MONARQUÍAS EN CONFLICTO LINAJES Y NOBLEZAS EN LA ARTICULACIÓN DE LA MONARQUÍA HISPÁNICA

José Ignacio Fortea Pérez, Juan Eloy Gelabert González, Roberto López Vela, Elena Postigo Castellanos (Coordinadores)

Fundación Española de Historia Moderna – Universidad de Cantabria

2018

© Los autores. © De esta edición: Fundación Española de Historia Moderna – Universidad de Cantabria. Madrid, 2018. EDITORES: José Ignacio Fortea Pérez, Juan Eloy Gelabert González, Roberto López Vela, Elena Postigo Castellanos. COLABORADORES: Mª José López-Cózar Pita y Francisco Fernández Izquierdo. ISBN: 978-84-949424-1-9 (Obra completa) 978-84-949424-2-6 (Comunicaciones) Imagen de cubierta: - “Puerto con Castillo”, Paul Bril (hacia 1601). © Archivo Fotográfico Museo Nacional del Prado (Madrid).

Edición patrocinada por el Gobierno de Cantabria, Dirección General de Cultura

XV Reunión Científica de la Fundación Española de Historia Moderna.

DIRECTORES José Ignacio Fortea Pérez (Universidad de Cantabria), Juan Eloy Gelabert González (Universidad de Cantabria), Roberto López Vela(Universidad de Cantabria), Elena Postigo Castellanos (Universidad Autónoma de Madrid).

SECRETARIOS Oscar Lucas Villanueva (Universidad de Cantabria), Juan Díaz Álvarez (Universidad de Oviedo), Mª José López-Cózar Pita (Fundación Española de Historia Moderna).

COMITÉ CIENTÍFICO Dr. Eliseo Serrano Martín (Universidad de Zaragoza) • Dr. Juan José Iglesias Ruiz (Universidad de Sevilla) • Dr. Francisco Fernández Izquierdo (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) • Dra. Virginia León Sanz (Universidad Complutense de Madrid) • Dr. Félix Labrador Arroyo (Universidad Rey Juan Carlos) • Dr. Francisco García González (Universidad de Castilla-La Mancha) • Dr. Manuel Peña Díaz (Universidad de Córdoba) • Dra. Ángela Atienza López (Universidad de La Rioja) • Dr. José Luis Betrán Moya (Universidad Autónoma de Barcelona) • Dr. Máximo García Fernandez (Universidad de Valladolid) • Dr. Antonio Jiménez Estrella (Universidad de Granada) Todos los trabajos contenidos en este volumen han sido sometidos a una evaluación doble ciega, tanto en su fase de propuesta, como en la redacción del texto definitivo, de acuerdo a los criterios de excelencia académica establecidos por la Fundación Española de Historia Moderna y la Universidad de Cantabria. EVALUADORES Rosa Alabrús Iglesias (Universidad Abad Oliba) Joaquim Albareda (Universidad Rovira i Virgili) Armando Alberola Roma (Universidad de Alicante) Francisco José Alfaro Pérez (Universidad de Zaragoza) Marina Alfonso Mola (UNED) Izaskun Álvarez Cuartero (Universidad de Salamanca) Fernando Andrés Robres (Universidad Autónoma de Madrid) Francisco Andújar Castillo (Universidad Universidad de Almería) Miguel Ángel Aramburu-Zabala Higuera (Universidad de Cantabria) David Bernabé Gil (Universidad de Alicante) Mónica Bolufer Peruga (Universidad de Valencia) Miguel Ángel de Bunes Ibarra (CSIC) Manuel Bustos Rodríguez (Universidad de Cádiz) Carlos J. de Carlos Morales (Universidad Autónoma de Madrid) Adolfo Carrasco (Universidad de Valladolid) Juan Manuel Carretero Zamora (Universidad Complutense) Hilario Casado Alonso (Universidad de Valladolid) Ana Crespo Solana (CSIC) Jaume Danti i Riu (Universidad de Barcelona) Miguel Deya Bauzá (Universidad de las Islas Baleares) Juan Díaz Álvarez (Universidad de Oviedo) Isabel Enciso Alonso-Muñumer (Universidad Rey Juan Carlos) Antonio Espino López (Universidad Autónoma de Barcleona) Amparo Felipo Orts (Universidad de Valencia) Camilo Fernández Cortizo (Universidad de de Compostela) Francisco Fernández Izquierdo (CSIC) Alfredo Floristán Imízcoz (Universidad de Alcalá de Henares) José Ignacio Fortea Pérez (Universidad de Cantabria) Ricardo Franch Benavent (Universidad de Valencia) Gloria Franco Rubio (Universidad Complutense) Enrique García Hernán (CSIC) Bernardo José García García (Universidad Complutense) Juan Eloy Gelabert González (Universidad de Cantabria) Javier Gil Puyol (Universidad de Barcelona) José Luis Gómez Urdáñez (Universidad de la Rioja) Miguel Fernando Gómez Vozmediano (Universidad Carlos III) Jesús Manuel González Beltrán (Universidad de Cádiz)

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EL MAR UN FRENTE PERMANENTE EN LA MODERNA: CORCUBIÓN, MUROS, Y EN EL SIGLO XVIII

