La Escuadra Del Almirante Cervera (Narracin Documentada Del
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Gninr of JoCoCIEIBIRIlAN LA ESCUADRA DEL ALMIRANTE CERVERA PUBÍ ''' ALBERTO RISCO, S. J.' LA ESCUADRA DEL ALMIRANTE CERVERA (NARRACIÓN DOCUMENTA- DA DEL COMBATE NAVAL DE SANTIAGO DE CUBA) 2/ edición (aumentada) MADRID M C M X X ^17^1 ObiiaQ Jiménez y Molina, impresores. Teléfono J-315. DEDICA TORIA A los héroes de la Loma de San Juan, del Caney y de los mares que cercan a Santia- go de Cuba, a los actores de la Leyenda ?nás triste pero más gloriosa de nuestra legenda- ria historia, ofrece este tributo de amor, de admiración y de profundo orgullo nacional, El Autor. r56a(J50 «Estas ficciones (de presentar a los hombres políticos no como son, sino como conviene a los mismos intereses políticos) y esas menti- ras dieron lugar a que un día unos héroes es- pañoles tuvieran en Cavite que pagarlas y otro día tuvieran en Santiago de Cuba que sucumbir, víctimas de las mismas mentiras. »Y yo no quiero para mi país, no quiero para los institutos armados que nuevamente puedan ser engañados y engañar a la par al país... »Por eso lo repetiré siempre que tenga oca- sión para divulgar estas cosas y para dar alda- bonazos en el patriotismo que todos sentimos, para que despierten y comprendan que es ne- cesario vivir de manera distinta a como hasta aquí se ha vivido.» Palabras del discurso pronunciado por el ministro de la (iuerra, Excmo. Sr. U. Juan Lacicrva, en el ( írculo Militar de Madrid el 17 de diciembre de 191 7. (Puede leerse íntegro este discurso en el número de El D'ebaie correspondiente al 18 de diciembre, donde se inserta con este epígrafe: «No se repetirá lo de Cavite y Santiago de Cuba».) S. M. la Reina madre, que trabajó con heroico desvelo por evitar la guerra, mereciendo de España eterna gratitud. ANTECEDENTES Sumario: Estado de Cuba durante el mando militar de los generales Martínez Campos, Weyler y Blanco.— Conducta de los Estados Unidos con España. —Conducta de nuestro Gobierno ante las probabilidades de una guerra. —El Maine en la Habana. No creamos los españoles que se ha agotado ya todo lo que hay que decir sobre la infausta guerra en donde perdimos nuestras hermosas colonias. Ni se ha agotado, ni debemos dejar que el olvido sepulte aquellas escenas. ¡Pueden darnos tantas lecciones de experiencia para el porvenir los relatos documenta- dos de aquellos sangrientos sucesos! Yo, que lloré entonces con toda la amargura de un hijo la deshon- ra de mi madre patria y aquel trágico desgarrarse de su manto de reina, quise reconstituir ahora con más sereno espíritu los diversos lances y episodios de la guerra, mientras estaba siguiendo los pasos del cris- tiano y pundonoroso D. Pascual Cervera y Topete para tejer su biografía. Me encuentro, al llegar a este hecho trascendental de su vida, con una multitud de legajos y documen- 8 A. RISCO, S. J. tos inéditos, que debo a la franca amistad con que su dignísima viuda y familia me honran, y no he podido resistir a la tentación de hacer partícipes de ellos a los lectores, formando una relación do- cumentada, rigurosamente histórica, de la interven- ción que la Marina española tuvo en la guerra his- panoamericana, y que es un hecho de armas, según mi pobre juicio, tal vez el más heroico y el que supone más amor y obediencia a las ordenanzas de la patria de cuantos registra la historia contem- poránea. Los antecedentes de la lucha, que tuvo como tea- tro la boca de Santiago, y como desenlace la pérdida de nuestras colonias de Oceanía y de las Antillas, son muy complicados, tienen hondísimas raíces. Prescindiendo por completo de lo que pasó en Fili- pinas, que bien pudiera prestarse a otra relación para la cual no faltan valiosísimos datos i, limitémonos a las Antillas y a los años que precedieron a la de- claración de guerra. La lucha por la independencia venía de muchos años atrás. Haciendo caso omiso de la guerra de 1 87 3, y del convenio de Zanjón en 1 878, que dio aparen- temente fin a la guerra llamada de los diez años, po- demos resumir los gobiernos de los tres últimos capitanes generales de Cuba con estas ligerísimas in- dicaciones históricas: En 1 895 el general Martínez ^ Lo más completo sobre el desastre de Filipinas y sus antecedentes y causas es el libro titulado A?ite la opinión y ante la Historia (el almirante Mofttojo), por C. P., Madrid, 1900. Sobre Cavite en particular, el libro de D. Víctor M. Concas, Causa instruida... LA ESCUADRA DEL ALMIRANTE CERVERA 9 Campos había iniciado una campaña bastante des- graciada; desde el convenio separatista habido en Bayre la insurrección propagóse por el Oriente de la isla, donde atizaban el fuego José Martí y Máximo Gómez, y en l.