LA CRISIS DEL IMPERIO ROMANO EN AMMIANO MARCELINO

NARCISO SANTOS YANGUAS Universidad de Oviedo

A la hora de analizar lo que significa la crisis de la cultura y sociedad antiguas en la época en que vivió Ammiano Marcelino, ŭltimo gran historiador romano, a pe- sar de su origen griego', hemos de partir, ante todo, del concepto, significado y alcan- ce de la palabra crisis 2, así como de su aplicación a la fase histórica que analizare- mos seguidamente. Para una parte de la historiografía contemporánea el término en sí parece estar vinculado con una fase histórica anterior, que, en contraposición a lo que sucede en la etapa calificada como de crisis, debería corresponder a un momento de estabilidad y buen funcionamiento de todas o casi todas las instituciones 3; además, estas fases de crisis se comprenden mejor algunas décadas después de que tienen lugar, pese a lo cual no impiden que, en nuestro caso, el historiador antioqueno se erija en portador de unas circunstancias críticas, cuyas características él mismo había vivido y nos transcribe, de igual modo que tenían conciencia de una situación similar los habitantes del Im- perio un siglo antes4. Ante todo hemos de tener presente que los conceptos de crisis y decadencia no pue- den considerarse, a primera vista, como históricos, puesto que en el caso del Mundo antiguo las más dispares situaciones adversas han sido vistas no sólo como causas sino también como efectos de los períodos de crisis y decadencia, que estarían prece- didos de una época o edad de oro y a las que seguirían, en casi todos los casos, etapas igualmente felices. Los historiadores contemporáneos de estas fases históricas difí- ciles se han mostrado, por lo general, muy sensibles a ya desde los tiempos de las civilizaciones orientales antiguas (egipcia, sumeria, ...)5; en todas las ocasiones estas etapas de decadencia y crisis se explicaban como una consecuencia inmediata del quebrantamiento de la armonía existente entre los grupos humanos, entre éstos y la naturaleza o entre los propios hombres y la divinidad. Así pues, la crisis encierra dentro de sí no sólo las desgracias naturales que la acompañan sino también las trans- formaciones sociales y políticas que le son afines, que en muchos casos son considera- das como derivaciones directas de la ruptura de dicha armonía. Coincidiendo con el punto de vista de otros historiadores hispanos 6 hemos de afir- mar que los términos decadencia y CriSiS encierran un significado distinto y ca recen de un contenido riguroso, derivado sin duda del hecho de que cada período histórico cuenta con sus propios conceptos de progreso y decadencia. Para autores tan represen- tativos de la decadencia del Imperio romano como F. W. Walbank7 o P. Petits la en- trada en crisis de una sociedad se identifica con el hecho de que algo comienza a fun-

153 cionar mal en el interior de sus estructuras o en las relaciones entre los distintos gru- pos que la integran, considerando que toda la historia del Imperio romano se halla plagada de una sucesión de crisis, equiparando en cierto sentido crisis con evolución. Junto a esto destaca el análisis que C. M. Cipolla realiza acerca del concepto de decadencia, a la que define como una pérdida de preeminencia, que no puede atri- buirse ŭnicamente a factores o elementos externos a la sociedad, ya que no podrían actuar en solitario sino favorecidos por la desorganización interna que los acompa- ña9. Hemos de tratar, pues, de concretar el significado equívoco que encierran los con- ceptos de decadencia y crisis, teniendo en cuenta la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, de acuerdo con lo que Marx consideró básico en el análisis del desarrollo histórico'°. En sintesis podemos afirmar que la crisis se define como una situación histórica concreta, en la que una serie de elementos económicos, sociales, político-administra- tivos o ideológicos se enfrentan entre sí hasta resultar contradictorios y antagóni- cos". Por su parte la idea de decadencia a menudo se ha venido equiparando a la de crisis interna, como sucede en las obras de M. Rostovtzeff o S. Mazzarino"; en rea- lidad este concepto incluye las estructuras socio-económicas y político-administra- tivas, que, inmersas en una crisis concreta, dejan de ser hegemónicas, pasan a segundo término o son eliminadas. Como puede observarse, el término decadencia se acerca en su significado al de crisis, a pesar de que ésta indica las contradicciones parciales o globales de la época, mientras que aquélla conlleva una valoración negativa al referirse a factores concre- tos que en las décadas finales del Imperio romano se encuentran en decadencia frente a otros elementos históricos nuevos, que acabarán por eliminarlos y suplantarlos'3. Lo que está claro, en todo caso, es que, a pesar de que la crisis, extendiendo como tal una coyuntura que entraria caracteres de inestabilidad, puede vincularse a un ŭnico aspecto del devenir histórico (ámbito económico, estructuras sociales, desarro- llo político o vaivenes culturales), en el caso del Imperio romano, tal y como lo en- tiende el historiador antioqueno, afectaría no sólo a los aspectos económicos sino también a las estructuras y grupos sociales, así como a las formas de gobierno o insti- tuciones administrativas y a la ideología religiosa, englobando igualmente el con- junto de aspectos y logros artístico-culturales". Así pues, podemos afirmar que, mientras una parte de los investigadores de nues- tro siglo han resaltado alguno de estos elementos, otro grupo ha puesto el énfasis en otros distintos, de forma que en unos casos afloran las diferentes gradaciones de la crisis y en otros se complementa esa visiór mediante el hecho de destacar aspectos o factores nuevos". En este sentido el reflejo de la crisis que nos presenta Ammiano no responde a una descripción de lo que sucede en cada una de las provincias romanas (como mucho podría hacerse una división entre lo que sucede en la parte oriental y occidental del Imperio), sino que se inserta en al ámbito geopolítico correspondiente al centro de po- der (Roma) y su entorno, abarcando de forma global los aspectos socio-económicos, político-administrativos e ideológico-religiosos". A este respecto una de las cuestiones fundamentales consistirá en descubrir si nues- tro historiador plasma una postura progresiva de crisis con relación al final del mun- do antiguo, aun cuando en la parte conservada de su análisis histórico no conservamos más que lo referente a una etapa cronológica relativamente corta (arios 353 a 378 de nuestra era). Indudablemente esta tarea resultaría mucho más fácil y la formulación de la decadencia encontraría rasgos mucho más definitorios a ŭn si se nos hubiesen conservado los 13 primeros libros de las Historias ammianeas, en los que se llevaba a cabo la descripción de los sucesos históricos correspondientes al período cronológico 154 que se extiende entre el año 96 (comienzo de la dinastía de los Antoninos) y el 35317• De cualquier forma, podemos asegurar que uno de los factores más importantes en el desencadenamiento de la crisis del Imperio romano se centra en la expansión y penetracIón en el territorio de las provincias de un conjunto de poblaciones extrarias a la cultura y administración romana, tanto en la línea fronteriza occidental (ger- manos básicamente) como en la oriental (persas en su mayoría)'8, a lo que hemos de añadir los problemas militares derivados de la nueva situación, encaminados ante todo a poder controlar el limes provincial en cada caso con vistas a impedir la pene- tración masiva de elementos bárbaros a través del mismo'9. En este sentido hemos de destacar que un buen n ŭmero de revueltas producidas en elinterior de las provincias romanas, como las que tuvieron lugar en el Norte de Afri- ca o en las regiones minorasiáticas", a lo que hemos de añadir un conjunto de insurrec- ciones militares y usurpaciones del poder político, se convertirían en factores y conse- cuencias a un mismo tiempo de la crisis socio-económia y político-administrativa, de forma que no podemos distinguir con facilidad cuáles serían los elementos determi- nantes y cuáles las secuelas de dicho proceso. Como encuadre general podermos afirmar que las cada vez más acusadas necesi- dades de carácter bélico-militar conducirían a un deterioro continuo y agravante de la economía como consecuencia de la inflación, del reforzamiento del sistema tribu- tario" y de lo que supone el empobrecimiento de las masas populares", así como la in- cidencia de las revueltas sociales provocadas por la marginación y el malestar ge- neral existente23. Ahora bien, hacer destacar las causas interrias como factores funda- mentales durante los períodos de crisis resulta bastante corriente, aunque para otros autores no es posible oponer a la lógica interna del desarrollo social elementos mera- mente externos, cuya evolución llevaría a perturbar desde fuera o, cuando menos, con- tribuiría a complicar de una u otra forma los efectos de su desarrollo". El estudio general de la crisis del Imperio romano ha contado a lo largo de las ŭltimas décadas con un nŭmero muy abundante de tratadistas del tema, por lo que sería demasiado prolijo hacer aquí un análisis, aunque fuera somero, del mismos. Te- niendo en cuenta, sin embargo, que constituiría un grave fallo considerar la crisis como un repertorio de hechos y contenidos fácticos que se suceden unos a otros, se hace necesario tomar como puntos de partida una serie de criterios a la hora de Ilevar a cabo el análisis que de la misma se refleja en Ammiano Marcelino. Para ello centra- remos nuestra exposición en los siguientes puntos:

