En torno a Formación histórica de la Nación Paraguaya: etapismo, nacionalismo y determinismo histórico en la obra de Oscar Creydt

Carlos Castells UNR-CEALC [email protected]

Introducción

Este artículo propone revisitar la interpretación que el dirigente comunista paraguayo Oscar Creydt hizo de la historia paraguaya, expresada de forma cabal en un poco conocido aunque muy interesante ensayo titulado “Formación histórica de la Nación Paraguaya”. Esta interpretación fue una de las primeras que en el propuso una visión basada en las estructuras socio-económicas y en las relaciones de dominación, siempre en clave nacionalista y aun en la actualidad muestra su influencia atravesando a casi todas las tradiciones de izquierda del país. El presente trabajo centrará su interés, a su vez, en ciertos tópicos considerados fundamentales. Se trata de ejes que van ajustando el relato histórico del autor: el nacionalismo (vinculado a la idea de desarrollo nacional autónomo), el etapismo (el Paraguay debe independizarse política y económicamente antes de plantearse siquiera la lucha por el socialismo) y el determinismo (en cada momento histórico, fuerzas objetivas, estructurales, determinan los hechos y poco lugar se deja a las elecciones). Los tres elementos, finalmente, se encuentran entrelazados en torno a la idea de progreso que los engloba y condiciona.

Oscar Creydt

Oscar Adalberto Federico Creydt nace en 1906, en Felicia Kue, compañía de San Miguel, en el Departamento de Misiones. Era hijo de un rico propietario alemán casado con una paraguaya. A los diez años su padre lo lleva a Alemania a estudiar y vuelve en 1919, incorporándose al Colegio Nacional de Asunción. En 1923 ingresa en la Facultad de Derecho y participa activamente en la política estudiantil liderando el movimiento reformista, llamado “Nuevo Ideario Nacional”. En 1928 obtiene el título de Doctor en Leyes con una tesis sobre “El estado de sitio”. Publica un libro, El derecho de expulsión ante el derecho internacional constitucional (sobre la ley de “extranjería”), prologado por el Dr. Alfredo Palacios, y recibe los elogios de Cecilio Báez, importante intelectual paraguayo, que lo considera “el primer constitucionalista del Paraguay”. Al año siguiente, el movimiento juvenil reformista se radicaliza y comienza su acercamiento con el movimiento obrero. Algunos sectores de la juventud universitaria llaman a la formación de un movimiento político de masas en respuesta al conservadurismo de los dos partidos tradicionales. En 1930 la situación se hace altamente conflictiva y Creydt abandona el Paraguay, entrevistándose con dirigentes del PC argentino, siendo la impresión que estos le causan bastante negativas. En , no obstante, se encuentra con Luiz Carlos Prestes, y allí comienza su acercamiento a las ideas comunistas. En Brasil lee ávidamente la obra de Marx, Engels y Lenin y adopta definitivamente el marxismo. Al año siguiente, a raíz de los sucesos conocidos como la “masacre del 23 de octubre”, publica en la revista Claridad de un artículo titulado “La crisis nacional del Paraguay”, en donde llama a la creación de un Partido Comunista paraguayo. Con el estallido de la Guerra del Chaco (1932-1935) participa activamente de los “comités anti-guerreros”, y por pedido de la embajada paraguaya es detenido por el gobierno argentino de Agustín P. Justo. Durante su detención se realiza el congreso de re-fundación del Partido Comunista Paraguayo (PCP)1, que Creydt saluda a pesar de no poder asistir. Una vez en libertad, rápidamente se transforma en uno de los líderes naturales del pequeño partido. Vuelto al Paraguay luego de la guerra, participa en la organización de la Confederación Nacional de Trabajadores (CNT) y en las numerosas huelgas y conflictos que preparan el terreno al golpe cívico-militar de febrero de 1936. El PCP apoya decididamente al gobierno de la “Revolución”, apoyado sobre los cuarteles y la masa de excombatientes de la guerra del Chaco. Allí comienzan las disputas internas en el PCP entre quienes quieren fundirse en el proyectado Partido Nacional Revolucionario que impulsa el gobierno y los que reniegan de este intento liquidacionista. Ante el fracaso del proyecto, por la oposición de Creydt (quién ya contaba con gran autoridad dentro del partido), muchos de los dirigentes más oficialistas abandonan el PCP. Perseguido por el gobierno “febrerista” es deportado a la donde realiza una huelga de hambre reclamando su liberación. Vuelve al Paraguay ese mismo año y es vuelto a apresar y confinado al presidio militar de la isla de Peña Hermosa. Luego de la caída del “febrerismo”, producto del golpe militar de la Caballería, en agosto de 1937, y el regreso de los liberales al gobierno, la vida de Creydt corre peligro y debe abandonar el país. Durante los casi diez años que dura su largo exilio, afianza su relación con la Internacional comunista (a pesar de no contar con el beneplácito de Vittorio Codovilla), dicta clases en la Universidad de México y viaja por Chile y Perú. Contando con acceso a grandes bibliotecas en su exilio montevideano como en Moscú, afianza su orientación científica hacia la Antropología Social. Se opone desde el exilio a las líneas seguidistas de los dirigentes del partido en Paraguay con respecto al gobierno de Estigarribia, y logra que algunos de sus opositores sean expulsados del mismo. Se trata de la época del “autoritarismo” de Creydt, en donde expresa los típicos rasgos de dirigente stalinista2. Cuando la dictadura del Gral. Higinio Morínigo (1940-1948) entra en crisis en 1946, dando lugar a la “primavera democrática”, regresa al Paraguay y es recibido en un acto al que asisten más de diez mil personas. La popularidad del PCP había llegado a su cenit en la lucha contra la dictadura. Pronuncia allí un histórico discurso (que llega a ser publicado en la prensa tradicional): “Hacia la Asamblea Nacional Constituyente

1 El PCP fue fundado en 1928, sobre la base un Comité de Acción Social (sección paraguaya de la Internacional Comunista) que funcionada desde 1924. Este grupo no sobrevivió al final de la década. Creydt, en sus memorias, aunque parece conocer la historia del grupo, le niega representatividad. Este grupo fundacional sería reivindicado por sus opositores pro-rusos en los años sesenta. 2 Rosales, Humberto, Historia del Partido Comunista Paraguayo (1928-1991). Asunción: mimeo, 1991. Disponible en internet (2011): http://musekp.wdfiles.com/local--files/biblioteca-libre/humberto_rosales-historia_pcp-1991.pdf por un Paraguay Nuevo”. En Paraguay, participa de múltiples acciones partidarias, realiza conferencias en la Universidad (“Los héroes gemelos en la mitología guaraní”). Durante la guerra civil del año 47 permanece clandestinamente en Asunción trabajando a favor de los “revolucionarios”. La derrota de las fuerzas progresistas en la guerra civil lleva a un nuevo exilio, el más largo de todos, esporádicamente abandonado con entradas clandestinas al país. Desde Buenos Aires y Montevideo participa en la organización del FULNA (Frente Unido de Liberación Nacional), movimiento armado de oposición a la dictadura del Gral. Alfredo Stroessner, que el PCP dirige y que terminaría en un profundo fracaso. Los años sesenta se transforman en los años de la dura interna comunista, y Creydt se aleja del PC argentino y de los jefes de la diplomacia soviética, ganados por la prédica del “camino pacífico al socialismo” de Jruschev. Viaja a China, Vietnam y Cuba, donde mantiene conversaciones con el Che Guevara, discutiendo sobre la factibilidad de la guerra de guerrillas en el Paraguay. En 1966 se produce la ruptura definitiva del PCP, en las líneas “pro-rusa” (aliada del PC argentino, contando con Obdulio Barthe a la cabeza) y “pro-china” (bajo la dirección de Oscar Creydt). Desde entonces realiza una profunda labor propagandística en contra de la dictadura “entreguista” de Stroessner y del “oportunismo” y “legionarismo” de sus rivales del PCP pro-ruso. Muere en el exilio, en la ciudad de Buenos Aires, en 19873.