RODRIGO POUSA DIÉGUEZ [email protected] Universidad de Vigo

Resumen: Los cambios en el contexto político internacional, en especial la carrera de Indias y el auge de las ciudades y puertos del Atlántico, que auspiciaría, sitúan a Galicia en una posición compleja. Su posición geográfica en el atlántico norte, y sus más de 1.948 km de costa, la política desarrollada por la monarquía hispánica y los conflictos bélicos con otros estados atlánticos la expusieron a una amenaza continua, durante el Período Moderno. Ello supuso un lastre añadido a los pequeños puertos gallegos, cuyos habitantes debieron enfrentarse a la defensa de sus hogares e intereses, recurriendo a diferentes estrategias y mecanismos. Palabras clave: guerra, defensa, autodefensa, gremio, corsarismo Abstract: The international changes, especially indian race and atlantic conflicts place the 18th century Galicia on a complex situation. Its 1,948 km of coast were continually under external threat, caused by international conflicts and Spanish Monarchy politics. That supposed an add ballast to Little galician ports, whose inhabitants had to face de defence of their homes and bussiness, through diferent strategies and mechanisms. Key words: war, guild, defence, seldefence, corsarism

INTRODUCCIÓN

El objetivo del presente trabajo es analizar el impacto y consecuencias de la política internacional y los conflictos bélicos de la Monarquía Hispánica, tuvieron para los puertos

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situados entre Ribeira y , en la actual provincia de A Coruña, en el siglo XVIII. Para ello nos serviremos de la documentación sacramental, gremial, notarial y judicial.

1. CARGAS MILITARES CONFLICTOS Y RESISTENCIAS

El siglo XVIII se abre con la Guerra de Sucesión. El impacto sobre Galicia quedó sellado el 20 de enero de 1701, cuando Inglaterra y las Provincias Unidas firmaron su alianza anti- borbónica. La centuria se inaugura con una leva de 4.000 hombres, de los cuales 2.500 debían ser mantenidos por las gentes del reino, a sazón de real y medio por día. En él se ponía de manifiesto la debilidad e indefensión naval de Galicia1. Durante este conflicto, además de a su propia defensa, Galicia debería contribuir con hombres y recursos al combate de los demás frentes2. Para este fin se emite la R. C. de enero de 1702, por la que el Gobernador convoca a las Juntas del reino llevando a cabo una leva de 2.000 hombres, que debían estar en A Coruña el 24 de marzo para partir a combatir a Flandes. Eran necesarias además 60.000 raciones para el viaje que junto con el flete y demás gastos supusieron unos 40.000 escudos a tomar de los cientos, alcabalas y rentas de salinas del reino3. La mayoría de puertos gallegos, contaban por aquel entonces, con los mismos baluartes defensivos, que habían heredado del XVI. La villa de Noia, se veía precisada a reparar su muralla y rehacer sus puertas en 1704 por orden del Gobernador. El trabajo recayó en los propios vecinos que emplearon para ello la madera de las dehesas reales, lo que a su vez desembocó en 1707 en un problema con el juez visitador de estos plantíos4. A las cargas ya soportadas, se añadía el orden de 13 de junio que mandaba alistar a la nobleza. El 23 de octubre llegaba la armada anglo- holandesa al puerto de Vigo, donde se encontraba la Escuadra francesa. Este episodio era relatado por un vecino de Noia en 1709 “en tiempo que fue la ymbaçión de Vigo”, por un testigo en juicio de residencia. Por aquel entonces la villa de Noia y su jurisdicción debieron contribuir con pan, carne y más víveres que se guardaron en casa de un vecino, y se nombró por depositario a Juan López Barcia. De todas las cargas que debieron soportar los núcleos costeros, las levas de soldados fueron la principal causa de conflicto y resistencias. Hasta la institución de la matrícula del mar, su práctica correspondía a la justicia territorial. Esta hacía el reparto, y con frecuencia delegaba en los mayordomos de las feligresías de la jurisdicción, nombrando guardias para el apresamiento y custodia de los elegidos5. Los repartos de soldados en las jurisdicciones con frecuencia generaron conflictos con la justicia. En 1703 el juez de Sabardes acudía a la Audiencia, porque el juez de Toxosoutos y el notario Pedro Martínez habían prendido para una leva en Noia, a uno de sus domiciliarios6. La de 1705, reaviva la disputa sobre las feligresías del partido de , entre Muros y Corcubión. En esta ocasión es el coto de Badernado y sus jueces los que se resisten al comparto de un soldado hecho por la justicia de Corcubión. El 8 de agosto los diputados nombrados por la cabeza de provincia para la leva emiten un auto por el que mandan que se le comparta el soldado al coto, y

1 María del Carmen Saavedra Vázquez, “Política naval, corsarios y armadas en la Galicia moderna”, Minius, 21, 2013, p. 106.

2 Hector Lago Almeida, “La actividad militar y el impacto de la Guerra en la Galicia Sudoccidental”, De la Tierra al Cielo, Zaragoza, 2013, pp. 399-412.

3 Enrique Fernández Villamil, Las Juntas del Reino de Galicia, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1962, t. III, pp. 16-17.

