años no cambia nada salvo aproximarse al ataque cardíaco o al vaciado uterino. Dolencias al margen nuestros intestinos fluyen y cambian del ser a la nada.

He vuelto a despertar en Lima a ser una mujer que va midiendo su talle en las vitrinas como muchas preocupada por el vaivén de su culo transparente. Lima es una ciudad como yo una utopía de mujer. Son millas las que me separan de Lima reducidas a sólo 24 horas de avión como una vida se reduce a una sola crema o a una sola visión del paraíso. ¿Por qué describo este placer agrio al amanecer? Tengo 30 años (la edad del stress). Mi vagina se llena de hongos como consecuencia del primer parto. Este verano se repleta de espaldas tostadas en el Mediterráneo. El color del mar es tan verde como mi lírica verde de bella subdesarrollada.

¿Por qué el psicoanálisis olvida el problema de ser o no ser gorda / pequeña / imberbe / velluda / transparente raquítica / ojerosa…?

Del botín que es la cultura me pregunto por el destino ¿Por qué Genet y no Sarrazine? o Cohn Bendit / Dutschke / Ulrike y no las pequeñas militantes que iluminaban mis aburridas clases en la U ELSA MARGARITA SIRA

Marx aromaba en sus carteras como retamas frescas qué bellas están ahora calladas y marchitas.

No conozco la teoría del reflejo. Fui masoquista a solas gozadora del llanto en el espejo del WC antes de que La muerte de la Familia nos diera el alcance 172 Carmen Ollé

La desnudez de los senos, la obscenidad del sexo, tienen la virtud de operar aquello con lo que de niña, no has podido más que soñar, sin poder hacer nada

Bataille

Margarita Elsa Sira se perdían en la avenida Venezuela y colocaban carteles en la noche sobre paredes musgosas. De día interrumpían las clases de metafísica con rabia y aplaudíamos esos cabellos sudorosos y negros sobre la espalda.

El que más se lava es el que más apesta como los buenos olores son testimonio de una mala conciencia como el grito es la figura de la timidez.

Hoteles de Lima en ellos la ciudad se pulveriza mediante el silencio inventor de palabras y como la lluvia que ahora cae sobre Menorca son sólo INSTANTES! Losas empotradas en paredes metálicas sin luz estudiantes = habitaciones inmundas lavabos + amasijo de pelos & residuos de grasa llegan hasta mí para impugnar esta limpieza que me somete maniáticamente.

Despierto y me levanto de un catre viejo estoy inclinada en el WC, el culo suspendido he venido del brazo de mi compañero de clase por un solo motivo buscando a Sira a Elsa a Margarita.

La militancia no es una casa vieja del Rímac pobre o hedionda y aquí sin espejos ni tazas de mayólica aguantas las ganas de orinar o revientas. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 173

La impotencia es silenciosa y corta el flujo— La lluvia cae sobre el espacio abierto del jardín y estás dentro.

Bajo el cobertor en brazos de la mística el infeliz muerte en la esquina rosada gritan los pájaros fruteros violados

Dónde está el peso mayor del estar allí en el estar o en el allí? En el allí —que sería preferible llamar un aquí— debo buscar primeramente mi ser?

Bachelard

Pues aquí estás tú, HOTELES de madrugada bañador caminando en el azul metálico de una calle desierta regresas y ventoseas en tu lecho y otra vez aquí / allí = viento / molotov / pezuña del poli Margarita Elsa Sira esta frase se cansa de evocarlas. Desde los jardines de la U imaginaba París como un barrio cálido donde alcanzar el espíritu de los impresionistas hoy pasé en París en un invierno escarchado una Navidad que podría haber sido de postal si no fuera porque estas celebraciones pierden todo sentido lejos del clima familiar y las postales no se pueden vivir (su naturaleza es retiniana). P es una ciudad en la que pasé al azar una fiesta finita en los límites de una soledad llamada cortesía, en el bulevar Saint Michel tomé un capuchino en perfecta nostalgia de mi ambiente esforzándome por encontrar la Colmena noctámbula Notre Dame fue vista mientras bebía un coñac tibio en la noche cené puerco dulce en restaurantes vietnamitas y era como volver a la calle Capón en Lima, la necesidad absurda de reencontrarnos siempre a millas de distancia con una vaga identidad. 174 Carmen Ollé

¿Les Champs Élysées mon amie? Mi mirada de turista no puede devolverte tu ciudad fantasma la experiencia se da hoy en el abrazo con una criatura en cualquier rincón del mundo y en el sucio y pobre hotel Astur yo experimenté el tan ansiado orgasmo simultáneo no dejé de ser virgen entre aires bucólicos o bosquecillos de pinos dejé de tener himen como de tener amígdalas en una operación de dos horas me afeité las axilas los vellos de las piernas aunque las sajonas suelen conservarlos largos y rubios entre sus brazos.

¿Nuestras partes se cercenan por falta de belleza o de carácter? Una pintora holandesa consideraba que no había muerto dios sino el arte mientras bebíamos cuestionábamos el poder en el lecho: mi papel en el curso del abrazo entre los pezones erguidos la erección del falo y las nalgas dispuestas a ser acariciadas. ¿Cómo hay que disimular una cicatriz de cesárea? O la herida de una ecuación de belleza. ¿Dónde radica la belleza en la consumación de unos frescos senos o en la felación? Disponerse en el viaje a ser asaeteada por el viento como por las pasión, todo el que goza es verdadero y sus consecuentes silogismos.

Como el viajero retorno siempre a las primeras imágenes. En ellas estoy yo sonriendo en una escalera de Huampaní con dos amigas de mi padre peinada con cola de caballo y llevando mocasines apaches nada me enternece más que esa sonrisa desolada de ser Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 175

tenida en brazos por dos extrañas íbamos a convalecer de los bronquios el cloro de la piscina y la sonrisa de mi padre mi cama contigua a la suya el pasillo enladrillado por donde furtivamente se marchaba al casino creyéndome dormida los sueños que entonces abrigué son el pasado que ahora yace junto con los restos de mi padre un ciclo de niña el secreto de los años cuya distancia permite que sea dulcificado.

Como antes aún sigo en estado de alerta ante cualquier extraño ante cualquier contacto presintiendo que debo relucir o impresionar con mis lecciones de piano como ahora con mis partes. Es un fracaso esta necesidad de estar alerta y de recibir al visitante con la misma impericia de niña mostrándole todo lo que creemos ser como si no bastara ya ser.

de Noches de adrenalina 176 Carmen Ollé

Amor me mueve y me hace responder

(Beatriz)

Dejarme arrastrar por un flujo de sensaciones: realidad y fantasía combinan malévolamente hoy en mí. Todo nuevo amor refleja una carga eléctrica de un viejo y conocido circuito: felicidad, frustración. La imagen más bella sería tu desnudo cuerpo sin ofrecer mi cuerpo desnudo, de la misma manera como observo mi serenidad en Safo o en San Juan el deseo, pero al menos que te hable de Baudelaire no podría hablarte de la poesía. ¿Sabes qué es la poesía? Un muchacho que va en busca de la felicidad o la imagen perfecta del peligro es atraer como lo hace la poesía a la belleza sin riesgo de caer en la retórica. Y toda retórica es ridícula. Amar sólo el fruto de este instante llamado escritura es el resultado fatal conocido como poesía. Se es más infiel hablando el mismo idioma. Puesto que la imagen perfecta ha de amar el peligro no existe la perfección sino en la arbitrariedad, entonces combinación de serenidad y deseo en ausencia del poema: tu desnudo cuerpo con mi cuerpo desnudo, sin serenidad. Caída en este juego sólo para atraerte al fin.

de Todo orgullo humea la noche Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 177

En Praga

a Giovanna Pollarolo

El viento corta el rostro en la estación de Schönefeld, he podido olvidar que estoy acá, camino a Praga para pensar en ti desde el Este...

Bésame mucho, canta una voz en una radio lejana, como si fuera ésta la última vez...

La música en español nos persigue inútilmente como si en realidad fuera la última vez. Mi compañera de viaje duerme sin conocer el peligro. El tren se separa de Occidente hacia un oscuro campo, hacia un oscuro destino. Sólo los vietnamitas saben a dónde van y para qué. Nosotras, apenas, a divisar a lo lejos algún puente sobre el Moldau o una apacible plaza de rostros lánguidos y blancos que no se parecen a Kafka. Sólo nosotras podíamos caer en un hotel con ese nombre: Kafka: habitación número 5 y el Moldau fluye sin flotantes...

Ella abre los ojos y mira melancólica el paisaje. También huye, pienso, de algún mal de amor...

Los gendarmes, duros y verdes, nos detienen, ¿viajeras? Sí, obsesas, como si fuera la última vez. Vacío mi mochila,un frasco de crema Revlon cae, sospechoso, como el color de los ojos asesinos 178 Carmen Ollé

Dos solitarias y el aire parece lleno de fantasmas una buhardilla alta, en un viejo edificio nos tienta los escritores y los artistas somos gatos agazapados en los tejados soñolientos gatos y sabios... Bravo, has sonreído después de mucho tiempo en la calle Malá Strana, vieja y barroca, seguramente Kafka conoció a Felicia en ella y las delicias de Felicia

de Antología de la poesía peruana. Fuego abierto María Emilia Cornejo (Lima, 1949 - 1972)

• En la mitad del camino recorrido (Poesía reunida). Lima: Flora Tristán, 1989.

179 180 María Emilia Cornejo

He vuelto al camino de la soledad al camino de la transparencia y la limpieza he vuelto a los lugares inéditos donde miedos milenarios pugnan por salir. he vuelto yo lo sé, a la angustia de una noche que se acaba, al poema terminado, al silencio, a mi vida. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 181

Envueltos en las sábanas de tu cama, esa cama tuya cargada de pesares descubrimos las mil formas del amor; mis senos como palomas alimentaron tus angustias y tus pasos se perdían locos en la llanura de mi vientre, ¡oh! fauno enamorado cabalgabas sobre mí desesperadamente. tus labios tomaron posesión de mi sexo y una lluvia de estrellas bañó nuestros cuerpos y tu semen vino a mí curando todas mis penas. al final fumamos y nos quejamos del viejo colchón de paja limpiamos nuestros sexos hurgamos en viejos poemas la definición de lo nuestro volvimos a fumar y las cuatro paredes de tu cuarto se hicieron evidentes tan claras y evidentes. yo te dije adiós y tú prometiste llamarme. 182 María Emilia Cornejo

La muchacha mala de la historia

soy la muchacha mala de la historia la que fornicó con tres hombres y le sacó cuernos a su marido, soy la mujer que lo engañó cotidianamente por un miserable plato de lentejas la que le quitó lentamente su ropaje de bondad hasta convertirlo en una piedra negra y estéril soy la mujer que lo castró con infinitos gestos de ternura y gemidos falsos en la cama soy la muchacha mala de la historia Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 183

Todas las cosas tuyas te poseen como un secreto en cada una de sus partes. en el reloj de caracoles sonoros eres las manecillas lloronas que aguardan segundos y minutos; tienes con el tiempo y el reloj una sagrada alianza y cual dios todo lo detienes y todo lo conviertes en espera; y sólo tú sabes cuántas horas he perdido tratando de olvidarte, entre libros de polvo y años que algún poeta enamorado a su amada dedicó; tratando de olvidarte en cada una de tus cosas en todas las cosas tuyas que te guardan y conservan; y tienen vida, la biblia que tiene tu palabra, de ceniza y cal ardiente, de enfermedad, delirio y muerte; la rosa que tiene tu perfume, de tibieza y paz constante, de amor, dulzura y vida; y la losa con tu nombre que te aguarda eternamente, desde el origen del mundo y de tus días.

184 María Emilia Cornejo

Cuando pienses en mí, recuerda a la jovencita inocente y tal vez ingenua que se entregó a ti una tarde de verano. guarda en tu memoria mis interminables preguntas sobre tu sexo el rubor de mis mejillas y las huellas de mis labios en tu cuello. conserva celosamente las dimensiones de mi talle mi pubis ardiente e insaciable mis lentos orgasmos y guarda guarda sobre todo mis silencios.

Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 185

Como tú lo estableciste sola, descubro que mi vida transcurrió perfectamente como tú lo estableciste. ahora cuando la sensación de algo inacabado, inacabado y ajeno invade de escrúpulos mis buenas intenciones, sólo ahora cuando me siento en la mitad de todos mis caminos atada a frases hechas a cosas que se hacen por haberlas aprendido como se aprende una lección de historia, puedo pensar que de nada sirvieron los consejos ni las interminables conversaciones con tu madre, y esas largas horas de mi vida perdidas en aprendizajes extraños sobre pesas y medidas, colores y sabores y en el vano intento de ir tras el sol tras el vuelo de los pájaros, de repente quiero acabar con mi baño de todas las mañanas, con el café pasado, con mi agenda cuidadosamente estructurada de citas y visitas a las que asisto puntualmente; pero es tarde hace frío y estoy sola

de En la mitad del camino

Luis La Hoz (Lima, 1949)

• Signo de los vientos. Lima: Nuevo Arte, 1971. • El oro de Acapulco. Lima: Cuadernos de Berlioz I, La Joven Parca, 1973. • Primer incendio. Lima: Ames, 1977. • Quiero morir soñando. En colaboración con Nicolás Yerovi. Lima: Ames, 1978. • Las predilecciones. Lima: Cuadernos de Berlioz, 1981. • Ángel de hierro. Lima: Edición del autor, 1984. • Los setenta. Lima: Edición del autor, 1985. • El antiguo ardor. Lima: Ediciones de los Lunes, 1993. • Oscuro y diamante (Poemas escogidos). Lima: Banco Central de Reserva del Perú, 1998. • Geografía inútil. Lima: Estruendo Mudo, 2006.

187 188 Luis La Hoz

1

Por las calles de la ciudad va mi amor, espléndido tras las frutas, los semáforos, los puestos de gloria de los guardias. Por las calles va mi amor en este tiempo sobre el cual todo se ha dicho y no basta. Mi bello amor inmolado a las serpientes, a los vidrios rotos de las fiestas, al acanto, a los laureles y a esas miserias que este siglo ha fabricado para su propio uso.

2

Habitante del césped de los parques y del rocío que llega como música de la madrugada. Fogonero, ebrio, chofer de taxi. Hijo de Gilda y de Enrique.

Más delgado que la lluvia de nuestra ciudad. Nunca gris, siempre tumultuoso y algo desolado. Tan falso como es una imagen en el agua, tan verdadero como el agua.

de Ángel de hierro Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 189

Birds in the night

Los pájaros que deambulan por la noche suelen contarte grandes historias de pájaros, de plumas, de picos y de vuelos a galaxias que por lo general terminan en desastre.

Los pájaros que deambulan por la noche aman a sus pájaras en casa de otros pájaros. Algunas veces las olvidan, las comparten o las beben como el vino dulce de un verano.

Los pájaros que deambulan por la noche mienten, escupen, escriben en los baños. Cuídate, escapa, corre de ellos, te comerán los ojos, el estómago, las piernas. Te enseñarán y para siempre que el amor es solo un pájaro que deambula por la noche. 190 Luis La Hoz

Caminar, Baucis

Caminar, Baucis, por las hierbas de los parques. Mirar postes, nubes, gente que cruza. Sentir el resplandor de los versos que tú amas. No soy nada / Nunca seré nada / No puedo querer ser nada. Y continuar. Aire de la mañana o de la tarde. El mar que es inmenso. Todo lo conocido. Pero también lo otro. Destellos, actos o presencias que están allí, azar, detrás de puertas o ventanas, como un murmullo que no es anuncio ni llamado. Latido, quizá, o tigre o descarga eléctrica a punto de tocarnos. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 191

Escorpio

Cuesta caro escribir. Extraña confesión después de tanto verso, de tanta historia que hoy es un puñado de líneas.

Lo demás casi no lo entiendo. Pétalos de una flor de noviembre, arquitectura del agua pasando por mis dedos, escorpión insaciable, medusa de maravillosos colores, crisol de brujo donde todo debe convertirse en canción.

Lo vuelvo a decir. Pude ser mejor pero no más dulce. Dos o tres veces me pregunté por qué escribía y siempre fue como si llegara, desde lejos, un perfume.

de Los setenta 192 Luis La Hoz

Los adolescentes (fragmentos)

1

Tengo quince años y explosiona en mis venas un torbellino de luces, bocas, peces ondulantes. Es caliente mi cuerpo. Lanza mariposas que vuelan con colores fosforescentes a través del día y de la noche. El día y la noche tienen poco tiempo para mí. Nada es suficiente. Estoy enardecido aun en sueños. Odio los sueños. Prefiero las calles, las bocinas de los autos, los hoteles frente al mar, el olor de las madreselvas reflejándose en un espejo.

Tenía quince años. Siempre tendré quince años. Soy el que he sido desde un día, algo recuerdo, fue a las tres de la tarde y cruzaba el sol por una ventana. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 193

2

Una noche mis sueños fueron lo que nunca habían sido. Desperté mojado, perdido en la oscuridad, a punto de morir.

Por la ventana pasaban lentos haces de luz, orquídeas, voces llamando a la provocación.

Qué fue aquello. Aun recuerdo los espasmos y el agua saliendo como un géiser y la sed y el orgullo en llamas.

Pero también recuerdo una especie de soledad, ahora la entiendo, recién puedo nombrarla. Soledad de taxi perdiéndose en una esquina, madrugada en silencio y sobre la pista mi nombre transformándose en otro nombre.

Un día los sueños cambian, mudan de ropaje, muestran escenas tan hermosas como un trozo de vidrio destellando bajo la luz de la luna, tus músculos tensos como alambres electrificados y el estallido y el ardor y los gruesos perfumes de un nuevo jardín. 194 Luis La Hoz

6

Nadie es serio cuando tiene diecisiete años, dijo el loco de Rimbaud. Un día se puso a beber, solo, y frente a la espuma brillante de su cerveza decidió largarse. Nada serio. Escogió Abisinia, el Mar Rojo, los esclavos, las armas, y una negra fue su amante cuando el sol caía.

Libre, ardiendo, tú también sueñas con lo que nunca habrás de tener, mala suerte.

Nada es serio a los diecisiete años, todo es posible, un millón de aves resplandecientes, archipiélagos, cielos que deliran frente a tus ojos, medusas de maravillosos colores y todos los pecados por fin al alcance de tu mano, nada serio, pecar es mejor que parecerse a una rata escondida en los desagües.

Amo el pecado, las flores carnívoras, las madrugadas que llegan y son pálidas como tu rostro y una cierta angustia camina por la calle con pasos de bailarina. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 195

Cuerpo bajo el sol

Tú tienes, como los griegos, la divina cualidad del entusiasmo. Fácilmente podrías andar seguido de ovejas y de cabras, envuelto en cierta luz, en aquella extraña luz que nace no del cielo sino de la tierra, de las rocas golpeadas por el mar en su estruendosa e inacabable danza.

Ningún material es deleznable para el entusiasmo. El amor y el desamor, la cordura y la demencia, los trenes y las palomas y los hombres y la historia y todo lo que hay en ella y el azar, nunca lo olvides.

El pasado está presente y posee el mismo rostro que el futuro. Tiempo lineal y tiempo circular son formas de nombrar lo eterno, que es quietud por totalidad, absoluto moviéndose en sí mismo.

No hay grandes ni pequeñas tareas para ti. Cada cosa es lo que debe ser. Diferentes e iguales, claras y oscuras, bondadosas y perversas. Y las tomas y las celebras con el mismo vaso de aguardiente.

Optimismo y pesimismo siempre fueron para ti maneras de la mediocridad, máscaras que el miedo transforma en religión, en otro miedo nuevamente.

de El antiguo ardor 196 Luis La Hoz

En lugar del paraíso

lo que sucedió esa tarde / ese año en el salón de la vieja casa / oblicuo rayo de sol cruzando los altos ventanales / lentas partículas de polvo en el tubo de luz / simples acontecimientos de repente vueltos esplendor / probables sabidurías de algún modo halladas

en lugar del paraíso

una sola certeza / un solo sueño / un solo corazón

en lugar del paraíso

las palabras y el silencio de las palabras / las palabras y el sonido de las palabras / mecánica de la baba / telaraña / ángel inesperado y economía / dulce tacho de basura / llenado / vaciado / diariamente y sin piedad

en lugar del paraíso

tomar como ejemplo Muerte sin fin / destripar cada estrofa / encontrar el cuchillo capaz de diseccionar cóncavo minuto / impúbera / la sangre anda de rojo

en lugar del paraíso

epifanía / como llaman los griegos al deseo / carne / corrupción / los ojos que contemplan / las manos que hurgan

en lugar del paraíso

tácticas / estrategias / lo que sirve para transitar impune las nuevas e infinitas calles por donde corre ardiente lava / puertas / ventanas / el rostro instantáneo de alguien / quién es alguien Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 197

en lugar del paraíso piel / cuerpo dorado / incienso / lo que se encontró una vez puede encontrarse dos veces / hola adiós / hola adiós / hasta que los relojes revienten en lugar del paraíso ningún remordimiento / cualquier monstruo irreal y tibio en vez del padre / huir del padre / amado héroe de las equivocaciones / sus sueños contables / su revólver / solo siempre / aquí por siempre en lugar del paraíso junto a madre / albahaca inundando el mediodía / rubia / plena de hijos / y el hijo primero al sur de orión / perdonado / tal vez nunca perdonado / contemplando erídanus / corriendo a erídanus / aterrado frente a erídanus / desobedeciendo / incendiando / cuál es el país de uno / qué tiene uno en lugar del paraíso páginas en blanco / las propias páginas en blanco / protervas y minuciosas como son las dudas / malvadas convivientes de aquella única certeza / literae / barro en la boca / hambre en la boca / los oficios de la boca transcritos con puño de hierro en lugar del paraíso no hay manera / así se nombran las cosas / adverbio de tornasol / alambres / formas del azufre / qué más / inventar a alguien / inventar una noche / la memoria trae filos de botella / sobras que las noches subsiguientes van licuando en lugar del paraíso 198 Luis La Hoz

vestido al revés / vanidoso al revés / ebrio al revés / mudo al revés / blindado al revés / coronado al revés / todo al revés pero llegado a ser lo que desde el principio / esa tarde de ese año en el salón de la vieja casa

en lugar del paraíso

un anillo de oro cayendo sobre una bandeja de plata / las letras que le faltan al mar sin duda extraviadas en alguno de los amadísimos juguetes / tantos en tan poco tiempo / tantos en tanto tiempo

de Una flor amarilla Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 199

París uno

Helada O tibia O caliente.

Gota Sola O muchas.

No agua Sino Forma del agua.

Un dedo, El dúo de los ojos, La lengua.

Lento un dedo Recorre La escarcha en el cristal.

Dos los ojos Destinados al asombro, Lacrimae.

Y la lengua, Ella lánguida, ella sabia, Ella promiscuidad. 200 Luis La Hoz

París dos

Recorro el cristal De mi ventana.

Índice el dedo Que utilizo.

Juego a los caminos Como si fueran caminos

Las rayas Que trazo

En el cuadrado Ciego de humedad.

Qué detrás, Quién detrás.

Y recuerdo A Valery.

de Geografía inútil Vladimir Herrera (Puno, 1950)

• Mate de cedrón. Lima: Picaflor, 1974. • Del verano inculto. Valencia: Taberna de Cimbeles, 1980. • Pobre poesía peruana. Barcelona: Auqui, 1989. • Almanaque. Barcelona: Auqui, 1993. • Kiosko de malaquita. Barcelona: Auqui, 1993. • Poemas incorregibles. Barcelona: Tusquets, 2000.

201 202 Vladimir Herrera

Viéndote Haber ignoto Como cántaro Lazo o amorío o cabo o Músculo en ese pórtico

Igual a tu prestidigitador Y a tu nada

Los ojos en el océano de rayos sonámbulos Tu inicio

Surcos parajes pigmentos de luciérnaga Luciérnaga de palabras Infinitas A mi lado Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 203

Pobre poesía peruana

Westphalen tirita entre las horas de su felicidad de nuevo librado a la sombra de una rosa grande

Le priva el viento retinto de su habitual noción La memoria ladeada por el sueño El viejo surrealista y la felicidad meando de puntillas en los vínculos

Sin embargo el viejo sabe como sabe la cabeza de obsidiana la afanosa sombra de la rosa que ya no quiere caer Y alcanza el peso del iridio le estira de ese corazón su memoria a sus ángulos le obliga a su figura leve como una manzana de yodo más contraída que un astro Lenta estocada en su cristal

(Pero el viejo ordena sus manos mercurianas limpias calidades de iridio como en vitrinas de ciudades áureas Que eran celadas de un vestido blanco La talladura tiesa de admirados apetitos Sólo una escena sencilla Del libre en su dominio amado)

Allí practicaba Lezama El arquetipo su equitación de ciego Allí pisaba el polvo de su amadora senda Alto en un patio de voces que han invadido las llamas La arcilla de las hadas 204 Vladimir Herrera

El árbol de Ayacucho Más aún que el árbol de la voz herida Tibia como el cuerpo recogido La flor del latido Del mar de las grandes migraciones Como al compás de un eclipse El viejo y su cuchara de lata Las olas del lienzo mojando el bazar oscuro Vencidas del rumbo permanente Cambiadas Por huellas del fin en las espumas En tránsito a su enamoramiento quieto Aún todavía compás de eclipse El viejo de la rosa grande Toda exageración y cumplimiento Toda consumación de constructor Riguroso El viejo surrealista peruano Donde eran de magnitud la rosa Y la evaporación de naves Más todavía que un trígono Propicio en la desesperanza Destino de cuyo día y obra De cuya felicidad mayor Nimbos trueno son De su alegría fosca Usando mar causando alivio Como vuelo o escama De la saliva en el beso El vientre harto Precoz que te oye Pasar hoy Silbando espejos.

Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 205

S (Adán)

Himno También tú te desnudas De intimidades en la rúa Te reconduces pobre A la granulación del tiempo De la fotografía

(que no era delicia De las hélices)

(que no era la fragua de los dientes) 206 Vladimir Herrera

Ritmo hesicástico

Ojos de la galana sola en una frase común con olivos Son mar espeso con alejandrinos y espuma y litoral irisado Con naranjos enanos transportados en oda Y rosas Son mar que hace las veces de mar en trote de olas albergando El animal de la quimera y su testuz de finísima práctica

Luz de isla o Cola de Juno Caracterizan lejanía en el entendimiento, cobran de sí Devotas voluptuosas gobernándose Y lunarios influidos fijos en la lectura errante

Y género epiceno el de dos astros cuando queda entre ambos Dos un indicio aspa o sospecha de agua soleada y servil con Aura de viajes señalada en mucho brazo desnudo y vertida En ensueño menor de hermana respirando siempre en lo herboso Mi tema Eternizando el mar espeso con sosegar de velas y resaca Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 207

Cunilinguo

¿o será como cabras y cabros que se comen de una sola amapola?

martín Adán

Ha de ser como una llama que se dice quieta, No como el fragor, señora, o como una urna en El calcinado esplendoroso carmesí, sujeto Del deseo, sometido joven aún a las hurgaciones.

Suscitada por el deseo ha de ser la lengua, Su inverso cono de luz, su seno recortado, sólo La pura lengua de plumas y saudades revestida, Celebérrima, y los glúteos severamente azotados Con arena, y el viejo figurín en la ventana Tras la cual un otro sexo habrá de levantarse En brillo y desmoronado será en parte como Cuando desea un santo de su cuerpo su verso Emocionado. Las economías, en suma, del Poder, y El poder hacerlo de espaldas hígado y riñones Afuera, pero sombra de naranjos y también Fritilarias, acudidas todas a la intimidad Constelada en que se pee y se bufa domesticando El verano: Los besos que en las verijas tendrán Que olvidarse, como la lengua serán en sí Recordados: Unos cuartos de luna lucientes Para la sandalia del agua más pura al pisar de Dos ríos orondos las algas, la fiebre y el costado. 208 Vladimir Herrera

Elixir para lo blanco

Visitabis Interiora Terrae, Rectificando Invenies, Occultum Lapidem, Veram Medicinam.

Movida la porción de licor En el sentimiento del Rubí Pero muy oscura en el peso De lo que se ama purga y purifica La alchimia así llamada Por la boca del hisopo que despliega Un ocre pastoso hacia el mercurio Quiero decir un velo veneciano En el espacio de una alegre comisura Y que engendra lo mismo una melografía Que una noche de juegos donde una mezcla Una diferencia componen linterna y arenas En su naturaleza fría y cuerpos tasajeados Divididos en versiones bajo el árbol De la quina La Alchimia Dicta su cornucopia entre las matas Su recitario en un lecho de polvo Ella es alivio sin costas ni sierras Ni selvas Paisaje del verbo en polvillo Postal Naves y estación de charcas No litoral pero astro de la nostalgia Y lento beso de vitriolo. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 209

Muerte en el bodegón y homenaje a Bacon

Las manos de luz cruda que rozan Y cortan la rotación del aire caliente

Que fluye urdiendo los impulsos Que organizan lo entrañable de los días

La fase nula del viento que no debe errar En lo interior y el agua que no ha de correr

Como al principio Que ha de estancarse en el silencio

Semejando el mar de las cenizas Estremecidas en el baño

Mientras se hace otra luz en el espejo Y se juega con los vellos del pubis

Haciendo muecas riendo y recordando 210 Vladimir Herrera

Vallejianas : italianas

para Montse, Marina y Juan José

1

Polígamo del poema prometeico Cuando el poema se adensa No triste dispensario No sensación de lenguaje en el poema Más bien la nuritura del arte La tintura del poema como Destilación del ensueño Sin voz Sin nadie Sólo unos campesinos van por delante de sus bestias

2

Y cada ensoñación no es olvido Non dimenticare No es sueño exactamente si esta mujer me ama como una campesina ama a su bestia de carga los domingos En Urcos en febrero el año dos mil de Chagall

3

¿O no es cierto acaso que uno vino a darse lo que estaba asignado para otro? El delirio de los novios verdes y el guitarrón cromado Todo espumándose en esta parte del Perú difícil de recordar O esos otros novios vestidos de waca waca en la plaza de Lampa Que no es lenguaje de campanas ni es el fin de nada Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 211

4

El café por ejemplo lo compramos al contado en la calle de un Convento Volviendo al Perú desconsolados En los mares de la selva Tras la voz de nuestros hijos calatos Los claros arcos del patio de ellos Centinela

de Poemas incorregibles

Enrique Verástegui (Lima, 1950)

• En los extramuros del mundo. Nota de CMB. Lima: Carlos Milla Batres, 1971. • Praxis, asalto y destrucción del infierno. Lima: Ediciones Campo de Concentración, 1980. • Leonardo. Lima: Instituto Nacional de Cultura, 1988. • Angelus novus. Tomo I. Lima: Ediciones Antares, 1989. • Angelus novus. Tomo II. Lima: Ediciones Antares y Lluvia Editores, 1990. • Monte de goce. Lima: Jaime Campodónico Editor, 1991. • Taki Onqoy. Lima: Lluvia Editores, 1993. • Ética IV. Albus. Lima: Editorial Gabriela, 1995. • Ensayo sobre ingeniería. Lima: Gonzalo Pastor Editor, 1999. • El teorema de Yu. Lima: Arte/Reda, 2004. • Yachay hanay, seguido de Tractatus lógico matemáticus. Lima: Ventana de Medusa, 2006. • Teoría de los cambios. Lima-Arequipa: Sol Negro Editores/Cascahuesos Editores, 2009.

213 214 Enrique Ve rástegui

Para que esto no sea un hato de palabras apiladas como yerba encima del papel

Para que esto no sea un hato de palabras apiladas como yerba encima del papel y sin más realidad que todo — esa virtud de fuego y otros poderes como decir amor porque para mí que no conozco sino rostros pálidos como la lluvia, en esta ciudad de trapo, en la ciudad de las antenas de TV, la cuestión del amor no es sino el problema de la mujer materia soledad indispuesta resistiéndose todavía contra el asedio de mis manos — trotando girando como esos discos con la voz de Satchmo que aún hoy vemos por allí en alguna librería de reventa de sueños, de flores usadas. Para que esto penetre como yo dentro de ti y después de tantas palabras de amor que íbamos apilando sobre los graneros de la rutina una a una después de tanta mortandad de la contradicción y esto es el quid a todo asunto entre golondrinas que más bien odiamos porque son tentáculos de miedo cómo obligarte a abrir las piernas antes de que un patrullero pase descubriéndonos agazapados tirados sobre la yerba del parque Neptuno y el amor eres tú oh mi gatita esperándome desnuda con una fruta sobre las rodillas. Y lo que hicimos o dejamos de hacer pesará ahora más que toda nuestra vida porque esto, el aire, la niebla, la inexplicable emoción de estarnos así angustiados, pesará tanto que no podremos saciamos y el temor de que te quedes embarazada los estudios el trabajo eres franca no te gusta que utilice condones para el coito o el amor consiste en eso en el acto de rociar con sal tus senos o Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 215

cuando estás abriéndote dando muestras saludables de una mayor destreza y así estoy atenazado entre tus muslos y no queda ya tiempo para seguir hablando de estrellas y este cielo no lo cruzan más gorriones sino las sirenas de la patrulla persiguiéndonos hacia el oeste hacia la rabia y esa manera muy tuya de hacerlo de rozarnos saltando de un lado para otro como dos gatos que no pueden concluir el espasmo —cuervo que está dando vueltas en círculos concéntricos que se lanza para adueñarse del desmayo hacia donde para el diccionario sólo era una definición y ahora forcejeando acariciándonos para que esto arda dentro de ti porque el rigor de las palabras como un golpe certero sigue naufragando en mar de tinieblas porque el rigor como los mares viene prendido sobre el aullido de la realidad que diariamente cercenamos que diariamente cuando al más leve descuido nos cercena y entonces a qué salud o mar retomarán nuestros hijos o si luego habrán de escoger como sus padres el camino de la soledad la angustia porque la realidad que diariamente cercenamos de un solo tajo del linde entre la podredumbre y sus cataratas de frío y el rigor de las palabras como un golpe certero se da furiosamente en el hecho de consumar en la voz de Satchmo que ahora estamos escuchando. 216 Enrique Ve rástegui

Segundo encuentro con Lezama o pequeña introducción a en los maceteros de la suciedad

Otra vez perdido esta noche. Temblando y con la mirada arrojada como uno de esos fantasmas roídos por un diente de luz bebiendo embriagándome contigo en los cafetines de Huérfanos viejo corsario oculto detrás de los semáforos son más de las doce y caminamos pisando este cielo de golondrinas agitándose entre lo que tú tratas de decirme y lo que en realidad me dices porque ya nada se agita más acá en el silencio y nada huele más limpio que los sueños de una muchacha desesperada nada más limpio este verano esta vida esta precisa forma de coger los guijarros de la madrugada cuando ya sin amigos, sin mujer voy caminando perdidamente atado a los más raros principios a la vida / a la vida / a la vida y mi lengua se mueve nerviosamente como ramas frescas agitadas por un golpe del viento. ¿Qué has hecho de tu vida? ¿qué hiciste con toda la riqueza depositada en tus mejillas? Muerte es un verso cuyas ramas se tuercen como un lago seco. ¿Muerte es un verso cuyas ramas se tuercen como un lago seco?

Más no podemos ya pensar en nuestra vida enlatada con ángeles que revientan furiosamente como ese aire de mar, salado y fuerte, aventándonos otra vez hacia nuestros propios remordimientos, al centro de la noche, entre avisos luminosos que van rodando como un camión de basuras embistiéndonos. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 217

Tal vez si yo me alcanzara como el cazador que derriba de un tiro millares de alondras en vuelo o en pleno vuelo llegue por fin a descifrar el enigma de la muerte y entonces alondra está herido de gravedad: alondra deja entrever la maldita posibilidad del silencio y cada vez más el mundo es un paladar reseco con la lengua y los sueños refregándose en el aire, con frío, a medianoche, el pecho desnudo como un campo de huesos y viñas salvajes, con mi libreta de apuntes caminando entre desconocidos de ceras apagadas en los dedos, pálida gente recostada contra la pared del silencio.

de En los extramuros del mundo 218 Enrique Ve rástegui

Suite de una noche en el parque

Te he invitado a tomar el fresco esta noche en el parque. El calor empuja a las parejas a echarse bajo postes ­eléctricos sobre la yerba a montarse —uno frente al otro— en banquitas de granito color rojo oscuro. El mar es ahora un tema contra el que un hombre acaricia a una mujer. Oh tristeza de otoño, rabia— todo es duro... Sabes bien que matemáticas y literatura me han importado tanto como tus labios. No tengo trabajo y ayer arrojé el teléfono, un sueldo de 4000 billetes de a mil no es algo que logre apartarme de ti. No tengo trabajo. Tú dices que admiras que yo no haya perdido ya con todo este sufrimiento las ganas de soñar. Limpiar la casa, barrer, ponerme a trapear, eso es lo que hago antes de ponerme a mecanografiar mis proyectos. Y la historia ha sido para mí que hube de rescatarte a tu propio silencio, y a tu andar perdida en las noches a la tristeza en tus ojos, un cambio de energía colocada en tu mente mientras cabalgaba de tu lecho a este papel como una manzana que pruebas contemplando este parque, sabes ya cuál es mi concepto de una ciudad cuya fortaleza han sido estos versos. Y esto es todo lo que ha marcado nuestra sensibilidad obligándonos a darle un adiós al pasado.

Te he invitado a tomar el fresco esta noche en el parque.

Ah mujer, compañera querida, yo estoy tal vez desolado como yerba de monte No tengo trabajo, y llegó ya el tiempo de la bondad y el desamparo, la hora Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 219

de pruebas difíciles como permanecer coherentes ante hechos incomprensibles, el tiempo de empaquetar las flores heladas del llanto y no olvides la experiencia adquirida, no olvides las colchas tejidas lentamente las tardes de invierno, no olvides consultar el mapa astral, no olvides almacigar luz en el patio, no olvides la libreta con direcciones amigas, no olvides los viejos libros sagrados, no olvides a todos aquellos que nos dieron amistad y dulzura, no olvides & los intrépidos como nosotros, no olvides tu propio furor pero mantente bella y grácil, dulce y suave como hasta ahora. Todo esto que observas es un ferrocarril atravesando a la noche que cuelga como una casaca en tu hombro y el alba es un ángel cuyo destino se juega en nosotros.

Ah mujer, compañera adorada, llegó ahora el tiempo de la soledad y el compromiso, el tiempo en que la vanidad es una mueca que apesadumbre a nuestra vida y es tan necesario precisar nuestro rumbo como hacer este acápite para abrir el ritual de los viejos libros sagrados. Allí leerás que el que da mal por bien no se apartará el mal de su casa. O como dijera Mahoma que si la montaña no viene a ti anda tú a la montaña. Besados serán los labios —dicen también los Proverbios— del que responde palabras ­ rectas. Y son muchas las cosas que uno aprende cuando se da paso a la cordura y se ha examinado minuciosamente a la vida. Estar en un parque es pensar, no cabizbajo, todo esto. Un no tener trabajo es no haber perdido el oficio. Apenas significa prepararse para acometer el destino final. 220 Enrique Ve rástegui

Nuestro destino ha sido transportar belleza y ternura, cambiar nuestra soledad en flores que brotan en ti cuerpo y continuar estremeciéndonos por tratar de dejar atrás este tiempo para probar la sonrisa de la vida en parques donde muchachos emborrachándose cantan cosas picantes a los enamorados. Tampoco tienen trabajo y algunos estudian pero todos somos pétalos de una cultura que sobriamente ­ florece en nuestras páginas. No tendré trabajo pero sabes que este poema vale más que el sueldo que no deseé para ti. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 221

Mi cuchillo se apresta a descuartizar el otoño

Cuando la caballería enrojece a la noche es verano. Tiempos turbulentos como leñadores montañeses se precipitan en el horizonte. Me he puesto una gorra de cobrador de tickets y vuelo en la noche como un tren agitándose sobre tu cuerpo. Ya no tiene antenas de grillo posadas en un cordón y ahora se desliza con suspensión aérea en los rieles. Postes, campos con bruma de tristeza pasan a toda velocidad. Y la mañana es una chaqueta roja abrigándonos contra el invierno, el otoño un mundo anticuado echando humo gris bajo mis ruedas.

Este avance altera la tristeza del tiempo.

Me saco la gorra y los leñadores se aprestan a descuartizar el otoño.

¿Quién osará entrometerse conmigo? ¿El cielo que ha descargado su peso sobre mis hombros no es el mundo que yo sostengo? Mi corazón se enfebrece agitándose en tus labios y este mundo que pasa ante mí es soledad transformada en belleza.

Una flor como una noche se pierde en el terrible pasado.

Tengo miedo a la muerte, no a morir: el cuerpo que vuelve a la tierra es una flor perdida en tus manos. Una eternidad corno un campo bajo la luna florece en mis labios y lo que he soñado sólo es una esquela de matrimonio bajo tu puerta y los muchachos que cantan, o aman, son flores como palabras que tus manos colocan en tus 222 Enrique Ve rástegui

cabellos húmedos y frescos. Mis palabras son esas flores y este viaje un arte por donde transita la vida agitada, el amor que te espera en un asiento de tren. Mi sangre se enciende como una rosa, o un caldero, y tú prepárate a recibir la mañana como una casaca abrigada en un invierno muy duro. Hemos viajado toda la noche. Soy feliz guiando vagones de yerba lejos del hastío donde la noche ha caído. No esperes escupir sangre en el blanco pañuelo en la próxima parada. Ni te refugies lejos de la belleza que solloza ante ti como una dulce flor apretando su pecho contra el tuyo, ¿Por qué te desesperas más de lo que buenamente has podido desesperarte? Estaré allí a la hora precisa y mi precisión será la flor que acaricies. Todo esto habrá de pasar como un sueño y un retrovisor donde noches silenciosas y tristes se alejan del parabrisas que avanza como un bólido busca un paño que limpie el polvo del viaje. El otoño como un pueblo fantasma va quedando atrás. Atrás el hielo de invierno. Nuestros viajeros desempaquetan panes con tripas para alejar el hambre: cantan, o leen, contemplan el furor de paisajes por donde este tren se desliza cálidamente y en nuestra cabina de mando comprobamos el carburador recalentado, el empuje de esta batería cuya bujía tiene ahora menos complejidad que mirar el mapa de ruta.

El otoño se marchita como la noche a un lado del sueño.

El tren es sólo una bella fuerza despejando a la niebla y más allá toda nostalgia es gris, todo cansancio un amanecer perdido en la niebla.

Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 223

A veces una cruz verdosa en un montón de tristes adobes, o una llama en la noche, te indican que el destino quedó al lí consumido como un cigarrillo pero las ruedas infatigables sólo han podido avanzar enfrentándose a la tristeza como a una peligrosísima curva donde tú eres destreza y la noche no avanza más que el leñador de tus ojos ahora que mi cuchillo ha descuartizado al otoño

de Angelus Novus 224 Enrique Ve rástegui

& nadie jamás fue acariciado como yo soy acariciado ahora entre el ojo del olmo & el lecho de Nannerl

Canciones del alma en la íntima comunicación de amor con Dios

Opus III (LLAMA DE AMOR VIVA, 1): el venerable saboreó su paisaje predilecto del paraíso & dijo “¡Oh llama de amor viva ¡Oh Nannerl de ojos fresca que tiernamente hieres & dulcemente inquieta de mi alma en el más profundo centro! de tu lecho en el más rico espasmo! Pues ya no eres esquiva, por eso te me quedas, acaba ya si quieres, has algo ya siquiera, rompe la tela deste dulce encuentro.” Toca el laúd por este duro cuerpo.

“¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado, que a vida eterna sabe!” & a candor tan delicado te asemejas como toque fresco de tus labios sobre la flor de mi p. encarnada y dura. ¡Oh dulce Nannerl de pechos acariciados como luna o noche o brasas!

& dulce Nannerl giró sus ojos una vez más giró sus muslos & esa leve espalda suave como almendra en flor: dulce pradera donde pastan León & Buey: el estado de excepción.

mi caricia quedó estampada en mármol rosa/una historia sobre la historia de su cutis: out-history dijimos no & giró lentamente hacia la presencia de serpiente Inoperante palabra detenida sobre la palabra de la noche. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 225

Orfeo ha de dormir como se duerme mi gran lanza roca & granito en Himeneo o en meneo de los muslos entre los muslos fluorescentes: aquesta Nannerl & su caricia que no nombran las Estadísticas del año.

de Monte de goce 226 Enrique Ve rástegui

Por esto nada es imposible ante el poder de la naturaleza que eres tú hecho tierra, flor, lucidez, programa tan genético como bella totalidad furiosa, y voluntad, ahora que has abordado junto a tu amiga este viajar de un mundo desde donde por una visión fulgurante —llamaradas naranjas acarician tus cabellos trayéndote estas imágenes, primaverales como el orgasmo— te contemplas a ti mismo en un hombre que en la yerba brota de una muchacha, gente inopinadamente angustiada, o que está aquí empezando todavía un bloque de belleza sobre otro como una fortaleza que se construye desde hace 5 mil años. Y esto es ebullición de un vivir incesante o economía en el sentido menos estrecho de su concepto. Patria es juventud sobre todo con una meta tan razonable como la gloria y es así como ha de concebirse el vivir porque no hay, como Shakespeare, o Mozart, grandes naciones en el mundo moderno que se hubieran para sobrevivir agarrado a tiros de cañón contra flatulencia, y fatiga, contra soborno, y desgracia, contra herrumbre, y autoconmiseración sin sentido, y tampoco hubo país que en su belleza no encontrara su fuerza, y su poderío en destruir toda herrumbre que presagie cualquier cosa no fértil para el programa. impreso de sangre y huesos y cerebro en el fondo surgido de la noche terrible donde fuimos procreados. Si esta bondad una vez prometida por el cielo se obstinara en permanecer distante a tu fuego y tu sueño —esto que la torna bondad porque de ti, el hombre, el poder, la mujer es donde se realiza la gran promesa— entonces todo derecho es tu sueño y el soñar tu deber para escribir la Visión, la profecía, el reino prometido que está en el futuro, y es una página que ni ha sido leída aunque su lindo estilo es esta flor incomprensible en quien confluyen sueños como abejas dulces de la noche, Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 227

y estos proyectos trazados sobre la madrugada, o arrancados a noches tan puras como toda llamarada dorada donde la pasión florece, para que tomen la pétrea concreción de toda catedral flameante una vez salidos —esta sinfonía de flores— del cerebro del arquitecto

&c./ partieron de Letras de Química de Ciencias Económicas de Cirugía y de Letras Proserpina con su gente.

9/55 am. Se eleva una llamarada fresca en el follaje de moras de la residencia de la Universidad, ojos como relámpagos dorados flores cimitarras guitarras florecían furiosamente en la marcha: decenas de miles de obreros marchaban lentamente por la jungla urbana (senderos de cemento, follajes de vidrio, orquesta de matracas y consignas): rumor de girasoles como hélices en toda mente analítica y gotas de rocío sobre pétalos de tus cabellos que acaricio podían ser el arco voltaico de la noche, una tierna sabiduría tu mirada y estos versos llamaradas doradas que florecían del roce de tus ojos con la realidad.

Gotas de rocío como flores en tu pelo parecen la sabiduría alejandrina.

Av. Venezuela, Av. Argentina, el trayecto hacia Lima es una comparsa hermosamente inasible como esta matraca de gritos que ni la represión puede detener.

Muchachos esbeltos como chompas blusas violeta verde limón. y mandarinas exprimiéndose (canasta de senos) en mis labios marchan una mañana soleada hacia Lima. Golondrina emigrando hacia el este (aguja girando en una brújula de enero) en busca de frutas 228 Enrique Ve rástegui

como de unos muslos donde poder despertar ternura a eso de las 12 m. estuvieron descendiendo (imagen de aves frescas volando contra el viento) en las calles más próximas al centro, grupos compactos caminaban bajo el ardor de un sol que estremecía los cabellos y era San Miguel quemando los pastos de cemento y los postes sin locura reflejados en un charco poseían no tanta verdad como este haber pasado por encima del reflejo.

de Taki Onkoy Ana María Gazzolo (Lima, 1951)

• Contra tiempo y distancia. Lima: Ausonia, 1978. • Cabo de las tormentas. Lima: Jaime Campodónico Editor, 1990. • Arte de la noche. Lima: Colmillo Blanco, 1997. • Cuaderno de ultramar. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, 2004.

229 230 Ana María Gazzolo

El suave rumor de un papel La frágil caligrafía del principio El temblor del aire Las venas en el aire El mirar infinito La mar del mirar La marca del silencio sobre los labios El cálido vino de las palabras La esquina antes colmada de vacío El paso que responde El desconcertado vuelo de los dedos El tacto del aliento Las noches en vela El ardor insomne La arena filtrándose y cayendo El deseado rumor deslizado bajo la puerta

de Arte de la noche Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 231

Tríptico florentino

I

Húmeda la habitación helada como el miedo y sin las necesarias puertas Cuarto de hotel perdido en una ciudad a la que doy la espalda

Padre madre hermano dónde en qué rincón de otro país lleno de infancia ignoran el acero de esta hora

Llueve en Florencia y en el cerco de mis manos caen mis pasos por las calles suburbanas Aquí no hay quattrocento ni río ni Dante encuentra a Beatrice en esta esquina Solo acequias y soledad se entrecruzan

II

El esqueleto de un árbol señala la herida del invierno He dejado el claustro recostado en la colina con su paz artificial y corredores lustrosos Busco la memoria de esta ciudad desvanecida tras la niebla

Via Ricasoli regada de excrementos y ni siquiera un ladrido perfora los altos muros

La tarde baja hacia el Duomo con esmerado sigilo 232 Ana María Gazzolo

III

Las palomas desatan sus alas de tormenta me esquivan con menuda prisa Traspaso la puerta del Paraíso en recogido desafío

Sólo aquí el tiempo detenido en la castaña quietud de los callejones Y en los cafés las voces encerradas

Nada más que esta perfecta esfera

No hay recuerdo que agobie ni mañana que amenace Su recinto me resguarda del transcurso

Asomada al Arno inmóvil veo el perfil de piedra volcado en el fango de las aguas Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 233

Huida

Voy a dejarte una astilla incrustada entre las sienes un estilete hiriéndote la frente para no adherirte a mi piel como un sol eterno y no hacer de tu pulso mi ritmo y mi latido

No te daré el galope pleno de mis ansias ni la rabia disuelta de mis puños por no ser un día menos yo para mí misma ni poder irme sin caerme a trozos En el vacío alzaré las palabras y así tendré pies para seguir andando y espalda para sostenerme

Mirarte ahora es un jirón de pena una asfixiante presión en mi estatura Y para que no te ausentes ni me invadas extenderé ante ti siempre un desierto con los senderos de ayer borrados por el viento

de Cabo de las tormentas 234 Ana María Gazzolo

Memorias

1 He cambiado de sombra en la cama. El techo y las paredes a veces me parecen los mismos. La luz se filtra por el lado acostumbrado, aunque detrás de la ventana el panorama debería ser otro. Cuando la sombra está conmigo no descorro las cortinas y ambiciono que el reino humano pierda el dominio de la palabra. No hay sonidos en mis diálogos con la sombra.

Como la de antes, respira mi aire y conoce mis debilidades. Despliega brazos cuando anochece, agrupa miradas cuando despierto. Alguna vez deseé su alter ego material y lo tuve cerca, pero era evasivo y temeroso y acabó por extraviarse sin que yo pudiera impedirlo. Cuando desapareció acepté esta sinuosa presencia como un designio terco e inobjetable. Rara vez añoro una forma que equilibre el peso de la mía, o intento poner el pie más allá del límite de estas paredes. La sombra contiene con rara sabiduría esos estallidos alucinados.

Desde que la sombra vino a quedarse, sé que no me dejará ir en busca de su cuerpo.

