Política y Sociedad vol. 51, n. 2 (2014)

El Real Madrid, ¿"equipo de España"? Fútbol e identidades durante el franquismo ...... p. 295 - 296 Eduardo González Calleja

Del consenso al "tiki-taka": redefiniendo el nacionalismo español desde la prensa escrita a través del fútbol ...... p. 297 - 336 Jorge Resina de la Fuente, Pedro Limón López

Prensa deportiva e identidad nacional: España en el Mundial de fútbol de Sudáfrica 2010 ...... p. 337 - 366 Manuel E. González Ramallal

Diferenciación social y normativa en modelos de análisis de políticas públicas ...... …p. 367 - 397 Patricio Orlando Miranda Rebeco, Alicia Razeto Pavez

Modelos de política cultural y modelos de equipamientos culturales: de los modelos nacionales a los modelos locales. Análisis del caso de Barcelona ...... p. 398 - 422 Joaquim Rius Ulldemolins

Propuesta metodológica para el diseño de un sistema de indicadores culturales local basado en la planificación estratégica...... p. 423 - 446 Vicente Coll-Serrano, Salvador Carrasco-Arroyo, Olga Blasco-Blasco, Luis Vila-Lladosa

El reto de la Evaluación del Impacto Social de la Tecnología en España ...... p. 447 - 480 Francisco Javier Gómez González, Cristina Durlan, Santiago Cáceres Gómez, Guillermo Aleixandre Mendizábal

La mujer en la empresa familiar española desde la perspectiva del "familiness" ...... p. 481 - 506 Pilar Ortiz García, Ángel José Olaz Capitán El rechazo de las mujeres mayores viudas a volverse a emparejar: cuestión de género y cambio social ...... p. 507 - 532 Juan López Doblas, María del Pilar Díaz Conde, Mariano Sánchez Martínez

Procesos de socialización en la transexualidad masculina: una aproximación etnográfica en un espacio asociativo ...... p. 533 - 563 Elena Vaquerizo Gómez

Evaluando la participación institucional: la “temperatura” de la deliberación y sus consecuencias ...... p. 565 - 594 Marc Parés, Hug March

Actitudes de la ciudadanía hacia los servicios públicos. Valoración y satisfacción en el periodo 2009-2011 ...... … p. 595 - 618 Vanesa Rodríguez, Gabriel Pruneda, Begoña Cueto

El "ciclo de las demandas políticas": una propuesta metodológica aplicada a la contienda por la reforma del marco institucional del agua en Costa Rica ...... … p. 619 - 640 Felipe Alpízar Rodríguez

RESEÑAS

CHACÓN JIMÉNEZ, F., BESTARD-CAMPS, J., & AGUADO, A. M. (2011). "Familias: historia de la sociedad española (del final de la Edad Media a nuestros días)". Madrid, Cátedra...... … p. 641 - 646 Bruna Álvarez

MARTÍN JIMÉNEZ, V. (2013). "Televisión Española y la Transición democrática: la comunicación política del cambio (1976-1979)". Universidad de Valladolid, Valladolid...... … p. 647 - 648 Raquel Quevedo Redondo

SÁNCHEZ GARCÍA, R., & SPENCER, D. C. (2013). "Fighting scholars: habitus and eth-nographies of martial arts and combat sports". Anthem Press, London...... … p. 649 - 655 Cristián Martín Pérez-Colman

Breves reseñas bibliográficas ...... … p. 657 - 662

El Real Madrid, ¿"equipo de España"? Fútbol e identidades durante el franquismo

Eduardo GONZÁLEZ CALLEJA Universidad Carlos III de Madrid [email protected]

Recibido: 01-10-2013 Aceptado: 04-06-2014

Resumen: En los años 50 y 60 del siglo pasado, el Real Madrid C. de F. se convirtió en el heraldo deportivo del “milagro español”, generando en España y el extranjero una oleada de admiración que, oportunamente capitalizada por el régimen franquista, convirtió al club en uno de los más eficaces difusores del “nacionalismo banal” que la dictadura quiso inculcar en la población, especialmente la emigrada. Esta imagen del Real Madrid como entidad deportiva de éxito internacional sirve de excusa para hacer una reflexión sobre las relaciones que se suelen establecer entre el deporte y el poder político, especial- mente en el vidrioso tema de las identidades nacionales.

Palabras clave: deporte, franquismo, fútbol, identidad nacional, Real Madrid C. de F.

Política y Sociedad 275 ISSN: 1130-8001 2014, 51, Núm. 2: 275-296 http://dx.doi.org/10.5209/rev_POSO.2014.v51.n2.43072

González Calleja, E. El Real Madrid, ¿"equipo de españa"?...

Real Madrid, “team of Spain”? Football and identities during the francoism

Abstract: In the 50s and 60s of the last century, Real Madrid Club of Football became the sportive herald of “Spanish miracle”, generating in Spain and abroad a wave of admiration that was promptly capitalized by the Franco regime. During the Francoism, the club became one of the most effective disseminators of “banal nationalism” that the dictatorship would inculcate in the population, especially the emigrants abroad. This image of Real Madrid as an internationally successful sport entity allows us to reflect on the relationships that are established between sport and political power, especially in the elusive theme of national identities.

Keywords: football, francoism, national identity, Real Madrid Football Club, sports

Referencia normalizada González Calleja, E. (2014). “El Real Madrid, ¿"equipo de españa"? Fútbol e identidades durante el franquismo”. Política y Sociedad, Vol 51, Núm. 2: 275-296

Sumario: 1.El “nacionalismo banal” en el deporte. 2.Los años heroicos y la forja de una identidad supralocal (1902-1936). 3.La “travesía del desierto” en el apogeo del nacionalismo totalitario (1939- 1943). 4.El gran “salto adelante” (1944-1954). 5.La otra Casa Blanca: el Real Madrid como agente del nacionalismo español de exportación (1955-1960). 6.El lento declive y el ocaso del mito referencial madridista (1961-1978). 7.Conclusión: el Real Madrid, ¿equipo de España?

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González Calleja, E. El Real Madrid, ¿"equipo de españa"?...

El Real Madrid Club de Fútbol ejemplifica como pocas entidades deportivas espa- ñolas el grado de incidencia que ha tenido la política sobre la evolución de una institución que, con el paso de los años, se ha convertido en una auténtica organiza- ción empresarial con ramificaciones e intereses en medio mundo. La naturaleza no siempre idílica de sus relaciones con la dictadura del general Franco, que en su fase de plenitud presidió la etapa de los grandes éxitos internacionales del club, ayuda a entender la naturaleza equívoca de las relaciones que se suelen establecer entre el deporte y el poder político, especialmente en el vidrioso tema de las identidades nacionales.

1. El “nacionalismo banal” en el deporte

Especialmente en los años cincuenta y sesenta, el Real Madrid se convirtió en el heraldo deportivo del “milagro español”, generando en España y el extranjero una oleada de admiración que, capitalizada por el régimen, convirtió al club en uno de los vehículos difusores del “nacionalismo banal” que, según Michael Billig, orienta las percepciones cotidianas de la población y hace aparecer como natural la identi- ficación entre una lengua, una cultura, un territorio y una comunidad política (Billig, 1995). El ritual deportivo, que actúa como el sustitutivo laico de las aspiraciones religiosas, es uno de los modos más ilusorios y accesibles de comunión colectiva. En efecto, el deporte tiene todos los ingredientes necesarios para ser interpretado como una religión civil: ritual público, liturgia cívica o política y devoción popular encaminada a conferir poder y a reforzar la identidad de una colectividad (García Ferrando, Puig Barata y Lagardera Otero [comps.], 1998: 19). Como conjunto de representaciones colectivas, el deporte entendido como religión laica ha logrado construir un sistema de mitos coherente y sólidamente estructurado: la creencia en el progreso lineal e indefinido, el mito del superhombre, la exaltación de la discipli- na, el heroísmo cuasi-militar, la comunión de valores e intereses entre el deportista y la afición, etc. El potencial simbólico del deporte y su enorme capacidad de reforzamiento de la identidad colectiva facilitó su integración temprana en la liturgia nacional. Pocas manifestaciones públicas se han mostrado tan útiles en el fomento de la mística nacionalista como la actividad deportiva, desde su inicial pretensión formativa a su actual faceta competitiva. A inicios del siglo XIX se desarrollaron las escuelas gimnásticas nacionales como base histórico-cultural de la educación física. La idea motriz era la preocupación patriótico-militarista: se trataba de formar soldados fuertes y ágiles, capaces de defender a la patria. De ahí que la gimnasia fuera con- trolada desde el primer momento por la institución militar (más tarde pasaría al sistema educativo civil), y fomentada por todos los movimientos nacionalistas en sus campañas de “nacionalización de masas” (Mosse, 1975: 185-197). El deporte ha permitido afirmar una conciencia nacional oprimida por parte de elementos extran- jeros, o bien superar las causas habituales de división interétnica. Incluso ha contri- buido a revitalizar nacionalidades sin Estado más o menos depauperadas. El empleo

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González Calleja, E. El Real Madrid, ¿"equipo de españa"?... de la gimnasia, la educación física y el deporte como difusores del espíritu patrióti- co y de la disciplina civil fue también empleado por los movimientos autoritarios y totalitarios de entreguerras, incluida la Dictadura de Primo de Rivera (González Calleja y Rey Reguillo, 1995: 190-195 y Quiroga Fernández de Soto, 2004)1. No tiene nada de sorprendente que los militares monopolizaran las actividades gimnás- ticas y deportivas en esos años, ya que la educación física se empleó como base de la educación premilitar de la juventud. Incluso en la Unión Soviética, tras un perío- do de fuerte crítica al deporte entre 1917 y 1922, se llevó a cabo una reorganización que integró a los clubes en los sindicatos, mientras que las federaciones deportivas se encargaron de garantizar el control de las reglas. En 1931, la organización juvenil comunista Komsomol inició un programa de práctica deportiva de masas por edades y con un objetivo de premovilización patriótica dirigida al esfuerzo bélico (Pierre Laguillaume, “Para una crítica fundamental del deporte”, en “Partisans”, 1978: 48). En Francia, el modelo deportivo estaba más basado en el movimiento renovador nacionalista que en el modelo educativo inglés. Entre 1872 y 1914 proliferaron sociedades de preparación física y militar en todo el país con el objeto explícito de la revancha (en 1873 se creó la Union des Sociétés de Gymnastiques de France) en un contexto cultural fuertemente chauvinista. También se ha afirmado con frecuen- cia que las bases morales del Imperio Británico se sentaron en las duras competi- ciones deportivas entre colleges. Al igual que la gimnasia, el deporte de contacto con la naturaleza, vinculado con el culto telúrico a la patria, ha sido un eficaz método reproductor de cultura política en algunos movimientos nacionalistas españoles, como sucedió con los mendigoiza- les (montañeros) del Partido Nacionalista Vasco y con los clubes excursionistas catalanes de fin de siglo, inspirados en el “montañismo de combate” practicado por la juventud nacionalista mazziniana desde mediados del siglo XIX. La potencialidad nacionalizadora del deporte de masas no ha cesado de aumentar. En la actualidad, asistimos a la transformación de la actividad deportiva internacio- nal en una auténtica “guerra total” desarmada, ya que el deporte permite canalizar la emoción de las masas por la vía nacionalista agresiva (Vinnai, 1970: 81). Los atletas estatales se han convertido en “soldados del deporte” encargados de una misión en el extranjero: la defensa de los colores nacionales. En realidad, la para- fernalia nacionalista siempre ha acompañado a manifestaciones deportivas como los Juegos Olímpicos, que no se han utilizado tanto para promover el juego limpio, la ______

1 En 1919, el Ministerio de la Guerra fundó en Toledo la Escuela Central de Gimnasia, y desde el año 1924 fueron formados en ella profesores civiles para la enseñanza de las escuelas. En 1925, Primo de Rivera nombró una comisión encargada de diseñar un plan nacional de formación física y premilitar de la juventud. A mediados de 1927 vieron la luz unas “Bases para el desarrollo en España de la Educación ciudadana, física y premilitar”, que establecía la educación física hasta los 18 años. A inicios de 1929, estas labores de pedagogía patriótica a través de la gimnasia fueron asignadas a un Comité Nacional de Educación Física bajo control castrense.

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González Calleja, E. El Real Madrid, ¿"equipo de españa"?... paz y la comprensión mutua en el contexto internacional, como para manifestar el orgullo y los intereses nacionales. En resumen, desde mediados del siglo XIX la actividad deportiva ha actuado como parte constitutiva de la liturgia nacional (no hay sino que contemplar el éxito político alcanzado por el partido de Silvio Berlusconi, Forza Italia, bautizado con el grito de guerra de los tifosi de la selección de fútbol transalpina), pero su enorme capacidad de proyección pública ha determinado su manipulación por parte del Estado como instrumento de prestigio en la escena internacional. Aunque el desarrollo imparable del fútbol-espectáculo se puede contemplar co- mo una de las formas más tempranas de globalización cultural (Armstrong y Giulianotti, 1999: 4), este deporte ofrece un terreno privilegiado para la afirmación de identidades colectivas y de los antagonismos locales, regionales o nacionales. El fútbol plantea cuestiones sociales y psicológicas básicas para la sociedad contempo- ránea, como la cuestión de las identidades colectivas y su relación con la alteridad. No cabe duda de que el “deporte rey” sigue siendo uno de uno de los vectores más fuertes de identidad nacional, hasta el extremo de que los estilos y tácticas de juego (la furia española, el rigor alemán, la creatividad brasileña, la marrullería italiana, la determinación inglesa…) alimentan o confirman los estereotipos de los que se nutren nuestros imaginarios colectivos. Si el fundador de la FIFA, Jules Rimet, veía en el fútbol un instrumento al servicio de la aproximación de los pueblos, competi- ciones como la Copa del Mundo se plantearon desde el primer momento como una confrontación entre estados nacionales sometida a reglas precisas de espacio, tiem- po y procedimiento. Cada confrontación facilita a los espectadores un apoyo a la simbolización de una de las facetas (local, profesional, regional) de su identidad en relación con las de los rivales más o menos próximos. La identificación con un club no es percibida o concebida por los seguidores como el simple signo arbitrario de la pertenencia común, sino como el símbolo motivado de un modo específico de existencia colectiva, que encarna el estilo de juego del equipo que no corresponde necesariamente con la práctica de los jugadores, sino a la imagen estereotipada que una colectividad de hace de ella misma (Bromberger, 1998: 59 y 77). Por ejemplo, la furia leonina del Athletic de Bilbao se trasladó a la selección española de fútbol, repleta de jugadores vascos, durante los Juegos Olímpicos de Amberes de 1920. En el caso que nos ocupa, virtuosidad, seriedad y precisión se identifican en la cultura del madridismo con “señorío”, además de con fair play. La composición del equipo también ofrece una metáfora de esa identidad colectiva: sin dejar de hacer exhibi- ción de españolismo, en el Real Madrid, el ius solis ha primado sobre el ius sangui- nis propio de los equipos vascos, que hasta épocas recientes mantuvieron rigurosos criterios étnicos para la formación y el fichaje de sus jugadores. No hay problema en aceptar a futbolistas extranjeros o nacionales de otras regiones en una ciudad de aluvión como Madrid, siempre que éstos cumplan las reglas no escritas del club- ciudad, entre las cuales figuran el agradecimiento a la hospitalidad ofrecida y el respeto a los símbolos locales, regionales y nacionales, sin especial distinción jerárquica entre ellos. Con todo, la relación del Real Madrid con su ámbito territo- rial más inmediato ha sufrido importantes variaciones, desde su imagen inicial de

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González Calleja, E. El Real Madrid, ¿"equipo de españa"?... club capitalino por excelencia, en un virtual monopolio que duró más de cuarenta años, hasta el momento actual, en que sufre la competencia de otros clubes con arraigo en otras esferas sociales, barrios o localidades periféricas, como el Atlético de Madrid, el Rayo Vallecano o el Getafe. A veces, la opción político-social no se expresa de forma consciente, sino que viene definida por la autodefinición de los rivales. En el caso del Real Madrid, ese “señorío” de contornos fuertemente elitistas (perfectamente expresado en la compo- sición y el comportamiento social de las juntas directivas) queda confrontado con el popularismo, el desenfado y la mística de la derrota (en una autoinmolación casi religiosa) que cultiva el rival local Atlético de Madrid. Desde un punto de vista más político, la identidad monárquica y españolista del club se puede rastrear, como veremos, desde su fundación, pero se ha ido modulando en función de los distintos regímenes que se han venido sucediendo en España desde 1902. Pero su españolis- mo se ha definido con mucha frecuencia en relación con los rivales lejanos tanto social como geográficamente, en concreto los equipos vascos y el Fútbol Club Barcelona, heraldos tempranos de los nacionalismos periféricos. Resulta llamativo que la hegemonía de los equipos vascos en la década de los ochenta y la del Barça en los noventa e inicios del siglo XXI generase en el Real Madrid un cambio desde un nacionalismo español “constructivo”, aglutinador y “de exportación” basado en sus triunfos internacionales a un nacionalismo reactivo y excluyente, centrado en la denigración de las identidades de los adversarios directos y transmitido por el sector más extremista de la afición: los Ultras Sur, de contornos subculturales neofascistas.

2. Los años heroicos y la forja de una identidad supralocal (1902-1936)

El origen del Madrid Foot-ball Club es esencialmente mesocrático. Entre sus prime- ros socios se contaban comerciantes, pequeños industriales y funcionarios civiles y militares. Desde su origen, el club parece estar imbuido de cierto sentimiento pa- triótico español. La misma idea de organizar en Madrid una competición nacional, germen del campeonato oficial de España, con ocasión de la entronización de Alfonso XIII, parece abonar esta hipótesis. Otra decisión del club, adoptada igual- mente en los primeros días de su existencia, viene a reforzar la hipótesis de una temprana nacionalización simbólica: el artículo 18 de sus estatutos, que llevan la fecha del 18 de abril de 1902, detallaba las distintas piezas que componían el atuen- do oficial, a tenor del tipo de competición en el que intervinieran: “El uniforme reglamentario será para los partidos ordinarios pantalón azul oscuro, corto y recto, blusa blanca y medias oscuras, y para los partidos extraordinarios será pantalón y blusa blancos, medias negras con vueltas y cinturón con los colores na- cionales, completando este uniforme un casquete azul oscuro”.

Quizás influyó en esta norma estatutaria la presencia de un militar entre los funda- dores del club, el coruñés Adolfo Meléndez. La disposición fue puesta en práctica: examinando la prensa gráfica de la época, se observa que el uso del cinturón apare-

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González Calleja, E. El Real Madrid, ¿"equipo de españa"?... ce regularmente hasta 1915. Resultaba previsible que tal indumentaria y el hecho de representar a la capital del Estado en las primeras competiciones deportivas genera- ran los primeros roces con los nacionalismos periféricos en el ambiente de agitación de la Gran Guerra. La épica semifinal del Campeonato de España celebrada el 16 y 23 de marzo de 1916 contra el F.C. Barcelona, que hubo de resolverse en otros dos dramáticos encuentros de desempate celebrados el 25 y 26 de marzo, es el prece- dente de una rivalidad que aún hoy perdura. El último gol del cuarto encuentro, marcado por el madridista Aranguren, fue agriamente protestado por los azulgrana, que abandonaron el terreno de juego en señal de protesta (Melcón 1950: 30-31 y González, 1977: 177-179). La final, celebrada en Barcelona el 7 de mayo de 1916 en un ambiente hostil por el recuerdo de los incidentes producidos en la anterior elimina- toria, fue un paseo militar para un Athletic de Bilbao muy superior a su exhausto contrincante, que perdió por 4-0. El 12 de mayo de 1918 se perdió en el viejo campo del Athletic madrileño en O’Donnell la final del Campeonato de España frente al Real Unión de Irún por 2-0. Manuel Rosón contaba que “Santiago Bernabeu, Machimba- rrena y Manolo Posada, tenían la consigna de gritar ‘¡Viva España!’ cada vez que el Madrid marcase un goal. Pero, desgraciadamente, aquellos vivas quedaron inéditos” (Rosón, 1940: 28). A la par que se hace gala de un pueril españolismo, en estos años iniciales se ob- serva una voluntad temprana de proyección internacional: el 23 de octubre de 1905, con motivo de la visita a Madrid del presidente de la República de Francia, en visita de Estado, el club blanco preparó un partido de fútbol con el Gallia Sport de París, campeón de Francia. El evento supuso el comienzo de una proyección internacional que reforzó el papel del club como representante cualificado del deporte español en el extranjero. El Madrid, que contribuyó decisivamente a la fundación de la Federa- ción de Clubs de Foot-Ball el 14 de octubre de 1909, obtuvo el título de Real Club el 29 de junio de 1920, lo que no implicaba solamente el añadir una corona al escudo de la entidad, sino mantener desde entonces una relación privilegiada con el monarca y su familia: Alfonso XIII fue nombrado presidente de honor, y sus hijos (y nietos) serían huéspedes asiduos de una institución deportiva que lo que tras reforzar su identificación con uno de los puntales del nacionalismo popular español como era la Monarquía, pronto traspasó las fronteras de lo local. El Real Madrid fue el primer equipo español en aventurarse, en 1925, a cruzar el Canal de la Mancha y enfrentarse, en sus propios campos, a equipos ingleses, con el propósito de doctorarse en el país inventor del foot-ball. Dos años más tarde cruzó el Atlántico, para una gira de casi cuatro meses, que les lleva de Argentina a los Estados Unidos, pasando por Uruguay, Chile, Perú, Cuba, y México. Al regreso de la excursión, en el mes de octubre, la revista deportiva Gran Vida mantuvo una entrevista con Santiago Bernabéu, jefe de la expedición. Algunas de sus respuestas dejan entrever que los objetivos del viaje no fueron sólo deportivos y económicos, sino también patrióticos. A una pregunta del entrevistador sobre los resultados económicos, el directivo del Madrid respondía: “Bueno. A diferencia de otras giras que hicieron los equipos de allá, nuestro afán era puramente deportivo. Hemos cubierto gastos, hemos hecho propaganda espa-

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González Calleja, E. El Real Madrid, ¿"equipo de españa"?...

ñolista, ¡con qué santo tesón todos!, y como al Club no le ha costado un céntimo, aunque nada haya ganado tampoco, nos damos por muy satisfechos”.

A otra pregunta del periodista, donde se interesaba por la impresión que habían dejado entre los emigrantes españoles, Bernabéu expresaba su enorme satisfacción por el entusiasmo despertado entre los compatriotas de allende el Océano: “Excelente, y eso es lo que más nos enorgullece. El resultado deportivo, que era esperado con enorme temor, ha proporcionado a los nuestros las satisfacciones más legítimas a que podían aspirar. Por eso estamos tan satisfechos de haber jugado y ga- nado algunos partidos de fútbol en América” (Gran Vida, octubre 1927).

Esta va a ser uno de los quehaceres perseguidos con mayor insistencia por el Real Madrid desde entonces: actuar como instrumento oficioso de nacionalización sobre unas comunidades de emigrantes desasistidas por la tradicional inacción del Estado liberal, que optaban por estructurarse en colectividades regionales (cada vez más penetradas por los nacionalismos periféricos) o perdían su identidad de forma acelerada, asumiendo los derechos y deberes de ciudadanía de los países de acogida. La cercanía a los valores patrióticos de la España oficial, y la conversión del club en una potente entidad deportiva de creciente proyección allende las fronteras, fueron circunstancias que permitieron que durante los años de la Dictadura de Primo de Rivera (1923-30) el Real Madrid se aproximase a los círculos financieros y empre- sariales, y a los ambientes elitistas de la sociedad madrileña, que patrocinaron la inauguración del primer estadio de Chamartín en mayo de 1924 como escenario para un deporte que se convertía de forma acelerada en un gran espectáculo de masas. Fue entonces cuando la entidad abordó su primer gran cambio organizativo. Hasta mediados de los años veinte había prevalecido el modelo amateur puro, gestionado por la elite fundacional, pero el profesionalismo de los futbolistas y la multiplicación del número de socios obligaron a partir de esa época a una adapta- ción hacia un modelo híbrido semiprofesional que resultó enormemente conflictiva, como lo atestigua la rápida sucesión de presidentes (cinco) y de Juntas Directivas (seis) en la década de 1926-1936. En junio de 1926, la asamblea de la Real Federa- ción Española de Fútbol (RFEF) implantó oficialmente el profesionalismo, gene- rando una serie de exigencias económicas que los clubes modestos cada vez tenían más dificultad en cubrir con la participación en el único título importante del calen- dario futbolístico: la Copa de España. Fue entonces cuando, tras veinte meses de arduas negociaciones, se puso en marcha el Torneo Nacional de Liga a fines de 1928 (Martialay, 1996). La nueva competición, que sin duda reforzó la cohesión simbólica entre las regiones, brindó al Real Madrid una incomparable capacidad de irradiación e influencia a nivel nacional. Con la proclamación de la Segunda República en abril de 1931, el Madrid perdió el título de “Real”, pero de la mano de los presidentes Luis Usera Bugallal y Rafael Sánchez-Guerra (secretario general de la Presidencia de la República) siguió mante- niendo relaciones privilegiadas con el poder político y vivió su segunda “edad de oro”

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González Calleja, E. El Real Madrid, ¿"equipo de españa"?... con la obtención de los títulos de Liga de 1931-1932 y 1932-1933 y de las Copas de España de 1934 y 1936. El estallido de la guerra civil cortó en seco tan prometedora trayectoria. Sometido en agosto de 1936 a un proceso de incautación por parte de la Federación Deportiva Obrera vinculada al Frente Popular, el Madrid trató de sobrevi- vir durante el conflicto infiltrando algunos de sus directivos en el Comité de Incauta- ción para preservar su patrimonio, y solicitando su incorporación al campeonato de fútbol catalán, pero el veto interpuesto por el F.C. Barcelona frustró este último recur- so de supervivencia y aceleró la descomposición del equipo madridista en el otoño de 1936 (García Candau, 1996: 49 y Martialay y Salazar, 1997: 121-124).

3. La “travesía del desierto” en el apogeo del nacionalismo totalitario (1939- 1943)

El régimen franquista vencedor en la guerra civil privilegió el deporte como meca- nismo de integración nacional, como instrumento de socialización política para los jóvenes y como herramienta de propaganda ideológica. El deporte se transformó en “cuestión de Estado”, y en consecuencia los organismos competentes, sobre todo el Ejército y el partido único Falange Española Tradicionalista (FET), se vieron legi- timados para interferir en su organización y exigir a las entidades deportivas una adhesión explícita a la política del régimen. El control absoluto de las actividades deportivas se realizó desde fines de 1938 a través del Consejo Nacional de Deportes, y desde febrero de 1941 por medio de su heredera la Delegación Nacional de De- portes (DND), directamente vinculada a FET. El predominio castrense resultó especialmente notorio en el fútbol. Desde el verano de 1936 funcionó en San Sebas- tián una oficina federativa oficiosa, dirigida por el teniente coronel Julián Troncoso Sagredo, que se autoproclamó Federación Nacional de España el 17 de octubre de 1937, y un mes más tarde logró, gracias a los buenos oficios de Jules Rimet, ser reconocida por la FIFA como la legítima depositaria de la representación española en los foros futbolísticos internacionales. Como en el resto de las instancias oficia- les, la Federación nombró comités depuradores para sancionar a jugadores, entrena- dores y árbitros que hubiesen mostrado su lealtad a la República. Troncoso advirtió además que las federaciones y los clubes de fútbol habían dejado de existir como entes autónomos, y exigió a los futbolistas virtudes análogas a las de un soldado. Era también un acérrimo enemigo del profesionalismo, que reputaba como absolu- tamente incompatible con la función cívico-política del deporte en el “Nuevo Esta- do”. El “Año de la Victoria” fue, sin duda, el más duro de la historia del Madrid: sin equipo, con el estadio en ruinas tras su transformación en campo de prisioneros, la sede social bombardeada, gran parte de los trofeos y del archivo desaparecidos, y con la estructura societaria dislocada, el reglamento en suspenso y la plantilla sometida a un meticuloso proceso de depuración, muchos pensaron que había llegado la hora de la clausura definitiva. La continuidad del club quedó al arbitrio de una Junta de Reconstrucción formada por los antiguos presidentes de la entidad,

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González Calleja, E. El Real Madrid, ¿"equipo de españa"?... encabezados por el general Adolfo Meléndez. Este logró resistir las presiones de sus camaradas de armas para que el Madrid (que no recuperó su apelativo de “Real” hasta 1941) quedase absorbido en el equipo de la Aviación Nacional, que poco después daría lugar al Atlético de Madrid. Con ello se hubiese consumado la “Unificación” de los grandes equipos madrileños en una entidad de acusado tono militarista e impregna- da de un nacionalismo de contornos totalitarios que casaba mal con la tradición con- servadora y accidentalista del Madrid. El club se salvó in extremis de la absorción, pero su actividad societaria quedó reducida a mínimos. En ese contexto de crisis, el Real Madrid purgó su identificación involuntaria con la capital de la República con un obligado alejamiento de los centros oficiales de decisión política y deportiva. En septiembre de 1942, la Junta Directiva del Real Madrid hubo de legalizar unos estatutos donde las instancias rectoras del club pasaron a ser elegidas directamente por la DND (Estatutos del “Real Madrid Club de Fútbol” [1-9-1942], en ARM, caja 119, carp. 5), aunque estas disposiciones fueron sustituidas en 1948 por un sistema de representación indirecta, en el que una Asamblea de compromisarios proponía una terna para que la RFEF designara luego el candidato “idóneo” a presidente, quien elegiría a su vez a los vicepresidentes y directi- vos, no olvidando la cuota de al menos dos falangistas en la lista. La falta de represen- tatividad de la RFEF fue protestada por el Real Madrid, que decidió en 1963 boicotear los plenos y continuó sin asistir a los mismos hasta la caída del Delegado Nacional de Deportes, el falangista José Antonio Elola Olaso, en 1967. Con semejantes recortes en los derechos societarios, el interés de los afiliados en la gestión del club sufrió una merma evidente. En la prolongada etapa presidencial de Santiago Bernabéu (1943- 1978), las Asambleas Generales que debían refrendar cada cuatro años su continuidad al frente del club acabaron por transformarse en un fastidioso ritual donde la exhibi- ción de los trofeos deportivos obtenidos como respaldo simbólico de la ejecutoria de la Directiva ahogaba cualquier tipo de crítica. No había lugar a ruegos ni a preguntas, y Bernabéu finalizaba la sesión con un discurso paternalista que era más bien una arenga, invariablemente acogido entre aplausos por los compromisarios enfervorizados. Los años cuarenta fueron los más pobres, deportivamente hablando, de la historia del Real Madrid durante el franquismo. Bajo las presidencias del general Meléndez y de Antonio Santos-Peralba, los resultados no pasaron de discretos frente a los logros del Bilbao, el Barcelona o el Atlético de Madrid. A pesar de los triunfos coperos de 1946 y 1947, el equipo estuvo a punto de descender a Segunda División en las temporadas 1942-1943 y 1947-1948. Además, la intromisión de la política en las actividades futbolísticas le acarreó serios problemas, como el que se produjo a raíz del enfrentamiento con el F.C. Barcelona en las semifinales de la Copa del Generalísimo en junio de 1943. El mal comportamiento del público madridista en el partido de vuelta, que finalizó con un escandaloso 11-1 favorable a los “merengues”, fue el detonante de una crisis de relaciones con las instancias oficiales del deporte franquista que desembocó en una cuantiosa multa, la derrota “forzada” del Real Madrid en la final jugada contra el club vasco Athletic Bilbao, la inhabilitación del joven periodista Juan Antonio Samaranch por la publicación de una crónica muy crítica sobre el en- cuentro y el cese forzado de las Juntas Directivas de ambos clubes. La llegada de

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Santiago Bernabéu a la Presidencia del Real Madrid en septiembre de 1943 fue una solución de compromiso entre la Directiva del Real Madrid, ahora “blindada” con militares (Bernabéu nombró presidente honorario del club al teniente general Eduardo Sáenz de Buruaga, gobernador militar de Madrid y amigo personal de Franco) y una Falange obsesionada con asumir el control totalitario del fútbol. A mediados de los años cuarenta, el Real Madrid era un equipo con claras vincu- laciones en las esferas del poder (especialmente el militar, en alza tras el declive de Falange a partir de 1942), pero sin grandes medios económicos, y relegado en el terreno deportivo ante un influyente sector político que apoyaba firmemente al Atlético de Madrid. En esa época el club ya no era santo y seña del deporte español, y fue gracias al apoyo de los socios como Bernabéu lo transformó en una poderosa maqui- naria social y deportiva. Su proyecto institucional y deportivo abrió el camino de la época más gloriosa del Club, que en veinte años se transformó en la entidad más admirada y respetada del fútbol mundial, con 16 Ligas, 7 Copas del Generalísimo, 6 Copas de Europa y una Copa Intercontinental obtenidas a lo largo de su mandato. No puede decirse que fuera hombre del régimen franquista, en el sentido estricto de la palabra, pero tampoco que se sintiera incómodo en su seno, aunque sus relaciones con las rígidas estructuras deportivas fueron cada vez más tensas. Su proclamado apoliticismo encubría un talante profundamente conservador y una sutil preferencia por el principio monárquico. Paterfamilias indiscutible e imprescindible desde los años cincuenta, el día a día de la “política” del club quedó en manos de sus más estrechos colaboradores, sobre todo en las de Raimundo Saporta, un hábil gestor económico de origen franco-armenio-judío, que por veinte años encabezó las rela- ciones del club con la España oficial, especialmente con la Falange (Bahamonde Magro, 2002: 202-213; Martín Semprún, 1994 y García Candau, 2002; Escandell Bonet, González Calleja y Villacorta Baños [coords.], 2002: II, 598-599).

4. El gran “salto adelante” (1944-1954)

A la altura de 1943, el ambiente reinante en el Real Madrid era de pesimismo por la falta de aliento local y las continuas derrotas deportivas. Fue entonces cuando Bernabéu trató de sortear la crisis interna con la presentación de un proyecto que muchos tildaron de irreal y megalómano: la construcción del estadio de mayor capacidad de Europa, adaptado a previsible multiplicación de los adeptos al “depor- te rey” en la posguerra. La iniciativa resultó un rotundo éxito: la masa social o los simples inversionistas suscribieron las obligaciones con rapidez, y el aumento de las recaudaciones gracias al mayor aforo del nuevo estadio sirvió para pagar la deuda. La consolidación deportiva del Real Madrid como el mejor club del fútbol espa- ñol estuvo acompañada de su afianzamiento económico. A inicios de los 50, la entidad blanca era ya el mayor contribuyente deportivo de España. Logrado el sueño del nuevo estadio (que fue inaugurado el 14 de diciembre de 1947, y que adoptó oficialmente el nombre de Santiago Bernabéu en enero de 1955), con la situación financiera estabilizada y una afluencia masiva de nuevos socios (42.000 en 1953),

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Bernabéu afrontó el reto de modelar un equipo acorde con la grandeza patrimonial recién adquirida. Llenar el estadio requería contar con los mejores jugadores del mundo, con lo que se dispararon los gastos en fichajes. La primera gran ocasión la brindó el torneo conmemorativo del Cincuentenario de la Entidad disputado en marzo- abril de 1952 entre el anfitrión, el Norkoeping sueco y el Millonarios de Bogotá, en cuyas filas actuaba el que sería el mejor futbolista mundial de la década siguiente: el argentino Alfredo Di Stéfano. El rocambolesco fichaje de la “Saeta Rubia” por el club blanco en enero-septiembre de 1953, en detrimento de su eterno rival barcelonista, sigue haciendo correr ríos de tinta, y figura en el primer lugar de las polémicas extra- deportivas del fútbol español, afianzando la leyenda del Real Madrid como “equipo del régimen” (Di Stéfano, 2000: 111-118; Escandell, González Calleja y Villacorta Baños [coords], 2002: I, 161-174; Fernández Santander, 1990: 52-53; García Candau, 1996: 174-181; González, 2002: 155-160; Martialay y Salazar, 1997: 326-346; Shaw, 1987: 200-201; Sabartés, 1982: 36-42 y Burns Marañón, 1999: 208-214). Conseguido el saneamiento económico y la paz societaria, el club dio el “gran salto adelante” en su proyección internacional. El punto de partida no era nada alentador. En la posguerra mundial, el Real Madrid disputó los primeros partidos internacionales con equipos de “países amigos” como Portugal o Argentina. En el verano de 1948, la DND solicitó instrucciones al Ministerio de Asuntos Exteriores sobre la conducta a seguir en partido internacionales. Hasta ese momento se había observado rigurosamente “el acuerdo prohibitivo de concertar partidos de fútbol con naciones que no guardan con España relaciones de franca amistad”. Sin embar- go, para que el aislamiento deportivo no se sumase al diplomático, la Delegación sugería la conveniencia de adoptar en lo sucesivo una solución intermedia: “Evitar que el equipo nacional representativo de España jugase con los de países no amigos declarados, pero permitiendo los encuentros locales, o de Club con Club, así como también nuestra intervención en la Copa Latina por su carácter racial del que no estamos apartados” (AMAE, leg. R-2586, exp. 46).

El Ministerio de Asuntos Exteriores elaboró en julio de 1948 unas “Normas para la celebración de encuentros internacionales de fútbol”, que prohibía celebración de “encuentros en los cuales exista un evidente riesgo de derrota para el conjunto nacional”, y se establecía una autorización diplomática para los mismos. Como medida paliativa, la Federación Española de Fútbol fue requerida para procurar la participación de “los mejores equipos nacionales, asegurándose de que el rival extranjero es de categoría equivalente, y siempre en las mejores condiciones de eficacia y, previa, naturalmente, la consulta de rigor” (AMAE, leg. R-2586, exp. 46). Con la relajación de las sanciones diplomáticas a partir de 1950, el Real Madrid volvió a atravesar el Atlántico en 1952 para disputar encuentros contra equipos de varios países iberoamericanos. En Bogotá, la colonia española organizó un banque- te con asistencia de unas doscientas treinta personas de “todas las clases e ideolo- gías”, en medio de una cordialidad “sin precedentes”. La prensa y la radio destaca- ron el comportamiento de los futbolistas, que dejaron una magnífica impresión, “por su corrección impecable, caballerosidad deportiva y patriotismo”. La gira

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González Calleja, E. El Real Madrid, ¿"equipo de españa"?... siguió cosechando éxitos similares en Caracas y La Habana (AMAE, legs. R-3701, exps. 140 y 141, y R-3702, carp. 42, y ARM, caja 48, carp. 2, y caja 125, carp. 1). La Federación Española de Fútbol trasladó su satisfacción al Presidente del club por “el éxito logrado, que sobrepasa el simple triunfo de un equipo para convertirse en un auténtico suceso español”. El Ministerio de Asuntos Exteriores se hizo eco de los informes transmitidos por su representante diplomático en Bogotá, al considerar que la visita del Real Madrid había sido “muy favorable al buen nombre de España”. El Jefe Nacional del Servicio Exterior de Falange tampoco se quedaba atrás, al expresar que “difícilmente en la historia deportiva de los equipos españoles se ha conseguido, como en este caso, levantar tal cantidad de admiración, simpatía y devociones” (“Felicitación del Ministerio de Asuntos Exteriores y la R.F.E. de Fútbol”, BIRM, I, 27, septiembre 1952, p. 3 y “El Jefe Nacional del Servicio Exte- rior felicita a nuestro Club”, BIRM, I, 31, enero 1953, p. 3). Fue el momento en que el Real Madrid comenzó a transformarse en el embajador oficioso de España (y su régimen político) en el extranjero. Desde mediados de los cincuenta, el Real Madrid se integró perfectamente en la red de influencias de un régimen que le contemplaba como la gran baza de promoción de cara al exterior, en el momento decisivo del final del régimen económico autárquico y en el comienzo de un proceso de estabili- zación que desembocaría en los años del desarrollismo. La asociación de los triun- fos deportivos de un club con el prestigio de España, y de la nación con su sistema de gobierno, constituían un encadenamiento de premisas que los medios de comu- nicación controlados por ese mismo gobierno se encargaban de resaltar. El régimen político inició una política de acercamiento marcada por la mutua conveniencia: tras la conquista de la Copa Latina en París el 25 de junio de 1955, un Decreto de la Jefatura del Estado otorgó la Cruz del Yugo y las Flechas al equipo del Real Madrid por su primer gran éxito en el exterior. Sin duda, ese año 1955 marcó un antes y un después en las relaciones entre el club y el régimen de Franco, aunque es preciso no considerar al franquismo o al Real Madrid como realidades monolíticas. Es indudable que uno de los factores tradicionales de sintonía con la Dictadura fueron las excelentes relaciones que el club siempre mantuvo con el estamento militar. En aquellos años era habitual encontrar algún alto mando castrense en las Juntas Directivas del Madrid 2. La amistad personal de Bernabéu con el general Agustín Muñoz Grandes (jefe de la “División Azul” enviada al frente ruso en 1941, ministro del Ejército de 1951 a 1957 y vicepresidente del Gobierno de 1962 a 1967), a cuyas órdenes combatió en la 150 División durante la guerra civil, solucionó enojosos conflictos con otras personalidades del régimen.

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2 El general José María Troncoso fue vicepresidente en 1951; el general Benito Pico fue vocal en esa misma directiva, y vicepresidente en las dos siguientes; y el contraalmirante Fernando de Abárzuza fue directivo desde 1956 hasta 1962. Entre 1939 y 1978, el 12,5% de los directivos del club eran militares.

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La aproximación entre el régimen y el Real Madrid se tradujo en una interlocu- ción privilegiada con las altas instancias del Gobierno y del Estado. Hasta el inicio de los éxitos europeos, la documentación del Real Madrid sólo registra una audien- cia con Franco, en 1952, para entregarle el Libro de Oro conmemorativo del cin- cuentenario de la entidad. Fue a partir de 1954 cuando se constata una mayor co- municación con el entorno protocolario y familiar del Generalísimo. Desde entonces, la presencia de Franco y de su esposa en el palco del estadio Bernabéu se hace habitual: unas veces, con ocasión de las demostraciones sindicales de la Fiesta del Trabajo (1 de mayo), que tuvieron por escenario el estadio Santiago Bernabéu desde 1957. Otras, con motivo de importantes eventos deportivos de la selección nacional o del propio club. Sin embargo, este “luna de miel” con el régimen no se tradujo en una distensión con los niveles intermedios del aparato político encargado de la gestión deportiva. Las relaciones con los mandos superiores de Falange a través de la DND fueron siempre muy difíciles, aunque la correspondencia con las jerarquías intermedias fue muy fluida. Saporta actuaba como el interlocutor más cualificado con la tendencia “azul” del régimen y en su correspondencia privada aparece como más franquista y menos monárquico que el presidente. Sin duda la veta monárquica, de vieja tradi- ción en el club, fue la más explotada, aunque siempre con discreción, sobre todo a partir de los años cincuenta. El Madrid mantuvo una relación constante con la familia real en el exilio, lo que generó algunas tensiones con la Dictadura: antes del debut en la Copa de Europa frente al Servette en Ginebra el 8 de septiembre de 1955, el equipo visitó en Lausanne a la ex-reina Victoria, a su hijo don Juan y a su nieto el infante don Juan Carlos. Estos últimos acudieron a ver el partido, que fue ampliamente destacado por la prensa franquista, aunque ésta mantuvo un significativo silencio sobre el gesto político previo (Di Stéfano, 2000: 174-175).

5. La otra Casa Blanca: el Real Madrid como agente del nacionalismo español de exportación (1955-1960)

El fichaje de Di Stéfano abrió el camino a una sucesión de triunfos nacionales (Ligas de 1953-54 a 1957-58) e internacionales (Copas Latinas de 1955 y 1956), pero el impulso definitivo vendría de la mano de una competición absolutamente renovadora: la Copa de Europa de Clubes Campeones de Liga. Bernabéu y Saporta participaron activamente en la iniciativa patrocinada por el diario deportivo L’Équipe en abril de 1955 con el beneplácito del embajador español en París, conde de Casa Rojas, y la intervención de los organismos deportivos falangistas, el apara- to diplomático y el propio Gobierno franquista, que llegó a debatir las implicaciones políticas de la iniciativa madridista en un Consejo de Ministros (AMAE, leg. R- 4833, exp. 50). En un momento en que el país apenas estaba saliendo del aislamiento interna- cional, el viaje del Real Madrid a la Yugoslavia del mariscal Tito para jugar la eliminatoria de cuartos de final frente al Partizan de Belgrado y la obtención el 13

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González Calleja, E. El Real Madrid, ¿"equipo de españa"?... de mayo de 1956 de la primera Copa de Europa en el Parque de los Príncipes ante el Stade Reims supuso una fuerte conmoción mezclada con un sentimiento de orgullo nacional. El Real Madrid, que desde los años veinte había abogado por la reforma competitiva del fútbol europeo, se convirtió en la segunda mitad de la década de los cincuenta en un club reputado y respetado a nivel internacional, cuyos directivos eran apreciados por buena parte de las personas e instituciones que se movían en torno a este deporte. En ese contexto tan favorable, el estrechamiento de los lazos con el régimen franquista se efectuó con toda naturalidad. El inicio de las “glorias deportivas” madridistas coincidió con el momento en que el régimen de Franco dejaba de ser el paria político del mundo occidental gracias a la firma de los pactos militares con los Estados Unidos en septiembre de 1953. El papel del Real Madrid como embajador extraordinario de España resultó ex- tremadamente útil en esta coyuntura de profundos cambios en la política exterior, donde la proyección cultural hacia América Latina resultaba un campo prometedor en el contexto de la nueva política atlántica concertada con Washington. En los países donde existían colonias españolas importantes, la llegada del club blanco se convirtió en un acontecimiento excepcional, que era aprovechado por los cónsules y embajadores para reforzar su predicamento entre los emigrantes o limar asperezas con las asociaciones de exiliados. Las embajadas o legaciones diplomáticas organi- zaban siempre recepciones especiales con motivo de los viajes del equipo. A ellas solían asistir, además de los jugadores y directivos madridistas o de los equipos que jugaban contra ellos, un buen número de dirigentes y periodistas deportivos del país visitado, además de autoridades políticas locales y nacionales. Por ese conducto también se distribuían a veces las entradas para los partidos internacionales del equipo, y su intermediación era básica para lograr que los directivos madridistas aceptasen enviar uniformes u otros regalos del club para los equipos de fútbol formados por emigrantes en Europa, el norte de África o Latinoamérica. Las colonias de emigrantes españoles en todo el mundo conocían y apreciaban los éxitos del Real Madrid. Les devolvían el orgullo de la pertenencia a su país. Cada vez que el equipo jugaba en los países donde se habían instalado procuraban acudir para verle actuar, o seguían los partidos a través de la televisión. Era un acto social que servía para la identificación de la colectividad. Sus triunfos eran celebra- dos como propios, como una demostración de lo que daba de sí el pueblo español, o como una modesta compensación frente a unas sociedades más opulentas que solían mirarles por encima del hombro. Es cierto que el Real Madrid permitió voluntaria y conscientemente su utiliza- ción como embajador oficioso, sin provocar ninguna situación conflictiva ni renegar del régimen político español ni de sus dirigentes (Shaw, 1987: 44). Los directivos blancos siempre informaban al Ministerio de Asuntos Exteriores de sus compromi- sos internacionales, solicitaban su visto bueno antes de aceptarlos y remitían una valiosa información complementaria, especialmente de los países de bloque comu- nista, donde actuaron como interlocutor alternativo a los restringidos circuitos oficiales. No es de extrañar que Alfredo Sánchez Bella, ministro de Información y Turismo de 1969 a 1973, calificara al Real Madrid como “uno de los mejores

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González Calleja, E. El Real Madrid, ¿"equipo de españa"?... instrumentos, acaso el mejor y mayor que en los últimos tiempos hemos tenido, para afirmar nuestra popularidad fuera de las fronteras” (AMAE, leg. R-8622, exp. 8), o que el ministro de Exteriores Fernando María Castiella dijera algunos años más tarde que “el Madrid ha constituido la mejor embajada que hemos enviado al extranjero” (“Banquete dedicado al Real Madrid”, BIRM, IV, 128, enero 1961, pp. 9-11). El club era “todo un estilo de deportividad, y sabe pasear por el mundo con el máximo decoro el nombre de España. Sus jugadores se comportan como auténti- cos embajadores, al contribuir con sus actuaciones al prestigio de nuestra patria” (declaraciones a ABC, 12-12-1968). El régimen comenzó a difundir la imagen de un equipo que se había convertido en la referencia del fútbol europeo y mundial. Una aureola de reconocimiento que también era apreciada y elogiada por los dirigentes políticos españoles, como el ministro secretario general del Movimiento, José Solís Ruiz: “Habéis hecho mucho más que muchas embajadas desperdigadas por esos pue- blos de Dios. Gente que nos odiaba ahora nos comprende, gracias a vosotros, porque rompisteis muchas murallas [...] Vuestras victorias constituyen un legítimo orgullo para todos los españoles, dentro y fuera de nuestra patria. Cuando os retiráis a los vestuarios, al final de cada encuentro, sabed que todos los españoles están con voso- tros y os acompañan, orgullosos de vuestro triunfos, que tan alto dejan el pabellón español” (BIRM, vol. IV, nº 112, noviembre 1959, p. 3).

No resulta extraño que, a comienzos de los años sesenta, la revista Fotos utilizara el titular “En los campos donde ha jugado el Madrid no se pone el sol” para ilustra un mapa donde se marcaban las ciudades que el equipo había visitado en sus diversos periplos internacionales (AMAE, leg. R-8622, exp. 6). El equipo recibía constantes proposiciones para desplazarse al extranjero, gracias, sobre todo, a sus éxitos en la Copa de Europa de fútbol y en otras competiciones internacionales, como el balon- cesto. Esta tendencia se consolidó a partir de 1962 con la presencia de Manuel Fraga Iribarne en el Ministerio de Información y Turismo. Al tiempo que se vendía la “marca Madrid” se forjaban desde los medios oficiales y oficiosos del régimen otras figuras de la pretendida modernidad desarrollista como El Cordobés, Raphael, Marisol o Manolo Santana. A inicios de los sesenta, el Real Madrid era, indiscutiblemente, el equipo más popular del mundo, como lo atestiguaba la publicación de libros en inglés sobre sus éxitos deportivos (Melcón y Smith [eds.), 1961). El reconocimiento de sus méritos trascendió con creces el estrecho marco diplomático en que se movía el régimen franquista. Éste supo situarse en la estela madridista para compensar su escasa proyección exterior. Si a ello le añadimos un panorama deportivo nacional cuyos resultados en las citas olímpicas solían ser bastante decepcionantes, puede com- prenderse mejor la importancia que tuvo la aureola vencedora del Real Madrid. En torno a él se concentraron muchas expectativas, como el representante de un país que tenía pocos motivos para sentirse orgulloso más allá de sus fronteras. El diplo- mático Inocencio Arias, que fue director general del Real Madrid en la presidencia de Ramón Mendoza, llega a las siguientes conclusiones:

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González Calleja, E. El Real Madrid, ¿"equipo de españa"?...

“El inicio de la gesta europea blanca se produce en la época en que el Régimen de Franco estaba aún aislado internacionalmente; empezaba a dejar de ser, con la firma del acuerdo con los EE.UU, ‘el paria político de Europa Occidental’, según la expre- sión de Payne. Los embajadores extranjeros habían retornado a Madrid después de su marcha ordenada por Naciones Unidas, pero el Régimen no era presentable en la Eu- ropa democrática. La deslumbrante y repentina aureola madridista resultaba algo pre- cioso para un Gobierno totalmente arrinconado en Occidente. España también había sido excluida del Plan Marshall que ayudaría a Europa a ponerse de pie después de la Guerra, y que contaba con unos magros resultados deportivos internacionales (sólo cuatro medallas a lo largo de seis Olimpiadas). El Régimen se esforzó en explotar la fama del Madrid. De ahí a concluir que el Gobierno había concienzudamente ayudado al club y urdido entre bastidores una buena parte de sus victorias había sólo un paso, que los amantes de la teoría conspira- toria de la Historia y los también numerosos enemigos del Madrid franquearon rápida y ávidamente. Nació así la leyenda del Madrid creación y ‘equipo del régimen’. La teoría es una sandez. En los años en que el sistema franquista era más franquista (1940-1952), el Madrid no ganó ningún título liguero. Ni ayudas ni tramas. El club inventó y cimentó él solito (Di Stéfano, Gento, Bernabéu...) su sin par trayectoria eu- ropea. Creada ésta, el Régimen, ayuno de triunfos exteriores, se esforzó por montarse en el autobús del Madrid” (El Real Madrid, campeón de Europa, 1996: 367).

Esta “leyenda negra” del Real Madrid como “equipo del régimen”, vinculado a un nacionalismo español trasnochado y excluyente, se desplegó en varias afirmaciones rotundas y polémicas: que Bernabéu era un franquista que trató de emular al Caudillo en su modo de dirigir del club; que la mayoría de los socios y afiliados eran franquistas; que el club alentó y se enorgulleció del apoyo personal de Franco y de sus ministros, que dominó la RFEF y se benefició de arbitrajes parciales, y que permitió consciente- mente que se le usase para mejorar la imagen de España en el extranjero y la posición diplomática del régimen (Shaw, 1987: 44). No todas estas acusaciones — especialmente las dos primeras— resultan fundamentadas, pero no cabe duda de que la identificación del Real Madrid con una imagen edulcorada del régimen le pasó factura cuando tanto el franquismo como el equipo de fútbol entraron en decadencia a mediados de la década de los sesenta.

6. El lento declive y el ocaso del mito referencial madridista (1961-1978)

La crisis no sólo tuvo una manifestación deportiva, sino financiera. Los éxitos en y en la Copa de Europa hicieron aumentar los ingresos por taquilla, pero obligaron a incrementar fuertemente el capítulo de fichajes, y plantear la ampliación del estadio e incluso la creación de una Ciudad Deportiva que fue inaugurada en 1963. Tras una poco lucida emisión de obligaciones en 1961, la deuda a largo plazo del Real Madrid alcanzó los 93,6 millones de pesetas. Para colmo, las primeras transmisiones de los encuentros por televisión produjeron grandes mermas de taquilla, y tras la costosa construcción del tercer anfiteatro el número de socios declinó paulatinamente, con la consiguiente reducción de los ingresos. En septiem-

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González Calleja, E. El Real Madrid, ¿"equipo de españa"?... bre de 1963, el club estaba en virtual bancarrota. Los directivos barajaron la posibi- lidad de disolver las diferentes secciones deportivas, incluido el fútbol juvenil, hipotecar el estadio o clausurar y revender la Ciudad Deportiva para hacerla zona edificable (Saporta a Bernabéu [9-9-1963], en ARM, caja 324, carp. 1). Durante los años siguientes, el incremento progresivo del monto de las indemnizaciones por la retransmisión de partidos, la rentabilización de las instalaciones de la Ciudad De- portiva (sobre todo el Pabellón de Deportes inaugurado en 1966) y el contrato publicitario suscrito con la compañía eléctrica Philips dieron un respiro al Club, que con su victoria en la Copa de Europa de 1966 pudo mantener por un tiempo su “cachet” internacional. Aunque la cantera permitió una renovación de la esperanza de éxitos, las dificultades para reforzar el equipo con jugadores extranjeros de relieve limitaron las posibilidades del Madrid en la Copa de Europa. A inicios de los años setenta, la deriva defensiva del fútbol español (que fue también la tónica general en Europa) deslució el espectáculo y redujo de nuevo la asistencia de público a los parti- dos. Como consagración de su dominio del espacio simbólico de la España central (con toda su carga semántica a escala regional, representada en la franja morada del escudo madridista) el 21 de julio de 1972 el Real Madrid patrocinó la creación del Castilla como equipo filial procedente de la Agrupación Deportiva Plus Ultra, que había nacido el 16 de diciembre de 1930. La indumentaria escogida fue también de color morado. La etapa del tardofranquismo y los primeros pasos de la transición hacia la de- mocracia fueron el contexto político donde estalló la crisis de la entidad blanca: en la primavera de 1973, el club se vio envuelto en la gran polémica urbanística, cuando trató de recalificar los terrenos donde estaba situado el estadio de Chamartín para construir un gran rascacielos. El proyecto urbanístico, que en un principio contó con las simpatías de Franco, se frustró por la oposición frontal del Ayuntamiento de Madrid, de la Presidencia del Gobierno y de importantes poderes fácticos (García Candau, 1980: 107-109 y Martín Semprún, 1994: 123-132). En pleno declive físico, Bernabéu hubo de soportar los años más duros de su prolongado mandato al frente del Real Madrid. Poco antes de la muerte de Franco, los clubes y la opinión pública habían comenzado a cuestionar la gestión autoritaria de las estructuras deportivas, y dirigieron preferentemente su frustración contra el todopoderoso Real Madrid, acusado sin tregua de ser el “equipo del régimen”, símbolo de un modo trasnochado de entender el nacionalismo español como un banderín de enganche para la pervi- vencia de la dictadura. Pero la propia entidad afrontaba un delicado futuro: tras el fiasco del proyecto de la “Torre Blanca”, el Real Madrid emprendió a inicios de 1974 una profunda renovación del cuerpo técnico, y en marzo de 1976 confirmó el declive de su influencia europea al ser sancionado por la UEFA tras un incidente violento producido durante el partido semifinal de la Copa de Europa frente al Bayern de Munich.

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7. Conclusión: el Real Madrid, ¿equipo de España?

Fallecido el patriarca dos años y medio después del general Franco (con cuya gestión política algunos no dudaron en establecer inquietantes paralelismos en estilo y longevidad), el “delfín” Saporta trató de patronear una “transición” controlada, aunque no dudó en advertir que “solamente soy el Carrero Blanco de Bernabéu. El Príncipe de España debe ser otro” (García Candau, 1980: 99). Durante la presiden- cia continuista de Luis de Carlos (1978-85) se agudizó la crisis deportiva y se retrasó el necesario remozamiento de las estructuras de gestión del club. El final de la Dictadura y el establecimiento de un régimen democrático implicaron la plena normalización de las relaciones diplomáticas de España. Ya no era necesario recu- rrir a un club deportivo para obtener reconocimiento exterior. Los desplazamientos del equipo pudieron efectuarse sin ninguna cortapisa, y la cooperación del aparato diplomático ya sólo tenía sentido como muestra de cortesía. Para ese entonces, la trayectoria del Real Madrid había cristalizado en una imagen de marca que estaba por encima de los avatares de la política, e incluso del eclipse deportivo que sufrió el equipo en las competiciones internacionales hasta fines de los años noventa. A lo largo de su trayectoria centenaria, el Real Madrid había sabido mantener una actitud respetuosa y considerada hacia los poderes constituidos que sucesivamente han dirigido los destinos del país. Como declaraba rotundo Raimundo Saporta en los años ochenta: “El Real Madrid es y ha sido político. Ha sido siempre tan poderoso por estar al servicio de la columna vertebral del Estado. Cuando se fundó en 1902 respetaba a Al- fonso XIII, en el 31 a la república, en el 39 al generalísimo, y ahora respeta a Su Ma- jestad Juan Carlos. Porque es un Club disciplinado y acata con lealtad a la institución que dirige la nación” (cit. por Shaw, 1987: 13 y 61).

En la administración del club ha prevalecido siempre una actitud de franca colabo- ración institucional y e incluso de amistad personal, con los líderes políticos, pero se ha mantenido el convencimiento de que, como institución deportiva, el Madrid no debía inmiscuirse en banderías partidistas, ni tampoco permitir intromisiones de fuerzas políticas en la marcha del club. En consonancia con estos criterios, las Juntas Directivas del Madrid siempre supieron permanecer alejadas de adhesiones inquebrantables, y, por supuesto, también de cualquier forma de oposición más o menos velada. Como hemos visto, durante el franquismo consiguieron en buena medida soslayar las injerencias o las interferencias políticas, en una época con predominio de tendencias totalitarias. A diferencia de lo que señalan sus críticos, el Real Madrid fue y sigue siendo una sociedad deportiva de composición social e ideológica muy plural, con una buena disposición para las relaciones públicas, pero con un comportamiento muy circunspecto con el mundo de la política. Una actitud pretendidamente neutral en tanto que “apolítica” que, paradójicamente, le ha convertido en uno de los grandes símbolos y portaestandartes del nacionalismo español más banal y no comprometi- do ideológicamente. Pero con la libertad de expresión política en el deporte que se

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González Calleja, E. El Real Madrid, ¿"equipo de españa"?... ha manifestado desde la transición, la impronta claramente nacionalista y reivindi- cativa que fueron asumiendo clubes como el F.C. Barcelona, Athletic de Bilbao o Real Sociedad (que consiguieron éxitos deportivos que rompieron con la hegemonía nacional e internacional del Madrid), condujo a un sector del madridismo a asumir un nacionalismo español en ocasiones reactivo y beligerante, con algunos toques de fascismo internacional, como muestra la simbología y las acciones performativas del grupo Ultras Sur. Aunque la exhibición ocasional de símbolos nacionales (ban- deras bicolores y bufandas con el toro de Osborne, capotes de torear…) se sigue dando en los encuentros y en las celebraciones que tienen lugar en un espacio capitalino tan representativo como la Plaza de Cibeles, el papel del Real Madrid como “equipo de España” y como principal referente deportivo del nacionalismo banal ha quedado muy disminuido con los recientes éxitos continentales y mundia- les de la selección española, cuya identidad notoria y su composición plural la hace más creíble como vehículo de exhibición de un nacionalismo español inclusivo de regiones y grupos sociales (por ejemplo, la emigración extranjera) hasta ahora poco proclives a este tipo de compromisos identitarios. El club va camino de convertirse en un buen ejemplo de cómo el deporte profesionalizado logra compatibilizar identidades primordiales de orden local o nacional con identidades de naturaleza transnacional, no sólo por el origen plural de sus jugadores (que en las victorias no dudan en exhibir sus símbolos de origen), sino porque su transformación en fenó- meno global le convierte a ojos de sus seguidores de todo el mundo en una marca cuya imagen trasciende las fronteras convencionalmente establecidas.

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Abreviaturas

AMAE Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores (Madrid). ARM Archivo del Real Madrid C. de F. BIRM Boletín Informativo del Real Madrid C. de F. DND Delegación Nacional de Deportes. FIFA Federación Internacional de Fútbol Asociación RFEF Real Federación Española de Fútbol. UEFA Unión de Federaciones de Fútbol Europeas

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Del consenso al tiki-taka: redefiniendo el naciona- lismo español desde la prensa escrita a través del fútbol

Jorge RESINA DE LA FUENTE Universidad Complutense de Madrid [email protected]

Pedro LIMÓN LÓPEZ Universidad Complutense de Madrid [email protected]

Recibido: 01-10-2013 Aceptado: 04-06-2014

Resumen: ¿Hasta qué punto el fútbol puede servir de elemento articulador de la identidad nacional? Con esa pregunta de fondo, este artículo se propone investigar la relación establecida entre la selección nacio- nal de fútbol y la idea de nación en España, en un contexto caracterizado por la creciente tensión territorial e identitaria que sufre el país tras el estallido de una profunda crisis política, económica y social que comenzó a dar muestras de una considerable gravedad durante el año 2008. Para ello, se ha tomado como caso de estudio las victorias del equipo español en la Eurocopa de Austria y Suiza de 2008 y en el Mundial de Sudáfrica de 2010, un triunfo sin precedentes en la historia del país en el fútbol de selecciones. Metodológicamente, el estudio se aborda mediante el análisis de marcos de la cobertura ofrecida por dos de los principales diarios de referencia de la prensa española, El País y El Mundo.

Palabras clave: nacionalismo, fútbol, La Roja, medios de comunicación, recordatorios nacionales

Política y Sociedad 297 ISSN: 1130-8001 2014, 51, Núm. 2: 297-336 http://dx.doi.org/10.5209/rev_POSO.2014.v51.n2.43076

Resina De La Fuente & Limón López Del consenso al tiki-taka …

From consensus to tiki-taka: redefining Spain's nationalism in printed media through football

Abstract To what extent football might be useful as an element which articulates national identity? This ques- tion constitutes the background on which this paper aims to provide an analysis of the relationship between the Spanish football national team and the idea of nation, within a context characterized by the increasing territorial and identity tension that affects the country, after the outbreak of a profound political, economic and social crisis that begun to give signs of a considerable importance during 2008. In order to fulfill this task, the victories of the Spanish national team in the Euro cup 2008 and in the World cup 2010 –without precedents in the Spanish history of the national team- have been chosen as case studies. Methodologically, the analysis is carried out by studying the frames employed in the coverage of two of the main Spanish newspapers: El País and El Mundo.

Keywords: nationalism, football, La Roja, media, national memorials.

Referencia normalizada Resina De La Fuente, J., Limón López. P. (2014). “Del consenso al tiki-taka: redefiniendo el naciona- lismo español desde la prensa escrita a través del fútbol”. Política y Sociedad, Vol 51, Núm. 2: 297- 336

Sumario: Introducción. 1.Las banderas se alzan al son del balón: por una perspectiva histórica del nacionalismo banal. 2. Enmarcando la retórica mediática: del “Podemos” a la conquista del mundo. 3.De “la Furia” a “la Roja”: mitos de consenso. 4.Conclusiones abiertas: nacionalismo, patriotismo, hegemonia. Bibliografía

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Resina De La Fuente & Limón López Del consenso al tiki-taka …

Introducción

Durante el mes de junio de 2012, millones de personas a lo largo y ancho del país se reunieron en plazas públicas, bares, alrededores de estadios de fútbol o en sus propias casas para seguir por televisión o, en caso de poder desplazarse a verles en directo, in situ, a la selección española de fútbol. Ataviados con los colores de la bandera roja y gualda (ya fuese en banderas, bufandas o en su propio cuerpo), millones de seguidores llenaban las mismas plazas que apenas cinco años antes estaban desiertas para atronar las calles con diferentes lemas que ensalzaban a la selección nacional y a la comunidad española. ¿Qué había sucedido en ese escaso lustro para forjar semejante identificación y movilización popular? ¿Fue solamente el triunfo cosechado en los Campeonatos europeos de 2008 y 2012, y el tan ansiado Mundial de 2010, o es que el fútbol sirvió para (re)producir y representar una serie de conflictos, intereses y contestaciones de las formas de comprender e imaginar la nación española? ¿Por qué en un país que está pasando por una situación de crisis sin precedentes a nivel socioeconómico y político el fútbol ha supuesto una explosión de júbilo y manifestación nacional sin parangón? ¿Por qué un simple movimiento como es introducir un balón en la portería ha generado tal convulsión política y sociocultural, despertando los vínculos de identificación y formas de ligazón emocional entre tanta gente? ¿Qué tipo de nexo existe entre el fútbol, el discurso producido en los medios de comunicación mayoritarios y la nación en España? En este artículo proponemos un análisis de la retórica generada en torno a la se- lección española de fútbol a través de los dos periódicos de mayor difusión a nivel estatal (El País y El Mundo) durante el Campeonato de Europa de Selecciones de 2008 y el Campeonato Mundial de Selecciones de 2010. Desde una óptica que sitúa el fútbol como uno de los procesos principales de lo que se conoce como naciona- lismo banal, el presente trabajo propone un estudio de las formas en que se articuló la nación española a partir de la evolución de la selección proyectada desde ambos medios de comunicación. Hemos estructurado este trabajo en cuatro epígrafes distintos con la intención de presentar primero nuestras inquietudes teóricas; segundo, exponer el acercamiento metodológico utilizado; tercero, analizar lo publicado en los dos diarios selecciona- dos; y, por último, alcanzar -ya sea de forma tentativa- algunas conclusiones al respecto. De esa forma, en la primera parte del estudio abordamos el estado de la cuestión acerca del fútbol como objeto de investigación en Ciencias Sociales y especifica- mos nuestro enfoque teórico, inscrito dentro de las visiones constructivistas de la Nación y el análisis del nacionalismo banal. En el siguiente epígrafe detallamos el papel de los medios de comunicación den- tro de los procesos de enmarcado de los problemas de la agenda pública, así como el modo en que hemos llevado a cabo el estudio de los casos introducidos. En la tercera parte procedemos a describir y analizar los datos recabados en di- cho estudio, poniendo en relación y contraste los resultados extraídos de dichos

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Resina De La Fuente & Limón López Del consenso al tiki-taka … diarios de información general en los períodos más arriba mencionados, vinculán- dolos al contexto de creciente crisis en que se iba generando el discurso favorable a la selección española. Finalmente, en las conclusiones retomamos algunas de las cuestiones abiertas inicialmente para volver a preguntarnos a la luz de los resultados finales y situar el debate acerca de los procesos de identidad nacional en un contexto histórico más amplio que nos llevaría desde la Transición hasta la actualidad.

1. Las banderas se alzan al son del balón: por una perspectiva histórica del nacionalismo banal

1.1. Fútbol y nación en un contexto global

El fútbol se ha convertido en uno de los fenómenos sociales de mayor relevancia a escala mundial (Galeano, 2004; Segurola, 1999), liderando una expansión global del deporte que ha estado vinculada a la explosión de la difusión mediática, la cultura del consumo y la importancia de los patrocinios o las figuras mediáticas en esa apelación global de tal producto cultural (Smart, 2007). Aunque nunca ha perdido el nexo con la socialización local y comunitaria que dio pie a su profesionalización (King, 2000; Madrigal González, 2009), la emergen- cia de los fascismos y la expansión de los conflictos e intereses nacionalistas al servicio del Estado le impulsó a una posición preeminente en la representación simbólica del conflicto de masas y en la creación de un nosotros común (Xavier Medina, 2002). Si bien se ha demostrado que los efectos de los deportes difieren según sea la comunidad que haga uso de ellos (Eriksen, 2007), el fútbol contiene una capacidad de producción de sociabilidad y de vínculos comunitarios afectivos difícilmente comparables a otros fenómenos de masas (Alabarces y Máximo Pimenta, 2003; Villena, 2002). En el ámbito académico, el llamado deporte rey no ha tenido una consideración acorde con su importancia social, cultural, económica y política (De Francisco, 2011), aunque ha ido entrando en los campos de producción científica en determi- nados contextos. Así, en el ámbito anglosajón se ha progresado en estudios relativos a formas de distinción colectiva vinculada a la violencia y al uso de determinados colores grupales (Conquergood, 1995); a diferentes dinámicas de intercambio transnacional (Armstrong, 2007); a las interconexiones entre prácticas deportivas locales y representaciones globales de las mismas (Andrews y Ritzer, 2007); o, con mayor importancia, a la negociación de identidades y procesos de securitización institucional ligados a los acontecimientos deportivos futbolísticos (Giulianotti y Robertson, 2007; Giulianotti, 2011). Por su parte, en América Latina se ha desarrollado un ingente campo de investi- gaciones cuyo objeto de estudio han sido las formas de identificación comunitaria y

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Resina De La Fuente & Limón López Del consenso al tiki-taka … callejera (Alabarces y Máximo Pimenta, 2003); el fútbol como generador de identi- dades (Nigro, 2006); como ritual nacionalista (Villena, 1998; Villena, Antezana y Dávila, 1996); como generador de violencia y de metáforas bélicas (Carrión, 2008) o como un instrumento en los conflictos de clase y de raza (Leite Lopes, 1998). Sin embargo, en el caso español apenas existen estudios que contengan las di- námicas del fútbol como procesos inherentemente políticos, exceptuando algunos casos interesados en el impacto mediático del mismo (González Ramallal, 2003a, 2003b); en la importancia local de ciertas tradiciones históricas (Díaz Noci, 2000); en el fútbol como canalización de aspiraciones nacionalistas al interior del Estado o en la producción de un nacionalismo de Estado articulado y reproducido desde ciertos medios de comunicación (Llopis Goig, 2006; Plaza Martín, 2009)1. Pero no hay estudios relativos al impacto que la selección nacional de fútbol ha tenido en la redefinición de la nación española o en cómo estas formas de identifi- cación han sido contestadas, negociadas o reproducidas por otros vínculos e identi- dades sociopolíticas. Es por ello que en este artículo analizamos tales dinámicas a partir de las cuales se van construyendo los mecanismos de identificación nacional, y cómo a partir de un elemento cotidiano y banal como es el fútbol y su vertebración mediática se están generando representaciones e identificaciones afines a la identidad nacional española. Pero antes de pasar al estudio de los casos, expondremos la perspectiva analítica desde la cual nos situamos.