“Formación histórica de la Nación Paraguaya”

La Formación histórica de la Nación Paraguaya de Oscar Creydt, publicada por primera vez en 1963, es un trabajo poco conocido en la actualidad (salvo para aquellos que se dedican a la historia), pero que tuvo una cierta difusión entre los círculos intelectuales paraguayos del exilio en los años sesenta. En el mismo, uno se encuentra con ideas muy interesantes, que luego serían retomadas por otros autores. El rastreo que éste hace, con una perspectiva marxista, de la “genealogía” de la nación paraguaya, desde los tiempos coloniales, logra con éxito superar las visiones “liberales” y “románticas” de los historiadores tradicionales de su época. El ensayo de Creydt no es más que un resumen de un trabajo mucho más grande que el autor realizó en base a la biblioteca paraguaya que encontró en Moscú (bastante completa, por cierto). La marginalidad en la que tuvo que realizar el trabajo (propia de las penosas condiciones que tuvieron que sobrellevar los comunistas debido a la persecución sufrida por el gobierno paraguayo, así como debido a las vicisitudes de la interna dentro del PCP en los años sesenta) llevó a que esta investigación se perdiera y sólo nos quedara de ella este breve ensayo en el que anunciaba sus hipótesis fundamentales y discutía aquellos aspectos que caracterizaba como relevantes de la historia paraguaya. Creydt no se privó de refutar hipótesis y argumentos de otros

3 Un esbozo biográfico de Oscar Creydt está incluido en la edición más reciente de Formación histórica de la Nación Paraguaya, Servilibro, Asunción, 2007; acompañada además por una serie de entrevistas que actúan como las memorias del autor. historiadores paraguayos, como Julio C. Chaves, Efraím Cardozo, Justo P. Benítez y Carlos Pastore. Publicado en 1963, Formación histórica… estuvo destinado a la propaganda en la lucha contra la dictadura de Alfredo Stroessner. El ensayo pretendía representar la verdadera “historia nacional” (desde una perspectiva marxista y progresista) impugnando las falsedades de otras versiones consideradas reaccionarias o colonialistas, así como llamando a la realización definitiva de la nación paraguaya mediante el derrocamiento de la dictadura de Stroessner y de su soporte político, el Partido Colorado. En el prólogo de esta primera edición, Creydt sostenía que se sentiría feliz “que esta breve mirada hacia nuestro pasado […] estimule a los jóvenes, no sólo a estudiar más nuestra historia, sino a hacer historia, a cumplir la misión gloriosa que la historia les ha confiado”. Tenía una plena confianza de poder continuar su investigación y poder discutir sus tesis fundamentales en la Universidad Nacional, presa del oscurantismo stronista4. Se trata de un texto en donde predominan afirmaciones contundentes y precisas, de un libro de tesis argumentadas más que de hipótesis de trabajo. El texto, por ende, escasea de preguntas a responder (propio de la historia-problema de los historiadores en la actualidad) y, por el contrario, abunda en él la ironía, la burla y la descalificación de otros relatos históricos. Por otro lado, el libro tampoco escapa a la clásica oposición entre una historia “verdadera” frente a las “falsificaciones” de los historiadores tradicionales, cuestión que era muy común en la historiografía paraguaya de la época, al igual que en otros países. La ideologización unilateral de la historia paraguaya por los ganadores de la guerra de la Triple Alianza, considerada como una clara falsificación, era un discurso muy común en boca de los revisionistas paraguayos en los años treinta y cuarenta, e incluso después.

En el ensayo predominan ciertas ideas-ejes fundamentales, ampliamente relacionados entre sí: nacionalismo, etapismo, progreso histórico. El elemento teleológico presente en casi todos los historiadores paraguayos de la época, se encuentra representado en Creydt en la idea de “realización”: su historia es un relato que pretende explicar el recorrido sinuoso de la gestación y el desarrollo de una nacionalidad que se realizó en el siglo XIX pero que, ante el retroceso producido por la guerra de 1864-1870, debería consolidarse en un futuro no muy lejano, a través del “movimiento de liberación nacional” liderada por las fuerzas progresistas y nacionales del país, entre ellas el Partido Comunista. Esto porque el profundo corte de 1870, para Creydt, reanudó en el Paraguay el problema nacional frente a un nuevo y agresivo proceso de des- nacionalización y neocolonialismo sobre la base del capitalismo imperialista. Precisamente, el ensayo se propone discutir no sólo con los historiadores tradicionales sino que también con algunos antropólogos extranjeros e incluso, con dirigentes comunistas argentinos. La base profunda de esta discusión se centra en la “nacionalidad” paraguaya, que es una realidad histórica para Creydt, mientras que es un “área de cultura” (y no una nación integrada, “moderna”) para ciertos antropólogos

4 Creydt, Oscar, Formación histórica de la Nación Paraguaya, Servilibro, Asunción, 2007, p. 46. norteamericanos5. Finalmente, la independencia del Paraguay es considerada como una construcción artificial o un regionalismo retrógrado para algunos comunistas argentinos6. La interpretación en clave nacionalista de la historia del Paraguay no entra en contradicción con su pensamiento marxista, debido a otra concepción presente en su obra: el etapismo. En efecto, para Creydt, la lucha por la liberación y realización de la Nación Paraguaya es una lucha que se enmarca en la etapa de las revoluciones agrarias y anti-imperialistas, etapa que se consideraba pertinente de acuerdo al grado de desarrollo en el que, según sostenían los estalinistas, se encontraba América Latina. Ampliamente vinculada con las ideas presentadas se encuentra la idea de progreso histórico. Para Creydt el Paraguay pasó y debe pasar por una serie de etapas históricas, caracterizadas por el grado de desarrollo de las fuerzas productivas.