8 Cuando llegue el invierno y las paredes rezumen su lenta humedad y la noche caiga a media tarde, habré hecho de la cueva mi morada. Poco importa que en sus pliegues perdure el hedor de sus antiguos habitantes. Mi cuerpo exhala ya el olor que impregnará la atmósfera y ahuyentará el paso cercano de las fieras.

Afuera el viento arrastra las hojas y filtra un polvillo parduzco por las rendijas. Es la erosión infinita de los montes cercanos que viene a cubrir mi precario suelo. Luego se vuelca el agua sobre la tierra, el bramido del agua, el tejido rústico del agua, y súbitos riachuelos borbotean en el límite de la tarde hasta acabar en el hueco del silencio.

Cuando el frío acose mis endebles extremidades y traiga los aullidos de otro ser que soporta la noche, en el rincón que en toda cueva existe vigilaré las llamas en las que habré puesto a arder mis despojos, uno a uno.

de Arte de la noche Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 235

VUELVO a ordenar frascos, a recoger papeles y mapas dispersos, a instaurar el orden de lo breve y fugitivo. El vendaval que revolvió la tarde ha cesado, pero queda un temblor en el tacto de las cosas, una huella erizada bajo la piel. Me sorprendió cuando trazaba coordenadas, sacudiendo las patas de mi silla. Vino rasante. Yo no había advertido su cauto silbido ni el paulatino aumento de humedad en el aire. Mi diaria tarea me había atrapado. Calculaba, medía, anotaba rumbos y arribos posibles. Pasaba horas en este ejercicio de lo incierto.

Ahora observo los rincones colmados de detritos de lejanos puertos, aspiro el olor hiriente de los sargazos y me pregunto hacia dónde habrán de navegar los restos de estas orillas. La habitación trastornada recalca la inutilidad de los objetos. Recuerdo que el tiempo tiene agujeros por donde se cuelan, veloces, incalculables espacios de sombra. 236 Ana María Gazzolo

PESA sobre la tarde temprana la calina, el vaho se cuela por las rajaduras de las puertas y no me deja olvidar la humedad que adhiere a la piel sales y olor de algas. Es como si me hallara en la proximidad de costas africanas pero alejándome de ellas, navegando contra la corriente por el río lento y turbio, en una embarcación de rueda atravesada por un aire cálido y aún más lento. Los sonidos atenuados, el nebuloso horizonte, los juncos en la orilla. No gobierno ese barco, voy en él, sin saber por qué, tras las arenas doradas de Nubia, de cuyos vestigios, enterrados por siglos, hablan vagos relatos de marineros.

Vencido por el sopor, me encuentro semejante a esa siluetas errantes y desdibujadas que perdieron su reino y llevan su habitación en el interior de sus ropas. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 237

DENSO, envuelto en papel de seda, amaneció el tercer día. Como los días del Ártico, iguales a sus noches, pero blancos, donde cada paso horada el espesor de la nada. La niebla había abolido las sombras. Invadiendo lentamente el espacio fue cancelando y confundiendo. Cuando bajé las escaleras, la casa no tenía paredes y en el lugar del techo un cielo sin fronteras se había instalado. La luz no venía de ninguna parte ni tenía rumbo. Parecía estar en el centro de las cosas. No pude ver mis pies andando sobre un suelo sin sonido y mis manos se perdían tratando de asirse a objetos anulados. Quise pegar mi cuerpo a la tierra, pero hasta el placer del roce se había desvanecido. Me hallé sin peso, sin aliento, no me quedó sino aguardar a que el tiempo echara a andar o me abandonara en ese reino de turbia claridad.

de “Felice Ianua”. Cuaderno de ultramar

Carlos López Degregori (Lima, 1952)

• Un buen día. Lima: La Sagrada Familia, 1978. • Las conversiones. Lima: Universidad de Lima, 1983. • Una casa en la sombra. Lima: Instituto Nacional de Cultura, 1986. • Cielo forzado. Lima: Seglusa Editores/Colmillo Blanco, 1988. • El amor rudimentario. Lima: Asociación Peruano Japonesa del Perú, 1991. • Lejos de todas partes. Lima: Universidad de Lima, 1994. • Aquí descansa nadie. Lima: Colmillo Blanco, 1998. • Retratos de un caído resplandor. Lima: El Santo Oficio, 2002. • Flama y respiración. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, Fondo Editorial, 2005. • El hilo negro. Lima: Borrador, 2008. • A quien debemos temer. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, Colección Underwood, 2008. • Una mesa en la espesura del bosque. Lima: Peisa, 2010.

239 240 Carlos López Degregori

El oficio el deseo el maleficio

Tener derecho a escribir uno de sí o para sí. Creo que no lo tengo.

Derecho a esconder y quede aquí escondido lo importante a fabular.

Un escarabajo me enseñó a escribir sencillo este poema dejar atrás la oscuridad vencer porque no se devuelve la palabra.

Un escarabajo rebela revela rebela nada busca decir reúne la pasión con el estiércol.

Hoy domingo en que al fin me encuentras remedando aprendo lo esencial profano

la palabra justa es barro fresco.

de Una casa en la sombra Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 241

Asunta

Te traigo, Asunta, estas flores sin nombre del mercado. Son apenas un acto de resistencia, una prueba irrisoria de amor.

Vengo de otra región, Asunta. Apenas logro caminar y tengo la mueca del que no quiso volver pero no le quedó alternativa. Por eso, cuando me presintieron en el tumulto, todos huyeron despavoridos.

Huélelas con pasión.

Aprisiónalas entre tus dedos como una historia de amor torrencial.

Písalas – Devóralas – Humíllalas.

No importa. Ellas perdurarán mañana cuando no contestes a los golpes densos, helados, insistentes de los vecinos. 242 Carlos López Degregori

Guardián oscuro de saliva

I

El amor no existe en nuestras calles de BAC. Pasea su lengua, sin embargo negra enorme errante sus manos desamparadas de largos dedos azules para que siempre lo recordemos.

El olvido no existe en las calles de BAC. El cielo es largo y culpable. El polvo es mucho más que el polvo.

Todos son tuertos en las calles de BAC. Muchos acaban ciegos y se apoyan en bastones sin nada que esperar que murmurar secándose haciéndose más pequeños cada vez en un torbellino de miradas. Los mendigos y lisiados cantan ocultos. Las maldiciones no cesan. No hay esperanza que perdure en las calles de BAC.

II

Aquí los ángeles se parecen a los perros. husmean las cocinas los frascos del botiquín las sábanas sudorosas tan parecidas a sus dueños y llegan en manada hasta la plaza de las ejecuciones siguiendo un rastro fatídico.

El miedo es un hueso en las calles de BAC. Hemos hecho sopa con él cientos de veces lo hemos guisado y roído y siempre llega un perro y se escalda los dientes y sale corriendo con la piel chamuscada a enterrar el hueso en el cielo. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 243

III

Las trampas los cráteres existen. La saliva hirviente. El traje final que coserán los sastres antes de la medianoche: sus agujas temblarán al atravesar nuestros ojos verdaderos.

Y cuando pasen los años extenderé mi sábana. Me iré a vivir solo en las calles de BAC. Les doy mi nombre fechas dirección: año de mil novecientos ochenta y siete cuaderno sin más propósito que esta negrura definitiva simiente guardián oscuro de saliva carlos alberto.

de Cielo forzado 244 Carlos López Degregori

Donde el tren se llama nieve

Llamémosla novia o nieve cuando falte al hotel: detengan en la cama las sábanas su curso, tiemble la lámpara, salte de rasguños la cortina.

Que en la calle arda un perro.

Que todas las esquinas y las luces escuálidas den a un taxi escarnecido. Que el taxi viaje leguas, plazas, mentidos horizontes y llegue al fin a una estación donde se aguarde solo un tren escarnecido.

Pensemos que es un tren que viaja al cielo o a la novia o a la nieve. Abordémoslo. Perdámonos en el humo, en el frío, en los escondites que colman los vagones. Apoyemos los labios en el cristal helado y besémonos: igual que a un mal espejo, igual que a una pasajera atada a los rieles en un túnel.

Llamémosla nieve o pasajera.

Recojámosla.

Abriguémosla. Démosle maíz en su boca celeste. Contémosle historias con héroes, lobos blancos y el más feliz de los finales.

Creamos que deben ser ciertas las historias y bajémonos con ella en la siguiente estación donde el tren se detiene un momento a respirar.

Pero no será verdad y en la estación arderá otra vez un perro y nos estará aguardando un taxi con la puerta abierta

escarnecida.

de Lejos de todas partes Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 245

De ir y regresar viven mis manos

De ir y regresar siempre han vivido mis manos.

De volar desprendidas en la oscuridad cruzando mares habitaciones lunas intemperies buscándolos a ustedes.

Mis manos los señalan estrujan acarician atesoran cosen y descosen sus párpados son el fuelle exacto de la respiración los gallos y perros que los sostienen cuando se acercan dormidos al puente o al frío que los llama de la playa. Si ellas se desvanecieran en algún lugar de la noche ustedes ya no despertarían.

Mis manos borran clementes o torvas las horas que se fueron y escriben con gruesas letras en las paredes vacías el día que mañana vivirán.

246 Carlos López Degregori

Cicatrices

I

Largo es el sueño de una cicatriz. Interminables son sus noches sin otro horror que su horror, sin otra hermosura que su sola hermosura aguardándote.

Agazapada en la sombra, con los ojos entrecerrados en su cueva de carne, bebiendo tu sangre para alimentarse: una cicatriz brotará al fin para decir en tu piel la única palabra que sabe.

II

Lo que hieren tus ojos será mañana cicatriz, los abrazos, los pájaros cayendo fulminados como estrellas, los pasos que no terminan de recorrer las calles vacías y que ninguna lluvia borrará.

Este eco que ahora escuchas se volverá nieve y esta nieve herida bestia y esta bestia trueno marcando inmensas cicatrices en el cielo.

Las cicatrices son flores que vagan buscando el cuerpo de un jardín, esquirlas de torsos y de labios, diademas, clavos, ángeles, ríos que te atraviesan o te llevan hasta el mar que igual te llevará. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 247

Las cicatrices son tu lecho nupcial, manos de tus manos, aire enrarecido de tu aire, grietas por las que caerás para siempre.

III

De nada servirá tapiar tu casa, ofrecerle tesoros, ensayar conjuros y maldiciones. No te cubras de vendas, sedas, plumas ni suenes campanillas para alejarla. Ella es tu sombra en estos años postreros, usa tu ropa y camina tus zapatos, ama a tu mujer, colma de sopa negra tu cuchara.

Sabe que no hay sonido más puro que su voz ni más tiempo ni más amor ni dolor que el que vivirás con ella.

de Aquí descansa nadie 248 Carlos López Degregori

Retrato de Aldana entrando por los pies

Ella entrará por los pies besando tus diez uñas con fervor para que crezcan en ellas flores cárdenas, estrellas, torbellinos.

Ella enredará sus cabellos en tus piernas caminará tu vientre marcando cada pliegue, cada lunar, cada hueso, el falso lugar del corazón y se tenderá en este cielo de sábanas sucias y se ahogará contigo en este río de oro.

Ella posará sus labios en tus labios hundirá sus ojos en tus ojos te arañará con todo el amor que cabe en sus pestañas se enroscará en tus oídos golpeándote con yunques y martillos y repetirá muere muere muere muere.

de Retratos de un caído resplandor Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 249

Autorretrato con girasol

I

La vida dista de la luz siete metros. Puedes comprobarlo con los girasoles. A esa distancia las flores se ponen a temblar y buscan desesperadas una lámpara porque imaginan a la sombra como insectos voraces: tal vez mariposas lanudas o abejas desproporcionadas que zumban con un cristal de dolor.

Enciendo y apago la lámpara porque así me siento el padre de los girasoles: el único que adoran y conocen.

II

Me prometiste que vendrías a buscarme con unos girasoles. Estaba sentado a siete metros de la ansiedad y te aguardaba con un continuo temblor en la frente. Yo solo quería que se detuviera y me esforzaba en ello. Era inútil: temblaba en una fiebre de pétalos.

Entonces llegaste y me dijiste que no habías encontrado girasoles solo obuses. Te acercaste para abrazarme. Podía ver los obuses en tus manos apagando todos los ruidos de la ciudad y ningún girasol.

III

El temblor de mi frente dista siete metros de la luz y sólo un girasol puede apaciguarlo. 250 Carlos López Degregori

Por eso los necesito para clavarlos jóvenes y nuevos o para tejer con ellos una trenza o para hornearlos en un pan que comeré hasta el fin de mis días.

Tiene que ser así: buscar un girasol en una habitación oscura es mi renuncia contar sus pétalos y huesos amarillos es mi oración escuchar a un girasol es oír indetenible hasta dormirme una quebrada condena de estrellas. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 251

Una mesa en la espesura del bosque

La mesa está puesta para tres como si tres fueran todas las personas que pueden comer en una mesa y no existieran más números ni sillas.

¿Pero qué pueden comer esas tres personas? ¿Carne ingrávida? ¿Carne sonora para sus tres bocas dibujadas con tiza? Ellas no hablan solo comen y derraman en el mantel que pasa sin fin todo su hambre.

Truenan las nueces y sacuden sus tesoros que son ojos o dientes tiembla la carne y hace gritar a la madera crece espeso el humo y cubre las paredes del aire.

La mesa está puesta para tres como si tres fuesen las personas que justifican una mesa.

Nada es más difícil ni irreal que verlas con los labios manchados y ansiosos comiendo todo el día. No a una persona sin remordimientos que soy yo ni a dos que eres tú sino a tres golpeando los cubiertos en una gruesa música de hierro.

A ustedes, tres personas, les sirvo esta iniquidad: vuestras bocas son un negro bosque para perderse una espesura de árboles decapitados.

de Una mesa en la espesura del bosque

Giovanna Pollarolo (Tacna, 1952)

• Huerto de los olivos. Lima: Arcadia, 1987. • Entre mujeres solas. Lima: Colmillo Blanco, 1991. • La ceremonia del adiós. Lima: Peisa, 1997.

253 254 Giovanna Pollarolo

Todas piensan

que tengo suerte. Les he contado que por las mañanas despido a mi marido desde la ventana, una sonrisa nuestro hijo en mis brazos voy todos los días al mercado me adorno a media tarde mientras estreno en la puerta la sonrisa de bienvenida. Nunca espero en vano nunca un suspiro, un miedo pero a veces, de madrugada espío el ir y venir de la gente, la calle y él me llama quiere que vuelva a la cama ¿no tienes frío?, susurra. Me besa Tengo suerte, yo sé. Pero estoy aburrida. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 255

Yo me hago la dormida cada noche rezo para que él llegue tarde y no me toque hace años que odio su olor, las puntas de su bigote sus jadeos la cara la baba, el sudor cierro los ojos hasta que acaba dura poco pero demasiado apenas si me da tiempo a pensar en el filo de un cuchillo. 256 Giovanna Pollarolo

El buen matrimonio

Quién iba a pensar que la cosa reventaría por ahí quién ni ella, ni él, ni nadie si eran perfectos jóvenes y hermosos ambos decir que tenían un buen matrimonio hubiera sido ofenderlos eran la pareja perfecta inteligentes, enamorados uno del otro cada uno brillaba a su manera él estaba en la cresta de la ola ella esperaba en el puerto “no es bueno que la mujer sea más que el hombre” otros decían “detrás de un gran hombre hay una gran mujer” y ella sonreía solidarios jamás nadie escuchó a uno hablar mal del otro nunca una palabra ofensiva una velada ironía nada que anunciara tormentas sofocadas. Todo estaba bajo control hasta que a ella un buen día se le empezaron a caer los dientes antes de tiempo. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 257

Entre mujeres

Mírame, pareces decir mírame y mírense ni una sola arruga minifalda bien llevada los hombres voltean a mi paso ahora más que antes cuando las deslumbré, limeña recién llegada a este rincón. No dices que tienes dinero un ex marido que te adora o te adoraba una hermosa casa a la medida de los mejores sueños. Dices que eres informal detestas a las buenas señoras tienes un amante que es casado y encuentros clandestinos que disfrutas. Pero cuando avanza la noche y el trago te hace llorar lamentas el mal tiempo dices que no eres feliz te gustaría un marido como los que puntuales recogieron a sus esposas de la fiesta. No sabes que allá, en sus casas ellas los detestan y recuerdan con admiración tu rostro el desenfado de tus piernas deslumbradas otra vez acariciando un sueño más que imposible, inútil. 258 Giovanna Pollarolo

Se suicidó Marilyn Monroe

en letras grandes, primer titular que recuerdo del nuevo y moderno Diario El Correo del Sur ya soplaban vientos de progreso. ¿Qué es suicidó? pregunté el día entero diario en mano, incierta un pecado que Dios no perdona resultado de la mala vida salir desnuda en las películas hacer películas casarse y divorciarse, ofender a Dios era era, lo supe después morirse de tristeza.

de Entre mujeres solas Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 259

Domingo por la noche

Oscurece. Invierno en Lima. Corrijo sin ganas cientos de exámenes con miedo a equivocarme y ganas de olvidar. En la radio suenan Los Blue Splendors Domingos del Recuerdo, dice el locutor Te quiero, 1968. Me quedo mirando el techo, las paredes, el techo. Una araña se ha instalado cómodamente en su tela, y se solaza con una avispa recién caída. Quién sabe qué la hizo entrar del jardín a la soledad de este cuarto al peligro de esta esquina. Debo decidir si dejaré que siga plácidamente asaltando bichos o si de un manotazo acabaré con tanta trampa, con tantos muertos en el rincón de mi cuarto. Te quiero se acabó. Debo decidir entre poner un 10 o un 11 Matar a la araña dejarla con vida. Sigo mirando el techo, las paredes. La canción del recuerdo que suena ahora no me recuerda nada: nunca antes la había escuchado. Y es mejor. Me decido por el 10. 260 Giovanna Pollarolo

Parábola del atleta

El joven atleta, de vacaciones en una playa del sur, fue atropellado por un ómnibus en plena noche de juerga. Era joven, estaba de vacaciones, acababa de ganar un título que le había costado meses de entrenamiento, vida sana, sin fiestas, sin amigos, sin alegría.

El joven atleta fue llevado a la posta médica del alejado balneario y el joven médico de servicio notó la pierna hinchada. ¿Duele? preguntó. Un poco, dijo el atleta. Es solo una contusión, diagnosticó el médico. Y ordenó un desinflamante y dos masajes diarios.

Al día siguiente la pierna se asemejaba a un monstruo enfermo instalado en lo bello y armonioso cuerpo del atleta. Y el dolor intenso.

Es solo una contusión, repitió el joven médico.

Tres días después, el joven atleta ardía en fiebre y pidió a sus amigos que lo llevaran a Lima: quería que lo viera su viejo médico especialista en huesos, fracturas, desgarros de todo tipo.

En Lima, el viejo médico movió la cabeza al ver el horror de la pierna. Gangrena irremediable, diagnosticó. Hay que amputar, dijo.

La familia llevó al joven atleta donde un especialista más joven que acababa de llegar de los Estados Unidos. La pierna está gangrenada, dijo; pero no quiero amputar. Lo someteré a un tratamiento que será largo y penoso. Intento salvar la pierna a cualquier precio.

El joven atleta pasó cuatro meses sufriendo una herida abierta, lacerante, que segregaba pus mañana tarde y noche. Se trataba de eliminar la infección gota a gota sin que importaran el dolor, el cansancio, la fiebre, la cama, el dolor. Su vida quedó atrás. Atrás quedaron sus deseos, sus sueños, el mundo. Solo la pierna, la pierna, salvarla. Y llegó el desaliento, pero el médico aseguró que estaba llegando a la meta. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 261

Cinco meses después, el joven atleta dijo: quiero que me corten la pierna. Mejor vivir con una sola, que no vivir de mala manera con las dos. Volveré a empezar, no sé cómo ni dónde, ni qué. Solo sé que esta pierna no me deja vivir.

El médico de los Estados Unidos se negó a cortar. El viejo recordó a Hippolyte y cortó la pierna enferma. Pensó que el joven atleta había tomado la decisión correcta porque en la vida hay momentos en los que para seguir viviendo es preciso saber perder aquello que más necesitamos y queremos. El médico del balneario, ocupado en atender a semiahogados y a niños con paratíficas, había olvidado ya al paciente de la pierna y su contusión.

El médico de los Estados Unidos, dos meses después de la amputación, se separó de su mujer. Cuando firmó el divorcio recordó sin saber por qué al joven atleta. Y se repitió en voz baja la frase que se había repetido durante años día y noche: sufro, sufro de ti como de una herida constantemente abierta.

de La ceremonia del adiós

Oswaldo Chanove (Arequipa, 1953)

• El héroe y su relación con la heroína. Lima: Libros del Macho Cabrío, 1983. • Estudio sobre la acción y la pasión. Arequipa: Libros del Macho Cabrío, 1987. • El jinete pálido. Lima: El Santo Oficio, 1994. • Canción de amor de un capitán de caballería para una prostituta pelirroja. Lima: El Santo Oficio, 2002. • Las palabras no pueden expresar lo que experimenté entonces. Lima: Álbum del Universo Bakterial, 2009. • Plexo solar. Arequipa: Aquelarre, 2010.

263 264 Oswaldo Chanove

Arte poética [1] (Tres cuestiones espantosas)

Se recostaba en la cama, cerraba los ojos y todo parecía estremecerse Un anillo de humo se perdía garganta abajo

¿Qué otro asunto te inquieta? La trampa Su rostro se había formado a lo largo de años respondiendo con lamentables sonrisas

¿Y la tercera cuestión? —Nada —dijo él—. Pronuncias una frase con la mente y luego tus labios se ondulan y escupes una criatura flaca. ¿Qué hay más horrible?

de El jinete pálido Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 265

Breve biografía (intento número 1000)

Son las 3.32 y estoy agotado del martes He llegado cabalgando con miles de guerreros en una nube de polvo He llegado cabalgando desde las ciudades arrasadas por las legiones Desde las aldeas sumergidas en la miseria Estoy agotado Mi caballo se desmoronó al frente de mi casa Mi caballo cayó muerto o herido o se esfumó Mi caballo no existía o sí existía He ordenado vino a los sirvientes y los sirvientes me han traído vino He ordenado música a los sirvientes y los sirvientes me han traído música y mi pregunta la dejo sobre un plato dorado y la miro Mis ojos están agotados Cansado con mi puerta Cansado con mi sable brillante Y por las calles los bárbaros dinamitan los monumentos Son las 3.35 y tengo que partir a la guerra Son las 3.35 y tengo que partir a la guerra 266 Oswaldo Chanove

Sueño del artista adolescente

el hombre estaba dibujando porque qué otra cosa se puede hacer en esta vida silbaba como un pájaro mientras conducía la mano y la mano era como una caravana que busca la tierra

el hombre observó la hoja de papel y vio un caracol el hombre vio una larva levantó el lápiz con violencia y atacó reventó el caracol el caracol se abrió como un huevo y salió un insecto las largas tenazas amarillas aplastaron el cráneo del hombre que se precipitó en el vértigo de la estupefacción entonces introdujo la larga mano con la intención de averiguar algo su ropa flotaba en el aire y caía como una hoja Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 267

Homenaje a Guillermo Mercado

Pronto morirá Guillermo Mercado Se desvanecerá Como un tiempo pasado Como un reloj de diecisiete rubíes colgado detrás de la puerta observado por los niños Sus cabellos ondulados dejarán de caer No hará dibujos en sus vagabundeos ni enredará sus quebradas piernas de azúcar entre los innumerables garabatos de hierba Su corbatín ya no será ni sello ni pluma ni pintura El viejo Guillermo Mercado no humedecerá los delgados labios resecos por el opio del tiempo (Fue en la era de la matutina catarata del Sol, cuando el recuerdo de la ceremonia del maíz era fresco) (¿He nacido ayer?) (¿Construí tal vez las pirámides de Egipto?) Te vi, Guillermito, en una esquina de San Camilo (¿En qué pensabas con el cabello engominado?) Desconocido, facha de ratón, fragilidad inmensa Sobre tu tumba cantaremos salmos de gloria 268 Oswaldo Chanove

Las palabras no pueden expresar lo que yo experimenté entonces

Yo estaba justamente aquí Desde aquí cualquiera es capaz de pensar y de descubrir Tengo aproximadamente 26 años y no sé con exactitud cómo llegué hasta aquí Suelo preguntar a ellas por si ellas saben algo Miré por la ventana y era yo precisamente Qué hermoso soy cuando cabalgo sobre un caballo negro Te divisé a lo lejos trotando sobre tu caballo blanco Qué hermosa eres trotando sobre tu caballo blanco Aquella pareja que ves a lo lejos somos nosotros ella tiene un cuello largo y hermoso y el jinete prefiere morder ese cuello suavemente Saltábamos sobre los arbustos olorosos con pasión Las sombras de las nubes transformaban las realidad a cada instante y ¡Oh! Nosotros rodamos como dos dementes Era nítido tu cuerpo desnudo y especialmente tus senos No me canso de gozar con tus caderas blancas con tus caderas blancas Una y otra vez torpe como hace tal vez 10 mil años De pronto lo conseguí una y otra vez Una punta de mi cuerpo estaba en una rendija de tu cuerpo Soy sólo una punta de mi cuerpo Soy sólo una piedra atravesando el espacio Todo desaparece Fin fin Todo desaparece Pero hace falta levantar la cara para divisar tu rostro perfectamente definido Estamos sobre sábanas Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 269

Hay una almohada Más allá están nuestras viejas ropas en desorden ¿Yo que siempre estuve vestido cómo es que estoy desnudo? Pero luego, mira, esa pareja que cabalga allá lejos somos nosotros Atacan los indios Hemos de cazar para proveernos de alimentos Molestan los insectos Los caballos se agotan y larga es la carretera Amada mía, amada mía, es difícil amarse en medio de tanto ruido

de El héroe y su relación con la heroína 270 Oswaldo Chanove

Teoría

Porque todo está en todo y cosas así El punto de mi conciencia La niña de mis ojos El instante en que clavo la luz como Una pieza afilada

Mi perfil recortado frente a tu perfil recortado Y una estrella en el medio

Cada hombre es el centro del universo y cada hombre no significa nada Alzo mi cabeza con pólvora o sangre Y ¿qué ocurre? El infinito Lo infinito Dos o tres veces lo infinito La boca abierta El barco con las velas rotas en la noche

de Estudio sobre la acción y la pasión Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 271

Homenaje a Emilio Adolfo Westphalen

Yo disparé contra Emilio Adolfo Westphalen Fue un accidente Lo juro Pero el arma estaba ahí Y Emilio Adolfo pasaba con su mandil de enfermo Con su sonda en la vena Con su mirada perdida en lo inescrutable Y entonces alcé la mano guiado por Un demonio químico Y el percutor golpeó la parte posterior de la bala Y estalló la pólvora Y un trozo de plomo salió agitando las alas Hasta el sucio páncreas de aquel Viejo cascarrabias Y los diarios endulzaron frases Sobre el raro corazón de los poetas Sobre alguien que viene lento desde el olvido Y sobre cuan lenta se detiene el alma Toda esa mierda Y hasta alguien equivocadamente mencionó a los Heliotropos Y yo creía que alguien que muere Es alguien Que cierra el pico Pero no El viejo desgraciado Siguió retumbando y retumbando 272 Oswaldo Chanove

Preguntas

¿Dónde estabas? Afuera En medio del trazado geométrico de calles o avenidas Cerca de puentes En la parte más honda de los rascacielos

¿Qué hacías? Escuchaba lo que arrastra el turbulento flujo de las arterias Sentía el sabor agrio de mis grandes dientes manchados Arrancaba hilos de oxígeno

¿Qué querías? Golpear a alguien con el puño Golpear Golpear hasta cometer un crimen.

de Las palabras no pueden expresar lo que experimenté entonces Jorge Eslava (Lima, 1953)

• Poemas (Ceremonial de muertes y linajes / De faunas y dioses). Lima: Haraui, 1981. • Ítaca. Lima: Ediciones Copé, 1983. • Territorio. Lima: Colmillo Blanco, 1989. • Las marcas. Lima: Borradores Editores, 2012.

273 274 Jorge Eslava

Poética

Es pequeña la habitación. Cueros y máscaras de bronce, el palo de guarango y algunos ceramios adornan los estantes. He reducido los libros. La luz de la lámpara es amarilla y se refleja en la ventana, tras el árbol de corteza reseca que contemplo a menudo, a esta hora que duermen la mujer y los hijos. Me basta este poco de soledad, el temblor del viento y de una humana inquietud.

de Territorio Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 275

Capitán de la Conquista y otros daños, cubre esos cueros. Del escondrijo saca tus bronces oxidados y tus achaques de guerrero licencioso. Acude con presteza, lleva garrafas de agua limpia a las tabernas. Aprisa, urge restañar heridas y ponzoñas a tus viejos compañeros de montura. Nuevos arreos a la usanza del oficio y entre albricias, urden triquiñuelas contra los dominios que tú hurtaste.

de Poemas 276 Jorge Eslava

En la oscuridad

Desenlaza sin temor muchacha tu cabello, tu cuerpo recién lavado a medianoche, sobre la penumbra que recibe cada movimiento que articulas, trémula aún. ¿No ves que azulan los pájaros el cielo, lo despueblan y nada cambia? Agita sin temor amada los miembros y la boca contenidos como una respiración casi difunta, esposa o no de esa tibia sombra silenciosa. Igual que arena espárcete en la playa, acuesta tus senos y tus muslos entre las grandes flores de esta habitación opaca, donde sólo tu carne rosada resplandece como un instante vivo o una llaga. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 277

Proteo

De noche, en el tenue desvelo del cuarto soy el animal que recuesta semidesnudo el cuerpo a tu lado. Al rápido contacto de los torsos, erótica intensidad me posee. Allí no caben el paseante ni quien escribe ni el que lee el oscuro libro de Cavafis. Apetezco el desenfreno puro de los comunes —hombre, pájaro o pez— del que nunca miró absorto un licor sobre la mesa, tocado por los finos pinceles. Con prisa apartas tu piel, bruscamente evitas el roce de los cuerpos. En noches pasadas surgió idéntico el deseo y otra vez un placer me abandona, vuelvo el rostro hacia el fondo y duermo, como la roca en las aguas, una pasión de labios perfectos. 278 Jorge Eslava

Complacencia

Ofrece mansamente tu cuello, mansamente tus piernas y el dulzor de noches cuando tiemblas. Destruye tus ocultos hemisferios, sé dócil con tu cuerpo y acepta que los días no valen sino para vivirlos mansamente. Recógete, estima indiferente, arroja tus dones más preciados antes que la soledad concluya y serás fértil bocado para esta tierra. Sé complaciente con los huesos, blando de miembros y suave el pensamiento; polvo manso que habremos de dormir como en vida sin frente soñadora, sin gana, sin recuerdo. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 279

Perros de la calle

El sol que ilumina esta calle enredando tenues sombras, es acaso el mismo que doró el mar Egeo de los antiguos héroes, el acero violento de sus espadas, el dulce vino del vencedor. Aquel astro que se ocultó al ocaso de esa historia, proyectando la atroz hermosura de sus cuerpos, entibiando el lecho que reposó heridas y amantes, en cuál luz guarda ahora los filos púrpuras, las cicatrices del combate, las temibles cópulas, el bello sueño de la inmortalidad. Horror sagrado estar sombra de árbol o de muro, ser destino, que hoy mirándola he sentido un tumulto de lanzas, de frentes y de sexos, los ecos de sus guerras, el humo de la espera. Como el último sol de la tarde o el poniente final de universo, soñé una ráfaga de muertos borrando secretamente esta calle con sus perros

de Ítaca 280 Jorge Eslava

Tronco de familia

Aquí llegan los pájaros, al estero, de tierras nunca conocidas. Estarán siempre yéndose, cansados de esperar, casi inanimados, en la punta de las clavas. Se ha despintado la cal del muro que sube por encima de la rota margen, cascada de ladrillos y desperdicios, y el cantil, algo retorcido, da a la espalda de la casa. Hay que esforzarse para describirla: ya no está el jardín que floreció en manos del menor, abrupto, cargado de hojas y de sombra. ¿Quién yace al pie de la vieja higuera? Por los tragaluces se ve la tarde, ociosa, que al apagarse deja habitaciones más grandes y apartadas, sin imágenes y nada se agita en torno. Hemos partido también. Mi padre tenía entonces seis años y correteaba alrededor de la balaustrada, con las nubes sobre el techo, sin saber que vendríamos a parar, como pájaros, en su corteza. En el terrazo del sótano se seca, entre vigas carcomidas, la raíz y nada cambia compadeciéndonos. Mi hijo trepa el árbol y yo debiera, desde adentro, prevenirle.

de Territorio Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 281

Señora

Tiene tu belleza una mancha nocturna de espanto. Espero tu voz cuando despierto, mientras restriego los párpados contra la almohada aterrado de encontrar otra mujer entre mis brazos. Eres tú el cuerpo destrozado de cada noche, atropellado en la autopista por un bólido fantasma y empujado al barranco. Eres tú el cuerpo asaltado en los suburbios con un tajo en el pecho. No sabría cómo hundirme en la locura si la delicada escultura que deforma tu piel y el laberinto de vísceras que sale por tu boca fueran solo un sueño que ha durado años. 282 Jorge Eslava

Oficio

Escribo el nombre de los cuerpos celestes de la tierra, sus secretas leyes y sus cifras, el azar de las metáforas y todo cuanto guarda la concordia. Reviso en las tablillas, una y otra vez, los variados caracteres, las moradas invisibles de la errata y los labios de la noche que otros astros gozaron y que esta ciencia no oculta me regala. Cuántas medidas encierra mi destino. Me han dado paciencia y limitada maestría estos años: al tacto conozco el espesor, cierta simetría de ángulos y formatos y a los mapas esparcidos por mi mesa ningún cuidado escatimo y no obstante siempre un ápice se escapa de mi vista. No sé qué fantasmas rigen este oficio de folios, líneas surcadas de constelaciones y cursivas que del aire, señor mío, vivo y no me basta.

(Para Javier Sologuren) de Las marcas Mario Montalbetti (Lima, 1953)

• Perro negro. Lima: Ediciones Arybalo, 1978. • “Quasar / El misterio del sueño cóncavo”, en Hueso Húmero 1. Lima, abril- junio de 1979. • Fin desierto y otros poemas. Lima: Hueso Húmero Ediciones, 1997. • Llantos elíseos. Lima: El Virrey, 2002. • Cinco segundos de horizonte. Lima: Álbum del Universo Bakterial, 2005. • 8 cuartetas en contra del caballo de paso peruano. Lima: Álbum del Universo Bakterial, 2008. • El lenguaje es un revólver para dos. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, Colección Underwood 11, 2008.

283 284 Mario Montalbetti

Objeto y fin del poema

Es de noche y tiene que aterrizar antes de que se acabe el combustible, Así terminan todos sus poemas, tratando de expresar con un lenguaje público un sentimiento privado.

Su ambición es el lenguaje del piloto hablándole a los pasajeros en medio de una situación desesperada: parte engaño, parte esperanza, parte verdad.

Todos los poemas terminan igual. Hechos pedazos contra un cerro oscuro que no estaba en las cartas.

Luego hallan los restos: el fuselaje, la cola como siempre, intacta, el olor a cosa quemada consumida por el fuego.

Pero ninguna palabra sobrevive.

de El lenguaje es un revólver para dos Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 285

Lleva al marrano más allá de los cerros

Lleva al marrano más allá de los cerros y regresa antes de que comiencen las lluvias. Cenaremos, me dirás que me amas y encenderás la última vela que nos queda en el armario para que pueda leer y tú jugarás con el perro pastor que mantiene unidas las ovejas del rebaño y luego saldremos juntos a contemplar la luna (las lluvias habrán cesado) y entonces me dirás (los pinos apenas se mecen con el viento la cerca de las vacas necesita repararse) que mañana partes para las montañas. Me propondrás dormir afuera y entonces entendí que tu serenidad era real y un beso y con el aire como solitario desayuno no tendré noticias tuyas sino hasta después de un año. El tono de mi vida habrá cambiado. Perderé la costumbre de leer y pasaré las noches (los días me serán casi imperceptibles) tratando de entender las constelaciones. Miraré Orión y también algún capitán extraviado en el Índico lo hará y hasta llegaré a ver la estrella polar desde el hemisferio sur. Las noticias dirán que lograste llegar a Europa, que te civilizas, y que un finlandés próspero maderero te divierte interminablemente entre los pinos (sus pinos) marrones. Recordaré entonces nuestra última noche. Y luego dos, tres, cinco hijos y dos cesáreas y el finlandés en Nápoles y luego en Grecia y luego en Austria tu salud comenzará con la tos a derrumbarse pero el finlandés en Dinamarca y entonces quedará muy poco de ti apenas 286 Mario Montalbetti

un borroso recuerdo mío y una tarde y el finlandés perdido en el mejor desierto africano y entonces ya no tendré las redondas constelaciones encima y todo paraíso estará irremediablemente perdido. Vete ahora; lleva al marrano más allá de los cerros.

de Perro negro Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 287

Quasar / El misterio del sueño cóncavo

I join these words for four people, Some others may overhear them, O world, i am sorry for you, You do not know these four people

Ezra Pound

Tu mano de garra pudo acariciarme la frente; pero no lo [hizo. Tus tetas de barro pudieron descolgarse sobre mi rostro; [pero no lo hicieron. Tu sexo andrógino no se permitió debilidad alguna. Recorres en silencio el silencio del cuarto con una cabeza humana entre tus dientes. ¿Dónde está ahora tu cuerpo, pequeño tigre? Las sábanas de la noche están mojadas de esperma [de sangre y de sudor. Mi miedo es mi brújula y mi miedo, pequeño tigre, es el centro de tus círculos concéntricos. Abismo es la distancia entre el arco más alejado [de tu asedio y el mueble punto sobre el que te ciernes. Sentado sobre el catre blanco trato de replantear el Este. Tus ojos espejo continuaron la senda helicoidal y se bebieron toda la luz; tu tráquea ha sorbido todos los ruidos. Tu cola sincéntrica ha enlazado todas las distancias. Abismo es la distancia que nos encuentra, pequeño tigre. Busco en mis planos la estructura del asedio; sólo encuentro a Tokyo en la palma de mi mano. Abismo es la distancia que nos devuelve, pequeño tigre, a un orden nuevo.

288 Mario Montalbetti

La palabra “real” tomada en sí misma es difícil de [comprender. En viejos ascensores atascados recorrí segmentos del [asedio ¿persiguiendo? las huellas invisibles de tu paso. Nada se ve, nada se escucha, oh imbécil amo del silencio, en ese limbo espeso como la brea: todo se siente. Yo siento el pesado aliento del viaje de tus pómulos, [pequeño tigre. Huyo al baño para tratar de resolver el asedio. La toalla inmaculada pende de un gancho de aluminio desplomándose como una catarata detenida. Me miro en el espejo, hace demasiado calor, y me [pregunto: “¿Es esto real?” Saco mi lengua reseca y mi lengua, pequeño tigre, lame el pelambre regular de tus lomos; sin tocarte. Eres bajo una forma de ser que toda mi experiencia anterior me dice que no es. Eres igual a mí pero vacío. Y sin embargo eres costumbre cuerda nudo asombro [alisio. Qué mejor guarida que el espejismo de un tigre si en realidad habitas mi páncreas, mi hígado y mi recto. De cara al espejo entiendo la geografía de tu asedio, pequeño tigre, la nomenclatura de tus esferas. Yo soy la duda y el que duda.

Existe un lenguaje sin género ni número, sin caso ni tiempo ni modo, sin activa ni pasiva. El nombre del lenguaje está inscrito en signos binarios, con largos fémures bajo la forma de pequeños rabitos. Ninguna realidad está debajo de ese lenguaje; sus palabras no mencionan objeto alguno. Con ese lenguaje construyo el abismo que nos [encuentra, pequeño tigre. Mis sonidos se sustentan en el error, tus movimientos circulares son la naturaleza del cortejo. Sigues siendo, pequeño tigre, sigues rondando. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 289

Sigues burlándote de mi grosera semiología, sigues [girando. Mi cuerpo volvió a sentir la torpe necesidad de la [colcha. Dejé el baño; cerré la puerta; regresé al catre (blanco). Un lago obscuro se elevaba sobre sí mismo levantándose en espiral desde el centro de un ruido. Capas sucesivas y tibias comenzaron a desprenderse [de las superficies del lago desplazando el oxígeno, invadiendo cada zona del cuarto. Un violento olor me sumergió adentro por los canales discontinuos de la metástasis... … Has meado, pequeño tigre: ¿es ésta la señal de tu permanencia?

Tendido de cara al techo imagino la curvatura [del asedio. Intento reconstruir la historia con un juego de espejos colocados en un solo tiempo. Un sueño es un acto de inteligencia. Vagas y obscuras formas comienzan a delinearse con la misma irregularidad limítrofe que la de la costa [y el mar. Ya no me muevo; el cansancio y el sudor han tomado por asalto mi cuerpo. El abismo se colma; los espejos ya no refractan; ubres umbilicales interpretan las geometrías. Mi tacto y mi olfato fundarán el universo. Tu cuerpo, pequeño tigre, se tiende sobre el catre [junto a mi cuerpo. Mis uñas raspan desde el temor los cursos laterales [de tus lomos; viejas cicatrices se abren paso entre mis dedos dejando una estela segura: Zonas gélidas, zonas tórridas, se suceden en transición. Ya no hay delante, debajo, encima ni detrás; sólo permanece el entre, llenándose y vaciándose, siguiendo el ritmo de las branquias de la noche. 290 Mario Montalbetti

La esperma, la sangre y el sudor suplantan al catre. Aparecen los falos. Monte sobre trueno; viento sobre viento; trueno sobre [fuego.

Yo siento tu falo, pequeño tigre, horadando mis [cavidades; devastando. Continuando un movimiento natural que nos contrae adentro, adentro, hasta las arcaicas simas. Mi temor encuentra un nuevo espacio: temo que mi falo te aniquile, pequeño tigre. Ese nuevo espacio es falso; no hay espacio. No tengo aire; tu aliento lo trasforma todo en azogue; [no tengo aire. Mi falo se eleva sobre sí mismo iniciando un viaje esférico que lo resume todo (el espejo, el abismo, el lenguaje, el baño) en un solo movimiento. Y al final de su recorrido la redonda morada apareció [en su exacta ubicación: mi falo perforó hasta tu último quark. Todos los sentidos convergieron; todos los movimientos. Un viento huracanado revolvió el cuarto girando en torno al eje de la doble cópula. Por primera vez te veo, pequeño tigre; tendido, extenuado, hermoso y limpio. La noche comienza a perder densidad. Tu cuerpo comienza a perder consistencia. Un irreparable orden ha quedado suspendido en la [trastienda. Hemos engendrado, pequeño tigre, la miseria de una [metáfora útil.

de “Quasar / El misterio del sueño cóncavo”. Hueso Húmero 1 Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 291

Salmos de invierno a treinta tardes solo revelando secuencias de dolor que a nadie atraen puedo oler tu retracción cada vez que avanzo en verdad huyo la sombra de tus perros son huecos en la tierra busco las cadencias inauditas de tu bulla y sonrío no sólo lo he perdido todo también sé dónde se ha ido b sea esta tarde naturaleza de la que no puedo escapar lluvias viento nimbos he vivido en una casa vacía por demasiado espacio en un solo instante a falta de caracolas marinas me acerco piedras al oído y escucho las extrañas meditaciones de los fósiles escucho y no me dicen nada algún día veré tu rostro y sabré lo que ocultas ¿acaso mi colección de padres que hicieron lo imposible por hacerme sentir cosas en las que no pienso? todo esto no debiera sorprenderme

292 Mario Montalbetti

especialmente ahora que el tiempo ha cambiado y una brisa helada me destiempla los dientes

c

siento en la piel las emanaciones de tu severidad

me olvido es un hábito

tus gestos vacíos son familiares como el primer rostro ¿por qué los asocio entonces con un viento de fuego

que arrasa con los frutos del árbol?

entre todos estos desiertos hay un desierto eterno que sólo desertando puede mi corazón desertar

d

si quieres ganar el cielo primero debes saber perderlo

recoge por ejemplo un clavo e imagina el agujero del que provino ¿qué dijo brodsky? que reconocemos a nuestros hermanos no por sus rostros sino por sus espaldas en las colas que forman en los confesonarios la vida pasa como pasa la corriente cuando agarras un cable pelado arroja el clavo guarda el agujero arroja el agujero al suelo

e

ezequiel es un buen nombre pero debió ser desierto y no profeta buscando visiones como turista tras un souvenir Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 293

ya que tenemos ojos suponemos que hay algo que ver pero no hay nada que ver o lo que tenemos que ver no se ve con los ojos por eso si lo ves mátalo si me ves mátalo si te ves en el espejo y te reconoces anda por una cuerda y verás por fin o que lo que querías ver no tiene forma ni color ni número f las palabras que son como pozos que contienen su propia ausencia ¿dónde están? entre las letras en los espacios ciegos en la fruta picada pero también en el ojo de la orca en la boca de la hostia en la carne acecinada la esperanza se parece tanto a la desesperación déjame oír el mar sin terror sean nuestras conversaciones salsas que se reducen hasta el silencio g sentado entre montañas como una navaja afilada por un solo lado acaricio el rostro del trueno hago añicos las cataratas

10000 lunas duermen sobre 10000 cráneos buscando la saturación azul en el cielo

294 Mario Montalbetti

cada paso cruza el río pero sólo la suma de todos los pasos es la otra orilla

las mareas del regocijo y de la pena no tienen dominio sobre esta carnicería

ofréceme una sombra que dure

también la oscuridad viaja a la velocidad de la luz

h

¿qué resta sino girar en las tardes la rueda de los rezos a las puertas de la muerte? ¿o la observación del sol? pero uno sigue hablando cada vez más solo diciendo menos por decir algo a las puertas de la muerte

ahora que todos lo saben ahora todos saben a lo mismo por eso morimos siempre cuando morir ya no es necesario

a las puertas de la muerte

z

el desierto es mi pastor todo me falta

de Fin desierto y otros poemas Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 295

Últimas horas de Laso en Huarochirí puede hacer frío si tú lo estás en bus a la provincia cambiando llantas de noche con la bufanda verde como máscara y la vía láctea reflejada en la llave de ruedas un cigarrillo entre dedos manchados de grasa y tierra húmeda las uñas rotas sentado a un lado de la ruta rodeado de pernos hexagonales desperdigados el termo de café está vacío el aroma no te hace recordar nada y abajo entre laderas oscuras el río habla invisiblemente sobre los aspectos menos visibles de esta vida lo que sigue es una maniobra totalmente abstracta la observación de un pedazo de metal incrustado en la llanta seguida de la duda o de la curiosidad por saber si éste es el comienzo o el final del viaje

de Llantos elíseos 296 Mario Montalbetti

Fondo del poema

Nada seduce más al hombre, no el paso meditado de la sombra de un animal, no la vida, no el ojo negro de la muerte, no la muerte, no la tenacidad del deseo, nada seduce más al hombre que un abismo. Ante él, el hombre siente una indecible necesidad de arrojar algo, una envoltura de papel, una moneda, una idea, lo que sea, incluso a sí mismo, con tal de verter algo en su largo vacío. Y esto es lo más curioso: si no encuentra algo que arrojar, hace algo plenamente romántico: escupe. Y luego sigue con la mirada las evoluciones de la mancha blanca de saliva deformándose en el aire durante su caída. Digamos que dura cinco segundos.

Hay abismos morales, sexuales, psicológicos. Hay también abismos poéticos, versos que caen de barrancos marrones a playas de arena negra acompañados de la mirada absorta del poeta que se deleita con las contorsiones de las sílabas abismo abajo.

La mancha llega al fondo. La mirada absorta no llega a él, solamente lo intuye y es siempre lo mismo; esplendor blanco, algo que sobrevive, una tercera cosa y una inconsolable felicidad.

de Cinco segundos de horizonte José Morales Saravia (Lima, 1954)

• Cactáceas. Lima: Ruray Editores, 1979. • Zancudas. Lima: Talleres Gráficos P. L. Villanueva, 1983. • Oceánidas. Lima: Editorial San Marcos, 2006. • Peces. Buenos Aires: Tse-Tse, 2008.

297 298 José Morales Saravia

Corales

5

Consolas, tejéis pendientes que se empinan desde luminoso fondo, hilando un cuerpo como orla sobre la costa, os inquieta la extensión que alcanzaréis camino al mar y entre tanto: fuentes, grutas donde algún cardumen haga su visita si no ya vísitas por murenas o labroides, laberintos en los entrecuartos con ariádnica madeja y sin peligro ni sorpresa minotaura, nidos coralinos, pasto marino, un dorso de algas entejando vuestras cubiertas, el techado por algún marisma unto. Un caricia prolongada de arrecife roza y peina la escamada piel del mar y allí se miran desnarcisos en abril la liebre y el can mayor, carina que contempla su trayectoria y monócero que levanta el rostro, canopo, antlía. A posaros todas vosotras, estrellas, sobre apoyo de consolas — ¿llantos talvezados buscando consuelo?—, la viveza de los cítricos será más intensa que vuestra luz una vez que el día vuelva a escenario y ice uno a uno sus telones. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 299

Orígenes

Uno

He de decir en su convexidad el principio, sus direcciones iniciándose desde el árbol, álamo no crecido, subitado, sus ramas tornándose, girasoles que desprenden pétalos. Oh, las verdes hojas suspendidas mientras caen, del afán suelo siendo y deseo de praderas, plantan ríos y derrámanlos para cascadas, hacen de sus bordes ribas y del mar lo allende cuyos limpios ojos vegan peces y cetáceos, cuya clámide no escarba aún morada en islas. Lluevan multitud de avispas, terminen abejas en la extensión infinitud, surjan las arenas, caigan los granizos sin perder su contundencia, devengan en dureza de durante en las piedras. Suspendidas hojas, pecioladas, lanceoladas, acorazonadas, sus raíces son abrazo de la arena con las piedras, aún no el esfuerzo. (Su obsesividad de ola no imaginan los mares ni los vientos se presienten en extremidades.) Surjan las palmeras celebrantes a lo alto, bátalas el viento en desaforo de alegría, es la imagen que se va diciendo y dase inicio, sea extensa y amplia como el fuego que la forja. Bullan los albatros, digan liviandad sus plumas, eríjanse canarios de las rosas que pían, libren trabas buganvillas para mariposas, puéblese de tardes el día y dé horizonte tapizado con tersos pétalos de geranios. Los arucos y flamencos vuelen de astil pleno, los insectos formen minuciosos su vereda, tórtolas abran puertas, niéguese aún la noche. Se ha detenido pleno el tiempo en una laguna cuya pupila no pestañea todavía: 300 José Morales Saravia

en su fondo cuenta piedras de cimiento firme, como ñandú se aprontará veloz su sonrisa. (Cardos galoparán rodando por las laderas, montañas, vestís manto de sol sobre los hombros.) Ya se mira el oso abrigado en sus hondas huellas, tenga la tierra sus pieles en vestidos musgos y mil sépalos sosténganle interioridades. Corra el armadillo roedor con sus almenas y el quirquincho arregace tenor sus resonancias, moren gamos las habitaciones de los bosques y descansen ciervos en lechos de sauces secos, búsquenles a las tardes avellanas y nueces e impongan fragilidad a la extensión de pastos. Erijan los prados sus banderas y sus sueños, flaméenlos por sabanas de largo galope, muestren los árboles sus ramas para dar sombra que en el horizonte desierto y prado no difieren. Vengan los sotos con sus setos, vengan los cámbaros con tenacidad en las tenazas, con sus petos que encierran alba blandura y rubor sabroso. Vengan cocos con firmeza y liquidez hermanas, la papaya en los colores de los papagallos, hablen los limones de sus arcos donde el éxtasis, acérquense las vainitas y el pacae reptando, asciendan las raíces aéreas, la orquídea busque morada a decir su soledad clara, coyuntura afortunada elija ciega en árbol. Y he aquí que la finura aparece con los trigos y que las gramíneas acomarcan distancia en sus frutos por la madurez de las espigas y que los rondines del viento, cañaverales. Las grullas prestan sus peñachos a pavos regios, implantan las cascadas su manto de mañana, se zambullen patillos, buscan profundidades, y risueñas piedras en los labios de la orilla testimonian humores recursivos y hondos. Las costas ronronean y afortunados tréboles Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 301

dan sus hojas diminutas con anhelos firmes. Nace lo anchuroso y se lo disputan los ojos: la ballena da su ronda por los altos mares y el delfín viste rapidez en su plomo cuerpo. Y he aquí que las gaviotas del adiós se embarcan y que dejan las riberas por olor a lluvias. Despidamos propicios las aves migratorias, surjan las promesas del arribo con los ánades. 302 José Morales Saravia

Pencas

IV. Los males de la flor

8. (Traum eines Neurigen)

Mester pelando rosas cosecha bulba térrea, polvo hueso, batán sabueso membra, furia semillas, máscaras añejas encaran olmos, liebres sonreídas hasta ríos olvidos, solitarias vetas tejen bosque brocado, rostros espantos

aceran ansias: mosto papilas fusta, anhelos boza gusto. Espina a espina mide, rima pestañas cerdas a visión, disfraz: espada, yelmo, enmurallado susto vela doncella; develados sotos, sueño prístino: muslos, floros pezones,

tobillos sidros, lilias caderas, hombros jambos, valvas vísitas. Umbrales olmos, ¿salas suyas disfuerzan lágrima, sonrisa? ¿Gregarios cerros, cabras gregorias, arenas motas fraternan?