a ) la duración de la crisis segŭn el historiador, b) la situación histórica previa al período considerado de crisis, y c) las características fundamentales que encierra dicho fenómeno desde el punto de vista del historiador antioqueno26. La importancia de Ammiano radica en haber sabido expresar, en los años finales del siglo IV, de una forma clara y enraizada en los hechos el contenido de la crisis del mundo romano. Con él la historiografía antigua produce su ŭltimo gran expo- nente27: a pesar de su origen griego, analiza con fina intuición los elementos desenca- denantes de la crisis bajoimperial romana". Ahora bien, este proceso de decadencia se puede rastrear en alguno de sus predece- sores en los siglos previos, como en el caso de Tácito s, aun cuando nunca se nos muestra de forma tan palpable como en el testimonio del historiador antioqueno, que ocupa con su personalidad toda la segunda mitad del siglo IV, puesto que vivió en torno a los años 332 y 398, momentos en los que se manifiesta de manera evidente la progresi- va decadencia del Imperio, en especial como consecuencia de un continuado derrum- 155 bamiento de las instituciones intemas romanas". Natural de la ciudad siria de Antioquía, de ascendencia y cultura griegas por éon- siguiente, Arnmiano se identifica como historiador fundamentalmente de un empera- dor, Juliano, griego igualmente en sus inclinaciones y gustos"; a pesar de ello elegirá como medio de expresión el latín, de modo que, definiéndose a sí mismo como "en otro tiempo soldado y griego", precisa con ambos términos el sentido de su visión histo- riográfican. Los historiadores de nuestro siglo han insistido a menudo acerca de las virtudes militares de este personaje, pero no han logrado retener más que la acepción étnica del vocablo griego (graecus), si hacemos excepción de un grupo de ellos por ejemplo, para quienes Ammiano concebiría y trataría de redactar una historia uni- versal a la manera griega y no una historia nacional a la manera romana". Una vez finalizada su carrera militar marcharía a la capital del Imperio, donde establecería su lugar de residencia y se introduciría rápidamente en los círculos políticos más representativos, destacando el de los Símmacos 34. En este contexto no resulta difícil destacar su aprobación del pasado glorioso de Roma, así como su crí- tica de la situación de su época, puesta de manifiesto en el análisis, en ocasiones con desprecio, de las estructuras socio-económicas, políticas e ideológicas contem- poráneas35. Sin embargo, la obra histórica de Ammiano Marcelino (Res Gestae) aparece mu- cho más enraizada de lo que puede parecer a primera vista en los conflictos político- religiosos de finales del siglo IV, mostrando una orientación ideológica muy próxima a los medios senatorialel paganos de la etapa de los emperadores Graciano y Teodo- sio". Al tomar a Tácito como modelo, puesto que enlaza en su obra histórica con las Historias de éste, el antioqueno considera a la historiografía que transcurre entre ambos de valor nulo o casi nulo"; además, la estructura de las Res Gestae se expli- caría en parte igualmente por una toma de posición acerca de la política de los em- peradores correspondientes38. La obra histórica de Ammiano nos ha Ilegado mutilada, habiendo desaparecido los 13 primeros libros de los 31 de que constaba en un principio 38: en su conjunto abarca- ba un período de casi tres siglos, desde el reinado de Nerva a la muerte del empera- dor Valente en Adrianópolis (arios 96 a 378)4°, pero por desgracia ŭnicamente se nos conserva el relato correspondiente a los acontecimientos vinculados al cuarto de siglo que transcurre entre 353 y 378 ( ŭltima parte del reinado del emperador Constancio II, así como los de Juliano, Joviano, Valentiniano I, Valente y primeros arios de Gracia- no, finalizando con la muerte de Valente en su lucha con los godos)". Por lo que respecta a la redacción de la obra ammianea se llevaría a cabo en Roma, de manera que, al parecer, el libro XIV de la misma (primero de los conserva- dos) aŭn no había visto la luz en el ario 383, mientras que en el 392 todavía no se ha- llaba acabada42, llegándose a pensar que este ŭltimo sería el momento en que daría comienzo su publicación, mientras que los arios 394-397 se consagrarían a la finaliza- ción de la misma y a la revisión de los primeros libros43. Llevando a sus ŭltimas consecuencias las técnicas de composición histórica em- prendidas por Tácito, nos presenta Ammiano una estructura de sus Res Gestae en la que se ponen en relación los acontecimientos internos y externos, orientales y occiden- tales del Imperio, acompariados de un conjunto de excursus geográficos, moraliza- dores y religiosos44, dividiendo cada uno de sus libros en títulos y capítulos personal- mente y no por parte de los editores humanistas como sucede con las obras de aqué145. La concepción histórica de Ammiano se halla basada en los siguientes aspectos formales: 1) La historia concebida como sucesión de edades48; 2) El papel tan significativo asignado a la Fortuna, numen celestial y presagios

156 en el desarrollo histórico"; y (3) El emperador Juliano como centro de la descripción histórica de las Res Ges- tae 43. Para ello se sirve de la corroboración de los hechos mediante su presencia en los mismos (conocimiento de los acontecimientos adquirido in situ) y a través de las opiniones de las personas implicadas en los sucesos, tamizado y madurado todo ello con un profundo examen49. Se añade, además, la concisión que prescinde de lo super- fluo, aunque sin perder por ello nada de lo sustancial en el análisis y conocimiento de los sucesos: en otras palabras, muy poco importa que la narración histórica esté des- provista de adornos ficticios con tal de que se encuentre un apoyo en testimonios au- ténticos y pruebas irrefutab1es93. Así pues, los criterios a aplicar en la investigación histórica se centran en no en- tretenerse demasiado en hechos marginales ni minucias de carácter secundario sino enla bŭsqueda de la verdad histórica, aun cuando ésta se halle desnuda y exenta de efectismos retóricos. Pero esta verdad histórica requiere un lapsus de tiempo para poder ser expuesta, por lo que Ammiano nos previene del peligro que corre la narra- ción de los hechos de los ŭltimos arios por el historiador al ser conocidos por la gene- ración de su época". En resumen, en la narración histórica de Ammiano Marcelino se vislumbran las si- guientes líneas maestras de exposición: a) universalidad del proceso histórico, que, afirmada ya por parte de Polibio, tratará de expresarse por medio de la identificación del acontecer histórico con el desarrollo del Estado Universal romano93; b) acción de causas trascendentales y, por consiguiente, superiores a la razón y voluntad humanas, entre las que destacan el faturn y la Fortuna; y c) tendencia a concebir la historia de una forma organizada, como un todo, equi- parándose en buena medida a las líneas generales de la filosofía estoica de la historiam. De todo ello parece desprenderse que en la narración histórica de Ammiano Mar- celino no faltan ni unidad de expresión ni organización, al tiempo que se da perfecta cuenta de que es necesario ordenar los acontecimientos de forma que se inserten en un proceso racional". La duración de la crisis aparece formulada expresamente por el historiador an- tioqueno a lo largo de los libros conservados de sus Historias, en los que manifiesta una conciencia clara de la misrna. Desgraciadamente, sin embargo, no contamos con su descripción de la situación del Imperio romano anterior al 353, en la que sin duda re- flejaba un panorama distinto y previo a esta etapa de crisis; en este sentido el período de la Tetrarquía y el reinado de Constantino pueden considerarse como la fase histórica de estabilidad, tanto desde el punto de vista económico-social como político-administrativo, que daría paso a la época de crisis y decadencia del siste- ma romano de organización tal y como lo entiende Ammianos". El inicio de este proceso de crisis coincidiría con la etapa de Constancio II, cuyo gobierno es calificado por el historiador como miserable, venal y dependiente, ase- gurando que la administración imperial se vio envuelta en actos de salvaje cruel- dad". A partir de las palabras del antioqueno, que parecen envolver a un mismo tiempo una nostalgia de glorias pasadas y una tácita confesión de incapacidad, el Imperio romano se muestra, a finales del siglo IV, ante los ojos de sus contemporáneos como un Estado satisfecho de sus victorias, sin ambiciones y ŭnicamente a la espera de poder disfrutar de una paz prolongada tras largos esfuerzos. A pesar de ello la crisis económica, las desigualdades sociales, la corrupción de la administración cen- tral y provincial, los problemas fronterizos con las poblaciones bárbaras y otros fac- 157 tores similares minarian paulatinamente las bases .lobre las que se asentaba el Impe- rio. ,sQué conciencia tiene Ammiano de la crisis romana en los atios postreros del siglo IV y cómo la formula? Jiensa realmente que un solo factor se halla implícito en di- cho proceso o son mŭltiples los elementos imbricados en el mismo? Varias son las hipótesis que, desde comienzos de nuestro siglo, han tratado de explicar la decaden- cia del mundo antiguow, que podemos resumir de la forma siguiente: A.— La explicación politica asegura que la decadencia de la civilización antigua sería debida a la absorción de las ciudades-estado griegas por parte de Roma, o, en otros términos, a la creación de un Estado universal, que atenazaria la fuerza creado- ra de las polis griegasn para otros la reducción de los efectivos militares6 o la transmisión del poder político de un emperador a otro de forma hereditaria o la in- capacidad del Estado romano para Ilamar a las masas a participar en el gobierno62 constituirían alguna de estas causas de indole política. B.— Para una parte de la historiografía contemporánea en este proceso de crisis y decadencia incidiría el agotamiento de los recursos del suelo, cuyo punto álgido coin- cide con el Bajo Imperio; ahora bien, el decaimiento de la agricultura obedecería a las mismas causas que trajeron consigo el debilitamiento económico de los restantes sectores productivos (minero, artesanal, industrial...), de forma que esta simplifica- ción económica sólo puede considerarse como uno de los fenómenos que coadyuvarían a tal hecho. C.— La explicación biológica centra la decadencia en la degeneración y el suici- dio de la raza, ligándola a un problema meramente étnico. En este sentido para algu- nos autores el "exterminio de los mejores", asi como de los jóvenes, ocasionado por las guerras y enfrentamientos, tanto civiles como exteriores, contribuiría, al no partici- par en las tareas productivas, como factor importante en dicho proceso 63. A este res- pecto se adujeron, incluso, causas meramente racistas (la mezcla y contaminación de las razas superiores con las inferiores) como las desencadenantes de la crisis final del mundo romano". Otros investigadores (Spengler entre ellos) han pensado que la degeneración cons- tituye un proceso comŭn a todas las sociedades humanas, de modo que la civilización camina necesariamente hacia su ruina final; y este aspecto se desprende, al menos en parte, de las palabras de Ammiano, al considerar el transcurrir de la historia de Roma dividido en varios ciclos (nacimiento, adolescencia, edad viril y vejez, equi- valentes al origen, juventud, madurez y etapa final), coincidiendo la fase de deca- dencia con el ciclo ŭltimo65. D.— Finalmente hay quien ve en el cristianismo el elemento religioso responsa- ble de la decadencia de la civilización antigu" esta hipótesis difícilmente puede ser aceptada si tenemos en cuenta que, pocos siglos después, el nacimiento de una nue- va religión, el Islam, hará posible el florecimiento y desarrollo de una cultura en todo su esplendor. Además, en los aflos de Ammiano el cristianismo, en trance de con- vertirse definitivamente en religión del Estado, no es considerado como factor desen- cadenante de la crisis de aquella época67. A simple vista, de las diferentes teorias expuestas parecen deducirse con claridad los jalones de explicación del complejo problema de la crisis y decadencia del mundo antiguo, pudiendo aplicarse dichos parámetros igualmente como marco general al caso del historiador antioqueno y a la conciencia que de dicho proceso refleja en la segunda mitad del siglo IV. Ahora bien, este conocimietno pleno de la crisis de la or- ganización romana no se identifica con una conciencia de cambio brusco sino de trans- formación progresiva 66: no hay que afirmar, segŭn Ammiano, que nunca azotaron al Estado romano tan grandes calamidades como en el momento presente, "error que pa-