4 Arquivo Histórico Universitario de Santiago: Protocolos [AHUS], lib. 1.034, f. 44.

5 AHUS: Prot., lib. 1.041, f. 6.

6 AHUS: Prot., lib. 955, f. 21.

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desde ese momento se incluya al susodicho coto en las hijuelas despachadas desde Santiago7. El 21 de mayo de 1713 se emite un nuevo auto de la justicia de Santiago para que el coto de Badernado de acuerdo a la sentencia de 1658 como agregado del alfoz de Muros contribuya con el soldado que le ha sido compartido8. La situación se repite en 1747, cuando la justicia de Corcubión incluye al partido de Carnota, en la leva de 8 soldados, y las feligresías se resisten ofreciendo aportar dinero por compartir soldados, alegando que llevan años sin contribuir9. La distancia física y separación del resto de la jurisdicción jugaba a favor de los vasallos, que según denuncia don Diego Figueroa llevaban años sin contribuir en las levas. Ante las presiones del juez y el escribano José Antonio Vuelta, los vecinos recurrieron a la Intendencia General, que debió enviar al Subdelegado don Manuel Hermida Porras para la averiguación de los hechos10. A finales del mismo mes los vecinos conceden otro poder. El conflicto en esta ocasión es que la cabeza de provincia descargó dos milicianos a los vecinos de Cee, y los cargó a mayores sobre los 24 de Corcubión11. En 1745 los vecinos de la jurisdicción de Corcubión se oponían al comparto de 22 soldados milicianos, destinados al regimiento provincial de Compostela, y en 1747 a los 8 soldados, derivando en un pleito con el juez territorial y su escribano12. En 1751 se oponían de nuevo al comparto de 24 milicianos desde la cabeza de provincia, por lo que acudían al Consejo por estar exentos; lo que manifiesta el éxito de las anteriores representaciones13. En la leva de 1773 varios de los vecinos del alfoz de Corcubión recurren a la Real Junta por considerar legítimo el nombramiento hecho. El conocimiento es remitido a la ciudad de Santiago, la cual manda para su averiguación al escribano don Manuel Pérez Porrúa14. El peso y consecuencias de la defensa no solo residían en los envites enemigos y el consumo de recursos humanos y materiales, sino en el aprovechamiento que algunos hacían de las circunstancias para sacar tajada. El juez de Noia es uno de los acusados de lucrarse en tales circunstancias; y cuando el Gobernador manda devolver vacas y carneros, el juez usurpa buena parte del pan, además de cobrar un real por la carta de pago y usar medidas desarregladas. En otro envío de 1.300 arrobas de paja a Porriño se documentan nuevos abusos del juez, por cobrar en su devolución a 5,5 reales la arroba. Como medio para paliar las habituales fugas en algunos casos se obligó a los vecinos a prestar fianzas de hacer venir a sus hijos para el sorteo, o justificar su ausencia15. Pero además también se dieron soluciones alternativas, como el contrato de individuos que les sustituyeran en las levas. En 1705 Francisco Mariño, de Nebra, se obligaba a buscar un sustituto para que uno de sus dos hijos solteros no acudiera al real servicio16. En 1741 obligaban a los vecinos de Nebra a dar manutención y vestimenta a su miliciano; en concreto dos cargas de pan anual, y para vestir

7 Arquivo do Reino de Galicia [ARG]: Real Audiencia, leg. 22.182, núm. 60, s.f.

8 ARG: R. A., leg. 22.182, núm. 60, s.f.

9 AHUS: Prot., lib. 1.614, f. 95.

10 AHUS: Prot., lib. 1.614, f. 95.

11 AHUS: Prot., lib. 1.869, f. 67.

12 AHUS: Prot., lib. 1.614, f. 95.

13 AHUS: Prot., lib. 1.869, f. 64.

14 AHUS: Prot., lib. 2.584, f. 28.

15 AHUS: Prot., lib. 1.363, f. 48.

16 AHUS: Prot., lib. 1.035, f. 40.

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sayo, almilla, calzón, polainas, dos camisas, zapatos y montera; declaran por ser pobre, aunque podría tratarse de un nuevo contrato entre partes17. Una de las principales cargas de la población costera, y no solo de la de villas y puertos fue la vigilancia en los fachos, que se convirtieron en el principal sistema de vigilancia y defensa de la costa. La jurisdicción de Noia era la más afectada, su posición peninsular la dotaba de muchos kilómetros de costa, ya que todas sus feligresías daban al mar. En 1734 el concejo de Posmarcos acudía a la Capitanía General de Galicia argumentando esto mismo, intentando que se la liberase de contribuir a mayores con milicianos18. A estas cargas podrían añadirse algunas más de carácter eventual, como la de componer los cuarteles de varias compañías de dragones del regimiento de Batavia en 1739, que tocó a los vecinos de Obre y Sabardes19.