Cerbero resto, liebres mermas, rasos cuadran risa, llanto: dintel persono ciego, leche desola, funjas bambalinas. ¿Y tánto cardo para silencio rollizo, flácidos ojos? Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 303

Orquídeas

6. Bucólica

a Debora Kalkstein

Un viento sacude terso nuestras hojas y no es precisamente otoño sino difusa vera prima. En ella el piar de las avecillas no encuentra su rama en nosotros y, no obstante, cercano gorjeo y plenas plumas en colores. Si diversos astiles remeros los nuestros, un cauce común de viento aparece en nuestras pieles a decirnos primaveras, enmudeciendo, no obstante, sin aprontar el otoño hacia su fin. Disjuntas raíces de orquídeas soladas tenemos, tenemos pleno y dis- tante mirar, tenemos gorjeo cercano. En mente: un arroyo sonoro y cristalino, una undosa arboleda, un sabor a cerezas y nuestras ovejas queriendo pacer. 304 José Morales Saravia

Orquídeas

8.

Un abigarrado anhelo de tramar rutas, de festejar pétalos por el horizonte rosáceo; pero sólo albura brota como mensión de su talante, la altivez y la soberbia que crinan de posibles prados, que recardan pureza como única y labra vitualla.

El tramutado y frío no cesar del coágulo, el odor telúrico sin rasgueo que lo evoque para rosal o begonia; sólo los encerados y pulidos bordes orquidáceos, los negados orquidales, las horquillas siquiera talvezadas.

Amor y morar, ¿sois crisantemos o flotantes victorias regias, el elidido juicio sin mayor respuesta que las lamas? Orquídea, pétalos sin cálices no bastan para llegar más allá de la hermosura, flor sí, flor siempre sin genealogía de tallo ni finalidad de fruto, flor sólo, bella; una vez desflorada, ni flor.

de Oceánidas Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 305

Peces

II

1. La mar

(Claude Debussy)

Mares, el espacio que abren dos inmensos cuerpos luego del abrazo, habitación al quedo aunque intenso anhelo, el amanecer va rozando vuestro ángoro lomo escamo en caricia que se empina al horizonte cuyo plectro bordoneado por la cola, la lenta melodía que pulsada va hilando ya contorno y un color aún indescifrable a las reventazones, el opuesto extremo a la caudal aleta donde muestran su perlado humor en sonrisa franca vuestros labios, mares. ¡Cómo lucen los rocíos imposibles del sereno en vuestros campos recién desperezados por la mañana! ¡Cómo dais a vuestro arbóreo rostro alas con las brumas y neblinas emplumadas de las horas tempraneras! Ya se va tejiendo un prado con sus plateados reverberos, emboscado hasta las gradas de las olas ofreciendo lirios y azucenas, apurando una vivencia en ansias por el sol filtrado en hojas, ramas, copas, para erguir la filigrana de la luz en molle espejo —a mirarse quiere concurrir puntual el firmamento antes que le soplen los candiles diurnos y se enciendan a su voz los estelares, gaviota inmensa repulida hasta los tersos píos y batires ónices, mostrará sus ojos búhos a los desvelados huéspedes ónaros—. Y vase augurando su palabra anunciada previamente en un tumbo que cabalga la planicie a rienda corta y acua espuela en los ijares, intermitente potro suelto en la meseta portando tanta anca y cerviz a florecer en el más hermoso y grácil desensille, tambor mayor que dobla por la noche y en repique alienta al día a plena concurrencia a las riberas. Orillas de sonoras voces venidas del silencio, en la profundidad ensordecidas, rozáis dinteles dando jambas en ensenas al reino de las fratrías; recibís el 306 José Morales Saravia

descanso de los mareantes cetáceos, el aliento partido de alguna gruta lejanísima, los humores de la marea, las valvas del deseo obrando en las almejas ruborosas, enterradas a flor de piel en vuestro regazo —una capilaridad se inquieta en el verdor intenso de los yuyos negándose, impretensiosos, a las últimas gradas de vuestras escalinatas—; y allí pronunciáis la voz del mar con los labios amplios, sedosos de una arena finísima y parlera, cuyas vocales ha cultivado el tiempo en un laborioso huerto donde cedazos silban en contrapunto las melodías de las cosechas, amigadas hasta el puñado y la playa, lanzadas al aire, libres a los antojos píos de los alisios frescos; arenas que en vuestros umbrales, orillas, crían firmeza para las finas huellas de los porfirios cámbaros, jaspes de discurrir oblicuo y analógico, de los albatros y cormoranes trayendo un día con decisión plena de meridiana luz en sus capullos blancos y plumos prestos a florecer y estallar en mariposas para la tarde con el desfile de los colores rematizados en tonos pastel y mate. Así brindáis hospedaje al peregrino mar y sus corrientes en hostería hospitalaria, al viajero que desempaca de sus morrales y bien atadas angarillas —todo el desierto con sus espejos y sus nocturnas máscaras dejado atrás— las relucientes piezas y confecciones, los estampados géneros, las alfombras trenzadas por manos hábiles y sabias, los cristales hinchados por soplos de largo aliento, para ofreceros, agradecido, orillas, su más costosa y preciada prenda, empaquetada con sedas claras por el mediodía. Regalo del mar, anillos de sonoras voces, pendientes de bruñidas respuestas libradas del estuche pelágico, olas, tapiz a ruedo para alcanzar las extensiones de las arenas, alfombras de trenzos dibujos ornamentales, ¡cuánta escenería signan vuestras nudas hebras de tanta peripecia acontecida en los sollados, en los tejados marinos!, vais cubriendo las formas firmes, exuberantes a veces, a veces esbeltas, de las orillas gráciles con sayas almidonadas, —¿tapetes que otorgan paños consecutivos a mesas de juego donde se anuncian suertes y malasuertes a las gaviotas, Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 307

el no-va-más que emprende giro con vuelo de ala en último intento, la malagua bogada para un tardío reverbero, arcadas de plenitud para un comensal saturado y ahíto de tanto hori- zonte y rutas, hipando de exceso sorbido un vómito orlado?—; vuestros cuerpos izando dorso, hombros de blancas molduras, para la perfección matutina que caza nieblas y siembra clarores nítidos, mientras en senos morados muy brevemente por pías ansias de arribo tocáis las simas donde se ocultan los tímidos mejillones. Destino sois, no los últimos ardores cuando los cirios arrean sus ceras líquidas prontas a la mortal dureza informe, sois anuncio de arribo para encender todos los resplandores del día o desvesti r de claridades a la noche calurosa: ¡Qué limpidez en los pétalos claros de magnolias, soltados sus sépalos para alfombrar la orilla de espumas! Toda una vereda vertida de endomingadas guirnaldas para el paso nocturno de las anguilas terapéuticas, de los diurnos y madrugadores cangrejos que andando para atrás alcanzan victoriosos la más ansiada delantera: espumas, ¿no dais al mar el mejor jubón, afiligranado cuello, mangas de puños almidones para trajinar las manos que se inician en arenas puestas a recibir y recoger las tonadas de las olas?; clara bufanda enrollada sobre los hombros del mediodía cuando los vientos de la tarde preparan paliques con el mar; perfecto cumplimiento de la llegada, sosiego del viaje, silbido raso, anticipado, del vespertino viento entrando en las arenas; un inmenso árbol da en vosotras sus clarísimas hojas en pompas como un otoño realizado, repetido árbol durante las estaciones, pleno ya de sol en sus innúmeros haces y enveses, siempre actuales, ofreciendo floración de nenúfar, de bordados aprendidos de las nubes cuando aleccionan en su tejer blancuras sin turbias caries que incuban trueno; las alas planeando a ras de suelo, espumas, como una gaviota lenta que surca ribas pintando estucos linos, como un cormorán entunicando playas para que sople el viento suave y resalte brazos, pechos y muslos, pronuncie formas, dé su respuesta al mar y retorne su aliento que empeña palabra para un 308 José Morales Saravia

juego de olas muy en lo serio. Alisios, tibieza de la tarde que poco a poco se avecina para decir sus hábitos cívicos: su nombre, su apellido y procedencia, su buen humor, sus anhelos, su lograda infancia y juventud, la primera, la segunda, su espléndida madurez de fruto naranja colgado del cielo, sus meditativas veces en la vejez de azules y pronunciadas venas, alcanzada, iniciáis ahora vuestro andar de prosa tocando la suave piel del mar, levantando sus tibias escamas donde el sol se ha posado, moroso y bienhechor, de rostro límpido y sonrisa sin ironías, pasando por el lomo terso de ese domado felino, a que transfórmase el océano, vuestros soplos llenos de bondad, juntados por el paso sobrio del véspero cuando los trigos del día tienen plenitud y redondez y peso y esperan espigas recolección, retiro y recogimiento para las albas blancuras que nutren auroras levemente bronceadas. Así tenéis comercio con las olas, con los tumbos que cargados del liberante erupto os dicen su frugal merienda, las espumas sus recientes oquedades en la orilla para la tersura de sus alas blancas portando liviandad de vuelo a la ribas. Palabras recogéis que os hablan de los verdes tonos que las algas cultivan en los vastos lechos no muy profundos, yuyos que dan sombra a las almejas, a las clámides, pepitas de oro en el pío lavadero de las mañanas; atáis sílabas en silbido ligero donde el cielo, muy narrado en su celeste juventud, se mira incansable, pretencioso, adolescente, en las acuosas planicies —espejos inconfundibles que toman su juventud de él—, buscando facciones y rostro suyos, el saberse renovado y de buen talante, su alma asomando fresca en los ojos, su plenitud de aliento que ve los días recompensados en las carreras de práctica, en los óleos que ungüentan su cuerpo florecido; oís sí apenas frases de cómo se tejen ovillos o se destejen cardúmenes en las profundas aguas de los sollados y sus labores penélopes y no que en el mégaron se junten los femeninos recatos para el hilado o los taciturnos varones a susurrar de la guerra: Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 309

a las superficies apenas llegan los colores de la espera, a veces un burbujeo sugiere un somorgujo oxígeno escapado de las profundidades, tal vez solo una vocal y su escueta consonante de compañía que vosotros tomáis, alisios, y servís como un manjar encargado a las lejanías, como los huevos del esturión, las lúcumas de los salmones, la caracola que por primera vez holla la arena para cantar sus ininterumpidas sonoridades o las conchitas de carne pálida y arrebolada que traen sorpresas cremas en su maternidad que, envuelta de valvas, prepara advenimiento; pronunciáis vuestras propias frases que van descendiendo las olas, molles, como hipocampos de totora prestos a los galopes, dada la habilidad de una sintaxis de nudos en los follajes que dan ancas y estribos y riendas y eufónico relincho, sesgando y dejando estela como una agudeza de muy ingeniosa quilla que no pierde por ello la sal ni transparentes velachos; portáis frescura de diálogo y parentesco marino de ola y espumas: playas aguardan vuestras brisas relatoras, habrá pronto en vuestras voces hilar diverso que ofrezca un abigarrado tapete, los varios rostros del mar, gestualidad descrita en la pericia de los fisiónomos.

de Peces

Roger Santiváñez (Piura, 1956)

• Antes de la muerte. Lima: Cuadernos del Hipocampo, 1979. • Homenaje para iniciados. Lima: Reyes en el Caos, 1984. • El chico que se declaraba con la mirada. Lima: Asalto al Cielo, 1988. • Symbol. Filadelfia: Asalto al Cielo, 1991. • Cor Cordium. Amherst: Asalto al Cielo, 1995. • Santa María. Lima: Asalto al Cielo/Hipocampo Editores, 2001. • Eucaristía. Buenos Aires: Tse-Tse, 2004. • Dolores Morales de Santiváñez. (Selección de poesía 1975-2005). Lima: Hipocampo Editores/Asalto al Cielo, 2006. • Amastris. Viña del Mar: Altazor, 2007. • Labranda. Lima: Hipocampo Editores, 2008. • Amaranth precedido de Amastris. Madrid: Amargord, 2010. • Amaranth. Lima: Tranvías, 2011. • Robert Pools Crepúsculos. Lima: Hipocampo Editores, 2011.

311 312 Roger Santiváñez

Ars Poetica

En el parque donde inquieto silencio Azula el fresco resonar de los altos árboles Con sus copas inalcanzablemente verdes & el sol que no existe en Lima

De todos modos veíase tras los esmeralda Frambuesa o no sé qué turquesa diamante Pedernal de la piedra del cielo blanco

De la ciudad sol siempre en tu refracción Eres mimbre del membrillo que sólo tú Llegaste a computar en los días más níveos

Una palabra exigía su nueva guitarra La profunda puesta del sol de una poesía Adolescente desprovista de todo intererés

Ajeno a la belleza he allí la auténtica Ilusión de un ideal recuperado en la paz De los mares del solitario sur

de Amastris Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 313

1

Con Jimmy en el 7 ½ Yo, Roy. Tú, Jimmy La primera que fui. Yo estaba parado en la esquina: Casa de los Linares. Viernes, después del colegio. Soledad. Pateando latas. Muchacho varado por la marea de una adolescencia sin nadie. Los años, los quince años. Un cielo encapotado rojo turbio. Mi sueños de carey poblando el vacío del aire. Me quería inmiscuir en el viento. Pronto vendría la noche, oscura como la muerte. Sería un viernes más, una muerte sin nombre y sin fecha en el firmamento nonsense de la Historia Leonel Valdiviezo-Pulga-saca la cabeza por encima de la luna que está terminando de bajar desde el interior del automóvil. Celeste. Toyota nuevo. La trompa izquierda ha frenado topando levemente uno de mis muslos cubierto por el blue-jean. La sonrisa de Paco al timón es ostensible. —¿Vamos al Chongo? —dice Pulga Con un escalofrío en el estómago subo al asiento posterior del carro. Erguido sobre el marroquín negro, observo mi nerviosismo en la consola delantera. Música del tocacintas. Paco —mayor que nosotros— maneja con soltura. No es como Pulga en el Impala de su viejo. Belair. Haciendo señas al tráiler que se nos viene encima con el carro atravesado en la pista. Carretera a Sullana. Un día quisimos ir al burdel y no pudimos. Masturbación. La fijeza del falo contra el espejo de una mujer desnuda. Triunfa la calatería. Paco sonríe con sus bigotes zambos. Yo: Oye, pero yo todavía no he comido Pulga y Paco: Acá vas a comer Yo: ¡Che! Y acelera sin respetar las leyes del laberinto. Los semáforos de Delfos envían mensajes para nadie. A esa hora la ciudad se esconde, comienzan los amores secretos. Se han prendido los verdes fluorescentes del Km. 7. En la oscuridad del arenal son una promesa para el pasajero. Camiones desordenados. Los choferes y el chulillo bajan a echarse un polvo. Acaso un amor fugaz. Farewell. El Toyota se cimbrea sobre el desvío. Se eleva la tierra del afirmado. Se detiene. A la intemperie, junto a las columnas rosadas, reposan con la puerta de la habitación abierta, las doradas prostitutas. 314 Roger Santiváñez

Diana con ensortijada peluca rubia. Sostén y calzón de nylon. Sobre el catre, levanta el cuello y las nalgas. Pero nada sucede. Karina, imponente zamba de zapatos blancos. Un bikini de vedette de boite barata de Lima. Lentejuelas sin brillo, despegadas. Muslos duros de negra joven todavía, sonrisa fresca. Los pasillos huelen a orines acumulados. La luz rojiza desvanece el rostro de los putañeros. El viento limpia la violencia de los corazones. Los taxis hacen cola en el pequeño patio central. Las losetas en blanco y negro apenas se perciben; sólo cuando un Datsun desvencijado prende sus faros y penetra en él alguna prostituta acompañada del caficho. Pulsera de oro. Lentes ahumados. Afuera ella es madre de familia. Dios no existe. Los tres caminamos lentamente. Paco juguetea con el llavero. Pulga con las manos en los bolsillos. Yo, contemplando a una negra riquísima. Pasan. Pasamos. La negra lleva puesto un bikini a rayas, descolorido. Playa de Chuyiyache, 1965. Lindaura, pistolera. Maroquera. Falda beige tubo. Vuelvo a pasar delante de ella. Sonríe. ¿Se habrá dado cuenta que es la primera vez que vengo? Desaparezco. Estoy solo. Un viejo con un chicote en la mano camina detrás mío. Me sigue. Me está tasando. Pero no dice nada. ¿Querrá expulsarme por menor de edad? Sudo. Es el Diablo. Lo siento bramar. Tiene los pelos revueltos y huele a cañazo. Su saliva resbala por la comisura de los labios. Guarda distancia y me mira sin atreverse a hacer nada. Paso por última vez. La negra, que ya es sólo el recuerdo de una infantil arrechura, me besa en el aire, y con su alma de sogas acariciando el torso de su piel me alejo buscando a mis amigos. Qué miedo. Ya no están. Volaron a los paraísos equidistantes de la memoria. Me abrazo a mi camiseta desteñida en azules concéntricos estallando. Un nudo en mi garganta. Joe Cocker en Woodstock. Cine Variedades. Carry Snodgress. Diario de una esposa desesperada. Con Jimmy en el 7 ½. La primera vez que caché. Jaime Estrada/Antonio Ruiz, “Morena”. 75 soles peruanos. 2 años después. Coca está en cuclillas al umbral de su cuarto. Lleva un corto vestido de flores marrones, escotado por detrás y por delante. Chata. Ronca. Carnes algo suaves. Algo tiernas. Leche y transparencia. Sensual. Curvilínea. Acepta mi proposición. Estoy decidido. Ellos piensan que yo ya fui. No saben que es la primera vez, aunque se los he insinuado. Cada quien se pierde en el silencio. La puerta cerrada. Desvístete. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 315

Ella se sorprende cuando le cuento que es la primera vez. Acércate dice, coge el falo dormido, lo corre y aprieta despacio, alumbra con una linterna de otorrinolaringólogo. Otra vez. Ya, sonríe. Su vientre avanza y se estrecha al mío. Hay música. Me abraza y despejando el rostro con un ademán en el que rítmicamente contemplo el vuelo de los cabellos negros. Coca junta su cuerpo al mío y bailamos desnudos el bolero, el rock lento que sale del radio sin saber qué soledades alumbra bajo el cielo de Piura, la ciudad del Deseo.

de El chico que se declaraba con la mirada 316 Roger Santiváñez

Guerra

La Poesía es un texto contra el Mundo Demasié asaltó el cielo. Encuentro. Verdad. Fusión “Oye, qué estás hablando” y allí fue donde citó Esa rara relación relativa einsteniana entre poetas y militares

Se recuperó tu lindísimo cuerpo sólo escuchando la música De las paleteadas más arrechas en el íntimo del reverso De tus calzones, hábilmente quitados con la furia de la mujer Alejada en la nitidez del clip que he grabado para tu paja

Porque un hombre solitario es también un hombre Y si redacta internos documentos aprende otra experiencia Quizá la del amor a golpes de muchacha con manos de greda En escándalo callejero cantando con tu perra voz

Dorada en el reflejo del vaso de cerveza y tu histeria Qué hacías buscando guerra un sábado por la noche Mientras el rioba se desbordaba desgranándose Y las muchachas descifraban su música tristísima

Tú —una de ellas— pura imaginación radio curie Que te limpió ese día de toda tu amargura y eso Deberías agradecérselo al Señor (en su negro precipicio De dolor) y tu eléctrico soto, urbano en short color de tu nombre

Hagas lo que hagas, perdóname con tu plisada caída Que era de la abuela, que te quiso no más que mi Alma encadena a tus axilas de vampira peruana En el rímac ausculten sus designios religiosos

Esta es una arquitectura simple como tu lenguaje ¿Qué es la guerra? preguntaste ¿Siempre no hemos estado En es? ¿En qué, ah? decía como acariciándose el rompeolas En el que magnificó sus días y escondió su inocencia.

de Symbol Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 317

El árbol de Panamá

Con sus hojas amarillentas del invierno y ramas curvas, secas, vencido el tallo por los años de Madre en otro tiempo que nadie recuerda, vengo todas las tardes a sentarme en el patio de la casa: me gustan las losetas negras y sus ribetes abstractos son brillantes cuando el crepúsculo se abate y el viento remueve el Panamá al borde del jardín sábilas, macetas que Emmanuel tumba con su pelota de carey. Cómo hubiera alegrado a mi padre este niño —pienso— pero ahora muere el tiempo se va con Papaníbal sobre su silla de ruedas en las fotos, se pierde al fondo del hall. Ya no hay nadie, mi mamá guarda la chiroca. Sólo el Panamá permanece-mudo-dejando caer sus amarillas hojas muertas en las losetas del patio.

de Dolores Morales de Santiváñez 318 Roger Santiváñez

The house of Santa María

Un poeta solo en su patio interior observa el techo verde de las hojas removidas suavemente por el viento.

En silencio alaba la sensación del crepúsculo que no existe aún en la memoria de la bella literatura

pero se avecina frágil en el tiempo de rato en rato mece su ramaje el sonoro susurro de una copa:

El árbol cuyo nombre es un enigma —Nicaragua o Panamá— sólo sé que fue sembrado por mi madre quien le dio

su corazón a la forma del foliolo en la dorada resolana y es acaso su única herencia en el ocaso. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 319

Corazón de durazno

El sutil perfume del jazmín que Lola de Vivanco trajo consigo desde Lima, se esparce suavemente desde el fondo del jardín hasta el patio delantero donde escribo

Y en la biblioteca de mi padre acaricio los libros de mi socialista adolescencia. Observo otros volúmenes que acaso nunca leeré, sueños del gato apuñuscado en la persiana malograda por los usos del tiempo

La casa es una vieja costumbre. La luz solar del patio al mediodía. El aroma del durazno en manos de los niños, mis sobrinos nietos

De pronto corre el viento y se encañona de la puerta principal a la mampara. Hay revuelo de cortinas y de un solo corazón. En una de las pozas del patio los niños han sembrado la pepa del durazno.

de Santa María 320 Roger Santiváñez

Eucaristía

1

Poesía aquí me presento Luz sesgada imagen / dársena De tu izquierdo cordial

Espacio vacío nombro tu soledad Desdén sonoro junto a tu monte Son dos cosas & el amor

Vuelta al sueño destruido Recupera esa forma del corazón No pienses escribe & llora

Azur bóveda ingrávida perfección Que dó naturaleza muerta stella maris que Paris no pudo alcanzar

de Eucaristía Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 321

Piscina Roberts

Nimpha

Puedo mirarte a mi regalado gusto. Tu linda cabecita emerger del agua Brillante como tu dorada cadera Perfección esbelta al filo celeste

Ahora danzas con tu caminar Siempre al borde fina silueta Que en la pileta se moja & Se esculpe sol embelleciéndote

Aún más mientras cubres & des Cubres tus pechitos alisándote Veloz pasas corriendo rostro puro En el vergel & la líquida planicie

La luz resplandece oh superficie De tu piel húmeda & divina Acariciada por insólitos destellos Sobre espalda & hombros impregnados

De una miel tan tersa que ni el sol Quisiera irse de este día agonizante Por no dejarte jugando & riendo feliz Entre los chicos de la azul piscina sumergida 322 Roger Santiváñez

Causas amorosas

3

I am in God’s presence night and day, And he never turns his face away

Blake

Encima del aire azúcar dormido Trina el silencio viento cobrizo Una muchacha se hace al crespúsculo

Alondra sonora en mi mente esquiva Inclina amorosa cerviz sobre césped Donde yace la luz que sola se oscurece

& ya son los párpados cerrándose Joya tu sombra subterránea sonríe Porque tienes la nobleza del sonido

Divinamente volada en tu distante Rosa fuente que en su afluente Se desliza Ofelia hasta el Azur Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 323

Loca Montis

Bona domna, Deu cug vezer Quan lo vostre gen cors remir

Peire Vidal

Entre el blando pasto bajo algarrobos Corre el Piura pleno de acholadas ninfas

Al fin fueron violados los ritos de Dionisio & por la lengua mochada e’ Filomena sus Hermanas se volvieron chilalos en el monte

Soleil plovil a forro cada siete años natura Se presenta cual lluvia dorada por Danae

Terrazas de Ecbatana estrellas perfectas Rutilantes Cunizza in Paradise cantó

Campestribus locis aguas de purificación Belleza difícil mundo divino & misterioso Dentro & fuera de la mente & El Tiempo

De Piura como detenida stella axial Memorias de mi niñez en Churrilandia Eternos estados de desolación todas

Las cosas que son, son luz como Crece la hierba plura diáfana

El valle del Piura está lleno de ti con Flores con frescos algarrobales con sol Brilla el agua parda flotan las hojas

Escribo el dulce canto de los pájaros Del jardín su lindo azul sonido Música quena alma lágrima viva

de Labranda

Magdalena Chocano (Lima, 1957)

• Poesía a ciencia incierta. Lima: Safo Editores, 1983. • Estratagema en claroscuro. Lima: Instituto Nacional de Cultura, 1986. • Contra el ensimismamiento. Barcelona: Ediciones Insólitas, 2005. • Otro desenlace. Barcelona: Ediciones Insólitas, 2008.

325 326 Magdalena Chocano

60

“acá lo humano asusta, acá se oye se ve, se siente sin cesar la vida”

sin malentenderse verso y poesía disuenan en tu trance cuanto más balbucea el estro de tu aura sonámbula más denso el poema brota aquel flujo mortal erosiona metáforas descenso ectoplasma estalla un disparo de amor irrefutable en tu constelación

de Otro desenlace Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 327

A Vermeer de Delft

A veces me siento como aquella que pesa las perlas. En la penumbra atenta al punto de equilibrio sostengo entre mis dedos la finísima balanza y siento perlas que escapan a mis manos. mi traje es amplio y de muchos vuelos para distanciarme del aire y darme el espesor necesario, mis mundos son las perlas que resbalan en la madera o brillan en los minúsculos platillos de la balanza, mundos irregulares que comparo cada día renovando cálculos pacientes, mediciones de la oscura astronomía de las perlas. Absorta sopeso los mundos, durante horas absorta en las perlas, hasta rozar la indiferencia. 328 Magdalena Chocano

Siempre estoy mirando a una niña y mis ojos brillan en la noche, aunque yo no quiera decirlo ella me pone la voz en las palabras. ¿Quién enciende sus luces en lo oscuro? Soy yo que abro los ojos desvelada, deja penetrar en mí tu amada sombra, deja que me complazca en la nostalgia.

Con mi estrella animé su figura, ella seriamente juega, ella es cruel, ella sueña, ella espera, respira desde mí la implacable, belicosa criatura, blande desde mí su haz de varillas de hierro.

Sé bien quién eres, de ti no renegué, voto de insumisión, tú que te lanzaste al centro de las tormentas ¿he de decir más? Agitas tu cabeza y se revuelve tu cabello, estás viva, no perdiste nada, y otra vez tu pequeña dimensión, me recuerda lo entero irrenunciable; remota dignidad no estuviste en silencio entre los guerreros, iba yo con ellos, brillaban mis armas y mi ojo penetrante y despiadado se mantuvo en el trance. Un brazalete adorna mi muñeca, lo miro mientras me apoyo en mi lanza, velaré, velaré toda la noche, la estoy viendo en uno de los patios silenciosos. No sé dónde me encuentro, hora tristísima es después de la batalla. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 329

Ella juega con perlas de colores, está haciendo un collar, ese collar rodeará mi cuello; ella está tranquilla, vibra su espaciosa calma secular, su promesa en mi sombrío corazón.

de Poesía a ciencia incierta 330 Magdalena Chocano

XXI

Véngate yo te conjuro al olvido perfecto

Dime lo que ves desde esta atalaya que nos reúne Alguien galopando en la playa? Alguien de cuerpo desnudo, crin al viento? Alguien presa de horror sin freno Alguien conducido tercamente hacia el mar? Y cae entre las olas? Perece?

Habla o prefieres que recuerde cómo te conduje al mar te espoleé y apenas mis cabellos flotaron un momento sobre las altas espumas te desbocaste huyendo relinchando de pavor, cortando el aire

Soy la más indefensa criatura en las noches tensaba mi arco ¿me reconoces Centaura? Atravesé a mis pretendientes

Si me internase hoy en la mar —no temas— si me internara, digo, no habría ya diferencia entre la espuma y mi cabello

Véngate yo lo deparo Nunca te conduje al mar permanecí envejeciendo en esta torre hasta vaciar mi aljaba

de Estratagema en claroscuro Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 331

3

¿es que no dices más? ¿es que no has dicho?

el insuficiente número de tus mensajes sella un código impenetrable

y está mi ley de criptografía obediente y sometida a tu corazón

me embeleso en un purísimo terror persecutorio una jauría acomete ensueños una emboscada aligera mi carga

debo encarnarme en un cuerpo creíble y belicoso debo inventarme una fotografía y un encefalograma y (en estado de sobriedad) dar testimonio de tu clave perenne 332 Magdalena Chocano

25

en un parque largas horas cuando tras la ventana oval una sombra espíe y tiemble crearme crearte esa textura de piel bajo mi mano acaba y desliza sobre mi pensamiento la prodigiosa diafanidad de un cuerpo mi caminata abrazando tu cintura nuestros pasos resuenan en la blanca avenida mental de esta memoria todas las calles se detienen al filo del océano y allí estás tú los ojos bajo el ala del sombrero el luminoso regazo las plantas de los pies apenas húmedas mi blusa blanca henchida por la brisa te cubre los hombros cuando escuchas mi serenata cantada en este puerto terrible de la historia este júbilo es real porque no existe y digo estas palabras en las orejas de marineros ebrios y neuróticos a los que he apartado a puntapiés para que tú transites levemente por las esquinas indecibles de la noche Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 333

34

Amante rehuía los objetos radiactivos.

Los prójimos parloteaban por vericuetos analíticos: amante pensó que el amor era una superficie de palabras. Y el amor en cambio era silencio. Y asfixia. Pero esto amante lo supo después de haber caído al mar. Un mar secreto que aguardaba en tus ojos de yedra. Y no estaba en ningún sueño.

Donde todas las palabras entran en saco roto. Allí estás. Sin la menor premonición. La fatiga de bucear y encontrar constantes criaturas erizadas. Donde no hay ángeles estás. Amante se disuelve en el equívoco de tu transparencia. Donde desaparecen las brújulas has vivido.

Amante te añora aun cuando estés presente.

Entre muros feudales amante tropieza con jeringuillas descartadas. Son la señal. Su corazón da un vuelco. Contigo! ¡El temor y el dominio maquiavélico! ¡La bondad que aniquila e ilumina!

El temor también era silencio. Y doble asfixia. 334 Magdalena Chocano

Un mar endurecido se quebraba en tus ojos de piedra. Lejos de un desesperado sueño. Al azar.

Amante se encierra en implacable sinonimia

Donde la luz milenaria desfallece. Allí estás. Callas. Cavilas. Amante te busca donde las reyertas se suceden. Siempre a punto de desaparecer. Amante duda de que dios pudiera alguna vez crearte porque cuando no estás es como si jamás hubieras existido. Provienes del caos brillante y solitario. Eres un oleaje de siglos. Más profundo que el mar.

Veo la sombra de amante adosada a las pilastras

Comercios que hemos recorrido quincalla examinada durable amante considera adquisiciones el dilema de un cartomante sus labores la ciudad se une a ti con todos sus sedimentos y gótico sangrante grandes visires intrigan pendo de un hilo del reflejo de un hilo del rayo de ira que tus ojos proyectan lábaro rojo y negro tu atentado nudista amante te ensalza participa de tu esfera amante acude a las subastas ya no hay objetos que retengan tu contacto el mundo está vacío sólo en amante puedo yo reencontrarte Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 335

65

augusta ruina de la pompa barroca

timbales de oro estremecen el cielo dorados cornos resuenan sobre el mar vamos de negro, oh músicos, la infame línea curva persevera en masas de continuo retorcidas, el sol recalca los contornos de la sombra ultraumbría que resplandece entre superficies recamadas sonorosas, etcétera, etcétera búrlate de la razón porque te teme y me espía vamos de negro, oh músicos para que el aura de nuestras mentes refulja más que los viejos altares y su exhausta pedrería estamos ebrios acullá desvaría un imperfecto Churriguera y se irrita porque el mar es arte de pura onda de espiral naciente e inmortal orla de espuma perpetua y opaca burbuja impenetrable y porque ésta es su hora la acabada en que el tiempo se astilla en la arista deiforme del poema

de Otro desenlace 336 Magdalena Chocano

Todavía siento esta melodía en la oscuridad una partitura hecha trizas por familias de músicos que ejecutan una justicia sumaria en cada recodo de la urbe ¡cuánto castigo cabe en sus notas lejanas!

esta augusta catalepsia tiene oídos para olés y llantos

doquier reinan y dividen las leyes draconianas contra el tararear furtivo

las reapariciones son un remolino de hojas que se revuelca en el gris del otoño

duelo y vuelo en la santa madrugada, ojeras de un sueño repleto de agitados acordes de rencillas con el más allá porque la belleza no cierre el paso a otras bellezas que se niegan a marcar el compás, que niegan el compás, la máquina de incidentes entreteje ¡tantos ayes! ¡tantas manos retorciéndose en desesperados regazos!

esas voces atlánticas se agigantan por los ríos del aire vuelve una rumba insomne a inundar la orilla del durmiente

nadie debe aferrarse así a un estribillo de palabras que no existen nadie que no esté de más

Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 337

de más y respirando el acontecimiento que se extingue en la lejanía de un sonido has de creer para sentir que tienes algo, siendo el tener cada vez más decisivo, y el sentir, apenas sombra del tener, y no prosigo es evitar la sombra tanto como evitar la luz

de Contra el ensimismamiento

Eduardo Chirinos (Lima, 1960 - Missoula [EE. UU.], 2016)

• Cuadernos de Horacio Morell. Lima: Trompa de Eustaquio, 1981. • Crónicas de un ocioso. Lima: Trompa de Eustaquio, 1983. • Archivo de huellas digitales. Lima: Copé, 1985. • Sermón sobre la muerte. Madrid: Ediciones del Tapir, 1986. • Rituales del conocimiento y del sueño. Madrid: El Espejo de Agua, 1987. • El libro de los encuentros. Lima: Colmillo Blanco, 1988. • Canciones del herrero del arca. Lima: Colmillo Blanco, 1989. • Recuerda, cuerpo... Madrid: Ediciones del Tapir, 1991. • El equilibrista de Bayard Street. Lima: Colmillo Blanco, 1998. • Abecedario del agua. Valencia: Pre-Textos, 2000. • Breve historia de la música. Madrid: Visor, 2001. • Escrito en Missoula. Valencia: Pre-Textos, 2003. • No tengo ruiseñores en el dedo. Valencia: Pre-Textos, 2006. • Instrucciones para borrar la lluvia. Málaga: Centro Cultural Generación del 27. Publicación de la Antigua Imprenta Sur, 2008. • Humo de incendios lejanos. México: Aldus, 2009. • Catorce formas de melancolía. Lima: Tranvías, 2009. • Mientras el lobo está. Madrid: Visor, 2010.

339 340 Eduardo Chirinos

Una vez más la rosa

Leo una vez más sobre la rosa y una vez más un perfume de siglos invade mi casa. Rancio perfume con sabor a nombres, a símbolos que demandan la eternidad de nuestros ojos, a cuerpos cuyo hedor se disipa al menor contacto con los nombres. ¿Qué es la poesía sino el olvido de los nombres?, ¿qué es la rosa sino nuestra primera rosa, aquella que nada nos dijo porque nada sa- bíamos, porque éramos ciegos para todo aquello que no fuera su olor, su color, su efímera gracia adornando un jardín que pronto habríamos de poseer para mejor olvidar? Oigo de cerca y lejos a los vicarios que descreen de la inocen- cia. Desengaño dicen. Todo lo que puedes decir ya ha sido dicho y redicho en lenguas que jamás soñarás con aprender, en lenguas que ya no se hablarán ja- más. Los oigo como oigo también a los santos inocentes. Dilo todo, dilo todo, tu palabra incendiará las anteriores, nadie recordará ese fuego que has conver- tido en ceniza. Lotófagos del símbolo y el verbo, ¿es posible vivir con un abismo que se abre constantemente a las espaldas? Leo una vez más sobre las rosas y leo pétalos verbales, espinas silábicas que pinchan y sangran los dedos. Leo una vez más sobre las rosas y las rosas se abren y se cierran como ojos. Como libros que son ojos, ¿es posible la contemplación de la rosa y cerrar por un instante los libros y los ojos? La rebelión de Alejandra Pizarnik fue “mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos”. La rosa de Blanca Varela “infesta la poesía con su arcai- co perfume”. Infestación y rebelión. Deleite que anula y dignifica los olvidos, incluso aquel que grabó para siempre la rosa en un oscuro y pertinaz alfabeto. Asesinemos entonces la rosa, devolvámosle como macabra ofrenda cada uno de sus símbolos. Digamos sin miedo y sin vergüenza la rosa, abrumémosla con viejas y nuevas palabras, cortemos la rosa prohibida del jardín de Ausonio, la rosa mística en la solapa de Dante, la humilde rosa que Darío regaló a sus hetairas. Ahoguemos sin escrúpulo las rosas, la asfixia las hará enmudecer. Así veremos la invisibilidad de lo otro. Así veremos una vez más la rosa.

de Abecedario del agua Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 341

Beatus Ille1

Historia natural

La vaquita que muge y rumia en los valles del Rímac no sabe del enchufe que han de colgarle entre las tetas si es que rompe el normal desequilibrio rumiatorio que existe entre las vacas lecheras y las vaquitas huachafas de los valles del Rímac. Eso lo sabemos nosotros y la verdad es que no nos duele más bien nos alegra saber del ascenso de la vaquita a los establos y hasta aplaudimos la injusticia que se comete cuando la obligan a arrojar su leche a las botellas porque la consumimos fresca con aparente sabor a rudo vaquero del oeste la barba a medio crecer y todo eso. Pero el asunto aquí es trivial pues no nos interesan esas vacas sino (como dijimos) las que mugen y rumian en los valles del Rímac aquéllas cuyas manchas acusan posibilidad de garrapatas o garrotes aquellas que no aspiran a ser gordas ni privadas. Pero un buen día vea usted los pastores la cepillan (o la bañan) y la venden a buen precio con la intención de acercarse unos metros más a Lima y la pobre no sabe que sus tetas dejarán de pertenecerle no sabe del establo ni de las manos expertas de un muchacho con mandil blanco. Sólo muge y continúa rumiando apartando con su cola a los niños mirones y a las moscas.

de Cuadernos de Horacio Morell

1 Beatus ille qui procul negotiis (“Bienaventurado aquel que lejos de los negocios”). Primer verso del segundo Epodo de Horacio que luego sirvió a los maniáticos de la literatura para designar un tópico frecuente en la poesía española del siglo XVI (¡Incorregible Morell, si no sabes nada de latín!) 342 Eduardo Chirinos

Sermón sobre la muerte, 6

¿Es para eso que morimos tanto? ¿Para sólo morir, tenemos que morir a cada instante?

César Vallejo, “Sermón sobre la muerte”

De instante a instante envejecemos, defecamos, herimos la multitud del tiempo, descansamos y leemos tres o cuatro libros. De instante a instante nos arrodillamos en la iglesia, comulgamos, distraemos el rasante vuelo de una mosca, soplamos veinte o treinta velas, nos amamos, nos odiamos y hacemos el amor. De instante a instante una brizna de hierba crece en nuestras manos, tomamos café, escuchamos el gramófono, elegimos un cinema y recordamos con nostalgia algunos nombres. De instante a instante se apaga una canción y con ella algún recuerdo: las líneas de un poema que nos fue dado revelar, los ojos de la mujer que alguna vez nos quiso, la imagen de un león llorando tras las naves incendiadas. El fuego del incendio. De instante a instante desaparecen las palabras, los hijos, los amores, los viajes, los proyectos.

De instante a instante un pedazo de muerte se apodera de nosotros.

de Rituales del conocimiento y del sueño Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 343

Palabras del amante desvelado

Mis manos reposan en tus senos. Escucho con fuerza sus latidos, el fluir tibio de su sangre, su blanca suavidad de pecho de paloma. Luego del rumor de la batalla, del amor con sus furias, sus rabias y sus celos; lejos del ruido de la espuma, del gemido y del abrazo, mis manos descansan gozosas en tus senos. Qué sensación de música callada, de lento paraíso donde la tranquilidad reposa. Ahora estás tendida a mi lado y duermes. Toco dos brasas encendidas y aves nerviosas alzan vuelo surcando la noche con su inesperado brillo. ¿Quién no ha deseado sentir bajo sus manos la honda intensidad del mar? Pero es imposible acariciar la extensa piel del agua, es imposible querer abrazar el misterioso círculo del viento. Tus senos me ofrecen mansas claridades. Los he visto brillar una mañana y desde entonces toda lluvia o agua o viento son sólo materia fugitiva, necesaria realidad para un mundo triste y apagado y triste otra vez. Mis manos reposan en tus senos. Ahora estás dormida, no lo sabes, pero escucho con fuerza tus latidos, el fluir tibio de tu sangre, tu blanca suavidad de pecho de paloma. No lo sabes, pero esta noche he sentido por primera vez bajo mis manos la hermosa intensidad del mar.

de El libro de los encuentros 344 Eduardo Chirinos

La lluvia

Vengo de una ciudad donde jamás llueve, donde el cielo es (como dicen) color-panza-de-burro y el mar una invisible telaraña que enreda y confunde el horizonte. Esta tarde llueve en New Brunswick y me he asomado a la ventana para contemplar otras lluvias. Aquélla en Madrid, por ejemplo, donde el agua nos llegó hasta las rodillas y seguimos caminando plaf plaf como si nada, o aquella que nos sorprendió en Tumbes con sus balsas y caimanes navegando un bosque de palmeras. ¿Qué decir del chaparrón que echó a perder la sepultura de Dante? Pero ésa es una lluvia literaria. Como decir que duró cuarenta días o que llora suavemente en mi corazón, que no es verdad.

Es otra la lluvia que recuerdo. Fue hace muchos años, el agua salpicaba la tierra y formaba un barro azul y misterioso. Era el silencio que me enseñaba sus metáforas, su laborioso lenguaje deshaciéndose una vez más entre las piedras.

de El equilibrista de Bayard Street Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 345

Animales en mi casa 2/Insectos

Mis nuevos vecinos son insectos. Imprudentes y torpes insectos que invaden lentamente nuestra privacidad.

Parecen escarabajos, dice Jannine, pero les falta el color. O más bien cucarachas si no fueran blandos y redondos.

Esta mañana retorné uno al jardín y al rato volvió para instalarse entre los libros. ¿Debía volver a perdonarlo?, ¿ser insecto lo ponía en desventaja ante la muerte?

Entonces clavó su aguijón en mi brazo y aplasté sin piedad su vida de insecto. 346 Eduardo Chirinos

El mar y las cenizas

Caminan los libros a la hoguera. Se levanta el telón: aparece el mar.

Jaime Sabines

Apaga el mar el ritmo de los libros. Nos deja ver sus ramas, el tronco donde alguna vez nos apoyamos para mejor olvidar.

Mi padre nos llevaba al mar. Allí aprendimos: brazada tras brazada el sol arriba y la respiración cada siete segundos.

El que tuvo poca paciencia nos enseñó a nadar. Con estilo, la cabeza de costado, apartando las malaguas y las algas. Aprendiendo a tragar la sal del mundo. La amarga sal del mundo.

“También del mar viene la muerte”.

Soy yo quien escribe este poema. Quien barre inútilmente las cenizas.

de Escrito en Missoula Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 347

Porque olvidamos amamos

La lluvia salpica las aguas del lago y en lago se convierte. Los pájaros se ocultan en el bosque y sin saberlo son el bosque.

Lo que alguna vez amamos se pierde en lo que somos: la nieve ya no es nieve sino lago. El mismo lago donde ahora cae la lluvia sin que a nadie le importe.

de No tengo ruiseñores en el dedo 348 Eduardo Chirinos

La salud de los poemas

“La salud es el silencio de los órganos”, dicen los tratados médicos. Su sabiduría contempla en el dolor un lenguaje, un cuerpo vivo que se queja y sufre. Todos tenemos una oscura cicatriz que disimula un viejo y renovado dolor. Sé de jóvenes que se hieren a propósito. Hartos del silencio se queman, se mutilan, se hacen incisiones. Es su modo de estar vivos, de recuperar el tono de su cuerpo, de sentirlo suyo y escucharlo alguna vez hablar. Mientras veía fotos de esos jóvenes pensaba en los poemas. En su modo tan cruel de hacernos recordar que son lenguaje. Un cuerpo lleno de incisiones, cortes, quemaduras, donde siempre hay alguien que nos habla. Aunque se quede callado. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 349

Las palabras del mundo

Los filamentos de aire, allí donde hubo un mínimo grosor de materia, se nutren de palabras. Y se apoderan poco a poco del mundo. La mirada parpadea, secciona confusas imágenes que van al cerebro y preguntan por un nombre. El cerebro, ya se sabe, es un órgano aburrido. Tarda unos segundos y contesta afirmativa o negativamente. Entonces el proceso vuelve a repetirse, pero en sentido inverso. Hay quienes consultan diccionarios, quienes prefieren preguntarle a Dios, los que interrogan la luz y pasan días, meses, años royendo los huesos de un idioma que ha olvidado la carne. Hay, por último, los que apagan la luz y se sientan a esperar. Es cuestión de paciencia. Ellas llegan siempre para rogarnos un sitio. Llegan para pedirnos perdón. 350 Eduardo Chirinos

Una historia que contar

Todo aquello que el poema quiere decir debe ser ocultado. Oscurecido, sin más, por el lenguaje. Si te detienes a mirar verás el vértigo golpeando y golpeando tus sienes. Escribo «ver» y no «sentir». No se trata de sentir. Las palabras son oscuras y nada significan, salvo su espesor fonético, su fervor rítmico. Su opacidad las salva del significado. Les devuelve una vida que vivir, una emergencia. Pero, ¿de dónde emergen las palabras?, ¿del delirio etimológico?, ¿de una cárcel de luz en busca de tinieblas?, ¿acaso del dolor que desprecia la gramática? Lo sabemos y preferimos olvidarlo: el dolor es la materia de la que están hechos los poemas. Su decisivo y débil contacto con el ojo, su imán agradecido. Es cuestión de temperatura. Temperatura y tono. Y tal vez una historia que contar. Aunque finalmente debamos ocultarla.

de Mientras el lobo está Domingo de Ramos (Ica, 1960)

• Arquitectura del espanto. Lima: Asalto al Cielo, 1988. • Pastor de perros. Lima: Asalto al Cielo & Colmillo Blanco, 1993. • Luna cerrada. Lima: Asalto al Cielo, 1995. • Ósmosis. Lima: Copé, 1996. • Las cenizas de Altamira. Lima: Edición del autor, 1999. • Erótika de Klase. Lima: Ojo de Agua, 2004. • Dorada Apocalypsis. Lima: Intermezzo Tropical & Tranvías Editores, 2009. • Demolido fuego. Antología de inéditos. Arequipa: Cascahuesos, 2010. • Cartas desde la azotea. Lima: Mesa Redonda, 2011.

351 352 Domingo de Ramos

El iniciado (fragmento)

Y heme aquí con esta coraza abierta al infinito con esta manera de sentir y quemar por lo inexistente este desdichado terror al mundo al látigo porfiado los cueros este dolor de la sabiduría que se desmorona en rondallas de míseras casas cuya belleza es la simpleza de sus trenzas de sus ropas y su silencio su destierro y su astucia Oh es lo que heredo es lo que heredo Un cráneo mi dulce cráneo un manojo de nombres un país vetusto una porción de carne este mapa donde me encuentro iluso y neutro con quebradiza mano de asir el pensamiento Se abate mi corazón sin memoria (al otro lado los nudillos flojos el polvo de la sordera) Oh la inesperada marea que rabia cuyo song continuo vidrea mi voz alcoholiza mis palabras y tu boca noctámbula hablándome de los rigores de la biblia tu estoica mirada no es más que la poca creencia que hay en ti o yo que no soy más que la pobre aventura del hombre en el vacío ¿Hacia dónde nos conducen estas voluntades solubles? estos golpes de pared esos tubos de sangre malasombras que entibian los barrotes de un sol irredento mordido entre las peñas? Porque tú sigues oliendo detrás de las puertas detrás del mediodía a veces como un pasado o un presente que puñeteo con un fresco de torres derribadas y viene el caos debajo de las pistas viene el tiempo como un muñeco que me ata las manos dulce e infante domina mis sentidos Oh rebúlleme rebélame que el cierzo de tu aliento al despertar desmugra mi esqueleto Oteo y no hay mujer posible para este país arrecho y esa sordina de siempre Levántate MATA y Come Y todo fue ocultado cercado de alambrados en medio de una luz cavernosa Como espectro de cielo un lago Donde la edad tiene muchos perfiles el presente es un movimiento impreciso y la realidad es una sola y única marejada que pasa Silenciosa a encanecer las rocas los mascarones del mar tu propia mirada sólidamente pura Yo vi tu danzaq en el destierro vi las llamas de los semáforos sumergidos en ideas de muerte y sangre y lo atesoré y me pudrí y me consumí ahora cristalino y vertical asumí mi nueva indumentaria Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 353

la benigna claridad de la madre Yo heredé esto yo heredé esto Las canciones que fluyen me hablan y regresan bajo un cielo de Humareda que muestra su misterio donde un peruano diserta entre ruinas su largo agravío su desnudez rocosa ante el espacio poblado de criaturas xenófobas de blanco de hule de cobre y sobre una pared cagada de moscas tus huellas dactilares escurriéndose como un río fijo de las esquinas hacia donde van los rostros ya roídos por el insomnio a reconfortar las calles en paisajes de semáforos Oh el largo y húmedo tren sofocado por el Humo

de Pastor de perros 354 Domingo de Ramos

NN

Hoy viernes he salido de casa Compré lo necesario / alquilé un traje / para estar lejos del individuo de los días anteriores Cómo explicarte Si José fue a llevarte flores al hospital donde reposas con tu cabeza cana que ya no acaricio o que me acariciabas siendo yo un pequeño animal entre tus brazos Hoy viernes los periódicos anuncian catástrofes pero la mía es aún el doble doble como una moneda que tiene el mismo peso las caras distintas el mismo dolor vacío que nunca sentí Estoy seguro que en el hospital no me anuncian nada nuevo ni nada viejo nada de lo que hoy padezco ni siquiera grabado en el electrocardiograma que tranquilamente puede ser una hermosa carta que nunca escribiste ni la radiografía puede captar lo hueco que es esta angustia de la espera Como los posibles litros de dextroza que purificarán tu cuerpo y vuelva tu voz como dos arroyos que se juntan desde la cocina hasta la calle donde yo jugaba un partido de fulbito.