158 rece derivar del vivo sentimiento de los males de nuestros días, puesto que si dirigi- mos nuestra mirada hacia la historia de los tiempos antiguos o, incluso, del siglo ac- tual se demostraría que han existido demasiados ejemplos de acontecimientos igual- mente luctuosos y graves". De cualquier forma en este proceso de cambio latente se hallarían implicados va- rios factores, que actuarían como elementos desintegradores de las instituciones pro- pias del Estado romano y que harían abocar al Imperio a una decadencia. Como paso previo al análisis de la crisis socio-económica, político-administrativa e ideológi- co-religiosa reflejada en las Res Gestae ammianeas vamos a observar la caracteri- zación y el juicio crítico que se nos ofrece acerca de la figura y personalidad de los emperadores que ocupan estos 25 años magistralmente descritos69. A la hora de analizar la visión histórica y el análisis psicológico de cada uno de dichos emperadores se hace patente el pro blema de la credibilidad vinculado a los testimonios de la obra ammianea". Junto a ello hay que contar igualmente con los posibles condicionamientos implícitos en los mismos, derivados tanto de la concien- cia de clase del autor como de sus resentimientos personales". De Constancio II, por ejemplo, destaca Ammiano su arrogancia y altivez ()OI, 16, 1), así como el hecho de que durante su reinado ningŭn ciudadano ascendiese al grado de ilustrísimo, aunque sí al de perfectísimo (XXI, 16, 2). Cuidó, sin embargo, del soldado hasta extremos in- sospechados, puesto que en ello estribaba una de las bases de su absolutismo, a pesar de que supo contener también en ocasiones la arrogancia de los militares". Rígido apreciador del mérito, este emperador no confirió ning ŭn cargo palaciego a personaje que no hubiese pasado por todos los títulos, de forma que con anterioridad se sabía qué funciones y grados con-espondian a cada uno". Además, no retrocedía ante ningŭn medio, legítimo o no, para lograr los objetivos que se había propuesto: en su época el exceso de tormentos llegó a arrancar acusaciones falsas, pero a ŭn en estos casos se mostraba enemigo de toda justicia". Contrasta, por otro lado, el abatimiento en que se había visto envuelto como consecuencia de los fracasos en las guerras exte- riores con el orgullo y altivez demostrado en el triunfo contra las revueltas intemas". A los males del reinado de Constancio hay que ariadir la insaciable rapacidad de los agentes del fisco, quienes acumulaban más odio sobre la cabeza del emperador que dinero en las arcas del Estado, a pesar de lo cual nunca se le vio prestando atención a la queja de las naciones extenuadas 76. Finalmente, en cuanto a sus creencias religiosas, en él se hallaba desnaturalizada la sencilla unidad del cristianismo con una mezcla de superstición de vieja". En resumen, Ammiano nos indica su desprestigio en Oriente, cosa no demostrada, aunque sí la impopularidad de Constancio en Galia, y en general en todo el Occidente, frente a la popularidad de que gozó Juliano en la misma zona". Aun cuando estas apreciaciones están corroboradas por otros testimonios (Mamertino en su Panegírico de Juliano o Zósimo en su Historia) podemos mitigar esta crueldad que le achaca el historiador teniendo en cuenta que con dicha conducta reforzaría su absolutismo, de forma que la semblanza del emperador no sería tan sombría. Distintas son las características que nos presenta Ammiano de su emperador favo- rito, Juliano, a quien considera como el eje y centro de su obra: comienza por destacar sus cualidades físicas'9 para pasar a elogiar a continuación los momentos en que de- sempeñó el cargo de César en Galia, donde, entregado a los combates y exterminio de los bárbaros, sus hazarias fueron comparables a las más memorables de los tiempos pasados". Este elogio se continua mediante la comparación con el emperador Tito en cuanto a su prudencia, con Trajano en cuanto a sus triunfos militares y, finalmente, con Antonino Pío en relación a su clemencia". Hemos de destacar, además, desde el punto de vista económico la disposición de dicho emperador a rebajar los impuestos (XVII, 3, 1), lo que concuerda con uno de los objetivos prioritarios que se había trazado, el de 159 contribuir al bienestar de los habitantes de las provincias82. Si dejamos de lado los aspectos religiosos (paganismo, adivinación y magia), que envuelven la figura de Juliano en la descripción del historiador antioqueno 83, este au- tor resalta su constante preocupación por vigilar el equitativo reparto de las cargas impositivas, evitar todo abuso de autoridad, separar de los asuntos p ŭblicos a las personas que especulaban con las desgracias generales y no consentir que los magistra- dos se apartasen del estricto cumplimiento de la justicia, aun cuando en ocasiones lle- gó a dar muestras de una repugnante parcialidadm. Su postura con respecto a los ca- lumniadores se mostró siempre severa ()OXII, 9,9), entregándose con ardor al reconoci- miento de los derechos de cada uno, así como a la represión del fraude y a proteger la razón contra la injusticia85. Poseía igualmente Juliano el arte de gobernar y hacer la guerra, brillando por sus elevadas cualidades en cuanto a la administración de justicia ()OV, 4, 7), a lo que hay que ariadir una serie de hechos que acreditaban su liberalidad: mitigó las ofren- das de coronas de oro, restituyó a las ciudades la percepción de las rentas En cuanto a sus defectos ŭnicamente resalta su ligereza ("hablaba dema- siado y no conocía el valor del silencio" segŭn Ammiano), el abuso de la adivinación (le acusa de que en su culto había más superstición que religión verdadera) y la exce- siva inclinación a la 1isonja87. Ahora bien, la popularidad de que gozó en las provincias galas (XV, 8, 3) no pa- rece haberse generalizado ni en Oriente ni entre el ejército, puesto que en alguna oca- sión hubo de someterse a los imperativos militares ()OI, 2, 1 y ss.) y evitar la divul- gación de ciertos aspectos de su política, entre otros la reforma religiosa, que nunca llegaría a ser plenamente popular ni acep tada por las legiones (en este mismo con- texto se enmarcan las críticas, a ŭn más agudas, que recibe de Ammiano por haber dado cabida dentro de la institución del consulado a un godo)'. Por su parte Joviano no parece haber sido la persona más idónea deseada por Ju- liano como sucesor (XXV, 3, 20), y, menos aŭn, para dirigir la camparia contra los per- sas, iniciada en el ario 363"• Es más, su impopularidad fue en aumento como conse- cuencia de la firma de un pacto vergonzoso con el rey persa Sapor, la renuncia a las conquistas del emperador Galerio allende el Tigris y la entrega de la plaza fuerte de Nísibe, junto con otras 15, a lo que se vio impulsado tanto por la desidia como por las murmuraciones de los propios soldadosm. Pese a lo efimero de su período de gobierno (8 meses), éste no estaría exento de sublevaciones y revueltas, resultado de un descon- tento generalizado. Valentiniano I aparece caracterizado en ocasiones por Ammiano con una cierta parcialidad: bien es verdad que se mostró hostil con los ricos, intelectuales y sena- dores, asemejándose en esto bastante al comportamiento seguido con anterioridad por Septimio Severo, pero protegió a los débiles y necesitados92, ideas todas ellas que no cuadraban bien con el espíritu típicamente aristocrático del historiador antioqueno. Este emperador, como buen militar, parece haberse manifestado siempre enemigo del lujo, no descuidando el bienestar de sus sŭbditos, que fomentaría a través de medidas pacíficas, lo que contrasta con las acusaciones ammianeas de irascibilidad, fiereza y crueldad (XXVII, 7), con la propensión de su carácter hacia la violencia ()(XX, 8, 2) o con el recurso a medidas de exacción sanguinarias (XXX, 8, 8), acompañado todo ello de marcados tintes de envidia ()OXX, 8, 10). Por otro lado, sabemos que manifestó siempre una profunda repulsa por la falta de valor ()OXX, 8, 11) y trató con exquisita consideración a los habitantes de las provin- cias, aliviándoles en lo posible del peso de los impuestos93. Del mismo modo llevó a cabo la fortificación de numerosas ciudades, creando una admirable línea defensiva en las fronteras, labor que no completó en el plano militar puesto que, aunque restauró