1.2. Imaginación y mito desde lo banal

La cuestión del nacionalismo ha sido desde el fin de la Segunda Guerra Mundial uno de los campos de estudio más fructíferos de la investigación social, y a raíz de su resurgimiento en los últimos veinte años se ha incorporado el elemento socio- cultural en esta indagación, además de incluirse entre perspectivas diversas de la acción colectiva y los movimientos sociales (Brubaker, 2000). Aunque el nacionalismo y el análisis de la nación son objetos recurrentes dentro de la investigación historiográfica, las transformaciones surgidas en el campo de la Teoría social y de la crítica ideológica han ido desplazando el foco de análisis desde ______

1 En ambos casos se analiza la ambivalencia simbólica de la selección española y el nacio- nalismo de Estado desplegado por el grupo mediático Prisa, analizando el periódico El País en el primer caso y la cadena de televisión Cuatro en el segundo. En cualquier caso, desta- can porque son dos aportaciones excepcionales en el sentido de ser raras las investigaciones que han fijado esto como objeto de análisis, afrontando la conexión entre lo que el marxis- mo estructural denominaría aparato ideológico del Estado y el fútbol como forma de crea- ción de nacionalismo estatal.

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Resina De La Fuente & Limón López Del consenso al tiki-taka … los conflictos estructurales e institucionales a las prácticas cotidianas y formas de producción cultural hegemónica (Simons y Billig, 1995). Si bien en los últimos años se han actualizado algunas de las visiones acerca del mismo, así como se han introducido algunas innovaciones2, nosotros partimos de una visión histórica y constructivista de la nación, en la cual ésta se comprende como una comunidad imaginada, limitada y soberana, cuya construcción emana de una articulación histórica de distintas fuerzas sociales en disputa y en la cual han intervenido diferentes artefactos culturales de importancia desigual. Esto es, “es una comunidad política imaginada como inherentemente limitada y soberana (…). Es imaginada porque aun los miembros de la nación más pequeñas no conoce- rán jamás a la mayoría de sus compatriotas, no los verán ni oirán siquiera hablar de ellos, pero en la mente de cada uno vive la imagen de su comunión (…). La nación se imagina limitada porque incluso la mayor de ella tiene fronteras finitas, aunque elás- ticas, más allá de las cuales se encuentran otras naciones. Ninguna nación se imagina con las dimensiones de la humanidad (…). Se imagina soberana porque el concepto nació en una época en que la Ilustración y la Revolución estaban destruyendo la legi- timidad del reino dinástico jerárquico, divinamente ordenado (…), se imagina como comunidad porque, independientemente de la desigualdad y la explotación que en efecto puedan prevalecer en cada caso, la nación se concibe siempre como un com- pañerismo profundo, horizontal. En última instancia, es esta fraternidad la que ha permitido, durante los últimos dos siglos, que tantos millones de personas maten y, sobre todo, estén dispuestos a morir por imaginaciones tan limitadas” (Anderson, 2007: 23-25).

El estudio discursivo del nacionalismo enlaza así los vínculos horizontales cons- truidos que, desde ese momento, conectan espacial y temporalmente la comunidad política, de tal que conforma una unidad socio-política nacional con un vínculo fraternal intenso. Por su parte, los mecanismos utilizados en esa reproducción de la comunidad imaginada son múltiples y han ido variando a lo largo de la Historia, pero son los que se han erigido en elementos fundamentales de “nacionalismo banal”, entendido ______

2 Anthony D. Smith ha estudiado exhaustivamente las teorías de la nación y los diversos fenómenos y perspectivas referidas al fenómeno nacional, distinguiendo entre los enfoques “primordialista”, “perennialista”, “modernista” y “etnosimbolista”; en los dos primeros casos, existiría un énfasis en el carácter trascendente o preeminente de la Nación, mientras que el modernismo insiste en que la Nación es un fenómeno contemporáneo, que surge a finales del siglo XVIII y que supone una transformación cualitativa, no sólo en cuanto a la identidad política, sino en la forma de comprender el mundo. El etnosimbolismo hace mención a la existencia de ciertos “sustratos” previos a la Nación que se dan en las etnias y que condicionan o determinan la posterior formación de la Nación. El autor (Smith, 2004: 61-76) hace un repaso conciso de las teorías de la nación que incluye, finalmente, una visión “posmoderna” de la misma que incorpora singularidades de cada caso concreto con nego- ciaciones y resistencias a las narrativas modernas de la nación.

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Resina De La Fuente & Limón López Del consenso al tiki-taka … como “los hábitos ideológicos que garantizan la reproducción de las naciones consolidadas (…), de un modo cotidiano en las costumbres diarias, abanderando la nación en la vida de la ciudadanía3” (Billig, 1995: 6). Lejos de constituir dinámicas inocentes, el nacionalismo banal reproduce institu- ciones, prácticas, símbolos e imaginarios constantes que suponen un recordatorio continuo de lo que representamos e interpretamos como comunidad nacional, así como los lugares naturalizados como inherentes a dicha nación desde prácticas no sólo impuestas desde el Estado, sino a través de la reproducción por parte de la gente de manera cotidiana. Y ello supone no sólo un enmarcado general para el debate, la discusión y la acción política (un sentido común o hegemonía) desde el nacionalismo; implica, de forma casi imperceptible o banal, la vinculación a ese fenómeno psicológico referido por algunos autores para la nación (Connor, 1998; Giddens, 1995). Si, en efecto, los factores emotivos, psicológicos e incluso étnicos son esenciales en la asunción e identificación de la nación, son estos mecanismos cotidianos los que van articulando esa identificación comunitaria a una situación emocional com- partida y, en buena medida, los “responsables” de que no olvidemos nuestra identi- dad nacional. Porque esta es abanderada no tanto en edificios público, emblemas o fiscalidad compartida, sino en “hábitos familiares y rutinarios como el lenguaje que actúan como recordatorios de nacionalidad, naturalizándola al darla por hecha (…) y haciendo de nuestra identidad nacional algo inolvidable” (Billig, 1995: 93). En este sentido, el deporte en general y el fútbol en particular ha venido crecien- do como mecanismo de nacionalismo banal (Hernández Gutiérrez, 2009), vinculán-

______

3 Por recordatorios nacionales deberíamos hacer alusión especialmente a los naciona- lismos de Estado aplicados desde la Primera Guerra Mundial o, a todos los niveles, por la invención de “mitos tradicionales” e Historias nacionales (Hobsbawm, 2000; Hobsbawm y Ranger, 2002), pero fundamentalmente por cuestiones como el lenguaje, la formación educativa, los mapas representados en los libros y en los medios de comunicación o cuestio- nes tan “banales” como la presentación “nacionalizada” de la información meteorológica. Aunque Billig entiende por naciones consolidadas Estados con cierta continuidad y seguros de su reproducción como identidades nacionales (Billig, 1995: 8), nosotros consideramos el nacionalismo como identificación con la propia nación y la lealtad a la misma, considerando a esta como “un grupo autodiferenciado basado en la idea o creencia popular en que el propio grupo es único, especial, en un sentido muy vital (…), siendo el factor esencial para determinar la existencia de una nación (…) , la imagen que el grupo se forma de sí mismo” (Connor, 1998: 45). Si, en lugar de la comunidad o grupo, la lealtad se refiere al Estado del que se es ciudadano, lo denominamos patriotismo. Si bien coincidimos con Billig (1995: 57) en la dificultad práctica de delimitar ambos vínculos emocionales al depender de un estado mental, la construcción y consolidación de determinados símbolos nacionales ligados a la selección española de fútbol y a las movilizaciones por sus éxitos no habría sido posible de no conjugarse ambos elementos (nacionalismo y patriotismo) en la deliberación y redefini- ción de las identidades proyectadas, tal y como veremos posteriormente.

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Resina De La Fuente & Limón López Del consenso al tiki-taka … dose a la guerra metafórica y a la masculinidad (Simons y Billig, 1995)4. De esta forma, la emergencia del fútbol como espectáculo de masas genera de algún modo un “efecto multiplicador” de los elementos no racionales de la nación, puesto que incluye determinados rituales colectivos, cánticos o símbolos nacionales esgrimidos a modo de estandarte que entroncan con los elementos inconscientes de la nación, proyectándola de nuevo como esa comunidad horizontal con cierto sentimiento de consanguinidad o parentesco5. Por otra parte, el fútbol se ha utilizado como símbolo nacionalista de distinción global6, por oposición a otras prácticas deportivas que enfatizaban más en el carác- ter tradicional de la nación (Hooson, 1994: 202-203). Por último, el deporte rey ha servido también en la construcción de ciertos mitos nacionales, ligados a un estilo de juego, un origen fundacional, un nexo religioso, una batalla o una serie de valores abstractos y reapropiados en función del contexto. Por ejemplo, el himno de Escocia, cantado a capela por la mayoría de sus seguido- res en los partidos contra Inglaterra, contiene un elemento bélico mítico, al reme- morar las batallas que William Wallace encabezó contra reyes y señores de lo que hoy conocemos como Inglaterra. Por su parte, en los partidos de la República de ______

4 No obstante, el vínculo entre nación y guerra (metafórica o real) se produce también en otros contextos en que interviene el nacionalismo y otros tipos de organización colectiva, como las bandas callejeras y las tribus urbanas (Conquergood, 1995: 201). 5 Con independencia del enfoque utilizado, hay muchos autores que han hecho mención de los elementos psico-emotivos de la nación como vínculo especialmente único de tal forma de identificación (Anderson, 2007; Hall, 2000; Hastings, 2000; Greenfeld, 2005; Smith, 2004). Además de la nacionalización de la socialización secundaria, este extraño efecto de parentesco ha sido representado muy gráficamente por Connor, cuando se refiere a las naciones como aquellas comunidades que “se caracterizan por el sentimiento de consan- guinidad (…), un conjunto de personas que se sienten relacionadas por su linaje (…), el grupo de mayor tamaño que puede exigir la lealtad de una persona basándose en los víncu- los de parentesco percibidos (…), la familia extensa más amplia. […]. Si la lógica actúa en el terreno de la conciencia y del raciocinio, las convicciones relativas al origen y evolución singulares de la propia nación pertenecen al terreno del subconsciente y de lo no racional” (Connor, 1998: 190). Aunque excesivamente esencialista, la definición anterior muestra el impacto simbólico-emotivo de la nación y, lo que es más importante, la complejidad de someter a crítica analítica la nación, porque en muchos aspectos equivale a cuestionar otras formas de socialización primaria, pero con el añadido de que la socialización es continua- mente nacional: si a ello le sumamos la capacidad de movilización y conmemoración del fútbol, esas convicciones nacionales inscritas en el ámbito de “lo no racional” son analiza- bles a partir de las formas en que se constituyen y qué consecuencias se derivan de ello, ya que ésta se basa más en una historia emocional o mítica (Connor, 1998: 197). 6 Lechner (2007: 195) subraya cómo, a través de la difusión global del Mundial de fút- bol de 2006, la identidad nacional holandesa fue reconstruida e imaginada alrededor de un mito futbolístico romántico que les distinguía a nivel global por su estética, corrección e historia.

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Irlanda (Eire) se canta la canción popular irlandesa “Fields of Athenry”, que se sitúa en el contexto de la Gran Hambruna Irlandesa, que entre 1845 y 1849 provocó la muerte de casi tres millones de personas, así como el desplazamiento de otros dos millones a lo largo de todo el mundo. En ambos casos, el fútbol actúa como instru- mento de la rememoración colectiva del enemigo nacional (Inglaterra) y como “chispa” de una conmemoración compartida en el mismo espacio y tiempo (cánti- cos nacionales, con los colores de la bandera y en el mismo estadio, bares o casas). Escocia y Eire son dos de los casos más destacados de religación nacional a través del balompié, aunque también hay referencias religiosas (en Polonia o Rusia), de unidad política (Alemania) o de fraternidad y consanguinidad (Francia, Inglaterra o Estados Unidos). En cualquier caso, son instrumentos que alimentan la naturalización de los rela- tos históricos de la nación, convirtiéndolos en mitos nacionales. En efecto, el mito nacional tiene una importancia fundamental no sólo en cómo la comunidad puede imaginarse a sí misma como nación, sino también por los límites de ese imaginario y de las restricciones de lo políticamente posible. El mito es un instrumento de autodefinición que singulariza al grupo nacional, concibe un instrumento de solida- ridad y comunicación horizontal que representa un vínculo pasado común, al mismo tiempo que es un elemento de transformación de identidades; pero, en sí mismo, lo que hace el mito es sentar las bases de esa adscripción construida o verdad mítica, ya que “...es una de las formas en que las colectividades determinan los fundamentos de su existencia, sus propios sistemas de moralidad, valores y creencias (…). Los mitos crean un monopolio intelectual y cognitivo en que se pretende establecer la forma única de ordenar el mundo y las visiones que definen éste (…), lo cual es vital para que la comunidad exista como tal (…), lo que importa es su capacidad como instru- mento de reproducción cultural, puesto que proporciona el significado a los miem- bros de una comunidad y permite establecer límites entre ésta y otras” (Hosking y Schöpflin, 1997: 19-20).

La fuerza de tal construcción nacional estriba entonces no sólo en la configuración de una horizontalidad o camaradería imaginada, sino muy especialmente en cierta igualdad ontológica o en la forma de comprender la realidad a través de los “mun- dos-pensamiento” nacionales que “filtran” toda la imaginación política y las rela- ciones sociales. Además, esta creación y reproducción del mito dota a la comunidad nacional de una trascendencia esencial que difícilmente puede contrarrestarse acudiendo a la historia real. Como se ha dicho, “El sentimiento de ascendencia compartida no tiene por qué coincidir, y prácti- camente en todos los casos no coincidirá, con la historia real (…). La clave de la na- ción no está en la historia cronológica ni en la real, sino en la historia emocional y vivencial. El único requisito imprescindible para que exista una nación es que sus miembros compartan la convicción intuitiva de que el grupo nacional posee unos orí- genes y una evolución propios. Declarar que se pertenece a una nación no significa meramente que uno se identifique con un pueblo, sino que supone una identificación con ese pueblo a lo largo de toda la historia. O, mejor dicho, dada la convicción intui-

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tiva de que la propia nación tiene un origen singular, quizá no debiéramos decir a lo largo de toda la Historia, sino más allá de la historia” (Connor, 1998: 190)

Al tratarse de una creencia subjetiva, la configuración mítica nacional encuentra eco en la formación de las selecciones nacionales como si de ejércitos se tratara; los himnos a modo de cánticos y la unidad propuesta tanto en el terreno de juego como en las gradas proyecta la ascendencia, consanguinidad y horizontalidad entre connacionales, consolidándose a partir del mito, cuyo efecto es incalculable. Finalmente y dependiendo de los elementos con los que enlace, el relato de con- tinuidad histórica y el sentimiento de homogeneidad que distingue al mito se conso- lidan definitivamente. Como veremos, en el caso español se ha producido una redefinición del mito del consenso, articulado durante el período de transición democrática, a través de los medios de comunicación y la encarnación en la figura de la Roja, cuya proyección como imaginario nacional pasa de ser una representa- ción óptima o positiva del fútbol a convertirse en tipo ideal o mito nacional. Así, utilizamos la comunidad imaginada, el nacionalismo banal y el concepto de mito nacional como herramientas conceptuales en el análisis de la producción discursiva del nacionalismo. Desde una perspectiva histórica del estudio de los mecanismos de construcción nacional, proponemos esta visión de cara al modo en que determinados medios enmarcan el sentido en la deliberación y contestación social y política no sólo como algo inscrito “desde arriba”, sino también como contestación y reproducción del modo en que millones de personas recogen y negocian determinadas imágenes de la identidad nacional a través del fútbol. A continuación expondremos la aproximación metodológica propuesta.

2. Enmarcando la retórica mediática: del “Podemos” a la conquista del mundo

2.1. Una aproximación desde los medios de comunicación

Este artículo parte de una serie de supuestos teórico-metodológicos sobre la rele- vancia que tienen los medios de comunicación como constructores de realidad social. Hoy más que nunca, en sociedades donde lo mediático ocupa un lugar priori- tario 7, una parte importante de la socialización y del contacto cotidiano con el mundo se da a través de dichos medios. Hasta el punto de que podría afirmarse que éstos han rebasado su habitual función de cuarto poder -asignado por el tradicional

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7 Varios autores han destacado el importante papel de los medios de comunicación en las democracias contemporáneas, hasta el extremo de considerar que aquéllos han cambiado la naturaleza de éstas. En esa línea deben entenderse conceptos como “mediacracia” (Phi- llips, 1975), “videopoder” (Sartori, 1992) o “democracias de audiencias” (Manin, 1998).

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Resina De La Fuente & Limón López Del consenso al tiki-taka … principio liberal de check and balances- para coronarse como una especie de poder superior8 que transita por todos los ámbitos socio-políticos dotado del privilegio propio que supone la capacidad de formar, informar y entretener9 y de aplicar, en su versión más perversa, la lógica del chantaje político10 sobre el resto de actores. El primer supuesto del que partimos tiene relación con la naturaleza de la opi- nión pública. Lejos de considerarla una suma de opiniones individuales que se encuentran en el mismo nivel, Bourdieu (1972) afirmaba -de forma un tanto provo- cadora- que “la opinión pública no existe”11. Con esta aseveración, el sociólogo quiso evidenciar el carácter construido de ésta como un conjunto de opiniones “constituidas, movilizadas, de grupos de presión movilizados en torno a un sistema de intereses explícitamente formulados”. Si partimos de esta enunciación, y en línea con las teorías elitistas de la comunicación12, podemos tomar como un supuesto razonable el hecho de que la opinión pública es un discurso construido que respon- de a unos intereses específicos. Por tanto, como han estudiado algunos autores (Sampedro, 2000), un proceso de profundización de la democracia requeriría una previa democratización en el ámbito de quiénes tienen la capacidad de definir esa opinión pública como opinión publicada. El segundo supuesto, íntimamente relacionado con el primero, hace referencia a ese papel protagonista que adquieren los medios de comunicación como constructo- res de opinión pública (Lippmann, 1922). En una investigación ya clásica sobre el impacto mediático, McCombs y Shaw (1972) describían cómo los medios eran los principales generadores de opinión pública y la importancia que tienen sobre lo que ______

8 En un informe del PNUD titulado La Democracia en América Latina se ha llegado a afirmar que la importancia de los medios de comunicación en esta región es de tal dimen- sión que han pasado “a ser superpoderes (…) vinculados a los sectores económicos [que] han reemplazado totalmente a los partidos políticos [y que] limitan el poder de decisión de los gobiernos” (PNUD, 2004: 164-170) 9 En referencia a los tres principios básicos citados por el que fuera director de la BBC, Lord Reith como modelo ideal que debería guiar la buena práctica periodística. 10 Esta lógica es cada vez más asumida por los teóricos de la comunicación y tiene una relación directa con el incremento de medios de comunicación de carácter sensacionalista o de prensa “amarilla”. Tal vez el tratamiento y cobertura que tuvo en Estados Unidos el “caso Lewinsky” sea uno de los mejores ejemplos de esta manera de operar por parte de ciertos medios de comunicación, que hacen de asuntos personales escándalos públicos que reciben una censura de tipo moral. En otro ámbito, otro ejemplo es el de los denominada prensa “chicha” que proliferó en el Perú de Alberto Fujimori y que desviaba la atención política a través de la práctica del escándalo. 11 La reflexión de Bourdieu se refería de forma más explícita al carácter de verdad irre- futable que se les da a las encuestas de opinión. El sociólogo exponía el carácter construido de éstas y refutaba toda pretensión de universalización. 12 Tanto en su versión más “dura”, de elitismo puro, como en su versión más “light”, de elitismo institucional. Una buena revisión sobre esta discusión puede encontrarse en Sampe- dro, V. (1996).

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Resina De La Fuente & Limón López Del consenso al tiki-taka … la población piensa y cómo lo piensa. En su teoría de la agenda-setting plantean - incluso estadísticamente- la correlación que existe entre la agenda mediática y las agendas pública y política. De esta teoría se derivan varias consecuencias. Sobre el “qué”, la sola presencia de una información y no de otra marca ya una importante brecha sobre lo que el ciudadano piensa, hasta el punto de que se ha llegado a afirmar comúnmente que “lo que no está en los medios no existe”. Otro elemento que también tiene relación con el “qué” es el de la relevancia informativa, referido a la jerarquía con la que se presenta esa información y al peso que se la da en el conjunto de la agenda mediáti- ca. En el caso más específico de los periódicos de papel, el hecho de que una noticia ocupe la portada, las primeras páginas, los números impares, la parte superior y vaya acompaña de elementos gráficos implica un mayor grado de relevancia infor- mativa, debido a un mayor impacto visual sobre el lector, que tenderá a primar esas informaciones sobre el resto (McCombs, 1996). Sobre el “cómo”, toda información es presentada al público de una determinada manera y no de otra en respuesta a una serie de decisiones que parten tanto del periodista como de sus jefes y de los diferentes criterios periodísticos, empresariales y/o políticos que existen en un medio. Entman (1993) caracterizó este ejercicio de presentación informativa en su “teoría del encuadre” (framing), por la cual toda información es enmarcada de alguna forma ya que siempre se presenta una defini- ción de los hechos, una interpretación de las causas e, incluso, una evaluación moral y posibles vías de solución. Goffman (2006), otro de los teóricos del framing, señala al respecto que la función del encuadre consiste en ofrecer un esquema simplificado de la realidad que nos rodea, operación que, como apuntan Rodríguez y Castromil (2010), “significa buscar marcos interpretativos de la realidad que ayuden a entenderla mejor” (195) o que, al menos -añadiríamos nosotros-, ayuden a entenderla de una forma específica. El tercer y cuarto supuesto están más conectados con el receptor que con el emi- sor de una información. En el caso del tercero, puede afirmarse que las personas tienden a leer antes aquellos periódicos más afines a sus propias ideas que esos otros que podrían causarles mayores niveles de disonancia (Festinger, 1975). Este supuesto parte del planteamiento propuesto por Lazarsefeld, Berelson y Gaudet (1944) quienes, en un estudio clásico sobre campañas y comportamiento político en Estados Unidos, analizaron cómo los ciudadanos buscan ante todo reforzar las preferencias pre-existentes en línea con sus predisposiciones ideológicas. Esta teoría de la exposición selectiva (selective exposure) (Sears y Freedman, 1967) otorga un papel activo al lector, cuyas creencias previas guiarán su comportamiento en la elección de un medio frente a otro. El cuarto supuesto tiene que ver con el impacto que provoca lo publicado en un medio sobre sus lectores. Ha sido una afirmación común en la bibliografía sobre comunicación (García Luengo, 2006) que los medios tienen un efecto negativo en el comportamiento político de los ciudadanos ya que, según esta perspectiva, la cober- tura informativa promovería la apatía política y la desafección o, cuanto menos, una especie de “espiral de cinismo” (Cappella y Jamienson, 1997) por la que los ciuda-

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Resina De La Fuente & Limón López Del consenso al tiki-taka … danos-lectores interiorizarían una actitud cínica hacia la vida pública, asumiendo la mentira como algo inevitable en esa relación realidad-medios-sociedad. Sin embar- go, existe otra corriente -en la que nos situamos13- que ha sido crítica con esa postura y que postula que los medios tienden, antes bien, a activar y movilizar a sus lectores. De entre las teorías de esta segunda perspectiva destacamos la teoría del “círculo virtuoso” planteada por Norris (2001). Para la autora, quien basa su afirmación en un análisis empírico entre la exposición mediática y el comportamiento político en Europa y Estados Unidos, un estudio detallado de los datos sobre el tema provoca serias dudas sobre el supuesto impacto negativo de los medios y, por el contrario, sugiere un vínculo positivo entre el compromiso cívico y el consumo de medios. Por lo que concluye que “en el largo plazo, a través de una exposición repetida de la información, como el proceso de socialización en la familia o en el puesto de traba- jo, puede darse un círculo virtuoso donde los medios informativos y las campañas de los partidos sirvan para activar a los activos (Norris, 2001: 27). En sentido con- trario, los medios tendrían “mucha menos capacidad de reforzar la falta de com- promiso de los que no están comprometidos” (2001: 28). El quinto, y último, supuesto está relacionado con las conexiones que existen en- tre el sistema político y el sistema de medios de un país. Según Hallin y Mancini (2004), dos de los teóricos que más han estudiado el tema en los últimos años, “la prensa siempre toma la forma y la coloración de las estructuras sociales y políticas en las que operan” (2004: 8). No obstante, esta afirmación -a juicio de los autores- no implica una relación unidireccional del sistema político al sistema de medios sino, más bien, una relación de ida y vuelta en ambos sentidos, con lo queda abierto una influencia mutua. A veces son los actores políticos los que persiguen influir y controlar los medios, a veces son los medios los que presionan a los actores políti- cos, ya sea introduciendo un tema en la agenda mediática con una finalidad ideoló- gica, ya sea con el objetivo de lograr un beneficio como medio empresarial, gene- ralmente para la obtención de concesiones o licencias. Hallin y Mancini (2004) describen tres tipos distintos de sistemas mediáticos: el liberal, típico en contextos donde predomina el mercado y los medios privados, con un margen considerable de independencia del poder político y un grado importante de profesionalización, y que es el característico de países como Estados Unidos y Reino Unido; el corporativo-democrático, propio de los países nórdicos y centro- europeos, en el que coexisten medios de distintos grupos políticos y sociales, con un activo rol del Estado como mediador, pero en el que prima la independencia frente a intereses partidistas y que, al igual que en el modelo liberal, tiene un notable índice de profesionalización de los periodistas; y, por último, el pluralismo polarizado, que ______

13 Sin negar el aumento de una actitud de cinismo hacia la política en general, sobre todo tras la proliferación de un tipo de prensa cada vez más escorada hacia un estilo eminente- mente amarillista como la antes descrita.

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Resina De La Fuente & Limón López Del consenso al tiki-taka … es el que más nos interesa aquí, puesto que es el que caracteriza a los países del sur de Europa y, por tanto, a España. Los sistemas de medios caracterizados por un contexto de pluralismo polarizado se distinguen por la fuerte influencia no sólo del mercado sino también por el con- trol que tienen los actores políticos sobre los distintos medios. Éstos son utilizados como instrumentos políticos y eso hace que su independencia sea limitada y que haya un bajo nivel de profesionalización en las rutinas periodísticas, aparte de unos bajos índices de lectura de los periódicos (a diferencia de las otras dos tipologías). Se trata de países en los que los medios han tomado de forma tradicional un papel importante en el desarrollo de sus democracias (son países de democratización tardía, piénsese en los casos de España, Grecia y Portugal) y, por tanto, han estado íntimamente ligados a las diferentes fuerzas políticas. Ello provoca que, como apuntan Rodríguez y Castromil (2010), “como resultado de estas dinámicas, los medios de comunicación en España no son neutrales, sino que se insertan dentro de la lucha partidista. Más que informar se trata de conseguir adeptos a su causa, más que fomentar el debate público se quiere ofrecer una visión parcial de los hechos” (2010: 197).

2.2. El diseño de la investigación

A partir de estos cinco supuestos nos hemos aproximado metodológicamente a nuestro caso de estudio. La selección que aquí hacemos (aun siendo una modesto acercamiento al tema) parte de las siguientes asunciones: los medios (y en este caso los escritos y de papel) tienen un importante peso en lo que la gente piensa y en cómo lo piensa; son los ciudadanos los que, por otro lado, se acercan a un medio y no a otro acorde a sus propias premisas y afinidades ideológicas; su comportamien- to político se ve reforzado (cuando no activado) por aquéllos; y, en el supuesto específico de España, los medios tienen una íntima relación con los partidos políti- cos del país, de forma que puede afirmarse que ellos también son parte directa de la lucha partidista. La Eurocopa y el Mundial de fútbol de 2008 y 2010, respectivamente, más allá de ser importantes eventos deportivos se convirtieron también en acontecimientos de suma relevancia en la mayoría de los diarios españoles y europeos de carácter generalista, ocupando tanto las portadas como las principales páginas de los perió- dicos. No puede obviarse que la celebración de estas competiciones se dio en un contexto de crisis económica, financiera, social y política creciente, especialmente en España, donde el Gobierno del socialista José Luis Rodríguez Zapatero había ganado las elecciones de marzo de 2008 con un discurso en el que se negaba la existencia de una verdadera crisis en el país, más allá de una situación de inestabili-

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Resina De La Fuente & Limón López Del consenso al tiki-taka … dad coyuntural provocada por los mercados internacionales, y en el que incluso se animaba al optimismo14. El éxito deportivo de la selección española de fútbol (ganadora de ambas compe- ticiones) contrastó con esa situación general del país, lo que nos hace plantearnos qué importancia se dio a los triunfos futbolísticos y qué utilización de ellos se hizo en relación con la crisis político-económica del momento. No cabe duda de que España es un país con una arraigada tradición en lo que a seguimiento deportivo -en especial del fútbol- se refiere (tan sólo hace falta dar un vistazo a los índices de audiencia televisiva, a la difusión de diarios deportivos y a la venta de entradas en los estadios), como tampoco deja lugar a dudas lo singular de la victoria, si se tiene en cuenta el hecho de que la selección tan sólo contaba hasta la Eurocopa de 2008 con una única victoria en competiciones internacionales (Eurocopa de 1964). Sin embargo, la confluencia de esas dos situaciones (fracaso político frente a victoria deportiva) y el tratamiento mediático que del fútbol se hizo en periódicos generalistas (sobre la base de reforzar la identidad nacional española en un contexto marcado también por la notoria presencia de los llamados nacionalismos periféricos) nos parece crucial para constatar si de verdad hubo o no una utilización política de lo deportivo, aliviando las tensiones de la crisis que se avecinaba a través de un refuerzo de la “unidad nacional”. La relevancia que tomaron ambas competiciones se hizo evidente en el precio que llegaron a pagar las empresas audiovisuales para hacerse en exclusiva con los derechos de emisión de las mismas 15, en el nivel de audiencias logrado en los partidos clave de la selección16, y también en el despliegue de medios montado para seguir los encuentros en espacios públicos17. Nuestro objetivo, en relación a esto, es

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14 Rodríguez Zapatero llegó a afirmar unas previsiones económicas favorables para el periodo de Gobierno de 2008-2012, con una estimación de una tasa de crecimiento medio del 3% del PIB. Véase: http://www.youtube.com/watch?v=EMetQyCEtlc&feature=player_embedded#! 15 Sogecable, filial del grupo PRISA, pagó alrededor de 70 millones de euros por adqui- rir en exclusiva los derechos de emisión de la Eurocopa 2008. Dos años después, la misma empresa había adquirido por 90 millones los derechos de emisión de 2010. Sin embargo, los problemas financieros de la compañía y el acuerdo empresarial entre PRISA y el grupo italiano Mediaset (propiedad del ex primer ministro italiano Silvio Berlusconi) llevaron a una cesión de los derechos de explotación audiovisual en favor de Telecinco, propiedad de Mediaset, que fue la emisora que finalmente emitió el Mundial. 16 La final de la Eurocopa Alemania-España fue seguido por 14.482.000 espectadores, lo que supuso el 80,9% de cuota de pantalla. Mientras que la final del Mundial Holanda- España alcanzó los 15,6 millones de espectadores con el 85,9% de cuota de pantalla. 17 Cuatro, la cadena que emitió en abierto los partidos de la Eurocopa, habilitó un plató en la calle, con una pantalla gigante, en donde se convocaba a los aficionados a congregarse los días en los que jugara la selección española. Para ello, se habilitó en la madrileña plaza de Colón un espacio de 3.000 metros cuadrados, con cuatro torres de altavoces y una unidad

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Resina De La Fuente & Limón López Del consenso al tiki-taka … centrarnos en qué espacio concreto le dio la prensa a la Eurocopa y al Mundial y en cómo lo enmarcó en referencia a la situación política, y, si de ello, se deriva algún tipo de intencionalidad. Nuestro criterio de selección se justifica en base a tres decisiones que nos permi- tieran acotar la muestra y acercarnos al fenómeno objeto de estudio de una forma exploratoria, dejando la puerta abierta a futuras investigaciones más amplias, tanto en un plano diacrónico como sincrónico. La primera decisión tiene que ver con la dimensión temporal. Nos hemos centrado en el tratamiento mediático de las compe- ticiones durante el tiempo que éstas duraron. Así, en el caso de la Eurocopa, el periodo abarca del 7 al 30 de junio de 2008 y, en el del Mundial, del 11 de junio al 12 de julio de 201018. La segunda con la elección de los periódicos diarios de carácter generalista con mayor promedio de tirada y distribución en España. Y, en tercer lugar, dado que se trata de un país caracterizado por tener un sistema de medios de “pluralismo polarizado”, nuestra selección debía basarse también en los medios que se correlacionan con mayor fuerza con los principales partidos políticos. Puesto que estamos en un país que tiende al bipartidismo, también son dos los periódicos que mejor representan y que más intereses tienen conectados, de forma general, con aquellas formaciones. Por eso hemos seleccionado, tanto por la importancia en el número de ejempla- res distribuidos (VER ANEXO I) como por la proximidad ideológica con los dos partidos más votados en España (PP y PSOE) (VER ANEXO II), a los diarios El Mundo y El País. Consideramos que son los dos diarios con mayor relevancia en el panorama de prensa escrita en España y que, además, son los que mejor representan los intereses de los partidos políticos mencionados. A partir de aquí, lo que nos proponemos es hacer un análisis de cómo El País y El Mundo cubrieron la Eurocopa de 2008 y el Mundial de 2010 en el periodo de tiempo que éstas duraron y, más en específico, de qué importancia le dieron a la información en el conjunto del periódico del día y de cómo enmarcaron esas informaciones en un contexto político más amplio. La forma en que lo abordaremos combina un recuento cuantitativo de las piezas informativas que aparecieron -además de otros aspectos formales de relevancia informativa (en concreto, si fueron portada o si se dedicaron artículos de opinión)- junto con un enfoque más cualitativo, que nos permita un estudio de cómo se encuadraron los eventos futbolísticos.

______móvil con 16 cámaras y con la presencia de presentadores estrella de la cadena (Angels Barceló, Nico Abad, Pablo Motos e Iker Jiménez) y la emisión de programas especiales previos al partido. Se estima que miles de aficionados acudieron a la plaza para seguir el partido. 18 La Eurocopa terminó el 29 de junio y el Mundial el 11 de julio, pero nuestra muestra abarca un día más, con el fin de recoger qué dijeron y cómo los diarios tras la celebración de las finales.

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3. De “la Furia” a “la Roja”: mitos de consenso

3.1. “Marea roja en Colón”: La Eurocopa del 2008 en El País

El diario El País dio una amplia cobertura a la Eurocopa de 2008, dedicó varias portadas al evento (un total de siete) y decenas de reportajes, entrevistas y artículos de opinión sobre la competición (para un recuento de todos los datos desagregados sobre la información dedicada a la selección española en El País y El Mundo, VER ANEXO III). Prácticamente todas las piezas informativas se publicaron en la sec- ción de Deportes y fueron firmadas por los enviados especiales que el periódico tuvo destinados en Austria y Suiza, por ex futbolistas que hicieron análisis deporti- vos o por personas del mundo de la cultura que escribieron opinión. La Eurocopa de 2008 se celebró en un contexto donde la crisis económica co- menzaba a dar primeras muestras de su gravedad. En el caso específico de El País, las informaciones sobre el transcurso de la Eurocopa se alternaron con noticias políticas y económicas relacionadas con esta situación. Así, durante los primeros días de competición, las portadas del diario hacían referencia al paro convocado por esas fechas en el sector del transporte y a los efectos que esto tendría en los comer- cios. Sin embargo, posteriormente, los temas destacados fueron variando y éstos fueron virando hacia otras cuestiones de política interna e internacional, como el nombramiento de María Dolores de Cospedal como persona “fuerte” dentro del PP o una trama de corrupción que salpicaba al PSOE de Estepona, en el primer caso, o el proceso de primarias demócratas en Estados Unidos, o la agudización de la situación de crisis de Irlanda, en el segundo. La importancia que se le da a la selección española va creciendo según se co- mienzan a disputar los partidos y avanza la competición. De hecho, el día de la inauguración, se dedica parte de la portada a la competición, aunque con una foto de un jugador de Portugal, , acompañado del título “Arranca la Eurocopa más abierta”. Ya en interior, se incluye un análisis sobre la selección española encabezada con el titular “El líder es el grupo” (7/06/08), en el que se destaca la unidad del equipo. No es hasta el día antes del primer partido de la selec- ción contra Rusia cuando el periódico le dedica un mayor espacio. En la edición de ese día se incluye un reportaje titulado “Vista al frente” (10/06/08) y otro con el magnético título de “Heroicidad” (10/06/08). Además, es la primera vez que apare- ce publicado en el periódico el término “la roja” para referirse a la selección, así como el eslogan “podemos” en referencia a las aspiraciones del equipo español y en claro paralelismo con el “yes, we can” que estaba utilizando la campaña del candi- dato a las primarias demócratas Barack Obama. Tras el primer partido de la selección española y su victoria sobre la rusa por 4-1, se publica una crónica del mismo con el título “Hay otra España” (11/06/08). Ese día el otro hecho noticioso que compartía protagonismo con el fútbol se refería al paro que mantenía el transporte en el país y que también iba en portada junto a una foto de dos futbolistas españoles (David Villa y Fernando Torres), “El paro del

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Resina De La Fuente & Limón López Del consenso al tiki-taka … transporte provoca escasez de productos básico” (11/06/08). Además, en el interior, se incluía una crónica sobre la asistencia de miles de ciudadanos a la plaza Colón para seguir el encuentro, titulada “Marea roja en Colón” (11/06/08) y que comenza- ba con un elocuente “El amor a la roja es un sentimiento que hay que alimentar, aunque sea de modo artificial”. En las mismas páginas se publicaba una entrevista a Fernando Navarro, defensa de la selección, titulada con un extracto de sus declara- ciones “A los catalanes nos llaman polacos porque piensan que somos diferentes” (11/06/08). La segunda victoria de España por 2-1 contra Suecia -lo que le daba la clasifica- ción automática a cuartos de final de la competición- era acompañada con una foto del futbolista español David Villa en portada y con una crónica en el interior titula- da “Miles de seguidores vibran con la roja en Colón” (15/06/08). La selección no volverá a ser ya portada hasta unos días después, cuando vence en la tanda de penaltis a Italia, lo que desata la euforia no sólo en las calles sino también en las páginas del periódico, que titula como portada “España rompe el gafe” (23/06/08) con una fotografía del portero Iker Casillas y del futbolista Cesc Fábregas festejan- do el pase a semifinales. En el interior se incluye una crónica sobre la celebración en la plaza de Colón, con el título “Delirio en Colón” (23/06/08). Entre medias de los cuartos de final y las semifinales de la competición, con la euforia del pase de la selección a éstas después de derrotar a Italia -equipo contra el que tradicionalmente perdía- el diario publica en portada que “Zapatero admite la gravedad de la crisis y pide austeridad a todos” (24/06/08). Días después, con la victoria española contra el combinado ruso en las citadas semifinales, el diario dedica de nuevo una portada al fútbol, con el título “España deslumbra a Europa” (27/06/08) y una fotografía del futbolista Xavi Hernández festejando un gol. La crónica del partido en el interior se titula “Inolvidable” (27/06/08) y el reportaje que narra cómo se vivió el encuentro en la calle, titulado “La fiesta continúa” (27/06/08), se ilustra, entre otras fotografías, con una del líder de la oposición Mariano Rajoy (PP) posando con una camiseta roja con el lema “podemos”. Unos días después, el diario publicó un artículo de opinión del poeta Benjamín Prado, titulado “Adiós a la otra España”, en el que el escritor afirma: “Una metamorfosis... Suena bien, es algo más profundo que un cambio y, sobre todo, más definitivo. Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos, como es- cribió Pablo Neruda, y ese hecho incontestable se debe, sin duda, a la transformación general que ha sufrido nuestro país (…) No somos ya los perdedores de la furia inútil y la sangre sin venganza, sino un grupo de jóvenes que se ven a sí mismos grandes y poderosos, aunque sean pequeños de estatura y menos fuertes que esos centrales ale- manes que, como suele decirse, son tan lentos que mientras corres a su lado te da tiempo a cambiarte las botas” (28/06/08).

El día de la final de la selección española contra la alemana, el diario publica una portada en la que se reparte protagonismo entre una foto de Iker Casillas con el titular “La hora del duelo final” con otra del Presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero, que acompaña a una entrevista del periódico al político, y en la que el Presidente afirma “Es opinable si hay crisis” (29/06/08). En el interior se

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Resina De La Fuente & Limón López Del consenso al tiki-taka … incluye un artículo del escritor Javier Marías, titulado “Lo contrario de lo que hemos sido” en el que expone, entre otras cosas, que: “Que España, precisamente la acomplejada y pusilánime España, barriera del campo a los que habían barrido del campo a los vigentes campeones y subcampeones del Mundial último, Italia y Francia. ¿Somos en verdad "nosotros"?, es la pregunta incrédula que nos sobrevuela. Y esa extrañeza se traduce, curiosamente, en menos bravuconería y vociferación, menos patriotismo y mayor moderación. Ganar mere- ciéndolo nos deja perplejos y nos invita a sacar menos pecho. Quién sabe si a partir de ahora aprenderemos hasta a ser elegantes. Queda la final. Es probable que contra Alemania todo regrese: las bajas pasiones, el navajismo, el llanto a lo Luis Enrique y el juego aturullado y frágil” (29/06/08).

La portada del día siguiente, con el triunfo español, no dejaba lugar a dudas de la victoria bajo el titular “España conquista Europa” (30/06/08) con una fotografía -no así el texto- a cinco columnas de los jugadores de la selección celebrando el triunfo con la copa en alto. En el interior se incluyeron reportajes con títulos como “La gloria para el mejor” o “España se vuelve loca”, con fotografías de unos aficionados festejando el resultado, entre otros lugares, en Las Ramblas en Barcelona y en Ermua, Vizcaya. Además de incluir fotografías del Monarca y del Presidente del Gobierno abrazando a los futbolistas, acompañados con declaraciones de ambos: “El Rey se mostró exultante después de la victoria de España en la Eurocopa, que calificó de "muy emocionante". "Me alegro por los chicos, por el equipo, por España, por todos", dijo. El monarca no pudo ocultar su alegría, después de un partido de mu- cha tensión: "Hemos sufrido, pero al final ha valido la pena"” (30/06/08). “"Esto es sólo el principio, lo mejor está por venir". El presidente del Gobierno auguró un buen futuro a la selección después de la victoria ante Alemania y marcó el próximo Mundial como objetivo de esta generación de jugadores. "Soy el primer pre- sidente que gana un título en democracia y no se me va a olvidar nunca", llegó a de- cir minutos después de que Casillas levantara la Copa. Zapatero fue de los primeros en felicitar a los futbolistas en el vestuario. Destacó su encuentro con Iniesta, su fut- bolista favorito. "Le he dicho que me alegraba especialmente por él porque sabe que me encanta como persona, porque es un gran futbolista que destaca por su prudencia y sencillez"” (30/06/08).

3.2. “Yo soy español, español, español”: La Eurocopa 2008 en El Mundo

El diario El Mundo realizó una amplia cobertura informativa del Campeonato de Europa de selecciones de 2008. Con una cantidad ingente de portadas (15), artículos de opinión (52), entrevistas (39) y reportajes/crónicas (72), el seguimiento realizado por dicho periódico se caracterizó principalmente por una alternancia con diversas noticias económicas y políticas relacionadas con el inicio de la crisis. Asimismo, fueron recurrentes las entrevistas a políticos con el tema futbolístico en primer plano o, realizando algún guiño ocasional, recurriendo a las metáforas deportivas como signo de unidad por parte de personajes públicos. Y al igual que

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Resina De La Fuente & Limón López Del consenso al tiki-taka … sucedió en otros medios, la importancia dada al equipo nacional fue incrementándo- se conforme avanzaba el campeonato. En un documento incluido en la sección deportiva del diario, el día inaugural de la Eurocopa se titulaba con un “España, la más mediática”, señalándola dentro de la terna de aspirantes como Portugal o Alemania (7/06/08). En los días previos al estreno de la selección nacional, El Mundo recogió tres noticias significativas en sus páginas: en primer lugar, se entrevistaba a Marcos Senna, futbolista de origen brasileño de la selección nacionalizado español19. Además, se entrevistaba a Luis Aragonés en portada, quien recurría a símiles bélicos (10/06/08). Finalmente, se recogía el himno “A por ellos” como grito de guerra de la selección. Estos tres elementos, la España “plural y multicultural”, las metáforas de guerra y sobre todo la unidad contra “el otro”, se mantendrán in crescendo a lo largo del campeonato, como veremos. Al día siguiente del estreno, aparecía Villa en portada por sus tres goles, así co- mo la identificación de la selección como “La roja” (11/06/08). Durante la semana siguiente, se intercalan las noticias deportivas con el paro en los transportistas o los efectos de la crisis y, al tiempo que se cuestionaba la eficacia del Estado en ese momento, se incluía una entrevista a Reina, portero de la selección, en la que de- fendía a Luis Aragonés por saber manejar la unidad “sin ser un dictador” (17/06/08). Al día siguiente, de modo simultáneo a la caída de la construcción en España, la selección es portada de El Mundo, que recoge en sus páginas interiores la unidad de la selección española, así como las críticas a la cadena de televisión Cuatro por “ocupar la plaza de Colón” (18/06/08)20. En consonancia con esa unidad, El Mundo recogería en portada las opiniones del Presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y del líder de la oposición, Mariano Rajoy, sobre la selección española, al tiempo que María Dolores de Cos- pedal era nombrada secretaria general del Partido Popular (19/06/08). España o “La roja” no volvería a ser portada del periódico hasta la previa de los cuartos de final contra Italia (22/06/08). Eliminada ésta y “superado el gafe”, la selección será portada el día 23 y 24 de junio. ______

19 Además de destacar su fe en Dios, a la pregunta de que las tribus defienden sus ban- deras, Senna contestó “La mía es la española y me siento muy orgulloso. Cuando escucho el himno me emociono. No lo puedo explicar con palabras”. 20 De hecho, esta noticia es esencial desde el punto de vista de la actuación política en la creación de un “sentido común” o hegemonía nacional española. Para El Mundo, la unidad española era propiedad de “todos los españoles”, sin mediar intereses corporativos de ningún tipo, recordando el comportamiento “cívico” como un bien en sí mismo. Por su parte, Cuatro hacía gala de una unidad nacional expresada de forma festiva y que se manifestaba en las calles, en este caso, en la denominada “Plaza roja de Colón”. Se debatía, pues cómo se articulaba esa unidad e identidad nacional, pero no si la propia unidad era cierta, era algo cerrado o abierto, con lo que producían discursivamente un tipo de unidad española que no se discutía, debatía ni negociaba.

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El mismo día de las semifinales ante Rusia, el equipo español vuelve a ser porta- da de un periódico que recoge dos noticias relacionadas con aquella. Los diputados del Congreso de los Diputados son entrevistados para ver qué “porra” hacen favo- rable a la selección y, por otro lado, se dedica un especial a la antropología del deporte con el titular “Fútbol: una guerra simbólica que se libra entre tribus moder- nas”, recogiendo la fotografía de dos seguidores pintados con los colores de la bandera española. Justificando la retórica belicista, el periódico publicaba que “se necesitan símbolos para crear la nación. Suelen ser mecanismos que reflejan las tensiones dentro de un país o entre países. De hecho, en Cataluña los partidos de la selección española no se siguen como en el resto del territorio”. Al día siguiente, tras pasar a la final de la Eurocopa, la selección nacional es por- tada de El Mundo, con un gráfico “España, de película!” (27/06/08). Ese mismo día, eran también portada la subida histórica del IPC, el relato de Rafael Nadal al ver pasar a la selección a la final o, significativamente, el referéndum del Parlamento Vasco sobre el Plan Ibarretxe. Además, se recogía también el manifiesto en defensa del castellano como lengua común. El 28 de junio, la portada era copada por la capacidad del seleccionador, Luis Aragonés, para transmitir la unidad de España con un “La selección de la unidad”. También aparecía al lado el símil futbolístico del Ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, al afirmar que “Ibarretxe se había metido un gol en propia puerta” (28/06/08). Las loas a la unidad nacional volverán a ser portada el día de la final de Eurocopa (29/06/08), y tras la victoria por un gol a cero ante Alemania, se converti- rán en legión en los días posteriores. El día 30 de junio de 2008, la selección copa la portada digital de El Mundo bajo el título “España conquista Europa”, y la de tirada impresa con una fotografía de Fernando Torres marcando el gol del triunfo bajo el inmenso “La gloria española” (30/06/08)21. Asimismo, se recogía la cobertura de la prensa internacional bajo el epígrafe “El mundo, a los pies de España” o el récord de seguimiento por televisión en la final de la Eurocopa como un hito nacional. Además, aparecían tres noticias bastante relevantes: en la primera se hacía una crónica del incremento de aficionados registrados en Colón, con un guiño a una plaza con un contenido simbólico particular en la noticia “La marea roja nació en Colón22”. En segundo lugar, un artículo de opinión de Rafael Nadal hacía gala de la felicidad inexplicable de ser español al vivir el éxito de “La roja”. En tercer lugar,

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21 Además, había otras dos noticias que contrastaban profundamente con esa unidad es- pañola: “Zapatero se atrinchera frente al Manifiesto de la Lengua Común”, y “El Supremo detecta fallos técnicos en la sentencia del 11M”. 22 Evidentemente la Plaza no pertenece a ningún movimiento en concreto, pero se ha convertido en lugar simbólico por excelencia de movimientos conservadores como el Foro de la Familia o las concentraciones favorables a Benedicto XVI, así como la Asociación de Víctimas del Terrorismo.

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Resina De La Fuente & Limón López Del consenso al tiki-taka … una noticia reflejada en la portada era la muestra más clara de la explosión nacional española. Bajo el título “España se vuelca y celebra en las calles el triunfo de la Eurocopa”, el periódico hacía un seguimiento in situ de las celebraciones en Madrid, León, Valladolid, Ginebra, Santander, Viena, Logroño, Gaza, Las Palmas, Valencia, Sevilla, Murcia… Esta cita es corolario del imaginario nacional proyectado por El Mundo en la misma portada: “Las lágrimas afloraron en muchos seguidores, que vivieron con emoción la co- ronación de la selección como la mejor de Europa (…). Cientos de miles de aficiona- dos con banderas españolas festejaron el éxito en lugares como Valencia, Madrid, Barcelona, Bilbao, Vitoria, Ermua o Sevilla (…). Como en toda la Geografía españo- la, miles de aficionados han tomado las calles para celebrar el triunfo del equipo (…), la victoria de España” (30/06/08).

Todas estas cifras, fotografías, emotividad, etc., obedecían a una idea muy específi- ca de España: aquí se agrupaban Estado y Nación y, bajo el marchamo de la unidad o el manifiesto por el castellano, surgiría la idea emanada del artículo segundo de la Constitución Española. Esto es, la “unidad indisoluble de la nación española”, que contrastaría con las fotografías, entrevistas o artículos favorables a la pluralidad o el multiculturalismo, subsumidos en el rotundo “yo soy español, español, español”. Para El Mundo, España había vuelto a ser “una”, al menos durante la Eurocopa. Habría que ver si esa metamorfosis, producida desde los medios de comunicación, la selección y los millones de personas que respaldaban el triunfo de aquella, repro- duciendo esa imagen nacional, era eventual o se habría consolidado. Había que volar a Johannesburgo rumbo al mundial de Sudáfrica.

3.3. “España Fútbol Club”: El Mundial del 2010 en El País

Al igual que en la Eurocopa de 2008, el diario El País ofreció una amplia cobertura informativa del Mundial 2010. Cabe destacar que el despliegue informativo fue incluso mayor, puesto que se dedicaron más del doble de portadas a la selección española que en la Eurocopa (15 en total, además se publicaron tres portadas más con fotografías referidas al torneo, la primera dedicada a la apertura, la segunda al seleccionador argentino Diego Armando Maradona y la tercera a la selección fran- cesa, tras ser apeada de la competición) y el número total de piezas fue notablemen- te superior. Se aumentó el número de artículos de análisis y opinión de expertos en fútbol, pero también crecieron las entrevistas con personas ajenas a lo futbolístico a quienes se preguntaba por el balompié. También se incluyó una nueva sección, titulada “Diario de España” en la que se incluía una agenda sobre algunos hechos curiosos vinculados con el desarrollo de la competición en España o con algunas de las celebraciones que se habían dado después de los partidos. Aunque es cierto que en tanto que competición deportiva el carácter mundial del torneo supone un escalón más de importancia que la Eurocopa, circunscrito al juego

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Resina De La Fuente & Limón López Del consenso al tiki-taka … entre selecciones nacionales europeas, la consolidación de la selección -tras ganar la Eurocopa en 2008- y la agudización de las condiciones generales de crisis en el país influyeron, a nuestro juicio, en esta mayor difusión. Sin minusvalorar, por ello, otro factor: el de la importancia creciente del fútbol como fenómeno de masas de carác- ter global. El Mundial se celebró en un contexto donde ya se empezaban a conocer las di- mensiones de la crisis económica que vivía el país. Mientras que en 2008 aún se dudaba de si realmente era una crisis importante o una situación de corte más co- yuntural, en 2010 ya todos los actores políticos, económicos y sociales reconocían la gravedad del momento. El evento futbolístico se desarrolló con un PSOE que comenzaba a vivir momentos críticos internamente, un Presidente del Gobierno que perdía credibilidad -con el anuncio de una huelga general por parte de las principa- les centrales sindicales-, mensajes de la Unión Europea sobre la necesidad de que España comenzara a hacer recortes y la decisión del Tribunal Constitucional de declarar inconstitucionales algunos de los puntos más relevantes de Estatut de Cataluña aprobado en referéndum. El día que arrancó el Mundial, el diario publicaba en portada una fotografía grande en la que aparecían Felipe González junto a José Luis Rodríguez Zapatero con una ilustración del dirigente histórico del PSOE Pablo Iglesias detrás de ellos, acompañada de un titular que afirmaba “Felipe González acude al rescate del PSOE en un momento crítico” (11/06/10). Al día siguiente se publicó en portada una gran fotografía de la fiesta inaugural con el titular “La hora de África: arranca en Joha- nesburgo con la gran fiesta del fútbol” (12/06/10), debajo de ella otro titular: “Tra- bajo impulsa un despido barato en empresas con seis meses de pérdidas” (12/06/10). Tres días después, se dedicaba la portada al anuncio de la “Primera huelga general contra Zapatero convocada por los sindicatos” (15/06/10). La crisis y sus conse- cuencias aparecían de forma explícita. No fue hasta varios días después del comienzo del torneo cuando la selección española aparece en portada, con motivo de la previa a la celebración del primer partido que suponía el debut frente a la selección suiza. Se publica entonces una fotografía del combinado nacional calentando con el título “La Roja debuta ante Suiza con todas sus estrellas a punto” (16/06/10). Lo sorprendente del titular es el uso en portada de “La Roja”, expresión con la que se comenzó a denominar a la selección durante la Eurocopa de 2008. Si bien, durante esta competición, la deno- minación sólo apareció en el cuerpo de algún reportaje, en cursiva y en minúsculas. Ahora, dos años después, el término se había consolidado, apareciendo incluso en portada y en mayúsculas. Ese día la otra noticia que aparecía en portada no anun- ciaba demasiados buenos augurios para el país “Bruselas exige a España que con- crete un ajuste de 19.000 millones en 2011” (16/06/10). El primer partido de la selección terminó en una sorprendente derrota contra los suizos, lo que ocupó de nuevo la portada del diario con una fotografía del delantero español David Villa lamentándose y con el titular “España se queda muda ante la muralla suiza” (17/06/10). Un día después, un reportaje del periódico llevaba por título “Los campeones se levantan (18/06/10) en referencia a las posibilidades de la

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Resina De La Fuente & Limón López Del consenso al tiki-taka … selección. Así dos días más tarde, se publicó un fotografía en portada del también delantero Fernando Torres con un “España confía en El Niño” (20/06/10). Del silencio ante lo inesperado se pasó a la confianza de que era posible remontar la situación. Como en la Eurocopa de 2008, el emblema de “podemos” parecía sobre- volar de nuevo el imaginario colectivo. O, al menos, el proyectado por los diarios, en este caso El País. La victoria contra Honduras devolvía esa confianza. Se publicaba de nuevo una fotografía de David Villa en portada, pero esta vez su rostro transmitía alegría, esperanza: “Villa devuelve la ilusión” (22/06/10), se titulaba. En las páginas interio- res un reportaje se encabezaba con un tranquilizador “Una España sin fantasmas” (22/06/10). En portada, para ahuyentar fantasmas, se publicaba también una noticia de política nacional, “Zapatero aclara a su núcleo duro que no tocará el Gobierno” (22/06/10). Al día siguiente, el periódico publica una portada con una fotografía del jugador galo Franck Ribéry, cabizbajo tras la eliminación de la selección francesa del Mun- dial, con un titular bastante elocuente “Francia indigna a Francia” (23/06/10) y un reportaje interior en el que se plantea “Y el país se pregunta sobre su identidad” (23/06/10). Tras el éxito del Mundial de 1998, donde la selección francesa resultó ganadora con la mayor parte de jugadores cuyas raíces provenían de países con pasado colonial francés, lo que se interpretó con un símbolo de integración nacional, el fracaso deportivo de la presente competición se leyó justo en sentido contrario, ¿era el modelo migratorio francés un modelo fracasado? En contraste al país vecino, la expectación que levantaba España parecía un símbolo de reconciliación nacional; así un reportaje de ese día se titulaba “La riqueza de las dos Españas” (23/06/10). El 29 de junio el periódico publicaba que “Zapatero defiende su legado frente a la exigencia de elecciones de Rajoy y CIU” (29/06/10), un día después “España comienza a soñar” (30/06/10) tras imponerse a Portugal en octavos de final por 1-0. Una fotografía de un exultante David Villa acompañaba el titular de portada. Tres días después ese sueño se convertía en una realidad próxima. Junto a otra foto de Villa, se publicaba en la portada del diario “España afronta su cita ante la historia en el Mundial” (3/07/10). Un día después, el sueño se cumplía tras vencer en cuar- tos de final a la selección de Paraguay y, con ello, se abrían las puertas del Olimpo, “España avanza hacia la gloria” (4/07/10), con una gran foto del portero de la selección Iker Casillas. “España está como nunca” (4/07/10) titulaba el principal reportaje interior. La otra noticia de portada avisaba en segundo plano: “La banca alerta de un corte de los créditos a las empresas” (4/07/10). Entre medias de las victorias de la selección española, el tenista Rafael Nadal vencía por segunda vez en el torneo de Wimbledon, lo que servía para titular “La España feliz” (5/07/10). Un día después el periódico titulaba “El Mundial premia el juego colectivo” (6/07/10) con una fotografía del delantero “Pedrito” en portada y con un reportaje interno que reforzaba la idea de la selección como un grupo unido, “El Mundial de los mosqueteros” (6/07/10). El duelo en semifinales contra Alema- nia tendría que servir para demostrar la resistencia española frente al tradicional dominio germano, por lo que se publicaba en portada “La mejor España reta a la

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Resina De La Fuente & Limón López Del consenso al tiki-taka … máquina alemana” (7/07/10), acompañado de una fotografía del combinado español entrenando. La victoria contra los alemanes ponía a “La mejor España, a la final” (8/07/10) con una nueva foto del grupo en portada y con varios reportajes que apludían a la capacidad española, a su estilo y a sus esencias en las páginas interio- res: “Épica y mucho arte” (8/07/10), “La furia, el miedo y la fiesta” (8/07/10). Los tres días previos a la celebración de la final del campeonato reforzarían esa imagen de grupo unido, como símbolo de unidad y diversidad... del país. Así el 9 de julio se publica en portada “España Fútbol Club” (9/07/10) con el siguiente texto: “España, que el domingo se juega el Mundial frente a Holanda, ha conseguido al- go más que una posible victoria. Ha ganado el partido contra sí misma para conver- tirse, por fin, en el equipo de todos, una suma de esfuerzos por una causa común. El mejor ejemplo es la convivencia natural de jugadores que practican todo el año la ri- validad de sus clubes sin discutir jerarquías” (9/07/10).

Ya en el interior se publican varios reportajes en la misma línea: “Un equipo para todos” (9/07/10), “Presidente del Bosque” (9/07/10) o “Goles para conjurar la crisis” (9/07/10), reportaje que comienza: “La recuperación económica no está en la cabeza de Puyol, los guantes de Casi- llas o las botas de Villa. Su éxito en la Eurocopa 2008 no evitó que, acto seguido, España entrara en la recesión más profunda desde la Guerra Civil. Pero ganar en el deporte sí juega un pequeño papel en el vaivén de la economía. Toda crisis va acompañada de su propio fantasma, el efecto psicológico, que merma el consumo y retroalimenta el declive. Así que la euforia ayuda a contrarres- tar ese efecto y mueve las fichas de dominó en sentido contrario para ciudadanos y empresas. Es lo que J. M. Keynes llamaba el espíritu animal de la economía, el hu- mor económico. El ministro de Industria, Turismo y Comercio, Miguel Sebastián, llegó ayer a afirmar que, si España gana el Mundial, "habrá, sin duda, que hacer una revisión al alza" de la previsión de crecimiento económico. Y es que la victoria insuflará moral a los ciudadanos -consumidores- y el consumo es el gran motor de la economía espa- ñola” (9/07/10).

Ese mismo día el periódico también publica una nota en la que se afirma que por primera vez el Ayuntamiento de Barcelona había accedido a instalar una pantalla gigante en la avenida María Cristina de la ciudad condal para seguir el partido. Al siguiente día, la portada de El País abría con el siguiente titular “La constitución no reconoce otra nación que la española” (10/07/10), en referencia a la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut de Cataluña. La foto que ilustra dicha portada es una imagen del seleccionador español, Vicente del Bosque. El mismo día de la final, la portada es compartida por una foto en grupo de la selección, con el titular “España a sus pies” (11/07/10)23, y una información sobre ______

23 Dicha información iba acompañada del siguiente texto: “En España, por impensable que pudiera resultar, el fútbol ha sido capaz de desatar más pasiones que nunca. Hoy se

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Resina De La Fuente & Limón López Del consenso al tiki-taka … la reacción en Cataluña tras el fallo de Tribunal Constitucional, “Cataluña se echa a la calle contra el recorte del Estatuto”, junto a una foto en la que puede verse una gran senyera portada por miles de manifestantes. En el interior, la tendencia infor- mativa no deja lugar a dudas. Se incluye un reportaje con el título “España en el corazón” (11/07/10), en el que se afirma: “Un día después de la manifestación catalana contra el Estatut, Montjuïc dispon- drá de dos pantallas gigantes para ver la final del Mundial: una para los españoles, otra para los holandeses. Madrid ha ampliado su espacio festivo hasta los 50.000 me- tros cuadrados en el Paseo de Recoletos. En cierto modo, las grandes ciudades han seguido las indicaciones poéticas de García Lorca hasta convertir los grandes espa- cios en lugares tan íntimos "como una pequeña plaza" Pero el nervio de la selección recorre el esqueleto global. Los pueblos de España han convertido salones de bodas en ambigús del fútbol, las televisiones convenciona- les en pantallas gigantes. En pueblos como el turolense Burbáguena, la pantalla gi- gante en la plaza incluye discomóvil, anticipando el deseo a la realidad. Los gritos del silencio inundarán el país, en la misma medida que atronarán la hostelería y la vi- vienda. La naturalidad de la selección ha conseguido que se agoten las camisetas de La Roja en Bilbao o que centenares de jóvenes celebran en una céntrica (íntima) pla- za de la capital vizcaína una trainera (remar en el suelo) para festejar el pase a la final de la selección española. La trainera es una celebración popular de los equipos vas- cos” (11/07/10)

En un sentido similar, en un análisis titulado “¡Visca España! Esa es la marca-país” (11/07/10) se reflexionaba: “Tomemos el caso de nuestro país. En un momento de generalizado desánimo, de profunda crisis económica y de creciente desafección ciudadana respecto de nuestros asuntos colectivos, la andadura de la selección española en el Mundial ha tenido un efecto galvanizador tan extendido e intenso como imprevisto. Para empezar, en todas partes los balcones se han llenado de banderas. Se acude a ver los partidos (y a cele- brar los resultados) arrebujados en ellas. Y así, de pronto, en unos días, parecen ha- berse diluido en mayor medida que en tres decenios largos ya de democracia todas las reticencias, reservas o segundos sentidos que aún parecían subsistir en relación con el uso de la enseña nacional. La bandera ha pasado de pronto a ser, pura y sim- plemente, la bandera de nuestra selección, es decir, la obvia bandera de todos, sin connotación alguna de cualquier otro signo. Esta banalización, cordial y llena de na- turalidad, de un elemento simbólico tan importante representa sin duda un saludable síntoma social y a la vez sugiere que quizá el trasfondo identitario de los actuales es- pañoles, sobre todo de los más jóvenes, es más sosegado y apacible de lo que a veces algunos dicen” (Juan José Toharia, 11/07/10).

Además, el periódico incluye dos artículos de opinión, uno del Presidente del Go- bierno José Luis Rodríguez Zapatero, y otro del líder de la oposición, el popular ______paralizará todo un país entregado por completo a un equipo que le ha hecho vibrar durante un mes por su carácter plural, naturalidad y virtuosismo”. (11/07/10).

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Mariano Rajoy, en los que ambos arengaban a la selección y la ponían como ejem- plo de integración del país: “La selección española no sólo escribe hoy la página más brillante de su historia sino que ha conseguido el objetivo de tener detrás a un país entero que se ve reflejado en su estilo, en su manera de jugar, en su carácter (…) Esa es la España que quere- mos, una España creativa, fiel a sí misma, innovadora, que inventa, que habla al mundo con un nuevo lenguaje. Porque el juego de la selección ha sido como nuestro país: brillante, solidario, feliz, pero también profundamente respetuoso con el contra- rio (…) Estos jugadores extraordinarios son la imagen de un tiempo y un país. Son la imagen de la España del siglo XXI que queremos y ambicionamos” (De un tiempo y un país. José Luis Rodríguez Zapatero. 11/07/10). “Esta noche volverá a suceder: unos se pintaran la cara y saldrán a la calle a cele- brarlo de la manera más ruidosa posible, otros nos quedaremos en casa y lo seguire- mos en familia, incluso habrá quien no pueda ver el partido, pero todos estaremos unidos detrás del equipo que a todos nos representa. ¡Y qué orgullo que nos represen- te un equipo tan sensacional! La España que nuestra selección presenta al mundo es una España joven, moderna, desinhibida y eficaz. Una España que inspira confianza y optimismo. Esta noche nuestros jugadores saltarán al césped con el aliento de toda una nación tras ellos. Son la selección española, nuestra selección, y eso nos basta; pero son también la selección de los aficionados a este gran deporte en todo el mundo” (Por España y por el fútbol. Mariano Rajoy. 11/07/10).

La victoria final de la selección española implicó un hecho poco típico en el perio- dismo y sólo destinado a dar relevancia a aquellos hechos noticiosos excepcionales que, de alguna forma, pasan a la historia por la importancia que tienen: las cinco columnas de la portada. El País dedicó cinco columnas a la selección tanto en la fotografía como en el titular, “Campeones del mundo” (12/07/10) con dos subtítulos que decían “La Roja vence 1-0 en la prórroga a Holanda con un gol de Iniesta” (12/07/10) y “La selección consolida el liderazgo de una generación deslumbrante” (12/07/10) y un texto que proclamaba: “Un himno a la felicidad, sin demagogias: España es campeona del mundo, la epopeya que le faltaba al deporte español, que vive en la gloria tras una catarata de bienaventuranzas. Un gol de Iniesta para la eternidad se cantó en todo el país, y en otras fronteras, como un do de pecho. Un tanto romanceado que se demoró entre es- tremecedoras angustias hasta el minuto 116, en la prórroga” (12/07/10). En el interior se incluyeron fotografías de los Príncipes de Asturias y de la Reina de España junto a los futbolistas, así como algunas de las declaraciones tanto de los miembros de la realeza como del Presidente del Gobierno y del líder de la oposición. De entre los múltiples reportajes que se incluyeron ese día, queremos destacar uno, titulado “Un gol de todos” (12/07/10) y cuyo inicio expresaba sin tibieza el significa- do del título: “No hubo debates, ni matices. Un solo tinte coloreó las calles de España y los gri- tos se convirtieron en una sola voz. Desde Madrid a Barcelona, en todas las ciudades, cada detalle sirvió para escribir el mismo cuento: el de un país volcado con la misión histórica de su selección. Caras pintadas con los colores de la bandera española y todo tipo de atuendos, como una suerte de globo hinchable. Con el color rojo mandando sobre todo. El

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mismo color de las bengalas que se lanzaron al inicio del partido. Pasar por el centro de la avenida era misión imposible. Después de un fin de semana intenso en Cataluña, ayer algunas pancartas hacían referencia a la dualidad de ambas manifestaciones. Las había conciliadoras: "Viva España, visca Espanya". Otras con más malicia: "No nos engañarán, Cataluña es España". Y, la más directa: "Podemos". El rojo se coló tam- bién en Bilbao. Poco antes del inicio del partido, en la céntrica Plaza de Moyúa y en la plaza del Ayuntamiento, donde en 2008 más de 1.000 personas celebraron la victo- ria de España en la Eurocopa, tres jóvenes lucían camisetas de la selección. A ellos se unía el claxon de algún que otro coche, de cuyas ventanillas asomaba alguna bandera o bufanda de España. Por el suelo, papeles en los que se leía "paso de la roja" y "geu- rea esukal selekzioa" (la nuestra, la selección vasca) y la fuente vallada ante un posi- ble triunfo de la roja. La misma fuente que se llenaría de aficionados nada más aca- bar el partido” (12/07/10)

3.4. “Iniesta de nuestras vidas”: El Mundo en el Mundial de 2010

La cobertura por parte del periódico fue aún mayor que la de la Eurocopa de 2008. Para empezar, publicaron un suplemento especial diario dedicado al Mundial con carácter independiente al del deporte general, con la selección española en la porta- da. Teniendo en cuenta el contexto socio-político que había, con los efectos de la crisis desplegándose aquí y allá, nos da una idea de la importancia dada al Campeo- nato mundial de selecciones. Se incrementó el número de portadas (21), los reporta- jes (179), las entrevistas (88) y los artículos de opinión (79), expandiéndose de forma definitiva la importancia de la selección en las noticias ofrecidas por El Mundo. El día que el campeonato mundial iniciaba su andadura, la selección española fue portada de El Mundo, simultáneamente a la reforma laboral propuesta por Zapatero y el rechazo a la intervención económica sobre España (11/06/10). Pero ya al inicio de la competición, la valoración de la selección es distinta a la de la Euro- copa anterior: aparece la valoración de España en positivo, así como un ideal de unidad nacional encarnado en “La roja24”. El día 16 de junio de 2010, Iniesta es portada del diario con un reportaje que des- taca por su optimismo y el respaldo institucional y popular a la selección: “En las calles de Durban no se respira el ambiente de los grandes torneos. Nada que ver esto con la pasada Eurocopa, desde luego, aunque son los españoles los que hacen más ruido, como no podía ser de otra forma. Ya están aquí los Príncipes de As- ______

24 Tan es así que Alemania, causando sensación en su estreno en el mundial al ganar por 4-0, fue destacada por su buen hacer futbolístico, publicando varios artículos de opinión y crónicas donde el ideal era España, destacando el reportaje titulado “Una Alemania a la española”. Esto contrasta completamente con la proyección previa; en el Mundial, el ideal español era normativamente óptimo, algo de lo que sentirse orgulloso al ser no sólo bueno, sino bello y eficaz, lo cual es significativo al destacar la identificación nacional en las calles.

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turias, que han llegado escoltados, entre otras autoridades del deporte, por Jaime Lis- savetzky, secretario de Estado. A diferencia de ayer, hoy brilla con fuerza el sol junto al Índico”.

