INFORME MENSUAL Nº22

MONITOREO ARQUEOLOGICO PERMANENTE

PROYECTO

“EXTENSIÓN L2 A EL BOSQUE Y SAN BERNARDO- METRO DE

PERIODO

DICIEMBRE 2020

Profesionales Cargo Firma Responsables

M. Antonieta Benavente A Arqueóloga jefa de proyecto

Claudio Rozas Arqueólogo Coordinador

CONTENIDO Introducción ...... 3 1 Antecedentes ...... 3 Antecedentes Legales ...... 3 1.1.1 Ley 17.288 sobre Monumentos Nacionales ...... 3 Reglamento sobre Excavaciones y/o Prospecciones Arqueológicas, Antropológicas y Paleontológicas...... 4 1.2.1 Ley 19.300 sobre Bases Generales del Medio Ambiente ...... 4 Antecedentes prehispánicos ...... 5 Antecedentes históricos ...... 13 1.4.1 La importancia del agua ...... 16 1.4.2 Las vías de comunicación y medios de transporte ...... 19 1.4.3 El crecimiento de la población y la expansión de la ciudad ...... 27 Antecedentes específicos de las áreas de intervención ...... 33 1.5.1 Pique de construcción Vicuña Mackenna ...... 33 2 Objetivos ...... 34 3 Metodología ...... 34 Registro de los distintos frentes de excavación y sus etapas de avance ...... 34 Capacitación arqueológica al personal ...... 34 4 Descripción de las actividades realizadas por frente de trabajo...... 34 Charlas de Inducción ...... 34 5 Resultados ...... 35 6 Conclusiones ...... 35 7 Referencias Citadas ...... 36

2 INTRODUCCIÓN

Se presentan a continuación los resultados del Monitoreo Arqueológico Permanente (MAP) realizados para Metro S.A. entre los días 1 y 31 de diciembre. Durante este mes no se efectuó supervisión visual de las labores de excavación efectuadas en la Extensión de Línea 2 A El Bosque y San Bernardo - Metro de Santiago”, localizados en las comunas de , El Bosque y San Bernardo. El MAP se enmarca en lo establecido por la RCA Nº 310/2018 del proyecto.

1 ANTECEDENTES

ANTECEDENTES LEGALES

La necesidad de efectuar un monitoreo arqueológico de las excavaciones que se realicen para la ejecución del proyecto se sustenta principalmente en los siguientes cuerpos legales, respecto de los cuales se extrae la información asociada específicamente al contexto de las obras de este proyecto.

1.1.1 Ley 17.288 sobre Monumentos Nacionales

La Ley 17.288 sobre Monumentos Nacionales publicada en el Diario Oficial el 04 de febrero de 1970 es el principal cuerpo legal que norma y rige en Patrimonio Cultural presente en el país.

En su artículo N°1 se indica que: Son monumentos nacionales y quedan bajo la tuición y protección del Estado, los lugares, ruinas, construcciones u objetos de carácter histórico o artístico; los enterratorios o cementerios u otros restos de los aborígenes; las piezas u objetos antropo- arqueológicos, paleontológicos, o de formación natural, que existan bajo o sobre la superficie del territorio nacional o en la plataforma submarina de sus aguas jurisdiccionales y cuya conservación interesa a la historia, al arte o la ciencia; los santuarios de la naturaleza; los monumentos, estatuas, columnas, pirámides, fuentes, placas, coronas, inscripciones y, en general, los objetos que estén destinados a permanecer en un sitio público, con carácter conmemorativo.

Su tuición y protección se ejercerá por medio del Consejo de Monumentos Nacionales, en la forma que determina la presente Ley.

En su título III, artículo 13° se dispone que: Ninguna persona natural o jurídica chilena o extranjera podrá hacer en el territorio nacional excavaciones de carácter científico sin haber obtenido previamente la autorización del Consejo en la forma establecida por el Reglamento el que fijará las normas a que deberán sujetarse dichas excavaciones y el destino de los objetos que en ellas se encontrare.

En su Título V, Artículo 21° declara que: Por el solo ministerio de la Ley son Monumentos Arqueológicos de propiedad del Estado los lugares, ruinas, yacimientos y piezas antropo- arqueológicas que existan sobre o bajo la superficie del territorio nacional. Para los efectos de

3 la presente Ley quedan comprendidas también las piezas paleontológicas y los lugares donde se hallaren.

REGLAMENTO SOBRE EXCAVACIONES Y/O PROSPECCIONES ARQUEOLÓGICAS, ANTROPOLÓGICAS Y PALEONTOLÓGICAS.

En su artículo 1° expresa que: Las prospecciones y/o excavaciones arqueológicas, antropológicas y paleontológicas, en terrenos públicos o privados, como asimismo las normas que regulan la autorización del Consejo de Monumentos Nacionales para realizarlas y el destino de los objetos o especies encontradas, se regirá por las normas contenidas en la Ley N° 17.288 y en este reglamento.

En su Artículo 2°, define lo que se entenderá por prospección, excavación y sitios de especial relevancia:

Prospección: El estudio de la superficie de una localidad con el fin de descubrir uno o más sitios arqueológicos, antropológicos o paleontológicos que pueden incluir pozos de sondeo y/o recolecciones de material de superficie;

Excavación: Toda alteración o intervención de un sitio arqueológico, antropológico o paleontológico, incluyendo recolecciones de superficie, pozos de sondeo, excavaciones, tratamiento de estructuras, trabajos de conservación, restauración y, en general, cualquier manejo que altere un sitio arqueológico, antropológico o paleontológico y;

Sitios de especial relevancia: Aquellos que definirá el Consejo de Monumentos Nacionales sobre la base de criterios, de singularidad, potencial de información científica y valor patrimonial.

En su Artículo 5° establece que: Las prospecciones que incluyan pozos de sondeo y/o recolecciones de material de superficie y todas las excavaciones arqueológicas, antropológicas y paleontológicas, en terrenos públicos o privados, sólo podrán realizarse previa autorización del Consejo de Monumentos Nacionales, a través de los permisos correspondientes.

1.2.1 Ley 19.300 sobre Bases Generales del Medio Ambiente

Este cuerpo legal define en su artículo N° 1, letra K, el impacto ambiental como: “la alteración del medio ambiente, provocada directa o indirectamente por un proyecto o actividad en un área determinada”.

Por otro lado, en el artículo N° 11, se establece que “los proyectos o actividades enumerados en el artículo precedente requerirán la elaboración de un estudio de impacto ambiental, si generan o presentan a lo menos uno de los siguientes efectos, características o circunstancias: a) riesgo para la salud de las personas, b)efectos adversos significativos para los recursos naturales, c) reasentamiento de comunidades, d) alteración significativa de los sistemas de vida y costumbres

4 de grupos humanos, e) localización próxima a población, recursos y áreas protegidas, f) alteración significativa del valor paisajístico o turístico de una zona, alteración de monumentos, sitios con valor antropológico, arqueológico, histórico y, en general los pertenecientes al patrimonio cultural.

Con base en esta última norma, cabe señalar que en la Resolución de Calificación Ambiental del proyecto quedó establecido que el titular tendría que resolver sectorialmente las caracterizaciones y rescates arqueológicos, conforme a lo indicado por el Consejo de Monumentos Nacionales en su Ord. N° 2493, de fecha 8 de junio de 2018.

Asimismo, durante el proceso de evaluación ambiental se comprometió la ejecución de pozos de sondeo una vez aprobada la RCA y, durante las obras, la realización de un monitoreo arqueológico permanente hasta los 4 m de profundidad durante el tiempo que duren los movimientos de tierra.

De igual modo, se indicó la obligación de realizar charlas de inducción arqueológica al personal de la obra y el procedimiento a considerar frente a hallazgos no previstos.

ANTECEDENTES PREHISPÁNICOS

Las comunas La Cisterna, El Bosque y San Bernardo, donde se inserta el proyecto, al igual que toda la Región Metropolitana, son consideradas por la investigación arqueológica como parte de una macro región geográfica, ambiental y cultural, conocida como Central. A modo de síntesis, se indican a continuación los grandes periodos que caracterizan la prehistoria de esta macro región:

Periodo Paleoindio (13.000 a 8.000 a. C.) Las evidencias más tempranas para la presencia humana en el valle central de Chile se sitúan en los sitios Tagua-Tagua 1 y 2, en el valle central de la Región de O’Higgins, aproximadamente 100 km al suroeste del área de estudio. Emplazados en la ribera de una paleo-laguna, ambos sitios presentan restos vinculados a la caza, faenamiento y consumo de megafauna actualmente extinta, con fechados que lo sitúan entre los años 11.380 a 9.710 años A.P., conformando de esta manera un sitio considerado como Paleoindio Clásico (Núñez 1989). La ocupación paleoindia de Tagua-Tagua 1 y 2 se da en un momento climático de progresiva aridización, donde la antigua laguna favorecería la concentración de recursos de caza y recolección, conformando de esta manera un ambiente relictual. En este contexto, la escasa variedad de taxones identificados en estos sitios, sumado al hecho que sitios contemporáneos como Piuquenes, situado en la cuenca del río Aconcagua, y El Manzano 1, emplazado en la cuenca alta del río Maipo, presentan evidencias de consumo exclusivo de fauna moderna, insinúa que la caza de megafauna en Tagua-Tagua 1 y 2 habría sido producto de un comportamiento de carácter marginal y oportunista para las poblaciones que habitaron el sector, y no una actividad de carácter generalizada (Labarca et al. 2005). En parte esto podría explicar los escasos registros con que se cuenta para este tipo de yacimientos a la actualidad. A estos sitios, se suma el hallazgo de una punta cola de pescado descontextualizada en los niveles basales del sitio Santa Inés, situado en las riberas de la antigua laguna de Tagua-Tagua (Jackson et al. 2012).

