SOBRE EL PATRIMONIO INDUSTRIAL Y OTRAS CUESTIONES Escritos breves

Jorge Daniel Tartarini

SOBRE EL PATRIMONIO INDUSTRIAL Y OTRAS CUESTIONES

SOBRE EL PATRIMONIO INDUSTRIAL Y OTRAS CUESTIONES

ESCRITOS BREVES

Jorge Daniel Tartarini LAZOS DE AGUA EDICIONES Jefe de Editorial y de Imprenta: Santiago Basso Edición: Julieta Berardo y Mariana Stein (coordinación), Daiana Reinhardt, Pamela Altieri Diseño gráfico y producción digital: Mariano Gaitán, Julieta Piombo Producción gráfica: Javier Domenichini, Martín Mombrú, Jorge Mondini, Alexis Olivares

Salvo indicación contraria, las fotografías fueron realizadas por el autor del libro. Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723. Todos los derechos reservados.

1ª edición (papel), 2014 1ª edición (electrónica), 2014

© 2014, Lazos de Agua Ediciones Contacto: [email protected]

Tartarini, Jorge Daniel Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones: escritos breves. 1a ed. (electrónica) - : Lazos de Agua, 2014. 192 p. ; 23x17 cm. - (Bitácora)

ISBN 978-987-29750-1-2

1. Arquitectura. 2. Patrimonio Histórico. I. Título CDD 720.9

Agua y Saneamientos Argentinos S.A. Cuit: 30-70956507-5 Tucumán 752 Piso 20, CP 1049 Ciudad Autónoma de Buenos Aires, ÍNDICE

Sobre el autor ...... 11 Presentación | Sergio Kiernan ...... 12 Prólogo: Los treinta y nueve escritos | Jorge Daniel Tartarini ...... 13

PATRIMONIO SANITARIO El camino del agua ...... 16 Cloacas y patrimonio ...... 20 Acriollamientos ...... 24 Testigos íntimos ...... 28 Invariantes ...... 32 Molinos de viento ...... 38 El patrimonio de las empresas ...... 42

PATRIMONIO INDUSTRIAL Establecimientos históricos, actuales shoppings ...... 48 La industria “paqueta” ...... 52. Preguntas de un obrero ...... 56 El arquero invisible ...... 60 Presencias ...... 65 Chimeneas ...... 69 Gloria, vergüenza y dolor ...... 73

PATRIMONIO Y SOCIEDAD Patrimonio y turismo ...... 80 Un país joven ...... 83 Pobreza y patrimonio ...... 88 Cosas del crisol ...... 93 Misceláneas ...... 97 Quedar como Coventry ...... 101 Un pasado de tenderos y contrabandistas ...... 105 El patrimonio de los pueblos históricos ...... 109 El patrimonio de los pueblos históricos (II) ...... 113 La máquina del tiempo ...... 117 Fútbol y patrimonio ...... 122 Abismos ...... 125 Recursos ...... 127 De bancos y correos ...... 130 Por los museos ...... 134 Habitar el patrimonio ...... 137

PATRIMONIO Y CIUDAD Bazar ...... 142 Vuelo nocturno ...... 144 El Ford A, la cocina a gas y las aguas filtradas ...... 147 La Ciudad Estudiantil ...... 151 La morgue de edificios ...... 154 Velódromo ...... 158 Con sabor holandés ...... 162 Arquitecto, no ingeniero ...... 166 Diagonal Norte ...... 170

Bibliografía sobre patrimonio industrial ...... 176 Datos de publicación original ...... 185 Sobre “Construcción de desagües” de Quinquela Martín ...... 187 Sobre el autor Fotografía: Martín Mombrú

Jorge Daniel Tartarini (1954) se graduó de arquitec- Realizó numerosas publicaciones, entre ellas: La ac- to en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la ción profesional en la fundación de La Plata (1982); Ar- Universidad Nacional de La Plata, su ciudad natal, en quitectura ferroviaria (2001); Guía del patrimonio cul- 1978 . Desde 1979 desarrolla una sistemática tarea de tural de Buenos Aires. Arquitectura industrial (2006); investigación, conservación y difusión del patrimonio Patrimonio breve (2007); Patrimonio ferroviario bo- cultural inmueble y del industrial en particular . naerense (2009); Historias del agua en Buenos Aires (2010) y El Palacio de las Aguas Corrientes. De Gran En 1992 ingresó en el CONICET donde se desem- Depósito a Monumento Histórico Nacional (2012) . peñó como investigador hasta 2012 . Ha sido ase- Y en coautoría: Patrimonio arquitectónico platense sor de organismos públicos y privados, argentinos (1985); Manual para la rehabilitación de pequeños y extranjeros, y docente en maestrías y cursos de poblados históricos (1989); Monumentos Nacionales posgrado nacionales e internacionales . Ha integra- de la Argentina (2004); Congresos Panamericanos do y coordinado grupos profesionales de inventario de Arquitectos (2007) y Patrimonio industrial en Ibe- y registro del patrimonio cultural, de elaboración roamérica. Testimonios de la memoria del trabajo y de proyectos de intervención sobre el patrimonio la producción (2008) . Además, escribió capítulos en edificado, de ejecución de programas de recupera- libros y numerosos artículos para publicaciones espe- ción socioeconómica y físico-ambiental de poblados cializadas y de difusión general, como el suplemento históricos y de investigación histórica aplicada a la “m2” del diario Página/12 . conservación y difusión patrimonial para diversas entidades (Programa de las Naciones Unidas para el Actualmente, se desempeña en AySA como Director Desarrollo, Agencia Española de Cooperación Inter- de Patrimonio Histórico y del Museo del Agua y nacional, World Monuments Fund, Junta de Anda- de la Historia Sanitaria, en el Palacio de las Aguas lucía, Comisión Nacional de Museos, Monumentos Corrientes de la Ciudad de Buenos Aires, es Vice­ y Lugares Históricos, Fondo Nacional de las Artes, presidente Segundo de la Comisión Nacional de Fondo Argentino de Cooperación Horizontal, Secre- Museos, Monumentos y Lugares Históricos, y Di- taría de Cultura de la Nación y Dirección de Patri- rector del Curso Superior de Gestión Cultural, Pa- monio Cultural de la Ciudad Autónoma de Buenos trimonio y Turismo Sustentable de la Fundación Aires, entre otros) . Entre otras distinciones, recibió Ortega y Gasset de Argentina . en 2001 la beca de la Fundación John Guggenheim de Nueva York para el estudio y la conservación del patrimonio ferroviario en la Argentina . Presentación

Marcel Proust tenía sus ideas del pasado, fo- es escucharlo explicar la estructura de una tográficas y abarcadoras. Winston Churchill, planta de potabilización; así nos convertimos que aunque no parezca era un entusiasta de lo en espectadores de una época en que impor- moderno, también lo tenía claro y por algo es- taban tanto la ultramodernidad de esas ma- cribió que “son los edificios los que nos hacen” quinarias, y sus procesos chocantes, como la y hacen a una sociedad. Nuestro Alejandro belleza de los edificios donde funcionaban. Bustillo, quizás el arquitecto más elegante que Además, su discurso nos permite disfrutar de tuvimos, se pasó la vida y la carrera uniendo su apego al gran lenguaje de tres mil años de lo antiguo y lo moderno, creando lo más cer- arquitectura, su aplomo y seguridad. cano posible a una síntesis de la Gran Arte y el minimalismo del confort, la informalidad, Los textos publicados en el suplemento “m2” un estilo donde se puede estar en pijamas con del diario Página/12 tienen que ser leídos toda elegancia. como un homenaje al patrimonio, como un manifiesto por su mantenimiento y como una El tema del pasado y la modernidad suele ser protesta contra su destrucción. Jorge Tartarini presentado como una oposición por gente sabe perfectamente que el patrimonio edifica- que no piensa demasiado el tema, o lo pien- do está siendo destruido simplemente porque sa apenas como dinero. Sin embargo, no hay es más pequeño que lo que los especuladores una enemistad entre ambos porque uno es el quieren construir. Cada pérdida es una degra- sostén del otro, y las ciudades, los pueblos, dación más, algo de lo nuestro que se pierde la ecología urbana donde la mayoría vivi- para siempre. El vigor y la belleza de estos es- mos son un palimpsesto de épocas y modos. critos viene de esta certeza y de su amor por Quien vive en un lugar estrictamente del pa- lo bueno. sado vive en un fracaso o en un resort. Quien vive en un lugar completamente demolido vi- Vale la pena enterarse. ve en una alienación sin raíces.

Este es el tema del autor de este libro, el re- sultado de la escritura y reescritura de nues- tro ambiente construido. Jorge Tartarini es un especialista de los sabios en dos temas de tecnología que fueron más revolucionarios que la misma internet: el ferrocarril y el agua corriente. Uno de los placeres argentinos

Sergio Kiernan Editor del suplemento “m2” del diario Página/12 Prólogo Los treinta y nueve escritos

Entre los años 2003 y 2013 publiqué en el su- Quizás el lector piense que en poco y nada se plemento “m2” del diario Página/12 los textos relacionan estas situaciones y personajes con el que, salvo alguna actualización coyuntural cuidado del patrimonio cultural, con los estra- indispensable, se reproducen en este libro. Los gos a que lo somete el turismo, con la crónica temas abordados han sido objeto de debate en escasez de recursos para su conservación, con la Argentina durante el último tercio del siglo la necesaria valoración y rescate del pasado XX y comienzos del actual, tanto en el campo industrial, con la imperiosa puesta al día de teórico como en el campo empírico de la con- anquilosados museos, con nuestra identidad servación monumental; especialmente, en lo multicultural, con la aceptación irreflexiva relativo al patrimonio industrial de las obras de de normas y documentos, con el rescate de salubridad y de la arquitectura ferroviaria. testimonios únicos de una ciudad que los va fagocitando, con la relación entre pobreza y No mucho tiempo atrás, estos temas eran casi patrimonio así como con la supuesta juventud de discusión exclusiva en ámbitos académicos —menospreciada— de nuestro patrimonio. y profesionales de la disciplina y rara avis en Sin embargo, sentimiento y razón —ficción y la prensa local. Por fortuna, hoy son más fre- realidad— conviven y dan sentido a la visión cuentes en diversos medios y en particular en del pasado que yo elijo. Una visión que abreva el suplemento “m2”, que otorga a la preserva- en la memoria y que, consecuentemente, impri- ción patrimonial un merecido espacio protagó- me también una idea y una valoración de lo que nico, no solo porque favorece su difusión, sino creo y siento como patrimonio hoy. también porque la dota de un indispensable carácter humanizador. Algo poco frecuente en La materia prima que nutre estos textos es casi un medio profesional que a menudo confunde siempre la misma: la consideración del tiempo, rigor académico con lobotomización de lo sen- la memoria y el patrimonio cultural. A pesar de tido y de la persona como eje del discurso pa- su número, los textos ni por poco ostentan el trimonial. misterio de los peldaños de la novela de John Buchan, ni los asombrosos poderes del señor Un maquillador de cadáveres, arqueros me- Memoria, que guardaba en su mente los secre- dievales en usinas de la Ítalo, un fallido tos de toda una organización de espías. En su submarino argentino de 1810, hindúes que lugar, probablemente el lector se tope con una tienden vías en los alrededores de la Capital, intención bastante más simple: despertar en su Doña Petrona enseñando a cocinar a gas, un mente más preguntas que respuestas, más es- flamante Ford A en el y una peranzas que añoranzas de lo perdido y, por so- máquina del tiempo que viaja a monumentos bre todo, la insoslayable necesidad de respetar impecables… son algunas de las situaciones y el continuum histórico de cada bien cultural. personajes que se dan cita en los treinta y nue- ve textos seleccionados. Jorge Daniel Tartarini Buenos Aires, noviembre de 2013 14 Patrimonio industrial PATRIMONIO SANITARIO

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 15 El camino del agua

Testimonios de los sistemas de potabilización, abastecimiento y distribución del agua

Buenos Aires hacia 1908 llegaba a su primer millón de habitantes, era una ciudad de crecimiento salvaje y así lo padecía su sistema sanita- rio, proyectado para una ciudad de cuatrocientos mil. La edificación en altura y el aumento demográfico —inmigración mediante— de- mandaban un plan de ampliación de gran alcance que respondiera a esta realidad. Y así lo entendió la Dirección General de Obras de Salubridad de la Nación, antecesora de la primera empresa estatal de saneamiento: Obras Sanitarias de la Nación, creada en 1912.

Fuentes de agua, Dentro de aquel plan se encontraba la construcción de un gran esta- blecimiento potabilizador que se ubicaría en la zona de Palermo, en templetes, garitas de terrenos linderos al . En aquellos años, la ciudad vigilancia, geométricos contaba con una planta potabilizadora en el barrio de la Recoleta que, a senderos con jardines pesar de sufrir continuas ampliaciones y ocupar cerca de 24 hectáreas, resultaba insuficiente. Las obras del Establecimiento Palermo fueron y un primoroso inauguradas durante los festejos del Centenario de 1910, pero recién cuidado por cada cobraron impulso dos años después. Una primera sección de sus insta- laciones se habilitó en 1913, y su habilitación definitiva se produjo en detalle hacían del 1928, cuando reemplazó totalmente al de Recoleta. Establecimiento Palermo el orgullo La construcción del núcleo principal del Establecimiento llevó unos veinte años, período durante el cual se levantaron los edificios de bom- de la gente de Obras bas, los filtros, los depósitos de decantación, la usina, la administra- Sanitarias ción, el gran arco de acceso, el parapeto perimetral y un equipamiento a tono con la sobria elegancia del conjunto industrial. Fuentes de agua, de la Nación. templetes, garitas de vigilancia, geométricos senderos con jardines —famosos por sus rosales— y un primoroso cuidado por cada detalle hacían de este lugar el orgullo de la gente de Obras Sanitarias de la Nación.

Y así lo reafirmaban las delegaciones extranjeras y visitas ilustres que lo frecuentaban, las que —además de quedar impactados por su en- vergadura— no ahorraban elogios a la apacible belleza de sus espa- cios verdes.

16 Patrimonio sanitario Arco de triunfo de acceso a la Planta San Martín. (Fuente: Archivo General de la Nación)

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 17 La planta de Palermo, Un entorno en armonía con su arquitectura industrial, con acabados que en cada momento superficiales que simulaban ladrillos vistos rojizos —en realidad revo- ques de ese color— y elementos decorativos del Neorrenacimiento, que histórico contó con jerarquizaban vanos, remates, esquinas, accesos y basamentos. Las pa- todos los adelantos redes de los antiguos filtros lentos, con su sucesión de vanos con arcos de medio punto, ritmados por almohadillados verticales y rematados técnicos y edilicios por valvas ornamentales son semejantes en su estética a las que pre- para la elevación, sentan los filtros rápidos, construidos años más tarde. Prácticamente, a lo largo de su prolongada construcción, la estética inicial del conjunto purificación e continuó vigente, guardando armonía y equilibrio entre sus distintos impulsión del agua, componentes. Esta planta, que en cada momento histórico contó con desde su nacimiento todos los adelantos técnicos y edilicios para la elevación, purificación e impulsión del agua, desde su nacimiento ha sido una de las más im- ha sido una de las portantes de Latinoamérica. Y como tal, un testimonio vivo de la labor más importantes de desplegada por los equipos de profesionales y técnicos argentinos en el proyecto y en la construcción de los sistemas de tratamiento del agua a Latinoamérica. lo largo de casi todo el siglo XX.

A corta distancia, en el Río de la Plata, encontramos otros testimo- nios de los sistemas de provisión, como las diversas torres de toma, punto de origen del circuito que capta el agua para ser enviada por un túnel subfluvial a la planta de potabilización. Las hay modernas y antiguas, como la primera que tuvo la ciudad, proyectada por el es- tudio del ingeniero John Bateman. Otras “huellas hídricas edilicias” son engañosamente más visibles, como el impactante Palacio de las Aguas Corrientes de avenida Córdoba (inaugurado en 1894), que po- día albergar más de 72 millones de litros de agua para abastecer a la ciudad. O bien, un poco más lejos, adentrándonos en los barrios de Caballito y Villa Devoto, nos topamos con dos gigantes de similar capacidad, levantados para ayudar en la distribución del agua a su antecesor, en 1915 y 1917 respectivamente. Hacia el sur, en el barrio de Constitución, en avenida Entre Ríos y Pavón, vemos el último ex- ponente de estos grandes reservorios, alejado temporal y estilística- mente de aquellos, construido entre 1948 y 1957, con formas sobrias y grandilocuentes, muy a tono con las demandas monumentalistas de un Estado fuerte que proyectaba su imagen en obras de aspecto ciclópeo.

Como se ve, de los sistemas de potabilización, abastecimiento y dis- tribución del agua hoy quedan valiosos testimonios que denotan la importancia otorgada a la higiene pública como símbolo de moder- nidad, civilización y progreso. También reflejan el avance técnico y el progreso científico del saneamiento y de la ingeniería sanitaria,

18 Patrimonio sanitario y por sobre todo, la evolución del concepto de higiene urbana. Entre nosotros, es en el último tercio del siglo XX cuando el patrimonio industrial sanitario comienza a ser identificado, registrado y prote- gido a través de distintas acciones y normativas. Una labor no exen- ta de altibajos y que tiene por delante un largo camino por recorrer. No obstante, existen indicios de que el camino iniciado a su favor cada día encuentra mayor receptividad, tanto en las comunidades como en las instituciones preocupadas por su conservación. En la medida en que cada uno de estos eslabones vaya cobrando verdade- ra significación, el agua no solo podrá entenderse como un recurso natural, indispensable y vital, sino también como un componente esencial del paisaje cultural de la ciudad, de su memoria y de su actual identidad. Pequeña locomotora en una de las calles internas de la Planta San Martín. (Fuente: Archivo General de la Nación)

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 19 Cloacas y patrimonio

La arquitectura de las cloacas y de los desechos: de “eso” sí se habla

Desde que las primeras civilizaciones fueron perdiendo su carácter nómade y comenzaron a asentarse en lugares más permanentes, la evacuación y el tratamiento de las aguas servidas se convirtió en una preocupación importante. Hoy, gracias a investigaciones arqueológi- cas, podemos saber que en el Valle del Indo —actual Pakistán— ha- cia 2500 a.C. se utilizaban sistemas de canalización para desechar las aguas servidas; e incluso, baños públicos y privados con retretes y caños de barro cocido. Además, contaban con un sistema de cloacas que desembocaban en enormes pozos sépticos. Más conocidos son El arco que se observa en la imagen los baños con tuberías de agua fría y caliente y retretes con depósito es un vestigio de la antigua Cloaca de agua superior usados en los palacios de Creta, hacia el año 2000, Máxima (siglo IV a.C), que evacuaba las aguas servidas en el río Tíber, en considerado por algunos como el primer inodoro de la historia. La Roma (Fuente: Wikimedia Commons cultura minoica o cretense no solo contaba con baños, sino también / Lalupa) con habitaciones con sistemas de calefacción por aire.

20 Patrimonio sanitario Pero si de avances hablamos, la Cloaca Máxima, primera gran obra Con la construcción de saneamiento de la Antigüedad —comenzada por los romanos en de la Cloaca Máxima, el siglo IV a.C.— ocupa un lugar excluyente: con ellas, Roma gozó de un sistema de retretes con agua corriente que Londres recién tuvo en primera gran obra de 1851. Sin embargo, con la caída del Imperio romano también desapa- saneamiento de la reció esta fenomenal ingeniería sanitaria y durante muchos siglos las pestes y la falta de higiene fueron moneda corriente. Antigüedad —comenzada por los Aún en el siglo XVII en palacios como el de Versalles, pensados para un millar de nobles y unos cuatro mil sirvientes, pese a sus grandio- romanos en el siglo IV sas cascadas y fuentes exteriores, su proyecto no incluía instalaciones a.C.—, Roma gozó de para retretes o cuartos de baño. La gente hacía sus necesidades en los un sistema de retretes lugares más diversos, incluso en los geométricos parterres. El aseo corporal generalmente se realizaba solo una vez por año; de allí el con agua corriente uso de abanicos y perfumes para disimular el hedor. Los cortesanos que Londres recién y la realeza usaban pelucas para aparentar, además de estatus, lim- pieza. tuvo en 1851.

En el siglo XVIII, con el nacimiento de la Revolución Industrial en Gran Bretaña, los efectos de la urbanización e industrializa- ción produjeron hacinamiento y miseria. Un punto de inflexión El Palacio de Versalles no contaba ni fue, en la década de 1830, un grave brote de cólera que diez- con instalaciones para retretes ni con mó la población de Londres. Es que tanto la capital inglesa co- cuartos de baño (Fuente: Wikimedia mo París y otras ciudades europeas, sencillamente, apestaban. Commons / Marc Vassal)

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 21 En la década de 1830, El Támesis era una especie de cloaca a cielo abierto y su hedor era tan el Támesis era una insoportable que en la Cámara de los Comunes debieron colgar cor- tinas bañadas con desinfectante en las ventanas. La solución llegaría especie de cloaca a con la construcción bajo la ciudad de una red de alcantarillado de cielo abierto y su hedor 1.200 kilómetros, proyectada por el ingeniero Bazalgette.

era tan insoportable Los resultados fueron inmediatos: las epidemias cesaron al conectar- que en la Cámara se el alcantarillado. Junto con las obras subterráneas también fueron necesarios establecimientos e instalaciones donde se procesaran los de los Comunes desechos y “materias excrementicias”. La labor de Bazalgette y de debieron colgar otros ingenieros británicos en este terreno rápidamente se difundió cortinas bañadas con a otros países de Europa, Asia, África y América. Junto con ella se esparció el particular sello de la arquitectura industrial inglesa de desinfectante en las mediados del siglo XIX con obras que combinaban formas, técnicas ventanas. y materiales de la tradición funcional, con vertientes pintoresquistas, corrientes medievalistas, o bien del románico y, más comúnmente, un variado repertorio clásico y renacentista.

Planta Elevadora de Wilde, en Ave- llaneda, provincia de Buenos Aires, En este proceso de transferencia de tecnología y de programas arquitec- establecimiento proyectado por el tónicos, se plasmaron obras notables. Tan notables como poco conoci- estudio de John F. Bateman en 1882 das. Un poco por su carácter industrial y por pertenecer a un patrimonio

22 Patrimonio sanitario no debidamente valorado, pero mucho por el carácter del tema que invo- Lejos había quedado lucraban. Lejos había quedado la moral victoriana, pero de la arquitectu- la moral victoriana, ra de las cloacas y de los desechos difícilmente se hablaba. pero de la arquitectura No obstante, entre nosotros no solo existe, sino que exhibe excelentes de las cloacas y de los ejemplos. En Wilde, por ejemplo, se encuentra una planta elevado- ra que recibe los líquidos de distintas cloacas máximas de la Capital. desechos difícilmente Proyectada en 1882 por el estudio del ingeniero John F. Bateman, y se hablaba. conformada por un repertorio completo de edificaciones de ladrillos rojizos, con piezas de terracota importadas, mansardas de pizarras, arquillos… rodeadas de espacios verdes, chimeneas y rejas de hierro fundido de la firma escocesa de W. Macfarlane. Casas de máquinas, caballerizas, carboneras, hornos incineradores, chalet de adminis- trador y otros edificios industriales posteriores resultan igualmente valiosos.

Para contribuir a su debido reconocimiento y protección, en noviem- bre de 2013 el conjunto industrial de la planta elevadora de Wilde fue Conducto para el sifón de la Cloaca Máxima de Buenos Aires, 1915. declarado Monumento Histórico Nacional. Así se acrecenta el patri- (Fuente: Obras Sanitarias de la monio industrial argentino declarado. Y sobre todo se demuestra que Nación 1912-1950. Buenos Aires: de “eso” sí se habla. AySA, 2007)

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 23 Acriollamientos

El bidet: francés de origen, argentino por adopción

Que el Palacio de las Aguas Corrientes, en Ciudad de Buenos Aires, es solo la punta del iceberg de un patrimonio visible e invisible vinculado a la higiene y a la salubridad es algo bastante conocido; por lo menos para algunas de las 112.000 personas que visitaron su museo1. Desde luego que no es suficiente porque ese inmenso patrimonio industrial merece ser más conocido y disfrutado. Bidets con pistón y ducha central de Y porque, además, a través de él, podemos acceder a otros formas Luis XV. (Fuente: Catálogo de igualmente valiosos. Como por ejemplo el de los artefactos que a Heinlein y Cía. —casa introductora—. Buenos Aires, edición 1901-1902. En: diario conviven con nosotros en el cuarto de baño, testigos íntimos Biblioteca Agustín González, AySA) de frondosa historia. Como el bidet, por ejemplo.

1 Cifra correspondientes a los visitantes del Museo del Agua y de la Historia Sa- nitaria entre 2006 —año de la creación de AySA— y noviembre de 2013.

24 Patrimonio sanitario Su origen se remontaría a la época de las Cruzadas y lo habrían El origen del bidet se utilizado los caballeros cruzados a su regreso de Jerusalén, para remontaría a la época lavar sus órganos genitales, antes y después de tener relaciones sexuales, como medida higiénica preventiva. Más tarde, durante la de las Cruzadas y lo Revolución francesa, su uso fue signo de refinamiento. Se llamaba habrían utilizado los “caja de limpieza” o “bidet” y era utilizado por integrantes de la nobleza para el aseo íntimo femenino. Pronto se difundió entre caballeros cruzados la burguesía y, merced a una campaña de salud pública, para a su regreso de fines de la Segunda Guerra Mundial los hogares franceses tenían uno en su baño. Era bastante común entonces que los parisinos se Jerusalén, para lavar burlaran de los turistas ingleses que veían un bidet por primera sus órganos genitales vez y lo utilizaban para orinar, lavarse los pies o las medias. antes y después de tener relaciones sexuales, como medida higiénica preventiva.

Variedad de sílicos en hierro esmaltado y una palangana bidet con caballete plegable de apoyo. Artefactos móviles de difundido uso en los años previos a la instalación de los sistemas de aguas corrientes. (Fuente: Catálogo de artefactos y aparatos sanitarios de la sucesión de Vicente Marchi —casa importadora—. Buenos Aires, s/f. En: Biblioteca Agustín González, AySA)

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 25

Pero a pesar de su difusión, según un historiador especializado en la vida cotidiana de los franceses, Roger-Henri Guerrand, muy pocos realmente lo utilizaban, quizás influenciados por las enseñanzas del catolicismo que desaconsejaban el aseo ya que, en la postura de San Francisco de Asís, permanecer sucios les daría una idea del olor del infierno.

La primera referencia del bidet lo describe en Francia, en 1710. Se sabe además que hacia 1750 apareció un bidet con jeringuilla que, mediante una bomba manual alimentada por un depósito, permitía una lluvia ascendente. La palabra viene del francés “bidet”, nombre que pusieron al artefacto que se utilizaba con las piernas abiertas, como cuando se monta a caballo. Otros afirman que los franceses tomaron la palabra del nombre galo de un caballo pequeño para niños o damas. En suma, un utensilio independiente, que podía trasladarse a la habitación de aseo y luego arrojar su contenido siguiendo el viejo método del tout-a-la-rue o “¡agua va!”, como se conocía por aquí.

Era bastante común Estos primeros enseres generalmente presentaban una elegante entonces que los decoración y contaban con una armazón de madera, un respaldo y una tapa que ocultaba una palangana de loza o de estaño. Cuando parisinos se burlaran surgen los cuartos de baño o de aseo y el cuarto excusado, el uso de de los turistas ingleses la silla agujereada se transforma, pues surge un ambiente fijo para las funciones íntimas. Bidets, palanganas y demás enseres de higiene que veían un bidet —como jarros de loza— pueblan estos lugares, aunque todavía como por primera vez y lo elementos móviles. utilizaban para orinar, Las características de esta “palangana con forma de guitarra” lavarse sus pies o las cambiaron con el tendido de las primeras redes de provisión de agua y medias. de desagües cloacales. Contar con una red de cañerías que permitiese abastecer y evacuar el agua utilizada favoreció el desarrollo técnico de los artefactos sanitarios como el bidet.

El arquitecto Alejandro Christophersen rememoraba en 1933 que entre nosotros el uso de este “4° elemento de higiene” no estaba tan arraigado décadas atrás, y su empleo era considerado, por los más puritanos, hasta inmoral. Recordaba que en un remate, un martillero anunciaba su venta como un “instrumento en forma de guitarra, de uso desconocido” y que un estanciero se quejaba a su arquitecto de que “el lavatorio con ducha le resultaba incómodo cuando se lavaba la cara”. Christophersen aludía luego a una clienta a quien trataba de explicarle los planos de su casa y que, cuando él tímidamente nombró el bidet, la señora exclamó sulfurada que

26 Patrimonio sanitario ella no era una prostituta francesa. A pesar de ello, su uso, con el Las características de tiempo, comenzó a generalizarse y fue considerado algo corriente esta “palangana con e indispensable en los baños argentinos de las décadas siguientes. A tal punto se acriolló, que dio origen a un dicho muy nuestro: “Bidet: forma de guitarra” francés de origen, argentino por adopción”. cambiaron con

Acriollamientos que también encontramos en buena parte de la música, el tendido de las literatura, deportes, gastronomía, idioma y tantas otras expresiones primeras redes de llegadas desde lejos y que hoy forman parte de la rica diversidad cultural que identifica y singulariza nuestro patrimonio. provisión de agua y de desagües cloacales.

Catálogo de la firma estadounidense Maddock. Luego de la Primera Guerra Mundial, crecieron las relaciones comerciales con Estados Unidos y con ellas, la llegada de la industria sanitaria yankee que fue compitiendo y, progresivamente, desplazando a la británica. (Fuente: Catálogo de ar- tículos sanitarios de porcelana vítrea de Thomas Maddock. En: Biblioteca Agustín González, AySA)

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 27 Testigos íntimos

De la bacinilla al inodoro

“No se permite a Dejar atrás los años de las bacinillas y del intimidatorio “¡Agua va!”, nadie, quienquiera que así como las letrinas y pozos negros, no fue fácil y en buena medida dependió de los adelantos técnicos e invenciones de fines del siglo sea, antes, durante XVIII y gran parte del XIX en Inglaterra. Una idea del estado sanitario o después de las hacia 1589 la brinda una advertencia que debió colgar la corte ingle- sa en el palacio: “No se permite a nadie, quienquiera que sea, antes, comidas, ensuciar las durante o después de las comidas, ensuciar las escaleras, los pasillos escaleras, los pasillos o o los armarios con orina u otras porquerías”.

los armarios con orina Ciertamente, el hedor que desprendían ciudades y personas era in- u otras porquerías”. soportable. El lugar donde se hacían las necesidades era solo un agu- (Cartel de advertencia jero conectado a un pozo ciego o un río, y era frecuente encontrar al de la corte inglesa, 1859)

Sillón de madera, con apoyabrazos y patas ricamente torneadas, asiento rebatible y cavidad para balde metálico de excreciones. Las rueditas inferiores hablan de su carácter móvil dentro de la habitación. Patentado por la firma británica Jennings. (Fuente: Catalogue George Jennings Ltd. Sanitary Engineers. Lambeth, London. En: Biblioteca Agustín González, AySA)

28 Patrimonio sanitario voltear una esquina a alguien defecando. Erasmo, en un manual de buenas maneras de 1700, aconsejaba: “Si pasas junto a una persona que se esté aliviando, debes hacer como si no la hubieras visto”.

