Nosferatu. Revista de cine (Donostia Kultura)

Título: El hombre de Laramie (The man from Laramie; , 1955)

Autor/es: Rodríguez, Hilario J.

Citar como: Rodríguez, HJ. (2006). El hombre de Laramie (The man from Laramie; Anthony Mann, 1955). Nosferatu. Revista de cine. (53):160-161. Documento descargado de: http://hdl.handle.net/10251/41490

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Entidades colaboradoras:

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El hombre de Laramie (The ManfromLaramie;Anthony Mann, 1955)

Hilario J. Rodriguez

os cinco westem s que Anthony Mann época, relacionados con la necesidad de representar reali zó con no sólo son de forma directa en lugar de idealizar. Mientras mu­ representativos del nuevo tipo de cine chos actores clásicos, como Jolm Wayne o Ran­ que estaba comenzando a realizarse en dolph Scott, mantuvieron sus registros de antaño, Estados Unidos en los años cincuenta, mucho más resultando siempre más icónicos que dramáticos, Ja­ tenso, objetivo y crítico; sino también de los cam­ mes Stewart, por el contrari o, fu e tmo de los pocos bi os interpretativos que hubo dmante esa misma que supo evolucionar, explotando sus recursos ges- tuales y acentuando su expresividad decla mati va, so­ j es de la obra de Michclangelo Antonioni a partir de bre todo a partir de sus colaboraciones con Anthony los ailos sesenta. Mmm. Uno siempre le recuerda a punto de explotar en H ol"izontes lej anos (, 1952) o El hombre de L aramie contiene algunas de las imá­ en C olorado Jim (, 1953). No se genes más salvaj es de la histori a del cine, quizás trata de un simple fo rastero obl igado a enfrentarse porque sus personajes mantienen las relaciones más con una banda de hostiles lugare 11os ni una encarna­ crispadas y perversas que puedan imaginarse. Will ción de la j usti cia; es un hombre torturado, cuya sed Lockhart (James Stewart) arrastra en su interior el de venganza y cuyo rencor le hacen estar en perma­ cadáver de su hermano, a quien mataron los indios nente conflicto consigo mismo, retorciéndose, más en una emboscada por culpa de los fusiles que antes all á del bien y del ma l. Cuando se ve ante ciertas les había vendido un blanco; Dave Waggoman (Aiex personas, lleva instantáneamente las manos a su car­ Nicol) siempre intenta demostrar su hombría ante su tuchera; en pleno bosque suele pararse de pronto, padre (Donald Crisp), un terrateni ente ciego que después de haber detectado alguna señal de peli gro; confía más en V ic Hansbro (), a su odio le ayuda a sortear cualquier obstáculo; nada quien adoptó siendo nifío pero a quien no puede ni nadie pueden interponerse entre él y su objetivo; querer tanto como a su verdadero pri mogénito ... en el fondo de su alma, laten sentimientos muy con­ Todos ellos se arrastran, se disparan, se traicionan y fusos, a menudo racistas o misógin os, también ho­ se insultan en un territorio irreal, gracias al formato mi cidas ... Es un personaj e bastante in cómodo para panorámico, que le da proporciones míticas a la his­ cualquier espectador, porque uo representa los valo­ tori a. Como sucede en otros westems de Anthony res de los vaqueros tal como los había presentado el Mann, el enfrentamiento fi nal ti ene lugar al lado de cine hasta ese momento, y su presencia tampoco un precipi cio, donde se disuelven el argumento, los resulta armónica en medio del paisaj e, que cambia de personajes y también el espacio abstracto donde ha­ tamaño y pierde la proporcionalidad de sus elemen­ bía sucedido todo hasta entonces. Al desaparecer el tos en cuanto aparece. pasado, desaparece también lo demás.

Puede decirse que Anthony Mann utilizó las interpre­ Viendo ahora mismo a los subsaharianos que in ten­ taciones de James Stewart para ampliar los límites tan cruzar desesperadamente las fronteras españolas, del re fi nado expresionismo de sus thrillers de los arriesgándose a morir o a ser deportados, uno puede 161 años cuarenta y de sus westem s en blanco y negro, entender hasta qué punto la vida en la frontera siem­ en busca de conceptos visuales más salvaj es, en pre ha estado caracterizada por un cierto grado de consonancia con el histerismo dramáti co de los diá­ nihilismo, por la tensión que conlleva estar en un logos de Borden Chase o y con el lado y querer cruzar de repente al otro. Allí da la propio ambiente que había dejado la caza de brujas sensación de que sólo quedan personali dades sus­ en Hollywood. En ese sentido, los personaj es princi­ pendidas, como las de los personajes interpretados pales de Winchester 73 ( IVinchester 7 3, 1950), por James Stewarl en los westem de Anthony Mann T ierras lejanas (The Par CouniiJ', 1955) o El hom­ y algo después por Warren Oates o James Coburn bre de L aramie (The Man from Laramie, 1955) en los de Sam Peckinpah. Para encontrar personaj es contienen la densidad psicológica de cualquier gran similares en la literatura estadounidense, es preciso personaje literario. Bastantes veces se ha hablado de remontarse a novelas decimonónicas como lvfoby Edipo rey o de las tragedias de William Shakespeare Dick, de Herman Melville, u obras más actuales y para referirse a los westems el e Anthony Mann, una aun así clásicas como Meridiano de sangre, de Cor­ apreciación que ayuda a poner de manifiesto que se mac McCarthy. trataba de uno de los cineastas más cult ivados del periodo clásico estadounidense. Por eso su estilo En filmes como E l homb r e de Laramie, los impul­ nunca da la sensación de ser demasiado pretencioso, sos son más importantes que los sentimientos, el como le sucede a Fred Zinnemann en Solo ante el paisaj e prevalece por encima de la arquitectura, los peligro (High Noon, 1952), a Elia Kazan en Viva sonidos sustituyen a las palabras, la luz difu mina los Zapata (Viva Zapata!, 1952), a Georg e Stevens en colores, la pi ntura se impone a la li teratura, las imá­ Raíces profundas (Shane, 1953) o a Edward Dmy­ genes tienen más fuerza que las ideas y se abre la tryk en Lanza ¡·ota (Broken Lance, 1954). Los fil­ puerta de lo que luego sería el cine moderno. Esta­ mes de Anthony Mann tienen resonancia no por su mos ante un modelo fílm ico que, pese a estar am­ espectaculari dad, sino por su densidad, por el peso bientado en el pasado, tiene una mayor cercanía con dramático de sus elementos. Sus héroes y villanos el contexto de desilus ión y ansiedad social que ca­ no son simples arquetipos en contraste con un esce­ racteri zó a los aiíos cincuenta y que sigue prevale­ nario grandioso, más bien parecen cuerpos desplaza­ ciendo después de tantos años, qui zás porque al fi n dos hacia un entorno que les resulta hosti l o, cuando y al cabo los seres humanos no dej amos de estar en poco, misterioso, como les sucedería a los persona- permanente conflicto con nosotros mismos.