Hoy viernes pude irme tranquilamente a visitarte y seguramente no te hallaré no encontraré rastro alguno que me conduzca a tu lecho como cuando de pequeño corría a tu cuarto espantado por el terror que me causaban tus cuentos de la medianoche Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 355

Ya no te hallaré con tus manos blancas tratando de dibujar algún pájaro que imitabas en tu canto como los cantos en quechua que acompañabas con tu mágica guitarra / violín o arpa que desconocía mis oídos y mi lengua Madre Hoy viernes espero verte como en mi eterno sueño te veo a través de la ventana venir apacible alta y moza como el canto de las aves en medio de la aurora que se destiñe detrás de la puerta.

de Arquitectura del espanto 356 Domingo de Ramos

A la hora del pay

I

A la hora del pay caminamos bordados y transparentes por el sol arrastrando desde la cintura un remolino de piedras que se agiganta y purga nuestros cigarros alzándonos por encima de las casas bajo una luna frígida que arroja sus suaves fulgores sobre la pista que nos esqueleta y nos hace frotar los huesos contra las bancas boyando entre el sueño y el viento escarbamos el fuego el humo entrando flojo y turbio con brazas que se acuden para danzar y tocar entre los dedos en los pulmones la boca bebiendo agua seca rocío de orín y la ventruda luz del cielo acarbonando nuestras sombras con extrañas tinturas por las esquinas las calles arrojadizas embrionan su desolado huevo el acto callejero El grito de Munich eco que se deshace en el verdor del césped donde una jaba de niños tiemblan con desparramados brazos como botellas rotas La máquina avanza con las luces apagadas El corazón se contrae el pecho se despuebla un hueco en la noche A la hora del pay cuando todo se despeña en volutas de Humo se tronchan los dedos la noche que no imagina no graba no recuerda y cenagoso bala el río una mentada de madre y un coro receloso de piedras de troncos caen como nuestros pies sinuosos sobre el cemento Se acoda el humo frondoso en la madrugada Es el himno nuestro himno Humo fértil que roe el muro el faro las columnas y el viento hambriento se aferra como pedúnculo en los postes cansados foviando las ruinas las calles las almas se mimetizan en tachos de basura en obreras de limpieza en casas abandonadas refugios y huecos candentes de las 12 Vadeamos la noche como un microbús atestado de cuerpos pelos y sangre y motores calientes que se van diluyendo en ruinosas hojarascas como lluvia de coleópteros ardiendo en fosas en pequeños días en pequeñas noches nuestras cabezas desgarradas en el espasmo del cemento y vimos al Pastor yendo y viniendo por calles musgosas con veredas suturadas avenidas colgadas de harapos y viejos murciélagos suspendidos Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 357

y las antenas que nos deslizan con sus ondas nuestras sombras que se contornean entre paredes blancas de adobe alargándonos en los patios en senderos intransitables que se cristalizan con el frío donde florece el fresco blancor de las manos la palma como volutas de yerba hundían su perfume en los pulmones y el Pastor de perros nos guía en medio del apagón por extraños linderos como un reloj de cuerda migrábamos de un lugar a otro entre los altos pastizales y la llana vereda donde no hay colores ni olores negras corrientes se llevan las bastas de los pantalones y se vicia el aire se puebla y hay uno que se agujerea la camisa otro pegado al edificio se retuerce con su perfil desnudo y otro bruto por el alcohol Los perros que a la distancia hurgan las nucas de los locos quietos arqueados toráxicos abiertas las bocas como un socavón arrastra el pulso el flujo... Penetramos sin sexo en otras calles en otras zonas punk-metal-chicha-bocacalles confusas con casas nupciales y ventanas rotas y el Pastor nos dice garrs garrs sin respirar en codeína en trance “Habrá escasez dura represión la sucia represión terruca realidad terruca salida” y una pistola para toda la noche acabará con nuestros desvelos Brumosas aves nos abren los párpados y el Pastor de perros nos vuelve a decir “Una mariposa vaga por la noche al compás del rondín de la medianoche va y viene de polvo en polvo de rosa en rosa de rojo en rojo ágil y risueña desaparece en el día en el crepúsculo me dice ciega y olvidada un tabacazo para la soledad soledad para el tabacazo” El Pastor de perros sobre un promontorio derruido se aleja empantanado en medio de la jauría su sombra se alarga y crece en el edificio impregnado de aceite brillando como el pelo parado de la banda y recorremos acelerándolo todo contra todo porque apresamos el rencor de la luz contra el pecho hombres babeantes sumisos por el esplendor del acero y bajo ella los hijos de la herrumbre pilosos cetrinos constantemente segregados por las leyes de tránsito Y ya no confiamos en nadie hastiados como un ciclón a volarlo todo Este sucio reino que nos raja los pies nos exilia nos dopa 358 Domingo de Ramos

desde sus gordos edificios las ratas mordisquean los muslos de la gente de las muchachas de apretados dientes y tetas crepusculares Oh sagrados culos del incesto con su olor corrompido en esta noche blanca donde somos potros desorejados irrumpiendo en las naves los patios más antiguos de la urbe. En esta hora en que se alarga el destierro y volvemos ya absueltos por el mismo camino mas nuestros corazones están condenados y ardiendo por el Humo y nada nos detiene el cerro es alto y grave los perros suaves y fosforosos el cráneo angosto contra el mal viento afeamos hermosamente el rostro y en la hora de la llovizna destartalamos carros tiendas abarrotadas de angustia de vinosos cuerpos austeridad y la pólvora con que quemaremos el blando papel el suave tejido de Dios con sus dulces palabras oliendo a yerba a pinchazos y embalarnos por una moto o una hembra la más temida bajo las sábanas las perras con que el Pastor nos dice hagan el amor con la cola en alto y una camada de niños nos morderán hasta el cansancio Este peregrinaje memorioso feriado pegoteado en papel manteca ordenando los pasos la premonición de los encuentros de los relámpagos donde hemos escrito no sabemos por qué ni para qué la misma imagen el mismo cielo labios pastosos la mierda pastosa alucinados a que nos estalle todo anillados vertiginosos lerdos dedos entrelazándose uno tras otro sin parar se detiene el aire desasimiento y el cuerpo sin amarras retornamos a nuestras súplicas quebrados y blancos al llegar a esta cuadra larga y tibia que nos invita a morarla y hacerla nuestro territorio suelo chancroso que a la luz de la luna reconocemos como nuestros cuerpos prolongación de nuestras pisadas un hueco donde derrumbarse donde caerán también los filtros los palitos que la noche encenderá ante la negra calma del viento Pero no es la hora de doblarnos es la hora del pay las chozas oscuras el megáfono silencioso los troncos rajados las esteras abiertas y bajamos como se inclina el padre al besar el hijo calmados pero rocosos La ciudad se sube a nuestra mente escoltados de cocodrilos reflectores y púas cercado por su pestilencia Templos y palacios asediados por aves de presa y su sombra cayéndonos encima desmembrándonos con su torpeza nuestra transparencia de andar solos y puros solos y frágiles ante el candor del silencio Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 359

mesándonos el cuerpo como vieja corteza contra los muros gravándonos en su puta lengua en sus libros en sus señales de tránsito Somos demasiado cristalinos y analfabetos yendo de balde al día con nuestra bruta inocencia como una palmada en la suave nalga del niño como un dios nocturno mojándonos la sangre hemos llegado principiantes de las tinieblas más claras de los cerros Y todo esto se rompe en pleno lomo gibosos pávidos muertos y arrollados por nuestros propios fantasmas ahuevados y gramputeados mencionados en las paredes acribillados y desaparecidos molidos a palos como un primero de mayo Ron y Soledad Oh los escombros de toda la realidad Hastío Estío Ellos son la otra margen de otra Cosa eso que no somos sino rendidos ante la noche enfangados en el Humo azulando el pecho y el obús de estas calles agrietadas y húmedas respirando la dura bruma que se desvanece a cada ronquido y escupitajos Ardor y violación rapándonos la cabeza Ansiedad tirándose rojo rojísimo contra las venas y el alcohol que lava nuestros riñones y nos recuerda esta sed que viene que gira que acaba como una epidemia al frente de un vaso blanco ardiendo de amargura contra estas leyes de tránsito La ciudad apesta las flores exhalan su último perfume resollante nos engulle y sin embargo habitamos sus grandes parques sus bermas tranquilas sus monumentos encacados con sus cocodrilos rondantes y su luna rayada orejuda escuchando el lento pálpito de los perros Alguien se acerca con su rostro maquillado con la violencia hasta las sienes tiene la forma de la mente es un gran frío que nos encoge las rodillas vaga hoy se suelta dulce y etérea viene jalando su carruaje con su espalda negra y sus botas relucientes sus espuelas doradas sus condones y su risita de lodo Lo sentimos claramente y puede fulgir esplendorosa nadando a contraluz a boca de jarro Ahora es su noche y es también la nuestra es azul o rojo es blanca por encima de todo así se precipite la locura como tarascadas en la nuca nos desplazamos algo arrugados de indiferencia cuando por detrás viene el Benjamín 360 Domingo de Ramos

el desflorado el de los ojos de volutas el afrocholeado que nos invita su amarillento cigarrillo y turbio del cielo arrojó un penacho charamuscado que alumbró la herrumbre de su pelo que se balanceaba en su rostro y nos dio el mensaje del Pastor Son testigos el mastín moteado flaco y legañoso el mendigo frío como una palabra Y así se vence la noche se vence solitaria río abajo donde hacemos rodar nuestros ojos como piedras rugosas bajo el agua. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 361

Del padre

Irremediablemente Faustino quebró su arco rebuznándose en la mar en su pequeño bote orlado de anchovetas que le ceñían el pecho mientras la espuma subía como alcatraz torpe sobre las rocas y se fue partiendo percudiendo como dos alas la ambarina luz del sol gimiendo una imprecación inaudible a modo de soplo como viene el hombre después de inundar a la hembra a destrozarse con las aguas un día antes en las resecas playas en que por primera vez vi su negra elegancia y ya no tengo memoria de él con su arco quebrado sobre las hélices que suben y bajan en su pecho Y que ahora duermen para siempre Fue mi padre un buen tiempo en que no creía en ellos Oh consolá consolá me decían antes los yerros de los vientos al dibujar mi sombra Qué falsía qué fachada qué cacharro Esa la mía la venérea alta con que se cubre el rostro de aquel que más quiero Y qué sentido tienen ya las cruces del camino qué de los pies áureos resplandeciendo incivilizados bajo la tierra? Ya su nombre no resuena no gotea. Y yo ya aprendí a cortar redes a ser juerte como esposa y deslomado de oficios golfeando en esta barca las entrañas de la luna como un animal montaraz escupiendo a la multitud No sé más que inclinarme en el largo viaje que me espera Irremediablemente Faustino fue mi padre Irremediablemente Yo lo Sentencio.

de Pastor de perros 362 Domingo de Ramos

China pop

Un hombre se desgracia Una mujer que vuela y cose pañuelos con claveles a las cinco Noticias Ella viste de negro y en las sienes lleva un pájaro salvaje Tacones un cerquillo húmedo y esos ojos y noticias que llegan y se sirven en las mesas para manjar de moscas y fotos y cámaras Y tú duchándote Catalina leyendo mis novelas favoritas De espalda como una tersa erosión en la cama He de olerte mientras aquí todo se mueve y tu diestra ambigua Tubular tu falda floreada bajo la garúa plástica como un dolor que mata me voltea entre sueños y resplandores de metralla Oh y aquella cobardía Disección Radio sobre el flujo nacarado Bocanada Asma Catalina Xanax en el corazón y esa desnudez mía y tuya Cielosolo Los rescoldos incurables de la borrasca me dejaron sobrio y enfermo como una tableta de luna en el vaso Y ensabanado a tu nostalgia en pavimentado lecho a cada oleada acanalada sentí el frío de tus muslos Y después un muelle que muge como guitarra tosca bajo el vientre y comprobarás que es ficción lo que piensas tan desagradable como un pan seco en la garganta o tu delgadez en el viento como el amor pasa purísmo a la degeneración de la nada como puré de los niños rabiosos en las fotos de los padres Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 363

Obedeces Cinturón vacío Padre mío negado mío Katalina El amor es una ficción en el plato caliente de tu mesa y yo soy el hombre que se desgració Es difícil confesarlo Pero se aprende Y me urge arrojarlo todo por el culo Esta ley inapelable de los mayores Estrellar el armazón contra el faro quemando lo que he adorado adorando lo que he quemado Te dediqué Katalina pilas de sentencias Hogueras de libros Adoratorios Observatorios pepas para fugarse y entrar en tu mente como anarquía entra el palacio Curaciones Dengue Conciertos con horizontes que se insertan en un mundo aritmético Oh mil cosas para que te fueras mi china rock mi virgen pop Se han terminado las cervezas Se aceleran las pulsaciones del mar y allí veo las olas nunca repetidas Rabihorcados en las huellas de mis pisadas Oh Katalina los trajes hollados el rengueo de los pelícanos la líquida muestra de tus nalgas con ese vaivén que rasan las playas regueros de brumas inertes plumas y troncos al loco unisón de la noche y tus uñas escarban ciertos claros 364 Domingo de Ramos

en mi espalda y la luna entra a la cocina como un huevo y empapa tu mandil colgado se humedece las persianas tu pelo desbocado Oh china pop baila el sur es un equilibrio entre las alas y el amor es un murciélago negro que nos alcanza con su sombra que se cuelga en mis costillas a beberme el plomo el oxígeno mi tupida selva la paraca virgen que asola y chirría en mi costado la misma con que me despido de ti de tu imperdonable cobardía China pop

de Ósmosis Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 365

La cena de las cenizas

II

Ardo como un sarro rojísimo La pasión me quema la carne Las cenizas son el cielo de mis huesos mis palabras huelen a hojarasca y a pestilencia que fluyen de los socavones a las chimeneas Oh las moradas del paraíso El Señor cegó a la isla Abrió el ojo del volcán le colmó 700 años de ocultamientos y escaramuzas en su contra como si fueran fascistas o yanquis enroscados en sus tanques una eclosión de conspiraciones inquisiciones implosiones hogueras y más hogueras oh las hogueras sobre la ciudad que lo limpia todo entre fiesta y sangre peregrinajes y jubileos y más hogueras como las nómadas llamas en las dulces cabelleras de las muchachas Época de pantalones largos y zunchos amarrados en la cintura Época del predicador errático y errante como un purasangre corriendo enajenado a toda ley a toda devoción con negra fé en mis palabras surcando los pechos como lanzas al forastero taimado y solo Dios se alzaba como un arco de rebeldía Dios es la razón del más alto organismo el cosmos bruñido de la naturaleza el nómada de los nómadas la voz ermitaña y fugitiva sustento de los cristos mestizos y aulladores como los cerros a tajo abierto pero caóticos y oscuros como el cerebro de un ateo Ahora es miedo y hambre El mundo se voltea como una nata en el caldero oh hogueras vías de libertad oh hogueras donde estoy mordiendo mi flama donde estoy encerrado con luz occidental sobre las colchas ahuecadas por donde miran los fieros atardeceres llenos de corsarios El fuego perforan mis costados Vaheaban los postes huecos La aldea ha sido tomada por anticristeros blancos La isla es una huaca perdida recuperada por la Coca Cola y Marlboro light Me lo devolvieron sin entrañas y yo rezaba y a cada sermón 366 Domingo de Ramos

me alanceaba los remordimientos y zarpé y vi despoblarse las playas y puse en línea la barcaza como un cuerpo atormentado Aproé al sur donde nadie me espera El humo es el tiempo ardiente Degradación Randas de nubes me acompañan Timoneando el viento las cenizas que rugen a los lejos Allí donde duele más Hasta cuándo huiré? Hasta dónde?

de Las cenizas de Altamira Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 367

Yo no soy un gánster

Viajo irreversiblemente viajo viajo en esa combi negra empapada de luz vertical viajo súbitamente en esta nave pedestre en el río Anidre por donde me interno como una sonda abrasadora que no embellece los cálculos las piedras el emplasto con que se cubre esta enorme ciudad como un cuerpo abandonado Viajo en esta negra combi y no hay niños ni perros a quien cargar ni llevar Viajo contra mí mismo en esta negra combi que me ata y me lleva abolsonado acucharado en vilo esposado que cruza el Estigia como un reo contumaz como un pastelero de esquina Estoy derramado Me baño en las viejas costas del Amaurote soy esclavo del príncipe Ademus donde me encapuchan intolerablemente por hablar otro idioma por orar echado por sudar arcaicamente y gritar desde una torre ¿puedo viajar tranquilamente aspirando spray sobre las pardas ondas transparentes ennublarme y seguir las flechas que manchan el aire los líquidos caminos al sordo rebramar de sus olas? ¿Puedo viajar desde dentro vermiforme pajita concentrado y redondo por esta tierra que no es tierra que no es cielo que no sé que puede ser salvo unos postes y casas que dejo atrás como la vida que no se adelanta sino se atrasa sin verlo más sin recordarlo más? Viajo en esta negra combi al volante mirando por el retrovisor a mis pasajeros Que solo yo los saludo cada mañana cuando toman y alzan el dedo sin yema y se suben como pidiendo disculpas tan pesados que hunden las llantas por sus deseos más blancos que sus huesos que sus enredados pelos en las carreteras que las pasan durmiendo embabando el parabrisas el espejo donde no miran sino las estaciones que se suceden como gañidos en sus oprimidos pechos arrastrando sus quijadas como garras silvando en el viento pero todo se desvanece en el camino como el pasado de estos seres de estos burócratas que en sus tiempos libres fueron rebeldes mas ahora yo los conduzco a su destino como si los tuvieran en esta negra 368 Domingo de Ramos

combi babélico sodomista gomorrista que se detiene contra un árbol como un perro para orinar en sus raíces en esa pared donde las putas revientan las cucarachas y las mariposas con sus zapatitos de punta mientras recuerdo a Marcel Duchamp con su Desnudo bajando una escalera y a esta chica violada y panzona que recojo como un buen samaritano pero yo no soy un buen samaritano tampoco un gánster la noche no hace distingos a mi costado está el asesino de uniforme el coimero y el sátrapa Estas almas que me las llevo que me he puesto yo como una hernia en la cintura a 150 kilómetros por hora derritiéndome sin paradero fijo nocturnal con sus rostros arrandados por el viento y sus palpitaciones que remueven los asientos Los llevo a sus oikos al hoyo donde tal vez jamás los vea eso no importa eso no importa bajan y bajan y me estoy aliviando como si estuviera defecando y la canción de la Piaf me anuncia un nuevo día respiro la bruma amarro y flameo lo que queda de mi De este largo viaje que recién empieza o que termina miserablemente Me he ablandado cada viaje es una pérdida una nostalgia una dedicación a mis Semejantes una profilaxia un desgaste amical una borrachera un beso esquivo una muerte un retrato goyesco de mi abuela una punzante compasión en el estómago Cada uno de mis miembros están solitarios solitarios como ensayando para cavar una zanja y rellenarlo con las facciones de una cara que no recuerdo Cada día es una enfermedad nueva y virulenta Y hay ganas de hachar y martillar los gladiolos de tu boca y hay ganas de quemar fotografiar mi desgano y hay ganas de ir al volante y hundirlo todo Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 369

Leo Los adoradores del fondo del mar ¿Tendré algún fondo? Mi cabeza no puede alucinar hierve corruptamente por una mujer Respiro nuevamente después de las 12 Respiro nuevamente sobre un paisaje en cero duchado como una piedra destilada Me arrimo al asiento toco el acelerador y jalo la palanca El mundo rueda sobre otros cuerpos como un bufido tenso me adentro en sus forros Ya no sé qué hacer la cuerda pandeada se estira como un láser en el ojo Y ninguna ave me recuerda haberla visto virgen desde una tanqueta que dispara Viajo irreversiblemente viajo ¿Los muertos viajan viajan los muertos?

de Dorada Apocalypsis

Rossella Di Paolo (Lima, 1960)

• Prueba de galera. Lima: Antares, 1985. • Continuidad de los cuadros. Lima: Antares, 1988. • Piel alzada. Lima: Colmillo Blanco, 1993. • Tablillas de San Lázaro. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, Fondo Editorial, 2001.

371 372 Rossella Di Paolo

Sal si puedes

En cada vuelta de lápiz he ido cerrando la puerta de este infierno encantado. Fábula de soledad en que me encierro, abismo sin tregua al que me asomo en cada palabra que escribo y que me sigue como ala de ángel o cola de demonio.

de Continuidad de los cuadros

Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 373

Mar

a A. B. G.

No hay orillas para la frente que tantea para tus pies conmovidos no hay orillas. Te has alzado en cánticos y cúpulas y te demoras golpeando como una campana contra las espaldas del acantilado llamando hondo derrumbándote llamando derrumbándote ya como un mendigo con toda su escudilla abierta por el amor de Dios y entre las ruinas.

de Prueba de galera

374 Rossella Di Paolo

El amor del mar

Sobre cuál cuerpo se demora el mar como un beso de musgo Piedra ahogada de quién que el mar señala con un dedo verde con un cuerpo verde apretándose con estupor Para quién el latido del mar qué abajos se abisman en la delicia Qué cobija el mar exacto bajo su peso Quién lo arrima al prodigio quién dice el mar que es cuando llega enredándose en la playa desgajado y temblando Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 375

Amor de verdura

a Henry

El rey tiene barbas amarillas como los choclos y una risa apretujada como los choclos y tiernas sábanas verdes como los choclos ah, y a mí cómo me gusta, como los choclos, el rey.

de Continuidad de los cuadros

376 Rossella Di Paolo

El cuerpo donde habito

I

Todo este buen objeto que es un cuerpo: sus brazos flacos despegados por arriba sus alocadas piernas cortadas hacia abajo y en el medio el pedacito de torso con su corazón puntual, sus riñones limpios y este pulmón que se asoma a la ventana y conversa con el otro sobre si el cerebro encabezado, si la boca armada si las altas hogueras parpadeando al unísono. Ah este cuerpo alegre como un perro chico con su sexo despierto saltando en la puerta. Sin este honroso cuerpo, duro y claro, sin su lúcida arquitectura de huesos quietos y pellejo alzado dónde habitaría y cómo tanta tierna acongojada nada? Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 377

Contracara

No escribí nada detrás de las galeras, nada detrás de los cuadros ni ficha personal ni premios florales tan hermosos y convenientes como coronas de muertos ni foto en pose de sorpresa en la mitad de una aparición verbal con revuelo de musas y palomas encendidas. No existo sino en lo que va por dentro como una procesión de grandes negros sobre las calles cada vez menos claras de una página, de todas las páginas que tú no vas a leer porque no me conoces no fuiste a mi entierro no tienes la estampita con mi cara de vértigo atravesada por la fecha y la ciudad natal no, ni el elogio de plástico (epitafio necesario para saber quién se pudre debajo) ni tampoco el bobo angelito de mármol que lloraría sobre mi voz, desenterrándola. 378 Rossella Di Paolo

Profesora de lengua y literatura - Ex

Sepan que estoy viviendo, nubes, sepan que canto

Javier Sologuren

Nunca más pararme frente a la pizarra —ecce femina— con un cucharón para meter en los platos vacíos de sus cabezas el engrudo homérico, la berenjena eglógica el acento esdrújulo y miserable, ni más tizas de colores, salsas de tomate, para abrirles las bocas ojalá el entendimiento. Ya no la tarjeta en la tostadora horaria saltando con su tardanza al rojo vivo ni exámenes para probar cuánto resisten mis nalgas en el pupitre y cuántas tildes puede gotear un cárdeno Faber Castell 031. Se acabó la clase, la ilusión de mango, todos al recreo, yo al recreo (pero sin vuelta) al recreo de desclavarme de la pizarra y saltar por la escalera al fin resucitada. Último día, las rejas se levantan, y en este valle ameno nubes, sepan que canto sepan que canto, bestias.

de Piel alzada Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 379

Jaculatoria

Oh acércate, mi cabeza es de hierba olíscame suave es tu hocico y mis jugos son suaves muérdeme arranca despacio mi cabeza mastícame quiero no quiero no pensar, ser una bola verde en tu lengua, en el cielo de tu paladar oh entre tus dientes trágame vuelta en tus limpios ácidos nada nada nada oh amor en tu panza de toro ahora y siempre en tu ardentísima santa bosta, amén. 380 Rossella Di Paolo

Sal si puedes II

Vivo en la casa de la poesía. Subo despacio sus escaleras y también, saltando, las bajo. Me siento en la silla de la poesía, duermo en su cama, como en su plato. La poesía tiene ventanas por donde se deja caer mañanas y tardes, y bien me cuelga una lágrima bien sopla hasta tumbarla / Con esto quiero decir que trae curitas y heridas en la misma canasta. Yo quiero tanto a la poesía que a veces creo que no la quiero / Ella me mira, mueve la cabeza y sigue tejiendo poesía. Como siempre, me quedará grande. Pero cómo decirle / cómo decirle quiero salir / quiero freír honestamente mis espárragos... Ya la veo alcanzándome con su botella de aceite y su loca sartén. Ya la veo, con su atadito de espárragos saliéndole de la manga. Ah su frescura / su fulgor desordenado y el demorado compás con que me cerca. Y yo me rindo / me rindo siempre porque vivo en la casa de la poesía / porque subo las escaleras de la poesía y porque también las bajo.

de Tablillas de San Lázaro Mariela Dreyfus (Lima, 1960)

• Memorias de Electra. Lima: Orellana & Orellana Editores, 1984. • Placer fantasma. Lima: Asociación Peruano-Japonesa, 1993. • Ónix. Lima: Jaime Campodónico/Editor, 2001. • Pez. Lima: Santo Oficio, 2005. • Morir es un arte. Lima: Tranvías Editores, 2010.

381 382 Mariela Dreyfus

Si la sola palabra imaginada al moldearse allá adentro va tejiendo un cuerpo repetido y espectral una porción de ti que soy también yo misma escribiendo delineando tus ojos y tus labios tus orejas tus manos y tu pelo que anticipo y conozco por su olor

Si la sola palabra dibujada con tu incipiente forma y con tus giros repentinos y amables nos revela tu imagen que es mi imagen y allá afuera todo se convulsiona y aletarga y el miedo nos atrapa y yo te cubro te lleno de murmullos y te digo silencio hijo silencio estoy aquí

Si al pronunciar tu nombre te asomaras en medio del fluido y del espasmo la extasiada placenta y el dolor y te llamaras hoy aquí cristina aquí daniel aquí hoy sebastián ya intuido en el grito y en el tacto la anestesia y la contracción

Si el cuerpo y la palabra fueran hoy por fin uno mecido en mi regazo oyendo en tu llorar la partitura primordial y primera de mi voz de tu voz que define en su gemido un ritmo de angustia y de inquietud

El poema por fin se habría tramado con la misma textura que tu piel sería el verbo y la carne conjugados sería el bulto y el verso

Habría luz

de Pez Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 383

Post coitum

Descender las escaleras del hotel y que las cosas vuelvan a su antiguo espesor. Este placer ya ha sido pagado: todo es dinero todo se vuelve papel moneda el goce es dejado sobre sábanas prestadas.

Frente a las escaleras de la entrada aliso mis cabellos / acomodo mis senos al lado de mi muchacho tímido como siempre en el primer abrazo.

El regreso a casa es solitario y debo esconder mis pasos, el olor que sorprenda a mi madre mil veces violada y todavía virgen.

de Memorias de Electra (1984)

384 Mariela Dreyfus

Todos saben que vivo, que respiro

1.

Quieto. Descubre la pastosa consistencia de mi lengua, este placer amargo que sin pensar te entrego.

Y te entrego un secreto: mis secreciones sigilosas fluyen de la salud al mal. Oscuro túnel, vena donde se agita este líquido enfermo, que cada dos por tres una de blanco ha de pulsar, mientras aprieto el puño.

2.

Hospitales. Un olor a lejía invade sus paredes verdes. Allí, bien pueden salvarte la vida o quedarse con tus huesos para siempre.

Y aquí está mi osamenta. Éste es el débil cuerpo que pasean de consulta en consulta. Éste el espectro que concede: estira la lengua, respira profundo, relaja las piernas, escupe.

Un Cristo divinamente clavado en la pared proyecta el sufrimiento hasta su límite.

3.

Llevo años luchando tras la imagen que acierte con este malestar. La sensación de deslizarme por un terraplén, galerías de espejos donde un viento cruel me deposita en la apatía, el dolor, la soledad. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 385

A ratos intuyo mi interior como una cueva cuyos tejidos se contraen y aferran a una forma seca.

Entonces asciende un ácido a la boca.

4.

Otra vez anestesia para calmar la máquina, la prodigiosa máquina del tiempo. Años y años y la insensata gira sin parar. Alguien me tiende en la camilla a repetir el rito: todo es silencio, blanco y estirado alrededor.

Ahora este cuerpo por el que anoche navegaste sin parar es una masa floja; un tubo de ensayo que espera el veredicto.

Media hora. Cuarenta minutos. Setenta. Todo el aire se carga con un solo presagio.

5.

Abrir el contenido de este cuerpo no lo librará del mal: absurdo rastrear lo que no asoma pero en el fondo está.

Lo viscoso, el peligro, lo fatal, ¿importan tanto? Ni el frío cirujano ni el escalpelo ardiente hallarán su camino.

Este corte ha logrado desatar ha desatado el frágil hilo de salud que aún me ataba al mundo.

de Placer fantasma 386 Mariela Dreyfus

En lo alto de un pozo

(a Leonora Carrington)

1.

También es cierto que anduvo entre hospitales y despertó una tarde, los labios tensos, la piel colmada de inyecciones.

(Como una puerta entreabierta, como un tajo el encierro la marca y la separa. Los sedantes / las sombras el fulgor de la otra que ahora asoma el espejo en que flotan los fragmentos una vez que ha sido sometida al delirio)

Pocos vuelven ilesos de esa separación. Y los medicamentos, así cambien de nombre siempre inducen al mismo doloroso sopor de cada miembro.

(Es ella, sólo que con varias dosis encima sólo que la pequeña, jorobada enfermera no puede soportar su flojo cuerpo y la deja caer en las baldosas)

2.

Atisban, invaden los fragmentos. Como si contemplaras una loza de China que se quiebra en pedazos estalla el equilibrio el cue rpo en dos mitades: la diestra que en lo oscuro avanza y toca el piano no intuye al ojo izquierdo, que interroga a las sombras. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 387

Atada en algún potro, la voluntad dormida revuelve en la memoria los rasgos de lo amado: Max es sólo una foto; un perfil que se pierde.

En su busca desciende el caracol, la locura y sus lianas, los eléctricos golpes las camisas y tubos con que otros la asfixian temerosos de que su verdad invada al mundo.

El dolor al besar, ¿es también premio? ¿Qué damos cuando damos, tambaleando?

Sólo el amor permanece como enigma. Sólo el que entrega su propio, desnudo corazón conoce la sed del laberinto, sus húmedas prisiones.

3.

Ocho meses –o diez– entre paredes grises. Con la ataraxia, la sed untada al paladar. Como si cabalgaras herida sobre la cruda tierra la gris la cruda estepa en el invierno la estepa inconsolable de Leonora las grises latitudes de cualquier prisión.

(Es ella, sólo que separada del agobiante llanto el llanto de quien duda entre el aquí y aquello incómoda / turbada / incapaz de asumir la agonía en el goce o lo amargo de un beso)

Y tú tú tú ¿hubieras…? ¿hubieras aceptado caer en ese abismo absurdo / abierto hubieras permitido que apoyara su densa su vacía cabeza sobre tu hombro / con su hambre en vez de espiarla al dormir? 388 Mariela Dreyfus

4.

Se le había prometido la conciencia. Que el ser vuelva a su ser, tras el encierro. Como el acróbata ante la cuerda tensa acepta la experiencia, viaja desde la luz al caos / del caos al frágil parpadeo de la luz.

El lugar de los hechos se ha desvanecido. El amante reposa con los ojos tranquilos. La mirada es de jade, el tiempo inmóvil.

A solas en su cuarto, la libertad en espera ora es otra y otra vez la misma:

A punto de partir, sabe que ama lo indómito en la flor y el sufrimiento persiste en su universo de ciega testaruda.

En la pasión, invicta, permanece.

de Ónix Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 389

Grávida geometría de la madre: senos como triángulos vientre circunferencia piernas en espirales infinitos y altos cual gaudí.

Y en medio, la carnosa certeza del ombligo, tripa que comunica el afuera y adentro, donde un cuerpo invasivo se aferra a otro cuerpo.

Se colora el abdomen de azulados canales el matiz de las venas que bombean duplicado el volumen de la sangre.

Redondísima forma es la silueta de la madre crecida y parturienta: esculpida en el tiempo y la materia en la dermis, el músculo y el nervio.

Del pecho fluye ya el calostro río y el puente de la pelvis se levanta.

Pero el centro es la esfera —digo, el vientre—. Su convexa armonía y su balance.

Vientre: cántaro y fuente, esférica mansión labrada en carne. 390 Mariela Dreyfus

Asoman por un canal metálico y angosto. Es una procesión de famélicos peces que a falta de vigor casi se arrastran, como arañando en un mar vacío. Mi hijo cierra la marcha y sonríe. De pronto se distingue un elevado resplandor violeta, inmensa nube de humo presagiando. Tosen y se atosigan los minúsculos peces; el agua del canal presta se tiñe. Pienso en sus vértebras, cartílagos aún, y en sus pulmones. Aspiro el aire que me queda, me lo trago; luego se lo entrego boca a boca a mi hijo, esperando que el beso le devuelva el oxígeno ausente y lo reviva. Oigo una voz en off riendo que me advierte: “El pez respira por agallas o bran- quias / por branquias o agallas respira el pez”. Mi hijo empieza a hincharse a mi costado; sus branquias saturadas de aire no resisten. No lo asfixia el humo mas mi exceso; estalla por exceso de amor a mi costado. El oscuro canal ahora arrastra partículas del pez que era mi hijo. Voy contando jirones uno a uno; abro los ojos cuando llego a cien. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 391

Ahora tú y yo juntos hemos de remontar el río de la muerte

Mi cuerpo dispuesto al sacrificio se tiende en esta ara de metal que es la ca- milla helada en su quietud pero ardiente en el fluir que recorre mis piernas

Agua agua que se desliza brota de mi interior y se derrama

Huele a materia humana al miasma mineral que ha de traerte aquí a mí dor- mido despierto

Tu cuerpo solo viaja nada empuja hacia el canal abierto de mi carne

Tu cabeza de pronto colocada

Respiro respiramos violencia en la ranura vertical luego la huida:

Huyes huyes de mis entrañas de sus crípticas vueltas que semejan una oscura ciudad amenazada

Apareces despuntas y desatas el oblicuo cordón de nuestro pacto

Hijo mío naciente el esperado al fin eres por fin habrás de ser las formas que intuí cuando anidabas

Y es tu pecho húmedo contra el mío la evidencia del erótico pulso de la sangre crecido en mí y recreado a mi imagen y aun mi semejanza

Un sosías de mí y también otro semejante al padre y a la madre semejante a la especie que repite el constante el dulce apareamiento

Etéreo cielo altas humaredas que en el día de hoy juntos celebran al anunciado infante ya nacido:

Apaciguado está un instante el caos y ya asoma en el cieno una flor y en los escombros la palabra cumplida el nuevo fruto la música ventrílocua y canora

Pez que en silencio encarna y se aposenta infinito y minúsculo milagro río de cromosomas anudado por el azar el tiempo y la memoria:

Eres porque te sueño y te acaricio te imagino y moldeo y en ti nazco

de Pez

Patricia Alba (Lima, 1961)

• O un cuchillo esperándome. Lima: Seglusa/Colmillo Blanco, 1988.

393 394 Patricia Alba

Discurso

Basta ya de miradas tristes y parpadeos lentos Los tiernos ojos pronto pasarán Dejando el terreno libre a la maldición de la locura. Tendremos el tiempo insertado en la pupila Y sus formas no mirarán más con inocencia. De nada sirve levantar los párpados y mostrar Una lánguida mirada. Ahora son necesarias las palabras gruesas Los gritos desaforados, los movimientos Y la provocación serán las armas. Así, mientras estemos malditas Podremos ventilar nuestros cuerpos al sol Y los hombres gozarán como marranos Jugando encima de nosotras. Ya no tendremos que ocultar lo maravilloso Mientras estemos malditas. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 395

Cuerpo sometido

Imaginar una mano que hace sombra en mi cuerpo, o deslizarme Sobre un vientre afiebrado Es la más clara muestra de violencia que manejo

(¿es tu voz la que llega tenue hasta aquí, bajo el oído? o es este un poema de amor tratando de salvar lo que no importa)

Hasta cuándo aguantar que los estúpidos que en mí piensan Muevan los dedos al ver esta piel dura y elevada. La historia estuvo siempre de tu lado Y yo me convertí En una más En esta serie interminable.

(si pudiera decir que nada de esto importa apretaría fuertemente los ojos para continuar como un ciego como un perro de tu hombro) Pero, ¿quién eres tú sino la imagen que yo inventé Desde un principio alterada? Los golpes los insultos los silencios, qué son Sino la desesperación por sentir húmeda la boca

Nada es claro aún, sólo el no perder Mueve mi pensamiento y mis caderas Permanecen quietas a la espera de otro más 396 Patricia Alba

Parada

En Lima cuando acaba la tarde es mejor no mirar Nada es real Y algo oscuro te va aplastando aún más al pavimento. Así camines rodeada de carretillas, La hora es incierta, y a pesar de los cientos de focos Que se encienden a lo largo, todo permanece igual. El momento es perfecto para lo malo, las caras Miran sus rasgos y un vapor oscuro protege a las personas. La ambigüedad te defiende de los peores Pensamientos; nada es real En Lima a las seis de la tarde puedes tomar un café

O tirarte bajo un carro

A las siete, después de la gente o de lo malo, La ciudad reposa en una ajustada oscuridad Y mis ojos la alumbran. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 397

Día de guardar

La mañana se inició con un inofensivo color de leche. La niebla se repartía la ciudad ploma desde el noveno piso, en nuestra habitación. Toda la noche sentí mi útero comprimirse y dilatarse. Sabía que tendría que esperar. Pasé horas con la incertidumbre mordiéndome los brazos (mis dedos se encogían y juntaban apretándome la piel) Pude esperar unas horas más y luego... —Prepárate, quítate la ropa y ponte la bata que está detrás de la puerta —ordenó el que opera, el principal. Intento mostrar una serenidad que no sé si tengo porque tampoco sé de la desesperación. Todo fluye con tranquilidad y presiento que en el fondo está lo roto.

En un espejo quizá podría mirarme a los ojos. Mirar la hinchazón de esos ojos y mi pelo aún mojado; las formas que abandonaré violentamente sobre la mesa. (La mesa se ve alta y negra bastante fría)

Desnuda alzar las piernas y dejar que se sostengan en dos columnas tan heladas y también negras. Es un juego, pienso, pero en tres segundos mi cuerpo se convierte en una ofrenda. (Tenías que haber estado acá, tú sobre esta mesa. Te he llamado. Lo hice insultando tu nombre y todo lo que es tuyo: yo por ejemplo). He preferido cerrar los ojos y alguien ha tirado de mi brazo. Una aguja penetra dócilmente arrasando la carne, abriendo un surco en el que todo, por fin, tendrá que detenerse.

La anestesia inicia su trabajo. Un repentino sudor que arde estalla en el pecho y luego baja. Este es el dolor, pienso.

—¿Qué líquido es este? Después de varios minutos él ha respondido que me tranquilizará que es un sedante que no me va a doler. Pero hay algo en aquellas gotas que resbalan armónicas, dentro de la botella unida a mi 398 Patricia Alba

brazo. No sé, es imposible mirar con claridad lo que está pasando, ¿estoy a punto de morir? Se lo pregunto y siento su risa alejarse y luego volver. —La muerte no me gusta, yo prefiero mantenerla lejos —contesta mientras impulsa otra aguja en el mismo lugar de la primera, ensanchando aún más el orificio.

Se inicia el rito. Puedo sentir, ahora sí, el dolor, su intruso miedo. Un enorme tubo se encaja entre mis piernas y desgarra. He perdido la conciencia. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 399

O un cuchillo esperándome

Tu boca marrón. Mi boca En tu boca marrón que emerge de la noche (las caras se vuelven hacia atrás y a los cuerpos desciende el líquido que los incorpora en una danza) La habitación se ilumina de vez en cuando Y estoy tranquila Porque la tormenta se detiene al otro lado de los cerros Y aún no me alcanza. Un pájaro grita. Trepo sobre tu cuerpo. Tu cuerpo se desploma de cara contra la cama. Trepo tu sudorosa espalda Y el grito del pájaro se pierde para siempre entre las hojas.

de O un cuchillo esperándome

José Antonio Mazzotti (Lima, 1961)

• Poemas no recogidos en libro. Lima: Federación Universitaria de San Marcos, 1981. • Fierro curvo. Lima: Trompa de Eustaquio/Kloaka & Orellana, 1985. • Castillo de popa. Lima: Asalto al Cielo, 1988. • Libro de las auroras boreales. Amherst, MA: Asalto al Cielo, 1994. • Señora de la noche. México: Ediciones El Tucán de Virginia, 1998. • El zorro y la luna. Antología poética 1981-1999. Lima: Banco Central de Reserva, Fondo Editorial, 1999. • Sakra Boccata. 28 poemas. México DF: Ediciones Invisible, 2006. • Las flores del Mall. Lima: Tranvías, 2009.

401 402 José Antonio Mazzotti

Inmortal

10

Escribir sobre la tierra fragosa, sobre el pasto, escribir Como un enfermo de sarna, no queda más que rascarse, no queda Más que raspar las costras en las comisuras de los muros, en los dientes De los perros famélicos en busca de su juguito, escribir De cabeza y echado, de costado o sentado en la cumbre De la contemplación, escribir como un acalorado en la noche fiestera, Como un marino en su marea, como un oso cavando la guarida Del invierno, como un barco iluminado deslizándose bajo el puente, escribir De ti, escribir de mí, escribir De nada, pero

Escribir

Escribir

Escribir

de Las flores del Mall Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 403

Apassionata

El verano termina. Lúcidas las horas disimulan sus canas, el humo se concentra en las pupilas y no hay un cuerpo intacto no hay sino esta noche y caminar y caminar bajo los parques / dedos resecos apuntando al cielo ¿dónde estás? ¿en qué país inexistente?

Sobre el puente con la belleza del suicida yo te miraba a los ojos hundidos como los ojos de un pájaro, yo te miraba y leía interminables autopistas sin padres, playas de oro donde tu cuerpo redondo flotaba penetrado por una espuma que te transportaba a la calma de un pasado en blanco, tú en el océano montada sobre un tronco en dirección a nada sin tiempo sin retorno y mientras tanto como una costra de brea la ciudad te recuerda, hoja lamida por el viento, te recuerda, concha de arcilla sobre este mar enfermo donde los rostros van borrándose y mis dedos de fango arañándolos se pierden más densos con el aire negro se disuelven detrás de una nariz, un pie, acaso una oreja, cuerpo sin cuerpo en que transcurro como una pregunta en la noche y atravieso mi reino 404 José Antonio Mazzotti

más altas y bellas mis palabras como una columna con tu nombre en la punta más altas y bellas y lejanas pueblan el techo para compararse...

En mis armas sobre un caballo de lata disparo contra el verano, pateo en su sombra mi sombra, y lo único que queda es niebla invisible y ramas secas lo único que queda humo en los ojos tu ombligo en el centro del cielo el grito de un pájaro manco esperando que el mundo se incendie.

de Fierro curvo Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 405

Muslos

Quién quiere escribir todo pareciendo que quiere abarcar todo y sin embargo no abarca sino el borde de la hoja: mejor estar así callado bajando lentamente cada muslo mostrando el orificio como dama correcta de palabra atravesada y así la chispa que le inflama cada pierna intensa va creciendo y dura para el salto se aproxima cargando cada pesa puntualmente con nalgas más erguidas que capillas que de pronto se extienden y de pronto encogen su capullo y nuevamente estiran su botón hacia la ducha: poema que se esculpe gota a gota debajo de una piel en movimiento. 406 José Antonio Mazzotti

Eclipse de noche

Al llegar a las plantas del árbol de la menta en el arroyo se besan los amantes con recojo, se calcinan de sólo rastrillarse con los ojos y cuelga sobre el agua como un rizo el iris de la luna incandescente. No escuchan nada ya, temblando son todo tallos y respiros y guijarros de líquido estallando en los arbustos y el magnánimo ofidio lentamente tuerce la lengua en el molusco desnudo en su silencio de ciruela y móvil en su cola de mamífero: son los animales que en el bosque se arrancan y deshacen a mansalva como ebrios que al mirar el frasco pleno olvidan el prestigio de la boca y corren a encender en el estómago las teas que odorizan el cerebro por un instante apenas, por un rústico grosor de la serpiente en el molusco volviendo la sirena azul y roja que cuelga sobre el lago y los sorprende. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 407

Como pétalos abriéndose en la noche

¿Cuál es la naturaleza de la flor? ¿Se estremece cuando la tocan o como el aire se disuelve en el olvido de todo conocimiento, vagorosa explosión que humedece las membranas y desaparece?

Dime si tú eres la flor invertida que baja desde el Universo. Me he movido de cueva en cueva, he pisoteado hormigas y escuchado las últimas cigarras hasta que te encontré por un instante, al pie del lago, bañándote desnuda y enseñando los pétalos abriéndose en la noche.

La gloria del estanque se perpetra en esos pétalos, una menuda respuesta que se estira y vuelve a reposarse tras el susto de la luna con todas las estrellas tiritando.

Y la naturaleza de la flor moja los labios y desaparece. 408 José Antonio Mazzotti

Psalmo matutino

A la materialidad del cuerpo opongamos la espiritualidad del cuerpo esa cosa gelatinosa que produce el mismo efecto de un enchufe en el dedo mojado sobre todo al regar las plantas y observar con la luz que se dispersa la Flor que se Entreabre es la constatación del Sancta Sanctorum esa cosa que sabemos que ya es Forma porque es tan perfecta como el mismo rayo que la desteje por el prisma y la desteje grabando para siempre en las pupilas (las yemas de los ojos) la plenitud de su cuerpo dorado la gloria de su poderío y el instante de vida que nos baña transformado (ahora sí) en cuerpo cantante con las gotas de la ducha persiguiéndolo y el Sol chillando en todas las ventanas.

de Señora de la noche Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 409

Canción por Billie Holiday / Blanco de blancos

El invierno y el infierno se parecen en una sola cosa: el hielo pelado que en la punta del día nos coge de sorpresa y nos mastica.

Sin embargo, los senos blanquísimos del valle se levantan y reina la paz por un momento entre homínidos y ardillas y coníferas. La gota es de cristal en el extremo de la rama y el sol penetra su arco iris por pastos y quebradas de los montes. Se lían en el aire los olores y el humo de una casa en los pezones invita a caminar con todos los venados y castores dejándonos rendidos como bebes, pero ardientes al fin y sonriendo.

Al nacer sobre una taza de café me reconozco simple y mortal como la gota y como el hombre que a lo lejos me contempla brillando estrangulado de una rama. 410 José Antonio Mazzotti

Exilios dos poetas (fragmento)

These are the days that must happen to you: You shall not heap up what is call’d riches, You shall scatter with lavish hand all that you earn or achieve, You but arrive at the city to which you were destin’d, you hardly settle yourself to satisfaction before you are call’d by an irresistible call to depart.

Whitman

I. Cernuda en Mount Holyoke

A aquel que te enseñara adónde y cómo crece: Gracias por la rosa del mundo. Para el poeta hallarla es lo bastante, E inútil el renombre u olvido de su obra.

Una vida vicaria, alguna vez dijiste. Habrá sido duro atravesar los bosques sin fijarse en las muchachas rojas, avanzar entre las puertas buscando la calefacción de la mañana, y sin embargo porfiado el anhelo de cerrar los libros esperando que en la última página se abriera un capítulo distinto.

Porfiado Luis, te repetías, mientras rumiabas una patria en ruinas, amigos en el manicomio o simplemente muertos que trepan por los pinos con sus colas acolchadas aliviando los pasillos rozagantes, sin amor de especie alguna —salvo la cortesía, si amor se le puede llamar— para tus alas de ceniza. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 411

(Una tarde que paseabas por la biblioteca al despedir el brillo fugaz del otoño en los cristales una imagen de marino apabulló tus ojos rodeados de sal sentiste las olas de Cádiz sobre las mejillas, aire fresco y el crujir de las hojas como el de las piedras con huesos de cangrejo: alejándose en el horizonte una columna de humo señalaba el rumbo que tomaste, sin pedirlo).

Habrá sido duro encontrarse con los jóvenes bañándose en el río y no sentirse herido como el ciervo que corre por agua y finalmente no alcanza, no respira sino para escuchar los perros que se acercan con ojos de burla y espanto.

Pero para el poeta hallarla es lo bastante.

de Declinaciones latinas 412 José Antonio Mazzotti

Pedazos de uña

En el Common de Cambridge Un árbol declara a cuatro vientos que George Washington Juró bajo su fronda el mando de las tropas revolucionarias En julio del 75.

Todos los días paso por ahí. Miro el árbol, su meado de perro, sus ramas raquíticas de invierno. El árbol aún echa sombra cuando el sol se pone. Parecería que debiera ser más importante, pero apenas Cuando al frente se levanta un gran hotel con su nombre, y los muchachos Juegan béisbol en la esquina, y se diluye El esplendor de la gloria, que el pobre hombre imaginara, Jorge, qué decirte El árbol que pensaste ampararía La libertad de los humanos, es hoy un adorno De un cementerio aledaño.

Déjame entonces excavar en ese cementerio Los brazos de los niños mutilados, los gritos horribles de las viejas Corriendo entre las llamas para buscar su nombre, déjame Correr como ellas recogiendo las perlas De cada uno de sus hijos: Hassan, el hijo de la violada; Mohammed, el de la cercenada; el que llora cada noche por sus propios hijos muertos.

de Las flores del Mall Rafael Espinosa (Lima, 1962)

• Reclamo a la poesía. Lima: Mura, 1996. • Fin. Lima: Mura, 1997. • Geometría. Lima: Copé, 1998. • Pica-pica. Lima: Copé, 2001. • Book de Laetitia Casta y otros poemas. Lima: Edición del autor, 2003. • Verbos regulares. Lima: Edición del autor, 2005. • El anticiclón del Pacífico Sur. Lima: Ritual de lo habitual, 2007. • Aves de la ciudad y alrededores. Lima: Álbum del Universo Bakterial, 2008. • Amados transformadores de corriente. Lima: Álbum del Universo Bakterial, 2010.

413 414 Rafael Espinosa

La vicuña muerde las hierbas y nosotros diseminamos en la planicie palabras. Porque nunca arranca las raíces la poesía existe y el ecosistema es mantenido intacto. Pero no es más que un páramo para pisar también con almohadillas plantares, con las almohadillas levantar las palabras, muy suave, junto a vahos de ínfimos insectos. Infinitesimal parece infinito, la sílaba llega como mota de polvo de los cerros siempre lejanos de la estepa. Y nos entra al ojo. Ya no podemos ver mucho, solo ofuscan rastros de hielo: palabras. Estamos en medio del ecosistema, una idea es una chance, y él disiente.