2. LEVAS DE MAREANTES Y ESTRATEGIAS GREMIALES

Las levas de mareantes eran una carga específica de los enclaves costeros. Tradicionalmente se ha defendido la repercusión negativa de estas levas en unas economías, cuya base cuasi exclusiva era la pesca tradicional. En respuesta los gremios de mareantes desarrollaron una serie de estrategias dirigidas a paliar el gravamen negativos de estas levas. La primera fue obtener de la monarquía la exención de contribuir con hombres al resto de levas20. Señálese que estas exenciones beneficiaron especialmente a los que no vivían directamente de la pesca, ya que la exención se practicaba sobre toda la villa. En el caso de Noia, la Cofradía de mareantes era consciente del beneficio que tal exención reportaba para el “gremio de la tierra”, compuesto por un colectivo artesanal bastante numeroso. En septiembre de 1719 apoderaban a procuradores de A Coruña para que se obligase al gremio de la tierra a contribuir en las levas de marineros por estar exentos del resto, y haberse reducido el número de mareantes21. Lo mismo sucedía en Porto do Son, donde arrieros y artesanos se obligaban por contrato en 1717 a contribuir en las levas de Marina, cuyo incumplimiento suscitaba un conflicto en 173322. Aunque ambos colectivos habían llegado a un acuerdo por el que los terrestres se harían cargo de los gastos económicos de la leva y conducción de los soldados, darles 10 reales para la marcha y mantenerlos mientras no eran reseñados; en 1723 se reavivaban las disputas, y el Gremio de la Mar exigía la contribución con dos tercios de los hombres o su coste. El Gremio de Tierra se opondría alegando haber gastado más de 6.000 reales en las últimas tres levas y dado a cada uno 8 pesos23. El pleito acaba en el Consejo de Guerra, que mandaba a los de la tierra contribuir con dos tercios de los gastos, eximiéndoles de hacerlo con sus personas, pero en 1734 el pleito continuaba abierto24. Los mareantes de Corcubión, aunque no dispusiesen de una Cofradía institucionalizada como las anteriores, y que no gozaba tradicionalmente de esta exención; pugnarán a partir de 1745 —ese año se comparten a Corcubión y su alfoz 22 soldados milicianos para el regimiento

17 AHUS: Prot., lib. 1.356, f. 8.

18 AHUS: Prot., lib. 1.354, ff. 34-35.

19 AHUS: Prot., lib. 1.355, f. 4.

20 AHUS: Prot., lib. 1.181, ff. 35-38.

21 AHUS: Prot., lib. 1.182, f. 66.

22 AHUS: Prot., lib. 1.196, ff. 77-78.

23 AHUS: Prot., lib. 1.343, ff. 44-45.

24 AHUS: Prot., lib. 1.350, s.f.

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provincial—como el resto de villas por su exención25. Esta primera reclamación no debió tener éxito, y tras el comparto de 24 soldados milicianos en 1751 se sucedía una nueva reclamación al Consejo. Se esgrimen la excesiva carga que ya tienen con las levas de soldados, las del servicio de marina los matriculados, y las guardias en los más de 16 fachos de la jurisdicción26. A estas medidas se suman las de tipo solidario y asistencial, habituales en estos colectivos, pero de diseño específico para estos casos. En octubre de 1718 el gremio de mareantes de Noia establecía un arbitrio por contrato entre todos sus miembros, por el que se comprometían a aportar medio quiñón por barco, tanto de pesca como de fletes, en un arca destinada a las levas. A aquellos que fuesen a la Real Servicio de Marina se les entregarían 240 reales para gastos, además de comprometerse a sacar sus aparejos. El dinero del arbitrio se depositaría en un arca de tres llaves, a cargo del administrador de rentas provinciales, el vicario más antiguo y su capellán27. En la villa de Muros la Cofradía del Espíritu Santo crea un arbitrio de medio quiñón sobre cada navío, en 1720, cuya finalidad era, entre otras, compensar a los que debían servir en la Marina de su majestad28. Llama la atención que la cofradía se reservase la elección de los marineros que debían servir, que tocaría al juez de marina. A cambio, a los sujetos electos se le entregarían 25 reales29. Pero nos consta que la gestión a esta prestación fue muy deficiente, solicitándose su eliminación en varias ocasiones; por lo que cabe aducir una escasa aplicación. En 1731 los vecinos de Porto do Son optaban por contratar a terceros para una numerosa leva de 42 marineros30. Para ello, los mareantes recurrían al préstamo e imponían un arbitrio de medio quiñón por barco, semejante a los de Muros y Noia, destinado a devolver a su devolución; tasándose el valor de cada especie31. En Corcubión, donde el gremio no había dado lugar a una cofradía, desarrolló sus propias fórmulas de protección colectiva y socorro mutuo. Así queda manifiesto en la escritura concedida el 19 de septiembre de 1751. Mediante ella todos los marineros de la villa se comprometían a dar su parte en la pesca hecha con el cerco real a las esposas, hijos y hermanos de matriculados, con la condición de que contribuyesen con sus redes y aparejos, y que los hombres mayores de 14 años de cada casa debían estar matriculados. Además todos los miembros del gremio —viudas inclusive— contribuirían con 40 reales a los que saliesen electos para el servicio de marina32. En 1733 los vecinos de Ribeira recurrían también al préstamo del administrador de rentas de su puerto, para hacer frente a los gastos generados por la leva de Alonso Romay33. Un problema añadido fue la tardanza en el cobro de los salarios de los matriculados que finalmente sirvieron en la Real Armada. En 1761 son varios los marineros que aún están reclamando los honorarios que se les adeuda en el Real servicio entre 1739 y 1747. Estos habían servido en varios navíos, La Galga, el San Fernando, La Reina, etc. Según sus relatos tras un tiempo sirviendo en los arsenales de y A Graña fueron enviados a Cádiz, y desde allí se embarcaron para Nueva España, falleciendo uno en el Hospital Real de Cádiz y otro en América.