Los primeros retretes a válvula dotados con cisterna, bastante de- ficientes en su funcionamiento, nacieron en Inglaterra. El primero de ellos fue un artilugio inventado por John Harington para Isabel de Inglaterra en 1596, un artefacto que incluía una torre alta de agua, con un grifo accionado a mano que permitía al agua fluir en un de- pósito y una válvula que vaciaba los detritos en un albañal cercano. El modelo, bautizado “Ajax” —entonces denominación popular del orinal— mereció un libro por parte de su autor, Harington, en donde con crudo humor ironizaba sobre el retrete de la Reina. Indignada, Isabel desterró a su ahijado y la invención cayó en desuso. El siguien- te retrete fue patentado por Alexander Cumming, matemático y relo- jero británico, en 1775. El gran avance respecto al de Harington era que impedía el ingreso de los olores desde el albañal como sucedía con este y otros contemporáneos.

Distintos tipos de inodoros con sistemas wash down y wash out, de dos Inodoros de pedestal ricamente decorados, con variedad de colo- piezas. (Fuente: Catalogue Sanitary Earthenware, 1902. En: Biblioteca res y nombres alusivos. (Fuente: Catalogue Sanitary Earthenwa- Agustín González, AySA) re, 1902. En: Biblioteca Agustín González, AySA)

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 29 El modelo de Cumming, debajo de la taza, se curvaba hacia atrás a fin de retener en todo momento una cantidad de agua para atajar los olores procedentes de abajo. Un recurso que pasó a convertirse en parte indispensable de todos los futuros modelos de inodoros. Pero la evolución del artefacto no culminó allí, ni mucho menos.

En 1778, Joseph Bramah patentó su propia versión de un inodoro de válvula, modelo considerado predecesor del que conocemos en la ac- tualidad. Bramah se dedicaba a instalar los inodoros de Cumming y observó las diversas mejoras que podían introducírseles, creando una versión muy mejorada. Sin embargo, no siempre lograba un per- fecto aislamiento de los gases que se formaban en los colectores y en los pozos ciegos.

En la Argentina de No fue sino hasta 1848, cuando un grave brote de cólera diezmó la po- 1880, el inodoro, al blación de Londres, que las autoridades iniciaron campañas en pro de instalaciones sanitarias en las viviendas, lugares de trabajo, calles y es- igual que el bidet, pacios verdes. Un hito importante fue, hacia 1850, la sanción del Acta fue considerado por de Salud Pública, por la cual los vecinos de Londres debían conectar sus casas a la red cloacal. Es entonces cuando comienza a tomarse en la cultura de la época serio la ingeniería sanitaria y cuando el retrete de Bramah evoluciona un artefacto que hacia el modelo de una pieza, con taza y sifón unidos. debía disimularse con El inodoro inglés de pedestal, en el que la palangana formaba una muebles o esconderse sola pieza con el sifón, fue perfeccionándose y se idearon diversos sis- en receptáculos ya temas de descarga y limpieza. Se eliminó de esta manera el problema que presentaba el inodoro tipo wash out, pues quedaba permanen- que su presencia temente una cantidad de agua en el tazón que prevenía la suciedad ofendía la vista. y obturaba el paso de gases de la cloaca al interior. El avance de es- tos dispositivos, sumado al mejoramiento de la loza vidriada de fácil limpieza y al conjunto de instalaciones domiciliarias correctamente dimensionadas, favoreció el rápido desarrollo del equipamiento sa- nitario.

Cuando a inicios de la década de 1880 llegaron los primeros inodoros a nuestro país, detrás de ellos existía un desarrollo experimental de treinta años, con modelos de probado uso en los países de origen, que los exportaban a los más apartados confines. Como sucedió con otros accesorios, comenzó a utilizarse en los cuartos de baño de las familias más acomodadas. Al igual que el bidet, el inodoro fue considerado por la cultura de la época un artefacto que debía disimularse con muebles o esconderse en receptáculos ya que su presencia ofendía la vista.

30 Patrimonio sanitario El ornamentado inodoro característico de la década de 1920 fue ce- El ornamentado diendo paso al aséptico artefacto del funcionalismo moderno, con inodoro característico superficies blancas, depuradas y medidas ergonométricamente cal- culadas. La reducción de espacios del baño célula alineó este artefac- de la década de 1920 to junto al lavabo y al bidet, pautados por estrictas separaciones entre fue cediendo paso al sí, en un ambiente de planta rectangular, cuyo lado menor correspon- día al largo de la bañera. Los cambios de forma corrieron paralelos al aséptico artefacto nuevo concepto de higiene y confort y también al gusto imperante: ya del funcionalismo no era necesario ocultar el inodoro; por el contrario, en ocasiones fue llevado a la categoría de objeto artístico. E incluso a celebrar mun- moderno, con dialmente su día, como sucede cada 19 de noviembre, con el objetivo superficies blancas, de tomar conciencia sobre aquellas personas que no tienen acceso a depuradas y medidas servicios sanitarios y a condiciones higiénicas saludables. Y no es pa- ra menos, la ONU señaló que en el mundo cerca de 2.500 millones de ergonométricamente personas no tienen acceso a dichas condiciones, una cifra por demás calculadas. preocupante.

Catálogo de la firma estadounidense Standard. Inodoros con “mochila” y sin ornamentos, característicos de la década de 1930. (Fuente: Anuario de la Construcción. Buenos Aires, 1937)

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 31 Invariantes

Construcciones que permanecen

Para muchos de los cientos de miles que llegaron a estas tierras bus- cando trabajo, Buenos Aires, además de una meca laboral, era la oportunidad de pasar de la cautivación a distancia de una simple pos- tal o del relato de un amigo ya aquerenciado a contemplar aquellos edificios coloreados en su real magnitud. Y a menudo esto lo hacían algún fin de semana, cuando el trabajo duro y los recursos lo permi- tían. Porque además del Jardín Zoológico, los bosques de Palermo, la Costanera, el Rosedal y otros lugares de ocio, la arquitectura de mo- numentales palacios fue motivo de atracción y también de recorridos informales. Especialmente cuando los recién llegados iban abando- nando su condición de tales y eran orgullosos anfitriones de quienes, como antes ellos, realizaban sus primeros paseos por aquella Babilo- nia americana. No estamos hablando de viajeros ilustres y refinados, sino de hombres comunes, es decir, del grueso de una inmigración europea que venía jaqueada por el hambre y la desocupación.

Además del Jardín Un poco antes y un poco después de 1900, entre los edificios más visi- Zoológico, los bosques tados se encontraban las grandes terminales ferroviarias, verdaderas puertas de entrada de la ciudad. Estaciones como Constitución y Re- de Palermo, la tiro eran atracciones por sus monumentales construcciones y porque Costanera, el Rosedal el ferrocarril era el principal sistema de transporte. Y no solo para los extranjeros sino para quienes venían desde las provincias. Al verlas, y otros lugares de en un instante, la imagen sepia de un diario o de la revista de la com- ocio, la arquitectura pañía ferroviaria vista en alguna peluquería o consultorio pueblerino de monumentales se desvanecía y daba paso a la contundencia de lo real. palacios fue motivo A medida que la importancia del tren fue disminuyendo otros atracti- de atracción y de vos fueron apareciendo. Por ejemplo, ya en plena modernidad, surge un monumento que con el tiempo se convirtió en la marca más iden- recorridos informales. tificatoria de la ciudad: el Obelisco. La obra de Prebisch adquirió con los años una legitimidad que su nacimiento no tuvo ya que desató acaloradas polémicas, al punto de llegar a plantearse una demolición, que por fortuna nunca llegó. Si en los años del Centenario las termi- nales eran sitios de cita obligada, durante la segunda mitad del siglo XX el Obelisco fue acuñando su condición de tarjeta postal porteña. 1

1 Tartarini, J. D. (1999) “El Obelisco”. En: AAVV. Alberto Prebisch. Una vanguar- dia con tradición. Buenos Aires: CEDODAL. 32 Patrimonio sanitario La estación Constitución hacia 1935. Tranvías y colectivos frente a frente. (Fuente: Museo de la Ciudad de Buenos Aires)

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 33 Un caso menos conocido que desde su nacimiento captó la atención de la gente y, que como el Obelisco, tampoco fue bien visto por la cul- tura profesional de su momento, fue el Palacio de las Aguas Corrien- tes en la avenida Córdoba de la Ciudad de Buenos Aires. Así era visto hacia 1900 por Oreste Sola, un inmigrante italiano, en una carta a sus padres:

“Esta ciudad es muy hermosa. Hay mucho lujo. Todas las calles están pavimentadas con madera dura o con cemento suave co- mo el mármol, tan suave que incluso los caballos, tanto los de los tranvías como los de los carruajes, se resbalan constantemente. No es raro ver caer veinte o más en un día. Hay algunos edificios hermosos más allá de las palabras, de solo cinco pisos de alto, pero con ornamentación que difícilmente encuentren en Turín. El más hermoso de todos es el de las Aguas Corrientes, construi- do por los ingleses, y lo más sorprendente es que es todo de már- mol en la mitad de su altura pero con una pequeñas columnas esculpidas y decoradas con una artesanía exquisita […]”.2

El Obelisco de Buenos Un sondeo de opinión, realizado en 2011 por un diario porteño a unas Aires adquirió con los 2.000 personas, reafirmó la vigencia del Palacio de las Aguas Co- rrientes pues, con un aplastante favoritismo del 54% de los votos, fue años una legitimidad considerado el edificio más lindo de la ciudad por delante del Teatro que su nacimiento Colón, el y el preferido de los arquitectos: el Edificio Kavanagh. Hoy a diario, viajeros de aquí y del exterior no dejan de no tuvo ya que en registrarlo con celulares y cámaras digitales, renovando la sorpresa y su momento desató admiración despertada en nuestro amigo de Turín hace más de cien acaloradas polémicas años atrás. Este simple gesto resume las razones de la vigencia en la memoria e imaginario ciudadano de estas y otras obras del patrimo- al punto de llegar nio porteño en las que el ayer y el presente se amalgaman, cobran a plantearse su sentido y se fortalecen. Y esta vez tan solo por la vigencia de un senti- miento que, a pesar del tiempo, permanece invariable. demolición.

2 En: Korn, F. y Sigal, S. (2010) Buenos Aires antes del Centenario, 1904-1909, p. 9. Buenos Aires: Sudamericana.

34 Patrimonio sanitario El en plena construcción, en abril de 1936. Se ob- servan la en pleno ensanche, demoliciones diversas por la construcción de la avenida 9 de Julio y garitas de tránsito y colectivos por doquier. (Fuente: Museo de la Ciudad de Buenos Aires)

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 35 El Palacio de las Aguas Corrientes hacia 1930, fotografiado desde la esqui- na de la calle Ayacucho y la avenida Córdoba. (Fuente: Centro de Investigación de la Arquitectura Pública, CEDIAP)

36 Patrimonio sanitario Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 37 Molinos de viento

Testigos incontables del pasado industrial en las zonas rurales

El innovador La aparición del molino de viento, junto con el crecimiento de la red aprovechamiento ferroviaria y la difusión del alambrado, fue uno de los principales fac- tores de creación y desarrollo de establecimientos rurales y pueblos. de la energía eólica Su llegada permitió obtener agua en lugares donde no había cursos transformó la realidad fluviales ni aguadas naturales, prescindiendo del condicionamiento geográfico y, en buena medida, de fatigosas excavaciones para acu- del campo argentino. mular las aguas pluviales en cisternas y tajamares. Este innovador aprovechamiento de la energía eólica transformó la realidad del cam- po argentino.

El “Molino Francés” de San Esteban, provincia de Córdoba, fabricado por J. A. Saglio

38 Patrimonio sanitario Los primeros que llegaron a nuestro país fueron importados de Estados Al igual que otros Unidos por la casa de Miguel N. Lanús, importadora de maquinaria ru- derivados de la ral, en 1880. El molino había sido inventado por el norteamericano Da- niel Halladay, quien comenzó su fabricación en 1854; fue un elemento producción industrial, indispensable en la expansión agrícola-ganadera y el poblamiento del los molinos a menudo oeste americano. Los primeros modelos que llegaron al país eran total- mente de madera, de la fábrica de Andrew Corcoran, en Nueva York, y se vistieron con habían obtenido medalla de plata en la Exposición Universal de París formas y estilos de 1878. En 1881, Lanús los presentó en la exposición de la Sociedad Rural en Palermo y, tras adquirir la patente del Corcoran, comenzó a en boga. fabricarlos en Buenos Aires, en 1894. Estos modelos de madera fueron rápidamente reemplazados por los de hierro, a los que en 1901 se les agregó el tanque australiano.

En los primeros años del siglo XX existían en Buenos Aires numero- sas casas importadoras de molinos de viento, y también algunas fá- bricas que comenzaban la producción nacional. Entre estas últimas, una de las más conocidas fue la de J. A. Saglio, con su molino marca “Hércules”. Esta firma, a pedido de los interesados, podía agregar a las estructuras de hierro cuantas “ornamentaciones artísticas” estos quisieran, a decir de un aviso publicado en 1916. Es que al igual que otros derivados de la producción industrial, algunos molinos a menu- do se vistieron con formas y estilos en boga.

Detalle del aro de fijación de los tensores diagonales del molino

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 39 Catálogo de la firma J. A. Saglio, con su modelo de molino “Hércules”. (Fuente: Arq. Carlos Moreno)

40 Patrimonio sanitario Aquellas esbeltas torres fueron, por su material —el hierro— y por sus formas, verdaderos símbolos de modernidad y progreso en la in- mensidad del vasto horizonte pampeano. No es de extrañar entonces que los modelos de mayor envergadura incluyeran una escalera de caracol que vinculaba distintos niveles de miradores sobre los tan- ques de hierro —para apreciar el entorno y tomar el té—, cresterías de zinc y delicadas barandas ornamentadas.

Estos testimonios del pasado industrial se encuentran hoy en su ma- yoría desactivados, o con su maquinaria original modificada por la introducción de bombas eléctricas. No existe un inventario que ofrez- Placa esmaltada con el nombre del ca una idea cabal de la cantidad de molinos de hierro importados y fabricante nacionales que hoy se conservan, pero se sabe que en la provincia de Buenos Aires existen modelos de gran interés, como los que se apre- cian en la estancias “El Malacara del Moro” y “San Martín”, en los partidos de Lobería y Cañuelas, respectivamente; mientras que en la provincia de Córdoba, en la localidad de San Esteban, se encuentra el mítico “Molino Francés”, que habría sido adquirido por María Arislao de Olmos, junto con otro de similares características, para sus estan- cias de Dolores y “El Duraznillo” en Río Cuarto.

Aunque se adjudica su diseño al ingeniero francés Alexandre Gustave Aquellas esbeltas Eiffel (1832-1923), a poco de examinarlo surgen evidencias que con- tradicen tal afirmación. En efecto, se trata de un modelo de la firma del torres fueron, ingeniero J. A. Saglio, cuya casa central se encontraba en B. de Irigoyen por su material y 1460/70, en la ciudad de Buenos Aires, y sus talleres y sucursal, en La Plata. Además de molinos, Saglio producía tanques australianos, be- por sus formas, bederos, malacates, cocinas, columnas, bancos para jardines, bombas, verdaderos símbolos norias, pozos semisurgentes e instalaciones completas de aguadas, ca- de modernidad ñerías, depósitos, torres, etcétera; tal como lo indica un catálogo de 1917. Tal vez su ornamentación, inspirada en el Art Nouveau y en la y progreso en la Secesión, haya dado origen a la versión del origen galo. Sin embargo, inmensidad del vasto la pieza es un testimonio genuino del temprano desarrollo alcanzado por la metalurgia liviana nacional aplicada a la maquinaria rural. horizonte pampeano.

En el catálogo de 1917, aflora el orgullo de Saglio por su molino “na- cido en la Argentina y perfeccionado paulatinamente en su Patria”, que queda evidenciado en varias leyendas de la publicación: “¡¡La IN- DUSTRIA NACIONAL imponiéndose a la extranjera!!”; “HÉRCULES. El molino que tarde o temprano tendrá Ud. que adoptar”. En San Esteban nunca estuvo Eiffel, pero sí Carlos Gardel filmando una de sus primeras películas (Flor de Durazno, 1917) y, por si fuera poco, esta valiosa pieza de nuestro patrimonio industrial fue declarada re- cientemente Bien de Interés Histórico Nacional.

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 41 El patrimonio de las empresas

Historia, espacios y vínculos con la sociedad

En el último tercio del siglo XX, empresas de Europa y Estados Unidos asignaron a los estudios sobre memoria empresarial un papel cada vez más relevante en sus estrategias comerciales y de comunicación con el cliente y la comunidad en general. Estos trabajos demostra- ron que el patrimonio cultural empresario, como una tradición viva y presente que brinda ciertas ventajas competitivas a unas organiza- ciones sobre otras a la hora de las presentaciones, es tan importante como la modernización tecnológica y la búsqueda constante de la ex- celencia en la calidad de los productos.

El patrimonio cultural No obstante, en el siglo XXI, con un entorno empresario donde la competencia se ha instalado fuerte y en el que todo parece remitirse empresario es tan a una fórmula inclaudicable: tecnología de punta, estrategias inteli- importante como gentes, posicionamiento y una rigurosa política de control de costos, la modernización pareciera que no existe margen para “lujos” como el patrimonio cul- tural. Un tema que, hasta no hace mucho tiempo, pocos empresarios tecnológica y la pensaban que podía servir para algo. búsqueda constante Sin embargo, la tradición empresaria que aquí mencionamos poco de la excelencia. tiene que ver con los consabidos apéndices culturales que generan en ocasiones las empresas en sus organizaciones. La cultura empresaria a que nos referimos es la que incorpora una visión dinámica de su trayectoria, examinando su historia desde el hoy, de cara al futuro. De tal forma que el patrimonio cultural, la memoria misma de una empresa, sea revalorizado sin caer en anacronismos ni excesos de nostalgia, como una forma de fortalecer y mantener viva la cultura colectiva de una organización.

Este principio de “lo uno y lo otro” y no “lo uno o lo otro” reviste una importancia capital en el rescate del patrimonio: para ser efectiva, la revalorización de las raíces nunca debe realizarse en oposición a los últimos adelantos en materia de organización empresarial. Transitar este camino en los tiempos que corren no es tarea fácil. Especialmen- te porque son pocas las empresas entrenadas para lograr un necesario equilibrio entre lo que pasa y lo que surge como una nueva tradición.

42 Patrimonio sanitario El patrimonio cultural, la memoria misma de una empresa, se revaloriza para fortalecer y mantener viva la cultura colectiva de una organización.

Vistas del Museo del Agua y de la Historia Sanitaria de AySA. Mobiliario de época realizado por operarios de Obras Sanitarias de la Nación y escolares apreciando una colección de artefactos y accesorios sanitarios que rememoran la labor de la antigua Oficina de Contraste. Aquí el patrimonio monumental y el cotidiano se nutren y se enriquecen. (Fuente: Archivo AySA)

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 43 Aspectos intangibles Entre nosotros, este ejercicio de rescate a menudo se pone en práctica como la tradición del con las marcas tradicionales, apelando al reconocimiento, la segu- ridad y la confianza que despiertan en el consumidor. Y fundamen- buen trato al cliente talmente en su peso al momento de fundamentar una compra. Sin son componentes embargo, pese a su relevancia, este representa tan solo una arista del potencial que puede alcanzar la revalorización de la memoria huma- valiosos de la na en la cultura de las empresas. Porque más allá de las estrategias identidad patrimonial. publicitarias y de promoción comercial, el patrimonio cultural es un concepto que, bien comprendido y correctamente instrumentado, se instala en la vida misma de una organización y se encuentra vivo en infinidad de testimonios que hablan de la cultura de la producción y del trabajo. Testimonios que, en algunas empresas, podrán ser sus escaparates tradicionales, sus marcas, su maquinaria y su publicidad, y que en otras pueden remitirse a aspectos intangibles como la tradi- ción del buen trato al cliente. Cada uno de ellos, en menor o mayor grado, son componentes valiosos de la identidad patrimonial.

A pesar de que en el ámbito empresario sigue siendo un tema árido, debe reconocerse que el contexto actual es más favorable que déca- das atrás. Hoy especialmente en los países más adelantados econó- mica y socialmente, el derroche de recursos y el cercenamiento de la memoria resultan inadmisibles. En esos países ya casi nadie objeta la importancia de la recuperación dinámica del pasado en la vida de una empresa ni mucho menos en el hábitat del hombre contemporá- neo. La modernidad es, hoy por hoy, respetar el patrimonio cultural.

Distinto es el panorama en el contexto local, donde son escasas las empresas que se detuvieron a reflexionar sobre su propio pasado. Al- gunas han iniciado programas de inventarios, publicaciones, videos,

Acceso al Museo del Agua en el Palacio de las Aguas Corrientes, por la calle Riobamba 750, en la Ciudad de Buenos Aires, durante una edición de la Noche de los Museos. (Fuente: Archivo AySA)

44 Patrimonio sanitario CD-ROM, eventos y demás formas de difusión, abriendo un camino hasta hoy poco transitado. Pero el abordaje más común que practi- can las empresas, no ya del patrimonio cultural empresario sino de la cultura a secas, se remite casi exclusivamente al denominado “mar- keting filantrópico” y al patrocinio de actividades culturales externas a la empresa.

Vale la pena tener presente que, si de cultura empresaria hablamos, Los elementos los elementos de promoción y difusión podrán ser efectivos en tanto y en cuanto cada organización tome conciencia de que construir la de promoción y historia desde el presente es, ni más ni menos, forjar la identidad del difusión del pasado mañana. Algo que debería formar parte de los training programs de empresarial son muchas empresas y también de los programas implementados por es- tas para incorporar jóvenes profesionales. efectivos si se toma conciencia de que No aprovechar íntegramente el magnífico vínculo que el patrimonio cultural establece entre comunidad y empresa ni considerar su inclu- construir la historia sión en la visión que cada organización tiene de sí puertas adentro es desde el presente es sencillamente un desperdicio. Desde su puesto de trabajo, el indivi- forjar la identidad duo es el principal protagonista de esta transformación. El cuidado de sus útiles y herramientas y de los espacios donde desarrolla su ta- del mañana. rea cotidiana forma parte indisoluble de este rescate. Así concebida, esta actitud permitirá a su organización proyectarse en sus realiza- ciones futuras con la misma intensidad con que hoy lo hace respecto de su pasado. Como una sabia amalgama de innovaciones y tradición, de cambios y permanencias.

Recuperación de viejos espacios industriales para nuevos usos. Auditorio al aire libre en la Planta Potabilizadora General San Martín, en la Ciudad de Buenos Aires. (Fuente: Archivo AySA)

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 45

PATRIMONIO INDUSTRIAL Establecimientos históricos, actuales shoppings

El patrimonio en los espacios industriales reciclados

En los últimos decenios la sociedad industrial ha experimentado una transformación tecnológica de tal magnitud que los edificios, las ins- talaciones y las maquinarias utilizados en los últimos doscientos años han quedado en su mayoría obsoletos.

En los países latinoamericanos, los efectos de esta obsolescencia “natural” se agudizaron en la década de 1990 por el deterioro de las economías regionales, la debilidad de las políticas de protección pa- trimonial, la crónica escasez de recursos para la conservación y el progresivo abandono por parte de los Estados de los equipamientos y las redes de servicios e infraestructura que antes se encontraban bajo su administración.

Valiosos testimonios En tal contexto caracterizado por la crisis de los mecanismos de con- del pasado industrial, trol, el patrimonio industrial sufrió graves daños. Valiosos testimonios del pasado industrial, como estaciones ferroviarias, depósitos portua- como estaciones rios, silos, barracas y fábricas fueron desafectados de sus funciones ferroviarias, depósitos originales. Y, lejos de ser adaptados a nuevos programas, fueron des- mantelados y demolidos total o parcialmente por sectores con respon- portuarios, silos, sabilidades difusas e intereses contradictorios con el bien común. Los barracas y fábricas que casi milagrosamente subsisten lo hacen merced a encontrar cabida fueron desafectados en programas de inversiones, a menudo distanciados de su carácter e identidad originales. de sus funciones originales. ¿O acaso algún visitante desprevenido que recorra uno de nuestros pa- radigmáticos shoppings puede siquiera intuir que, lejos de encontrarse en lo que fue una vieja abadía1, está frente a los vestigios de una de las fábricas de gas carbónico más importantes de la ciudad 80 años atrás?

1 Nos referimos a la antigua fábrica de gas carbónico y levadura Martelli S.A., ubicada en L. M. Campos 927, en el barrio de Palermo de Buenos Aires, cuyo edificio fue refuncionalizado en 1995 para el centro de compras denominado “Solar de la Abadía”, hoy “El Solar Shopping”.

48 Patrimonio industrial ۝ ۞

La ecuación comercial no dio margen para dejar huellas que permi- Antigua fábrica de gas carbónico y tieran saber algo de este pasado, pero sí para inventar otro supuesta- levadura Martelli, hoy “El Solar Shopping”. (Fotografía: Santiago mente más digno y afín al target del norte de la ciudad. Basso)

¿Qué decir entonces de los vaciamientos compulsivos que sufrieron los tradicionales mercados porteños? Los atropellos están a la vista. En el interior, una parafernalia de elementos dirigida a exaltar el consumo; en el exterior, restos de cáscaras históricas desnaturaliza- das. Pero las sangrías no fueron solo edilicias. Lo peor estuvo en las pérdidas inmateriales, es decir, en la desidia por la historia de estos edificios y de sus significados originales.

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 49 Siempre a contramano de lo que sucede cuando visitamos espacios industriales reciclados en otras latitudes, aquí quienes proyectaron parece que se han preocupado más por dejar su impronta personal que por dialogar con estos lugares donde anida la memoria del tra- bajo y la producción. Sitios de los que podemos sentirnos orgullosos, especialmente en los tiempos que corren.

Tanto por la notable calidad de sus materiales, como por la generosi- dad de sus espacios, estos testimonios industriales podrían satisfacer múltiples necesidades en materia de educación, cultura, salud, es- parcimiento y vivienda. Y en tal sentido, la dimensión económica de este patrimonio cultural se acrecienta ante la imperiosa necesidad de aprovechar racionalmente los recursos disponibles, frente a la recu- rrente costumbre de hacer a nuevo.

Tanto por la notable Una política de la austeridad, orientada a la recuperación, podría calidad de sus asegurar un futuro para estas viejas estructuras. Pero resulta im- prescindible que quienes intervengan evalúen sus vocaciones, sus materiales, como capacidades reales para albergar nuevos usos. Y para ello, antes que por la generosidad esperar todo de las normativas de protección —útiles de por sí, pero no suficientes— hace falta superar las valoraciones tradicionales que de sus espacios, han soslayado la dimensión patrimonial de tales expresiones. estos testimonios industriales podrían El planteo actual exige reafirmar los valores intrínsecos de este pa- trimonio y enfatizar que tan representativas del mundo moderno son satisfacer múltiples hoy las estaciones, las usinas, los mercados, los puentes e infinidad de necesidades en obras vinculadas con el fenómeno industrial como lo son del pasado colonial las catedrales, los ayuntamientos, las fortificaciones y otros materia de educación, testimonios. cultura, salud, Entonces es indispensable incorporar el patrimonio industrial al esparcimiento y debate sobre qué debemos y podemos conservar y rehabilitar, para vivienda. qué y para quiénes. En un contexto en el que abundan los estudios y emprendimientos aislados, apostar a acrecentar su conocimiento no parece desacertado. Solo conociendo sus valores y posibilidades se asegurará un aprovechamiento más idóneo, que no oculte sus valo- res ni su historia y que permita al visitante una experiencia cultural enriquecedora.

Ex Mercado de Abasto, desde el año 2000 “Abasto Shopping Center”. Proyectado por el ingeniero J. Delpini (1929-1934), albergaba una enorme concentración de mercaderías, personas y vehículos, bajo monumentales bóvedas de hormigón armado y vidrio. Pero poco puede verse hoy tanto de ellas como de la historia de trabajo del lugar. Las primeras se encuentran semiocultas por el inusitado despliegue comercial y publicitario que asfixia los espacios del centro comercial. En tanto que su memoria misma está, inexplicablemente, ausente.

50 Patrimonio industrial Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 51 La industria “paqueta”

La metamorfosis de antiguas fábricas en nuevas formas de residencia: acertijos arquitectónicos para memoriosos

La fábrica de gas carbónico devenida en shopping con nombre de aba- día (actual centro comercial “El Solar”) ya es historia en Ciudad de Buenos Aires. También los vaciamientos compulsivos de docks por- tuarios y sus marquesinas guarangas. Estas patéticas afirmaciones del “yo profesional” a expensas del patrimonio de la industria, al igual que un producto devaluado, encuentran cada vez menos adep- tos. Lo mismo que el facilismo proyectual que vacía, vacía y vacía sin parar… conservando inmaculadamente ladrillos rojizos, carpinterías de hierro y cuanto vestigio externo hable de su pátina fabril. Confec- cionar una lista de los tics profesionales más difundidos al tocar el tema industrial sería casi tan largo como inventariar las demolicio- nes causadas por las autopistas del pasado militar. Dejemos aquí por ahora este morbus operandi.