160 la disciplina en el ejército, castigando las faltas de los soldados, mostró una cierta tolerancia hacia la forma de actuar de los jefess". Por ŭltimo, rígido observador de la pureza de costumbres, fue casto tanto en su vida privada como en la p ŭblica, poniendo de esta forma freno con su ejemplo al carácter licencioso de la corte 00(X, 9, 2). Finalmente Valente, no sólo de acuerdo con Ammiano sino también con otros histo- riadores antiguos, no tendría suerte en su política, manifestándose en ocasiones su au- toridad casi nula, como sucedió por ejemplo en Antioquía en el año 375; de ahí que en general su actividad política pueda ser calificada como nefasta, ya que en su tiempo las fortunas más elevadas se desmoronaron, las confiscaciones se hicieron cada vez más agobiantes y continuadas, las cárceles se abarrotaron de gente...95. Además, su fanatismo arriano le Ilevaría a una crueldad extrema, que desembocaría en la perse- cución de los católicos. Entre sus méritos destaca Ammiano su disposición a reprimir la , así corrro su fiel observancia de la disciplina y las leyes, buscando con ello impedir por todos los medios la ambición de sus parientes (XX.XI, 4, 2). Igualmente se mostró como un administrador equitativo de las provincias, velando por los intereses de sus habi- tantes como si de los suyos propios se tratara; en este caso, además de ser mesurada- mente generoso, no mostró indulgencia alguna contra la malversación y corrupción de los jueces, de modo que nunca estuvo mejor gobernado el Oriente a este respecto ()00U, 4, 3). Sin embargo, mucho más acusados fueron sus defectos, destacando en primer lugar su avidez y desentendimiento de algunos asuntos de Estado, manifestándose cruel por instinto, quizás como consecuencia de su falta de educación, extensible al campo mili- tar ()(XXI, 14, 5). Su avaricia particular se acrecentaba cuando una acusación ordi- naria pasaba a adquirir entre sus manos las proporciones de un crimen de lesa rnajes- tad, ya que entonces podía disponer a su antojo de la vida y fortuna de un rico 56. Esto se unía al respeto fingido que mostró siempre con relación a las leyes y decisiones ju- diciales, cuando, en realidad, los tribunales, formados por él, se convertían en instru- mentos notorios de sus caprichos. A partir de aquí podemos preguntamos: Cuál era el ideal de monarquía propug- nado por Ammiano? El imperio es considerado como una de las mejores formas políticas y claramente aceptable en el contexto geográfico-histórico de su época; esta forma monárquica de poder, a la que los sŭbditos deben fidelidad, Ileva consigo una serie de connotaciones: oposición por principio a la usurpación del poder y presencia de emperadores dignos y virtuosos. Estos principios implícitos en la concepción del emperador modelo se muestran similares en el historiador antioqueno y en los au- tores de la Historia Augusta97: deberían contar con el nomen Antoniniani, es decir, con las cualidades más significativas de la dinastía de los Antoninos, y Ilevar a cabo a un mismo tiempo una línea de actuación paralela. El antimodelo lo sitŭa Ammiano entre los bárbaros, contra quienes pone de mani- fiesto una hostilidad constante a lo largo de toda su obra55: el historiador siente mie- do ante la pérdida del lugar privilegiado que ocupa la cultura romana, que puede verse trastocado por la invasión de las poblaciones bárbaras y sù penetración en te- rritorio del Imperio. Ahora bien, trata de un miedo real o está motivado, más bien, por la posible erradicación y pérdida de privilegios entre los componentes de las clases sociales superiores de los ciudadanos?. Aunque ya se habían ido sucediendo oleadas de invasión de pueblos exteriores con anterioridad a la muerte de Juliano será a partir de entonces cuando parece como si a través de todo el mundo romano sonasen las trompetas de la guerra, en palabras de nuestro historiadors9; desde estos momentos "la defensa de las fronteras vuelve a con- vertirse en una preocupación primordial, que marca profundamente la evolución del 161 Imperio'". En cualquier caso hay que tener en cuenta que este agravarse de los acon- tecimientos no sería más que una consecuencia directa de las amenazas acumuladas en el transcurso de los reinados de Constancio 11 y Juliano'°'. Los dos grupos de poblaciones exteriores al Imperio a los que debe hacer frente la administración romana serán el de los persas en Oriente y el de los godos-germanos en Occidente, en el primer caso ante los sasánidas y su rey Sapor II, contra quienes cada uno de los emperadores y generales romanos irían sucumbiendo en sucesivos fra- casos1°2 hasta desembocar en la campaila de Juliano contra ellos m3, la muerte de dicho emperador, la reanudación de las hostilidades por parte de su sucesor, Joviano, y la concertación de una paz ignominiosa con el enemigol". De cualquier forma, aunque continŭan los enfrentamientos entre Valente y Sapor, tanto los persas como los roma- nos se darían cuenta de que a partir de entonces deberían aceptarse mutuamente como dos Imperios independientes. En cuanto a los godos su historia se divide en dos períodos, que tienen como fecha clave la llegada de los hunos: Constantino había puesto fin a su agitación y repercu- siones en sus vecinos sármatas y vándalos mediante su reconocimiento como federados 1 en el arios 332 °5; a la muerte de Juliano, ŭltimo representante de constan- tiniana, quedan libres del pacto concluido y reanudan sus ataques, cooperando en el 364 con Procopio, dándose paso a la llamada guerra de los 3 arios contra ellos por parte de Valente'°6. Sin embargo, la presencia de hunos y alanos a partir del 375 interferirá el proceso rápido de estabilización por el que estaba atravesando la sociedad goda'°7: los thervingos son asentados en Tracia al ario siguiente, pero el mal trato recibido por los generales romanos les obliga a sublevarse, así como a los jefes de varias tribus godas másoes. Tras el reagrupamiento de los godos se producirá la invasión de la región de Tra- cia y la batalla de Adrianópolis, en la que perece el emperador Valente l°9, originán- dose a renglón seguido el desplazamiento de algunos de sus efectivos hacia las pro- vincias occidentales, incluidas Dacia y Pannonia"°. Por su parte las poblaciones germánicas (francos, alamanes, sármatas, cuados...), aprovechándose de las circunstancias favorables a sus intereses por las que estaba atravesando el Imperio (intentos de usurpación de Magnencio y Silvano, política im- prudente de Constancio II ...) tratarán de establecerse en territorio galo. No es de extrariar que Juliano pusiera todo su interés en restablecer la unidad de dichas pro- vincias, atacando a los alemanes en la isla del Rhin y destruyendo sus aldeas, así como presionando seguidamente sobre los francos 12. En los arios sucesivos continuarán los ataques contra los distintos jefes de dichas trius, hasta que a partir de 377-378 se unan las amenazas de los germanos del Norte y del Oeste con las de los godos"3. A estos hechos hay que ariadir la presión ejercida en las regiones orientales por poblaciones sin someter a la administración romana, como los isaurios por ejemplo (XIV, 2, 1; X)(VII, 9, 6 y 7) o los partos (XIV, 11, 4; XXI, 6, 7 y )00C, 1, 1), a lo que se sumart las sublevaciones en Africa ()(XI, 7; XXVII, 9, 1; XXVIII, 6, 10; XXIX, 5...), que contribuirían de forma directa a que el proceso de romanización no arraigase defini- tivamente en dichas provincias, hasta el extremo de verse coronado este proceso en algunas ocasiones casi radicalmentel". Podemos afirmar, pues, que desde la muerte de Juliano a la de Valente, o en otros términos desde el fracaso de la expedición de Persia al desastre de Adrianápolis los peligros exteriores no dejarían de agravarse, salvo quizás en el frente oriental. De una forma o de otra hay que destacar el hecho de que Ammiano Marcelino muestra una clara hostilidad a la penetración de estas poblaciones, en especial los godos, en el territorio del Imperio, hasta el punto de considerar su participación .en el ejército como una amenaza evidente de los valores romanos más representativos"5.

162 Todos estos enfrentamientos bélicos traerían consigo un reajuste en la organización militar existente durante estos años, de forma que el aumento de vigilancia en las fronteras y la creación, dislocación y complementación de las diferentes unidades militares conducirían a un incremento de los gastos pŭblicos, que incidiría a su vez so- bre el déficit económico ya agravado por las circunstancias generales por las que atravesaba el Imperio"6. Ahora bien, los aspectos de la crisis del Estado romano no se ciñen, en el historia- dor antioqueno, a estos ŭnicos puntos; los problemas sociales, administrativos y eco- nómicos fueron mucho más amplios y de ellos sólo vamos a ofrecer a continuación al- gunas pinceladas. En primer lugar se nos muestra un ejemplo claro de incompetencia política de los gobernadores romanos en el césar Galo, cuya crueldad fija el historia- dor en su objetivo por deshacerse de las personas más influyentes a través de un bien montado sistema de espionaje, dirigido por agentes pérfidamente hábiles, contra in- dividuos inocentes"'; esta opresión se haría más insistente sobre los altos funciona- rios de la administración, magistrados municipales y otras personas de las ciudades, hasta el extremo de llegar a confeccionar una lista de ciudadanos notables de Antio- quía con vistas a ejecutarlos en masa'". Con estas premisas no resulta difícil pensar que las acusaciones más comunes en los procesos judiciales fueran las de lesa majestada, lo que condujo a la muerte de un gran nŭmero de acusados"°. De esta forma, aunque a los partidarios de Magnencio por ejemplo, acusados de este crimen, se les condenó sin acusador, la misma suerte corría cualquier militar o persona civil, quienes por una simple palabra o sospecha, tras ser interrogados, eran objeto de sentencia de muerte, proscripción o destierro"°, lo que su- cedía a menudo a pesar de que el vicario del prefecto defendiera acaloradamente los intereses de sus administradosth. A esta forma de actuación contribuiría, sobre todo en Oriente, el hecho de que la justicia, en palabras de Ammiano, se hallaba desterrada de los tribunales (XIV, 7). Además, la muerte de Galo dará pie a nuevas persecuciones judiciales, de modo que las personas de su círculo serían acusadas de lesa majestad' n, alcanzando tanto a los altos dignatarios como a los ciudadanos libres de rango inferior: así, por ejemplo, el magister equitum Silvano fue acusado de traición por intriga y, pese a descubrirse la impostura, sería condenado a muerte después"). Las calumnias y falsos testimonios alcanzarían al campamento y a la corte del emperador Constancio II, siendo entre otros decapitado por orden imperial al gene- ral de infantería Arbación124. A esta oleada de acusaciones de lesa majestad contri- buiría el aumento de cargos burocráticos intermedios en las provincias con vistas a preservar el orden en un momento en que se hacía patente la amenaza de un desastre generaP25; en este sentido los servicios de seguridad del Estado romano funcionarían como centralizadores de la administración, integrados dentro de la propia burocra- cia'26. de forma que no es raro que un notario como Paulo Ileve en persona acusaciones de este tipo'v. El primer acto del reinado de Juliano consistió en abrir una serie de informaciones judiciales, que desencadenaron un conjunto de condenas, más o menos justificadas, de los partidarios de Constancio"°. Sin embargo, se dieron también ejemplos terminantes de acusaciones fundadas, como en el ario 364 en que Aproniano, prefecto de Roma, tra- tó de erradicar la magia de la ciudad'2°. En el 368 asistimos a una acusación y condena en masa de senadores y mujeres de la alta sociedad por causa de magia, envenenamiento y adulterio 2°, aun cuando la crueldad de Valente se manifestaría sobre todo a partir del año 370, movida por su insaciable y la de sus cortesanos, lo que se traducirá en m ŭltiples ejecuciones 163 en Oriente mediante envenenamiento y otros crímenes13 . Del mismo modo, la pena capital infligida a Faustino no estaría fundada en la acusación de magia sino en la de lesa majestad, mostrando a este respecto la obra de Ammiano Marcelino y las de sus contemporáneos abundantes ejemplos que testimonian un excesivo miedo a maqui- naciones mágicas contra la persona del emperador'32. De cualquier modo estas intrigas palaciegas se hallaban a menudo en manos de los eunucos, quienes, dominados por un indecible furor de enriquecerse, no encontraban freno a sus apetencias133. Tal llegó a ser su influencia que, por medio de su habilidad, tergiversaban los hechos de forma que reos convictos conseguían liberarse de su casti- golm. En consecuencia, los cortesanos de palacio, inspirados y secundados por la banda de los eunucos, perseguían sin descanso la forma de encontrar ocasión de perder a per- sonajes importantes135. Pero es que, adémás, toda una serie de desgracias se abatían sobre la sociedad ro- mana de esta época, descollando en primer término la corrupción administrativa: así, por ejemplo, el prefecto de Roma Orfito traspasó, en sus funciones, los límites de autoridad que tenía delegados, dando paso a una serie de sublevaciones a causa de la escasez de vin0136, lo que contrasta con la imposibilidad de tomar parte en la política para las personas eruditas y sobrias. A ello hay que ariadir los innumerables fraudes cometidos por los nomenclatores, así como los dispendios llevados a cabo en banque- tes y otros mil refinamientos, en los que se buscaba un despliegue de la sensualidad'37. Esta avidez de dinero y esta acumulación de riquezas serían hijos de la inseguri- dad de los tiempos, por lo que los hombres sin descendencia pasaban a ser objeto de cuantiosas atenciones en Roma". Contrasta este hecho con la situación de los ciuda- danos pertenecientes a las clases sociales inferiores, quienes, sin casa ni hogar, a ve- ces pasaban la noche en las tabernas y otras dormían al abrigo de los toldos de los an- fiteatros o entregados al juego de los dados' 39. Se ariade a ello, además, el que en nu- merosas ocasiones los ricos alcanzaban la impunidad a través de la corrupción, sien- do inflexiblemente juzgados y condenados quienes disponían de escasos recursos"°. Frente a la corrupción, que se extendía incluso a los cargos militares, en tiempos de los restantes emperadores, destaca el decreto de Juliano, seg ŭn el cual toda promo- ción, tanto civil como militar, ŭnicamente tendría en cuenta el mérito personal, con- siderándose las recomendaciones como una deshonram. Con todo ello los ciudadanos romanos se habían convertido en feroces y rapaces con sus compatriotas, mientras se mostraban blandos y cobardes ante los enemigos, puesto que, corrompidos por la ociosidad y pervertidos por la venalidad de los dona- tivos sólo eran peritos en el conocimiento del oro y piedras preciosas 42. A este estado de corrupción contribuían los calumniadores: con frecuencia los nombramientos eran solicitados ardientemente y hasta los compraban, encontrando fácil acogida en la corte todos cuantos ambicionaban el bien de los demás143. Estas desgracias no eran exclusivas de Occidente, ya que en la parte oriental del Imperio, encalmada la guerra en la frontera, la corrupción en la administración de justicia fue aŭn más acusada al dejar Valente de examinar los procesos judiciales y no contar con obstáculo alguno los jueces y abogados, quienes se abrían camino a honores y fortuna mediante la venta de los intereses de los pequeños a la ávida opresión de los altos personajes del Estado y jefes militaresm. Estas circunstancias desembocarían en toda una serie de vicios, a lo que contri- buiría igualmente el aumento del lujo, la sed de riquezas y el menosprecio de la justi- cia y la honradezm. Entre ellos cabe destacar los arraigados en la corte: uso inmode- rado de tejidos de seda, premios a los mejores fabricantes de estas telas, refinamiento culinario, fausto en el mobiliario, inmensas dimensiones de las casas.." este cuadro