Nación e historia

La idea de “nación” es un elemento indispensable en la formación de la historia como disciplina en los países latinoamericanos. En efecto, la existencia de una “nación” era necesaria para la existencia misma del relato histórico que lo precisaba como “sujeto” de su historia. El Paraguay de fines del siglo XIX contaba con una gran ventaja respecto de sus vecinos: tenía una población bastante homogénea en lo social, con una tradición política en común, una historia que se sentía como compartida y que contaba con hitos claramente definibles (Rebelión de los comuneros, Independencia en 1811, guerra “nacional” de 1864-1870). En fin, era una nación (o “comunidad imaginada”, según la clásica definición de Benedict Anderson) conformada en sus aspectos fundamentales ya a mediados del siglo XIX, anticipándose muchísimos años a sus vecinos7. Los intelectuales de la inmediata posguerra del Paraguay empero no tomaron en cuenta esta “heredad”. Para ellos –formados precisamente en oposición a la tradición “autoritaria” del siglo XIX que tanto habían combatido– la nacionalidad era una obra a construir, y por lo tanto, había que renunciar a las políticas del pasado reciente, había que negar al Paraguay de Francia y los López, y formar, a partir de la tabula rasa que eran los escombros del Paraguay del novecientos una nueva sociedad, siguiendo el modelo europeo, moderno, liberal, “civilizado”. De ahí el encono que pusieron en perseguir aquellos rasgos de la sociedad que consideraban como supervivencias de la barbarie: el idioma guaraní, la cultura política autoritaria, el cretinismo del pueblo, etc. Por ejemplo, Cecilio Báez, intelectual liberal-positivista que escribió sus obras

5 Service, Elman R. y Service, Helen S., Tobatí. Paraguayan Town, University of Chicago Press, Chicago, 1954. La crítica de Creydt se dirige fundamentalmente al prólogo de Julián Steward. 6 La consideración de la independencia paraguaya como fruto de un regionalismo retrógrado está presente en múltiples observaciones del PC argentino. Oscar Creydt observa que estas interpretaciones continúan en el maoísta PCR, y le envía una carta de respuesta a Otto Vargas, en 1986. Creydt, Op cit., pp. 123-124. 7 Véase Whigham, Thomas Lyle, “La guerra destruye, la guerra construye. Ensayo sobre el desarrollo del nacionalismo en Sudamérica”, Nuevo Mundo Mundos Nuevos [en línea], Coloquios, 2006 (Puesto en línea el 20 de marzo de 2006. URL: http://nuevomundo.revues.org/index2074.html). Anderson, Benedict, Comunidades imaginadas, FCE, México, ¿???. Melià, Bartomeu, Una nación, dos culturas, CEPAG, Asunción, 1997. históricas en las primeras décadas del siglo XX, pensaba la nación como constituida a partir de la independencia política, y por lo tanto, el rol formativo de la nacionalidad era atribuido al Dictador Francia8. Lo fundamental en este caso era lo jurídico-político, no lo cultural. A ninguno de estos liberales se le pasaba por la cabeza que la nación paraguaya se identifique con la lengua guaraní, ni que el campesino guaraní-parlante sea la encarnación de la nacionalidad9. Como oposición a esta vertiente ideológica claramente neocolonial, cultural y políticamente distanciada de las tradiciones más genuinas de la sociedad campesina predominante, algunos intelectuales contemporáneos no tardaron en “recuperar” justamente aquellos rasgos que sus adversarios denostaban. También alejados del “Paraguay profundo” que describe Rafael Barrett en El dolor paraguayo, intelectuales como Juan O’Leary y Manuel Domínguez, representantes de un romanticismo trasnochado, comenzaron a idealizar el Paraguay de la preguerra, y a enaltecer las virtudes de lo que décadas después Natalicio González denominaría el “Paraguay eterno”. Se trataba de los comienzos de una paulatina reivindicación del Paraguay del siglo XIX y de sus gobernantes, que se fue consolidando mientras más alejada se encontraba aquella realidad. La idea de “nación” cambió claramente a partir de entonces. De allí en adelante se apeló a los valores culturales como constitutivos de la nacionalidad: el “valor guerrero” guaraní fue considerado como parte del “alma de la raza” (Manuel Domínguez, Natalicio González), llegando a su máxima expansión durante la guerra del Chaco. También comenzó la reivindicación de la lengua guaraní como elemento fundamental de la nacionalidad, y empezaron los primeros (y tibios) intentos de oficialización. Finalmente se construyó la tan mentada ideología del Paraguay mestizo, que suponía una nacionalidad formada mediante la hibridación de lo mejor de las culturas hispana y guaraní10. No resulta por demás sobresaliente entonces que los historiadores buscaran los orígenes de la nacionalidad en la época colonial. Autores tan diversos, como Efraím Cardozo, Justo Pastor Benítez y Natalicio González coincidían justamente en este aspecto: la “nación” paraguaya era una realidad cultural que se constituyó en los tiempos de la dominación española, siendo preexistente a la independencia política11. Es precisamente en este contexto de producción historiográfica y en discusión con los mismos que Creydt escribió Formación histórica de la Nación Paraguaya. Para él, y en esto no se distanciaba de aquellos, el origen de la nación se remontaba a los comienzos de la época colonial. Pero se trataba de todo un proceso de siglos de gestación, que mediante “un camino particular, en lucha permanente con múltiples y enormes dificultades” y a través “de una sucesión de avances y retrocesos” dio lugar a

8 Báez, Cecilio, … 9 Sobre el rol del guaraní en la identidad paraguaya, véase: Melià, Bartomeu, Una nación, dos culturas, CEPAG, Asunción, 1997; (otro libro de Melià); y Wolf Lustig, “De la lengua de guerreros al Paraguái ñe’ẽ: Coyunturas del guaraní paraguayo como símbolo de identidad nacional” en Süselbeck, Kirsten y otros, Lengua, Nación e Identidad: la regulación del plurilingüismo en España y América Latina, Iberoamericana, , 2008. 10 Al respecto, véase: González, Natalicio, Proceso y formación de la cultura paraguaya, Guarania, Asunción, 1948. 11 Natalicio González, Op. Cit. y Cardozo, Efraim, El Paraguay colonial: las raíces de la nacionalidad, El lector, Asunción, 1996 (con prólogo de Justo P. Benítez, “Orígenes de la nación paraguaya”). la realización de la nación, cristalizada en los gobiernos nacional-revolucionarios de Francia, Carlos Antonio y Francisco Solano López. Creydt, a diferencia de otros autores, no se quedaba en una idea cultural de nación. En su obra se asimilaba la Nación al Progreso, es decir, lo fundamental de su argumentación se refería a un proceso de “desarrollo nacional” en consonancia con el progreso de la humanidad y que el Paraguay logró articular (con sus límites, por cierto) en el siglo XIX pero que fue obstruido por la guerra del 70. Vale la pena, para ejemplificar mejor los tópicos que se resaltan en este trabajo (nación, progreso, determinismo), desarrollar las principales tesis del autor, expresadas a lo largo del ensayo.