Los conjuntos fabriles Ahora la industria vende. Sí, señores; se afirma en Ciudad de Buenos hoy son apetecidos Aires, como un nuevo modo de vivir en íntimo contacto con el pasado industrial. Sin hollín ni humo, ni olor. Sin aceites ni grasas, ni trans- por sectores que ven piración. Sin jornadas agotadoras ni ruidos, ni máquinas en produc- en ellos “palacios” ción. Y bienvenida sea la sana costumbre de recuperar sin demoler y de cambiar conservando, si así fuera. Merced a estas nuevas tendencias, y nuevas formas de edificios fabriles desactivados albergarán nuevos usos residenciales, habitar. Una especie de compensando tanta isla cultural solitaria que pulula por la ciudad. relanzamiento del loft Los conjuntos fabriles hoy son apetecidos por sectores que ven en de la década de 1990. ellos “palacios” y nuevas formas de habitar. Una especie de relanza- miento del loft de la década de 1990, con renovado marketing y adap- tado al atractivo de las zonas históricas de la ciudad, potenciadas por los efectos del turismo. Home sweet home en envoltorios de apariencia fabril con nombres exóticos. El resultado se presenta como una curio- sa y reiterada negación del pasado industrial.

Mientras Sor Gas Carbónico bendice las ventas en el norte residencial, las inmobiliarias inventan pomposos nombres para el sur industrial. No eran palacios de corte galo los que abundaban en el sur de la ciudad,

52 Patrimonio industrial sino Palacios de la Industria, del Trabajo y de la Producción. ¿Por qué Mientras Sor Gas no sentir legítimo orgullo por esta cultura, por la epopeya del esfuer- Carbónico bendice zo anónimo cotidiano y los sueños que hicieron posibles estas cons- trucciones? las ventas en el norte residencial, las En ocasiones, cuando se plantean estos temas, la divisoria de aguas entre diseñadores y preservacionistas parece profundizarse. Las dis- inmobiliarias inventan cusiones se polarizan y se cae en posiciones extremas. Se afirma que pomposos nombres todo no se puede conservar, que el cambio es preciso, que no se puede para el sur industrial. coartar la libertad creadora, que estos espacios no poseen valores si- milares al patrimonio tradicional, etcétera.

Publicidad de los bizcochos Canale y su recordada caja metálica. Una marca que fue fundada en 1875 con la modesta panadería familiar de José Canale, acrecentada luego a escala industrial por su hijo Julio, que en 1905 construyó la primera fábrica de bizcochos y, más tarde, hacia 1910, la de avenida Martín García 320. En ella, la firma tenía —además de su propio molino harinero— una fábrica de latas para los célebres bizcochos.

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 53 Mal que nos pese, y aunque reiterados, estos planteamientos existen y lejos están de haber sido superados. Sin embargo, nuevos vientos se insinúan a favor del patrimonio industrial, y los permisos de caza que tenían algunos para desfigurarlo han comenzado a caducar. La otrora inaceptable gratuidad se encuentra en crisis. Su salud no ha colapsado, pero la aqueja cierto consenso general cada vez menos propenso a digerir los edulcorados juegos escenográficos de déca- das anteriores.

Fachada de la fábrica Canale, frente Es muy probable que la actual avanzada renovadora no conozca la di- al Parque Lezama, histórico nombre mensión real que alcanzó este universo industrial. A comienzos de la que inspiró la renovación, pero con aires prestados del norte de la ciudad. década de 1930, la industria porteña era la más poderosa de América (Fuente: Wikimedia Commons / del Sur, cimentada en grandes empresas con mano de obra califica- Barcex) da. Hasta la industria cervecera argentina era mayor que la brasilera.

54 Patrimonio industrial El consumo local compensaba holgadamente las diferencias de po- Nuevos vientos se blación. Y todo se producía en el mundo fabril que hoy luce en parte insinúan a favor del demolido, modificado o en transformación by de luxe. patrimonio industrial, Alguna vez escribimos la historia de una empresa argentina de en- y los permisos de caza vergadura. Se trataba de un magnífico caso de patrimonio empre- sario, nacido del empuje de un inmigrante llegado a estas tierras que tenían algunos hace más de cien años. Una rica historia, hecha de privaciones, duro para desfigurarlo han trabajo y excepcionales logros. A punto de concluir la publicación se nos pidió omitir en el relato definitivo que el pionero de la empre- comenzado a caducar. sa era de origen humilde y que había comenzado su labor en estas Ex fábrica Bagley: la industria resi- tierras arreglando zapatos. A veces, el patrimonio industrial recu- dencial. En algunos años, su pasado perado deja un sabor amargo, parecido al de esas omisiones por ver- será solo un acertijo arquitectónico güenza que nos avergüenzan. para memoriosos.

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 55 Preguntas de un obrero

Testimonios de los valores del pasado fabril

En las huellas alabeadas de la vieja escalera de mármol de una fábrica desgastada por millones de pisadas de trabajadores durante años; en las manivelas de los tranvías y los volantes de los colectivos deforma- dos durante interminables jornadas de trabajo; en las formas redon- deadas del mango de la escofina, del cincel, del cepillo de acero…

En la caja de herramientas de madera cuyos bordes están astillados y ennegrecidos; en los cascos de latón y en los huesos tullidos de los mineros; en las manos entintadas del tipógrafo; en los pechos acora- zados por el calor de la fragua del herrero…

En las espaldas encorvadas de cientos de miles de indígenas que aca- rrearon la plata del Potosí y el oro mexicano para la metrópoli; en los archivos de los hospitales obreros que encierran secretos a voces…

En las fotos familiares de las colonias obreras: la candidez del niño, la mirada desafiante del joven y el semblante diezmado del viejo al final de su paso por la fundición, el aserradero, la usina, el frigorífico, la curtiembre, la fábrica…

Qué sencillo es captar testimonios del trabajo, del esfuerzo y de la producción en estas escenas. Qué complejo encontrar reconocimien- tos a la fuerza del trabajo colectivo, anónimo y trascendental.

Cierto es que se ha avanzado y, hoy más que ayer, encontramos mo- numentos sobre los valores del pasado fabril, pero falta tanto por ha- cer. Y quedan tantas preguntas por responder.

En 1935, Bertolt Brecht escribió el siguiente poema titulado en ale- mán “Fragen eines lesenden Arbeiters”. Con profunda belleza presen- ta la cuestión en su verdadero espesor histórico.

56 Patrimonio industrial Preguntas de un obrero ante un libro1

Tebas, la de las Siete Puertas, ¿quién la construyó? En los libros figuran los nombres de los reyes. ¿Arrastraron los reyes los grandes bloques de piedra? Y Babilonia, destruida tantas veces, ¿quién la volvió a construir otras tantas?

¿En qué casas de la dorada Lima vivían los obreros que la construyeron? La noche en que fue terminada la Muralla China, ¿adónde fueron los albañiles?

Roma la Grande está llena de arcos de triunfo. ¿Quién los erigió? ¿Sobre quiénes triunfaron los Césares? Bizancio, tan cantada, ¿tenía solo palacios para sus habitantes? Hasta la fabulosa Atlántida, la noche en que el mar se la tragaba, los habitantes clamaban pidiendo ayuda a sus esclavos.

El joven Alejandro conquistó la India. ¿Él solo? César venció a los galos. ¿No llevaba consigo ni siquiera un cocinero?

Felipe II lloró al hundirse su flota. ¿No lloró nadie más? Federico II ganó la Guerra de los Siete Años. ¿Quién la ganó además?

Una victoria en cada página. ¿Quién cocinaba los banquetes de la victoria? Un gran hombre cada diez años. ¿Quién paga sus gastos?

Una pregunta para cada historia.

1 Brecht, Bertolt. (1968). Poemas y canciones. Madrid: Alianza. [Trad. de J. López Pacheco y V. Romano]

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 57 “La Obrerita”. (Fuente: revista Caras y Caretas, 6 de julio de 1929, N° 1605)

58 Patrimonio industrial Construcción de la Usina Pedro de Mendoza de la Compañía Ítalo Argentina de Electricidad, en La Boca, Buenos Aires, ca. 1916. (Fuente: Arq. Eduardo Bango)

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 59 El arquero invisible

Fábricas, estaciones y usinas: de escenarios de juegos de la niñez a espacios de la memoria del trabajo y de la producción

Estábamos Cuentan que la flecha salía como un rayo desde la torre almenada, orgullosos de tener y en la oscuridad de la noche atravesaba el pecho de algún despre- venido. De chicos, cuando la siesta era una obligación insoportable, la gran usina en nos escapábamos para jugar al fútbol o a la guerra cerca de la vieja el barrio. Era tan usina. Nuestra fortaleza era inmejorable y las armas, unas ramas to- madas del terreno baldío, eterno proveedor de nuestra imaginación. imponente que No podíamos acercarnos mucho al edificio porque decían que era pe- hasta las películas ligroso y que una vez había muerto un chico electrocutado. Aun así, estábamos orgullosos de tenerla en el barrio. Era tan imponente que de acción del hasta las películas de acción del continuado de los sábados las termi- continuado de nábamos protagonizando en la gran usina. Ivanhoe, El Álamo, Tobruk los sábados las y otras, con buenos y malos, en decorados que iban del Medioevo a la Segunda Guerra, se rendían frente a esa mole de ladrillos rojizos, terminábamos troneras, gárgolas con fieras y un ejército de hombres de mameluco, protagonizando allí. entrando y saliendo en medio de un ruido ensordecedor.

Cuando venían parientes de otros barrios, alguien nos contaba que en su cuadra también había una, pero más chica. Al principio nos pa- reció que lo decían por envidia, pero un día que salimos con el colegio de excursión, desde el colectivo vimos más de una. Pronto le encon- tramos explicación al tema: eran parte de la red de fortificaciones que permitía proteger la fortaleza madre y anunciar la presencia del ene- migo. La novedad hizo que tuviéramos que nombrar lugartenientes. Y hasta hubo peleas para ganarse el puesto.

La usina estaba en la cuadra, era del barrio. Otra cosa distinta eran los juegos de los sábados, cuando salíamos “extramuros” para ir a cazar pa- jaritos o pescar mojarras en el “puente de fierro”. Del pavimento pasába- mos al adoquinado y luego a la tierra, hasta llegar al pie de ese enjambre de vigas de hierro que se estremecían con el paso de la locomotora. Por entonces, andaban las últimas a vapor, y ya casi todas eran diésel.

60 Patrimonio industrial La gran noticia de aquel año fue la llegada a Buenos Aires de uno de los La gran noticia de tripulantes de la Apolo, quien, sorprendido por una de estas máquinas aquel año fue la de vapor, la fotografió con una cámara Kodak… tan añeja como el objeto de su imagen. llegada a Buenos Aires de uno de Los escenarios de la industria formaban parte no solo de nuestros juegos diarios, sino también de las visitas escolares. Difícilmente ol- los tripulantes de videmos el pantagruélico festín de chocolate que tuvimos en la fá- la Apolo, quien, brica Noel, por un provincial descuido del preceptor. Ni tampoco el penetrante olor a lúpulo y el brillo dorado de los maceradores en la sorprendido por una cervecería Quilmes. Aquellos hombres y mujeres trabajando rara vez de estas máquinas de levantaban la vista de su labor, y todos parecían muy concentrados. vapor, la fotografió Las salidas en bici requerían más preparación. Difícilmente po- con una cámara día reunirse un conjunto de bicicletas capaces de llegar hasta los Kodak… tan añeja galpones de la estación. Porque había que andar sobre empedra- do, subir y bajar rampas y, también, eludir rápidamente a algún como el objeto de su guarda de poco humor. Por las tarimas de madera laterales sobre- imagen. elevadas de esos galpones hacían malabares nuestras bicicletas.

Torre almenada de la ex Usina Pedro de Mendoza, hoy Usina del Arte, en La Boca, Ciudad de Buenos Aires. Las formas de medioevo florentino ha- brían sido adoptadas por la Compañía Ítalo Argentina de Electricidad para ganar las preferencias de la numerosa colectividad italiana residente ante su competidora, la Compañía Alema- na Transatlántica de Electricidad.

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 61 La Usina Pedro de Mendoza de la Compañía Ítalo Argentina de Electricidad, poco antes de su inauguración, en 1916. (Fuente: Arq. Eduardo Bango) Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 63 Las bolsas rotas dejaban escapar semillas de girasol, maíces… Las chapas acanaladas de las paredes eran rojizas y los olores a campo, penetrantes. Subir con las bicis en mano al puente ferroviario era du- ro, pero valía la pena. Porque era muy largo y desde arriba podíamos ver nuestro barrio y también el otro, el de los que vivían del otro lado de la vía. Como casi no era usado por la gente, ese angosto pasadizo de hierro calado era nuestra pista de velocidad.

En aquel tiempo, fábricas, estaciones y usinas no eran para noso- tros espacios de la memoria del trabajo y de la producción. Y mucho

Puente peatonal de hierro de fines del menos patrimonio. Eso llegaría luego. Solo territorios de nuestros siglo XIX, en la estación Coghlan, Ciu- juegos. Nunca trabajamos en ellos ni conocimos a ciencia cierta su dad de Buenos Aires. La arquitectura verdadera razón de uso. Eran escenarios perfectos y eso bastaba. Hoy ferroviaria de ascendencia inglesa y aquel pasado industrial se presenta lejano, esquivo y confuso. Pero sus componentes industrializados algunas noches, cuando todo parece perdido, las visiones adquieren y sistematizados (tanques de agua, cabinas de señales, refugios) son una resplandeciente claridad. Es cuando los fantasmas del trabajo compañeros infaltables del edificio de que hoy habitan esas construcciones reconstruyen un mosaico hecho pasajeros en el cuadro de la estación. de verdad y belleza, de imaginación y sudor.

64 Patrimonio industrial Presencias

Las expresiones del fenómeno ferroviario, parte fundante de nuestra cultura

Todos los días acomoda los enanos en el jardín. Riega prolijamente, A medida que se al caer el sol, la gramínea verdísima. Lustra los bronces de la campa- na y cada pomo de las antiguas carpinterías. También se da tiempo alejaban de las para plumerear cuanto objeto hay en el interior —como los bancos y ciudades, la lógica mesas de su oficina de jefe— y también en la solitaria sala de espera, del deterioro por por duplicado. La de hombres y la de mujeres. Repara goteras, arregla viejos inodoros y mingitorios porque tiempo, ahora, le sobra y no es desguace o destrucción como antes, cuando pasaban muchos más trenes y la estación reba- disminuía, y en algunos saba de gente. edificios abandonados todavía se respiraba olor a tren.

Estación Hinojo, en Olavarría, provincia de Buenos Aires

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 65 Restaurante frente a la estación San Tal la rutina de un jefe de estación que conocí haciendo relevamien- Pedro, provincia de Buenos Aires tos ferroviarios, allá por 2002, si no recuerdo mal en Gándara, una de las casi seiscientas estaciones relevadas y recogidas en Patrimonio ferroviario bonaerense1. Aquel universo ferroviario también me mos- tró objetos, edificios y lugares fascinantes. Como unos baños de hie- Se sentía el tren en las rro fundido, para hombres, colocados a corta distancia de la estación, hechos con placas delicadamente decoradas en bajorrelieve y con el veredas de ladrillos con sello de la fundición escocesa de W. Macfarlane. Era común que las paraísos y palenques empresas ferroviarias británicas afincadas en el país acudieran a pro- veedores del Reino Unido para el equipamiento e infraestructura de y negocios de cortinas sus ramales, y de eso dan cuenta los sellos de las mismas en puentes cerradas. peatonales, columnas, surtidores para locomotoras, etcétera.

A medida que se alejaban de las ciudades, la lógica del deterioro por desguace o destrucción disminuía, y en algunos edificios abandona- dos todavía se respiraba olor a tren. En sus altos cielorrasos medio desvencijados, en los marcos y rejas de las boleterías, en las chime- neas esquineras, en la soledad del andén y en esos ladrillos con listo- nes de madera, antes atosigados de avisos y publicidades de remates de hacienda, de las últimas novedades de las casas importadoras.

1 Tartarini, J. D. (2009). Patrimonio ferroviario bonaerense: pasajeros al tren. La Plata: Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires, Dirección Provincial de Patrimonio Cultural.

66 Patrimonio industrial Se respiraba ferrocarril también en los entornos. En el infaltable Balanza de la estación Rawson, en montecito de eucaliptos, en las enredaderas de flores violáceas que Chacabuco, provincia de Buenos cubrían los alambrados y las garitas y que, al decir de un paisano, Aires. Al fondo, el frente continuo servían para que el pasto no avanzara sobre las vías. Se sentía el tren de comercios sobre la calle larga de la estación. en las veredas de ladrillos con paraísos y palenques y negocios de cortinas cerradas. Una presencia que se extendía por la calle de la estación hacia el centro de la localidad, en los comercios con la última novedad de Buenos Aires. De la misma manera que en la toponimia hoy podemos identificar lugares pasados, en algunos de ellos todavía puede verse el nombre del local seguido del de la compañía ferrovia- El rescate del tren ria que llegaba a esa ciudad. Sin esta aclaración, era como no estar debería conjugar de en las páginas amarillas ni en la web. La ruina de cualquier comercio con aspiraciones. Incluso en algunas vidrieras, tras la oferta de elec- manera integrada trodomésticos y de jeans hoy se esconden los escaparates que antes cultura, sociedad encandilaban con lo traído por el tren. y economía, pues Otras estaciones mostraron la cara opuesta. Algunas eran el último no habrá rescate techo de una familia acuciada por la necesidad, otras eran ruinas, ves- posible si se atienden tigios, con paramentos sin techos ni aberturas… Allí también estaba el tren, desde otro lugar, dramático, pero tan valioso como los sueños, parcialmente estas nostalgias y remembranzas de lo que fue y pudo haber sido. cuestiones.

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 67 Viñeta de la revista Riel y Fomento, editada por Ferrocarriles del Estado

No es común que en la ecuación para recuperar nuestros trenes, am- bos mundos se unan y se alimenten. En general, desde el campo de la cultura y del patrimonio, la dimensión social y económica del fenó- meno ferroviario no es suficientemente considerada en las propues- tas; mientras que, desde la lógica de los expertos en este sistema de transporte, tampoco es común la valoración de sus expresiones como parte fundante de nuestra memoria e identidad. Desde luego, sentar- los a una misma mesa de discusión no es sencillo.

El rescate del tren debería conjugar de manera integrada cultura, so- ciedad y economía, pues no habrá recuperación posible si se atienden parcialmente estas cuestiones.

Patrimonio, patria, nación. Una trilogía que engloba, además de una herencia cultural, un vínculo indisoluble. Y para fortalecerlo, el pre- sente y futuro del transporte ferroviario —considerado en su triple dimensión— jugará sin dudas un papel insoslayable.

Esquina de un almacén, frente a la estación Morse, en Junín, provincia de Buenos Aires

68 Patrimonio industrial Chimeneas

De símbolos de pujanza fabril a testimonios de una cultura del trabajo

Hacia 1845, la construcción más alta de la Ciudad de Buenos Aires era una chimenea. Y estaba a escasos metros de , sobre la calle Defensa. Formaba parte del establecimiento harinero Molino San Francisco, donde habría funcionado la primera máquina a vapor Una vista desde la Aduana de Taylor llegada a estas tierras. hacia el sur de la Ciudad de Buenos Aires. A la izquierda, el viaducto de Al ver semejante obelisco de ladrillos humeante, la gente de aque- hierro del Ferrocarril de Buenos Aires lla ciudad de aire comarcal quizás sintiera las mismas dudas que y Ensenada que salía desde la Esta- tienen hoy los porteños cuando las ven mudas, solitarias y sin el ción Central, bordeando la ribera. A la derecha, la chimenea del Molino San marco fabril que les dio razón y presencia. El desconocimiento Francisco, dominando el achaparrado de los primeros tenía que ver con la incógnita de un fenómeno in- perfil de la ciudad, ca. 1880. (Fuente: dustrial prácticamente desconocido aquí y difundido en Europa. Colección Witcomb)

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 69 70 Patrimonio industrial Los segundos, los de hoy, los que a decir de las encuestas de la te- levisión y de los medios gráficos —limitadas, por cierto— las con- funden con pararrayos y no atinan a darles alguna significación; son emergentes del citado vaciamiento fabril, del cambio en los modos de energía que travistieron a estas hijas de la era del vapor en mojones mudos, sin silbatos ni sirenas de duras jornadas de trabajo. Hoy son solo espejismos de fecunda labor.

Al bajar del tren, colectivo o tranvía, y levantar la vista, siempre las encontraba como centinelas de referencia ineludibles para calcular las distancias de ida y vuelta a casa, al colegio, al club y al trabajo. A veces también lo eran las grandes torres-tanque que Obras Sanita- La chimenea como símbolo de trabajo rias de la Nación levantaba por todo el país. El agua y el fuego, por fabril en una publicidad de la década así decirlo, dominando el horizonte donde la propiedad horizontal no de 1920 había erizado de anomia los perfiles de barriadas solo recortados por las agujas del templo parroquial, la torre con reloj de algún edificio municipal o la rueda volante de un parque de diversiones fugaz.

Las chimeneas de ayer fueron desapareciendo y las que aún subsisten casi siempre lo hacen por la calidad de los materiales y las técnicas uti- lizadas en su construcción, por la iniciativa de algún vecino o institu- ción orientada a su preservación y, también, por la economía de gastos de algún “desarrollador” que prefirió no demoler tan noble realización. Ayer, símbolos de Es que la ejecución de una chimenea en los tiempos del historicismo pujanza fabril y arquitectónico exigía una prolija composición, un tratamiento formal que no eludía la estilística en boga, sino más bien la aplicaba en clave también elementos industrial. Generalmente, esos esbeltos cilindros de ladrillos rojizos a de polución. En el la vista se proyectaban como las fachadas de la arquitectura histórica, es decir, “a columna”. En su parte baja, una base robusta, a modo de presente, testimonios basamento o pedestal; en su desarrollo, un tronco o fuste y en su parte de una memoria y superior, un “capitel” o remate que concentraba el mayor despliegue ornamental, con sucesiones de arquillos, cornisamentos y hasta un cultura del trabajo que adorno metálico por encima de la boca que culminaba la composición. es necesario preservar.

Pero no todas las chimeneas tuvieron un origen y un destino fabril. Las hubo y las hay, muy bellas, que ofician de conductos de ventila- ción de las redes de desagües cloacales subterráneas de la ciudad. Una delicia constructiva que todavía puede verse en algunos barrios porteños como Caballito, Flores y otros, levantadas por Obras Sani- tarias de la Nación.

Proyecto de chimeneas de ventilación cloacal de Obras Sanitarias de la Nación, 1917. Estas chime- neas aún se aprecian en algunos barrios de la Ciudad de Buenos Aires. (Fuente: Archivo de Planos Históricos y Domiciliarios de AySA)

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 71 Belleza de diseño y ejecución de una chimenea de la antigua Casa de Máquinas de la Planta Elevadora de Wilde, en Avellaneda, provincia de Buenos Aires, levantada en los últimos años del siglo XIX. (Fuente: Archivo de Planos Históricos y Domi- ciliarios de AySA)

Numerosísimas Ayer, símbolos de pujanza fabril y también elementos de polución. asociaciones en todo En el presente, testimonios de una memoria y cultura del trabajo que es necesario preservar. Definirlos como hitos descontextualizados se el mundo respaldan acerca más a una disección fría de la realidad que a la necesaria di- hoy la protección de mensión humana que debe primar al acercarnos a estos bienes cultu- rales en serio riesgo. las chimeneas y miles de firmas solicitan Estas últimas supervivientes de una civilización industrial que las a los gobiernos tuvo como emblemas hoy aguardan un rescate que las salve de la extinción. Numerosísimas asociaciones en todo el mundo respaldan locales salvarlas del su protección e invariablemente hay miles de firmas que solicitan a “industricidio” que los gobiernos locales salvarlas del “industricidio” que previamente sufrieron las fábricas que las cobijaron. Muchos de sus defensores previamente sufrieron nunca las vieron funcionar y ni siquiera supieron que algunas fue- las fábricas que las ron ventiletas cloacales. Por fortuna, el camino de lo sentido a veces precede o va de la mano del conocimiento y esto, en el terreno del cobijaron. patrimonio, logra resultados sorprendentes.

72 Patrimonio industrial Gloria, vergüenza y dolor

¿Qué pasado nos narran las construcciones militares?

Del pasado industrial iberoamericano nuestro continente está re- gado de valiosos testimonios. Y, particularmente, en el campo de la historia militar: la Maestranza de La Habana, primera fundición de cañones de Iberoamérica construida a partir de 1588, la fun- dición de cañones para la campaña del cruce de los Andes o bien en Paraguay, los talleres de fundición de Ibicuy, junto con fábricas de pólvora, loza, azufre y tintas. Un temprano desarrollo abortado drásticamente por la Guerra de la Triple Alianza.

También son testimonios los restos de la flota española del almirante En la Fábrica Militar Cervera, hundida en el Caribe en un combate desigual con la flota esta- dounidense (1898), la batalla del Río de la Plata entre buques ingleses de Aviones —creada y alemanes (1942) y los vestigios del crucero General Belgrano en las en 1927— se construían gélidas aguas del Sur. Y una base de submarinos atómicos desactivada modelos a reacción, de los años de la Guerra Fría en Cuba y nuestros sueños de juventud de mediados del siglo XX, cuando en la Fábrica Militar de Aviones —crea- como los Pulqui I, II da en 1927— se construían modelos a reacción, como los Pulqui I, II y y III, pero también III, pero también se fabricaban motocicletas, automóviles y utilitarios. se fabricaban Como se ve, el relato destaca un patrimonio bélico combinado con motocicletas, desarrollos locales y elementos adquiridos a países industrializados. Todos testimonian un pasado militar que difícilmente encuentre una automóviles y lectura integrada y esclarecedora en nuestros museos, casi invaria- utilitarios. blemente preocupados por exaltar gestas impares que por explicar el contexto en que se desarrollaron los sucesos bélicos y las razo- nes políticas, económicas y sociales que los desencadenaron. Así los emergentes de la industria bélica rara vez desempeñan en los museos militares un papel más que anecdótico.

Del pasado militar iberoamericano también son reflejo las construc- ciones militares levantadas desde la Florida hasta la Patagonia que evidencian la envergadura del vasto sistema defensivo que, ante las necesidades que planteaba el control y resguardo de territorios “in- finitos”, la Corona proyectó para proteger sus principales rutas eco- nómicas y vías de comunicación entre la metrópoli y el continente.

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 73 “El moderno ejército argentino en campaña”. (Fuente: revista Caras y Caretas, marzo de 1929)

74 Patrimonio industrial El temprano alcázar levantado por Diego Colón en Santo Domingo, considerado la primera construcción militar del continente, y los puertos fortificados del Caribe y el Pacífico Sur son muestra del duelo entre los sistemas de defensa y ataque de las flotas y de los adelantos en el diseño de fortalezas y artillería durante los siglos XVI y XVII.

Otras tipologías son los cuarteles y las academias, surgidas durante El pasado militar la etapa final de la dominación hispánica y el nacimiento de las re- difícilmente encuentre públicas latinoamericanas, a partir de la modernización de sus ejér- citos, especialmente en la segunda mitad del siglo XIX. Algunas de una lectura integrada estas edificaciones se destinaron a albergar museos que rememoran y esclarecedora en momentos de gloria de una Nación, otras, como la ex ESMA, fueron convertidas en espacios de memoria que testimonian el horror y las nuestros museos, atrocidades que las dictaduras militares perpetraron en ellas, para más preocupados por que esos actos terribles no se instalen en el terreno del olvido. Por exaltar gestas impares ello, en 2008, el predio de este conjunto fue declarado Lugar Históri- co Nacional y su Casino de Oficiales, Monumento. que por explicar el contexto en que solo También forman parte de este patrimonio grandes obras de inge- niería como puertos militares y baterías destinados a garantizar la se desarrollaron los defensa del litoral marítimo, por ejemplo, el puerto militar de Bahía sucesos bélicos, y las Blanca, hoy la base naval Puerto Belgrano, construido entre 1898 y 1901, con sus veinte cañones Krupp especialmente fabricados. razones políticas, económicas y Reflejo de conflictos económicos y territoriales, de oscuras —y no sociales que los tanto— pujas de intereses locales e internacionales, con frecuencia, estos testimonios nos introducen en pormenores de guerras como desencadenaron. la del Salitre, entre Chile, Bolivia y Perú (1879-1883), o bien la del Chaco, entre Bolivia y Paraguay (1932-1935). Guerras de terribles contrastes, con soldados mal vestidos y mal alimentados —aun peor que en Malvinas— y un enorme despliegue de hombres y de mate- rial bélico sin antecedentes en la región. Por rara paradoja, en años recientes Paraguay, que debía cumplir con disposiciones de desarme de las Naciones Unidas, destruyó armas que habían sido utilizadas en esa guerra las cuales difícilmente podrían emplearse hoy día.

En general, los testimonios de la historia militar y de episodios béli- cos se presentan en museos con discursos anquilosados y sesgados. Espacios con guiones que sería preciso actualizar y, de especial ma- nera, vincular con otras expresiones de nuestro patrimonio cultural para enriquecer su función didáctica esencial, aunque muchos de ellos pertenezcan a momentos de un pasado que desearíamos dejar definitivamente atrás.

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 75 El “Rivadavia”, dibujo de Juan Fentanes. (Fuente: revista Riel y Fomento, abril - mayo de 1933)

76 Patrimonio industrial Espacio Memoria y Derechos Humanos (ex ESMA). (Fuente: Wikimedia Commons / Lahi)

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 77

PATRIMONIO Y SOCIEDAD Patrimonio y turismo

El auge turístico: preservación coyuntural más que una actitud cotidiana

Tierno Galván, un erudito alcalde de Madrid, utilizaba bandos mag- níficamente escritos para comunicar a los madrileños consejos de ur- banidad que superaban en gran medida las aburridas disposiciones municipales. La calidad y frescura de estas piezas, que rescataban una antigua tradición comunal, quedaron plasmadas en un libro, Bandos del Alcalde. Fuente de la década de 1980 en la que bien podrían abre- var nuestros ediles a la hora de comunicar y aconsejar sobre la im- portancia de cuidar el patrimonio de todos. Un buen contraejemplo es la campaña publicitada en los subtes porteños que promovía un patrimonio que se salía de la exclusividad del edificio histórico, hasta mencionar las calesitas.1

En la década de La experiencia madrileña de bandos cedió paso, en la neoliberal 1990, el turismo década siguiente, al auge de teorías urbanas de marcado tono mer- cadotécnico, con una competencia feroz entre grandes urbes para era una de las disputarse el mayor número de visitantes. En efecto, en la década de principales actividades 1990, el turismo se transformó en una de las principales actividades económicas en todo el mundo. Y con él, crecía una epidérmica cos- económicas en todo tumbre: vestir de fiesta la casa, no tanto para sus dueños, sino para el mundo y crecía una armonizar desajustes y escenarios que pudiesen ofender la mirada del otro. Cierto es que gracias a esta floreciente industria, alicaídas epidérmica costumbre: economías encontraron nuevos horizontes y se aliviaron niveles de vestir de fiesta la desocupación crónicos. Como contraparte, mal formulado y mal im- casa, no tanto para plementado, el turismo tergiversó definitivamente recursos cultura- les y naturales ancestrales. sus dueños, sino para armonizar desajustes Por fortuna esta disciplina se ha ido especializando cada vez más, y ya son numerosos los centros de grado y de posgrado que otorgan y escenarios que al estudio del turismo cultural el lugar que merece. Esto permitirá pudiesen ofender la mirar con cierto optimismo un escenario futuro, donde profesiona- mirada del otro. les responsables y bien entrenados tengan anticuerpos suficientes para no engrosar una lista de extravíos, hoy demasiado extensa.