164 de disolución y vicio se vería agravado por el quebrantamiento de la disciplina mi- litar (XXII, 4, 6). En este sentido hay que destacar, segŭn el antioqueno, los vicios de las clases so- ciales superiores, un grupo de los cuales arrastraba en pos de sí una caterva de escla- vos y aduladoresn frente a ello el pueblo, "conjunto de holgazanes y desocupados" (XX'VIII, 4, 28), frecuentaba los antros de embriaguez y prostitución como forma de vida más comŭn, vegetando en incurable desidia. Como resultado de ello la opresión, el descontento y el hambre arraigarían en la sociedad romana, donde hallarían un terreno fácilmente abonado" 8. Ahora bien, la opresión revestirá caracteres generales y se hará ostensible en todos los estamentos o clases de la sociedad romana, a saber, los altos funcionarios de la administración p ŭ- blica, los magistrados de las ciudades e integrantes de la curia municipal y los com- ponentes del pueblo"8, extendiéndose tanto por las provincias orientales como por las occidentales. Sin duda a esta situación contribuiría la insaciable rapacidad de los agentes del fisco, mediatizados por la supervisión administrativa de los servicios policiales (agentes in rebus), así como por la escasa atención prestada a los países esquilma- dos. En este contexto no resulta extraño que el hambre se convirtiese en uno de los azotes de la época, muy claro por ejemplo en el caso de la capital del Imperio'", al igual que en Antioquía, ciudad en la que sus habitantes se verán oprimidos por tal temor, ocasionado por todo un c ŭmulo de circunstancias deplorables' 52. Es más, el hambre era padecido incluso por los soldados, quienes se irritaban enormemente ante la falta de llegada de convoyes de avitua11amiento'53. La escasez de cereales llegó a hacerse tan agobiante que por un modio de cebada, por ejemplo, se Ilegó a pagar en el campamento de Joviano el precio desorbitado de 10 so1idos154. Del mismo modo la causa del procesamiento de Hymecio consistió en el he- cho de haber abierto a los habitantes de Cartago los graneros reservados para el abastecimiento de Roma, puesto que en el transcurso de su proconsulado en Africa había sobrevenido un gran déficit de grano en la región, provocándose a continuación un hambre atroz'85. Para solucionar el problema de abastecimientos de granos se Ile- varon a cabo remesas periódicas de cereales procedentes de Bretaña (XVIII, 2, 3); por otro lado, el agotamiento de las provisiones de trigo conduciría a un descontento ge- neralizado, que incluiría a los propios so1dados' 58. Se daría paso, así, a frecuentes motines, aplacados en ocasiones mediante la distribución, bajo cuerda, de dinero'". En este sentido el descontento de los componentes de las oligarquías municipales se hizo manifiesto durante el reinado de Juliano (XXII, 9, 12), produciéndose igualmente en tiempos de Joviano toda una serie de revueltas y sublevaciones, como por ejemplo las de las provincias galas, que el emperadar reprime con mano dura'88.

CONCLUSIONES En concreto, pues, la conciencia de crisis aparece claramente expuesta en varios pasajes de las Historias ammianeas, de manera que los exponentes más evidentes de la misma podemos centrarlos en los siguientes aspectos: —1) enfrentamientos exteriores con las poblaciones bárbaras, así como otros de carácter interno (usurpaciones de Magnencio, Silvano y Procopio...); —2) situación caótica de la administración, como lo prueba tanto la incompeten- cia política de los gobernantes (emperadores, altos cargos...) como la eliminación de los más apropiados para el poder y la ascensión de los menos preparados a los pues- tos de mayor responsabilidad; a ello hay que añadir la venalidad y mal funciona- 165 miento de la justicia (persecuciones judiciales por falsos testimonios...); —3) opresión económica y descontento social, que se traduce en el alza desmesura- da de los precios, lo que, unido a la avidez de dinero por parte de las clases más fa- vorecidas, desembocará en el progresivo empobrecimiento de la gran masa de la po- blación, agravado además a través del gran c ŭmulo de hambres y epidemias que se van sucediendo durante estos arios por todo el territorio romano'n —4) y, por ŭltimo, la degeneración de las costumbres, que, unido a la falta de mo- ralidad, encontrará su exponente en la corrupción, el lujo, la afición al En este sentido hasta los propios dioses, en palabras de Ammiano, se habrían con- fabulado para la destrucción del Imperio ()(XXI, 13, 1), lo que se relaciona con el per- miso imperial concedido a los bárbaros para su asentamiento en la provincias roma- nas'61. El agobio que produce esta infiltración de pueblos extraños conduce a reforzar la crisis y la conciencia que de la misma poseían los contemporáneos de nuestro histo- riador. Por otra parte, el refinamiento, la sensualiad, la afición a los placeres, el amor al circo, a las carreras de caballos y al juego de dados, así como el destierro de la justicia de los tribunales, constituyen algunos de los sintomas captados por Am- miano como causas de la crisis y decadencia del Estado romano en su época'62. Otras causas se cifran en la impunidad de los ricos, por efecto de la corrupción, y la condena de los menos favorecidos, así como la sed de riquezas y el menosprecio de la honradez, de forma que la corrupción se hizo algo corriente entre los funcionarios y empleados palaciegos (eunucos...)i". La venalidad de los donativos, el lujo en oro y piedras preciosas, la calumnia, la compra de cargos pŭblicos, la ambición de los bie- nes ajenos, los actos de perfidia, deslealtad y traición... habían arraigado no sólo en el pueblo sino también en la corte imperiall". Se ariade a ello el inmoderado uso de tejidos de seda, el refinamiento de la ciencia culinaria, el fausto en el mobiliario y en los edificios, el quebrantamiento de la dis- ciplina militar, las grandes aglomeraciones de esclavos, la adulación a los podero- sos, el horror al estudio y al cultivo de la inteligencia, la afición a las artes mágicas y astronómicas... como causas que contribuirían a la degeneración de este espíritu ciu- dadano hasta desembocar en la decadencia y fin del mundo antiguo165. De esta forma, la opresión se generalizó a todas las clases sociales, contribuyendo a ello la rapacidad y el comportamiento de los agentes in rebus 166, así como el ham- bre y el descontento social, exponentes innegables de una sociedad en crisis'". Aunque los problemas exteriores contribuyen igualmente a esta situación de caos, revisten menor importancia para Ammiano que los intemos, donde hay que destacar las dela- ciones y acusaciones infundadas de lesa majestad, falsos testimonios y calumnias, juicios de farsa, condenas y eliminación de personajes importantes, corrupción de los gobernantes, traiciones.... Como resumen podemos afirmar que el historiador antioqueno dirige sus críticas contra la plebe y el grupo de patricios refinados, mostrando además una actitud mo- ralista y exigente ante la depravación, a pesar de que estas consideraciones no par- ten de un plebeyo, pues Ammiano no lo era, por lo que defiende su propia clase social y los valores que le afectan. Sin duda el Estado romano para él constituye la superes- tructura, a pesar de lo cual la ciudad cuenta en dicho marco con su propia organiza- ción; si a ello ariadimos el hecho de que la paralización del proceso económico provo- ca irremediablemente las fases de crisis, dado que las ciudades orientales son más fuertes económicamente que las de Occidente 169, está claro que el retraso económico y la crisis se hacen más ostensibles en la parte occidental del Imperio lm, mientras que esas mismas crisis, aunque existen, serán mucho menos acusadas en los centros urbanos de la parte oriental'71. Ahora bien, la destrucción rápida de la base económica de las ciudades antiguas a

166 lo largo del siglo no es más que una consecuencia de la decadencia progresiva del ré- gimen esclavista'n; por otro lado, perderán sus dominios territoriales, bien por haber sido confiscados por el Estado bien por haberse vendido a particulares por la propia ciudad. Además, los propietarios pequerios y medianos estaban arruinados, al tiem- po que el gobierno orientaba su política hacia los intereses de la nobleza senatorial y hacia una burocracia tendente a limitar la independencia de los centros urbanosim. Así pues, podemos acabar diciendo que Ammiano Marcelino posee una conciencia clara de la crisis del Imperio romano en la época en que le tocó vivir, conciencia que coincide al mismo tiempo con la apreciación que de la misma tendrían sin duda sus contemporáneos. Septiembre de 1985.