El día siguiente, El Mundo abre con la derrota española (17/06/10), en la que se acusa a la selección de indolencia y de falta de tensión competitiva. Tras las prime- ras críticas al seleccionador, Vicente del Bosque, el diario destaca en la entrevista la respuesta de éste a Aragonés: “aquí no hay dos Españas. Sólo una (…). Yo no he venido a debatir, no he venido a convencer ni a vencer. He venido a aportar lo que pueda para llegar lo más lejos posible con este equipo. El técnico actual fue más allá y mostró su único perfil: conciliador, humilde y pacifista” (18/06/10). Tres días después, la previa del partido ante Honduras era portada al mismo tiempo que las cumbres europeas (21/06/10). Al día siguiente, El Mundo sacaba en portada la victoria por 2-0 de España, compartiendo espacio con la reforma laboral aprobada en el Congreso de los Diputados (22/06/10). El día 23 de junio, el Presi- dente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, asume la Presidencia de la Unión Europea de “forma satisfactoria para España” (23/06/10). El liderazgo políti- co concuerda con la figura de “La roja” como ideal futbolístico nacional, así como se van cerrando filas en torno al apoyo nacional25. Dos días después, el España-Portugal de octavos de final aparecía en portada junto a la defensa de la reforma laboral hecha por Zapatero ante el G-20, que se celebraba en ese momento en Toronto. Ese mismo día, El mundo sacaba también en portada la recepción de los presidentes del Congreso de los diputados, del Senado, la presidenta del Tribunal Constitucional y el del Consejo General del Poder Judi- cial, a los Reyes, para que presidieran el homenaje a las víctimas del terrorismo. Significativamente, en el apartado “España” en periódico destacaba cómo en Ma- drid se homenajeaba a las víctimas del franquismo en un acto de la Asociación por el Recuerdo de la Memoria Histórica26 (27/06/10). La unidad nacional (apenas nombrada en esta ocasión) aparecía popularizada y reforzada con la cobertura al seguimiento de la selección por parte de los aficiona- dos, así como por el respaldo del periódico al Tribunal Constitucional por declarar parcialmente inconstitucional el Estatut de Cataluña (29/06/10). ______

25 En la previa del Chile-España, el diario sacaba en portada la defensa de Mariano Ra- joy, líder de la oposición, a Sara Carbonero por las informaciones aparecidas en la prensa inglesa respecto a la naturaleza dudosa de su condición profesional, tapada por su relación con Íker Casillas (25/06/10). 26 Y esto no es asunto baladí: tras la unidad se pasa a cierto “reencuentro” y homenaje general que recordaba en cierta medida a las narrativas relativas al “consenso”. Ese reen- cuentro nacional tenía en la selección un punto de unión similar al que antes había podido tener la Transición, la Constitución o incluso la lucha armada. Al igual que entonces, no existía una unidad tan cerrada, tan inequívoca…Pero eso era lo que parecía transmitir El Mundo.

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Al día siguiente, la selección nacional es portada al pasar la eliminatoria, un he- cho que se repite tras alcanzar las semifinales (4/07/10). Aquellos días la selección fue tanto “instrumento” de la unidad española como metáfora para los ataques políticos, pero fundamentalmente se recogían portadas contradictorias al hablar del talento y la unidad de la selección frente a las críticas por la actitud del gobierno central ante la situación en Cataluña27. El silogismo estaba cerrado; la unidad nacional sólo podía consolidarse si la des- centralización del Estado no proseguía, con independencia de su avance. Con el pase de España a la final, la selección es portada los días 8, 9 y 10 de julio en un maremágnum que va desde la búsqueda de la identidad por oposición al otro28, hasta el respaldo de “los nuestros” por su condición de ciudadanía, pasando por mitos históricos al ser “la cita más importante de nuestra Historia reciente” (10/07/2010), unos mitos de origen, trascendencia y unidad expresados en el edito- rial “el Kamasutra del fútbol”. Esta cuestión alcanzó su máximo apogeo en la portada del 11 de julio de 2010, cuando en la previa de la final contra Holanda, España aparecía en la portada en el mismo plano que la manifestación masiva que se produjo en Barcelona a favor del Estatut y contra la sentencia del Tribunal Cons- titucional (11/07/2010). Como si de un duelo armado se tratase, la “España unida” aparecía representada en la lucha de la final del Mundial como un “todos juntos” contra Holanda, mientras en Barcelona se movilizaban miles de personas cuya identidad nacional preeminen- te no era necesariamente la española. Apenas diez horas más tarde, la portada de El Mundo recogía la victoria de la selección en el Campeonato del Mundo con una fotografía en color a toda página que mostraba cómo millones de personas se echa- ron a la calle para celebrar la victoria de la selección. Con un titular tan evocador como “Campeones…y no es un sueño”, la épica y el estoicismo se hacían eco de la victoria final en el mundial29: desde la crítica al juego holandés (“Kárate a muerte en Johannesburgo”) hasta el “recibimiento a los héroes”, el periódico loaba la conquista futbolística como algo que iba más allá de lo meramente deportivo, tal ______

27 Por ejemplo, el día 6 de julio de 2010 el Presidente del Gobierno, José Luis Rodrí- guez Zapatero fue criticado por ser como Fernando Torres y decepcionar. Véase http://www.elmundo.es/elmundo/hemeroteca/2010/07/06/m/. Ese mismo día El Mundo publica las declaraciones de José María Aznar, ex-Presidente del Gobierno, critican- do la actuación de Rodríguez Zapatero por “dejar a España al borde de un Estado fallido”. 28 El día 8 de julio de 2010, el periódico se refería a las celebraciones de la victoria en semifinales como celebraciones “contra los alemanes por la crisis”, pero también la movili- zación lanzada por Pujol y Maragall o Montilla al llamar a movilizarse “por la dignidad catalana”. 29 En una crónica titulada “Iniesta de nuestras vidas”, Ángel González narraba así la victoria: “justicia poética porque ganó el fútbol y el fútbol, ese maravilloso folclore univer- sal, es Iniesta. El pequeño Quijote tenía que ser quien clavara en el minuto 116 de la prórro- ga el clavo del ataúd de Holanda” (12/07/2010).

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Resina De La Fuente & Limón López Del consenso al tiki-taka … como resaltaban en las declaraciones subrayadas del propio seleccionador al decla- rar que “esto contiene valores importantes para toda España” (12/07/10). Casi al unísono del titular “España toma el mando” y “Amos del balón, dueños del universo”, el periódico sacaba también en portada el encuentro pactado entre Montilla, Presidente de la Generalitat, y Rodríguez Zapatero para “abordar el futuro del Estatut” (12/07/10). Como si de repente todo hubiese cambiado por el triunfo de la selección de fútbol, Montilla no era ya el que abanderaba una movilización por la independencia catalana, sino el Presidente de la Generalitat, una institución encua- drada en el Estado y cuyo origen fundacional reconocido por la Constitución Espa- ñola era la sanción de la nación española. Y como tal, se reuniría con el Presidente del Gobierno, porque eso es lo que imponía el “espíritu del consenso” hecho carne en los millones de seguidores que, a la hora de enfrentarse a “otros” (de dentro o de fuera), permanecían juntos bajo la estela gualda y roja de la selección nacional. Son significativas al respecto dos cuestiones: aunque las loas a “la unidad” no se extinguieron, fueron minoritarias en comparación a las de la Eurocopa 2008. Asi- mismo, tampoco fue ya necesario hacerse tanto eco del apoyo popular a la selección, puesto que era más que evidente. Una vez encendida “la chispa” de la unidad, las representaciones más repetidas eran las que subordinaban otras formas de identidad nacional a la española. Pero eso sí, bajo una apariencia positiva, orgullosa y víctima no ya de los poderosos como antaño, sino de los (equipos) peores o más débiles. “España” como unidad nacional se transmitió como Estado plurinacional (banderas incluidas), cuando en realidad se expresó como Estado-Nación coexistente con otras naciones bajo el diálogo del consenso y el juego en equipo, colectivo y limpio. Consenso colectivo, sí, pero de España. Al superponerse entre sí, la nación española había dejado de ser patrimonio exclusivo de las organizaciones conservadoras, extendiéndose los colores de la bandera por todo el territorio estatal. No obstante, eso no significa que se pluralice: la expansión de la movilización nacional fue promovida y reproducida a favor de la selección española, con todo lo que conlleva. Sin disponer de los instrumentos metodológicos para esclarecer exactamente dónde, cómo y por qué se generó ese apoyo en qué sitios, lo que sí parece claro es que la masificación de las congregaciones nacionales tenían un color: el rojo y gualda de la bandera española. Si esto fue un acicate para que en un futuro se reconozcan otras naciones en igualdad de condiciones con la española, aún no lo sabemos. Pero lo que sí tenemos claro es que, tras el “a por ellos” o el “podemos”, una suerte de consenso general fue introducido súbitamente y caló rápidamente entre la gente que recogieron el testigo, reproduciendo ese imaginario con el rotundo “yo soy español, español, español”.

4. Conclusiones abiertas: nacionalismo, patriotismo, hegemonía

Con la actuación en bloque de muchos medios de comunicación, partidos políticos, instituciones y personajes públicos diversos, la puesta en marcha de distintas formas de entender la identidad nacional española dio pie, paradójicamente, a que la única

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Resina De La Fuente & Limón López Del consenso al tiki-taka … identidad nacional asumida fuese la española, sin entrar a debatir otras cuestiones sustantivas, como la soberanía popular o la diversidad cultural en el Estado. Tam- poco fueron discutidos los matices existentes entre lo que se han denominado “naciones culturales” y “naciones políticas30” en un país con una compleja articula- ción territorial del poder, ni las diferencias entre las formas de identificación colec- tiva y la actuación política consciente de cada ciudadano y de los distintos grupos sociales y sujetos políticos. Aquí hemos analizado las dinámicas de nacionalismo banal puestas en marcha por los dos diarios principales del país que, a nuestro juicio, han fomentado clara y conscientemente un patriotismo nacional-estatal español. Uno de los principales efectos que esto ha tenido ha sido generar un “sentido común o hegemonía” sobre lo que discutir y deliberar: España se convirtió en el centro del debate, no así otras naciones ni otros problemas sociales, económicos o políticos. Tampoco se debatió acerca de la posibilidad de que existan diferentes formas de identificación nacional ni, mucho menos, sobre los modos variables de percibir o representar lo que se entiende por España. Recogiendo ambas cuestiones, hay que reconocer que también ha emergido un nacionalismo basado en la lealtad al grupo del que se cree formar parte de una forma especial o mítica; de otro modo, difícilmente se entendería que Iniesta pasara de ser un excepcional futbolista al “héroe de Fuentealbilla” o a “An- drés de nuestras vidas”. Aunque nos parece demasiado tentativo afirmar si esa nacionalización deviene en democratización política, autoritarismo con tintes xenófobos o queda en formas de expresión colectiva, lo que parece más obvio es que la selección ha servido como mecanismo de renacionalización española, dejando atrás la idea de la Furia espa- ñola y recogiendo el testigo de un relato acerca del espíritu del consenso de la Transición que nunca ha generado tanta homogeneidad, misticismo y unidad nacio- nalista como la selección española. Y todo ello en un contexto de creciente crisis política y económica que azotaba a un país con dificultades de articulación identita- ria. Mientras que la imagen de la Furia contenía un elemento de austeridad de pos- guerra de difícil abstracción respecto del régimen franquista y exaltaba la peculiari- dad del país y la excepcionalidad de los españoles, el relato acerca del consenso de la Transición nunca llegó a consolidarse del todo lo que, a veces, ha hecho que aparezca como artificial, fragmentado y negativo. En ese sentido, la selección de los Casillas, Puyol, Iniesta o Villa suponía una excelente oportunidad para el cierre de dicho discurso. El fútbol sirvió para blindar lo que los pactos políticos no habían logrado.

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30 Por ejemplo, ¿acaso la primacía en la selección española de jugadores catalanes pro- cedentes de la cantera del Fútbol Club Barcelona representa algo para el nacionalismo catalán y/o en la relación de éste con el nacionalismo español?

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Podrían darse muchas causas y datos acerca de por qué dicho consenso ha sido, en no pocas ocasiones, considerado como algo artificial, fragmentado y cuestionado pero nos circunscribimos, de forma ilustrativa, a dos aspectos históricos. El primero se refiere al hecho de que un país con un fuerte activismo contrario a la dictadura vio cómo, en apenas cuatro años, parte importante de esa militancia fue cooptada por los partidos políticos (convertidos en actores protagónicos cuando no monopó- licos) y por algunos aparatos estatales o, en el mejor de los casos, relegada como contrapartida a aceptar un “mal menor” con respecto al régimen dictatorial. El segundo tiene que ver directamente con la naturaleza de ese consenso y deja una pregunta en el aire: ¿cómo fue posible una “reconciliación” y una recuperación democrática nacional, con un proceso constituyente de por medio, de forma “frater- nal” en un país que salía de una dictadura de más de cuarenta años que había dejado miles de muertos y de exiliados políticos? ¿Cómo es posible guardar en la memoria un “espíritu del consenso” de una época en la que, al mismo tiempo que ciertos militantes abandonaban la clandestinidad para restringirse al voto, otros eran repri- midos en la calle por provocar tumultos? El relato del consenso tiene un indiscreto vestigio que deja entrever esas debili- dades: se narra como si se hubiese dado en un país “ya democratizado” o en el que hubiera habido un empoderamiento popular, pero la realidad es que evocar la ban- dera de ese momento implicaba también invocar la herencia de la dictadura. De ahí, la existencia de una carga emotiva negativa entre varias generaciones que, en mu- chos casos, ha suscitado rechazo a los símbolos nacionales. Había algo que no cuadraba en el relato del consenso y en la identificación general con esa identidad nacional “oficial”. Este relato tiene un trasfondo “neutralizante” que proyecta la idea de que tanto la condición de ciudadanía como de nacionalidad española están por encima del resto de conflictos socio-económicos y políticos del país. En ese sentido La roja ha sido un cierre de este discurso del consenso, ya que integra tanto la imagen de unidad en el apoyo a la selección nacional como esa visión positiva y optimista de lo nacional- español producto de la victoria deportiva, quedando muy por encima de los crecien- tes conflictos sociales, económicos y políticos que experimenta el país. La expan- sión y el seguimiento de la selección nacional han convertido el símbolo rojigualda en un símil de buen fútbol y de camaradería nacional en los campos, en las televi- siones, en los bares o en las plazas… Una imagen simbólica de España con valora- ción positiva y, lo que es capital, sin disonancias visibles. Esta visión “banal” proyectada por los medios de comunicación, con estrechos vínculos partidistas e incentivados, además, por un interés empresarial de genera- ción de sinergias corporativas y de lucro con los derechos de explotación del depor- te, ha favorecido una imagen única de España. Silenciadas las discrepancias e invisibilizadas las diferencias identitarias bajo la redonda hegemonía de un balón blindado por la figura ideal del “tiqui-taca”, las victorias del equipo español se celebraron no sólo por ser algo deseado, sino por ser algo bello e inherentemente bueno, lógico y deseable. Ya nadie debía avergonzarse de salir a la calle con bande- ras rojigualdas, pues ello se había convertido desde ese momento en un motivo de

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Resina De La Fuente & Limón López Del consenso al tiki-taka … orgullo, de orgullo nacional. Así, se normaliza y se expande el apoyo a esos colores, mitificados por los medios de comunicación y por el apoyo masivo. Como parecía intuir Del Bosque, y viendo los millones de apoyos suscitados al respecto, el relato del consenso nacido en la Transición había concluido con un optimismo generaliza- do, enarbolado por la bandera del fútbol e imponiéndose -al menos discursivamen- te- a muchos de los conflictos sociales, económicos y políticos que permanecían -y permanecen- abiertos. Sin olvidar, eso sí y a tenor de lo proyectado por los medios de comunicación aquí estudiados, que se trata de una bandera única y querida por todos, cuyos colo- res son y deben ser exclusivamente rojigualdas. ¿O es que no se siente usted “espa- ñol, español, español”?

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ANEXO I: Los diarios de mayor difusión en España por tiraje y distribución

Promedio Promedio Diario Periodo Tirada Distribución El País junio 2011-julio 2012 425.694 345.243 El País enero 2011-dic. 2011 461.788 365.117 El País julio 2010-junio 2011 473.905 369.707 El Mundo junio 2011-julio 2012 321.019 233.101 El Mundo enero 2011-dic. 344.581 252.770 El Mundo julio 2010-junio 2011 362.284 266.294 Fuente: Elaboración propia a partir de datos de la OJD

ANEXO II: La relación ideológica entre diarios y partidos en el sistema bipar- tidista español

Diario Partido Político Correlación El País PSOE Principios “El País debe ser un periódico liberal, “Nuestra razón de ser es la de Ideológicos independiente, socialmente solidario, contribuir a alcanzar una sociedad nacional, europeo y atento a la muta- mejor, detectando los problemas y ción que hoy se opera en la sociedad aportando soluciones, sobre la base de Occidente” de los principios de libertad, igual- “El País debe ser también un pe- dad, solidaridad y justicia social” riódico nacional, y ello en tres senti- “Somos un partido de progreso al dos: en primer lugar, en el sentido de servicio de la ciudadanía, abierto a la que aspira a ser leído en toda España participación de hombres y mujeres por la atención y calidad que preste a que expresan sus ideas, sus preocu- los temas que interesen a todos los paciones y que buscan soluciones. españoles; en segundo lugar, en el Somos un partido transparente, sentido de que es preciso que todos los abierto a los cambios, a la evolución pueblos de España participen, desde su y a la innovación. Que cree y practi- propia autonomía, en el quehacer ca otra forma de hacer política: la nacional y, por último, nacional en el que se entiende, la que es participa- sentido de defender las virtudes del tiva, la que es próxima a los ciuda- español y evitar la necesidad de una danos y las ciudadanas, sensible a emigración forzosa de brazos y de sus problemas y deseos”. cerebros”.

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Diario Partido Político Correlación El País PSOE Declaraciones del presidente de Bases ideológicas publicadas en Prisa en la Junta General de marzo de la web del partido. Disponible on- 1977. line en: Disponibles on-line en http://www.psoe.es/ambito/ideas http://elpais.com/diario/1980/06/21 yvalores/docs/index.do?action=View /economia/330386406_850215.html &id=97461 Principios “El Mundo aspira a ser un periódico “Somos una formación política de Ideológicos progresista, comprometido con la centro.Defendemos los valores de la defensa del actual sistema democráti- libertad, la igualdad, la concordia y co, las libertades públicas y los dere- la justicia que inspiran nuestra chos humanos recogidos en la declara- España democrática. Somos un ción Universal promulgada por las partido joven que ha nacido y Naciones Unidas y en la convención crecido con esta democracia, y que Europea de los Derechos Humanos”. asume la tradición del liberalismo “El Mundo defenderá a los ciuda- español surgida de la Constitución danos frente a las agresiones de de Cádiz” cualquier tipo de poder y fomentará a “Afirmamos que España es una libre iniciativa en todos los ámbitos de nación de ciudadanos libres e iguales la actividad humana. El Mundo se en derechos y en deberes. La sobe- identificará con el progreso técnico y ranía nacional reside en el pueblo científico que ayude a mejorar las español, y es única e indivisible (…) condiciones de vida de los seres Abogamos por el reformismo como humanos. El Mundo se implicará en la garantía de progreso y bienestar y de defensa de la calidad de vida de los la igualdad de todos los españoles ciudadanos y denunciará las agresio- dentro de una economía libre. nes contra el equilibrio ecológico y el Defendemos una economía libre y medio ambiente”. socialmente avanzada, que concilie Principios ideológicos del diario El la libertad con el desarrollo de Mundo. Disponibles on-line en: políticas que hagan más justa la http://www.elmundo.es/sociedad/unid prosperidad”. adeditorial/principiosideologicos.html Principios ideológicos del PP proclamados en el Programa de Gobierno de 2008. Disponible on-line en: http://www.pp.es/file_upload/rec ur- sos/pdf/20090915123720_16605370 83.pdf Fuente: Elaboración propia.

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ANEXO III: La cobertura informativa de la selección española

Eurocopa 2008 Mudial 2010 Informaciones El País El Mundo El País El Mundo Total 207 178 349 361 Portada 7 15 15 21 Reportaje/Crónica 125 72 168 179 Entrevista 45 39 117 82 Opinión 30 52 49 79 Fuente: Elaboración propia.

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Prensa deportiva e identidad nacional: España en el Mundial de fútbol de Sudáfrica 2010

Manuel E. GONZÁLEZ RAMALLAL Universidad de La Laguna [email protected]

Recibido: 01-10-2013 Aceptado: 04-06-2014

Resumen: El fútbol como vehículo de adhesión identitaria es uno de los temas que más atención ha merecido por parte de aquellos sociólogos y politólogos que se han aproximado al estudio del fenómeno futbolístico. Dando por hecho que en un contexto democrático el fútbol no ofrece una elaborada doctrina e ideolo- gía política, sino que más bien destaca por el papel que juega como elemento de nacionalización cultural, el objetivo de este artículo es analizar cómo los medios de comunicación, en este caso la prensa deportiva de Madrid y Barcelona, presentan la información en torno a la selección española en términos de adhesión identitaria a una realidad nacional española y/o catalana. El artículo se estructura en cinco apartados. En el primero se reivindica el interés que tiene el fútbol como objeto de estudio por parte de las ciencias sociales. En el segundo se incide en la importancia del fútbol como elemento cultural, emocional y mediático que contribuye a forjar identidades nacionales superficiales y ambiguas. En el tercero nos detenemos en los cambios que ha experimentado el fútbol español en los últimos diez años en términos de clubes (con la revitalización del eje Madrid-Barcelona) y de la selección nacional (con la victoria de la selección española en los dos últimos grandes aconte- cimientos internacionales de selecciones nacionales). En el cuarto bloque se describen los principales resultados del estudio empírico llevado a cabo a partir del análisis de la prensa deportiva editada en Madrid y Barcelona. Finalmente, en el quinto concluimos con una reflexión en torno al binomio fútbol e identidad y al tratamiento informativo de esta realidad en el caso de la selección española.

Palabras clave: Fútbol, identidad nacional, nacionalización cultural, selección española de fútbol, prensa deportiva, análisis de discurso

Política y Sociedad 337 ISSN: 1130-8001 2014, 54, Núm. 2: 337-366 http://dx.doi.org/10.5209/rev_POSO.2014.v51.n2.43077

González Ramallal, M.E. Prensa deportiva e identidad nacional

Sports newspapers and national identity: Spain in the 2010 Soccer World Cup South Africa

Abstract Football and identity is one of the most important topics when sociologists and political scientists study the world of football. Taking into account that in a democratic context football doesn´t offer an elaborate doctrine and political ideology, however highlights as element of cultural nationalization. The objective of this paper is to analyze how the media, in this case the sport press of Madrid and Barcelona, present the information about the Spanish national team in terms of Spanish national identity and Catalonian national identity. The paper is divided into five sections. In the first part we defend the importance of football as object of study by social scientists. The second part emphasizes the importance of football as a cultural, emotional and media factor that helps create superficial and ambiguous national identities. In the third part we focus on the changes that Spanish football has experienced in the last ten years in terms of clubs (with the revitalization of the rivalry Madrid-Barcelona) and in terms of national team (with the victory of Spain in the last two major international events of national teams). In the fourth section we describe the main results of the empirical study that we carried out with the sports media published in Madrid and Barcelona. Finally, in the fifth part we conclude with some reflections about the relation- ship between football, national identity and their informative treatment in the case of the Spanish national team.

Keywords: Football, national identity, cultural nationalization, Spanish national football team, sports media, discourse analysis

Referencia normalizada González Ramallal, M.E. (2014). “Prensa deportiva e identidad nacional: España en el Mundial de fútbol de Sudáfrica 2010”. Política y Sociedad, Vol 51, Núm. 2: 337-366

Sumario: 1.¡Investigar en fútbol no es un crimen! 2.Naciones en juego, identidades en juego 3.La revitalización del eje Madrid-Barcelona y el éxito de la selección española 4.Principales resultados: la identidad contada: lo español y lo catalán 5.Recapitulando. 6. Bibliografía

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González Ramallal, M.E. Prensa deportiva e identidad nacional

El objetivo de este texto es profundizar en torno a la construcción mediática de la identidad colectiva a través del fútbol. Las implicaciones del fútbol en términos de identidad son algunos de los temas que han merecido una mayor atención por parte de sociólogos y politólogos. Partiendo de un estudio previamente realizado sobre cómo los diarios deportivos de tirada nacional presentaron las informaciones sobre la selección española en el Mundial de fútbol de Alemania 2006 (González Rama- llal, 2008), extendemos nuestro estudio al Mundial de Sudáfrica de 2010. Los recientes triunfos de la selección española en dicho Mundial, y previamente en la Eurocopa de 2008, merecen que los discursos periodísticos procedentes de Madrid y de Barcelona en torno a la identidad nacional vuelvan a ser examinados y compa- rados al calor de los últimos éxitos futbolísticos. Asimismo, es necesario contextua- lizar este análisis sobre fútbol e identidad en el revitalizado eje futbolístico Madrid- Barcelona para ver cuáles son las diferencias más significativas en la forma en que se cuentan los éxitos de la selección española desde la prensa deportiva editada en Madrid (As y Marca) y desde Barcelona (El Mundo Deportivo y Sport). Como trasfondo del texto pretendemos, además de legitimar el estudio del mun- do del fútbol por parte de las ciencias sociales, examinar con mayor detalle la relación que se establece entre fútbol y política en España en términos de nación e identidad a partir de los discursos deportivos procedentes de dos entornos, Madrid y Barcelona, que representan dos formas diferentes de entender el Estado-nación español1.

1. ¡Investigar en fútbol no es un crimen!

Antes de comenzar a tratar los aspectos referidos a cómo se presenta la identidad en los diarios deportivos de tirada nacional, me gustaría dedicar aunque fueran sólo algunas líneas a justificar la pertinencia de estudiar el fenómeno futbolístico desde las ciencias sociales. Para ello empleo de manera intencionadamente dramática (y provocadora) la metáfora que preside este epígrafe: “Watching football is not a crime!”, eslogan que encabeza una campaña de la Federación de Aficionados al Fútbol (Football Supporters’ Federation) para reivindicar que los aficionados al fútbol (los futboleros) reciban un trato justo y dentro de la ley por parte de la policía, al igual que cualquier otro grupo social que acude a un espectáculo público, sea el

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1El origen de este artículo está en la presentación realizada en las Jornadas de Investiga- ción “Fútbol, identidades sociales y discursos políticos” organizada en noviembre de 2011 por el Grupo de Estudios sobre Sociedad y Política (UCM/UNED). Mi agradecimiento a los organizadores y participantes en aquellas jornadas por hacerme pensar más en la sociología del fútbol; a Juan Salvador León Santana y Anibal Mesa López por sus valiosas críticas y sugerencias a la primera versión del texto; y a Alejandro Quiroga por facilitarme sus escritos provisionales sobre fútbol y franquismo.

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González Ramallal, M.E. Prensa deportiva e identidad nacional teatro o sea un concierto de rock2. En este no caso no hablaremos de policías y supuestos criminales. Hablaremos de ciencia social y fútbol. Tradicionalmente los científicos sociales han marginado el fútbol como campo de investigación y, en el peor de los casos, algunos de los que han osado abordar su estudio han podido sentirse víctimas de estigmatización académica y/o ser acusados de padecer severos síntomas de alienación. Algunas razones que explican semejante coyuntura obedecen a un conjunto de factores interrelacionados. En primer lugar, podemos destacar la propia naturaleza del “mercado científico”. Habitualmente los estudios científicos han orientado su saber hacia la resolución inmediata de problemas puntuales más que hacia el conocimiento por sí mismo, que paradójicamente suele ser el camino más eficaz para aproximarnos de manera pausada y certera a la solución de los problemas en cuestión. Como señala Dunning (2003: 18) este deseo moral y político de hacer algo, de cambiar el mundo -más que de comprenderlo- proyectaba en la mayoría de sociólogos y politólogos cierta obligación de dejar al margen aquellos aspectos considerados triviales de la vida social como el deporte, aún a pesar de que los orígenes del fenómeno deportivo se remontan a algo tan consustancialmente humano como es el juego, del cual emerge la cultura (Huizinga, 1987). En segundo lugar, esta consideración poco seria y simplista del fútbol tiene que ver con la nefasta cuestión ideológica que hace que en ocasiones el fenómeno futbolístico sea considerado exclusivamente como constante fuente de alienación y de uso instrumental del mismo por parte del Estado capitalista y de diferentes regímenes totalitarios. Buena parte de esta visión ideologizada del deporte está fuertemente arraigada a los planteamientos que, desde el materialismo histórico, juzgan el fútbol como el opio del pueblo al servicio del Estado (Brohm, 1982) y ven en su industria un instrumento que refleja fielmente las categorías del sistema capitalista (Laguillaumie, 1978) convirtiéndose así los aficionados al fútbol en genuinos asnos como dice “La canción del pollino” (Calvo, Presas y Urrutia, 1986): “somos los que, llenamos los estadios, para poder, insultar y blasfemar, somos los que, no vamos al teatro, y somos carne de bar, y somos carne de bar […] Somos los que, no saben no contestan, con excepción, del 1 X 2. Somos los que, no tienen biblioteca, y somos más de un millón, bastantes más de un millón”. En tercer lugar, relacionado con la cuestión ideológica, tenemos ciertos plantea- mientos culturales elitistas que tienden a señalar despectivamente el escaso valor económico, político y social del fútbol, al considerarlo una actividad pueril, estúpi- da y poco estética. Afirmaciones del estilo del literato Jorge Luis Borges señalando

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2Football Supporters’ Federation (www.fsf.org.uk) es una organización democrática in- glesa que representa a 180.000 aficionados individuales y a miembros de las organizaciones de aficionados locales de los clubes a lo largo de toda la jerarquía futbolística doméstica. Entre otras cuestiones la FSF actúa como grupo de presión ante las autoridades gubernamen- tales y futbolísticas para obtener respuestas a sus demandas e inquietudes.

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González Ramallal, M.E. Prensa deportiva e identidad nacional que "once jugadores contra otros once corriendo detrás de una pelota no es espe- cialmente hermoso” están en una línea argumental similar a la que estima que el fútbol no constituye un problema social digno de interés. Se infravalora el fútbol como actividad de ocio, percibiéndose más como una actividad puramente física, sin matices y sin vínculos con otro tipo de funciones “superiores”, como la función económica o la estética. Ésta querencia a plantear la realidad en términos duales y contrapuestos, como si fuesen realidades absolutas existentes e inconexas: indivi- duo y sociedad, trabajo y ocio, alma y cuerpo, lo serio y lo trivial, etc. (Corcuff, 1998; Elias, 2002), ha contribuido a marginar el fútbol como objeto de estudio desde las ciencias sociales. Ver sólo el aspecto trivial y falto de seriedad del fútbol implica desconocer la complejidad que entrañan los fenómenos sociales totales como este, cuyo grado de profesionalización y comercialización es cada vez mayor. Ante la acusación de que el fútbol carece de función económica, el incremento del “economicismo” en el fútbol se refleja en los diferentes y detallados informes financieros de la UEFA desde la temporada 2003-2004 y de la poderosa FIFA (Villegas, 2008) desde el año 20023. Además, como fenómeno social total que es, el fútbol se constituye como “una continuación de la política por otros medios” (Orfeo Suárez, 2000) coadyu- vando a la generación de creencias, imágenes e identidades colectivas. En cuarto lugar, fruto de la omisión del fútbol como problema social vino la desposesión, en el sentido de que, por las razones expuestas, el estudio del deporte en general y del fútbol en particular constituyó una suerte de estigma académico para aquellos que osaban aproximarse a él desde la sociología o la ciencia política, salvo que se tratase de una veleidad pasajera4. Esta renuncia desposeyó a los cientí- ficos sociales del estudio del fútbol que, en general, pasó a desarrollarse principal- mente en el ámbito de investigación empírica de la educación física, que a través del fútbol encontró un nicho de mercado científico con objetivos orientados princi- palmente a la mejora del rendimiento físico y a la búsqueda del logro deportivo, más que a situar el estudio del fútbol y del deporte en un amplio marco social y político. Por esta razón cuando se comenzó a abordar el estudio del fútbol desde las cien- cias sociales, éste se llevó a cabo desde un plano subsidiario vinculado a otros ______

3Los diferentes UEFA Financial Report en www.uefa.com/uefa/management/finance/index.html. Los diferentes FIFA Financial Report en www.fifa.com/aboutfifa/officialdocuments/doclists/ financialreport.html 4Un análisis bibliográfico llevado a cabo a finales de los años 70 por Lüschen y Weis (1979) sobre la evolución y el estado en ese momento de la sociología del deporte ponía de manifiesto que la sociología del deporte es uno de los dominios más olvidados y menos desarrollados de la sociología. Respecto al fútbol sólo se estudiaban algunos aspectos relativos a actos violentos cometidos por espectadores y forofos deportivos.

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González Ramallal, M.E. Prensa deportiva e identidad nacional temas de investigación considerados menos marginales, como el ocio, la educación, la religión, el género, los valores, la violencia, etc., mas no como tema convencional de investigación en sí mismo. Al margen de los estudios en el Reino Unido sobre la también estigmatizante relación entre hooliganismo y fútbol, emprendidos a princi- pios y finales de los 70, respectivamente, por Taylor (1971) y Marsh (1978 y 1982), y durante los 80 por la Escuela de Leicester (con Norbert Elias y Eric Dunning a la cabeza), no es hasta la década de los 90 cuando a nivel internacional comienza a diversificarse el interés por estudiar el fútbol desde las ciencias sociales a partir de perspectivas, puntos de vista, metodologías y temáticas diferentes, como la relación del fútbol con los medios, la economía, la identidad, la semiología, el turismo, etc. (Giulianotti, 1997). En España se sigue un recorrido similar al internacional, sólo que con una década de retraso5. En quinto y último lugar hemos de aludir a la tradición acientífica que el propio fútbol acoge en su seno. Como señala Williams (2009) buena parte del mundo del fútbol ha rechazado por costumbre el denominado “fútbol-ciencia” en lo que a entrenadores se refiere, orientándose las preferencias de muchos de los aficionados más puristas hacia entrenadores con experiencia, preferiblemente ex jugadores. Tipos rudos, mas con pocos conocimientos académicos de ciencia del deporte, psicología, dirección de personas, preparación deportiva, perspicacia comercial, administración científica, o conocimiento de la economía global. Es por ello que, por ejemplo, algunos de los aficionados ingleses más puristas ven poses y modales amanerados en algunos de los entrenadores considerados “científicos”, muchos de los cuales no fueron ex jugadores reconocidos, como Wenger, Houllier o Eriksson. También podemos encontrar múltiples ejemplos en este sentido en otros casos distintos al inglés, donde algunos ex jugadores conocidos por más por su estilo rudo que “científico” han ejercido también como entrenadores del gusto de muchos aficionados, sin ir más lejos el ex seleccionador español, José Antonio Camacho. En los últimos tiempos en el mundo del fútbol se ha producido un significativo replie- gue de las posturas acientíficas, valorándose actualmente de manera positiva la existencia en su seno de los denominados “intelectuales del fútbol” (FIFA, 2009)6. En definitiva, con el paso del tiempo el deporte se significa por haberse configu- rado como una actividad social, cada vez más profesional y mediática, al tiempo que económica y política. La transformación del primigenio juego, como condición y naturaleza humana, en deporte como fenómeno social, no podía pasar más tiempo

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5Cabe señalar el interés inicial que despiertan los desórdenes en los estadios de fútbol en los trabajos de Cancio (1990), Durán (1996) y Adán (1996) antes de que el fenómeno futbolístico comience a afianzarse en España como pertinente objeto de estudio vinculado a realidades sociales más amplias y variadas. 6 En España revistas culturales como “Panenka” (www.panenka.org) o “Líbero” /www.revistalibero.com) abordan una amplitud de temas (política, arte, moda, música, religión, etc.) a través del fútbol.

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González Ramallal, M.E. Prensa deportiva e identidad nacional descuidada como campo de investigación social y política. Dentro del deporte, el fútbol es el deporte mundial por excelencia, ampliamente difundido a través de los medios de comunicación y referente de importante procesos sociales y políticos que merecen una profunda atención. Estos cambios experimentados tanto en la cancha deportiva como en la académica nos llevan a considerar el fútbol como un tema absolutamente digno de estudio teórico y empírico desde las ciencias sociales. A ello vamos.

2. Naciones en juego, identidades en juego

Considerando las dos grandes dimensiones del nacionalismo (Guibernau, 1996), su carácter político y su papel en la creación de la identidad, hay que señalar en la relación a la primera que en la mayoría de los casos actuales a través del deporte no se transmite una elaborada doctrina e ideología política en torno al Estado-nación y a las tensiones que se generan dentro y entre los Estados-nación. Sin embargo, el deporte sí contribuye a generar creencias, imágenes e identidades colectivas en torno a la nación, normalmente poco estructuradas a nivel político, pero con carác- ter doctrinario al fin y al cabo para muchos de los que siguen los acontecimientos deportivos. Cuando hablamos de deporte y nacionalismo podemos establecer una línea divi- soria más o menos evidente entre regímenes autoritarios y sistemas políticos demo- cráticos. En el comunismo y en el fascismo existen intentos explícitos por parte de los Estados de emplear el deporte como correa de transmisión de una determinada ideología política con función integradora (González Aja, 2002; Manrique, 2011; Pujadas, 2011). El deporte se convierte en un elemento que contribuye a la cons- trucción de la patria, ya sea como entrenamiento militar, como preparación al trabajo o como motivo de orgullo nacional. Otra cosa es que efectivamente consiga una nacionalización política. Como señala Quiroga (2013) para el período de dicta- dura franquista, el deporte, y en particular, el fútbol, constituyeron un medio efecti- vo de nacionalización española, más cultural que política (aunque nacionalización a fin de cuentas), a través del cual muchos españoles desarrollaron un vínculo senti- mental (identitario) con la nación española que no conllevaba, necesariamente, una aceptación política del franquismo. En épocas democráticas el deporte no desempeña, al menos de manera tan explí- cita, un papel al servicio de la nación. La actividad deportiva se ha convertido, por un lado, en una de las actividades de ocio más practicadas y en un derecho y de- manda ciudadana en el marco de una sociedad deportivizada (García Ferrando y Lagardera, 1998). Por otro lado, el deporte, especialmente el fútbol, es uno de los espectáculos más seguidos a través de los medios de comunicación. Es en este contexto en el que, en momentos puntuales de éxito deportivo a nivel internacional (sobre todo Juegos Olímpicos y campeonatos mundiales), los Estados democráticos pueden “apropiarse” del deporte, instrumentalizándolo de una manera velada, implícita, aunque muy semejante a la propaganda característica de los regímenes

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González Ramallal, M.E. Prensa deportiva e identidad nacional políticos autoritarios. La victoria de una selección nacional o de un deportista español activa los resortes del Estado, más que con fines ideológico-políticos explí- citos, con fines publicitarios al estilo de los anuncios de los Ministerios del Estado español en TV. De ahí el interés por “salir en la foto” por parte de muchos gober- nantes o miembros de la Casa Real. Por supuesto, ante los fracasos deportivos, estos mecanismos de instrumentalización implícita del deporte no se activan7. También en relación al carácter que tiene el deporte como forma de adoctrina- miento ideológico nos encontramos con la “teoría de las correspondencias” que asocia deporte y ética del trabajo (Rigauer, 1981), y con la “teoría de la reproduc- ción”, que pone al deporte al servicio del alienante sistema capitalista (Brohm, 1993). Estas teorías se tratan, en palabras del también crítico John Hargreaves (1982), de perspectivas sesgadas que le dan al deporte un sentido unívoco (y su- puestamente efectivo) de reproducción de las relaciones sociales dominantes. Aun considerando ciertos efectos represores del deporte, éste también constituye una forma cultural con diversos grados de autonomía y libertad. En este equilibrio entre opresión y libertad encontramos, por ejemplo, que la incorporación progresiva del deporte a la cultura consumista genera una notable relación entre deporte e identi- dad nacional, con potencialidad emancipadora (Hargreaves, 1986)8. Respecto a la dimensión identitaria del nacionalismo nos encontramos con que el deporte como fenómeno social total tiene una alta capacidad de adscripción identi- taria debido a su amplio carácter cultural (los aspectos simbólicos de la identidad deportiva), emocional (las adhesiones y desafecciones que generan las pasiones deportivas) y mediático (la identidad contada y difundida a través de los medios de comunicación). Respecto al plano cultural, dentro de la amplia gama de deportes posibles, el fút- bol es sin lugar a dudas el deporte mundial por excelencia. Las razones de tal afir- mación tienen que ver con la magnitud del fenómeno futbolístico en lo social, lo político, lo económico y lo mediático, que hacen que estemos ante “posiblemente el único de esos raros factores de una cultura mundial que todos entienden por encima de naciones y generaciones” (Boniface, 2006). Es tal la fuerza del fútbol que tiene la capacidad simbólica de, por un lado, hermanar y, por otro, separar a las personas en grupos de pertenencia. El fútbol vincula a personas con orígenes socioculturales ______

7Resulta especialmente significativo reseñar para este caso el ejemplo acontecido con el esquiador de fondo alemán nacionalizado español Johann Mühlegg. Johann compitió como español cosechando diversos éxitos deportivos durante 2001 y 2002 en una disciplina sin tradición alguna en España. Inmediatamente fue portada en los diarios deportivos y genera- listas por sus victorias, y se le bautizó cariñosa y sentimentalmente como “Juanito”. Fue felicitado por el Rey de España en persona y por el presidente del gobierno de la nación, a la sazón Aznar. Cuando fue acusado y sancionado por dopaje, y se le retiraron las medallas, “Juanito” volvió a ser Johann, pasó al olvido y en su biografía acusó a las autoridades deportivas españolas de dejarlo solo y no apoyarle en su defensa. 8Las citas de Hargreaves son tomadas de Dunning (2003: 131-132).

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González Ramallal, M.E. Prensa deportiva e identidad nacional muy diversos (en una suerte de populismo se dice que el fútbol une al rey y al vasallo), pero al mismo tiempo reagrupa a los individuos en simbólicos espacios de identidad “nosotros y otros”. Ambas tendencias, homogeneización y diferenciación, forman parte del proceso que configura las complejas y ambiguas “fronteras de identidad” (Bauman, 2006) que genera el fútbol. El fútbol tiene la capacidad de sintetizar y concretar en una bandera, en unos colores, y en una camiseta (Gómez, 2010) y escudo portado por once futbolistas, los principales símbolos de una ciudad, región o nación en una suerte de nacionalismo difuso, que hace aparecer como algo natural la “identificación con” y la “pertenencia a” una comunidad (Billig, 1995) a través de ceremonias colectivas como los deportes, la presencia constante de la bandera nacional en la vida cotidiana (edificios públicos, plazas), la estructura informativa de los medios de comunicación (noticias nacionales y noticias del exterior), o el uso ordinario del lenguaje en frases como “la economía” (nuestra economía) o “el tiempo” (nuestro tiempo) que tienen una función creadora de comunidad nacional (Billig y Nuñez, 1998). En segundo lugar, si algo caracteriza al nacionalismo de masas es la carga emo- cional que las personas invierten en la causa para defender sus símbolos y creencias. Y si algo caracteriza al deporte en general y al fútbol en particular es la inversión emocional, la pasión, que aficionados y no tan aficionados expresan ya sea en los propios terrenos de juego o a través del consumo habitual de diarios deportivos, los cuales tampoco escatiman esfuerzos en exaltar esos sentimientos. El sentido emo- cional del deporte (Elias, 1992; Llonch, 1996; Dunning, 2003: 39) combina perfec- tamente con la adhesión identitaria a unos colores y si además esta adhesión es inquebrantable, probablemente implique una manifiesta desafección hacia “otros” colores como refuerzo y vigilancia de la identidad propia, del límite entre el “noso- tros” y el “ellos” (o el “a por ellos”). Finalmente, la trascendencia que tiene el fútbol como creador de identidad sim- bólica y emocional en comparación con otros deportes, se debe al poder de los medios de comunicación como difusores de las formas simbólicas asociadas al fútbol. La imagen pública del fútbol a nivel nacional e internacional no sólo es divulgada por los medios, sino que estos también actúan como agentes que recrean, reinterpretan y actualizan la identidad, adaptándola a los cambios percibidos. Como señala Bauman (2007: 49): “la idea de ‘identidad’, una ‘identidad nacional’ en concreto, ni se gesta ni se incuba en la experiencia humana ‘de forma natural’, ni emerge de la experiencia como un ‘hecho vital’ evidente por sí mismo”. Este plan- teamiento problematiza la idea de identidad, pero sobre todo convierte la identidad en una tarea. La identidad ha de ser reconstruida a imagen y semejanza de la idea que se tiene sobre ella y, en este sentido, los medios de comunicación juegan un papel trascendente ya que son los encargados de contar la identidad (la identidad contada) que emerge de los rituales colectivos como el fútbol. Los medios de comunicación interpretan el fútbol a la luz de la trama identitaria y contribuyen a forjar identidades. Teniendo en cuenta que el principio estructura- dor de toda competición deportiva internacional es el Estado-nación, “durante los partidos que enfrentan a equipos nacionales, el estadio se convierte en el teatro

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González Ramallal, M.E. Prensa deportiva e identidad nacional donde se escenifica la nación, simbolizada por la bandera y exaltada por el canto del himno. En este marco, la victoria constituye un instrumento extraordinario para transmitir una imagen de fuerza y cohesión” (Poli, 2006). La cuestión es, ¿qué sucede y cómo se articula el discurso nacionalista a través del fútbol cuando dentro de un Estado como España existen naciones sin Estado como Cataluña?

3. La revitalización del eje Madrid-Barcelona y el éxito de la selección española

En el fútbol español la hegemonía simbólica ha girado históricamente en torno el eje que genera el morbo (Ball, 2010) entre el Real Madrid Club de Fútbol (en adelante RMCF) y el Fútbol Club Barcelona (en adelante FCB). La rivalidad RMCF-FCB desborda los límites de la competición deportiva, situándose en el terreno de las identidades. El RMCF y el FCB dividen a la España futbolística (Relaño, 2012) y el mero hecho de declararse seguidor o simpatizante de uno de los dos clubes, expresa, aún sin intención explícita por parte de quien lo manifiesta, un cierto grado de adhesión a dos formas significativamente diferentes de entender la cuestión de la identidad nacional y, por extensión, de “sentir” la selección española. En este caso, no sólo el FCB es “más que un club” (Finestres, 2007), sino que también el RMCF es “más que un club”. Mucho se ha escrito sobre la significación sociopolítica de ambos clubes. “Ser” del RMCF o del FCB tiene connotaciones identitarias que van más allá de los deseos, explicaciones y matizaciones individuales que cada seguidor o simpatizante le quiera dar a sus filias y a sus fobias “futboleras”. Tradicionalmente se ha estudiado la asociación implícita del RMCF con el régi- men franquista (Shaw, 1987) y denunciado que bajo este régimen el club madrileño debía de ser el campeón y protagonista a toda costa (Eiré, 1998). Este controvertido asunto ha sido altamente cuestionado (González Calleja, 2004), aunque se reconoce el vínculo existente entre club y régimen, pero fundamentalmente porque éste se aprovechaba del RMCF y no al revés (Santander, 1990). En un momento en que la España franquista estaba aislada a nivel internacional, el RMCF gracias a sus logros deportivos en las Copas de Europa de finales de la década de los 50, se convirtió en el mejor embajador deportivo de Franco en el exterior. A falta de otros héroes deportivos nacionales (salvo los éxitos puntuales de Bahamontes en ciclismo o de Santana en tenis) el RMCF ocupó el lugar de representación futbolística de la nación. Un lugar que le habría correspondido a la selección española de no estar huérfana de triunfos hasta la Copa de Europa de selecciones nacionales de 1964. Esta intencionada utilización del club de la capital de España por parte de la propa- ganda franquista lo popularizó como “el equipo del Régimen”, símbolo de una España grande y próspera. Por esta razón el RMCF pudo encontrar cierto trato de favor en algunos momentos en la competición doméstica (arbitrajes, fichajes, rela- ción con la Federación Española de Fútbol) y recibir algunas “chucherías”, como las denomina Ball (2010) por parte del Régimen (elogios exaltados al RMCF de personalidades políticas franquistas, condecoraciones). Por ello, “durante el régi-

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González Ramallal, M.E. Prensa deportiva e identidad nacional men de Franco, y a falta de representación política adecuada, muchos aficionados, especialmente de las dos nacionalidades históricas -País Vasco y Catalunya- vieron en el Real Madrid al representante no sólo de la capital del Estado, sino del centra- lismo del régimen y del régimen mismo” (Santander, 1997: 95). En buena parte del imaginario social de España permanece aún esta idea en la que el RMCF encarna a una nación centralizada y unificada en torno a la capital del Estado, a la que le cuesta reconocer otras expresiones identitarias diferentes a las que emanan de esta idea de nación. Estas manifestaciones de una identidad particu- lar se exteriorizan a menudo en el terreno futbolístico y mediático. En el caso del FCB tenemos un ejemplo paradigmático de sublimación de la identidad a través de una institución deportiva. Ese “más que un club” refleja las aspiraciones de buena parte del pueblo catalán de constituirse como nación, así las victorias deportivas son vividas como victorias políticas, mientras que las derrotas suponen una sentimiento de frustración por no haber podido o sabido articularse como Estado (Colomé, 1999). Se da la circunstancia de que en los primeros años de la historia de la Liga espa- ñola, el FCB no llegó a consolidarse como un club con logros deportivos importan- tes. Aunque ganó el primer campeonato de Liga en el año 1929, no repitió título hasta 1945 y, durante la década de los 60 y hasta 1974 no obtuvo la más importante competición doméstica. Tampoco a nivel internacional alcanzó el mayor éxito deportivo hasta la década de los noventa. Esa carencia e inconstancia de éxitos deportivos del FCB hasta prácticamente el final del franquismo impedía que el club catalán pudiese rivalizar en términos identitarios de igual a igual ante un RMCF, supuestamente protegido por el régimen. No es hasta mediados de los setenta, con el protagonismo del presidente del FCB Agustín Montal9, la llegada de Cruyff, la muerte de Franco y el regreso del presidente catalán en el exilo Josep Tarradellas (Santacana, 2006) cuando se revitaliza ese papel sociopolítico que de siempre ha tenido el FCB. Y que adquiere más fuerza a partir de los noventa, al calor de los triunfos deportivos, primero con el denominado por los medios Dream Team (por la belleza del juego desplegado) y posteriormente, ya en el siglo XXI, por el Pep Team (en honor a su entrenador Pep Guardiola). El eje futbolístico RMCF-FCB contribuye a producir creencias e imágenes en torno a la identidad colectiva, en un contexto en el que “según las últimas encuestas […] los imaginarios español y catalán se están distanciando a marchas forza- das, alentados por una clase política incapaz de gestionarlos y unos medios de comunicación más violentos que las armas” (Palencia, 2011).

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9Montal, presidente del FCB desde 1969 a 1977, fue un gran defensor del catalanismo, recuperando y creando para el FCB algunos de sus principales símbolos (por ejemplo el actual y conocido himno “Cant del Barça”). También se opuso abiertamente, en los esterto- res del franquismo, al centralismo futbolístico de la Federación Española de Fútbol.

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González Ramallal, M.E. Prensa deportiva e identidad nacional

Si nos ceñimos exclusivamente al tradicional protagonismo informativo dado por los medios a estos dos clubes (Bonaut, 2004; González Ramallal, 2004a), representativos uno del Estado-nación España y otro de la nación sin Estado Cata- luña, hay que señalar que entrada la década de los noventa tal protagonismo parecía tender a diluirse. Junto a los éxitos deportivos del RMCF y FCB, otros clubes españoles alcanzan logros deportivos domésticos y/o tienen presencia destaca en competiciones europeas (Valencia, Atlético de Madrid, Zaragoza, Espanyol, Depor- tivo, Celta, Alavés, Mallorca), pasando a cobrar cierta relevancia en los medios. Parecía estarse “proyectando en el espacio futbolístico el mismo proceso de modifi- cación de las antiguas relaciones entre el centro y la periferia que el que se ha venido produciendo en la sociedad española por la existencia de un desarrollo económico más disperso que el de antaño y por la creciente relevancia de las capita- les autonómicas de gran tamaño […] que desdibuja la estructura radial, y se muestra más ajustado al potencial económico y comercial de las distintas regiones españolas y a los trazados apuntados por las nuevas redes de telecomunicación y transportes” (Llopis, 2009: 54). Este escenario advertido en la década de los noventa parecía que con el tiempo iba a debilitar el protagonismo del RMCF y del FCB y, por extensión, a desarrollar un marco de identidades más plural expresado simbólicamente a través el fútbol. Sin embargo, a medida que el cambio de siglo avanza la situación se ha revertido a niveles similares a tiempos pretéritos y, si cabe, con más fuerza aún. El eje futbolís- tico-identitario Madrid-Barcelona ha cobrado una fuerza inusitada que responde a diversos motivos. En primer lugar, se ha incrementado la presencia mediática de estos dos clubes por centrismo (el centro de la atención informativa recae de manera significada sobre RMCF y FCB) y superabundancia informativa (efecto acumulativo en los diferentes medios de noticias sobre RMCF y FCB). Ambas instituciones deportivas gozan de un seguimiento diario que abarca las 24 horas del día en los casos de Real Madrid Televisión y Barça Televisión. Como ya hemos estudiado en su momento (González Ramallal, 2004b) a parte de la gran presencia que el club madrileño y el barcelonés tienen en la prensa deportiva y generalista y en los espacios deportivos de radio y televisión, hay que señalar como novedad el seguimiento que reciben por parte de cadenas específicamente deportivas de radio (Radio Marca) y televisión (Marca TV), así como por los nuevos programas deportivos surgidos al calor de la TDT como Futboleros o Punto Pelota. Estas cadenas de televisión, a falta de los derechos de retransmisión de los partidos del RMCF y del FCB, han de llenar sus horas de programación deportiva con tertulias, debates, en los que, el leitmotiv principal son contenidos donde se libra la enconada “eterna batalla” entre RMCF- FCB. Los éxitos de un club, no son explicados si no es a partir de los fracasos del otro.

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Buena parte de esa “salsa rosa” futbolística10 se dirime con periodistas y pseu- doperiodistas que no esconden su afinidad por uno u otro club. De hecho, es preci- samente su manifiesta identificación con uno de ellos lo que en ocasiones centra el espectáculo mediático en torno al RMCF y al FCB. Se ha perdido buena parte de la asepsia informativa y profesionalismo que caracterizaba el periodismo de antaño cuando se trataba de abordar cuestiones futbolísticas domésticas. Hoy existe una clara división, eje periodístico entre Madrid (la caverna mediática, la central lechera) y Barcelona (prensa afín, medios al servicio del club), en lo que en ocasiones se ha denominado periodismo deportivo de trincheras. En segundo lugar, otra circunstancia a tener en cuenta en la revitalización del eje Madrid-Barcelona es la difusión del fenómeno futbolístico a través de las nuevas tecnologías, especialmente entre los más jóvenes, que encuentran en ellas un ins- trumento facilitador para la identificación con uno u otro club, sean o no sean fieles aficionados al fútbol11. En este campo también el RMCF y el FCB se llevan el protagonismo a nivel mundial, al ser líderes de las redes sociales y de contenido en el ámbito de las instituciones deportivas con más de 22 y 25 millones de seguidores, respectivamente, entre Facebook y Twitter12. Otro factor que ha agudizado la distancia entre el RMCF y el FCB como los dos ejes de un mismo polo, y el resto de los equipos tiene que ver con la aguda y cre- ciente brecha económica entre los clubs en la competición doméstica. El RMCF contaba para la temporada 2011-2012 con un presupuesto en torno a los 510 millo- nes, el FCB de 461 millones. El Málaga, tercer presupuesto más alta, tenía 150 millones tras la compra del club por un jeque qatarí. El resto presenta cantidades significativamente inferiores, y 11 de 20 clubes no alcanzan los 50 millones de presupuesto. Esta desigualdad presupuestaria tiene normalmente consecuencias deportivas al limitar a la mayoría de los clubes, salvo RMCF y FCB, las posibilida- des de obtener logros deportivos domésticos. Desde el año 2004 la Liga española ha sido ganada por únicamente por el RMCF o FCB en lo que se percibe como un proceso de “escocificación” de la máxima

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10Denominación coloquial de programas basados en la crónica social, dicho de otro mo- do programas centrados en rumores, noticias, cotilleos, y encuentros y desencuentros, entre famosos. Toma esa denominación del extinto programa que emitía la cadena Telecinco “Salsa Rosa”, género hoy ocupado por “Sálvame”. 11Como pregunta en el marco de una conversación cotidiana; como ritual de sociabilidad característico de los niños cuando se disponen a jugar en el parque, sobrevuela la cuestión: “¿eres del Madrid o del Barça?”, como si no existiesen (al menos no se suelen contemplar) otras opciones. 12Véase http://www.marca.com/2011/10/17/futbol/1318849516.html?a=2dc59ae4c30b0ece3eacd 859f4b36194d&t=1318859103

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González Ramallal, M.E. Prensa deportiva e identidad nacional competición doméstica española13. Esto imposibilita a la mayoría de los clubes obtener ingresos adicionales por participar en la máxima competición de clubes europea, la Champions League. Este proceso lo apreciamos también a nivel europeo en las principales competiciones nacionales de clubes, pero se agrava especialmente en el caso español al existir en comparación con aquellas (Premier League inglesa, Serie A italiana, Bundesliga alemana, o Ligue 1 francesa) una mayor desigualdad en el reparto de ingresos por derechos de televisión, que impide crecer a los clubes más humildes (Anglés y Gay de Liébana, 2011) y competir en igualdad de condiciones con los más poderosos, especialmente RMCF y FCB, que experimentan cada vez con más intensidad el denominado “efecto Mateo”14. Es cierto que tradicionalmente tanto RMCF como FCB han sido clubes con éxito deportivo relativamente frecuente en comparación con otros clubes españoles y que también han tenido una mayor presencia demográfica, social y mediática (munici- pios con mayor volumen de población, mayor número de socios y simpatizantes, peñas y asistentes al estadio, mayores audiencias). Si a estas circunstancias le añadimos las que tienen que ver con el mayor seguimiento mediático y la creciente brecha económica que se traduce en menores logros deportivos para el resto de clubes españoles 15 , encontramos algunas de las claves de la revitalización del morboso eje mediático Madrid-Barcelona. Este debate dual en términos futbolístico-identitarios hay que conectarlo con el protagonismo y éxito deportivo alcanzado por la selección española, primero en la Eurocopa 2008 y posteriormente en el Mundial 201016. En pocos años se pasó de un cierto desapego identitario hacia la selección española (que abría los debates en torno a una supuesta anorexia patriótica por las preferencias de adhesión identitaria hacia los clubes de fútbol más que hacia la selección nacional)17, a la supuesta explosión de un sentimiento nacionalista tejido en torno a los éxitos de la selección

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13Se habla de “escocificación” para hacer referencia a que desde 1986 la Liga Escocesa sólo la ganan o el Celtic o el Rangers. Es cierto que durante otras épocas también existió una hegemonía en España de dos únicos clubes, RMCF y FCB (de 1957 a 1965 y de 1985 a 1995). Pero si algo llama la atención respecto a épocas pasadas es la abismal diferencia de puntos que normalmente uno de los dos clubes, o los dos, logran frente a sus rivales en la clasificación final. 14Acumulación de bienes, riqueza y/o fama por parte de aquellos que más gozan de ello. Como dice la parábola de Mateo del Nuevo Testamento: “Al que más tiene más se le dará, y al que menos tiene, se le quitará para dárselo al que más tiene”. 15Para la gran mayoría de los clubes españoles salvarse del descenso, clasificarse para una fase previa de Champions League o jugar unas semifinales de Copa del Rey (tres ejemplos de éxito deportivo sin derecho al protagonismo que da obtener un título) supone “arañar” algo de espacio y tiempo en los medios de comunicación. 16Y en la Eurocopa 2012, que en el momento en que se escribió la primera versión de este artículo todavía no se había logrado. 17Ver Llopis, 2006.

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González Ramallal, M.E. Prensa deportiva e identidad nacional española (González Blasco, 2008). Todo ello en un contexto ambivalente marcado por la mayor permisividad respecto a la existencia de identidades plurales expresa- das a través de las selecciones autonómicas, nacionales para algunos. Este nuevo escenario nos remite a la cuestión de ¿cuál es el significado de la se- lección española en términos de atracción identitaria en un marco mediatizado por el eje Madrid-Barcelona (dos formas de entender España) y por la aceptación y el reconocimiento de identidades plurales? Todos estos cambios hacia el pluralismo identitario y hacia la revitalización del eje Madrid-Barcelona se gestaron paralelamente al desarrollo de la Ley del Deporte de 1990 y a la denominada Ley Bosman de ese mismo año. Por un lado, la Ley del Deporte obligaba a la conversión de la mayoría de los clubes españoles en Socieda- des Anónimas Deportivas18, lo que implicaba un reconocimiento explícito de la artificialidad de los sentimientos en el fútbol, al transformarse los clubes en socie- dades mercantiles, en un negocio, en una empresa más, si bien con ciertas caracte- rísticas especiales que les convierten en los que podemos denominar empresas de sentimientos y de solidaridad identitaria. Por otro lado, la Ley Bosman levantaba las restricciones existentes para proteger a los jugadores nacionales, que limitaban el número de jugadores extranjeros en las plantillas de los clubes nacionales. Las plantillas de los clubes se internacionalizan, y en esencia parece un contrasentido hablar, por ejemplo, de equipos ingleses, españoles, rusos, etc., sin, respectivamente, ingleses, españoles o rusos en sus filas. La globalización en términos de apertura del mercado futbolístico y la organiza- ción más racional (menos sentimental) del fútbol en Sociedades Anónimas Deporti- vas generan en el plano futbolístico un marco identitario cada vez más complejo, paradójico y difuso. La identidad necesita reconstruirse, renovarse y adaptarse constantemente bajo las nuevas circunstancias, se precisan elementos identitarios distintivos, más locales que globales. La identidad se convierte así, en palabras de Bauman (2006), en una tarea. Aficionados, periodistas y opinión pública en general siguen hablando de clubes ingleses, españoles, rusos, etc., pesando aún más el elemento de armonía etnoterritorial, ya sea ésta local, regional o nacional (nuestro equipo, “el de aquí”), que la verdadera composición multiétnica del club. Ni la conversión de los clubes en Sociedades Anónimas Deportivas ni la Ley Bosman han afectado a los aficionados españoles, que siguen identificándose básicamente con un equipo de fútbol por su significación territorial con el lugar y por la capaci- dad de simbolización que los clubes tienen debido a los vínculos que establecen con su entorno geográfico (Llopis, 2006). En el caso que nos ocupa nos vamos a encontrar con un fenómeno de generación y regeneración de la identidad colectiva mediante el fútbol que se difunde y propaga ______

18 RMCF y FCB, junto al Athletic Club de Bilbao y Club Atlético Osasuna, quedaron excluidos de este obligado trámite por presentar beneficios económicos en las tres últimas temporadas a la aprobación de la Ley del Deporte.

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González Ramallal, M.E. Prensa deportiva e identidad nacional a través de los medios de comunicación. Cuando la selección española, como repre- sentante del Estado-nación España, compite en eventos futbolísticos internacionales la construcción de la identidad nacional se nos presenta ambigua, confusa y pro- blemática en función de si nos la cuenta la prensa deportiva editada en Madrid o lo hace la editada en Barcelona.

4. Principales resultados: La identidad contada: lo español y lo catalán

En este apartado vamos a destacar los principales resultados obtenidos del análisis de la prensa deportiva editada en Madrid y en Barcelona. Hay que señalar que en este artículo partimos de las conclusiones obtenidas de un estudio previo relativo a cómo se contó la identidad en el Mundial de fútbol de Alemania 2006 a partir de las informaciones periodísticas en torno a la selección española (González Ramallal, 2008). En dicho estudio apreciábamos que más que en la estructura informativa y protagonistas/temas tratados en la prensa deportiva editada en Madrid (Marca y As) y Barcelona (El Mundo Deportivo y Sport), las principales diferencias entre uno y otro ámbito de edición estaban en la forma de tratar los contenidos (positiva o negativamente) y en el grado de atención prestado al evento deportivo mundialista (en forma de mayor o menor espacio dedicado a la participación de la selección española en el Mundial). Mientras en el Marca y el As la línea informativa en torno a la identidad era homogénea y centrada en un significado unívoco (“todos” somos la selección) y triunfal (somos los mejores -hasta que perdemos-) de la selección española, en El Mundo Deportivo y en Sport la realidad presentada en torno a la selección -además de ocupar menos espacio informativo- estaba marcada por la confrontación RMCF-FCB, presentaba mayor distanciamiento respecto a ciertos estereotipos de la identidad española, y era más crítica al analizar las posibilidades de triunfo español en el campeonato. En el 2006 algunas de las diferencias más acusadas de los diarios deportivos barceloneses con respecto a los madrileños fueron la demanda por parte de aquellos de un líder de la selección más acorde a su entorno (Puyol, Xavi o Iniesta versus Raúl) y la menor insistencia en algunos de los elementos simbólicos más típicos con los que se presentaba visualmente a los aficionados españoles desde Madrid (toros, monteras, capotes, trajes flamencos de «faralaes», gorros cordobeses, tricornios de la Guardia Civil). En el momento de la eliminación de España en el Mundial 2006 en octavos de final contra Francia la prensa deportiva editada en Madrid apeló al histórico fatalismo de la selección (Quiroga, 2013), mientras que la de Barcelona buscó las causas del fracaso en aspectos más centrados en la poca efectividad del juego. Teniendo en consideración estos resultados válidos para el Mundial 2006, exten- demos este estudio sobre la identidad contada por los diarios deportivos al Mundial de Sudáfrica de 2010. La pertinencia de tal actualización radica en dos cambios que han implicado transformaciones significativas en los discursos sobre fútbol e iden-

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González Ramallal, M.E. Prensa deportiva e identidad nacional tidad tomando como referencia la selección española y el eje identitario Madrid- Barcelona. Por un lado, tenemos que la selección española se ha convertido a partir del 2008 en una selección de éxito europeo y mundial con las victorias en la Eurocopa de 2008 y en el Mundial de 201019. Por otro lado, dicho triunfo se fraguó con una importante participación de jugadores del FCB (siete de once jugadores en el equi- po titular de la final; cuatro jugadores del FCB en el equipo ideal del Mundial). De hecho, según se iba desatando en los medios y en las calles la pasión por la selec- ción española20, mayor número de jugadores del FCB pasaban a ocupar un especial protagonismo en la selección española (goles decisivos de Villa, Puyol, Iniesta; participación creciente en el equipo de Pedro), con permiso de Casillas, y Xabi Alonso, únicos representantes del RMCF con significativos minutos de juego. Éxito y “barcelonismo” en la selección española. ¿Cómo se articula esta realidad en términos discursivos desde la prensa deportiva de Madrid y Barcelona? ¿Cómo conjugan los medios deportivos la ambigua cuestión de la demarcación de senti- mientos e identidad entre dos clubes que representan dos formas diferentes de entender el Estado-nación? El éxito deportivo español logrado con mayoría de jugadores catalanes del FCB, ¿difumina o acentúa las fronteras entre España y Cataluña? Dicho de otro modo, el triunfo mundialista, ¿refuerza desde el punto de vista simbólico la uniformidad identitaria en torno al Estado-nación o, por el contra- rio, alimenta las particularidades identitarias de una nación sin Estado debido al protagonismo catalán en la selección española (la Constitución Española de 1978 reconoce a España como un Estado con diversas nacionalidades y regiones)? Partimos de la hipótesis de que el éxito deportivo logrado en el Mundial 2010 con una base mayoritaria de jugadores del FCB en el equipo titular habitual21, no sólo no supone cambios significativos en la forma de presentar la identidad españo- la desde Madrid y Barcelona, sino que en el caso de la prensa deportiva editada en Madrid se refuerza en un contexto de éxito deportivo la idea de la homogeneidad y unidad del Estado-nación, sin incidir en exceso en la pluralidad identitaria. Por su ______

19Desde el mes de julio de 2008 la selección española ocupa el primer puesto en la Clasi- ficación Mundial FIFA de selecciones. Ver http://es.fifa.com/worldranking/rankingtable/index.html 20Incluso en lugares tan poco habituales como Barcelona, Bilbao o Pamplona, circuns- tancia destacada en algunas portadas de los diarios deportivos editados en Madrid. Y donde, en algún caso, existieron reyertas más o menos graves entre aficionados. 21Equipo habitual (en base al número de minutos jugados a lo largo del Mundial 2010): Iker Casillas; Sergio Ramos, Puyol, Piqué, Capdevilla; Xabi Alonso, Busquets, Xavi; Iniesta, Villa y Pedro. De los 11 jugadores 7 son del FCB (incluimos a Villa que ya se sabía que la temporada 2010-2011 iba a jugar en el club catalán), 3 del RMCF y 1 del Villareal. De los 7 jugadores del FCB, 4 son catalanes. Los otros tres aun no siéndolo catalanes por nacimiento (ius soli), lo serían por su filiación deportiva al FCB (ius sanguinis).

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González Ramallal, M.E. Prensa deportiva e identidad nacional parte, en el caso de los diarios editados en Barcelona se intensifican los argumentos capitalizadores del triunfo de la selección española en el ámbito propio de una nación sin Estado, presentando “lo catalán” (a través del FCB) como algo excepcio- nalmente diferente y triunfal. Para analizar la deriva simbólica en torno a la identidad en relación al fútbol de selecciones nacionales hemos centrado nuestro análisis en los cuatro diarios depor- tivos de tirada nacional: Marca y As, como ilustrativos de la presentación de una identidad española homogénea focalizada en “lo español”, y El Mundo Deportivo y Sport, como ejemplo de la presentación de una identidad singularizada en “lo catalán”22. De los cuatro diarios tomamos como referente de análisis las informaciones so- bre el Mundial 2010 contenidas en sus portadas desde el 11 de junio de 2010, fecha del inicio del Mundial, hasta el 13 de julio, 2 días después de la finalización del Mundial, con el objeto de incluir también como se contaron las celebraciones por la victoria obtenida. El hecho de centrarnos exclusivamente en las portadas es que en ellas encontramos sintetizada la información escrita y visual que se pormenoriza en el interior del diario. La portada es el escaparate de un diario, supone una llamada de atención al lector y un elemento fundamental para atraer al público. Además comparativamente con los diarios de información general, los diarios deportivos destacan por sus coloridas portadas de gran tamaño cargadas de alto valor simbólico (Marrone, 2009). Las portadas nos van a permitir concentrarnos en el análisis de los elementos más significativos de la identidad tal y como la cuentan los medios. Siguiendo la metodología empleada en González Ramallal (2004b y 2008), se analizaron 132 portadas (33 de cada diario) de las cuales se registraron las informa- ciones escritas y visuales contenidas en ellas correspondientes al Mundial 2010. Se consideró lo escrito (en titulares, antetitulares y subtitulares) y lo visual (en imáge- nes y gráficos), así como su magnitud (tamaño de letra e imágenes). Registramos también los protagonistas de las informaciones, explicitando su pertenencia (si fuese el caso) a una selección nacional, pero también a un determinado club. Una vez recopilados los datos empíricos, estos se computaron y se interpretaron a la luz de la cuestión identitaria, del eje Madrid-Barcelona y de la selección española, mediante el análisis sociológico del discurso escrito y visual, cuya coherencia global la encontramos expresada en titulares y fotografías de portada. Contempla- mos el discurso como información, como ideología y como producto social (Martín Criado, 1991; De Miguel, 2003; Pantoja, 2007; Ruíz, 2009). Entrando ya en los aspectos referentes a los principales resultados de investiga- ción hay que señalar que la participación de la selección española en el Mundial de Sudáfrica es objeto de un mayor seguimiento por parte de la prensa deportiva editada en Madrid que en la de Barcelona, al menos en los momentos iniciales del ______

22Sobre la afinidad entre RMCF y Marca y As, por un lado, y FCB, y El Mundo Deporti- vo y Sport, por otro, ver Marrone (2009).