Adelante, la falta de cuerpos y el desvanecimiento, mansedumbre de la peste. Atrás, las líneas silábicas rompiendo sobre la nuca espuma salobre. Y la palabra vertida: volar súbito de las bandadas, una recomposición de las partes donde la frase se disgrega. Así, o sigue blancuzco el cielo o cae la imagen en plumas. Su inexistencia se transforma en sonido. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 415

Nieve de equívocas palatales. Ahora podemos decir que discurrir es otra forma del verbo disentir, discurso que disiente de sus causas, humea de las grietas.

ASÍ APRENDÍ A ESCRIBIR.

de Verbos regulares 416 Rafael Espinosa

El río es lo continuo, una yema y otra al frotarse como élitros producen otro río que cubre el murmullo de los mosquitos.

El río de grandes piedras se divide y subdivide en ellas, luego el envío de luz agrisada restaura el raso de su sonido.

Al acecho de pequeños incidentes, la salpicadura de un ansia, y perder la imagen en el líquido, formando enaguas en lo homogéneo.

La fronda abre dos alas, coloración monótona, verde heterogéneo. La persistencia de sus variaciones que se suavizan en la sombra

Para dejar en la boca una voz neutra, la incapacidad del río para designarse como flujo o detenimiento bajo nubes sucesivas.

El río se escribe a lápiz, únicamente gris y resbalar suave. Escribir y borrar, las partículas de cuerpos disueltos en el agua.

El desenvolvimiento de un plano donde las yemas sueltan arena, el evento de un fruto desprendido, su expandirse retenido en el meandro.

Y la insistencia, el revertir de lo que obsede hasta el murmullo en que la cascada, con el ritmo de la roca, se empecina en disiparse.

Crea figuras ilusorias, el iris de los mosquitos de piedra en piedra. El río es una, sonido y musgo en que las manos se desprenden.

La caña sobre el líquido, la golondrina al ras, sin tocar el agua como la obsesión tiznando una superficie, LA LARVA SU ESTAR.

de Verbos regulares Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 417

Me lo dijo en un parque de diversiones un argentino en portugués. El desierto es una playa de estacionamiento. Desde entonces ha pasado un tiempo, el suficiente para que hayan muerto varias veces los rosales. Ahora estoy muerto, creo y veo llegar al desierto auto tras auto, incluso el mío. Mi entretenimiento y mi tristeza es contarlos, confuso por perder a menudo la equivalencia entre el número de carrocerías y las tablas de surf, enfundadas como joyas, que portan sobre el techo. No se trata de una manía, me parece, ni de reflexiones axiológicas sobre el deporte. ¡Hay tanta felicidad en que sea otra fuerza la que nos mueve, mientras notamos la diferencia entre la ola azul, una nueva ola azul! Dos movimientos —el del agua, el de uno dada el agua— que nos conducen a una soledad extrañamente percibida como un encuentro. Y se ve que no la puede ocupar un cuerpo sino la omnipresente fracción de otro desplazarse. En esas cosas pienso, al tiempo que bajan de los autos y se demoran en hurgar la maletera, atendiendo las sincronizaciones pausadas de antiguos hábitos de compra en que los resplandores de la cabellera y los fragmentos de la espalda destierran al infinito la clarividencia del rostro. Si lo tienen, no lo sé. Yo tampoco conozco el mío o lo contemplo variando en las sutiles transiciones atmosféricas donde el desierto pasa de bosque a playa, según se usen las tablas hawaianas y el propio desierto, ante la monotonía venturosa de acompañar la rapidez del líquido, parezca un escenario sobrecargado de elementos. A través de parabrisas puedo escuchar sus voces recordando una vida mejor en Praga o los pueblos que inunda el Danubio, arrastrados por sus nombres: Lenka, la que fue gimnasta, Pável, casado con una Muhvic-Pintar, Arnost. Y me gustaría decirles, con el timbre del heno, Lenka, Pável, Arnost, el desierto los ama. 418 Rafael Espinosa

Una secuencia del todo extraña pese a su fluidez

porque ¿quién querría presentarse, resarciéndose de un viejo cargo de negligencia, para desvanecerse sin más en la autopista, acompañado de otros fosforescentes irresponsables?

Yo entendía de algún modo que pedaleando extraía el mayor sentimiento de la velocidad y aun así podría ser escarnecido. “Con tu cabeza en mis faldas la atención es un pétalo, al despertar cada segundo es un ofrecimiento de indulgencia”. En su acústica nocturna, susurraba aquella de cuya sabiduría me apartaba.

Ahora empiezan a marcarse intervalos y se distinguen especies de aves, trinos de un espacio familiar. Seguro hubo guerra y habrá que sepultar con reverencia a aquellos que militaron indistintamente por turnos en los dos bandos.

Somos felices, expertos en lo espontáneo del aire. Las lágrimas que luego verteremos las derrama en cuclillas sobre un patrón geométrico una nativa absorta, benevolente, no por nosotros. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 419

Una chica que lee poesía no le lanza arena a un pelícano estático, inmóvil como el aburrimiento de ella. No debe hacerlo siquiera porque él se está muriendo, o caridad hacia sus ojos impasibles que han aceptado como finalidad del cuerpo el sacrificio. Debe haber una clara separación entre aburrimiento y muerte y ni aun arena fina e ingrávida atreverse a infringirla. La muerte del pelícano es sufrimiento, mejor incluso una fatiga en que la estructura de las alas cede a lo informe de la arena o la brisa hedionda. Es lento: aun así es flujo y por definición no queda en él mismo. El aburrimiento de la chica es materia de las técnicas con que está construida su casa de playa. Hay una clara separación entre propiedad privada y áreas públicas e incluso el mar, sin ser avaro, la respeta. Nadie arroja arena a los postigos azules de la ventana. La muerte del pelícano es indicio de un enlace entre lo privado y lo público, la lágrima y el mar y el océano social. El aburrimiento de la chica es anti-reflejante como los muros de contención de su casa. El concreto contiene arena. Y ella tira arena.

de El anticiclón del Pacífico Sur 420 Rafael Espinosa

A Cayetano Espinosa

Este es el avión de papel.

Recostado, tres asientos vacíos determinan ahí mismo el tamaño de tu libertad.

Muerdo mis recuerdos como cerezas y te espío. Tu cuerpo, un atlético cable de tensión, ruidoso en su duotono de dulzura y rechazo, recorrido por decisiones migratorias. Mísero es mi principado, mísero busco en tu imagen el parque de encuentro, el puente aéreo entre experiencias. En vez de eso la suela de tu zapatilla dibuja una espiral a la que es inútil buscar desenlace. Al cabo regresa a la seca percusión de música electrónica de la memoria, de donde sacamos flores si queremos, fracaso si queremos.

Y tu cabeza, medio oculta, incluso para ti. Ya sabemos, es el envase al vacío, el lugar prohibido para todo lo que no sea exhalaciones que se despiden dejando manchas brillantes, por ejemplo la palabra “coherencia”; es la belleza que no se puede por entero usar, como algunas playas pedregosas de Portugal. Más allá, tras el arco de tres delfines de concreto, ondula el espíritu del mundo. Le pido piedad y me otorga esplendorosa física: cielo y océano a los que no penetra nuestro entendimiento y brindan el campo de nuestro amor.

Lo que cuenta no es gramatical. Lo dicen tus cabellos revueltos e indivisos, tenaces en su introspección, pero tu postura fetal también dice que sigo siendo tu padre. Yo seré tu hijo el día que al mirarme recostado tú sientas mayor culpabilidad. Abajo, los pueblos de España se diseminan, parecidos a acné. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 421

Alguna noche los recordaré, les pasaré los dedos asombrados, leyéndolos en sistema braille. Los estoy viendo junto a ti. Un padre y un hijo embalsamados en la inmensidad silenciosa frente a la cual la vista delega sus facultades al corazón. Dame en tu palma un valle estéril, yo te devolveré mis años de muerto para intentar su retrato. Dos ciegos, los párpados cosidos con yesería mudéjar, angustiados como turistas, que sintetizan afecto del resentimiento; y cambiamos Océano Atlántico por adoración.

* Julio de 2008. Vuelos Barcelona-Lisboa/Sevilla-Barcelona 422 Rafael Espinosa

Seguida ave [fragmento final]

[…]

Dentro de un rato comeré, y no estaré satisfecho. La saciedad, escuché a un yogui, es el alma azulada con ansiolíticos. Sin duda acoderará en la cuadra otra adolescente. Desatará lujuria, al principio, y luego ventisca cerebral una vez que me embarguen místicos desbordes de serotonina. Con ella recubriré de piel anárquica los sobretodos de luz herida de los mendigos; podré hacer belleza y política. Mari ya fue a acostarse. Al lado de su pequeña hija en su pequeño cuarto adornado con calendarios de campiñas bávaras. Descansan una sobre otra, pegadas por el afecto y la pobreza, bajo una colcha en que las rayas son parecidas a barrotes. No las espiaré más puesto que me fijo que ellas también se alejan, apartadas por la brisa particular de los cuerpos. Hacen el mismo gesto de la hojarasca y las motos. Un motivo de extrañeza, de encanto y de lágrimas.

Mañana le pediré que preste atención a los albañiles de otro edificio que se construye en la cuadra como una nueva maqueta para quinquenios salvajes (otra sala a escala en que los padres sentencian a los hijos). Desde las siete esos músicos de la fuerza hacen bulla. Intercambian órdenes e invectivas mientras los gorriones y los radiocelulares plagan los sentidos con una fiesta de lo discontinuo. Ellos no saben que sus gritos son autores de mi pensamiento, ni que un barrido de espátula dibuja para siempre una tendencia; una persuasión en que se place el pensamiento, y lo provoca. Los oigo desde mi cuarto claramente advertido de que estoy afuera y a la vez soy parte. Si no juzgo mal entonces, los martillos y las lampas, muy ásperos y muy pesados para entrar en la mente, formulan una poética. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 423

Como que dijesen que somos sin remedio la parte de afuera. Pero qué, no hay drama —hay aves: y se evaden y son seguidas por el anhelo. Y el anhelo les concede otro árbol.

Mientras estoy escribiendo, el alarido de la muerte me llega remoto, aplacado por la floración de una fábula. Incluso aprovecho su sonoridad cercana al falsete, incluso si yergue en mi plexo la más desierta catedral, para impulsar una nueva línea. A su modo los albañiles hacen lo mismo y aun agarrotados siguen dando golpes orquestales, como si sufrir y obsequiar viniesen juntos. Veo a mi alrededor el gran estuario de mi soledad y reconstruyo los eventos de la tarde: la adolescente, el desistimiento y luego otra vez una esperanza hecha de piedras de fantasía, en las que mi rostro destella. Todo en sesenta segundos forestales. Pienso, no hay alimento que no pueda comerse en la cabaña de un solitario. Mari duerme fundida con su bebe y se prestan sueños. Creo en la muerte y también en el vuelo de sus párpados.

de Aves de la ciudad y alrededores 424 Rafael Espinosa

Amados transformadores de corriente [fragmento inicial]

En la mañana soy refractario a la música de las esferas. Apenas puedo soportar la banda sonora de los muertos con los cuales estuve renovando durante la noche viejas manías que en su momento nos separaron y ahora nos unen como si nuestros defectos formaran hits sentimentales. Cuando despierto, en realidad, mi mente es un rifle de repetición —Solo son los objetivos lo que me falta: una pena definida, un stock de pasiones exánimes con el cual pueda construir al menos un dilema. Solo por disparar, invento mi doble y para asesinarlo le apunto mis conceptos balísticos; el doble que fui en un cíclico marzo y el doble que nunca seré en el sueño de una Vía Láctea comunista. Como patos silvestres, se desploman ellos, gondoleros de su cuarta dimensión. Así mi mañana es un campo de tiro y mi puntería convertir la futilidad en una leve violencia, todo por convencerme que siento. En la mañana no escucho los himnos de la naturaleza a la paz y las faenas; afuera, su música vale menos que un foco ahorrador. No escucho a las aves correr su programa de canto.

Aun así, me gustaría ser una radio democratizando una impresión inalienable por encima del espacio y el tiempo entre todos los que la escuchan y a la misma vez despreocupada del city tour que efectúa en sus corazones. Lo de la radio es sonar y ocupar, Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 425

no diferenciar; lo contrario de lo que hacen los Gerentes de Contrataciones. Aprendería insistencia y conformidad y al expandirme por igual entre aire limpio y smog llegaría más allá de mi deseo. Sería noble, sería pobre, envuelto en la túnica de monje de las ondas hertzianas exhalaría desprendimiento y gratitud en mis canciones sexuales.

¿Qué hace una radio sino copular acoplando con su acústica general cuerpos que de otra manera no encajarían del todo en el flamante televisor plasma de su instante en la historia? Devuelve, al proseguir, a algo que va a morir su infinita novedad. Porque practica la zoofilia entrelaza a personas y gatos y perros con el pene color grosella en un esplendor profano, la delectación parca de la vida. Es rotunda y es amorfa, mutante en cada inicio de canción. No es un pasatiempo: es participativa como el diálogo del taxista con sus parlantes. Me gustaría ser una radio.

En cambio, yo escucho comerciales cósmicos de café instantáneo y llamados a canjear la tristeza por cerveza, tanto que no distingo si el ventrílocuo soy yo en mis pensamientos más dolientes o una maligna máquina expendedora oculta en el cielo. Cielo insidioso de Lima, sin piedad siquiera para los que le hemos cancelado todos nuestros sueños; 426 Rafael Espinosa

ni gris ni blanco, no puede decir una verdad si no es como parte de una intriga. Es espantoso mirarlo y saber que tras su cacofónica niebla no esconde estrellas ni lagos aéreos sino las conversaciones privadas de la Célula Parlamentaria Aprista. Nuestro cielo es entonces un audio y lo que yo escucho, un robot de gaviota negociando la suerte de los hombres, incluso mi propio amor por las aves. Es como si un cangrejo que hubiera tomado por casa mi oído de haber pasado mi vida entera en los barrios junto al mar. Y su sonido de bulldozer no me deja escuchar las olas, infatigables en regalar temas favoritos. Y su ronquera de agitador contratado no me deja recordar.

Lo escucho, como un dios doméstico de los sismos, obsesionado en remover los escombros de un día desplomado al lado del agua; es decir, primero a un cangrejo, y más adelante un desierto cubierto con la sinfonía de un site institucional. Y me parece que me perifoneara la misma desdicha. Así pienso a veces en subastar mi cerebro y otras que así son los tiempos, una suerte de pedo dirigido contra los delicados cristales del encéfalo. La desesperanza. La aflicción. La fantasía forzada a mantener una posición cara contrel’piso. Son los humanos tangaras cresta amarilla y lupunas y catleyas y ballenas avistadas y especies de Madagascar y son sus destinos el más hermoso ecosistema Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 427

devastado. La ruina. La pesadumbre de ver que los bosques cobran dinero por llorar en cablevisión. La necedad de que el dolor pudo ser una granja piloto de primorosos eventos, brisa, epidermis, pastizales, o sea vellos. Y el cielo de Lima, opaco, otro abandonado sistema cooperativo, sin prometer más que el arribo de la oscuridad donde durmiendo todos seremos sus peces limpiadores. Hoy leí revistas, en mi día libre, frente al mar. Los surfistas repetían trayectos avisados, patrullas de tristeza. No quise surfear. En un segundo universo globos se alejaban simulando razonamientos fallidos. La ciudad bombardeada por diamantes de gaza. Preferí visitar a mi madre.

(…)

de Amados transformadores de corriente

Doris Moromisato (Chambala, Lima, 1962)

• Morada donde la luna perdió su palidez. Lima: Cuarto Lima Editores, 1988. • Chambala era un camino. Lima: NoEvas Editoras, 1999. • Diario de la mujer es ponja. Lima: Flora Tristán, 2004. • Paisaje terrestre. Lima: NoEvas Editoras/Renace-Perú, 2007.

429 430 Doris Moromisato

Antes de la luna llena

Antes de la luna llena una rama de ciruelo colgaba en mi mirada.

La ventana era un enorme ojo despierto por donde el viento de la noche acompañaba mis insomnios, en ella la luna y un ciruelo rozaban la fina cáscara de sus pieles, las nubes huían lentas hacia Oriente, lánguida Venus moría de amor y una lechuza recogía en su pico una lágrima al pasar. Todos los caminos conducían al porvenir a las largas veredas de la ciudad que me aguardaba a sus luces, a sus ruidos menos al sueño y no había forma de burlar a la noche. Siempre el olor de frazadas antiguas siempre el silencio como un pesado telón sobre mi casa y el ruido de unas voces sólo en mi cabeza.

Antes de la luna llena estaba la playa flotando en mi mirada y todas corriendo como locas por la arena, los castillos, los sombreros y la vieja cámara de goma en la flotábamos sin vida soñando con una ola que nos varara en otra orilla en otra niñez y cuando por fin cerraba los ojos toda la arena caía sobre mi almohada y la luna y las voces y la rama del ciruelo se descolgaban de mí. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 431

Cuando los panes eran de barro

a ese Dios que me acompañó en la infancia

Cuando los panes eran de barro mariposas azules poblaron los sembríos de Chambala ¡echa más tierra, así nunca te saldrán!, me gritaban todos; no quiero más pan, quiero que mi hermano regrese a casa. Pero nadie escuchaba la súplica de mi pecho y alzábamos la vista para ver el eclipse de sol.

Sobre el polvo hundíamos los codos gotas de agua colmaban nuestras huellas y una taza surgía del asombro, una olla, un waco, un owán.

Cuando el mundo se construía con barro por primera vez voló el espanto en el aire de mi infancia.

¿morir sin canas, sin arrugas en la frente?

Al terminar el día yo juntaba las manos orando para que el infierno desapareciera de todas las enciclopedias y el dolor abandonara el rostro de mi hermano, pero al despuntar el alba las tazas se quebraban el agua era inútil todo el barro se desmoronaba y mi hermano una tarde sin canas ni arrugas en la frente, nunca más. 432 Doris Moromisato

Chambala era un camino estrecho y polvoriento

Bajo este cielo, bajo esta misma luna yo respiraba de niña esta misma orfandad. Tendida sobre el polvo latía como un frágil animal miraba al cielo y contaba una a una las estrellas de pronto madre llamaba desde la cocina trescientas diecisiete más la luna las retenía entre los dedos y dejaba de contar. La noche dentro de mi casa era menos mágica afuera era enorme y más blanca coge bien la cuchara, decía madre y de mis manos iban cayendo una a una las estrellas.

Chambala era un camino estrecho y polvoriento en el recuadro del viejo portal se cocían habas, las manos se tocaban al dormir se paría y se moría apenas. Bajo este cielo mi padre llenaba la noche de canciones antiguas madre remendaba la vieja colcha sobre la cama y yo, echada, presentía como poco a poco un extraño dolor brotaba de mi pecho y se iba deslizando debajo de mi vientre hasta que estiraba los brazos y la encontraba allí a mi lado, cerrando una puntada. Quieta, me miraba trescientas diecisiete más la luna, me decía y yo dejaba de temblar.

Bajo esta misma noche, bajo esta misma orfandad yo me dormía muy cerca de ella para amarla, para huir de su amor. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 433

Chambala, 6 de setiembre

Basta un trébol y una abeja para hacer la pradera.

Emily Dickinson

Yazgo sobre la misma cama donde descansabas aquella mañana. Desde aquí viste deshojarse al chirimoyo, tiritar de frío a los labriegos y, al llegar la primavera, sonreíste débilmente cuando abrí las cortinas para que contemplaras cómo volvían las mariposas cómo el girasol levantaba su frente cómo domada olía la tierra después de la lluvia.

Pero la tristeza te vencía, me lo decía tu mano fría entre las mías pronto volveremos a pisar juntas las hojas secas del patio, pronto, te mentía y tú callabas para no incomodarme cuando el miedo asomaba por tus labios y nuevamente dejabas que otra boca gritara por ti al otro lado del mar, cuando eras niña en Akamichi y ayudando en la cosecha una enorme sandía reventó sobre tus pequeños pies.

Yazgo, sobre la misma cama donde dejaste que un profundo sueño te arrastrara hacia esa oscura parte de mi vida donde tú ya no respiras. Y miro, por donde miraste pasar la primavera y me detengo en el mismo lugar donde la abeja recogía su polen, y aún sigo creyendo que todo confluía esa mañana mi voz lenta prometiéndote la pradera para que no dejara de respirar esta tierra ahora estéril, vacía. 434 Doris Moromisato

¿Dónde estás, Momotaró?*

Padre sembró un melocotonero mucho antes de que mi estatura llegara a su ombligo. Lo colocó frente a mi ventana para que cada mañana lo viese extender las ramas como yo, que estiraba los brazos, después de un largo sueño. En medio de la huerta crecía fuerte y tentador, cubierto de hojas sus ramas me incitaban a treparlo, cuántas veces desistí ¡ese lugar estaba reservado sólo para ti! Noche a noche te veía entre la bruma de mis sueños zarandeándote juguetón de rama en rama conquistando con tu blanca sonrisa a la primavera. Otoño tras otoño el viento de agosto hacía crujir los huesos al viejo melocotonero, mientras mi estatura iba trepando todos los ombligos, con ese manso abrazo de aire el tiempo regó sus hojas, dispersó su polen y alejó a padre de mi vida.

En la huerta, agazapada y escondida te invoco entonando despacito tu canción para que nadie escuche y se ría de mí, y mi árbol se cubre de rocío, de hechizadas mariposas, mas no de ti. tú no vuelves a trepar en la bruma de mis sueños, tú ya no quieres jugar en mí,

¿dónde estás Momotaró?

de Chambala era un camino

* Canción infantil japonesa sobre la leyenda de un duende travieso nacido dentro de un melocotón. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 435

Haiku

Entras tan suave en mí como una mariposa resbalando por un hilo de luz

Ah, quién comprende La tristeza del lirio El robusto hastío sobre sus hojas verdes.

Sales tan suave de mí como un hilo de luz resbalando por una mariposa 436 Doris Moromisato

Contranatura/ Apuntes antes de arribar a un teorema del amor

Anoto estas líneas como un científico anota sus descubrimientos. Médulas, moléculas, leucocitos. Si las fieras no buscan la inmortalidad, ¿para qué sus garras? Si el cloruro de sodio no culminase en sal, ¿qué fastidio, qué sabor para los mares?

Con curiosidad observo, como hormigas, el despliegue de sus dedos recorrer mi pasmada mejilla. Mi viejo corazón se pega al suyo —por instinto, presumo— como un musgo se adhiere al roble elevado al cielo. Atenta, anoto la extraña transformación que ejerce su mirada sobre los heliotropos, los cinemas, las toxinas, sobre mis párpados de aire. Bajo el poderoso presagio de su cuerpo vienen a anidar los peces de mi infancia, las estatuas congeladas de los santos, la mirada de mi madre preguntándose infinita por mi destino.

Anoto la confusión de mi corazón como quien estudia el poder de la neblina en la cumbre de los valles. Todo florece en la humedad. Toda semilla alberga un paisaje, su propia sombra.

Por instinto —presumo— suelo terminar en su sexo de orquídea.

Atrapada a su naturaleza de lluvia me rindo al esplendor de su caída. En la espuma de su boca un oasis se concentra. Astros y diademas bajan a sus dientes de salvaje criatura. Mi lengua es la rutina de amar su naturaleza de fiera. Bebo de su vida, para salvar mi vida. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 437

Filamentos, trapecios, plasma. Recorro la certeza de su cuerpo como un escalpelo listo a descubrir su ira, la agudeza de sus gritos, su desenfrenado espasmo en el aciago instante de abrir su piel para hacerla mía.

Abrumada apuro y anoto estas verdades íntimas. En el Corpus Hipocraticum no hallé el amor como desequilibrio. Ha de revisarse pronto la ciencia en nombre de quienes delirantes padecemos esta melancólica asfixia. 438 Doris Moromisato

Ejercicio poético con cuadro madrileño

Ataviada de rojo la niña con mirada torva y colmada de resentimiento observa a su retratista eternizarla en tan amarga postura. Juan Carreño de Miranda nacido en Avilés en 1614 pintó La monstrua. No contento con su estertórea proeza pintó La monstrua desnuda. Regordeta, enana, sus rollizas piernas grandes jamones culminan en dos pequeñísimos pedestales sus pies. Atascada en la temprana carne inocentes pezones flotan en su inmenso pecho de niña, con hoja de parra cubre el sexo perdido en el follaje de su piel. En verdad el pintor no la odiaba, pretendía sólo demostrar la inutilidad de ser mujer en el lienzo del artista si no se es alegoría maja o virgen de aire. Las musas de carne y hueso como Eugenia Martínez Vallejo llamada La monstrua sólo sirven para mostrar sus protuberancias y sostener en sus manos rojas manzanas que van a perderse en la mar de su vestido rojo que es el morir. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 439

La otra cara de la luna

Ustedes podrán olvidar; pero déjenme decirles algo: alguien, en algún tiempo futuro, pensará acerca de nosotras. Safo (600 a.C.)

a las galfas

A las que osaron amar lo más prohibido y dulce de sus cuerpos y una noche tomaron la ciudad por asalto para pensar en ellas púrpuramente mientras otras corrían a sus casas a portarse bien.

A la loca que hace dos mil seiscientos años sigue siendo nuestra a través no de la historia sino de su amor.

Y porque algún día, también otras pensarán en nosotras y osarán tantear sin miedo la otra cara de la luna amando sus cuerpos como pétalos o espejos. 440 Doris Moromisato

Giras

En medio de los cuerpos frenéticos que danzan me miras y sospecho el inicio de la caza, la flama encendida en tus ojos tristes. Abres los brazos, extiendes tus dominios manos, piernas, miradas confundidas Giras en torno mío, me estudias cada duda, cada paso me hueles cada punta cada pequeña ola que de mí remonta. Casi exánime descubro que la magia de la noche reposa en tu boca alcanzarla y hacerla mía es mi único secreto.

Todos mis sentidos se arrebatan mis pies desatan para ti esta ofrenda mi cuerpo amancebado húmedo por el deseo ha caído en la deliciosa trampa de tus brazos.

Me tocas y aún no entiendo este mareo esta forma de entender el amor. Hundes tu cuerpo, tus manos y tu lengua más allá de lo que conozco y peligro a cada latido, a cada beso que me das furiosos vaivenes vienen a buscarme mi espalda es la nube sobre la cual te posas para lloverme y cubrirme de ti Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 441

gemidos que se desprenden como de una frágil rama a punto de caer algas, mareas, vientres pezones desatados rozándose entre sí.

Me miras, me propones cosas quemarnos en la hoguera yo beso la flama de tus ojos la magia de tu boca que me lleva a ti me besas cada oscura forma que me alberga me besas oh dios, me besas y giras, otra vez. de Diario de la mujer es ponja

Rocío Silva Santisteban (Lima, 1963)

• Asuntos circunstanciales. Lima: Lluvia Editores, 1984. • Ese oficio no me gusta. Lima: Copé, 1987. • Mariposa negra. Lima: Jaime Campodónico/Editor, 1993. • Condenado amor. Lima: El Santo Oficio, 1996. • Turbulencia. Lima: Estruendomudo, 2005. • Las hijas del terror. Lima: Copé, 2007.

443 444 Rocío Silva Santisteban

[larga marcha a través de la noche]

7 a.m.

Me miro en el espejo y sí me reconozco —quisiera saludarme como a una vieja amiga— en la misma postura incómoda que sirve para poder escribir sobre la cama

Años cometiendo el mismo ejercicio de exorcizar demonios con palabras y veo los mismos ojos fijos la puntiaguda mirada.

Ah, Rocío, Rocío, cuándo descubrirás lo que no dicen las palabras aunque las evoques con toda la fuerza del espíritu aunque las hayas conquistado a templanza.

Vieja amiga, duerme, te aconsejo que gires los ojos a la luz y déjame a mí vivir en el espejo, al revés, conquistando los segundos que no te atreviste a tropezar conmigo.

Ay, Rocío, cabezacaliente, entrégate a lo más valioso del amor y déjame a mí el miedo, el ansia, el grito que pretendes ocultar bajo estas líneas.

Ayacucho, 20 de julio de 2005 de [turbulencia] Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 445

Asuntos circunstanciales

Cada noche cuando saco una píldora y me la trago tengo irremediablemente que pensar en ti y al secarme la cara o mojarme los ojos para disimular un tanto las ojeras te vuelvo a pensar aún evitando distracciones no puedo dejar de escuchar tus pasos derrumbando el universo no puedo dejar de latir.

Cada noche soy y me reconozco debajo de las sábanas debajo de la insistencia de volver a soñar y dormir tranquila

—sin baños termales— sin necesidad de recontar a las noventa y una ovejas y tener, al mismo tiempo, que pedirle permiso al pastor yo no soy quien para ser más ni menos soy la exacta imagen del espejo, pero al revés y también descontando los segundos que fui cayendo y tú no te atreviste a tropezar conmigo cada noche trato de hilar la maraña que fui y que seré si a un buen plazo puedo saldar las distancias inimaginables, es cierto, pero posibles de enhebrar con un poco de esperanza aún no caigo en el juego y ya estoy aterrada hasta la última carta hasta la última hoguera que quizás nunca prenderé lo he dicho y no hay remedio para tratar de impedirlo a cada noche su píldora, a cada mujer su madrugada. 446 Rocío Silva Santisteban

Confesión de la esclava hechizada

II

Podría ofrecerte a ti un conjunto de manjares traídos por mar desde las islas o podría ofrecerte simplemente la clorofila de las hojas los sonidos que puedo retener entre los dientes pero solo sé llorar y me acobardo suelo derramarte y titiritar como una hormiga ya no deletreo como antes me pierdo entre canciones de abejas pero quiero ofrecerte una mata de muña en el abismo una caricia detrás de las orejas puedo adherirme a tu piel y gozar hasta el fondo de tu genuflexión puedo inventar danzas en la sombra, danzas de guerreros rojos y acariciar con mi lengua cada uno de tus movimientos regresar silenciosa a los recreos a la burla en la sonrisa de los niños y puedo adherirme más sin enroncharte, sin repetir el monólogo, sin fallar en el montaje saborear la saliva, humedecerte he aprendido a tramar bien estos últimos tejidos no me avergüenzo de repetir: todo lo hago para ti sueño más de la cuenta solo para complacerte y bendigo los rezos pues de ellos brota la hiel carcomida de mi resignación.

de Asuntos circunstanciales Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 447

Diario de una señorita casada

Aquí estoy y busco el osobuco, la mirada, la fecha, no sé, las instrucciones para no ahogar todo esto con una papeleta o una pelea matinal por las tostadas. Sangro por la nariz, las orejas, el ano bicéfalo, sofoco mis nervios con agüita de tilo rebuzno en las mañanas, a mediodía escupo entre los árboles de mora de mi cuadra. Ah tiempos idos. Levantarse sola y sola revolverse entre las sábanas limpiarse las legañas, el fondo del oído, las partes íntimas, las telarañas. Ah, tiempos que se van, que se escapan como agua entre las manos, sin dejar marcas, ni fechas en las puertas, ni óxido de navajas en los filos de los caños. Ahora cada pose fetal resulta incómoda, me despierto con un fuerte dolor en la mandíbula y croo y canto, resuenan mis caries vacío como una triste sanguijuela buscando al sol entre las piedras. La papa rallada sobre los párpados, compresas de jazmín, té de la India, la fruta de las doce, toda la rutina, toser con elegancia, fumar con el pulgar en la papada y desvestirme como una puta cada noche.

de Ese oficio no me gusta 448 Rocío Silva Santisteban

Venus

de una vieja bañera emerge, lenta y torpe Venus Anadiómeda Arthur Rimbaud

¿Por qué no te vas? ¿Por qué no lanzas una sola mirada lejos, lejos?

Todo es tan torpe cuando tú pronuncias la palabra que me desgasta.

Yo soy esa diosa, yo soy esa Venus, precisamente yo, la que se levanta de la tina, desnuda.

Detrás de mí sólo las luces, el espacio entre el límite del hastío y la evasión; yo soy aquello vieja, a los 28, las curvas de mi cuerpo le dan asco a cualquiera.

En ese espejo que me retrata de cuerpo entero, miro esas curvas y aguanto la arcada en la boca,

Eres un animal y tu... esa maldita piel te atrapa, te atrapa,

Voltea mi piel, voltea y verás cómo me extiendo hasta el último resquicio y para siempre. Y para siempre.

Tengo los omóplatos sugestivos, los omóplatos, ah, eternos como una puta de Brasaii, así soy amor, una putita, un cuerpo que ni siquiera tú ahora quieres contemplar

Soy la que se levanta para otra vez caer

Al borde —debajo mil luces de neón invitándote al paseo— bailas, una botella en la mano derecha y en la izquierda la herida, te tanteas, debajo de la ropa sólo esa piel inmensa que nunca podrás achicar, sólo esa piel dura que nunca podrás morder, ni perdonar. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 449

Te mataré

Siempre —suspendida sin caer sobre los techos de los autos— siempre en esa lámina final de la cornisa, en ese instante del pensamiento, siempre pienso en ti.

Soy Venus, desde hace años soy la elegida, Yo soy aquella por la cual delirarán Aquella que besarán en los pies En los pies lacrados de heridas En los pies cubiertos de enemigos

Sobre mi jinete cabalgo hasta no verte más Cabalgo como una diosa enfurecida, cojo las crines de tu pelo, Hundo mis espuelas en tus ancas Y mientras tú gimes dejo caer mi saliva Una raya larga de mi saliva sobre tu frente.

Hincha tu sexo para bendecirme, y así, Cabalgando uno frente a otro, habremos Quebrado el dolor Y seremos los héroes, los héroes

Con el nombre de Dios entre los labios Jadeantes.

de Mariposa negra 450 Rocío Silva Santisteban

El fuego inextinguible

Me he pintado los labios Es rojo néctar el color de la barra labial. Cogí la barra entre los dedos —un artefacto de locura— El espejo diez centímetros detrás Y con sumo cuidado fui manchando mis labios: uno a uno Era difícil así: las piernas encogidas formando un grand pliér en el aire Los labios vaginales erizados El rojo néctar manchando mis labios, sólo para ti Tú y yo \ Tú y yo En la bañera del hotel rompiendo un vaso Con apenas un toque de una barra de acero Y con el vaso roto en dos, dividiéndonos los vidrios Uno para ti \ Otro para mí Nos cortamos la graciosa piel blanca La sangre corre pareja sobre nuestros brazos desnudos Y nos besamos dentro del agua caliente. Orina— me dices Y yo me levanto y el nivel del agua recobra su forma original Me acerco a tu cara, lentamente Y mis piernas endurecidas van formando un chorro que te baña. Luego abres la boca Mi chorro te baña Abres la boca\ mi chorro caliente\ tu lengua caliente Tu boca llena\ tu boca me llena Nunca lo he hecho— me dices Yo tampoco— te respondo Y con la sangre que empapa el agua caliente puedo escribir sobre tu pecho:

ES INUTIL TU FUERZA PARA AHUYENTARME, TU RABIA ES MENOS FUERTE QUE MI AMOR, YA TU Y YO UNIDOS PARA SIEMPRE A PESAR TUYO VAMOS JUNTOS. EN EL PLACER QUE TOMAS LEJOS DE MI HAY UN SOLLOZO Y TU NOMBRE. FRENTE A TUS OJOS EL FUEGO INEXTINGUIBLE... (César Moro) Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 451

Cierras los ojos La noche es propicia Para este intento: el desorden y el caos Entrando violentamente a tu cuerpo atormentado.

Ya tú y yo unidos para siempre Ya tú y yo unidos para siempre...

de Condenado amor y otros poemas 452 Rocío Silva Santisteban

¿Le tienes miedo a la sangre?

Yo no, vivo con la sangre la toco, la veo, la huelo cada mes. No se equivoca. Regresa fluyendo suavemente no me molesta me miras un gesto de asco frente a la tela ensangrentada me da risa, ¿por qué el susto? tu boca también está manchada

¿crees que voy a cortar la leche? ¿a avinagrar el vino? ¿a nublar los espejos? ¿a embotar las navajas?

son supersticiones, balbuceas,

cree lo que quieras creer pero te digo una cosa: la sangre se va y regresa, un poder retorna. Es la vida que clama su grito rojo. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 453

Piojos

Me saco los piojos a las dos de la mañana mi bata blanca se mancha de estrellas negras sobre la silla del comedor veo un mandil recuerdo: una niña llena de llagas, asmática, en la puerta del colegio esperando para siempre a su papá me dicen que ta ta ta tan: eres una mujer de éxito —¿si?, ¿de verdad?, no lo creo— quiero que salgas en el who´s who vanidosa comento que quizás eleve mi autoestima

(es un chiste estúpido por la noche tengo que bañarme para dejar de llorar) me equivoco esos son los grandes pecados una piojosa sale en The Perú Report ¡te envidio!— me dicen las chiquillas las miro con compasión hablo y engullo comida, los críticos literarios escriben sobre la voz operística que lamenta su gordura y no saben qué hay detrás de cada gramo de grasa trabajo como todas, como todas me levanto y lloro como todas alguna vez lo han hecho como todas alguna vez lo dejaron de hacer me saco los piojos me rasco los sobacos y me miro en el espejo con el vaho del baño adherido como carca 454 Rocío Silva Santisteban

—¡cochina!— —deja de ser dramática—

los rituales repetidos, quizás otras lloren por el hambre o por el cuerpo en descomposición es absurda la frivolidad de este sufrimiento, lo sé, estudio el sistema sexo-género la ciudadanía y la individuación pero más allá de mi razón algo supura

es el moho, la carne podrida, corroída está adentro la cociné con paciencia con cada error (hay tantos nombres propios) torpezas que escondo como los piojos y por más que rastrillo mi cuerpo centímetro a centímetro no encuentro aparentemente nada nada de nada

pero están ahí, ahí están aunque no los vea todos se esconden en esas zonas oscuras

me arden me pican me vuelven loca. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 455

Los muertos huelen en la parte más profunda del paladar

Una ciudad bañada por el mar es una ciudad privilegiada. Eso se suele decir en los manuales de turismo. Pero la prisionera-de-sí-misma odia esta ciudad: es un pueblo de asmáticos, de olor a mar revuelto, peces varados en la orilla, basura que se va acumulando con los días en los rincones y con los días va anegando todo con un olor a muerto. Los muertos huelen en la parte más profunda del paladar. Los muertos de esta ciudad forman una línea que lleva kilómetros y que se extiende como un desierto. En el desierto que circunda esta ciudad no hay un solo mensaje. Los niños no juegan. Los ancianos caen en las pistas y nadie se atreve a recogerlos. Los comerciantes pintan las paredes de toda la ciudad para engañar a los niños y a los ancianos, para inventar la prosperidad. A la prisionera-de-sí-misma no le importa ni la prosperidad ni la miseria. No pone mucha atención a nada. Hojea las revistas y envidia a las modelos de cuerpos esbeltos, de pechos amplios. Compra carteras, faldas, zapatos de taco, zapatos sin taco, compra lápices cuando no tiene dinero para comprar. Compra para sonreír pero no para tener. No le importa acumular objetos, lo único que busca es una sonrisa entre los probadores de un centro comercial. Porque los que quieren huir de esa ciudad y no pueden sólo compran para sonreír. Escuchan música también para sonreír. Cualquier cosa para poder sonreír un poco. Los muertos huelen en la parte más profunda del paladar. La prisionera-de-sí-misma suele caminar por la calle con lentes de sol de co- lor amarillo-naranja y piensa que la ciudad mejora con ese color reposando sus ojos turbios. No mira las esquinas, no saca la mano en los semáforos, no golpea a los transeúntes. Se coloca los lentes amarillo-naranja sobre los ojos y todo empieza a mejorar. Saca el tubo de ventolín de la cartera, lo aprieta dos veces sobre su boca y los pulmones empiezan a recobrar su función. Un par de pastillas rosadas y las cosas van en alza. Un trago, una cita, un beso furtivo, algo de sexo rápido y la ciudad empieza a despejarse. La bruma se disipa. Los colores de las luces en la noche cobran dimensiones inexplicables. Las bombillas rojas, el neón lila de las discotecas, el aire denso, los anuncios de las tiendas. Pero el olor sigue ahí, ahí, en el fondo del paladar.

de Las hijas del terror 456 Rocío Silva Santisteban

[la dama de la muerte]

Once máquinas conectadas a tu cuerpo, papá Convertidas en esa porción de cultura que prolonga la vida

Cierras los ojos mientras murmullo incoherencias Y me quedo a ratos muda

La poco locuaz hija que tienes no sabe comportarse Ante tus brazos que penden del suero como un racimo

Y las enfermeras revolotean tomando la temperatura Mientras con un mandil blanco te hablo del dios Kon

Las palabras son necesarias para ir anulando la ansiedad La espera de la noche honda que gime por una madrugada

Mientras al otro lado de la ciudad hasta la pura respiración Es una terrible batalla

Las horas pasan lentísimas mientras observas El reloj frente a tu cama

Y la boca reseca por el oxígeno apenas puede Mencionar las palabras para espantar a la Dama:

Espera. No insistas. Déjame un rato Más aquí que debo Todavía algunas cosas a la vida:

Pasear a un perro Escribir aforismos Besar a mi niña. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 457

[todos (casi) los mensajes de texto] me encanta q me digas corazon pensando en ti paso las mejores horas del dia quiero esa mordida hemos sido radicales y viviremos nuestro amor para siempre te amo y te deseo aqui conmigo ahi t emparo camino a recoger regalos, como siguen tus tribulaciones? prefiero esperar para contestar las preguntas, mañana? la dulzura recuperada despues de la maledicencia? roro: q bien que stemos de nuevo en arrumacos como amanecio mi vida? recien un mes? una vida en leche nestle extraño frotarme contigo muchos besos para mi amor te mando dos rosas: una roja y la otra rosada… me voy a dormir un rato oliendo la chompa antes de salir al mundo espero que me devores no jalo d arrechura por ti muy intenso y tu lo mejor de mi vida yo a ti mucho con amor corazon kiero que estes trankila y no dependas de star conmigo, siempre stare

de [turbulencia]

Luis Fernando Chueca (Lima, 1965)

• Rincones (Anatomía del tormento). Lima: Colmillo Blanco, 1991. • Animales de la casa. Filadelfia: Asaltoalcielo/editores, 1996. • Ritos funerarios. Lima: Colmillo Blanco, 1998. • Contemplación de los cuerpos. Lima: Estruendomudo, 2005.

459 460 Luis Fernando Chueca

Contemplación de los cuerpos Visiones nebulosas y constantes transcritas en una lengua que no se deshilvana aunque debiera ni masca su carne hasta el espanto

Y entonces cómo escribir si el hálito de vida se adelgaza violentamente cómo no perder la voz o hundirme en la locura cómo pretender que la armonía reorganice la existencia si el verbo exacto es solo engaño ante la muerte montada sobre el lomo

sin embargo aspira la certeza de los póstumos latidos dibuja sobre tu piel las marcas de los cuerpos contemplados y canta canta canta que el canto redime del horror y de la fría voz de la impaciencia

acaricia el pecho desgarrado el cuerpo canceroso el agujero en el omóplato como al desvelo de un sexo que se hunde sobre otro en la más extrema perfección

golpea rasga desentierra

o arráncate los labios

pero canta

de Contemplación de los cuerpos Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 461

Salamandra

Por años fui confundida con los santos “bestia maravillosa de raza divina, me decían, capaz de atravesar el fuego sin arder”.

Cierto es, combinaciones genéticas caprichosas han querido que sea flama incombustible, encendida humedad sobre el ardor eterno de las piedras. Sylio, stellion, salamandra, pequeño lagarto o ave multicolor, habitante del fuego con el que lucen todas las estrellas. Admirada por los hombres he bebido de grandes privilegios: los infames no atinaban a fijarse en mi pelambre impura, en mis ojos saltones o en las inscripciones de mis huellas.

Pero soy metáfora sutil de los infiernos, espejo impronunciable y escondido. Lujuria de Magdala.

Y me impiden regresar a mi forma original: mujer maravillosa piel de seda y hermosas redondeces.

Fui destinada a servir a las piedras calcinantes ya que un día desdichado los hombres quisieron atraparme junto al fuego. Desde entonces ven en mí un mensaje majestuoso de la luz pureza de los incandescentes eternos la magia, la fe o la verdad de los señores del eterno paraíso. 462 Luis Fernando Chueca

Tigrecitos de Bengala (fotografía con Daniela)

Aleja, niña, tu mirada del peligro.

Olvida el aparente juego de la furia y vuelve con nosotros.

Tiempo sobrará para escoger otros esfuerzos.

Entonces hablaremos.

Ahora, regresa con tus pasos tambaleantes.

Y no temas que sonrían con sus dientes asesinos.

de Animales de la casa Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 463

Retrato de Taboga (ii)

Taboga descansa en el reverso de la navaja; su cuerpo resbala por el filo ardiente, turbio, de esa forma inverosímil de ese urgente grito que repele toda apariencia de armonía.

Descansa y su figura se arruma, se hace nudo, ovillo, núcleo, nuez; y nuevamente extiende su volumen.

Taboga disfruta del filo despreciable del cuchillo, del bruto extremo que hinca y aprisiona, del dolor que seduce mientras suavemente perfora los costados y encanta con su sonido agudo, nervio, sordo, que engaña como un sueno romo y repetido.

Su figura se expande nuevamente y cubre los extremos de la hoja: el anverso y el reverso de la desesperación.

Taboga se acerca al borde del abismo, del minúsculo abismo donde todo desaparece y deja de existir, donde toda fuerza se abandona entumecida y ya no queda nada de lo que sostenerse.

Nada ni el mismo abismo al que se arroja. 464 Luis Fernando Chueca

Monólogos

Todo se confunde a esta hora La luna ha detenido su reflejo sobre la superficie de una fría lámina de piedra y una sombra invade los resquicios de mi entendimiento

Tengo miedo Se ha nublado mi visión Los recuerdos dan giros repetidos en mi cabeza Nilia Brac Tod madre aparecen y desaparecen sin distinguirse Y es Nilia que me llama Oigo su voz en la sombra interminable

O es Tod que habla de los tiempos de la infancia cuando subir y bajar los herederos no era suerte o privilegio Era un estigma una marca un sino hermoso con el que Brac o madre o todos gritan la muerte primera la desaparición del árbol escogido entre voces que llegan hasta el cielo

Un chirrido inacabable Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 465

La fusión de mi sangre con la tierra desheredada las huellas de Brac y Tod en la arena circular del destierro Y Nilia invadida y anónima una vez y otra y la voz de la venganza apagándose encallecida hueca en esa hora de mil reflejos repetidos

Todo está confundido Mi memoria se ha astillado

Los añicos cortan la ilación de mis ideas y un llanto se apodera de todo con su sonido penetrantemente fúnebre como un martilleo interminable sobre mi rostro amargo roto

A esta hora ni los ojos de madre ni Nilia ni el abrazo tierno de Tod y de Brac Nada

Nada tiene siquiera una palabra que sirva como alivio

Mis voces se atragantan y una cuchilla raspa el interior de mi mirada

Todo se confunde mientras la oscuridad no deja respiros a la noche Todo es noche

Y la piedra es como un peso sobre el movimiento de mis manos en un charco de mugre y lodo inerte 466 Luis Fernando Chueca

Estoy Solo Lo único que queda es un chillido oscuro y húmedo saliendo de mi garganta llagada y vieja envejecida

Todo es solo un rastro inútil que me empeño en descubrir

Todo está confundido a esta hora

de Ritos funerarios Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 467

Primera muerte

“Entra”, me dicen. El cuarto luce pulcro, el Cristo colgado en la pared, las cortinas cerradas. En la cama está mi abuelo. Imagino —a falta de precisión en el recuerdo— sus ojos cerrados. Los míos también porque he comenzado a llorar. Me abrazo a su cuerpo, lo acaricio, beso su rostro. Rezo: que no sea él el muerto sino yo. Pero suena en mis oídos la ley que ordena que los hijos entierran a sus padres y a los padres de sus padres. No puedo imaginar cuán- tas veces tendré que ver quebrado este principio.

Mi abuela sigue de pie junto a la cama. No dice nada pero sus manos tiemblan como si hubiera sostenido un peso mayor que el de sus fuerzas. Alguien habla con la agencia funeraria.

Salgo de la habitación con una marca que tambalea mis doce años. El desfile ha comenzado. 468 Luis Fernando Chueca

Los signos y las cosas (i)

Frente a la seguridad de la semiótica acerca de la distancia que separa al signo de la cosa que este representa (la efigie puesta sobre el lecho funerario del rey muerto parece estar a la raíz del término representación), están quienes afirman que en un buen poema las palabras son capaces de convocar la presencia verdadera de aquello a lo que nombran.

Sobre esto pienso ahora que sostengo una fotografía de C y escribo este poema. Y las palabras no llegan a mostrar un cuerpo lozano en todo su esplendor. Digo C y solo alcanzo su borradura, apenas tenue sombra o recuerdo deficiente. Quizá la marca de la muerte es la definitiva imposibilidad de recuperar la imagen del ausente. Burdas copias, reproducciones, intentos que se repiten fracasando cada vez. El poema que busca hundirse ritualmente en el misterio gozoso de la vida se estrella contra la única verdad de su reverso doloroso: ninguna representación de aquel que ha muerto alcanza siquiera un hálito del ser. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 469

Cuzco 1984

La imagen ofrece un lugar común: en Cuzco, seis muchachos en fila delante de la piedra de los doce ángulos. Es 1984, están de vacaciones y no alcanzan los veinte años. Tienen la belleza de la edad y refulgen a pesar de la jornada agotadora. No lo saben, pero miran hacia algo que la proximidad de la piedra representa.

Veinte años después me detengo ante la fotografía que conserva aquel instante. Recorro la toma contra el orden propuesto por el lente de la cámara. El último en la fila (el primero en mi repaso) es Juan Pablo. Vive en Europa y recibo sus correos con largos intervalos. En uno reciente me habló del tiempo y la distancia que taladran la memoria. A Pancho, a su lado, lo vi hace pocos días. En el 84 era el único en quien podíamos reconocer la escritura inmediata de la muerte: la ausencia de su madre le había dejado una marca en la mirada. Pancho ha ilustrado algunos de mis poemas y quizás decida hacer un dibujo de este retrato funerario. Al despedirnos acordamos buscar a Paco, que está dos puestos más allá. Paco será el primero que lea este libro cuando lo haya terminado: comparto con él varios nombres de este listado y es posible que encuentre en él algún asomo de su voz. Para ambos escribí en 1988 un texto cuyo final decía: “Regresamos, uno por uno / a la última esfera del infierno”. Eran tiempos oscuros y pensaba ingenuamente que el poema serviría de exorcismo. De César, ubicado entre ellos, no tengo noticias. Diría que la tierra se lo tragó si no fuera porque sé que hay abismos que de pronto se agigantan. Luego de Paco estoy yo, aunque alguien piensa que es imposible reconocerme. El primero al lado de la piedra es C. Él guardó los negativos de ese viaje adolescente del que queda como único testimonio la imagen que comento. Murió casi de golpe hace tres años: la piedra absoluta de la ausencia creciendo desde el centro de su cuerpo. Lo visitamos “Pancho, Juan Pablo, Paco, yo” varios sábados seguidos pero no pudimos verlo. Lo siguiente fue el velorio y el entierro.