5 Periodo Arcaico (10.000 a 300 años a.C.). En general, las evidencias mejor documentadas para este periodo se sitúan en la cordillera de la Región Metropolitana, las que registran ocupación humana con fechas que se remontan entre los 12.000 años A.P. y los 2.400 A.P. La información arqueológica de esta área clasifica el Periodo Arcaico, en cuatro grandes fases (Cornejo et al. 1998), a saber:

Arcaico I. Da cuenta de las primeras evidencias de ocupación humana en el espacio cordillerano del Cajón de Maipo, destacando en este contexto el sitio Manzano 1, situado en la confluencia de los esteros El Manzano y La Batea, en la cuenca alta del río Maipo. Este sitio registra en sus niveles basales las evidencias más tempranas de ocupación humana en la Región Metropolitana, con fechas que lo sitúan entre los 12.365 y el 10.570 A.P. El conjunto de materiales líticos y osteo-faunísticos recuperados de este sitio, dan cuenta de una ocupación de carácter exploratorio motivada por la caza de fauna moderna y la obtención de recursos líticos y que, eventualmente, conformarían una red logística que involucraría el valle y costa central de Chile (Cornejo et al. 2003). Es destacable el hecho que estas ocupaciones sean contemporáneas a los registros paleoindios reportados en Tagua-Tagua, lo cual señalaría el carácter relictual de esta última tradición en esta área (Cornejo et al. 2003).

Arcaico II. Este momento se caracteriza a partir del nivel II del sitio el Manzano 1 y en el Sitio 3, con fechas que lo sitúan entre los años 7.970 y 7.540 años A.P. Esta ocupación registra sitios que señalarían la existencia de grupos dedicados a la caza de fauna moderna y a la recolección de vegetales, los que dan cuenta del uso reiterado de ciertos espacios. Entre los materiales diagnósticos, destacan las puntas de proyectil lanceoladas pedunculadas, así como las manos de moler pequeñas y de planta circular (Cornejo et al. 1998).

Arcaico III. Se registra en los niveles medios del Alero El Manzano 1 (5.690 al 3.800 A.P.), el sitio La Batea 1 y Caletón de Los Queltehues (5.140 al 4.920 a.C.) (Cornejo et al. 1997; Galarce y Peralta 2003). Este momento presenta sutiles diferencias respecto del anterior, evidenciadas por la incorporación de puntas de proyectil triangulares de base recta, cóncavas y convexas en reemplazo de las puntas lanceoladas con pedúnculo del Arcaico II; se incrementan los instrumentos de molienda, en particular las manos de moler de planta sub-rectangular y de menor tamaño, así como también artefactos óseos como punzones (Cornejo et al. 1998). Los tipos de asentamiento registrados para este momento corresponden a campamentos de carácter transitorio, con actividades limitadas solo al consumo y faenamiento de fauna, así como en la elaboración de instrumentos líticos, tal como evidenciaría el sitio La Batea 1; y campamentos base que presentan una mayor diversidad de actividades, así como pruebas de ocupaciones más prolongadas, destacando en este sentido el sitio El Manzano 1 (Cornejo et al. 1997).

Arcaico IV. Se identifica en los sitios Cortaderas 2 y 3, La Paloma y Condominio 1, Caletón Los Queltehues y Las Morrenas 1, con fechas que los sitúan entre los años 4.540 a.C. y 3.140 a.C. (Galarce y Peralta 2003). Esta fase presenta diferencias estratigráficas con las etapas

6 anteriores, además que ser contemporánea en momentos más tardíos con las primeras ocupaciones del Periodo Agro-alfarero Temprano (Cornejo et al. 1997). No obstante, es posible discernir diferencias en los tipos de asentamientos, identificándose campamentos de uso transitorio vinculados a rutas de paso (Cortaderas 2 y 3, La Paloma y Condominio 1), campamentos enfocados a la obtención directa de recursos, específicamente de caza (Caletón Los Queltehues) y campamentos de tareas específicas con un fuerte componente residencial (Las Morrenas 1). A partir de las categorías funcionales de desechos líticos y las materias primas empleadas, se propone que estos sitios estarían relacionados en una red de movilidad interlocal complementaria a la explotación de recursos bióticos y abióticos, asociados a las rutas de paso cordilleranas (Galarce y Peralta 2003). Vinculado a lo anterior y a diferencia de lo observado para momentos anteriores, a partir del Arcaico IV se observa una intensificación del uso del espacio cordillerano, que se manifiesta en una mayor cantidad y variabilidad de asentamientos (Cornejo et al. 2004).

En tanto, para el valle central de Chile, son escasos los contextos vinculados al Periodo Arcaico que han sido objeto de estudios sistemáticos. Destacan los sitios como el cementerio Cuchipuy y Santa Inés, ambos situados en las riberas de la antigua laguna de Tagua-Tagua y aproximadamente 100 km al suroeste del área del proyecto. El cementerio de Cuchipuy, registra cuatro momentos ocupacionales que abarcan desde el Arcaico Temprano hasta momentos agroalfareros, entre el 8.070+-100 años A.P. y el 1.320+-80 años A.P. (Kaltwasser et al. 1986). Estas ocupaciones tienen tres niveles con contextos funerarios sobrepuestos y que manifiestan significativas diferencias entre sí. De esta manera, para el nivel cuatro, se identifican dos sepulturas, asociadas a puntas de proyectil con pedúnculo, pendientes líticos con perforaciones y un instrumento óseo pulido que podría corresponder a una sección de estólica (Kaltwasser et al. 1980). La fauna registra restos óseos de roedores, coipo, rana y escasas aves (Kaltwasser et al. 1986). En cuanto al tercer nivel, este presenta un conjunto artefactual conformado por puntas de proyectil de base recta, adornos líticos y en concha, instrumentos elaborados en hueso y morteros de piedra cónicos con manos de moler planas (Kaltwasser et al. 1980). Asimismo, registra restos óseos de rana, coipo, aves acuáticas y de rapiña, guanaco, peces y moluscos marinos (Kaltwasser et al. 1986). El segundo nivel presenta la mayor cantidad de contextos fúnebres, los que alcanzan a una cincuentena de individuos cuyo patrón de entierro se caracteriza por el recubrimiento de los cuerpos por acumulaciones de roca. El conjunto artefactual presenta materiales similares al tercer nivel, diferenciándose en la mayor cantidad de instrumentos de molienda (Kaltwasser et al. 1980). Presenta a su vez las mismas especies descritas en el nivel anterior, aunque en menor cantidad para el caso de mamíferos de gran tamaño y el coipo (Kaltwasser et al. 1986). Las ocupaciones arcaicas de Cuchipuy darían cuenta de un creciente proceso de sedentarización en torno a este espacio, vinculado a una progresiva especialización en las prácticas de caza y recolección en torno a la laguna de Tagua-Tagua, espacio que para estos momentos concentraba una amplia gama de recursos animales y vegetales en un contexto de progresiva aridización (Kaltwasser et al. 1986).

En el caso del sitio Santa Inés, excavaciones sistemáticas han permitido documentar ocupaciones adscritas al Arcaico Medio y Arcaico Tardío. De esta manera, el Arcaico Medio, entre el 5.999 y el

7 4.983 año A.P., da cuenta de un espacio ocupado por grupos cazadores recolectores portadores de puntas de proyectil triangulares y lanceoladas elaboradas en materias primas locales y foráneas (Jackson et al. 2012). Dichos grupos habrían poblado este espacio en forma semipermanente, explotando recursos terrestres como guanaco, y lacustres como coipos, ranas, aves y algunos peces. Asimismo, en este espacio son recurrentes las prácticas funerarias, donde se registran al menos 17 entierros, los que en gran parte presentan cuerpos flexionados, en algunos casos cubiertos por guijarros y clastos angulosos a modo de pequeños túmulos, con escasas ofrendas conformadas por puntas de proyectil con pigmento rojo, piedras horadadas, tajadores, lascas de obsidiana y algunos instrumentos óseos. La presencia de fragmentos de moluscos plantea eventuales vínculos con el litoral. Para el Arcaico Tardío, entre 4.294 y 3.699 A.P., se registra la presencia de cazadores recolectores portadores de puntas de proyectil apedunculadas, notándose una significativa disminución de contextos fúnebres en relación con la ocupación previa, y sin que se constaten vínculos con el litoral (Jackson et al. 2012). Las ocupaciones arcaicas de Santa Inés se correlacionan cronológica y culturalmente con los niveles intermedios de Cuchipuy, datados entre 8.870 y 5.750 años A.P. Asimismo, el empleo de esta zona con fines habitacionales y funerarios plantea la presencia de unidades sociales distintas, donde las prácticas mortuorias diferencian y distinguen identidades de bandas unidas por parentesco (Jackson et al. 2012).

A los contextos reseñados se suman los sitios Las Chilcas 1 y 2, en el cordón de Chacabuco a más de 60 km al norte del área de estudio. El primer sitio, fechado en el 880 a.C., corresponde a un campamento de cazadores recolectores asociado a la extracción y manufacturación de materias primas líticas. En las Chilcas 2 se presentan, además, de la preparación de instrumentos líticos, evidencias asociadas a prácticas antropofágicas de carácter presumiblemente ritual. Ambos contextos son interpretados como parte de un circuito longitudinal de alta movilidad y uso poco intensivo del espacio por parte de poblaciones cazadoras recolectoras (Hermosilla et al. 1997).

Más cercano al área de estudio, específicamente en la cuenca del estero Lampa y a aproximadamente 38 km al noroeste del proyecto, se han documentado una veintena de sitios arqueológicos adscritos a momentos arcaicos. Estos corresponden a campamentos, canteras talleres, aleros y abrigos rocosos, piedras tacitas y hallazgos aislados (Jackson y Thomas 1994). Destacan en este contexto los sitios RML053 y Estero Chacabuco. El primero, situado en la falda suroeste de los cerros de Polpaico, corresponde a un sitio superficial con presencia de material lítico conformado por núcleos, lascas con y sin modificaciones y desechos de talla en sílex y cuarzo, lo cual señala la elaboración de instrumental en el sitio. El yacimiento de Chacabuco, en tanto, se emplaza próximo a la confluencia del estero Polpaico y ha sido descrito como una dispersión superficial de material lítico que incluye núcleos con astillamiento multidireccional, lascas sin modificaciones y con modificaciones, piezas con astillamiento bipolar y/o cuchillos y fragmentos de puntas de proyectil aparentemente triangulares de base convexa o cóncava. Las materias primas empleadas consisten en basalto, andesitas y sílex. Asimismo, se han identificado instrumentos de molienda correspondientes a manos de moler (Jackson y Thomas 1994).