1 Nos referimos a la campaña “¿Los conocés? Están arriba” de mayo de 2003.

80 Patrimonio y sociedad Pero no es tan sencillo. Adictos casi incondicionales a asumir como ¿No sería propias necesidades y proyectos de otros, no es de extrañar que suceda indispensable con el turismo lo que también acontece en otros sectores de la socie- dad: una vasta galería de personajes deslumbrados con experiencias iniciar campañas que hoy ni siquiera ocupan el furgón de cola del turismo cultural en publicitarias para otras latitudes. Y también, una nómina aun mayor de expertos en apro- piarse de proyectos externos exitosos, pero sin reelaborarlos ni hacer conocer, valorar y la forzosa adaptación al contexto local, desconociendo sus recursos proteger los valiosos y contenidos demográficos específicos. Bienvenidas sean las campa- ñas publicitarias destinadas a promover el turismo, desde Jujuy hasta ejemplos y escenarios Tierra del Fuego. Pero junto con ellas, ¿no sería indispensable iniciar del patrimonio cultural otras de similar o mayor magnitud para conocer, valorar y proteger los y natural? valiosos ejemplos y escenarios de patrimonio cultural y natural que se promueven? Es en esta última campaña en la que deberían com- prometerse nuestros dirigentes con mayor fuerza. Porque si “de esto no se habla”, aquello que se promueve perderá su valor y atractivo.

Antiguo depósito de la firma Brenta y Roncoroni y, más tarde, de Flor de Lys, en el barrio de Barracas de Ciudad de Buenos Aires. En la actua- lidad, es un local turístico de comidas típicas y espectáculos de tango. Menos estridencia y más sensibilidad habrían mejorado la intervención en la fachada.

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 81 Viñeta publicada en la revista Riel y Fomento, agosto de 1929, N° 88 ¿Qué turismo se promoverá si se siguen demoliendo y desfiguran- do excelentes obras de arquitectura, como silos, casas parroquiales, mercados, esculturas y valiosos ambientes con identidad y carácter propios? Y qué decir de las torres de alta tensión y fábricas que diez- man las calidades de nuestros paisajes. Comencemos entonces por generar conciencia entre quienes a diario convivimos con este patri- monio.

Los medios, que Poner la casa en orden para recibir a los amigos siempre es sa- acogen de buena ludable. Pero es mucho mejor para nuestra dignidad, como in- tegrantes de una comunidad con un pasado, ideales y sueños gana la promoción y compartidos, cuidar y proteger nuestro propio hábitat, como acti- disfrute del turismo, tud cotidiana, como algo de todos los días. Valorar desde jalones de nuestra historia cotidiana hasta las obras monumentales que confor- podrían contribuir en man nuestra memoria como Nación. Hoy existen emprendimientos mucho instalando el comunales que procuran enlazar esta —erróneamente— disociada realidad, pero todavía es mucho lo que falta por hacer en cada una tema del patrimonio de nuestras ciudades, nuestros pueblos y nuestros paisajes culturales. en su real dimensión. Los medios en general, que acogen de buena gana la promoción y dis- frute del turismo, podrían contribuir en mucho a saldar estas viejas asignaturas pendientes, instalando el tema del patrimonio en su real dimensión: como un recurso cultural, social y económico no renova- ble. En el nivel de nuestros recursos naturales.

De lo contrario, lo coyuntural —como el auge turístico— continuará deslumbrando a propios y a extraños, pero con una mirada sin me- moria ni futuro despojada de todo compromiso con la preservación de nuestro patrimonio cultural.

82 Patrimonio y sociedad Un país joven

¿Por qué ocuparse de lo antiguo?

La frase “somos un país joven” es un lugar común utilizado por mu- El estigma de chos argentinos para justificar lo injustificable. No pocos funcionarios considerarnos y políticos la han empleado con la visión de que la nuestra es tierra de promisión, bendecida por Dios, en la que —por si fuera poco— todo jóvenes y sin historia o casi todo está por hacerse. La realidad exige sacrificios cuyos frutos se alimentó casi recogeremos más adelante, cuando lleguemos a la esperada madu- rez. Una segunda argumentación, casi tan endeble como la primera, invariablemente de se usa recurrentemente para explicar los tropiezos y errores institu- desvaloración de lo cionales que hemos cometido durante el siglo XX, poblado de ruptu- ras, discontinuidades y de esa arraigada costumbre local de empezar propio y de admiración siempre de cero. La imagen de una juventud como edad de “tránsito por los pasados de hacia”, como sinónimo de inexperiencia, de errores sistemáticos y de otras latitudes. falta de previsión, campea ambos discursos.

Cremas para una eterna juventud en los avisos publicitarios de los años 20: el mito de Dorian Gray en manos de cremas milagrosas. (Fuente: revis- ta Caras y Caretas, mayo de 1929)

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 83 Ex Banco de Londres, actual Banco Hipotecario Nacional, Buenos Aires. Monumento Histórico Nacional, proyecto de los arquitectos Clorindo Testa, Santiago Sánchez Elía, Federico Peralta Ramos y Alfredo Agostini, 1960-1966.

84 Patrimonio y sociedad Pocas veces se explica con respecto a qué o a quiénes somos jóvenes. Si la medida son los antiguos Estados europeos, sin dudas nuestro país luce imberbe e inmaduro. Distinto es el panorama si se lo compa- ra con países de nuestro continente, una mayoría de repúblicas naci- das en momentos históricos más o menos cercanos. Pero este estigma de considerarnos jóvenes y sin historia, más que de precisiones eti- mológicas, se alimentó casi invariablemente de desvalorizaciones de lo propio y de admiración por los pasados de otras latitudes bastante alejados de estas tierras. Aquello era lo consagrado por la historia; lo nuestro, algo modesto y periférico que, aunque valioso, poco podía hacer frente a las grandes creaciones del arte, la arquitectura y el ur- banismo occidentales.

Si en etapas de nuestra historia fuimos expertos en inventarnos un Recién a partir de inmaculado y lustroso pasado, no menos cierto es que cuando comen- 1983 se comenzó a zamos a valorar nuestros propios monumentos, hacia 1940, la mirada se dirigió casi exclusivamente hacia lo que nos quedaba de nuestro aplicar un concepto pasado colonial, predominantemente los edificios religiosos. Esta vi- antropológico sión cronológica y temáticamente sesgada, acorde a aquel momento histórico, también tuvo que ver con esa percepción de país joven, de integrador de Nación que debía exaltar, proteger y hasta recrear los símbolos nacio- patrimonio cultural, nales representados en lo hispano-colonial, el gaucho y los grandes que incorporó edificios cívicos y religiosos del siglo XIX. Durante esos años se recu- peraron dignamente monumentos nacionales desfigurados como la expresiones de otros Casa de Tucumán y el Cabildo, pero también, en alarde revisionista, períodos históricos, se demolieron construcciones coloniales originales para construir otras que simulaban serlo —como sucedió con el centro histórico de otras temáticas y Salta— y se levantaron réplicas de edificios históricos para albergar tipologías. museos de la tradición en los lugares más dispares, sin importar de- masiado lo genuino, la autenticidad y la claridad del mensaje que se quería transmitir.

Pareciera que todo esto forma parte de un pasado bastante lejano. Pero lo cierto es que recién a partir de 1983 se comenzó a ampliar el concepto de patrimonio cultural, incorporando expresiones de otros períodos históricos, otras temáticas y tipologías. Este concepto antro- pológico integrador fue el que poco a poco permitió considerar bienes que reflejasen el pluralismo cultural que nos caracteriza.

Hoy exhibimos monumentos que no solo hablan del pasado colonial, sino también de las sucesivas corrientes migratorias que poblaron nuestro país, de sitios arqueológicos prehispánicos, de la producción fabril y rural, de la arquitectura vernácula, de la excelente arquitectura

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 85 del historicismo y también de obras contemporáneas de gran calidad, como el Kavanagh, la Casa Curutchet y la Casa del Puente, entre otras no menos importantes. También existen bodegas mendocinas, estan- cias patagónicas, estaciones de ferrocarril, puentes transbordadores, poblados históricos, como San Antonio de Areco, colonias de inmi- grantes como Moisés Ville, sectores urbanos de alta significación, como la , etcétera. Cierto es que los mecanismos le- gales y los recursos necesarios para una protección efectiva de estos monumentos son insuficientes, todavía una asignatura pendiente. Sin embargo, vale la pena reconocer que la comprensión amplia de temas, épocas y escalas (del monumento aislado al conjunto, el ba- rrio, el poblado, la ciudad) nos coloca en un contexto impensable no muchos años atrás. Los desafíos que hoy tienen por delante los orga- nismos encargados de la tutela y salvaguarda del patrimonio históri- co exigen políticas culturales innovadoras que permitan no solo crear Los desafíos de los una nueva legislación sino lograr la necesaria autosustentabilidad del organismos de tutela patrimonio. y salvaguarda del Dejar de actuar frente a la emergencia, llegando siempre tarde y patrimonio histórico cuando los daños son casi irreparables, debería dejar de ser lo ha- bitual en la conservación monumental para ser reemplazado por el exigen políticas cuidado preventivo y permanente de nuestro patrimonio. Y en este innovadoras que sentido, aquel país joven que miraba hacia atrás, pero no a su alrede- permitan crear una dor, hoy debe definitivamente asumir las responsabilidades de su “ju- ventud”. Si durante años esta juventud conspiró contra una correcta nueva legislación y valoración del patrimonio histórico, ahora debería transformarse en lograr la necesaria un argumento de peso para conservarlo. Porque, fundamentalmente, la mayor parte del paisaje cultural que nos rodea y el que constituye autosustentabilidad el ámbito natural de lo cotidiano en nuestros pueblos y ciudades data, del patrimonio. a lo sumo, de principios del siglo XIX. Algo que en Europa puede pa- recer reciente, pero aquello que es juventud en otra latitud, en nues- tro contexto constituye pieza clave de una memoria que es preciso preservar.

No desconocemos los importantes sitios arqueológicos que superan claramente esta generalización temporal. Aquí hablamos de un patri- monio que, por lo cercano en el tiempo, mereció históricamente me- nos atención. Y no nos referimos a los expertos sino a la comunidad en general, principal protagonista en la protección activa de los bienes culturales. ¿Qué sería de nuestra historia si desapareciesen, por ejem- plo, los paisajes culturales creados a partir del ferrocarril y la indus- tria? ¿Cómo comprender el paisaje histórico productivo de la Pampa, por ejemplo, si desapareciesen las estaciones que fueron jalonando

86 Patrimonio y sociedad ese espectacular movimiento poblador de fin de siglo XIX que se dio ¿Qué sería de en llamar la “urbanización de la locomotora”? ¿Cómo serían nuestras nuestra historia si ciudades si no preserváramos la excelente arquitectura residencial de los años 1880-1950 que da carácter e identidad a muchos de los ba- desapareciesen los rrios que las conforman? Apenas ayer, para algunos. Toda una gesta paisajes culturales para nosotros. creados a partir Actuar con criterios de valoración acordes a nuestra realidad cultural del ferrocarril y la pareciera ser un imperativo clave en la década del Bicentenario. Una fecha significativa para el patrimonio histórico de nuestra Nación y industria? una magnífica oportunidad para los testimonios vivos de nuestro pa- sado que representan cada momento de nuestro devenir, sin parcia- lismos temáticos ni cronológicos sino con una vocación integradora, democrática y plural.

Casa Curutchet, La Plata, provincia de Buenos Aires, 1949-1953. Monumen- to Histórico Nacional, proyecto del arquitecto suizo Charles Édouard Jeanneret-Gris, más conocido a partir de la década de 1920 como Le Corbusier. Se trata de su única obra en América del Sur. (Fotografía: Ernesto Domenech. Municipalidad de La Plata, Fundación Banco de Boston, 1989)

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 87 Pobreza y patrimonio

La emigración como pérdida de lo sustancial del patrimonio nacional

Curioso destino el de nuestro país. Cien años atrás recibía contingentes migratorios de una Europa jaqueada por el hambre y la desocupación. Hoy son los hijos de esta tierra, y entre ellos muchos nietos y bisnietos de aquellos inmigrantes, los que recorren el camino inverso, buscan- do bienestar en la patria de sus ancestros, pero desde una asimetría total, cruel y selectiva. Asimetría porque, aunque hambreados, los que

Comedor del aquí llegaban eran europeos en una “tierra de promisión”; mientras en Buenos Aires, ca. 1912. (Fuente: que hoy —dramática paradoja— quienes se van son parte inconsulta Archivo General de la Nación) de un devaluado “universo sudaca” (así definido por los receptores).

88 Patrimonio y sociedad Una calificación que se percibe al pisar un aeropuerto del “primer mun- do” y observar cómo se clasifican las abultadas colas de extranjeros.

Aquella antesala para extranjeros que era el Hotel de Inmigrantes del 1900 no era lo más acogedor, pero los anticuerpos para combatir el desa­ rraigo no eran escasos. Ciertamente no era un mundo feliz; y sobre las injusticias, el trabajo infantil y demás yerros de aquel momento histórico la bibliografía abunda. Sin embargo, existía cierta convicción —y creen- cia generalizada— de que con ahorro, trabajo y esfuerzo las probabilida- des de triunfar no eran descabelladas. Y a juzgar tan solo por el volumen de lo construido, esta aseveración no parece haber estado tan lejos de lo real. Pasó mucho tiempo desde entonces. Hoy las relaciones entre países son otras y no puede esperarse demasiado de los declamados lazos afec- tivos entre naciones, sobre todo cuando el otrora emisor pobre pasó a ser hoy un receptor hiperselectivo.

Los efectos de las emigraciones en el desarrollo del país en las últi- mas décadas son conocidos. Las sangrías culturales y sociales son un Hoy las relaciones crudo testimonio de esa forzosa marcha hacia un lugar donde cual- entre países son quier recuerdo se convierte en un lastre emotivo con el que hay que convivir. Pero lo que tal vez pese más en la mochila de los recuerdos otras y no puede sean las cuentas pendientes: los proyectos inconclusos, lo que no pu- esperarse demasiado do hacerse aquí, tanto en lo colectivo como en lo individual. de los declamados No son cuestiones de fácil generalización, pero es claro que con las lazos afectivos entre emigraciones —antes políticas y hoy mayoritariamente laborales— naciones, sobre todo nuestro país resiente sus posibilidades de desarrollo social y econó- mico y, también, lo sustancial de su patrimonio, su propia gente; esa cuando el otrora que lo define, lo enaltece, lo acrecienta y lo construye día a día. Por emisor pobre pasó a ello, mejorar las condiciones de vida, para desalentar las emigraciones forzosas y el desarraigo, es un imperativo social. Cada ausencia es un ser hoy un receptor brazo menos en la empresa común de conservar y hacer patrimonio. hiperselectivo.

Cada habitante del país con necesidades básicas insatisfechas, ade- más de un emigrante potencial, es un ciudadano con escasas posi- bilidades de conocer, valorar y disfrutar su patrimonio cultural. Los resultados de las políticas neoliberales de la década de 1990 están a la vista y sus huellas en el patrimonio cultural han sido claras: cuan- do no lo han destruido o tergiversado para satisfacer intereses con- tradictorios con el bien común, lo han recuperado impecablemente, pero como verdaderas islas, vacías de contexto. Y en este sentido han obrado como una “bomba de neutrones”, eliminando la gente, pero no los edificios.

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 89 90 Patrimonio y sociedad Arribo de inmigrantes al puerto de Buenos Aires, ca. 1900. (Fuente: Archivo General de la Nación)

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 91 Cada habitante del Las políticas culturales de protección patrimonial deberían contem- país con necesidades plar este nexo indispensable priorizando la dimensión social del pa- trimonio. Algo declamado hasta el cansancio, pero no efectivizado, básicas insatisfechas, por lo menos en la dimensión que lo exige la realidad. además de un En muchas áreas históricas de nuestros pueblos y ciudades, existen emigrante potencial, condiciones de pobreza y marginalidad que atentan contra la digni- es un ciudadano con dad de sus habitantes. Lo mismo sucede en grandes depósitos y ba- rracas que albergaron el trabajo productivo y hoy cobijan a quienes escasas posibilidades fueron quedándose desplazados en su propio país. de conocer, valorar y disfrutar su Preocuparnos por la salud de nuestros bienes culturales constituye un deber y una responsabilidad. Algo que será doblemente gratificante si, patrimonio cultural. prioritariamente, estas elementales cuestiones sociales son considera- das en su real magnitud. No solo para evitar las emigraciones, sino co- mo un saludable ejercicio de rescate y de valoración interior.

92 Patrimonio y sociedad Cosas del crisol

Del “crisol de razas” al pluralismo cultural

Cuesta creer que allá por 1912, en el Dock Sud de hoy, una escue- la alemana impartiera clases a unos cuarenta niños de familias de obreros llegadas con la construcción de la gran usina de la Compa- ñía Alemana Transatlántica de Electricidad —la CATE, para nuestros abuelos—. Los mismos niños de cabellos dorados eran los que reco- gían los residuos del carbón que alimentaba las calderas de la usina Usina de la Compañía Alemana para calentar sus hogares. En aquel Dock Sud también supo haber Transatlántica de Electricidad quintas, viñas y otras delicias de una tierra feraz hoy casi inimagina- en Dock Sud, ca. 1909. (Fuente: bles frente al actual desbarajuste ambiental. Ungaro, F. [2007] Op. cit.)

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 93 En 1908, el frío no En 1908, el frío y la desolación no parecen haber mellado el esfuer- melló el esfuerzo zo de los picapedreros yugoslavos que construyeron con piedras ta- lladas la Estación Puerto Deseado en plena Patagonia. Una mole de de los picapedreros cincuenta metros de largo levantada por el Ferrocarril Patagónico e yugoslavos que inaugurada en 1909. Semejante esfuerzo contrasta con la planificada desafectación de este y otros ramales que hizo la dictadura militar construyeron con allá por 1978. piedras talladas la Unos sesenta operarios hindúes del Punjaub trabajaban hacia 1912 Estación Puerto para el Ferrocarril Central Argentino en el partido de San Martín. Deseado en plena Las notas de color de esta cuadrilla abundan. Según el historiador Patagonia. Roberto Conde, cuando llegaron en tren al lugar, tiraron sus per- tenencias por las ventanas y, luego, también ellos bajaron de ese modo. Con las carretillas de trabajo corrían carreras, y algunos las llevaban por su rueda y no por sus mangos. Las dietas alimenticias traían problemas cuando los cocineros mezclaban los bifes vacunos Niños de la Escuela Alemana de Dock de los italianos con el carnero de los asiáticos. También, quién sabe Sud, en 1928. (Fuente: Ungaro, F. [2007] Central Dock Sud 1907-2007: por qué razón, se negaban a tirar ladrillos con sus manos. Un exotis- el triunfo de la permanencia. Buenos mo para el arraigado pragmatismo local que se solucionó haciendo Aires: Central Dock Sud) una fila y pasándolos de hombre a hombre.

94 Patrimonio y sociedad En el seno de la Sociedad Central de Arquitectos convivían profesio- Dibujantes de ornatos nales de todo el mundo. Una convivencia a menudo más difícil de lo austríacos, catalanes e deseable. Especialmente entre franceses y alemanes y otras corrien- tes recelosas del predominio galo en el staff directivo. Cruces episto- ingleses pugnaban por lares y verbales memorables los hubo, y de ellos dan cuenta los libros un lugar en aquella de actas y de correspondencia de la Sociedad Central. El caleidosco- pio laboral también se veía en una especie de bolsa de trabajo que maquinaria edilicia tenía la entidad denominada con eufemismo “Pizarrón Social”. Di- fenomenal en que bujantes de ornatos austríacos, catalanes e ingleses pugnaban por un lugar en aquella maquinaria edilicia fenomenal en que se había con- se había convertido vertido Buenos Aires. Y en los gremios de la construcción… se abría Buenos Aires. otro enorme abanico de procedencias. Ejemplo cabal de este abanico fue el interminable Palacio de Correos, además de otros elefantes blancos de aquellos años. Grupo de aficionados practicando En el viejo Muelle de las Catalinas, un grupo de británicos, muchos golf en la esquina de las calles 25 de vinculados a compañías aseguradoras, ferroviarias, portuarias o ca- Mayo y Belgrano de la localidad de San Martín, ca. 1883. (Fuente: sas importadoras, durante sus horas libres, jugaban al golf frente al Colección Biblioteca Asociación Río de la Plata, inédito fondo de sus prácticas. Argentina de Golf)

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 95 Hoy, el concepto Uno de los jugadores de golf, el escocés Henry Smith, había llegado de crisol y sus en 1879 al Puerto de Buenos Aires con una bolsa de palos en su equi- paje. Smith protagonizó entonces una situación muy curiosa cuando derivaciones raciales el empleado aduanero no comprendió la utilidad de aquellos palos de respecto de la madera y cabezas de hierro, a los que atribuyó cierto carácter bélico de armas que debía confiscar. El primer juego de golf se practicó entre existencia de un los canteros de la plaza de la localidad de San Martín —sí, la de los “argentino ideal”, hindúes— en 1883. resultante de la fusión Emilio Bieckert traía mano de obra especializada de su tierra, Alsacia, de razas, se encuentra para construir la primera fábrica de cerveza y, añorando su tierra na- en crisis. En los tal, también importaba unas trece jaulas de gorriones que hizo soltar en Buenos Aires. Otro europeo, pero de Prusia, no se quedaba atrás, y tiempos que corren, en 1890 en un bucólico paraje al sur fundaba otra fábrica, que tomaba más que de crisol su nombre del paraje quilmeño. Años más tarde, Otto Bemberg cons- truía uno de los primeros barrios para obreros hechos por una empresa deberíamos hablar de en nuestro país, Villa Argentina, y un parque recreativo con exóticas pluralismo cultural. especies vegetales que él mismo coleccionaba.

Tan solo algunas de las cientos de miles de historias de la inmigra- ción. Tan solo una excusa, un deshilachado hilo que nos conduzca a la necesidad de construir una memoria integrada, en clave federal y democrática.

Hoy el concepto de crisol y sus derivaciones raciales respecto de la existencia de un “argentino ideal”, resultante de la fusión de razas, se encuentra en crisis.

En los tiempos que corren, más que de crisol deberíamos hablar de pluralismo cultural. Pero este pequeño gran tema y la excepcional mixtura interétnica, sin demasiado esfuerzo, nos adentran en el cam- po del patrimonio de “los otros”. Sí, de uno con raíces y aportes cultu- rales diversos que, además del mayoritario caudal ítalo-español, dejó huellas que solo en años recientes han comenzado a tener su mere- cido reconocimiento en el ámbito institucional de los monumentos.

Sedes deportivas y clubes de antiguas colectividades, establecimien- tos industriales y colonias agrícolas fundadas por viejos pioneros, festividades, entre otros eslabones, hablan de nuestro carácter mul- ticultural y de la necesidad de salvar ausencias y ambigüedades. No por exóticas ni pintorescas, sino por un necesario reconocimiento que contribuya a superar situaciones de desigualdad cultural y social en el ámbito de nuestro patrimonio. Del lugar donde anida la memoria de todos nosotros, ni más ni menos.

96 Patrimonio y sociedad Misceláneas

La relevancia de los avances tecnológicos más cotidianos

En 1810, un neoyorquino de treinta años, Samuel Williams Taber, ha- Acostumbrarse a los bría podido ingresar a la historia naval argentina. Cuando se enteró de cambios no siempre que la Revolución por aquí prosperaba, vino desde Montevideo para exponer ante los miembros de la Junta Grande un proyecto de subma- fue fácil, menos aún rino para atacar la flota realista. El artefacto —una especie de zepe- cuando lo que se lín de madera de unos diez metros de largo— perforaría los buques enemigos en la rada de Montevideo y colocaría en ellos explosivos. La deja atrás ha calado Junta estudió los planos y, en un informe secreto, los aprobó. Costeada hondo en nuestras por el yankee —un émulo de Verne con vocación de espía—, comenzó la construcción. El 11 de octubre de 1811, Taber debía partir en una ca- costumbres durante rreta tirada por bueyes a la Ensenada de Barragán, donde experimen- mucho tiempo. taría su creación en las profundas aguas del río. Todo en el máximo secreto. Sin embargo, jamás llegó a destino. Unos días más tarde, el 22 del mismo mes, cayó la Junta Grande y asumió el Primer Triunvirato, que decidió anular la operación. Un cambio de gobierno, viejo enemigo de proyectos y continuidades. ¿Que habrá pasado con aquel fellinesco aparato? ¿Quién sabe? Por las dudas, arqueólogos urbanos sin pistas serias, abstenerse.

Acostumbrarse a los cambios no siempre fue fácil, menos aún cuando lo que se deja atrás ha calado hondo en nuestras costumbres durante mucho tiempo. Un ejemplo de ello fue la aparición de la iluminación a gas en el hogar. Acostumbrada a las velas, la gente soplaba el pabilo y se iba a dormir olvidándose del fluido. Las explosiones en aquellos años estuvieron a la orden del día y causaron serios accidentes.

Antes de que se suministrara agua corriente a los hogares, era común que la gente se abasteciera del agua del Río de la Plata por medio del aguatero y los más pudientes, de la que los aljibes recogían de las lluvias. Decía Lucio V. Mansilla en sus memorias que tener aljibe en el barrio era sinónimo de alta prosapia o bien de que la familia “tenía el riñón cubierto”. Entonces, algunos vecinos pasaban por groseros por los muchos baldes de agua fresca que pedían y los propietarios, por tacaños porque solo a ciertas horas dejaban abierto el candado de la tapa del precioso recipiente. Los hurtos nocturnos o durante la siesta

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 97 Antes de que se fueron desapareciendo con la llegada de las redes en 1869, un cambio suministrara agua que ayudó a mitigar las odiosas diferencias. corriente a los Aún en la década de 1920, en la mayoría de los hogares se cocinaba hogares, era común con leña o carbón en cocinas de hierro fundido. Del gas ni hablar; po- cos hogares lo utilizaban para el baño y la cocción de alimentos. Las que la gente se compañías de gas alquilaban cocinas inglesas por día, pero no eran abasteciera del agua populares. Recién a finales de dicha década —cuando el gas perdió el negocio del alumbrado público a manos de la electricidad— las empre- del Río de la Plata por sas concentraron grandes esfuerzos publicitarios para promover el uso medio del aguatero del gas en el hogar. Una de las herramientas más poderosas fueron los y los más pudientes, cursos de cocina dictados por un grupo de ecónomas en radios, teatros y sucursales de La Primitiva. Entre ellas, pronto descolló una joven san- del agua de lluvia que tiagueña, Petrona Carrizo de Gandulfo. Las campañas de publicidad recogían los aljibes.

Aljibe de la casa natal de Manuel Belgrano, en la calle Santo Domingo (actual 430), a pocos metros del convento homó- nimo. (Fuente: Archivo General de la Nación)

98 Patrimonio y sociedad gráfica de aquellos años se inscriben en lo mejor de la historia publici- Es curioso observar taria argentina. En ellas, generalmente se veía a dos amas de casa: una cómo los nuevos moderna, de punta en blanco, frente a una cocina de gas, con tiempo para hacer otras actividades dentro y fuera del hogar; la otra, desali- artefactos e neada, luchando contra los humos y suciedades de una cocina a car- invenciones, en bón. Sin saberlo, difundir el uso de la novedosa cocina a gas permitió a una persona que hasta entonces no sabía hacer ni un huevo frito, Doña general, utilizaban en Petrona, iniciar una vocación que la convertiría en ícono inseparable su diseño las formas de la cocina argentina. El cambio llevó años, pero sin ella, seguramen- te habría llevado más. de los objetos a los que sucedían, aunque se alimentaran con otra forma de energía: cocinas con formas de muebles, automóviles con líneas de carruajes, inodoros apoltronados, lavabos con canillas utilizándose como jofainas…

Llega la modernidad a la cocina, de la mano del gas y de la electricidad. La mujer de los años 20 realizaba actividades impensadas algunos años atrás: conducía automóviles, salía de su casa a trabajar y fumaba en público. La moda adquiere prota- gonismo, lo mismo que el cuidado de la belleza, el deporte y la vida al aire libre. El gas y la electricidad otorgaba confort y comodidades y, por sobre todo, le permitían administrar mejor sus tiempos. (Fuente: Revista de Arquitectura, octubre de 1930)

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 99 Es curioso observar cómo los nuevos artefactos e invenciones, en ge- neral, utilizaban en su diseño las formas de los objetos a los que suce- dían, aunque se alimentaran con otra forma de energía: cocinas con formas de muebles, automóviles con líneas de carruajes, inodoros apoltronados, lavabos con canillas utilizándose como jofainas… Otra particularidad fue que los cambios en los modos de energía utilizados raramente se dieron de forma drástica. Lo común fue que coexistie- sen, por ejemplo en los hogares, las velas, el carbón, el kerosene, el gas y la electricidad.

El delicioso libro Apenas Ayer de Frederick Allen (1931) da cuenta de la velocidad que adquirieron los cambios en la sociedad estadounidense y, por extensión, en buena parte del mundo en la década de 1920, un fenómeno en más de un aspecto comparable a lo vivido con los cambios Publicidad a favor del uso del gas en culturales y tecnológicos de las últimas décadas. ¿O acaso imaginába- la cocina, un terreno hasta fines de mos que el pequeño celular del Capitán Kirk en Viaje a las Estrellas, de los años 20 dominado por la cocina a leña o carbón. (Fuente: diario La 1966, hoy formaría parte de nuestra adictiva realidad? Asimov y otros Nación, noviembre de 1928) cultores de la ciencia ficción, probablemente. Pero los demás…

100 Patrimonio y sociedad Quedar como Coventry

Sobrevivientes del exterminio edilicio en las ciudades

La ciudad de Coventry en Gran Bretaña fue arrasada por la aviación alemana durante la Segunda Guerra, manzana por manzana. De allí surgió el término “coventrizar”, como sinónimo de tabula rasa, de exterminio edilicio. De aquel fatídico momento hoy es testigo la cate- dral de Coventry que ha sido dejada tal cual desde el bombardeo: no quedan más que unos pilares y algo de sus murallas.