Para ellos escribo este poema. 470 Luis Fernando Chueca

Documental

Un video narra las horas finales de Pompeya en el año 79 d.C. Explica el arqueólogo que el motivo de la muerte de sus habitantes no fue la lava del Vesubio sobre los cuerpos, sino la exposición de estos a una temperatura superior a los 500 grados. “La coloración rojiza hallada en algunos cráneos es una particular incógnita. Podría ser el cerebro que comenzó a desbordarse previamente a la explosión. El calor fue tan intenso que puso a hervirlo antes de explotar”, anota fríamente.

Ensayo esa misma frialdad documental en este poema y añado, sobre acontecimientos más cercanos: “Lo que quedaba de los cuerpos fue entregado a los familiares en cajas de leche Gloria. Poco antes se hallaron, enterrados, camino a Cieneguilla, restos de un maxilar superior y cinco dientes, el cráneo de una mujer con un agujero de bala, retazos de un pantalón calcinado y un juego de llaves, que permitió identificar a las víctimas y seguir la pista de los cuerpos embolsados”. O transcribo, en un nuevo giro, el comentario de un marino que explica que, a diferencia del Ejército, en su arma a los detenidos “los matan desnudos para que no los reconozcan, ni sortijas ni aretes, ni zapatos ni ropa interior. Y las prendas las queman”.

Ni un asíndeton he tenido que inventarme. Tampoco las imágenes o la contraposición.

Me pregunto si hay algo que aumentar en este poema. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 471

Celan

Leo: “Yaces a la sombra de erguidos cadáveres”.

Sí, Celan. A la sombra de la muerte y a la sombra de su turbia resonancia. Nudos, temblores, aspavientos que me ha ofrecido esta noche interminable. Depósitos de huesos y tejidos capilares. Miasma y bilis negra que engrasan las paredes sin pudor.

Leo otra vez: “Yaces a la sombra de erguidos cadáveres”.

Así es, Celan. Se levantan y se reproducen los cadáveres. Yazgo a la sombra de sus erguidos reclamos e intento ser capaz de colocar mi ofrenda bajo la ofrenda de sus cuerpos.

de Contemplación de los cuerpos

Rodrigo Quijano (Lima, 1965)

• Un acercamiento a S. Colonia & otros poemas. París: Kloaka Internacional, 1987. • Una procesión entera va por dentro. Lima: Ritual de lo habitual, 1998.

473 474 Rodrigo Quijano

14.

1. Un lugar para pasar la noche, o un lenguaje para conversar, caminando en medio del desierto, o taladrando sueños sin contenido como ir durmiendo o mirando pasar las nubes sobre la noche igual que un recolector perdido, mirando sobre la oscuridad de las cabezas alzadas o a través de una botella rota hacia un horizonte de mínimos resplandores, aunque murmurando nuevamente oraciones iluminadas sobre los pastos de los pastos haciendo medallones de los restos de tus antepasados pronunciando nombres pero en silencio como un vampiro Fantasmagórico sobrevolando los sueños otra vez y absorbiendo la sangre de sus propias muelas, como si fueran las muelas rotas de otro y por eso sin mayor identificación ni huella de gente sin esperanza pero sin pena repitiendo todavía nuestros hijos, según oigo, no son un montón de huesos, ni son siluetas cuidando el atardecer desde la procesión ni repitiendo los pasos de nadie, sólo los nuestros.

2. Personas buscaban salidas sobre la superficie del mar, nadando, pero pensando en silencio y con dificultad, esperando que las aguas se abrieran como un par de labios o como si pudieran pronunciar un rezo estrecho y callado, aunque eficaz.

Personas miraban de frente hacia el cielo en espera de la respuesta pero la respuesta se hizo esperar durante años.

Personas entraban jugando desde la orilla, nadaban un rato y regresaban cansados a dormir la siesta,

Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 475

mientras dormían la arena y el viento los iba borrando. Joven arqueólogo de estos mares bucea en la arena buscando los restos pero los restos son huesos y son arena son cristales y tiernas manualidades, rosarios y cal pero no cruces las cruces aún no existían, sólo la arena.

Mismo Chavín o más bien misma Necrópolis, nadie sabe de qué murieron. Todos asumieron una posición, algo ambigua pero esencialmente fetal frente a la muerte trying to born again, carnal aunque, pinches losers, la arena los fue tapando durante años.

Sobre la cima de ese lugar un hombre camina solitario pateando montículos de basura radioactiva, luminiscente o decorativa armado de un arma veloz, de un rayo paralizante, de un alfabeto hecho de gestos, de formas de transformar la pobreza en otra.

3. No mucho más abajo respiran con dificultad su muerte los muertos, decorados de esqueletos, de moluscos y guijarros.

Esta arena, este viento que circula entre tus manos es cristal de hueso puro, murano desestimado, aunque translúcido, tristes poemas, puras baladas, puro ceramio.

de Una procesión entera va por dentro 476 Rodrigo Quijano

Una ola reventando contra el mundo/ In memoriam caídos en Yungay

Tómate una tarde y tu mejor poema: hazlos lentamente interminables. Aquello que circula entre los muertos bien podría ser la calma y nadie sabe bien si es posible detenerla, o si acaso alguien tuvo el privilegio de cambiar el mundo con algunas frases pronunciadas en silencio, como una pareja de bufeos navegando sobre el aceitado lomo de la tarde. Una ola reventando contra los mudos farallones me recordó toda la vida, un grito desprovisto de palabras, la playa contemplada siempre desde un litoral ajeno. Y las palabras eran entonces igual que los muertos entrando en la boca abierta de los nichos, exhalando su humor floreado y siempre triunfal, amortajado. Una ola reventando contra los muslos y faldones recordaré toda la vida. Más que los mármoles blancos mausoleos, los poemas fueron siempre la crujiente pira funeraria de un hombre tratando de vivir inútilmente de sus únicas palabras, lanzadas contra la marea y el vacío. Te veo detenerte en tu mejor acorde, y quizás el mundo no ha cambiado suficientemente como para poder vivir en é1. Así te veo detenerte. La poesía era una historia de solitarios y de silenciosos ejercicios frente al mar, con pasos implacables y repletos de sentido: un drill sin aspas y sin viento hecho para permanecer al sol, como avispas mágicamente detenidas sobre la cubierta de los lagos. Algo distinta al mundo, como una hija apegada al padre, se yergue frente a mí la verde ola vertebrada que termina por varar a una playa una ballena o un jonás recién nacido, un benjamín, y también un bergantín completamente desvelado por los corredores de una noche, como si todas estas maravillas pudieran salvar al mundo de su año inevitable. Más escépticamente también hubo quienes acabaron escribiendo bajo el alfombrado paso de los gobernantes. Y el mundo otorgó las condecoraciones, y la celebridad de tener acceso a la celebridad y al canto de oro entre los dientes. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 477

Y ahora el silencio entre los muertos podría ser la marca de un compás que desespera lentamente y cuya mirada hacia la aurora descubre que la cordillera es como una hilera de fósforos que arden bajo el sol, y que la sola evocación sin ruido de algún nombre traería abajo la helada punta de su Huascarán y su turbamulta de objetos y personas desaparecidas, amigos y parientes, y parientes sin amigos, cuyos cuerpos son llevados por el huayco amargo de la soledad y entre los que una señora hurta relojes y condecoraciones, postales y billeteras, sobre la planicie inquieta de Yungay. Como a la entrada misma del infierno, las costillas de las tropas invisibles del rey Wu, están ancladas en el humo de un desierto que tirita. Tu Fu: versos descalzos que viajan sobre un río, veinte mil li de un sueño submarino de dragones que planean hacia el fondo, peces que se elevan como telas estampadas con rostros del emperador enjuagados en lejía. Un estrabismo japonés te sume en el odio de las máscaras que te vigilan los auquénidos pasitos, como si cayeras al abismo con la mula: una cascada de versos te acompaña: son los reinos de un momento que parte con la noche y de espera inútilmente una mañana. Paf. La cordillera de los Andes encierra los secretos de los profundos precipicios que hunden sus gargantas entre aullidos como lobos cazados a balazos desde unos ligeros helicópteros, que viajan frágilmente despeinando cereales. Entonces como un lobo aullaré estos versos, entonces las palabras desaparecerán de estas líneas rectas, que son como horizontes que se parten como el alba o trópicos que me hacen bajar o subir con incertidumbre hacia nortes sin opuestos, celestialmente endurecidos como cataratas en estalagmita; este verso que camina es el ecuador y éste que empieza, el capricornio, 478 Rodrigo Quijano

que galopa por el bajo vientre cruzando espléndidos sures. Entonces partiré horizontes con el alba; como un lobo aullaré estos versos. Dostoievsky, F: si tuviera que escribir de pie sobre la punta aguda de un alfiler en el espacio lo seguiría haciendo. Veo la vía láctea estallar en gotas infinitas y en el desierto blanco un caserío sin servicios podría ser la huella dolorosa por la que respira un cachalote. Tras el zaguán ilimitado de la muerte ahora los muertos creen que su conversación podría conducirlos hacia la fosa del lugar común.

Una sombra sobrevuela el cielo para detenerse como un insecto sobre mi pared: es el oscuro ceño de Vallejo que me advierte que seguirlo es imposible. Y las palabras vuelan. Los muertos mueren en una mirada confabulatoria, presas de un momento incandescente, igual que una constelación que se hunde en el espacio, llevándose la luz del universo. Mientras que los dientes de los cerros vuelan, sin sentido, sobre los parientes y los poemas son montañas que se derrumban sin palabras en la historia y en los planes de gobierno. Una ola reventando contra el mundo me recordará toda la vida la vida, y un lejano aullido de unos lobos lentamente volando sobre lúcidos abismos.

de “Novísimos en la poesía peruana”. Lienzo 10 Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 479

11.

1. No era ese el desierto que prefiguraba esta ciudad. Y no era esta la ciudad que prefiguraba este desierto. La ciudad es entre todas esas cosas, una isla, en cuyo centro hay una palma abierta, por cuyas inolvidables huellas se desplazan algunas vidas solitarias a la sombra de unos pobres edificios. ¿Recuerdas? ¿No recuerdas? Yo sí te recuerdo mucho mientras viajo por las carreteras. Tú dices: Berlín posee las ventajas de la isla (ya que es literalmente una) y el atractivo del laboratorio. Berlín es una piscina en cuyo fondo la gente camina lentamente, como en una ilusión celeste, como en una solución artificial. Y así es: Berlín es un inmenso Jesús María, con sus zonas que tienden más a lo San Isidro y sus zonas que tienden hacia insólitos Linces. No, Berlín no tiene las aglomeraciones carretillas de los ambulantes, que son como mesas en las que no hay comensales sino una atareada servidumbre (siempre de pie, siempre de pie), cuyo rumor amplificado es el verdadero espacio que ocupa Lima. Y entonces es el rumor el verdadero espacio que prefiguraba esa ciudad también entonces el desierto el verdadero espacio que prefiguraba a ese rumor y ese rumor, el verdadero silencio tras el espasmo. Así es pues, Ferdi, los tatuados turcos que ves por las calles marchan en silencio hacia sus fábricas como si realemente caminaran bajo el agua, surcados de miradas que pesan por su ligereza. Embotados de este silencio denso como todos los sueños podríamos gritar, cada uno a cada lado del planteado océano, pero nadie nos oiría nunca.

2. Pero nadie nos oiría nunca. Acaso el paso de aquellos extraños trabajadores siga las mismas huellas de todos los inmigrantes. Y entonces sí, nada nos diferenciaría. 480 Rodrigo Quijano

3. Surcados en esas aguas, siempre aparentemente las mismas, aparecen esta vez los honestos plásticos de los ambulantes y en cada pedazo de ellos te espera quizás un momento de tu vida o su contrario, cobertizos detenidos en su inmóvil vuelo de cúbito dorsal, parecen supermanes, te lo juro. Pero todavía no encuentro el paralelo exacto. entre ellos y nosotros —y entre nosotros mismos, es claro—, Kreuzberg, “el gran Lince en sí” de esa ciudad y todos los Linces del mundo.

4. No era esta la ciudad que preferías, pero este es el desierto que la va cubriendo, cargado con su propia, congénita, historia de huacas, observatorios y centros de peregrinaje. El silencio es ese polvo que aterriza sobre las cornisas de todos los recuerdos, de todas las palabras, hasta taparlas quitándoles el ya raro “valor” que yo creía que tenían.

Y el movimiento, el único movimiento, que los lleva a trasladarse de un punto a otro en el coloreado mapamundi y el paso de la propia geografía a la historia ajena, donde entre cielos quemados y pastos crepusculares he oído decir: hemos estado aquí desde el principio, por qué no habríamos de estar aquí al final? Pero a esta distancia y con todo este polvo, con todos estos años, quién los reconocería.

5. Verdes carretillas, entre naranjas y amarillos plátanos. Lúcumas atardeceres en la tersa piel porosa de unos mangos semiavergonzados que, bien vistos, tienen un polo tuerto y un Gauguin atravesando el hemisferio. Todas estas frutas, en el acalorado color de estas tardes parecen niños dispuestos en una maternidad listos para la confusión y el intercambio de padres. Aquí un limón debería ser un limón, o deberías sentir el ácido color de su verdura. Pero hasta ahora nada.

Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 481

Ahora todo parece tan viejo, como si las aguas que cubrían estas tierras (donde tú y yo hubiéramos buceado, hablando de pescados y anémonas y transparencias) se hubieran ido ayer. Pero acaso algo cambia si lo digo, ¿acaso algo cambia si lo escribo? Como si no supiéramos que este lapicero no es capaz de modificación alguna, como si pudiéramos darnos la mano sentado cada uno sin moverse de su sitio.

Caes en una celeste piscina a refrescarte las sienes, y un prado entero hecho de pura felpa requieren tus huesudos pies. Pero el espacio es inútil pues sobre él se escribe el poema.

Ahora podrían desmantelarse uno por uno los sueños con la pasión imbécil del fanático, pequeño, comerciante y el ruido ensordecedor con el que se despliegan las alas de un rugoso plano en el recinto más tranquilo de una ciudad abandonada.

Pero la violencia es real y mi propuesta imaginaria, mientras trato de abrazarte como si la distancia fuera esquivable con un atajo de pálidas palabras. Y aunque suene trágico, no lo es; esa es la ley de este tipo de caricatura, ya que solo eso es verosímil frente a la diversidad.

6. Entonces trataremos de otro modo. Un limón debe ser un limón y esos miles de muertos maduros no deberían formar un bodegón de hombres expulsados de este mundo, sino un túmulo tangible, capaz de hacer llorar hasta los mismos cerros detenidos frente a esas quebradas gargantas, amoratadas de besos, de cal, de huesos.

482 Rodrigo Quijano

Imaginando este osado osario levantándose para caminar hacia las playas, la visión sería tan fuerte que nadie volvería a dormir. nadie volvería a mirarse a las caras. Todos estos años.

7. Detenido entre el trampolín y las aguas de una ciudad en la que no termina aún de zambullirse puedo imaginar escenas de siniestras naves sobrevolando miles de palmeras como brazos alzados al cielo, el sudor del piloto, demasiado camuflado para un día de tanto sol, brillando en los cromos de su casco al interior del cual se pregunta casi con honestidad Si no estará matando hormigas;

y mientras tú vuelas hacia 4 paredes de mayólica cúbica los fantásticos faros de los automóviles me muestran el complejo, denso camino, apuntándome directamente al cuerpo pues esta mañana me he mirado largamente al espejo mientras el tiempo pasaba por la radio: un policía borracho mató a su mejor amigo.

Guíame Sr. de Muruhuay

de Una procesión entera va por dentro Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 483

Me recuerdas mucho a alguien

1. me recuerdas mucho a alguien que conozco bien, quizá demasiado bien, o eso creo. aquí los días están bastante más largos que lo necesario, pero sin nieve para tapar la bulla y los gritos del verano, y con recorridos cortos y previsibles, todos al mismo lugar. a punto de renunciar al único empleo fijo de los últimos 10 años, pero no a la chamba, y con diversos sucesos de fin de año, faits divers comme on dit, entre los que está el intento de suicidio de una amiga que sólo cosechó dos costillas rotas en el segundo día del nuevo siglo; el triste suicidio eficaz de un amigo poeta que se prendió fuego en su habitación, pues era eso o era la autocombustión esotérica, fenómeno lleno de puro infinito misterio, al cual lo imagino entrando con lucidez y con media sonrisa mientras lo anunciaba en poema y en libro nuevo; y el ahogamiento del novio de otra amiga, que yo no conocía, pero qué más da, en una playa que tampoco he conocido. hay bastante niebla, eso sí, palpable como las mentiras, pero a la vez inalcanzable como ciertas noticias que pasan delante de uno, migrando de un punto al otro del escenario, una cortina corrida con impaciencia entre chorrillos y magdalena, o entre la herradura y la punta, callao, que a veces se ve, a veces no se ve, como la punta de un iceberg que es la ciudad de lima naufragando en sus pensamientos, mientras choca con ella misma en la oscuridad y en sus propias, invisibles orillas. 484 Rodrigo Quijano

2. 17 candidatos presidenciables de tu país, todos en pos del gran negocio. todos más o menos iguales y más o menos distintos, siempre reiterativos, masivos y consensuales, y sobre todo nada sensuales y bastante cons.

3. palmeras y bateas de plástico, y también beatas del plástico peruano bien reciclado, santos de cera y efigies puras de la balacera, del arco del triunfo artificial por el que ingresaremos al nuevo siglo con un portazo de bienvenida, o tal vez y más sencillamente, la llegada a un lugar absolutamente vacío, como un cajero automático lleno de papelitos arrugados en el piso en la madrugada.

también algunas pulgas dejadas por cierto perro que pernoctó una o dos noches aquí con su dueña, gente que se extravió en una caravana que atravesaba la selva canina y que saltó a seguir su camino por la sabana —o eran tan sólo mis sábanas en las que alguien saltó?

4. varios cebiches haciendo cola delante del malecón, varios cebiches de camaleón, varios cebiches en acordeón, varios cebiches de cola de camarón. —es una salsa, o así lo merecería la felicidad pagada de un año nuevo pero no lo es y el año tampoco es nuevo y la felicidad agotada.

y así muchos proyectos. y casi casi las ganas de hacerlos todos y de dejar pasar el tiempo, lentamente, como pasa el verano, como un heladero que pedalea despacio entre la siesta de sus clientes, aprés midi de un fan caminando sin rumbo bajo los árboles y oyendo la música de un día cualquiera a la tres de la tarde, en el calor intenso de un día cualquiera a las tres de la tarde.

de Diario de Poesía 58 Roxana Crisólogo (Lima, 1966)

• Abajo, sobre el cielo. Lima: Nido de Cuervos, 1999. • Animal del camino. Lima: El Santo Oficio, 2001. • Ludy D. Lima: Flora Tristán, 2006. • Trenes. México D.F.: El Billar de Lucrecia, 2010.

485 486 Roxana Crisólogo

Yo era una niña mi primer poema retumbaba en las orejas de mis vecinos como un vendedor callejero

todo lo que nos sirve se extiende sobre la lengua amplia y puntiaguda de la tarde

si hubiera habido agua para lavar la melena sedosa del sol la urdimbre de orfebrería que el deseo acantonó en plazas de una existencia inmóvil

ah muslos de las dunas deshojadas atravesar el denso tapiz de la neblina que las palmeras impregnan de una incomprensible laboriosidad que aqueja volarle los sesos a la luna es verdad no había agua para regar un jardín el desierto era aquella humanidad y el polvo que mi madre empuja con la escoba

de Ludy D (2006) Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 487

Una construcción que no me permite observar hacia afuera una construcción abisal y sórdida como un cuadro abisinio bajo el lente estoy en Louvre y Louvre en Plaza Francia es un espejismo Desde lo alto de un bus contemplo la ciudad el sol brilla intensamente como un par de anteojos blancos cáscaras rotas botellas sin licor una banca verde me espera sólidos intactos versos que aún musitan sonrisas Un líquido oscuro como niebla nos envuelve al atardecer

“En algún lado mora mi soledad” es una vieja canción la escuché en los labios redondos de una muchacha en un bar de Lima allí conocí el amor sus cabellos ahondándose en su seno como serpientes son la nostalgia La confusión convulsa sobre sus paredes de barro rosa me agita sus trucos los malos trucos diseñando noches enseñando diariamente cómo salir por la ventana trazando un puente directamente hacia ti en esta imagen y música rock decadentes Absurda tapizando las noches con cremas descubrí ese dulzor indeleble reflejo y me permito soñar acerco un trago caliente insalobre material oscuro de té a mis labios mientras me acaricias y eran golpes suaves ruedas húmedas una espada helada descendiendo por las escaleras hacia el fondo Una sucesión de escenas fantásticas mi hermana bajo la mesa porque le teme a los temblores férreas cortinas de luz aplastando paredes vacías y paredes hechas polvo frente a la cámara son la suciedad fetal que temo 488 Roxana Crisólogo

Las construcciones son altas Indomesticable como un animal me agito Insegura en un clímax violeta —sólo hablo francés en sueños— retengo la saliva ato un párpado a la reja gris busco la llave exacta es difícil escoger el ángulo de salida el cemento suave Sé que en algún lado mora la soledad (mi soledad) y a esa muchacha no le gusta su oficio Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 489

Retratos de arena 1. A Lucha Reyes recuerdo su grito ronco laminado extraña voz extraño color de piel los músculos eran aún gelatina movible difusa como el fuego de antorchas ¡un vals pequeña! un escupitajo azul de abundantes bronquios En televisión los vestidos hacen bellas transformaciones pero el callejón quedó inmune como una vacuna intestinal inamovible en la piel esa marionetilla antialérgica mírala —sabe cantar— su cuero negro azul marino bajo los reflectores ¡una cicatriz demente en la foto! vamos Lucha (Luchita) la cancha espera El aguardiente añejo en un solo sorbo ácido para los amigos la carroña en orden y numeración sobre la platea curva un contrato seguramente y salir de aquí a las Bermudas a las Bahamas a donde sea salir de aquí ¿quién lleva y trae los paquetes? El foro muerto empuña como un botón maduro la oscuridad la iglesia de violáceo sale al encuentro con sus alas de palma yace inservible en la alacena Nada que beber ni sonreír Esta vez no Ahora el micrófono es mío el púrpura descomunal de la orilla soledosa me excita encajona mis pensamientos algunas ratas rodean El Buque y el color lava el cielo sucio sobre el asfalto flores de felpa ¿y el agua que no existió? —y el agua que no existió nunca 490 Roxana Crisólogo

Entonces sólo era la felicidad y el rey negro de las cucharas con un tenedor brillante en las axilas redondas de la noche un par de ajos gigantes Aplausos sobre la pleamar endurecida de la pared Un corazón de jesús ebrio sobre la puerta descansa del sueño tu padremadre el tío Miguel formas impresionistas como el amor Hay que ir al Karamanduka para verte sonreír de ese modo ¡Qué jarana! sudando bailando gozando de ese modo Hoy quiero darte la peluca de rafia dorada del maniquí celeste que te prometí los rizos piel de tigre antes del sueño Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 491

El Agustino lo que yo llamo cielo y es tierra y todas las noches ocupa un espacio distinto al de los cielos y se extiende sobre un paño de noche elegante y vive como las fogatas de los castillos conquistados allá arriba y deja escapar anillos de luz simples bocanadas de gente innumerables miles no podría contar cuántas veces me perdí en el cielo yo que creí que pisaba tierra empecé a enumerar sus escalones desvanecidos con tanta facilidad por la gente que al pisarlos los duplica los triplica y pienso que es la velocidad —alucinaciones de estómago vacío— de trabajo mecánico y a tiempo completo sin vacaciones con vacaciones —sin goce de haber— o sólo el caos en un mundo que no es cielo ni tierra entre tierra y cielo cielo y tierra hay un lugar común de seres indiferenciables que bien observo con este cucurucho que quiere —intenta— ser mi único microscopio o mirador oficial sin asomarme a la ventana del micro aunque la gente grite Me ordene cordura razón para no mirar nuevamente verme indefenso en un mundo que no podría domeñar solo Ese día casi toqué el cielo porque su olor a tierra sudada o lo que sea se impregnó en mi chompa en mis cabellos quedó un poco del polvo abigarrado de su alimento mi lengua también saboreó la acidez segura de sus suburbios celestes y no dejé de parpadear cuando quise contar cada lucecita suya en la inmensidad —ya me estaban tragando— Si no fuera por estos golpes torpes ininterrumpidos de chofer por esa voz ronca de vaso vacío (solo) que desde arriba me recordó que simplemente estaba abajo

de Abajo, sobre el cielo 492 Roxana Crisólogo

Después de tirar la lata inservible que taponea los ojos la soledad se desportilla en su lugar de taburete el salitre entra a desnudar el biombo que tapa sus carnes porosas de bailarina Una ciudad de traje a rayas en busca de luz y algo que coronar en el sol fundido no calcina pocos cráneos resbala su sordidez con un peine La virgen hundida bajo dos tacones en la arena navega horizontal segando cabezas voladoras llevándose techos carpas al redil humano de la sumisión bajo la cama oronda cuando un primus echa llamas al friccionado retrato de familia un porongo la cancha el petate distribuyendo a cada quien la porción que le toca trepar carne seca de todos los santos el nicho que le toca tapar el enquistado hormigón que discernir en pedazos

Y soy consciente de esta fruta y estoy pendiente de esta bruta condición arrojada de algún poco o mal conocido estado de cosas ¿cuánta arena tiene que llover para el éxodo? para habitar lo inhabitable no basta con instalar antenas

Arrojada al paraíso que las linternas indagan con sus ojos ciegos de un más allá utópico que no sólo los fanáticos prometen también las manos hacen de espejo y cuchillo

de Animal del camino Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 493

Voy de bote en bote hasta dar con el hilo de pescar la pista de baile es un charco y no he hecho más que zambullirme y someterme a los caprichos de un conocido clavadista cuando la luz se pone y el sol se malforma en la transparencia agreste de otras playas

para el dj invitado los peces dilapidan su oxígeno de país entero intentando dar vida a esta cadena alimenticia de malos entendidos y formas abren sus ojos en su lugar la gente habla en distintas direcciones los ruidos son mercaderes que cuelgan de la iniciación de las rocas estiran sus cabellos filosos marcas de un cielo estrellado imagínate a vallejo caminando por el puerto animando a los que cada viernes por la noche secretamente se compenetran desde el tallo débil apenas se escurren las sombras góticas de algún estudiante escondido en el hábito transexual del otro

el trance que la monotonía insiste en regular la drag queen repitiendo que un horario justo de trabajo no la traería aquí

el viento no tienes ni la más puta idea de lo que es desplumarse aquí 494 Roxana Crisólogo

Me separo de mi hija sin mala conciencia la oscuridad no se detiene hace lo que una bola de grasa en un paisaje empantanado de ojos

yo terminaría esta novela con una frase de bolaño

pero no es chile se trata del perú y eso puede tomar tiempo y el desierto no termina y mi hija sabe que su madre anda extraviada en alguna carretera de innavegados cactus y me perdona

y levanta sus alas las palomas arañan los edificios más altos una antena con dedos de mujer sostiene un monumento arcano a la sed

todos van colgados a una sed que no termina como a un prójimo

el anuncio comercial que me acuesta desnuda sobre un botellar de cervezas y me expulsa del paraíso

nadie sabe que desde ahí domino el mundo del agua desde mi triste traje de baño cantonés siento frío y hambre las jarcias son fronteras que difícilmente me separarán del muelle un lenguaje una obsesión que no termina Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 495

Recuerdo sus jeans baratos y ajustados sus blusas simples rosadas blancas y estrechas recuerdo su revista rosa su bolsita cusqueña cruzada como una metralleta de lana recuerdo sus camisetas de hawái sus polos de mickey mouse recuerdo las ganas con que miraba a los chicos guapos blanquitos de la vanguardia al cabello largo y ondulado de josé a los católicos impecables en la mente a los delgaditos de bondad como una bandera al john lennon de la mitad de sus narices cómo los amaba y también cómo los odiaba ella que deliberadamente se inició en el aprendizaje anarquista de la disección a veces dispuesta a demoler sus sombras cómo se miraba y cómo me miraba y cómo expectorando la mitad de su cuerpo un paraíso negado a la desnudez aparcó en los insondables desiertos de lima la recuerdo un día en que el tráfico rural de un camión la dejó sola en el mundo isleño de los vegetales el sarro azul y bautismal del afinador de cuerdas en el vello púbico de sus palmas en la ciudad hipnótica y la soñé hipnótica habitando una ciudad de cuerdas no te acerques a ella no le digas no le cuentes no la toques

la música era la misma desmenuza todo menos su odio todo menos eso que nos separa incinera su amor que le quede algo que rebanar que diga que piensa en sí y que tema cuando se suelte el cabello y una nota acerada desde el fondo maxilar de su cuello crezca como un bozal en su piel 496 Roxana Crisólogo

y se vea acholada achorada aniñada estúpida escuchando a ese metiche a ese designado por la dirección general del partido a esa multitud que nos separa

de Ludy D Xavier Echarri (Lima, 1966)

• Las quebradas experiencias y otros poemas. Lima: Caracol, 1993.

497 498 Xavier Echarri

Epístola a los pezones (arte poética)

Cuando la poesía deja de partir de la experiencia y se ciega de libros se hace retórica, Anapesto, pero la experiencia se resiste en poema a los indoctos.

Por eso lee, Anapesto, pero no demasiado; has de escuchar también a los rapsodas, los melómanos ciegos, las comadres: Todos los mensajeros han traído noticias, y disputan entre sí por anunciarlas. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 499

Las quebradas experiencias

Oh animal gracioso y benigno, que visitando vais por el aire tenebroso a nosotros que teñimos el mundo con sangre

Dante

Imagínate estar cayendo entre el quinto, el tercer cuarto piso del tiempo, entre celestes imperios de hielo. Imagínate dormir junto a la estufa de los astros, y caer de pronto en los carbunclos ojos, a repasarlos con una lengua de perros. Imagina la solidez del elemento humedecida hasta evaporizarse. Un pez que ladre a tus oídos, un tronco entre las córneas del lago. Una vibración existente. Una danza guerrera en los camales sangrientos, la multitud de sus rostros desnudos boquiabriéndose. Tú danzarás entre ellos tras el conejo de la noche. Entre el gallo solar y el despertador que pone huevos.

Hubo un tiempo un sonido El muchacho descendió de los árboles terso, con el sol reventando los baúles, los odres. Un monasterio de clausura en plena selva donde monjes leprosos viven en absoluta licencia. El sudor de las hojas se impregna y ya no puedes con el moho fosfores- cente que te invade. El enfermo da vueltas en la cama: ha tenido que matar, se le nota en esa forma de perfilar los gestos en danza. El parlamento delibera, el fornicador ejecuta la sentencia. Las ambulancias venden carne. El viento continúa su camino sin rumbo.

Lima a las tres de la mañana: puentes, el surco del zanjón, los animales se resguardan en sus cuevas. El rostro túmido de la mascareta de plomo con las manos en las redes: El placer es el principio, y el placer es el fin. El dolor es otra forma del gozo. El placer en el agua es espuma, negra espuma. El placer es un géyser rojo, el caballito de totora entre los tablistas. “Fornicad los unos con los otros, pero hacedlo de manera animal, como pastos rompiendo las veredas. Multiplicad el gozo, bebed la cicuta del cielo a la mañana y urdid trampas todo el día para la noche”.

500 Xavier Echarri

El rostro tímido de la depravación sexual camina dejando sonar las alpargatas. Una ética del placer camina en multitud de pies descalzos, el celeste esfuerzo contra el imperio, como un autoexigirse japonés, un harakiri. Que vengan, entonces, los amigos, ésta es noche de humo y de silencio, —“Aquí suspiros, llantos, altos ayes resonaban por el aire sin estrellas”— ésta es noche de manzanas calientes; (¿conoces a ese meditador trascendental que llega al éxtasis con el mantra de poto, poto, poto, poto...?) ¿Qué? ¿Has perdido la dirección? Al fondo siempre hay sitio. Agárrate bien de la barra.

Yo no descubrí a Venus hasta que la vi bañarse entre cilindros de cerveza. Ni monda ni en demasía lironda se cubría de espuma, y un cielo, demasiado presente, se cernía desmesuradamente quieto, sucesivo. Zul, ¿recuerdas los pasitos del gallo en la cascada?

Un cascabel veloz arde la espalda de los cerros de arena. El mar es un rugido cavernoso, oscuro. En el vientre de las jurisconsultas se traspapela el expediente. Ese huesecillo musical, invisible, pegado a las ancas. Ese desarrollo de bozo prematuro. Vive allá de tu voz voces y altibajos oscuros, pendulación y corte, perpetuamiento.

Tienes que creer en la fuerza de tus manos, en los fondos marinos, entre árboles rozados por la cola de los marinos caballitos. Un schuás de schussss en plena cara de pececillos tricolores, roja marea de tomateras: nuestros cuerpos desnudos cruzan las autopistas. En el sol nos espera un taxi.

Un libro en el que todo maravilla es Lezama, de lengua absuelta y ligera, tenuemente rosada con puntitos blancos. Una pared de ladrillos celestes, y un perro amigo de sus pulgas apo- yándola serio. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 501

Un prestidigitador de desayuno, con abundante mantequilla y tú dices que queso. En todo caso acomoda tu saco transparente, desabotónate la piel es cursi, pero hazlo. La ballerine bisturí, los tenedores brillan tras la perla. Paños de sangre como toallas o fajas, circos de globos con la cabeza en los leones. Voltea, voltea, balsita de papel, voltea hasta la cumbre de los monos.

La fruta era entonces amarga y dulce al tiempo, y el zumo que manchaba la cara, de sangre.

El ventrílocuo pianista se inyectó dos teclados de menta, su cadáver morado flota bajo la luna. En esa región plomiza del cielo donde nadie mora, en tal habitación no visitada, pasada por reliquia, aguada, crece un suave fogón de piernas: La caníbal comilona tras las latas de un callejón del puerto, en la cuadrada vía donde arden de una a una todas, y bellas al mismo tiempo, las señales de un camino infinito, polvoriento. Vocación de borrachos perder los trenes boqueando tras la huella del cóndor, y pisar hojas, sentarse sobre la tierra roja, la hierba tibia y fresca, sedienta, una gran lengua en las mandíbulas de cerros y de cielos.

Él siempre está llorando. Escucha, no hagas nada, él siempre está llorando, y se queja, y de todo acusa. Como uñas en las piñas o su aroma en la cara, rasgado el velo con todo y rostro, el caparazón —fugada la tortuga—, el desliz de la palma, del dedo. Está morado de tanto que se aguanta, herido de lo que se agota. Muere, es su lema, y sus fieles no lo siguen, pero sí lo predican, y ejecutan.

Vaya con el chiquito, llora desafinadamente dulce. Nadie ha muerto en su casa, salvo él mismo, y lo ignora, e insiste en un llanto inaudible de frío, de congelamiento. 502 Xavier Echarri

¿Este lado? Si hay otro lado siempre detrás de donde estamos, ¿no son voces acaso también tus voces? Lo sabes bien: lo ignoro, y tú caminas o gateas por azoteas de tablas y coladas, y no paran los mocos y las lágrimas. Una estrella apareció, Ismael, te vio despierto y una gota de sudor dio un árbol, condenado hacia arriba y hacia abajo. ¿Condenado? ¿Quién va cortando pasto sensitivo, pisando sin cuidado la lengua? ¡Silencio! Puede despertar de pronto, y devorarnos.

Entonces aprendiste Kung Fu, y recorriste la costa verde haciendo canguros; después tomaste fotos de sus potos y caminaste distraídamente quieto. “El buzo en el mar cereza” “Un lenguado en cada nalga” Las redes derraman su cargamento de cabezas, los caballitos relinchan en las olas, tiemblan esponjas, se maceran estrellas. ¿Y el llanto del chibolito? ¿Qué fue de él? El benigno sereno de la noche relamía los colmillos, el follaje era un estremecimiento continuo. Corría el rinoceronte blanco, y ahora era un gamo enloquecido, un pez sin ojos. Un remolino de muchachas —¿o son mujeres estas viejas que aún maman?— ¿El animal es natural, el hombre es animal contranatura? Deja de cuestionarme con el rabo, deja de posesionarte de mi costumbre ligera.

Zigzagueante verano, verde y claro verano de la guerra, entre muertos por peste conocimos animales. El ya clásico oso de tu departamento, el oro de su piel, y sus lamidos. En el Vesubio un mar morado nos rodeaba, sus espumas naranja. El hielo en lancetas infinitas ‘—unas de carne, otras de pollito— El tiburón adviene de su círculo mojado.

Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 503

La rigidez de un armadillo rosado, la humedad de su piel. El ventrílocuo pianista que come hielo. El de avellanas transparentes, de lasas tibias. Ahora se estará rascando la ingle. Sin duda ahora se estará pellizcando y mordiendo y lamiendo y babeando. Sinceramente ahora será otra fosa, y hará lo mismo distinto, incompatible con la luna. Se es como en niñez cautiva dijo el mono, bamboleando la cola a ritmo hipnótico. Mostradme un punto de apoyo y yo os apoyaré en el punto mostrado. La postura carnal es lo de menos mal que a ti te gusta también sucios. Como dos sanos perritos.

“Alguien se dispone al amor, tendido, descorre el cierre, y las manos liberan un pene caliente, duro, rojo. En la lengua te excita su dureza salada, su longitud curva. Bajo tu truza, y la belleza de tus nalgas me irrita e imanta: mi falo busca a tientas tu ano, gritas cuando entro entero y lo comprimes”.

Te siento como una vieja que pone huevos, si no puedes resistir una mi- rada, o balbuceas en tanto, o te acometen deseos de fuga, olores a resina. Si el lomo riza y encabrita la bestia rumiante. Antes del fuego en Faulkner un cuchillo, y las hediondas aguas del pan- tano, las nubes impertérritas de lejos y bajando el caminante desenvuelto. Una leyenda negra hube en Chincha —allí estabas, no sé, como besándome, y nunca acababa de sentirte, porque no había empezado.

Entonces habló, levemente al principio, y luego: Muy noche vi la herida, la sollozante, y tuve miedo, porque los laberintos de aire no sabes hasta dónde, con un frío mordicante, dos esferas por tierra, dos ojos. ¿Y los caballos blancos? Tú decías: ‘los vi rodando por nieve’, ¿dónde están? ¿nadie los monta ahora? 504 Xavier Echarri

La noche es demasiado aplastante. El niño vagará por las calles, rondará los colegios, nos seguirá de lejos. Un niño llorando nos seguirá de lejos siempre.

La muerte envejeció al planeta, la peste sólo mitiga un poco con el cuerpo. Pero el cuerpo resuena cascabeles, y el ahorcado es cuatro cuerpos.

Yo no pensé que tuvieras el poto tan grande, el jean lo ocultaba muy bien. El flautista corría por la carretera desnudo, y lo perseguían miles de chiquillas. El marinero imaginario embarca a Nínive por Troya. Voz de mercado en la subasta de cuerpos, yo no pensé que existiera un poto tan hermoso. El condenado al cielo pende de tus péndulos, el invitado a cenar, a cercenar. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 505

La esfinge

La esfinge se arrastraba sigilosamente sobre la arena, se raspaba las costras con la pata. Dormía de humo en los azules, Desnúdate, El segundo corazón me salió deforme.

¿Puedo alzar la vista a las nubes y contemplarlas realmente? ¿Dibujar el vacío? Un dromedario extravió las orejas —“Abu Hasim, Abu Hasim, ¿por qué llora el camello?”

Extraño el modo en que la gente se une, Extrañas nuestras entrañas. “Mas, nos, preferimos la paz de las clavículas”, Pero quien menos sabe de una mujer es su marido.

Nadie cegó al cíclope. Soy el mar y la tierra no soy tampoco Todos los litros del océano, las masas de agua verde y transparente con todos los seres desnudos que se comen. 506 Xavier Echarri

La herrumbre del rostro

Desciende, ser, siente el polvo que gime en la herrumbre del rostro. Siente la brisa pulverizada en lágrimas, del rostro, siente el sabor de las cadenas. “Animal entre los hombres, conoces bien tus límites, el rigor de las necesidades”. Y todo lo que deseaba, la fruta roja, la dulce mescolanza, al punto Se le concedía ¡ah! bajo olas oscuras que agitaban el cielo.

Sabes que vives enredado en la maraña de una imaginación despierta siempre Y sacudida por millones de átomos que sangran al chocar, Y chocan, se desprenden, chocan, se desprenden, todas las formas en su más íntima sustancia. ¿Opondrás a la muerte una máscara irónica, apenada, hastiada, espantada? ¿Te dolerá perderlo todo, lo vivido y lo soñado, lo que pudo ser, lo que no debió ser? El engaño teñirá tus pupilas sobre un piso que se desmorona a cada paso, Y perderás uno a uno los dientes, los escrúpulos, y la belleza Será sólo un recuerdo y un ansia, un recuerdo y un ansia, sin objeto.

Es fría la tarde, y los miembros desnudos que la imaginación recorre Son agua fresca entre los dedos torpes, y no hay nada, nada que esperar.

Ir detrás de la sensación, por la sensación y el cansancio, Y la sensación que siempre se pierde más allá de la puerta: “No esperábamos mucho, pero hasta ese poco nos ha sido negado. Somos Esos barcos encallados en la roca por la feroz tormenta, esas casas de piedra que el tiempo desmorona, Y entre cuyos escombros huesos secos se hacinan”.

Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 507

Desciende, ser, toca tus bajos fondos. Escucha el viento que silba en las cabezas huecas. “Déjame pastar en el abrevadero de tu cuerpo. Déjame figurar entre los rostros cuyos cuerpos amas”. Desciende más, siente el polvo que gime en la herrumbre del rostro.

¿Nos zumban los oídos o es el mundo el que zumba? ¿Qué sensación se aprieta en nuestros músculos, contrae levemente nuestras pieles, Se anuncia y nos recuerda que permaneceremos sobre la tierra negra? El mar azulino rebrilla en la distancia de los ojos. El sol todo lo toca: las olas, las playas y las rocas. ¿Qué cadáver husmea en los rincones? El recuerdo de un rostro que los años cuartearon en el polvo, La mirada congelada de espanto, el vacío más profundo y más blanco.

Cargas la barca de leños demasiado pesados. La corriente cristalina de tu espalda arrastra flores y hojas secas Entre paredes tapizadas de verdura. Limitado, separado del resto, clausurado, caminas mirando las veredas, Los parques, las esquinas, absorto en el fluir de carros y de rostros ambiguos en su expresión de agitado cansancio. Argollas, brasas cristalinas, aprietan carne contra carne, y del choque el humus negro reverdece.

¿Vivirás entonces? ¿Alguien te tenderá la mano sin el cuerpo, el cuerpo, sin la mano?

¿Bajo qué cobertizo guarecerás tus dudas? ¿Dónde, di, dónde vivirás, y amarás, y clavarás los ojos y las garras? “Los precipicios de la mar guardan ahogados en el humo de la risa”, Pero tú ya no ríes, sino lloras, ya no lloras sino miras: ojos limpios que los días han cargado de tristeza.

508 Xavier Echarri

Amanece en los riscos más quebrados, azulina florece la espuma de las olas, Y la quilla separa las aguas del océano: Tiempo suave de la consolación. “Detrás de las cortinas del Beleño seres nudos mastican los frutos más oscuros, los tallos más amargos”. Clavado en retinas, clavándote en retinas heridas, abre los ojos para siempre. ¿Quién habla por tu boca, toca por tus manos oh mira por tus ojos? ¿Qué pregunta se aprieta en nuestros pómulos? El sol arquea las vigas más macizas, fustiga el maderamen de este inmenso tablero, constructo de los hombres. Desciende, rostro pardo. Desciende más al fondo alucinado: mira los negros peces fluir en cada pliegue desollado hora tras hora. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 509

La máscara de la horma

Estoy solo y siempre estaré solo

Solo contigo solo lejos de ti Tu piel es la barrera yo quiero esa barrera No hay límite en mi boca pero sí en mi lengua. Un corazón derrama por la mesa Como un mantel de sangre o una sábana, De un gancho penden nuestras ropas Nosotros tremolamos en la luna, Luz de la noche pared que se desnuda Pero sólo hasta el límite la raya Que invita a traspasar ojos cerrados ojos ahora deslumbrados. Estoy solo y siempre estaré solo Solo de ti siempre solo contigo. En ese siempre una puerta se ciega Apretándome todo más allá de tu cuerpo, Más allá de tus ojos más allá de tus manos, Más allá si estuviera en lo que desconozco, De tanta luz veloz de tanto movimiento Ah tanto en ti no visto jamás de ti expresado?

de Las quebradas experiencias y otros poemas

Jorge Frisancho (Barcelona, España, 1967)

• Reino de la necesidad. Lima: Asalto al Cielo, 1988. • Estudios sobre un cuerpo. Lima: Colmillo Blanco, 1991. • Desequilibrios. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, Ficciones, 2004.

511 512 Jorge Frisancho

Desiertos del Perú (fragmento)

III

La palabra más dura es la palabra que te nombra. Un poema se construye con silencios / esta música suena en tu interior y sólo copias sus ritmos & su velocidad: ¿Cómo, entonces, un país tendido como un cuerpo desconcertado sobre su propia geografía desolada & metafórica?

La palabra más dura es la que no te nombra. Un poema se construye con silencios / esta música no suena en tu interior & no puedes decirlo, aunque lo sepas. Mírate bien, poeta: afectos como cicatrices sobre la piel del mundo & sobre tu propia piel, parejas de palabras sin sentido, un himno ilegítimo e idiota ¿es todo lo que puedes recordar?

Entonces, respondí: Por más leve que fuera, la sombra me poseía. Pensaba en mi país como en el canto de la gallina y lo dejaba correr sobre sus propias ausencias innombrables, oscuras, profundísimas. Pero ahora estoy aquí. Y todo lo que veo es el litoral interminable, el perfil superpoblado de la costa & su accidente mineral, los letárgicos desiertos & las carreteras infinitas & desnudas bajo la neblina. Qué importa, entonces, cuál palabra me nombra y cuál palabra es apenas un sueño como una estaca, un recuerdo en estos condenados arenales del Perú.

de Desequilibrios Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 513

Hombre & mujer oblicuos en el plano

Yo era una multitud de muchachos atravesados de espanto, con la mirada sucia y el rostro cansado de andar recorriendo estas tierras infructuosamente, con la lengua entorpecida por el agotamiento y el sudor. Yo era la lluvia que moja los cuerpos más jóvenes, los cuerpos que el tacto reconoce en la oscuridad poblándola de abominables sueños. Mis propias manos pudieron ahogar aquel tiempo, hundirlo en una sucesión de imágenes deformes, translúcidas y sin color: siglos o segundos en los que la eternidad es una mueca esperada. Y descubrí un poema tan hermoso como una mentira, el engaño que es una ciudad huidiza y enferma en medio del desierto, y en medio del desierto descubrí su lenguaje confuso, y tras él hallé el cuerpo intacto y oloroso de una mujer reconociendo el límite entre su cuerpo y la definición de su cuerpo o el sueño, o la mujer contemplando su cuerpo en un espejo tenso como la piel, encontrando su centro en una metáfora imprecisa, alcanzando la quietud en un océano irreal/en un océano tenso como la piel de la mujer, su cabellera durmiendo entre la contemplación y la vigilia de una ciudad detenida/su cabellera agitando una ciudad detenida anunciando un lenguaje ajeno a la desproporción de este lenguaje simétrico y brutal asediando su materia, su vida inútil. Una vida incapaz de imaginarse más allá de estas palabras oscuras que no son sus palabras silenciosas. Y dije: “El amor es el espacio negro de mi sombra”. Y fumamos yerba, y luego nos amamos suavemente, dulcemente, interminablemente.

(Fue en vano: por entonces ya todo había sido dicho. Ningún brazo se cierne en la mentira, miraste ojos de lienzo y decidiste partir. Oh finito cansancio en las pupilas. Ningún ruido es más notable que tu ruido, ninguna voz es extranjera en tu garganta. La soledad es larga como el pasillo de un hotel, lenta como tus pasos en el pasillo de un hotel. 514 Jorge Frisancho

Di: ¿qué otro sueño te invade? Por entonces ya todo había sido dicho: ninguna claridad se cierne en el poema, la conciencia es un fantasma rumiando su desesperación en el lenguaje).

Oh infinito cansancio en las pupilas. Y así se hizo el breve rumor de las definiciones, su violencia, agotados los cuerpos y felices el uno sobre el otro, el uno bajo el otro. Así se hizo un sueño abominable y tormentoso como el tiempo o el amor. Y dije: “El amor es el espacio negro de mi sombra” y mi sombra es larga como el pasillo de un hotel, lenta como tus pasos en el pasillo de un hotel. He hallado el modo de la repetición, el recurso de la inocencia. Yo era una multitud de muchachos: he traído conmigo una risa perdida, una embriaguez imperfecta, he vuelto a amanecer sobre mi náusea, pronunciando un nombre tan hermoso como una mentira.

Ahora soy tan sólo mi imagen meciéndose y rodando sobre tu corazón. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 515

Primera migración / las aves

Conozco la historia de estas aves. Aves que llegaron de muy lejos a poblar una cálida costa y no encontraron sino la arena sucia, el mar que muere y ese largo silencio delineado de sus sombras. Conozco la historia de estas aves vencidas por un tiempo que no puede soportar tanta belleza, es decir, aquel tiempo del ardor y la fatiga, nuestro sueño, el sol que cae sobre la arena sucia y un horizonte que se curva más allá de los ojos: sí, conozco la historia de estas aves tranquilas que me miran, estas aves que miro: esperaron el retorno sin poder olvidar y la vida fue entre ellas el oficio de los desesperados y los mansos, nada notable para quienes aprendieron con dolor que los deseos son un círculo debajo de las olas, que las olas van perdiéndose al caer la tarde. Se alzaron contra un cielo demasiado oscuro, prendieron de él sus suaves sueños y tampoco en su solitaria permanencia encontraron la ciudad. Esa ciudad donde ahora suponen un cuerpo que retenga sus presentimientos, la sabiduría y la paz, una vida finalmente dedicada a olvidar. Pero esperaron el retorno sin poder olvidar. Y nada han visto sino la arena sucia. Y nada han encontrado salvo el mar que muere.

Sí, conozco la historia de estas aves. Su primera migración ha sido en vano.

de Reino de la necesidad 516 Jorge Frisancho

Plato vacío (algo está obligándonos a recomenzar)

Para Rodrigo Quijano

¿Cuántas veces deberé contemplar aquel plato para que suceda, exactamente, un atardecer frente a mis ojos y éste sea el legítimo crepúsculo, entre afranelados ocres y amarillos, que se desenrolla sobre un mito personal, como su relativo apocalipsis?

No, nadie dijo que el poema sería la respuesta, pero no me importa. Nada cambia si me quedo a mirar el horizonte, la sombra del pelícano en la arena, las desfallecientes oleadas de un Pacífico sur —pero no tanto— y luego escribo, parado en el mismísimo ecuador de toda una experiencia cuidadosas elegías, ordenados cuartetos sin fustán, desnudos versos ferozmente sonoros y expresivos. Y sin embargo miro el horizonte como quien mira un espejo y hago de las olas elevándose una simbólica ecuación, un estallido y del pelícano una imagen en el lugar exacto, y éste es un poema mas no un atardecer de dudosa geometría o un crepúsculo coloreado como una hoguera de delgadísimas flamas arañando mi corazón.