8 Período Alfarero Temprano (300 a.C. 1.200 d.C.). Corresponde a un extenso periodo de tiempo caracterizado por una fuerte variabilidad cultural, que se expresa por la presencia de grupos con diferentes énfasis en las estrategias de subsistencia, expresiones funerarias y conjuntos alfareros (Pavlovic 2000). La investigación desarrollada hasta el momento ha identificado la existencia de al menos tres grandes unidades arqueológicas en Chile Central: Comunidades Alfareras Iniciales, la Tradición Bato y Complejo Llolleo.

Comunidades Alfareras Iniciales. Esta unidad arqueológica se registra a partir del 200 a.C. al 100 d.C. y se identifica con los primeros grupos portadores de cerámica, pero con una fuerte vinculación con grupos arcaicos, evidenciada a través de la mantención de una tradición lítica de raigambre pre-cerámica y un marcado énfasis cazador en sus patrones de subsistencia, aun cuando presentan incipientes prácticas hortícolas representadas por cultivos de quínoa. Ha sido caracterizada a partir de los sitios Lonquén E/8040, en la comuna de , a 22 km al suroeste del área del proyecto, y el sitio Radio Estación Naval, en la comuna de , a aproximadamente 11 km al noroeste del área del proyecto, con fechas entre el 189 a.C. y el 175 d.C. El conjunto cerámico que le caracteriza presenta tratamientos de superficie tanto alisada como pulida, una importante cantidad de paredes delgadas perfiles en general inflectados con asas del tipo mamelonar o sin ellas. En lo que refiere a la decoración, solo presentan pintura roja o hierro oligisto. En general los contenedores cerámicos son de tamaño pequeño o mediano, con formas simples y a menudo sin decoración, apropiados para la cocción y consumo de pequeñas cantidades de alimentos a una escala que va de lo individual a lo familiar (Sanhueza 1999-2000), lo cual señala una organización a través de unidades sociales relativamente independientes y con bajo nivel de integración (Sanhueza et al. 2007). El conjunto lítico se encuentra conformado por puntas triangulares de base escotada, de tamaños medianos, así como otros restos, elaborados principalmente en andesita y basaltos, aunque con presencia de roca de grano fino (Sanhueza y Falabella 1999-2000).

Tradición Bato y Complejo Llolleo. Con posterioridad a las Comunidades Alfareras Iniciales, hacia el 200 d.C., se desarrollan en la zona central de Chile la Tradición Bato y el Complejo Llolleo, los cuales representan la consolidación de la tradición cerámica y de las prácticas hortícolas. Ambos grupos se presentan como dos unidades independientes, con diferencias en cerámica, adornos corporales, funebria, patrón de subsistencia y asentamiento (Falabella y Stehberg 1997).

En cuanto a los grupos Bato, estos tienen presencia tanto en el litoral de la Región de Valparaíso como en el valle central de la Región Metropolitana, destacando en este último ámbito los sitios de Príncipe de Gales en , Casa de Moneda en Quinta Normal, Algarrobal en Alto de Colina, Parcela del Italiano en Lampa y en comuna homónima. En general los sitios funerarios Bato se presentan con entierros de pocos individuos, presumiblemente acotados a los miembros de la unidad doméstica, sin ofrendas cerámicas y acompañados de adornos corporales como tembetás cerámicos o de piedra

9 (Benavente et al. 1994). En cuanto a movilidad y subsistencia, los grupos Bato presentan una alta movilidad residencial, así como una mayor dependencia de recursos silvestres. (Sanhueza et al. 2007).

Los grupos Llolleo han sido comprendidos como una unidad arqueológica que registra un conjunto cerámico característico, un conjunto lítico particular, adornos corporales propios, un patrón de funebria y una orientación económica determinada. En términos espaciales, abarca al menos la cuenca de Santiago y Rancagua en el interior y la desembocadura del río Maipo, con una extensión temporal de 900 años (200- 1.100 años d.C.) (Sanhueza y Falabella 2009). En comparación a los grupos Bato, las poblaciones Llolleo son más sedentarias y con un patrón de subsistencia mucho más dependiente de los cultivos (Sanhueza et al. 2007). En lo que se refiere a la organización social de los Llolleo, son grupos afines que mantienen redes sociales en distintos niveles de integración, las que son actualizadas mediante juntas periódicas y en lugares definidos. Las diferencias internas que existen en algunos de sus elementos se deberían a que la base de su organización se sustenta en comunidades locales. A partir del análisis de los elementos diagnósticos de cerámica de varios sitios Llolleo se detectaron al menos 4 agrupaciones que, aparentemente, coinciden con comunidades que a su vez tienen un referente espacial (Sanhueza y Falabella 2009).

En cuanto a la distribución espacial de los grupos agro-alfareros tempranos que ocuparon el valle central de Chile, prospecciones sistemáticas en la cuenca Santiago-Mapocho han permitido configurar una serie de elementos referidos a su patrón de asentamiento. Estos se distribuyen en los extremos norte y sur de esta cuenca, concentrándose en la localidad de Colina, en la confluencia del río Mapocho- Maipo, en algunos sectores del tramo medio del río Mapocho en torno al estero San Ramón y en el estero Angostura y sus afluentes. La asociación de estos asentamientos a cursos de agua menores o tributarios es coherente con una economía de carácter hortícola, por las facilidades que presentan para el manejo de los recursos hídricos. Existen espacios vacíos en sectores de los ríos Maipo y Mapocho, los cuales, a pesar de presentar disponibilidad de recursos hídricos, no son ocupados por los grupos Agro-alfareros tempranos. Esta situación sugiere que la ocupación de ciertos espacios se vincula no sólo a la disponibilidad de recursos hídricos, sino que también por una suerte de territorialidad vinculada a la estructuración de las relaciones de parentesco y linaje (Sanhueza et al. 2007).

En lo que refiere al área de estudio y su entorno inmediato, específicamente en el interfluvio de los ríos Maipo y Mapocho, se observa que los sitios adscritos al Periodo Agro-alfarero Temprano tienden a situarse en las inmediaciones de estos cursos de agua, sin que se presenten en el sector central de este espacio. En este contexto, destacan el sitio Radio Estación Naval (REN), emplazado en el interior de la Quinta Normal, a 11 km al Noroeste del trazado del Proyecto. Este sitio presenta un depósito cultural que inicia en los 70 cm y alcanza los 240 cm de profundidad. Destaca la presencia de un entierro de un individuo adulto femenino, en posición flectada decúbito lateral derecha, la que descansaba sobre un

10 emplantillado de piedras rodadas de tamaño mediano. Acompaña al individuo un ajuar conformado por un tembetá, orejeras, piedras trabajadas, puntas de proyectil, conanas, una pipa y piedras horadadas (Stehberg 1976). A su vez, en las inmediaciones del Parque O´Higgins en dependencias de los Arsenales de Guerra, a 9 km al Norte del área del proyecto, actividades de salvataje permitieron identificar un contexto fúnebre conformado por un individuo en posición hiperflectada lateral, sin asociación a materiales culturales. Asociado al río Maipo, en tanto, en la localidad de Nos y a aproximadamente 7 km al suroeste del área del proyecto, se ha documentado el sitio Santa Filomena. Este yacimiento presenta un depósito de carácter habitacional en donde destaca la cerámica con decoración incisa lineal punteada, con pintura roja, hierro oligisto y asas mamelonares. Asociados a este depósito se identificaron 5 contextos fúnebres con 4 adultos y un infante, los que presentaban un ofertorio conformado por tembetás líticos y cerámicos, fragmentos maxilares de camélidos y derivados de núcleo. Estos elementos plantean que se trataría de un contexto adscrito al complejo Bato (Sanhueza 2016).

Periodo Intermedio Tardío (900 a 1.500 d.C.). Este período se caracteriza principalmente por el grupo cultural Aconcagua, muy distinto a los conjuntos tempranos tanto en lo que se refiere a sus manifestaciones de funebria, cultura material y patrón de asentamiento (Pavlovic 2000). Hacia el 1.000 d.C. el grupo Aconcagua alcanza una preeminencia en el valle central, reemplazando a los grupos Bato y Llolleo, sin que exista una vinculación genética entre los grupos de ambos momentos (Massone 1980).

Si bien el grupo Aconcagua fue definido como unidad cultural a partir de los hallazgos en el valle del río homónimo, el examen de la cerámica y los patrones fúnebres de este grupo para la cuenca de Santiago señalan que esta última correspondería a su área nuclear (Sánchez 1998), en tanto que para la cuenca del río Aconcagua, el tipo Aconcagua salmón sería un tipo intrusivo, escaso e inexistente (Sánchez 1998).

El estudio de la distribución de los asentamientos Aconcagua en la cuenca del Maipo - Mapocho señala que existe una clara preferencia por la planicie aluvial propia de este valle, en asociación a sus principales cursos de agua y afluentes. Existe una concentración de sitios Aconcagua hacia el centro sur de Santiago y en , en este última situados entre los ríos Maipo y Mapocho (Cornejo et al. 2004).

Los elementos detectados en estos sitios indican que se trata de asentamientos habitacionales, dada la presencia de fragmentería cerámica de uso doméstico, desechos líticos de carácter expeditivo, artefactos de molienda y restos óseos de Lama guanicoe. En general estos yacimientos presentan una gran extensión superficial, alcanzando en ocasiones 1 km². Sin embargo, la concentración superficial y sus depósitos asociados no son homogéneos, presentado diferentes grados de concentración. A partir de estos antecedentes se plantea que los grupos Aconcagua poseían un patrón de asentamiento disperso, nucleado en torno a familias que operarían como la unidad social básica, las cuales se integraban en diferentes grados de cohesión y en base a un sistema

11 social igualitario con núcleos de pares que se vinculaban sin mayores jerarquías políticas, sociales o económicas (Cornejo et al. 2004).