En una ocasión, ordenando papeles, apareció una vieja colección de fotos de la localidad balnearia de Punta Lara cuando aún lucía playas no contaminadas ni parceladas para asociaciones; cuando sus recreos de chapa y madera sobre delgados pilotis eran refugio obligado de ca- Construcciones actualmente inexis- da paseante en el popular balneario; cuando el Palacio Piria todavía tentes en el balneario de Punta Lara, era una mansión de estilo palladiano (y no la ruina actual) y cuan- en Ensenada, provincia de Buenos do clubes con formas náuticas eran lo más chic del rendez vous local. Aires. (Fuente: colección del autor)

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 101 Bariloche era En esa colección de imágenes en blanco y negro había construcciones un poblado con de madera con una Punta Lara de rara y envidiable armonía: estacio- nes de servicio, recreos, viviendas, comisarías, estafetas de correos, construcciones de baños públicos… todo como en los años fundacionales de nuestros madera de singular viejos recreos costeros. De aquello hoy no queda ni rastro; solo se ven algunos ejemplos aislados en pequeños barrios que sobreviven como riqueza formal y Rubén Sito y más lejos, entre las viñas de Los Talas y la Isla Paulino. constructiva de las que La sensación de ver aquello fue parecida a la que tuve cuando pro- hoy casi no sobreviven mediando la década de 1980 visité Bariloche y gracias a la arquitecta expresiones. Liliana Lolich y algunos descendientes de pioneros, además de saber sobre su lucha a favor del patrimonio, conocí imágenes de los prime- ros años de la ciudad: un poblado con construcciones de madera de singular riqueza formal y constructiva. De aquel paisaje hoy práctica- mente no sobreviven expresiones y, en buena medida, fueron reem- plazadas por otras que crecieron a la sombra de la obra desplegada por los parques nacionales y su estética centroeuropea. En el pre- sente, testimonios de estas últimas construcciones forman parte del valioso patrimonio de ese enclave patagónico. No obstante, quienes Lamentable contraste edilicio en el Centro Cívico de San Carlos de quieran conocer ejemplos constructivos del amanecer de Bariloche, Bariloche. (Fuente: Wikimedia tal vez lo más práctico sea trasladarse al otro lado de la Cordillera, Commons / Robert2183) donde aún perviven en algunos poblados chilenos.

102 Patrimonio y sociedad Si en esta mirada a vuelo de pájaro pasamos de Punta Lara y Bari- Deberíamos reconocer loche a Ushuaia, La Plata y Mar del Plata —por citar solo algunas— que nuestro decir y los fenómenos de sustitución difieren, pero no totalmente. En ellas y otras ciudades argentinas, los resultados de los procesos de renova- nuestro hacer, a la ción fueron dejando en su paisaje una suerte de patchwork, es decir, vez que en ocasiones retazos de identidades anteriores —en trazados, residencias o edifi- cios públicos—, sobrevivientes en entornos cada vez más asfixiantes. ha sido productivo, Un fenómeno que también encontramos en Salta y su arquitectura co- con frecuencia se lonial por decreto, que fagocitó la original; en el San Telmo del Plan Bonet; en las autopistas del Proceso y en tantas urbes que confun- ha mostrado débil dieron progreso con “coventrización” de su pasado (si se permite la frente la velocidad y teatralidad del término para englobar una casuística que va desde la envergadura de los especulación inmobiliaria hasta la inacción o connivencia de quienes deben velar por un manejo constructivo del patrimonio histórico). atropellos.

No es novedad que hayamos asistido a fenómenos similares en todo el país; y también a señalamientos, condenas y recomendaciones, desde hace años y desde múltiples sectores. Deberíamos reconocer que nues- tro decir y nuestro hacer, en ocasiones ha sido productivo, pero con frecuencia ha sido débil ante la velocidad y envergadura de los atro- pellos. Es una debilidad de la que han sacado partido los oportunistas Construcción de torres alrededor del de siempre y, frente a la cual, se hace necesario una debida autocrítica. Palacio Municipal de La Plata, 1980

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 103 Solo a través de Pero no a modo del recurrente hábito de depositar el infierno en los una labor colectiva demás, sino de que ayude a reflexionar sobre un trabajo cotidiano que, a no dudarlo, tendría mayor vigor y alcance si se nutriera del será más fácil esfuerzo conjunto de todos los saberes, sectores y actores a favor del establecer cauces y patrimonio.

criterios comunes En esa reflexión y confrontación será necesario dejar personalismos que amalgamen y y parcialidades de lado. Solo a través de una labor colectiva será más fácil establecer cauces y criterios comunes que amalgamen y vigori- vigoricen la labor a cen la labor que ya de por sí vienen realizando redes sociales, especia- favor del patrimonio. listas, profesionales y organismos locales, provinciales y nacionales. Muy probablemente, de este trabajo surjan canales y vías de acción que permitan escuchar y dar respuesta más directa y efectiva a veci- nos preocupados por atropellos contra su barrio histórico; a asocia- ciones que pugnan por normativas más eficaces; a quienes procuran dar nueva vida a nuestros monumentos; a ciudadanos que alertan sobre paisajes culturales en constante amenaza… En fin, a quienes día a día se oponen a que cualquier tipo de “coventrización” toque siquiera las puertas de nuestro patrimonio cultural.

Estación de servicio en el balneario de Punta Lara, Ensenada, provincia de Buenos Aires. (Fuente: colección del autor)

104 Patrimonio y sociedad Un pasado de tenderos y contrabandistas

Demoliciones masivas y pocos defensores de las construcciones coloniales

“Si hay miseria, que no se note”, reza un difundido eufemismo local. Para que no quedara Lo de local no porque tenga un sesgo propio o exclusivo de estas tie- registro de aquel rras. Pero convengamos que encontró una larga lista de partidarios, desde las primeras páginas de nuestra historia colonial, para disfra- “mísero” origen, en zar la modesta condición de un villorrio que no conoció oro ni plata cuanto fue posible, en abundancia pero sí, el deseo de tenerlos o simularlos. Los años pasaron y, para que no quedara registro de aquel “mísero” origen, cayó bajo la piqueta en cuanto fue posible, cayó bajo la piqueta buena parte del pasado buena parte del colonial. Quedó casi lo indispensable, algunas iglesias, fincas y pocas casonas. El grueso del tejido residencial y de la arquitectura públi- pasado colonial. ca fue demolido. Cuando se salvó, generalmente fue a expensas de cambios de estilo, integrando una pomposidad vacía y extraña a su génesis. Cierto es que también de la hibridación nacieron obras con valores nuevos y singulares.

Johannes Kronfuss. Puerta y venta- na, Salta. (Fuente: Furlong, G. [1946] Arquitectos argentinos durante la dominación hispánica. Buenos Aires: Huarpes)

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 105 Johannes Kronfuss. Casa de los Otero, Salta. (Fuente: Furlong, G. [1946]. Arquitectos argentinos durante la dominación hispánica. Buenos Aires: Huarpes)

106 Patrimonio y sociedad La “limpieza” del pasado percibido como un lastre simplón vino a caballo de la europeización y otros cambios culturales. A caballo de otra costumbre que fue consolidando el mito de la cornucopia y el cambio de valores en una sociedad que cada vez se avergonzaba más de sus ancestros tenderos, jornaleros, contrabandistas y otras dignas ocupaciones. Cada época tuvo sus modalidades para ocultar sus mi- serias, y de eso da cuenta un artículo de Borges (1984) escrito con el mismo título con que comenzamos este apunte.

Pero detengámonos por un momento en aquel momento de francofilia Kronfuss destacó la general en que hubo cachetazos memorables a esa costumbre de in- ventar y recrear una tradición de otra parte. Y ellos, para horror de la importancia de la elite local, vinieron de extranjeros, de arquitectos como el húngaro Jo- preservación y del hannes Kronfuss. Arribado durante los festejos del Centenario, cuando rescate del patrimonio día a día se demolían construcciones coloniales, Kronfuss destacó la importancia de la preservación y del rescate del patrimonio de la ar- de la arquitectura quitectura colonial, a las que juzgó “modelos acabados de arte, satu- colonial, a las que rados de nobleza, sin mezclas de falsos orgullos ni egoísmos”. Touché. Al igual que otros extranjeros que recorrieron caminos similares en juzgó “modelos el continente, Kronfuss sucumbió ante la “seducción de la barbarie”. acabados de arte, Un impacto y deslumbramiento que registró en innumerables croquis, saturados de nobleza, acuarelas y planos, que desarrollan un sentimiento profundo por el pa- sado de la Nación. sin mezclas de falsos orgullos ni egoísmos”. El mismo país que para Anatole France era “lamentablemente nuevo” y que, según Saint-Exupéry, fuera de Buenos Aires solo tenía “campos cuadrados sin árboles, con una barraca en el centro y un molino de agua de hierro” había seducido y hecho reflexionar sobre su propia historia y cultura a Kronfuss. Alguien en quien la sociedad local no encontró una reafirmación de su voluntad de ser europea, sino a un individuo inquieto, cuestionador y dispuesto a ofrecer otra mirada pero desde “dentro” de su propio país. Un representante cabal de los lineamientos que impulsó el denominado movimiento neocolonial.

Otros profesionales que llegaron por aquellos años y se percataron de ese tic local fueron más pragmáticos y le respondieron con la misma moneda. Algunos se inventaron títulos de nobleza falsos y se casaron con lo mejor de la sociedad patricia local para asegurarse una cliente- la de primer nivel. Ejemplos abundan, pero seamos discretos.

El virus del ocultamiento tuvo en cada época una manifestación propia y, paradójicamente, visible. Miserias y contradicciones que avalaron la demolición o desfiguración de testimonios genuinos de lo que fuimos.

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 107 Johannes Kronfuss. Portal y zaguán de dos casas de la ciudad de Córdoba. (Fuente: Furlong, G. [1946]. Arquitec- tos argentinos durante la dominación hispánica. Buenos Aires: Huarpes)

A todo nivel. Algo que se prolonga hasta nuestros días, cuando de- bemos tener cuidado hasta para iluminar los más simples edificios históricos, pues siempre deambula alguien con ganas de vestirlos con fastuosos faroles seudohistóricos o con un apocalíptico high tech mul- ticolor.

Miserias y En el presente, pareciera que del camino iniciado por Kronfuss no contradicciones hemos aprendido mucho, a juzgar por el patrimonio demolido y del cual su pensamiento, su obra y sus dibujos constituyen un invalorable avalaron la demolición registro. Por si fuera poco, no solo nos dejó sus escritos y su maravi- o desfiguración de lloso libro Arquitectura Argentina sino algunas buenas construccio- nes para disfrutar como, en Ciudad de Buenos Aires, el edificio de testimonios genuinos la calle Moreno 364/376, de exquisito Art Decó, y la residencia de la de lo que fuimos. calle Enrique Martínez 1925/31, donde combina esta vertiente con elementos de filiación vienesa, entre otras.1

Estos testimonios reafirman la vigencia de un mensaje que continúa llegando, sereno y aleccionador. Globalizarnos sin enajenarnos, pa- reciera de lejos decir. Algo donde el patrimonio, como arma de identi- dad, juega un papel fundamental. En suma, bienvenidas las miserias, cuando se asumen y completan nuestra identidad. Sin ellas, poco margen nos queda para intentar alguna grandeza.

1 Sobre Johannes Kronfuss, véanse: Tartarini, J. D. (1994). “J. Kronfuss o la se- ducción de la barbarie”. En: Amaral, Aracy. Arquitectura Neocolonial. América Latina. Caribe. Estados Unidos. San Pablo: Memorial-Fondo de Cultura Econó- mica; y Tartarini, J. D. (2002). “Arquitectos húngaros en la Argentina: Johan- nes Kronfuss”. En: Viñuales, Graciela et al. Andrés Kálnay: Un húngaro para la renovación arquitectónica argentina. Buenos Aires: CEDODAL.

108 Patrimonio y sociedad El patrimonio de los pueblos históricos

La desaparición del legado de las tradiciones locales

Alejado de los grandes centros, de las rutas nacionales y de los prin- cipales circuitos económicos y turísticos, existe otro mundo más pri- mario y elemental, pero igualmente vivo, inesperado y cambiante, que deslumbra por la belleza simple de sus lugares y por la calidad de su gente, antes que por el esplendor de la obra individual, de la creación impar. Es el mundo de los pequeños poblados históricos. Poco conoci- dos, no han contado con valoración y reconocimiento, como si nuestro orgullo de ciudadanos solo pudiese concentrarse en la cultura de las grandes ciudades y en la visión nacional que surge de ellas.

Quedan en ellos testimonios relevantes de un patrimonio edilicio En los pequeños —civil y religioso— de sus momentos de apogeo, así como significa- tivos ejemplos de arquitectura popular, junto a espacios y conjuntos poblados quedan urbanos de gran valor. Muy probablemente, los factores que unen con testimonios de un mayor fuerza a los pequeños poblados sean las tradiciones locales, patrimonio edilicio que conservan su autenticidad. Estas tienen que ver con su origen histórico, su singular emplazamiento, la herencia cultural de sus ha- de momentos de bitantes, la evolución urbana que han tenido a través del tiempo y el apogeo y significativos papel que han desempeñado a nivel territorial en relación con otros asentamientos de la región. ejemplos de arquitectura popular. En nuestro país hay más de un centenar de pueblos y pequeñas ciu- dades de interés especial. La diversidad de situaciones que encon- tramos nos enfrenta a un amplísimo universo de casos que incluye pueblos de los Valles Calchaquíes, la Quebrada de Humahuaca, el litoral de Entre Ríos, Corrientes y Misiones, o bien la llanura bo- naerense, por citar solo algunas regiones. Es preciso enfatizar una cuestión medular en el examen de los pequeños poblados históri- cos: la necesidad de comprender la situación de su patrimonio, que está asociada a las razones de su estancamiento económico, de los roles que juegan en sus áreas rurales y de sus carencias en materia de salud, vivienda, educación y esparcimiento, según la visión de los propios habitantes.

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 109 Los poblados de la Quebrada de Humahuaca, en la década de 1930. Arquitectura vernácula y edificios públicos sin interferencias. Fiestas patronales y tradiciones vivas. (Fuente: revista Riel y Fomento, abril - mayo de 1933, N° 125)

110 Patrimonio y sociedad De poco sirve el encanto de un paisaje urbano sin rupturas ni puntos de conflicto si, por detrás de la escena urbana, se verifican agudos procesos de obsolescencia, producto casi exclusivo del estancamien- to económico. Es que cuando no existen medios ni posibilidades de acceder a créditos para el mantenimiento y la puesta en valor de las viejas construcciones, para mejorar su habitabilidad y condiciones hi- giénico-sanitarias, los niveles de deterioro y los peligros de pérdida aumentan considerablemente.

Tan perjudicial como el deterioro por la crónica escasez de recursos De poco sirve el ha sido, en los poblados, la inserción destructiva de edificios mo- encanto de un dernos y la inadecuada remodelación de los espacios públicos, con la intromisión de nuevos diseños y tecnologías fuera de contexto en paisaje urbano sin relación con los materiales y con las técnicas constructivas locales. En rupturas ni puntos estos dislates también incidió la gradual desaparición de los modos de vida tradicionales, que nacieron como una respuesta simple a re- de conflicto si, por querimientos en los que espontáneamente se fue dando esa peculiar detrás de la escena integración de naturaleza y cultura, habitual en muchos poblados. urbana, se verifican La unidad de conjunto también fue afectada cuando algún organismo agudos procesos público intentó solucionar problemas sociales sin atender a los con- de obsolescencia, dicionantes del medio ni a la forma de vida previa de sus habitantes, como en el caso de la construcción de casas en las periferias. Pare- producto casi ciera desconocerse que dicha unidad es el resultado de una simple y exclusivo del anónima integración de cada una de las partes con el todo. estancamiento Actualmente, el turismo es percibido como uno de los instrumentos económico. más eficaces para rehabilitar la economía de los poblados. No obstante, en algunos casos su aparición tuvo un doble efecto. Por un lado, fo- mentó el comercio de productos regionales y favoreció cierta difusión y conocimiento de un patrimonio olvidado; por otra parte, introdujo ciertas veleidades escenográficas para, en un afán de ofrecer “histo- ria”, destruir y reemplazar la propia por expresiones ajenas a la cultura local. Lo “típico” y “regional” se convirtió en una especie de gancho para atraer más turistas al lugar. De esta forma, la persistencia del ambiente original no es garantía suficiente para la permanencia de un paisaje con una escala y un contenido social definidos, a los que el tu- rismo solo accede parcialmente. La visión fugaz del visitante debería sostenerse en una armadura social y económica local consistente que aproveche el efecto movilizador del turismo, pero que también apoye las necesidades y demandas locales.

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 111 Tradicional casa de adobe y techo de En muchos de estos poblados, las declaratorias de protección legal han torta de barro de la Quebrada de Hu- permitido salvar edificios, pero no han sido suficientes para prever los mahuaca. Una arquitectura anónima, efectos de la degradación física y la marginación social. De allí que la integrada al lugar, pero en crisis por legislación y la rehabilitación socioeconómica se encuentren estrecha- pérdida progresiva de tradiciones mente ligadas, si se trata de poner en marcha estrategias a mediano y constructivas, saberes y costumbres ancestrales. corto plazo que saquen a los poblados de su postración. De esta mane- ra, el encanto del que hablamos al principio no será un remedio esce- nográfico ni una cáscara vacía de contenido, carente de realismo. El propio pueblo es el que nos ayudará a comprender las claves para evi- tar la desaparición del legado que pretendemos rescatar.1

1 El Dr. Jorge Enrique Hardoy introdujo en la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos una renovada visión sobre el estudio del patrimonio histórico de los pueblos, en estrecha relación con los aspectos urbanos, territoriales, socioeconómicos y ambientales. Es así que durante su presidencia (1984-1990) se desarrollaron —con el apoyo del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo— trabajos de inventario y estudios de ca- so, en una selección de pueblos del país. Sobre el tema se editó Hardoy, J. E., et al. (1989). Manual para la rehabilitación de pequeños poblados históricos. Lima: PNUD, Unesco.

112 Patrimonio y sociedad El patrimonio de los pueblos históricos (II)

¿Cuál es la mejor manera de preservar el patrimonio de los poblados históricos?

En reiteradas ocasiones, hemos llamado la atención sobre los pobla- No es posible dos históricos y las dificultades para brindarles una efectiva protec- considerar la ción y recuperación. Hemos destacado la imposibilidad de considerar la preservación de sus recursos culturales y ambientales de manera preservación de los disociada de las condiciones socioeconómicas de la población, de sus recursos naturales expectativas de vida, con una dimensión profunda y no pasatista de la cultura local. Más aún si se tiene en cuenta que su patrimonio se y ambientales de encuentra asociado a las peores formas de pobreza en nuestro país. una población si Una miseria de raíces estructurales e históricas incomprensibles por sí solas, si no se ven en el marco más amplio de desequilibrios terri- se la disocia de toriales y demográficos, de economías estancadas y dependientes de las condiciones un asistencialismo que humilla más a emisores que a receptores. Pa- socioeconómicas y de radójicamente, hablamos de regiones saturadas de estudios locales e internacionales. Algunos de ellos valiosos pero dormidos Dios sabe las expectactivas de dónde; y otros, hechos afuera, sin asidero con las necesidades reales, vida de sus miembros. falsamente antropológicos, pasatistamente turísticos, cercenadamente patrimonialistas, ausentes de todo abordaje multidisciplinario.

Una mirada actual a estos poblados desnuda las limitaciones de una cultura que nace, se difunde y se vende como propia en grandes cen- tros urbanos y que cae sobre ellos en forma de escenografías vanas, frágiles y maleables según los caprichos del inversor de ocasión, por los espejismos del turismo soja, equivalentes al monocultivo salvador. Pero, antes de caer en la costumbre de sacralizarlo como industria sin chimeneas o maldecirlo como germen de todos los males, reiteramos por enésima vez que un manejo adecuado ha contribuido a salvar del ocaso áreas deprimidas. Así como, mezquinamente utilizado, las ha desfigurado irremediablemente. No faltan ejemplos. A menudo, sus beneficios raramente llegan a la gente del lugar, que mira ex- tramuros, como sucede cuando en sus entornos antiguas casonas se convierten en lujosos hostales, entre viñedos con cepajes for export.

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 113 Sería de suma utilidad Turistas llegan, sí, pero encapsulados, sin contacto con ellos ni sus conocer los poblados demandas. “Ni para comprar un clavo han venido a nuestros comer- cios”, dicen los parroquianos que presenciaron todo el proceso de su por dentro; saber de construcción. En otros casos, los residentes se resignan a convivir con sus demandas reales artesanías de otra parte, de esas que abundan en Recoleta, Budapest o Katmandú. y elaborar soluciones consecuentes con ellas. ¿Qué hacer frente a tanta banalización, frente a ese rol nefasto que nunca atraviesa la epidermis de la cuestión? En primer lugar, sería de suma utilidad conocer los poblados por dentro. Saber de sus deman- das reales y elaborar soluciones consecuentes con ellas. Remedios que ataquen de lleno la fragilidad de los mecanismos de protección, ausentes de una visión integradora más que parcialmente restrictiva y marcadamente endeble cuando debe interactuar lo local, lo regio- nal y lo nacional. Sabedores de estas falencias, los destructores de siempre encuentran intersticios para colarse y hacer de las suyas.

Promediando la década de 1980, en la zona de la Emilia Romagna visité un pequeño pueblo llamado Sasso Marconi en honor al inven- tor. Allí, junto a su alcalde, recorrí lugares donde campesinos culti- vaban viñas en un marco de singular belleza natural. Años antes, la zona había estado al borde del colapso por la escasa competitividad de sus vinos en la región. La expulsión de la población era segura. La solución llegó de la mano de un convenio entre los propietarios y la comuna mediante el cual estos autorizaban el turismo pedestre en sus viñas y visitas a sus antiguas casonas de piedra y trapiches a cambio de maquinarias que les permitieran mejorar la producción. Y así sucedió. Turismo local e internacional hoy visita la zona en un paisaje histórico, productivo y genuino, con ropa colgada al viento y sin disfraces. Los ingresos llegaron de esa manera al municipio y por ese medio también a la población.

Viñeta publicada en la revista Riel y Fomento, diciembre de 1929, N° 92

114 Patrimonio y sociedad José Boveri. “Norteñas”, pintura publicada en la portada de la revista Riel y Fomento, septiembre de 1931, N° 113

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 115 La salvación del De poco habría servido la iniciativa de aquella región italiana si no patrimonio, es decir, la se hubiese encuadrado en un marco legislativo en donde cada ám- bito o escala se encontraban enlazados y fortalecidos por un plan de salvación de los usos protección paisajístico ambiental de alcance territorial. La salvación y costumbres de la del patrimonio, es decir, la salvación de los usos y costumbres de la gente, su permanencia y su propia vida cotidiana no llegó con me- gente, su permanencia gaproyectos de inversión, sino con alguien que se dedicó a caminar, y su propia vida conocer, respetar y saber ver.

cotidiana no llega Más que el caso en sí, lo que conviene recordar es el principio. Hoy, con megaproyectos entre nosotros, con mecanismos de protección tan eficientes como el de inversión, sino con cono del silencio del Superagente 86 y sin planes de recuperación fí- sica y socioambiental en sintonía con los sueños y carencias de cada alguien que se dedica poblador, el destino de los pueblos históricos parece atrapado en una a caminar, conocer, telaraña difícil de desentrañar. Pero el reto vale la pena. Planteada sobre nuevas bases, la recuperación puede lograr un desarrollo más respetar y saber ver. pleno del individuo en sociedad, no ya como un dato frío de una en- cuesta al pasar, sino desde una participación ciudadana comprometi- da con su tiempo y lugar.

Hace unos años, la Unesco incluyó la Quebrada de Humahuaca en la Lista del Patrimonio Mundial por su excepcional paisaje cultural y su singular autenticidad. Atributos que se ponen en crisis cuando en sus pueblos se construyen nuevos edificios seudohistóricos que parecen lo que no son, como este hostal con forma de antiguo cabildo en Humahuaca, provincia de Jujuy. (Fuente: Arq. Mario Lazarovich)

116 Patrimonio y sociedad La máquina del tiempo

Un pensamiento en subjuntivo sobre la génesis del “monumenticidio”

Como podemos ver en 4.400, en Lost y luego en Alcatraz, los viajes en Entender y asumir lo el tiempo son historia de ayer y de hoy. En los años de la televisión en que fueron nuestros blanco y negro los veíamos en Dimensión desconocida, en El túnel del tiempo y en el cine en películas como El tiempo en sus manos, en la que monumentos y lo Rod Taylor interpretaba a Herbert George Wells, autor de la novela La que fuimos y así máquina del tiempo. comprender que son Hoy muchos científicos consideran que el viaje a través del tiempo el rostro visible de propiamente dicho es imposible. No obstante, la idea sigue seducien- do a tal punto que abundan explicaciones poco convencionales con nosotros mismos sería características seudocientíficas que postulan la existencia de viajeros útil, no para permitir temporales ocultos. En 2003, bajo el título “Viajero del tiempo dete- una fuga al pasado, nido por uso de información privilegiada en la Bolsa”, un periódico neoyorkino reseñaba las exitosas 126 operaciones realizadas en Wall sino para enfrentar los Street por alguien que decía haber viajado 200 años desde el futuro. desafíos del hoy. El detenido decía conocer la cura definitiva al sida y el lugar secreto donde se encontraba entonces Osama Bin Laden.

¿Cuántos historiadores hubiesen querido realizar un viaje de este tipo? No solo para confirmar hipótesis o conocer la trastienda de la historia. En el terreno de nuestros monumentos, un hipotético viaje al pasado podría ser revelador. Previamente deberíamos juramen- tarnos no intentar alguna zancadilla a políticos, especialistas y otros malvados que propiciaron su desfiguración o demolición. Sabido es que —siguiendo la ficción fílmica tradicional— si uno se sale de la senda y toca algo, ya sea una mariposa o un diminuto microorganis- mo del pasado, la teoría del caos entra en acción y una cadena de sucesos desafortunados puede alterar drásticamente el presente.

Por ahora, imaginemos el viaje por simple curiosidad y placer contem- plativo. ¿Se imaginan nuestros monumentos recién inaugurados? Con revoques, mármoles y granitos desafiando el sol, con salones y carpin- terías rebozando de olor a nuevo y con gárgolas, pizarras y mansardas

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 117 Viajar al pasado sería burlándose de la lluvia. Y mayordomos, encargados o porteros cui- útil para respondernos dándolos, cumpliendo a conciencia un manual de mantenimiento no escrito. Bronces relucientes, vitrales deslumbrantes… Todo parecería preguntas; no para ilusoriamente puro e inmaculado si lo viéramos de esta manera, pe- volver con ganas ro a poco de andar, junto al trigo aparecería la cizaña, la misma que no supimos desmalezar a tiempo, la que reemplazó el significado de de llorar, sino para los monumentos por otras ecuaciones que los llevaron a la desidia, al enmendar, corregir desapego, a la postergación. Si bien nunca tuvieron el protagonismo deseado, cierto es que hubo momentos en que vivieron mejor. Sería un y no repetir tantos error examinarlos sin ese nexo indispensable. dislates. Entender y asumir lo que fueron y lo que fuimos, poner en un listado las fortalezas y debilidades de aquello y de lo actual; en suma, com- prender que son el rostro visible de nosotros mismos sería útil, no para permitir una fuga al pasado, sino para enfrentar los desafíos del hoy. ¿En qué preciso momento comenzó a ser más importante costear

Grandes empresas constructoras, como GEOPÉ, publicitaban sus trabajos en las revistas de arquitec- tura y construcción con la imagen de la obra recién concluida. En este caso el flamante Palacio de Correos, Buenos Aires, 1937. (Fuente: Archivo Histórico de la Sociedad Central de Arquitectos. III Congreso Paname- ricano de Arquitectos. Álbum de la Exposición)

118 Patrimonio y sociedad un cóctel que arreglar las cubiertas destrozadas de un museo? ¿Cuán- do dejamos de escuchar a los que saben y a los que sienten? ¿En qué remoto momento cada eslabón de nuestra historia se preocupó más por fagocitar al precedente que por priorizar la necesaria continuidad cultural? ¿Acaso fue cuando demolimos la Casa de la Virreina Vieja, la Casa de la Independencia, el Pabellón Argentino de la Exposición de París o cientos de residencias históricas, escuelas, fábricas, con- juntos, en una cabalgata destructiva infernal?

La génesis del “monumenticidio” no registra una fecha precisa, pero popularmente se sabe que, al igual que otros acontecimientos, ocu- rrió de a poco. Solo para responder esta y otras preguntas sería útil viajar; no para volver con ganas de llorar, sino para enmendar, co- rregir y no repetir tantos dislates. Un ejercicio de ciencia ficción, un pensamiento en subjuntivo, una especulación sin sentido. Sí, pero, aun así, no deja de seducirme considerar esa estúpida posibilidad.

Frentes inmaculados: la estación Constitución y la esbelta figura de un conocido “rascacielos” porteño sobre la calle Arroyo, publicitados clientes de una empresa de calefacción, allá por 1931. (Fuente: Revista de Arqui- tectura, marzo de 1931, N° 123)

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 119 120 Patrimonio y sociedad La sede de YPF en Diagonal Norte y su pulcra imagen en 1939. En enero de 2010 fue declarada Monumento Histórico Nacional. (Fuente: Revista de Arquitectura, diciembre de 1939, N° 228)

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 121 Fútbol y patrimonio

El deporte más popular, ignorado en el patrimonio monumental

Definitivamente era un sol argentino y no otro. Porque era sol de oto- ño o de invierno y porque era tan diáfano e intenso que deslumbraba sin enceguecer. Era un sol en blanco y negro, como el de las películas argentinas de las décadas de 1940 y 1950. El mismo que caía a pleno sobre esos chalecitos suburbanos de familias como los Pérez García, y también el que golpeaba la cara de la Legrand paseando en voiture por los bosques de Palermo. No hubiera podido ser un sol de verano y casi tampoco de primavera. Eso hubiese sido otra cosa. El sol pegando en el empedrado de los barrios, con pibes jugando a la pelota y sobre las caras de los actores, con un efecto de inmaculada pureza.