Etapas en la formación de la nación

Esquemáticamente, Creydt divide la historia de la “nación” en cuatro períodos: 1) la etapa de la gestación gradual de la nacionalidad en lucha contra la dominación colonial (1537-1811); 2) la época de la primera revolución nacional (1811-1870); 3) la etapa de la recolonización y desnacionalización del Paraguay bajo la dominación imperialista; y 4) la época de la moderna revolución de liberación nacional, que él ubica en el período abierto por la Guerra del Chaco. Cada una de estas etapas está, a su vez, estrechamente vinculada a las “grandes etapas” (stalinistas) de la historia universal: 1) la expansión mundial del capitalismo (siglos XV y siguientes), 2) las revoluciones democrático-burguesas (fines del siglo XVIII hasta 1871), 3) la emergencia de la fase imperialista del capitalismo (hasta la Revolución Rusa) y 4) época de la revolución proletaria o socialista en los países avanzados y de liberación nacional en los países coloniales o semicoloniales. No nos detendremos aquí a indagar sobre las derivaciones políticas de esta teorización etapista, ya que son suficientemente conocidas. Lo que aquí importa es que, cerrada en estos compartimentos estancos y a veces renegando de ellos, Creydt pudo construir un relato original de la historia del Paraguay.

1)- El Paraguay colonial o la gestación gradual de la nacionalidad

Las tesis desarrolladas sobre el Paraguay colonial son increíblemente contemporáneas. Se procede a una crítica mordaz de las ideas establecidas sobre la “alianza hispano-guaraní” o el “mestizaje armónico”, poniendo el énfasis en la brutal explotación de la que fueron víctimas los indígenas, en especial las mujeres. Al contrario de los historiadores “nacionalistas”, Creydt no adhería al mito de la “alianza hispano-guaraní”12. En efecto, precisaba que la incorporación de la fuerza de trabajo indígena al sistema económico colonial había sido realizada desde un comienzo por medio del terror, mediante una coerción extraeconómica. Pero, debido a

12 El mito de la “alianza hispano-guaraní” se transformó en parte de la interpretación “nacionalista” que veía en este hecho los comienzos del mestizaje que daría origen a la nación, predominando, en consecuencia, una interpretación biologicista del mismo. No es del todo correcto que esta interpretación ocultó la brutalidad del proceso de conquista ni la resistencia guaraní a la dominación española, por lo menos en los revisionistas más lúcidos. Véase Natalicio González, Op. cit., especialmente la Tercera Parte, cap. I. la correlación inicial de fuerzas y para construir un sistema de dominación estable, los españoles del Paraguay habían tenido que adoptar necesariamente elementos propios de la organización social indígena, como la poligamia y la explotación del trabajo por medio las relaciones de parentesco (“cuñadazgo”). La realidad objetiva del proceso de conquista determinaba el desarrollo de la sociedad colonial sobre la base del centro colonizador de la Casa Fuerte de Asunción. Esto no se debía a la voluntad manifiesta de los conquistadores sino a la necesidad de la fuerza de trabajo guaraní, único sustento material para la conquista del Río de la Plata y para las sucesivas exploraciones en búsqueda del oro del Perú. Montados sobre la formación económica indígena, desvirtuándola y disfrazándola al mismo tiempo, los españoles desarrollaron una explotación de tipo colonial que rápidamente provocó sublevaciones y levantamientos indígenas. Este sistema descansaba, como ahora sostienen prácticamente todos los estudios sobre el Paraguay colonial, en la explotación de la fuerza de trabajo de la mujer indígena:

El trabajo servil de las mujeres indias no nació de la poligamia, sino al revés: la poligamia ilegal de los conquistadores del Paraguay fue una forma de relación impuesta por la necesidad absoluta de convertir a las mujeres indígenas en siervas agrícolas y asegurar, por ese medio, el trabajo de los “cuñados”... […] La extraordinaria rapidez y amplitud con que se efectuó en el Paraguay el proceso de la fusión de razas no fue el fruto del “amor” de las mujeres paraguayas a sus patrones extranjeros […] sino que fue el resultado de la necesidad económica en que se vieron los conquistadores de resolver el problema fundamental de la mano de obra, esclavizando a masas de mujeres guaraníes en el trabajo de la chacra y engendrando el mayor número posible de hijos mestizos con miras a hacerlos trabajar en la agricultura y en la cría de ganado13.

Fruto de la conquista, los españoles no sólo habían transformado-destruido la economía indígena sino que también se habían adaptado a ella. Con esta interpretación, el autor se apartaba tanto de la versión “pseudo-indigenista” de Natalicio González como de aquella, avalada por “prestigiosos” académicos norteamericanos, de que los paraguayos no eran más que una variante “pobre” de la cultura hispánica, hecho que negaba su originalidad o singularidad como “Nación”. Nuevamente en esto, Credyt se adelantó varios años a los estudios etnohistóricos sobre la cultura paraguaya, afirmando ya en 1963 que ésta se anclaba en una “formación económica original”, devenida de la transformación pero también de la supervivencia de algunos elementos de la economía indígena:

La transformación que sufrió la pequeña economía agraria de los españoles fue profunda. […] El hecho histórico es que la minoría invasora no tuvo otro remedio que reemplazar el modo de cultivo europeo por el modo de cultivo guaraní y desarrollar este último por medio de la técnica europea, por ser ésta

13 Creydt, Op cit, ps. 56 y 63. la única vía posible para transformar la nacionalidad autóctona, dueña de la tierra, en una casta sometida a la explotación feudal.14

Una vez reprimidas las sublevaciones indígenas, y regularizado el trabajo forzado mediante la organización de los “pueblos de indios”, los conquistadores pudieron sentar las bases para una dominación duradera de la sociedad nativa. Paulatinamente, la organización social guaraní fue descomponiéndose ante la explotación colonial, y las comunidades indígenas se transformaron profundamente. Sobre la base de la chacra guaraní modernizada con la técnica europea y la cría de ganado en pequeña escala, emergió algo nuevo. No se trataba de la asimilación mutua de dos culturas, como pensaban los “nacionalistas”, sino de la formación de la chacra paraguaya (diferenciada del modo de cultivo europeo y guaraní) y de su ocupante, el campesino paraguayo.

La casta superior europea y la casta inferior de negros y mulatos tuvieron una importancia relativamente pequeña, en razón de que ni comerciantes españoles ni esclavos africanos tenían un papel particularmente importante que desempeñar en un país de pequeña agricultura de tipo relativamente primitivo. La estructura de castas quedó simplificada. La principal división de castas era entre los mestizos, que eran llamados “españoles”, y los indios. Y ambos hablaban el mismo idioma, lo que atenuaba el antagonismo de casta hasta cierto grado. […] …esta comunidad de idioma ha sido uno de los factores que en mayor grado ha contribuido para que la población del Paraguay adquiera conciencia de nacionalidad y, más tarde, conciencia de nación.15

Este campesinado, que en su originalidad cultural encarnaría para Creydt la futura nacionalidad paraguaya, es el actor primordial de su historia como lo es en la actualidad para la mayoría de los investigadores paraguayos que se preocupan por los orígenes de la nación. Este campesinado había crecido durante la colonia, pero su desarrollo entraba en contradicción con el sistema colonial, configurándose como sujeto de una nueva sociedad con una base económica y social propia. La base social de la emergencia de la nación paraguaya fue, pues, la formación del campesinado, actor social que en los últimos tiempos coloniales no aceptaba otro nombre que no fuera el de “paraguayos”. La contradicción que oponía a estos “paraguayos” con el sistema colonial era de carácter socio-económico: las trabas que el sistema colonial ponía al desarrollo de su economía, lo oponían al absolutismo borbón, a la elite comercial porteña, a los indígenas nómadas del Chaco y al expansionismo imperial luso-brasileño. Es en esta contradicción principal que Creydt encontró el fundamento del derrotero político de los gobiernos revolucionarios, con la rápida desvinculación del Paraguay de la autoridad porteña y la posterior independencia del país.