Al igual como se observa para el Periodo Agro-alfarero Temprano, el espacio central del interfluvio Maipo-Mapocho no presenta sitios asignables al Periodo Intermedio Tardío. En ese contexto, los registros asignados al Complejo Aconcagua más cercanos al área del proyecto se sitúan a más de 11 km al sur en el sitio Puente Carrascal 1. Consiste en un enterratorio en donde se recuperaron 4 individuos, situados entre los 230 a 280 cm de profundidad (Cáceres et al. 2010).

Período Alfarero Tardío u Horizonte Inca (1.400 - 1.536 d.C.). Si bien la presencia Inca en Chile Central se manifiesta por la presencia de una arquitectura de carácter monumental, evidenciada a través de los sitios Cerro Grande de la Compañía, Mercachas, Pucara de Chena y Chada (Stehberg 1977), la significativa cantidad de cementerios como La Reina, Quilicura, Plaza Italia, Marcoleta y Matucana y una serie de hallazgos en el centro de Santiago señalan que el dominio del Inca se materializó a través de estrategias de eficacia simbólica (Uribe 2000). Ahora bien, la presencia del Inca en la región no habría sido homogénea ni habría interactuado de igual forma con los diferentes grupos locales, los cuales habrían sido asimilados en diferentes grados a partir de núcleos poblacionales específicos, con una presencia Inca de carácter discontinua o difusa (Correa et al. 2007). En ese contexto, durante el Periodo Tardío, Chile Central correspondería a un espacio intercultural en donde distintos grupos tienden a ordenarse en forma segregada, donde la presencia del Inca si bien no es hegemónica, sí influye en las manifestaciones de la cultura material (Sánchez 2004).

En general, la mayoría de los sitios adscritos al Periodo Tardío se presentan articulados por la red vial Inca, ocupando el territorio en forma discontinua y presentándose, además, espacios carentes de elementos vinculables al Inca (Pavlovic et al. 2012). Si bien existe cierta contigüidad con los asentamientos de los desarrollos locales, los contextos incas son monocomponentes, manifestando una segregación del espacio de ocupación (Sánchez 2004). Esta situación se observa claramente en los tipos cerámicos, ya que estos no dan cuenta de mixturas entre los componentes locales y los del Tawantinsuyo. Al contrario, aparentemente se trataría de implantaciones directas de componentes poblacionales venidos del Norte Chico (Sánchez 2004). En este contexto, el componente Diaguita Inca sería un ente mediador de la relación entre el Tawantinsuyo y las poblaciones locales, las cuales paralelamente presentarían cambios en sus tradiciones tecnológicas (Pavlovic et al. 2012).

Los sitios adscritos a momentos tardíos y en particular para el horizonte Inca se concentran en sectores adyacentes al río Mapocho y el río Maipo. Destacan para el primer caso los sitios Cementerio Incaico de Quinta Normal, situado a más de 11 km al noroeste del área del proyecto. Excavado en el marco de la construcción de la Estación intermodal de la Línea 5 del Metro de Santiago, este cementerio consta de 12 contextos funerarios situados a profundidades que oscilan entre los 150 y 308 cm. Acompañaban a los cuerpos 22 vasijas cerámicas, entre las que se identificaron piezas Inca Provincial, Inca Mixta, Aconcagua Fase Inca y Diaguita Mixta de Chile

12 Central (Stehberg y Sotomayor 2012, Reyes et al. 2005). A este sitio se suman una serie de hallazgos realizados en las inmediaciones de Quinta Normal. Es el caso de un ceramio tipo aribaloide, encontrado en excavaciones realizadas en la esquina de la calle Compañía y Chacabuco, así como al interior de la Quinta Normal, específicamente en la Escuela Dental donde se tiene registro del hallazgo de varios vasos aribaloides encontrados a 400 cm de profundidad (Stehberg y Sotomayor 2012). En el centro de Santiago, a más de 11 km al sur del área del proyecto, se han documentado una serie de hallazgos de filiación incaica, como el cementerio Marcoleta, con bóvedas subterráneas a las que se accedía a través de un túnel, en donde se identificó cerámica inca local. En la calle Bandera se identificó un cementerio que contenía restos con influencia incaica, mientras que en calle Catedral se señala el hallazgo de dos aríbalos y una placa de oro, todos estos elementos de filiación incaica (Stehberg 1975). En el actual Museo Chileno de Arte Precolombino, en calle Bandera, se registró un depósito ocupacional con abundante cerámica decorada Inca, cuya inusual concentración sugiere una ocupación Inca Local asociada a un Centro Administrativo (Saavedra y Cornejo 2015). Al sur de San Bernardo y a 7 km del área del proyecto, en Nos, se identificó un cementerio conformado por 28 sepulturas con alrededor de 100 cántaros del tipo Inca Local (Stehberg 1976).

Más cercano al área del proyecto, a 6 km al suroeste, se localiza el pucará de Chena, estructura constructiva instalada en la cima del cerro, caracterizada por un conjunto de espacios en torno a una plaza central, conformando un recinto perimetral compuesto (RPC) y dispuesto en forma de damero. En la plaza, a su vez, se presenta una estructura monticular que ha sido interpretada como un ushnu. En torno al RPC y en la medida que se desciende del cerro, se presentan dos muros perimetrales de eventual funcionalidad defensiva. Intervenciones estratigráficas en el RPC arrojaron como resultado cerámica decorada, restos óseos de camélidos, varios fogones y una punta de proyectil triangular apedunculada (Stehberg 1995).

ANTECEDENTES HISTÓRICOS

Para mediados del siglo XVI, el espacio urbano de la ciudad de Santiago limitaba hacia el sur en la antigua Cañada, actual avenida Libertador Bernardo O´Higgins. Al sur de esta zona comenzaba el espacio rural de la ciudad, donde Pedro de Valdivia entregó una serie de chacras que se extendían de Norte a Sur entre la Cañada y el actual Zanjón de La Aguada, en ese entonces una hondonada natural que recogía periódicamente las bajadas de agua de la cordillera (León Echaíz 1975).

Al sur de este espacio se extendía el llamado llano del Maipo o Llano de Lepe, lugar que ha sido señalado para esos momentos como un pedregal infértil, sin posibilidades para la agricultura dada la ausencia de aguas de regadío, carente de utilidad y en donde sólo crecían algunos matorrales y pequeños grupos de espinos y algarrobos (León Echaíz 1975). Dichos terrenos fueron propiedad de Mateo de Lepe y sus descendientes desde 1627.

13 Existen muy pocas descripciones y una documentación cartográfica menor en relación con otras áreas que permitan tener una visión general de la amplia zona que se desarrolla entre la ciudad de Santiago y el río Maipo. Solo el desarrollo de las grandes obras públicas (canales y avenidas) ha permitido la identificación de contextos en este sector.

En esta zona se desarrollaba el Camino de la Frontera, que permitía la conectividad entre Santiago y las ciudades del sur hasta Concepción. Este camino se iniciaba en la actual avenida San Diego, internándose en el Llano del Maipo para alcanzar el río homónimo, el cual se cruzaba a través de un puente construido en forma provisoria en 1545 (León Echaíz 1975). Algunos autores señalan que el Camino del Inca habría atravesado el valle de Santiago y correspondería a la actual Av. Independencia que cruzaba por el norte el área de la Chimba antigua y continuaría hacia el sur por la actual Av. José Miguel Carrera Ex - Gran Avenida (Rosales 1877; Stehberg y Sotomayor 2012).

Durante el siglo XVII el actual Zanjón de La Aguada constituía el límite para cobrar los impuestos de los productos que llegaban a Santiago desde el sur. Aun cuando hasta entonces se insiste en la carencia de utilidad del Llano del Maipo, se indica que gran parte de estos terrenos son propiedad de la familia Gutiérrez de Espejo, quienes utilizaban parte de este territorio para la crianza de ganado. La familia Espejo vende estas tierras al cubano Pedro del Villar, quien plantará en el extremo sur de esta propiedad, a la altura de , dos grandes viñas para producir chicha, valiéndose para ello de dos canales que construyó paralelos al de la hacienda de los Jesuitas en la Calera de Tango. Al morir, las deja al Hospital San Juan de Dios (León Echaíz 1976). Para la segunda mitad del siglo XVII se construye la parroquia de Ñuñoa, con una pequeña iglesia de adobe a la vera del camino de Ñuñoa, actual Av. Irarrázaval, y cuya jurisdicción se extendía desde la falda del cerro san Cristóbal hasta el río Maipo y los cerros de Tango. Para estos momentos, se señala que la Chacra de , perteneciente a Diego Jaraquemada, comprendía desde la cordillera hasta el camino real de la Frontera, contando con olivares y potreros para la crianza de ganado mayor y menor (León Echaíz 1975).

Para la segunda mitad del siglo XVIII se inician los trabajos para construir el canal San Carlos, con el objeto de regar los pedregales del Llano del Maipo, pero la iniciativa fracasa a causa de la rotura de sus bordes y la aparición de brechas a lo largo de su cauce (León Echaíz 1975). En aquellos años el límite sur del espacio urbano de Santiago lo conforma el canal de San Miguel, actual Av. Diez de Julio (León Echaíz 1975). A fines del siglo XVIII, Luis Nee, miembro de la expedición Malaespina, entrega una descripción del Camino Real al sur en su tramo que cruza el Llano del Maipo, entre la ciudad de Santiago y el río Maipo. Señala que es un páramo despoblado, seco y con escasa vegetación, no apto para la agricultura, la cual solo se desarrolla hacia los pies de la cordillera en donde hay varias estancias. El camino en sí mismo se señala como molesto por los guijarros y el polvo. El ingreso a Santiago se realiza por el conventillo para ir a San Francisco y San Juan de Dios, que están en una especie de arrabal (Nee [1793] 2004).