El mismo sol que inundó tantas películas de Argentina Sono Film En un país en que y de Lumiton, especialmente las de fútbol, como Pelota de trapo, El se respira fútbol por hincha y otras. Ese sol fresco sobre las canchas con hombres de bigo- tes muy finos, engominados y con sombreros. Y la indumentaria de todos lados, ¿cómo los jugadores… Tanto para decir de cada época. Para tomar solo una es que este deporte instantánea: el diálogo entre un crack —interpretado por un novel Armando Bo— y un chico alucinado por los cantos de una hinchada no tiene sus propios que coreaba su nombre. Creo que era en Pelota de trapo y lo que le dijo monumentos? fue algo así: “Mirá pibe, esos que hoy te idolatran son los mismos que el domingo que viene te olvidan”.

En un país en que se respira fútbol por todos lados, ¿cómo es que este deporte no tiene sus propios monumentos? Un patrimonio protegido y declarado como tal, que testimonie y dé cuenta de su verdadera di- mensión en la identidad deportiva nacional. El fútbol argentino no tiene monumentos. Y no me refiero a placas de bronce ni a estatuas, ni a derivaciones necrológicas o festivas. Pienso en sitios, en edifi- cios, ligados al deporte más popular de nuestro país, que nos hablen de los momentos en que individual y colectivamente alcanzó grandes logros, o bien tan solo de dónde nació.

122 Patrimonio y sociedad No tener monumentos de nuestra pasión futbolera ¿es eludir el deba- No tener monumentos te sobre cuáles serían? ¿O es tan solo considerar que todo lo deportivo de nuestra pasión se reduce a la dimensión de lo intangible, de lo identitario y que el pa- trimonio histórico cultural pasa por caminos más atildados? No hace futbolera ¿es eludir el mucho también pensábamos que los lugares de trabajo, en donde se debate sobre cuáles transpiraba no la camiseta sino el mameluco de operario, no valían demasiado. Y así demolimos mucho patrimonio industrial, esos espa- serían? ¿O es tan cios de la memoria del trabajo y de la producción que alimentaban la solo considerar que autoestima y el orgullo de barriadas completas. todo lo deportivo se La consideración de cuáles serían los monumentos de nuestro fútbol reduce a la dimensión formaría parte de un debate interesante. Y tal vez interminable, si de lo intangible, de tal o cual estadio o sede deportiva se trata… Porque también van a llegar los clubes con sus cantidades de campeonatos, de socios, de de lo identitario y años de historia; difícil seleccionar sin polemizar. Pero ¿por qué no que el patrimonio pensar en alguna forma de protección, de preservación y de conser- vación de esos mojones imprescindibles del fútbol local? En primer histórico cultural pasa lugar, sus testimonios deberían ser considerados como tales, es decir por caminos más como bienes culturales con entidad y valores propios. Como magní- atildados? ficamente han sido registrados por Fontanarrosa, Soriano y tantos otros. Como los que en cada café y sobremesa dominguera se rein- ventan, se aman y se destruyen mil veces. En el colectivo, en el subte, en el taxi. Otro etcétera sin final.

El equipo pionero del fútbol na- cional, el Alumni Athletic Club, en 1910. Creado en 1893 por Alejandro Watson Hutton y los alumnos del Buenos Aires English High School, entre 1901 y 1911 ganó diez campeo- natos. (Fuente: Archivo General de la Nación)

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 123 El fútbol es uno y es No pensemos en monumentos perdidos en plazas sin fútbol. Tampoco múltiple, nos atraviesa imaginemos un rescate al estilo de lo que hace el gran negocio publi- citario a través de los medios, segundo a segundo. Desechemos las horizontalmente versiones descafeinadas que pueden ofrecer del tema los que dicen como miembros de cultivarlo pero como algo típico for export. El fútbol es uno y es múlti- ple, nos atraviesa horizontalmente como miembros de la sociedad y, la sociedad y, al igual al igual que otros patrimonios, nos refleja con nuestras certezas y de- que otros patrimonios, bilidades. Sea como sea, no debería ser ignorado en cualquier registro monumental. Por lo menos, en homenaje a quienes —cumpliendo el nos refleja con principio elemental de la Carta Internacional de la Educación Física nuestras certezas y y el Deporte de la Unesco— domingo a domingo (y también viernes, debilidades. sábados y lunes) en las canchas lo valoran y le rinden su incondicio- nal homenaje. Al gran fútbol argentino, ¡salud! Y a su sol también.

Los tres puntales de Boca Juniors en 1934: de pie, Juan Elías Yustrich, “el arquero de goma”, y sentados, Roberto Cherro y Francisco Varallo. (Fuente: revista Caras y Caretas, diciembre de 1934)

124 Patrimonio y sociedad Abismos

Entre conceptos tradicionales sobre patrimonio y el sentir de la comunidad

Enhorabuena los días de los monumentos, de los sitios y del patri- Las celebraciones monio local, nacional, regional e intercontinental. Casi por decanta- ción estas celebraciones han hecho por la gente tanto o más de lo que de los días de los pudieron congresos, charlas y eventos varios. A la distancia, aquel monumentos, de los rosario de recomendaciones esperanzadas y sanamente orientadas sitios y del patrimonio fue abriendo camino para los actuales logros, pero la velocidad de los cambios pronto mostró sus limitaciones. Aquella lucha no fue en han hecho por la gente vano, pero está claro que la de hoy asume nuevos códigos, actores tanto o más de lo que y estrategias. Bienvenidas entonces las celebraciones si, apelando al plagiado principio montevideano, el cumpleaños se convierte en pudieron congresos, cumpledías para el patrimonio y si luego no sucede con ellas lo que charlas y eventos con el Carnaval de Río el Miércoles de Ceniza, cuando se acaba la varios. fiesta y las máscaras visibles ceden paso a otras invisibles, rutinarias e inapelables. El patrimonio abandona entonces su efímero protago- nismo, se jubila y todo vuelve a la “normalidad”, es decir, a una coti- dianidad en la que debe luchar por ganar respeto y valoración entre la gente, por sentirse reconocido y querido y, también, por lograr un espacio en la agenda de los gobernantes a la hora de hacer efectiva su conservación.

Los llamados de alerta a esta nueva apertura de la noción del patrimo- nio en ámbitos más amplios de la sociedad parecen no ser percibidos por la armadura tradicional de conceptos y valoraciones en torno del patrimonio, poco permeable a este diálogo fructífero y esclarecedor. Quizá porque no se llega a entender que, cuando la gente no encuen- tra en sí misma suficiente motivación para entender como suyo el pa- trimonio, las restantes argumentaciones suenan más a videoclip y a pantallazo publicitario que a un planteo profundo de por qué y para qué debe valorarse, protegerse y disfrutarse nuestro legado cultural.

Tampoco ayudan demasiado las argumentaciones que en ocasiones utilizamos los especialistas, más seducidos por la sabiduría que por la humanidad del patrimonio. ¿Cómo apelar a extensísimas fundamen- taciones patrimoniales con peso mayúsculo del ayer, si se subestima

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 125 Cuando la gente no la compleja y contradictoria realidad del patrimonio de hoy? Parecie- encuentra en sí misma ra que, del mismo modo como el presentismo de estos tiempos ataca especialmente a los jóvenes que saben mucho de actualidad y poco o suficiente motivación nada de historia, no es menos cierto que los exclusivamente preocupa- para entender como dos por la memoria del pasado adolecen del efecto inverso. En ellos, las dificultades por llevar a la práctica la consabida muletilla que pro- suyo el patrimonio, clama la utilidad del ayer para comprender mejor el presente se hacen las argumentaciones evidentes. Una visión más equilibrada e inclusiva permitiría analizar en su cabal dimensión la problemática patrimonial de nuestros días tradicionales suenan a donde conviven desde planteos filantrópicos hasta grupos inversores videoclip, a pantallazo que reivindican el patrimonio como salvavidas de lujo para centros publicitario. históricos empobrecidos. Explorar —a la vez— tradición cultural y mundo actual y avanzar creativamente sobre un camino que reflexione sobre los valores y desvalores de su grandeza y de su decadencia puede resultar más o menos gratificante para la salud del patrimonio si en la ecuación —o más bien el cóctel— se incluyen proporciones mucho más terrenas, atadas al sentir y vivir de todos nosotros. Una advertencia que la pro- sa de Rodolfo Kusch explica con lucidez: “Es que el pueblo no habla el mismo lenguaje que nosotros. Su abecedario no tiene letras, apenas formas, movimientos, gestos. Y no es que el pueblo sea analfabeto, sino que quiere decir cosas que nosotros ya no decimos”.1

1 Kusch, G. R. (1966). Indios, porteños y dioses. Buenos Aires: Editorial Stilcograf.

126 Patrimonio y sociedad Recursos

Sobre la crónica escasez de medios para preservar el patrimonio cultural

“No te preocupes, cariño, la humanidad está pasando por un breve período de crisis del que pronto seguramente se recupera- rá…” De Adán a Eva, cuando aquel asunto de la manzana, la serpiente y el lío posterior.

A fines de la década de 1930 y con más énfasis principiando la déca- En las décadas de 1930 da siguiente, nacieron en varios países latinoamericanos los organis- mos que actualmente se ocupan de la conservación del patrimonio y 1940, la creación cultural. Entre ellos, fue pionero el Servicio de Patrimonio Histórico de organismos Artístico Nacional de Brasil, creado en 1937, seguido de cerca por que actualmente nuestra Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares His- tóricos y más tarde por sus equivalentes de Chile, Uruguay, Perú y se ocupan de la Colombia, entre otros. En aquellos años, la creación de estos entes conservación del nacionales denotaba el inicio de un proceso de búsqueda y definición de una identidad cultural que intentaba conseguir signos propios que patrimonio cultural la fortalecieran, aunque sin emanciparse, de la noción decimonónica en los países de monumento. Se trataba de una noción que entronizaba el conoci- miento histórico como forma de conocimiento científico y en la que latinoamericanos la historia pasaba a ser una ilación y una relación de datos centradas denotaba el inicio en torno a los grandes acontecimientos políticos, las batallas, las di- de un proceso de nastías, entre otros. búsqueda y definición En esta lectura evolutiva del devenir, el centro de atención lo ocu- de su identidad paba el monumento histórico como hecho singular y excepcional. El concepto de monumento implicaba un juicio de valor amparado en cultural. criterios estéticos o históricos que reconocían el altísimo valor tes- timonial de obras impares, derivadas en su mayoría del campo del arte tradicional y, en un grado mucho menor, los testimonios de tipo utilitario y otros bienes culturales considerados subalternos. Tam- bién sesgada era la selección de períodos históricos representativos, que apenas se limitaban al período colonial y los años de la Indepen- dencia, y excepcionalmente llegaban a fines del siglo XIX. Se con- sideraba una abrumadora mayoría de edificios religiosos y, dentro

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 127 Está claro que tan de las corrientes estilísticas, muy poco del eclecticismo historicista, importante como nada de los estilos antiacadémicos, del Art Decó y menos aún del movimiento moderno, eterno ausente. Tampoco se tenían en cuenta la existencia de conjuntos, complejos y entornos monumentales; el monumento ais- recursos es saber lado reinaba en soledad y cuando se declaraban pueblos históricos, el reconocimiento se parecía más a una vaga señalización histórica administrarlos, convencional que a un real afán de protección. Estas valoraciones, aplicarlos si bien favorecieron la protección de monumentos puntuales, pro- piciaron la destrucción y modificación de otros no menos valiosos con sensatez, para nuestra cultura material. Con los años, lentamente, estas limi- desestimando la taciones conceptuales se fueron superando en la medida en que se grandilocuencia y ampliaba la noción antropológica de cultura y que nuestros orga- nismos se iban adaptando a los signos de los tiempos. Sin embargo, la concentración a pesar de la abnegada lucha de los pioneros de la conservación y y velando por un de quienes procuraron mantener vivo su legado, mientras que en el terreno de las ideas los avances en estos organismos eran palpables, verdadero sentido no podía decirse lo mismo del virus de origen que más tarde definió federal del patrimonio. lo sucedáneo a su rol. Nos referimos a su condición de instituciones sin fondos propios para la conservación y dependientes —en lo rela- tivo a la determinación de decisiones y prioridades— de organismos ajenos a la cultura y al quehacer de la conservación. Paradójicamen- te, estos últimos se ocupan de la obra pública en todo el país, pero sin que de ella se desprenda un porcentaje para la recuperación pa- trimonial, como hoy se practica en no pocos países.

A menudo con satisfacción señalamos que el patrimonio se ha gana- do un merecido espacio en las agendas de políticos y gobernantes, pero frente a esta flaqueza estructural, es lógico preguntarnos si esa presencia no tiene un carácter casi exclusivamente epitelial. ¿Es solo una cuestión de recursos? Sabemos que no. Sobre ello hemos venido insistiendo, pero centrándonos ahora en ellos, está claro que tan im- portante como su existencia es saber administrarlos, aplicarlos con sensatez, desestimando la grandilocuencia y la concentración y ve- lando por un verdadero sentido federal del patrimonio. No podemos olvidar que muchos de nuestros monumentos se perdieron por fal- ta de recursos para la conservación, pero también que otros, por su errónea aplicación.

Cierto es que hoy nuestra visión del patrimonio excede las cuestiones estrictamente arquitectónicas, artísticas o arqueológicas para asumir también el valor de otras expresiones que contribuyen al fortaleci- miento de las culturas y consolidan su identidad. Y bienvenido sea, pero esto no es ni por poco suficiente. Si nos comparamos con otros

128 Patrimonio y sociedad países hermanos que disponen de organismos sólidos y son capaces Hoy nuestra visión del de impulsar efectivas políticas de protección y recuperación, vemos patrimonio excede hasta qué punto nos limita la crónica ausencia de presupuesto pro- pio y la condición honorífica fundacional. Procurando superar esta lo estrictamente limitación, la Comisión Nacional de Monumentos introdujo necesa- arquitectónico, rias modificaciones a la Ley N° 12665, abonando de esta manera el camino para ulteriores transformaciones y cambios más profundos. artístico y Frente a la dinámica del deterioro patrimonial y en honor de aquel arqueológico y asume espíritu pionero rector, los tiempos que corren demandan —cada vez el valor de otras con mayor premura— dejar atrás una condición que se ha convertido en remedio anacrónico y respuesta endeble frente a las exigencias ac- expresiones que tuales de la conservación monumental. fortalecen las culturas y consolidan su identidad.

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 129 De bancos y correos

Identidades corporativas desfiguradas y olvidadas

Las esquinas del banco y de la sucursal de correos siempre fueron puntos de interés en los pueblos y ciudades del país. Pórticos con fron- tis monumentales, flanqueados por pares de columnas sobre sólidos basamentos, intimaban y lograban sobradamente imponer la imagen de un Estado fuerte que, aun en los más recónditos lugares de nues- tra geografía, se hacía presente con símbolos que lo acreditaban. De- cididamente, enviar una carta o hacer un trámite bancario no tenía mucho que ver con las modestas oficinas multipago ni tampoco con los “oficiales de cuenta” cancheros de hoy. Aquellos halls públicos im- pactaban por su altura, sus lucernarios y la madera lustrada de sus mostradores con rejas doradas, relucientes.

Corte del proyecto original de la sucursal Santa Fe del Banco de la Nación Argentina, realizado en 1919 por el ingeniero argentino Juan Ochoa (1872-1948). Un gran salón público de doble altura con pilastras ciclópeas, bóveda y claraboya de iluminación. (Fuente: Álvarez, Raquel. “Sucursal Santa Fe”. En: AAVV. Banco de la Nación Argentina. Acción, presencia y testimonio en la construcción del país. Buenos Aires, 1983. T1)

130 Patrimonio y sociedad Semejantes dimensiones hacían pensar que, aun cuando gran parte En un contexto de la gente del lugar decidiera concurrir a la vez, todavía sobraría es- de progreso mal pacio. Parecían hechos para poblaciones más numerosas o, por lo me- nos, para lo que se pensaba que ellas podrían crecer a futuro. A veces entendido y de la realidad las desdijo, pero allí quedaron ellas, ubicadas sobre una es- vaciamiento del quina de la plaza principal o a muy corta distancia sobre la calle prin- cipal. En un hipotético ranking edilicio local, liderado por el palacio Estado, las viejas municipal y el templo parroquial, estas sedes competían en importan- estructuras edilicias cia con el edificio de la escuela, el de alguna asociación de socorros mutuos, el teatro y —extramuros— la estación. Un ranking que se cor- de bancos y correos porizaba en las reuniones sociales, a las que asistían los vecinos más nunca se pensaron respetados como el intendente, el cura párroco, los directores del ban- como un patrimonio co y del correo postal, los directivos escolares y el jefe de la estación. que podía transmitir valores de identidad corporativa ni desde el pasado ni a presente y futuro.

Sucursal La Plata del Banco de la Nación Argentina, proyectado en 1913 por el arquitecto e ingeniero urugua- yo Arturo Prins (1877-1939)

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 131 La arquitectura Desde luego, no les iban en zaga, y variaban según el perfil de cada bancaria sufrió ciudad, otros como el médico director del hospital, el juez de paz, el comisario, el patrón rural, el comerciante más próspero y los presi- desfiguraciones dentes de las colectividades y clubes. totales y parciales, Como es natural, con los años los protagonistas fueron cambiando en especial, por la pero en torno de las plazas todavía encontramos testimonios de aquel introducción de cajeros pasar, alejado del correo electrónico y del home banking actual. Y no solo hechos jirones por una forzosa modernización, producto de nue- automáticos, blindex vas estrategias comerciales y de una necesaria adaptación tecnológi- y perforaciones ca y funcional, sino por la ceguera de un progreso mal entendido y, múltiples para vallas principalmente, por los procesos de vaciamiento del Estado, las rees- tructuraciones institucionales vacuas y la falta de aprovechamiento de seguridad interior. racional de los recursos disponibles. En este contexto, las viejas es- tructuras edilicias de bancos y correos nunca se pensaron como un patrimonio que podía transmitir valores de identidad corporativa ni desde el pasado ni a presente y futuro.

En la órbita del Correo Argentino, encontramos magníficas sedes históricas que cubren un arco estilístico y tipológico riquísimo donde conviven el historicismo arquitectónico de monumentales palacios de correos como los de Rosario, Tucumán, Bahía Blanca y Concepción del Uruguay (este último, una residencia mandada a construir por Urquiza en 1870 de estilo italianizante y Museo Histórico Nacional) con sucursales racionalistas de las ciudades de Córdoba, Santa Fe, Mar del Plata, Córdoba, Mendoza, San Juan y Posadas que traducen una voluntad de expresión del servicio postal bajo un signo de mo- dernidad y eficiencia poco común en la arquitectura oficial de la dé- cada de 1950, cuando fueron en su mayoría construidos.

Otras de menor envergadura, pero igualmente valiosas, las encon- tramos en Bell Ville, Mercedes, Saladillo, Chilecito, Bigand o en la modesta Yapeyú. En el sur, siguiendo corrientes pintoresquistas, ve- mos sedes de interés como las de El Bolsón, Bariloche y San Martín de los Andes. Tal el panorama de oficinas y estilos que había hacia 1994, cuando realizamos un inventario sobre 390 oficinas en todo el país. No sería descabellado que de entonces a hoy debieran darse de baja muchos de los 55 casos seleccionados entonces por sus valores patri- moniales.

En cuanto a la arquitectura bancaria, la puesta al día —en general— no alcanzó una sangría similar, es decir, por achicamiento e inanición funcional propia, sino más bien por desfiguraciones totales y parciales.

132 Patrimonio y sociedad En especial por la introducción de cajeros automáticos, de nuevas pla- taformas comerciales, de tecnología de punta y de toda la paraferna- lia corporativa que vemos de Buenos Aires a Beijing. Parafernalia que aterrizó sin piedad en las sedes históricas, desde la Patagonia hasta el Litoral argentino, desde donde siguen llegando denuncias a la Comi- sión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos por cam- bios que van desde látex exterior hasta generosos blindex, cajeros y perforaciones múltiples para las nuevas vallas de seguridad interior. Como se presume, en la mayoría de las intervenciones, cada solución propuesta fue al patrimonio su peor remedio.

Desde fines de la década de 1980 se han formalizado convenios y cur- sos de capacitación para una mejor formación de los profesionales y técnicos responsables de estas transformaciones. Hubo avances, pero la discontinuidad institucional y el empezar de cero impidieron que el ejemplo pudiera arraigar. Un vacío que la quebrada salud de este patrimonio ya no puede permitir. Está claro que sus valores exigen Ex sucursal La Plata del Banco soluciones a la altura de las expresiones que involucra. Testimonios Hipotecario Nacional, inaugurada en que exceden, en mucho, los vaivenes financieros y ocasionales capri- 1928, hoy propiedad del Senado de la chos de cualquier institución. provincia de Buenos Aires

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 133 Por los museos

Una mirada inclusiva

Cuando era muy chico no conocía los museos. Lo más cercano a ellos eran las visitas que hacía con mi abuela a las casas de sus amigas del barrio. En su mayoría eran viudas tempranas venidas de lejos, en bar- co, como ella. Allí podía ver los cuadros del difunto, del casamiento y de los hijos; los aparadores con vidrios y espejos biselados, la vaji- lla y cubiertos de uso virginal, los mármoles y bronces pulidos has- ta el cansancio. En los dormitorios los roperos eran inmensos, con Los museos que una puerta central espejada, rematados por frontispicios floridos de maderas oscuras. De ellos las amigas sacaban cajas con objetos que conocí en edad escolar luego llevaban a la cama o al comedor diario, donde —mate de por eran enormes salones medio— se ponían a charlar. Eran relatos que se repetían una y otra con colecciones que vez siguiendo la misma ilación. Abordaban temas como el tiempo de la pobreza y la juventud en la patria de origen, la hambruna, el via- agobiaban sin motivar, je, el trabajo duro también aquí, los tiempos felices del crecimiento discursos pomposos familiar, los hijos, los nietos y el barrio con sus personajes. Vestidas siempre de negro, para ellas la televisión era la última novedad, pero que intimidaban sin todavía no era la dueña del hogar, sino solo una compañía de tardes dialogar. postsiesta y de noches tempranas.

Aquel mundo de objetos era lo más lejano a los museos que conocí luego, en edad escolar: enormes salones con colecciones que agobia- ban sin motivar, discursos pomposos que intimidaban sin dialogar. Eran lo contrario al mundo de aquellas mujeres. Lo de ellas era lo sentido. Sus cosas guardadas les hablaban de seres que ya no estaban y también de ellas. Y, aunque ya parecían ausentes de toda fantasía y resignadas a la nefasta danza del tiempo con que les tocó lidiar, el verlas les iluminaba los ojos con un brillo especial. Nada de esto en- contré en los museos de entonces.

Pasó el tiempo y, por fortuna, bajo la inspiración de la museología social surgida a comienzos de la década de 1990, estas y otras cues- tiones merecieron mayor atención. Esta nueva vertiente entendía el museo como un órgano de construcción de sentidos sociales y de reconocimiento de valores y saberes colectivos, donde se hibridaban disciplinas y metodologías que cuestionaban algunas lógicas propias

134 Patrimonio y sociedad de la museología tradicional. El museo, así visto, parte de un proceso La museología dinámico de construcción social del que emergen significados plura- social surgida en les que nos ponen en contacto con un concepto renovado de patrimo- nio, socialmente activo y profundamente evolutivo. la década de 1990 entiende el museo Esta mirada fresca e inclusiva de los museos, que favorece la plura- lidad conceptual de ciertas temáticas como la del patrimonio indus- como un órgano trial, no es solo una tarea de museólogos, arquitectos y urbanistas, de construcción de sino también de sociólogos, geógrafos, historiadores y gestores pú- sentidos sociales y blicos. Unos y otros están comprometidos en una tarea interdiscipli- naria y participativa que demanda, entre otras premisas no menos de reconocimiento importantes, reflexionar sobre el papel que juega hoy la memoria de de valores y saberes la cultura del trabajo entre nosotros. colectivos. Aquella visión desestimaba el abordaje de los museos de patrimonio in- dustrial como un catálogo de objetos descontextualizados y obsoletos.

Museu da Maré, en Rio de Janeiro. Una de las principales fuentes de estudio sobre me- moria e historia de una favela y su acervo. El conocimiento directo de la realidad y de la idea de vida de la gente del lugar a menudo logran los mejores resultados.

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 135 Los museos de hoy En su lugar, los consideraba como el resultado de territorios indus- deberían ser lugares triales sostenidos por espacios sociales, que exigían ser investiga- dos, conservados y recuperados sin perder de vista su inserción en donde memoria y la sociedad. Este enlazamiento indispensable es el que ayudó a con- creatividad convivieran trarrestar la nefasta tendencia a hacer desaparecer el trabajo y a los trabajadores de las escenas productivas y a desalentar la utilización como partes de una de artilugios, artefactos vacuos o fragmentos incomprendidos de los misma ecuación y mismos que los transformaban en verdaderas caricaturas de un patri- monio industrial despojado de contenidos. despertaran en la mente del visitante Estas y otras propuestas se acercaron así a la misión trascendental preguntas antes que que un museo debería tener en nuestras vidas: contribuir a entender la condición humana y a dar sentido a un mundo, en nuestro caso respuestas. el del trabajo, desde un horizonte sensible que lo reconozca como a nosotros mismos, es decir, como un cuerpo unificado de intelecto y emoción. Para ello, fue reemplazando la tradicional confrontación entre cuerpo y espíritu, entre razón y afectividad y entre las palabras y las cosas. Poco a poco dejaron de estar tan atados a una tradición que priorizaba la concepción por sobre la percepción y que relegaba esta última por debajo de las funciones reflexivas.

Ya en la década de 1970, las ciencias sociales propugnaban la necesidad de “recarnalizar” los objetos materiales. Con todo, de poco servirían si en ellos no se explorasen debidamente sus verdaderos atributos y se redujeran sus significados a meras abstracciones semióticas, externas a la vida de las sociedades. Por el contrario, los museos de hoy deberían ser sitios ideales para fomentar una conciencia crítica que asocie espíri- tu y materia. Lugares donde memoria y creatividad convivieran como partes de una misma ecuación y despertaran en la mente del visitante, por sobre todo, preguntas antes que respuestas.

Ilustración sobre la aplicación de cera mercolizada. (Fuente: Caras y Caretas, marzo de 1929, N° 1589)

136 Patrimonio y sociedad Habitar el patrimonio

Una alternativa al déficit de viviendas de interés social

En nuestro país, desde la segunda mitad del siglo XX hasta el presen- Cuando se te, el déficit de viviendas de interés social ha ido en constante aumen- intentaron planes to. Ya en 1957 solo en la Ciudad de Buenos Aires y en el Gran Buenos Aires existían 101 villas con 125.000 habitantes. Eran épocas de “pla- habitacionales en nes de erradicación”, en los que proliferaron diversos organismos na- todo el país, rara vez cionales y locales preocupados por mejorar las condiciones de vida de estos sectores sociales. Sin embargo, sus intenciones a menudo que- se optó por recuperar daron solo en eso. Hubo mejoras puntuales, pero cuantitativamente construcciones la situación de la población continuó agudizándose. Ya entonces la Sociedad Central de Arquitectos puntualizaba la necesidad de plani- históricas existentes; ficar soluciones de viviendas sociales con sentido nacional —no como construir desde cero “dormideros aislados en loteos sin infraestructura”— y de adjudicar fue la ley. al Estado la responsabilidad de crear las condiciones favorables para lograr la anhelada “vivienda integral”. Sin embargo, no eran tiempos de concreciones y todo terminaba quedando en manos del sector pri- vado, en un mercado al que no podían acceder los sectores de bajos recursos.

Nacía por entonces la revista Summa. En su tercer número aparecen las primeras fotos de una villa miseria en ese tipo de publicaciones.

Villa ferroviaria en Paranapiacaba, en Santo André, Estado de San Pablo. Puente peatonal de acceso al pueblo histórico, estructurado en función de las actividades de la compañía ferroviaria. En la cima, la casa del administrador; sobre las laderas, diversidad de tipologías residenciales para empleados.

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 137 Se trataba de un precario asentamiento en el barrio porteño de Reti- ro, el amanecer de la mega villa actual. Cualquiera que conociera las cifras del déficit habitacional —ya desde entonces— habría llegado a la conclusión de que cada gobierno debía ocuparse a fondo del tema si pretendía realmente reducir aquellos números avergonzantes. Pero claro, eso implicaba pensar en planes a mediano y a largo plazo que atendieran males endémicos del sector más que en soluciones coyun- turales. Sin embargo, eso no sucedió.

Una mirada Por otro lado, tampoco fue beneficioso el hecho de que cada vez que retrospectiva se intentaron planes habitacionales en todo el país, rara vez se optó por recuperar construcciones históricas existentes. Construir desde indica que cero fue la ley; sobre la calidad de aquellos emprendimientos que hoy el debate, aunque pueblan las periferias urbanas de Jujuy a Tierra del Fuego, mejor no ahondar. La mayoría de ellos compiten en fealdad con lo peor de lo reiterado, sigue siendo que intentaron reemplazar. Su apariencia recuerda las palabras de necesario si se Alfonsina Storni: “Las gentes ya tienen el alma cuadrada, ideas en fila pretende y ángulo en la espalda. Yo misma he vertido ayer una lágrima, Dios mío, cuadrada”. Generalizar siempre es ingrato; no faltaron algunos proponer formas conjuntos residenciales construidos teniendo en cuenta el clima y la alternativas, geografía de la región, pero lamentablemente estas fueron verdade- ras rarezas. incluyentes y democráticas de A mediados de la década de 1980 se acercaron propuestas a las entida- des de crédito del Gobierno, así como a los ministerios que atendían habitar el patrimonio. cuestiones sociales y de planificación que propiciaban la inclusión del patrimonio edilicio en las políticas habitacionales. Pero siempre hubo reparos y se impuso —en el exiguo terreno del hacer— la edificación de nuevas construcciones.

En septiembre de 2013 se realizó en Quito, Ecuador, el Foro Lati- noamericano “Habitar el Patrimonio” que planteó la necesidad de construir un espacio de reflexión crítica y de debate amplio sobre los centros históricos y los lugares patrimoniales en general, desde una perspectiva sociológica, antropológica e histórica. Es decir, examinar estos espacios y considerarlos como motores de desarrollo económico y social a la luz de la dinámica de las tendencias globales de gentri- ficación, recualificación, renovación, rehabilitación y regeneración urbana. A primera vista puede pensarse que allí no hay nada nuevo bajo el sol, pero una mirada retrospectiva indica que el debate, aun- que reiterado, sigue siendo necesario si se pretende proponer formas alternativas incluyentes y democráticas de habitar el patrimonio.