14 Idem, p. 59-60. 15 Ídem, pp. 64 y 66. 2)- El Paraguay independiente o la revolución nacional-burguesa

Desde esta perspectiva centrada en la formación de la nacionalidad, Creydt se permitió reinterpretar, en consecuencia, el papel de los gobernantes paraguayos del siglo XIX. Criticando los intentos de los historiadores de la época de explicar el rápido ascenso de José Gaspar Rodríguez de Francia al poder absoluto “desde un punto de vista subjetivista, psicológico y hasta psico-patológico, como expresión de una obsesión por el mando unipersonal”, Creydt convierte a Francia en la encarnación “jacobina” de un “tercer estado”, una incipiente burguesía rural, una categoría intermedia entre los grandes propietarios y el campesinado pobre:

En ausencia de una burguesía industrial, solamente el “tercer estado” del campo estaba en condiciones de llevar la lucha por la independencia nacional hasta sus últimas consecuencias. Pero, su dispersión y la variedad de los sectores que la componían no hacían posible que esta incipiente burguesía rural ejerciera la dictadura por sí misma. En este sentido, la dictadura de Francia tenía dos aspectos: por un lado, era un poder dirigido contra las fuerzas sociales reaccionarias y antinacionales; por el otro lado, expresaba la incapacidad de la naciente burguesía rural para gobernar directamente, en la forma de un parlamento revolucionario16.

En una suerte de homenaje, reproduce de manera textual este párrafo en su conocida novela Yo el Supremo, poniéndolas en boca nada menos que del mismísimo Supremo Dictador:

Aquí en el Paraguay las fuerzas de la Revolución radican en los campesinos libres, en la incipiente burguesía rural. Especie de “tercer estado”, incapaz sin embargo de gobernar todavía directamente bajo la forma de un parlamento revolucionario. Incapaz de llevar aún la lucha de la independencia hasta sus últimas consecuencias.17

La falta de una clase madura que lleve adelante un proyecto de carácter nacional es lo que posibilita el ascenso de este “tercer estado”, que hace su aparición en el Congreso revolucionario de 1813, momento en el que la “revolución patricia” deja lugar al nuevo movimiento que, liderado por el Dr. Francia, se encuentra formado por los sectores medios del campo.

Propietarios de chacras grandes, ganaderos medianos y pequeños, explotadores de yerba mate, comerciantes de villas y pueblos, funcionarios locales, curas populares. Eran los elementos más cultos de la campaña y ellos constituían el Congreso Supremo, de hecho. Representaban una burguesía rural incipiente. Más que una verdadera burguesía, era un “tercer estado” en el sentido de una categoría social intermedia entre la aristocracia de grandes latifundistas y los campesinos pobres.18

16 Ídem, pp. 81 y 83. 17 Roa Bastos, Augusto, Yo el Supremo, Sudamericana, Bs.As., 1984, p. 226. 18 Creydt, Op cit, p. 82.

Para Creydt, la dictadura del Dr. Francia, caracterizada como “dictadura nacional- revolucionaria” fue una consecuencia necesaria de la revolución en vista a su objetivo fundamental: la independencia absoluta de la República del Paraguay. El pensamiento francista, resumido en la consigna de “no mudar de amo”, no podría haber triunfado si no se hubiera anclado en genuinas pretensiones populares. La política del Supremo se encontraba, entonces, en consonancia con las aspiraciones nacionales de los campesinos, transformándose el Dictador letrado en una especie de “agente consciente” de sus intereses fundamentales. Justamente, la historia marxista de Creydt rechazaba las explicaciones personalistas: no fue la genialidad (o en su defecto, la personalidad autoritaria) del Supremo la que motivó las medidas políticas de su gobierno y la formación de la dictadura, sino que estas se anclaban en un determinado interés de clase. Si la dictadura fue “nacional” es porque se cimentó sobre el interés “nacional” de este tercer estado rural. Con la dictadura perpetua de Francia se llega entonces al punto culminante de la formación del pueblo paraguayo, cuando la nacionalidad adquiere una base político- territorial y un estado que la representa, produciéndose el momento de la “realización” de la Nación. El autor no desconoce en absoluto el lado siniestro, represivo y reaccionario de la dictadura, enumerándolos uno por uno:

Suprimió toda institución representativa de la soberanía popular, así como toda manifestación del pensamiento. […] Educó al pueblo en el culto a la personalidad y en la renuncia a la actividad política. Tal ambiente no era favorable para el despliegue de la iniciativa individual. Desde el comienzo, el Dr. Francia estuvo muy preocupado por evitar que se produjera cualquier movimiento de masas fuera de su control. Temía la posible influencia de las ideas liberales en el pueblo. Por esta razón desconfiaba de los intelectuales en general y nada hizo por formar cuadros de educación superior.19

Sin embargo, para él esto no desmerece su gran labor constructiva, sustentada en los profundos cambios en la estructura económica, “desarrollando las fuerzas productivas sobre una base independiente, con miras a resistir al bloqueo de la navegación paraguaya y a colocar al Estado nacional en una posición fuerte para luchar por la libertad de los ríos y el comercio”20. Esta aparente paradoja, de un gobierno con estos rasgos “reaccionarios” pero llevando adelante la “revolución nacional” no sorprende a Creydt. Es una faceta más del desarrollo desigual, fruto del cual América Latina ingresa en el ciclo de las “revoluciones democrático-burguesas” sin estar preparada, desde el punto de vista del desarrollo de su estructura económico-social. Esta paradoja se manifiesta también en los enemigos de la dictadura revolucionaria. Para Creydt, a pesar de sus frases liberales, luchaban contra el Estado Nacional presentándose como una oposición democrática, pero “su política tendía a convertir el Paraguay en una provincia o en un país dependiente, bajo la dictadura de una oligarquía de estancieros liberales y