14 Durante la segunda mitad del siglo XIX y por orden de Bernardo O´Higgins, se construye el canal San Carlos que permitirá entregar aguas de regadío al Llano del Maipo. En forma paralela, se venden las antiguas tierras de , en esos momentos propiedad del Hospital de San Juan de Dios. De esta manera, cuatro mil cuadras se vendieron a Fernando Errázuriz, a partir de lo cual se forma la hacienda de Lo Espejo. Las restantes tierras se lotearon y vendieron en subasta pública. A partir de lo anterior, el Llano del Maipo fue dividido en hijuelas de diez cuadras de lado y cada una de estas hijuelas se dividió en lotes de cinco cuadras por lado, asignándoles derechos de agua del canal San Carlos. Una vez rematados, se obligó a sus propietarios a cercarlos y construir habitaciones cubiertas por tejas. Concluido el canal San Carlos, estas tierras comenzaron a producir con siembras, viñedos y árboles frutales (León Echaíz 1976).

Hacia 1821, por acuerdo del Senado, se ordena reservar en el centro del Llano del Maipo un área de treinta y seis cuadras para formar la futura villa de San Bernardo, nominada así en honor a Bernardo O´Higgins (Echaíz 1976). Originalmente se había trazado esta villa en La Granja, sin embargo, el actual emplazamiento fue ratificado en 1830 y se le confiere nombre y título en 1834 (Risopatrón 1924). En 1868 se le confiere título de ciudad a San Bernardo (León Echaíz 1976).

Hacia el segundo decenio del siglo XIX, el alemán Schmidtmeyer realiza un viaje al sur de Santiago, valiéndose para ello del camino de la Frontera. En un punto entre Santiago y el río Maipo aloja en la hacienda de Francisco Tagle, la que cuenta con plantaciones de naranjos y limones, además de actividades de curtiembre. Al seguir su avance al sur, cruzan el río Maipo por el puente colgante de cañas y cuerdas de cuero (Schmidtmeyer 1947). La Inglesa María Graham, para la misma fecha, describe esta zona cuando emprende un viaje hacia Melipilla. Señala que, antes de la construcción del canal del Maipo por O´Higgins, el Llano del Maipo era un espacio estéril. Sin embargo, producto del canal San Carlos, proliferan las cementeras, destacando el suelo de este territorio como una tierra vegetal muy delgada, mezclada con arena y piedrecillas (Graham 1988).

En 1855 se organiza una compañía de accionistas que propone construir el ferrocarril Santiago-Talca. En 1857 es entregada al servicio público el ferrocarril hasta la estación de San Bernardo (Risopatrón 1924, Tornero 2011).

A mediados de siglo se inauguraría el mercado de la calle San Diego, en el espacio que actualmente ocupa plaza Almagro, el cual se vincula con las actividades comerciales llevadas a cabo por los viajeros que entraban a la ciudad proveniente del sur ya desde el siglo XVIII, cuando en este espacio existía una parada para las carretas provenientes del sur que venían por el antiguo camino de La Frontera, en donde se descansaba y se daba a beber a los animales, además de aprovechar de vender algunos productos (Hidalgo y Vila 2015).

Hacia 1872 se señala que el Camino Real o camino de La Frontera llegaba a la ciudad de Concepción, y el Llano del Maipo operaba como límite para la subdelegación de Ñuñoa y el departamento de La Victoria, con capital en San Bernardo. Sobre esta localidad, se señala que, aunque es extensa y llena de arboledas, cuenta con escasa población y solo es concurrido en época de carnaval (Tornero 2011).

15 En 1874 San Bernardo es capital del departamento de La Victoria. Para estos momentos tan solo la calle del Estado, que parte desde la plaza y a lo largo de una cuadra, cuenta con pavimento de piedra de río. El antiguo Camino de la Frontera es descrito como una carretera en buen estado que permite una buena conectividad entre Santiago y Rancagua (Vicuña Mackenna 1874).

En la última década del siglo XIX son conformadas las comunas de La Granja y , separándose de Ñuñoa (De Ramón 2011). Asimismo, se menciona la aldea de Lo Espejo, inmediata a la primera estación del ferrocarril al sur (Espinoza 1897). La Granja, en tanto, es señalada como un lugarejo, con apenas 105 habitantes. Para esta época sigue vigente el antiguo camino de La Frontera como vía para ir al sur de Chile, ahora llamado Camino del Sur. Parte desde San Diego dirigiéndose hacia el sur pasando por el Llano de Subercaseaux (Espinoza 1897).

A inicios del siglo XX, los límites urbanos de la ciudad de Santiago están dados por el Camino de Cintura (De Ramón 1985), actual Avenida Matta. San Bernardo es descrita como una ciudad de una cincuentena de manzanas, agrupadas en torno a una plaza fundada en 1884 (Risopatrón 1924). Por su parte, La Granja es un caserío con servicio de correos, situado en el camino a Santa Rosa. Se menciona también la aldea Lo Cisterna, formada a partir de la llegada del ferrocarril eléctrico de Santiago a San Bernardo y descrita como un conjunto de varias quintas dispuestas a ambos lados del camino público (Risopatrón 1924).

1.4.1 La importancia del agua

El uso agrícola del sector sur de Santiago se intensifica paulatinamente con las obras de regadío que impulsaron primero los Jesuitas para sus haciendas de El Chequén y otras propiedades, incluyendo Calera de Tango y, posteriormente, por el desarrollo de las obras de regadío asociadas a la red de canales del Maipo, que comenzaron a extenderse por la cuenca desde el siglo XVIII (1).

El trabajo de diseño inicial de las obras proyectadas por los Jesuitas fue encargado a Nicolás de Abos y PadiIIa, “que se dedicó a la ejecución del reconocimiento, cálculo, presupuesto y trazado del futuro Canal de Maipo, confeccionando el mapa, donde describe su recorrido, siendo uno de los más antiguos de que se tenga testimonio; en él se muestra la dirección que tendría el proyectado Canal (que no difiere sustancialmente del actual) (Asociación de Canalistas 1997).

16 Figura 1. Intervención sobre Plano Proyecto canalización de los Jesuitas, 1746.

Fuente: Elaboración propia, sobre plano tomado de Asociación de Canalistas. 170 años (Asociación de Canalistas 1997).

A Domingo Eyzaguirre se comisionó para que vendiese los terrenos llamados “de Lepe” y el agua del canal de San Carlos, a fin de que con los productos de estas ventas emprendiese una nueva obra y formase la villa de San Bernardo. Abrió tres grandes canales llamados San Joaquín, San Francisco y San Bernardo, tarea terminada en 1829. Posteriormente impulsó la construcción del Canal Eyzaguirre (Asociación de Canalistas 1997).

Las aguas canalizadas hasta el “Camino del Puente” se distribuyen por una serie de canales paralelos que recorren de oriente a poniente, desde el Camino del Puente -hoy avenida Santa Rosa- hasta el Camino del Tango -Ochagavía- a lo largo de los límites de los predios agrícolas, siguiendo el sentido de la pendiente y atravesando el camino Los Morros. Hacia 1840, estos canales darán lugar a la formación de calles como Av. Américo Vespucio, calle Juan Solar Parra, Av. Observatorio, Av. Lo Martínez y Av. Lo Blanco (Asociación de Canalistas 1997).

Según León Echaíz (1975:44): “De este modo, las tierras del Llano quedan de facto bajo tutela del gobierno. Durante el Gobierno de don Bernardo O’Higgins, se acordó vender estas tierras. Por acuerdo del Senado Consulto de 9 de Enero de 1819 se vendieron cuatro mil cuadras a don Fernando Errázuriz [...]. Y por acuerdo del 9 de Febrero de 1821, se acordó lotear el resto y venderlo en pública subasta. [...] En virtud del último de estos acuerdos, el Llano del Maipo fue dividido en hijuelas de diez cuadras por lado; y cada una de ellas se dividió, a su vez, en lotes de cinco cuadras por lado. A cada lote se le asignaron derechos de aguas del canal San Carlos en construcción.

17 De esta forma se dio origen a las “chacras” que dominaron la zona desde 1821 hasta comienzos del siglo XX. El nombre de las actuales comunas se asocia a los propietarios de aquella época: La Cisterna (chacra de Ramón Cisternas), comuna de San Ramón (chacra de Ramón Castro), comuna de (chacra de Manuel Pinto), comuna El Bosque (chacras de Manuel José Miranda y de Domingo de Eyzaguirre, siendo este último quien plantó un bosque de álamos en sus tierras, del cual derivó el nombre de toda la zona) y comuna de La Granja (chacra del Convento de la orden Franciscana conocida como “la granja”, entregada en compensación por O’Higgins debido a la expropiación de terrenos aledaños al Convento de San Francisco).

A la subdivisión de predios agrícolas con ocasión de la inminente apertura del Canal San Carlos, se sumó la fundación de un centro administrativo, comercial y de servicios denominado la Villa de San Bernardo y la construcción del camino de “La Polvareda” para conectar la nueva villa con el camino de San Diego y, a través de este, con Santiago, eje que pasará a llamarse Camino de San Bernardo (Forray y Saavedra 2018).

Figura 2. Subdivisión y estructura de la propiedad en el siglo XIX y principios del XX

Muestra la subdivisión del llano en 11 módulos de 1,28 km, entre Detalle de chacras existentes en 1910 en torno al Camino Los calle Carlos Valdovinos por el norte y el Canal San Bernardo por el Morros, basadas en la subdivisión mencionada. sur.