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González Ramallal, M.E. Prensa deportiva e identidad nacional campeonato. Las competiciones oficiales de selecciones nacionales no pueden ser desempeñadas más que por selecciones representantes de un Estado-nación y, en este sentido, hay una primera evidencia que es el mayor distanciamiento informati- vo vinculado a la representación deportiva española por parte de los diarios deporti- vos editados en Barcelona frente a los de Madrid. Estos presentan un mayor segui- miento de informaciones mundialistas en portada referidas a la selección española: 62% de informaciones vinculadas a España en los casos de As y Marca; 37% en los de El Mundo Deportivo y Sport. Marca y As integran en su portada noticias mundialistas en torno a la selección española de manera regular y amplia en extensión. Los diarios deportivos editados en Barcelona presentan normalmente la información mundialista en sendos cuader- nillos interiores, reservando la portada para noticias más “domésticas”, normalmen- te referidas al FCB. Sin embargo, conforme España va obteniendo resultados exito- sos en el Mundial, con un elevado protagonismo de los jugadores del FCB, las portadas catalanas comienzan a ser copadas por el mundial, invirtiéndose los térmi- nos iniciales advertidos al inicio del campeonato. Como muestra las portadas del día en que comenzó el Mundial de Sudáfrica en los diarios madrileños: (nosotros) “Empezamos a soñar. La roja aterriza hoy en Sudáfrica”, con una gran fotografía de la Copa del Mundo en Marca (11/06/2010), y “¡A por ellos, Oé! España llega hoy a Johannesburgo” con foto a portada comple- ta de Iker Casillas (RMCF) en As (11/06/2010). Más allá del tono emotivo emplea- do, resulta significativo comparar las diferencias de estas portadas con las de El Mundo Deportivo y Sport. En el primero apenas hay un recuadro en el margen inferior derecho con referencia al inicio de un Mundial, sin alusiones a la llegada de España a Johannesburgo. La noticia e imágenes que copan la práctica totalidad de la portada tienen que ver con las elecciones a la presidencia del FCB (El Mundo Deportivo, 11/06/2010). En el segundo, en la portada del cuadernillo mundialista aparece: (ellos) “Quieren esta Copa” con fotografía de Puyol, Xavi e Iniesta y una gran Copa del Mundo detrás. Este desapego inicial hacia la participación de la selección española en el Mundial por parte de los diarios deportivos editados en Barcelona contrasta con los editados en Madrid. En estos, también resulta especial- mente llamativo que la importancia que se le da a España en el Mundial implica a noticias de portada con otros deportistas de disciplinas diferentes al fútbol. Este “mundialismo” imperante se aprecia en varias portadas, donde las victorias del NBA Pau Gasol, consiguiendo su segundo anillo de campeón, y de Nadal en consi- guiendo su segundo Wimbledon, están matizadas y mediadas por la selección de fútbol: “Si él puede (Gasol), vosotros (España) también” (Marca, 19/06/2010); “Nadal ya ha ganado ‘su Mundial’” (As, 4/07/2010); “Ayer Rafa, el domingo la Roja” (Marca, 5/07/2010). No sólo en lo que se refiere a la atención informativa prestada al Mundial encon- tramos las primeras diferencias entre Madrid y Barcelona, también si nos fijamos en los protagonistas de las informaciones de portada (ver Tabla 1) apreciamos distintos puntos focales para captar el interés de los lectores.

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La referencia explícita a España, a la selección española, es casi obligada en to- dos los casos analizados debido a su participación mundialista como representante del Estado-nación España en el cual se integran los jugadores del FCB. Sin embar- go, como cabía esperar, el protagonismo de España (la selección) es mayor para el caso de los diarios deportivos editados en Madrid que para los de Barcelona, 18,4 % y 11,9% respectivamente. Al margen de los jugadores, también encontramos dife- rencias en la atención informativa que se le presta al seleccionador Del Bosque (ex jugador y ex entrenador del RMCF) y a los aficionados españoles en los diarios en función de su lugar de edición. Los aficionados, los seguidores, el pueblo español, normalmente presentados por los diarios deportivos editados en Madrid como baluartes de un nacionalismo español folklórico y estereotipado, apenas son signifi- cativos para los diarios deportivos editados en Barcelona (6% en Madrid frente al 0,8% en Barcelona).

Tabla 1. Actores principales y grado de protagonismo en las portadas (texto e imagen). Total, prensa deportiva de Madrid y prensa deportiva de Barcelona. Protagonismo en Protagonismo en Actores Protagonismo prensa prensa protagonistas total editada en Madrid editada en Barcelona España 15,7% 18,4% 11,9% Villa 7,9% 6,7% 8,8% Del Bosque 6,9% 8,4% 5% Iniesta 5,2% 3,4% 6,9% Messi 4,5% 0,5% 8,8% Xavi 4% 1,5% 4,7% Aficionados 3,6% 6,0% 0,8% Ronaldo 3,5% 4,2% 2,8% Puyol 3,1% 0,7% 5,5% F. Torres 2,9% 3,7% 1,9% Casillas 1,4% 2% 0,8% Maradona 1,4% 1,2% 1,9% Cesc 1,3% 0,7% 1,9% Barcelona 1,2% No aparece 2,5% Kaká 1% 2% No aparece Pulpo Paul 0,8% 1% 0,5% Piqué 0,8% No aparece 1,6% Higuaín 0,8% 0,8% 0,8% Fuente: elaboración propia.

Si analizamos el protagonismo de los jugadores en portada apreciamos importantes contrastes y una alta orientación a focalizar la atención ya sea en jugadores del RMCF (Marca y As), ya sea del FCB (El Mundo Deportivo y Sport). Este hecho

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González Ramallal, M.E. Prensa deportiva e identidad nacional deriva de la fuerza resultante del revitalizado eje informativo Madrid-Barcelona que hace que los diarios presenten a los jugadores más como emblemas de uno u otro club, que como participantes de una misma selección nacional. Pero esto también tiene que ver con un proceso, que detallaremos posteriormente, que es el tratamien- to por parte de los diarios deportivos catalanes del éxito de la selección española en términos particulares, centrándose en los jugadores del FCB. Estas afirmaciones son válidas salvo para el caso de Villa, jugador sobre el que parece existir cierto con- senso en el grado de atención informativa desde Madrid y Barcelona, por razones que tienen que ver, para el caso de El Mundo Deportivo y Sport, con el hecho de ser próximo jugador del FCB para la temporada 2012-2013 y, para el caso de Marca y As, por ser un jugador con un cierto perfil que podemos “español”, es decir, al tratarse un jugador de origen asturiano, no criado futbolísticamente en La Masía23 y que, además, en su momento fue objeto de interés deportivo por parte del RMCF. Para todos los demás jugadores prima el carácter protagónico de pertenencia a uno u otro de los clubes que marcan el eje RMCF-FCB. Esta cuestión se hace extensiva al resto de jugadores del Mundial que, sin pertenecer a uno u otro club, son objeto de atención periodística por el hecho de estar vinculados al RMCF (Cristiano Ro- naldo, Higuaín y, aunque no aparecen en la Tabla 1, Casillas y Kaká) en el caso de Marca y As, o al FCB (Messi, Iniesta, Puyol y Xavi) en el caso de El Mundo De- portivo y Sport. En resumen, tanto en lo que respecta a la cobertura informativa dada a la selec- ción española como a los protagonistas de las informaciones de portada, registra- mos una significativa desigualdad entre los diarios deportivos editados en Madrid y Barcelona bastante semejante a los resultados obtenidos al analizar el Mundial 2006 (González Ramallal, 2008). Sin embargo, a diferencia del 2006, en el 2010 la selección española va a obtener un éxito deportivo sin precedentes que va a afectar a la cuestión del tratamiento de la identidad por parte de la prensa deportiva de Madrid y Barcelona. Es interesante resaltar este hecho porque vamos a ver como a medida que la selección española va avanzando en el Mundial y comienzan a ser reconocidos sus méritos deportivos a nivel internacional, algunas cuestiones identi- tarias se refuerzan y otras se reconfiguran desde uno y otro ámbito de influencia periodística, reflejo de lo que supone la consideración de la identidad como tarea y como proceso. La identidad no es algo estático, cambia conforme cambian las circunstancias, en este caso, vinculadas a un acontecimiento deportivo transmisor de símbolos y valores identitarios. Para ver esta cuestión procesual a través de la identidad contada consideraremos tres ejemplos significativos. En primer lugar, veremos un caso referido a la construcción de las fronteras de la identidad propias (locales, regiona- les o nacionales) a través de la instrumentalización de elementos internacionales. En segundo lugar, señalaremos como las fronteras que delimitan el nosotros-ellos son ______

23Academia donde se forman las categorías inferiores del FCB.

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González Ramallal, M.E. Prensa deportiva e identidad nacional altamente volubles y se modifican en función de las circunstancias inmediatas. Y en tercer lugar, analizaremos el proceso de refuerzo, por un lado, y reconstrucción (relectura) de la identidad en términos particulares, por otro, que se produce desde el ámbito del periodismo deportivo de Madrid y Barcelona, respectivamente. Al calor de la revitalización de la disputa informativa RMCF-FCB hemos visto como desde Madrid y Barcelona existen diferencias protagónicas de los jugadores de la selección en función de su pertenencia a uno u otro club. Esta afirmación, válida para los jugadores seleccionables por España, es válida también para aque- llos que no pueden formar parte de ella, en un claro ejemplo de construcción y delimitación de las fronteras de la identidad a través del uso deliberado e interesado por parte de la prensa deportiva de jugadores no españoles que conforman parte de otros seleccionados mundialistas. Para esta tarea no vale cualquier jugador, sino que, además de pertenecer al RMCF o al FCB, ha de ser un jugador de reconocido prestigio internacional (por ejemplo mundialistas en Sudáfrica del RMCF como Van der Vaart o Pepe, y del FCB como Abidal o Márquez no cobran verdadera relevancia). En el caso que nos ocupa vemos como As y Marca acogen como “estrella invitada” a Cristiano Ronal- do (fotografía a portada casi completa de Cristiano Ronaldo en Marca 14/06/2010, y en As 15/06/2010, donde afirma en entrevista “Quiero ser el mejor jugador del Mundial”), mientras que El Mundo Deportivo y Sport lo hacen con Messi (“Exhibi- ción de Messi” en El Mundo Deportivo 13/06/2010; “La hora de Messi”, “Capitán Messi, a octavos” en Sport 12/06/2010 y 23/06/2010, respectivamente). Este fenó- meno de acogida que, permítaseme la frase, otorga a los elegidos una doble nacio- nalidad al servicio de la prensa deportiva editada en Madrid y Barcelona, contribuye también a crear un “colchón de seguridad informativa” si se diese el caso de, por ejemplo, una pronta eliminación de la selección española y hubiese entonces que optar por seguir el Mundial “siendo” (sintiendo, animando) de Portugal o Argentina, con el objeto de mantener viva la llama de la emoción mediante un juego de alian- zas y adhesiones identitarias con uno u otro jugador, que de este modo pasan a convertirse en referentes informativos de alguno de los dos polos desde donde nos cuentan la identidad a través del fútbol. Esta instrumentalización de jugadores del RMCF y del FCB actúa también como refuerzo del eje informativo Madrid-Barcelona, cuestión siempre presente en mayor o menor medida en el ámbito de la identidad contada. Por ejemplo, el diario As en su portada del 28/06/2010 traslada al plano mundialista los affaires futbolísticos domésticos, al titular a portada casi completa “Villarato sin fronteras”24 los fallos arbitrales acaecidos en el partido de octavos de final entre Alemania e Inglaterra y compararlos con los agravios arbitrales sufridos por el RMCF a favor del FCB en el ______

24El “villarato” es un término acuñado por el director del As, Alfredo Relaño, para desig- nar una supuesta conjura dirigida por el presidente de la Federación Española de Fútbol, José María Villar, para otorgar favores, principalmente arbitrales, al FCB.

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González Ramallal, M.E. Prensa deportiva e identidad nacional campeonato doméstico. También funciona a favor del eje, el “pique” con Cristiano Ronaldo por parte del El Mundo Deportivo y Sport a las puertas del enfrentamiento España-Portugal (“Cristiano se bloquea con Messi” en El Mundo Deportivo 27/06/2010; “Apuntan a Ronaldo” y “Villa contra Ronaldo” en Sport 27/06/2010 y 29/06/2010, respectivamente). Precisamente a la luz de este encuentro entre la selección portuguesa y la espa- ñola encontramos un segundo ejemplo que pone claramente de manifiesto la volubi- lidad inherente a la construcción de las fronteras identitarias nosotros-ellos, proceso altamente paradójico. Como señalábamos en el anterior ejemplo Cristiano Ronaldo fue “acogido” y aliado durante un tiempo en el “nosotros” de la prensa deportiva editada en Madrid, por su filiación con el RMCF. Mas en el momento en que la selección lusa ha de enfrentarse a la española, se genera un inmediato y circunstan- cial desplazamiento en repliegue de los hitos fronterizos, en lo que representa un paradójico proceso de reconfiguración del nosotros-ellos. Paradójico porque Cris- tiano Ronaldo pasa de un día para otro de ser el “nosotros” a ser el “ellos”, no para el ámbito periodístico deportivo de Barcelona (que ya lo era), sino, y esto es lo singular, para el de Madrid: “Cristiano prepárate” y “Mucho ojo Cristiano” (Marca, 26/06/2010 y 29/06/2010), o la declaración en portada de su compañero de club Sergio Ramos “No te hagas ilusiones tú, maquina (refiriéndose a Cristiano Ronal- do)” (As, 27/06/2010). Ambos ejes, Madrid y Barcelona convergen puntual y nota- blemente en la identificación de un antagonista común en el marco de la identidad como tarea y como proceso. Un tercer ejemplo en esta línea lo encontramos en el proceso de cierre identitario que Marca y As llevan a cabo, por un lado, y de relectura identitaria que realizan El Mundo Deportivo y Sport, por otro, a medida que se presume un éxito deportivo sin precedentes por parte de la selección española en el mundial sudafricano. Una vez que se ha dejado atrás el puntual enemigo común portugués encarnado en la persona de Cristiano Ronaldo, se retoma la disputa por contar la identidad en uno u otro sentido. Desde Madrid se intensifican las afirmaciones, los símbolos y los valores que encarnan que España es una y es de todos los españoles. Desde Barcelona se intentan capitalizar las victorias deportivas y los elogios recibidos a nivel mundial por parte de la selección española, mediante una lectura de la misma en términos que resalten, sobre todo, los elementos particulares asociados al FCB y, por exten- sión, a Cataluña. A principios del mes de junio de 2010 se estima ya una posible victoria de la se- lección española en el Mundial. Aunque en el deporte en general las predicciones no siempre resultan del todo acordes con los resultados finales, -al margen de las predicciones del fenómeno mediático pulpo Paul 25, con espacios reservados en portada como vemos en la Tabla 1- la mayoría de los expertos en la materia (analis-

______

25Si aún no conoces al pulpo Paul, ver http://es.wikipedia.org/wiki/Pulpo_Paul

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González Ramallal, M.E. Prensa deportiva e identidad nacional tas futbolísticos, prensa especializada, cotizaciones de las casas de apuestas) veían grandes posibilidades de que se produjese un triunfo de España26. Parte del favoritismo que se le da a la selección española tiene que ver con el ya comentado brillante desempeño de los jugadores del FCB que lleva a que se extien- da mayoritariamente entre medios y aficionados la idea de que el “estilo de juego” del FCB se ha trasladado a la selección. Está cristalizando un discurso en torno al “barcelonismo” imperante en la selección española. Tal discurso reactiva la cues- tión en torno a la identidad contada tanto en el frente periodístico deportivo madri- leño, como en el catalán, e incluso más allá, pasando esta cuestión a ser tema de debate entre la opinión pública e incluso se trata de un asunto comentado entre algunos jugadores de la propia selección27. La reacción por parte de Marca y As fue intensificar en sus portadas el lenguaje emotivo, los valores y los símbolos concernientes a la unidad de España, de la selección y, por inferencia, también de la nación española: “España creemos en ti” (25/06/2010); “Esta es mi España” (Marca, 30/06/2010), “Es la hora de España” (As, 2/07/2010); declaraciones del seleccionador español Vicente Del Bosque: “El mundial es de todos. No hay una España de Luis (Aragonés, anterior seleccionador) y una España de Del Bosque, sólo hay una España” (As, 10/07/2010). Este refuerzo y cierre de la identidad española en torno a unos términos unívocos e inequívocos encuentra un buen soporte cuando la prensa deportiva editada en Madrid involucra en sus portadas a la afición española para alcanzar la victoria. En el contexto de los aficionados (el pueblo) funciona de manera eficiente el naciona- lismo banal. Si todos estamos con la Roja 28 , todos estamos con España: “46.745.807 corazonadas” y un corazón que se sale de un pecho masculino enfun- dado en la camiseta roja de la selección española (Marca, 16/06/2010), “¡Toreros!” (As, 30/06/2010); “Podemos (todos) hacer historia (As, 3/07/2010)”; “La final la jugaremos 46 millones” (Marca, 10/07/2010); “Hoy le ponemos una estrella a ______

26De hecho la mayoría de casas de apuestas ya veían a España como la gran favorita an- tes de empezar el Mundial 2010 (cuota media de 5 a 1; la segunda favorita, Brasil se cotiza- ba 6 a 1). Estas estimaciones se fundamentaban no sólo en el hecho de que la selección española había sido campeona de la Eurocopa 2008, sino también en el brillante juego desplegado por los de Del Bosque y en los resultados alcanzados en la fase de clasificación, donde España ganó todos los partidos. 27 En una entrevista en el portal que patrocina la Liga española (http://www.ligabbva.com/), el jugador de la selección española Fernando Llorente, tras ganar el Mundial 2010, señalaba que el estilo de juego de la selección española y el del FCB es muy similar, sólo que sin Messi. Ver entrevista en http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=h-57aCpD9qk#t=77s 28La Roja es el sobrenombre que se le da a la selección española de fútbol. Resulta signi- ficativo como durante el período mundialista el diario Marca ponía junto al logo del perió- dico el lema: “Todos a una con la Roja”. Para mayor profundidad en el tema, ver Sanz (2012).

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González Ramallal, M.E. Prensa deportiva e identidad nacional nuestra camiseta” (Marca, 11/07/2010); “Los campeones del pueblo” (Marca, 13/07/2010)29. Mientras desde Madrid se resalta la unidad, desde Barcelona se incide en la par- ticularidad del éxito que se está cosechando. A diferencia del mundial sudafricano, en el Mundial de Alemania 2006, donde había más jugadores en la selección espa- ñola del RMCF que del FCB (4 a 3), y al no haber habido éxito deportivo, no había nada que rentabilizar o reclamar en términos de identidad particular. Sin embargo, conforme se va prestigiando el juego de la selección y se van obteniendo resultados positivos en Sudáfrica 2010 se inicia un proceso de relectura y reconfiguración de la identidad por parte de El Mundo Deportivo y Sport para capitalizar el éxito del combinado español, aún a pesar de manifestar al inicio de la competición mundia- lista un significativo desapego hacia él, salvo en lo que respecta al seguimiento de los jugadores del FCB seleccionados. Algunos titulares e imágenes de la prensa deportiva editada en Barcelona son muy significativos al respecto de la cuestión de la capitalización de la identidad en interés propio: “¡No pares Villa!” (Sport, 07/08/2010), “¡Puyolazo!” y “¡Puyolazo y a la final!” (Sport, 8/07/2010) y El Mundo Deportivo 8/07/2010, respectivamente), “Barçaspaña” (09/07/2010); “La Roja es blaugrana” y fotografía a portada completa con un fotomontaje donde en la formación de la selección española aparecen siete jugadores del FCB con la camiseta de su club y no con la de la selección española (Sport, 9/07/2010). En definitiva, desde Madrid se titula en portada el día de la final “España confía en vosotros” acompañado de una foto con los once jugadores de la selección (As, 11/07/2010), y al día siguiente de la victoria aparece en la fotografía de portada, tanto en Marca como en As, Iker Casillas (RMCF), como capitán de la selección, levantando el trofeo de campeón junto al resto de seleccionados; desde Barcelona se titula en la previa a la final “Quieren esta Copa” (Sport, 11/07/2010) junto a la fotografía de Puyol, Iniesta y Xavi (FCB) y, tras ganar el Mundial, El Mundo De- portivo y Sport individualizan en la fotografía de portada a Iniesta (autor del gol de la victoria) levantando la copa en primer plano sin otra compañía.

5. Recapitulando

El objetivo de este artículo ha sido mostrar la potencialidad que tiene analizar los discursos de la prensa deportiva como procesos en los que la presentación y cons- trucción de la identidad nacional se presenta de manera descarnada al albur de los resultados deportivos. Para ello hemos estudiado el caso concreto de la participa- ción de la selección española en el Mundial de Sudáfrica de 2010, que ha constitui- ______

29¿No recuerda este titular a cuando bautizaron mediáticamente a Belén Esteban, perso- naje habitual en los programas de periodismo de corazón, como “La Princesa del Pueblo”?

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González Ramallal, M.E. Prensa deportiva e identidad nacional do hasta el momento el mayor logro deportivo jamás alcanzado por el combinado que representa a España en competiciones internacionales. Examinamos este proceso a partir de dos polos opuestos en lo deportivo, con se- guimientos mediáticos y derivaciones políticas de distinto signo, circunstancia que nos permite ver de manera más meridiana las contradicciones y paradojas que encierra la cuestión identitaria asociada al fenómeno futbolístico. Instrumentaliza- ción de jugadores de otras selecciones nacionales al servicio de la identidad propia, volubilidad paradójica en la demarcación de las fronteras nosotros-ellos, y refuerzo (unidad) o reivindicación de una identidad diferencial en función de la coyuntura (en este caso, deportiva de éxito o fracaso) son tres situaciones, que como hemos visto, ejemplifican claramente como los medios de comunicación nos cuentan la identidad, construyéndola y reconstruyéndola a imagen y semejanza de la idea que los propios medios tienen sobre ella. Estos contrasentidos identitarios aluden principalmente a significados culturales, simbólicos y emocionales que tienen que ver con la presentación y construcción de identidades difusas, más que con planteamientos políticos elaborados, sean de uno u otro signo. La superficialidad desde la que se cuenta y construye la identidad en los medios, especialmente en los diarios deportivos, no resulta asunto baladí, como tampoco lo es el hecho de que este proceso se origine en un escenario futbolístico y mediático. La importancia del fútbol como hecho social total contribuye a descifrar algunos fenómenos a él vinculados, como la cuestión de la identidad nacional. Pero también se abren nuevos interrogantes. En un contexto caracterizado por las tensio- nes entre lo local y lo global, los debates en torno a la identidad nacional permane- cen abiertos, en un mundo donde el incremento de los flujos informativos contribu- ye activamente a la (re)creación de las cuestiones identitarias individuales y colectivas. La repercusión del fútbol en la sociedad debería llevarnos a pensar si el efecto de los discursos del periodismo deportivo en torno a la identidad nacional no tiene más fuerza socializadora que la de los discursos políticos difundidos por los medios generalistas o diseñados cuidadosamente por otros agentes de socialización implícitos como los partidos políticos.

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González Ramallal, M.E. Prensa deportiva e identidad nacional

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Diferenciación social y normativa en modelos de análisis de políticas públicas1

Patricio MIRANDA REBECO Pontificia Universidad Católica de Chile [email protected]

Alicia RAZETO PAVEZ Pontificia Universidad Católica de Chile [email protected]

Recibido: 27-06-2013 Aceptado: 21-04-2014

Resumen: Del mismo modo que en las políticas públicas son reconocibles presupuestos que les dan forma a las mismas, como lo son, entre otros, la comprensión de los procesos de diferenciación social y normativa en sociedades modernas, otro tanto puede decirse de los modelos de análisis de políticas. La hipótesis de base del artículo es que en los modelos clásicos de análisis de políticas públicas (modelo racional, modelo institucional, modelo incremental, modelo de elección pública, modelo de grupos y modelo de elites), predominan dos figuras de policy makers: la del ‘actor omnisciente’ y la del ‘tutor moral’ de la sociedad (Jobert, 2004). La primera, reflejo de una visión jerárquica o monocéntrica de sociedad. La segunda, reflejo de un tipo de normatividad convencional. Ambas figuras estarían teóricamente vinculadas a través de la homología entre formas de diferenciación social (Luhmann) y formas de diferenciación normativa (Habermas). La primera, ligada a una forma de diferenciación social esta- mental y, la segunda, a un estadio de normatividad convencional. A partir del análisis de los modelos referidos y del modelo de articulación propuesto entre diferenciación social y normativa, se levanta el desafío de pensar políticas y modelos de análisis de políticas públicas que, en su comprensión de los procesos de diferenciación social y normativa, reflejen simultáneamente el carácter crecientemente heterárquico o policéntrico de sociedades modernas y la creciente demanda de una normatividad de tipo postconvencional, acorde al aumento de diversidad normativa en los múltiples actores del proceso de las políticas.

Palabras clave políticas públicas, diferenciación social, diferenciación normativa, modelos de análisis de políticas, Habermas, Luhmann

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1 Este artículo está vinculado al proyecto FONDECYT N°1110428 de la Comisión Na- cional de Ciencia y Tecnología. CONICYT. Chile.

Política y Sociedad 367 ISSN: 1130-8001 2014, 51, Núm. 2: 367-397 http://dx.doi.org/10.5209/rev_POSO.2014.v51.n2.42643

Miranda Rebeco, P.& Razeto Pavez, A Diferenciación social y normativa en modelos…

Social differentiation and differentiation rules in models of policy analysis

Abstract Just as public policy assumptions are recognizable shape them to, such as, among others, understand- ing of the processes of social differentiation and regulation in modern societies, the same is true of the analysis models policies. The assumptions underlying the paper is that in the classical models of public policy analysis (rational model, the institutional model, incremental model, public choice model, model groups and elites), policymakers are dominated by two figures: the 'Actor omniscient 'and the' moral guardian 'of society (Jobert, 2004). The first, reflecting a hierarchical or monocentric society. The second, reflecting a kind of conventional norms. Both figures would be theoretically linked through homology between forms of social differentiation (Luhmann) and forms of differentiation rules (Habermas). The first, linked to a form of social differentiation estates and the second, to a stage of conventional norms. From the analysis of the models referred and proposed joint model between social differentiation and regulation, raises the challenge of devising policies and models of public policy analysis in their understanding of the processes of social differentiation and regulatory simulta- neously reflect the increasingly polycentric heterarchical or modern societies and the growing demand for postconventional type regulations, according to regulatory diversity increased in the multiple actors in the policy process.

Keywords: public policy, social differentiation, differentiation rules, policy analysis models, Haber- mas, Luhmann

Referencia normalizada Miranda Rebeco, P., Razeto Pavez, A. (2014). “Diferenciación social y normativa en modelos de análisis de políticas públicas”. Política y Sociedad, Vol 51, Núm. 2: 367-397

Sumario: Introducción. 1.Teoría del desarrollo moral y teoría de la diferenciación social. 2.Diferenciación social y normativa en modelos de análisis de políticas. 3.Hacia modelos heterárqui- cos y postconvencionales de análisis de políticas. Bibliografía.

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Miranda Rebeco, P.& Razeto Pavez, A Diferenciación social y normativa en modelos…

Introducción

La contribución central de este artículo a la comprensión y crítica de modelos de análisis de políticas públicas, no reside en el estudio independiente de sus bases normativas, asociadas éstas a preguntas gravitantes de la esfera pública, del tipo: qué debemos hacer, cómo debemos convivir, sino en su puesta en relación con una de las revisitaciones del giro comunicativo en políticas públicas (Fischer & Gottweis, 2012), como la que aquí se propone, a partir de la reelaboración comuni- cativa de la teoría del desarrollo moral de Kohlberg trabajada por Habermas. Pero el artículo avanza un paso más desde una peculiar convergencia de dos teorías de la sociedad que hacen de la comunicación el elemento fundante de lo social: La Teoría de la Acción Comunicativa de Jürgen Habermas y la Teoría de Sistemas Sociales de Niklas Luhmann. A partir de ellos se proyecta al campo de las políticas públicas la hipótesis sociológica compartida por ambos: en sociedades modernas, a mayor grado de diferenciación social le siguen mayores grados de diferenciación norma- tiva. Lo que puesto en el campo que nos interesa diría así: las políticas públicas no podrán encarnar grados creciente de diferenciación normativa sino en correlación con grados crecientes de diferenciación social. Investigaciones recientes realizadas en Chile2 han llamado la atención sobre re- sistencias estructurales a la encarnación de un referencial normativo de nivel post- convencional como los derechos humanos en los procesos de políticas públicas. Se ha solido operar como si en las cuatro fases analíticas (agenda, diseño, implementa- ción y evaluación) (Hogwood & Gunn, 1984; Lahera, 2002; Meny & Thoening, 1992), las políticas siguiesen un proceso lineal, monitoreable y evaluable por los propios mecanismos diseñados para ello por organismos estatales o por sistemas autoevaluativos de las propias políticas, de manera tal que a través del mismo proceso se pueda hacer fluir la perspectiva de derechos (en el caso de Chile). Y cuando la distancia entre el diseño y los resultados de las políticas en términos de derechos no son los esperados se busca la explicación en la desalineación o débil articulación entre la lógica del diseño, de la administración y de la ejecución. Es decir, la temática se observa como problema endógeno del propio proceso de políti- cas públicas, por ejemplo, como intereses distintos entre diseñadores y ejecutores, como contraposición entre la lógica política de administración de programas y la lógica ‘social’ de ejecución, como contradicción entre los principios técnicos de diseño y los modos políticos de administración. Con ello no se presta atención a los procesos de complejización social, una de cuyas expresiones son los grados crecien- tes de descentramiento societal, pasando de un tipo de orden social jerárquico a otro de carácter heterárquico, que desafía la idea de la existencia de un único centro ______

2 Ver Miranda, P. (2012). “Tensiones estructurales y semánticas en las políticas públicas - una cartografía del caso chileno”. Textos & Contextos (Porto Alegre), v. 10, n. 1, p. 137 - 156, jan./jul. 2011.

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Miranda Rebeco, P.& Razeto Pavez, A Diferenciación social y normativa en modelos… rector desde donde se producen los rendimientos normativos intencionados por los hacedores de políticas (Parsons, 2007; Birkland, 2005; Dye, 2005). En el caso de Chile la prevalencia de un orden social jerarquizado opone resistencia a una norma- tividad postconvencional como el enfoque de derechos (Miranda, 2012) tornando plausible la tesis de que las políticas públicas no podrán encarnar grados creciente de diferenciación normativa sino en correlación con grados crecientes de diferen- ciación social. Ello parece explicar el que a pesar de la pretensión normativa uni- versalista explícita de las políticas públicas (enfoque de derechos), interfieran intereses particularistas de múltiples actores que se contradicen con los criterios normativo-universalistas de una esfera pública democrática (Miranda, 2012). Puesto en términos metafóricos, sostendremos que hay al menos dos figuras de policy makers que parecen no poder seguir afirmándose en contextos signados por profundos y complejos procesos de diferenciación a nivel semántico y estructural: la figura del ‘actor omnisciente’ y la figura del ‘tutor’ moral’ (Jobert, 2004; Miran- da, 2012). La primera dice de la pretensión de un actor capaz de predeterminar los estados posibles y deseables de los asuntos públicos a partir de la lógica de la racionalidad instrumental de ajuste de medios a fines, desatendiendo con ello los alcances que para las policies comportan la creciente diferenciación social que abre la influencia en lo público a una diversidad de sistemas sociales, de organizaciones sociales y actores colectivos cuya coordinación desafía lógicas de planificación lineales e inducidas por un actor central (Luhmann, 1993; Offe, 1990; Çelik, & Çorbacıoğlu, 2008). Tal ‘actor omnisciente’ sería equivalente a la figura imposible del observador del mundo fuera del mundo (Luhmann, 2007). De la creciente diferenciación de las sociedades modernas se deriva que el orden político ya no puede ser representado como “producido desde arriba por un soberano omnisciente, antes bien, tal orden es resultado de transacciones complejas efectuadas sobre escenas políticas diferenciadas” (Jobert, 2004: 70). La segunda figura, la del ‘tutor moral’, diría de la pretensión de que algún grupo que, cooptando el Estado, utiliza las políticas como medios para imponer su propia concepción de mundo, ejercien- do, de este modo, violencia simbólica sobre las múltiples diferencias de clase, género, etnias, edades, capacidades y sus complejos entrelazamientos, propios de sociedades normativamente diferenciadas. No queda espacio allí para políticas interseccionales (Walby, 2007) que apunten a enfrentar las múltiples intersecciones de inequidades sociales. El incremento de diferenciación normativa interpela la pretensión de alineamiento normativo de la pluralidad de actores del proceso del policy making (Bullock et al., 2004). O, para decirlo con Fisher y Gottweis, “Be- cause society is differentiated and complex, specific discourse governs the various sectors and subsystems of society” (2012: 12). Desde diversos desarrollos teóricos vinculados al debate sobre las consecuencias que para las políticas públicas tienen los procesos de complejización social y de diferenciación normativa (Jobert, 2004; Burton, 2006; Çelik, & Çorbacıoğlu, 2008; Bullocket al. 2004; Lindblom, 1977; Etzioni, 1971; Willke, 2007; Salvat & Masca- reño, 2005; Waissbluth, 2008; Díaz-Tendero, 2001; Fischer & Gottweis, 2012), se puede proponer la tesis que postula que los cambios estructurales y semánticos de la

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Miranda Rebeco, P.& Razeto Pavez, A Diferenciación social y normativa en modelos… sociedad moderna presionan a impugnar ambos tipos ideales: el del ‘actor omnis- ciente’ y el del ‘tutor moral’. Ello como exigencia de problematización de la sinto- nización entre las políticas públicas y el aumento de diferenciación social y norma- tiva en sociedades complejas (Luhmann, 2007; Habermas, 2003 [1987]). Para ello nos proponemos analizar críticamente los niveles de diferenciación normativa y social presupuestos en un conjunto de modelos de análisis de políticas y derivar desde esa crítica lineamientos para el rediseño de modelos acordes a los procesos de diferenciación social en curso. Si bien los modelos de análisis de políticas “simpli- fican y clarifican nuestro pensamiento acerca de las políticas públicas” (Dye, 2005: 11; traducción propia), tales formas simplificadas del policy making conllevan importantes límites, como los tematizados por Lindblom (1968), pero sus ventajas justifican la atención prestada a ellos en la literatura especializada, entre ellas el aumento de comprensión del policy making que se puede derivar del examen com- parativo de diversos modelos de análisis (Hoole et al. 1979; Dye, 2005) y, más concretamente aún, la importancia destacada por Kraft & Furlong (2004) para la formulación e implementación de las políticas públicas. Entre las diversas taxono- mías de modelos reconocibles en el estado del arte (Torgenson, 2008; McGowan and Walker, 1981; Díaz-Tendero, 2001; Kraft & Furlong, 2004), aquí se ha seguido la propuesta por Dye (2005) atendiendo a la dependencia disciplinaria de los mode- los, específicamente de la ciencia política y la economía durante el siglo XX e inicios del XXI. De los que tipifica el autor se seleccionaron los que muestran mayor presencia en la escena de las policies, a saber: modelo racional, modelo institucional, modelo incremental, modelo de elección pública, modelo de grupos y modelo de elites. La hipótesis de base del artículo es que en tales modelos de análi- sis de políticas públicas predominan –parafraseando a Regonini (1991)- dos figuras de policy makers: la del ‘actor omnisciente’ y la del ‘tutor moral’ de la sociedad (Jobert, 2004). A nivel metodológico, para el examen de los niveles de diferenciación social y normativa presupuestos en los modelos seleccionados, se adaptó un dispositivo de observación sociológica del proceso de políticas aplicado en Chile el año 2010 (ver Miranda, 2012). Tal dispositivo constituye una adaptación del instrumento desarro- llado en el estudio Better Policy Making (2001), teniendo en consideración los criterios propuestos por Dunn (2004) para la elaboración de indicadores para el monitoreo del policy process. El dispositivo aplicado en este caso consideró las dimensiones analíticas tipo de normatividad en políticas públicas, diferenciada como se indicará luego en estadios pre-convencionales, convencionales y post- convencionales, y grado de jerarquización de las políticas, asociada a los procesos de diferenciación social. El artículo se estructura en primer lugar exponiendo las bases teóricas que sus- tentan los niveles de diferenciación normativa (Habermas) y diferenciación social (Luhmann) y su expresión en la esfera de las políticas públicas. En segundo lugar analiza las formas de diferenciación social y normativa prevalentes en los modelos de análisis de políticas seleccionados. En tercer lugar, se propone un conjunto de lineamientos para modelos heteráquicos y postconvencionales.

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1. Teoría del desarrollo moral y teoría de la diferenciación social

La creciente diferenciación social y normativa en sociedades modernas son com- prendidas aquí a partir de dos teorías contemporáneas de la sociedad que convergen en el paradigma de la comunicación (Alútiz, 2004): la teoría de la diferenciación social de Niklas Luhmann y la teoría del desarrollo moral de Habermas. Siguiendo lo desarrollado en otra parte, Habermas (2003), en el marco de su Teoría de la Acción Comunicativa, reformula desde el giro comunicativo los estadios de desa- rrollo moral propuestos por Kohlberg. Sometiendo la crítica el monologismo presu- puesto en los estadios kohlbergianos del desarrollo moral, reformula fundamental- mente el nivel post-convencional colocando en la cima de la moralidad los procesos de deliberación sobre asuntos públicos (Habermas, 1985, 2000). De ahí a su opción por una política y una democracia deliberativa no había más que un paso (Haber- mas, 1994). Allí donde Kohlberg (1971, 1981, 1982, 1984) centra el estadio post- convencional en el orden de los principios, en donde en el nivel 5 refiere a la etapa de los derechos previos y del contrato social o de la utilidad y el 6 a la etapa de los principios éticos universales. Habermas sitúa éstos en el nivel 5, como un estadio inferior de moralidad postconvencional al no contemplar procesos de deliberación pública. Ya es un tópico que la diferenciación social pertenece al patrimonio teórico de la sociología. Desde sus orígenes, “la sociología se ha ocupado de la diferenciación” (Luhmann, 2007: 471). Allí está bajo la figura de la división social del trabajo en Durkheim, de la autonomización de las esferas de valor en Weber, de la diferencia- ción de ‘campos’ en Bourdieu, de la división de clases sociales en Marx, de la diferenciación de sistema / mundo de la vida en Habermas y sistema/entorno en Luhmann. La diferenciación no designa la desagregación de un todo (la sociedad) en sus partes (sistemas, organizaciones, individuos) sino la “unidad de lo diferente” (Luhmann, 2007: 471), unidad de lo diferente que se estabiliza en ordenamientos socio-históricos con fisonomías claramente distinguibles al modo de los weberianos tipos ideales. Desde el funcionalismo de la equivalencia, Luhmann distingue cuatro formas básicas de diferenciación social: diferenciación segmentaria, diferenciación centro-periferia, diferenciación jerárquica y diferenciación funcional (2007). Dado que las políticas públicas son hijas de sociedades modernas que han estado históri- camente asociadas a la tensión entre un orden social jerárquico a un orden social funcionalmente diferenciado, centraremos la atención aquí a las formas de diferen- ciación social jerárquica y funcional. La forma de diferenciación jerárquica se caracteriza “por la desigualdad de rango de los sistemas parciales” (Luhmann, 2007: 486) en que el orden social se configura a través de ordenamientos institucio- nales jerárquicos teniendo como centro rector la política. Esta forma se configura estructuralmente sobre la distinción de pares: “la distinción entre nobleza y pueblo común, por ejemplo” (Luhmann, 2012: 486), el sistema indio de castas o el orden estamental del Medioevo (Luhmann, 2012). En cualquier caso siempre se presupo- ne la adscripción estable de los individuos a determinadas posiciones en el orden social (Luhmann, 2007). Por su parte, la forma de diferenciación funcional viene

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“caracterizada tanto por la desigualdad como por la igualdad de los sistemas parcia- les” (Luhmann, 2007: 486), reflejándose en una configuración policéntrica o hete- rárquica de la sociedad moderna en donde se “renuncia a asumir cualquier prioridad en la sociedad total” (Luhmann, 2007: 486). La teoría del desarrollo moral que Habermas reelabora a partir de la teoría ho- mónima de Kohlberg, diferencia tres estadios ascendentes de desarrollo: pre- convencional, convencional y postconvencional (1971, 1981, 1982, 1984; Martínez, 2010). El pivote es lo convencional que viene a corresponder a un orden normativo establecido en reglas y leyes que rigen la convivencia. Aquí el prefijo ‘pre’ viene a indicar un estadio inferior basado en la fuerza y la pugna de intereses particulares. Por su parte, el prefijo ‘post’ quiere indicar un paso moral más allá, desde donde se puede traer a juicio crítico el orden normativo establecido, ya sea con principios con pretensión de universalidad o, en el caso de Habermas, con procesos de delibera- ción sobre los asuntos públicos. Habermas precisamente reformula los estadios a partir de su categoría central de acción comunicativa. Diríamos que da un giro comunicativo a los estadios kohlbergianos. Tal giro le posibilita siete ángulos de acercamiento a la densidad de cada nivel: tipos de acción, estructura de perspecti- vas, estructura de expectativa de comportamiento, concepto de autoridad, concepto de motivación, perspectiva e idea de la justicia (Habermas, 1985, 2000). Para la observación de los modelos, acorde al instrumento utilizado, nos centramos en las dimensiones ‘tipos de acción’ e ‘idea de la justicia’. El tipo de acción a nivel pre- convencional, en su nivel más primario, se corresponde con una interacción autori- taria, seguida por una cooperación orientada por intereses, en tanto la idea de justi- cia asociada a este nivel es complementariedad de mando y obediencia y simetría de las compensaciones, respectivamente. Por su parte, es la acción funcional y la interacción orientada por las normas, asociada a la idea de lo justo como conformi- dad con la función y conformidad con el sistema existente de normas, lo que tipifica un desarrollo moral de tipo convencional. El nivel postconvencional, en tanto asocia un tipo de acción comunicativa (discurso) con orientación a los principios de la justicia y, un paso más allá, con la idea de lo justo como orientación a los procedi- mientos de fundamentación de normas (Habermas, 1985, 2000). Siguiendo la ya referida tesis donde confluyen Habermas y Luhmann que en so- ciedades modernas, a mayor grado de diferenciación social le siguen mayores grados de diferenciación normativa, y que nosotros proyectamos al mundo de las `políticas afirmando que las políticas públicas no podrán encarnar grados crecien- te de diferenciación normativa sino en correlación con grados crecientes de dife- renciación social, se puede establecer una correlación teórica entre forma de dife- renciación social y nivel de desarrollo moral. Proponemos que la forma de diferenciación estratificada en que el orden social se configura a través de ordena- mientos institucionales jerárquicos teniendo como centro rector la política, se correspondería con el estadio convencional del juicio moral centrado en las normas de un orden social particular en donde prima una ética de la ley y un derecho de tipo tradicional (Habermas, 2003). La forma de diferenciación funcional, por su parte,

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Miranda Rebeco, P.& Razeto Pavez, A Diferenciación social y normativa en modelos… que implica una configuración policéntrica o heterárquica de la sociedad, se corres- pondería consiguientemente con el nivel postconvencional del juicio moral. A partir de aquí sostenemos que si la forma de diferenciación social y el tipo de normatividad son parte del proceso crítico que da forma a las políticas (Stein y Tomassi, 2006), ellas debieran ser observables en todo el universo de las policies. Particularmente en lo que dice relación con el rol del Estado, en cuanto una visión monocéntrica de sociedad hablaría de la existencia de un ‘centro rector’ desde donde se intenciona y se producen –al menos se pretende- los rendimientos públicos asignados (auto-asignados) a las políticas. El ‘actor (y observador) omnisciente’ (que observa sin ser observado), aquí fundido con la figura del ‘tutor moral’ de la sociedad (que moraliza sin ser moralizado), es quién sabe el qué y el cómo de los bienes públicos a perseguir. Es quien controla en toda su extensión el proceso decisional1 del policy making, desde el establecimiento de la agenda a la evaluación de las políticas. De ahí que el proceso del policy making sea centralizado. De este modo, semánticas de control social y moral, asociadas a la inducción de un orden social (conservador, reformista o revolucionario) desde una voluntad legisladora en los modelos de análisis de políticas, dirían de una visión jerárquica de sociedad, a la vez que de un tipo de normatividad convencional, en tanto que las semánticas que carguen hacia los opuestos de la lógica del control (autorregulación, coordinación y oferta, por ejemplo) serían compatibles con visiones policéntricas de sociedad y normatividades del tipo postconvencional. Concomitantemente, en visiones jerár- quicas la actoría en el proceso de políticas queda reservada de manera exclusiva a la categoría dominante de policy makers que –parafraseando a Jesús Ibáñez (1994)- se ‘reserva el poder y distribuye la norma’; categoría perteneciente a la clase política, a las organizaciones de intereses o a la burocracia (Regonini, 1991); en cualquier caso a una ‘cima jerárquica’ de la sociedad (Luhmann, 2007). Al contrario, un modelo que reconozca y de lugar al aumento, densificación e interconexión de las relacio- nes entre actores, organizaciones y sistemas en el contexto contemporáneo, que conducen a la diversificación de las pretensiones normativas de las diversas esferas diferenciadas en tanto ellas, por su creciente autonomía, ya no responden a un control social de tipo universal y generalizado como el ejercido por el Estado duran- te toda la modernidad, diría de una visión heterárquica a la vez que postconvencio- nal.

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2. Diferenciación social y normativa en modelos de análisis de políticas3

2.1. Modelo racional

Este modelo, denominado por Regonini (1991) como rational policy analysis o policy analysis, postula que una específica comprensión de la racionalidad se en- cuentra presente en el proceso de toma de decisiones y formulación de las políticas 4 públicas (ver también Pallares, 1988) . En él se pueden reconocer dos visiones: la idea de racionalidad económica, tal como se desarrolló en la teoría económica, y la idea de racionalidad burocrática, tal como fue formulada por las teorías sociológicas de la organización y sociedad industrial (Parsons, 2007:300). En ambas, el foco de análisis es el individuo sometido a imperativos de racionalización. En el caso de la visión económica, por ejemplo, el individuo es mentado como un “homo econo- micus” que busca satisfacer sus propios intereses y tomar decisiones a partir de la recolección de información necesaria para hacerlo, la comparación de las alternati- vas disponibles y la elección de aquella que le permita alcanzar sus objetivos (Par- sons, 2007). La figura del ‘actor (y observador) omnisciente’ en este modelo asoma ya desde los objetivos que se propone: “investigar la naturaleza, las causas y los efectos de las distintas alternativas disponibles para la solución de un problema de política, con el fin explícito de influenciar de forma más o menos directa el proceso de selección de las alternativas” (Regonini, 1991: 64-65; Birkland, 2005; Dye, 2005). En las etapas en que –al decir de Dunn (2004)- participarían los tomadores de decisiones sobre las políticas públicas, se hace especialmente visible el carácter jerárquico de la visión de sociedad con que opera el modelo: (1) identificación de un problema de política que genera consenso entre los stakeholders sobre la posibi- lidad que el tomador de decisiones actúe; (2) especificación y clasificación de las metas y objetivos que, si son logrados, constituirían una resolución del problema; (3) identificación de las alternativas de políticas que mejor puedan contribuir al logro de cada meta y objetivo; (4) pronóstico de las consecuencias que resultarán de la posible selección de cada alternativa; (5) comparación de las alternativas en términos de sus consecuencias para el logro de cada meta y objetivo; (6) elección de la alternativa que maximiza el logro de las metas y objetivos y, finalmente, (7) introducción de los cambios en el proceso de policy making actuando sobre la opción tomada. Todo el proceso de las políticas, así concebido, muestra un carácter altamente centralizado donde la actoría determinante viene dada por las agencias del subsis- tema político. Posicionado en ese lugar, el policy maker presume de conocer cómo funciona la sociedad, lo que le permitiría el poder medir y evaluar las consecuencias ______

3 Se excluyeron del análisis el Modelo de proceso y el Modelo de teoría de juegos.

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Miranda Rebeco, P.& Razeto Pavez, A Diferenciación social y normativa en modelos… de los diversos cursos de acción, llegando incluso a presumir del conocimiento de las necesidades y deseos humanos, sobre todo las de los grupos menos visibles e influenciables (Montgomery, 1987). En esta última presunción es reconocible un equivalente funcional a la figura de un ‘tutor moral’ de la sociedad encarnada ahora en la voz del experto que desde su perspectiva de observador de primer orden determina por los afectados sus necesidades y deseos, en una palabra, sus proyectos de vida lograda. Desde la matriz empirista y positivista de base de este paradigma dominante en análisis de políticas -al decir de Çelik, & Çorbacıoğlu (2008)-, el policy maker opera con la pretensión weberiana de ‘neutralidad valorativa’ en virtud de la cual los métodos y los instrumentos de análisis de políticas se piensan como “instrumen- tos neutros que pueden ser usados por analistas que son imparciales y están distan- ciados de los problemas de las políticas” (Çelik, & Çorbacıoğlu, 2008: 18; traduc- ción propia). De aquí que se pueda afirmar que la tendencia a ignorar los aspectos valorativos y normativos del proceso de formación de políticas (Çelik, & Çorba- cıoğlu, 2008) resulten desplazados por una normatividad invisibilizada, como hemos sostenido en otra parte que le ocurre también -aunque por razones distintas- a la teoría de sistemas (Miranda, 2009). La visión jerárquica presupuesta en el modelo racionalista se hace especialmente visible en el rol atribuido al Estado. Ya Tinbergen (1968), estudiando el proceso de planificación económica, dejaba de manifiesto el imperativo de las agencias de planificación del Estado de manejar técnicas de previsión o predicción. En el régi- men óptimo definido para la planificación: el “conjunto de decisiones debe ser tal que se obtenga un bienestar máximo para la comunidad” (1968:72), se puede reco- nocer, además, el carácter convencional de tal horizonte normativo asociado a la perspectiva de una colectividad específica (Habermas, 2003 [1987]). La lógica de la planificación asociada a semánticas de control concentra la actoría de la elaboración de políticas públicas en los aparatos estatales, ya que si bien se puede aceptar la participación de grupos sociales, ello se hace sólo en la medida en que el propio Estado y el sistema político lo permiten. El mismo Tinbergen sostenía que uno de los criterios determinantes para llevar a cabo una planificación óptima es “conside- rar el grado de democracia permitido en el sentido de satisfacer los deseos justifica- dos de los grupos interesados en tener la oportunidad de dar su opinión o incluso participar en un número de decisiones sobre el plan” (1968:81). La lógica lineal -propia de la visión jerárquica- reconocible en el modelo racio- nal ha generado discrepancias al interior del mismo enfoque de base (Patton & Sawicki, 1993; Dye, 2005; Simon, 1957). Ya Simon (1957) proponía un modelo de racionalidad limitada postulando que los límites de la racionalidad impiden conocer las consecuencias exactas de cada elección: “es imposible para el comportamiento de un individuo solo y aislado lograr un alto grado de racionalidad. El número de alternativas que él debe explorar es tan grande, la información que necesitaría para evaluarlas es tan vasta que incluso la aproximación a la racionalidad objetiva es difícil de concebir” (Simon, 1957: 79; traducción propia).

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Además, Simon supone que las decisiones humanas son tomadas tanto por la ra- zón como por la pasión y los instintos, y por lo tanto, el análisis debe “dar cabida tanto al intelecto como al afecto” (Simon, 1957: 200; traducción propia). Además, hay un amplio alcance de las posibilidades de comportamiento, existen límites en la capacidad de atención a los asuntos, a la vez que hay que considerar los limites generados por el entorno organizacional que enmarca los procesos disponibles (Simon, 1957). Las políticas públicas desde el modelo de racionalidad limitada, pueden ser concebidas como el resultado de esfuerzos racionales fuertemente con- dicionados por factores del entorno. Al mismo tiempo, constituyen una representa- ción simplificada del problema que le dio origen y los mecanismos para enfrentarlo, como forma de hacer viable la convivencia del policy maker en una sociedad alta- mente compleja. Por su parte, Patton & Sawicki (1993) proponen un modelo de análisis de políti- cas públicas que pone más énfasis en la permanente interrelación en las etapas del proceso, y en la importancia de la verificación del problema y el establecimiento de los criterios de evaluación. Así como también en la importancia de no sólo selec- cionar la alternativa sino que previamente exponer y distinguir entre ellas, para posteriormente incluir un proceso de monitoreo a la implementación de la política pública. Si bien –dirán- “no sugerimos que el analista de políticas deba seguir rígidamente los pasos en el modelo racional. A menudo esto no puede hacerse. Nosotros pensamos que los analistas pueden usar el perfil del proceso como una guía o marco para el análisis” (Patton & Sawicki, 1993: 52; traducción propia). No obstante, estas correcciones internas del modelo de racionalidad limitada que introduce fundamentalmente correctivos pragmáticos, parecen dejar intocada las presunciones cognitivas y normativas del modelo tecnocrático de base, que elude en la formulación de políticas “los pasos del debate, negociación, aprobación y ejecu- ción” (BID, 2006: 4) requeridos por una normatividad de tipo procedimental, in- compatible con la figura de algún tutor moral de la sociedad. Ello en tanto, las políticas siguen siendo concebidas como resultado de esfuerzos racionales por parte de las agencias del subsistema político, sólo que fuertemente condicionadas por el entorno.

2.2. Modelo incremental

Las críticas en torno a la resolución racional de problemas en las políticas públicas alcanzaron un desarrollo importante a fines de los años cincuenta, bajo el concepto del incrementalismo (Pallares, 1988; Regonini, 1991; Çelik & Çorbacıoğlu, 2008). Éste reivindica un conocimiento más realista y empírico del modo en cómo se toman las decisiones en el campo de las políticas públicas, reconociendo las barre- ras que se presentan en torno a la información requerida, el tiempo disponible y los costos a asumir. Estas críticas se distancian de la figura del observador omnisciente que presume la calculabilidad y predictibilidad de un mundo social determinable racionalmente.

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El incrementalismo advierte que los hombres no tienen tan altas capacidades in- telectuales y fuentes de información como lo sugiere el método racional (Lindblom, 1968). De ahí que este modelo no requiera de una visión lineal acerca de cómo funciona la sociedad, ni requiere de información vasta ni completa acerca de las opciones y consecuencias de las políticas: “ni los científicos sociales, ni los políti- cos, ni los administradores públicos saben todavía lo suficiente acerca del mundo social para evitar los errores que cometen una y otra vez en sus pronósticos sobre las consecuencias de las políticas. Un policy maker sabio espera, por consiguiente, que sus políticas logren sólo en parte lo que espera y que, al mismo tiempo, produz- can consecuencias imprevistas e indeseadas” (Lindblom, 1968: 220; traducción propia). Es así que la lógica de control vía planificación racional es desplazada por la ló- gica de diferencias marginales (Parsons, 2007; Boeninger, 2007) en donde es por el método del ensayo y error que se determina la correspondencia entre objetivos, medios y recursos disponibles para la formulación de políticas (Parsons, 2007). De ahí que el incrementalismo sea un “método de toma de decisiones en el que la comparación ocurre entre políticas marginalmente distintas entre sí y donde no hay una gran meta o perspectiva que alcanzar, excepto la de mejorar los problemas y las políticas” (2007: 315). Más específicamente, siguiendo a Birkland, el incrementalismo se puede enten- der como “un modelo de toma de decisiones en el cual el cambio en la política es logrado a través de pequeños pasos incrementales que permiten a los tomadores de decisiones ajustar las políticas a los aprendizajes de los éxitos y fracasos” (2005: 216; traducción propia). Es justamente este postulado el que lo hace objeto de críticas, pues “algunos problemas demandan decisiones audaces y algunas metas simplemente no pueden ser encontradas con pasos incrementales” (Birkland, 2005: 216; traducción propia). Más radical es la crítica de Boisier quien lo observa como una de las causas centrales del fracaso del último sexenio en políticas de desarrollo; ello debido al influjo del “peso de la noche cartesiana”, es decir, [al] apego irrestric- to al paradigma positivista y al método analítico, que, llevado al plano de la acción, se ha traducido en el “incrementalismo disjunto” de Lindblom” (2004: 11). El incrementalismo asume formas económicamente convenientes en la toma de decisiones y elaboración de políticas públicas. Regonini señala que “la estrategia menos costosa de aproximación a la esencia de un problema de políticas consiste en (…) la valoración de las soluciones previamente adoptadas, modificándolas par- cialmente sólo en la medida en que su inoperancia resulta evidente. Este modo de proceder presenta la ventaja de comportar una reducción drástica de las informacio- nes necesarias, permitiendo un ajuste continuo de las finalidades a los medios” (1991: 67). Se observa aquí una diferencia significativa con el modelo racional, en tanto una política concebida bajo ese modelo puede transformarse en una política ineficiente si el tiempo y costo en su desarrollo es excesivo (Dye, 2005). Dado que de acuerdo a Dye (2005), el incrementalismo considera a la política pública como un elemento de continuidad de las actividades de los gobiernos ante- riores, sujetas sólo a modificaciones incrementales debido a las restricciones de

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Miranda Rebeco, P.& Razeto Pavez, A Diferenciación social y normativa en modelos… tiempo, información y costos, contribuyendo –al decir del mismo Dye- a reducir los conflictos, mantener la estabilidad y preservar el sistema político, puede considerar- se como un instrumento de conservación del orden social y político imperante. Esto dice de un referencial normativo de tipo convencional centrado en las normas de un orden social particular que el policy making busca conservar. Una ilustración de ello es el caso de la política de superación de la desigualdad en Chile, la que se ha caracterizado, más allá de los diversos gobiernos postdictadura, por modificaciones graduales, sin afectar el fondo del orden social heredado, lo que –dicho en términos de Dye (2005)- se corresponde con la preservación de un sistema que funciona sobre la base de intereses establecidos. El rol del Estado en el incrementalismo y particularmente el rol de los gobiernos, asume una función determinante en tanto su acción constituye la base sobre la cual se elaboran las políticas públicas. Este modelo considera que los programas, políti- cas y nivel de gasto existentes previamente constituyen una base a considerar con detenimiento. Los elaboradores de políticas generalmente aceptan la legitimidad de los programas establecidos, asumiendo un acuerdo tácito de continuar las políticas previas (Dye, 2005). A pesar del reconocimiento de las acciones de los gobiernos anteriores, las responsabilidades de decisión bajo este modelo, se encuentran com- partidas por diversos grupos (Dunn, 2004) de modo que “las decisiones no están sujetas a ningún tipo de plan, análisis, control o coordinación general” (Parsons, 2007: 315), por lo que la designación del modelo como ‘incrementalismo inconexo o desarticulado’ no parece compatible ni con la figura de un Estado controlador ni con la de coordinador. Una nueva luz sobre esta cuestión la arroja el análisis sobre los actores del pro- ceso de políticas. Desde el incrementalismo se contempla la participación de diver- sos actores en la formulación y puesta en marcha de las políticas. No obstante, por lo general estos actores (ciudadanos, congresistas, administradores públicos) no están de acuerdo en los valores u objetivos fundamentales, lo que complejiza la toma de decisiones sobre políticas públicas para abordar problemas sociales (Lind- blom, 1968). Por ello, el tomador de decisiones a menudo no puede basarse en las preferencias de la mayoría, porque no hay preferencias, a menos que los asuntos tratados logren despertar la atención ciudadana. En consecuencia, si bien este mode- lo en relación a los actores parece compatible con una visión policéntrica de socie- dad, en el momento en el que concibe la imposibilidad del acuerdo entre los actores y adjudica la toma de decisiones únicamente a los policy makers del sistema políti- co, reproduce más bien una lógica monocéntrica de sociedad.

2.3. Modelo de elección pública

El modelo de la elección pública, al ser comprendido “como el estudio económico del proceso de toma de decisiones de no mercado, o simplemente, la aplicación de la economía a las ciencias políticas” (Mueller, 1979: 1-2; traducción propia) refleja de principio a fin un tipo de racionalidad instrumental de cálculo medios-fines

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(Habermas, 2003 [1987]). Efectivamente este modelo comparte una premisa con el modelo racional: que los tomadores de decisiones hacen elecciones según cálculos racionales entre distintas alternativas de políticas (Caplan, 2010). Sin embargo, bajo el modelo de la elección pública, la toma de decisiones sobre políticas no busca el máximo beneficio social, sino que busca satisfacer el interés propio de los policy makers e individuos involucrados en la toma de decisiones. El postulado básico de este modelo es que los individuos se comportan de manera egoísta y racional, buscando maximizar su utilidad (Mueller, 1979). La materia de la elección pública es la misma que la de las ciencias políticas: “la teoría del Estado, las reglas de la votación, el comportamiento del votante, la política de partidos, la burocracia, entre otros” (Mueller, 1979: 1-2; traducción propia). Esta es la definición más citada acerca de lo que es la teoría de la elección pública (Orchard & Stretton, 1997). El Estado aparece en este modelo con un importante rol en la toma de decisiones de las políticas a través de la burocracia. Esta representa a un conjunto de indivi- duos que quieren maximizar su bienestar, por lo que intentarán realizar un buen trabajo para que el tamaño de este pueda aumentar (Buchanan & Tullock, 2004; Tullock, 1979). Los gobiernos tienen que maximizar su apoyo, y las políticas públi- cas son el principal instrumento para lograr buscar aquello que los ciudadanos desean. El carácter centralizado y de control en esta lógica de política se hace patente en tanto las políticas públicas se deciden por funcionarios del gobierno con la finalidad de mantener el poder. Es así que en la concepción de este modelo, las políticas públicas son formuladas por los policy makers con la finalidad de obtener especial ventaja, tales como la reelección y rentas (Grindle & Thomas, 1991) bajo la lógica de que en una sociedad democrática, en la que se realizan elecciones periódicas, la primera meta de los gobiernos es la reelección (Downs, 1957; Tullock, 1979) y no la maximización del interés público. Por consiguiente, la política pública es realiza- da siguiendo un cálculo estratégico y egoísta, en el cual se utilizan los recursos públicos para permanecer en el poder. Es en este sentido que se ha podido decir que las políticas se convierten en un arma de sobrevivencia para sus elaboradores. Sobrevivencia que demanda a los gobiernos el conocer cuáles son las preferencias de los votantes: “la mejor estrategia de un gobierno es adoptar opciones que son favorecidas por la mayoría de los votantes” (Downs, 1957: 73; traducción propia). Si es necesario introducir intermediadores para conocer las preferencias, habrá que darle cabida a ellos. En la misma línea centralizadora, el proceso decisional que subyace a la formu- lación de las políticas públicas se caracteriza por la racionalidad en la búsqueda de la utilidad de quienes deciden acerca de las políticas. Estas son explicadas como el resultado de la inevitable búsqueda de rentas (Grindle & Thomas, 1991). Esta teoría supone que hay que seguir la estrategia de adoptar las opciones favorecidas por la mayoría de los votantes, razón por la que es necesario conocerlas. No obstante, este modelo reconoce la existencia de incertidumbre en los resultados de la acción colectiva (Tullock & Buchanan, 2004), y realiza un llamado a las agencias guber- namentales a encontrar aquellas preferencias. De este modo, se acepta la existencia

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Miranda Rebeco, P.& Razeto Pavez, A Diferenciación social y normativa en modelos… de racionalidad en la acción individual, aunque esta es limitada e incierta en la acción colectiva. La dependencia teórica de la noción de homo economicus, que en este enfoque remite particularmente al comportamiento egoísta y maximizador de beneficio personal de los individuos en la política (Dye, 2005), junto a la búsqueda de con- servación del orden social (preservando el status quo, no ofreciendo una idea de ‘sociedad deseable’ o ‘sociedad buena’, más allá del principio de la agregación de las preferencias individuales, como principio normativo políticamente justificado) (Petracca, 1991), permite sostener que el referencial normativo en este modelo alcanza en el mejor de los casos sólo el nivel convencional. Incluso, dado que los principales actores involucrados en el proceso de elabora- ción de políticas públicas corresponden principalmente a individuos orientados a satisfacer sus propios intereses, como lo son los políticos y los funcionarios públi- cos, el nivel de moralidad correspondiente sería más bien de tipo preconvencional. Este nivel dice de individuos que entran en relaciones estratégicas de intercambio más que de miembros de una sociedad. Según sus intereses estratégicos estos indi- viduos se organizan para alcanzar sus metas individuales (Grindle & Thomas, 1991). Así –sostendrá Petrarca (1991)- una política constituida por individuos egoístas no resulta compatible con los requerimientos de una ciudadanía democráti- ca lo que –decimos por nuestra parte- requiere de un tipo de normatividad de carác- ter postconvencional (Habermas, 2003 [1987]).

2.4. Modelo de elites

El modelo de las elites postula que los valores, intereses y preferencias de las elites, afectan el desarrollo de las políticas públicas, en el sentido que éstas reflejan los intereses y preferencias de las mismas (Dye, 2005; Kraft & Furlong, 2004; Gaman- Golutbina, 2007; Pareto, 1987). Como sentencia Mosca: “toda clase política no puede menos que justificar su propio poder, apelando a valores supremos comparti- dos por el grupo” (1984: 23). Las elites tienen una mayor influencia en las políticas que las preferencias del público en general (Kraft & Furlong, 2004). El término elite “dejó de ser una palabra francesa, transformándose en lo que es ahora: el rótulo que designa a quienes, por cualquier razón –quizás muy poco valedera- se destacan y se sitúan por encima de los demás” (Meisel, 1962: 8). Como destaca Meisel, “los teóricos de la elite se esforzaron por excluir de sus explicaciones toda referencia al derecho moral, limitándose a insistir en que las elites poseen algunas aptitudes muy valoradas socialmente, tales como las habilida- des militares, económicas o, en nuestro tiempo, administrativas” (1962: 8). Esta teoría sugiere que un reducido número de personas -en posiciones claves de go- bierno, industria, academia, medios de comunicación y otras instituciones- contro- lan una gran parte de los recursos políticos y económicos, dominando el proceso de policy making (Birkland, 2005).

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El carácter altamente jerárquico de este modelo se reconoce en que finalmente los oficiales públicos y los administradores sencillamente realizan las políticas decididas por las elites (Dye, 2005). El Estado viene siendo un dispositivo a través del cual las elites ejercen su influencia a través de un proceso de política simbólica (Kraft & Furlong, 2004), haciendo que los policy makers formulen política públicas que parezcan responder a las necesidades de la comunidad, pero que realmente respondan a los intereses de las elites. De este modo el proceso decisional en las políticas resulta altamente centralizado en el poder de la elite la que “domina la toma de decisiones públicas y cuyos intereses son atendidos en el proceso de policy making” (Peters, 1996: 50; traducción propia). Las elites tienen la habilidad y el poder para mantener los asuntos de su interés en la agenda política, lo que a su vez, contribuye a conservar su poder. Ellas esgri- men que las clases sociales de menos ingresos no tienen recursos, tiempo, habilidad organizacional ni comunicacionales para organizarse y manifestar sus propios intereses. En otras ocasiones, pueden señalar que las personas son apáticas y mal informadas acerca de la política pública (Dye, 2005), por lo cual no pueden partici- par en ellas. No obstante, el elitismo no significa necesariamente que la política pública será hostil hacia el bienestar de las masas, sino sólo que la responsabilidad por el bienestar de las masas descansa en los hombros de las elites (Dye, 2005). Si se presta ahora atención a los actores determinantes del proceso de formación de políticas hay que decir que estos quedan jerarquizados en gobernantes y gober- nados (Mosca, 1984). La gobernante totaliza “las funciones políticas, monopoliza el poder y disfruta de las ventajas que van unidas a él” (1984: 106). La gobernada del modo que sea posible y necesario: ya de una manera más o menos legal, ya de un modo más o menos arbitrario y violento, suministrándole, “cuando menos aparen- temente, los medios materiales de subsistencia y los indispensables para la vitalidad del organismo político” (Mosca, 1984: 106). La clase gobernante tiene la cualidad que Mosca (1984) denomina inercia, la que se traduce en que las elites tienen la tendencia a volverse hereditarias de derecho o hecho. De esta forma, el Estado, dominado por las acciones de la elite, asume el rol fundamental en el proceso de elaboración de las políticas públicas, ejerciendo una función de control en base al poder que las elites detentan a través de él. La figura del ‘actor omnisciente’ resulta de este modo superlativa. Ello se pretende compatible con un tipo sui generis de democracia: la que al de- cir de Mosca apunta a la permanente renovación de la clase dirigente. La tendencia democrática se observa como un mecanismo que “permite incorporar continuamen- te sangre nueva a las clases dirigentes merced a la admisión de elementos que poseen innatas y espontáneas aptitudes para el mando y la voluntad de mandar” (1984: 328) impidiendo de este modo el ‘agotamiento de la aristocracia de naci- miento’, lo que para Mosca, es el anticipo de los ‘grandes cataclismos sociales’ (Mosca, 1984: 328). La figura del ‘tutor moral’ de la sociedad asoma en este modelo en su máxima expresión poniendo de manifiesto el carácter convencional de su referencial norma- tivo: las elites son conservadoras y desean preservar el sistema (Dye, 2005). Aún

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Miranda Rebeco, P.& Razeto Pavez, A Diferenciación social y normativa en modelos… más, el elitismo también afirma que las elites comparten un consenso acerca de las normas fundamentales subyacentes al sistema social; acuerdan las reglas básicas del juego, así como también la continuación del mismo sistema social. La estabilidad del sistema depende de los consensos de la elite en nombre de los valores funda- mentales del sistema, y sólo las alternativas de políticas que se alinean con dicho consenso compartido serán seriamente consideradas. En suma, clase política le da una base moral al poder que posee, “haciéndolo surgir como consecuencia necesaria de doctrinas y creencias generalmente reconocidas y aceptadas en la sociedad regida por esa clase” (Mosca, 1984: 131).

2.5. Modelo de grupos

El modelo de grupos en las políticas públicas enfatiza la importancia que tienen los grupos de interés al momento de influir en la toma de decisiones sobre las políticas (Klarner et al., 2007). La interacción entre grupos es considerada como el hecho central de la política (Dye, 2005). Individuos con intereses en común se unen y juntos -formal o informalmente- presentan sus demandas al gobierno. Como afirma Olson, “la idea de que los intereses de grupo son factores absolutamente fundamen- tales del comportamiento económico y político es aceptada por muchos, quizá por la mayoría de los científicos de la política” (1992: 131). Propiamente hablando, “el grupo de interés refiere a cualquier grupo que, sobre la base de una o más actitudes compartidas, realizan ciertas demandas sobre otros grupos en la sociedad, para el establecimiento, mantención o aumento de formas de comportamiento que están implícitas por las actitudes compartidas” (Truman, 1951: 33; traducción propia). Conocido también como el enfoque pluralista en políticas públicas, la teoría de grupos “asume que existen diversos grupos que compiten el uno con el otro en un sistema político razonablemente abierto y que las políticas resultan de esta competi- ción de los grupos” (Birkland, 2005: 109). La política funciona con el supuesto que los individuos son importantes en la política sólo cuando sus actos son parte de un grupo de interés, transformándose en un puente entre el individuo y el gobierno. De esta forma, “no habría un grupo dominante en el proceso de política, aunque es lógico asumir que los grupos con grandes recursos financieros, reconocimiento, acceso a los policy makers, y prestigio son más probables de tener más influencia que otros” (Kraft & Furlong, 2004: 73). La política queda aquí comprendida como una lucha entre grupos para influen- ciar las políticas públicas, de manera tal que la tarea del sistema político sería el gestionar el conflicto de grupos, estableciendo reglas, acordando compromisos y balanceando intereses, promulgando compromisos en formas de poder. De hecho, en este modelo el proceso de formación de políticas queda determinado por el número de integrantes, fuerza organizacional, liderazgo, acceso a los tomadores de decisión y cohesión interna de los grupos. Los policy makers estarían en esta perspectiva constantemente respondiendo a la presión de los grupos, discutiendo y negociando las demandas competitivas de los

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Miranda Rebeco, P.& Razeto Pavez, A Diferenciación social y normativa en modelos… grupos de influencia (Dye, 2005). De ahí que el Estado pase a formar parte de la arena política “en la cual los grupos conflictúan, negocian, forman coaliciones y luchan sobre la política resultante” (Grindle & Thomas, 1991: 23; traducción pro- pia), pero finalmente la iniciativa de la política se presume como generada por la lucha entre grupos de interés. Bentley imputa a los grupos la atribución del mono- polio de las iniciativas políticas de modo que las instituciones gubernamentales vendrían a ser “consideradas como simples herramientas de los conflictos grupales o vistas como grupos de interés” (Von Beyme, 1986: 23). El modelo de grupos parece presuponer una visión policéntrica de sociedad. Sin embargo, la lucha por los propios intereses grupales parece más consonante con lo que Habermas designa como “sociedades primitivas jerarquizadas” (2003 [1987]: 235), en donde el mecanismo básico que regula las interacciones entre unidades de estructura similar es el poder. No obstante no se trata de una relación entre iguales como en el caso de sociedades de tipo segmentarias, en las cuales los diversos grupos interactúan en condiciones de simetría (Luhmann, 2007). Como ya observaba Truman (1951), el poder está presente en los grupos de dos maneras: el grupo ejerce poder sobre sus miembros, determinando las actitudes, valores o los marcos de referencia en términos de la interpretación de la experien- cia. Y por otra parte, el grupo de interés, ejerce poder sobre otros grupos en la sociedad cuando impone exitosamente sus demandas hacia ellos. Es así que resulta plausible sostener que el modelo de grupos de interés en su versión más radical presupone una visión de sociedad comunitaria y particularista: son distintas comu- nidades en función de sus intereses particulares las que pugnan por el espacio de políticas. Es este juego de intereses el que satura el proceso decisional de las políticas pú- blicas siendo determinante el diferencial de poder en la sociedad que los grupos de interés alcancen. Aquel grupo que debido a su influencia y poder logra imponer sus demandas, será aquel que más influencia va a generar sobre la política pública. De esta forma, el grupo que logra ejercer el mayor poder sobre el proceso es aquel que influye en el proceso de decisión. A nivel normativo, en la medida que el modelo construye la idea de bienestar común a partir de los intereses de los grupos y que es finalmente el interés “el centro de las actividades individuales con respecto al prójimo, y por lo tanto de todo el movimiento de la sociedad” (Von Beyme, 1986: 15), se puede asociar su referen- cial normativo con el tipo de moralidad que define su perspectiva a nivel de los grupos primarios, con lo que calificaría en el nivel inferior del estadio preconven- cional. Si bien se trasciende el punto de vista egocéntrico, propio del nivel uno de la taxonomía kohlbergiana, la perspectiva dominante no es la de una colectividad específica sino la de las expectativas de los grupos de referencia. Debido a que la política persigue la búsqueda de un equilibrio entre los grupos, los cambios radica- les del orden social serán descartados a través de este modelo. Más bien se buscará políticas públicas que logren generar el mayor acuerdo posible entre los grupos que han estado involucrados.