19 Ídem, p. 93. 20 Ídem, p. 94. comerciantes exportadores e importadores”21. Más allá de su calidad intelectual personal, la posición de esta élite intelectual y política servía el interés de clase de los latifundistas, del cual no podían independizarse. Creydt no pudo escapar de ciertos elementos que formaban parte del bagaje teórico del stalinismo, así como de conceptos propios del imaginario histórico y político común de la época. Su historia no duda en adoptar el punto de vista del progreso. Las valoraciones históricas del autor residen claramente en si poseían o no un carácter progresivo. Este último se determinaba de acuerdo al proceso de acumulación capitalista mundial, es decir en su consonancia con las reformas democrático- burguesas. Para los marxistas en general la burguesía era una clase ascendente durante el siglo XIX y cumplía un papel progresivo en la formación de la sociedad capitalista, sociedad que servía de fundamento necesario para el surgimiento del proletariado, quién sería el encargado de la liberación definitiva de los oprimidos y la eliminación de la sociedad de clases. Para los trotskistas ese progresismo desaparecía una vez que se hubo llegado al umbral del capitalismo imperialista. Pero el etapismo de los stalinistas llevó a la mantención dogmática del supuesto progresismo de la burguesía al siglo XX, encarnado en la burguesía industrial, que tendría esencialmente un carácter nacional y antiimperialista. Creydt valora como progresistas las medidas políticas de Francia y de Carlos Antonio López, y aquí reside la clave de la valoración positiva de sus respectivos gobiernos. En efecto, la dictadura de Francia cumplió un rol progresivo al fortalecer la nación mediante la eliminación de las trabas a su desenvolvimiento, que se encontraban en los resabios feudales heredados de la época colonial, desarrollando de esta forma las fuerzas productivas:

En las condiciones de un país tan atrasado y pobre como era el Paraguay al sacudir el yugo de la dominación colonial, lo que hizo el gobierno de Francia representa lo que objetivamente era posible hacer y lo que tenía que hacerse obligatoriamente para desenvolver las fuerzas productivas de un país muy atrasado en su desarrollo capitalista, casi medieval, cuyo comercio exterior estaba bloqueado y en crisis, y cuya independencia se hallaba amenazada constantemente.22

El gobierno de Carlos Antonio López continuó llevando al Paraguay en la senda del progreso. Las reformas en la política de tierras de su gobierno poseían un contenido claramente burgués, y por ende, progresivo. La supresión de los “pueblos de indios” y la expropiación por parte del estado de la tierra comunal de los mismos, se enmarcaban dentro de medidas tendientes al desarrollo de las relaciones capitalistas en el sector rural. La medida había llevado a que los sectores de mayores recursos de estos pueblos se transformen en arrendatarios del estado mientras que los más pobres devenían en jornaleros, es decir en proletariado rural. Creydt no hace apología de los vencedores, no niega la posibilidad de que muchos guaraníes, debido a esta medida, pasaran a peores condiciones de vida. Lo fundamental, sin embargo, era el desarrollo de las fuerzas productivas, y este se realizaba (casi siempre) mediante el

21 Ídem. 22 Ídem, p. 82. La cursiva es mía. sufrimiento de las masas. Este camino para Creydt era inevitable, ya que “objetivamente, no existía otra posibilidad”. Resulta interesante la crítica burlona que Creydt hace de Carlos Pastore sobre esta problemática. Pastore consideraba la medida de Don Carlos como el triunfo póstumo de “los encomenderos”. Creydt asevera que se trataba precisamente de lo contrario, la reforma lo que hacía era eliminar los resabios de feudalismo del que los “encomenderos” eran un símbolo. Más allá de si se coincide o no con la valoración que hace Creydt de las medidas, está claro que entendía mucho mejor que Pastore el contenido de dicha reforma. La “incipiente burguesía” o “tercer estado”, pues, siguió siendo la base social del estado en época de Carlos Antonio López, y esto se manifiesta en que el Paraguay de mediados de siglo XIX, siempre según su interpretación, sufrió cambios de grado, no de esencia.

El gobierno de López representaba el poder de la burguesía nacional en una etapa superior de su desarrollo como clase. Los intereses de los comerciantes exportadores y de los estancieros tenían mayor influencia en el régimen de López que en el régimen anterior. Sin embargo, seguía siendo una burguesía en estado de formación, poco desarrollada desde el punto de vista capitalista. Por esta razón, continuó gobernando sólo indirectamente, por medio de la dictadura unipersonal.23

El gobierno de López fue, pues, la dictadura de la burguesía nacional en formación, “una forma transicional del Estado burgués de naturaleza claramente progresista en las condiciones particulares de aquella época”24. El contenido progresista se encontraba en el carácter nacional de desarrollo autónomo e independiente, del Paraguay de López. Había, por supuesto, elementos reaccionarios en su gobierno, pero estos se relegaban a un segundo plano en su argumentación. La valoración progresista –en consonancia con las ideas liberal-burguesas– de los gobiernos de Francia y los López, es otro de los puntos interesantes de la obra. Creydt apeló a la misma lógica que utilizaron quiénes paradojalmente se transformaron en los principales detractores de dichos gobiernos. Sarmiento y Mitre –y los comunistas argentinos que idealizaban a la supuesta “burguesía nacional” que representarían estas dos personalidades– sostuvieron y justificaron la guerra apelando al progreso del capitalismo y la sociedad liberal, en tanto que se luchaba contra la “barbarie” de las rémoras feudales que mantendría López. Lo mismo opinaban aquellos dirigentes liberales25 que se oponían a la “tiranía”. Creydt no era original en este punto: ya durante el desarrollo de la contienda, Alberdi había defendido la causa paraguaya siguiendo los principios liberales. Conocida es la aseveración en la cual afirmaba que los “civilizados” gauchos argentinos iban precisamente a conocer la “civilización”

23 Ídem, p. 98. 24 Ídem, p. 100. 25 “Liberales” aquí se refiere al bagaje teórico-conceptual desde el cual los pensadores antilopiztas se opusieron a la “tiranía”, pudiendo ser los mismos partidarios del Partido Liberal como de sus rivales “republicanos” del Partido Colorado, ya que ambos compartían el programa liberal de la constitución de 1870. (expresada en las fundiciones, los astilleros, el telégrafo y el ferrocarril) en el “bárbaro” Paraguay de López. Creydt no cae en la idealización del sistema lopizta como de alguna manera deja sobreentender Guido Rodríguez Alcalá en un artículo relativamente reciente26, pero sí critica virulentamente el deliberado uso de ideologemas liberales para justificar el emprendimiento de una guerra que tenía unos claros objetivos político-económicos ocultos bajo una burda fraseología liberal, democrática y progresista. Para él el camino de López era un modelo diferente, “nacional” y “progresista”, de transición al capitalismo. Por el contrario, el camino de brasileños y argentinos estaba marcado por la “dependencia” del capital imperialista. Que el modelo lopizta de Estado Nacional era superior quedó demostrado, según Creydt, en el desarrollo de la guerra misma:

Si [la guerra] duró cinco años, a pesar de la gran superioridad militar de la Triple Alianza y del bloqueo total del Paraguay, ello se debió, principalmente, a la superioridad del Estado Nacional. Si la Triple Alianza fue incapaz de destruir el Estado nacional sin destruir físicamente a la nación misma, ello se debió a que los campesinos paraguayos, dueños de su chacra y de su casa desde hace tres siglos, orgullosos de descender de guerreros guaraníes y de revolucionarios comuneros, lucharon por la independencia nacional como si fuera su propia vida.27