25 AHUS: Prot., lib. 1.612, ff. 137-138.

26 AHUS: Prot., lib. 1.869, f. 55-64

27 AHUS: Prot., lib. 1.181, ff. 135-138.

28 José Manuel Vázquez Lijó, La matrícula de mar en la España del siglo XVIII, Madrid, Ministerio de Defensa, 2007.

29 ARG: R. A., leg. 9.098, núm. 23, ff. 49-51.

30 AHUS: Prot., lib. 1.194, f. 99

31 AHUS: Prot., lib. 1.347, f. 23.

32 AHUS: Prot., lib. 1.869, f. 48.

33 AHUS: Prot., lib. 1.349, s.f.

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Por aquel entonces no se habían enviado desde Cádiz el ajuste de sus salarios, a Ferrol en donde debían ser satisfechos34. De modo similar, los mareantes de Noia crean otro arbitrio de medio quiñón por barco, acordando con el administrador de alcabalas y cientos la exención de contribuir con este medio quiñón en tales impuestos. Para paliar los daños ocasionados durante las levas, y con las frecuentes fugas se comprometen a pagar 240 rs. a los que fueran a servir una vez se asentasen, además se obligaban además a llevar a la mar sus parejos y entregar su parte del producto a sus familias. El arca en donde se custodiaba el arbitrio quedaba a cargo del administrador de rentas provinciales, que en caso de faltar marineros para las levas debía alquilarlos, o de faltar caudal debía completarlo hasta un máximo de 4.000 rs.35 Además, en Noia habían conseguido que se les eximiese de contribuir en las levas de soldados, por estar la mayoría sujetos a las de la mar. Por ello, aquellos vecinos, dedicados a otras actividades terrestres —”del gremio de la tierra” en la documentación— debían contribuir con paridad en las levas de marina junto a los demás mareantes. Esto ocasionará más de un conflicto, como sucedió en la leva de 1719, en que el gremio de mareantes debió recurrir a la Real Audiencia, para hacerles cumplir con esa condición. Además en esa ocasión pidieron también que el comparto con el resto de puertos de la jurisdicción —Ribeira, Porto do Son y Palmeira— por haber mermado mucho el gremio de Noia36.

3. LA PRECARIEDAD DE LAS ESTRUCTURAS DEFENSIVAS

Desde la Coruña hasta Muros, las rías de Camariñas y Corcubión eran los únicos abrigos naturales, en los que protegerse de la inclemencia del tiempo o de barcos enemigos; ya que la ría de Laxe, en medio de ambas, ofrecía un escaso fondo que dificultaba la entrada de embarcaciones de calado, además del peligro que ofrecía el acantilado sobre el que se erigía la villa. Pero carecían de fuertes para su defensa ante un ataque. La defensa del puerto de Muxía se reducía a dos trincheras en los desembarcaderos, y dos piezas de artillería, al cargo de un sargento y dos soldados de infantería37. En un estado semejante se encontraban Camariñas, Muxía y Fisterra; de modo que esta extensa y tortuosa franja costera solo disponía del sistema de fachos para advertir a sus habitantes de la presencia de enemigos, con carecía además de baluartes defensivos para combatirlos. La carga que conllevaba para los vecinos de la jurisdicción de Corcubión las guardias en los fachos llevaba a recurrir en 1745 al Capitán General, para oponerse al comparto de 22 soldados milicianos38. Con la llegada al trono de los Borbones, la situación cambia. En la ría de Corcubión se erigen dos fortificaciones para la defensa del puerto, el Cardenal y el Príncipe, y en Camariñas la del Soberano, hechas bajo las órdenes del ingeniero La Ferriere. Aun así Muxía carecería de baterías hasta el siglo XIX. Las baterías del Cardenal y El Príncipe quedarían sin acabar hasta 1753 año, en que el ingeniero Llovet presentaba un proyecto, en el que se incluía la construcción de dos nuevas baterías en la Punta del Agro y la Punta del Espino. Pero serían los ingenieros

34 AHUS: Prot., lib. 1.816, f. 26.

35 AHUS: Prot., lib. 1.181, ff. 135-139.

36 AHUS: Prot., lib. 1.182, f. 66.

37 José Soraluce Blond, Castillos y fortificaciones de Galicia. La arquitectura militar en los siglos XVI- XVIII, A Coruña, Fundación Barrié, 1985, p. 143.