° de abril desembarcaron José y An- tonio Maceo, siendo reconocidos poco después, Mar- tí como jefe superior, y Antonio Maceo como jefe del ejército de Oriente, y Máximo Gómez como ge- neral en jefe. Los recursos con que contaba este grupo de insu- rrectos eran inagotables; num-erosas expediciones fili- busteras llegaban sin cesar de los Estados Unidos; el 17 de marzo de 1 895 desembarcó en Varadero, cerca de Cárdenas, la expedición de Enrique Colla- zo; el 19, la de Braulio Peña; el 24, la de Calixto García, que tomó tierra en Baracoa, y aunque el jefe superior José Martí pereció poco después en el com- bate de Dos Ríos, la hidra tenía muchas cabezas, y Gómez y Maceo y otros cabecillas tomaron el mando inmediatamente para reemplazarle. Estando así los asuntos en Cuba, llegó a la Habana el general D. Valeriano Weyler el lO de febrero de 1896. Este austero y técnico militar se propuso des- de el principio sustituir el sistema de blandura, que tan poco fruto le diera a su antecesor, por el rigoris- mo militar, sintetizado en la frase de Cánovas del Castillo: luchar hasta el último hombre y la última peseta. En efecto, comenzó aislando a Maceo en Vuelta Abajo, y el revolucionario pagó sus rebeldías con la vida el 7 de diciembre, a manos del bizarro coman- dante Cirujeda. 10 A. RISCO, S. J. Weyler había ya obtenido con el rigor lo que Mar- tínez Campos no pudo obtener con paliativos y blan- duras, y la isla se prometía una muy cercana era de paz, cuando el asesinato de Cánovas del Castillo en Santa Águeda, el 8 de agosto de 1897, vino a cam- biar por completo el rumbo de la campaña cubana. El partido liberal subió al Poder, presidido por don Práxedes ]\Iateo Sagasta, y Weyler entregó el mando al general Blanco, que llegó a la Habana el 30 de oc- tubre de 1897. Don Ramón Blanco llevaba prendido del ojal de su levita un ramo de oliva, prometiendo a los cuba- nos la autonomía en su lírico manifiesto] pero aquel paso, aconsejado años antes y a tiempo por D. An- tonio Maura, ya era una proposición trasnochada y tardía, de tal suerte, que Máximo Gómez respondió con otro manifiesto, en donde, por boca de Bartolo- mié Massó, se conminaba con «la pena de muerte a todo jefe u oficial que aceptase las proposiciones de España» 1. En estas críticas circunstancias aparece la inter- vención, clara y definida, de los Estados Unidos en el asunto. La conducta de los Estados Unidos con España, an- tes de declararle oficialmente la guerra, es un verda- dero contrasentido. Ou^fugaban a dos cartas, no pue- de negarse ante los hechos, probados hasta la saciedad ^ Puede verse un hermoso resumen de esta guerra en el Diccio7iario de Espasa, letra C (Cuba; su historia). LA ESCUADRA DEL ALMIRANTE CERVERA I I por la historia. La carta que echaban sobre el tapete de la política europea decía: humanitarismo] la que guardaban en el secreto de su intención, y a la que verdaderamente jugaban, decía: intereses comerciales. Vamos a sorprender el doble juego. El nuevo presidente de los Estados Unidos, Mac- Kinley, se expresa así el 6 de diciembre de 1 897 en a'ifig 12 A. RISCO, S. J. por último, la intervención en favor de una u otra parte» i. El ofrecimiento de su predecesor (Cleveland), a que alude Mac-Kinley, es éste: «Finalmente, se hace lo posible para que, a falta de lo que antecede (los medios de conciliación), se ponga término a la lucha destructora de Cuba por medio de nuestra interven- ción, aun a costa de una guerra entre España y los Estados Unidos, guerra que, según profetizan confi- dencialmente sus preconizadores, ni sería grande, ni de dudoso éxito... De aquí que, cuando se demuestre la ineficacia de los medios que España emplee con los rebeldes, y cuando los esfuerzos desesperados que se hagan para establecer la soberanía legal de España degeneren en inútiles sacrificios de seres humanos y en total destrucción de aquello mismo que fué causa de la guerra, se creará un estado de cosas en el cual nuestras obligaciones para con la soberanía de España quedarán pospuestas a más altos deberes, que no podemos dudar en reconocer y cumplir» -. ¿Cuáles eran las proposiciones que exigía de Ma- ' Mensaje del presidente, insertado en el Libro Rojo, documento núm. 30 (anejo), pág. 72. Llamo Libro Rojo al que publicó nuestro Gobierno en 1898, WXxAvíáo Documentos presentados a las Cortes en la Legislatura de iSgS por el mi- nistro de Estado. En este libro, de cubierta roja o Libro Rojo, se insertan todas las negociaciones entre amboS Go- biernos, español y americano, desde el 10 de abril de 1896 hasta la declaración de guerra.