Fuente: Intervención sobre imágenes de Forray y Saavedra (2018)

Con la fundación de San Bernardo, se procedió a la bifurcación del camino de San Diego para conectarlo hacia el poniente con esta nueva villa. Esta conexión dio lugar a la aparición de

18 la localidad agrícola de La Cisterna y a la plantación del Bosque de Lo Espejo. Este proceso fijó el trazado actual de la Gran Avenida y algunos de sus rasgos característicos, como las centralidades de La Cisterna y San Bernardo, y la arborización de la avenida en este tramo, que corresponde a los restos del Bosque de Lo Espejo. Al mismo tiempo, estas operaciones cambiaron la denominación del camino, limitando el nombre de calle San Diego al tramo más cercano a la Alameda, mientras que el tramo sur pasó a llamarse Camino de San Bernardo o de La Polvareda (Forray et al. 2013).

Fotografía 1. Vivienda de Pedro del Río Talavera en chacra o fundo Lo Cisterna.

Construida entre 1915 y 1916 y diseñada por el arquitecto francés Emilio Doyere. Monumento Histórico Fuente: Consejo de Monumentos Nacionales.1

1.4.2 Las vías de comunicación y medios de transporte

Por la Ley N° 4.376 de fecha 18 de noviembre de 1892, publicada en el Diario Oficial, se creó la comuna de La Granja del Departamento La Victoria, correspondiente al área donde se emplaza el proyecto. En esta época era un área completamente rural con una escasa población campesina.

Hasta bien entrado el siglo XX la zona donde se emplaza el proyecto de extensión de la Línea 2 del Metro no formó parte del Santiago urbano y muy escasamente se representaba en mapas y planos,

1 Disponible en: http://www.monumentos.cl/monumentos/monumentos-historicos/edificio-ubicado- gran-avenida-jose-miguel-carrera-no-8925-ex-casa

19 con excepción de la Villa de San Bernardo que en realidad era un poblado rural muy autónomo de la ciudad.

En materia de cartografía uno de los pocos antecedentes lo constituyen una serie de planos de la Asociación de Canalistas del Maipo (4) que a principios de siglo XX grafican una realidad principalmente rural del área del proyecto, con predominio de las “chacras” como forma de ocupación del territorio. En el plano se han superpuesto las calles actuales y la ubicación aproximada de las Estaciones de Metro de la extensión de la Línea 2.

Figura 3. Santiago y sus alrededores, 1901.

Fuente: Imagen intervenida sobre plano de la Sociedad de Canalistas del Maipo disponible en Archivo Visual de Santiago.

Como se puede apreciar en la figura siguiente, en las primeras décadas del siglo XX el área de estudio comienza a ser representada, dando cuenta de una estructura principalmente rural, donde dominan las “chacras” y solo aparecen las nuevas villas en el área norte del proyecto en los sectores de “La Granja” y “La Cisterna”, cercanos a lo que hoy es Américo Vespucio.

20 Figura 4. La Granja y San Bernardo, 1927.

Fuente: Elaboración propia en base a dos cartas del Estado Mayor del Ejército, disponibles en Archivo Nacional Digital de la Biblioteca Nacional.

El Ferrocarril

El tramo Santiago-San Bernardo fue el primero en inaugurarse dentro del extenso ferrocarril hacia el sur y significó un gran esfuerzo por parte del gobierno de la época, encabezado por Manuel Montt. San Bernardo fue la primera parada del tren al sur, con su estación construida en 1868.

21 Fotografía 2. Estación San Bernardo del Ferrocarril al Sur.

Fuente: Delgado Valdivia (2016).

Ferrocarril Eléctrico de Santiago a San Bernardo

Este ferrocarril fue entregado para su uso en 1908. Era de trocha angosta lo cual lo hacía compatible con el sistema de tranvías urbanos de Santiago. Alcanzaba una distancia total de 20 kilómetros desde la Casa Central de la Universidad de Chile hasta San Bernardo (Delgado Valdivia 2016).

Las estaciones eran 15: Santiago (Franklin); La Aguada; San Miguel; Lo Vial; La Pirámide; Lo Ovalle; Álamos Injertados; Lo Cisterna; Santa Cristina; Lo Benítez; Lo Martínez; Lo Moreno; La Polvareda; San Bernardo y Plaza San Bernardo.

Tranvías

Las vías hacia San Bernardo surgen gracias a un decreto de carácter presidencial del 11 de febrero de 1905 que autorizaba para construir y explotar una línea de tranvías eléctricos a Manuel y Horacio Valdés Ortúzar. Esta línea funcionaría como empalme de la línea Matadero Franklin, siguiendo por calle San Diego y el Camino de la Polvareda hasta la plaza de San Bernardo.

Hacia 1930 existían más de treinta y seis líneas de tranvías que recorrían la ciudad, junto con cuatro líneas independientes: Línea San Bernardo, desde la Alameda las Delicias, Línea la Cisterna y que partía de Avenida las Delicias siguiendo por la Gran Avenida José Miguel Carrera hasta la Cisterna (Lugares de Ciencia s/f).

Al inaugurarse el primer tramo del ferrocarril eléctrico de Santiago a San Bernardo, la empresa de ferrocarriles colocó a las estaciones los nombres de los correspondientes caseríos del lugar. El trazado de este ferrocarril era de 16 kilómetros entre las estaciones Central y San Bernardo,

22 distribuidos en paraderos. El paradero 25, donde empezaba el fundo Lo Cisternas, quedó registrado oficialmente como "La Cisterna", de donde proviene el nombre de la futura comuna.

Posteriormente los tranvías comenzaron a ser desplazados por los trolebuses con la llegada de los nuevos buses a diésel y petróleo desde la década de 1940. En 1959, el último tranvía de la ETC realizó su último viaje.

Caminos

Entre 1930 y 1931 se ordena la ampliación y pavimentación de la Gran Avenida. En los años posteriores —cuando se construye el nuevo acceso sur a Santiago por la Ruta 5 Sur— esta vía desempeña ya un papel netamente urbano. Se transformaba en la vía más directa de salida de la ciudad. Esto provocó que el tramo del antiguo camino Los Morros, comprendido entre La Cisterna y el río Maipo, fuera perdiendo importancia y pasara a ser la espalda de la creciente actividad urbana de San Bernardo, tras mantenerse por más de un siglo como camino agrícola (Forray y Saavedra 2018).

Fotografía 3. El Llano Subercaseaux en 1931.

Fuente: Memoria Chilena.2

2 Disponible en http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-55131.html

23 El camino Los Morros (Avenida )

Período de la conquista y colonia

Este camino, que tiene su origen en los primeros años de la ocupación hispánica a lo menos, está aún en el debate, pues sigue abierta la pregunta de si constituye parte del Camino del Inka (Qhapaq Ñan).

La cartografía de la zona es muy tardía para aclarar dudas, pero establece que en la zona del Llano del Maipo existían tres caminos que permitían el paso hacia el sur del río Maipo: el Camino del Puente Antiguo, el Camino Real del Puente y el Camino de Tango.

Figura 5. Plano de El Llano de Maipo (1755-1761 aprox.), realizado por Antonio Lozada.

Fuente: Forray y Saavedra (2018).

Forray y Saavedra (2018) proponen algunos elementos que permiten establecer una relación más clara entre la actual Gran Avenida y su continuación natural que es Los Morros, con descripciones de la Colonia.

El primero se refiere a la existencia del Camino Real de Chada que según el “Informe de la Comisión de Trabajo Autónomo Mapuche”, desde tiempos incaicos conducía desde la ribera sur del río Maipo hacia los sitios agrícolas de Cerrillos de Chada, Cerro la Compañía y Hacienda Cauquenes (Forray y Saavedra 2018).

24 Haciendo referencia al traslado de pueblos de indios desde Chada a Codegua, los mismos autores señalan que:

Desconocemos el punto de cruce del río por el cual el Camino Real de Chada conectaba los centros administrativos Inka de Chena y La Compañía evocados más arriba, sin embargo, podemos arriesgar la tesis de que posteriormente -en la primera mitad del siglo XIX- éste podría haber sido conectado con el camino de Los Morros a través del puente del mismo nombre… (Forray y Saavedra 2018).

Por último, se menciona la relación lógica entre el antiguo Camino de San Diego, como una continuación lógica del Qhapaq Ñan que entraba a Santiago por la actual avenida Independencia, aunque no se conoce su derrotero al sur del Zanjón de La Aguada. Los Morros podría ser su continuación natural.

San Diego sería en realidad la parte norte del Camino Real del Sur, que comunicaba Santiago con los territorios al sur del Maipo. Recibió su denominación popular de “San Diego” por la imagen de San Diego de Sevilla, instalada en la Cañada en 1554.

Según Stehberg, uno de los puentes construidos por los incas para atravesar el río Maipo coincidiría con el actual cruce del camino Los Morros (Stehberg 2001).

Figura 6. El Camino a San Bernardo en la época republicana y San Diego y el crecimiento periférico.

Fuente: Forray et al. (2013)

Después de la Independencia de Chile, el Camino Los Morros comienza a tener un rol secundario, pues el loteo impulsado por O’Higgins y Eyzaguirre así como la fundación de San Bernardo y el

25 desarrollo del sector de El Llano, llevaron a que la construcción del Camino de la Polvareda o de San Bernardo, se constituyera en la principal vía de comunicación al sur y eje del desarrollo urbano. Los Morros queda postergado como un camino de conexión de las chacras y de paso al sector de Chada.

Esta situación se consolida con la entrada en funcionamiento de los tranvías, que marcaron sus rutas por la Gran Avenida (especialmente El Llano) y el camino de San Bernardo. También se suman las nuevas poblaciones y las edificaciones y obras públicas que se emplazan o miran hacia la Gran Avenida.

Figura 7. Secuencia del proceso de urbanización en torno a Los Morros en el tramo de estudio 1910-1990

Tipos de operación: compraventa de sitio con edificación (azul fuerte), compraventa de sitio y edificación por iniciativa propia (azul), loteo y edificación por cooperativa (rojo), políticas públicas de vivienda social (amarillo), tomas de terreno (beige). Fuente: Forray y Saavedra 2018).

En este periodo, el avance de las poblaciones hacia el sur llega hasta la actual Avenida Lo Martínez, aunque sin continuidad. Las poblaciones se levantan en predios aislados, distantes entre sí por 600 a 800 metros.