38 AHUS: Prot., lib. 1.612, f. 138.

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Lemaur y el delineador Exarch, los que entre 1755 y 57 llevarían a término los castillos de El Cardenal y el de El Príncipe39. Estas obras supusieron una carga añadida para los vecinos que debían concurrir con carro y bueyes a hacerse cargo del traslado de la piedra, desde las canteras a los castillos. El perjuicio que suponía la pérdida de carros y ganados, llevó a los vecinos de la jurisdicción a contratar el buscar medios para subcontratar el carreto de la piedra, el 26 de julio de 1757, del siguiente modo. El día 30 de julio, los vecinos de Muros, a los que el Comisario de Guerra les compartía 150 carretajes para dichas obras llegaban a un acuerdo semejante. El comparto alcanzaba al concejo de Posmarcos de Arriba, con 102 carretos, por los que el 20 de septiembre su procurador se obligaba también a pagar 1.836 reales a Juan Paz de Brens40. La villa de Muros fue la mejor guarnecida ya desde el siglo XVI. Del período medieval había heredado unas murallas a las que debía su nombre, muestra de un pasado marítimo igual de conflictivo. Noia nunca fue abaluartada y en 1625 el Capitán General del reino refería la dificultad para entrar en Noia buques de envergadura: “la villa de Noya está ría adentro cuatro leguas, no llegan ella sino bajeles pequeños, tiene muralla de las antiguas, cuatrocientos veinte y siete vecinos”41. Noia disponía de una muralla de origen medieval con varios torreones, y en su interior la fortaleza del Tapal, usada en época Moderna como cárcel. En cuanto a la muralla nos constan reparaciones en 1596, 1597 y 1627 a cargo de canteros del entorno: en 1596 se reparan las torres y escaleras de la muralla; en 1597 Domingo Mariños la puerta de la villa, y en 1627 la parte de la muralla tocante a San Lázaro por Juan Landoi42. Ya en el XVIII solo nos constan algunos conflictos con vecinos por daños en ella. De acuerdo a Jerónimo del Hoyo en 1605 Muros contaba todavía con esa muralla, descrita en los términos siguientes: “Tiene esta villa de Muros una buena muralla toda de cantería, y en ella diez y ocho torres con sus almenas”. Una de estas torres se conservó al menos hasta el siglo XVIII utilizándose como prisión. De esta misma época data la primera descripción localizada del castillo o fuerte, que figura armado con 16 cañones43. La villa de Muros, en la boca de la ría estaba guarnecida en el siglo XVIII por un castillo. A este se sumaba una batería —sobre el murallón hoy perdido— de cinco cañones instalada en la plaza concejil. Frente a esta en la isleta de San Antón otro cañón ofrecía fuego cruzado para la defensa. A su vez en las cercanías del cabo Rebordiño se ubicaba una tercera batería44. En lo que respecta al castillo en 1749 es descrito de nuevo por Riobó Seixas —autor de la descripción geográfico-topográfica de Galicia— como un buen castillo guarnecido por 11 cañones de bronce, bajo el mando de un sargento mayor45. En 1753 el edificio es descrito con doce cañones y dos almacenes abovedados, uno para pólvora y otro para balas46. También

39 José Soraluce Blond, Castillos…, op. cit, pp. 144-149.

40 AHUS: Prot., lib. 1.623, s.f.

41 José Soraluce Blond, Castillos…, op. cit, p. 154.

42 Manuel Fabeiro Gómez, “Noticas de artistas de Noya (ss. XVI-XIX)”, Boletín da Real Academia Galega, 28, 1957 pp. 82 y 89.

43 Jerónimo del Hoyo, Memorias del arzobispado de Santiago, Santiago, USC, 2016, pp. 319-320.

44 Ramón Artaza Blazquez, “Recuerdos del Pasado. El castillo y las baterías de Muros”, Boletín de la Real Academia Gallega, 297-300, 1951, pp. 422-426.

45 Ramón Artaza Blázquez, “Recuerdos…”, op. cit., p. 423.

46 AGS: Catastro de Ensenada, RG, lib. 240, f. 521.

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Sarmiento y Cornide describen este castillo; aunque este último le da poca consideración por su mal estado, ya en 1785, y hace mención a la defensa que en casos de necesidad hacían de la ría debían hacer los vecinos47. Desde el siglo XVII la fortaleza estuvo a cargo de un sargento mayor48. En 1742 la guardaban 50 soldados del regimiento de Lisboa. En 1744 por orden del señor Gobernador se estableció en ella una compañía de granaderos también del regimiento de Lisboa. En ese mismo año el Gobernador remitió a la villa buena cantidad de municiones, que debieron ser transportadas en la pinaza de don Alberto Lojo49. En 1755 la construcción de las dos fortalezas es objeto de pleito por el procurador general del concejo de Refoxos. Para tal efecto se había establecido en el entorno un piquete de soldados bajo el mando de un teniente un comisario de guerra y varios oficiales. Don Manuel José de Villa, que es además regidor de Corcubión, recurre entonces a la Intendencia a denunciar los abusos cometidos por los soldados, que obligaban a los vecinos a llevar vacas y bueyes a Cee para su manutención50. En 1788 los vecinos de Olbeiroa ponen de manifiesto otro problema derivado del sostenimiento de las fortalezas que protegían la ría de Corcubión. Esta feligresía estaba situada en el camino de tránsito obligado para Santiago, Padrón, y Vigo; y los vecinos se veían apurados a sostener las tropas en tránsito, dándoles manutención, caballerías y alojamiento. Por ello recurren a la Subdelegación de Rentas de Santiago solicitando que los beneficios del arriendo de la feria y taberna de Olbeira no se empleen en el pago de la sisa y más contribuciones de toda la jurisdicción, para así descargar a los vecinos de aquella feligresía —algo que ya sucedía en el partido de Carnota—51.

4. LA AMENAZA DEL CORSARISMO

El otro problema al que los núcleos costeros estudiados debieron hacer frente durante todo el período fue el del corso. Este problema heredado del medievo irá in crescendo durante la Edad Moderna, según los diferentes países atlánticos lo van incorporando a sus políticas ofensivas. La piratería no constituye un fenómeno novedoso en las Rías Altas gallegas, llegado con el cambio de época. Ya en tiempos del arzobispo Gelmírez, y en su Historia Compostelana figuran las primeras referencias. Se trataba pese a todo de una piratería muy distinta, llevada a cabo por los Normandos, que según estas crónicas encontraban refugio en la ría de Ferrol, la de Arousa, y en el entorno de Monte Louro y la isla de Quebra frente a la villa de Muros52. Llegado el siglo XVI, los conflictos con Francia provocaron la presencia un gran número de corsarios de esta nacionalidad. Sus efectos en un territorio como el gallego, cuya principal vía de comunicación mercantil era la marítima, resultaron muy perjudiciales. Entre las escasas e ineficaces medidas adoptadas está la creación de una armada en 1537 a iniciativa de la Corona

47 José Cornide Saavedra, Memoria sobre la pesca de la sardina en Galicia, Madrid, Joaquín Ibarra Imp., 1774, p. 125.

48 Andrés Varela Mella (1700-1725), Blas Sidrás San Martín (1735-45), Francisco Valle (1744), Miguel Xistau Castro (1754-1778).