NOTAS

' Ver, entre otros, J. W. McKAIL: "The Last Great Roman Historian", Classical Studies IX, 1921, p. 159 y ss. Sobre estos aspectos y la respuesta dada por la administración romana a la situación conviene leer la obra de R. McMULLEN: Roman's Government Response to Crisis, Harvard, 1977. 3 G. ALFOLDY y otros: Krisen in der Antike, Bewusstein und Bewdltigung, Dŭsseldorf, 1975. G.ALFOLDY: "Zeitgeschichte und Krisenempfindung bei Herodian •, Hermes 99, 1971, pp. 429 y ss.; "Der heilige Cyprian und die Krise des rémischen Reiches", Historia XXII, 1973, pp. 479 y ss.; y "The Crisis of the Third Century as seen by Comtemporaries", GRBS XV, 1974, pp. 89 y ss. 5 F. MARCO y N. SANTOS: Textos para la historia del Próximo Oriente antiguo, 2 vols., Oviedo, 1980. 6 J. FERNANDEZ UBIÑA: La crisis del siglo III y el fin del mundo antiguo, Madrid, 1982, p. 12. La pavorosa revolución, la decandencia del Imperio romano en Occidente, Madrid, 1978, p. 28. La paz romana, Barcelona, 1969, pp. 257 y ss. 9 "Por una teoría general de la decadencia económica •, La decadencia económica de los Imperios, Madrid, 1973, pp. 13 y ss. '° Contribución a la crítica de la economía política, Madrid, 1970, p. 37. J. FERNANDEZ UBINA: op. cit. p. 14. El fin del mundo antiguo, México, 1961, pp. 189-190... 13 J. FERNANDEZ UBIÑA: op. cit. p. 15. 14 En este sentido continŭan siendo básicos los trabajos de F. ALTHEIM: Die Krise der alten Welt, 3 vols., Berlin, 1943, y Niedergang der antiken Welt: eine Untersuchung der Ursachen, Frankfurt, 1952. 15 J• SAUNDERS ("The Debate of the Fall of Rome", History XLVIII, 1963, pp. 1 y ss.) recogió hace años las distintas posturas al respecto. " K. BRINGMAN: "Ammianus Marcellinus als spátantiker rómischer Historiker", A & A XIX, 1973, pp. 44 y ss. " Sobre los fragmentos de esta parte de la obra ammianea remitimos a L. JEEP: "Die ver- lorenen Bŭcher des Ammianus", RhM XLIII, 1888, pp. 60 y ss., y, sobre un periodo más concreto, 167 a J.F. GILLIAM: "Ammianus Marcellinus and the Historia Augusta. The Last Books and the Period 117-285, Bonner Historia-Augusta-Colloquium 1970, Bonn, 1972, pp. 125 y ss. 18 W. SESTON: "Verfall des rdmischen Reiches im Vesten. Die VdIkerwanderung", Pro- pylden Weltgeschichte, Bonn, vol. IV, pp. 487 y ss.; A. R. HANDS: "The Fall of the Roman Empire in the West, a Case of Suicide or Foroe Majeure?", G&R X, 1963, pp. 153 y ss., y B. STALLNECHT: Untersuchungen sur rómischen Aussenpolitik in der Spdtantike, Diss. Bonn, 1969. " R. REMONDON: "Problémes militaires en Egypte et dans l'Empire á la fin du IVe siécle", RH CCXIII, 1955, pp. 21 y ss. 28 N. SANTOS: "Algunos problemas sociales en Asia Menor en la segunda mitad del siglo IV d. C."HAnt VII, 1977, pp. 351 y ss. A.H.M. JONES: "Overtaration and Decline of the Roman Empire", Antiquity XXXIII, 1959, pp. 39 y ss. 22 A. BERNARD: "Los problemas económicos del Imperio romano en la época de su deca- dencia", La decadencia económica de los Imperios, pp. 27 y ss. 23 S. MAllARINO: Aspetti sociali del quarto secolo, Roma, 1951, pp. 8 y ss. 24 A. PELETIER y J.J. GLOBOT: Materialismo histórico e historia de las civilizaciones, México, 1975, p. 93. 25 Ver, entre otros, A. PRIETO: "En torno a una lectura de la crisis del Imperio romano: del cristianismo a la Ilustración", La transición del esclavismo al feudalismo, Madrid, 1975, pp. 19 y ss.; S. MAllARINO: El fin del mundo antiguo, pp. 74 y ss.; G. ALFOLDY y otros: Krisen in der Antike, pp. 70 y ss.; J. VOGT: La decadencia de Roma, Metamorfosis de la cultura antigua, Madrid, 1962, vol. II, p. 482 y ss.; R. REMONDON: La crisis del Imperio rornano de Marco Au- relio a Anastasio, Barcelona, 1967, pp. 160 y ss.; y J. FERNANDEZ UBINA: op. cit. pp. 35-89. 28 Estas mismas líneas de análisis han sido seguidas por J. ARCE para el caso del siglo III hispano: "La crisis del siglo III d. C. en Hispania y las invasiones bárbaras", HAnt VIII, 1978, pp. 257 y ss. 27 V. S. SOKOLOV: "Ammiano Marcelino, ŭltimo representante de la historiografia anti- gua (en ruso)", VDI n9 70, 1959, pp. 43 y ss. 28 FONTAINE: "Ammien Marcellin, historiam romantique", BAGB 1969, en pp. 417 y ss.. Cf. E.A. THOMPSON: The Historical Work of Ammianus Marcinus, Cambridge, 1969. 28 Germ. XXXIII. Cf. H. W. BENARIO: "Tacitus and the Fall of the Roman Empire", His- toria XVII, 1968, pp. 37 y ss.; E. KOESTERMANN: "Das Problem der rómischen Dekadenz bei Sallust und Tacitus", ANRW I, 3 1973, pp. 781 y ss.; y N. SANTOS: "Tácito y la decadecia del Imperio", Emerita L, 1982, pp. 17 y ss., donde se recogen todas las interpretaciones que se han venido dando a dicho documento y el sentido que el mismo encierra dentro del pensamiento de dicho historiador. 38 H. TRAENKLE: "Ammianus Marcellinus als rdmischer Geschichtsschreiber", A & A XI, 1962, pp. 21 y ss. Cf. J. VOGT: Ammianus Marcellinus als erzdhlender Geschichtsschreiber der Spdtzeit, Wiesbaden, 1973; y W. ENSSLIN: Zur Geschichtsschreibung und Weltanschauung des Ammianus Marcellinus, Leipzig, 1923, pp. 10 y ss., 48 y ss. P. M. CAMUS: Ammien Marcellin, témoin des courants culturels et religieux à la fin du IV e siécle, París, 1967. 32 XXXI, 16,9. Cf. E.E. BEST: "The Literate Roman Soldier", CJ LXII, 1966, pp. 122 y ss. 33 C.P.T. NAUDE: "Battles and Sieges in Ammianus Marcellinus", AClass I, 1958, pp. 92 y ss. Cf. J. STOIAN: "A propos de la conception historique d'Ammien Marcellin", Latomus XXVI, 1967, pp. 73 y ss.; y G. R. CRUMP: Ammianus Marcellinus as a Militar y Historian, Wiesbaden, 1975. 34 A. CAMERON: "The Roman Friends of Ammianus",IRS LIV, 1964, pp. 15 y ss. 38 A. SELEM: Ammiano Marcellino ed i problemi sociali del suo tempo", ASNP XXIII, 1964, pp. 147 y ss. Cf. C. J. CLASSEN: "Greek and Roman in Ammianus Marcellinus History", MusAfr I, 1972, pp. 39 y ss. 38 J. HEYEN: "A propos de la conception historique d'Ammien Marcellin", Latomus XXVII, 1968, p. 195. Cf. J. W. McKAIL: "Ammianus Marcellinus",IRS X, 1920, p. 104.

168 37 R.C. BLOCKLEY: "Tacitean Influence upon Ammianus Marcellinus • , Latomus XXXII, 1973, pp. 63 y ss. Cf. A. H. M. JONES: The Later Rornan Empire, Oxford, 1964, p. 1010; C. TI- BULO: "Da Tacito ad Ammiano Marcellino", AFLN XII, 1969-1970, pp. 87 y ss; y D. FLACH: "Von Tacitus zu Ammian", Historia XXI, 1972, pp. 333 y ss. 38 Ch. SAMBERGER: "Die Kaiserbiographie in den Res Cestae des Ammianus Marcelli- nus• , Klio LI, 1969, pp. 349 y ss. 39 Sobre estos problemas y la distribución de los acontecimientos a lo largo de los mismos ver N. SANTOS: "El pensamiento historiológico de Ammiano Marcelino", Estudios Clksicos n" 77, 1976, pp. 107-109. 40 XXXI, 16,9: a principatu Nervae exorsus ad usque Valentis interitum pro virium expli- cavi mensuram. Cf. H. FUHRMANN: "Die lateinische Literatur der Spátantike", A & A XIII, 1967, pp. 56 y ss. • K. ROSEN: Studien zur Darstellungakunst und Glaubwiirdigkeit des Ammianus Marce- Ilinus, Heidelberg, 1968, pp. 179 y ss. M. CRANT: The Ancient Historians, Londres, 1970, p. 371. 42 Liban, epist. 983 (ed. Wolf) = 1063 (ed. Fárster). Cf. J. STRAUB: "Uber die Datierung der letzten Bácher des Ammianus Marcellinus und des Liber de Caesaribus des Aurelius Victor", Studien zur Historia Augusta, Berna, 1952, pp. 139 y ss. 43 P. M. CAMUS: op. cit., p. 18. Cf. H. T. ROWELL: Ammianus Marcellinus, Soldier- Historian of the Later Roman Empire, Princeton, 1967, p. 280. A. SOLAR1: "Le digressioni erudite di Ammiano", RAL IV, 1949, pp. 17 y SS. 45 F. ARNALDI, "Il continuatore di Tacito", RAN XLII, 1967, p. 153. 46 XIV, 6, 2-6. Cf. A. DEMANDT: Zeitkritik und Geschichtsbild im Werk Ammians, Bonn, 1965, pp. 118-125. Acerca de esta forma de concebir la historia en la literatura romana remiti- mos a nuestro trabajo "La concepción de la historia de Roma como sucesión de edades en los his- toriadores latinos", CFC XVII, 1981-1982, pp. 173 y ss. 47 XIV, 1, 1 y 11, 29; XXI, 14,1 y XXII, 9, 1. Cf. C. P. T. NAUDE: "Fortuna in Ammianus Marcellinus", AClass VII, 1964, pp. 70 y ss., y W. SEYFARTH: "Ammianus Marcellinus und das fatum", Klio XLIII- XLV, 1965, pp. 291 y ss. XVIII, 3, 1 y 9; XIX, 1, 4 y 12, 19-20; XXI, 1, 9- 12; XXIII, 5, 8; XXV, 2, 7 y 6, 1; y XXXI, 1, 1-4. Cf. P. M. CAMUS: op. cit., pp. 223-229; W. SEY- FARTH: "Glaube und Aberglaube bei Ammianus Marcellinus" Klio XLVI, 1965, pp. 373 y ss., y H. FUNKE: Majestáts- und Magieprozesse bei Ammianus Marcellinus", JhAC X, 1967, pp. 145 y ss. Como estudio de conjunto de todos estos aspectos cf. N. SANTOS: "Presagios, adivinación y magia en Ammiano Marcelino", HeIrnantica nQ 91, 1979, pp. 5 y ss., y A. SELEM: "Il senso tragico in Ammiano", ASNP XXXIV, 1965, pp. 404 y ss. 413 XVI, 1, 1-4; XX, 1, 7; XXII, 9, 1, y 9 y 12; XXV, 4, 1 y 16-18... Cf. J. BIDEZ: La vie de l'empereur Julien, París, 1965 y H. CAERTNER: Einige Uberlegungen sur kaierzeitlichen Pa- negyrik und zu Ammians Charakteristik des Kaisere Julian, Mainz, 1968. 49 XV, 1, 1. • XVI, 1, 3. • XXVI, 1, 1-2. Cf. H. T. ROWELL: "The First Mention of Rom in Ammianus 'Extant Books and the Nature of the History", Mélanges d'archéologie, d'épigraphie et d'histoire offerts J. Cacopino, París, 1966, pp. 839 y ss. 52 XXX, 8, 1. Cf. XXXI, 5, 10-11. 53 J. M. ALONSO NUÑEZ: La teoría del Estado Universal en Polibio, Santiago de Com- postela, 1969, pp. 7-18. 54 V. ALBA: La concepción historiográfica de Lucio Anneo Floro, Madrid, 1953, p. 10. Cf. E. A. THOMPSON, "The Historical Method of Ammianus Marcellinus", Henathena LIX, 1942, pp. 4 4 y ss. 55 S. JANNACONE: Ammiano Marcellino. Profilo storico-critico, Nápoles, 1960, p. 45. Cf. C. P. T. NAUDE: Ammianus Marcellinus in die Lig van die antieke Geslriedskrywing, Leiden, 1965, pp. 61 y ss. 56 Ver, entre otros, R. PARIBENI: Da Dioclezino alla caduta dell'impero d'Occidente, Bo- lonia, 1941, y K. CHRIST: Der Untergang des rómischen Reiches, Darmstadt, 1970.