138 Patrimonio y sociedad En algunos países fueron “necesarios” desastres naturales para que los Las necrópolis gobiernos y sus instituciones culturales tomaran conciencia de la im- industriales portancia de recuperar el tejido residencial de los centros históricos. Por ejemplo, el sismo de México en 1985 fue una cachetada a la con- del conurbano, servación monumental ortodoxa y una lección que rápidamente fue los depósitos asimilada por todos en respuesta a las genuinas demandas de la pobla- ción: “Que el gobierno entienda, lo primero es la vivienda”. Se trata de ferroviarios, los una cuestión por demás compleja y vasta para analizar en la actuali- complejos portuarios dad, proveniente de la década de 1960, cuando sucedieron las tempra- nas experiencias de rehabilitación residencial —con permanencia de desactivados y otros la población original— en el Pelourinho, en Salvador de Bahía. testimonios aún no tocados por la Ubicando nuestra mirada en las posibilidades del patrimonio indus- trial, quisiéramos llamar la atención sobre su posible aprovechamien- varita del inversor to para usos residenciales. Cierto es que por sí solo no constituye una continúan esperando solución al citado déficit, pero en muchos casos puede ser una alter- nativa más que válida. Las necrópolis industriales del conurbano, los su oportunidad para depósitos ferroviarios, los complejos portuarios desactivados y otros satisfacer el derecho a testimonios aún no tocados por la varita del inversor continúan espe- una vivienda digna. rando su oportunidad para satisfacer el derecho a una vivienda dig- na. Lo que también es afirmar, en el presente caso, el goce y disfrute del patrimonio cultural.

Tipo de casas de madera para empleados del ferrocarril, en Parana- piacaba. Un patrimonio en uso que ha contado con aportes de organismos internacionales, como World Monu- ments Fund, para su recuperación física y funcional.

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 139

PATRIMONIO Y CIUDAD Bazar

Evocaciones al patrimonio cultural de Buenos Aires en la literatura y el cine

Martín y Alejandra en el Parque Lezama de Sobre Héroes y Tumbas. Los últimos aljibes de la Ciudad de Buenos Aires en “El hombrecito del azulejo” de Mujica Láinez. Los balcones sin flores de Baldomero. Las casas enfiladas y las lágrimas cuadradas de Alfonsina Storni. El Abasto en los tangos del Zorzal y las películas de la Merello y Hugo del Carril. La casa del árbol en Belgrano, con Bebán y Evangelina Sa- lazar en Del brazo y por la calle. Mataderos en el alucinante caleidos- copio de Bazar de 0,95 de Geno Díaz y su personaje, el pusilánime Santos Gosende. El Villa Crespo de Marechal, la Costanera de Mallea y la fascinación de Roberto Arlt por los cien barrios porteños.

La calle Humboldt en Palermo Viejo y la familia estrafalaria del Cor- tázar de “Simulacros”, en Historias de Cronopios y de Famas. Las año- ranzas de la vieja calle Serrano en un poema de Borges y los recuerdos de Palermo en su “Fundación mítica de Buenos Aires”. El barrio de Saavedra en El sueño de los héroes de Adolfo Bioy Casares. El Caba- llito cambiado y laberíntico del eternamente perdido Alan Pauls. El Once judío de ayer y el multirracial de hoy en la pluma de Marcelo Cohen. Abelardo Castillo y el viejo arbolado de plaza Irlanda. Anto- nio Dal Masetto y sus personajes reclutados de los bares porteños. El cadáver oculto de Eva Perón y el oscuro asesinato de Felicitas Al- cántara, ambos en el Palacio de las Aguas Corrientes, ambientados por Eloy Martínez en Santa Evita y en El cantor de tangos. El agente Nardozza deshaciéndose de comprometedores informes en el subsue- lo del Correo Central en El Ojo de la Patria de Osvaldo Soriano. El his- tórico Conventillo de la Paloma en Villa Crespo que inspiró el sainete de Alberto Vaccarezza.

Las reuniones de la peña “Signo” en el Hotel Castelar (ex Excelsior) de la década de 1930, con Federico García Lorca y otros. Y también en la esquina de Avenida de Mayo y Perú, el café “London”, donde Cor- tázar concibió Los Premios. La crudeza de los personajes marginales de Enrique Medina que se sientan a contar sus fracasos en los bares

142 Patrimonio y ciudad de libros como en Solo ángeles, Las hienas y Las muecas del miedo. La crudeza y sordidez de rincones, bodegones y barracones inmundos, consagrados por la prosa y la poesía del enorme Raúl González Tuñón y también su visita a lo ignoto y a lo prohibido, como aquella cantina del Paseo de Julio que inspirara su “Eche veinte centavos en la ranu- ra”, al que años más tarde el Tata Cedrón puso música. El mundo del lunfardo y la nostalgia de una ciudad que se termina, en la piel de su personaje Fabio Carrizo de la obra de Fray Mocho Memorias de un vigilante.

Las cambiantes almas de la ciudad, en La cabeza de Goliath de Ezequiel Martínez Estrada. Fidel Pintos y Alberto Castillo en El alma de bohemio; Mamie Van Doren y la ciudad que pone un pie en la déca- da de 1960 de Una americana en Buenos Aires; Tito Lusiardo en Adiós Afiche de la película Alma de bohe- Buenos Aires, La calle Corrientes y otros films de fines de la década mio, 1949 de 1930. El intrincado mundo de los subtes porteños en la ecuación planteada por Moebius y el Buenos Aires viceversa de Agresti, con una “porteñidad” actual, mezcla de amasijo y fragmentación.

En todas y cada una de estas letras e imágenes —y en las de infinitas otras que faltaría citar— aflora el patrimonio cultural de la Ciudad de Buenos Aires. A menudo, como evocaciones porque muchos de estos lugares ya no están. Sin embargo, la intrincada trama cultural que hoy da sustento e identidad a la ciudad ha recibido y detenta buena parte de ellos. Forma parte, en suma, de lo que entre los entendidos se menciona como paisaje cultural excepcional y que, en los límites de esta apretada cabalgata, elegimos llamar “Bazar”.

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 143 Vuelo nocturno

La historia de una obsesión por los rascacielos

“Conocí a Saint-Exupéry en 1931, cuando visité con mi familia la Galería Güemes. Entonces yo tenía doce años y unas ganas enormes de volar. Mi padre, que trabajaba en Aeroposta Argen- tina, lo convenció para que me llevara en uno de sus vuelos sobre Buenos Aires. Desde entonces no pude dejar de mirar desde arri- ba la ciudad.”

La fiebre demoledora El relato de nuestro octogenario personaje es la historia de una ob- de las décadas sesión. Primero, morador habitual de las cúpulas de Avenida de Ma- yo y del mítico Barolo, luego del Kavanagh, del Safico, del Alas y de de 1970 y 1980 otros rascacielos porteños… Como un escalador urbano ideal, las ciertamente se ha cumbres perdían su sabor una vez alcanzadas. Vivía mudándose de azotea en azotea. Tal vez por esta razón transgredió todos los lími- apaciguado. Existen tes, para sentirse por encima de la normativa edilicia local, al elegir zonas protegidas un chalet de varias plantas sobre una terraza con vista a la avenida con regulaciones 9 de Julio. Durante años trabajó atendiendo los salones de venta que la firma propietaria —una conocida mueblería— tenía en el cha- especiales, aunque no let, donde por las noches soñaba con reeditar aquel mágico vuelo. tantas ni tan estrictas Un golpe de fortuna le permitió cambiar el vetusto penthouse por otro mirador urbano privilegiado en la Costanera Sur, frente al Río como la urbe lo de la Plata, a más de 120 metros sobre el nivel del mar. Fue un lugar demanda. que su salud quebrada no le permitió disfrutar, ya que falleció luego de un par de meses en su balcón del piso 40, catalejo en mano y con un ejemplar de Vuelo Nocturno, dedicado por su autor.

Parecería que esta delirante necesidad de atrapar la quinta fachada de la urbe —con otras motivaciones— en la actualidad no conoce lí- mites. Desde la transgresión histórica del chalet aéreo en cuestión y las muchas que le sucedieron hasta el presente, los avances han sido considerables y la fiebre demoledora de las décadas de 1970 y 1980 ciertamente se ha apaciguado. Existen zonas protegidas con regula- ciones especiales, aunque no tantas ni tan estrictas como la urbe lo demanda. Además la densificación desmedida de algunas áreas —a expensas del fuerte impacto ambiental de las megaconstrucciones— están poniendo en peligro los valores originales del rico repertorio patrimonial que hoy atesoran barrios tradicionales de la ciudad;

144 Patrimonio y ciudad El chalet sobre la avenida 9 de Julio que inspiró el relato que da inicio al capítulo. Fue construido por el pro- pietario de Muebles Díaz en la terraza de su mueblería de diez pisos en 1927.

tradicionales y no tanto. Nótese por ejemplo lo que sucede con las Las torres de Puerto torres de , levantadas entre los docks y la Costanera Sur. Estos obeliscos de un Manhattan criollo con pies de barro hoy Madero, obeliscos de son vecinos molestos, no solo para quienes una vez se mudaron a los un Manhattan criollo reciclados depósitos portuarios, sino sobre todo para el skyline de la con pies de barro, hoy ciudad. Vistas desde Plaza de Mayo, detrás de la las si- luetas de las moles agregan más caos al aturdido casco histórico lo- son vecinos molestos, cal: clímax de la contaminación visual, casi a tono con la practicada no solo para quienes décadas atrás por un banco de la city a expensas de la Catedral. una vez se mudaron No se lea en estas líneas un prejuicio fóbico antivértigo ni un bur- a los reciclados do anacronismo congelacionista. Puerto Madero revitalizado hu- depósitos portuarios, biera merecido mejor destino. Si miramos un instante hacia atrás, veremos que construir sin mesura, potenciando la más despiada- sino sobre todo para el da especulación urbana no es nuevo. De ello habla la febril activi- skyline de la ciudad. dad de los arquitectos que llegaron a fines de siglo XIX, atraídos por un movimiento constructor sin precedentes de una ciudad que alcanzaba las tasas de crecimiento más altas de su historia. Espe- culación y usura ya existían tras elegantes fachadas ornamentadas y era moneda corriente en la edificación para sectores de meno- res recursos, con patios mínimos y pobres condiciones higiénicas.

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 145 El Palacio Barolo, construido entre 1919 y 1923, en Avenida de Mayo al 1300. La fantástica obra del arqui- tecto italiano Mario Palanti, de 100 metros de altura, fue hasta 1936 —cuando se inauguró el Kavanagh— el edificio más alto de la Ciudad de Buenos Aires. Fue declarado Monu- mento Histórico Nacional en 1997.

Resulta alentador El negocio principal era la renta, fomentada por un endeble regla- que en los barrios mento edilicio y por una falta de regulación impositiva de la acti- vidad. Más de un siglo ha pasado y, a los tropiezos, con marchas y los propios vecinos contramarchas, la ciudad fue evolucionando, quedando en ocasiones encaren la defensa desguarnecida frente a la usura y la voracidad. Perdió luchas, pero poco a poco va despertando y hoy su gente asume con mayor con- de sus valores y de vicción sus responsabilidades. Resulta alentador que en los barrios la calidad ambiental los propios vecinos encaren la defensa de sus valores y de la calidad ambiental deseada. deseada. Esta desigual lucha, décadas atrás protagonizada casi exclusivamen- te por asociaciones y especialistas, debería servir para modificar las prioridades en las agendas de funcionarios, técnicos y políticos en ge- neral en lo relativo a la “gestión participativa” del patrimonio históri- co y ambiental. Debería contribuir, en suma, a la toma de conciencia de que el patrimonio y la memoria no pueden convertirse en un mero souvenir cultural y, especialmente, a impulsar un desarrollo urbano que no traicione nuestro proceso histórico y cultural. Un desarrollo que hoy parece más próximo al terroríficoVuelo Nocturno de Wes Craven que a la obra de Saint-Exupéry.

146 Patrimonio y ciudad El Ford A, la cocina a gas y las aguas filtradas

Réquiem para las instituciones que los albergaron

En enero de 1928, apenas dos meses después de su lanzamiento en En 1928 se presentó Estados Unidos, se presentó en Buenos Aires el nuevo Ford A. La ciu- el Ford A en el Palais dad tenía casi dos millones de habitantes, vivía los primeros conges- tionamientos de tránsito y asistía al nacimiento del colectivo. Todo lo de Glace, que era relacionado con el automóvil era sinónimo de novedad y atracción, “el” lugar donde la y se contaban por millares los visitantes a las grandes exposiciones anuales de coches importados en el Pabellón de las Rosas en Palermo, juventud porteña lamentablemente demolido. La moda de los rascacielos yankees inva- bailaba tango al día la arquitectura, y las estrellas de Hollywood cautivaban desde la compás de orquestas pantalla a los argentinos. Eran las mismas figuras que aparecían en las revistas de actualidad promocionando productos de belleza, pas- como la de Julio De tas dentales, disfrutando de paseos en los automóviles más modernos Caro. y dictando los nuevos rumbos de la moda.

En esta ciudad con el mayor parque automotor de Latinoamérica y con una de las industrias más productivas, se presentaba entonces el automóvil ideal para los nuevos tiempos, en palabras de su fabrican- te, Henry Ford. Y el lugar elegido fue el Palais de Glace. Una decisión a tono con el papel que otorgaba a la publicidad esta firma, es decir, no una simple herramienta comercial, sino un instrumento esencial de comunicación. Porque en aquellos tiempos el Palais era “el” lugar donde la juventud porteña bailaba el tango al compás de orquestas como la de Julio De Caro. Inaugurado en 1910, albergaba en su ori- gen una pista de patinaje sobre hielo, pero algunos años más tarde, cuando el patín perdió interés, se convirtió en una elegante sala de baile con piso de roble, concurrida por las mejores orquestas de tan- go. La exposición del Ford A duró mucho más de lo previsto debido al gran número de visitantes que llegaban en las seis líneas de tranvías que pasaban por las avenidas Leandro N. Alem y Alvear.

Una idea de la popularidad alcanzada por algunos modelos de au- El Ford A en el Palais de Glace. Aviso tomóviles la brinda el tango “La mina del Ford” creado por Pascual aparecido en el diario La Nación, el 4 Contursi para el predecesor, el Ford T. de febrero de 1928.

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 147 El Museo Nacional En 1931, el Municipio cedió el Palais de Glace al Ministerio de Edu- de Bellas Artes cación y Justicia para albergar la Dirección Nacional de Bellas Artes. En 1932, luego de que Alejandro Bustillo lo remodelara, se inauguró funcionó como Casa en sus dependencias el XXII Salón Nacional de Bellas Artes. El Palais de Máquinas de la funcionó como sala de exposiciones hasta 1954. Con la reforma se fueron sus aires franceses y su distribución original, y con las refac- Planta Purificadora de ciones posteriores y la introducción de entrepisos, casi todo el resto. Agua durante más de Así llegó a la conformación actual de sus Salas Nacionales de Expo- siciones. medio siglo, hasta que el arquitecto Bustillo A corta distancia, se encuentra un pariente lejano, un edificio de ori- la reformó para gen industrial y presente cultural, el Museo Nacional de Bellas Ar- tes. Esta construcción funcionó como Casa de Máquinas de la Planta su uso actual, que Purificadora de Agua durante más de medio siglo, hasta que tam- entonces se pensaba bién Bustillo la reformó para su uso actual, que entonces se pensa- ba temporario. Comparar aquellos volúmenes con chimeneas y una temporario. envolvente clasicista rica en almohadillados, pilastras y equilibrado desarrollo ornamental con el resultado actual no deja bien parado a don Alejandro, pero mejor sigamos adelante.

En la calle Alsina 1169 se ubica la Dirección de Artes Visuales, un edificio que deslumbra por su fachada ricamente decorada por uno de nuestros mayores eclécticos, el arquitecto Alejandro Christopher- sen. Fue proyectada para sede de la Compañía Primitiva de Gas,

La antigua Casa de Máquinas de la Planta Recoleta que funcionó en el barrio hasta 1928. Sus tres cuerpos son el resultado de sucesivas ampliaciones, al igual que sus dos chimeneas, una con forma de obelisco y la otra decididamente in- dustrial. Alejandro Bustillo reformó estas construcciones para albergar el actual Museo Nacional de Bellas Artes. (Fuente: Archivo General de la Nación)

148 Patrimonio y ciudad una poderosa firma inglesa que fue monopolizando el servicio de gas en la ciudad antes de que este fuera nacionalizado durante el primer gobierno de Perón. Allí estaban las oficinas de la empresa y también había locales de venta de sus cocinas, calefones, heladeras y demás productos. Además, estaba el salón donde desde fines de la década de 1920 dictaban clases de cocina sus ecónomas especialmente contra- tadas para promover el uso de la cocina a gas entre las amas de casa. Entre ellas, como señalamos en otra oportunidad, descolló un ícono de nuestra cocina, Doña Petrona C. de Gandulfo.

Ex sede de la Compañía Nueva de Gas de Buenos Aires, luego Compañía Primitiva de Gas, actual Dirección de Artes Visuales, en Alsina 1169. (Fuente: Biblioteca de la Sociedad Central de Arquitectos)

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 149 La mención de edificios cuyos usos hoy son distintos a los de origen sería interminable. Pero la pregunta recurrente es ¿por qué no existe en ellos una referencia de lo que fueron? En otros tiempos, se creía que las placas de bronce dirimían la cuestión. Por fortuna, aquello va quedando atrás, aunque no tanto como uno quisiera. La memoria de esos lugares la encontramos a menudo en la web, no tanto en la folletería y casi nunca en el relato de sus actuales moradores. Esta suerte de amnesia, de coma inducido de la memoria edilicia, no es patrimonio exclusivo de las maltratadas construcciones industriales. Es una ruptura que, a modo de radiografía implacable, nos habla de un cuerpo enfermo empeñado en mutilar sus raíces. Y del peor modo, abonándolas con mortíferas dosis de olvido. Museos de sitio, salas de interpretación, lugares de referencia, espacios de la memoria o como los prefieran llamar. Por el bien de todos... ¡a escena!

La mujer de fines de la década de 1920 cautivada por los calentadores a gas que podía ver funcionando en la Compañía Primitiva de calle Alsina. (Fuente: Revista de Arquitectura, agosto de 1927, N° 80)

150 Patrimonio y ciudad La Ciudad Estudiantil

De emprendimientos sociales a Monumentos Históricos Nacionales

La vasta obra social desarrollada por el gobierno de Juan Perón du- La finalidad de la rante el decenio 1945-1955 nos ha legado un patrimonio rico en pro- Ciudad Estudiantil era gramas y tipologías edilicias, muchas de ellas innovadoras en nuestro país. Barrios de viviendas, hospitales, escuelas, asilos, conjuntos re- capacitar a los hijos de creativos, estudiantiles, asistenciales... son solo algunos de los cien- los obreros para que tos de ejemplos que hoy encontramos distribuidos en todo el territorio nacional. Un patrimonio que, hasta no hace mucho, no encontraba llegaran a ser futuros un merecido reconocimiento en las declaratorias de protección loca- dirigentes. les, provinciales y nacionales. Un caso excepcional es la República de los Niños en Gonnet, partido de La Plata, declarada Monumento Histórico Nacional en 2001 y considerada el mayor emprendimiento infantil de Latinoamérica y el primer parque temático del continente. Fue fundada con un doble propósito: para esparcimiento y para el aprendizaje de derechos y obligaciones cívicos.

Otro ejemplo emblemático de esa intensa labor social fue la Ciudad Estudiantil Presidente Perón, inaugurada el 27 de octubre de 1951. Abarcaba un predio de cuatro hectáreas y se encontraba comunicada por un túnel con otra de las instituciones creadas por la Fundación Eva Perón: la Ciudad Infantil, inaugurada poco antes. En el mismo año que iniciaba su labor la Ciudad Estudiantil, comenzaba la cons- trucción de edificios escolares en el marco del Plan 1.000 Escuelas. De las cuatro manzanas que ocupaba esta Ciudad, dos estaban desti- nadas a instalaciones deportivas (fútbol, básquet, carreras pedestres, esgrima, equitación, etc.). Además, se desarrollaban múltiples acti- vidades como grupos de teatro, bibliotecas, peluquerías, salones de recreación y servicio médico.

La finalidad de esta Ciudad era capacitar a los hijos de los obreros pa- ra llegar a ser futuros dirigentes y en ella se impartía una formación teórico-práctica, con énfasis en temas relacionados con las ciencias sociales y la tecnología. Desde un punto de vista estético, las cons- trucciones comparten un estilo típico de estos emprendimientos del

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 151 peronismo: un pintoresquismo de referencia californiana donde los techos de tejas a la española, las paredes blancas y las aberturas y ce- losías de madera pintada brindaban una atmósfera acogedora y una estética reconocible a sus beneficiarios, en su mayoría migrantes pro- venientes del interior del país. Una estética que, a pesar del tiempo transcurrido, los cambios de usos, las modificaciones internas y pos- teriores construcciones descontextualizadas, aún hoy es perceptible y testimonia la visión de conjunto con que fue proyectada íntegramente la pequeña Ciudad.

En 1955, tras el golpe militar, la Ciudad Estudiantil fue desalojada y se convirtió en lugar de detención de dirigentes peronistas, políticos y sindicales. Actualmente funcionan en ella dependencias del Servi- cio Nacional de Rehabilitación (SNR) y otras que el SNR fue cediendo a diversas instituciones como el Incucai, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, la Universidad de San Martín y otras.

Una de las construcciones principales de la ex Ciudad Estudiantil con su En 1998 la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares estilo pintoresquista de faldones Históricos procedió a declarar Monumento Histórico Nacional a rojizos, torre con mirador, terrazas uno de los edificios de la Ciudad Estudiantil y dentro de este a su Sa- y muros encalados. Al frente, una lón Espejado, réplica del Salón Blanco, y al Despacho que reprodu- fuente y espacios verdes parquizados cen los existentes en la Casa de Gobierno pero a escala menor (Ley con senderos y calles que entrelazan el conjunto. (Fotografía: Arq. Mónica Nº 24.976/98). No obstante, este procedimiento era a todas luces li- Damico) mitado e insuficiente. A efectos de proteger no solo estas expresiones,

152 Patrimonio y ciudad sino también los distintos edificios e instalaciones que forman parte del proyecto original, que dan sentido de unidad al conjunto, que ha- blan de su carácter y estética general, que favorecen su unidad de lec- tura y que permiten comprender mejor su origen, la citada Comisión Nacional decidió impulsar la ampliación de los límites de la citada declaratoria. De esta manera, se protegerá un conjunto de edificios vinculados funcional y estilísticamente y un grupo de instalaciones deportivas (estadio, tribuna, mástil, entre otras), también integran- tes del proyecto original. Pero particularmente se preservará la re- lación de espacios verdes, edificaciones y trazados que favorece la apreciación del conjunto, es decir, la armonía de las partes y el todo. Y desde luego, los portales de acceso originales. Tal declaratoria ya Dentro de la ex Ciudad Estudiantil, un espléndido estadio de fútbol con es un hecho, y sin dudas contribuirá a salvar ausencias y omisiones cabina, mástil y tribuna de hormigón incomprensibles, si hablamos de una necesaria visión abarcadora y armado. (Fotografía: Arq. Mónica plural de nuestro patrimonio cultural. Damico)

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 153 La morgue de edificios

El triste registro de un maquillador de cadáveres

Lo conocí a mediados de la década de 1990, en los subsuelos del Palacio de Correos. Su oficina estaba al lado de la de aquel solitario agente se- creto de Osvaldo Soriano en A sus pies rendido un león. Escrito con mar- cador, un papel en la puerta de entrada decía “Morgue de Edificios”.

La clasificación de En la penumbra del ambiente, apenas se distinguían muebles metá- este universo era licos grisáceos, un escritorio repleto de papeles amarillentos con di- recciones y viejos mapas Peuser colgados en las paredes. Al fondo, en simple: dirección, foto, los pasillos, decenas de estanterías con cajas prolijamente ordenadas. fecha de demolición, La clasificación de este universo era simple: dirección, foto, fecha de demolición, autores… del edificio y de su destrucción. autores… del edificio y de su destrucción. El director y único empleado me contó su historia. Antes, cuando to- do estaba bien en su vida, trabajaba maquillando cadáveres en una funeraria de Villa Crespo. Un encargo mal realizado para una familia pudiente le valió su despido y retiro forzado. Desilusionado, comen- zó a vagabundear buscando una nueva ocupación, sin resultado. Los días en el bar, donde pasaba interminables horas de billar, se hicie- ron cada vez más largos. Hasta que llegó la imprevista demolición.

Réplica levantada por operarios de Obras Sanitarias de la Nación, en el predio de la Planta Potabilizadora General San Martín, de la primera casa de Bombas de Buenos Aires. (Fotografía: Wanda Zubiat) En la página siguiente, la planta de filtrado original en el barrio de Recoleta, primera construcción de su tipo en América, proyectada por el ingeniero John Coghlan, inaugurada en 1869 y demolida en 1930. (Fuente: Archivo AySA)

154 Patrimonio sanitario Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 155 Lo que siguió contando después fue poco claro, pero creo que aquella escena y su pasado mortuorio lo llevaron a una cruzada imposible: registrar las demoliciones de antiguos edificios con fotografías y una caja llena de polvo de su demolición. Esto último en asociación di- recta con las urnas de cenizas que preparaba en la funeraria para los deudos.

En el olor de cada Para mis adentros, me interrogaba una y otra vez sobre la escasa utili- caja había algo de la dad de ese raro registro, pero continué escuchando. En el olor de cada caja había algo de la construcción muerta, me explicaba. Algo que, a su construcción muerta, modesto entender, tenía que ver con su alma y las razones de su desa- me explicaba. Algo parición. Estaba decidido a irme cuando, al fondo de las estanterías, me atrajo un lujoso mueble de madera con el cartel: “Muertes especiales/ que, a su modesto homenajes”. Según mi anfitrión, allí estaban las demoliciones piadosas. entender, tenía que Una especie de fusilamiento de Dorrego llevado al terreno edilicio.

ver con su alma y La primera caja era de la Casa de la Virreina Viuda o Vieja, una de las las razones de su últimas viviendas de fines del siglo XVIII que tenía la ciudad. Antes desaparición. de ser demolida en 1909, el autor del nuevo proyecto (el edificio de las dos cúpulas, en la esquina de Perú y Belgrano), Morten F. Ronow, arquitecto dinamarqués, la relevó hasta sus menores detalles. La se- gunda es la primera Casa de Bombas que tuvo Buenos Aires, en 1868, proyecto del ingeniero John Coghlan, que formaba parte del servi-

Johannes Kronfuss. Dibujo de la casa de la Virreina Vieja, en la esquina de la calle Perú y la Avenida Belgrano de la ciudad de Buenos Aires. En el sitio hoy se levanta el edificio Otto Wulff; algo habitual en una ciudad que no ha sabido conservar el patrimonio residencial de sus primeros 200 años de vida. (Fuente: Furlong, G. [1946]. Arquitectos argentinos durante la dominación hispánica. Buenos Aires: Huarpes)

156 Patrimonio sanitario cio de provisión de agua potable de la ciudad. Este pequeño edificio neoclásico del barrio de Recoleta fue demolido en 1933, pero más tarde fue reconstruido a imagen y semejanza por operarios de Obras Sanitarias de la Nación en el predio de la actual planta potabilizadora de Palermo. Una reencarnación piadosa poco común entre nosotros.

Las cajas que seguían eran de muertes, es decir, demoliciones, más recientes. En su mayoría correspondían a las décadas de 1930 y 1940, cuando residencias coloniales demolidas a fines del siglo XIX y princi- pios del XX fueron reconstruidas como museos de la tradición y para otros usos, a tono con el difundido “rescate de las raíces” operado en- tonces en la esfera oficial, como los museos de Chascomús, Dolores, San Antonio de Areco, etcétera. Estas reencarnaciones edilicias, me explicaba, adquirían otra personalidad, eran más afines al espiritis- mo y los cultos orientales.

Más al fondo, había unas cajas pequeñas de varios colores, distin- Entre las mutilaciones tas al resto. Eran las muertes parciales: edificios mutilados, que solo más oscuras, las más conservaban partes de su aspecto original. El color de la caja variaba según cómo se había producido la mutilación. Entre las más oscuras violentas, estaban —las más violentas— estaban la de la ex Fábrica Águila de Barracas la de la ex Fábrica y una larga serie de estaciones intermedias del norte, oeste y sur de la ciudad. El clima ya era parecido al de los personajes de Onetti en Águila de Barracas El astillero. Por eso, decidí despedirme. Antes de irme recibí, como y una larga serie de recuerdo de mi paso, un crespón con las siglas de su Morgue/Museo. estaciones intermedias Nunca volví a saber de aquel maquillador funerario travestido en del norte, oeste y sur coleccionista de decesos edilicios. Un día, recorriendo Villa Crespo, de la ciudad. recordé a aquel hombre acostumbrado a codearse con la muerte. Y pensé que no era la muerte en sí lo que había guiado su registro. Era más bien algo natural del devenir y de su profesión. Lo que más le atraía era lo arbitrario de algunos decesos, la falta de perspectiva de sus autores, ante demoliciones que podían haberse evitado, y la inso- portable levedad de quienes consideraban esos testimonios históricos como objetos sin alma ni contenidos simbólicos, sin una dimensión trascendente más allá de su materialidad.

Qué decir de las posibilidades de supervivencia que habrían tenido muchos, si se hubieran practicado estudios serios sobre sus capacida- des para albergar nuevas funciones y encarar otro ciclo de vida útil. Ciertamente, no todo es recuperable ni nada es eterno. Pero el impo- sible trabajo del maquillador de Villa Crespo sugiere que, en muchos casos, a la hora de su demolición, habría sido preferible conceder al condenado algo más que un último deseo.

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 157 Velódromo

Espacios de actividad ciclística en Ciudad de Buenos Aires

En épocas del auge del ciclismo, sus principales figuras eran casi tan populares como los futbolistas o los boxeadores. De aquellos años quedaban vestigios en la Ciudad de Buenos Aires, como por ejemplo los restos del Velódromo en Palermo. El 7 de noviembre de 2013, la Legislatura de la ciudad autorizó su demolición. La iniciativa impul- sada por el gobierno porteño se tomó por “los tipos de deterioro pro- vocados por la degradación de materiales debido al transcurso del tiempo” (sic).