No, nada ha sucedido excepto las palabras, pero no me importa. Contemplo otra vez aquel plato vacío, fracasando, y bailo sobre un pie, clavándome en un suelo sin virtudes, mientras a mis espaldas cuarenta catedráticos se ríen sin emoción: elaborados ayes, castísimos lamentos salen de mi laringe sin convencer a nadie y permanezco en vilo sobre mi propia sombra puntual, cubierto de tensiones y ternuras tratando de caer sin conseguirlo. De alguna forma oscuro, herido por la miopía, aún estoy mirando el horizonte como un molusco rudamente separado de las rocas. Suma de minerales y líquidos amnióticos, bajo una piel que se calcina pero insiste, esto soy, y un pedazo de sombra me define ante tus ojos, mientras algo está obligándome a recomenzar. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 517

Porque algo está obligándome a recomenzar: bailo sobre un pie como sobre los arcos de un sentido preciso pero incomunicable, incomunicado yo mismo entre paredes de palabras, y el poema es lo que he venido a recitar en un punto cualquiera del ajeno litoral que se despuebla de todos sus animalillos murmurantes, como tú, que ahora caen graciosamente hacia el falsete.

A mis espaldas cuarenta catedráticos susurran, pero no los oigo. Sus voces aflautadas pueden ser, ahora, un melodramático bolero tropical mientras de mí se desbanda un tropel de pasitos, y jergas, y compases melancólicamente disueltos en el absurdo de su perfección. Guardo, como una paradoja, emotivos silencios mientras la música vuelve, pero la música no vuelve, y tú me estás mirando detenerme en el instante previo a la caída que es, fingidamente, mi destino. No, éste no es un atardecer, pero tampoco un mediodía, y sigo contemplando aquel plato vacío como quien espera, mientras un lapso de tiempo indefinible hace con delicadeza un delta para rodearme, y no me toca. Es el permanente lapsus del poema lo que oigo, aunque me cantes y una hoguera de flamas delgadísimas nos una: aún estoy mirando el horizonte, y el horizonte se mueve y reverbera como un verso sin retóricos meandros, acerado, o más bien acelerado que se encamina sin lástima a su consumación. Y nada cambia, incluso si me desapruebas pues yo sigo bailando mi bolero y tú sigues allí, sutil como un hermano de otros padres entre gritos inaudibles y concéntricos que se piensan a sí mismos como una razón, y son un hueco en el paradisíaco paisaje inexistente que contemplas, como yo mismo contemplo todavía la sombra del pelícano flotar sobre mi propia sombra: el poema se parece demasiado a esta equivocación que dejo deslizar sobre las removidas aguas de mi memoria, con la estructura de un trino y la fugacidad del sol opaco que nos hace, tercamente, un hermoso eclipse frente al mar. 518 Jorge Frisancho

A mis espaldas, cuarenta catedráticos se marchan sonriendo y éste es el momento de saber que el crepúsculo no llega aunque la música vuelva y yo siga bailando mi bolero mientras tú me cantas, bajo los afranelados ocres y amarillos de una historia personal tendida ciegamente en esta playa sin apocalipsis. Y yo sigo bailando con los ojos puestos en el horizonte, aunque un helado viento me cale el metatarso, y el poema no tenga más respuesta, ni más intensidad, que ese plato vacío que nos diferencia: no, nada ha sucedido excepto las palabras, como una hoguera de flamas delgadísimas arañando mi corazón y también tu corazón, en el mismísimo ecuador de este poema mientras algo, eternamente, está obligándonos a recomenzar. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 519

Mi doble (Estadio del Espejo)

Quién se detiene acá para entonar canciones alucinadas y qué voz es la que nos convoca, qué sonido nos trae a ti y a mí, cuerpos similares naciendo en una cálida vigilia y enfrentados como en la superficie del espejo, otra casa nuestra.

Qué silbido en qué lugar oculto, qué sueño irrepetible sosteniéndose en qué noches, y qué noches son las que levantas sobre mi cuerpo implacable, tú, implacable bestia mía mientras miro tus contornos febriles, mientras creces y creces bajo mi inútil soledad.

Y qué nueva caricia construiré para habitarte, qué palabras ocultarán tu horrible gesto con qué dócil máscara, cuando todo concluya y nuevamente seas mi interior animal, mi doble sosegado y cauto. 520 Jorge Frisancho

Nocturno I

¿Qué es, en la noche sosegada, lo que miro sobre la superficie silenciosa del espejo, en su metal sino mi oscuro y último, mi vientre doloroso pero bello, que ejercita sus inútiles dobles en el canto, contemplando la quietud de aquel que escribe, ciegamente, este poema?

¿Y qué es, sino el poema lo que ata en su papel la cercanía del otro, del múltiple, del solo que me aguarda en su tranquila casa de cristal deshabitado imaginario y hondo, como aguardo yo mismo su imposible, su escritura?

¿Y dónde, sino allí, nos encontramos por la fugacidad de la mirada mutua, sin mayor emoción?

de Escritos sobre un cuerpo Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 521

Migraciones [fragmento]

7

La palabra taruca, la palabra silente, la palabra duna me recuerdan sin más de mi distanciamiento y de mi diversión. Pero dura su ausencia, que es la mía en el inapresable ahora como en la yunga calma de sus ocasos, como en su geografía de chalanes hijos y marineras madres, la piedra y el cañaveral que síntomas socavan, como bocas, al pie de su perpetua hambre y danzan en los cuatro puntos cardinales de mi profundo mapa melancólico, falso.

La palabra polícroma, la palabra todavía, la palabra litoral me hablan, desde un espejo sin arrepentimientos, de valles desplazados y pequeños vallejos, de ríos sin refugio, de humedades que se tienden como un puente entre la piel y la piel y cercenan sus maíces fríamente, y los incendian en secuencia de símiles figuras, en pedazos.

La palabra pichón, la palabra entonces, la palabra humareda se me acercan quietamente desde ese lugar, con intenciones plásticas y me proponen una equivalencia, no después, jamás ahora sino aquí, entre los cóndores sentidos y las voces despiertas en tránsito siempre sobre un arenal, y sin embargo prendidos a su hueco sueño, porque esas mismas voces se me hacen sombras y fabrican con el tiempo este paso pasado, este peso fugaz, su arqueología en negociable tensión, en su descenso.

La palabra comadre, la palabra allá, la palabra oscura revelan el encierro o la mudanza de sus significados que son míos, idénticos, si hablo en el quebrado idioma que ellas mismas nombran y limitan como cifras agudas, en ángulo violento.

La palabra posible, la palabra tangente, la palabra inmóvil. 522 Jorge Frisancho

Correspondencias (poética del otro)

para Xavier Echarri

Juégate la lógica, compadre. Escúchate a ti mismo hablar de nada —del objeto sudor, del oro de los tontos, de la fuga insectívora en su punta mineral, que no te hiere todavía—. Y que no te hiera el ocaso todavía: asciende a la impávida ciudad a media tarde, entre sombras en trozos que desdicen su conjugación y se cierran sobre un punto problemático del cuadro.

Ahora mismo nos dejamos de cosas. Idiómate el espejo, lengua afuera, como si acariciaras la pequeña bestia, su lomo desolado y palpitante, en humedad de sueño pero no con esa mano enternecida sino con su reverso de piel como franela, con pelitos. Una a una cuenta las fronteras interiores y las exteriores, y las que se atraviesan. Signifícate un poco, oblícuamente: con la furia discreta de un mar abandonado a la memoria detente en el momento de saltar sobre el abismo.

Acá están, entonces, las arcadas y los pasos. Esta es la ciudad, te digo y me lo dices, del oscuro predicado y del peatón. Sin embargo, me estoy hablando a mí continuamente en el pasado esfuerzo de escucharme los follajes que insisten, de hojas blanquecinas y pendientes, en hacer la muda química del mapa en músculo telar por sus palabras llanas, ésas que se quedan afuera de la geografía y se reducen a cero mientras tanto.

Porque al cabo el movimiento es la caída, si hemos de ser francos, en diagonal transparente sobre el órgano que ruge o calla, complacido. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 523

Y al cabo el movimiento es la caída del cristal en el cristal, de la curva en la curva, y la distancia es sólo la distancia que separa los bufidos de su propia parábola cabal, el deshonesto cerrojo de la boca indiferente al contorno de las cosas así empequeñecidas y tan tarareante, con su aleve persistencia en el error.

¿Quién lo dijo primero? (¿Acaso hay que saberlo?). Herido muchas veces en el calculado contrabajo, hago lo que puedo por quebrarlo; todo lo demás puede esperar. Música manada del conjunto de pechos circulares que componen una alegoría sin dolor: déjala estar así, dormidamente sobre su asfalto rugoso hacia el final.

Y acá están, entonces, los cartílagos bordes de una respiración vegetativa, pues en silencio se cierran los pétalos posibles sobre un mundo mortal como párpado azulino sobre el ojo de la fierecilla que calza, acumulada, los zapatos sin nudo de su vida interior.

¿Quién lo dijo primero? El de antes, tal vez nosotros mismos. Si esa fuera la respuesta, el paso sería su pasado convirtiéndose en un himno impracticable, y ésta, en efecto, la ciudad a la que entran los tímidos océanos espejos en un golpe de luz que te calienta la pierna, mientras callas. Pero no dejes que te hiera todavía: tósete el atraco en la garganta del experto trino y expúlsatelo así, con ácida saliva encima de la sábana que cubre, o que descubre, su vello material.

Porque tal vez, me digo y te lo dices, no haya que saberlo. Polícroma la sombra en todo caso, aunque no mires: su huella es en tu piel que se avecina y su tacto parecido al animal. Falla la geología: pásate el vientre, y el vino, y el después. 524 Jorge Frisancho

Espejos homicidas, aquello que quisieras ver en el lado secreto de la cuenta, sólo a gotas y aún así llamándote a gemidos inaudibles en la curiosidad de su desolación.

(Vísceras, sí, pero con la cabeza: ármense las aves migratorias antes de tocar el hemisferio de su predilección, pues ese es el sentido de su vuelo que se deja caer sobre la hora, y se deshecha).

¿Y a qué hora me arrepiento de la madrugada? De alguna forma hay que decirlo: este pozo polar es la palabra cercenada de los fríos avellanos, en pos de su testigo. Acá están, entonces, los dilemas sobre trozos de un cuerpo. Mírate en su superficie, mas no dejes que te hiera todavía con su dulce violoncello el corticoide.

(Una mañana se levanta, vigilado, el acróbata indeciso. En su ombligo tardío está el centro de la aurora, como un ojo que depende de su trama para ser lo que es. Escúchalo posar, ya que no puedes verlo, en diálogo con la devoradora, el lírico boludo mientras quiere caer y se detiene como un péndulo pelón sobre la marcha: ya, ahora mismo, nádate a su encuentro).

De pie frente al paisaje, o a su espalda: ¿acaso hay que saberlo? Mayúsculo será el encontronazo del cazador con su hipótesis, me gritan en la cueva. Pero la cueva es mía, o tal vez lo haya sido, y es probable que ésta sea la ciudad; navégale, por eso, la piel a los alcoholes, poro contra poro, por la lágrima que no se queda quieta, su desierto velamen apartado del mundo y su mundo de azules contrapuestos, y amarillos. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 525

Acá están, entonces, los trapecios y las arpas. Yo mismo me deslizo hacia la bocamanga suspenso sobre el canto de la muela, mordiéndome el espejo hasta el final. Biseles en el cráneo que se lleva bien, piel a piel en su mejor momento: lo que miro es lo que es, o lo que puede haber sido. Esta hora te araña un lengüetazo, me dices, con precisión animal; Este fruto se corrompe con polvillos, te digo, en el cúmulo cortante de su equivocación.

(Asiduo planteamiento del problema, con quiebres repentinos en la voz. Falla del cuerpo, aunque no pueda ver: el bicho muere colgado finalmente de su respirador, y el ágil se desnuca en el intento).

de Desequilibrios

Montserrat Álvarez (Zaragoza, España, 1969)

• Zona dark. Lima: Concytec, 1991. • Underground. Asunción: Arandurá, 2000. • Alta suciedad. Buenos Aires: Eloísa Cartonera, 2005. • Nerópolis. Lima: Sarita Cartonera, 2006. • Bala perdida. México: El Billar de Lucrecia, 2007. • Panzer plastik. Colección Underwood 8. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, 2008.

527 528 Montserrat Álvarez

Ars poética

La poesía debe ser como el amor, asunto raro de bichos raros de largos dedos sensitivos La poesía debe ser como el amor, refinada y violenta y que haga daño y muerda sin llegar a romperse ni a romper Pero a veces la poesía debe llegar más lejos que el amor y más lejos que todo Y romper cosas

de Alta suciedad Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 529

Peter Punk

Peter Punk te espera detrás de las esquinas —en cualquier esquina, esta misma noche— para mostrarte su miembro mientras ríe a carcajadas y un relámpago de gozo se desmaya en su cerebro Él no tiene futuro ni responsabilidades sólo goza y se abandona en los brazos de su madre, esta gran prostituta que es la ciudad de Lima Ella lo pisotea con el mayor desprecio pero él sigue aferrado a su flácido seno Él la odia y la ama y la busca en su pasado, donde no tiene futuro ni responsabilidades (hace ya más de treinta años que no tiene nada de eso) Yo lo conozco bien, tú también lo conoces se nutre del veneno que las calles le ofrecen y luego lo vomita y blasfema y maldice Madre, tú amaste mucho a este pobre hijo débil, lo amaste demasiado, al más débil de todos, que una noche esperó tu regreso detrás de aquella esquina con su chaveta implacable y la clavó en tu cuerpo con rencor y con odio La clavó trece veces en tu pálida sangre, con odio y con amor, riendo a carcajadas —oh placer infinito—. Recemos por su alma. 530 Montserrat Álvarez

Portrait of the artist as a young Pound

Me sorprende que me comparen tanto con Ezra Pound últimamente En verdad no conozco a este sujeto ni he leído una sola línea suya No sé quién sea este tal Ezra Pound pero sospecho que era mal encarado, viejo, de áspera barba, cáustico, feo, sardónico, bilioso No comprendo por qué me comparan con él No sé si se han dado cuenta, señores, de que yo soy una joven-mujer-muy-atractiva I’m a soft, sweet child Una criaturita Y no ese viejo al que imagino que encontraban, borracho, durmiendo en alguna escalera envuelto en un mugroso abrigo verde-hormiga Supongo que era tosco y mal encarado y que no hubiera sabido tratarme Ni siquiera hubiera sabido, supongo, abrirme la puerta del coche cuando fuera necesario Supongo que no habría sabido cómo apartar la silla para que yo me siente ni cómo cederme el paso ni cómo contestarme Supongo que nos habríamos divertido enormemente Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 531

Ah

Ah qué triste destino este de ser sólo media naranja y media tinta, y no poder llegar ni al mal ni al bien por senda alguna y tener siempre listos los principios para cualquier traición Nuestro es el purgatorio, como nuestros son la duda, el escándalo, la farsa El error es patrimonio de los hombres, ajenos como son al absoluto de la razón y de la sinrazón El purgatorio es de los hombres Todos los perros se van al cielo Todos los gatos, al infierno

de Zona dark 532 Montserrat Álvarez

Dios del sueño

He tatuado el nombre de Dios bajo la piel de mi diestra el nombre de Dios de Dios, que es negro y lleno de peligro, como la cueva del lobo, la del oso, la del monstruo Dios, que es también humilde y silencioso, como el cereal, que nutre y que no habla Dios es también aquel con quien juegas a las cartas y apuestas y pierdes todo y nunca te lo devuelve Jamás Pero Dios hace del féretro una hermosa embarcación para surcar los mares de los sueños Dios es redondo y sin forma como el corazón del mundo Dios es el Tú que decimos a la noche Dios no es el ídolo Tiempo al que se ofrece la vida en sacrificio, los minutos, las horas: Dios es el Dios del Sueño, que escancia las tinieblas Se extiende sobre el océano hasta el fondo, como un país de luz que solo puede verse con los ojos cerrados He hecho con Él un pacto le he dicho Dame la poesía Dame una garganta para recoger las cosas Para susurrar el universo

de Alta suciedad Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 533

Ars poética II

Claro que es bello el nombre del Mar Rojo, del Mar Muerto, del Mar Mediterráneo, pues se ha de saber que la verdad de un nombre no se refugia en su etimología sino en lo que sobre él han depositado muchos hombres e incontables siglos, sucesivas edades de glorias y de muertes: la palabra no es sólo su raíz también y más aún está hecha de historia por eso entre otras cosas es que sabe decir mucho más de lo que su pura raíz dice He ahí uno de los secretos del arte del poeta: decir lo más importante donde está la mudez y no la voz —en apariencia, claro— Pero también está toda esa humana vanidad de las palabras y de cuanto celebra o tan sólo registra los hechos y los sueños de los hombres (¿no es el mundo, a fin de cuentas la gran trampa de Satán?) Para volver al ejemplo ya aludido, son por supuesto bellos los nombres dados al mar pero acaso el mar en sí, en su propio corazón oceánico, no se quiso nombrar No pensemos necesariamente en un mar muy significativo o importante tal vez meramente en un pedazo tan brillante y azul como cualquiera pero adorablemente irrelevante, no sé, el Mar de las Sirtes, verbigracia: puede que incluso éste, tan distante del gran protagonismo de los más memorables de sus pares, en su móvil voluble musical corazón —qué bonita palabra para el mar, corazón, palabra tan horrible en los humanos—, hubiera preferido o prefiera pensarse sin un nombre, sin la definición que un nombre encierra, sin su pertenencia, sin sus límites Lo que no es propio como el nombre propio quizá quiere saberse de todos y de nadie, quizá incluso ni siquiera le baste con saberse para todos los hombres y ninguno en concreto, quizá no sepa entienda ni desee siquiera ser humano 534 Montserrat Álvarez

Hay en todos los mares, según creo, organismos vivientes del sistema zoológico inferior y más primario con hermosísimas pestañas vibrátiles: no tienen pensamiento y no conocen la vanidad del nombre Tan primitivos son que esas pestañas en ellos representan la sensación químicamente pura, no especializada conforme a un carácter sensual dado —el tacto, por ejemplo, la vista o el oído— La sensación en su forma más general y primera, no sólo incontaminada de consciencia, sino antes de toda determinación en uno o más sentidos: la relación-en-sí de alguien con un todo sin distancia sin juicio sin vanas logorreas Así están estos gentiles organismos en el Mar de las Sirtes Para ellos es sin nombre, y tampoco se nombran a sí mismos Y quizá todos los vastos corazones de los mares, sus oceánicas gargantas que cantan o que susurran o que braman no pronuncian tampoco nombre alguno puede que digan lo que siempre han dicho sin nombres ni palabras y qué bien y qué hondo lo dicen sin embargo la evidencia pura lo real que se desnuda amante y hermoso como un joven dios habla sin mediación de conceptos ni sílabas ni letras como el Mar de las Sirtes sin ser tal para ellos habla a los bailarines de pestañas vibrátiles que pueblan muchas aguas con sus coreografias ignoradas como a veces el amor habla a los hombres para enseñarles que saben y que han sabido siempre algo vital pero que no se aprende y ninguna palabra registra ni transmite algo que ya conocen por sí mismos los labios y la piel y el corazón —que sólo aquí es puro— Así, como el mar llega, como el amor enseña, y no con las cansadas palabras de este mundo, quiere hablar el poeta

Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 535

Poema cursi para lo ya sido

Persistencia de lo sido algún día, más bien que de ninguna continuidad llamada “yo”, lo sido como mera y totalmente sido, atómico e irrecuperable: no lo que sigo siendo, que no es nada, sino lo que no soy o ya no soy, me hace pensar en Lima / cada quien tendrá su propia Lima / para algunos será la de los malos viajes del terokal / para unos cuantos será la del Regatas y las olas del surfing / aun para otros más será la de aquel chifa o la del rioba / También Lima destruye su concepto y se atomiza cuando se la remite a la experiencia / Lima Produce un cierto efecto ya tan solo el nombrarla de este modo, fácil treta, un efecto vagamente “poético” —ya saben, la infinitud virtual de la connotación (Está también la lánguida inclinación de la cursiva, recurso que sugiere la tristeza de manera sencilla y eficaz)— Yo quiero ahora decirla a mi manera / No es desde la nostalgia, exactamente, que escribo este decir / más bien podría entenderse pensado desde una especie de “fragmentariedad”, si es posible explicar algo tan impreciso y como turbio, he de reconocerlo / pero al grano: la Lima que recuerdo o que quizá traiciono y sólo invento —como todo lo sido, justamente—, es la de ciertas zonas o arrabales —no sé en rigor cómo es que se nombran estos sitios—, quizá sea “suburbios” el término adecuado, mas no tengo al respecto ninguna certidumbre— Zonas, en fin, ámbitos semejantes a lo que se disgrega y se confunde con la atmósfera o con el horizonte, o donde, si se quiere, lo cotidiano inicia lo fantástico, 536 Montserrat Álvarez

tal vez lo fantasmal Calles, para entendernos, que terminan en aquellas regiones del espacio en las que éste limita con la Nada Estas calles, al cabo de unas casas, cada vez más pequeñas, como si lo real se despidiera en ellas poco a poco —o es al menos así como son en mi mente, en sus dibujos inconclusos y vagos como esbozos de lo que me fue propio y me es extraño o de lo que fue yo y ahora es otro—, más modestas también conforme avanza el caminante y como dotadas por su propia humildad de discreción, diría quizá incluso introvertidas, vueltas sobre sí mismas, más grávidas y densas de sentido, más llenas que las grandes y suntuosas de interioridad, de hondura o de silencio (más llenas, simplemente, se podría decir) Y estas calles, decía, al cabo de las últimas aceras de pálido cemento melancólico, comienzan a borrarse, pierden o difuminan sus contornos, se vuelven espectrales, semejantes al momento en el cual comienza un sueño Su ser quimérico —el de todos los sueños y el de Lima— se revela, si persiste un rincón de lucidez, por un detalle poco razonable o en desacuerdo con lo verosímil A veces es un quiosco en medio de un desierto deshabitado y evidentemente prehumano, cuyo vacío niega toda función a ese vestigio por completo social y antropomorfo Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 537

Y de pronto, como si lo real, según decía, se despidiera delicadamente, siniestramente, promisoriamente, anunciando algo nuevo, deseable e inquietante, el lugar del terror y la esperanza, que es lo desconocido e imprevisible, la zona de lo sólo presentido, de pronto, les decía —y entonces en el aire lo bello y lo espantoso se confunden—, se extinguen estos últimos vestigios como huellas dejadas en la arena de lo mudo, de lo que no fue nunca, cual si dispersas por una brisa oceánica / es entonces cuando aparece el mar

de Bala perdida 538 Montserrat Álvarez

Poema antipatriótico

que me hables de mi historia y sólo a mí abre el abismo entre eso llamado en general “la patria” y lo que es y se llama la casa o el hogar

porque eres el lugar de la memoria en ti estoy en la casa de regreso

no son una unidad geopolítica estas calles para mi transhumancia que devuelven lo sido en las jornadas de otras juventudes

que reintegran sombras luminosas en concordia sin hiato igual como si ayer nomás todo esto o bien cabe decir igual como si nada

no son mesa en la que yo me pose como lo haría un vaso un cenicero o una manzana más bien lugar de lo recuperado o mi paraje pues es esta Lima

paraje de mi enigma o región de fantasmas que sólo veo yo más lugar de mi adentro que un afuera adentro en que mi nada deambula en su peripatético pasado en su presente absurdo y en todo mi no haber sido nunca esto o aquello nunca nada en concreto ni por definición pero siempre aquí tanto o tan viviendo en Lima Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 539

Lima tú misma eres vámonos pues tú y yo a patear latas que ya hemos muerto todos en el rioba

Lima tú misma eres vámonos pues tú y yo a patear latas que esta mi nada te hace único sitio por mi espectro plural jamás deshabitado aquí no hay vestigios de reivindicación de cosa tal como un “país” ni nada que concierna a nadie más que a mí en absoluto no es asunto de próceres cuestión de escarapelas pleito de símbolos ni de ideologías no os implica como “compatriotas” no aspira a poseer ningún sentido ni menos aún mensaje ni propósito A mí me friega la promiscuidad

Es entre yo y yo A estas olas para mí solamente les he dado su estatura pareja a la que mido Su alta estatura es la de mi palabra

Los fantasmas que llenan estas calles no los ven ojos fuera de los míos

Todo esto lo he alzado para mí Lo he encendido para darle esta voz que sólo a mí me dice no hay lugar aquí para que patria alguna se entrometa

Nada se forja aquí salvo lo que edifica para habitar para habitarse un alma

de Panzer plastic

Lorenzo Helguero (Lima, 1969)

• Sapiente Lengua. Lima: Pedernal, 1993. • Boletos. Lima: Pedernal, 1993. • Beissán o el abismo. Lima: Ediciones de los Lunes, 1996. • El amor en los tiempos del cole. Lima: Colmillo Blanco, 2000. • Poeta en Washington DC. Lima: Colmillo Blanco, 2004. • Insomnio. Lima: Álbum del Universo Bakterial, 2006.

541 542 Lorenzo Helguero

Arte poética

He de escribir: mi mano es una araña que teje minuciosa un laberinto de palabras atroces, telaraña que se atrapa a sí misma. Escribo y pinto en la página en blanco que se vuelve oscura con mi sangre y eufemismo y con sus hilos suavemente envuelve al probable lector que eres tú mismo. En esta noche elemental la mano continúa escribiendo su profano verso que nunca alcanza a ser perfecto. He de tejer y destejer la tela hasta que el tiempo con su eterna suela acabe con la letra y el insecto.

de Insomnio Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 543

VII

Es la palabra volador insecto silente en el espasmo de su altura, y es el poeta un hábil arquitecto que forja con la mosca su estructura.

Es la palabra veleidoso fruto desdeñador, mas finalmente asible, y es el poeta el Tántalo, el Enjuto para quien el hastío es ya posible.

Yo escribo sin beber de Inspiración, sin encumbrar el nombre de Razón, mas apelando al natural instinto.

Soy Dédalo y éste es mi Laberinto. Con la sapiente lengua cojo, atrapo la palabra con ímpetu de sapo. 544 Lorenzo Helguero

XX

Nada poseo sino la palabra, el resto lo he perdido en el naufragio de los días Nada poseo sino la palabra, la palabra que ahora se escabulle dejándome solo.

E. Chirinos

El sol ha descendido de su cielo; recostada en la oscura y negra arena se adivina sumida en justo duelo la atroz biformidad de una sirena.

Es ésta una sirena enceguecida por la nefasta y nocturnal vejez —huyó el fértil color, huyó la vida de la otrora inefable hermosa tez.

Infecunda se coge el muerto seno y en el nuevo silencio un triste treno anuncia la tristeza de su llanto.

Pero su llanto no es por la belleza que arrebató feroz Naturaleza: perdió la alta palabra y perdió el canto.

de Sapiente lengua Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 545

8

Aunque muchos padres lo desconozcan, el lenguaje infantil es la señal más clara de rebeldía del niño frente a sus progenitores, la muestra más palpable del conflicto generacional ineludible en todos los climas y culturas. El bebé nace y empieza a descubrir. Descubre que ciertos sonidos se asocian a ciertas cosas, pero él, en su rebeldía, no acepta el sistema de comunicación que su entorno le impone. No lo acepta, porque no puede dejar de aceptar el alimento o el vestido: si ha de rechazar algo impuesto de fuera, eso ha de ser el lenguaje. Así, procede al retorcimiento del lenguaje adulto, lo que la ignorancia llama “proceso de aprendizaje” y no es otra cosa que el rechazo del otro, el momento más rebelde y creativo en la existencia humana, donde se ponen en juego las más diversas figuras que imitan luego los poetas. Al mes de nacido, el bebé está en condiciones de decir en voz alta “Qué rápido corren los trenes del ferrocarril”, pero espera y calla: trama su rechazo. Tiempo después se decide a actuar, y si alguien dice “hermano” señalando a un sujeto de pantalones cortos, dirá “mano” tras un proceso de tomar la parte por el todo. Si alguno dice “amiga”, él dirá “miga” después de haber recorrido los conceptos de “pan” y “compañera”. Por “presidente” dirá “pesente”, aludiendo por similitud fonética a la gran cantidad de dinero que estos señores suelen obtener al ocupar dicho cargo, y por “cerro” dirá “cebo”, luego de haber establecido una analogía entre el abultamiento natural de tierra y el montículo consuetudinario de alpiste que se coloca para engordar a los pollitos. El caso de mamá, estimada madre de familia, no es un agujero en el razonamiento, sino un caso de homonimia. Usted se quedaría con la boca y el corazón abiertos si supiera cuál es el significado de esta palabra falsamente celeste en el lenguaje infantil. 546 Lorenzo Helguero

34

El Hombre se masturbaba continuamente. Se masturbaba mientras sus dedos recorrían la sinuosidad de las peras y las sandías, mientras besaba la tibieza de la lobezna o el pecho encendido de la señorita jirafa, mientras veía en un río gimiente el reflejo de sus ojos de estatua. Dios, mago benévolo acostumbrado a convertir el hueso de los duraznos en duraznos, no tuvo dificultades para transformar la costilla del Hombre en la Hembra. Con el dedo deíctico y deicida la señaló para que su primogénito la cubriera. No había amor, pero había deseo. No había lenguaje: todo para saberlo se tocaba. Buscaron los abismos, encontraron los abismos. En el regreso volvían a escuchar el canto de las ranas, volvían a ver la cópula de las aves y las langostas. No había palabras. El Hombre comió de la manzana porque ésta imitaba un seno pasional. Entonces fueron expulsados. Entonces nacieron al lenguaje y cubrieron su desnudez con una hoja de parra (según algunos), con una hoja de papel (según otros).

de Boletos Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 547

Muñeca rusa

Dentro de tu cuerpo hay otro cuerpo. Un cuerpo de espiga madura que gobierna al viento con su canto y lo ilumina. Y dentro, un cuerpo de río incandescente que corre y regresa y se funde en el mar de mi memoria. Y más adentro hay otro cuerpo. Una sucesión de pétalos de oro escribiendo en el aire tu nombre de ángel o mariposa. Y más adentro todavía, hay otro. El último. Un cuerpo, o más bien un jardín donde el silencio no existe. Donde la música no existe. Donde sólo tú y tu rocío y tus labios infinitos. 548 Lorenzo Helguero

Blancanieves

Duerme, hermosa. Sigue durmiendo por siglos. Tus ojos ya no conocerán más lágrimas ni adioses. Ahora tu reino es magnífico y se extiende desde el sueño hasta el sueño. Otra vez eres niña. Así, alejada de todo lo que te rodea, has vuelto a conocer esa dulce inconsciencia que otros llaman felicidad. Tus labios son de algodón de azúcar y en ellos cantan las sirenas. Pero no voy a besarte, hermosa. No voy a romper el azul encantamiento. No voy a permitir que desciendas a la tierra feroz de la vigilia. Las manzanas te han regresado al paraíso y tú lo sabes.

de El amor en los tiempos del cole Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 549

Poema de compañía en Georgetown University

Esta no es mi ciudad. En mi ciudad no llueve y no hay otoño ni ardillas aplastadas por los autos. Sin embargo estás tú tú vestida de noche debajo de este cielo tú vestida de verde a punto de ser agua.

¿Pero quién eres tú? ¿Un espejo, una abeja de cristal zumbando quedamente en medio de mis ojos?

Tú eres esa niña que en la lluvia deja caer la sal y las palabras. Tú eres la extranjera. Tú seguiste mis pasos hasta aquí para dejar tu pecho en la casa nocturna de los grillos.

Tu boca, tus cabellos, tu memoria. Tú serás mi ciudad. 550 Lorenzo Helguero

Panorama ciego de Washington

Un cadáver de plomo se alimenta de asfalto entre zapatos sordos y relojes mientras maricas grises se desnudan en hoteles de vidrio y algodón.

Encima de los techos vomita luz la luna alumbrando los falsos fantasmas mutilados el cuerpo del Gran Pez.

Duerme el obispo y sueña con cuchillos, con un pubis de azúcar y temblores.

Todo lo invade el óxido.

Una manada de sonrisas tibias recorre la avenida poblada de banderas.

Detrás del alfiler de la ciudad negros azules bailan y copulan con calabazas muertas; en los cines las putas dan a luz monedas de colores y relámpagos.

Nadie escucha los cantos de la noche: huracanes de guerra anuncian la victoria de las máscaras.

de Poeta en Washington DC Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 551

Insomnio I

Si el sueño es una imagen de la muerte quiero morir: un dios me ha condenado a este insomnio fatal que me convierte en cadáver despierto. Estoy atado a la vigilia (atroz es la condena) en esta noche elemental y oscura donde el tiempo es abismo y es arena y la cama una inútil sepultura. (Mi esposa duerme: el mundo está dormido). Desde la mesa ese reloj se empeña en señalar la faz de los perversos segundos que ahora son y que ya han sido. Soy inmortal: dichoso es el que sueña y no traza en la noche vanos versos. 552 Lorenzo Helguero

Piezas

Mi cuerpo es un atroz rompecabezas gordo y bestial por donde el tiempo pasa clavando sus orígenes; las piezas andan desordenadas por la casa: allí mis pectorales, mis orejas más allá mi nariz, mis pies, mi mano, mi sexo conventual, también las viejas sombras y arrugas y el cabello cano. Mi lenguaje y mi voz están dispersos en esta tauromaquia de mis versos donde la sangre de mi piel se empoza lejos de la tormenta y de la rosa. Dormida está esa rosa de los vientos que sueña y une todos mis fragmentos.

de Insomnio Martín Rodríguez-Gaona (Lima, 1969)

• Efectos personales. Lima: Ediciones de los Lunes, 1992. • Pista de baile. Lima: El Santo Oficio, 1997. • Parque infantil. Madrid: Pre-textos, 2005. • Codex de los poderes y los encantos. Zaragoza: Olifante. Ediciones de Poesía, 2011.

553 554 Martín Rodríguez-Gaona

La ensenada (Circa, 1953)

Ocurrió en los tiempos en los que me dio por la fotografía. Fue una fiebre, de eso hace ya mucho. Mi vieja máquina de fuelle era mi amiga inseparable. Me seguía a todas partes. Conocía de memoria mis secretos.

Me es difícil recordar cómo esa mujer se presentó y más difícil deducir los caminos que la llevaron a mi casa. ¡Para qué me preocupo! Prefiero no intentarlo. Ahora, pasado el tiempo, creo que ya no tiene importancia.

Sus pechos eran el rasgo más conmovedor de su plenamente conmovedora humanidad. Tenía las caderas altas y el cabello grueso como el de un animal. ¿Eran sus ojos grises o del color del jade? Brillaban, y todo en ella era una virtud errante.

Sin prestar mayor atención a mis preguntas, entró en la sala. Se sentó junto al umbral de la puerta, cruzando las piernas sobre el sofá. Suspiró profundamente y soltó la larga cabellera que le cayó sobre los hombros. Con estudiada indiferencia encendió un cigarrillo, y más afectadamente rechazó la copa que le ofrecí. De inmediato comenzó a relatar un extraño viaje que había realizado por no sé qué lugares.

Hablaba y hablaba sin parar, ignorando mis intenciones. ¡Quédate quieta! ¡Mira a la ventana!, nada, mis palabras rebotaban en el muro de sus sueños. En realidad, por gusto le pedía que posara así o asá, pues ya había disparado mi cámara más de una vez. Ella, sin interrumpirme, seguía narrando detalles de sus caminatas por la orilla, sus descansos en la arena, los peces de colores y el vuelo de las aves.

De pronto se levantó, y con movimientos lentos, interminables, comenzó a desnudarse dejando caer su ropa en la alfombra.

Excitado daba vueltas a la habitación disparando mi cámara, buscando el momento preciso. Pulso acelerado, ojos muy abiertos, arena, sol, olas voluptuosas que se quiebran en la espuma, ensenadas propicias para burlarse de mis sueños. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 555

Entretanto, en algún lugar de esa inmensa playa, una gaviota cae lentamente en un colchón de hojas secas...

¡Hasta luego!, la mujer se despidió. Antes de que traspusiera la puerta y sus pasos se confundieran con los de las gentes en la calle, me había convencido de que nunca más volvería a verla.

Sentí el cansancio de un combate perdido. Miraba las paredes escuchando el rumor de olas lejanas, graznidos de aves ausentes y un gusto salobre en los labios.

De súbito, respondiendo a un impulso indescifrable, corrí a revelar las fotografías. Ácidos, agua, tiempo; luces rojas, velos negros. La copiadora, más tiempo. Trabajé como un obseso.

Un rato después, esparcidas en el suelo, las fotos me mostraron peces de brillantes colores, olas silenciosas y estáticas, huellas hiriendo con luz la arena, y una gaviota partiendo hacia algún otro increíble lugar.

de Parque infantil 556 Martín Rodríguez-Gaona

Pista de baile, 8

“Los chicos serán chicas y las chicas serán chicos” es la ambigua melodía que canta la discoteca. Pienso en el recibimiento de Erasure en Argentina y en la tímida frustración de Morrisey protegido por brazos tatuados y velludos. Te cuento esto último, no explico el porqué, sonríes estúpidamente y pides una gaseosa.

Bañada por las luces y la penumbra, entre el humo observo tu cuerpo largo y delgado y me aproximo a él, sin mediar diálogo, pegando mis labios a esa piel dulce, enferma.

Sé que es problema mío el ser tan franco pero a partir de ahora no necesito añadir palabra alguna. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 557

La eternidad está enamorada de los frutos del tiempo

Un reflector se enciende desde las nubes e ilumina el escenario donde miles de bocas pugnan por su canción—

Llueve en nuestro hemisferio, o si prefieren, el agua viene de arriba a abajo:

Tómalo como una noble idea que falló.

El sudor fluye, erupciona, es más que una molestia o el placer.

Los jóvenes han hecho fila y pagado sus entradas—

No importa, pronto lo olvidarán.

Suena una voz la guitarra el bajo la batería

descarga cuatro toneladas de sonrosados muertos deslizándose bajo el pavimento.

Los jóvenes sonríen, saltan, se besan. Han heredado los gustos de sus mayores pero la sabiduría les emana del corazón.

Mick Jones recuerda a los muertos del 39. 558 Martín Rodríguez-Gaona

Aquí tuvimos más sin romanticismo sin mito y así es mejor:

el hedor es difícil de quitar.

Los jóvenes bailan, bailan sobre los muertos.

Expurgan sus cuerpos sobre

Bosnia Ruanda Soccos Tarata

porque los jóvenes saben más:

Ellos bailan sobre los muertos embriagados con su entusiasmo.

Calza las botas, suelta las trenzas, escucha la química,

Baila sobre los muertos

Ignora la rosa que crece en el pecho de la niña muerta por la guardia civil.

Baila sobre los muertos

Recuerda que en diez años pudo ser una mujer demasiado hermosa para estar sola,

Baila sobre los muertos

Olvida esa luz que se consume, los teléfonos que no llaman o el agua que corroe las paredes y que nadie bebe,

Baila sobre los muertos Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 559

No leas a Vallejo si amas sólo su dolor más industrioso que el frío de las putas parisienses,

Baila sobre los muertos

No creas en los guerrilleros, sus barbas, sus balas y proclamas, aun cuando hayan hecho paz con sus calzoncillos,

Baila sobre los muertos

No pienses en Vietnam, Woodstock, LSD o los Yogas,

Baila sobre los muertos

No pienses en la política, los cambios de orientales en el occidente nacional o las letras de una clase hipotecada a sus sueños,

Baila sobre los muertos

No pienses en los que ponen precio a tu provincia, ellos mismos tienen mujeres e hijas, y el esfínter dispuesto,

Baila sobre los muertos

No pienses en la traición ni en su voz cuando dijo nunca, ni en tu cerebro estrellándose contra la pared para descubrir que seguías vivo,

Baila sobre los muertos

No pienses en tus padres, hayan ganado o perdido, no te importa, mañana clavarás una flor sobre sus tumbas,

Baila sobre los muertos 560 Martín Rodríguez-Gaona

No pienses en que eres joven, que tienes tiempo, ni que ahora te hablo para convencerte de algo

Baila sobre los muertos

Las luces del escenario eran otra mentira—

Sí, yo también he muerto aunque todavía no estoy seguro si soy un hombre o una canción.

Los instrumentos, la melodía y mi voz, todo se olvidó, ustedes abandonaron el estadio y en ese instante dejé de existir.

Es inevitable enamorarse de la verdad cuando esta aparece de tus manos.

Si alguien forja una respuesta su respuesta nada habrá sido en vano:

No llamar a la Belleza sino engendrarla sin motivo ni vergüenza. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 561

De pronto miro alrededor

En el punto más luminoso de la ciudad los semáforos cambian al compás de quienes no respetan las señales de tránsito—

Y no es fácil entender qué significa el transporte público si es que no aprendiste a desplazarte.

Alegres corazones y camionetas vomitan sonidos que embrutecen,

Pero el paisaje es desconocido por pocos: las sombras son azules y delante están los faros, todo sentido antes que visto—

frente a un taxista insomne que no sabes si va a parar.

Algo te recuerda el color de unos ojos sobre las luces de los edificios en Miraflores. Y a esas alturas súbitamente las cosas cobran sentido:

los tíos drogados cruzando las esquinas y las calles llenándose de cierta ternura que no se agotará hasta el amanecer.

Mañana temprano en inmaculados periódicos envolveremos unas cuantas palabras de consenso sobre construcciones que caen como frutos maduros, 562 Martín Rodríguez-Gaona

y la condena es poca y la angustia mucha.

No es fácil entender qué significa el transporte público después de hacer el amor.

Por eso regreso y me escondo en tu pequeño cuerpo porque antes del tiempo existía el deseo y ahora estás aquí.

de Pista de baile Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 563

Sin pensarlo dos veces, crucé la pista. Sin pensarlo dos veces, crucé la pista. Los faros abrazaron mi sombra que iba rebotando de un extremo a otro de la calle. Todo el silencio inundó mis tímpanos tras el chirrido de los frenos: En mi cerebro el universo era brillante y despoblado.

Es mi abuelo, me dije, y he venido a visitarlo. Un frágil anciano se acerca de la mano de enfermeras sutiles. Y no hay duda, la sangre corre fuerte por sus cansadas venas, me besa largamente las mejillas y siento la aspereza de su barba creciendo.

Es una pena lo que ha pasado con tu padre, dice. La vida es para ser felices allá abajo. 564 Martín Rodríguez-Gaona

La eternidad está enamorada de los frutos del tiempo

Eran los muebles de paja que primero compraron pero el televisor Philips todavía funcionaba. Mi hermana seguía durmiendo o ni siquiera había llegado, la transmisión era en blanco y negro mas la pared era azul y teníamos los rostros iluminados. Intenté moverme de un extremo a otro del sofá (¿Se dice sofá a un mueble de paja?) y ese movimiento reproducía las miles de piruetas que yo gustaba en la televisión y que sigo imitando hasta hoy. Sus miradas eran expectantes sólo apaciguadas por mis risas y alguno de mis pintorescos pijamas–

Entonces caí y fue cosa de segundos pero en aquellos segundos vi las cosas como nunca las volveré a ver jamás: Esas lámparas pegadas al techo, los muñequitos dibujados en los cuadros, los cientos de historias que escondían los estantes, los ojos y las manos de él, la sonrisa escandalosa de ella, todo centelleando en distintos colores y a toda prisa: La eternidad en el chirrido de unos muebles de paja. Y así, una vez más, lloré, habiendo descubierto que no había cambiado de lugar, que no había pasado nada. Y mis lágrimas que hasta ese tiempo habían sido niñas de pronto fueron de felicidad.

Tampoco ellos usaron palabras. Me abrazaron haciéndome sentir que tenía algo entre manos. Algo más grande que el final de la vida o el propio inicio de la muerte.

de Parque infantil Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 565

Eso que llamas libertad fue un lapso que duró apenas un poco más de un siglo

Da igual de qué lado estuvieron tus muertos, hoy sólo queda escuchar la música

La primera función fue de Charleston, cuando la máquina y París se disputaban el centro. Años después alguien inventó a los jóvenes, en medio de un viaje con LSD que pasó por Tánger y Machu Picchu, escenarios de cartón para las hondas exploraciones de la píldora anticonceptiva, mientras, en Newark, moría gente de color. Los últimos, God save the Queen, simpáticos y efímeros, ya no querían nada con las letras: fueron la obra de uno que nunca creó, con la oportuna intrepidez amable del provinciano, y cuyo punto máximo fue el chico de la melodía dadá que cosió de diecisiete puñaladas a su chica: ruidosa multitud, animal sin rostro ni futuro. Después hicieron una película, que ni siquiera postuló a los Oscar, con actores también olvidados.

Ésta es la historia de lo que, sin dejar de esconder tu alivio, pronto dejarás de ser. Esto eres tú, hoy que la historia no se debe contar.

de “De Madrid, estación circular”. Lienzo 28

Miguel Ildefonso (Lima, 1970)

• Vestigios. Lima: Gonzalo Pastor Editor, 1999. • Canciones de un bar en la frontera. Lima: El Santo Oficio, 2001. • Las ciudades fantasmas. Lima: Copé, 2002. • M.D.I.H. Lima: Zignos. Colección El Malhechor Exhausto, 2004. • Heautontimoroumenos. Asunción: Jakembo Editores, 2005. • Los desmoronamientos sinfónicos. Lima: Hipocampo Ediciones, 2008. • Himnos. Lima: Apolo Land, 2008. • Dantes. Lima: Lustra Editores, 2010.

567 568 Miguel Ildefonso

Materia

Ya esta sombra es sólo sombra y no la forma alargada de mi cuerpo

Igual la palabra es la palabra que se ha abierto como la flor es el universo de la Poesía

Sólo hay dos tipos de materia la que tuvo sombra y la que nunca la tuvo

Sólo hay un tipo de sombra la del olvido

de Vestigios Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 569

Cruz y ficción

Cristo medía 1 mt. y 64 ctms. Y caminaba por el Centro de Lima eran las 3: 30 de la tarde —siempre eran las 3: 30 de la tarde Y él caminaba descalzo por Camaná veredas quemadas por el sol su piel ardía y era un extraño color para la temporada pálido como colmillo de elefante Cristo vivía como nosotros del paso del aire del tabaco de una canción en la rockola dormía en la Plaza Francia Y ahora cuando ya tengo su edad y me enfrento todos los días contra la ceguera creo verlo todavía sobre cartones durmiendo con los ojos abiertos Cristo tomaba aguardiente era huraño y cuando hablaba hablaba solo quizá porque los romanos ya no usaban escudos ni sandalias Y el emperador no era de Occidente Y nadie quería escucharlo Y nadie quería creer Y nadie era nadie para lanzar la primera piedra

Cristo nunca escribió nada fueron sus apóstoles los que me dijeron que él era Cristo pero yo nunca vi a ningún apóstol Judas tal vez era el bodeguero Pedro quizás vestido de verde caminaba también por el Centro las cosas no parecen ser las mismas para nosotros Y no porque era enero Y yo estaba por cumplir los cinco años a esta edad tengo más preguntas 570 Miguel Ildefonso

Y las pocas respuestas que poseo son mías: Cristo medía 1 mt. y 64 ctms. la cruz es Lima los judíos trabajan en los ministerios el Emperador está en Palacio preparando su discurso... Y Magdalena? está en Magdalena? (ella volvió al oficio y ahora es una próspera regente) Cristo usaba barba era flaco como John Lennon Y jamás entraba a las iglesias no sé si porque tenía vergüenza de su pobreza de su mugre o porque no lo dejaban entrar o simplemente porque la calle era su casa un día lo vi comiendo de la basura Y nunca más lo vi

de Canciones de un bar en la frontera Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 571

En busca del epitafio

Una noche sentí la muerte en mi mejilla izquierda. Todos los edificios de Lisboa se transformaron en árboles donde me perdí convertido en un ciervo, como Nietzsche al terminar el siglo XIX o como Li Po borracho persiguiendo a la luna. Podía haber sido diferente, pero tenía que ser como siempre cuando sucede lo peor, tarde, sí, hasta que todo es tarde para volver. Por eso, quizás por la resignación, no tuve miedo. El ciervo pasaba por el mismo lugar todas las noches, su llanto era pesado en el invierno, no decía una palabra, nadie lo conocía en Berlín. Las ventanas sucias de Praga brillaban con la desaparición de su rostro cuando alguien le gritó Franz, pero al voltear para ver de quién provenía esa voz sólo vio carros llenos de cucarachas que se mofaban de su fealdad. El que no va a ninguna parte encuentra una luz entre los rieles, o entre los sucios puertos, o en el fondo de una cantina . Baudelaire se apoyó en la pared repleta de sonetos y grafitis, su vaso de vocales ácidas le dijo vete antes que te mate el aire de la madrugada, antes que te enteres que bajo la espalda de Jean Duval hay un tatuaje con otro nombre. La mirada agónica hacia la luna del ciervo se confundía con el gemido ignorado del camino de Granada aquella noche justo en el preciso momento en que sonaron las balas y cayó Lorca. Ya todo estaba escrito en sangre. La neblina envolvía calientes nombres del cementerio. Y era eterna la sensación circular del vacío. Yo moriré en los brazos de los dioses. 572 Miguel Ildefonso

Tu cuerpo es un país

Podría ser que estuviera en ti esta ciudad que ya no habitamos, y los caminos fueran a través de tu sonrisa. Toda soledad es un espectáculo maravilloso. Tu cuerpo es un papel que saco de la nada para acariciar tu blanda letra, releyéndote ante todos: un acto verdaderamente de magia. Toda alma sale también de aquel rincón del corazón, muy cerca de la noche cuando abres el cielo de tu cuarto y te nace la certeza de que ya no habitas esta ciudad. “El viento soplaba fuerte en el puerto. Algo tuyo se detuvo cuando desperté, tus manos me estrecharon y me dijiste que no temiera, que tu corazón es la tierra que siempre habitaré.” (Cap. IX de un libro aún no escrito) Todo tiempo nos destierra del aliento, nos abandona en una estación desconocida. Una noche, mientras esperaba la salida del siguiente tren con destino a Dublín, encontré tu corazón sobre la nieve al mirar hacia la calle los lugares inexistentes. Lo miré toda la noche, lo dejé cantar y reír toda la helada noche; después se detuvo y desapareció sin decir nada. Fue el último acto de magia, los últimos aplausos que oí. Todo poema se repite en el reflejo de la lluvia como en un film expresionista. Por eso algo de los dos se deletrea ahora en color sepia a través de este poema. En realidad estás aquí. Siempre estás aquí. Pronúncialo y verás.

de Las ciudades fantasmas Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 573

El dolor (i)

He aquí el dolor, el único dolor, la insoportable luz de las calles, la mano extendida con las cuerdas rotas del sonido. He aquí el influjo, otro infierno que quema el almanaque, ríos secos, ríos oceánicos. Una carpa de circo cubrirá la tierra de dolor. Noche cruel como esta. Dolor en los tenedores. Poesía pura, poesía del amor alquilado en una habitación, con rimas y desapariciones políticas. El dolor de un sonido buscando su instrumento. Después de tantas palabras, abro la ventana. Las estrellas, las sombras silueteadas de los edificios. Respiro el olor de los cuerpos calcinados, la caída de los árboles entrelazados, la belleza del mundo que sepulta su música de dolor por otra música. El dolor de los que regresan a sus casas sin nada, el dolor de los que no pueden regresar, el dolor que se esconde de la policía, que se toma algo para así no sentir dolor, el dolor que no cicatriza y mezclado con la neblina continúa siendo una mancha, el dolor de los que caminan solos o conversan con una pierna devorada por la gangrena, el mismo dolor sin trabajo, que si llega al río pestilente es sólo para decirle que no lo devuelva, el dolor que crece con la yerba, que se deja acariciar por el viento y cierra los ojos y huye, el dolor que esconde su dolor, el dolor de una avenida donde un ciego toca su violín, el dolor más allá de la vida, más allá del dolor. 574 Miguel Ildefonso

Era el desierto clandestino de amor

Al fuego le decías alba y en las cicatrices de tus calles arrojabas lo más grandioso del mundo, todo rodeado de niños hambrientos. Al dolor le decías horizonte o antes de que cierres los ojos en el último poste de la avenida los chasquidos del río se convertían en perros, venían todos a comérselos, era como una plaga, luego hacían festejos, borrachos algunos se hundían en el río, sólo entonces tú te preguntabas, tu pregunta era una roca que salía del río, era el agua del río, era el río en el río y fuera del río, te reías, ya pe ya pe, decías.