169 57 XIV, 1, 1. Sobre la personalidad de dicho emperador remitimos al libro XXII. 58 XIV, 6, 2-6. Cf. R. PACK: "The Roman Digressions of Ammianus Marcellinus", TAPhA LXXXIV, 1953, pp. 181 y ss. 59 M. ROSTOVTZEFF: The Social and Economic History of the Roman Empire, Oxford, 1957, pp. 535 y ss. =Historia social y econdmica del Imperio romano, Madrid, 1962, vol. II, pp. 482 y ss. J. BELOCH: "Der Verfall der antiken Kultur", HZ LXXXIV, 1900, pp. 1 y ss. 6' E. KORNEMANN: "Das Problem des Untergangs der antiken Welt", Vergangenheit und Gegenwart, XII, 1922, pp. 5-6. 62 W. E. HEITLAND: The Roman Fate, an Essay on lnterpretation, Cambridge, 1922. 63 O. SEECK: Geschichte des Untergangs der antiken Welt, Berlin, vol, I, 1895. T. FRANK: Race Mixture in the Roman Empire", AHR XXI, 1916, pp. 689 y ss., y A His- tory of Rome, 1922, pp. 565 y ss. 65 XIV, 6, 2-6. Cf. J. W. SWAIN: "The Theory of the Four Monarchies", CPh XXXV, 1940, pp. 1 y ss. 66 G. SOREL: La ruine du monde antique, París, 1925. 62 A. SELEM: "Coinsiderazioni circa Ammiano Marcellino ed iI cristianesimo", RCCM VI, 1964, pp. 224 y ss. ml XXXI, 5, 11. Cf. R. GUENTHER: "Revolution und Evolution in westremischen Reich zur Zeit der Spátantike", ZG XIII, 1965, pp. 19 y ss. 69 Para un estudio más completo remitimos a Ch. SAMBERGER: "Die Kaiserbiographie in den Res Gestae des Ammianus Marcellinus", op. cit., pp. 349 y ss. " Ver, entre otros, K. ROSEN: Studien zue Darstellungskunst und Glaubwiirdigkeit des Ammianus Marcellinus, Heidelberg, 1968. " E. A. THOMPSON: "Ammianus Marcellinus and the Romans", G&R XI, 1941-1942, pp. 130 y ss. 72 A. M. TASSI: "Costanzo II e la defesa della maestá imperiale dell'epoca di Ammiano Marcelino", CS nQ 2, 1967, pp. 157 y ss. 23 XXI, 16, 3. 74 XXI, 16, 8. Cf. C. DI SPIGNO: "Studi su Ammiano Marcellino: 11 regno di Costanzo II", Helikon II, 1962, pp. 442 y ss., y III, 1963, pp. 301 y ss. 25 XXI, 16, 15. Cf., por ejemplo, J. SZIDAT: "Der Feldzug Constantius -II an der mittleren Donau im Jahre 358 n. Chr.", Historia XXI, 1972, pp. 712 y ss. 26 XXI, 16. 17. 77 XXI, 16,18. Cf. E. A. THOMPSON: "Ammianus'Account of Gallus Caesar", AlPh LXIV, 1943, pp. 302 y ss. 78 XV, 2, 2. Cf. J. J. HATT: Histoire de la Gaule romaine, París, 1970, pp. 319 y 377 y ss. " XV, 4, 22. 60 XVI, 1, 1-2. Cf. J. BERANGER: "La terminologie impériale: une application á Ammien Marcellin", Mélanges Collart, París, 1967, pp. 47 y ss. 81 XVI, 1, 4. " XVIII, 1, 1. 83 XXI, 1, 7 y 2, 4-5; XXII, 1, 1 y 5, 1 y 9, 1. Cf. J. KABIERSCH: Untersuchungen zum Begrzff der Philanthropia bei dem Kaiser Julian, Wiesbaden, 1960, y E. R. DODDS: "Theurgy and ists Relationship to Neoplatonism", JRS XXXVII, 1947, pp. 55 y ss. 64 XXII, 9, 12. Cf. R. ANDREOTTI: "L'opera legislativa e amministrativa dell'imperatore Giuliano", Nuova Rivista Storica, XIV, 1930, pp. 342 y ss. 85 XXII, 10, 2. Cf. S. JANNACONE: Ammiano Marcellino. Profilo storico-critico, pp. 115 y SS. 86 XXV, 4, 15. H. GAERTNER: Einige Uberlegungen szur kaiserzeitlichen Panegyrik und zu Ammians Charakteristik des kaisers Julian, Mainz, 1968. 82 XXV, 4, 16-18.

170 " XXI, 10, 8. Cf. L. WARREN BONFANTE: "Emperor, God and Man in the IV Century. Ju- lian the Apostate and Ammianus Marcellinus", PP XIX, 1964, pp. 402 y ss. 99 Ver, entre otros, R.T. RIDLEY: "Notes on Julian's Persian Expedition (363), Historia XXII, 1973, pp. 317 y ss. XXV, 7, 14 y 9, 12. Cf. R. TURCAN; "L'abandon de Nisibe et l'opinion publique (363 ap. J. C.)", Mélanges Piganiol, París, 1966, II, pp. 875 y ss. 92 XXV, 10 y ss. 92 A. ALFOLDI: A Conflict of Ideas in the Late Roman Empire: The Clash between the Serzate and Valentinian I, Oxford, 1952. " A. HOEPFNER: "Un aspect de la lutte de Valentinien I contre le Sénat: la création du defensor civitatis", RH CLXXXII, 1938, pp. 225 y ss. " XXX, 9, 1. Cf. W. HEERING: Kaiser Valentinian I, Jena-Magdeburgo, 1927. " Sobre estas cuestiones remitimos a W. HARTKE: Geschichte und Politik im spátantiken Rom, Berlín, 1940. 96 XXXI, 14, 6. Acerca de este tipo de actuacidn ver W. SEYFARTH; "Glaube und Aber- glaube bei Ammianus Marcellinus", pp. 373 y ss. 97 R. SYME: Ammianus and the Historia Augusta, Oxford, 1968. B. PARADISI: "Pace e impero alla fine del mondo antico", SDHI XXIV, 1958, pp. 279 y SS. 59 XXVI, 4, 5. 100 R. REMONDON: La crisis del Imperio rornano de Marco Aurelio a Anastasio, Barcelo- na, 1967, p. 93. Sobre el origen asiático de las invasiones of. L. HALPHEN; "Les origines asiatiques des grandes invasions", A travers de l'histoire du Moyen Age, París, 1950, pp. 15 y ss., y N. SAN- TOS: "La entrada de los pueblos esteparios asiáticos en el Imperio romano", Hispania XXXVIII, 1978, pp. 5 y ss. 102 XIV, 3; XVI, 9,1; XVII, 14, 1; XVIII, 6, 21; XVIII, 7-8, XVIII, 10, 1; XIX, 1, 5 y 7; XIX, 2-9; XX, 6-8... 102 XXII, 12, 1; XXIII, 2, 2; XXIV, 1, 2; XXIV, 2 y 4; XXIV, 6, 15 y 7, 14; XXIV, 8; XXV, 1-3. Cf. F. CUMONT: "La marche de l'empereur Julien d'Antioche á l'Euphrate", Etudes Syriennes 1917, pp. 1 y ss.; R. ANDREOTTI: "L'impresa di Giuliano in Oriente", Historia (Studi storici per l'antichitá classica) IV, 1930, pp. 236 y ss., y M. F. A. BROK: Die perziche expeditie von Kaizer lulianus volgens Ammianus Marcellinus, Groninga, 1959. I" XXV, 3, 23; XXV, 6 y 7,14. Sobre la nueva frontera romano-persa cf. E. HONIGMAN: Die Ostgrenze des byzantinischen Reiches von 363 bis 1071, 1935, pp. 5 y ss. 105 R. REMONDON: op. cit., p. 95. I°6 XXVI, 7 y XXVII, 5. I°7 XXXI,3. Cf. L. MUSSET: Las invasiones germánicas, Barcelona, 1967, pp. 33 y ss. 109 XXXI, 4-8. 109 XXXI, 11, 12 y 13, 12. "° L. VARADY: Das letzte Jahrhundert Pannoniens (376-476), Budapest, 1969, pp. 36 y ss. 111 XIV, 10, 1; XV, 4-5. Cf. R. REMONDON: op. cit., p. 94.