49 Ramón Artaza Blázquez, “Recuerdos…”, op. cit., pp. 424-425.

50 AHUS: Prot., lib. 1.970, f. 13.

51 AHUS: Prot., lib. 1995, f. 7.

52 Emma Falque Rey (ed.), Historia Compostelana, Madrid, 1995, p. 245.

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—tras el ataque de varios corsarios franceses a la ciudad de A Coruña en 1536—53. Al francés se añadía el corso africano, cuya presencia se dejaba sentir en Pontevedra54. Pero es la documentación notarial del siglo XVIII la más rica en noticas sobre el fenómeno corsario en las costas gallegas; y nos las dan los pequeños mercaderes de las villas que salpicaban el litoral del reino, que sufrieron con más temor el incremento del corsarismo. Así lo ponen de manifiesto varios comerciantes de vino, que veían perturbado el aprovisionamiento de caldos que hacían en las : “con el riesgo que se considera maiormente en las presentes guerras por los corsarios que hordinariamente asisten en las yslas de Bayona, que hes la ría que viene corriendo desde dicha villa de Redondela a este puerto”55. En 1705, Juan Lucías Basarra, comerciante de Muros, a la vuelta de un viaje comercial a Vizcaya prefiere tornar sin dinero efectivo: “temeroso de que los enemigos corsarios le llebaçen todo por la mar quitó letra del ynporte de dicha sardina en la ciudad de San Sebastián de quatrocientos y sesenta y seis hescudos de plata de poder de Francisco Castaño 1705”56. Junto a corsarios enemigos, las aguas gallegas se vieron surcadas de numerosos navíos franceses y vascos, que arremetieron a su vez contra navíos ingleses y portugueses. En 1703 la tartana corsaria San Juan Bautista, tuvo que atracar en el puerto de Muros a negociar la venta de los 25 moyos de sal que traía de Lisboa, tras verse sorprendido por un temporal57. Un año después el bergantín donostiarra Las Ánimas era retenido con sus presas en el mismo puerto. Su armador y capitán, Antonio Igarzabal, había sido denunciado por los dueños de las Chalupas, que habían sido apresados al salir del puerto de en Portugal, debiendo permanecer allí hasta que el Gobernador las declarase legítimo el apresamiento58. Ese mismo año otro corsario vasco —el Santiago, San Martín y Santa Teresa—, del que era armador el mismo don Antonio Igarzabal, apresaba un patache inglés, cargado con 43 pipas de vino de O Porto. En este caso atracó en el puerto de Muros para la venta del navío y su mercancía59. En 1706 otro corsario vasco, la fragata La Soledad, remata su presa en el puerto de Muros60. En 1711 se vende en el puerto de Muros una presa con carga de loza, cuya nacionalidad desconocemos61. En 1718 continuaban los ataques de corsarios argelinos y tunecinos a las costas atlánticas gallegas, así lo manifiesta el marqués de Risburgh en una carta dirigida al Secretario del Despacho de Guerra, en la que relata como andando mucho corsarios entre las Sisargas y Bayona, solo les hacía frente una nave holandesa62. A inicios de julio 1729 disponemos de un nuevo testimonio de la presencia de corsarios africanos en las aguas de Muros:

“… con cuio motivo y vozes se atemorizaron uillendo de ellas persuadiéndose con esta confusión el que acaso sería alguna ymbación de moros, mediante en dicha ocasión se allavan

53 Isidro Dubert García, “Corsarismo francés, poder real y política imperial en Galicia”, El reino de Galicia en la época del emperador Carlos V, Santiago de Compostela, USC, 2000, pp. 268 y 288.

54 Xosé Manuel Pereira Fernández, Pontevedra no século XVI, Memoria de Licenciatura, USC.

55 ARG: R. A., leg. 8.540, núm. 28, f. 6.

56 AHUS: Prot., lib. 296, f. 22.

57 AHUS: Prot., lib. 294, f. 38.

58 AHUS: Prot., lib. 295, f. 29.

59 AHUS: Prot., lib. 295, f. 32.

60 AHUS: Prot., lib. 297, f. 55.

61 AHUS: Prot., lib. 304, f. 68.

62 María del Carmen Saavedra Vázquez, Galicia en el camino de Flandes. Actividad militar, economía y sociedad en la España Noratlántica, (1556-1648), Sada, Do Castro, 1996, pp. 20-21.

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unos navíos dellos a la cercanía del puerto de dicha villa que yntentavan hacer desembarco”63.