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2.6. Modelo institucional

Este modelo que “ha evolucionado como producto de cierta insatisfacción ante la propuesta de pensar la política única y exclusivamente en términos de poderes ejecutivos, legislativos y constituciones” (Parsons, 2007: 350), destaca el protago- nismo que poseen las instituciones en el proceso de elaboración e implementación de las políticas públicas: las instituciones ordenan la vida política “a través de reglas y formas de organización que trascienden a los individuos y neutralizan o transfor- man las fuerzas sociales (March & Olsen, 1977). Las instituciones vendrían siendo un conjunto de reglas y prácticas organizadas, enraizadas en estructuras de significado y recursos que son relativamente invarian- tes a la renovación de individuos y relativamente resilientes a las preferencias idiosincráticas y expectativas de individuos y circunstancias externas cambiantes (March & Olsen, 2005). Son reglas y prácticas que prescriben el comportamiento adecuado para actores específicos en situaciones específicas creando elementos de orden y previsibilidad, introduciendo la lógica de la acción apropiada. Las instituciones políticas resultan determinantes para la sociedad en cuanto “simplifican las posibles confusiones de la acción, suministrando alternativas para la acción; simplifican las potenciales confusiones de significado, creando una estructura para interpretar la historia y anticipando el futuro; y asimismo simplifican las complicaciones de la heterogeneidad, conformando las preferencias de los participantes” (March & Olsen, 1977: 268). El carácter jerárquico de la visión de sociedad aquí presupuesta se hace patente desde el comienzo: existe un centro desde donde a través de acciones emprendidas en y por las propias instituciones políticas se puede “cambiar la distribución de los intereses políticos, recursos y reglas, creando [incluso] nuevos actores e identidades” (March & Olsen, 1977: 258). El institucionalismo le reconoce al Estado un rol determinante en la elaboración de las políticas públicas. Esta tesis central tampoco es sustantivamente alterada por el neo-institucionalismo (Belley & Lavigne, 2008). El proceso de formación de políticas se encuentra enclavado en las instituciones, las que tienen el poder para tomar las decisiones en base a los intereses colectivos. Son estas instituciones, creadas por el Estado, las que tienen la capacidad de decidir acerca de las políticas públicas que deben ser formuladas e implementadas. De ahí su énfasis “en los aspectos formales y legales de la estructura de gobierno. Los modelos instituciona- les observan el camino en que los gobiernos son organizados, sus poderes legales o reglas de procedimiento” (Kraft & Furlong, 2004: 74; traducción propia). Esta visión, supone que la estructura de las organizaciones y las reglas establecidas pueden hacer una gran diferencia en cómo se desarrolla el proceso de la política y en la posibilidad de influencia de los actores. El carácter monocéntrico de la visión de sociedad que da forma a este modelo de análisis de política se deja ver también en que las instituciones puedan ser tratadas como actores políticos, y por tanto, como tomadoras de decisiones sobre la base de algunos intereses colectivos, alternativas y expectativas (March & Olsen, 1984). La

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Miranda Rebeco, P.& Razeto Pavez, A Diferenciación social y normativa en modelos… actoría del policy making va a quedar de este modo encapsulada fundamentalmente en las instituciones del sistema político, reduciendo el espectro de posibilidades para que otro tipo de actores participen del proceso de decisión. Ello se torna más visible cuando –al decir de Dye- “este modelo concibe a la política pública como un resultado institucional autorizadamente determinado, implementado y hecho cum- plir por la variedad de instituciones políticas como el congreso, la presidencia, las cortes, la burocracia, el estado, las municipalidades, entre otras” (2005: 12; traduc- ción propia). La relación entre acuerdos institucionales y políticas públicas es compleja, indi- recta y contingente. Las instituciones políticas pueden bien ser imaginadas para obligar y posibilitar resultados sin ser causa directa e inmediata de políticas públi- cas o bien ser causa del origen de políticas públicas (March & Olsen, 2005). A este efecto “los Estados crean las instituciones a fin de solucionar problemas de acción colectiva, reducir costos de transacción, disminuir incentivos a la corrupción” (Vargas, 2008: 47). Es así que los institucionalistas describen las instituciones como una acción de gobierno en los campos organizacionales que pueden servir tanto como “instrumentos de estabilidad como de arenas de cambio” (March & Olsen, 2005: 13). Sus “reglas, rutinas, normas e identidades” (March & Olsen, 2005: 13) fungen tanto para lo uno como para lo otro, no obstante que en la práctica las instituciones se muestran bastante robustas incluso ante cambios radicales de natu- raleza social, económica, técnica y cultural. Las instituciones comprendidas desde el modelo institucionalista comportan de suyo una fuerza normativa: “la base normativa de la institución es una importante fuente de orientación para determinar qué cambios son adecuados y cuáles no lo son, de modo que no haya necesidad de calcular ampliamente los resultados” (Pe- ters, 2003: 57; traducción propia). Su vínculo con la perspectiva de una colectivi- dad específica –propia de una normatividad de tipo convencional- se ve reflejado en el rol que tienen las estructuras institucionales: “imponer elementos de orden en la sociedad” (March & Olsen, 1984: 742; traducción propia). Orden que puede ser impuesto por la razón, a través de instituciones formalmente planificadas, o por la competencia y coerción a través de las elecciones y el proceso de policy making. La determinación de qué tipo de orden se desea producir es definido privativa- mente por las instituciones políticas y el Estado. La normatividad de carácter con- vencional a la base de este modelo alcanza su máxima visibilidad en las caracterís- ticas que –al decir de Dye- tipifican las políticas: legitimidad (las políticas de gobierno pueden ser consideradas como obligaciones legales); universalidad (al ser políticas públicas, están extendida a toda la sociedad, y no sólo a parte de ella) y coerción (en tanto el gobierno detenta el monopolio de la fuerza, que puede usar cuando alguna política es violada) (Dye, 2005).

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3. Hacia modelos heterárquicos y postconvencionales de análisis de políticas

Si se acepta la hipótesis de la predominancia de algunas (o ambas) de las figuras de policy maker (‘tutor moral’ y ‘actor omnisciente’) en los modelos de análisis de políticas examinados, se levanta el interrogante por la búsqueda de alternativas. Por de pronto el desafío es que tales alternativas reflejen simultáneamente el carácter crecientemente heterárquico o policéntrico de sociedades modernas, en donde no hay espacio para una única observación de lo público, y la creciente demanda de una normatividad de tipo postconvencional, acorde al aumento de diversidad nor- mativa, que impugna antiguas o nuevas figuras de hegemonía normativa. Tempra- namente Lindblom (1977), al comparar el intercambio, la autoridad y el convenci- miento como principios de política, otorga una alta preponderancia a este último como forma de coordinación. Sin embargo, a nivel normativo el modelo de Lind- blom supone demasiada certeza y demasiada confianza en la capacidad del conven- cimiento en un contexto de espacios organizacionales y actores corporativos con intereses y lógicas de operación autónomas. Más sensible a estos rasgos de la socie- dad moderna, aunque también en una visión clásica, fue Amitai Etzioni (1971). Su idea de sociedad activa remite a una crítica a los modelos jerárquicos y monetaristas de regulación: “Una sociedad sin Estado es ampliamente pasiva, y un Estado sin base social es una red de control con solo una limitada capacidad de movilización de consenso” (1971: 106). El consenso es entendido en este caso como coordina- ción de diversas constelaciones organizacionales o funcionales que de otro modo reaccionan alérgicamente al control político (Willke 1995). Más contemporáneamente se puede pensar en modelos de indiferencia institu- cionalizada (Scholz 1982) como criterio de coordinación, cuyo énfasis está en la autonomía y autorregulación de las partes sobre un marco de limitaciones jurídicas que condicionan la operación de ellas (Mascareño & Miranda, 2009). Normativa- mente, sin embargo, subsiste la pregunta por los criterios de legitimación de ese marco jurídico de condiciones (Habermas 2000). De cualquier modo, las reglas de autocontrol y autorregulación parecen ser ineludibles cuando se trata de pensar en políticas públicas para un mundo estructural y normativamente diferenciado. Sobre esta base se puede hablar de formas de coordinación descentralizada que reconocen la autonomía de las partes pero que a la vez suponen un mínimo de visión de mundo que permita criterios orientadores de la coordinación social por medio de políticas públicas. Entre estos modelos contemporáneos, se pueden identificar cinco propues- tas centrales: a) la perspectiva neoinstitucional, b) las policy networks, c) los siste- mas de deliberación, d) la intervención contextual, y e) la options policy. La perspectiva neoinstitucional pretende conectar el carácter formal de la políti- ca organizacional (véase Parsons 1951), con los acontecimientos de entorno rele- vantes. En tal sentido se puede hablar de un espacio de política institucionalizada (Meyer/Scott 1983), donde valores, normas, símbolos rutinas juegan un rol en la implementación de políticas (March & Olsen, 1989). Más que consenso, formas de convencimiento o indiferencia institucionalizada, se plantea aquí la tesis del isomor- fismo de las policies que operan en entornos similares, sea por efecto de la coerción

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Miranda Rebeco, P.& Razeto Pavez, A Diferenciación social y normativa en modelos… de regulaciones formales, por efectos de imitación mimética o normativa (Di Mag- gio & Powell, 1991). El enfoque de las policy networks, en tanto, enfatiza la coor- dinación horizontal de espacios diferenciados. En palabras de Mayntz: “El surgi- miento de redes de política tiene dos importantes implicancias: es signo de un estado ‘débil’, pero indica a la vez la sensibilidad por una elevada complejidad de la dominación política” (1992: 21). La coordinación por redes de política muestra dos modos fundamentales: una forma negativa en la que los diversos actores controlan mutuamente el potencial de caotización de sus intereses, y una forma positiva, en la que los actores cooperan en función de un objetivo común (Willke 1995; Mascare- ño y Miranda, 2009). La intervención contextual (Willke 1993, 1995, 1997), busca el diseño e imple- mentación de políticas no autoritativas que respeten la autonomía de los involucra- dos por medio de estrategias de coordinación descentralizada. En palabras de Will- ke: “La intervención contextual debe satisfacerse con operar sobre los contextos, exige por tanto una autolimitación del actor interviniente en lo que a la dirección y cualidad de la intervención se refiere, así como también una ‘comprensión’ del modo de operación del sistema intervenido a fin de que la intervención sea realizada de forma tal que para el sistema intervenido se haga accesible.” (1993: 176). Una política de opciones (Teubner 1993) parte de la desconfianza que en un contexto de actores autónomos generan los mecanismos clásicos de sanción, persuasión, presión moral, contrato. Para Teubner ninguno de ellos es suficientemente reflexivo: las sanciones se basan en una lógica de orden y control inapropiada para sistemas autónomos, la persuasión y presión moral deja mucha contingencia abierta y los contratos obligan para todas las situaciones y no dejan espacios de contingencia. Con la combinación de autonomía e intervención, Teubner busca incrementar la capacidad regulatoria de las políticas desarrollando lo que denomina una política de opciones: “Si es extendida a través de contratos y derechos, entonces es posible expandir el concepto de derecho reflexivo implementando una política de opciones. Esto significaría, en efecto, disminuir el poder del derecho en ciertos dominios y hacer abandono de sus pretensiones de una regulación comprensiva. En vez de ello, sólo produciría una regulación opcional que los interesados podrían usar o no, como ellos lo encuentren más adecuado” (1993: 94; Mascareño y Miranda, 2009). Por último, los sistemas de deliberación constituyen especialmente una forma positiva de coordinación (Scharpf & Schnabel, 1979) y son consonantes con una estructuración heteráquica de la sociedad y con una normatividad de tipo postcon- vencional. Puesto que cada actor colectivo o corporativo representa intereses parti- culares, los sistemas de deliberación implementan mesas de negociación procedi- mentalizadas para el diseño, implementación y seguimiento de políticas públicas. En ellas no se busca consenso moral en torno a las materias que tratan, sino acuer- dos pragmáticos que permitan el desarrollo de políticas como un juego de suma positiva (Scharpf 1992; Mascareño y Miranda, 2009). Los sistemas de deliberación pueden ser observados como uno de los rendimientos del giro argumentativo en su proyección hacia las políticas públicas (Fischer & Gottweis, 2012). El giro argu- mentativo hace entrar una nueva orientación en el análisis y planificación de políti-

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Miranda Rebeco, P.& Razeto Pavez, A Diferenciación social y normativa en modelos… cas marcando un punto de quiebre con la hegemonía con la lógica empírico analíti- ca en la comprensión y solución de problemas públicos abriendo espacio al estudio del lenguaje, la argumentación y la deliberación como dimensión esencial de la teoría y análisis en el proceso de políticas (Fischer & Forester, 1993; Callon, 1990; Fischer & Gottweis, 2012). Tal giro ha puesto en cuestión de la validez y legitimi- dad de la sola racionalidad científica con su pretensión weberiana de neutralidad valorativa en la configuración del espacio público. Como afirman Fischer y Gottweis, sobre la base de la Teoría Crítica de Habermas, en particular de su crítica al binomio tecnocracia/cientificismo y a su propuesta teórica centrada en la acción comunicativa, el ‘giro argumentativo’ ofrece una perspectiva alternativa para la problematización de las políticas (2012). Entre otras lleva a poner en cuestión el modelo de relación entre especialistas y no especialistas, como expresión de la separación entre ciencia y sociedad (Callon, 1999: 82; Lau & Schlesinger, 2005), o, para decir en otros términos, entre el subsistema científico y los mundos de la vida (Habermas, 1998). Proyectado en el campo de las políticas públicas, este problema se podría enunciar como la paradoja de “políticas públicas sin públicos” (Aguilar, 2006, 1996; Miranda et al, 2012). A partir de Callon (1999) es posible reconocer, entre otros, la diferenciación de tres modelos de relación de la política con los públicos: the public education model, the public debate model, the co-production of knowledge model. En el modelo de educación pública, claramente predominante, los públicos son indiferenciados; son los especialistas y su racionalidad tecnocientífica los que tienen la tarea de educar a esos públicos, lo que les coloca en posición de pasividad, de entes no hablantes incluso en asuntos que les conciernen (Callon, 1999: 83). En el modelo de debate público, los públicos aparecen diferenciados, lo que se traduce en la generación de espacios de debate público donde convergen la racionalidad tecnocientífica y los saberes no expertos. La diferenciación de los públicos es observada aquí como una ganancia para el conocimiento, en cuanto los ‘nativos’ portan saberes y prácticas que ayudan a una mejor comprensión de un problema público y sus posibles vías de solución (Callon, 1999: 83; Lau & Schlesinger, 2005). En este modelo se reconocen a nivel internacional diversos procedimientos: public hearing, local information committees, mini-parliaments, consensus conferences, public forum for discussion, utilizados en Francia, Japón, y países escandinavos, entre otros. El límite de este modelo está en que, no obstante estas diversas modalidades conversacionales, predomina finalmente la racionalidad tecnocientífica (Dávila & Soto 2011). Por su parte, en el modelo de co-producción de conocimiento, los públicos participan en la producción misma del conocimiento necesario para insumar las políticas, tanto en lo relativo a cuestiones de legitimidad, como en las cuestiones de factibilidad. Aquí “the notion of public which are differentiated (…) or undifferentiated (…) is re- placed by that of the ‘concerned’ group” (Callon, 1999: 90), lo que supone instanci- as de deliberación. En este modelo, es posible hablar de “collective learning since the different knowledge is mutually enriching throughout the process of its co- production” (Callon, 1999: 91; Lau & Schlesinger, 2005). Con ello se gana en legitimidad y en efectividad en la configuración de la esfera pública (Habermas,

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2000). No obstante, el fin que este modelo persigue en la perspectiva de Callon, es inscribir los saberes no especializados en la producción y diseminación de conoci- miento científico. Es decir, los saberes cotidianos son subsumidos en el proceso de políticas dentro de una racionalidad que corresponde en definitiva al tecnolenguaje de los expertos (Olavarría et al., 2011; Miranda, 2012). Por ello nos parece que hay que proyectar un modelo de análisis de políticas acorde con normatividades de tipo postconvencional (Miranda, 2012). Fischer y Gottweis (2012) observan que en los últimos años la expansión del gi- ro argumentativo incluye categorías y procesos como: el análisis de discurso, la deliberación, la democracia deliberativa, los jurados ciudadanos, la gobernanza, la investigación participativa, el papel de la experiencia, del conocimiento local y tácito, la planificación colaborativa, el uso de las redes sociales y los métodos interpretativos, entre otros (2012). La incorporación de estas formas de co- argumentación permite, de un lado, una relación fructífera entre lo empírico y lo normativa, superando la falacia de la neutralidad valorativa en los asuntos públicos y, de otro lado, reconocer a los otros en sus diversidades como sujetos, estos, seres capaces de acción y lenguaje, lo que es propio de una normatividad postconvencio- nal. “The argumentative turn, in this regard, seeks to analyze policy to inform the ordinary language processes of policy argumentation, in particular as reflected in the thought and deliberation of politicians, administrators, and citizens” (Lindblom & Cohen 1979 en Fischer & Gottweis, 2012: 2). En suma, precisamente “because society is differentiated and complex” (Fischer & Gottweis, 2012: 12), no se pueden seguir afirmando impunemente, aunque sea con aires renovados, las figuras del policy maker como ‘actor omnisciente’ y/o ‘tutor moral’ de la sociedad en la sociedad.

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Política y Sociedad 397 2013, 50, Núm. 3: 367-397

Modelos de política cultural y modelos de equipa- mientos culturales: de los modelos nacionales a los modelos locales. Análisis del caso de Barcelona

Joaquim RIUS ULLDEMOLINS Universitat de València [email protected]

Recibido: 14-05-2013 Aceptado: 18-04-2014

Resumen: El desarrollo del análisis de la política cultural por parte de las ciencias sociales ha producido una teorización sobre los modelos de política cultural por parte de la sociología y la ciencia política. En estos análisis se plantea la influencia del modelo nacional de política cultural sobre las formas de gobernanza y gestión de los equipamientos culturales. No obstante, en este artículo defenderemos que actualmente es el modelo local de política cultural el que influye en el modelo de institución cultural. Ello se explica por la creciente importancia de la cultura en las estrategias de desarrollo local. Para demostrarlo analizaremos el caso del Modelo Barcelona de desarrollo local y política cultural, que destaca por el nivel de liderazgo del gobierno local, la gobernanza multinivel, el uso de la cultura en los procesos de planificación urbana y una tendencia a la concertación público-privado en la gestión pública. Un Modelo Barcelona que determinará la génesis y desarrollo de sus equipamientos culturales, generando un modelo singular y relativamente exitoso.

Palabras clave: Política cultural, Modelo Barcelona, equipamientos culturales, gobernanza cultural, cooperación público-privada

Política y Sociedad 399 ISSN: 1130-8001 2014, 51, Núm. 2: 399-422 http://dx.doi.org/10.5209/rev_POSO.2014.v51.n2.41582

Rius Ulldemolins Modelos de política cultural y modelos de equipamientos culturales

Cultural policy models and cultural facilities models: from national to local models. Analysis of Barcelona’s case

Abstract The development of cultural policy analysis by social science has been produced a theorization about cultural policy models from sociology and political science. This analysis shows the influence of the national model of cultural policy on the forms of governance and management of cultural facilities. However, in this paper we will defend that currently the local model of cultural policy decisively influences the model of cultural institutions. This is explained by the growing importance of culture in local development strategies. In order to demonstrate this we will analyze the case of the Barcelona Model of local development and cultural policy, that is characterized for the level of local government leadership, multilevel governance, the use of culture in urban planning processes and a tendency to use public-private partnership in public management. This Model influences the genesis and development of the cultural facilities and it produces a singular and relatively successful model

Keywords: cultural policy, Barcelona Model, cultural facilities, cultural governance, public-private partnership

Referencia normalizada Rius Ulldemolins, J. (2014). “Modelos de política cultural y modelos de equipamientos culturales: de los modelos nacionales a los modelos locales. Análisis del caso de Barcelona”. Política y Sociedad, Vol 51, Núm. 2: 399-422

Sumario: 1.Introducción. 2.Modelos de políticas culturales y tipos de equipamientos culturales: de los modelos nacionales a los modelos locales. 3.Modelo de política cultural y modelo de equipamientos culturales: el caso de barcelona. 4.Conclusiones. Bibliografía.

400 Política y Sociedad 2014, 51, Núm. 2: 399-422

Rius Ulldemolins Modelos de política cultural y modelos de equipamientos culturales

Introducción

Desde los años ochenta se ha venido destacando de forma creciente la importancia de la cultura para el desarrollo de las ciudades, por su capacidad de favorecer el paso a la llamada nueva economía, por la posibilidad de estimular el surgimiento de clústeres de industrias creativas o su potencial para catalizar procesos de regenera- ción urbana (Bianchini, 1993a, Scott, 2000, Scott, 2010). Desde entonces, las políti- cas culturales se han transformado de forma notable incorporando esos objetivos de desarrollo económico y social (Gray, 2007), hecho que ha alterado las relaciones tradicionales entre la esfera cultural y política al introducir la necesidad de demos- trar el impacto beneficioso del gasto público en cultura (Belfiore, 2004, Belfiore y Bennett, 2007). Ello ha motivado el surgimiento de lo que Gattinger y Saint Pierre (2008) han llamado modelos de política cultural híbridos, por ser una combinación de los modelos europeo-continental y liberal, y por ser un modelo en el que los niveles de gobierno regional y local tienen un rol mucho más activo que en etapas precedentes. Este giro local y emprendedor de la política cultural (Rodriguez Morató, 2005) ha tenido en los grandes equipamientos culturales uno de sus principales instrumen- tos, bien por su capacidad de impulsar procesos de regeneración urbana (Whitt, 1987), bien por potenciar la imagen de las ciudades (Plaza, 1999, González, 2011). No obstante, el efecto de este nuevo modelo de políticas culturales sobre los gran- des equipamientos culturales no ha recibido mucha atención. En este artículo nos proponemos demostrar que los modelos de política cultural ya no están determinados por los modelos nacionales de política cultural tal y como han sido caracterizados a finales del siglo XX (Zimmer y Toepler, 1996, Mulcahy, 1998, Zimmer y Toepler, 1999) sino que hoy en día dependen en gran medida de los modelos locales de desarrollo de la política cultural. Estos nuevos modelos de política cultural de base local, que podemos calificar como híbridos, produce un nuevo modelo de gobernanza, titularidad y financiación de los equipamientos culturales que también podemos calificar de híbridos, ni públicos ni privados (Schuster, 1998) y en el que se mezclan los rasgos de los modelos europeo- continental y liberal de equipamientos culturales. Analizaremos también cómo este modelo, que también debe ser situado en el marco de una estrategia emprendedora a nivel local, tiene unos resultados positivos si se considera su capacidad para poten- ciar a corto y medio plazo la política cultural, pese a que también genera algunos problemas de gobernanza a largo plazo. Para poder analizar el nuevo modelo nos centraremos en el caso de la ciudad de Barcelona que, como veremos, representa un caso avanzado de esta estrategia. Pero antes de entrar en el análisis de caso, en primer lugar, se abordará la definición de los modelos de políticas culturales y su correlación con unos modelos de gestión de

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Rius Ulldemolins Modelos de política cultural y modelos de equipamientos culturales los grandes equipamientos culturales 1. En segundo lugar se definirá el Modelo Barcelona de desarrollo urbano y su influencia en el modelo de política cultural. Una influencia que se plasma en la utilización de los equipamientos culturales para la creación de clústeres culturales en el Raval, Glòries y Montjuïc. En tercer lugar, se analizarán los equipamientos culturales desde el punto de vista de la gobernanza, la financiación y la titularidad, destacando su carácter de modelo híbrido. A conti- nuación, se analizará el desarrollo de cinco casos de equipamientos culturales caracterizados por ser el producto y ejemplo del modelo Barcelona de equipamien- tos culturales. Finalmente se llevará a cabo una valoración de las ventajas y los inconvenientes de este modelo de gestión local de las políticas y los equipamientos culturales. Para la elaboración de este artículo, hemos utilizado las fuentes documentales como las memorias, los presupuestos y los documentos elaborados por la propia administración, así como el análisis de contenidos de las entrevistas a los responsa- bles de la política cultural autonómica y local, y a los directores de las organizacio- nes culturales nacionales, generadas en el marco una investigación sobre el sistema de la política cultural en Cataluña2. ______

1 En este artículo se estudiarán los equipamientos culturales nacionales de Barcelona que generan actividad cultural de cara al público, reciben financiación pública para su funcionamiento ordinario y cuentan con autonomía jurídica y financiera. Con esta definición se engloban los museos, teatros y auditorios que superan el millón de euros de presupuesto y que se encuentran en la ciudad de Barcelona. Se excluyen los equipamientos patrimoniales que no ofrecen un servicio directo al ciudadano como la Biblioteca Nacional de Cataluña o el Archivo Nacional de Cataluña (ambos reservados a los investigadores), los teatros de titularidad y gestión privada y con afán de lucro y los equipamientos culturales con un presupuesto inferior al millón de euros. Entendemos que esta elección puede ser discutible, pero es necesaria para delimitar correctamente el objeto de estudio. Hemos excluido del análisis los equipamientos que son un servicio directo de las administraciones públicas, como es el caso del Museo Picasso de Barcelona, que no tiene personalidad jurídica ni presupuesto propio, a pesar de ser uno de los museos más visitados especialmente por los turistas que visitan la ciudad (Turisme de Barcelona, 2012). 2 La investigación se ha desarrollado entre 2008 y 2011 y ha sido financiada por el Mi- nisterio de Ciencia e Innovación (Ref. CSO2008-05910/SOCI). En el marco de este proyec- to se ha entrevistado a responsables de la política cultural: Ferran Mascarell (Consejero de Cultura), Lluís Noguera (ex Secretario General del Departamento de Cultura), Oriol Picas (ex Jefe de la Oficina de Difusión Artística de la Diputación de Barcelona), Jordi Martí (ex Regidor de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona), Jaume Ciurana (Regidor de Cultura y Educación del Ayuntamiento de Barcelona) y Marta Clari (Gerente del Área de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona). También se ha entrevistado a una amplia muestra de los máximos responsables las principales instituciones culturales de Barcelona: Pepe Serra (Director del Museo Nacional de Arte de Catalunya), Bartomeu Marí (Director del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona), Sergi Belbel (Director del Teatro Nacional de Cataluña), Lluís Pasqual (Director del Teatro Lliure), Francesc Casadesús (Director del

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Rius Ulldemolins Modelos de política cultural y modelos de equipamientos culturales

1. Modelos de políticas culturales y tipos de equipamientos culturales: de los modelos nacionales a los modelos locales

Los tipos de equipamientos culturales que podemos encontrar en cada país están determinados por el modelo de política cultural que se ha configurado a nivel histórico. El modelo de política cultural nacional tradicionalmente ha definido un contexto institucional que ha marcado durante la segunda mitad del siglo XX una pauta de relación entre las instituciones culturales y las administraciones públicas (Zimmer y Toepler, 1999). A partir de los años ochenta y especialmente durante los años noventa, el desarrollo de modelos locales de política cultural y el rol de ins- trumental jugado por las instituciones culturales han condicionado de forma cre- ciente las instituciones culturales. Examinaremos, por lo tanto, a continuación la influencia de los modelos estatales y posteriormente la de los modelos locales.

1.1. El modelo liberal y centro-europeo de política cultural y tipos ideales de instituciones culturales

En sus estudios comparativos sobre los sistemas de política cultural que se implan- tan en los diferentes países occidentales tradicionalmente se han distinguido tres modelos de políticas culturales (Zimmer y Toepler, 1996). Siguiendo el análisis de los tres modelos de estado de bienestar de Esping-Andersen (1993) podemos esta- blecer tres modelos: el europeo-continental, el anglosajón y el nórdico. En este artículo analizaremos los dos primeros, por ser los relevantes para el caso barcelo- nés. En el modelo europeo-continental, de raíz absolutista, existe una red de institu- ciones artísticas orientadas a la excelencia que, al mismo tiempo, cuentan con una fuerte tradición de intervención pública. El gobierno central en este modelo posee el rol predominante y ejerce una función de dominio político y simbólico respecto de los otros niveles administrativos. El papel del sector privado en este caso es subsi- diario y existen pocos casos de cooperación público-privada. El caso paradigmático de este modelo es el de Francia (Urfalino, 1996). Por el contrario, en el modelo liberal, en ausencia de una tradición absolutista, el apoyo tradicional de las instituciones culturales ha estado en manos privadas. El mercado constituye en estos países el mecanismo de regulación de la vida cultural por excelencia y la intervención del estado es menor, como es el caso de Gran Bretaña (Moulin, 1992).

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Centro de danza Mercat de les Flors), Joaquim Garrigosa (Director del Auditorio de Barce- lona), Joan Oller (Director del Palau de la Música), Rosa Maria Malet (Directora de la Fundación Joan Miró) y Laurence Rassel (Directora de la Fundación Antoni Tàpies).

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Rius Ulldemolins Modelos de política cultural y modelos de equipamientos culturales

Aunque no podemos establecer una correlación perfecta entre el modelo de polí- tica cultural y el modelo de equipamiento cultural3, siguiendo los modelos de políti- ca cultural planteados anteriormente (Zimmer y Toepler, 1996), podemos construir un tipo ideal de equipamientos culturales de tipo anglosajón, europeo-continental según el modelo de política cultural (ver Tabla 1).

Tabla 1: Modelos de política cultural y tipo ideal de equipamiento cultural Modelo europeo- Modelo anglosajón continental

Titularidad edificio Sector público Tercer sector

Gestión directa u Organización sin Titularidad gestión organismo autónomo ánimo de lucro

Titularidad colección Sector público Tercer sector

Representantes Patronos independien- Patronato instituciones tes Fuente: elaboración propia a partir de Zimmer y Toepler (1996) y de Lord y Lord (1998)

Como se puede ver en la Tabla 1, el modelo predominante de los equipamientos culturales en el contexto de políticas culturales europeo-continentales es el de titularidad pública con gestión directa o, en todo caso, a partir de organismos de- pendientes de las administraciones públicas. Fuertemente subvencionados, su gestión está controlada directamente por los representantes públicos que, entre otras facultades, nombran al director. Si bien se ejerce un claro control ex ante por parte del Ministerio de Economía, la dirección de la actividad del equipamiento es potes- tad del director artístico y no se suelen establecer objetivos de gestión e impacto social. Este suele ser el modelo de las instituciones culturales de países europeo- continentales (Coppinger et al., 2007) aunque también el modelo de las institucio- nes culturales en algunos países mediterráneos como Italia (Fedeli y Santoni, 2006).

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3 Existe una abundante literatura que analiza desde el punto de vista institucional y eco- nómico las diferentes fórmulas de gestión según su proximidad al sector público o al sector privado. Por ejemplo, Lord y Lord (Lord y Lord, 1998) analizan cuatro modelos diferentes: dependencia orgánica de la administración pública, dependencia de la administración pública con autonomía de gestión, organización sin fines de lucro o entidad privada. En el caso de España, no existen grandes equipamientos culturales estrictamente privados, es decir, pertenecientes al sector privado lucrativo, sino que todos pueden ser considerados del sector privado no lucrativo o Tercer sector.

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Rius Ulldemolins Modelos de política cultural y modelos de equipamientos culturales

En el modelo anglosajón, por el contrario, nos encontraríamos con equipamien- tos culturales de titularidad privada (mayoritariamente en el sector no lucrativo), con órganos de gestión autónomos respecto de las administraciones públicas. Su equipo directivo, apoyado por un patronato capacitado e independiente, conseguiría más ingresos propios provenientes de la taquilla, el mecenazgo y el patrocinio. Por lo tanto, la titularidad y la gestión de este tipo de equipamientos es privado non- profit, aunque muchos de ellos, como es el caso de Gran Bretaña, reciben fondos del gobierno o de sus agencias como los consejos de las artes (Department of Cultu- re, Media and Sport, 2010). Desde los años ochenta, se ha apreciado una tendencia a la disminución de las diferencias entre estos dos modelos con un incremento de la intervención del estado en los países del modelo liberal, y un mayor rol del sector privado y el tercer sector en los países del modelo europeo-continental (Bianchini, 1993a). La disminución en las subvenciones públicas (Dewey, 2004), la influencia de la Nueva Gestión Pública y sus reformas desestatizadoras (Belfiore, 2004), la globalización cultural así como la mayor importancia de las industrias culturales y creativas explican, en parte, esta convergencia (Menger, 2010, DEPS, 2011).

2. La emergencia de modelos locales de política cultural y los nuevos tipos de equipamientos culturales

En el contexto del paso a la economía fordista y de la aparición de los paradigmas de la ciudad creativa (Landry y Bianchini, 1995) el marco local ha tomado un nuevo protagonismo y sus gobiernos han cambiado y han ganado peso. Así, han pasado de ser pasivos implementadores de las políticas estatales de servicios públicos a ser activos promotores del desarrollo local (I. Blanco, 2009a). Tanto el llamado entre- preneurial turn (Harvey, 1989) de las políticas locales que apuesta por la revitaliza- ción urbana sobre la base de grandes proyectos arquitectónicos y eventos espectacu- lares, como el desarrollo de servicios y de nuevas industrias, tienen un eminente carácter cultural, que a menudo se concreta en la creación de barrios artísticos o de clústeres de industrias culturales (Scott, 2000, Scott, 2010). Así, se afirma que las estrategias culturales se tornan claves para la supervivencia de las ciudades (Zukin, 1995: 271). Uno de los mecanismos de extensión de la utilización de los grandes eventos como catalizadores del desarrollo urbano ha sido la construcción de museos bandera (Bianchini, 1993b) o la generación de grandes eventos (García, 2004). A partir de estas actuaciones se gestó un nuevo modelo de política cultural, que, como en el caso de Liverpool y Barcelona, representan la voluntad de unir cambio urbano, desarrollo económico y transformación social (Connolly, 2011). Así, a partir de los años ochenta la política cultural es concebida como un motor de la economía de las ciudades y una palanca de la regeneración de los centros urbanos (Landry y Bian- chini, 1995). Asimismo, se inicia entonces una tendencia a instrumentalizar la política cultural para fines de otras agendas de política pública (Gray, 2007), a pesar de que no se ha

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Rius Ulldemolins Modelos de política cultural y modelos de equipamientos culturales demostrado de forma empírica su efectividad (Belfiore, 2002). En este contexto se produce un cambio en los objetivos de la política cultural como política social, respaldado por un giro conceptual en el que la concepción redistributiva típica de las políticas culturales estatales (Menger, 2010) es desplazada por la idea de la cultura como factor de inclusión social (Connolly, 2011). Esta nueva política cultural se está concibiendo cada vez más desde una perspec- tiva sistémica y estratégica (Cherbo y Wyszomirski, 2000) y es en las ciudades donde esta nueva sistematicidad se está fraguando de un modo más tangible (Evans, 2001: 221), que se expresa en nuevas formas de planificación y gobernanza cultu- ral y orienta la política cultural hacia una estrategia de fertilización intersectorial con el objetivo de crear valor cultural local (Currid, 2007) en un contexto de com- petitividad global entre ciudades creativas (Menger, 2010). En este marco se trans- forma la dimensión organizativa de la política cultural bajo los principios de la Nueva Gestión Pública (Belfiore, 2004), agencializando e instrumentalizando las organizaciones culturales financiadas públicamente para la consecución de estos nuevos objetivos (Gray, 2008, J. Rius y Rubio, 2013). Podemos por lo tanto hablar del surgimiento de nuevos modelos híbridos de po- lítica cultural, protagonizados especialmente por gobiernos regionales y locales (Gattinger y Saint-Pierre, 2008). Este artículo mostrará que estos nuevos modelos locales están generando lo que Mark Schuster calificó como equipamientos cultura- les híbridos (Schuster, 1998), es decir, ni públicos ni privados, y que no se corres- ponden ni con el modelo europeo-continental ni con el liberal. Por otra parte, la instrumentalización de la política cultural local comportará también que los grandes equipamientos sean concebidos como instrumentos para la regeneración urbanística, la promoción económica y la cohesión social. No obstante, la forma en la que ello se expresa en cada ciudad dependerá de los modelos locales de política cultural local, que son combinaciones diferenciadas de los retos y dilemas de la política cultural urbana planteados hace ya veinte años (Bianchini, 1993a) y que siguen vigentes: efecto final vs. valor cultural, grandes eventos vs. pequeñas acciones, proyección internacional vs. desarrollo local. Dilemas que el Modelo Barcelona ha intentado –con éxito desigual– resolver mediante un modelo propio de desarrollo urbano y política cultural. A continuación, analizaremos cómo se ha generado un modelo propio de política cultural local en Barcelona, coherente con el llamado Modelo Barcelona de desarrollo urbano, que ha producido un modelo específico de equipamiento cultural.

2.1. El Modelo Barcelona: transformación urbana y política cultural

El Modelo Barcelona se entiende como un proyecto de ciudad liderado por el gobierno local, con el objetivo de transformar económica, social y culturalmente la

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Rius Ulldemolins Modelos de política cultural y modelos de equipamientos culturales ciudad. Asimismo, se ha analizado como un impulso modernizador de la ciudad bajo los sucesivos gobiernos de orientación socialdemócrata4, caracterizado por la aplicación de un urbanismo socialmente inclusivo y culturalmente avanzado (Mars- hall, 2000). Entre los elementos habitualmente atribuidos a este modelo podemos destacar los siguientes elementos: a) el liderazgo del gobierno local con una agenda que pretende combinar de forma equilibrada transformación urbana, desarrollo económico y cohesión social; b) la utilización de grandes eventos y de la cultura como estrategias de transformación simbólico-material de la ciudad (Subirós, 1998): c) la introducción de la lógica de la planificación estratégica y de herramientas de la Nueva Gestión Pública; y d) La gobernanza o la cooperación entre distintos niveles de gobierno y el partenariado público-privado en la generación de proyectos urba- nos de interés público (I. Blanco, 2009b). Tal como señala Arturo Rodríguez (2005, 2008) la estrategia cultural barcelone- sa deriva de una larga trayectoria hasta llegar a nuestros días. Durante la segunda mitad del siglo XIX y durante el primer tercio del siglo XX, la acción concertada de las elites locales y del poder local crea instituciones culturales de prestigio y pro- mueve grandes eventos, como las exposiciones universales de 1888 y 1929. Esta singular tradición de activismo mancomunado de las elites y el poder local resurge en los años ochenta, época en la que Barcelona desarrollará uno de los modelos más avanzados de ciudad emprendedora (Marshall, 1996). Este modelo de ciudad emprendedora en el desarrollo local se ha reflejado en la importancia otorgada a la planificación estratégica local, de la que el Ayuntamiento de Barcelona ha sido pionero, y con la que se impulsará el nacimiento de un modelo de políticas culturales barcelonés (Guillemat, 2008). Se partía de la idea de fomen- tar la capacidad de crear valor cultural local a través del fortalecimiento de los vínculos entre todos los actores que intervienen en el ámbito de la cultura (público- privado-tercer sector), y en todas las fases de la cadena de producción cultural (creación-producción-difusión), así como de promover colaboraciones interdiscipli- nares. A medio camino entre dispositivo de planificación, de participación y de gobernanza, los planes estratégicos han mostrado la creciente consciencia del sector cultural por las interrelaciones entre los diversos sectores y segmentos, así como su rol central en el desarrollo social y económico de la ciudad. Sin embargo, este proceso de reconocimiento y legitimación de la cultura como recurso para el desa- rrollo social y económico, no tuvo la misma intensidad en relación con su potencial uso como herramienta y como espacio para la participación de la ciudadanía y de los profesionales del sector cultural.

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4 Las primeras elecciones municipales democráticas de 1979 dieron la victoria al Partido de los Socialistas de Cataluña que desde entonces gobernó la ciudad de forma ininterrumpi- da hasta que en 2011 Convergencia i Unió, una coalición de la derecha nacionalista, consi- guió su primera victoria electoral en la capital catalana.

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El primer plan se elabora en 1999 y marca un hito en esta nueva etapa en la que la cultura se conceptualiza como un capital que debe movilizarse conjuntamente entre el sector público y el privado para convertir Barcelona en una centro produc- tor de cultura (ICUB, 1999). En este contexto se pretende convertir los equipamien- tos culturales en factorías de creación de contenidos a partir de acoger en su seno plataformas de creación emergente (ídem: 5). El Plan del 2006, llamado “Nuevos acentos”, partía de la constatación de que los objetivos del Plan Estratégico de 1999 –posicionar la cultura como un recurso clave en el marco de la estrategia de la ciudad, así como reconocer el vínculo entre cultura y desarrollo económico y tecnológico– se habían conseguido en su mayor parte. No obstante, el nuevo plan perseguía “volver a poner la cultura como finali- dad de las políticas culturales” (ICUB, 2006). Ello suponía, por lo tanto, sin negar los efectos beneficiosos en lo económico y en lo social, evitar los desbordamientos instrumentalizadores y situar en el centro la potenciación de los sectores culturales (Guillemat, 2008). Para ayudar a esta capacidad de creación de valor cultural se concebía Barcelona como un laboratorio al que había que facilitar la conectividad y la participación. Por ello dos de los programas estrella fueron la creación de las Fábricas de la Creación, que volvieron a concebir los equipamientos culturales como un elemento clave en el intento de convertir la política cultural en una herra- mienta de desarrollo de un sector cultural capaz de generar valor cultural para proyectarlo a nivel regional, nacional e internacional. Existe cierto consenso en que el Modelo Barcelona es un modelo de éxito en el que se combinó de forma acertada renovación urbana y planificación cultural (Subirós, 1999). No obstante, desde su formulación como modelo, diversos autores han desarrollado diferentes críticas, a saber, su deriva de modelo a marca de ciudad mercantilizada (Balibrea, 2001), su instrumentalización neoliberal y autoritaria de la cultura (Degen y García, 2012) que se ha constatado con fuerza en el último gran evento de la ciudad, El Fórum Universal de las Culturas 2004 (Majoor, 2011). En correspondencia con lo que hemos argumentado podemos establecer la exis- tencia de un Modelo Barcelona de políticas culturales que se caracteriza por: a) un liderazgo de la administración local muy por encima de la definición competencial en cultura con la intención de convertir la cultura en un sector estratégico y que se evidencia a nivel organizativo, presupuestario y en la gobernanza de las institucio- nes culturales; b) la utilización de la regeneración urbana y de los grandes eventos como oportunidad de desarrollo de las instituciones culturales; c) la creciente im- portancia de la cultura dentro de la planificación estratégica local y la elaboración de contratos programa de los equipamientos culturales como factor de instrumenta- lización de las políticas culturales y d) la potenciación de la cooperación público- privada como oportunidad de desarrollo de los sectores culturales en su conjunto.

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Rius Ulldemolins Modelos de política cultural y modelos de equipamientos culturales

3. Modelo de política cultural y modelo de equipamientos culturales: el caso de Barcelona

3.1. Génesis de los equipamientos culturales de Barcelona y liderazgo empren- dedor local

En el Estado español no existe un modelo único de políticas culturales y de gober- nanza y gestión de los equipamientos culturales. De hecho, podemos encontrar modelos diferentes en su territorio. Por una parte, el caso de Madrid sería asimilable al modelo europeo-continental (Rubio Arostegui, 2008, Rubio y Rius, 2012). Por el contrario, Barcelona ha estado históricamente cercana al modelo liberal (Rodriguez Morató, 2008). La debilidad de la intervención del Estado en la esfera cultural durante el siglo XIX y buena parte del siglo XX, comportó que los equipamientos culturales estuvieran mayoritariamente en manos de la iniciativa privada o del tercer sector. Este es el caso, por ejemplo, del Gran Teatre del Liceu5 (GTL), la mayor institu- ción cultural barcelonesa y un referente a nivel local e internacional de la escena operística y de la imagen de Barcelona como ciudad cultural. Aunque actualmente se considera una de las piezas esenciales de la política cultural barcelonesa, el Liceu fue en su origen y durante un siglo y medio una entidad privada. De hecho, el Liceu fue creado en 1847 por iniciativa de miembros destacados de la burguesía local y la explotación del teatro fue encomendada a diversas empresas concesionarias. Este modelo de gestión perduró hasta finales del siglo XX, un momento en el que los grandes teatros de ópera de los países avanzados ya eran o bien públicos, o bien recibían cuantiosas subvenciones del Estado (Martorella, 1982). En los años setenta El Liceu entró en una crisis de público y de modelo de gestión (Alier, 1978), una situación está que amenazó la continuidad del teatro y que forzó a las administra- ciones públicas a intervenir y a crear en 1980 el Consorcio del Gran Teatre del Liceu, integrado por el Departamento de Cultura, el Ayuntamiento de Barcelona y la Societat del Gran Teatre del Liceu, que detentaría la titularidad del inmueble hasta 1994. Posteriormente, se sumaron la Diputación de Barcelona en 1985 y el Ministerio de Cultura en 1986. El 1994 un incendio destruyó completamente el auditorio, con la excepción de la fachada y de las salas anexas. Inmediatamente se generó un fuerte consenso entre las elites económicas, culturales y políticas sobre la necesidad de reconstruirlo rápidamente, que se reflejó en la constitución de la nueva Fundación Gran Teatre

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5 En este artículo hemos optado por mantener el nombre en catalán de las instituciones culturales barcelonesas. En algunos casos, hemos utilizado abreviaturas utilizadas de forma común en el sector cultural: el Liceu para denominar el Gran Teatre del Liceu, l’Auditori para denominar el Auditori de Barcelona y el Lliure para denominar el Teatre Lliure.

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Rius Ulldemolins Modelos de política cultural y modelos de equipamientos culturales del Liceu, integrada por las cuatro administraciones públicas mencionadas ante- riormente, que aparcaron en este caso sus importantes diferencias sobre las compe- tencias en cultura (Font, 1991). Este consenso se escenificó bajo el lema “El Liceu de todos” en oposición al Liceu de las elites que había representado hasta entonces, legitimando de este modo la fuerte inversión pública que había supuesto su recons- trucción (Caminal, 2004). También el Palau de la Música Catalana, una de las joyas de la corona de los equipamientos culturales de Barcelona, debe su origen a la iniciativa local privada. Su edificio de estilo modernista fue construido a principios de siglo XX por el arquitecto Lluís Domènech i Montaner como sede de la asociación coral Orfeó Català y fue sufragado por la sociedad civil barcelonesa. Durante todo el siglo XX ha sido uno de los principales referentes culturales y una de las señas de identidad de Catalunya y de Barcelona. Su proceso de integración en el sector público ha sido paulatino y no carente de dificultades y momentos de crisis. El primer paso de acercamiento a las administra- ciones públicas se produjo en los inicios de la recuperación de la democracia cuan- do la Junta Directiva del Palau solicitó ayuda para mantener el histórico edificio. Para vehicular las ayudas se constituyó el Consorcio en 1983, integrado por el Ministerio de Cultura, el Departamento de Cultura y el Ayuntamiento de Barcelona. Sin embargo, a cambio de la importante inversión pública no se transformó el estatuto jurídico del edificio del Palau que continuó siendo propiedad del Orfeó Català. En 1990, para gestionar la actividad del Palau se constituyó una fundación privada con mayoría de patronos privados pero con la participación de representan- tes de las mismas administraciones públicas presentes en el Consorcio. Además de las instituciones históricas, en Barcelona podemos encontrar museos y centros de arte fruto de la iniciativa de la sociedad civil con la colaboración del Ayuntamiento de Barcelona en sus inicios y el resto de las administraciones públi- cas después. La Fundació Miró es una fundación privada con la misión de dar a conocer la obra del artista Joan Miró y de promover el arte contemporáneo. Fue fundada el año 1975 por iniciativa de intelectuales, artistas, marchantes y amigos del artista, y fue apoyada por el gobierno local desde sus inicios. Es una de las grandes instituciones culturales que más se aproximaría al modelo liberal, pero recibe anualmente aportaciones públicas y los representantes de las administracio- nes públicas están presentes en su patronato. La Fundació Antoni Tàpies fue creada 1984 por el propio artista catalán, Antoni Tàpies, con el objetivo de promover el estudio y el conocimiento del arte contempo- ráneo, así como la difusión de la obra del propio artista. Aunque es una fundación privada, abrió sus puertas en 1990 en la sede de la antigua Editorial Montaner y Simon, propiedad del Ayuntamiento de Barcelona, y durante estos veinte años de actividad, las aportaciones de las administraciones han ido creciendo hasta llegar a suponer, en la actualidad, casi la mitad de los ingresos. También fue iniciativa del sector privado el Teatre Lliure. El origen de esta ins- titución cultural se remonta al período de la transición a la democracia, en 1976, cuando una compañía de teatro se constituyó en cooperativa. Desde entonces hasta

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Rius Ulldemolins Modelos de política cultural y modelos de equipamientos culturales

1987, el Teatre Lliure se convirtió en uno de los referentes del teatro independiente, recibiendo por ello el apoyo del Ayuntamiento de Barcelona. En 1988 se constituyó la Fundación privada Teatre Lliure-Teatre Públic de Barcelona por parte de los representantes de la cooperativa de actores con la intención de conservar la inde- pendencia del teatro y así recibir un mayor apoyo de las administraciones públicas. Un apoyo imprescindible para poder financiar un nuevo espacio escénico que cumpliera con las necesidades técnicas y de seguridad que el antiguo espacio de Gracia ya no garantizaba. Así pues, con la complicidad del Ayuntamiento de Barce- lona, que quería dar continuidad a una de las instituciones teatrales con mayor prestigio y dinamismo de la ciudad, se consiguió incorporar al Patronato, tanto a la Diputación de Barcelona, como a la Generalitat de Catalunya, así como al Ministe- rio de Cultura y su apoyo para construir la nueva sede donde se encuentra actual- mente, en Montjuïc. No es hasta la transición a la democracia cuando la nueva administración pública cultural autonómica, el Departamento de Cultura de la Generalitat de Catalunya6, empieza a intervenir en la cultura catalana y barcelonesa con el objetivo de moder- nizar las infraestructuras culturales y equipararlas a los estándares culturales euro- peos. Esta intención se plasmará en la construcción de nuevos equipamientos cultu- rales como el Teatre Nacional de Catalunya (TNC) en 1997, inspirado en el modelo francés de institución democratizadora de la alta cultura. También fue fruto de la voluntad de dotarse de instituciones nacionales la construcción, a finales de los años noventa, del Auditori de Barcelona, que convertía la orquestra de titularidad local en nacional y, el Museu Nacional d’Art de Catalunya, que se convertiría en el escaparate del arte catalán. También el Mercat de les Flors ha respondido de la misma manera a esta intención del gobierno local de dotar a cada sector cultural, en este caso la danza, de una gran institución cultural de referencia. No obstante, este no fue el paradigma de actuación dominante y, en realidad, du- rante los años ochenta y noventa la política cultural y el desarrollo de equipamien- tos culturales en Cataluña estará liderado por los gobiernos locales. Estos, en ausen- cia de una planificación y un apoyo financiero por parte del Ministerio de Cultura o del Departamento de Cultura, desarrollarán estrategias emprendedoras para aprove- char las fortalezas y oportunidades locales (Martinez y Font, 2010). Este fue el caso de la que podemos llamar “generación olímpica de equipamien- tos culturales, es decir, aquellos que se gestaron durante el periodo posterior a la nominación olímpica hasta mediados de los años noventa. En el contexto de la movilización de recursos públicos y privados que requirió ese gran evento deportivo, se proyectaron dos equipamientos culturales, el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona y el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona que se inauguraron

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6 Por Departamento de Cultura estamos refiriéndonos al organismo responsable de eje- cutar las políticas culturales de la Generalitat de Catalunya.

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Rius Ulldemolins Modelos de política cultural y modelos de equipamientos culturales a mediados de los años noventa. Estos fueron utilizados como emblema de la rege- neración urbana del centro de la ciudad, tal y como veremos a continuación.

3.2. Desarrollo urbano, política cultural e instituciones culturales en Barcelo- na

Una de las características del Modelo Barcelona de desarrollo urbano es la utiliza- ción de las grandes infraestructuras culturales para la regeneración urbana y la creación de nuevas centralidades ciudadanas. Esta voluntad se plasma en el modelo de política cultural que concibe a la vez los procesos de regeneración urbana como una oportunidad para conseguir la financiación para equipamientos culturales y generar unos clústeres culturales que consigan fraguar sinergias entre los propios equipamientos y atraer al público al generar una escena artística. Esta ha sido la voluntad en el caso de los clústeres del Raval, Glòries y Montjuïc.

Mapa 1: Clústeres de instituciones culturales de Barcelona

Fuente: elaboración propia

La idea de un clúster cultural en el Raval comienza a principios de los años ochenta con el motivo de dedicar a la cultura un espacio infrautilizado y en proceso de degradación en el norte del barrio. Entonces, la Diputación de Barcelona (DIBA) y el Ayuntamiento de Barcelona impulsan la creación de una gran institución cultural que federe diversos servicios culturales, siguiendo el modelo del Pompidou parisino.

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Los responsables de estas dos administraciones públicas entienden que las infraes- tructuras culturales ayudan al impulso de un proceso de regeneración urbana que se complementará con una fuerte inversión urbanística pública y privada (Subirats y Rius, 2008). El proyecto fundador, denominado Centre de Cultura de la Casa de la Caritat, se dividirá a mediados de los años ochenta en dos proyectos separados: el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB) y el Museu d’Art Con- temporani de Barcelona (MACBA). El clúster de instituciones culturales de Glòries nace a principios de la década del noventa cuando el entonces alcalde de Barcelona, Pascual Maragall, convence a los responsables de la Generalitat de Catalunya de situar su proyecto estrella, el Teatro Nacional de Catalunya (TNC), como una apuesta estratégica urbana (Mara- gall, 1989). Siguiendo esta lógica, al edificio del TNC, inaugurado en 1997, se le une dos años después el Auditorio de Música y en 2003 la Escuela Superior de Música de Catalunya en un edificio adyacente. Finalmente, se planifica para 2012 la inauguración del Disseny Hub de Barcelona (DHUB) en la misma zona para crear así una nueva centralidad urbana en esa zona de la ciudad. El proyecto de la Ciutat del Teatre (ciudad del teatro) de Monjuïc empieza en 1997 con el encargo por parte del Ayuntamiento de Barcelona al prestigioso direc- tor teatral Lluís Pascual de liderar un proyecto que englobe diversas instituciones existentes o en construcción alrededor de la zona de Monjuïc (Pascual 2001). El proyecto coordina tres espacios teatrales distintos: el Mercat de les Flors (danza contemporánea), el nuevo Teatre Lliure (teatro) y el Instituto del Teatro (institución de enseñanza superior de teatro y danza). El proyecto liderado por el gobierno local tiene por finalidad la creación de sinergias culturales y un impacto urbano, y se suma al polo de museos formado por el Museu Nacional d’Art de Catalunya y la Fundació Joan Miró.

3.3. Gobernanza y financiación pública multinivel de los grandes equipamien- tos culturales de Barcelona

La convivencia de la herencia histórica surgida de la iniciativa privada, el modelo europeo-continental de equipamiento cultural desarrollado por el Departamento de Cultura y el modelo emprendedor impulsado por el Ayuntamiento de Barcelona han creado una tipología de equipamiento caracterizado por una gran complejidad en su estructura de gobernanza y fuentes de financiación. Una de las características del modelo barcelonés es la extrema complejidad en la gobernanza de sus equipamientos culturales, dado que no hay una primacía de los niveles superiores de las administraciones públicas (Ministerio de Cultura –MC- y Departamento de Cultura –DC-), sino que el nivel local (Instituto de Cultura – ICUB- y Diputación de Barcelona –DIBA) detentan un rol equivalente al de las otras administraciones, situación impensable en el Modelo centro-europeo o en el modelo liberal, en el que el Estado central tiene un protagonismo mayor. Por otra parte, solamente dos dependen de una sola administración: el Museu Picasso y el

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Rius Ulldemolins Modelos de política cultural y modelos de equipamientos culturales

Teatre Nacional de Catalunya. El Museu Picasso porque se ha convertido en sím- bolo de la política cultural barcelonesa y de su proyección internacional, y el Ayun- tamiento recela de compartirlo con las otras administraciones. Y el TNC, porque fue construido como el símbolo de la actuación del nuevo Departamento de Cultura del gobierno autonómico y su estrategia de reivindicación nacionalista (Villarroya, 2012). El resto de equipamientos culturales dependen de dos administraciones públicas (Centre de Cultura Contemporània de Barcelona, Fundació Antoni Tàpies, MACBA, Mercat de les Flors), de tres (Auditori, Fundació Joan Miró, MNAC) y hasta de cuatro (Liceu, Palau de la Música y Teatre Lliure).

Tabla 2: Grandes equipamientos culturales y número de administraciones públicas titulares (2012)7 ICUB DIBA DC MC TOTAL Auditori (AUD) 1 1 1 3 Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB) 1 1 2 Fundació Antoni Tàpies (FAT) 1 1 2 Fundació Joan Miró (FJM) 1 1 1 3 Gran Teatre del Liceu (GTL) 1 1 1 1 4 Museu d'Art Contemporani de Barcelona (MACBA) 1 1 2 Mercat de les Flors (MF) 1 1 2 Museu Nacional d'Art de Catalunya (MNAC) 1 1 1 3 Museu Picasso de Barcelona (MPB) 1 1 Palau de la Música (PM) 1 1 1 1 4 Teatre Lliure (TLL) 1 1 1 1 4 Teatre Nacional de Catalunya (TNC) 1 1 TOTAL 11 4 10 6 Fuente: elaboración propia

En cuanto a la participación de las administraciones culturales, podemos comprobar que el Departamento de Cultura (DC), que es la administración con competencias exclusivas sobre cultura, solo está presente en los diez equipamientos culturales, viéndose superado por el gobierno local que forma parte de las estructuras de go- bernanza de once equipamientos culturales a través de su instituto autónomo de cultura, el Instituto de Cultura de Barcelona. Por su parte el Ministerio de Cultura

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7 Por ICUB nos referimos al Instituto de Cultura de Barcelona del Ayuntamiento de Barcelona, por DIBA nos referimos al Área de Cultura de la Diputación de Barcelona, por DC nos referimos al Departamento de Cultura de la Generalitat de Catalunya y por MC nos referimos a Ministerio de Cultura de la Administración General del Estado.

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Rius Ulldemolins Modelos de política cultural y modelos de equipamientos culturales tiene una presencia mucho menor, al estar presente solamente en seis de los diez grandes equipamientos culturales.

Tabla 3: Financiación de los equipamientos culturales de Barcelona por administración pública (temporada 2009-2010). Miles de euros. DC % ICUB % DIBA % MC % TOTAL % Auditori (AUD) 8.357 49 7.615 45 0 950 6 16.922 100 Centre de Cultura Contemporània de 0 2.657 25 7.973 75 10.630 100 Barcelona (CCCB) Fundació Antoni 365 43 391 46 0 95 11 851 100 Tàpies (FAT) Fundació Joan Miró 827 43 903 47 0 190 10 1.920 100 (FJM) Gran Teatre del 10.682 38 2.961 10 1.480 5 13.326 47 28.449 100 Liceu (GTL) Museu d'Art Contemporani de 4.516 40 4.766 42 0 2.000 18 11.282 100 Barcelona (MACBA) Mercat de les Flors 2.484 40 2.461 40 0 1.235 20 6.180 100 (MF) Museu Nacional d'Art de Catalunya 9.461 47 5.016 25 0 5.817 29 20.294 100 (MNAC) Museu Picasso de 0 4.200 100 0 0 4.200 100 Barcelona (MPB) Palau de la Música 1.734 55 749 24 55 2 588 19 3.126 100 (PM) Teatre Lliure (TLL) 2.499 38 2.732 42 444 7 900 14 6.575 100 Teatre Nacional de 11.541 100 0 0 0 11.541 100 Catalunya (TNC) TOTAL 52.466 43 34.451 28 9.952 8 25.101 21 121.970 100 Fuente: elaboración propia a partir de los datos presupuestarios 2009-20108

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8 Las fuentes de los datos presupuestarios utilizados son las siguientes: memorias presu- puestarias de la temporada 2009-2010 disponibles en los archivos del Departamento de Cultura, los presupuestos de la Generalitat de Catalunya (Generalitat de Catalunya, 2010), los presupuestos del Ministerio de Cultura (Ministerio de Economía y Hacienda, 2009) y la Memoria del Instituto de Cultura de Barcelona (Generalitat de Catalunya, 2010). Se han excluido del análisis las subvenciones a actividades concretas desarrolladas por los equipa- mientos culturales (exposiciones, conciertos u otras actividades culturales) porque se trata de partidas de pocos miles de euros, son muy variables según el año, no se conceden regu- larmente y no son informativas, por lo tanto, de la estructura de financiación de las organi- zaciones culturales nacionales.

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Como podemos ver en la Tabla 3, el DC asume casi la mitad de las transferencias públicas a los equipamientos culturales, y en una segunda posición aparece el Ayuntamiento de Barcelona con una contribución del 28% del total, muy por enci- ma de sus responsabilidades como administración local, seguido en un tercer lugar por el Ministerio de Cultura que solamente asume 25 millones de euros (un 21% del total), muy por debajo de los 179 millones que dedica a los equipamientos cultura- les de Madrid. Así pues, el repartimiento de las responsabilidades de gobernanza y de la finan- ciación entre las diferentes administraciones públicas nos indica que Barcelona sigue estando muy lejos del modelo europeo-continental en el que el Ministerio de Cultura central tiene una participación mayoritaria en todos los grandes equipa- mientos culturales, tanto en su gobernanza como en su financiación. En este caso, los gobiernos autonómico y local tienen una participación muy superior a la que se esperaría en este tipo de equipamientos culturales de gran dimensión que responde, como hemos mencionado, a esta orientación emprendedora de la política cultural local que ha consistido en buscar la complicidad de todos los niveles de las admi- nistraciones públicas para desarrollar unos equipamientos culturales sin cuya parti- cipación no hubieran sido financieramente posibles.

3.4. La cooperación público-privada en los equipamientos cultuales de Barce- lona

En primer lugar, podemos constatar que de las doce instituciones culturales analiza- das, cuatro corresponderían de forma clara al sector público porque son el resultado de una iniciativa de las administraciones públicas hasta el punto de que la titulari- dad del edificio, la gestión y la colección son públicas (Auditori, Mercat de les Flors, MNAC y TNC). Sin embargo el resto de instituciones culturales, al combinar titularidades públicas y privadas deben ser calificadas como organizaciones híbridas. Es el caso de la Fundació Antoni Tàpies, la Fundació Joan Miró, el Gran Teatre del Liceu, el Museu d’Art Contemporani de Barcelona, el Palau de la Música y el Teatre Lliure.

Tabla 3 – Principales elementos de la titularidad de las instituciones culturales de Barce- lona (2012) Origen Titularidad Titularidad Titularidad iniciativa edificio gestión colección Sector público Sector Sector Auditori (AUD) público público Centre de Cultura Contemporània de Sector público Sector Sector Barcelona (CCCB) público público Tercer sector Sector Tercer sector Tercer sector Fundació Antoni Tàpies (FAT) público Fundació Joan Miró (FJM) Tercer sector Tercer sector Tercer sector Tercer sector Sector privado Sector Mixta (1) Gran Teatre del Liceu (GTL) público

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Rius Ulldemolins Modelos de política cultural y modelos de equipamientos culturales

Origen Titularidad Titularidad Titularidad iniciativa edificio gestión colección Museu d'Art Contemporani de Barcelona Sector público Sector Mixta Tercer sector (MACBA) público Sector público Sector Sector Mercat de les Flors (MF) público público Museu Nacional d'Art de Catalunya Sector público Sector Sector Sector (MNAC) público público público Sector público Sector Sector Sector Museu Picasso de Barcelona (MPB) público público público Palau de la Música (PM) Tercer sector Tercer sector Mixta Tercer sector Sector Mixta Teatre Lliure (TLL) público Sector público Sector Sector Teatre Nacional de Catalunya (TNC) público público Fuente: elaboración propia

La titularidad de la gestión es uno de los elementos que generan una complejidad mayor en la caracterización de los equipamientos culturales de Barcelona. En diversos casos nos encontramos con arquitecturas institucionales complejas en las que existe un consorcio que gestiona el edificio y una fundación (una institución con personalidad jurídica privada) que gestiona toda o parte de la actividad (Marti- nez y Font, 2010)9. No obstante, más allá de este criterio jurídico de la titularidad, uno de los ele- mentos característicos del Modelo Barcelona y de sus instituciones culturales es la profusión de fórmulas de cooperación público-privadas en la gestión. Este sería el caso tanto del GTL, en el que el Consejo de Mecenazgo tiene una presencia activa en los órganos de gobierno, como del MACBA, que cuenta con la presencia de la Fundació Museu d’Art Contemporani en sus órganos de gobierno. Es también una característica fundamental del Palau de la Música, en la que el Orfeó Català es parte fundadora de la fundación que lo gestiona y propietaria del edificio. Finalmen- te, este carácter híbrido también sería aplicable al Teatre Lliure, cuyo ente de ges- tión propio es una fundación privada creada por profesionales del sector del teatro.

4. Conclusiones

Las industrias culturales se han convertido en los últimos treinta años en uno de los instrumentos privilegiados para impulsar la regeneración de las ciudades y para ______

9 Son los casos del Auditori, el Liceu y el Palau de la Música, en los que se consideró que una fundación era un tipo de organización que ofrecía más flexibilidad y agilidad para la gestión. No obstante, este tipo de arquitectura institucional ha sido puesta en duda por su opacidad, dificultad de control y falta de concordancia con los principios de gestión de los fondos públicos (Roselló y Rius, 2009).

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Rius Ulldemolins Modelos de política cultural y modelos de equipamientos culturales promover el desarrollo de la llamada creativa (Bianchini, 1993a, Scott, 2000, Scott, 2010). Por ello, las políticas culturales se han transformado en una herramienta clave para la gobernanza urbana, especialmente en ciudades postindustriales como es el caso de Barcelona (Degen y García, 2012). Esta instrumentalización de la política cultural hacia el desarrollo económico y social local (Gray, 2007) ha moti- vado el surgimiento de modelos de política cultural locales con una orientación emprendedora (Rodriguez Morató, 2008) que han convertido los equipamientos culturales en uno de sus principales instrumentos por su capacidad de impulsar procesos de regeneración urbana (Whitt, 1987) o de potenciar la imagen de las ciudad (Plaza, 1999, González, 2011). Sin embargo, cabe preguntarse si es posible hablar de un modelo local de equi- pamiento cultural en correspondencia con el Modelo Barcelona de política cultural. Tal y como hemos podido ver en este estudio, en la génesis de los equipamientos culturales o en la inclusión de los equipamientos culturales en el sector público, el gobierno local ha ejercido un notable liderazgo, cumpliendo así su estrategia em- prendedora desarrollada en otros campos de la actividad pública. En este proceso, el gobierno local ha implicado al resto de administraciones públicas, generalizando un esquema de gobernanza cultural multinivel. En segundo lugar, los equipamientos culturales han sido intensamente utilizados para la regeneración urbana como es el caso del Raval, Montjuïc o Glòries, creando así tres nuevos polos de actividad cultural. En tercer lugar, podemos ver cómo se ha potenciado la cooperación públi- co-privada como una oportunidad de desarrollo de los equipamientos culturales, generando así unos equipamientos culturales híbridos (J. Rius, 2012). No obstante, no todo el balance del Modelo Barcelona de política y equipamien- tos culturales es positivo. En primer lugar, porque el hecho de que se haya adoptado esta estrategia emprendedora ha comportado que en la ciudad de Barcelona no se haya realizado ningún plan de equipamientos culturales a partir de las necesidades ciudadanas y que estos se hayan planificado en función de la aparición de oportuni- dades estratégicas (Martinez y Font, 2010). Por otra parte, la mencionada voluntad de integración de diferentes administraciones públicas hace complejo el encaje de los diferentes objetivos y perspectivas de estas en la misión de un equipamiento cultural. Es por ello que se ha intentado desarrollar un instrumento de tutela y gobernanza como los contratos programa (J. Rius y Rubio, 2013). Asimismo, actualmente algunos de los máximos dirigentes de la política cultural consideran que las estructuras de gobernanza deberían racionalizarse para establecer cuál es la administración pública responsable de cada equipamiento cultural con el fin de garantizar su sostenibilidad en el marco de la reducción actual de los presupuestos públicos dedicados a la cultura (Mascarell, 2012). En todo caso, actualmente el caso barcelonés muestra, por una parte, las relacio- nes entre el modelo de política cultural y el modelo de equipamiento cultural, y, por otra, cómo se han transformado las relaciones entre ciudad, administraciones públi- cas y sector cultural. De las grandes instituciones culturales generadas por los gobiernos nacionales de los estados-nación y orientadas a la reproducción de la alta cultura, hemos pasado a unas instituciones culturales que son funcionales al nuevo

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Rius Ulldemolins Modelos de política cultural y modelos de equipamientos culturales rol económico de la cultura como instrumento en la competición global de las ciudades (Scott, 2010). En este contexto, los equipamientos culturales se ven influi- dos por los modelos locales de desarrollo local y su política cultural, transformán- dose así su génesis, desarrollo y gestión, como hemos podido ver en el caso de Barcelona.

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Propuesta metodológica para el diseño de un sis- tema de indicadores culturales local basado en la planificación estratégica

Vicente COLL-SERRANO Salvador CARRASCO-ARROYO Universidad de Valencia Universidad de Valencia [email protected] [email protected]

Olga BLASCO-BLASCO Luis VILA-LLADOSA Universidad de Valencia Universidad de Valencia [email protected] [email protected]

Recibido: 30-05-2013 Aceptado: 08-04-2014

Resumen: En este trabajo se presenta una propuesta metodológica para el diseño de un Sistema de Indicadores Culturales locales que toma como marco de referencia las Estadísticas Culturales de la UNESCO y la Agenda 21 de la Cultura. El Sistema de Indicadores que se propone queda configurado -en función de los objetivos perseguidos, los indicadores culturales requeridos y los usuarios involucrados- en un Sistema Básico y un Sistema Estratégico, y posibilita el seguimiento y evaluación del desempeño de la política cultural local.

Palabras clave: Sistema de Información Cultural; Sistema de Indicadores; Indicadores Culturales; Política Cultural; Administración local

Política y Sociedad 423 ISSN: 1130-8001 2014, 51, Núm. 2: 423-446 http://dx.doi.org/10.5209/rev_POSO.2014.v51.n2.42385

Coll-Serrano, V. et.al. Propuesta metodológica…

A methodological proposal for designing a local cultural indicators system based on the strategic planning

Abstract This paper aims to propose a theoretical framework for designing a Local Cultural Indicators System by considering the one provided by UNESCO for Cultural Statistics and the Agenda 21 for Culture. The indicators system is structured, depending on the objectives, requirements and users of cultural indicators involved, in Basic and Strategic Systems that may be used for monitoring and evaluating the local governments´ cultural policy.