A la muerte decías escupitajo, dónde está ese pedazo de mi carne, pero la noche hedía con colores, deseos imposibles de agarrar, te acercabas a la tierra mojada, metías tus manos y habían huesos, ya no eran de carne, sólo huesos filudos, podrías haber sido hallado, tapado ahí también con el sol, con la luna.

A la nada le decías sueño podrido del puente clavado en la espalda, musgo de paredes donde defecan los tuberculosos, un cielo de pólvora que garúa cada vez que quieres hablar de flores, de madres esperando a Dios en todas las veredas.

Estabas aquí parado, se oía el ruido de un motor cruzando la noche, era el viento como el caminar, era tu corazón como la eternidad y la eternidad era cada instante.

de M.D.I.H. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 575

La torre el espejo enfrente. las llaves de puertas inexistentes. las cartas. los periódicos. cuadernos sin palabras. navegar. volver al tiempo del amor. el techo plomo de un gato. cables postes granadas ventanas. sueño la realidad y escribo este poema. la máquina dormida. la lámpara el jarrón los postales de innumerables viajes. la escultura que dibuja una sombra. todas las cosas giran en torno al vacío. conozco las constelaciones en el techo. el olor de mi cuerpo. el olor de tu cuerpo. el ancho y el largo del agua. las revoluciones del reloj. la mesa. el peso de una manzana. las migajas de los días. el ruido de las cucarachas. entre la cama y el ropero. entre la mesa y los libros. los zapatos los periódicos. la correa botellas vacías cigarrillos gastados poemas. una canción para toda la madrugada. el lejano ruido de las balas. las huellas de una rata en la luna. la puerta. la máscara que ríe entre lo real y el duro trajín de una araña. el cenicero. la pluma que cae lentamente donde cae el cabello. la fotografía el licor donde construyen sus casas las hormigas. la rotación del polvo. la gravedad de la polilla. el diario echado como un leopardo. el conteo regresivo o la supervivencia. el leopardo separado de la vida. encender la luz. el desierto cubierto por el paisaje de una frazada. las monedas. los clavos que miran a la calle. las manchas en las paredes. el tiempo que enfría las cosas. abrir cerrar la ventana los libros. soplar el polvo de la máquina del corazón. el cuarto creciente de la luna. ya nada separa al reloj de mi cigarrillo. los rincones húmedos. los marcos de la sombra apolillados como la tela caída. el silencio perfumado las medias las botas. hay tranquilidad en el tendón adolorido de la mesa. el espejo es poca luz para nuestro lenguaje. las cuatro paredes. los cuartetos de mi cuarto. las estaciones y los trenes que cruzan por la ventana. máquina de escribir. máquina de vivir. defeco. me contemplo en el espejo. una polilla revolotea en el foco del techo. escribir toda la noche mientras los insectos comen hacen el amor vuelan. el filo de la ventana. los tejados altos donde pájaros pardos bostezan. los candados y las celosías. el cristal sucio. la vereda fría. bajo pétalos secos. cuando llega una luz rauda y se rompe la rama y el viento entra al giro de la bisagra. la silla frente a la ventana. cajones revistas. cartas que han perdido sus nombres. silencio en el trabajo de una araña. las palabras los cabellos no saben que has muerto. el cuadro juega con las sombras. el reloj se sumerge en un sueño. detenido el viento y las cortinas. no hay quien acompañe estos acordes. luna vieja con los árboles. y nada ni un sonido perdido. el aguacero de la noche. la puerta que nunca cierra. la garúa va mojando las calles. hojas secas perecen con el sonido fugaz de un carro. la noche se irá doblando la esquina. el mundo tiene cuatro paredes. una cama una mesa una lámpara. para alumbrar el triste amor de las palabras 576 Miguel Ildefonso

La destrucción

deja al aire brumoso sus pliegues de aire errabundo / con signos de diamantes o semillas antes de caer la noche se conmueve el tallo y se alisa la madrépora / con su sonido de exilio verdes ramas que vagan en sus caballos desvencijados amando la ruinosa calle con el filo del tiempo / vacía la red del auxilio: el dolor como la noche allí donde las palabras infinitas se pierden / el silencio de una calle con un gato contemplando el vacío / desde un techo la eternidad que descansa como el pino muerto en la vereda bajo la luna sin rostro / hay un silencio más profundo en otra parte / hay un dolor más esperado que se aparta de lo que significa la sombra de un pino / la eternidad es esta luna / la derruida eternidad es esta luna rota de la ventana donde me hincho como un bosque y amo como los huidizos animales que lo habitan / a través de las fuentes de plata donde pálidos pájaros se inclinan como la frágil aurora y el temblor de las ramas diestras en el sufrimiento de una flor increada de luz / la materia abre sus alas bajo el desnudo pecho del cielo / el vientre líquido de deseo pregunta al fuego si habrá levedad en las raíces / esos tubos de cristal arrancados de la muerte la hora del silencio acaricia las mejillas de las hojas / más allá los pájaros rosados devuelven a los sueños su misterio de desesperación / hay un inmenso corazón vacío en la flor que se refleja en el grito bajo la nube que sostiene el sonido de las semillas / pienso en el hambre de los hongos que se yerguen como astros / mi lengua enterrada es un conejo que se pierde en el paso del laberinto / la escarlata sombra de los árboles es el caracoleo convertido en un tallo / no pesa más el orden de las estrellas que la flor que creció en la palma / blanco era el centro y azul su esfera de labios / un sol en un ojo rodeado de termitas que se lanzan con desgarro hacia el vacío / pero el infinito tenía un límite donde se hacía silencio la flor: tú tuviste ese sueño

de Los desmoronamientos sinfónicos Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 577

Antiguamente se escribía juntando mariposas esmeraldas lirios era el bosque de los símbolos donde uno entraba convertido en ciervo el sol quemaba como dos ojos en la tormenta yo mataba chanchitos mientras el agua caía a chorros del caño un caballo de plástico saltó encima de un ladrillo y se detuvo frente a mí: “¿oye, caballo, le dije, no ves que estoy jugando?” el sol remaba entre las ramas del sauce y como nubes las ropas se iban colgando en el alambre el caballo no quería moverse yo le arrojaba piedras agitaba los geranios le gritaba para espantarlo pero el caballo no quería moverse sólo entonces comprendí por qué el sol quemaba como dos ojos en la tormenta quemaba tan fuerte porque tenía miedo que algún día lo olvidáramos todo 578 Miguel Ildefonso

Sobre el desvencijado sofá estabas sentada leyendo un periódico

mientras aguardábamos a la dentista era la última vez que te veía ambos sabíamos que era el último día y tal vez por ello te ibas desvaneciendo como si hubieses estado dentro de mi sueño y despertara sin quitarte la vista y tú te fueras borrando en el aire sobre el desvencijado sofá hasta desaparecer del todo aun así (desaparecida) subimos al bus de regreso nos sentamos juntos me cogiste la mano izquierda con ambas manos te ponías cariñosa pero estabas invisible tus lágrimas invisibles se reflejaban en el cristal de la ventana y en mis ojos bajamos a dos cuadras del edificio donde vivías ahora sí nos teníamos que despedir pero no lo hicimos nos prometimos volvernos a llamar y vernos aunque sea una vez más te vi doblar la esquina pero nadie entendería nadie comprendería nadie está interesado en creer

de Himnos Victoria Guerrero (Lima, 1971)

• De este reino. Lima: Los Olivos, 1993. • Cisnes estrangulados. Lima. Cuernoenpanza, 1996. • El mar, ese oscuro porvenir. Lima: El Santo Oficio, 2002. • Ya nadie incendia el mundo. Lima: Estruendomudo, 2005. • Berlín. Lima: Intermezzo Tropical, 2011.

579 580 Victoria Guerrero

lima/año cero

voy porfiando tercamente garabateando una escritura que no sana el cuerpo explota revienta en miles de pedacitos de odio ¿los quieres? recoge uno tras otro con cuidado para que no te hieran y luego a la basura sin lágrimas

cargada de esterilidad avanzo incluso más allá de cualquier escritura me adentro en mi propia sombra intuyo un vientre más cálido y me acomodo ingreso en él como en un paraíso de locura día y noche me alimento de su profunda oscuridad lo hago defecar a mi antojo expulsar el tiempo toda su sucia poesía en una arcada luego ha de beberse el día y la noche tragarse el mundo hasta el hartazgo para recomenzar

nadie te dijo aquí serás feliz en este paraíso del hartazgo en esta profunda oscuridad que pateas hasta hacerla sangrar y luego bailas alrededor de ese líquido negruzco y maloliente y lo bebes y chapoteas sobre él con la alegría de una bestia

alguien llama del otro lado y tú eres menos que una nada un pedazo de carne hambrienta que vaga sobre aguas placenteras mares de coral sobre tu pecho deforme

en siete meses incubada en mi propio excremento la risa me obligaba a patear con más fuerza panza que se desenrosca y conduce al silencio a la ceguera de la luz el llanto me impide ver la sangre pegoteada sobre los vellos estoy enferma enferma enferma y sucia y hambrienta mi sexo es el vacío la nada me encierro en mi propio graznido tengo miedo de mi desnudez y tirito como una condenada Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 581

escribo

escribes y recuerdas tu propio anochecer el crepúsculo de tu cuerpo dando vueltas y ahora limpia tirada sobre una camilla idéntica a la siguiente y a la siguiente marcada para siempre con un número inexacto tu cuerpo es copia de otro cuerpo una escritura amarga que se bota a un tacho de basura

sin lágrimas – he dicho.

una voz canturrea y derrama hermoso líquido blancuzco sobre mis labios moja todo mi esqueleto la sucia piel de una recién nacida succiono por el pecho sano vomito y defeco sobre mí cierro los ojos y no escribo nada y me duermo sobre el pezón amoratado de mi madre

tu paraíso oh tu hermoso paraíso se ha perdido

de Ya nadie incendia el mundo 582 Victoria Guerrero

Lázaro

No basta una muerte

Quasimodo

Me encuentro anclado en medio del desierto He destrozado todas las fronteras pero no he encontrado a nadie ni nada Todos han muerto ya

Los días pasan como si el tiempo decidiese sobre sí mismo a veces creo que retrocede porque me veo haciendo lo mismo que mañana hice

Ojalá retrocediese hasta aquellos cuatro días en que fui feliz entonces les cortaría la lengua a María y a Marta sin el menor remordimiento

He ido contra todas las leyes he matado he fornicado he robado no he celebrado la pascua y por más que me he culpado nadie me ha creído He intentado todas las formas de la muerte pero siempre la he vencido Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 583

Estoy tanteando con un cincel una salida del planeta

Ya no sé qué hacer

Soy el único hombre al que le sobra vida

de De este reino 584 Victoria Guerrero

otra carta (al amable carnicero)

El olor de la carne descompuesta me atrajo hacia el mercado. Caminé bajo el condenado sol que no desaparece nunca. El amable carnicero permanecía al fondo. Su habitación quemaba como una antorcha iluminando un cuerpo. Yo lo vi venir desde lo hondo. En la esquina filosa brillaba el puñal en lo oscuro. El puñal era guía entre sus manos sudorosas y ensangrentadas. Cogió un cuerpo y lo horadó hasta el fondo. Yo permanecí sentada bajo el fuego del sol. Afuera, todos cuidaban las jugosas frutas de las manos extrañas. De su boca salía un lenguaje que no podía comprender exactamente. Hasta que una mañana pude entender lo que decían: no comas ni bebas de nuestra mercancía.

Entonces añoré la casa del carnicero por su alma sangrante y me dirigí a ella como se dirige un niño hacia un río de agua pura. Tomé en mis manos extrañas aquel cuerpo desollado y lo metí en una bolsa transparente para que todos vieran la presa que iba dentro. Y la mostré como una prueba de amor.

de El mar, ese oscuro porvenir Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 585

Continua escasez de agua en todo el territorio nacional 1980-2004 a través de una vela observo mi cuerpo todavía soy demasiado joven ignoro si mi cuerpo está completo pero sé que es incapaz de expulsar sangre negruzca y maloliente todos los meses el primer doctor avanza sobre mí se ha cubierto la mano derecha con un guante de goma lo veo venir hacia mí con su sonrisa despreciable hunde sus dedos poco a poco y luego toda su mano su gran mano de acero ante los ojos de mi madre

¿es este un espacio sólo posible para la medicina? el amor está prohibido por el momento el segundo toma un artefacto pequeño entre sus dedos no dolerá no dolerá tendida en una camilla entreabro mis piernas algo raspa en un segundo la desvergüenza me acompaña pero otra vez no hay menstruación sino solo pestilencia bendito carnicero heme aquí otra vez imaginando el adentro totalmente abatido y ronco atravesando mi propia oquedad HE CRECIDO SABIENDO LO QUE SE PUDRE pero he cerrado mis ojos he apagado el fuego entre mis dedos con mi baba pegajosa para que doliese menos bendito carnicero mi ombligo no conduce a ningún lugar luminoso y risueño sino a un espacio árido inconcluso a un lugar de fusilamientos sobre el que me doblo algunas noches atrapada por el dolor 586 Victoria Guerrero

¿podré quemarlo todo con esta vela incluso el amor soplar sus cenizas?

los intestinos son dos serpientes tornasoladas que se enroscan sobre sí mismas y no saben nada de lo de fuera no conocen la crueldad del espejo ni la luz del día ni la falta de agua ni la continua explosión callejera pero la mano del carnicero la presienten y el cuchillo que levemente se agita al lado para rasgar lo interior

carniceros doctores héroes nuestros EL AMOR SE HA PERDIDO y ya no hay tiempo —digo no hay tiempo para refregarse las patas o las manos bajo el agua turbia SIN ENFERMAR Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 587

pabellón 7A/ sacrificio una mano blanca se acerca una mano blanquísima demasiado pura me inyecta su odio yo me duermo babeo voto mi espuma sobre una sábana tan blanca como la garra que me alimenta ella espera el zarpazo final mientras observa el goteo de su veneno

NO GRITES NO VIVAS NO AMES es su consigna

un balazo me despierta a media noche alguien arrastra una pierna por la avenida perú su hermoso rostro lloroso de rabia alza los ojos hacia mí me maldice por mi partida y yo bajo los párpados para no ver soy este número que cuelga a media tarde en cualquier habitación vacía cualquier día del mes de agosto

oculto tras una cortina desgarrada/ habitación 701 A-B un ronquido llena el silencio la blancura estremecedora de este espacio dividido en dos

¿madre estás allí? la mano se acerca otra vez me desnuda me jalonea me envuelve entre sábanas sudorosas de otros cuerpos mi rastro se va perdiendo entre ellas aspiro y no siento nada sino el olor de la partida mientras los ojos del amor me dicen 588 Victoria Guerrero

QUÉDATE Y SERÁS FELIZ esa es su consigna

y sus ojos quedan entreabiertos tras los barrotes de una celda

pero yo corro huyo de una prisión para adentrarme en otra todo me conduce hacia un lugar de perfección —eso fue lo que me prometieron

tirada en una habitación pálidamente higiénica infinitas manos se acercan y exploran una cicatriz (la maloliente costra del nacimiento le llaman) iluminan mi cuerpo con una luz tan pura como sus manos

¿será ésta la luz blanca siempre añorada? ¿la luz de la felicidad? ¿el rayo que se disolverá en siete colores de fuego y ahuyentará el mal? —o es sólo un ejercicio más de toda esta retórica

estiro los brazos y me entrego me adormezco en medio de una fiesta enceguecedora hasta que mi cuerpo revienta convertido ya en un alegre surtidor que baña el mundo

un fuego esplendoroso me obliga a levantarme

alguien incendia su cuerpo en medio de la noche un poeta se agita en llamas de su propia orfandad su casa es un gran desaguadero de sueños y sombras pero

YA NADIE INCENDIA EL MUNDO NI SIQUIERA TÚ

nuestros pálidos cuerpos todos presas ardientes de celadores o incendiarios celebran su festivo sacrificio juvenil Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 589

la poesía escupe por todos lados su necia pestilencia y no queda nada sino tirarla a un tacho de basura o coger la maldita mano blanca y torcerle el cuello y no quedan sino tus ojos que bañan el mundo y un cuerpo tras una cortina desgarrada cuyo amor aun desconozco

de Ya nadie incendia el mundo 590 Victoria Guerrero

2. Baile

Él fuma Ella hace rodar sus anillos

Gottfried Benn

Viendo mi cadáver Este cadáver peruano flotando río abajo arrastrado hacia sucios mares del desierto del Perú recordé a mi abuela loca y su extraño canto el eco atravesado de su voz en paredes de adobe ojos azules que me miran observan el corazón de una fruta descarnada

Sáenz Peña 450 Allí nació mi desatinado baile

En medio de una fiesta gótica chispeante de tonos chicha Alumbrada por una iglesia limeña de mediana alcurnia se celebraron las bodas de la Locura

Un anillo se hundió en el otro para pactar la nueva Alianza Esposos & Esposas recitaron el viejo poema del manicomio

un disco de vinilo siguió a otro como mi madre siguió a la suya y yo a ella

He ahí el origen de este cadáver desplazado de su sucia tierra natal

Entonces Esposo dame dos anillos viejos para entendernos

Ahora que conoces el pasado Es tu turno de agitar el futuro

Los dados al centro de la mesa mugen su balada:

6 6 Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 591

Lo dicho:

Un golpe de dados nunca abolirá el azar

^**^

Hace tres años que llevo de la mano a mi hijo no nacido Medio estúpido el pequeño caminaba tembloroso aturdido por la piratería estereofónica de Galerías Brasil

Si estuviese medio vivo tendría un corazón de sapo como su madre que no sabe hacia donde más saltar y se hincharía como un enorme zeppelín para luego arrojarse

100km/h â (río abajo) hasta quedar hecho trizas con más suerte quizá logre caer en este mar contaminado con el que he intentado hacer todo este tiempo un poema la triste balada del porvenir que tanto le gusta a Jerónimo

Esposo (o ya Ex) repito otra vez ¿Es este el hijo que quieres para ti? ¿Un cursi al que hay que enseñarle a chapotear en los océanos?

Pero Cuidado también es fuerte mi hijo mucho más fuerte que la ola arenosa de un mar embravecido Y cuando se enoja No quisieras verlo No te gustaría (Ni yo misma lo puedo mirar a los ojos sin cegarme ante su belleza) 592 Victoria Guerrero

Se eleva como un Sol rojísimo

Y pasa quemando el horizonte A duras penas podrías verle el rostro

Ah el condenado cómo chilla y hace pataleta desde lo más profundo Tanto que los punks postpunks e indies han subido el volumen de sus equipos de sonido para opacar su grito de cadáver peruano tibiecito

No Nadie nos ha querido oír Ni siquiera tú

Aquí el poeta Ramírez Ruiz explica más claramente:

Tú clase pujante /Yo burguesa de medio pelo Tú miembro de la cofradía del Niñito/ Yo poemas cursis Tú Tarkowsky Jodorosky y todos los que le siguen/Yo operación anual y aparatos de tortura

Tú mitología libros de historia tu madre exigiendo dinero llantos de tu amante en Boston / Yo mi madre mi abuela loca la terapia un amante en prisión etcétera

Yo pateando puertas rompiendo ventanas/ Tú haciendo maletas entrando solo a un viejo cine

Y sin embargo, hubo que colocar entre tú y yo 748 kilómetros una música estridente y este hijo sí este hijo

de Berlín José Carlos Yrigoyen (Lima, 1976)

• El libro de las moscas. Lima: Universidad de Lima, 1997. • El libro de las señales. Lima: Nido de Cuervos, 1999. • Lesley Gore en el infierno. Lima: Cepo para Nutria, 2003. • Los días y las noches de José Carlos Yrigoyen. Lima: Álbum del Universo Bakterial, 2005. • Horoskop. México D.F.: El Billar de Lucrecia, 2007.

593 594 José Carlos Yrigoyen

El asunto ya no es tan literario, Marisol, ni es cuestión de que te repugnen mis poemas, sino que no me reconozcas en ellos. ¿Acaso es difícil darse cuenta de que en cada uno de mis versos donde se hunden los muchachos que encuentro en cada esquina, mis apetencias ocultas, los escenarios más negros de la memoria, también hay un poco de ese hijo tuyo que un día dejaste a las puertas de un barrio indecente para probar su valentía?

Pues yo soy ese mismo hijo que vuelve y escribe estos poemas que denuncian la ausencia de un milagro que ya se había vuelto costumbre.

de La balada del anormal, en Los días y las noches de José Carlos Yrigoyen.

Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 595

6

Mi madre era larga como el cordón imperial que separa a las mujeres de la luna. Eso, claro, fue hace mucho tiempo yo no había encontrado a Santiago sirviendo café en un desvelado restaurante amarillo ni la sangre se extendía por el mundo como un animal de cien lenguas y ella era todavía poco apetecible y delgada, se contemplaba en el espejo del dormitorio y veía un árbol del cual se descolgaban confundidos hojas y párpados. “No has redimido tus deseos” le decía mi padre tendido en la cama, ocultando con las sábanas su cuerpo intocado. No era —ya lo dije— una buena época, pero aún tenían ánimos para acostarse bajo las estaciones veloces diferenciando lo desnudo de lo vacío según los árboles guiados por el desorden que todo milagro comprende. Ella metía medio cuerpo dentro de la boca abierta de los sauces sin saber que allí anida la risa del Cáncer. Luego esperaba a mi padre apoyada contra un muro silenciosa como una isla durmiente sin advertir los nefastos círculos de sal que rodaban esa noche por el cielo. En nada reparaste, dama del miedo, ni siquiera en la música de las plantas vivas que ya por esos años anunciaba tu tragedia. 596 José Carlos Yrigoyen

Ahora quizá por tu olor a leche rancia apenas seas tan larga como una solitaria

“Toda costumbre ajena a tu raza tendrás que cargarla a tus espaldas. Igual que cargar el cuerpo muerto de tu más venerado pariente y dejarlo en la copa de un árbol que no florece Solo los hombres justos renuncian así a su poder de juicio”. Así dijo Renzo, leyéndome las cartas una tarde de sábado en una taberna suburbana acomodando sus fotos italianas y españolas sobre la mesa justo en esa hora en la que mi único deseo era un hombre que me pagara la cuenta bajo el signo de Escorpión. He preguntado, hace unas horas, cómo hacer mi cuerpo de doncella comparable al de mi madre en aquellos años cuando cantaba trepada en un piano en los bares de músicos africanos pero no he obtenido respuesta ¿tan difícil es acaso ser para los hombres un torrente abrasador? Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 597

todo el que renuncia a las costumbres también renuncia a su rutina mira a los hebreos, Por ejemplo exigían un cambio de costumbres de espacio y elegidos ascendieron en humaredas todo implica un sacrificio, claro recuerda que las almas más seguras son las ajenas a la perfección pero la que era ajena mi madre? yo no lo sé, dijo Renzo no sé a qué era ajena tu madre pero se rumorea que trabajaba rescatando con redes actores pornográficos en una cloaca de Roma

El que tiene Poder de juicio huye sin saberlo del milagro digo sentado en la ventana del corredor más oscuro de mi casa justo a la hora en que las sombras se revuelcan contra los retratos familiares mi padre está encerrado en su habitación como el mar en su sexo infinito mi madre ha salido a beber al bar de la esquina con una banda de músicos negros —los Banjul Brothers— y Santiago no está a mi lado apretando mi cuerpo de doncella ni intentando cambiar mis malos pensamientos 598 José Carlos Yrigoyen

“Que un gusano se coma a un niño no podrá catalogarse nunca de violación” te digo bajo el marco donde cae esta luz funeraria tú no eres más que una sombra pero igual estamos juntos sentados en el corredor mirando por la ventana un útero descolgándose hacia la consumación de los siglos

de El libro de las señales Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 599

Hotel Amazonas

Esta es la canción, respiramos, es la canción del padre que golpea al hijo, la del hijo que golpea al padre, es la canción que ambos escribieron luego de caer por las escaleras enredándose con la violencia de dos amantes que jamás sonríen, y si sonríen lo hacen hundiendo la cabeza entre los imprecisos signos del lavabo: ciudad suspendida en la esperanza de poseer algún día la breve alegría de un sueño favorable donde pueda encontrar el reposo que la libre de sus malos pensamientos —como por ejemplo el levantar la mano contra el padre que tiene el rostro secreto de lo que hemos olvidado. Pero de ti no me olvido. Lesley Gore no cantará esta canción. La vieja radio de esta habitación ajena no la pasará jamás. De ti recuerdo sobre todo tus viejos apuntes sobre morirse. Es como salir de un país para entrar en otro, decías. ¿Entraremos como la luz en este cielo de papel mojado? Tú sabes de lo que hablo: luego de tu accidente en la carretera, te observé cerrar y abrir los ojos echada en una mesa de disección y veías luego de cada parpadeo una imagen diferente. Tenías el cráneo abierto a la vista como las entrañas de una máquina fotográfica. La boca repleta de ceniza. Y así como se inician habitualmente las aventuras policiales despertaste una mañana a mi lado, mientras escribía una canción, la del padre, la del hijo, la que nadie entonará, la que pasa entre nosotros como el reptil que sin ánimo imita el movimiento de un río, me hablaste de una pintura que te gustaría hacer, Ladrón en una tienda de discos rogando por su vida. Será un gran cuadro del que no habrá nada que decir. Expresar la muerte en un cuerpo temeroso que suplica sobre las baldosas negras y blancas, sumido en el llanto sería entonces para ti una fría, inesperada venganza. ¿Y la cubano-alemana? me preguntaban por ti los otros enfermos. Aquí está, echada en su litera, pintando, cubriendo de cuando en cuando con delgadas y sucias sábanas a los robustos hombres que se descomponen a su lado como si fueran ensangrentados países sobre grandes camas. 600 José Carlos Yrigoyen

Que el padre golpee al hijo hasta matarlo. Que luego lo haga pasar por mujer y lo deje a la suerte del viento, pues toda muchacha es hermosa cuando ha visto a la muerte, y tú ya te la has encontrado tres veces —qué más puedo decir. Aquí el pasado tiene sus habituales pretensiones de distraernos para que no hagamos daño. Admiremos su fracaso. O mejor solo recuerda lo que te contaba cuando éramos desnudos en el baño del hotel, el incienso nos protegía igual que la bondadosa mirada de un santo, y nosotros reíamos fumando y fumando en el baño. El sufrimiento del alma y el dolor al orinar eran así tan fácilmente confundibles. Esta luz amarilla sobre nosotros —no hay brillo en nuestra piel, somos piedras gastadas en un templo— y yo sobre ti como el acróbata que desde arriba sonríe a un público cansado. Que el hijo golpee al padre. Tomémosle una fotografía. Alguien llamó a la puerta entonces, tú te cubriste con las mantas y yo salí al encuentro del uniformado que en el umbral esperaba, con su perfil sombreado como la carátula del disco que perdimos, muy serio, a que termine mi poema con esta triste letanía: Señor policía, por favor, no es este más que el humo que brota teatral de mi espíritu sumido en el cansancio, Señor policía, le ruego, debe usted comprenderme, mi cuerpo está demasiado blando como para poseerla, qué hacer si como un Cristo de Guinea me espera en el lecho con la mirada piadosa y burlona, los brazos extendidos. Nada queda por decir, oh Señor policía, sino que ella es inevitable como el doble sueño que separa a los enfermos de la vida. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 601

Entrevista a Lesley Gore

Sobre esto no sé qué decir: de pronto pienso que habría sido mejor no hacerle caso a esos tipos que decían que el mundo se mantiene precisamente en la mirada de quienes no creemos en él. Habría sido mejor aceptarles un trago o dejarse quebrar entre sus manos como el esqueleto de un pez, usted sabe, no pensar mientras paseo por calles y tiendas que en un párpado soporto toda la isla de Wallis y que cuando tenía quince años y cantaba en la escalera de emergencia de mi edificio, colgándome de las manos del viejo hierro, mantenía en equilibrio con mi nariz —respingada como la de toda inmigrante rusa— la ínsula completa de Pahoa. Cada parte del mundo está asignada a un descreído. Las ciudades santas están, por supuesto, fuera de este asunto. Rostros libertinos me distrajeron a los veinte años de estos persistentes pensamientos, cuando los vi recorrer mis piernas al son de la música del organillo en el curvado escenario de un club sensual, y luego sentía, de la misma forma a la que una se acostumbra a estos blancos zapatos de tacón alto, cómo iban sacándome la memoria como una víscera más de una copa de sangre. Cantaba porque me gustaba: porque cantar es describir a mi manera las sombras que a escondidas me hacían llorar encerrada en el baño luego de alguna llamada telefónica, llamadas telefónicas plagadas de partos clandestinos, de nombres echados de sus departamentos a la mitad de la noche. Al alba llegaba a mi azulado dormitorio con media lengua afuera por el cansancio; más allá el paisaje de avisos luminosos competía con mi brillante lengua. Entonces daban ganas de poner en práctica el consejo de mi madre, ese de dejarse caer sobre el sillón que daba a la ventana, y sentir el corazón pudriéndose en su rama como la manzana que nadie ha querido recoger. Permítame decir algunas palabras sobre mi madre. Ella tuvo unos cuantos hijos motivada por la creencia de que, cuando creciéramos, podría ver leyendas en nuestros ojos. 602 José Carlos Yrigoyen

Y aunque luego lo único que encontró en ellos fue a sí misma hurgando en los espejos de su primer rasgo de locura, a pesar de eso y de su comprensible decepción, a mí y a mis hermanos nos alejó del mal. Por eso le doy gracias. También quiero darle gracias por esa permanente oscuridad, que, como dicen por ahí, nos pertenece apenas la descubrimos brotando del cuerpo inmóvil que poseímos en un camastro pegando nuestra cabeza a su pecho y oyendo sólo un rumor de piedras, o en aquella que con poca habilidad nos arrojó al mundo, ensangrentados y viles, como una mala entraña. Pero sobre todo agradecerle por esta forma de escribir poesía: hablar siempre, siempre sobre uno mismo, hasta hacerse daño.

de Lesley Gore en el infierno Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 603

Mucho más alto que un hombre alto

Esta tarde, cuando salí de casa en búsqueda de un hermano, que en realidad no es mi hermano, pero me ofrece a cambio de casi nada las ramas más abundantes de su árbol —el árbol del conocimiento, el árbol que se duerme con el televisor encendido, el árbol que telepáticamente administra nuestra retórica—, te encontré, ajeno a la gente y al rumor del tránsito, a ti, hijo de lo irreal, no-muerto, zombie de película paraguaya, con un bastón en la mano, herido de muerte desde hace tres meses atrás, mirando todo como cuando miramos por última vez algo que perdemos. Estabas como siempre: irónico, cansado, abrazado a una chica guapa totalmente vestida de negro debido a la música que escuchaba. El rostro maquillado de blanco, la memoria confundida, los intestinos abrasados. Le quise dar un beso y ella, temerosa, me saludó con la mano. Nuestras necesidades somos nosotros mismos, eso lo sé, también sé cómo cambia la velocidad del tiempo cuando somos felices, cuando podemos convocar a quien queremos con sólo nuestra presencia, porque nosotros somos nuestro propio cántico. No me importó e igual la besé. Todo esto es tan natural como el miedo a la electricidad, pero sería bueno que ocupara el lugar de algo más importante, que una descripción nos obligue siempre a comenzar otra, y dejar de hablar, por favor, de la elevación de los cuerpos donde sólo queda nacer, desgarrarse y morir, sin importar el orden. —De verdad yo quería una vida larga, pero no tengo otra salida. 604 José Carlos Yrigoyen

Un día en la vida de Bonnie Consolo

1

Ninguna desesperación como mi desesperación. Y nadie como Bonnie Consolo, en esa lucha desigual mantenida contra su joyero, frente a la cámara. Aunque esta imagen viaja conmigo hace más de quince años, recién tiene hoy lugar en el jardín de mis pensamientos. La recuerdo doblando las piernas, ante la pequeña caja cerrada, accionando su propio mecanismo al arrodillarse, alargando el pie hasta abrir la cerradura con los dedos —hasta atrapar con los dedos el collar. Endereza la columna vertebral —una alineada sucesión de máquinas de afeitar. Lo que aquí quiero decir no tiene nada que ver con la distribución del dolor entre los hombres, ni con las absurdas limitaciones de la literatura oral —con sus propias piernas logra colocárselo alrededor del cuello. Ella ha salido airosa y yo no, pero mi lucha es mucho más fuerte. Porque, Señora Consolo, a los muchachos de trece y catorce años todavía les muestran el cortometraje donde hace éstas y otras cosas, adoptando involuntariamente en sus acrobacias toda clase de formas: camarero entre las fieras, mar de sangre, monstruo que no puede vivir en la tierra pero tampoco entre las aguas. Y les dicen que usted es un ejemplo para los demás debido a su irritante lealtad a lo imposible. Nadie dice que tuvo a su lado tres esposos y dos hijos: pero yo esto tengo que enfrentarlo solo. Su vida es una rutinaria sucesión de dos o tres maravillas, seguramente ejecutadas sin considerar las reglas del stasis y la repetición, mientras aquí mi cara ha comenzado a cambiar, sumergida en la oscuridad de las preguntas más simples: ¿es que acaso significa algo la dolorosa mordedura que descubrí esta mañana cerca de aquella parte de mi cuerpo donde alguna vez fui feliz? Pero de eso, señora Consolo, la verdad es que casi no recuerdo nada. Mejor imaginemos un momento a Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 605

2

Horoskop sin brazos; Horoskop presidiendo los mitos y ritos iniciáticos, Horoskop dejando un rastro de monedas dentro de los edificios del insomnio, Horoskop sonriendo a los niños; Horoskop construyendo, haciendo cantar a sus manos, Horoskop construyéndose cicatrices que luego ante la autoridad no sabrá explicar, Horoskop reconstruyendo los instrumentos de Harry Partch cuando Harry Partch era su sitio secreto, el resto de los regalos, la ciudad cerebral. Horoskop evocando la respiración helada del padre contra su mejilla ese sábado en el garaje de la casa —contra la rectitud de su cintura desnuda. Y la luna arriba oficiando como vínculo entre las preguntas que siempre se hizo y las respuestas que nunca llegaron, demandándole una metáfora zoológica que jamás le pudo conceder. Varios fines de semana perdidos intentando olvidar todo esto a bordo del auto de cualquier chico que sea un auténtico sol ario. Te sonreirá hasta que descubra tus uñas sucias. Si tus dioses son la pobreza y el mal gusto no esperes que te dé un beso. Un mar guardado para ti. Dolorosa mordedura. Flores de madera. Pero sobre todo este gran manojo de hierba. Te llevarás esta hierba a los labios y le dirás que la deseas más que a todas las chicas que alguna vez deseaste. Y no mentirás. Y así me recordarás que hoy no hubo grandes noticias para nosotros, y seguramente tampoco las habrá mañana. Con ella no hay salida, no hay ni siquiera la ternura engañosa que tiene el barbado hombre en las duchas por ese amante de ocho años de edad —un centelleo insolente— que se arma y se rearma con la luz. Ni eso. Más desdeñosa que ella no hay ninguna. Usted siempre tuvo a su lado alguien con quien conversar antes de dormir. Pero yo esto tengo que enfrentarlo solo. —Hemos cocinado hasta sus huesos, querida Horoskop, pero no hubo nada tan insolente como este centelleo insolente. —(Eso no tiene importancia. Igual dormí con él.) Ninguna desesperación como mi desesperación.

de Horoskop

Paul Guillén (Ica, 1976)

• La muerte del hombre amarillo. Lima: Sarita Cartonera del Perú, 2004. • La transformación de los metales. Lima: Trípode, 2005. • Historia secreta. Lima: Lustra, 2008.

607 608 Paul Guillén

Estar sin un zapato — y escribir sobre nada — es como cuando llegas tarde en la noche — con la mierda en la boca — y tus ojos quieren llorar — pero no puedes — es escribir más rápido de lo posible — porque los dedos no responden — no hacer caso a los dedos — ni a los ojos — ni a la madre — ni a la esposa — y tomar un veneno para siempre

de Historia secreta Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 609

Prelusión

Por largo tiempo traté de imitar tus metros y tu estilo ramas de un sauce que se quiebran y lloran pero ahora veo que desde tus vestales resurge una esfera plana y que angelicalmente escuchas una voz muerta y agrietada es porque has hablado con tus manos y has roto los pergaminos que encerraban tu sabiduría

Has preferido encerrarte dentro de una mandrágora y desde allí decirnos que el tiempo es otro y que tú también eres ya otro nosotros venimos a ti para escuchar la historia que no conocemos tus palabras suenan líquidas con la lluvia tus ojos ven sombras que no podemos ver solo queremos un guía en este camino no venimos a salmodiarte como si fueras un dios terrestre es solo que escuchamos el llamado y emprendemos una travesía por los cuatro costados de nuestra herida humana tu vagina es la herida que queremos sanar con nuestras voces el pez nos mira distante desde la arena del fondo y brinda con nosotros por nuestra futura recua y espanto

Ahora, prosigue a descubrir nuestras formas y colores es una anunciación del espanto de vírgenes en vela y del negror de los rostros ángeles extasiados rondando por los callejones esta plazoleta no tiene nada de ti Acaso hablaré en el vacío de tu rostro o buscaré tus pasos detrás de tu cabellera de fuego o haré muchas cosas para encontrarte y no comprenderte tantos rostros y no poder comprender a ninguna 610 Paul Guillén

La vida es un vidrio desquiciado que nos entrega sus fragmentos por minutos y nos hinca los pies

La sangre sobre el pedrusco del camino nos indica nuestro sexo nuestro olor a animales muertos y la fiebre que vino a rondar al séptimo día Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 611

Las ténebres sirtes

a Lía Rebaza

El lugar donde neblina. Las ténebres sirtes. A todo eso habría que dar la espalda

Josemári Recalde

Sí, hablo del infierno.

Wilson Bueno

Tomorrow we meet the same then, dearest? May I take your hand in mine? Mere friends are we —well, friends the merest keep much that I resign.

Robert Browning

Las Ténebres Sirtes un lugar en donde ves el cielo descampado de mayo Un ajedrez de estrellas en donde uno puede moverse como una princesa que no existe Un infierno azul compuesto de alcohol y augures de luz —vacío— De pronto ves a Aldebarán llamado el seguidor que persigue a las 7 Pléyades y no se cansa 612 Paul Guillén

de recorrer la misma estancia porque a cada paso que da el brillo rojo de su ojo no es la cima del frondoso carpe que en la primera lluvia se atraviesa como un tamiz de sus recuerdos es decir su brillo no es natural y por ello brilla o no brilla por ser sustancia o forma del agua o forma de la luz o forma del espanto o existe además con un soplido puedes cambiar la posición del mundo ahora, ves un bosque que no es éste y se mantiene constante y sueñas con encontrar en alguna parte lo que antes para ti era sagrado estás frente al ecuador celeste y no puedes distinguir el frío de la hambruna y me da miedo Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 613

de olvidarme del mundo y de la vida pero aún sigo aquí y me mantendré hasta que los carpos revienten en cenizas frescas y foscas hasta que los hombres sientan la dicha de ser Uno entre ellos mismos pero cuando has querido encontrar una respuesta a tus actos has dicho la tierra abre sus febles mandrágoras para apaciguar una aciaga realidad entonces por qué niegas el rumbo perpetuo de las constelaciones si nosotros también aciagos hemos remontado promontorios estériles frías estaciones de lo venidero pero para qué preguntas por la irradiación del plasma entre tus córneas si nosotros 614 Paul Guillén

también otra vez no hemos olvidado lo pasajero y flébil todo aquello que nos conmueve y preocupa así finalmente verás un brillo de esferas un ligero resquemor y no hay avaricia que contenga estas fiambras y si la felicidad la noche desciende sobre los astros y las fuentes se abrevan en manantiales líquidos y ferruginosos es el espanto de un tiempo remoto y sin historia y solamente los grabados del cielo alumbrando las estaciones y solamente estarse confundido en un sueño inútil y agrietado pero para eso se vive una muerte y la esterilidad no debe corromper tu visión pues ves una conglomeración de estrellas tan arriba y piensas que ahí también debería habitar un germen que nos diga algo pero si tan sólo supieras que tus actos se repiten en el cielo y que la Aurora solamente sale para ti es motivo para decirlo el Can & la Hydra refulgen en su horario y no es que exista Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 615

algo que les diga que hacer sino las estrellas ondas celestes polvo cósmico se trasladan con tus pasos que es distinto aferrarse a una verdad por que la realidad niega y lo transforma todo que así es y todo el cosmos va formando una nueva verdad en tus labios

de La transformación de los metales 616 Paul Guillén

La historia prohibida del comunismo

Carne humana con gusanos rojos y azules: hay una pareja de rusos sentados junto a la calavera de su realpolitik e Isabel ya sabía de su apariencia cavernaria y de sus latidos debajo de la enagua. Los enanos sangrientos con los saxofones creando eones. Luces de oro líquido que se impregnan en tus pupilas. Todo silogismo es ilógico porque de lo que se trata es de un travelling continuo que gira y gira como una noria de agua (y nos mojamos todos). Isabel, la vecina de Ezequiel, apoya a los nazis de Oxapampa. Ahora, quién traerá la miel que chorrea por la carretera tal si fuera la sangre de un accidente a 3000 kilómetros por hora. Ahí no podríamos encontrar siquiera huesos que roer o pedazos de sesos pegados en el asfalto que lamer y qué sería de nosotros sólo ver pasar los ómnibus rumbo a la cordillera y sus llantas estropeadas harían el ruido propicio para una guerra silenciosa y étnica. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 617

¿Cómo puede existir un Inka negro?

—No. Lo que es negro es tu alma. Lo que es negro no es el Cuzco ni Bolivia, tú engendras en el vientre de la tierra colores traídos por un puma — son colores que mezclan el verde, el amarillo, el lila. ¿Puedes imaginar un color así? Cuando estés abajo sentirás las pisadas — verás las huellas — sopla más fuerte tu aliento — que llegué a las cumbres más altas — es cierto — tú quieres subir a la cumbre del Waytapallana y en tu primer intento pierdes un diente tres mil dólares y los zapatos — sientes el frío desde las plantas de tus pies — cómo sube hasta tus córneas y se enrosca a tu cerebelo — si subieras más alto verías las cabezas de los dioses muertos — a tus perros pastando los campos — a Juan que no se ha ido — que siempre regresa — que vive y martillea tu cerebro — hasta cuándo aguantar las humillaciones — porqué no gritar de una vez y para siempre y mantener ese grito como un glacial en la mente de los demás — ¿para qué he venido hasta la cima? Escucha es el zumbido del ave celeste que contempla tu sombra y tú contemplas sus ojos de témpano de iridio — repites: ¿cómo puede existir un Inka negro? — si en las alturas lo negro no produce el vértigo — señalas lo blanco sobre lo blanco, ¿en realidad existe? Viaja en tu interior hacia México, Chile o Brasil y pregunta lo mismo. Entonces, sabrás que no hay Perú, Chile ni Bolivia. No creo. Cierra los ojos, hablemos del mar, de las ciénagas. Ahora, rey negro, empieza tu tiempo. 618 Paul Guillén

El cinema de Satán

a Julián Petrovick

Él ha venido a sentarse a tu costado. Sabe que debe retirar su pierna postiza. Su cojinillo guarda una tolvanera de balines anaranjados y rojos. Sus ojos secos miran el orvallo. Las miradas cruzadas, serradas las cabezas de todos los ángeles, en una salvilla llena de vasijas plateadas están servidas las cervices e iliacos. El cérvido se ufana de su potencia con la lengua para sanar sus heridas infestadas de gusanos azules. Sus patas posteriores han sido confeccionadas con varios cuerpos de perros de presa, mastines nevados, el perro de Pávlov, urogallos, ojos de manta rayas, sus patas anteriores son de cal, cinabrio, cáncamo y zinc. Sus ojos ahora están gelatinosos el magnetismo que irradian no me hace dudar de todos sus nombres. Todos sus nombres guardan su rostro. No puedes mirarlo de frente. La luz muerta que despide tiene el olor de la peste negra. Veo sus fauces, a lo lejos, llenas de sangre. Un andrógino desenrosca su miembro argénteo y lo hierve dentro de su estómago con algunos sábalos, róbalos y sabiolas. El festín empieza cuando el ángel de la S se enrosca en el bajo vientre del cabrón Y LO HACE DELIRAR. ÉL VE SU CONTINUO SERRALLO EN EBULLICIÓN DE LAS MÁS PROFUNDAS VERIJAS Y LO LAME. TODO ES ÉXTASIS EN ESE MUNDO SUBTERRÁNEO. Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008. Poemas 619

Ese pez pierde su color con su movimiento — va tintando el océano como una olla caliente — sus aletas son líquidos solares — escamas que navegan por tu boca — y pueblan el horizonte — tú ves algún animal nuevo en tu firmamento — los cormoranes sangrientos han posado sus garras en tus brazos — cómo revivir esa sangre que bajaba por tu rostro — esa transparencia de sentir las venas rotas — esas arcadas — sensaciones de vértigo — imposibilidad de caminar — los cormoranes viraban hacia el este — las islas verdes que tus ojos vislumbran — son sólo reflejos de un témpano gris — todo era mágico como la velocidad — de cientos de aves — en plena niebla rugiente — tengo una palabra incrustada en la boca — que me hace llorar — una S metida en el cerebro — una S que se amolda a mis sesos — y los corrompe — los golpea — los devora — esa palabra vive en mí — o vive más — palabra proscrita para el tiempo del miedo — dónde refugiarse — bajo qué espasmo quedar inconsciente en el sueño — si sólo supiera escapar de esta realidad tenue — la memoria permanece para el ahorcado como una piedra en el agua — la espuma sale de sus riñones — y contempla sus jugos gástricos — una plaza con miles de balas por avenidas

Anexo

Lista de libros mencionados

No todos los opinantes mencionaron los títulos de libros que consideraban fundamentales en el proceso de la poesía peruana del periodo. En la identificación de los poemarios se observa una gran dispersión. Ofrecemos a continuación los que obtuvieron seis o más menciones (más de un 10%):

Enrique Verástegui / En los extramuros del mundo (23) Ollé, Carmen / Noches de adrenalina (19) José Watanabe / El huso de la palabra (17) José Watanabe / Cosas del cuerpo (10) Mario Montalbetti / Perro negro (8) Carlos López Degregori / Lejos de todas partes (7) Manuel Morales / Poemas de entrecasa (7) Jorge Pimentel / Ave soul (7) Juan Ramírez Ruiz / Un par de vueltas por la realidad (7) Montserrat Álvarez / Zona dark (6) Mario Montalbetti / Fin desierto (6) José Morales Saravia / Cactáceas (6)

La lista completa de libros mencionados es la siguiente:

Agurto, Gastón / Nadie se mueva (2) Alba, Patricia / O un cuchillo esperándome (1) Álvarez, Montserrat / Zona dark (6) Burgos, Elqui / Cazador de espejismos (1) El Cristo de Elqui (1)

623 624 Chueca, Güich, López Degregori, Susti

Carrillo, Sonia Luz / Las frutas sobre la mesa (1) Castillo, Luis Alberto / Melibea y otros poemas (1) Chanove, Oswaldo / Del héroe y su relación con la heroína (3) Las palabras no pueden expresar lo que sentí entonces (2) Chirinos Cúneo, Guillermo / Idiota del apocalipsis (2) Chirinos Eduardo / Cuadernos de Horacio Morell (1) El libro de los encuentros (2) Humo de incendios lejanos (2) Chocano, Magdalena / Contra el ensimismamiento (1) Chueca, Luis Fernando / Contemplación de los cuerpos (1) Cornejo, María Emilia / En mitad del camino recorrido (2) Cruzado, Lizardo / Este es mi cuerpo (1) Curonisy, Walter / Tiempo de rehenes (1) De la Fuente, Juan Carlos / Declaración de ausencia (1) Di Paolo, Rosella / Piel alzada (1) Tablillas de San Lázaro (2) De Ramos, Domingo / Arquitectura del espanto (2) Pastor de perros (3) Dreyfus, Mariela / Pez (1) Echarri, Xavier / Las quebradas experiencias (4) Eslava, Jorge / Itaca (2) Espezúa Salmón, Boris / Tiempo de cernícalo (1) Fernández, Manuel / Octubre (1) Fischer Heredia, Álvaro / Tzolkin (1) García, Ana María / Hormas y averías (1) Gazzolo, Ana María / Arte de la noche (1) Guerrero, Victoria / Ya nadie incendia el mundo (2) Guillén, Paul / La transformación de los metales (1) Helguero, Lorenzo / El amor en los tiempos del cole (1) Herrera, Vladimir / Del verano inculto (2) Jiménez, Reynaldo / Musgo (1) La Hoz, Luis / Los setenta (1) Lázaro, Juan Carlos / Entre la sombra y el fuego (1) López Degregori, Carlos / Cielo forzado (2) Lejos de todas partes (7) Aquí descansa nadie (3) Retratos de un caído resplandor (1) Anexo 625

Málaga, Óscar / Arquitectura de un puente (1) Libro del atolondrado (1) Martínez, Cesáreo / Cinco razones puras para comprometerse con la huelga (3) Mazzeti, Giuliana / No entrará la luz (1) Mazzotti, José Antonio / Castillo de popa (1) Medina, Bethoven / Antología esencial (1) Mejía, Feliciano / Tiro de gracia (1) Molina Richter, Marcial / Ayacucho, hora nona (1) Montalbetti, Mario / “Quasar” (2) Perro negro (8) Fin desierto (6) Cinco segundos de horizonte (2) Mora, Tulio / Cementerio general (5) Morales, Manuel / Poemas de entrecasa (7) Morales Saravia, José / Cactáceas (6) Zancudas (2) Oceánidas (1) Moromisato, Doris / Chambala era un camino (1) Najar, Jorge / Formas del delirio (1) Oliva, Carlos / Lima o el largo camino de la desesperación (1) Ollé, Carmen / Noches de adrenalina (19) Pimentel, Jorge / Kenacort y valium 10 (2) Ave soul (7) Palomino (1) Tromba de agosto (1) Polack, Bruno /El pequeño y mugroso Polack (1) Pollarolo, Giovanna / Entre mujeres solas (2) Quijano, Rodrigo / Una procesión entera va por dentro (1) Ramírez Ruiz, Juan / Un par de vueltas por la realidad (7) Vida perpetua (1) Las armas molidas (5) Recalde, Josemari / Libro del sol (2) Rodríguez-Gaona, Martín / Pista de baile (2) Sánchez León, Abelardo / Rastro de caracol (3) Oh túnel de La Herradura (1) El mundo en una gota de rocío (3) Sandoval, Renato Nostos (1) 626 Chueca, Güich, López Degregori, Susti

Santiváñez, Roger / El chico que se declaraba con la mirada (2) Symbol (2) Eucaristía (1) Dolores Morales de Santiváñez (1) Labranda (3) Trujillo, Jorge / La ironía de la rama negra (1) Vélez Marquina, Elio / En el bosque (1) Verástegui, Enrique / En los extramuros del mundo (23) Monte de goce (3) Leonardo (2) Angelus novus (2) Watanabe, José / Álbum de familia (2) El huso de la palabra (17) Historia natural (4) Cosas del cuerpo (10) El guardián del hielo (2) Elogio del refrenamiento (1) Banderas detrás de la niebla (1) Poesía completa (4) Yrigoyen, José Carlos / Lesley Gore en el infierno (1) Los días y las noches de José Carlos Yrigoyen (1)