En 1751 los vecinos de Corcubión manifiestan todavía la presencia de navíos corsarios, argelinos y tunecinos frente a nuestras costas, lo que hace necesaria la continua vigilancia a través de una red de fachos”64. Pero sobre todo fueron los corsarios franceses los que parecen tener una mayor presencia en la documentación. En 1756 el corsario de Bayonne L´enfer65, otro sin identificar y la balandra Le Nazsin66, el corsario de Burdeos L´Hereux67 y en 1798 el corsario Le vigilant de Nantes68, Pero el corsarismo también ofreció una oportunidad económica de diferente signo, para aquellos con caudales suficientes para armar un navío, y para los tripulantes que, como tales, tenían derecho a un tercio de las presas. Así lo manifestaba el armador donostiarra Ignacio Otaegui en el siglo XVIII: “a los armadores, en mi sentir, no les mueve el servicio del rey, la gloria de la nación, ni el mal que hacen a los enemigos, sino las utilidades que logra; si estas se les cortan, como faltó el móvil de sus operaciones, de sus riesgos y trabajos faltó el corso”69. Bien es cierto que la actitud de unos y otros era muy distinta. Los armadores solo exponían el dinero, y en el peor de los casos la pérdida a sufrir era exclusivamente económica. La tripulación por su parte exponía su propia vida e integridad física. Así lo recoge el testimonio de un pleito durante la carestía de cereales de los años 60 del siglo XVIII. En Vigo y A Coruña fueron muchos los comerciantes —como el regidor don Jerónimo Hijosa—, que hicieron del corsarismo una empresa más de sus negocios. En Vigo, —que había adquirido gran importancia desde finales del XVII, relevando a Pontevedra en las actividades marítimas— eran varios los corsarios armados por comerciantes locales como don Francisco Manuel Menéndez, don Manuel de la Fuente, la familia de los Rueda o la de los Núñez70. En el caso que nos ocupa, los puertos de Corcubión y Muros no disponían del mismo capital ni recursos que, por la misma época, sí encontramos en los puertos vascos o en A Coruña71. La carencia de gentes de negocios con estos capitales en la mayoría de puertos gallegos favoreció la presencia desde el Seiscientos de corsarios vascos en nuestras aguas. Su abundancia fue tal que entre 1648 y 1678 las más de 239 presas documentadas por navíos guipuzcoanos, eran navíos flamencos apresados en aguas gallegas72. Hay que esperar a mediados del siglo XVIII para que en el puerto de Corcubión surja la primera iniciativa para armar un buque corsario. Esta empresa es abordada por varios cargos públicos de la villa que compatibilizaban la función pública con las actividades mercantiles. En

63 ARG: R. A., leg. 9.134, núm. 3, ff. 1-2.

64 AHUS: Prot., lib. 1.869. f. 55.

65 AHUS: Prot., lib. 1.623, f. 123.

66 AHUS: Prot., lib. 1.623, f. 124.

67 AHUS: Prot., lib. 807, f. 28.

68 AHUS: Prot., lib. 2.001, s.f.

69 Enrique Otero Lana, Enrique, “Los Corsarios vascos en la Edad Moderna”, ITSAS, 5, 2006, p. 194. Del mismo autor Los corsarios españoles durante la decadencia de los Austrias: el corso español del Atlántico peninsular en el siglo XVII, Ponferrada, 2014; y “La intervención de Carlos III en la Guerra de los Siete Años”, Revista de Historia Naval, 17, 1999, pp. 79-92.

70 José Santiago Gómez, Historia de Vigo y su Comarca, Madrid, 1896, p. 474.

71 Antonio Meijide Pardo, “Hombres de negocios en la Coruña deciochesca: Jerónimo de Hijosa”, Revista del Instituto José Cornide de Estudios Coruñeses, 3, 1969, pp. 85-148.

72 Enrique Otero Lana, Los Corsarios…, op. cit., p. 195.

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1781 varios vecinos de Corcubión, entre los que se encontraban don Clemente Domínguez Valdivieso, don Manuel Senra y don Alonso Achey, procuradores generales de Corcubión, y emparentados con varios capitulares, arman el navío de corso El Santo Cristo de Finisterre. Compañía de la que formó parte don Antonio de Leira aunque fuese expulsado en marzo, y don José Blanco73. Ya en 1803 tenemos noticia de otros dos corsarios, La Venganza y La Traición, armados por don Antonio Leira y don Ángel Escaxa74.

CONCLUSIONES

Durante el período moderno la extensa costa gallega, sufrió un especial desamparo por la monarquía hispánica, que afectó especialmente a aquellos puertos más pequeños. Un ejemplo de ello son los aquí analizados de Corcubión, Muros y Noia. Bajo la constante amenaza corsaria e incursiones enemigas, los más pequeños carecieron de enclaves defensivos hasta avanzando el siglo XVIII, debiendo asumir por sí mismos las tareas de vigilancia de la costa mediante la red de fachos; además de contribuir a las levas de mareantes y demás gabelas militares, que se recrudecían durante los períodos bélicos. Lejos de desaparecer con las reformas de inicios de siglo, los gremios de mareantes desarrollaron sus propias estrategias, además de sistemas de compensación a los reclutados, la exención en las levas de milicianos e incluso el poder de decisión en las de marina. Pese a su reducida capacidad económica y naval de estos puertos los sectores más acomodados supieron sacar tajada de la coyuntura.

73 AHUS: Prot., lib. 2.597, f. 66.

74 AHUS: Prot., lib. 2.006, f. 39.

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