Antes de su construcción, en los primeros años del siglo XX, se encontraban por aquel lugar locales emblemáticos de la historia del tango argentino, como el café “Tarana” —conocido luego co-

Largada de carrera ciclo-pedestre de mo “Lo de Hansen”—, “El Kiosquito”, “La Glorieta”, “La Red” y “El cuatro días, abril de 1902. (Fuente: Velódromo”, que se colmaban de público para escuchar y bailar Archivo General de la Nación) tangos ejecutados por figuras como Firpo, Arolas, Bazán y otros.

158 Patrimonio y ciudad El local “El Velódromo” estaba ubicado detrás de “Tarana”, con en- Principiando la década trada por la . Hacía las veces de velódro- de 1930 se estudió mo durante el día y de local bailable durante la noche. crear un “parque El antiguo Velódromo había sido inaugurado el 15 de enero de 1899, ciclístico”, pero la con la participación de renombrados ciclistas locales y europeos. Este deporte se encontraba en auge desde que había aparecido la primera iniciativa prosperó bicicleta con goma neumática en 1888, y con su práctica se abrieron recién en 1940 los primeros clubes, como Velox, creado a fines de 1892 en el café cuando el intendente “Tortoni”. Ubicado a unos 60 metros de “Tarana”, el Velódromo con- taba con tribunas de madera y cuidada ornamentación en el remate Guerrico dispuso de sus esbeltas columnas. crear el Circuito KDT

El crecimiento de la actividad ciclística hizo que pronto tuviera que de Palermo para uso competir con otros dos lugares: El Belvedere, en la barranca de Re- exclusivo del ciclismo. coleta, y El Frontón Buenos Aires, ubicado en las actuales avenidas Córdoba y 9 de Julio. En estos escenarios, era frecuente que se rea- lizaran juegos de apuestas, que no encontraron buena acogida entre Vista aérea del Velódromo en las autoridades, que ordenaron su cierre temporario en 1904. Pero septiembre de 1951. (Fuente: Archivo nada frenaba la creciente popularidad de este deporte. General de la Nación)

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 159 En la zona del parque Tres de Febrero, aproximadamente entre 1905 y 1910 se realizó el Circuito del Bosque, con piso de fina arena y nutri- da arboleda. Años más tarde, durante el decenio 1915-1925, se inicia- ron las carreras de la ciudad y se llegaron a organizar competencias de hasta doce horas de duración. Principiando la década de 1930 se estudió crear un “parque ciclístico”, pero la iniciativa no prosperó si- no hasta 1940 cuando el intendente Guerrico dispuso crear el Circui- to KDT de Palermo para uso exclusivo del ciclismo, a corta distancia del futuro Velódromo Municipal.

En el predio del Velódromo, hacia 1924 se encontraba en construc- ción la Asociación Deportiva del Comercio y la Industria. Más tarde, este terreno se compartió entre el Club Universitario de Buenos Aires y el predio del Velódromo Municipal. Por un lateral de aquel terreno pasaba el Arroyo Maldonado, a cielo abierto. El “chalet social” o casa principal de la Asociación Deportiva, de estilo pintoresquista, se en- cuentra hoy en el predio de dicho Club Universitario, con construccio- nes posteriores anexas. Hacia 1951, se constituyó como propietaria de los terrenos la Municipalidad. En planos de febrero de ese año, figura el Velódromo en construcción, proyectado por la Dirección de Arquitectura de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires. Su construcción se financió con un préstamo en efectivo del Gobierno Nacional. Precisamente, fue el Gobierno del general Juan Domingo Perón que, mediante la sanción de la Ley N° 12.932, otorgó recursos para la construcción de estadios, campos e instalaciones deportivas con destino a los primeros Juegos Panamericanos, inaugurados el 25 de Febrero de 1951.

Relieves en el pórtico de acceso al Velódromo.

160 Patrimonio y ciudad El complejo contaba con dos tribunas de hormigón armado (una po- El Velódromo contaba pular y otra oficial), la pista propiamente dicha, dependencias de con dos tribunas de vestuarios e instalaciones de servicio. Tenía dos accesos principales, enmarcados por grandes columnas y pantallas de hormigón armado hormigón armado, la con relieves de figuras alegóricas al ciclismo enmarcando una suer- pista, dependencias te de pórticos del mismo material. Tales formas expresan una de las vertientes predominantes del arte en su vinculación con la acción de de vestuarios e gobierno de aquellos años. Sin embargo, a pesar de contar con una instalaciones de protección legal por su condición histórica y por lo mucho que se ha opinado sobre el tema, estas construcciones así como las tribunas y servicio. la pista alcanzaron un estado ruinoso. El resultado final es triste. Las instalaciones del Velódromo, parte de nuestro patrimonio, ya tienen su acta de defunción.

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 161 Con sabor holandés

Grandes obras de infraestructura portuaria y variados programas edilicios proyectados por profesionales de los Países Bajos

Cada corriente A fines del siglo XIX, América aparecía como tierra de promisión. inmigratoria dejó En el continente, la Argentina recibía grandes contingentes de eu- ropeos, entre los que se contaban profesionales, técnicos y artesanos obras de ingeniería y de diversas nacionalidades. Cada corriente migratoria dejó obras de arquitectura que hoy ingeniería y arquitectura que hoy son parte indisoluble del patrimo- nio cultural argentino. Entre estos profesionales merece destacarse son parte indisoluble el conjunto de ingenieros y arquitectos holandeses formados en va- del patrimonio cultural rias academias y escuelas de su país de origen y con experiencias de argentino, entre ellas trabajo en Europa, Asia y otros países de América. la corriente holandesa.

El gran frente de la terminal Once de Septiembre sobre la avenida Pueyrre- dón resulta de haber vinculado dos edificios existentes: la terminal ferroviaria, en esta avenida, y la sede de la Bolsa de Cereales, en la calle Perón. Un ejercicio de composición arquitectónica y coherencia estilís- tica que el arquitecto holandés John Doyer ejecutó con calidad y solvencia (1906-1907). (Fuente: Museo Nacional Ferroviario)

162 Patrimonio y ciudad Un grupo que, aunque poco numeroso, tuvo destacada actuación La empresa creando empresas constructoras a cargo de grandes obras de infraes- Ackermans y Van tructura portuaria que abarcaron, además, los más variados progra- mas edilicios, públicos y privados. Una obra que merece ser conocida Haren realizó obras y difundida. de dragado en los

En el campo de la ingeniería hubo profesionales como Hendrick W. Ac- puertos de Buenos kermans y Jacobo A. J. van Haaren que realizaron obras de dragado Aires, Rosario, San en los puertos argentinos de Buenos Aires, Rosario, San Nicolás, Bahía Blanca y Puerto Belgrano, y se ocuparon de la construcción del edificio Nicolás, Bahía Blanca e instalaciones de la Usina Eléctrica de Rosario. Van Haaren había na- y Puerto Belgrano. cido en Luttelherp, se graduó en Delft y llegó a la Argentina hacia 1903. Trabajó en obras de ferrocarriles, portuarias y sanitarias en las ciuda- des de Buenos Aires, Santa Fe, Villa Constitución, Rosario, San Nicolás, Campana, Formosa, Diamante, Comodoro Rivadavia, Río Gallegos y Viedma, entre otras.

En la última década del siglo XIX, también hubo empresas como la de La antigua cubierta de hierro de la terminal Once de Septiembre de la los ingenieros W. H. J. Dirks y P. J. Dates vinculadas a la realización Ciudad de Buenos Aires, antes de de obras de ingeniería de gran envergadura. Realizaron los desagües su demolición en la década de 1970. de Buenos Aires, la construcción de Puerto Belgrano (conjuntamen- (Fuente: Museo Nacional Ferroviario)

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 163 te con Ackermans y Van Haaren, en 1907), las obras hidráulicas de Bahía Blanca, la construcción del Ferrocarril de La Plata al Meridiano V, el Puerto de Santa Fe (1912), el dragado de los ríos Uruguay y Paraná, y los muelles del Mercado Central de Frutos en Barracas. El ingeniero holandés Juan Abel Waldorp, por su parte, proyectó y dirigió la cons- trucción del Puerto de La Plata entre 1883 y 1889. Además actuó en obras de arquitectura y se ocupó de la reconstrucción del Pabellón Argentino en Plaza San Martín en 1893. Su hijo, Juan Abel Adrián, nacido en Buenos Aires, fue ingeniero y arquitecto, se especializó en arquitectura escolar y realizó una gran cantidad de edificios educa- cionales. Asimismo, proyectó el Teatro del Lago en La Plata, las ram- blas de Necochea y dirigió la construcción de la rambla de Mar del Plata, de las municipalidades de Tandil y Balcarce, del Club Gimnasia y Esgrima en Palermo, del Tattersal de Adolfo Bullrich y de varias residencias particulares.

Otro holandés, el arquitecto Enrique Folkers, que se instaló en Buenos Aires a principios del siglo XX, desplegó una destacada actividad profesional, prueba de ello es el edificio del Club Español, en la calle Bernardo de Irigoyen 172.

El arquitecto John J. Doyer, nacido en Livolle en 1862, cursó estudios en las academias de arquitectura de esta ciudad y de Ámsterdam. En 1888, viajó a la Argentina y realizó varios trabajos en colaboración con el arquitecto Emilio M. Lavigne. Proyectó diversas obras para la empresa The Buenos Aires Western Railway Co. Ltd. –ex Ferrocarril del Oeste–, entre las que se encuentran la Estación Ramos Mejía, la Estación Once de Septiembre, algunos edificios de los Talleres de Liniers, etc. También proyectó la Estación Terminal de Bahía Blanca del Ferrocarril Pacífico; la Oficina Central y varias sucursales de la antigua Cooperativa Telefónica, así como numerosos chalets en los alrededores de la Ciudad de Buenos Aires y en Mar del Plata.

Los aportes holandeses pueden rastrearse en plena Patagonia, ya en la primera mitad del siglo XX, en la pequeña localidad de Diadema Argentina, nacida del campamento instalado por la compañía petro- lera Royal Dutch Shell.

En cada ejemplo hoy pervive una parte del saber llegado a estas tie- rras y los valores propios surgidos de un proceso de transferencia tec- nológica y cultural con matices y sabores de ambas latitudes.

164 Patrimonio y ciudad Club Español, Ciudad de Buenos Aires. Proyectado por el arquitecto holandés Enrique Folkers, que ganó el concurso organizado por la colectividad española en 1907. De estilo Art Nouveau, fue inaugurado en 1911.

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 165 Arquitecto, no ingeniero

El legado de Carlos Altgelt: la arquitectura como creación artística

No era su estilo transigir ni andar con medias tintas a la hora de sos- tener sus convicciones; aun frente a hegemonías absolutas, como la de los arquitectos afrancesados de la Sociedad Central de Arquitec- tos, a fines del siglo XIX. Los mismos que, según Carlos Altgelt (1855- 1937), eran sumisos adoradores de todos los estilos franceses habidos y por haber. Ellos, al igual que los gobernantes que contrataban en el país galo a profesionales de dudosa reputación, eran los que, a decir de este arquitecto germano-argentino formado en Alemania, “… van a París baúl, para volver petaca”.

Altgelt fue autor y Altgelt fue autor y coautor —con su primo Hans— de decenas de edi- coautor de decenas de ficios educacionales que hoy forman parte del patrimonio más impor- tante de nuestro país. Dentro de este legado sobresale la monumental edificios educacionales escuela Petronila Rodríguez (construida entre 1886 y 1889), conoci- que hoy forman parte da popularmente como Palacio Pizzurno y actual sede del Ministerio de Educación de la Nación, declarada Monumento Histórico Nacional del patrimonio más en 2006. De estilo basado en el Neorrenacimiento alemán, su porte y importante de nuestro magnificencia todavía impacta, más aún cuando se considera que el Palacio nació como una escuela pública y gratuita. También resultan país. De este legado mojones de identidad las escuelas de ladrillos vistos, de excelente ca- sobresale el Palacio lidad constructiva y compositiva, ubicadas en las calles Caracas 10/48 Pizzurno, declarado y Güemes 3859 de la Capital. Sobre estas dos últimas bien vale una aclaración: del mismo modo que atacaba la importación de todo lo Monumento Histórico francés, Altgelt proponía una arquitectura que—a su juicio— era más Nacional en 2006. propia de nuestra tierra, especialmente por sus ladrillos rojizos vistos de fabricación local, pero con formas de ascendencia germana, en un estilo que definía como “gótico brandeburgués”. Se trataba de una elección a tono con las influencias recibidas durante sus estudios en la Alemania unificada. Brandeburgo fue uno de los siete electorados del Sacro Imperio Romano Germánico y, junto con Prusia, formaron la base original del Segundo Reich o Imperio Alemán en 1871, el pri- mer Estado nacional unificado alemán. Berlín, futura capital alema- na —en la que Altgelt se establecería en 1922 y donde falleció quince años después—, se encontraba en el territorio de Brandeburgo.

166 Patrimonio y ciudad Altgelt no solo dejó un valioso patrimonio edificado; también existen Altgelt consideraba numerosos escritos, en forma de artículos periodísticos de diarios de que la mala calidad la época, en los que protagonizó memorables duelos contra los inge- nieros con atribuciones de arquitectos, una extendida y prolongada de la arquitectura práctica que nadie se atrevía a cuestionar públicamente. Le gustaba argentina se debía a firmar sus trabajos como “Carlos Altgelt. Arquitecto, no ingeniero” y sostenía que los ingenieros eran profesionales ajenos al genio artís- que la Sociedad de tico, meros usurpadores de la profesión de arquitecto. Vehemente y Arquitectos estaba apasionado, resumía su ataque contra los ingenieros con un tajante: “Zapatero a tus zapatos…”. Para él todo arquitecto podía, median- invadida de ingenieros te algunos estudios de ciencia pura, llegar a ser un buen ingeniero, que hacían de pero ningún ingeniero podría llegar a ser un arquitecto mediocre arquitectos. sin largos años de aprendizaje artístico, sobre todo porque —citan- do sus argumentos— “lo que natura non da Salamanca non presta”; sin la “chispa divina que hace al artista” no hay buen arquitecto.

Fachada de la escuela Florencio Varela, ubicada en Caracas y , en el barrio de Flores de la Ciudad de Buenos Aires

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 167 168 Patrimonio y ciudad Para que no quedaran dudas, remataba: “… donde empieza el inge- Según Altgelt todo niero, acaba el artista”. Más aún, consideraba que la mala calidad de arquitecto podía, la arquitectura argentina se debía a que la Sociedad de Arquitectos estaba invadida de ingenieros que hacían de arquitectos. mediante algunos estudios de ciencia En esta cruzada unipersonal, Altgelt no encontraba aliados, sino ré- plicas como las de un tal “Cosme Fierro. Ingeniero, no arquitecto”, pura, llegar a ser un para quien un arquitecto solo era alguien que había realizado a me- buen ingeniero, pero dias sus estudios de ingeniería. Eran los mismos que a su juicio le ningún ingeniero otorgarían los necesarios “pantalones largos” de ingeniero. podría llegar a ser un Como se ve, en sus alegatos a favor de la arquitectura, Altgelt plan- arquitecto mediocre teaba una defensa a ultranza de la disciplina como creación artística, como expresión individual del genio creador; la misma que no podía sin largos años de ser terreno de ingenieros ni reglamentada por nadie más que por el aprendizaje artístico. profesional y su cliente. De aquí provenía su oposición a las Comi- siones de Estética Edilicia, pues ningún grupo de sabihondos podría juzgar o poner límites a la libertad de creación del artista-arquitecto ni del propietario de elegir lo bello. Era un ataque desde el riñón mis- mo del eclecticismo historicista y el mundo de las academias, desde dentro, por uno de sus cultores y, como tal, con las contradicciones, errores y limitaciones propios de esta visión.1

Recorrer los libros de actas de la Sociedad Central de Arquitectos en los que se registra su acalorada participación, así como la apasionada pluma de sus notas en diarios y revistas, nos invita a sumergirnos en la trastienda de un rígido statu quo profesional, en el que no eran frecuentes estas exteriorizaciones. Solo son comparables a las de un colega argentino formado en el exterior que compartía su ácida crí- tica a los proyectos de urbanistas extranjeros, Víctor Julio Jaeschke (1864-1938). En suma, se trata de testimonios por demás interesan- tes para conocer mejor un momento clave en el reconocimiento de la profesión y, también, para disfrutar una arquitectura educacional que dejó un sello indeleble en la ciudad.

1 Sobre Carlos Altgelt: Tartarini, J. D. (1987). “Carlos Altgelt. Arquitecto no in- geniero”. Documentos de Arquitectura Nacional y Americana, N° 24; Tartari- ni, J. D. (2005). “Un arquitecto argentino formado en Alemania: Carlos Altgelt (1855-1937)”, en Gutiérrez, R. et al. Alemanes en la arquitectura rioplatense. Buenos Aires: Centro de Documentación de Arquitectura Latinoamericana.

Detalle del frente del Palacio Pizzurno, Ciudad de Buenos Aires.

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 169 Diagonal Norte

En su origen, un eje respetuoso del reglamento edilicio

En la década de 1920, construir sobre la diagonal Presidente Roque Sáenz Peña de la Ciudad de Buenos Aires no era tarea sencilla. Y no hablamos de los habituales problemas que demandan obras de cierta complejidad como las grandes estructuras de acero y hormigón arma- do y el despliegue de modernas instalaciones que requería la edificación en altura de nuevas empresas y comercios en general. Ya las empresas y gremios habían llegado a una especialización y organización notable del trabajo en obra, producto del crecimiento edilicio sostenido operado En la década de en la ciudad. No se trata de esto, sino del celo con que las autoridades 1920, las autoridades municipales vigilaban el cumplimiento de la reglamentación edilicia de municipales esa vía en conformidad con la ordenanza del 6 de enero de 1920. De ello pueden dar cuenta los relatos de profesionales como Paul Bell Chambers vigilaban con celo y Louis Newbery Thomas, los arquitectos autores de la sede del Banco de el cumplimiento de Boston en la calle Florida 99, que debieron lidiar desde 1920 a 1922 para adaptar sucesivos anteproyectos a las exigencias del reglamento en cues- la reglamentación tión. Alturas, salientes de cornisas, volumen de esquina y otros detalles edilicia de la diagonal fueron estrictamente pautados en pos de asegurar la coherencia, conti- Presidente Roque nuidad y riqueza morfológica que hoy destaca Diagonal Norte. Para bien de la ciudad, el rigor de los ediles y la calidad de los profesionales demos- Sáenz Peña. traron que para la buena arquitectura los reglamentos no son obstáculo.

La sede porteña del Banco de Boston, que superaba claramente en cali- dad y envergadura a la casa central de su país, se inscribe en el movimien- to Neocolonial con una variante hispanista que busca en la arquitectura erudita del pasado los modelos de referencia. Como se ve en diversos tramos de la fachada, aquí el renacimiento español primó en la elección, abrevando en elementos del convento de San Marcos, en León, y en ele- mentos de la portada del Hospital de la Santa Cruz de Toledo, la cual, con algunas variantes laterales, está presente en el esquema de la puerta principal del Banco. La elección del imaginario hispánico marcó, ade- más de un acierto en la creación de una imagen corporativa, un mojón urbano y un hito de referencia impar de la city porteña. Inaugurado el 3 de noviembre de 1924, los periódicos de Boston y Nueva York señalaban que Buenos Aires contaría con uno de los mejores ejemplos de arquitec- tura bancaria norteamericana jamás erigido fuera de los Estados Unidos.

170 Patrimonio y ciudad La filiación viene porque Chambers y Thomas habían desarrollado su Una a una, cada parte proyecto en diálogo permanente con los arquitectos Edward Palmer York de aquel conjunto y Philip Sawyer, autores de la poco agraciada casa central de Boston. Poco tiempo después, en 1925, la comuna de Buenos Aires le otorgó el de la Diagonal Norte Premio Municipal de Fachada. ha ido dejando en

En esos años, en la Diagonal había superficies ajardinadas, con pérgolas, el camino una parte césped, canteros, plantas y variada decoración. No eran un prolijo re- de sí, resintiendo el pertorio de macetas, sino literalmente jardines. Casi pequeños parques u “oasis urbanos”, como señalaba entonces un cronista de Caras y Caretas. corpus urbano original. Desde luego estos remansos ya no están, pero la edificación de Diagonal Norte continúa siendo hoy uno de los espacios más homogéneos de la ciudad. En ella coexisten edificios espléndidos, como los dos proyecta- dos por el arquitecto Eduardo Le Monnier en 1927, en las alturas 615 y 616, en esquinas calle de por medio con el Banco de Boston, y la ex sede de La Equitativa del Plata en el N° 550, obra de Alejandro Virasoro levan- tada hacia 1929. Un privilegiado catálogo de arquitectura podría abar- car obras como el Edificio Comafi, proyectado por Francisco Gianotti en 1926 (N° 660), el ex Hotel Continental por Alejandro Bustillo en 1927 (N° 725) y la sede de YPF de 1936 (N° 777); esta última fue declarada Monumento Histórico Nacional en 2010. Si seguimos hacia plaza Lava- lle no podemos pasar por alto el ex Edificio Shell Mex (N° 788), obra de 1936 del estudio Calvo, Jacobs y Jiménez, ni la ex sede de CHADE - Volta (N° 832), otra obra de Alejandro Bustillo, de 1930.

Edificios inventariados, catalogados, registrados, estudiados e investi- gados con asiduidad. La mirada del urbanista y de los estudiosos de la ciudad se ha detenido recurrentemente sobre este eje urbano, resabio apenas —junto con la Diagonal Sur— del proyecto de treinta y dos dia- gonales que el urbanista francés Joseph Bouvard pensó en 1907 para la ciudad. La distancia entre aquel universo de papel y la ciudad real fue demasiado grande para poder plasmar este proyecto. Una distancia tan extensa como la que existe entre los años de esplendor edilicio y eficien- cia reglamentaria y el día de hoy. Pareciera que desde entonces una a una, cada parte de aquel conjunto ha ido dejando en el camino una parte de sí, resintiendo el corpus urbano original. A pesar de todo, la diagonal Página siguiente: Presidente Roque Sáenz Peña todavía conserva niveles de autenticidad e Jardines en la Diagonal Norte: integridad más que aceptables. Y la mayoría de sus dislates lucen recupe- un oasis en plena urbe. Aljibes, rables. Razón de más para procurar hacer más efectivos los mecanismos coníferas, pérgolas y hasta un rincón romántico en medio del tránsito de de protección individual e integral, considerando a este eje urbano con- calles “rumorosas y afiebradas”. solidado como el legado de un plan de aire parisino que dejó solitarias (Fuente: revista Caras y Caretas, —pero magníficas— huellas sobre el universo cuadricular. marzo de 1929)

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 171

174 Patrimonio y ciudad Vista aérea de Buenos Aires a comienzos de la década de 1930. En primer plano, la esquina del Banco de Boston sobre Diagonal Norte; más atrás, el edificio Bencich del arquitecto francés Eduardo Le Monnier; enfrente, un exponente de la arquitectura porteña Art Decó, obra del arquitecto Alejandro Virasoro, con su cúpula de formas geométricas. Al fondo, sobresale la torre del Concejo Deliberante, sobre Diagonal Sur. (Fuente: Museo de la Ciudad de Buenos Aires)

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184 Bibliografía sobre patrimonio industrial Datos de publicación original

“El camino del agua”, 5 de octubre de 2013, Página/12, supl . “m2”

“Cloacas y patrimonio”, 27 de octubre de 2012, Página/12, supl . “m2” (Título original: “Un patrimonio subterráneo”)

“Acriollamientos”, 9 de marzo de 2013, Página/12, supl . “m2”

“Testigos íntimos”, abril de 2013, inédito

“Invariantes”, 7 de abril de 2012, Página/12, supl . “m2”

“Molinos de viento”, 9 de febrero de 2013, Página/12, supl . “m2”

“El patrimonio de las empresas”, 12 de julio de 2003, Página/12, supl . “m2”

“Establecimientos históricos, actuales shoppings”, 3 de mayo de 2003, Página/12, supl . “m2” (Título original: “Sobre el patrimonio industrial”)

“La industria ‘paqueta’”, 2 de diciembre de 2006, Página/12, supl . “m2”

“Preguntas de un obrero”, 29 de mayo de 2010, Página/12, supl . “m2”

“El arquero invisible”, 11 de noviembre de 2006, Página/12, supl . “m2”

“Presencias”, 19 de enero de 2013, Página/12, supl . “m2”

“Chimeneas”, 2 de febrero de 2013, Página/12, supl . “m2”

“Gloria, vergüenza y dolor”, 31 de agosto de 2013, Página/12, supl . “m2”

“Patrimonio y turismo”, 17 de mayo de 2003, Página/12, supl . “m2” (Título original: “Patrimonio es cultura”)

“Un país joven”, 1° de febrero de 2003, Página/12, supl . “m2” (Título original: “El deber de preservar”)

“Pobreza y patrimonio”, 6 de junio de 2009, Página/12, supl . “m2”

“Cosas del crisol”, 16 de junio de 2012, Página/12, supl . “m2”

“Misceláneas”, 21 de abril de 2012, Página/12, supl . “m2”

Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones 185 “Quedar como Coventry”, 12 de enero de 2013, Página/12, supl . “m2”

“Un pasado de tenderos y contrabandistas”, 15 de septiembre de 2012, Página/12, supl . “m2”

“El patrimonio de los pueblos históricos”, 5 de abril de 2003, Página/12, supl . “m2” (Título original: “El patrimonio de los pueblos”)

“El patrimonio de los pueblos históricos (II)”, 22 de junio de 2013, Página/12, supl . “m2” (Título original: “Poblados 2”)

“La máquina del tiempo”, 17 de marzo de 2012, Página/12, supl . “m2”

“Fútbol y patrimonio”, 7 de octubre de 2006, Página/12, supl . “m2”

“Abismos”, 11 de mayo de 2013, Página/12, supl . “m2”

“Recursos”, 13 de julio de 2013, Página/12, supl . “m2”

“De bancos y correos”, 17 de agosto de 2013, Página/12, supl . “m2”

“Por los museos”, 12 de octubre de 2013, Página/12, supl . “m2”

“Habitar el patrimonio”, 26 de octubre de 2013, Página/12, supl . “m2”

“Bazar”, 11 de junio de 2011, Página/12, supl . “m2”

“Vuelo nocturno”, 30 de diciembre de 2006, Página/12, supl . “m2”

“El Ford A, la cocina a gas y las aguas filtradas”, 29 de junio de 2013, Página/12, supl . “m2” (Título original: “Del Ford A, el Palais de Glace y una casa de bombas”)

“La Ciudad Estudiantil”, 1° de junio de 2013, Página/12, supl . “m2”

“La morgue de edificios”, 13 de agosto de 2006, Página/12, supl . “m2”

“Velódromo”, 20 de abril de 2013, Página/12, supl . “m2”

“Con sabor holandés”, 18 de mayo de 2013, Página/12, supl . “m2”

“Arquitecto, no ingeniero”, 15 de junio de 2013, Página/12, supl . “m2” (Título original: “Arquitecto y no ingeniero”)

“Diagonal Norte”, 15 de marzo de 2014, Página/12, supl . “m2” (Título original: “La Diagonal”)

186 Bibliografía sobre patrimonio industrial Obra utilizada en la tapa y las portadas internas del presente libro

Sobre “Construcción de desagües” de Quinquela Martín

En 1937, Obras Sanitarias de la Nación encomen- En 2007, en el marco del Programa de Recupe- dó a Benito Quinquela Martín la realización de ración y Conservación del Patrimonio Cultural esta pintura con el fin de homenajear la labor del Ministerio de Economía y Finanzas Públicas, de los trabajadores sanitaristas . La obra se en- se firmó un Convenio Marco de Cooperación pa- cuentra en el descanso de una de las escaleras ra su restauración entre este Ministerio, el Poder principales de lo que entonces era su Adminis- Judicial de la Nación y AySA . Al año siguiente se tración Central y donde hoy funcionan siete juz- inició la tarea de restauración y en junio de 2009 gados nacionales (M . T . de Alvear 1840, Ciudad se concluyó . Luego, se establecieron las pautas de Buenos Aires) . de conservación necesarias de acuerdo a los es- Fue pintada al óleo sobre diecisiete paneles de tudios efectuados en la sala donde se encuentra . aglomerado celulósico unidos por una estruc- Evitar el deterioro de las obras de arte que integran tura de madera y mide siete metros de alto por el Patrimonio Cultural de la Nación es una misión nueve de ancho . fundamental, por su valor único e irremplazable .

La Ingeniería Sanitaria en la Argentina 187

Otros títulos

AA. VV. (2013) | La Ingeniería Sanitaria en la Argentina: un recorrido por el desarrollo de la profesión

Este libro reúne y actualiza 39 artículos —en su mayoría publicados en- tre 2003 y 2013 en el suplemento “m2” del diario Página/12— que abor- dan, de un modo ameno y a la vez exhaustivo, diversos aspectos del patrimonio sanitario, industrial, social y urbano. Muchos de los temas tratados han sido objeto de debate en las últi- mas décadas en ámbitos académicos y profesionales. Por fortuna hoy son más frecuentes en los medios de comunicación, pero todavía que- da mucho camino por recorrer en la generación de conciencia sobre su valor. Este libro es una contribución en ese sentido, pues brinda una visión del patrimonio que, al mismo tiempo que indaga en la memoria, remarca su vigencia en el presente y apuesta a su porvenir. Sobre el patrimonio industrial y otras cuestiones despertará en la mente del lector más preguntas que respuestas, más esperanza que nostalgia y, por sobre todo, la insoslayable necesidad de respetar la continuidad histórica de cada bien cultural.

“Estos textos tienen que ser leídos como un homenaje al patrimonio, como un manifiesto por su mantenimiento y como una protesta contra su destrucción. […] Cada pérdida es una degradación más, algo de lo nuestro que se pierde para siempre. El vigor y la belleza de estos escritos viene de esta certeza y de su amor por lo bueno.” Sergio Kiernan, editor del suplemento “m2” de Página/12

Jorge Daniel Tartarini es arquitecto por la Universidad Nacional de La Plata. Actualmente, se desempeña en AySA como Director de Pa- trimonio Histórico y del Museo del Agua y de la Historia Sanitaria. Es asimismo Vicepresidente Segundo de la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos, y Director del Curso Superior de Gestión Cultural, Patrimonio y Turismo Sustentable de la Fundación Ortega y Gasset de la Argentina.

ISBN 978-987-29750-1-2

9 789872 975012