Keywords: Cultural Information System; Indicators Systems; Cultural Indicators; Cultural policy; Local Goverments

Referencia normalizada Coll-Serrano, V. et.al. (2014). “Propuesta metodológica para el diseño de un sistema de indicadores culturales local basado en la planificación estratégica”. Política y Sociedad, Vol 51, Núm. 2: 423-446

Sumario: Introducción. 1.Lo urbano como escenario de actuación. 2.Los sistemas de información como pieza clave para la planificación cultural. 3.Marco teórico de referencia para el diseño de un Sistema de Indicadores Culturales. 4.Propuesta metodológica para el diseño de un Sistema de Indica- dores Culturales. 5.Conclusiones. Bibliografía

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Coll-Serrano, V. et.al. Propuesta metodológica…

Introducción

Los conceptos de cultura y desarrollo, así como sus implicaciones para el desarrollo económico, social, territorial, urbano y comunitario, han sido ampliamente debati- dos en distintos foros por agentes e investigadores. En este documento delimitamos nuestra reflexión al ámbito local debido al importante papel que juegan los gobier- nos locales en la potenciación del sector cultural como mecanismo de desarrollo. La disponibilidad de información, de datos, es imprescindible para comprender la realidad en cualquier escenario y/o territorio e intentar mejorarla. Así pues, la información se revela como el recurso (intangible) más valioso para orientar el camino, su análisis permitirá apreciar la realidad en un determinado escenario (Bonet i Agustí, 2004) así como investigar las estructuras de las relaciones causales entre cultura y desarrollo. Sin embargo, el sector de la cultura adolece, en general, de información confia- ble, homogénea y comparable, lo que dificulta su análisis. La disponibilidad y el acceso a información suele estar asociado al grado de desarrollo económico, políti- co y social de un país, aunque cada vez con más frecuencia son las administraciones públicas quienes toman la iniciativa de buscar y acceder a la información cultural, y promueven el diseño e implantación de indicadores culturales como instrumento para avanzar hacia objetivos de desarrollo. Más concretamente, por proximidad a las inquietudes ciudadanas, los gobiernos locales se convierten en actores principales que necesitan estructurar y sistematizar la información cultural a través de sistemas de información confiables y útiles que permitan satisfacer, por una parte, la necesidad de someter a análisis rigurosos la gestión de las políticas públicas locales y, por otra parte, evaluar la adecuación de la planificación a través del análisis de las relaciones entre los objetivos planificados y los logros alcanzados. Los objetivos últimos de un sistema de información son (i) apoyar el proceso de adopción de decisiones para fortalecer la política pública cultural mediante el in- cremento de los niveles de eficacia y eficiencia en el uso de los recursos y (ii) reforzar la transparencia y los mecanismos de rendición de cuentas orientados a los ciudadanos. Lograr estos objetivos supone mejorar la realidad cultural, que debe ampliar las oportunidades económicas de los individuos y grupos sociales, elevando la renta de las personas y reduciendo la pobreza, a la vez que se mejora la educación, la salud, la conservación del medioambiente, la accesibilidad y la participación cultural, así como todas las relaciones simbólicas que se establecen en un escenario complejo y extraordinariamente cambiante como es el urbano (Rausell, 2008). En el contexto que se ha descrito, en este trabajo se presenta, desde la perspecti- va de la Economía Aplicada y tomando como referencia el marco que proporcionan las Estadísticas Culturales de la UNESCO y la Agenda 21 de la cultura, una pro- puesta metodológica orientada, en general, al diseño general de Sistemas de Indica- dores Culturales que faciliten el seguimiento y evaluación de la política cultural. Concretamente, nuestra propuesta para la construcción de sistemas de indicadores considera tanto el sistema de objetivos que se deriva de la planificación estratégica

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Coll-Serrano, V. et.al. Propuesta metodológica… de la organización de interés como la interrelación entre la metodología del Marco Lógico y el modelo evaluativo CIPP (Contexto-Insumo-Proceso-Producto). En función de la naturaleza y la tipología de los indicadores que se definen y seleccio- nan para integrar el sistema de indicadores éste se estructura en un Sistema Básico y un Sistema Estratégico. Cada uno de ellos, como se abordará más adelante, persigue unos objetivos específicos.

1. Lo Urbano como escenario de actuación.

Como se ha comentado en el apartado anterior, centramos nuestro discurso en el ámbito local, dado el papel determinante que desempeñan las administraciones locales en la potenciación del sector cultural. En España, las competencias en materia cultural están descentralizadas, y buena parte de las responsabilidades de la toma de decisiones en el ámbito cultural son asumidas en los niveles regional y municipal. En el plano económico, el Estado juega un papel secundario en la financiación pública de la cultura si se compara con los poderes locales (Negrier, 2007). En efecto, tal y como se muestra en la Tabla 1, el porcentaje de gasto cultural de las administraciones locales es significativamente superior al efectuado tanto por las administraciones autonómicas como por la administración central. Concretamente, el gasto en cultura de la Administración Local multiplica por cuatro el presupuesto de gasto liquidado de la Administración Central y por dos el gasto de la Adminis- tración Autonómica. En la Tabla 1 también puede observarse como en el periodo 2005-2007 el gasto liquidado (en términos nominales) en cultura tanto de la Administración General del Estado como del resto de administraciones se ha incrementado de manera significa- tiva. Sin embargo, en el periodo 2008-2011, periodo marcado por la grave crisis económica que atraviesa nuestro país, el gasto liquidado en cultura en la Adminis- tración General del Estado cae en torno a un 10%, en la Administración Autonómi- ca la reducción del gasto se sitúa por encima del 31% y en la Administración Local, pese a que el gasto en 2011 en términos nominales es ligeramente inferior al del año 2010, en el conjunto del periodo 2008-2011 el gasto liquidado (en términos nomina- les) en cultura ha crecido un 2,11%.

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Coll-Serrano, V. et.al. Propuesta metodológica…

Tabla 1: Gasto liquidado en cultura por tipo de administración. 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 Administración General del

Estado TOTAL (en miles 784.321 879.918 990.823 1.075.338 1.135.273 1.050.642 956.931 de euros) En % del gasto liquidado en 100 100 100 100 100 100 100 cultura En % del gasto 0,47 0,5 0,5 0,47 0,47 0,43 0,45 liquidado total En % del P.I.B. 0,09 0,09 0,09 0,1 0,11 0,1 0,09 Valores medios por habitante 18,2 20,1 22,3 23,8 24,8 22,8 20,7 (Euros) Administración

Autonómica TOTAL (en 1.465.596 1.807.454 1.976.378 2.128.971 2.046.369 1.769.059 1.482.593 miles de euros) En % del gasto liquidado en 100 100 100 100 100 100 100 cultura En % del gasto 1,07 1,21 1,22 1,21 1,08 0,99 0,85 liquidado total En % del P.I.B. 0,16 0,18 0,19 0,2 0,19 0,17 0,14 Valores medios por habitante 34,1 41,3 44,4 47 44,7 38,5 32,1 (Euros) Administración

Local TOTAL (en 2.925.049 3.244.712 3.623.324 3.886.044 3.836.844 4.042.551 3.966.862 miles de euros) En % del gasto liquidado en 100 100 100 100 100 100 100 cultura En % del gasto 4,96 4,99 5,08 5,19 4,83 5,29 4,87 liquidado total En % del P.I.B. 0,32 0,33 0,34 0,36 0,36 0,38 0,32 Valores medios por habitante 68 74,2 81,5 85,8 83,7 87,9 73,6 (Euros) Fuente: Elaboración propia a partir del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte de España.

Por otra parte, dentro de la Administración Local son los ayuntamientos los que distribuyen más del 80% del presupuesto del gasto en cultura, tal y como se muestra en la Tabla 2. Por tanto, puede decirse que los datos económicos proporcionan indicios que permiten sostener la idea de que la cultura tiende a vincularse cada vez

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Coll-Serrano, V. et.al. Propuesta metodológica… más con lo local, siendo precisamente los ayuntamientos quienes soportan la mayor parte de los costes económicos para proporcionar los productos, bienes y servicios culturales a sus ciudadanos.

Tabla 2. Gasto liquidado en cultura por la Administración Local, según entidad (Miles de euros) Diputaciones, Año Ayuntamientos % Consejos y % TOTAL Cabildos 2003 2.178.655 80,5 526.967 19,5 2.705.622 2004 2.271.532 82,6 479.006 17,4 2.750.538 2005 2.438.936 81,5 553.980 18,5 2.992.916 2006 2.741.539 82,6 578.517 17,4 3.320.056 2007 3.076.066 83,1 624.611 16,9 3.700.677 2008 3.312.946 83,2 668.663 16,8 3.981.609 2009 3.284.664 83,6 644.081 16,4 3.928.745 2010 3.481.695 84,1 658.800 15,9 4.140.495 2011 2.906.586 83,6 568.501 16,4 3.475.087 Fuente: Elaboración propia a partir del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte de España.

Sin embargo, aunque el apoyo con fondos públicos a las artes y la cultura está ampliamente debatido y consensuado en la literatura (Palma y Aguado, 2011), los recursos económicos necesarios para acometer la política cultural son (especialmen- te) escasos. Para atraer recursos procedentes de otras partidas presupuestarias puede esgrimirse el argumento de que la cultura mejora la calidad de vida de los ciudada- nos, pero éste es también el objetivo de otras políticas públicas como la sanitaria o la educativa, por citar las más consensuadas. Así pues, es necesario establecer argumentos adicionales que permitan convencer, y demostrar, que la Cultura no sólo es importante desde la perspectiva social, humana y de desarrollo integral o global, sino también desde la perspectiva económica, que genera riqueza y creci- miento y que su aportación al PIB se sitúa por encima de la de otros sectores eco- nómicos tradicionalmente más considerados. Para establecer la importancia (social y económica) del sector cultural es necesa- rio cuantificar los rendimientos de la inversión en cultura. Por tanto, regresamos de nuevo a la necesidad de medir, de tener datos para analizar, demostrar y poner en valor al sector. Es necesario disponer de cifras confiables que permitan posicionar la cultura respecto al resto de sectores y, sobre todo, para llegar a identificarla como mecanismo favorecedor del desarrollo.

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2. Los Sistemas de información como pieza clave para la planificación cultural.

La planificación debe entenderse como un instrumento a través del cual se puede, de acuerdo con la visión de una determinada institución, modificar la realidad cultural haciendo uso de los mecanismos de que disponen las administraciones para orientar la acción política hacia los grandes objetivos (Sánchez Albarera, 2003; Armijo, 2011). En el ámbito de lo público, y en un contexto cada vez más complejo y cambiante que describe modelos efectivos de intervención sobre la configuración de los espa- cios simbólicos (Evans, 2001), la planificación debe entenderse como una herra- mienta imprescindible para la identificación de prioridades y la asignación de recursos (Armijo, 2011; Nacke y Cellucci, 2013). Desde esta perspectiva, la planifi- cación cultural marca los límites desde los cuales se fijan los procesos de segui- miento y evaluación del desempeño de las administraciones en general y de las políticas públicas culturales en particular. En el ámbito de lo local, cualquier forma de planificación urbana es hoy una forma de planificación cultural (Greenhalgh y Woorpole, 1999). Los procesos de seguimiento y evaluación de los planes, programas y proyectos, que son el resultado del proceso de planificación estratégica (Mintzberg, Brian y Voyer, 1997; Johnson y Scholes, 2002), se fundamentan, a su vez, en otros procesos relacionados con la observación de la realidad cultural. Esto obliga a la sistematiza- ción de la recogida de datos, su almacenamiento y tratamiento para proporcionar los elementos y resultados del análisis de la información, imprescindibles para la toma de decisiones. En consecuencia, disponer de un Sistema de Información Cultural (SIC) robusto y fiable es condición necesaria para conocer y evaluar las dinámicas existentes o emergentes en el territorio, así como para diseñar e implementar un Sistema de Indicadores Culturales. Así, ambos, el Sistema de Información Cultural y el Sistema de Indicadores Culturales (que es parte integrante del primero)1 estruc- turarán el ciclo de información necesario para la planificación. Al igual que el Sistema de Información, el Sistema de Indicadores necesita de la sistematización y, por tanto, de la definición de variables, de la sostenibilidad en el tiempo de la recogida de datos y su tratamiento para dar respuestas válidas al plani- ficador. Lógicamente, la pieza básica de este sistema será el indicador cultural. Sin embargo, la heterogeneidad existente en el ámbito de la cultura provoca dispersión, dificultad en la comparación, duplicidad de esfuerzos y poca rigurosidad (Planas y Soler, 2012). A este respecto, en el sector cultural seguimos sin ponernos de acuer- do sobre cuáles son los mejores indicadores.

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1 A este respecto puede consultarse, entre otros, los Sistemas de Información Cultural de México (http://sic.conaculta.gob.mx/), Costa Rica (Ministerio de Cultura y Juventud, 2009), Argentina (http://sinca.cultura.gov.ar/) o Colombia (http://www.sinic.gov.co/SINIC/).

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Coll-Serrano, V. et.al. Propuesta metodológica…

Recientemente, desde las comisiones de cultura de las Ciudades y Gobiernos Locales Unidos (CGLU), se pide una revisión del término Cultura. Terminologías como desarrollo amplían más y más rápidamente sus acepciones. Se demandan nuevos modelos de política cultural, donde la cultura juega un papel estratégico en el desarrollo sostenible de las ciudades al estar presente en todas las políticas públi- cas. Se incorporan nuevas visiones, nuevos espacios y nuevos escenarios que difi- cultan centrar qué es lo que queremos, en qué cantidad, con qué calidad y en qué tiempo. ¿Sabemos qué medir?, ¿llegaremos a tiempo para crear, consensuar e incorporar el indicador idóneo a nuestro sistema? La respuesta es difícil, pero pasa inevitablemente, en última instancia, por la planificación, por la acción política y, en definitiva, por la política pública cultural activa.

3. Marco teórico de referencia para el diseño de un Sistema de Indicadores Culturales.

Establecer en el ámbito local un Sistema de Información Cultural (SIC) acorde con las características del escenario y de la realidad resulta complejo. Este sistema de información debe establecerse a partir del análisis de las relaciones tangibles e intangibles existentes en el municipio. En última instancia, estas relaciones deter- minarán el contexto – una política pública se enmarca en un territorio- sobre el que se ejecutará la acción cultural y configurarán el Sistema Cultural Local (Carrasco, 1999). El marco contextual condicionará la visión y misión de las entidades e institu- ciones tanto públicas como privadas y, en consecuencia, el desempeño de la política cultural. Por ello, es necesario disponer de un sistema de información útil y eficaz para los propósitos encomendados desde la organización política, que recoja las interrelaciones entre los agentes intervinientes en ese escenario concreto y que posibilite la comparación con otros sistemas culturales, esto es, otros escenarios. Por tanto, para construir un Sistema de Indicadores Culturales Locales es nece- sario definir un marco teórico que integre metodologías comunes y consensuadas que permitan diseñar indicadores que representen, en la medida de lo posible, una misma realidad. En esta línea, y como puede verse en la Figura 1, el marco teórico de referencia sobre el que asienta las bases de nuestra propuesta metodológica para el diseño de un Sistema de Indicadores Culturales Local (SICLO) es el resultado de la convergencia del Marco de las Estadísticas Culturales (MEC) de la UNESCO (2009) y de la Agenda 21 de la Cultura del CGLU (2004) a partir de un determina- do marco contextual.

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Coll-Serrano, V. et.al. Propuesta metodológica…

Figura 1: Marco de referencia del Sistema de indicadores Culturales, SICLO

MEC 2009

Marco Teórico SICLO Ag21 Cultura

Marco Contextual Marco

Fuente: Elaboración propia

3.1. Marco Contextual

El marco contextual donde se sitúa la acción cultural local es el Sistema Cultural Local, SCL (véase Figura 2), el cual constituye el mapa cognitivo que determina los elementos a diagnosticar en la realidad cultural local. El SCL se estructura en tres niveles. El primer nivel se refiere a las relaciones entre las entidades locales y las supralocales; en el segundo nivel se enmarcan los elementos y relaciones que de- terminan la oferta y la demanda cultural en el ámbito local y, por último, en el tercer nivel se analizan los efectos arrastre entre y hacia los diferentes sistemas culturales municipales. Sin duda, el segundo nivel es el que presenta mayor complejidad y es donde se va a fijar, en mayor medida, los principales condicionantes de la planificación cultural. En el SCL confluyen la oferta y demanda cultural. Por un lado, la oferta proviene de los agentes culturales y refleja la influencia directa de la administra- ción a través del modelo institucional como proyección de la política cultural muni- cipal; por otro lado, la demanda en un SCL viene determinada por los usos y prácti- cas de consumo de la demanda efectiva local y por la demanda potencial o latente.

Política y Sociedad 431 2014, 51, Núm. 2: 423-446

Coll-Serrano, V. et.al. Propuesta metodológica…

Figura 2. Sistema Cultural Local (SCL)

Entidades EFECTO ARRASTRE Supralocales

I Nivel Oferta Demanda Pol. Cultural CORPORACIÓN LOCAL Infraestructuras

Presupuestos Otros recursos OFERTA DEMANDA Tangibles e .. CONSUMO .. intangibles Real Latente

II Nivel Agentes Culturales CIUDADANOS/ VISITANTES Instituciones Empresas

PRODUCCIÓN DISTRIBUCIÓN/EXHIBICIÓ CONSUMO PARTICIPACIÓN

III Nivel EFECTO ARRASTRE ECONÓMICA SOCIAL DEMOGRÁFICA ESTRUCTURA Y DIMENSIONES

Fuente. Adaptado de Carrasco (1999).

Este escenario de oferta y demanda se cierra a través del círculo del ciclo cultural, como visualizador de la actividad y la producción cultural que contribuye a dinami- zar las actividades y la producción cultural que se desarrollan en la práctica propor- cionando, en ocasiones, una visión más amplia que la propiamente ofrecida por lo que entendemos como dominios culturales.

3.2. Marco de Estadísticas Culturales.

El MEC 2009 tiene como “objetivo establecer una base conceptual que facilite un punto de vista común que, a su vez, permita realizar comparaciones internacionales que abarquen un espectro amplio de actividades relacionadas con la producción, difusión y usos de la cultura” (UNESCO, 2009:16). Por esta razón, en el ámbito de la Cultura, el MEC 2009 debe servir de referente al construir un sistema de indica- dores culturales (Ben, 2007; Ministerio de Cultura y Juventud, 2009; Rojas Váz- quez, 2010), puesto que en él se establecen de manera internacionalmente consen- suada, los conceptos, estructuras y criterios para el nuevo enfoque de las estadísticas culturales. Los principios orientadores que se recogen en el MEC 2009 van encaminados a establecer una base conceptual que engloba todas las expresiones culturales y hace

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Coll-Serrano, V. et.al. Propuesta metodológica… uso de categorías homologables sobre clasificaciones internacionales de productos, actividades económicas y ocupaciones, facilitando la identificación de variables y la construcción de indicadores culturales con una misión descriptiva e integradora de la realidad cultural. En el MEC 2009 se plantea la medición de la cultura en sus dimensiones eco- nómica y social. La medición de la dimensión económica se realiza a partir del examen de diferentes sistemas internacionales de clasificación como una forma de homogeneizar y armonizar el análisis del sector cultural. En contraposición, la medición de la dimensión social, más compleja al estar relacionada con lo simbóli- co (con lo intangible), es la más importante a la hora de configurar un sistema de indicadores para el seguimiento y evaluación de la política cultural en el ámbito local. En general, en el sector cultural la medición de la dimensión social viene siendo realizada a través de encuestas como, por ejemplo, la encuesta de prácticas y consumos culturales o aquellas dirigidas a conocer el uso de servicios como el de bibliotecas.

3.3. Agenda 21 de la Cultura.

La Agenda 21 de la Cultura es el primer documento con espíritu global que apuesta por establecer las bases de un compromiso entre las ciudades y los gobiernos loca- les para el desarrollo cultural. La evaluación de las políticas públicas se justifica por la mejora en el bienestar individual y social que puede obtenerse por la acción de la Administración Local (Ballart, 1996). En este sentido, la política cultural local se identifica plenamente con lo social y se convierte, de hecho, en política sociocultu- ral. Las acciones de los gobiernos locales deberían tener en cuenta conceptos tales como: acceso y participación activa, memoria e identidad, vitalidad, proximidad, expresión y difusión cultural, crecimiento y desarrollo, etc. Así, los objetivos de las políticas socioculturales no se deben centrar en un solo sector, es vital la dimensión transversal. Entre los elementos comunes de estas acciones, proyectos e interven- ciones que hacen referencia a lo sociocultural está su objetivo: el Desarrollo Cultu- ral individual y comunitario (Planas y Soler, 2009). El cambio o la mejora producida por la acción de las políticas culturales tiene que asumir el papel que juegan en el territorio las ciudades, como aglutinadoras y concentradoras de usuarios, y los gobiernos locales como promotores de la acción cultural y eje de las políticas urbanas. El carácter dual de la cultura - como genera- dora de crecimiento económico y de bienestar individual y social como desarrollo integral- genera empleo y riqueza, pero también promueve la expresión y participa- ción de los ciudadanos en la vida política, favoreciendo el sentido de identidad y construyendo ciudades más creativas (García y Piedras, 2006). Toda esta visión conceptual y contextual, que abarca la cultura en el ámbito lo- cal y urbano, lo recoge el grupo de trabajo en cultura de CGLU (CGLU, 2004, 2010) a través de la Agenda 21 de la Cultura, en la que también se recomienda a los gobiernos locales la creación de sistemas de indicadores culturales a partir de los

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Coll-Serrano, V. et.al. Propuesta metodológica… cuales se realice el seguimiento y evaluación de las políticas culturales, de sus objetivos y de sus logros (Planas y Soler, 2012). Los Ayuntamientos tienen que adaptar su política cultural a su realidad, a su propio escenario. Las áreas de cultura de las entidades locales deben adaptar a sus propios contextos sociales, económicos y culturales el sistema de información y de indicadores, más acorde con su política sociocultural y su misión-visión, formulan- do los planes, programas y proyectos que configurarán su acción cultural. Solo después de analizar y contextualizar la acción de política cultural en ese escenario real y simbólico que supone el ámbito municipal, se podrá aplicar un marco teórico que permita medir el desempeño de la política cultural y, así, concretar las propues- tas de indicadores. Esta misión es la que en España recogió la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) en la “Guía para la evaluación de las políticas culturales locales en el marco de la Agenda 21” (FEMP, 2009).

4. Propuesta metodológica para el diseño de un Sistema de Indicadores Cul- turales.

En base a la convergencia del marco contextual (relativo al escenario o contexto de un determinado municipio), el MEC 2009 y el marco global para el desarrollo cultural de las ciudades proporcionado por la Agenda 21 que da como resultado el marco teórico que permitirá gestionar, seguir y evaluar la estrategia de la política cultural municipal, nuestra propuesta metodológica para formular un Sistema de Indicadores Culturales se articula, como puede verse en la Figura 3, en torno a: 1. El sistema de objetivos (operativos, tácticos y estratégicos) que se deriva del proceso de planificación estratégica de una organización/institución y que se vincula directamente con las políticas y estrategias a seguir y, 2. La integración de dos dimensiones que se encuentran relacionadas: el análisis de Marco lógico (Logical Framework Analysis, LFA)2 y el modelo evaluativo Contexto, Insumo, Proceso, Producto (CIPP).

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2 Utilizado por la Agencia Española de Cooperación (AECID), sus inicios se re-montan a finales de los años sesenta como un intento por ordenar los principales contenidos del diseño de un proyecto, y fue desarrollado por la Agencia Estadounidense de Cooperación Internacional (USAID). Más tarde, a comienzos de los 80, la Agencia de Cooperación Técnica Alemana (GTZ), estructuró metodológicamente la técnica bajo el concepto ZOPP, siglas en alemán que corresponden a “Planificación de Proyectos Orientada por Objetivos”. Finalmente, en 1993 la Comunidad Europea lo asumió, bajo el título de Manual integrado de gestión de un proyecto. Enfoque Integrado y Marco Lógico, como la metodología estándar para los proyectos de cooperación al desarrollo (European Commission, 1994).

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Coll-Serrano, V. et.al. Propuesta metodológica…

Figura 3: Convergencia de sistemas de indicadores

CIPP LFA

Policy Long-term Impact results

Strategic goals Effects Medium-term

Main goals Strategic St

results Results

PLANNING Products

Specific goals (Short-term Purposes Evaluation results) Activities Processes

Operacional Components Monitoring Basic System Techical Inputs Resources

propo- Management Activities Context Fuente: Coll-Serrano, et al. (2012a)

El Marco Lógico (Sartorius, 1991; Gasper, 2000; Bakewell y Garbutt, 2005) es una herramienta de trabajo que facilita a un evaluador examinar el desempeño de un programa en todas sus etapas. Permite presentar de forma sistemática y lógica los objetivos de un programa y las relaciones de causalidad que existen entre ellos (Camacho et al., 2001). Asimismo, sirve para evaluar en qué grado se han alcanza- do los objetivos y para definir los factores externos al programa que pueden influir en su consecución. Es el principal instrumento de programación utilizado en plani- ficación por objetivos, y ha sido progresivamente adaptado a la gestión de las intervenciones en cooperación. La matriz de marco lógico, que se elabora a efectos de seguimiento y evaluación de proyectos, debe reflejar el plan, programa o proyec- to (PPP) que pretende desarrollar. El modelo evaluativo CIPP (Worthen y Sanders, 1987; Eseryel, 2002; Stuffle- beam y Shinkfield, 2002) procede de ámbitos relacionados con el análisis de la educación. En este modelo se define la evaluación como un proceso (King, 2007) destinado a delimitar, obtener y proporcionar informaciones útiles para evaluar, juzgar y ponderar las posibles alternativas, es decir, es un proceso generador de información viable y, en consecuencia, útil que nos permitirá tomar la decisión idónea para nuestros objetivos, desde la fase de diagnóstico y planificación (proyec- to), pasando por la estructuración relativa a la puesta en marcha de los procesos y actuaciones, hasta la fase de resultados finales. A partir de la interrelación entre el sistema de objetivos que se establece en el proceso de planificación estratégica, el Marco Lógico y el modelo CIPP (Bonefoy y Armijo, 2005; Coll-Serrano et al., 2012a) estructuramos nuestra propuesta para construir un sistema de indicadores, el cual, a su vez, en función de los objetivos específicos perseguidos por el sistema se organiza en un Sistema Básico y un Sis- tema Estratégico.

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Coll-Serrano, V. et.al. Propuesta metodológica…

4.1. Sistema Básico de indicadores

El Sistema Básico está orientado a la planificación a corto plazo. Su principal objetivo es facilitar la gestión, apoyar el proceso de toma decisiones y establecer la línea base que permitirá fijar las metas de las estrategias a medio y largo plazo. Para cumplir con su finalidad, el Sistema Básico estará fundamentalmente vincu- lado a indicadores de actividades. Los indicadores que configuren este sistema serán indicadores sencillos y operativos; indicadores que permitirán conocer, en base a la planificación realizada, las actividades, beneficiarios y resultados de la acción cultural. Como puede verse en la Figura 4, para definir este tipo de indicador se precisa conocer qué información está disponible, cómo se recogen los datos, su calidad y si se requiere de información adicional para cubrir todos los aspectos, áreas o temas relacionados con las competencias de los responsables de las políticas culturales.

Figura 4: Proceso de construcción del Sistema Básico

Fuente: Elaboración propia.

En la práctica, los indicadores que componen el Sistema Básico estarán vinculados a los recursos disponibles, los procesos de transformación y los productos que se obtienen (Figura 3). En definitiva, los indicadores del Sistema Básico serán indica- dores relacionados con la gestión de la acción en cultura. De acuerdo con Bonefoy y Armijo (2005) y la Agencia Española de Cooperación Internacional al Desarrollo (2007), estos indicadores de recursos, procesos y pro- ductos pueden definirse de la siguiente manera: • Indicadores de recursos: permiten conocer la naturaleza y cuantía de los facto- res que directa o indirectamente se utilizan para llevar a término una interven- ción para alcanzar el propósito especificado en el proyecto.

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Coll-Serrano, V. et.al. Propuesta metodológica…

• Indicadores de proceso: permiten medir la realización de acciones, procesos, actividades o actuaciones programadas a partir de los recursos disponibles. • Indicadores de producto: aportan información acerca de la cantidad y calidad de producto, bienes o servicios que se generan a partir de las actividades pro- gramadas, los procesos realizados o las acciones implementadas. Es el resulta- do a corto plazo, el propósito directo de la planificación.

Para ilustrar la aplicación de nuestra propuesta metodológica de construcción del Sistema Básico de indicadores puede tomarse como ejemplo el Sistema de Indica- dores Culturales Local, SICLO (Coll-Serrano et al., 2012b), si bien en función del marco contextual (véase apartado 4) los indicadores que pueden definirse como parte del Sistema Básico pueden ser muy distintos. Los indicadores contenidos en SICLO, unos de naturaleza cualitativa y otros cuantitativa, tienen su origen en la “Guía para la evaluación de las políticas cultu- rales locales” elaborada por el grupo de trabajo de la FEMP (FEMP, 2009) y se articulan en torno a los principios y recomendaciones que contiene la Agenda 21 de la Cultura en aquellas áreas temáticas que se consideraban relevantes desde el punto de vista de las políticas culturales locales, a saber: (i) Cultura y desarrollo; (ii) Transversalidad de las políticas culturales; (iii) Cultura y participación ciudadana; (iv) Accesibilidad de la oferta cultural y (v) Papel de las iniciativas relacionadas con la memoria y la innovación en la construcción de la identidad local. Adicionalmente, incorporan los logros que sobre sistemas de información y definición de indicadores se venían desarrollando por el grupo de trabajo de la CGLU y de otras organizacio- nes, como el sistema de indicadores de Vigía-Observatorio Cultural de Cádiz3 o el Sistema de Información Cultural de CONACULTA4. El resultado final, el Barómetro Cultural Local (BÁCULO), es una herramienta que proporciona información a los gobiernos locales para apoyar tanto los procesos de planificación y toma de decisiones como el seguimiento y evaluación de las políticas culturales. BÁCULO se alimenta de los datos almacenados en el módulo básico del SICLO, los analiza y sintetiza la información en un conjunto de indica- dores compuestos multidimensionales. En el caso concreto expuesto, se definieron tres indicadores compuestos - Indicador de Sintonía, Indicador de Acción e Indicador de Impulso-Respuesta- que pretendían reflejar diversos aspectos de la política cultural del gobierno local. Concretamente, el Indicador de Acción, cuyo objetivo es describir la intervención de un determinado gobierno local en términos de los recursos destinados a la cultura y de los diversos canales y mecanismos que utiliza para su aplicación, está integra- do por cinco dimensiones: presupuesto, personal, dotaciones, equipamientos y

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3 http://www.dipucadiz.es/opencms/opencms/dipucadiz/areas/cultura/servicios/observatorio 4 http://sic.conaculta.gob.mx

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Coll-Serrano, V. et.al. Propuesta metodológica… actividades. Entre los indicadores de actividades se consideraron (Coll-Serrano et al., 2013a):

Tabla 3. Indicador de Acción: Indicadores de Actividades. 1. Nº de iniciativas o proyectos culturales. 2. Nº de proyectos transversales de naturaleza cultural. 3. Nº de actividades culturales organizadas por precio. 4. Distribución de actividades culturales por meses del año. 5. Nº de actividades culturales destinadas a público familiar. 6. Nº de actividades culturales para escolares. 7. Nº de entradas vendidas para actividades culturales. 8. Nº de asistentes a los acontecimientos culturales gratuitos. 9. Nº de asistentes a las actividades culturales por contenidos y segmentos de público. 10. Nº de beneficiarios de actividades pedagógicas sobre el patrimonio. 11. Nº de visitantes a museos. Fuente: Coll Serrano et al. (2013a).

Finalmente, decir que el Sistema Básico estará integrado, en general, por indicado- res más homogéneos y sencillos de consensuar, puesto que las distintas institucio- nes, administraciones y gobiernos locales tienden a mostrar una estructura y unos objetivos similares en política cultural.

4.2. Sistema estratégico de indicadores

El Sistema Estratégico, como se observa en la Figura 3, se refiere a la planificación estratégica específica de cada gobierno local y, por tanto, se vincula directamente con los resultados, con la consecución de los logros esperados en comparación con las metas propuestas a medio y largo plazo. Por tanto, el Sistema Estratégico -al depender de la propia política cultural del planificador, del político- estará integrado por indicadores vinculados a la estrategia y a los resultados a alcanzar a medio y largo plazo.

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Coll-Serrano, V. et.al. Propuesta metodológica…

Figura 5: Proceso de construcción del sistema estratégico.

Fuente: Elaboración propia.

La construcción de un Sistema Estratégico, cuyo proceso de construcción se sinteti- za en la Figura 5, necesita del análisis de la planificación para fijar estrategias, estableciendo objetivos, detectando cuáles serán las claves de éxito que permitirán fijar las metas y su consecución. Los indicadores que configurarán el Sistema Estratégico, generalmente de carác- ter agregado y sintético, se relacionan con los efectos o impactos, es decir, se trata de indicadores que pretenden medir “los resultados a nivel del fin último esperado con la entrega de los bienes y servicios” (Bonefoy y Armijo, 2005:28). Como ya se hizo con el Sistema Básico, recurrimos a un ejemplo para ilustrar el resultado final de diseño de un Sistema Estratégico. En esta ocasión se hace refe- rencia al diseño del Sistema Estratégico para facilitar el seguimiento y la evaluación de la estrategia de Cultura y Desarrollo de la cooperación española. En este escena- rio, totalmente distinto al tomado como ejemplo para ilustrar un Sistema Básico, se partió de un catálogo inicial de indicadores culturales que fue complementado con (i) indicadores procedentes de estadísticas publicadas por las Oficinas de Estadística y Ministerios de Cultura de los países socios de la cooperación española e (ii) indicadores construidos a partir de variables relevantes recogidas en la Memoria de Actividades de la Dirección General de Relaciones Culturales y Científicas. El catálogo final de indicadores fue sometido a la valoración de un panel de ex- pertos mediante la técnica Delphi, de manera que los indicadores que terminaron configurando el Sistema Estratégico fueron seleccionados atendiendo a su tipología (efecto e impacto) y la definición ad-hoc de un índice de operatividad relativa. Sin embargo, la dimensión estratégica del sistema implicaba que éste debía estar necesariamente orientado, de cara a una mayor efectividad de la estrategia de Cultu- ra y Desarrollo de la cooperación española, a facilitar y apoyar la toma de decisio-

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Coll-Serrano, V. et.al. Propuesta metodológica… nes por parte de los responsables del diseño e implementación de las políticas de cooperación. En consecuencia, a la hora de construir el Sistema Estratégico se consideró cuáles eran los objetivos específicos que orientaban la realización de acciones y la aplicación de políticas de las diferentes líneas estratégicas. Por tanto, los indicadores propuestos para integrar el Sistema Estratégico debían poseer capacidad para señalizar el grado o ritmo de avance con respecto al logro de los distintos objetivos específicos en cada área estratégica. A modo de ejemplo, en la Tabla 4 se listan los indicadores que, en este caso particular, fueron retenidos para formar parte del Sistema Estratégico correspondiente a la línea Gestión Soste- nible del Patrimonio Cultural.

Tabla 4. Indicadores estratégicos: Gestión Sostenible del Patrimonio Cultural Incremento del porcentaje de personas dedicadas a la gestión cultural que evalúa positivamente su participación en acciones formativas en cultura. Incremento del porcentaje de personas beneficiarias de los intercambios cultura- les que evalúa positivamente su participación. Incremento del número de programas de formación específicos que utilizan la capacitación de los agentes culturales locales. Incremento del número de directorios de personas dedicadas a la gestión cultural Incremento del número de directorios de personas dedicadas a la formación y expertas culturales. Incremento del número de webs vinculadas a la gestión cultural con dominio en los países con los que se coopera o en lenguas propias de los mismos. Fuente: Coll-Serrano (2013b).

4.3. Sistema de indicadores y evaluación

Para terminar de perfilar la metodología de elaboración de un Sistema de Indicado- res Culturales conviene indicar que tanto en el Sistema Básico como en el Estraté- gico existe evaluación. La evaluación está fundamentalmente orientada a establecer el grado de eficiencia, eficacia, economía y calidad de cada una de las partes inte- grantes en la acción cultural. Para posibilitar la evaluación de los sistemas deben definirse: • Indicadores de Eficiencia: Miden la relación entre los logros o resultados obte- nidos y los recursos empleados para alcanzar el nivel de producto o servicio (indicadores tales como el coste unitario de producción, la productividad media de los factores, o el ratio resultados sobre recursos). • Indicadores de Eficacia: Se refiere a los logros o resultados obtenidos en rela- ción con las metas y objetivos organizacionales programados (Indicadores de cobertura, focalización, grado de cumplimiento, realizado sobre programado; resultados finales sobre iniciales). • Indicadores de Economía: Capacidad para adecuar y mejorar los recursos fi- nancieros en relación a la planificación para la producción de bienes y servi-

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cios (indicadores como los ratios de patrocinio sobre gasto total, gastos indi- rectos sobre el gasto total o el de recursos sobre costes). • Indicadores de Calidad: Capacidad de la institución para responder de forma rápida y directa a las necesidades de sus usuarios (indicadores de oportunidad, accesibilidad, precisión y satisfacción).

Cabe destacar que el proceso de evaluación se debe aplicar a cada una de las partes de la planificación, desde los insumos (recursos) a los impactos. La doble dimen- sión de seguimiento y evaluación (ver Figura 6) es necesaria para la toma de deci- siones y para avanzar en el cambio hacia una nueva realidad a través de los resulta- dos. Evidentemente, la definición de indicadores que contemplen ambas dimensiones (gerencial-transaccional) será más sencilla en unos casos que en otros, y especial- mente cuando el indicador trata de capturar el progreso relacionado con los efectos o impactos. También hay que tener presente que, en determinadas ocasiones, un mismo indicador puede ser utilizado para medir dos factores de una misma dimen- sión; así, por ejemplo, un mismo indicador de producto puede ser válido para orien- tar sobre el avance en Eficiencia y Economía.

Figura 6: Matriz integradora de indicadores de seguimiento y evaluación Dimensión GERENCIAL / VALORACIÓN Eficacia Eficiencia Economía Calidad Recursos Dimensión Procesos TRANSACCIONAL Productos GESTIÓN Efectos Impactos Fuente: Elaboración propia a partir de Bonnefoy y Armijo (2005).

A continuación se ilustran algunos ejemplos de indicadores que podrían ubicarse en distintas celdas de la matriz representada en la Figura 6. • Eficacia-Proceso: Grado de cumplimiento de la programación de una determi- nada actividad cultural. • Eficacia-Producto: Porcentaje de actividades realizadas sobre las programadas. • Eficiencia-Efecto: Porcentaje que suponen los ingresos obtenidos por el incre- mento de consumidores de una determinada actividad cultural respecto de la inversión realizada en su promoción. • Economía-Recurso: Porcentaje que supone el patrocinio en la prestación de equipamiento respecto de los gastos totales de la actividad cultural. • Economía-Producto: Beneficio obtenido por la realización de una determinada actividad cultural. • Calidad-Proceso: Tiempo de retraso en la producción de una determinada acti- vidad cultural.

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Coll-Serrano, V. et.al. Propuesta metodológica…

• Calidad-Efecto: Incremento del grado de satisfacción de los consumidores de un producto cultural.

5. Conclusiones

Las ciudades son los principales espacios en consumo cultural y son los gobiernos locales quienes planifican la política cultural, efectuando la mayor parte del gasto en cultura de la administración pública. Su acción cultural tiene que estar basada en información y análisis y no cabe la toma de decisiones por intuición u olfato políti- co. La construcción de Sistemas de Indicadores pretende proporcionar instrumentos de análisis que contribuyan a mejorar el conocimiento sobre el estado de la cultura en el ámbito local con el fin de proporcionar información de apoyo que facilite la planificación y evaluación de las políticas culturales locales. La propuesta metodológica que se plantea en este artículo para facilitar la cons- trucción de Sistemas de Indicadores Culturales, tanto en su vertiente básica como estratégica, se fundamenta, al tiempo, en el marco contextual en el que se desarrolla la acción cultural local y en la confluencia de metodologías consensuadas y gene- ralmente aceptadas en el ámbito de la Cultura como son el MEC 2009 y la Agenda 21. Teniendo presente estos marcos de referencia, nuestra propuesta consiste bási- camente en definir y obtener indicadores de distintos tipos -indicadores de recursos, proceso y productos para integrar el Sistema Básico e indicadores de efectos e impactos para el Sistema Estratégico- que respondan en cada caso a los objetivos que se establecen como resultado del proceso de planificación estratégica y su interrelación con el Marco Lógico y el modelo CIPP. Tanto el Sistema Básico como el Sistema Estratégico pretenden aportar conoci- miento para mejorar el objetivo general del decisor, asumiendo su misión-visión. Pero para ello es imprescindible evaluar el desempeño de la institución responsable de la política cultural local, de forma que el análisis permita, en la medida de lo posible, las comparaciones en el entorno de las políticas públicas. Ahora bien, la idiosincrasia propia de cada ayuntamiento y, en consecuencia, de cada política cultural ad hoc a la estrategia municipal hace más complicado consensuar un Sis- tema Estratégico (estándar), ya que éste debe estar integrado por indicadores que tratan de capturar el grado de consecución de los logros particulares a medio y largo plazo de cada institución. Por otra parte, para que un Sistema de Indicadores resulte eficaz los indicadores que lo integran deben ser relevantes, específicos y factibles, y el sistema en su totalidad debe ser operativo. Por tanto, el número de indicadores que configuran el sistema debe reducirse al mínimo necesario para obtener una visión de la eficacia y la eficiencia del desempeño de la institución, de la estrategia implementada, de una solución puesta en práctica, etc. Pero sin duda, las principales dificultades a la que hay que hacer frente a la hora de diseñar un Sistema de Indicadores son la disponibilidad de información precisa

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Coll-Serrano, V. et.al. Propuesta metodológica… en el momento del tiempo adecuado y, sobre todo, la sostenibilidad de la informa- ción, y por consiguiente del propio sistema, lo que permitirá efectuar un verdadero y adecuado seguimiento y evaluación de la política o la estrategia cultural. Esta disponibilidad de información confiable y sostenible implica disponer de recursos (públicos) -no sólo relativos a dotaciones económicas o de personal sino también a recursos intangibles vinculados, por ejemplo, con la voluntad política- destinados a la construcción de Sistemas de Información y Sistemas de Indicadores Culturales basados en la planificación estratégica. Al mismo tiempo, el análisis de la informa- ción de ambos sistemas puede proporcionar evidencias de que el rendimiento social de la inversión en cultura es elevado, es decir, rentable social y económicamente invertir recursos públicos en cultura.

Política y Sociedad 443 2014, 51, Núm. 2: 423-446

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Agradecimientos

Los autores agradecen los comentarios y sugerencias realizados por los evaluadores. Esta investigación ha recibido financiación del Ministerio de Economía y Competi- tividad, proyecto CSO2012-39373-C04-03.

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El reto de la Evaluación del Impacto Social de la Tecnología en España

Francisco Javier GÓMEZ GONZÁLEZ Cristina DURLAN Universidad de Valladolid Universidad de Valladolid [email protected] [email protected]

Santiago CÁCERES GÓMEZ Guillermo ALEIXANDRE MENDIZÁBAL Universidad de Valladolid Universidad de Valladolid [email protected] [email protected]

Recibido: 31-05-2013 Aceptado: 13-05-2014

Resumen: La fuerte interacción existente entre los procesos tecnológicos y la sociedad requiere la puesta en marcha de dinámicas que permitan la evaluación del impacto social de la tecnología que se crea y/o se utiliza en un determinado país. Fruto de esta necesidad, ha visto la luz un significativo volumen de experiencias y trabajos relacionados con el impacto social realizados en el contexto internacional, constatándose también la existencia de una incipiente dinámica en esta materia en el marco español. El presente trabajo asume el objetivo de analizar el grado de incorporación de la evaluación del impacto social de la tecnología en España y, a partir de este análisis, plantear pautas de actuación futuras encaminadas a su promoción. Para alcanzar este objetivo, en primer lugar, se presentan los diferentes conceptos que permiten acotar el ámbito de la evaluación del impacto social de las actividades y proyectos de carácter tecnológico. En segundo lugar, y tras valorar de manera global el nivel de desarrollo de este tipo de evaluación en nuestro país, se describen diversas líneas de trabajo directamente relacionadas con ella y que se están desarrollando actualmente en España. Partiendo de este marco, se comparan estas aportaciones para mostrar la situación del impacto social de la tecnología en España, constatándose la existencia de contribuciones heterogéneas, con un enfoque diverso, distintos grados de adopción y consolidación y con una dispar implicación del sector público; presentando, en su conjunto, un nivel de desarrollo relativamente débil.

Palabras clave: evaluación del impacto social, tecnología, evaluación de tecnologías, responsabilidad social corporativa, evaluación del impacto ambiental

Política y Sociedad 447 ISSN: 1130-8001 2014, 51, Núm. 2: 447-480 http://dx.doi.org/10.5209/rev_POSO.2014.v51.n2.42390

Gómez González et.al. El reto de la Evaluación del Impacto Social de la Tecnología en España

The Challenge of Social Impact Assessment of Technology in Spain

Abstract The strong interaction between technological processes and society requires the implementation of a series of practices that allow the assessment of the social impact of the technology created and/or used in a country. As a result of this need, a significant amount of experiences and studies has appeared in the international context and, in a less extend, in Spain. The aim of this paper is to analyse the incorporation of social impact assessment of technology in the Spanish context and, hence, to identify future trends of action in this area. Therefore, firstly, we introduce several concepts that allow limiting the scope of the social impact assessment of the technological activities and projects. Secondly, after a brief evaluation of the deployment of social impact assessment of technological activities and projects in our country, we extend the scope of analysis in order to describe various lines of work developed in Spain that are related to this type of assessment. Based on the previous review, we compare these contributions to conclude that the Spanish studies on the social impact assessment of technology are characterized by the existence of some heterogeneous inputs with different approaches, different levels of adoption and consolidation and different degrees of public sector involvement. In general, the level of development of the evaluation of the social impact assessment of technological activities and projects is relatively weak.

Keywords: social impact assessment, technology assessment, corporate social responsibility, envi- ronmental assessments

Referencia normalizada Gómez González, F.J. et.al.. (2014). “El reto de la Evaluación del Impacto Social de la Tecnología en España”. Política y Sociedad, Vol 51, Núm. 2: 447-480

Sumario: Introducción. 1.Delimitación y justificación del objeto de estudio. 2.La evaluación del impacto social de la tecnología en España. 3.Reflexiones sobre la evaluación del impacto social de actividades tecnológicas en España. 4.Conclusiones y consideraciones para el futuro.

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Gómez González et.al. El reto de la Evaluación del Impacto Social de la Tecnología en España

Introducción

En los países del contexto europeo y norteamericano se han desarrollado en las últimas décadas dinámicas encaminadas a fomentar y difundir la evaluación del impacto social de las actuaciones humanas (Becker y Vanclay, 2003; Esteves et al., 2012). Un número importante de esas actuaciones tienen un significativo contenido tecnológico que también requeriría una evaluación de su impacto social (Labuscha- gne y Brent, 2006; Schmidt et al., 2004; Manhart y Griesshammer, 2006). La razón de partida para argumentar la necesidad y pertinencia de estas iniciati- vas es la fuerte interacción que existe entre los procesos tecnológicos y la sociedad en la que se llevan a cabo estos procesos. En ese contexto, es importante subrayar que la evaluación del impacto social de la tecnología favorece la rendición de cuentas de entidades públicas y privadas, facilita la toma de decisiones y la distri- bución de recursos así como la evaluación estratégica derivada del aprendizaje tanto a nivel político como de gestión (Rip, 2003). Como consecuencia de todas estas aportaciones, la evaluación del impacto social de la tecnología constituye actual- mente una práctica con una presencia creciente a nivel internacional, lo que hace pertinente un análisis del nivel de utilización de esta metodología en el contexto español. Aunque estas dinámicas de evaluación se han aplicado con diferentes perspecti- vas y niveles de globalidad, incluyendo el diagnóstico y valoración de alternativas y políticas tecnológicas, parece innegable la necesidad de dar protagonismo al enfo- que de actividades y proyectos, puesto que una evaluación del impacto centrada en este nivel incrementa la información disponible por parte de los tecnólogos y los agentes implicados en el desarrollo concreto de la tecnología, y de esta manera, apoya la construcción de una tecnología social y responsable. El Comité Consultivo Europeo de Investigación (EURAB, 2005) señala la im- portancia de la intervención en la evaluación y gestión de proyectos para mejorar la tecnología e incrementar su incidencia en el bienestar y el desarrollo. De manera similar, resalta la necesidad de mejorar el gobierno y gestión de los proyectos como estrategia para una mejor gobernanza de la ciencia y la tecnología. En coherencia con la tendencia señalada, el presente trabajo asume el objetivo de constatar el grado de avance que ha experimentado la evaluación del impacto social de actividades y proyectos tecnológicos en España y, a partir de este análisis, plan- tear pautas de actuación futuras en dicho ámbito. Con ese objetivo, el artículo se estructura en cuatro apartados: en primer lugar, se presentan aspectos relacionados con el concepto y el proceso de evaluación del impacto social de las actividades y proyectos de carácter tecnológico; en segundo lugar, y tras valorar de manera global el nivel de desarrollo de este tipo de evalua- ción en nuestro país, se describen diversas líneas de trabajo llevadas a cabo en España que están relacionadas de alguna forma con ella; en tercer lugar, se analizan las aportaciones de estas líneas en la consolidación de la evaluación del impacto social de actividades y proyectos tecnológicos; y finalmente, se presentan las con-

Política y Sociedad 449 2014, 51, Núm. 2: 447-480

Gómez González et.al. El reto de la Evaluación del Impacto Social de la Tecnología en España clusiones de este trabajo y algunas consideraciones sobre el desarrollo futuro de las dinámicas en este campo.

1. Delimitación y justificación del objeto de estudio

Como paso preliminar al análisis del grado de incorporación de las dinámicas de evaluación del impacto social de las actividades tecnológicas en España, es conve- niente establecer algunas precisiones relativas al objeto de análisis. En este sentido, a continuación se detalla el significado de los tres términos empleados en este trabajo: impacto social, tecnología y evaluación del impacto social. Para definir el término impacto social se parte de las aportaciones de la Asocia- ción Internacional para la Evaluación del Impacto (IAIA), que entienden por esta expresión: “las consecuencias para la población humana de cualquier acción pública o priva- da que altera la forma en que las personas viven, trabajan, se entretienen, se relacio- nan con los otros, se organizan para satisfacer sus necesidades y se las arreglan como miembros de la sociedad. El término también incluye el impacto cultural que involu- cra cambios en las normas, valores y creencias que guían y racionalizan el conoci- miento de ellos mismos y de la sociedad” (Interorganizational Committee on Princi- ples and Guidelines for Social Impact Assessment, 2003, p. 231).

Conviene precisar que, a pesar de su uso generalizado, el término impacto social presenta importantes debates y controversias, como han reflejado, para el caso latinoamericano Albornoz et al. (2005) y Estébanez (2003). Por lo que se refiere al concepto de impacto, éste es relativamente ambiguo desde el punto de vista semán- tico, puesto que en algunos casos el uso del lenguaje le otorga un matiz de efecto negativo y en otros neutro. En muchos casos se confunde impacto con resultado directo, mientras que en otros se considera como un efecto indirecto, consecuencia no prevista, diferida, etc. Además, la idea de impacto también presenta un matiz semántico de carácter mecanicista y unidireccional que puede condicionar su interpretación. Así, Luján y López Cerezo (2003) al definir las fases que describen la evolución del pensamiento reciente sobre las consecuencias sociales de la tecnología, señalan que la primera fase estuvo protagonizada por la idea de impacto social, concebida como un efecto negativo y partiendo de una cierta posición de autonomía de la tecnología respecto a la sociedad, la segunda por la idea de riesgo y la tercera por la idea de incertidum- bre. Esta evolución expresa que el concepto de impacto, tiene una importante carga valorativa que establece matices diferenciales con otros conceptos como riesgo o invasión (Lizcano, 1996). Por lo que se refiere al término social utilizado dentro de la definición de impac- to social, debe señalarse que la Sociología ha experimentado tradicionalmente importantes dificultades para definir adecuadamente la dimensión social frente al resto de dimensiones que articulan el desarrollo de las sociedades. Una parte impor- tante de estas dificultades se deriva del carácter polisémico del término social, que 450 Política y Sociedad 2014, 51, Núm. 2: 447-480

Gómez González et.al. El reto de la Evaluación del Impacto Social de la Tecnología en España se usa tanto para hacer referencia al marco general de las sociedades como a un aspecto concreto dentro de ellas: la llamada dimensión social o societal, basada en las estructuras de relación e interacción entre grupos y que presenta diferencias con los aspectos económicos, culturales, laborales, ambientales, etc. En este trabajo, sin poner en cuestión estas interpretaciones, se asume el término impacto social en la acepción definida por la IAIA, anteriormente citada, y que en la actualidad domina una parte importante de la literatura relacionada con la evalua- ción del impacto. A su vez, el impacto social en este trabajo se circunscribe al ámbito de las acti- vidades tecnológicas, por lo que es conveniente definir el concepto de tecnología. Con un carácter globalizador la tecnología puede ser entendida como: “un conjunto de conocimientos de base científica que permiten describir, explicar, diseñar y aplicar soluciones técnicas a problemas prácticos de forma sistemática y ra- cional” (Quintanilla, 1998).

Así, un proyecto o actividad tecnológica sería un sistema de acciones socialmente estructuradas, acotadas en el tiempo, orientadas a los procesos productivos indus- triales y estrechamente vinculadas al conocimiento científico. Por último, para caracterizar la evaluación del impacto social de una actividad tecnológica puede acudirse a la definición de evaluación del impacto social siguien- do, en este caso, la propuesta de Vanclay (2003), que posteriormente fue aceptada por la IAIA, y que la interpreta como un tipo de actividad que: “incluye los procesos de análisis, monitorización y gestión de las consecuencias sociales intencionadas o no intencionadas, tanto positivas como negativas, de inter- venciones planificadas (políticas, programas, planes, proyectos) y cualquier proceso de cambio social invocado por dichas intervenciones. Su propósito principal es con- seguir un entorno humano y biofísico más sostenible e igualitario” (Vanclay, 2003, p. 6).

En el presente artículo se asume que la evaluación del impacto social de una activi- dad tecnológica comprende aquellas metodologías que permitan analizar y valorar las repercusiones que las actividades y los proyectos que generan y/o usan tecnolo- gía tienen sobre la sociedad en su conjunto, aunque siempre valorando de manera más significativa los aspectos culturales y sociales, debido a que la evaluación del impacto económico ya cuenta con una trayectoria muy consolidada y un cuerpo de metodología propia.

2. La Evaluación del impacto Social de la tecnología en España

A la hora de analizar la incorporación de la evaluación del impacto social de la tecnología en el conjunto de prácticas evaluativas en España, hay que tener en consideración las singularidades del sistema tecnológico español. De forma muy sintética y tal y como quedan recogidas en diversos informes (OCDE, 2010; Funda- ción COTEC, 2011; FECYT, 2006), estas singularidades se expresan en el hecho de Política y Sociedad 451 2014, 51, Núm. 2: 447-480

Gómez González et.al. El reto de la Evaluación del Impacto Social de la Tecnología en España que España cuenta con un nivel intermedio de gasto en I+D, con una mayor presen- cia del sector público y un elevado nivel de excelencia científica, pero con una escasa generación de resultados tecnológicos. Además de estas singularidades, España se caracteriza por una débil posición como productor de tecnología, siendo más importante su papel como consumidor, como muestra el hecho de que tanto la balanza de pagos tecnológica como la balanza de pagos de productos tecnológicos mantienen de manera continuada una situación deficitaria (Banco de España, 2012). Esta realidad puede tener asociada la aceptación de la tecnología como algo dado, externo, sobre la cual no se tiene capacidad para actuar desde la posición del ciuda- dano, puesto que su producción es externa y lejana. Aunque es muy difícil atribuir causas a este fenómeno, es importante señalar que España cuenta con uno de los mayores niveles de optimismo y confianza en la ciencia y la tecnología dentro de los países europeos (Eurostat, 2010). Por otra parte, España no cuenta con una práctica consolidada de rendición de cuentas a los ciudadanos sobre la acción pública (Jiménez Hernández, 2009) o empresarial (Cantó-Milà y Lozano, 2009). De manera coherente con las consideraciones anteriores, puede constatarse que la evaluación del impacto social de actividades y proyectos tecnológicos en España no constituye una línea de investigación claramente identificable dentro de la co- munidad científica, aunque existen aportaciones puntuales en este campo (Moñuz Chércoles et al., 2003, López Cerezo y Luján, 2002, Osuna et al., 2003). Estas aportaciones reflejan que este tipo de evaluación puede llevarse a cabo en diferentes etapas del proceso de realización del proyecto, distinguiéndose: la fase ex-ante, el diseño y aprobación; la fase in-itinere en la ejecución y supervisión; y la fase ex-post, en la etapa de evaluación. Dentro de estas alternativas, en el ámbito estatal y para los proyectos de I+D e innovación, predomina la evaluación ex-ante por pares asociada a los procedimientos de financiación y selección de proyectos que valoran la calidad, la oportunidad y las posibilidades de rendimiento científico futuro de los proyectos (Fernández Esquinas et al., 2011). En la práctica evaluativa pública de proyectos, los principales actores son la Agencia Nacional de Evaluación y Prospectiva (ANEP) y el Centro para el Desarro- llo Tecnológico Industrial (CDTI), y su actuación se orienta no tanto hacia el im- pacto social de la ciencia y la tecnológica como hacia la excelencia científica, en el primer caso, y la promoción de la innovación y el desarrollo tecnológico, en el segundo. Frente a esta cierta debilidad de las prácticas de evaluación del impacto social de los proyectos tecnológicos, existe un cierto volumen de trabajo en campos afines y/o trasversales en los cuales está presente un enfoque similar al presentado por la IAIA y que plantean iniciativas de interés para el desarrollo de procesos de evalua- ción del impacto social de intervenciones tecnológicas. Esta afinidad justifica su análisis dentro de un trabajo destinado a comprender el estado de la evaluación del impacto social de proyectos tecnológicos. Con la intención de explorar esas aportaciones, el presente trabajo amplía el ám- bito de análisis de la evaluación en dos dimensiones: el objeto de la evaluación y la 452 Política y Sociedad 2014, 51, Núm. 2: 447-480

Gómez González et.al. El reto de la Evaluación del Impacto Social de la Tecnología en España orientación de la evaluación. En el primer caso se amplía desde las evaluaciones que se centran en proyectos concretos, con un enfoque micro, hasta evaluaciones con un objeto más amplio, como puede ser organizaciones, políticas o tecnologías, con una aproximación meso y macro. En cuanto a la segunda dimensión se amplía desde un planteamiento que consi- dera únicamente la evaluación de proyectos tecnológicos hasta aquellos plantea- mientos que tienen en consideración otras evaluaciones con una orientación más general, donde los aspectos tecnológicos serán un elemento más en un conjunto más amplio, como puede ser el caso de la evaluación del impacto ambiental o de proyec- tos de cooperación. En ellos, la presencia de contenido tecnológico es muy dispar, desde su inexistencia, como en un programa de ayuda con alimentos, hasta llegar a ser un elemento esencial, como en el caso de un proyecto de cooperación para la electrificación de una comunidad empleando energías renovables. Considerando simultáneamente las dos dimensiones citadas pueden plantearse tres ampliaciones del análisis (Tabla 1), contando cada una de ellas con tradiciones metodológicas que cuentan con aportaciones interesantes para la evaluación del impacto social de proyectos tecnológicos. A continuación se enumeran estas tradi- ciones: 1. Tradiciones o enfoques metodológicos que cuentan con una orientación tecnológica y un objeto de análisis amplio, tales como planes o políticas, que asumen como objetivo analizar el impacto de la tecnología desde distintas perspectivas, como son la económica, la medioambiental o la social. Dentro de este cuadrante se encontrarían: la evaluación de tecno- logías, la evaluación de políticas de I+D+i o los estudios de ciencia, tec- nología y sociedad. Como ejemplo puede citarse el análisis de las conse- cuencias de los servicios en internet (STOA, 2014). 2. Tradiciones o enfoques metodológicos que cuentan con una orientación general y un objeto de evaluación definido a nivel de proyecto. Este es el caso, por ejemplo, de la evaluación del impacto ambiental o la eva- luación de proyectos de cooperación. Aunque la orientación es de carác- ter general, en algunos de estos campos la componente tecnológica del proyecto puede tener cierta importancia, este sería el caso, por ejemplo, de un proyecto de cooperación al desarrollo vinculado con energías re- novables (Ingeniería sin Fronteras, 1999). 3. Tradiciones o enfoques metodológicos que cuentan con una orientación general y un enfoque de carácter amplio, como ocurre en el caso de las evaluaciones vinculadas con la realización de memorias de responsabili- dad social corporativa, que parte de modelos de evaluación centrados en la actividad y resultados de organizaciones y pueden ser un punto de partida para la inclusión de aspectos relativos al impacto social de las tecnologías que maneja o produce dicha organización. Por ejemplo, la elaboración de informes sobre responsabilidad social corporativa de em- presas de fabricación de equipos electrónicos (NOKIA, 2012).

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Gómez González et.al. El reto de la Evaluación del Impacto Social de la Tecnología en España

Tabla 1. Ámbitos de trabajo de interés para la evaluación del impacto social de la tecnología por objeto y orientación Orientación del análisis

General Tecnológica y/o no tecnológica

2. Evaluación del impacto Proyectos y/o Evaluación del impacto ambiental. actividades social de actividades y concretas proyectos tecnológicos. Evaluación de proyectos de Objeto del cooperación para el desarro- análisis llo. 1. Evaluación de tecnologías. 3. Más amplia Evaluación de políticas de Responsabilidad Social I+D e innovación. Corporativa. Estudios CTS. Fuente: elaboración propia.

Tal como recoge la Tabla 1, dentro de estas tres extensiones se han identificado seis ámbitos de trabajo que actúan como potenciadores de las prácticas de evaluación del impacto social de la tecnología en España y que se describen en los próximos epígrafes. Se trata de perspectivas complementarias y heterogéneas, entre las cuales están presentes experiencias pioneras, campos estratégicos de aplicación y, también, campos con cierta sensibilidad hacia el tema del impacto social de la tecnología pero que no han desarrollado un cuerpo formal teórico o una metodología específica para su evaluación.

2.1 La Evaluación de Tecnologías

La Evaluación de Tecnologías (Technology Assessment) hace referencia a un marco evaluativo que supera en perspectiva a la evaluación del impacto social de las actividades tecnológicas, y que asume un perspectiva más global. Esta evaluación surge en la década de 1960 fruto de la toma de conciencia, por parte de políticos y gestores vinculados al Congreso de Estados Unidos, de los profundos efectos aso- ciados a las decisiones tecnológicas, planteándose la necesidad de establecer algún mecanismo de alerta temprana sobre las consecuencias de las invenciones, que

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Gómez González et.al. El reto de la Evaluación del Impacto Social de la Tecnología en España tuviera un funcionamiento imparcial y permitiera mejorar la toma de decisiones del Congreso en el ámbito de los programas tecnológicos (Chedd, 1973). Esta formulación del análisis de las tecnologías se institucionaliza en los Estados Unidos con la creación de la Office of Technology Assessment (OTA) en 1978 (Porter, 1995)1. Europa siguió la senda marcada al otro lado del Atlántico a través de la creación de distintas iniciativas a escala nacional y europea2. Este tipo de evaluación puede entenderse como un proceso científico, interactivo y comunicativo que tiene como objetivo contribuir a la formación de la opinión pública y política sobre los aspectos sociales de la ciencia y la tecnología3. A partir de su planteamiento inicial, se ha producido una importante transformación de esta evaluación en función de las especificidades de su desarrollo formulándose, entre otras, las siguientes formas de Evaluación de Tecnologías: parlamentaria, experta, participativa, constructiva o discursiva (Decker y Ladikas, 2004). Mientras que en el conjunto de Europa existe una actividad identificable en rela- ción con la Evaluación de Tecnologías, en España su desarrollo ha sido claramente menor, con experiencias de interés pero poco generalizadas. Entre ellas, puede destacarse como iniciativa pionera la creación en 1998 del Consejo Asesor del Parlamento de Cataluña en materia Científica y Tecnológica (CAPCIT), que ha trabajado sobre temas como cambio climático y economía, transgénicos o el virus del papiloma humano. Llama la atención este reducido desarrollo si se considera que el sistema público español ha contado con actores privilegiados que podrían haber asumido esta tarea de evaluación, entre los cuales pueden señalarse a los siguientes (Muñoz-Alonso, 1997): • La ANEP, previamente citada, que asume entre otras funciones, la realización de estudios prospectivos en materia de investigación científica y desarrollo tecnológico. • Los Consejos Asesores, que comenzaron su andadura con el Consejo Asesor para la Ciencia y la Tecnología, desarrollado a partir de la Ley de Ciencia de 1986 con la función de gestionar la participación de la comunidad científica y de los agentes económicos y sociales en la elaboración, seguimiento y evalua- ______

1 La Office of Technology Assessment estuvo operativa entre 1972 y 1995, siendo su fi- nalidad proporcionar a los miembros del Congreso americano y de sus Comités un análisis objetivo sobre cuestiones científicas y técnicas complejas. 2 Entre los organismos con una mayor trayectoria en evaluación de tecnologías en Euro- pa pueden citarse: la Danish Board of Technology (DBT) danesa, el Flemish Institute for Science and Technology Assessment (viWTA) belga, la Office of Technology Assessment (TAB) alemana o, para el conjunto europeo, la Science and Technology Options Assessment (STOA), el European Technology Assessment Group (ETAG) o la European Parliamentary Technology Assessment (EPTA). 3 Definición propuesta en el proyecto TAMI (Technology assessment in Europe; bet- ween method and impact) desarrollado entre 2002 y 2003 y financiado por el V Programa Marco de I+D de la Unión Europea.

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ción del Plan Nacional de I+D. Con posterioridad, la ley 14/2011, de 1 de junio, de la ciencia, la tecnología y la innovación mantiene un marco institucional que posibilita la evaluación de tecnologías, principalmente a través de la fun- ción asignada al Consejo de Política Científica y Tecnológica de “emitir los in- formes y dictámenes que le sean solicitados por el Gobierno o por las Comuni- dades Autónomas” (Art.8) o la función encomendada al Consejo Asesor de Ciencia, Tecnología e Innovación de “promover la introducción en el Sistema Español de Ciencia, Tecnología e innovación de mecanismos rigurosos de eva- luación que permitan medir la eficacia social de los recursos públicos utiliza- dos” (Art.9). Además, el Comité Español de Ética de la Investigación puede “emitir informes, propuestas y recomendaciones sobre materias relacionadas con la ética profesional en la investigación científica y técnica” (Art. 10). • La Comisión Permanente Legislativa dedicada a temas de investigación cientí- fica y desarrollo tecnológico en el Parlamento.

También es posible identificar otros actores que realizan Evaluaciones de Tecnolo- gías de corte sectorial, como es el caso de Fundesco en el ámbito de la sociedad de la información, el OPTI en el sector industrial, o distintas agencias en el área de la salud. Los trabajos realizados en el ámbito de la Evaluación de Tecnologías ofrecen un marco general de carácter estratégico para la evaluación del impacto social de un proyecto tecnológico particular. Además, aportan una amplia gama de metodologías y herramientas de evaluación (Tran, 2007; Decker y Ladikas, 2004) y son una fuente de información valiosa a la hora de abordar la evaluación de proyectos porque permite determinar tanto impactos como posibles indicadores asociados.

2.2. El análisis de la evaluación de políticas de I+D e innovación

Este epígrafe se centra en una tradición evaluativa específica: la evaluación de políticas públicas, en la cual la dimensión social de las actuaciones queda explíci- tamente recogida en documentos de referencia nacionales y europeos. Así, la Estrategia Española de Ciencia y Tecnología y de Innovación 2013-2020 reconoce que la acción pública debe estar orientada a la obtención de resultados que aceleren el impacto social y económico de las actividades de I+D e innovación y la necesidad de aplicar criterios de impacto social en la asignación de los recursos públicos. Este planteamiento sigue la senda establecida en la Estrategia precedente y está en línea con las declaraciones políticas en el ámbito de la Unión Europea4. ______

4 De forma similar, en el ámbito comunitario, la Comisión Europea en la comunicación “Europa 2020” pone de manifiesto el papel de las actividades de I+D de innovación en la construcción europea, persiguiendo “una economía con un alto nivel de empleo que redunde

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Como consecuencia de lo anterior, sería razonable la existencia de estudios y meto- dologías orientadas a conocer la manera en que la acción de los gestores públicos ha afectado a la vida de sus ciudadanos. Para analizar la evaluación del impacto social de las políticas de I+D es necesa- rio hacer referencia al proceso de diseño, ejecución y evaluación de estas políticas. Tras la entrada en vigor de la Ley de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación de 2011 y los ajustes ministeriales posteriores5, las líneas maestras de política científi- ca y tecnológica española se plasman en la Estrategia Española de Ciencia y Tec- nología y de Innovación que elabora la Secretaría de Estado de Investigación, Desarrollo e Innovación, adscrita al Ministerio de Economía y Competitividad, en colaboración con el Consejo de Política Científica, Tecnológica y de Innovación, y posteriormente se traslada a un Plan Estatal de Investigación Científica y Técnica y de Innovación, con un horizonte temporal de medio plazo. Éste, a su vez, da lugar a un Plan de Actuación Anual con su reflejo en partidas concretas en los Presupues- tos Generales de Estado. Además, se elaboran Memorias de Actividades de I+D+i anuales que ofrecen una visión conjunta de las actividades financiadas públicamen- te en este ámbito. El Sistema integral de seguimiento y evaluación analiza y evalúa los instrumentos y actuaciones del Plan de Actuación para proponer recomendacio- nes. En general, la evaluación se centra en el análisis de indicadores de recursos y de resultados científico-tecnológicos, sin abordar el impacto social de las actuacio- nes desarrolladas. Además de esta evaluación técnica, existe un control político a través de las comparecencias en el Parlamento y un control administrativo a través del Tribunal de Cuentas. En general, la incorporación de la evaluación del impacto social a las políticas de I+D no es una realidad sistemática, aunque exista un reconocimiento de la rele- vancia del impacto social de la acción pública en el ámbito de la ciencia y la tecno- logía y la necesidad de su medición. En cualquier caso, los intentos de incorporar la evaluación del impacto social se concretan en metodologías de evaluación ex−ante y ex−post, cuyas finalidades son, respectivamente, el apoyo a la toma de decisiones, y la valoración y el aprendizaje (Rip, 2003). Además, los intentos de incorporar la evaluación del impacto social están sujetos a condicionantes de diferentes tipos entre los cuales pueden citarse los de carácter estructural, relacionados con el comportamiento tangible y la distribución de recur- sos en las organizaciones involucradas en la integración de la evaluación del impac- to social; los condicionantes culturales que incluyen factores actitudinales y valores de los agentes implicados; epistemológicos, vinculados a la fundamentación y definición de conceptos, clasificaciones y procedimientos a utilizar en la integración

______en la cohesión económica, social y territorial” con “la consolidación del conocimiento y la innovación como impulsores de nuestro crecimiento futuro”. 5 Real Decreto 1823/2011, de 21 de diciembre, por el que se reestructuran los departa- mentos ministeriales. BOE, núm. 307, de 22 de diciembre de 2011.

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Gómez González et.al. El reto de la Evaluación del Impacto Social de la Tecnología en España de la evaluación; y metodológicos, asociados al funcionamiento de los procesos de evaluación de las políticas de I+D+i (Pedrosa et al., 2007).

2.3. Los estudios de Ciencia, Tecnología y Sociedad

Los estudios del campo denominado Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS) operan como un área científica que proporciona fundamentación teórica y epistemológica a las prácticas de evaluación del impacto social de la tecnología. No hay que olvidar que la convicción sobre la necesidad de generar una regula- ción social de las prioridades y la configuración de la investigación tecnológica no es algo que haya sido siempre evidente. Tradicionalmente, el pensamiento domi- nante entendía las actividades de I+D e innovación tecnológica como un mercado no regulado, en el cual la ciudadanía debía adaptarse a los desarrollos que se origi- naban por el libre concurso del intelecto, sin que fuera ni necesario ni recomendable las interferencias en este proceso. Esta idea de una tecnología generada sin vinculación con el medio social se ve cuestionada a partir de la década de 1960 por varias tradiciones de pensamiento, siendo la corriente llamada Ciencia, Tecnología y Sociedad la que mayor impacto ha tenido en esta materia. Por otra parte, los movimientos sociales de carácter reivindicativo, como el antinuclear y los primeros desarrollos del movimiento ecologista, también ayudaron a cuestionar esta visión aproblemática de la tecnolo- gía (Jasanoff y Kim, 2009). Los estudios de Ciencia, Tecnología y Sociedad se originaron en Estados Unidos y Europa a lo largo de la década de 1970 como consecuencia de la acumulación de evidencias sobre las limitaciones del desarrollo científico y tecnológico y el desa- rrollo de nuevas corrientes de investigación empírica en filosofía y sociología, que planteaban la necesidad de revisar las relaciones entre el mundo científico- tecnológico y la sociedad (López Cerezo, 1998). Estos estudios se centran en la dimensión social de la ciencia y la tecnología, asumiendo como objeto de análisis tanto los factores sociales que influyen en el cambio científico-tecnológico, como las consecuencias sociales y ambientales del cambio tecnológico (González García et al., 1996). En el caso español, autores de muy variada procedencia han realizado aportacio- nes al campo CTS desde la década de 1990, alineándose en mayor medida en la tradición europea centrada, principalmente, en los procesos de análisis del cambio científico-tecnológico6.