De manera que la oposición fundamental que enfrenta el Paraguay a sus vecinos y que lo lleva a la guerra contra ellos, es una oposición entre modelos diferentes de desarrollo: “Por encima de los motivos inmediatos de la guerra, esta fue una lucha a muerte entre dos sistemas contradictorios, entre dos vías opuestas de desarrollo económico y social.” Por un lado, el Paraguay con una economía estatalmente dirigida, con una burguesía rural en expansión que necesitaba solucionar definitivamente el problema de la salida al mar, fundamental en la situación de encierro que obstaculizaba su desarrollo económico. Por otro lado, la monarquía liberal del Brasil y el gobierno de la Argentina, “que con frases liberales servía a una aristocracia de grandes latifundistas y al capital ingles”28. La interpretación de Creydt, aunque no niega la cuota de responsabilidad del capital inglés en lo que hace al financiamiento de la guerra, centra su atención, como vemos, en la contradicción de dos “modelos” de transición al capitalismo. La oposición corresponde también a dos formas estatales que representan intereses diferentes: el estado liberal latifundista (expresión del dominio de los terratenientes y grandes comerciantes vinculados al capital inglés) y el estado nacional-revolucionario (que expresa el interés de clase de la “burguesía rural en formación”). De esta manera no sólo se aleja del viejo y caduco argumento positivista de la oposición entre civilización y barbarie (o su corolario en el marxismo vulgar, capitalismo vs feudalismo) sino que también se permite tomar distancia de aquella explicación externista que parece encontrar culpable de todos los crímenes al imperialismo británico. Esta también es la

26 Rodríguez Alcalá, Guido, “Imágenes de la guerra y del sistema”, Nuevo Mundo Mundos Nuevos [en línea], Coloquios, 2006. Puesto en línea el 01 février 2006. URL : http://nuevomundo.revues.org/ index1639.html 27 Creydt, Op cit, pp. 102-103. 28 Ídem. opinión del investigador Juan Carlos Herken, quien desde una perspectiva desarrollista sostuvo que la guerra enfrentó, por un lado, a un modelo paraguayo que aunque no negaba los principios liberales proponía una economía estatalmente dirigida que morigere los costos de su implementación, y por otro, unas economías liberales de laissez faire estrechamente vinculadas al capital inglés29.

3)- Las etapas de la recolonización del país y de liberación nacional

Luego de la derrota en la guerra, el Paraguay fue nuevamente recolonizado. El país fue despojado de todas sus conquistas sociales y económicas y condenado a una situación de dominación y satelización política por parte de sus vecinos más poderosos. La situación neocolonial se agudizó acentuando la dependencia del país de la Argentina primero, del Brasil después.

El Estado Nacional fue destruido y reemplazado por el poder de los grandes estancieros y de los agentes del capital extranjero disfrazado de república constitucional de tipo liberal. […] El Paraguay dejó de ser una nación soberana para convertirse en un país dependiente con características semicoloniales. Hasta la conciencia del pueblo fue sometida a un trabajo sistemático de desnacionalización.30

Este cambio brusco producido por la derrota en la guerra se reflejaba en la profunda transformación del sistema capitalista “al degenerar en capitalismo monopolista y exportador de capitales”31. Esta perspectiva –que suponía que gran parte, si no todos, de los problemas del Paraguay del siglo XX remontaban sus orígenes a la inmediata posguerra de la triple alianza– era una especie de sentido común de época, y estaba presente en casi todos los más lúcidos intelectuales paraguayos de ese entonces, sin importar la extracción política de la que formaran parte, tanto Epifanio Méndez Fleitas, como Francisco Gaona o Domingo Laíno32, coincidían en este aspecto. En los últimos tiempos, intelectuales (neo)liberales han criticado esta visión que, a su vez, es tributaria, según ellos, de una “idealización romántica” del sistema lopizta33, mito construido por el pensamiento conservador del siglo XX y que conquistó a una generación que no había conocido ese período y que no había vivido la guerra. La explicación de estos “revisionistas del revisionismo” adolece de muchos defectos, especialmente de una exagerada simplificación del proceso histórico y es ella también deudora de una clásica división entre buenos y malos, entre “lopistas” y “antilopiztas”, entre “nacionalistas” y “legionarios”. Lo único que cambia es el orden de valoración.

29 Herken Krauer, Juan Carlos y Giménez de Herken, María Isabel, Gran Bretaña y la guerra de la Triple Alianza, Arte Nuevo, Asunción, 1983. 30 Creydt, Op cit, pp. 104-105. 31 Ídem. 32 Véase: de Epifanio Méndez Fleitas, Psicología del colonialismo, Instituto Paraguayo de Cultura “Igancio A. Pane- Blas Garay”, Buenos Aires, 1971 y Diagnosis paraguaya, Edición del autor, Montevideo, 1965. De Domingo Laíno, Paraguay: de la independencia a la dependencia (historia del saqueo inglés en el Paraguay de la posguerra), Cerro Corá, Buenos Aires, 1976. 33 Rodríguez Alcalá, Hugo, Op. cit. y Doratioto, Francisco, “El nacionalismo lopista paraguayo”, América sin nombre N. 4, Universidad de Alicante, 2002. No creo que sea necesario discutir la validez de la acusación de Guido Rodríguez Alcalá de que intelectuales como Oscar Creydt y Domingo Laíno adoptaron “el revisionismo de Stroessner”. No me parece más que un acto de mala fe intelectual. Algo parecido utilizaron para difamar a Roa Bastos34. No basta más que leer a Creydt y ver contra quienes discute en su ensayo para señalar las gigantescas diferencias ente él y los “revisionistas” como Juan O’Leary y Natalicio González. Tanto su perspectiva como sus posicionamientos políticos resultantes de ella son muy diferentes. Para Creydt, ante la nueva situación creada en la posguerra, las tareas del movimiento por la “revolución nacional”, que es el programa del PCP, deben estar destinadas al restablecimiento del Estado Nacional, pero no en la forma de las dictaduras revolucionarias del siglo XIX (idealizadas por los revisionistas), sino en la formación de un Estado constitucional democrático. El “lopizmo” es una bandera de justicia y de libertad para Creydt, no de opresión.