En los años 60 se construye en el costado poniente de la Gran Vía uno de los últimos conjuntos habitacionales por compraventa privada correspondiente a la Población Luis Martínez, cuyo fondo colinda con el Camino Los Morros.

Más adelante se erigen en el costado oriente del camino Los Morros cuatro poblaciones destinadas a familias en situación de extrema pobreza, radicadas a través del Programa de Operaciones Sitio: la Población Yolanda Díaz, la Villa La Cisterna y la Población Santa Elena (ver Fotografía ), erradicadas de campamentos originados por tomas en otros lugares de la ciudad, y la Población Los Acacios, que surge a partir de una toma de terreno en el mismo lugar (Forray y Saavedra 2018).

26 Hasta la década del ‘70, el camino Los Morros aún muestra esa mezcla rural-urbana a pesar del aumento de la población que sigue orientado hacia Gran Avenida. El Hospital El Pino será, después de dejar de ser Sanatorio, un polo que incentivará la modernización de Los Morros como vía de comunicación y transporte.

En los ‘80, en la nueva Comuna de El Bosque, en el costado oriente de Los Morros se levantan cuatro poblaciones de erradicación: la Población Valparaíso, las Poblaciones El Almendro I y II y la Villa Pinochet; y se radica un campamento originado por toma de terreno: la población Carol Urzúa. Además se construye un loteo privado, la Villa Esperanza, y un conjunto de vivienda social en departamentos para familias que no se encuentran en extrema pobreza, El Tattersall. Por el costado poniente, se termina de construir por esfuerzo propio la Población General Oscar Bonilla iniciada en el período anterior, así como la Población Renacimiento construida por cooperativa. De este modo en los años 80 termina de configurarse la calle Los Morros por ambos frentes. (Forray y Saavedra 2018).

Es interesante señalar que aún subsisten avenidas transversales a Padre Hurtado (ex Los Morros) que mantienen su diseño desde la subdivisión predial del siglo XIX, tales como Riquelme, Alejandro Guzmán, Observatorio, Lo Martínez y Lo Blanco.

1.4.3 El crecimiento de la población y la expansión de la ciudad

Gracias al tranvía eléctrico, el proceso de urbanización también cobraba forma en el área sur de Santiago. En el Paradero 33 se levantó, en 1908, el Observatorio Astronómico y Meteorológico de Lo Espejo que dio el nombre a esa calle y que servía para apoyar los vuelos de los aviones y la aeronavegación.

Cinco años después la Fuerza Aérea de Chile compró los terrenos aledaños y utilizó algunas de las instalaciones del observatorio. En 1936 se construyó la base aérea El Bosque que ocupa el tramo de Gran Avenida entre los paraderos 31 y 38.

Figura 8. Aeródromo El Bosque en 1941 y construcción Observatorio en 1912

Fuente: Archivo Revista LIFE y Archivo Fotográfico Dirección Arquitectura MOP.

27 Paulatinamente, la Gran Avenida vio cambiar su impronta semi-rural por una más urbana, consecuencia lógica del crecimiento de la población y de la demanda por suelo urbano.

Hacia 1910 se crean los primeros loteos residenciales próximos a La Cisterna gracias a su nueva accesibilidad. Es así como en torno al camino de San Bernardo, se crean las primeras poblaciones: Villa Italia, Biaut, Nueva España, Puente Lo Ovalle, Población San Ramón, Villa Venecia, Lo Cisternas, Población Villa Italia, Goycolea y el pueblito de Lo Espejo, entre otros. Frente a la Base de la Fuerza Aérea (Gran Avenida) se instala un conjunto habitacional destinado a los miembros de la institución llamado la Villa Cóndores de Chile. Junto con ella, al norte del camino Los Morros, en el límite sur de Villa Italia y a ambos costados del camino Los Morros, se crean otros dos conjuntos de vivienda destinados a la compra por financiamiento propio para miembros y empleados de la misma institución: las poblaciones Carlos Castro y Sargento Aldea.

Muchos de ellos implementan sus propias líneas de tranvía para garantizar su accesibilidad desde y hacia Santiago.

Figura 9. Población Villa Italia, La Cisterna, mayo de 1910.

Fuente: Forray y Saavedra (2018).

Debido a su localización privilegiada, el antiguo poblado de La Cisterna, situado al poniente del punto de la bifurcación del Camino de San Bernardo, se desarrolla a principios de siglo como un centro dotado de comercio y servicios como escuelas, restaurantes, casino, sala de filarmónica, para las chacras de grandes personalidades localizadas en el entorno. (Forray y Saavedra 2018).

El 30 de mayo de 1925 nace la comuna de La Cisterna, absorbiendo gran parte del territorio de La Granja. El desarrollo y estructuración de la comuna en su origen fue lineal, a lo largo del antiguo Camino de San Diego (hoy Gran Avenida José Miguel Carrera).

El crecimiento poblacional se intensifica en la década del ‘40 durante el siglo XX, pero será a partir de 1950 que la población de la zona centro de la capital congela su crecimiento, comenzando a expandirse la ciudad hacia la periferia. Hacia finales de esa década surgen iniciativas del Estado para solucionar el problema habitacional y las primeras movilizaciones de tomas de terreno.

28 El desarrollo y estructura lineal del sector, en torno a la Gran Avenida, unido al rebalse poblacional que traspasó el umbral urbano constituido por el Zanjón de la Aguada, significó la ocupación de la franja periférica. En algunos puntos como el que se definía en el paradero 25 (calle Progreso), se generaba un pequeño centro conformado por almacenes, una escuela y algunos equipamientos. Este centro terminaba en el paradero 27 con la Casona de Villa Italia, localizada en el interior de un predio de la calle Los Morros, entre Condell y Prat, rodeada de grandes palmeras (Ilustre Municipalidad de La Cisterna s/f).

En la década de 1940 se creó el Hospital El Pino como parte del programa de tratamiento para enfermos de tuberculosis, siendo en ese entonces un proyecto pionero en Sudamérica. Debido a que este centro asistencial se hizo pequeño para atender a sus usuarios, se ubicaron unas casas en el Fundo El Pino, en San Bernardo, para habilitar 120 camas más. El éxito alcanzado durante sus primeros años obligó a que se construyeran otros sectores a partir de 1947, pasando del antiguo Centro de Reposo a llamarse Sanatorio El Pino. En agosto de 1952, el antiguo Sanatorio El Pino cambió su nombre a Hospital Sanatorio El Pino. Gracias a diversas mejoras en el tratamiento de la tuberculosis, la atención médica de este establecimiento se ocupó también de otras actividades, habilitándose un Consultorio Abierto en 1971 (Ministerio de Salud 2013).

La expansión urbana y los sin casa

La ciudad de Santiago inicia en el siglo XX y particularmente a partir de mediados de dicho siglo, se desarrolla un proceso de crecimiento poblacional acelerado explicado por la disminución de la mortalidad infantil y la progresiva migración del campo a la ciudad.

Tabla 1. Crecimiento poblacional de Santiago 1907-1970 Años Población de Censos Santiago (Nº Hab)

1907 332.724

1920 507.296

1930 696.231

1940 952.075

1952 1.353.400

1960 1.907.378

1970 2.436.398

Fuente: Ferrando (2008)

29 Parte importante de la población “sin casa” vive en asentamientos irregulares, llamadas “poblaciones callampas”, que son asentamientos que se consienten tácitamente, concentrando gran cantidad de población, sumado a la población que habitaba hacinada en cité y conventillos.

Mayoritariamente, la población pobre y sin casa habitaba a principios de siglo en el área urbana de Santiago, limitando por el sur con el Zanjón de la Aguada. El acceso al agua y los servicios urbanos era un condicionante.

Para el año 1952 vivían en poblaciones callampas unas 75.000 personas, equivalentes al 6,25% del total de la población de Santiago, pero en 1966 este número había ascendido a 201.217 personas, el 8,05% del total de los habitantes de la ciudad (Sepúlveda 2009).

La respuesta por el lado del gobierno surge el año 1958 a través de la promulgación del DFL2, destinado a fomentar la construcción de viviendas, pasando a construir 28 mil viviendas al año.

Durante el período que abarca desde 1946 a 1964 los gobiernos de González Videla, Ibáñez y Alessandri ejercieron una labor erradicadora por medio del traslado masivo de habitantes desde los terrenos donde se habían instalado originalmente hacia otros que habían sido loteados y urbanizados por el Estado, en cuyos sitios se iniciaba la construcción de viviendas definitivas.

En 1964, se busca dar un impulso más fuerte a la solución del problema habitacional a través de un mecanismo intermedio: la Operación Sitio, que tiene por objetivo masificar el acceso a la vivienda a través de la entrega de sitios urbanizados de 9 x 18 m, quedando por cuenta de las familias la posterior construcción de la vivienda. Sin embargo, todos estos esfuerzos no fueron suficientes para paliar el déficit habitacional, lo que llevó al desarrollo de tomas de terreno y la instalación de “campamentos”.

El Zanjón de la Aguada se convirtió en uno de los sectores más poblados durante los años 50, convirtiéndose en el mayor “cordón de miseria” de Santiago, alcanzando unos cinco kilómetros de longitud por un poco más de 100 metros de ancho, donde habitaban unas 35.000 personas agrupadas en 10 sectores o poblaciones (Sepúlveda 2009).

Desde allí surgiría, en 1957, la toma que dio origen a la Población La Victoria, en la que cerca de 1.200 familias provenientes del cordón de miseria del Zanjón de la Aguada se tomaron los terrenos de la chacra La Feria, constituyéndose, según algunos autores, en la primera toma organizada por terrenos de Chile y América Latina.