______

6 En los estudios CTS a escala internacional pueden distinguirse, en términos generales, dos tradiciones, aunque ambas presentan una alta heterogeneidad. Una de ellas sería la tradición americana centrada en la identificación de los efectos sociales de las tecnologías,

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Gran parte del pensamiento de esta corriente queda de manifiesto en el razona- miento recogido bajo el nombre de Silogismo CTS (González García et al., 1996). • En primer lugar, el desarrollo científico-tecnológico depende no sólo de la di- námica y evolución interna de la propia ciencia o tecnología, sino que es con- secuencia de factores culturales, políticos, económicos, etc. que intervienen en su desarrollo (sociedad modelando la ciencia y la tecnología). • El cambio científico y tecnológico tiene importantes efectos en las formas de la vida, la sociedad y la biosfera (ciencia y tecnología modelando la sociedad y la naturaleza). • Las sociedades contemporáneas comparten un compromiso democrático básico, en el sentido de admitir la participación de los diferentes grupos sociales y asumir el diálogo como forma de relación social.

De las premisas anteriores, se concluye que es importante promover la evaluación y el control social del desarrollo científico y tecnológico. Esto significa proporcionar las bases educativas para una mayor participación social y también crear los meca- nismos institucionales que hagan posible tal participación. Ejemplos para el caso español en los que se profundiza en las interacciones entre los elementos tecnológicos y las dinámicas sociales pueden encontrarse en estudios que abordan controversias públicas como son: el llevado a cabo por Aibar y Bijker (1997), dedicado al desarrollo urbano de la ciudad de Barcelona; el realizado por López Cerezo y González García (2002), que analiza las plantaciones forestales en Asturias; o el elaborado por Acero et al. (2011), referido a la cuestión del agua en Cataluña. De cara al desarrollo de la evaluación del impacto social de proyectos tecnológi- cos, el pensamiento CTS tiene valor por su componente legitimador, que justifica la necesidad de incorporar aspectos sociales al análisis de la tecnológica y, también, por articular metodologías que permitan dicho análisis. Este planteamiento funda- menta trabajos como el realizado por la Fundación CARTIF donde se recoge una guía para la evaluación del impacto social de proyectos de I+D+i realizados por centros tecnológicos (Moñux Chércoles et al., 2003). Entre los aprendizajes generados dentro del ámbito CTS destacan: la posibilidad de incluir distintas modalidades de participación pública en el diseño y control del desarrollo tecnológico (López Cerezo et al., 1998); el interés de distinguir diferentes participantes en los procesos de evaluación y poner de manifiesto la importancia de variables vinculadas con el contexto territorial (Aceros et al., 2011); el interés de su aproximación socio-histórica al abordar controversias tecnológicas (Aibar y Bijker, 1997); o la necesidad de avanzar en el desarrollo de indicadores de impacto social (López Cerezo y Luján, 2002). ______mientras que la otra, la europea, tiende a orientarse al análisis de los procesos de cambio científico-tecnológico.

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2.4. El ámbito de la evaluación del impacto ambiental

La evaluación del impacto ambiental (EIA) es un campo que surge a finales de la década de 1970 en Estados Unidos como respuesta a la necesidad de atender la creciente preocupación de la población por la calidad del medio ambiente ante las grandes inversiones en infraestructuras que se estaban planificando en ese momento. El Congreso de los Estados Unidos publicó en 1969 la Ley Nacional de Política Ambiental (National Environmental Policy Act, NEPA) con el objetivo de fomentar la protección del medio ambiente, entendido como el entorno físico y su población. A partir de este momento, el uso de la evaluación del impacto ambiental se gene- raliza a nivel internacional, llegando en la actualidad, a constituir uno de los trámi- tes administrativos básicos para la aprobación de proyectos de muy diversos ámbi- tos. En el marco europeo, este tipo de evaluación se empezó a regular a mediados de la década de 1980 y ha sido adoptada progresivamente por todos los países miem- bros de la Unión Europea. La irrupción de la evaluación del impacto ambiental se produce con la Directiva “Evaluación del Impacto Medioambiental” aprobada por la Comisión Europea en 1985, que asumía como finalidad evitar los daños que puede tener un proyecto en el medio ambiente, proteger la salud humana, contribuir mediante un mejor entorno a la calidad de vida, velar por el mantenimiento de la diversidad de especies y conservar la capacidad de reproducción del sistema como recurso fundamental de la vida. Por tanto, esta Directiva tenía un planteamiento más preventivo que correctivo. Este segundo aspecto de la evaluación del impacto ambiental se integró posteriormente a través de la Directiva 97/11/CE, que incluye la evaluación de las repercusiones de los proyectos públicos y privados sobre el medio ambiente. España no se ha quedado atrás en este ámbito y ha incorporado y desarrollado paulatinamente una legislación medioambiental propia. A partir de la legislación nacional, la mayoría de las Comunidades Autónomas han desarrollado e implantado leyes autonómicas que regulan la evaluación del impacto ambiental. De forma paralela al desarrollo legislativo, se ha incrementado el interés por este tema, lo que se refleja en el creciente volumen de trabajos publicados. El campo de análisis de estos trabajos es variado, incluyendo aspectos como los impactos de proyectos de infraestructuras en el medio ambiente, la relación entre impacto am- biental y el desarrollo sostenible, manuales de evaluación para ingenieros y arqui- tectos o la evaluación ambiental de los planes urbanísticos y de ordenación del territorio. En 1993 se crea la Asociación Española de Evaluación del Impacto Ambiental. La evaluación del impacto es una parte importante del proceso de evaluación ambiental, que se centra en la previsión y corrección de los efectos de acciones previstas con respecto al medio ambiente. Otro pilar importante es la evaluación ambiental estratégica, cuyo principal objetivo es la valoración de los programas, planes o políticas de medio ambiente.

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Respecto al tema que nos ocupa, hay que señalar que, inicialmente, la preocupa- ción por el impacto social surge como un anexo en la evaluación del impacto am- biental pero, en los últimos años, sobre todo en el contexto internacional, tiende a independizarse con una identidad propia. En el caso estadounidense, a partir de la década de 1970, se incrementa la necesidad de comprender mejor las consecuencias sociales de los proyectos, los programas y las políticas. Como respuesta a esta necesidad, un grupo de científicos sociales crea el Interorganizational Committee on Guidelines Principles for Social Impact Assessment con la finalidad de determi- nar y establecer una serie de principios que puedan servir de guía para las distintas instituciones e individuos con interés en cumplir sus obligaciones con la legislación medioambiental vigente. Así, y de forma progresiva, la evaluación del impacto social se ha convertido en una herramienta independiente. También en el contexto de la EIA, pero con un desarrollo metodológico desliga- do de ésta, se empieza a utilizar la técnica del análisis de ciclo de vida (Life Cycling Assesment, LCA), que se aplica para conocer los potenciales impactos medioam- bientales de ciertos productos, pero desde una perspectiva más amplia que recoge todas las etapas de su vida: la obtención de las materias primas, la producción, el uso, el reciclado y el descarte definitivo (Manuilova et al., 2009; Tukker, 2000). Esta técnica ha padecido algunas asimetrías en la profundidad con la que descri- ben los tres pilares de la sostenibilidad (económico, medioambiental y social), desarrollándose posteriormente una línea de trabajo orientada específicamente al análisis del ciclo de vida social (Social Life Cycle Assessment, SLCA) (Griessham- mer et al., 2006). Esta alternativa se orienta primordialmente a identificar y evaluar los potenciales impactos socio-económicos negativos y positivos de los productos a lo largo de su ciclo de vida. Labuschagne y Brent (2006 y 2008) definen un conjun- to de criterios y subcriterios para medir el impacto social de iniciativas operativas de proyectos y tecnologías de la industria de procesos; Dreyer et al. (2010) han desarrollado un marco de trabajo para la incorporación del pilar social en el análisis de ciclo de vida social en el sector manufacturero; y Lehman et al. (2011) han revisado los impactos sociales identificados en dos proyectos vinculados a la ges- tión del agua. De manera general, en el marco español los aspectos sociales son poco tratados en la EIA. Así, Pardo Buendía (2002) analiza la presencia de los aspectos sociales en las evaluaciones del impacto ambiental de embalses, carreteras y autovías, con- cluyendo que estas evaluaciones están preferentemente orientadas a determinar los efectos negativos, desplazando los efectos positivos, lo que provoca que no pueda realizarse una evaluación pertinente y completa del impacto social en su compleji- dad. La autora propone medidas para integrar los aspectos sociales en la EIA; entre ellas, la realización de una evaluación ex–ante del impacto social del proyecto, permitiendo así plantear distintas alternativas a los posibles efectos; otra medida sería la realización de estudios de aceptación social del proyecto, a través de proce- sos de participación pública. De manera similar, Cantó y Riera (2003) revisan 464 informes de impacto am- biental en Cataluña y detectan una escasa presencia de la parte social y económica Política y Sociedad 461 2014, 51, Núm. 2: 447-480

Gómez González et.al. El reto de la Evaluación del Impacto Social de la Tecnología en España en dichos estudios; más del 20% de los estudios revisados no contemplan en absolu- to los aspectos socioeconómicos. En general, se da mayor importancia al medio natural y hay una evidente falta de análisis de dinámicas sociales. En todo caso, los diagnósticos parecen insistir en la necesidad de que la perspec- tiva ambiental se amplíe con la incorporación de las dimensiones sociales. Un problema especialmente grave se encuentra en las distintas lógicas de los juicios de valor sociales y ambientales, con un marcado incremento de la complejidad en el caso de lo social. De esta manera, es previsible que para incorporar la dimensión social en los aspectos ambientales sean necesarios unos avances metodológicos más profundos que la mera inclusión de unos ítems en un listado de variables. Un condicionante a considerar en este proceso de integración de los aspectos so- ciales se deriva del hecho de que la evaluación ambiental ha constituido un grupo profesional bien estructurado, con titulaciones y organizaciones propias, como la Asociación Española de Evaluación del impacto Ambiental, el Congreso Nacional de Evaluación del impacto Ambiental y los Másteres Universitarios en Ingeniería Ambiental de las Universidades de Valencia, Sevilla o Politécnica de Madrid. Todo este entramado profesional, que expresa el dinamismo de la evaluación del impacto ambiental, incrementa la probabilidad de que este colectivo postule la inclusión de la dimensión social dentro del campo ambiental porque así aumentaría su mercado profesional. Este hecho puede llevar a que la dimensión social sea asumida como un añadido, como un suplemento al aspecto ambiental, circunstancia que, unida a que gran parte de los evaluadores ambientales en España tienen formación centrada en las ciencias naturales, dificulta el que los aspectos sociales tengan un papel central. De hecho, en la mayoría de los informes de Evaluación del Impacto Ambiental realizados y analizados la dimensión social tiene un tratamiento claramente secun- dario. En el estudio realizado por Cantó y Riera (2003) se subraya que, en los casos en los que se incluye un apartado “Medio Socioeconómico” en los informes, cada autor engloba en él aspectos distintos, sin haberse detectado una pauta común: unos autores incluyen sólo aspectos demográficos; otros autores añaden temas de pla- neamiento urbanístico, situación administrativa, sectores de actividad económica, infraestructuras y servicios, niveles de instrucción de la población, patrimonio arqueológico y cultural, y paisaje. Sin embargo, y desde el punto de vista de la evaluación del impacto social de proyectos tecnológicos, las herramientas y la experiencia acumulada en este terreno son un referente de utilidad, como muestra el interés en el uso del análisis de ciclo de vida por parte de empresas tecnológicas (Groves et al., 2011).

2.5. El análisis del impacto de los proyectos de cooperación para el desarrollo

Otro ámbito especialmente proclive al análisis de los efectos sociales lo constituye los proyectos de cooperación internacional al desarrollo, que persiguen la promo- ción de las personas y comunidades que se encuentran en una situación de margina-

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Gómez González et.al. El reto de la Evaluación del Impacto Social de la Tecnología en España ción o pobreza, buscando su desarrollo tanto desde un punto de vista económico como social o medioambiental. En muchos de estos proyectos, las cuestiones tecnológicas son relevantes, no tanto por lo avanzado de su contenido, sino por las significativas diferencias que existen entre la tecnología utilizada en el proyecto y la tecnología que hasta ese momento caracterizaba la comunidad afectada. Para el desarrollo de metodologías de evaluación del impacto social de las acti- vidades tecnológicas, la experiencia de los proyectos de cooperación con contenido tecnológico suponen una aportación interesante y valiosa por tres razones: en pri- mer lugar, por la relevancia que se da a las cuestiones sociales en este tipo de actua- ciones, en segundo lugar, por la aplicación de un enfoque metodológico aplicable a proyectos y, en tercer y último lugar, por la importancia concedida en estas prácti- cas evaluativas al análisis del contexto en el que se utiliza la tecnología. Precisa- mente por el carácter social de su finalidad, esta área es pionera en el análisis del impacto social centrado en proyectos (Roche, 2004). La evaluación sistemática de los proyectos de desarrollo se concibió y formalizó en la década de 1960 debido a que las agencias donantes buscaban determinar de forma objetiva, profesional e independiente el desempeño y los resultados de las intervenciones (Dale, 2004). Según la organización NONIE7, las dos últimas déca- das han visto un incremento en la tarea evaluadora (seguimiento/monitorización y evaluación) orientada a los resultados finales que la intervención tiene en el bienes- tar de individuos y comunidades. Dentro de esta amplia área de trabajo, las aportaciones realizadas por diferentes actores del mundo de la cooperación al desarrollo, con o sin carácter gubernamen- tal8, han permitido perfilar y diferenciar la evaluación del impacto de otras formas de evaluación. Desde el punto de vista del Banco Mundial, esta evaluación se diferencia de otras semejantes por su especial atención hacia los cambios en el bienestar de los individuos que pueden atribuirse a políticas, programas o proyectos particulares (Gertler et al., 2011). Consecuentemente, responde a preguntas de tipo causa-efecto atribuibles directamente a la intervención. ______

7 NONIE es una Red de Redes para Evaluación de Impacto cuyo objetivo es promover la evaluación de impacto de calidad. La red está comprendida por las siguientes organizaciones: Red de Evaluación del Desarrollo del Comité de Asistencia al Desarrollo y de la OCDE, Grupo de Evaluación de las Naciones Unidas (UNEG), el Grupo de Evaluación de la Coope- ración (ECG) y la Organización Internacional para Cooperación en Evaluación (IOCE). 8 La cooperación al desarrollo tiene cada vez más un marcado carácter multilateral con la intermediación de distintas organismos gubernamentales como por ejemplo, el Banco Mundial, el PNUD, el Fondo Monetario Internacional o la Oficina de Cooperación de la Unión Europea. Junto a estos organismos existe otros agentes significativos como son las Organizaciones No Gubernamentales para el Desarrollo (ONGD), por ejemplo, OXFAM, Save the Children o CARE USA.

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Esta misma institución pone de manifiesto dos diferentes enfoques en la evalua- ción del impacto, distinguiendo entre una evaluación del impacto prospectiva (ex- ante) anterior a la intervención y otra retrospectiva (ex-post) posterior a la interven- ción, considerando de mayor utilidad la primera. En general, la evaluación del impacto aparece en las primeras y últimas fases en el desarrollo de los proyectos9. El impacto puede ser entendido como uno los criterios de evaluación de la cooperación al desarrollo utilizados por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OECD DAC Network, 2010) 10 , que analiza el cambio generado por la intervención en los ámbitos económicos, sociales y medioambienta- les, ya sea positivo o negativo, directo o indirecto, intencionado o no intencionado. Por su parte, las organizaciones no gubernamentales para el desarrollo (ONGD) detectan una gran dificultad para determinar el impacto real que su actividad tiene en sus potenciales beneficiarios e incluso estudios encargados por ONGD donantes indican una falta de evidencias fiables del impacto de sus proyectos y programas (Riddell et al., 1997; Oakley et al., 1998). Esta realidad se justifica por las dificulta- des de tipo teórico, financiero, de articulación y metodológicas que existen a la hora de realizar una evaluación del impacto (Rodríguez-Carmona Velasco, 2002). A pesar de las limitaciones detectadas en la función de evaluación de las ONGDs, la evaluación del impacto social de las intervenciones ha ido creciendo en número, importancia y calidad (Riddell et al., 1997). Las ONGDs líderes, en parale- lo con las agencias de cooperación, han realizado un gran esfuerzo por construir sistemas y capacidad de evaluación (Karan, 2009). Por ejemplo, OXFAM ha traba- jado la evaluación del impacto durante todo el desarrollo del ciclo del proyecto, atendiendo a la diversidad de tipos de proyectos, metodologías, contextos y, por tanto, la diversidad de dificultades, proponiendo una serie de consideraciones a la hora de diseñar el proceso de evaluación (Roche, 2004). Igualmente, OXFAM muestra la dificultad de establecer y manejar la información sobre grupos de control así como los posibles problemas éticos derivados de no colaborar deliberadamente con un grupo que puede precisar de ayuda, lo que supone poner en tela de juicio la idea propuesta por las principales agencias de desarrollo de llevar a cabo un análisis contrafactual, para poder realizar convenientemente la atribución de los resultados a un proyecto. Desde el punto de vista español, la labor realizada por el Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, a través de la Agencia Española de Cooperación Interna- cional al Desarrollo (AECID), y por distintas ONGD españolas con proyectos de cooperación en el ámbito de la tecnología (Ingeniería Sin Fronteras, ISF, o el Grupo

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9 Las seis fases reconocidas en el desarrollo de un proyecto: identificación, preparación, evaluación inicial, aprobación, ejecución/terminación y evaluación. 10 La OCDE considera los siguientes cinco criterios: relevancia, eficacia, eficiencia, im- pacto y sostenibilidad.

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Gómez González et.al. El reto de la Evaluación del Impacto Social de la Tecnología en España de Organización, Calidad y Medio Ambiente, GOCMA) permite poder hablar de avances significativos en evaluación del impacto social en este ámbito. A finales de la década de 1990, el citado Ministerio comenzó a trabajar en una metodología de evaluación de la cooperación española con el propósito de determi- nar la calidad de la ayuda ofrecida, trabajo que se materializó en 1998 con la publi- cación de la metodología de evaluación de la cooperación española (Ministerio de Asuntos Exteriores, 1998), revisada y actualizada tres años más tarde (Ministerio de Asuntos Exteriores, 2001) y que, en 2007, dio lugar a un manual de gestión de evaluaciones de cooperación (Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, 2007). Estos documentos siguen la línea marcada por la OCDE y, en este sentido, la evaluación del impacto se considera únicamente al final del proyecto y como medi- da de los efectos de la intervención realizada. Los motivos para la promoción de la evaluación del impacto son similares a los indicados por agencias internacionales: transparencia, rendición de cuentas e información en clave de aprendizaje. En 2010, se publica el primer informe anual sobre la evaluación en la coopera- ción española (Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, 2010) que, aunque no permite discriminar qué parte de la evaluación realizada por los distintos agentes de la cooperación española se refiere a la evaluación del impacto, sí que muestra datos generales de interés para valorar la expansión de la cultura evaluativa dentro de los actores de la cooperación. Finalmente, las ONGD españolas con proyectos de cooperación en el ámbito de la tecnología no incorporan de manera sistemática la evaluación del impacto de sus proyectos con una metodología uniforme, pero sí se constata la realización de una evaluación diagnóstica al inicio y al final de proyectos concretos, aunque sin una metodología explícita sobre evaluación del impacto. Por ejemplo, el “Manual de Energía Solar Fotovoltaica y Cooperación al Desarrollo” (Ingeniería sin Fronteras, 1999) incluye una metodología para desarrollar un proyecto que contempla un estudio inicial de la comunidad beneficiaria con variables técnico-sociales como: vida material, organización social, organización doméstica, organización del trabajo, organización espacial y colaboradores locales y, también, un estudio económico y una evaluación final sobre la que se establece una duración mínima de dos años y se propone un análisis pormenorizado similar al realizado en la etapa inicial. Se inclu- ye, además, la necesidad de un comunicador y diálogo con la comunidad receptora. O el informe sobre el mecanismo de desarrollo limpio elaborado por miembros del Grupo de Organización, Calidad y Medio Ambiente (GOCMA) de la Universidad Politécnica de Madrid (Guijarro et al., 2008), en el que se plantea una metodología para la evaluación del impacto de los proyectos, considerando tanto evaluación ex−ante como evaluación ex−post. Consecuentemente, es posible considerar al campo de la cooperación al desarro- llo como un ámbito innovador en la creación de metodologías de evaluación del impacto social de las actividades tecnológicas por dos razones, por un lado, por su sensibilidad hacia la temática social y, por otro, por el contenido tecnológico de algunas de sus intervenciones, como se refleja en la presencia de ingenieros en esos proyectos. Sin embargo, sus propuestas requerirían un proceso de adaptación para Política y Sociedad 465 2014, 51, Núm. 2: 447-480

Gómez González et.al. El reto de la Evaluación del Impacto Social de la Tecnología en España poder ser empleadas en el contexto de una sociedad como la española, que presenta aspectos diferenciales respecto a la mayoría de países receptores de la ayuda públi- ca a la cooperación.

2.6. La Responsabilidad Social Corporativa

Este epígrafe se dedica a la Responsabilidad Social Corporativa (RSC)11, enfoque que a pesar de presentar una orientación generalista, no estrictamente tecnológica, y plantear a las entidades organizativas como objeto de análisis en vez de las activi- dades o proyectos concretos, puede suponer una aportación de interés a la evalua- ción del impacto social de proyectos tecnológicos. Estas aportaciones pueden ser relevantes, por ejemplo, en el caso de empresas que generan tecnología o la usan con intensidad, como ocurre en el sector químico o el de la electrónica. A diferencia de aportaciones en otros ámbitos como la evaluación de tecnologías o de políticas de I+D e innovación, vinculadas con el sector público, la evaluación de tecnología en el contexto de la RSC se desarrolla en organizaciones mayorita- riamente pertenecientes al sector privado, hecho que dificulta contar con informa- ción sistemática, salvo para el caso de grandes empresas con políticas de comunica- ción especialmente transparentes. El término de RSC se generalizó en el contexto internacional a finales de la dé- cada de 1960 de la mano de empresas multinacionales que tenían un creciente interés por conocer los efectos de su actividad sobre las partes interesadas (stakeholders)12, la sociedad en su conjunto y el medio ambiente. La incorporación de la responsabilidad social en la gestión de la empresa supuso tomar una postura activa y responsable en torno al impacto de su actividad, buscando la sostenibilidad económica, medioambiental y social (NOKIA, 2012). En general, el hecho tecnológico no asume un especial protagonismo en las prác- ticas de RSC incluso en las empresas usuarias y/o generadoras de tecnología. Una excepción lo presentan algunas empresas que manejan tecnologías sujetas a una importante incertidumbre sobre posibles impactos futuros, como es el caso de la nanotecnología o la biotecnología (células madre, organismos modificados genéti- camente…). En cualquier caso, la toma de conciencia por parte de las empresas sobre su responsabilidad frente a la sociedad ha llevado a la aparición de actuacio-

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11 En el caso de España, se utiliza de manera indistinta los términos de responsabilidad social corporativa y responsabilidad social empresarial. 12 El concepto de stakeholder, introducido por Freeman en el año 1984 en su obra Stra- tegic management: a stakeholder approach, constituye un elemento esencial en los procesos de evaluación de impacto al permitir incorporar de manera sistemática a todas las partes afectadas.

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Gómez González et.al. El reto de la Evaluación del Impacto Social de la Tecnología en España nes proactivas respecto al impacto social de la tecnología por su parte, destacando, para el ámbito europeo la metodología SEEBalance (Schmidt et al., 2004) o el proyecto PROSA (Griesshammer et al., 2007)13. La primera desarrolla una herramienta que mide los aspectos sociales de la sos- tenibilidad y los añade al análisis de eficiencia ecológica ya desarrollado por la empresa BASF y, la segunda, diseña un método para estudiar aspectos económicos, sociales y medioambientales a través del ciclo de vida de un producto y su cadena de valor, por ejemplo, para el caso de la producción de un notebook (Manhart y Griesshammer, 2006). En el caso particular de actividades empresariales con un alto contenido tecnoló- gico, la presencia de la RSC es esencial a la hora de considerar el impacto social de sus actividades, ya que, a pesar de que existe una estricta regulación de obligado cumplimiento en el ámbito nacional y europeo, en ocasiones, la acción pública tiene una limitada capacidad para regular los desarrollos y prácticas tecnológicas de vanguardia. Esta situación es frecuente en sectores que no disponen de información adecuada para legislar en cuestiones sometidas a continuos cambios debido al dinamismo tecnológico. Los actores responsables de ese dinamismo están en buenas condiciones para gobernar el uso responsable de la tecnología y la innovación, anticipando de forma proactiva los impactos de su actividad (Groves et al., 2011). En España, la RSC empieza a tomar fuerza a finales de la década de 1980 debido, en gran parte, a la necesidad que experimentaban las empresas nacionales que atravesaban procesos de internacionalización de mostrar la responsabilidad de su comportamiento. En este sentido, también fue un importante catalizador del desa- rrollo de la RSC la aparición de productos financieros éticos, con sus consiguientes problemas de definición y evaluación (Cuesta González y Valor Martínez, 2003). Como ocurre en el contexto internacional, dentro de las empresas que generan o usan tecnología con intensidad, únicamente pueden encontrarse trabajos sobre la responsabilidad social para el caso de grandes empresas. Estos trabajos tienen un enfoque generalista, y se evalúan las actuaciones de extensión social de la empresa más que las consecuencias reales que la tecnología tiene sobre los ciudadanos (Sacristán y Gómez, 2009). A diferencia de lo que sucede en otros países europeos, los autores del presente trabajo no han localizado ninguna práctica de evaluación del impacto social de la tecnología en el marco de actuaciones de RSC, aunque no puede concluirse de este hecho el que no se hayan realizado este tipo de prácticas, puesto que el mundo de la empresa se caracteriza por operar como una “caja negra” en la cual la información

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13 La metodología SEEBalance es el resultado de un trabajo conjunto entre la empresa BASF, la Universidad de Karlsruhe y el Instituto para la Ecología Aplicada (Öko-Institute e.V.). La herramienta PROSA ha sido desarrollada por el Instituto para la Ecología Aplicada en colaboración con otras empresas. PROSA sirve también para el análisis de tecnologías y grandes proyectos de infraestructuras.

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Gómez González et.al. El reto de la Evaluación del Impacto Social de la Tecnología en España que se ofrece es escasa debido a la necesidad de mantener confidencialidad sobre sus operaciones como fuente de su ventaja competitiva. La RSC es una orientación claramente impulsada por instancias públicas tanto europeas como españolas. Para las primeras puede citarse el Libro Verde “Fomen- tar un marco europeo para la responsabilidad social de las empresas” elaborado por la Comisión Europea en 2001, la resolución del Parlamento Europeo, de 13 de marzo de 2007, sobre la responsabilidad social de las empresas, o la comunicación “Una estrategia renovada 2011-2014 para la responsabilidad social corporativa” de la Comisión Europea (European Comisión, 2011). Para las segundas, destaca el apoyo al Observatorio de la Responsabilidad Social Corporativa, creado en 2004, y la creación en 2008 del Consejo Estatal de Responsabilidad Social de las Empresas. La línea de trabajo de la RSC reconoce que las empresas tienen un significativo impacto en la sociedad. Para las empresas que usan o generan tecnología este im- pacto presenta especificidades a la hora de su análisis y gestión, como muestran el desarrollo específico llevado a cabo por empresas e institutos tecnológicos. Durante las últimas décadas, fruto del intento de gestionar dicha responsabilidad, se ha materializado un amplio catálogo de actividades e instrumentos, con la cola- boración de actores públicos y privados con y sin afán de lucro, como son los códigos éticos y de conducta, sistemas de gestión específicos o informes de respon- sabilidad social. Entre los distintos referenciales y estándares relativos a la RSC reconocidos actualmente en España pueden citarse: la guía ISO26000 sobre Res- ponsabilidad Social de la International Organization for Standardization, el estándar de certificación SA8000 sobre prácticas socialmente aceptables de la organización Social Accountability International, la norma SGE21 de certificación en gestión ética y responsabilidad social de la organización Forética, la norma UNE165010 “Ética. Sistema de gestión de la responsabilidad social en la empresa" desarrollada por AENOR o la especificación RS10 de AENOR sobre Sistema de Gestión de la Responsabilidad Social. Toda esta experiencia acumulada es útil para la evaluación del impacto social de proyectos tecnológicos. Por ejemplo, el establecimiento de principios o las dimen- siones clave de la responsabilidad social de la ISO26000 o la SA8000 pueden constituir un marco de trabajo de dicha evaluación. Al mismo tiempo, la evaluación del impacto social de proyectos tecnológicos puede ser una herramienta para orientar las actuaciones de las empresas en el ámbi- to de la RSC. Así, a la hora de poder fijar el marco de referencia de su responsabili- dad social, las empresas deben ocuparse de todo el ciclo de vida de los productos generados, tal como propone la evaluación de proyectos. Con esa finalidad, pueden acudir a técnicas que permitan estudiar el impacto en las diferentes etapas del ciclo de vida, como el ya mencionado análisis del ciclo de vida social.

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3. Reflexiones sobre la evaluación del impacto social de actividades tecnológi- cas en España

El apartado precedente, que recoge aportaciones relevantes para la evaluación del impacto social de la tecnología en distintos ámbitos, revela la existencia de una diversidad de enfoques en la forma de entender y evaluar el impacto social de la tecnología, generando un conjunto heterogéneo de prácticas que sintetiza la tabla 2. El estudio de estas prácticas permite asegurar que en la actualidad la evaluación del impacto social de actividades y proyectos tecnológicos no constituye en España una práctica identificable, pudiéndose hablar, fundamentalmente, de contribuciones relevantes en áreas afines. Sin duda, esta diversidad puede enriquecer el análisis del impacto social de las actividades tecnológicas, pero para ello es fundamental que se realice una revisión crítica de estos enfoques considerando sus potencialidades y, en su caso, sus limitaciones. Un primer aspecto a considerar, tal y como ya se presentó en el apartado anterior y se recoge en la Tabla 1, es el relacionado con el objeto de evaluación y su orienta- ción, que permite distinguir tres ámbitos de análisis con aportaciones diferenciadas. El primer ámbito realiza aportaciones en el contexto de un análisis de las conse- cuencias de los hechos tecnológicos con un enfoque más amplio que el de proyectos, como es el caso de los estudios CTS o la evaluación de tecnologías y de políticas de I+D+i. Entre estas aportaciones destaca el desarrollo de metodologías que se ha realizado en el campo de la evaluación de tecnologías y en los estudios CTS, donde se hace hincapié en la necesidad de la participación pública en las evaluaciones. Además, se pone de manifiesto la existencia de condicionantes de diversa índole cuando se evalúan controversias públicas sobre cuestiones tecnológicas o políticas de I+D+i. También es relevante el carácter legitimador de la evaluación del impacto social que ofrecen los estudios CTS y la sistematización de impactos sociales que realiza la evaluación de tecnologías. El segundo ámbito realiza aportaciones relacionadas con el análisis de impacto de proyectos, como es el caso de la evaluación del impacto ambiental o la evalua- ción de proyectos de cooperación al desarrollo. Entre sus aportaciones destaca el desarrollo de metodologías de evaluación para proyectos que pueden ser transferi- bles a actuaciones que persigan evaluar el impacto social de proyectos tecnológicos. De hecho, la vertiente social ya forma parte de estas evaluaciones, aunque no esté plenamente consolidada, ya que el interés por la dimensión social es reciente y está en proceso de incorporación de manera explícita y detallada. Además, destaca la relevancia del contexto para la identificación de stakeholders y la definición de los impactos sociales de los proyectos, lo que condiciona el proceso de evaluación. El tercer ámbito, que incluye únicamente la RSC, recoge aportaciones relativas a la necesidad de conocer y mejorar el impacto social de las actividades tecnológicas en el contexto de unas empresas preocupadas por conocer los efectos de su activi- dad sobre la sociedad. Distintos organismos de estandarización y certificación que trabajan en temas vinculados a la RSC han desarrollado metodologías de identifica- ción y gestión de distintos impactos sociales. Política y Sociedad 469 2014, 51, Núm. 2: 447-480

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Esta extensión hacia la dimensión social presenta algunos problemas asociados. Por ejemplo: • La lógica que subyace en el proceso de evaluación del impacto en el ámbito medioambiental es diferente a la que requiere una evaluación del impacto so- cial. A modo de ejemplo, en la dimensión social los juicios de valor suelen ser más conflictivos, existe más dificultad para establecer una atribución clara de los impactos y existen dinámicas de desplazamiento de los efectos. • Los intereses existentes y la experiencia y formación acumuladas por los res- ponsables de la evaluación de corte medioambiental hasta este momento con- diciona y limita la posibilidad de llevar a cabo cambios relevantes en la forma de valorar los proyectos. Este hecho queda reflejado, por ejemplo, en el análi- sis de Cantó y Riera (2003) anteriormente citado, en el que se destaca la esca- sez de equipos pluridisciplinarios y la ausencia casi total de profesionales de las ciencias sociales en los equipos de redacción de los informes realizados. La mayoría de los trabajos fueron realizados por ingenieros de caminos, canales y puertos, seguidos por arquitectos. Un segundo aspecto de las contribuciones consideradas, que puede condicionar su utilización en la evaluación del impacto social de proyectos tecnológicos, es el diferente nivel de institucionalización y desarrollo de las distintas tradiciones. Mientras algunas de ellas se encuentran en sus primeras fases de desarrollo, existen otras, como la evaluación del impacto ambiental, que cuentan con una amplia implantación, con una regulación legal, estandarización metodológica y con un cuerpo profesional con una formación reglada. Estas diferencias en los niveles de institucionalización de las distintas tradicio- nes puede ser un importante condicionante del formato futuro que asuma la evalua- ción del impacto social de proyectos tecnológicos, puesto que en función de la fuerza de los diferentes colectivos profesionales o de la mayor o menor eficacia organizativa de las entidades promotoras, determinados planteamientos metodoló- gicos acabarán triunfando e imponiéndose sobre otros. Esta realidad puede condicionar la forma en que se incorpore la perspectiva so- cial y la influencia que esta línea de trabajo pueda llegar a tener en el desarrollo de los procesos de evaluación del impacto de la tecnología. Un tercer aspecto a considerar es el dispar grado de implicación del sector público en los distintos ámbitos, hecho que puede condicionar la velocidad de desarrollo de las distintas líneas de trabajo y su contribución a la evaluación del impacto social de los proyectos tecnológicos. Por un lado, el sector público español ha mostrado interés en relación al análisis de impacto en temas relacionados con el medio am- biente, y en menor medida y más recientemente, con la ayuda al desarrollo y con la RSC, lo que ha fomentado el desarrollo de metodologías comúnmente aceptadas. Por otro lado, la evaluación de tecnologías no ha estado presente tan activamente en la agenda política española y, por tanto, no ha existido el efecto demostración en este último caso.

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Tabla 2. Aportaciones para la evaluación del impacto social de la tecnología de diversas líneas de trabajo vinculadas

Fuente: elaboración propia.

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Los procesos de institucionalización de determinadas prácticas en evaluación del impacto ambiental o en RSC pueden ser un elemento impulsor importante para el desarrollo futuro de procesos de evaluación del impacto social de los proyectos tecnológicos, con la presencia de entidades certificadoras, referenciales de compor- tamiento, una formación reglada reconocida y unos profesionales acreditados. Sin embargo, esta dinámica puede llegar a tener efectos secundarios no deseables, como son la aparición de una obsesión credencialista, que lleve a una dinámica de buro- cratización y mercantilización orientada a la obtención de certificaciones con redu- cido contenido. Un último elemento a considerar es el diferente enfoque temporal de las tradicio- nes de evaluación que se han presentado en este trabajo. La evaluación del impacto social de proyectos tecnológicos puede aplicarse en diversos momentos del ciclo de vida de los proyectos, de manera que en cada uno de esos momentos puede aprove- char las aportaciones y conocimiento acumulado por las tradiciones citadas. Por poner un ejemplo, en el desarrollo de una evaluación del impacto social ex-ante de un proyecto tecnológico puede ser muy relevante la experiencia de la evaluación del impacto ambiental, mientras que en la evaluación con un enfoque temporal más amplio, puede ser interesante el caso de las políticas de I+D+i, cuya metodología se extiende a lo largo de todas las etapas del ciclo de vida de las políticas públicas. También puede hacer uso de las metodologías de evaluación ex-post que se utilizan en evaluación de proyectos de cooperación o de intervenciones públicas en I+D+i y que está orientada a procesos de aprendizaje.

4. Conclusiones y consideraciones para el futuro

A modo de conclusión puede afirmarse que, en general, España no cuenta con una práctica consolidada de rendición de cuentas a los ciudadanos sobre la acción pública o empresarial y, en particular, puede reconocerse que la evaluación del impacto social de actividades y proyectos tecnológicos en España no constituye una línea de investigación claramente identificable dentro de la comunidad científica. Puede afirmarse, al mismo tiempo, que al ampliar, por un lado, el ámbito de es- tudio considerando una orientación generalista del análisis, no solo tecnológica, y, por otro lado, el objeto de trabajo, yendo más allá de un proyecto o actividad con- creta, existen campos afines que presentan conocimientos y experiencias próximas a la evaluación del impacto social de actividades y proyectos tecnológicos, siendo una fuente de información útil para dicha evaluación. En el caso de España, el volumen de las aportaciones en los distintos campos es desigual, destacando positi- vamente los estudios CTS y los proyectos de cooperación al desarrollo, existiendo aportaciones puntuales en la Evaluación de Tecnologías y en la EIA y siendo mu- cho menores las aportaciones en el caso de la evaluación de políticas de I+D+i y la RSC. En líneas generales, se detecta que en algunos de esos campos las aportacio- nes a nivel internacional son significativamente superiores a las que existen en

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España, como ocurre en la evaluación de tecnologías o la evaluación del impacto ambiental. Las aportaciones a la evaluación del impacto social de actividades tecnológicas de los campos analizados son heterogéneas y complementarias en aspectos como metodologías, herramientas, identificación de impactos sociales e indicadores asociados, factores condicionantes o carácter legitimador de la evaluación del impacto social de la tecnología. Estas aportaciones tienen un distinto enfoque temporal, siendo predominante el ex-ante para la evaluación de tecnologías, la evaluación del impacto ambiental y la RSC, mientras que el resto se extiende tam- bién a enfoques in-itinere y ex-post. Además, esas aportaciones tienen un distinto grado de institucionalización, sien- do más intensa para la evaluación del impacto ambiental, seguida a distancia por la RSC y la evaluación de proyectos de cooperación. Este hecho puede condicionar la influencia de las distintas líneas de trabajo en el desarrollo de los procesos de eva- luación del impacto social de proyectos tecnológicos. Esta institucionalización se debe en parte a la presencia del sector público, por su papel como regulador y financiador de actividades con impacto social, lo que muestra cómo este sector puede ser un actor relevante en dicho desarrollo. A partir de las reflexiones anteriores, y en opinión de los autores, pueden reali- zarse algunas consideraciones sobre el futuro de la evaluación del impacto social de los proyectos tecnológicos en España: En primer lugar, a pesar del escaso nivel de desarrollo actual, consideramos que sería deseable un incremento de su presencia y relevancia futura tanto en la esfera pública como privada, que estaría justificado por el extraordinario peso que la tecnología tiene en las sociedades contemporáneas, como se está haciendo, por ejemplo, en el caso del proyecto europeo PROSUITE (Prospective Sustainability Assessment of Technologies), dedicado al desarrollo de una metodología para la evaluación del impacto sostenible de nuevas tecnologías (PROSUITE PROYECT, 2013) . El sector público puede tener un papel relevante en su futuro desarrollo, que se justificaría por el creciente interés de vincular las actividades de I+D e innovación con el bienestar y la calidad de vida de los ciudadanos y por la experiencia de este sector en otros campos de la práctica evaluativa. Es también previsible la incorporación a esa dinámica de otros actores privados como, ONGs, centros de investigación, etc. y cuya participación puede incremen- tarse como consecuencia de una dinámica social que intenta revisar los valores de la economía partiendo de una orientación que persigue el bien común alejándose de la lógica de los mercados (Felber, 2012). Y, por último, sería interesante dotar a la evaluación del impacto social de los proyectos tecnológicos de una metodología propia, de carácter interdisciplinar y vinculada a la empleada en otros campos afines. El desarrollo de esta metodología requiere de: • Debates abiertos, evitando establecer dicotomías insalvables entre metodolo- gías rígidas o plurales o, también, entre opciones participativas o tecnocráticas. Política y Sociedad 473 2014, 51, Núm. 2: 447-480

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• Un planteamiento pluralista, pues la opción por referenciales cerrados, audita- dos por expertos, siguiendo modelos inspirados en las normas de calidad, es un modelo cuya aplicación para el caso de la evaluación del impacto social de la tecnología puede ser, cuando menos, problemática. • Un sistema de evaluación que fomente el debate social y origine información diversa, evitando la aritmética social. Aunque la idea de presentar una cifra pa- ra sintetizar el impacto social de un proyecto tecnológico sería viable y tiene sus ventajas de cara a realizar una comunicación mediática con capacidad para incidir fácilmente en la opinión pública, tiene riesgos de generar arbitrariedad, rigidez y falta de fundamento epistemológico. En el comienzo del siglo XXI la tecnología juega un importante papel en la econo- mía y la vida social. Dentro de los recursos necesarios para realizar una gobernanza eficaz de esta realidad, la evaluación del impacto social de las actividades y proyec- tos tecnológicos constituye un instrumento valioso para la gestión y la planificación eficaz de sus efectos.

Agradecimientos

Este artículo ha sido elaborado en el marco del proyecto de investigación “Políticas de la cultura científica: análisis de las dimensiones políticas y sociales de la cultura científica” (FFI2011-24582), financiado por el Ministerio de Economía y Competi- tividad de España.

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480 Política y Sociedad 2014, 51, Núm. 2: 447-480

La mujer en la empresa familiar española desde la

perspectiva del familiness1

Pilar ORTIZ GARCÍA Universidad de Murcia [email protected]

Ángel José OLAZ CAPITÁN Universidad de Murcia [email protected]

Recibido: 06-12-2013 Aceptado: 04-06-2014

Resumen: La mujer es una de las piezas clave en la transmisión de valores a la familia y a la empresa familiar. Este trabajo analiza la contribución de la mujer a la formación de valores en la empresa familiar. La perspectiva de análisis a partir del concepto de familiness, permite identificar el papel de la mujer en las dimensiones de poder, experiencia y cultura que componen el “capital familiar” de la empresa. La metodología de análisis se ha basado en la explotación de una encuesta a 282 empresas familiares en toda España. Los resultados ponen de manifiesto la participación de las mujeres en la formación de familiness en sintonía con el papel atribuido a la mujer en la familia y en la empresa.

Palabras clave: roles de género, empresa familiar, capital social, familiness, valores, socialización

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1 Este estudio forma parte de la participación de los autores en el proyecto: “El éxito de la empresa familiar: la relación entre el negocio y la familia desde la perspectiva del famili- ness” financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación con referencia CSO2010 - 17761

Política y Sociedad 481 ISSN: 1130-8001 2014, 51, Núm. 2: 481-506 http://dx.doi.org/10.5209/rev_POSO.2014.v51.n2.43647

Ortiz García & Olaz Capitán La mujer en la empresa familiar española…

Women in the spanish family business from the perspective of familiness

Abstract The woman is one of the key pieces in the transmission of values to the family and the family business. This paper analyzes the contribution of women to the formation of values in the family business. The analytical perspective from familiness concept, to identify the role of women in the dimensions of power, experience and culture that make up "family capital" of the company. The analysis methodolo- gy has been operating a family business survey in Spain. The results demonstrate the participation of women in training familiness in tune with the role assigned to women in the family and in the compa- ny

Keywords: gender roles, family business, social capital, familiness, values, socialization

Referencia normalizada Ortiz García, P., Olaz Capitán, A.J. (2014). “La mujer en la empresa familiar española desde la perspectiva del familiness”. Política y Sociedad, Vol 51, Núm. 2: 481-506

Sumario: Introducción. 1.Roles de la mujer en la empresa familiar. 2.Mujer y familiness. 3. Metodo- logía. 4.Resultados. 5. Conclusiones

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Ortiz García & Olaz Capitán La mujer en la empresa familiar española…

Introducción

El papel de la mujer en la empresa discurre en paralelo con su presencia en el ámbito público. En el caso de España, la participación de las mujeres en ámbitos de poder y toma de decisiones en la política (órganos de dirección de partidos, Congre- so, Senado) aunque ha evolucionado, en la actualidad se sitúa en torno al treinta por ciento2. En la empresa privada la participación es todavía más discreta. Los últimos datos del Instituto de la Mujer señalan que en 2009 un 10,3% de mujeres ocupaba algún cargo en el consejo de administración de las empresas del IBEX 35; tratándo- se, por consiguiente, de un porcentaje muy bajo, aunque alentador si se considera que cuatro años antes eran tan sólo de un 2,1%. La mujer sigue siendo especialmente visible en el ámbito privado, aunque no renuncia a su participación en el público. Los roles tradicionalmente asignados a la mujer, siguiendo un esquema de división sexual del trabajo o especialización fun- cional, legitiman su presencia en el ámbito privado. Sin embargo, la presencia de la mujer en el ámbito público, al que pertenece el trabajo, adquiere con frecuencia la consideración de actividad complementaria, lo que explica una mayor irregularidad en las trayectorias laborales de las mujeres (Carrasquer, 2009). La teoría de género ha puesto de manifiesto que la articulación entre el trabajo productivo y el repro- ductivo lleva a las mujeres a una suerte de “doble presencia” (Balbo, 1978), o doble jornada (Tobío, 2002; 2005; Papí y Frau, 2005; Tobío et al., 2010, Carrasquer et al., 1998; Torns, 2005), que se traduce, más que en una conciliación, en la “acumula- ción” de ambos ámbitos (Maruani, 2002). Se trata, por tanto, de un problema estructural en el mercado laboral alimentado por un aspecto cultural que apunta a las creencias, los prejuicios y algunos valores también presentes en la empresa y en la familia y, cómo no, en esta estructura simbiótica de ambos elementos que es la empresa familiar. En este sentido, la literatura en torno al papel de la mujer en la empresa y en concreto en la empresa familiar, no abunda, como tampoco los estudios empíricos sobre el tema. Pese a ello, desde finales de los años ochenta se han publicado una serie de investigaciones que abordan la cuestión. Entre ellas, cabe establecer dos grandes grupos. Un primer grupo de estudios ha estado centrado en explicitar las dificultades de la mujer para acceder a un ámbito hasta ahora bastante mediatizado por el poder masculino y en el que resulta difícil el reconocimiento a su contribu- ción (Dumas, 1989; Lyman et al., 1985; Salganicoff, 1990; Fitzgerald y Muske,

______

2 Según los datos del Instituto de la Mujer, en la legislatura 2011-2015 hay un 36% de mujeres diputadas. En los parlamentos autonómicos ese porcentaje asciende al 43,22% en 2012. En la misma legislatura, en el Senado hay un 33,3% de mujeres. En 2011 el porcenta- je de mujeres en el Gobierno es de 30,7%. También hay un 31,5% de mujeres Delegadas de Gobierno en provincias y Comunidades Autónomas.

Política y Sociedad 483 2014, 51, Núm. 2: 481-506

Ortiz García & Olaz Capitán La mujer en la empresa familiar española…

2002). En la misma dirección, algunos estudios adoptan un carácter reivindicativo poniendo el acento en la brecha existente entre la participación de la mujer en aspectos como la sucesión ligada al desarrollo de la carrera profesional (Martínez et al., 2007) y las cotas de poder o de propiedad en la empresa familiar (Dumas, 1998). Un segundo grupo de estudios pone de manifiesto las singularidades de la mujer en la empresa familiar y su aportación como un recurso competitivo en las empre- sas de este carácter. En este último sentido, el estudio de la visibilidad de la mujer y su papel en procesos clave de la empresa familiar, como son la propiedad, la ges- tión y la transición/sucesión, así como la peculiaridad de su actuación en función del doble rol que desempeña en la familia y en la empresa, han sido los temas tratados (Cole, 1997; Rowe y Hong, 2000; Sharma, 2004; Vera y Dean, 2005; Vadnjal y Zupan, 2009). Esta investigación abunda en el segundo grupo de análisis al abordar la variable género en la empresa familiar desde la perspectiva del familiness. Esta perspectiva, si bien ha tenido un desarrollo aceptable en el ámbito científico internacional (Hab- bershon et al., 2003; Chrisman et al., 2005; 2008; Habbershon, 2006; Danes et al., 2007), no ha tenido un progreso equivalente en los estudios sobre empresa familiar en España. Con el objeto de clarificar este enfoque, así como el objeto de estudio, resulta necesario definir los conceptos de familiness, capital familiar y valores familiares. El origen del término familiness está en la teoría de recursos y capacidades. Di- cha teoría indica que la combinación de recursos y capacidades de una empresa es su principal ventaja competitiva (Haberson y Williams, 1999). En este contexto, Olson et al., (2003: 452) y Chrisman et al., (2005) se refieren al familiness como los recursos y capacidades resultantes de la implicación de la familia en la empresa y las interacciones a que dicha implicación da lugar. El familiness alude a la idiosincrasia de la empresa resultante de la combinación entre el sistema familia y el sistema empresa (Habbershon et al., 2003). Los estu- dios sobre el tema inciden en cómo la influencia familiar es susceptible de crear valor y ser una ventaja competitiva - como un capital más - en la empresa familiar (Pearson et al., 2008; Olson et al., 2003; Cibrián, 2010). Esta influencia se concreta en tres dimensiones en el modelo de Astrachan et al. (2002): el poder de la familia en la empresa (accionariado y participación en órga- nos directivos); la experiencia que la familia aporta al negocio transmitida de gene- ración en generación y la cultura, esto es, los valores, actitudes y motivaciones que imperan en la empresa. Se trata de las dimensiones de la escala F-PEC (power, experience y culture) utilizada como modelo metodológico en este estudio. La dimensión cultural del familiness se identifica con el “capital familiar” o ca- pital social familiar; un capital que se define, siguiendo a Hoffman, et al. (2006), como la “infraestructura moral” (entendiendo por tal los valores, normas y creen- cias moralmente aceptadas) en la que se socializan los miembros de la unidad familiar, que dirige las relaciones entre los miembros de la familia y a través del cual la familia empresaria aprende a trazar el tipo de empresa que quiere ser. Los valores familiares enraizados en la organización son todo aquello que la organiza-

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Ortiz García & Olaz Capitán La mujer en la empresa familiar española… ción considera importante y el principal componente de la variable cultura en el modelo de análisis de la empresa familiar desde el familiness. Esta orientación abre una interesante perspectiva sobre el papel de la mujer en la empresa familiar, dada su posición como una de las piezas clave en la transmisión de valores en la familia. En este sentido, el objetivo del artículo es realizar una aproximación a la empresa familiar desde la perspectiva familiness, enfatizando en la posición de las mujeres y su percepción sobre la influencia de la familia en la empresa. En segundo lugar, se trata de determinar en qué medida dicha percepción se ve condicionada por los roles de género en la familia y en la empresa. Desde el comienzo de la crisis, la subida de la tasa de paro en España ha sido muy intensa. Sin embargo, el comportamiento de esta variable ha sido distinto entre hombres y mujeres. A partir de la Encuesta de Población Activa (EPA) se puede constatar que en el período comprendido entre 2006 a 2010, la tasa de empleo de los varones de 16 y más años disminuyó 10,1 puntos y la de las mujeres también lo hizo, aunque en solo 0,8 puntos. Este descenso es especialmente acusado entre la población más joven (de 16 a 24 años) no obstante, es significativamente mayor en el caso de los varones (20,3 puntos porcentuales en el caso de los hombres y 11,2 puntos en el caso de las mujeres) para este mismo período. Esto ha provocado una paulatina disminución en la brecha de género, aproximándose al valor que represen- ta dicho indicador en la UE-27 que en 2010 ascendía a 11,9 puntos. Igualmente, la brecha de género en la tasa de paro se ha reducido como consecuencia del fuerte incremento de esta tasa entre la población masculina y el mejor comportamiento de la tasa de paro femenina en este momento de la crisis. Estos datos contextualizan la participación de la mujer en el mercado de trabajo y su aproximación a la del hombre. Sin embargo ¿dónde se empiezan a establecer las diferencias? En 2010 el 77,7% de las mujeres ocupadas eran empleadas (con jefes y sin subordinados) y el 8,2% eran ocupadas independientes (sin jefes ni subordinados). Sólo el 0,3% eran directoras de empresa grande o media. En resu- men, a medida que se asciende en el grado de independencia y responsabilidad en el puesto, decrece la participación femenina en dichas ocupaciones. La literatura reciente sobre el tema en el ámbito nacional (Gisbert et al., 2009; Mateos et al., 2009; Peris - Ortiz et al., 2010), como internacional (Hwelett, 2002; Burke, 2007) pone de manifiesto las menores oportunidades de las mujeres hacia puestos que impliquen responsabilidad y toma de decisiones. Estos datos dimensionan la actividad empresarial de la mujer y sirven de marco explicativo sobre el rol desempeñado en la empresa familiar. Un papel en el que se reproducen las diferencias de género construidas en el ámbito laboral y familiar.

1. Roles de la mujer en la empresa familiar. La integración de la perspectiva de género en el análisis del empleo es im- portante para entender cómo éste no se distribuye de forma “neutral”. En este contexto, se alude al género como una construcción sociocultural que

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Ortiz García & Olaz Capitán La mujer en la empresa familiar española… atribuye cualidades, funciones y espacios -a la mujer- que determinan su posición en el mercado de trabajo. Se trata de un hecho que tiene su origen en el ámbito familiar. Cuando se indaga en la literatura sobre el papel de la mujer en la empresa familiar se constata una escasez de estudios empíricos en la que existen pocas excepciones (Rowe y Hong, 2000; Dumas, 1998; Bowman - Upton y He- chk, 1996). Básicamente se abren dos vías en las que la literatura aborda el tema (Martínez et al., 2007). Un primer grupo de trabajos pone de manifiesto las dificul- tades de la mujer para incorporarse a la empresa y el desarrollo de una carrera profesional una vez lo han conseguido, o los problemas de reconocimiento del trabajo (Lyman et al., 1985; Dumas, 1989; Salganicoff, 1990). En segundo lugar -y desde una perspectiva posibilista-, otros estudios analizan el desempeño de la mujer en la empresa familiar y su competencia para ostentar cargos de responsabilidad en la gestión de ésta (Cole, 1997; Rowe y Hong, 2000; Vera y Dean, 2005). Estos estudios enfatizan en aspectos asociados a la sociabilidad, la observación, el capital emocional (Sharma, 2004) y, en general, el despliegue de habilidades sociales que facilitan el desempeño, aunque no están relacionadas directamente con la consecu- ción de objetivos (un rol asociado al varón). Con respecto a la primera vía de análisis los estudios que identifican las dificul- tades en el reconocimiento del papel de la mujer en la empresa familiar, ponen el acento en aspectos relacionados con los estereotipos asociados al género. En este sentido, el papel de la mujer está ligado, no tanto a la valoración de su labor, como a la recompensa psicológica que ésta recibe por la ayuda a una “empresa” común. Aspectos tales como la cercanía al negocio están por encima de la propiedad formal que, a veces, pasa a un segundo plano frente a la “propiedad psicológica” y el compromiso que las hace concebir la empresa como parte de su familia (Heinonen y Stenholm, 2011). En el mismo sentido, aunque teniendo en cuenta en este caso la posición de la mujer en la estructura familiar, el papel de la mujer-esposa del fundador de la empresa, hija, hermana o nuera de éste, puede ser muy distinto. La literatura se centra especialmente en el rol desempeñado por las hijas, ligado a la cuestión de la sucesión. Las dudas sobre su capacidad de compromiso a largo plazo las relegan a un papel secundario, optando a la sucesión en el liderazgo cuando no existe un descendiente varón (Gallo, 1995). La investigación sobre el tema pone también de manifiesto que la socialización de género opera fuertemente en la asunción de liderazgo en la empresa familiar (Iannarelli, 1992). No obstante todo ello, abundando en la vía que identifica los activos de la mujer en la empresa familiar, investigaciones recientes evidencian que la presencia de la mujer en los puestos directivos de las empresas familiares es más frecuente que en las empresas que no tienen dicho carácter (Mateos et al., 2006; Rodríguez y Rodrí- guez, 2011). Ello es debido a que la pertenencia a la familia, elimina gran parte de las barreras de acceso a este tipo de puestos. El reclutamiento interno forma parte del proceso de aprovisionamiento de puestos en las empresas familiares, lo que facilita el camino de la mujer. Por otra parte, recientes investigaciones ponen de

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Ortiz García & Olaz Capitán La mujer en la empresa familiar española… manifiesto que la mujer se mueve por el compromiso, la lealtad y los valores de la familia, lo que las convierte en candidatas especialmente idóneas para ocupar puestos de responsabilidad en la empresa (Rodríguez y Rodríguez, 2011). En el caso que nos ocupa se analiza la posición de la mujer con responsabilida- des directivas en la empresa familiar, ya que el análisis parte de su percepción sobre la influencia de la familia en la empresa.

2. Mujer y familiness.

Los trabajos empíricos realizados sobre la influencia de la familia en la empresa familiar han permitido desarrollar un concepto interesante: el de capital social. Este concepto surge de la sociología (Coleman, 1988; Putnam, 1995), aunque será con- siderado como variable de análisis en el ámbito económico, tanto en los análisis de empresa, como en todos aquellos relacionados con desarrollo económico. Se puede definir capital social como la creación de valor (capital) derivado de la relación entre los individuos (social). De la misma forma que el trabajo productivo se tradu- ce en la generación de bienes, o el capital humano se traduce en conocimiento, las relaciones sociales pueden tener un efecto en términos de beneficio, aunque tampo- co puede obviarse las dificultades propias de su medición. Coleman (1988) identifica algunos elementos clave de dicho capital. En primer lugar, se refiere a las redes sociales, como son los lazos de parentesco, las redes comunitarias informales y las organizaciones sociales. La empresa familiar es un tipo de organización en el que los principios enunciados por Coleman encuentran un soporte idóneo para su desarrollo. Los vínculos sociales están garantizados a través de la relación de parentesco; las normas u obligaciones vienen establecidas en una doble clave: la econó- mica (trabajo y aportación económica) y la familiar (dedicación de la familia al desarrollo de la empresa, el negocio como proyecto familiar…). Por últi- mo, la confianza, forma parte de la propia naturaleza de la familia y, por extensión, de las relaciones económicas establecidas en este tipo de empresa. Por tanto, como presupuesto inicial, la empresa familiar es uno de los tipos de organización en la que las relaciones sociales son especialmente suscepti- bles de generar valor. El “familismo” resulta de la potencialidad del capital social familiar para generar beneficios empresariales y no solamente económicos. Uno de los elementos distintivos de las empresas familiares consiste en que sus objeti- vos trascienden los aspectos puramente económicos (Olson et al. 2003; Chrisman et al. 2008; Miller et al. 2008; Sharma, 2004; Hienerth y Kessler, 2006; Kellermanns et al., 2008 y Cibrián, 2010). La preocupación por las generaciones futuras y el mantenimiento del equilibrio emocional de la familia, a partir de una buena gestión de los recursos en la empresa, son factores importantes en este tipo de empresas. Son varios los marcos teóricos desde los que se aborda esta relación: la Teoría de Sistemas (Lansberg,

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1983), la Teoría de Recursos y Capacidades (Habbershon et al., 2003), o la del Capital Social (Coleman, 1988). Como se definió con anterioridad, el capital familiar es una especial for- ma de capital social; se trata de la infraestructura moral que dirige las rela- ciones entre los miembros de la familia. Del desarrollo de dicho capital puede depender, en gran medida, el que la influencia de la familia sea positi- va o negativa en la empresa. Un capital familiar funcional -entendiendo por éste el que impulsa aspectos relacionados con el compromiso, la comunica- ción, el trabajo en equipo-, será adecuado para el desarrollo de la empresa. Por el contrario, un capital familiar disfuncional tendrá capacidad para “con- taminar” su desarrollo (Le Breton-Miller y Miller, 2009; Sorenson, R. y Bierman, L., 2009; Cibrián, 2010). Teniendo en cuenta estos conceptos ¿cuál es el papel de la mujer en la generación de este tipo de capital relacional que posibilita ventajas competi- tivas a través del valor de las relaciones sociales? La respuesta debe hallarse en los roles desempeñados por ésta en la familia como generadora de víncu- los emocionales y cultura, así como en la ascendencia de dichos vínculos y valores sobre la empresa, dado que, a menudo, los roles de género que impe- ran en la familia empresaria se trasladan a la empresa familiar (Ceja, 2008). Los estudios enfatizan en el incuestionable desempeño profesional de la mujer cuando adquiere posiciones de poder; pero, al mismo tiempo, cumple - por la educación generalmente recibida-, un importante papel en el mante- nimiento del equilibrio y la armonía emocional de la familia. Las investigaciones sobre el tema (Lansberg, 1995; Rowe y Hong, 2000; Ceja, 2008; Sharma y Nordqvist, 2008) atribuyen a la mujer una serie de funciones en la empresa familiar. En primer lugar, la transmisión de valores. Por su rol tradicional en la familia, la mujer tiene la oportunidad de generar, transmitir y reforzar los valores que conforman el capital cultural de ésta. En segundo lugar, la educación generacional en estos valores que conforman la personalidad de los sucesores en la empresa. Por último, el liderazgo emo- cional. En este sentido, algunos estudios muestran que las tareas relacionadas con la promoción del compromiso de la familia hacia la empresa, suele ser desarrollado por las mujeres, así como la promoción de la unión, la armonía y el equilibrio emocional de la familia3. El conocimiento acumulado por la

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3 El estudio referido por Ceja (2008) realizado por la Cátedra de Empresa familiar IESE en 2006 se basó en 200 entrevistas a miembros no activos de 98 empresas españolas y en él se trataba de estudiar la existencia de una posible división de roles por género en la empresa familiar.

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Ortiz García & Olaz Capitán La mujer en la empresa familiar española… mujer en esta materia la “dota” de una especial inteligencia emocional, que sería útil en la elaboración de aquellos órganos de regulación de las relacio- nes familiares en la empresa, como es el Consejo de Familia o la promoción de reuniones intergeneracionales, necesarias para conservar el equilibrio entre la esfera familiar y la empresarial a partir del fomento de la comunica- ción. Por otra parte, existe una convicción acerca del desarrollo de determina- das cualificaciones tácitas en la mujer que se han instalado en la conciencia colectiva y han sido interiorizadas por ésta. Atributos que van desde los aspectos físicos tales como “meticulosidad”, hasta los inmateriales y subjeti- vos como la “lealtad”, la “flexibilidad”, la “paciencia” o la “atención”. Estas cualificaciones -construidas socialmente-, son generalmente infravaloradas, ya que a diferencia de las cualificaciones tradicionalmente masculinas (co- nocimiento, experiencia) adquiridas en el sistema educativo o productivo, las de las mujeres se adquieren en el sistema informal que es la familia, a través de la socialización y son menos susceptibles de medición, razones por las cuales se consideran al margen del ámbito de generación de valor (Rigby y Sanchís, 2006). No obstante en este caso, dichas cualificaciones podrían constituir un importante activo en la gestión de la empresa familiar.

3. Metodología.

Este estudio se realizó en un total de 500 empresas pequeñas y medianas de toda España de las cuales 282 tienen un carácter familiar. Se define empresa familiar como aquella en la que la mayoría de los votos son propiedad de la persona o per- sonas de la familia que fundó la compañía (participación mayoritaria en la propie- dad) y al menos un representante de la familia o pariente participa en la gestión o gobierno de la compañía (participación en la gestión)4. El sistema de recogida de información fue mediante entrevista telefónica grabada a través de sistema CATI a los principales responsables de la empresa (Director General, Gerente, Director de Recursos Humanos y puestos afines). El trabajo de campo se desarrolló entre los días 28 de febrero y el 1 de marzo de 2011. Para la realización de este trabajo se empleó un marco muestral de la base OSIRIS (del Bureau Van Dyck Electronic Publishing) compuesto por un total de 5.113 empresas de toda España, cuyo número de trabajadores estaba comprendido entre los 25 y los 249 empleados. La muestra se segmentó atendiendo al tamaño de ______

4 Definición propuesta por el European Group of Owner Managed and Family Enterpri- ses (GEEF) y por la Family Business Network (FBN) y adoptada por el Instituto de Empresa familiar.

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Ortiz García & Olaz Capitán La mujer en la empresa familiar española… la empresa, de manera que se realizaron 200 encuestas en empresas de entre 25 y 49 trabajadores, y 300 encuestas entre empresas de 50 a 249 trabajadores. Finalmente - y a efectos concretos de este trabajo-, la muestra se concreta en 282 empresas familiares. El procedimiento de depuración de las empresas familiares de las no familiares consistió en la pregunta planteada a la empresa sobre si ésta es conside- rada familiar o no atendiendo a los criterios anteriormente establecidos para la definición de una empresa de este carácter (cuestión a la que respondieron afirmati- vamente un 56,4%). El error muestral fue de un ± 4,25%, considerando el UOE al número de empre- sas facilitadas en el marco muestral utilizado (5.113) y asumiendo criterios de muestreo aleatorio simple para el caso de máxima indeterminación [P (probabilidad del fenómeno) = q (probabilidad complementaria) = 50%] y un nivel de confianza del 95,5% (k=2). La selección de la unidad muestral se realizó siguiendo un proceso aleatorio sistemático a través de llamadas telefónicas. El cuestionario estructurado constó de 18 preguntas referidas a la situación de políticas fiscales, recursos humanos e innovación. La depuración de la matriz de datos se realizó a través de los programas BARWIN, CODI, MINITAB, EXCEL y SPSS. En cuanto al modelo utilizado para dimensionar la influencia de la familia en la empresa y su repercusión sobre la formación de capital familiar, se ha utilizado la escala F – PEC5 (Power, Experience, Culture) de Astrachan et al. (2002). De acuerdo con el interés de este análisis, se utiliza la subescala de cultura6 del modelo. Esta dimensión considera en qué grado los valores de la familia están conectados con los valores de la empresa y, en segundo lugar, qué grado de com- promiso tiene la familia con la empresa. La distribución muestral en razón de sexo limita la posibilidad de realizar análi- sis estadísticos de otro carácter que no sea el exploratorio y descriptivo. Asimismo, no se trata tanto de realizar un análisis comparativo entre hombres y mujeres, sino de realizar una aproximación al familiness introduciendo la variable género. Esta aproximación permite plantear la cuestión de investigación, esto es, tal co- mo pone de manifiesto la teoría sobre el tema, se trata de determinar si la construc- ción sexuada de roles en la familia y en la empresa influye en alguna medida en el “familismo” (poder de la familia, experiencia de la familia y cultura). Para ello se observará la participación de la mujer en la empresa familiar, en sus órganos de gobierno y puestos directivos (dimensión poder). Se trata de una posi-

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5 Es introducida por Astrachan , Klien y Smyrnioff para medir la influencia de la familia en la empresa desde tres perspectivas: el poder, la experiencia y la cultura. Cada factor constituye una subescala que agrupa las variables consideradas significativas para determi- nar la el grado de influencia familiar en el negocio.

6 Corresponde al apartado 2 del cuestionario, preguntas 9 y 10.

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Ortiz García & Olaz Capitán La mujer en la empresa familiar española… ción en la que habitualmente la mujer desempeña un rol secundario (hija o esposa), reproduciendo así la tesis que apunta al papel de catalizadora de emociones, propi- ciadora de consenso y compromiso con el proyecto empresarial y, en general, el rol de colaboración frente al de competencia (Ceja, 2008; Gallo, 1995). La dimensión experiencia de la familia se analiza a partir de la generación que controla la empre- sa y, por último, la dimensión cultura –objeto fundamental del análisis- a partir de los componentes de esta: conexión de valores y grado de compromiso entre la familia y la empresa.

4. Resultados.

A continuación se analizan los resultados de la encuesta tomando como referencia las 282 empresas familiares. En un intento por sintetizar aquellos aspectos que permitirían caracterizar algunas singularidades del estudio, comenzaremos por decir que las personas que han realizado la encuesta tienen responsabilidad en ella, ya sea en tareas de dirección, gerencia o en la propiedad de la empresa. De todos ellas, un 7,1% son mujeres frente a un 92,9% de hombres. Esta distribución pone de mani- fiesto la infrarrepresentación de las mujeres con responsabilidades directivas en el ámbito empresarial familiar, especialmente a partir de empresas de un cierto tamaño, como es el caso, según se ha especificado con anterioridad en el marco muestral. Dicha representación está en la misma dirección de estudios previos que indican la menor experiencia directiva y empresarial de la mujer, un hecho que se reproduce también en la empresa familiar (Peris-Ortiz et al., 2010; Meroño y López, 2012). Como se extrae de los resultados de la encuesta, el perfil de la mujer en las empre- sas familiares analizadas es el de personas con una antigüedad media en la dirección o gerencia de algo más de 13 años (sensiblemente inferior a los varones que está por encima de los 33 años). En lo referente a la formación, la de las mujeres es superior a la de los hombres, concretamente un 70% tienen formación universitaria frente al 63,4% de hombres.

Dimensión poder

En cuanto a la dotación de determinados órganos de gobierno, la creciente comple- jidad de la empresa familiar ha conllevado una paulatina profesionalización en la gestión. El hecho de que la mayoría de las empresas (66,7%) estén dotadas de un Consejo de Administración (Gráfico 1) debe entenderse como una práctica de buen gobierno que garantiza la continuidad del negocio familiar en el tiempo, a la vez que facilita el gobierno y organización de la empresa (Carrasco y Sabater, 2009; Mustakallio et al., 2002; Corona, 2005).

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Gráfico 1. Empresas familiares según composición del Consejo de Administración y se- xo del gerente (%)

80,0 71,4 67,9 70,0 65,0 60,0 56,1 50,0 40,0 31,3 30,0 30,0 20,0 10,0 0,0 No tienen Consejo de Sí tienen consejo de Todos los miembros del Administración Administración Consejo de Administración son familiares

Hombre Mujer

Fuente: Encuesta a empresas familiares, 2011.

La variable género no resulta determinante en la dotación de órganos de gobierno como es el Consejo de Administración, si bien, se observa una ligera diferencia en cuanto la composición de este órgano de gobierno en el caso de las empresas fami- liares dirigidas por mujeres (65%), respecto a las empresas dirigidas por hombres (67,9%). Así, en las lideradas por mujeres (y que disponen de dicho órgano de gobierno), un 71,4% de los miembros del Consejo de Administración pertenecen a la familia; mientras que en las dirigidas por sus homólogos varones, este porcentaje se reduce al 56,1%. La participación de la familia en este órgano de dirección de la empresa - uno de los componentes del familiness - cobra una especial importancia en los negocios dirigidos por mujeres. Abundando en la relevancia que adquiere la familia en la dirección en empresas lideradas por mujeres, el dato mencionado anteriormente cobra mayor sentido si se tiene en cuenta que en éstas, un 55% de los puestos directivos están ocupados por miembros de la familia, mientras que en las empresas en las que el gerente es un hombre, la familia ocupa sólo el 28,6% de los puestos de dirección.