112 XVI, 1; XVI 4, 4 y 11, 11; XVII, 1, 11; XVII, 2 y 3, 1. 113 XVII, 8 y 10; XVII, 12, 1; XVII 13; XVIII, 2; XIX, 11; XX, 1; XX, 10, 2; XXI, 3 y 4; XXVII, 1- 2 y 8; XXVII, 10; XXVIII, 5, 10-11 y 25; XXIX, 4 y 6, 13; XXX, 3 y 5; XXXI, 10. Cf. J. MOREAU: "Sur un passage d'Ammianus Marcellinus (XXX, 5, 11-12), Annuaire de l'Institut de Phil. et d'Hist. Orient. XIII, 1953, pp. 423 y ss., y D. KRANDZALOU: "Les problémes du limes romain au Bas-Danube dans les provinces de Moesia et Dacia", Neue Beitriige zur Geschichte der al- ten Welt II, Berlín, 1965, pp. 243 y ss. 114 • N. SANTOS: "La r-sistencia de las poblaciones indígenas norteafricanas a la romaniza- ci6n en la segunda mitai del siglo IV d. C.", Hispania XXXIX, 1979, pp. 257 y ss. Cf. I. NES- TOR: La fin du monde antique et les barbares, XIII Congreso Internacional de Ciencias Histdricas, Mocŭ, 1970.

171 115 F. VITTINGHOFF: Zur angeblighen Barbarisierung des rémischen Heeres durch die Verbánde der Numeri", Historia I, 1950, pp. 389 y ss. Para un desarrollo completo de estos he- chos remitimos a nuestro estudio Los pueblos germánicos en la segunda mitad del siglo IV d. C., Oviedo, 1976. 116 L. VARADY: "New Evidences on Some Problems of the Late Roman Military Organiza- tion", AAnt Hung IX, 1961, pp. 333 y ss. Cf. G. A. CRUMP: "Ammianus Marcellinus and the Late Roman Army", Historia XXII, 1973, pp. 91 y ss. 117 XIV, 1, 2. 118 XIV, 7, 1-2. Para E. A. THOMPSON ("Ammianus, Account of Callus Caesar", op. cit., pp. 302 y ss.) la parcialidad del historiador antioqueno en este caso es evidente, puesto que Galo sería un favorecedor de las clases inferiores mientras que Ammiano, debido a su conciencia de clase y su resentimiento personal, no podía estar de acuerdo con él. H. FUNKE: "Majestáts -und Magieprozesse bei Ammianus Marcellinus", op. cit., pp. 145 y ss. 120 XIV, 5, 3. 121 XIV,5,8.Cf. W. G. SINNIGEN: "The vicarius urbis Romae a nd the Urban Prefecture", Historia VIII, 1959, pp. 97 y ss., y M. T. W. ARNHEIM: "Vicars in the Later Roman Empire", Historia XIX, 1970, pp. 593 y ss. 122 Ver en XV, 2, 1 el caso de Ursicino. 123 XV, 5, 13 y 31. Ver XV, 6 sobre el tormento de sus amigos y partidarios. 124 XVI, 8 y XVIII, 3, 1-2. 175 R. McMULLEN: "Imperial Bureaucrats in the Roman Provinces", HSPh LXVIII, 1964, pp. 305 y ss. 1" W. G. SINNIGEN: "The Roman Secret Service", CI LVII, 1961, pp. 65 y ss. Cf. N. SAN- TOS: "El servicio policial secreto romano en el Bajo Imperio seg ŭn Ammiano Marcelino", MHA I, 1978, pp. 127 y ss. 127 XIX, 12, 1. 179 )0(11,3. Este emperador se mostraría severo con los calumniadores, pese a que a veces dio ejemplo de una parcialidad asombrosa: XXII, 9, 9 y 12. XXVI, 3, 1. Cf. A. CHASTAGNOL: La prefecture urbaine à Rome sous le Bas-Empire, París, 1960, pp. 78 y ss. 139 XXVIII, 1. 1" XXIX, 1, 19 y 34; XXIX, 2. Hay que destacar el caso de Bassiano, que salve la vida gra- cias a su rico patrimonio y a la intercesión de su familia: XXIX, 2, 5. 137 XXX, 5. Cf. W. SEYFARTH: "Glaube und Aberglaube bei Ammianus Marcellinus, op. cit., pp. 373 y ss. 133 XIV, 11, 3. 134 XV, 2, 10. Cf. N. SANTOS: "Los eunucos en la administración romana del Bajo Imperio segŭn Ammiano Marcelino", Revista Internacional de Sociología n2 24, 1977, pp. 541 y ss. 139 XVIII, 5, 4...CF. M. K. HOPKINS: "Eunuchs in the Later Roman Empire •, PCPhS IX, 1963, pp. 62 y ss. Solamente hallamos en Ammiano (XVI, 7, 4-5) un ejemplo de eunuco fiel, el de Eutherio, al tiempo que alaba la medida de Juliano tendente a expulsar a un elevado n ŭmero de palatinos (XXII, 4, 1), entre quienes destacarían numerosos eunucos y espías. 136 XIV, 6, 1. Cf. A. CHASTAGNOL: "Un scandale du vin sous le Bas Empire", Annales (ESC) 1950, p.p. 166 y ss. 137 XIV, 5, 15-16. 138 XIV, 5, 22; XVI, 8, 13. Cf. J. GAGE: Les classes sociales dans l'empire romain, París, 1964, p. 357 y ss., y 442 y ss. 139 XIV, 5, 25. 140 XV, 2, 9. Cf. L. JACOB: "Aufstánde und Volksbewegungen in der Darstellung Ammians", Die Rolle der Volkmassen in der Geschichte der vorkapitalischen Gesellschaftsformationen, Berlín, 1975, pp. 147 y ss. 141 XX, 5, 7. Cf. igualmente XXII, 7, 7, donde se pone de manifiesto que este emperador no

172 perdía de vista los intereses militares, a pesar de la atención preferente a las reformas de la administración civil: of. R. ANDREOTTI: "L'opera legislativa ed amministrativa dell'imperatore Giuliano", op. cit. p. 342 y ss. 142 XXII, 4, 7. XXII, 10, 1; XXVI, 7, 6 y 10, 10; XXIX, 1, 19. XXX, 4, 1-2. Estas personas corrompidas y venales que intervienen en los procesos son di- vididas por Ammiano en 4 clases distintas: XXX, 4, 9-14. 145 XIV, 5, 16; XIV, 5, 18 y 25; XVI, 8, 13. 146 XXII, 3, 5. "' XXVIII, 8 y 12. En general sobre estos puntos cf. J. ARCE: "Opresión económica, protesta, descontento y crisis en Ammiano Marcelino (353-378), RUM XX, 1971, pp. 145 y ss. XIV, 7, 1-2. ° XXI, 16, 17. Cf. W. G. SINNIGEN: "Three Administrative Changes adscribed to Cons- tantius II", A/Ph LXXXIII, 1962, pp. 369 y ss. 15' XXI, 10, 1. Cf. J. R. PALANQUE: "Famines á Rome á la fin du IV e siécle", REA XXXIII, 1931, pp. 346 y ss. '" J. G. W. LIEBESCHUETZ: Antioch. City and Imperial Administration in the Later Em- pire, Oxford, 1972, pp. 161 y ss. Cf. G. Downey: "The Economic Crisis at Antioch under Julian the Apostate", Studies Johnson, Princeton, 1951, pp. 312 y ss. 153 XIV, 10, 3. Cf. XXV, 2 y XXV, 7, 4. 154 XXV, 8, 15. 155 XXVIII, 1, 17. Cf. P. DE JONGE: "A Curious Place in Ammianus Marcellinus dealing with Scarcity of Corn and Cornprices", Mnemosyne IV, 1948, pp. 73 y ss. 156 XVII, 9, 3. 152 XIV, 10, 3-5; XIX, 10, 2 y 6. Cf. XIV, 6, 1: revueltas ocasionadas por falta de vino en Roma. XXV, 10,9. Sobre este tipo de manifestaciones de descontento generalizado of. XVI, 2, 7; XXVIII, 2, 10-11... Cf. H. P. KOHNS: Verorgungskrisen und Hungerrevolten im spiitantiken Rom, Bonn, 1961, y R. McMULLEN: Enemies of the Roma Order, Cambr. Mass,. 1966. 159 Todo ello desembocaría en un dirigismo económico, patente en estos momentos: cf. A. PI- GANGOL: "L'économie dirigée dans l'Empire romain au IVe siécle ap. J. C.", Scientia LXXXI, 1947, pp. 95 y ss. IW XXIV, 3, 4-5; XXV, 4, 24-25; XXV, 9, 7... Cf. V. D. NERONOVA: "El reflejo de la crisis del Imperio romano en las Res Gestae de Ammiano Marcelino (en ruso)", Cuadernos cientificos de la Universidad de Perm XX, 4 1961, pp. 17 y ss. (resumen en alemán en BCO 1965, pp. 259 y ss.). '" XXXI, 4, 6. 162 XIV, 5, 16 y 18; XIV, 5, 25; XIV, 7... 163 XIV, 11, 3; XV, 2, 9-10; XVI, 8, 13; XVIII, 5, 4; XX, 4, 1; XXII, 4, 3-5... 164 XXII, 4, 7; XXVI, 7, 6 y 10, 10; XXVIII, 5, 7; XXIX, 1, 19; XXX, 1, 1... 165 XXII, 3, 5 y 4, 6;. XXVIII, 4, 8 y 12 y 14 y 24... Cf. R. PACK: "The Roman Digressions of Ammianus Marcellinus", op. cit. p.p. 181 y ss. 166 XIV, 7, 1; XXI, 16, 17... J. ARIAS BONET: Los agentes in rebus. Contribución al estudio de la policía en el Bajo Imperio romano", AHDE XXV1I-XXVIII, 1957-1958, p.p. 197 y ss. 162 XIV, 7, 5 y 10,3; XVII, 9, 3; XIX, 2 y 7,4... Lo más temible era, seg ŭn el historiador, las exacciones fiscales: XXX, 5, 6. 165 XXVI, 10,9. Cf. XIV, 5, 3; XV, 2, 1 y 7; XV, 3,3 y 5, 13; XXVI, 9; XXVIII, 1... 169 Ver, como ejemplo,e1 caso de Antioquía : Cf. W. LIEBESCHUETZ: "The Finances of An- tioch in the 4th Century A. D.", ByzZ LII, 1959, pp. 344 y ss. N. H. BAYNES: "The Decline of he Roman in the West", JRS XXXIII, 1943, pp. 29 y ss., y 'The Decline of the Roman Power in Western Europe: Some Modern Explanations", Byzan- tine Studies and Other Essays, Londres, 1960 (reimp.), pp. 93 y ss. 173 A.H.M. JONES: The Cities of Eastern Rornan Provinces, Oxford, 1937. Cf. J. B. BURY: Causes of the Survival of the Roman Empire in the East • , Selected Essays, Cambridge, 1930, pp. 231 y ss. '" E. M. SCHTAJERMANN: Die Krise der Sklavenhalterordnung imWesten des reimischen Reiches, Berlín, 1964. G. L. KURBATOV: "Algunos problemas relativos a la descomposición de la polis anti- gua en las provincias orientales del Imperio romano durante el siglo IV d. C. (en ruso)", VLUist, Q 2, 1960, pp. 47 y ss.

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