Conclusión

En su programa de gobierno, el Partido de los Trabajadores (PT) de Paraguay, pequeña nucleación de filiación trotskista, observa: “Proponemos luchar por un verdadero Plan de desarrollo de nuestro país, basándonos en la experiencia del periodo de la independencia del Paraguay (1811-1865) que garantizó la tierra, el trabajo y la soberanía del pueblo, financiando este desarrollo con un impuesto a las clases ricas y pudientes”35. Fernando Lugo Méndez, en su discurso de asunción de la presidencia de la República, decía que el objetivo de la Alianza Patriótica para el Cambio (frente electoral que lo llevó al poder) era “reconstruir el sueño de José Gaspar Rodríguez de Francia” y “retomar el nítido mensaje de los López para sumar a nuestra nación al desarrollo de sus potencialidades humanas, productivas y estratégicas”36. El manifiesto fundacional del Frente Guasu (agrupamiento de la socialdemocracia y de los partidos de la izquierda que apoyan a Lugo), a la hora de filiarse a una tradición “nacional”, lo hace rememorando a “la india Juliana, Oberá, Paytará y Arecayá, los mensúes de los yerbales, los campesinos rebeldes de la gesta de los Comuneros, los jóvenes próceres de la independencia, el Doctor Francia y los López, la lucha estudiantil, obrera y campesina contra la dictadura”37. La lista sería interminable. Resulta interesante pues, reflexionar en estos párrafos finales sobre la difusión que logró una imagen del “Paraguay independiente” basada en la muy arraigada idea de un “progreso” interrumpido-destruido-deformado por la

34 La acusación proviene de una diatriba fuera de lugar que Guido Rodríguez-Alcalá escribió sobre Roa Bastos, en donde se perfila claramente una enemistad personal (Véase Noticias, 15/V/1994, cit. por Peiró Barco, José Vicente, Literatura y Sociedad. La narrativa paraguaya actual, tesis doctoral, 2001, p. 1289). De más está decir que Roa Bastos prácticamente sostiene la misma versión que Creydt sobre la historia paraguaya (Roa Bastos, “Hacia el pluralismo democrático en Paraguay”, Cuadernos hispanoamericanos, Madrid, 1984). 35 Extracto del programa de gobierno del PT, “Por un Plan Nacional de desarrollo del Paraguay, al servicio de los trabajadores y trabajadoras del campo y la ciudad”, Domingo, 8 de mayo de 2011. 36 Discurso de asunción a la presidencia de Fernando Lugo Méndez, publicado como “Hoy termina el Paraguay con fama de corrupción”, ABC Color, Asunción, sábado 16 de agosto de 2008. 37 “Manifiesto político fundacional del Frente Guasu. El frente político de partidos y movimientos democráticos, progresistas y socialistas”, 20 de marzo de 2010, mimeo. guerra. Una aclaración se hace obligatoria entonces: aunque no se trata aquí de discutir la validez o no de esta idea, se hace imprescindible reconocer que el golpe profundo ocasionado por la guerra, la destrucción de un país y la emergencia de otro muy distinto, forma parte de una realidad, a mi entender, inobjetable. Rafael Barrett, a quien no puede acusarse de “lopizta”, lo había dejado claro en 1907 cuando distinguía entre los “viejos” paraguayos (que habían nacido y crecido antes de la guerra, supervivencia “de una hermosa raza” que fue ajusticiada) y la nueva casta “tallada en otra madera”, una nación “inferior”, improvisada y soldada a la anterior38. ¿Por qué el lopizmo se transformó en la ideología predominante en el Paraguay, incluso en la actualidad? ¿Por qué se lo asoció a la formación de la nacionalidad? ¿Por qué se lo vinculó a la idea de progreso? Evidentemente, la respuesta a todas estas preguntas sobrepasa los límites de este artículo. No obstante, parte de las respuestas a estos interrogantes se encuentra en lo que Luc Capdevila definió como la invención de una tradición a principios del siglo XX, por parte de la sociedad paraguaya, en búsqueda de una identidad en el contexto del traumático Paraguay del novecientos, que nuevamente Barrett definió mejor que nadie como un “país de alucinados y melancólicos”. Esa sociedad paraguaya fue la que construyó un relato representativo de la guerra y del Paraguay independiente anterior a la misma que los gobiernos militares posteriores a la década del 30 harían suya, pasivizándolo y oficializándolo. Oscar Creydt no es ajeno a ese proceso de adopción del “lopizmo”. Cuando hacia la década del veinte, siendo él un joven reformista y progresista, Natalicio González había iniciado su campaña de “reivindicación de los héroes”, no dudó en posicionarse en contra de esa campaña, denunciando las costumbres despóticas del Mariscal. Cuando, en sus Memorias, recuerda aquellos acontecimientos de manera autocrítica, no se arrepiente de haber enfrentado a los “fascistas” como González y consiente que todo lo que había dicho en la ocasión era verdad. Lo importante para él en ese entonces era denunciar aquellos aspectos “reaccionarios” de López que González defendía, denunciar al grupo “fascista” que ellos representaban. Durante la dura campaña habían contado con el apoyo de la oligarquía liberal-latifundista, de tradición antilopizta. De manera burlona y sagaz remata el relato de lo sucedido con una interesante frase, que atribuye a Bebel, el socialdemócrata alemán: “que burrada habrás hecho para que la burguesía te aplauda…”39. ¿Hubo oportunismo en su cambio de opinión sobre López? La lectura de su libro pareciera indicar que no se trató de ello. La visión etapista y basada en las estructuras socio-económicas, llevó a Creydt a revalorizar el proceso de independencia desde un punto de vista diferente (marxista-liberal), a la vez que esto le permitía conciliar su adopción del marxismo con un vigoroso “nacionalismo”. Había encontrado, al igual que muchos marxistas de otros países (entre ellos, Milciades Peña), en el “modelo paraguayo” una bandera que no conllevaba la adhesión a una tradición conservadora (como piensan los “antilopiztas”) sino que era presentada como progresista y

38 Barrett, Rafael, El dolor paraguayo, Capital Intelectual, Buenos Aires, 2010, p. 72. Es notoria, sin embargo, la posición de este intelectual anarquista en lo que hace a la defensa de la causa paraguaya (la causa del pueblo masacrado e invadido defendiendo su tierra y su hogar) en la Guerra Grande. De allí que sea un feroz opositor a la ideología liberal y sus tesis cretinistas, hecho que Rodríguez Alcalá omite deliberadamente en su artículo cuando lo utiliza en su argumentación “anti-revisionista”. 39 Creydt, Op. cit, p. 145. revolucionaria. No es casual que haya sido reeditada en los últimos años por una editorial de tirada barata (según los parámetros del Paraguay) y masiva como Servilibro. En tiempos del Bicentenario de la Independencia del Paraguay, que lleva a una renovada mirada hacia el pasado de este pequeño y maltratado país, cuando abundan reconocimientos de “héroes” al por mayor, idealizaciones baratas y chauvinistas del “Paraguay eterno” realizadas por stronistas aggiornados; simplificaciones y evaluaciones furetianas –si se permite la grosera comparación– del período “lopizta” por parte de los “demócratas”, la obra de Creydt, aunque limitada por su dogmatismo stalinista, aporta una mirada diferente, todavía “fresca”. Sigue siendo, a fin de cuentas, un buen libro para discutir o como dice Antonio Carmona “un caso excepcional de análisis científico de un tiempo difícil de entender […] desde el punto de vista de los modos de producción diferentes, de las conformaciones dispares de las naciones que surgían en la región del Plata”40.

40 Carmona, Antonio, “Introducción”, en Creydt, Oscar, Op cit., pp 7-8.

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