Los pobladores del Zanjón comenzaban así a poblar la zona sur de Santiago. Un ejemplo de ello es la Villa Santa Elena (parte del área de influencia del proyecto), cuyos habitantes el año 1964 formaban parte de ocupaciones espontáneas de sectores del Zanjón de la Aguada y otros sitios en San Miguel. Producto de la visita de Charles de Gaulle al país y viaje a Rancagua, el gobierno estimó necesario trasladar a los cientos de familias ubicadas en la zona a otro sector que no tuviera una visibilidad tan inmediata, como lo era Gran Avenida, único acceso al sur.

30 Dadas estas circunstancias, fueron embarcadas las familias en camiones municipales y trasladadas a un sector aledaño a FAMAE (Fábricas y Maestranzas del Ejército de Chile), que era utilizado en ocasiones como canchas de fútbol.

En este contexto, en la actual comuna de El Bosque se emplazaba la chacra Santa Elena, que fue adquirida por los organismos administrativos para establecer a cientos de familias de precarias condiciones sociales. A este lugar fueron trasladados, a través de gestiones conjuntas de las directivas y miembros municipales, los pobladores que habían sido ubicados circunstancialmente al lado de FAMAE.

De esta forma, el terreno atribuido a cada familia tenía una pequeña mediagua que iba a albergar provisoriamente a sus miembros, mientras se llevaba a cabo la construcción de la vivienda definitiva. El proyecto recién comenzó en 1973 con 500 viviendas y fue interrumpido por el Golpe de Estado, terminado en un largo proceso que duró hasta la década de 1980 (Garcés s/f).

Fotografía 15. Villa Santa Elena.

Fuente: Reconstrucción de la Historia de Santa Elena y Google Earth.

Aunque hubo un paréntesis después de La Victoria, las grandes tomas continuaron en Barrancas en 1967, con una toma que dio origen a la población Herminda de la Victoria. Desde ese momento, las “tomas” se fueron multiplicando en la ciudad de Santiago, llegando en 1972 a más de 300 campamentos que correspondían a tomas y operaciones sitio, que congregaban a más de 50 mil familias y a unos 250 mil santiaguinos. Se cerraba un ciclo histórico de pobres de ranchos conventillos y callampas, mediante la presión al Estado para ampliar las operaciones sitios, o tomando sitios, que comenzarían a dar vida a nuevos barrios y “poblaciones” como producto del desarrollo de su propio movimiento (Garcés 2003).

Con esta política cambió bruscamente la fisonomía del área situada entre Gran Avenida y el antiguo Camino del Sur (Los Morros-Padre Hurtado). Las poblaciones Santa Elena, Las Acacias y El Olivo, en un lapso de tres años, entre 1967 y 1970, ocuparon más de 19 hectáreas en el sector (Forray y Saavedra 2018).

Para el año 1973, en las comunas beneficiadas con el proyecto Extensión Línea 2 a El Bosque y San Bernardo, existían 23 campamentos en La Granja y 38 en La Cisterna, de un total de 390 en la Región

31 Metropolitana. Las tomas en estas comunas volvieron después de la crisis económica de 1983, contabilizándose 7 en ambas, con un total de más de 44.000 personas por parte de “allegados” de las poblaciones ya consolidadas (MINVU 1974).

El año 1979 se puso en marcha el "Programa de viviendas básicas de erradicación de campamentos", que entre ese año y 1985 radicó y erradicó dentro de la ciudad a 28.703 familias. Del total de las familias erradicadas, un 77,3% fue desplazado a sólo cinco comunas del área sur de Santiago: La Pintana, Puente Alto, La Granja, San Bernardo y Peñalolén.

Figura 10. Información de prensa erradicación de campamentos.

Fuente: Rojas (2014).

Además del problema de la segregación espacial, las familias desplazadas sufrieron el desarraigo de su entorno habitual y familiar. Las comunas receptoras, generalmente pobres en infraestructura y equipamiento, debieron soportar la llegada de los pobladores formando bolsones de pobreza y marginalidad social. En cambio, buena parte de las comunas "dadoras" se beneficiaron de una rápida valorización de los terrenos. Como consecuencia de estos movimientos de poblaciones se desarrolló una mayor homogeneidad social en las comunas (Sepúlveda 2009).

32 Junto con la política de erradicación se desarrolló una nueva política urbana y de vivienda. Así, en 1976, se fusionan las cuatro corporaciones que existían: Corhabit, Cormu, Corvi y Cou, estableciéndose un Servicio Regional de Vivienda y Urbanización (SERVIU) en el Área Metropolitana. Se promulga una nueva Ley General de Urbanismo y Construcciones en 1975 (DFL 458).

En 1979 se aprueba la Política Nacional de Desarrollo Urbano, que asegura que el suelo urbano no es un recurso escaso y que es necesario aplicar sistemas flexibles de planificación -con una mínima intervención estatal- y eliminar restricciones para permitir el crecimiento natural de las áreas urbanas, siguiendo la tendencia del mercado, modificándose en consecuencia el Plan Intercomunal de Santiago (MINVU s/f). De este modo, la política de subsidio habitacional y la postulación a viviendas sociales ofertadas por la empresa privada en aquellas zonas de menor valor del suelo, determinó una intensificación del proceso de expansión urbana y el crecimiento de la población en el área sur de Santiago.

El área de estudio concentra una población asentada en villas y poblaciones con un gran porcentaje de pobreza. El paulatino crecimiento de la población llevó a la creación, en 1981, de la comuna de El Bosque, aunque no es sino hasta 1991 que inicia sus funciones. Se conforma a partir de parte de los territorios que pertenecían a las comunas de La Cisterna y San Bernardo.

ANTECEDENTES ESPECÍFICOS DE LAS ÁREAS DE INTERVENCIÓN

Mediante el permiso del ORD 3722/2018 se autorizó la realización de pozos de sondeo para caracterizar los diez piques (de estación y construcción) que corresponden a las principales áreas de intervención del proyecto.

1.5.1 Pique de construcción Vicuña Mackenna

Se realizó sondaje arqueológico en el pique de construcción Vicuña Mackenna en el cual se excavaron cinco pozos de sondeo (U1 a U5), la mayor parte de las cuales se profundizaron hasta los 2,5 m, con un pozo de control que alcanzó los 4 m de profundidad, correspondiente a la unidad 5. El pique contó con ampliaciones, las cuales se realizaron para conocer la extensión de los rasgos observados en las unidades 2, 3 y 5; siendo un total de 35 ampliaciones. El total de la excavación da cuenta de la presencia de material correspondiente a estructuras del siglo XX y posiblemente finales del siglo XIX, siendo estas estructuras cimientos y pisos de piedras y concretos. El material cultural encontrado respondió a la misma cronología.

El 13 de agosto del año 2019 se autorizó el rescate de las estructuras a través del ORD N°3579, en el cual se indicó que se ejecutaran 3 pozos para conocer la materialidad que se encontraba bajo los rasgos, y en conjunto con esto el despeje de la totalidad de los rasgos en el área que va a ser intervenida por el proyecto de Extensión de Línea 2 a El Bosque y San Bernardo. De este rescate se identificó que el predio contiene representaciones de elementos arquitectónicos (cimientos y suelos) y urbanos (acequias y/o canales y pavimentos) que darían cuenta de la presencia de una calle y su relación con contextos domésticos de borde en el siglo XIX. Además, se evidencian elementos arquitectónicos que dan cuenta de la ocupación de viviendas de mitad siglo XX y actuales.

33 En conjunto con lo anterior se pudo apreciar un alto nivel de disturbación y alteración de los componentes de ocupación.

La autorización para realizar obras de construcción del pique consta en el ORD. Nº1988/2020, del 3 de junio.

2 OBJETIVOS

Los objetivos definidos para el MAP son los siguientes:

• Mantener vigilancia sostenida de las actividades del proyecto durante la ejecución de trabajos de escarpe y excavación, considerando toda actividad que conlleve la remoción superficial y subsuperficial del suelo, hasta los 4 m de profundidad. • Realizar charlas de inducción a los trabajadores del proyecto sobre el componente arqueológico que se pudiese encontrar en el área del proyecto y los procedimientos a seguir en caso de hallazgo, antes del inicio de cada obra y apertura de un nuevo frente de trabajo.

3 METODOLOGÍA

REGISTRO DE LOS DISTINTOS FRENTES DE EXCAVACIÓN Y SUS ETAPAS DE AVANCE

Para realizar las labores de monitoreo arqueológico, se utilizó una metodología estándar de registro que considera la observación directa del frente de trabajo, además de la realización de anotaciones de campo, dibujos a escala de perfiles significativos, fotografías específicas de materiales diagnósticos (en caso de detectarse), plantas, perfiles y rasgos relevantes, gracias a la utilización de jalones, miras topográficas y norte.

CAPACITACIÓN ARQUEOLÓGICA AL PERSONAL

Este mes no se realizaron charlas de inducción ya que estas se habían efectuado en los meses anteriores de trabajo. La charla de inducción arqueológica se entrega, específicamente, al personal que ejecuta los movimientos de tierra, así como al personal de maquinaria, cargos directivos y responsables de la obra.

4 DESCRIPCIÓN DE LAS ACTIVIDADES REALIZADAS POR FRENTE DE TRABAJO.

Durante el mes de diciembre no se realizaron trabajos de monitoreo arqueológico permanente en ninguno de los piques de la Extensión de la línea 2 del Metro de Santiago.

CHARLAS DE INDUCCIÓN

En este mes no se realizaron charlas de inducción, ya que todo el personal constaba de estas.

34 5 RESULTADOS

Durante el mes de diciembre no se realizaron trabajos que requirieran monitoreo arqueológico.

6 CONCLUSIONES

De acuerdo con lo señalado anteriormente, no hubo actividad que debiera ser monitoreada durante el mes.

En Los piques Vicuña Mackenna, Riquelme, Sargento Aldea, Alejandro Guzmán, Las Vizcachas, Observatorio, Lo Martínez, Santa Cruz, Hospital El Pino y Calderón de la Barca no hubo supervisión arqueológica, ya que todo trabajo en ellas se encuentra a una profundidad mayor a los 4 metros.

35 7 REFERENCIAS CITADAS

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