Dimensión experiencia

Esta dimensión se refiere a la experiencia que la familia aporta al negocio a través de las generaciones que participan o han participado en la empresa. Resulta particu-

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Ortiz García & Olaz Capitán La mujer en la empresa familiar española… larmente interesante desde la perspectiva cultural, dado que la cultura de la empre- sa familiar aparece ligada a los valores del fundador/a (Ortiz et al., 2009). En la empresas analizadas, existe una menor proporción de empresas en primera generación dirigidas por mujeres (en concreto, un 40%), que dirigidas por hombres (45,4%). Se trata de un dato coherente con la menor experiencia directiva de las primeras, como se ha constatado anteriormente. No obstante, resulta de interés reparar en algunas diferencias sobre la propiedad y la dirección en función de la generación que controla la empresa. Si se observa los datos de la tabla 1, se aprecia la escasa diferencia respecto a la propiedad en manos de la generación fundadora (en el caso de los hombres está en esta generación en el 46,8% de los casos y en el caso de la mujer en el 50%), sin embargo, cuando se habla de dirección, aparece algún desequilibrio dependiendo del sexo, en este caso, la mujer directiva ya no pertenece mayoritariamente a la generación fundadora (60% de las mujeres directi- vas encuestadas en “otra” generación de la empresa frente a 54,6% de hombres), sino a “otra” (segunda o sucesivas). Este dato es coherente con los estudios sobre el tema que evidencian el papel secundario de la mujer en el acceso a la dirección, a la que accede cuando el fundador –generalmente varón-, ha cedido la dirección (Du- mas, 1998) y entra en segunda generación o sucesivas.

Tabla 1. Generación que controla la propiedad y la dirección en la empresa familiar, y sexo Propiedad Dirección Hombre Mujer Hombre Mujer N % N % N % N % Fundadora 95 46,8 8 50 119 45,4 8 40 Otra 108 53,2 8 50 143 54,6 12 60 Total 203 100 16 100 262 100 20 100 Fuente: Encuesta a empresas familiares, 2011.

Esta dimensión contextualiza el papel de la mujer en otro de sus roles en la empresa familiar, como es el de hija/mujer o, en definitiva, la persona que no ocupa un papel principal como fundadora/directora. La posición de la mujer en estos casos abunda en la función armonizadora y conciliadora, dada una educación en la que, frente al posible hijo varón, su rol no es el de competencia frente al padre/fundador, sino el de colaboración (Gallo, 1995; Leach, 1999; Ceja, 2008). No son pocos los análisis que enfatizan en las relaciones padre-hija y en cómo esta vinculación se suele caracterizar por una mayor complementariedad en el trabajo que la producida con los hijos varones (Dumas, 1992; Kets de Vries, 1996). Según esta primera aproximación a las características de las empresas familiares que están lideradas por mujeres, se observa que contienen un mayor nivel de “fami- lismo” en sus órganos de gobierno y puestos directivos que las dirigidas por hom- bres. Ello es susceptible de potenciar la función de la mujer como transmisora de

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Ortiz García & Olaz Capitán La mujer en la empresa familiar española… valores y su papel como agente socializador en la empresa familiar. Por otra parte, en cuanto a la experiencia generacional, por regla general accede a la dirección en segunda generación o sucesivas.

Dimensión cultura

Una vez identificada la posición de la mujer en las dimensiones poder y experiencia del modelo familiness, la dimensión cultura se refiere al conjunto de valores, moti- vaciones y actitudes que imperan en la empresa, y en qué medida se perciben como el resultado de una conjunción entre el negocio y la familia en términos de com- promiso, lo que compone un capital familiar susceptible de constituir una ventaja competitiva para la empresa de este carácter. En esta apartado la variable de género resulta de interés para realizar una apro- ximación a la percepción de la mujer sobre esta dimensión del familiness, y obser- var en qué medida dicha percepción se ve condicionada por los roles de género en la familia y en la empresa. Tomando el sexo del gerente como variable independiente, y como variables de- pendientes las que permiten una identificación del familiness en su dimensión cultural según la escala F-PEC de Astrachan et al. (2002), se ha realizado un análi- sis ANOVA de comparación de medias de respuesta por sexo en la escala estable- cida (de 1 a 5 en la que 1 es “Total desacuerdo” y 5 es “Total acuerdo”) obteniéndo- se los resultados que se exponen en la tabla 2.

Tabla 2. Percepción sobre la influencia de la familia propietaria en la empresa familiar por sexo* Hombre Mujer Total Me (N) Media (N) Media N dia Tiene influencia en el negocio 261 4,6 20 4,6 281 4,6 Comparte valores similares en el 251 4,5 19 4,6 270 4,5 negocio Se siente orgullosa del negocio 258 4,8 20 5,0 278 4,8 Se preocupa por el destino del negocio 259 4,8 20 5,0 279 4,8 Entiende y defiende las decisiones que 259 4,7 19 4,8 278 4,7 afectan al futuro de la empresa Sabe diferenciar los aspectos empresa- 253 4,1 20 4,6 273 4,2 riales de los familiares Se ve afectada por los conflictos que se 251 3,6 20 3,8 271 3,6 producen en la empresa Con sus valores familiares contribuye a 257 4,1 20 4,8 277 4,2 generar un buen clima en la empresa Fuente: Encuesta a empresas familiares, 2011 *(Grado de acuerdo en una escala 1 a 5).

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Según estos resultados, la preocupación por el “destino del negocio” y el “orgullo” por la empresa son dos de los aspectos más valorados por el em- presariado familiar. En estas variables, se observa un énfasis ligeramente superior entre las mujeres. Como también es algo superior su percepción sobre la implicación de la familia en las “decisiones que afectan al futuro empresarial”, otro de los factores sobre los que el empresariado manifiesta un mayor grado de acuerdo. En segundo lugar por orden de importancia, el empresariado valora el papel de la familia en las cuestiones que afectan al futuro de la empresa. En este sentido, no existe prácticamente diferencia en dicha percepción en razón de género, aunque las directivas mujeres incidan algo más en la cuestión. En tercer lugar –con la misma media-, los directivos se pronuncian sobre la in- fluencia de la familia en la empresa (4,6 de media global y en ambos sexos). Se trata de un aspecto importante teniendo en cuenta que la congruencia entre los valores familiares y empresariales constituye uno de los factores de estabilidad en la empresa familiar. Dicha congruencia (expresada en la escala a partir de la afirma- ción “la familia propietaria comparte los valores de forma similar en el negocio”), concita un importante grado de acuerdo entre los encuestados -en consonancia con la percepción de la familia y la empresa como elementos interconectados- y, tam- bién en este caso, esta afirmación es ligeramente superior en el caso de las directi- vas mujeres (respecto a la de los hombres y a la media global). El sentido “conciliador” de la familia en la empresa podría explicar la opinión acerca de la delimitación del conflicto en la familia y la empresa. Responden a esta cuestión las percepciones sobre “saber diferenciar los aspectos empresariales de los familiares” (en este caso la diferencia de medias es de 0,4), un supuesto en el que las mujeres encuestadas se pronuncian más claramente que los hombres y, en se- gundo lugar, la afirmación: “la familia propietaria se ve afectada por los conflictos que se producen en la empresa”, un supuesto sobre el que las mujeres encuestadas - de forma consecuente con la diferenciación que establecen entre ambos ámbitos-, manifiestan un bajo grado de acuerdo. Este mismo sentido conciliador atribuido a la familia en la empresa, explica la percepción sobre su influencia en el clima de la empresa. Esta cuestión -expresada a partir de la afirmación “los valores familiares contribuyen a crear un buen clima en la empresa”-, pone de manifiesto una percepción ligeramente más positiva sobre la influencia familiar en la empresa en el caso de las mujeres empresarias. Se trata de la cuestión en la que la diferencia de medias entre hombres y mujeres es mayor (0,6). De ello se podría inferir una posición de la mujer más cercana a atribuir a la familia la responsabilidad del buen clima en la empresa. En suma, la percepción de la mujer despunta ligeramente respecto a la de los di- rectivos varones en el valor otorgado a la empresa expresado a partir del orgullo y la defensa de las decisiones empresariales. También su percepción es algo más clara que la del directivo varón en cuanto al papel de la familia como propiciadora de un buen clima en la empresa. Ello se identifica con el papel de la mujer en la salva- guardia de la unidad en su papel de madre/esposa en el ámbito familiar, reafirman-

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Ortiz García & Olaz Capitán La mujer en la empresa familiar española… do el rol conciliador. Ello no obsta para que perciba una separación entre ambos escenarios entre los que, sin embargo, los valores compartidos son importantes. Los elementos que apuntan a una figura que propende a la conciliación están en conso- nancia con las investigaciones sobre la mujer en la empresa familiar (Ceja, 2008, Sharma y Nordqvist, 2008; Lansberg, 1995; Rowe y Hong, 2000). Estos aspectos guardan relación con la socialización en el compromiso, la cola- boración y la ayuda en el seno de la familia, elementos susceptibles de condicionar la percepción de la mujer en la empresa familiar y que acaban determinando su visión sobre el negocio y los aspectos estratégicos de ésta. La mujer ha sido educa- da para ejercer como elemento de cohesión y esta educación se manifiesta en su concepción sobre aspectos tales como su visión sobre el papel de los fundadores en la empresa familiar. La trasposición de valores familiares firmemente arraigados en la mujer, como el cuidado de las generaciones anteriores y futuras a la empresa, es uno de los resulta- dos que se desprende de este estudio. La posición preferente que concede la mujer al fundador/a se pone de manifiesto en los datos de la tabla 3. Las mujeres directi- vas estarían “totalmente de acuerdo” en conceder un papel formal preferente al fundador o generación anterior en la empresa familiar una vez realizada la sucesión. Se trata de una cuestión respecto a la que se observa una de las diferencias más significativas de opinión entre hombres y mujeres (4,40 de media de acuerdo con esta afirmación en la escala de 1 a 5 para la mujer y 3,82 en la de los hombres). La confianza de la mujer en la familia como un importante activo para la empre- sa es otro de los resultados de este análisis. Tal como se aprecia en la tabla 3, las mujeres se manifiesta de acuerdo con la afirmación: “El negocio es más fuerte cuando la familia está implicada”, siendo la media en el grado de acuerdo con este supuesto de 4,35 entre las mujeres y de 3,89 entre los hombres, lo que evidencia una diferencia de género sobre el papel atribuido a la familia en el éxito del negocio. La voluntad de continuidad y “cuidado” respecto a las generaciones anteriores es uno de los elementos destacados e identificativos del papel concedido al capital social familiar, como también sobre las generaciones futuras. Los resultados sobre esta cuestión permiten identificar el alto grado de acuerdo que concita entre las mujeres (aunque también entre los hombres) la afirmación sobre “dar a conocer cuanto antes el negocio a los descendientes”. En esta opinión se evidencia la volun- tad de continuidad y preservación del carácter familiar de la empresa, en consonan- cia con el papel de conservación y cuidado de las estructuras familiares. Esta volun- tad guarda relación con la asimilación por parte de la mujer de un papel - conservadora/cuidadora- adquirido en el proceso de socialización. En otro orden de cosas, también puede destacarse el compromiso como elemento de cohesión en la arquitectura de la empresa familiar. El significado que las muje- res (media 4,35) otorgan a la implicación de la familia y su repercusión en el éxito del negocio es sensiblemente superior al de los hombres (media 3,89). Con ello no puede concluirse en una hipotética comparativa falta de valoración hacia este tér- mino por parte del colectivo masculino pero sí, quizás, una relativamente mejor disposición de la población femenina al desarrollo de las relaciones informales que,

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Ortiz García & Olaz Capitán La mujer en la empresa familiar española… más allá de los aspectos puramente empresariales, tienen como telón de fondo el ámbito psicoemocional.

Tabla 3. Grado de acuerdo sobre el papel generacional en la empresa familiar y sexo* Hombre Mujer Total (N) Media (N) Media N Media Los descendientes deberían conocer el 255 4,00 20 4,05 275 4,00 negocio cuanto antes Los futuros directivos deberían ser 251 2,84 20 3,10 271 2,86 escogidos de la familia El fundador o anterior generación 250 3,82 20 4,40 270 3,86 deberían tener siempre un papel formal en la empresa El negocio es más fuerte cuando la 255 3,89 20 4,35 275 3,92 familia está implicada Fuente: Encuesta a empresas familiares, 2011. *(Grado de acuerdo en una escala 1 a 5).

Estos aspectos, sin embargo, no impiden que a la hora de seleccionar futuros direc- tivos no se considere la posibilidad de hacerlo externamente. Según los datos obte- nidos, las mujeres estarían sensiblemente más predispuestas que los directivos varones a cubrir puestos a partir de la “cantera” familiar. No obstante, de todas las opciones, ésta es la que concita un menor grado de acuerdo entre ambos colectivos. En suma, la importancia concedida a la implicación generacional y familiar en el éxito de la empresa apunta hacia la implicación de la mujer en la empresa familiar con valores próximos a aquellos en que se produce su socialización, un aspecto que puede determinar su papel en la gestación del capital familiar en términos de valo- res, actitudes y motivaciones.

5. Conclusiones

La participación de la mujer en puestos directivos en la empresa familiar es todavía minoritaria. No obstante, investigaciones recientes ponen de manifiesto que es superior al de empresas que no tiene este carácter (Mateos et al., 2006; Rodríguez y Rodríguez, 2011), una de las razones se encuentra en que la pertenencia a la familia elimina algunas barreras en el acceso a este tipo de puestos. Ello, sin embargo, no implica una supresión de los obstáculos con los que se encuentra para obtener poder y reconocimiento en el ámbito de la empresa familiar en la que, con frecuencia, su participación -en términos de propiedad-, no se ve equiparada a su implicación en puestos directivos. El análisis de la empresa familiar a partir de las elementos que componen el fa- miliness permite una aproximación descriptiva al papel de la mujer en las dimen- siones de poder, experiencia y cultura que identifican el “capital familiar” de la

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Ortiz García & Olaz Capitán La mujer en la empresa familiar española… empresa, entendido como los valores, normas y creencias moralmente aceptadas en las que se socializan los miembros de la unidad familiar. De ahí que la introducción de la perspectiva de género resulte especialmente indicada, dado el papel que tradi- cionalmente adopta la mujer en la socialización familiar. Respecto a la dimensión poder, si bien la variable género no ha resultado determinante en la dotación de órganos de gobierno como es el Consejo de Administración (presente en la mayoría de empresas, ya estén lideradas por hombres o por mujeres), sí se ha observado una diferencia reseñable en cuanto al grado de implicación de la familia en este órgano directivo, mayor cuando las empresas son dirigidas por mujeres. En cuanto a la dimensión experiencia, existe una menor proporción de empresas en primera generación dirigidas por mujeres –respecto a aquellas dirigidas por hombres-. En consonancia con la literatura sobre el tema (Du- mas, 1998) la mujer adopta un papel secundario en el acceso a la dirección y entra, en todo caso, en una segunda generación o sucesivas. La dimensión cultural revela que las mujeres empresarias conceden un papel importante a la familia como generadora de valores que contribuyen a la armonía y al buen clima en la empresa. Se trata de una de las variables de identificación de familiness en las que las mujeres inciden con mayor con- tundencia que los hombres. Esta importancia concedida a la familia se ve reforzada por la inclusión de miembros -familiares- en los órganos de direc- ción de las empresas dirigidas por mujeres en mayor medida que en aquellas dirigidas por hombres. Por otra parte, las mujeres evidencian un alto grado de implicación con el futuro de la empresa y los elementos que contribuyen al consenso. Estos elementos las llevan a “entender” y “compartir decisiones” (abundando en esta línea conciliadora), a la vez que suponen un importante acicate para el “orgullo” del negocio familiar. Ello no es óbice para que éstas se muestren precisas a la hora de discernir entre los espacios de la familia y la empresa y, como consecuencia de ello, no atribuyan a los conflictos empresariales un papel significativo en el dete- rioro de las relaciones de la familia. En otras palabras, la mujer es una pieza importante en el modo en que se articula la organización, donde, más allá de los aspectos jerárquicos y fun- cionales, cobran especial relevancia las relaciones informales en la arquitec- tura empresarial y afectiva de la empresa. La utilidad que la mujer confiere a los valores familiares en la empresa la confirman como generadora de capital familiar. En este sentido, el papel tradicional de la mujer como transmisora de va- lores en la familia y, más concretamente, en el ámbito de la empresa familiar resulta un factor moderador de la implicación de la familia en la empresa o, lo que es lo mismo, la potencialidad de la familia para influir en la empresa (familiness).

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Respecto al papel socializador de la familia sobre la mujer, los resultados apuntan a que la mujer adopta en la empresa familiar estrategias respecto a los recursos humanos conforme a los roles transmitidos en el núcleo familiar. Ello puede explicar que la participación de la mujer en la empresa familiar - y de forma más explícita en sus órganos de gobierno y puestos directivos-, adopte una posición secundaria (en ocasiones de hija o esposa) reproducien- do la tesis que la convierte en catalizadora de emociones y propiciadora de consensos (confirmando algunas tesis, como la de Martínez et al. (2007), que aluden a la tipificación de la mujer “ancla”) y no tanto una posición de lide- razgo. Esta conclusión queda reforzada con los datos sobre participación en la propiedad y en la dirección de la empresa familiar que muestran cómo la posición de la mujer alcanza una mayor equidad respecto al hombre en la propiedad que en la dirección de la empresa familiar. Los resultados están en sintonía con otros estudios sobre este tema (Dumas, 1998). Las claves de la socialización familiar se proyectan sobre la mujer. Las opiniones de las mujeres empresarias sobre el papel del fundador en la em- presa -una vez realizado el proceso de sucesión-, y la implicación de las generaciones futuras, aproximan a la mujer al rol de “cuidadora” de los miembros del clan familiar. De la misma forma opera una socialización que considera a la mujer, no tanto por su competencia, sino por su contribución a la unidad y la armonía - en la familia y en la empresa-, un papel que le lleva a ocupar posiciones secundarias en la dirección empresarial. A su vez, la mujer proyecta y repro- duce las claves de socialización en el valor que confiere a los aspectos in- formales, la familia, el orgullo por el negocio, la preocupación por su destino y los valores familiares como contribución al buen clima empresarial. De todo ello, se podría concluir que la mujer intensifica el papel de la fa- milia en la empresa. Por tanto, contribuye positivamente desde la perspectiva familiness; no obstante, se ve condicionada por un proceso de socialización que refuerza la división sexual del trabajo y es susceptible de relegarla a un papel de propiciadora de consensos y cuidadora y, por consiguiente, de alejarla del perfil de liderazgo en la empresa familiar. Con las matizaciones que cabe en este tipo de aproximaciones, estos as- pectos parecen indicar cómo la empresa - más exactamente la empresa fami- liar - se convierte en la representación de una sociedad androcéntrica, donde razón y emoción parecen estar dividas por razón de género convirtiendo a la organización en un “laboratorio” donde esas diferenciaciones se proyectan hacia la sociedad. Este trabajo, que desde un punto de vista teórico aporta una aproximación exploratoria al estudio del género en el familiness, pretende servir de base para estudios sucesivos que desarrollen esta perspectiva, identificando las diferencias de género y sus resultados sobre la empresa, una limitación que en este análisis ha venido dada por la exigua representación de mujeres

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Ortiz García & Olaz Capitán La mujer en la empresa familiar española… directivas, que no es sino un referente muestral del particular universo sobre el que se construye la empresa familiar.

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ANEXO - CUESTIONARIO 1. GENERAL

1. Indique el número medio de empleados que ha tenido su empresa en el último año:…………………………..empleados Total Total 2. En comparación con sus competidores más directos, su empresa…: Desacuerdo Acuerdo 1. Es más rentable 1 2 3 4 5 2. Tiene un mejor comportamiento en ventas 1 2 3 4 5 3. Presenta mayor independencia financiera 1 2 3 4 5 4. Cuenta con mayor reputación y mejor imagen 1 2 3 4 5

3. Indique, con respecto al director general / gerente de la empresa…: 1. Sexo: Hombre Mujer 2. Nivel de estudios: Primarios / Secundarios Universitarios 3. Antigüedad en el cargo: ……………años 4. En relación con la internacionalización de su empresa…: 1. ¿Qué porcentaje representan las exportaciones sobre el total de ventas del último ejercicio: ______% UE Iberoamérica 2. ¿A qué zonas exporta su empresa?: Resto

5. Indique la importancia de los siguientes límites para la internacionalización Nada Muy de su empresa: Importante Importante 1. El mercado nacional ofrece más oportunidades de crecimiento 1 2 3 4 5 2. Su producto/servicio está orientados al consumidor nacional. 1 2 3 4 5 3. El nivel de tecnología resulta insuficiente (para los mercados internacionales). 1 2 3 4 5 4. Los recursos financieros resultan insuficientes (para acceder a los mercados 1 2 3 4 5 internacionales) 5. Hay resistencia de la propiedad y/o dirección a la internacionalización 1 2 3 4 5 6. ¿Tiene la empresa carácter familiar? (una o varias familias forman parte de la propiedad y/o dirección): No (Pase a P14) Si 2. ORIENTACIÓN CULTURAL Y FAMILIAR 7. Piense en el principal accionista de su empresa, así como en los familiares del mismo, y responda: 1. Proporción de propiedad en manos de: (a) Familia del principal accionista ______% (b) Otros propietarios no familiares ______% 2. ¿Tiene su negocio consejo de administración? No Si (a) ¿Qué % de sus miembros son familiares? ______% 3. ¿Qué % de puestos directivos está ocupado por miembros de la familia? ______% 4. ¿Qué generación controla la propiedad del negocio? Fundadora Otra: ¿Cuál?______5. ¿Qué generación dirige actualmente la compañía? Fundadora Otra: ¿Cuál?______6. ¿El director general / gerente es miembro de la familia propietaria? No Si 8. ¿Existe en su empresa…?: 1. Protocolo familiar: No Si 2. Consejo de familia: No Si 9. Indique su grado de acuerdo con las siguientes afirmaciones. “La familia Total Total propietaria…: Desacuerdo Acuerdo 1. Tiene influencia en el negocio 1 2 3 4 5 2. Comparte valores similares en el negocio 1 2 3 4 5 3. Se siente orgullosa del negocio 1 2 3 4 5 4. Se preocupa por el destino del negocio 1 2 3 4 5 5. Entiende y defiende las decisiones que afectan al futuro de la empresa 1 2 3 4 5 6. Sabe diferenciar los aspectos empresariales de los familiares 1 2 3 4 5 7. Se ve afectada por los conflictos que se producen en la empresa 1 2 3 4 5 8. Con sus valores familiares contribuye a generar un buen clima en la empresa 1 2 3 4 5 Total Total 10. Indique su grado de acuerdo con las siguientes afirmaciones: Desacuerdo Acuerdo 1. Los descendientes deberían conocer el negocio cuanto antes 1 2 3 4 5 2. Los futuros directivos deberían ser escogidos de la familia 1 2 3 4 5 3. El fundador o anterior generación deberían tener siempre un papel formal en la empresa 1 2 3 4 5 4. El negocio es más fuerte cuando la familia está implicada 1 2 3 4 5 Política y Sociedad Nada Muy 11. Señale la importancia de los siguientes aspectos para su empresa familiar: Importante Importante505 2014,1. Las 51, redes Núm. sociales 2: 481desarrolladas-506 por relaciones personales de los miembros familiares 1 2 3 4 5 2. La existencia de códigos de conducta compartidos por los miembros familiares 1 2 3 4 5 Ortiz García & Olaz Capitán La mujer en la empresa familiar española…

3. FISCALIDAD EMPRESA FAMILIAR

12. En relación con la fiscalidad de su empresa…: 1. ¿Conoce los beneficios fiscales de las empresas familiares?: No (Pase a P14) Si 2. ¿Cree que son suficientes?: No Si

13. ¿Qué beneficios fiscales le parece que se deberían incorporar al sistema fiscal español? 1. Deducciones adicionales a la formación profesional del empresario y sus familiares más cercanos que trabajen en la empresa en el Impuesto sobre Sociedades 2. Deducciones adicionales a la inversión en I+D+i en el Impuesto sobre Sociedades 3. Implantar el régimen especial de empresas de reducida dimensión a todas las empresas familiares 4. Deducción en el IRPF a los familiares por las aportaciones para la capitalización de la empresa familiar 5. Reducción del tipo de gravamen en el Impuesto sobre Sociedades 6. Otros (indique cuál):…………………………………………………………………………………………………………….

4. RECURSOS HUMANOS E INNOVACIÓN

Total Total 14. La política de de recursos humanos de su empresa se caracteriza por…: Desacuerdo Acuerdo 1. La rigurosidad en el proceso de selección 1 2 3 4 5 2. La selección de empleados en función de habilidades requeridas para el puesto 1 2 3 4 5 3. La selección de empleados según potencial de desarrollo en la empresa 1 2 3 4 5 4. La existencia de una política formativa integral 1 2 3 4 5 5. La disponibilidad de formación continua para empleados 1 2 3 4 5 6. El fácil acceso de los nuevos contratados a acciones formativas 1 2 3 4 5 7. La estrecha relación entre el rendimiento del empleado y la retribución que recibe 1 2 3 4 5 8. El pago de incentivos individuales (bonus o primas) 1 2 3 4 5 9. El pago de incentivos de grupo (reparto de beneficios) 1 2 3 4 5

Total Total 15. En su empresa…: Desacuerdo Acuerdo 1. Se adopta una visión conservadora cuando se toman decisiones importantes 1 2 3 4 5 2. Existe una tendencia a apoyar proyectos cuyos resultados esperados son ciertos 1 2 3 4 5 3. Sus operaciones generalmente son previamente testadas 1 2 3 4 5 4. Sus operaciones generalmente se caracterizan como de bajo riesgo 1 2 3 4 5 5. Se han introducido gran cantidad de productos/servicios nuevos al mercado 1 2 3 4 5 6. Se han introducido muchas modificaciones a los productos/servicios existentes 1 2 3 4 5 7. Constantemente se buscan nuevos productos/servicios 1 2 3 4 5 8. Se introducen nuevos productos/servicios que causan gran impacto en la industria. 1 2 3 4 5

5. CAPITAL FINANCIERO

16. ¿Ha solicitado su empresa financiación a las entidades de crédito en los últimos 3 años?: 1. No 2. No, porque a pesar de necesitarlo no lo conseguiría 3. Si (a) ¿Ha obtenido la financiación solicitada?: No Si, pero menos de lo solicitado Si

17. Con relación a las condiciones de financiación bancaria durante los 3 Total Total últimos años: Desacuerdo Acuerdo 1. Las garantías y avales que necesita para acceder a la financiación han aumentado 1 2 3 4 5 2. El coste de la financiación se ha incrementado 1 2 3 4 5 3. El plazo exigido de la devolución se ha acortado 1 2 3 4 5

18. Con respecto a las entidades financieras (bancos, cajas de ahorro y cooperativas de crédito) con las que trabaja su empresa?: 1. ¿Con cuantas entidades financieras trabaja?:______2. Del total de su deuda, ¿qué porcentaje mantiene con su principal entidad financiera?:______3. ¿Cuántos años lleva trabajando con su principal entidad financiera?:______

ID [ _ _ _ _ ] FECHA: ___/____ CARGO ENCUESTADO (Presidente/ Gerente / Director de Área /,…): ______

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El rechazo de las mujeres mayores viudas a volver- se a emparejar: cuestión de género y cambio social

Juan LÓPEZ DOBLAS Universidad de Granada [email protected]

María del Pilar DÍAZ CONDE Universidad de Granada [email protected]

Mariano SÁNCHEZ MARTÍNEZ Universidad de Granada [email protected]

Recibido: 23-04-2014 Aceptado: 08-06-2014

Resumen: El objetivo de este artículo es indagar sobre las actitudes personas mayores viudas en España respecto a la posibilidad de formar otra pareja, sea celebrando otro matrimonio o conviviendo con alguien sin llegar a casarse. Lo hacemos desde una óptica sociológica, aplicando metodología cualitativa y, en concreto, la técnica del grupo de discusión. De los resultados cabe destacar que iniciar una relación de pareja despierta un interés muy escaso, particularmente entre las mujeres, por diversas razones. Aunque en algunas de ellas influyen valores tradicionales (como, por ejemplo, el no querer poner a nadie en el lugar de su primer marido o el temor a recibir la crítica familiar y social), cuenta tanto o más otra serie de motivaciones (como el renunciar a emparejarse con alguien mayor que ellas, el mantener su libertad y su independencia, la defensa de su autonomía) que permiten entrever la exis- tencia de un importante cambio en el modo en que las mujeres mayores conciben la vejez y las relaciones entre los géneros.

Palabras clave: vejez; viudez; mujer; volverse a casar; uniones de hecho; cambio social; metodología cualitativa

Política y Sociedad 507 ISSN: 1130-8001 2014, 51, Núm. 2: 507-532 http://dx.doi.org/10.5209/rev_POSO.2014.v51.n2.44936

López Doblas El rechazo de las mujeres mayores viudas a volverse a empareja…

Older widows refusal to repartnering. Gender and social change question

Abstract The aim of this paper is delving into the attitudes by widowed older people in Spain around the possibility of repartnering, whether it is through marriage or mere cohabitation. A qualitative method- ology with a sociological lens, in the way of discussion groups, has been implemented. Main research findings show that widowed older persons –particularly women, are scarcely interested in initiating a relationship with a new partner. There are diverse reasons for this lack of interest. In some cases, older widows are just bounded to traditional moral rules such as not allowing anyone to seize the place of their first husband, or a fear of familial and social criticism. However, there are more powerful reasons: unwillingness to partner with someone who is older, a wish to preserve their own freedom and inde- pendency, or a determination to safeguard their autonomy. These reasons allow us to glimpse an important change in terms of how older women understand bothold age and relationships between genders.

Keywords: old age; widowhood; women; remarriage; cohabitation; social change; qualitative meth- odology

Referencia normalizada López Doblas, J.. (2014). “El rechazo de las mujeres mayores viudas a volverse a emparejar: cuestión de género y cambio social”. Política y Sociedad, Vol 51, Núm. 2: 507-532

Sumario: Introducción. 1.Literatura internacional. 2.Objetivos y metodología. 3.Resultados. 4.Discusión y conclusiones. 5.Bibliografía

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López Doblas El rechazo de las mujeres mayores viudas a volverse a empareja…

Introducción

En España el interés sociológico por la formación de parejas en las edades avanza- das ha resultado muy escaso, prácticamente nulo, hasta hace bastante poco. Quizás ello se deba a su baja incidencia estadística o a que nos encontramos con un grupo de población que hasta ahora no ha sido demasiado considerado dentro de la disci- plina. Excepcionales fueron las aportaciones de dos estudios sobre las mujeres viudas realizados por Alberdi y Escario a finales de los años ochenta: en el primero, de tipo cualitativo, descubrieron que las de mayor edad no piensan en volverse a casar puesto que “toda su vida está justificada y realizada en el matrimonio que tuvieron” (Alberdi y Escario, 1986:87); en el segundo, abordando también las actitudes hacia una posible relación, corroboraron por encuesta que “las expectati- vas hacia una nueva vida en pareja no forman parte de los deseos de las viudas como una forma de reorganización de sus vidas”, máxime entre aquéllas que estuvieron más tiempo de casadas (Alberdi y Escario, 1990:89). Pero habríamos de esperar bastante para disponer de más referencias bibliográfi- cas. En la pasada década, han aparecido trabajos que, de un modo u otro, prestan atención a las personas que, tras haber vivido una experiencia marital previa, vuel- ven a casarse o bien optan por la cohabitación. Algunos de ellos se centran, explíci- ta o implícitamente, en las personas en edad reproductora. Castro (2003:107), por ejemplo, confirma el auge de los “matrimonios reincidentes” (por el aumento del divorcio) y su mayor frecuencia entre los hombres, pero orienta su análisis sobre todo hacia individuos jóvenes y de mediana edad. Interesantes también son las reflexiones de Martínez (2009) sobre nupcialidad y cambio social, pero sin llegar tampoco a implicar en ellas a las personas mayores. Lo mismo ocurre en el artículo de Castro y Domínguez (2008) sobre las uniones de hecho, así como en el de Miret (2007), comparando éstas con los matrimonios. Domínguez y Castro (2013), a vueltas con el auge que la cohabitación parece estar cobrando en España, limitan de nuevo su análisis a las personas (mujeres) de 15 a 56 años. Otros trabajos sí que han considerado los procesos de emparejamiento a edad avanzada, si bien reservándoles un número limitado de páginas. Entre ellos destaca el de Meil (2003:132), que indaga sobre “las parejas de hecho en la tercera edad”: tras admitir la poca información estadística que hay en España sobre las mismas, utiliza algunos datos de encuesta para sostener que poseen un alcance mucho más limitado que en los países del centro y norte de Europa; y asegura que esas parejas las forman en su gran mayoría personas separadas o divorciadas y rara vez viudas. El estudio de Iglesias de Ussel et al. (2001:207), por su parte, sostiene que la for- mación de otra pareja supone un recurso que las personas viudas apenas consideran como medio para “vencer a la soledad”. En este mismo sentido, López Doblas (2005) concluye que las mujeres mayores solas ni siquiera llegan a plantearse seriamente buscar pareja, algo que confirman Sánchez Vera et al. (2009) por en- cuesta: tan sólo el 7,69% de los viudos y el 2,96% de las viudas inician otra relación. Con mayor hondura analiza el fenómeno Spijker (2007:44): al abordar las tra- yectorias familiares de las personas tras enviudar percibe que la posibilidad de

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López Doblas El rechazo de las mujeres mayores viudas a volverse a empareja… emparejarse de nuevo es ampliamente rechazada por “motivos personales” y no tanto por obstáculos culturales, religiosos o sociales. Idéntico hecho ha sido com- probado en dos estudios que utilizan encuesta: el de Ayuso (2011), según el cual apenas el 4,3% de las mujeres viudas rehacen su vida de pareja, sea mediante otro matrimonio, una unión de hecho o una relación sin convivencia de continuo, y el de Sánchez Vera y Bote (2007:139), quienes plantean lo siguiente en sus conclusiones: “la cuestión sería conocer por qué, en una sociedad en cambio, permisiva y tole- rante en muchos aspectos, donde la imagen de los mayores ha mejorado y se han instalado la autonomía y la independencia, no cristalizan más relaciones”. De este repaso de la literatura que hemos efectuado sobre el tema del emparejamiento en edades avanzadas cabe concluir que, en nuestro país, existe un déficit de informa- ción y análisis sociológico al respecto que el presente trabajo quiere contribuir a paliar.

1. Literatura internacional

Al contrario de lo que ha sucedido en España, en países como Estados Unidos, Canadá, Francia, Reino Unido u Holanda, la formación de relaciones de pareja en las edades avanzadas sí que ha motivado durante las últimas décadas una cantidad elevada de publicaciones. Se ha generado una base importante de conocimiento sobre la posibilidad de que las personas mayores sin pareja establezcan una unión, sea vía matrimonio, conviviendo sin llegar a casarse o mediante otra clase de víncu- lo más flexible, como las relaciones living apart together (LAT), definidas por De Jong (2002:77) como “una relación de pareja en la cual sus miembros continúan residiendo en sus viviendas respectivas, e intermitentemente comparten los hogares, sea durante los fines de semana o de otra manera”. A continuación procedemos a repasar el conocimiento internacional disponible sobre las dos primeras de esas modalidades de emparejamiento, la nupcial y la cohabitación sin casarse, pues entrañan por lo general un mayor grado de compromiso que el que suele darse en las relaciones LAT y, además, porque esas dos opciones, para el caso de España, son precisamente las que constituyen el núcleo del presente trabajo.

1.1. Sobre la posibilidad de que las personas mayores sin pareja decidan casar- se

En muchos países occidentales el interés sociológico por las segundas nupcias se activó en los años ochenta, a raíz básicamente del alza que estaba registrando el divorcio. En Estados Unidos, por ejemplo, en 1974 se constató un hecho insólito pero que resultaría habitual en adelante: el número de matrimonios disueltos por divorcio superó al de extinguidos por viudez (Glick, 1980); volver a casarse des- pués de haber sufrido una ruptura matrimonial pasó a constituir “un aspecto muy común en la experiencia familiar americana” (Bumpass et al., 1990:754), hasta el

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López Doblas El rechazo de las mujeres mayores viudas a volverse a empareja… punto de que alrededor del 40% de las bodas celebradas hacia finales de la década de 1980 no suponían su primer matrimonio para uno de los dos contrayentes (Clar- ke y Wilson, 1994; Coleman y Ganong, 1990). En términos generales, afirma Sassler (2010:557), “la naturaleza y los procesos de formación de las relaciones íntimas han cambiado de manera notable en las últimas décadas”. Aunque la investigación sobre quienes se casan de nuevo se ha orientado más hacia las personas en edad reproductora, lográndose un abundante conocimiento sociológico acerca de ellas (Coleman et al., 2000), también han ido apareciendo estudios sobre la posibilidad de que lo hicieran o no las personas mayores sin pareja, sobre todo viudas o divorciadas. Entre esos estudios algunos abordan singularmente la viudedad, como el de Smith et al. (1991), en Estados Unidos, poniendo de relieve cómo el tiempo transcurrido desde la muerte del cónyuge juega en contra de la probabilidad de celebrar un nuevo enlace, o los mayores beneficios que los viudos obtienen del mismo en comparación con las viudas. Conclusiones similares arroja la investigación de Wu (1995), en Canadá. Y en el caso del Reino Unido, Davidson (2002:47), analizando también los procesos de emparejamiento de las personas mayores viudas, construye un modelo teórico sobre las diferencias de género, basado en la salud y la economía como recursos personales; su investigación cuali- tativa concluye que, para los varones, la enfermedad no supone un obstáculo signi- ficativo a la hora de emparejarse siempre y cuando gocen de una buena posición financiera; entre las viudas, en cambio, “la presencia de dinero no es tan importan- te como disfrutar de una buena salud”. Carr (2004:1064), investigando por encuesta en Estados Unidos, efectúa otra re- levante aportación: la importancia que tiene para los viudos el apoyo social que reciben de los amigos en cuanto al deseo que pudieran tener de encontrar pareja; cuando disponen de altos niveles de sostén emocional, los viudos y las viudas “no difieren en sus deseos de establecer una relación romántica tras la pérdida del cónyuge”, pero cuando existen bajos niveles de apoyo, los primeros sí que tienen mucha más probabilidad que las segundas de interesarse por buscar a alguien y volverse a casar algún día. Resulta muy llamativo que la sobreabundancia de muje- res mayores sin pareja tenga repercusiones contrarias según el sexo: según el estu- dio de Stevens (2002), realizado en Holanda, en el caso de los viudos implica contar con más opciones para rehacer su vida matrimonial; en el de las viudas, sin embar- go, disponer potencialmente de unas redes de amistad más abundantes, lo cual no haría sino reforzar su negativa a emparejarse. Varias investigaciones llevadas a cabo en Estados Unidos descubren nuevos he- chos que consideramos de gran interés. Bograd y Spilka (1996), comparando a personas viudas o divorciadas de distintas edades que se han vuelto a casar, encuen- tran una mayor satisfacción con ese nuevo matrimonio entre quienes dan ese paso a una edad avanzada (60-75 años) que entre quienes lo hacen a una edad inferior (30- 45 años), sobre todo si son hombres. A pesar de ello, el deseo de casarse cuando no se tiene pareja es mucho menor entre las personas longevas que entre las de edad intermedia, y no sólo porque en líneas generales lleven más tiempo sin ella sino porque, como añaden Mahay y Lewin (2007:720), “tampoco tienen la sensación de

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López Doblas El rechazo de las mujeres mayores viudas a volverse a empareja… que las ganancias del matrimonio vayan a significar más que sus costes”. Esto ha sido subrayado, sobre todo, en trabajos que han abordado en particular la viudedad femenina (Moorman et al., 2006; Talbott, 1998). En cualquier caso, ya sea para los varones o para las mujeres, la probabilidad de casarse de nuevo es significativamen- te más elevada entre las personas mayores divorciadas que entre las viudas, tal y como han concluido estudios realizados en Canadá (Burch, 1990) y el Reino Unido (Davidson, 2002). Por último, de las segundas (o sucesivas) nupcias conviene destacar que prácti- camente todas las investigaciones que las han analizado coinciden en afirmar que resultan menos frecuentes entre las mujeres que entre los varones: tanto las realiza- das en Norteamérica (Van den Hoonaard, 2001; Wilson y Clarke, 1992, Bulcroft et al. 1989) como en países europeos tan diversos como Francia (Delbès y Gaymu, 2000), Rusia (Buckley, 1996), Holanda (De Jong, 2004) o el Reino Unido (David- son, 2001). Es muy significativo, además, que tal circunstancia haya sido observada en todas las sociedades del pasado; demógrafos e historiadores de la familia asegu- ran que las bodas con participación de viudos fueron siempre mucho más habituales que las que implicaban a viudas (Fauve-Chamoux, 2010; Breschi et al., 2009; Schmidt, 2007; McQuillan, 2003; Elman y London, 2002; Moring, 2002; Van Poppel, 1995; Blom, 1991; Bideau, 1980).

1.2. Sobre la posibilidad de que las personas mayores sin pareja opten por cohabitar sin casarse

Las uniones de hecho llevan décadas incrementándose en las sociedades occidenta- les y, aunque sean comparativamente más frecuentes entre las personas en edad reproductora, también están adquiriendo cierta expansión entre las mayores (Brown y Kawamura, 2010; Moustgaard y Martikainen, 2009; Calasanti y Kiecolt, 2007; Delbès y Gaymu, 2005; De Jong y Peeters, 2003; Cooney y Dunne, 2001; Chevan, 1996). En Estados Unidos, que es donde más se ha investigado sobre ellas, Cherlin (2010) calcula que el 3,3% de las mujeres cohabitantes y el 4,6% de los varones cohabitantes superan los 65 años de edad. Aun así, y tal como reconocen Brown et al. (2012:788), “entre las personas mayores la cohabitación es todavía relativa- mente poco común”. Otro reciente trabajo, realizado por Lin y Brown (2012), confirma que la mayoría de los denominados baby boomers (personas nacidas entre 1946 y 1964, en el baby boom que sucedió a la Segunda Guerra Mundial) sin pareja optan por vivir en solitario, rechazando tanto la cohabitación como el matrimonio. A juicio de Sassler (2010:560), “la decisión sobre ingresar en una relación ro- mántica, las preferencias sobre las cualidades de la pareja y las metas de tales relaciones varían mucho en el curso de la vida”. Las uniones de hecho, en concreto, tienen características singulares en las edades avanzadas, algunas de ellas en claro contraste con respecto a las que se forman en etapas previas de la vida. Por ejemplo, la investigación de Brown y Booth (1996) con personas de 19 a 48 años destacó la importancia que entraña para la calidad y la estabilidad de sus relaciones el que

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López Doblas El rechazo de las mujeres mayores viudas a volverse a empareja… haya planes futuros de matrimonio. Sin embargo, tal cosa no parece transcendental entre las personas mayores. Lo afirman King y Scott (2005:282), cuyo estudio aporta dos conclusiones fundamentales: una, que “las personas mayores cohabitan- tes disfrutan de niveles de calidad relacional superiores a los adultos jóvenes, en todas las dimensiones examinadas” (justicia en la pareja, tiempo compartido, dis- crepancias, conflictos y violencia); otra, que barajan menos planes para casarse, lo cual significa que en las edades avanzadas las uniones de hecho suelen ser, más que en las inferiores, una alternativa real al matrimonio y no su mero preludio. Es una tesis defendida asimismo por Brown y Kawamura (2010), quienes recalcan que la motivación para cohabitar resulta diferente en cada etapa de la vida. ¿Y quiénes se muestran más propensos a cohabitar a edad avanzada, los hombres o las mujeres? Brown et al. (2012) constatan la menor incidencia de las uniones de hecho entre las mujeres, particularmente entre las viudas; también Chevan (1996:665), quien vincula, por otro lado, este tipo de relaciones con una peor situa- ción económica: “quizás las personas mayores con ingresos altos se casan, mien- tras que las personas mayores con bajos ingresos tienden a la cohabitación”. A conclusiones parecidas llegan Brown et al. (2006), afirmando que tienden a cohabi- tar en menor medida las mujeres que los varones y que, en general, son personas con recursos económicos per cápita inferiores a quienes vuelven a casarse, así como con un apoyo social más vulnerable en el caso de romperse la relación. De Jong y Peeters (2003) sostienen que emparejarse a una edad elevada, y hacerlo mediante una forma de vida no tradicional, tiene un efecto negativo sobre el entramado social. Quizás sea, añade De Jong (2002:74), porque “casarse de nuevo después de enviu- dar es el acuerdo que, en general, más aprobación cultural ha tenido durante los siglos”. En este sentido, la investigación de Moustgaard y Martikainen (2009:515), reali- zada en Finlandia, confirma la tesis de que “las personas mayores que cohabitan tienen menos ventajas que sus homólogas casadas”. Las uniones de hecho protegen menos que las de derecho, y no sólo en lo económico y en lo social sino incluso en la salud. Según Noël-Miller (2011), las personas mayores que cohabitan cuentan con menos probabilidades de recibir cuidados por parte de la pareja que las que se hallan casadas, al existir menos sentimientos de obligación y de responsabilidad. Brown et al. (2005:28), valorando la importancia del estado civil sobre la incidencia de la depresión en las edades avanzadas, encuentran no obstante diferencias de género: tras observar una mayor prevalencia de la enfermedad entre las personas que cohabitan que entre las casadas, matizan que la asociación estadística resulta muy fuerte en el sexo masculino mientras que apenas se produce en el femenino; su conclusión es que “la cohabitación no provee al hombre de los mismos beneficios respecto a la salud mental que el matrimonio”. Luego, cohabitar no equivale a estar casados, en efecto, sobre todo para los varones. Una de las principales conclusiones que podemos extraer de esta revisión de la literatura sobre el tema es que entre las personas mayores viudas volverse a empare- jar despierta mayor interés para los hombres que para las mujeres. O, dicho con más exactitud, buscar a otra persona con quien casarse o convivir genera un rechazo

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López Doblas El rechazo de las mujeres mayores viudas a volverse a empareja… particularmente hondo entre ellas; y no nos referimos sólo a las mujeres que residen en otros países sino, tanto o más si cabe, a las propias viudas españolas. Recorde- mos que varios estudios han apuntado lo poco dispuestas que se muestran a ello (Ayuso, 2011; Sánchez Vera et al., 2009; Meil, 2003). Ahora bien, dichos estudios, al basarse en encuestas o utilizar datos secundarios de naturaleza cuantitativa en sus análisis, han puesto de manifiesto lo infrecuente que resulta el fenómeno, pero apenas han profundizado en las razones subjetivas que lo motivan. De ahí que esté justificado un artículo como éste, con el objetivo y el enfoque metodológico que pasamos a presentar.

2. Objetivo y metodología

El objetivo de este artículo es analizar el discurso de las personas mayores viudas sobre la posibilidad de rehacer o no su vida de pareja, sea mediante un nuevo ma- trimonio o conviviendo con otra persona sin casarse. En concreto, centraremos nuestro interés no en aquellas personas que han vuelto a emparejarse, sino en las que teóricamente podrían hacerlo y, sin embargo, lo rechazan. El escasísimo núme- ro de viudos y sobre todo de viudas que rehacen su vida matrimonial en España (Sánchez Vera y Bote, 2007; Spijker, 2007) o bien deciden cohabitar (Meil, 2003) sugiere la necesidad de contar con una interpretación comprensiva que descubra los motivos personales de su postura, máxime cuando en la literatura internacional los procesos de emparejamiento suelen presentarse como una de las vías fundamentales por las cuales los actores sociales podrían aliviar problemas como el aislamiento social o el sentimiento de soledad (Watson et al., 2010; Moorman et al., 2006; De Jong y Peeters, 2003; De Jong, 2002; Davidson, 2001). En respuesta a esta necesidad, vamos a mostrar algunos resultados de la investi- gación titulada ‘Las personas mayores que viven solas’, financiada por el Instituto de Mayores y Servicios Sociales (IMSERSO) y en cuya vertiente cualitativa em- pleamos la técnica del grupo de discusión. En su diseño efectuamos un muestreo de tipo estructural, basado en el sexo, el hábitat y la diversidad regional (Tabla 1). En total, realizamos ocho grupos de discusión.

Tabla 1. Grupos de discusión realizados Varones Mujeres Rural Urbano Rural Urbano Asturias GR1 GR2 GR3 GR4 Andalucía GR5 GR6 GR7 GR8

El trabajo de campo se realizó entre los meses de enero (Asturias) y junio (Andalu- cía) de 2009. Detallamos a continuación las localidades en las cuales se celebraron los grupos de discusión, su duración y algunos rasgos elementales de las personas que los compusieron:

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• GR1 (Moreda), nueve participantes: siete viudos, de 74, 77, 80, 84, 84, 85 y 92 años de edad; uno separado de 69 años y otro divorciado de 73 años. Su dura- ción fue de 1 hora y 18 minutos. • GR2 (Gijón), ocho participantes: seis viudos, de 70, 74, 78, 79, 90 y 95 años; uno divorciado de 81 años y uno soltero de 80 años. Duró 1 hora y 51 minutos. • GR3 (Coaña), seis participantes, todas viudas; sus edades: 70, 70, 73, 77, 84 y 85 años. La duración fue de 1 hora y 48 minutos. • GR4 (Oviedo), diez participantes, todas viudas: 71,71, 73, 73, 76, 77, 77, 78, 81 y 90 años de edad. Duración: 1 hora y 41 minutos. • GR5 (Nerva, Huelva), ocho miembros: seis viudos, de 66, 74, 76, 80, 80 y 83 años; un soltero de 76 años y un separado de 68 años. Duración: 1 hora y 45 minutos. • GR6 (Almería), seis participantes: cuatro viudos, de 69,73, 83 y 84 años; un soltero de 75 y un divorciado de 72. Su duración fue de 1 hora y 18 minutos. • GR7 (Ronda, Málaga), once miembros: diez viudas, de 71, 72, 74, 75, 75, 78, 78, 78, 81 y 83 años y una soltera de 63 años. Duración: 2 horas y 6 minutos. • GR8 (Sevilla), diez participantes: seis viudas, de 72, 76, 76, 78, 80 y 81 años; dos solteras, de 75 y 76 años; una separada de 75 y una divorciada de 68. Su duración fue de 1 hora y 35minutos.

La investigación giró en torno a la realidad familiar y social de las personas mayo- res que viven solas, que en su gran mayoría son viudas. Un objetivo crucial era conocer las razones por las cuales residían solas y no de otro modo, como por ejemplo conviviendo con familiares, ingresando en una residencia o formando otra pareja. La posibilidad de buscar a alguien para unirse en matrimonio o para cohabi- tar sin casarse constituyó, en este sentido, una cuestión ampliamente debatida en todos los grupos de discusión. Tanto la moderación de los ocho grupos de discusión como su transcripción fue- ron tareas llevadas a cabo por los propios investigadores del proyecto, con el objeto de lograr la mayor calidad posible en los materiales de campo. En cuanto a la estra- tegia de análisis, los textos resultantes de la transcripción fueron codificados hasta encontrar, siguiendo un procedimiento inductivo, las categorías y los conceptos teóricos claves para interpretar el fenómeno. Seguimos las directrices de la Groun- ded Theory, formulada por Glaser y Strauss (1999), respecto al proceso de genera- ción de teoría, tanto de tipo sustantivo como en última instancia formal, a partir de los datos empíricos. Como recomiendan también Strauss y Corbin (2002:13-14), no partimos de una “teoría preconcebida” para comprobarla sino de un área concreta de estudio como la que hemos expuesto para, después de sumergirnos en las infor- maciones obtenidas en el trabajo de campo, activar la creatividad investigadora con “la fundamentación de conceptos en los datos”. En palabras de Denzin y Lincoln (2012:90), “las interpretaciones cualitativas surgen de un proceso de construcción” que, en nuestro caso, hemos desarrollado formulando propuestas teóricas con base en nuestros materiales de campo, ilustra- das con fragmentos literales obtenidos de las transcripciones. De esta forma, trata-

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López Doblas El rechazo de las mujeres mayores viudas a volverse a empareja… mos de ajustarnos al modo de practicar la sociología reflexiva al que invita Bour- dieu (2005:307), cuyo dictum es “ser capaz de comprometer apuestas teóricas muy altas mediante objetos empíricos muy precisos y a menudo aparentemente munda- nos, si no irrisorios”. Nuestra apuesta teórica, como tendremos ocasión de compro- bar en la parte culminante de discusión de los resultados, es la siguiente: el escaso interés que tienen las personas mayores viudas en volverse a emparejar, sobre todo las mujeres, responde a que son partícipes de un cambio social en las relaciones de género y en la concepción de la vejez.

3. Resultados.

3.1. Es algo que no encaja en la vejez

Las mujeres mayores viudas rechazan buscar pareja, en primer lugar, porque creen que es algo inapropiado para la gente de su edad. Aunque tienden a mostrar com- prensión hacia aquellas personas que pierden el cónyuge siendo relativamente jóvenes y que, pasado un tiempo prudente, deciden buscar a alguien con quien rehacer su vida, critican a quienes tratan de hacer lo mismo habiendo cumplido ya setenta u ochenta años. Emparejarse, coinciden en señalar las viudas, es de no tener bien la cabeza dado que se estarían imitando, sin sentido, comportamientos juveni- les en la vejez: ¿Entonces lo de buscar pareja…? ¿Buscar pareja? ¡Tienes que estar mal de aquí! Ya lo creo. ¡De aquí! Pero en el amor no existe la edad, ¿no? ¡Qué va, el amor! A nuestra edad ya no hay amor. Eso es la gente joven (GR4:34).

El discurso femenino recalca que en la vida todo gran evento tiene su momento ideal de celebración, y tanto el del matrimonio como el del inicio de una conviven- cia de hecho no se encuentran en la vejez. En el discurso masculino no apreciamos tanto este matiz, quizás porque, cuando los hombres piensan en buscar pareja, no siempre tienen como referencia a mujeres coetáneas sino, a menudo, a otras más jóvenes. Para los viudos, el horizonte relacional resulta en potencia más amplio, y no únicamente en términos de edad sino incluso de nacionalidad: Traes a una colombiana de esas y después qué, ¿te echa de casa? Je, je, je. Y llámate “papi, papi”. ¿No es así? Traes a una colombiana y te echa de casa. Je, je, je, je. ¿Y no ha pensado usted en volverse a casar alguna vez? Yo llevo viudo casi nueve años y sin embargo nunca se me pasó a mí buscar otra mujer.

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Eso dices: “voy a buscar una a Galicia para traerla para acá”, para así dejar la paga mía a… Al Estado (GR1:21).

Las viudas dan por seguro que la relación habría de establecerse con un hombre mayor que ellas, o cuanto menos de su edad. Ven descabellado emparejarse con otro más joven puesto que creen poco probable que alguien que ronde por ejemplo los 50 años vaya a interesarse por ellas. Y si tal es la realidad, se cuestionan, ¿por qué habrían de fijarse ellas en un viejo? Se perciben así en clara desventaja respecto a los varones. Buscar pareja, en tales condiciones, no les resulta atractivo: Pues yo tampoco, yo tampoco. Yo ahora tengo… como hemos dicho, tienes tus ventajas y no tienes tus ventajas, pero yo no me vería ahora… vamos, no lo soporta- ría, un hombre en mi casa al cabo de tanto; porque mira, cuando tú eres joven, te echas un novio, te casas, envejeces juntos, conoces todas sus cosas… Sus faltas. … Y él las tuyas. ¿Pero ahora mismo?, una persona que tú no has conocido… Sí, sí, sí, sí. … Pues si tú tienes setenta y tantos años no vas a coger uno de cuarenta ni de cin- cuenta, tienes que cogerlo con setenta; ¿Y con setenta qué hay?, ¿qué es lo que espe- ramos?... Con barriga, sin pelo… Ja, ja, ja, ja. Con barriga. Ja, ja, ja, ja. … ¿Qué es lo que esperamos? ¡Problemas! ¡Pues para tener por dos problemas, tenemos uno! Eso es lo que yo pienso, eso es lo que yo pienso. Claro (GR8:55-56).

3.2. Para las viudas, es algo innecesario.

Por otro lado, entre las propias viudas existe la convicción de que aquellas mujeres de su edad dispuestas a emparejarse lo que persiguen es, ante todo, obtener compa- ñía. Según afirman, quienes acceden a casarse o a cohabitar con un hombre lo hacen porque son incapaces de soportar la soledad, especialmente de noche, asumiendo no obstante un enorme riesgo porque la cosa puede acabar saliéndoles mal: Es que piensan en la cama, y es por compañía, en una palabra. Y si la compañía tiene dinero mejor todavía. Pero si la compañía te sale mal, y si estás acostumbrada a lo bueno y te sale mal ¿qué?, así que menor sola. Por si acaso, ¿eh?, por si acaso. Por si acaso, mejor sola. Sí señor. Yo tampoco no… Fueron 43 años… Que no se olvida tan fácil. Pero es que después, si fue mal con el primero y van al segundo y también le sale mal… Que todavía buscan al tercero. Y van de ligues (GR3:16).

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Es un argumento contrario al establecimiento de otra unión que aparece exclusiva- mente en el discurso femenino; un argumento que, según interpretamos, contiene una crítica dirigida no tanto hacia los varones que desean emparejarse sino hacia aquellas mujeres mayores que lo intentan. Se les reprocha su decisión argumentan- do que, con un poco de aguante, no es menester recurrir a ningún hombre por culpa de la soledad. Para lograr compañía, además, siempre puede recurrirse a la familia: Vamos, yo coger ahora, después de quedar viuda, un marido, sería hundirme. Es- toy a gusto. Cuando no tengo con quien hablar cojo el teléfono, y tengo tres hijos, tengo seis nietos, que todos son mayores y puedo hablar con todos… Eso es lo que me pasa a mí. Si me encuentro sola llamo a los nietos y se ha aca- bado. … Y yo me quedo feliz y contenta. Y otros días a lo mejor me llaman ellos “ma- má que hoy no hablé contigo, ¿te pasa algo? ¿estás mal o estás…?”. Me llaman y “¿qué tal?”, digo “bien”, dicen “bueno pues cuelgo, ¿no?”, “pues cuelga” (GR4:32).

No hay nada mejor que la compañía de los familiares, subrayan las mujeres, aunque no se conviva con ellos. Y compañía también puede lograrse a menudo de las vecinas y las amigas. Allá donde el hábitat lo permite, las viudas suelen rodearse de un entramado relacional en torno al domicilio, transcendental en el curso diario de la vida. Dado que los varones no disponen tanto de este recurso (en casa de una viuda sola entra y sale habitualmente cualquier mujer pero en la de un viudo solo no es común ver a hombres, ni mucho menos a mujeres ajenas a la familia), se les percibe como faltos de compañía. Los viudos, víctimas más frágiles de la soledad, tendrían en general más necesidad de rehacer su vida de pareja, mientras que las viudas se las apañan perfectamente solas y no requieren de ningún hombre: Las parejas de ahora son, de verdad, de conveniencia. ¿Sí? De conveniencia. No es como cuando se tiene un novio y lo vas conociendo y le vas cogiendo cariño… ¡Hombre! El padre de tus hijos. ¡Ahí, ahí! … Pero ahora es conveniencia. Y el hombre necesita más a la mujer que la mu- jer… Al hombre. … Al hombre. Una mujer se defiende muy bien sola y no le pasa nada… Sí. Una mujer sola… Una mujer sola se defiende mejor que un hombre solo. … Y una vecina… una vecina viene, una vecina buena viene, y si estás mala te trae un plato de comida, ¿eh?... Lo que sea, sí. … O lo que sea, pero a un hombre no. A la mujer… al hombre le hace más falta la mujer que a la mujer el hombre. Porque la vecina dice: “no voy a ese hombre que está solo que me van a criticar”. Porque: “van a hablar de mí” (GR7:61:62).

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En este sentido, los hombres suelen valorar menos desfavorablemente la posibilidad de volverse a unir en pareja. En nuestro estudio hemos encontrado a varios que confiesan estar dispuestos a ello, incluso a algunos que lamentan que no les surjan oportunidades; sirva de muestra este par de testimonios: ¿Su hija la tiene cerca entonces? A seis kilómetros. Claro, y trabaja aquí en Gijón, y bien. Y bueno, y estoy vi- viendo solo, pero yo la vida mía de solo no es. No estoy porque me guste. Si yo en- cuentro a una persona que coincidiera conmigo, porque es difícil a esta edad, pues entonces yo cambiaría la vida. Lo digo de corazón (GR2:3-4). Y otra cosa que quería preguntarles, ¿lo de rehacer la vida con otra mujer…? Hombre yo, no sé, pero si yo encontrara una persona que me agradara y yo le agradara a ella, y fuera una mujer… buena mujer y eso, yo no tendría inconveniente de meterla en mi casa e inclusive casarme, pero… Sí, claro, claro, pero eso no se encuentra (GR6:33).

3.3. La negativa de las viudas a sacrificar libertad e independencia

Las mujeres mayores viudas, al tiempo que se muestran comprensibles hasta cierto punto con la decisión masculina de buscar pareja, advierten sobre otro matiz clave para comprender por qué son tan pocas las que optan por ello: sospechan que los varones de su edad deseosos de unirse a una mujer no sólo persiguen compañía sino que, tanto o más, lo que ansían es disponer permanentemente de alguien que les sirva en casa y les cuide si enferman: El hombre mayor fue educado… Por la educación que recibieron no se arreglan en casa. Entonces hay muchos que por la compañía y por tener quien les haga las co- sas… Sí, sí. … porque necesitan ayuda, también buscan una mujer. Ya, pero si usted se enamora de un hombre y no se casa con él, vive con él pero le dice: “no te voy a cocinar, no te voy a comprar o vamos a repartir…”. Us- ted le podría decir eso. ¡Que se divorcian antes de tiempo! Y habría quien diría “¿entonces yo para qué te quiero?”. Eso habría quien lo di- ría. Antes de irse a vivir juntos están divorciados. ¿Los hombres? Ja, ja, ja. No, habrá de todo, yo pienso que no. Claro, habrá de todo. No, los mayores no hay ningún hombre que sepa hacer nada en casa. No, ninguno. No, los mayores no. Porque los han acostumbrado para que los atiendan en su casa (GR4:37).

La socialización recibida, basada en el tradicional reparto de roles dentro de la pareja, hace que muchas mujeres sientan como una obligación dedicarse de pleno a las tareas domésticas y al marido. Hay viudas que así lo han hecho durante varias

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López Doblas El rechazo de las mujeres mayores viudas a volverse a empareja… décadas, siendo conscientes de que si volvieran a unirse a un hombre habrían de desempeñar de nuevo esa función, con el agravante de que el compañero no se hallaría en su juventud sino en su vejez, existiendo el riesgo de que enfermara y precisara una ocupación más o menos intensa. Aceptando otra pareja, consideran las viudas, se crearían un problema: Como uno que hay allí en el barrio, Eduardo. Cada vez que me ve: “¡me da usted una alegría cada vez que la veo!”. ¿Los hombres que van buscando entonces, los hombres que se emparejan? Una enfermera. Hombre claro. Una que lo cuide. Una enfermera y una criada. Y para que le preparen la comidita, le preparen la ropita… Le planchen la ropita, le laven los calzoncillos. Claro, porque están acostumbrados a otra vida, en la que siempre la mujer ha cui- dado al hombre, ¿entiendes? Claro. Y ya eso no se estila. A mí me lo dijo este señor, dice: “para que me cuide y yo cuidarla a ella”. Digo: “hombre claro”, pero le dije: “no, yo no”. Sí, sí, claro (GR8:65-66).

Dan por hecho que así habrían de obrar porque la posición que cada género ocupa dentro de la pareja no suele ser un asunto debatido internamente, en efecto, sino que continúa rigiéndose por la costumbre. Entonces, se cuestionan las viudas, ¿para qué volverse a emparejar? No les interesa adoptar ese camino, de ahí que suelan recha- zar a los pretendientes cuando surgen: Yo a mí hace dos años, en la comida de la FOAM me salió… vamos, un señor, ¿no?, que es de Guillena, y ya pues fuimos una vez a desayunar, y dijo que él quería una compañía… vamos, una persona para que lo cuidara… Para vivir con ella. Para unirse. … Para cuidarse, y él cuidarla a ella, ¿no? Y digo: “pues mire usted, búsquese us- ted a una más joven”… Ja, ja, ja. Ja, ja, ja, ja (GR8:63).

Según creen, en la esfera doméstica la nueva relación entrañaría un intercambio bastante desigual de tareas y ayudas, como probablemente ocurriera en su anterior matrimonio. De acceder a ella, temen verse obligadas a ocuparse del varón, debien- do renunciar a la libertad y a la independencia que gozan ahora. Sería una forma de esclavizarse, apunta el discurso femenino, de desaprovechar la autonomía que ahora poseen: ¡Bueno y en cambio están así, viviendo juntos, porque no soportan la soledad! … Y lo veo bien, yo no lo veo mal.

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Pues mira, ha habido casos que llaman a Juan y Medio, y aquella noche van y se acuestan juntos. Hay que ver lo que hay que tener, ¿eh? Ojú, ojú. … Pero yo no soportaría un hombre en mi casa sin conocerlo, sin saber qué le pongo de comer, qué no le pongo. Porque has conocido la libertad y yo ya no quiero un hombre (GR7:56).

3.4. Lealtad eterna al primer (y único) cónyuge

Como estamos poniendo de manifiesto, comenzar otra relación de pareja despierta un interés muy escaso entre las mujeres mayores viudas puesto que supone una opción con muchos más inconvenientes que ventajas. A su rechazo viene a añadirse otro importante motivo: si aceptaran a otro hombre en sus vidas, según creen, deshonrarían la memoria del esposo que tuvieron. Pesa enormemente el recuerdo del cónyuge fallecido, del que suelen recalcar las virtudes que poseía y los buenos momentos compartidos, e ignorar sus posibles defectos y los malos ratos vividos; por eso no se conciben formando pareja con otra persona: ¿Y ustedes se lo han planteado alguna vez? Yo no. Yo no me veo con otra persona. Nunca me vi con otra persona, qué va. No, no. No me veo con otra persona. De eso nada. Yo tampoco (GR3:15).

Si ha pasado poco desde su muerte, aseguran las mujeres, volverse a emparejar es algo en lo que ni se piensa. Pero aunque hayan transcurrido ya varios años de viu- dedad, décadas incluso, la huella dejada por el marido difícilmente llega a borrarse nunca sino que persiste motivando la voluntad de no establecerse con nadie más en pareja. Existe un sentimiento, muy compartido entre ellas, de no poner a otro hom- bre en el lugar que correspondía al esposo: No. ¡Ya mismo! No, yo no. No, ni yo tampoco. Yo tampoco. Yo en el sitio de mi marido no pongo a nadie (GR8:63).

Para comprender mejor su postura hemos de considerar que su matrimonio suele ser la primera y única relación de convivencia en pareja que han tenido y, para un elevado porcentaje de ellas, su primera y única experiencia de noviazgo. Esta singu- laridad amorosa en que fueron socializadas las ha marcado para siempre y aleja la posibilidad de que vuelvan a tener pareja a una edad avanzada. Las viudas parecen guardar una lealtad eterna a su cónyuge fallecido, efectivamente, cuya figura tien-

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López Doblas El rechazo de las mujeres mayores viudas a volverse a empareja… den a idealizar; a su muerte, confiesan con resignación, se generó un vacío que se antoja imposible rellenar, y menos con otro hombre: ¿Sus maridos qué fueron sus únicos novios o tuvieron antes otros? Yo nada más que un novio. Desde chica, desde la Guerra era mi novio. Y el mío también fue el único. Yo estuve siete años de novia y no conocí más. Mi marido y se acabó. Yo el único, cinco años de novio y 25 casada. Yo estuve cuarenta y… casi cincuenta años casada y no conocí nada más ni he conocido nada más. Pues yo ocho meses de novia, y vamos, maravilloso, vamos… si volviera a nacer me volvería a casar con el mismo. Yo para mí no hay otro igual. Yo también. Vamos, que no busca usted a otro. No, porque ya iba a estar todo el día con su nombre en la boca. Yo no, yo no, yo no, yo no. ¡Anda ya! Y: “¿dónde has estado?”, “¿por qué has tardado?”, “ya no tengo más dinero, pon tú la mitad”… No, no, no, no. A mí mi marido fue muy bueno conmigo y no (GR7:59-60).

Relación de pareja solamente ha de tenerse una en la vida y en sus casos ya es historia, dictan los discursos, una historia que no se quiere olvidar ni menos aun reemplazar por otra. La firmeza con que se han aferrado a esta idea ha privado a muchas mujeres de rehacer su vida en pareja, aunque enviudaran siendo jóvenes. Y menos todavía piensan en casarse ahora, cuando son ya septuagenarias u octogena- rias y están más o menos acostumbradas a la soledad. El pasado conyugal, por breve que fuere y lejano que quede en el tiempo, mantiene una huella perenne. ¿Y qué sucede en esos otros casos en los cuales lo que persiste no es el recuerdo satis- factorio de aquella relación sino todo lo contrario? Hablamos de mujeres que arras- traron graves problemas en su matrimonio, que quizás fueron víctimas de malos tratos y que interpretan la viudez como una liberación: Yo, como por desgracia no tuve un buen marido, pues no tengo esa nostalgia del marido que muere. ¿No tuvo un buen marido? No, porque a mí me tocó un marido que al poco tiempo de casados se dio a la be- bida y no me valió nada más que para hacerme siete hijos. Yo tuve que criarlos y aunque él era minero, me quedó una mísera paga de minero, porque si él hubiera tra- bajado y no hubiera estado tanto tiempo de baja, tanto tiempo despedido y cosas así, pues… Para mí la vida fue muy negra, muy negra, y entonces yo, como no tengo un buen recuerdo del marido, pues prefiero no hablar de él. Hablo de mis hijos, que yo sola los eduqué a mi manera y los tengo a todos bien establecidos, bien educados. Les di a todos… no les di carrera, pero les di una educación para defenderse en la vi- da, y todos tienen negocios y todos están muy bien situados. Y ya le digo, yo si me siento sola, cosa que no… ninguna vez me siento sola, pero si acaso tardo poco en llamarlos… Doy un toque, no necesito llamarlos, les doy un toque y “mamá, qué te pasa”, “mamá qué quieres”. Si no, a un nieto, o a un biznieto, que ya tengo tres. Y vivo feliz (GR4:32-33).

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Si la vivencia matrimonial no fue agradable, en absoluto atrae la idea de volverse a unir a alguien, no sea que se repita la historia. Pero si fue excelente, declaran las viudas, tampoco apetece demasiado buscar a otra persona porque probablemente sería incapaz de hacerlas tan dichosas como el primer cónyuge. Las comparaciones serían inevitables y, habiendo tenido “un marido bueno”, el segundo llevaría desde el principio todas las de perder. ¿Interesa, entonces, arriesgarse?:

Pero mira, hay una cosa. Si tú tuviste un marido malo, vamos, no te coges a otro de ninguna manera… De ninguna manera, eso es lo que iba a decir. … Y si tuviste un marido bueno, que eso a mí me pasó, porque era muy buena persona y lo echo de menos… ¿Pero dónde me cojo yo a otro paisano que empiece a comparar? “¡Coño, éste… ¡”, ¡jolines, si fuera el mío no hacía esto!”. Entonces, ¿para qué te vas a enganchar a eso… y sufrir? (GR4:33).

3.5. Temor a la reacción contraria de la familia y a la crítica social

Pensar en la reacción de la familia refuerza la respuesta negativa. Iniciar una rela- ción de pareja supone la toma de una decisión que requiere, en general, la consulta y aprobación de los hijos y las hijas, y quizás de otros parientes. Sus respuestas cuentan y no siempre concuerdan con la voluntad de aquellas personas mayores que pudieran interesarse por ello. He aquí una potencial fuente de conflicto, donde la herencia se sitúa a menudo como problema de fondo. El miedo a que se deterioren los lazos familiares es, en este sentido, otra importante razón que las viudas consi- deran a la hora de rechazar cualquier oportunidad que surja de casarse o cohabitar con otro hombre: Hace unos años hubo algo pero no, no me convenía. Bueno, porque no salió la cosa bien, pero ya no. Ahora ya no, ya es muchos años. Ya con mis niños tengo de sobra ya. Yo me quedé con 53 años y con cuatro hijos, viuda, y me salieron muy buenos partidos, gente de dinero, y digo: “¿yo a mi hijo le voy a poner un padrastro, y tenga que aguantar yo lo que es el tío ese de…?”. Le dije que no, que no, que no. Y toda- vía voy por ahí y me salen así. Ja, ja, ja. Todavía me salen pretendientes (GR7:55).

El temor a que la familia reaccione mal también aparece en el discurso masculino. Los viudos creen que si empezaran otra relación de pareja se expondrían a la in- comprensión de sus seres queridos, arruinando probablemente el bienestar relacio- nal que mantienen con ellos ahora. Tener hijos pequeños cuando sobrevino la viudez es otro argumento esgrimido para no haber rehecho, en su momento, la vida junto a otra mujer: Pues yo llevo tres años aquí, que mis intenciones son esas, de buscar una mujer, y… Yo tuve una compañera precisamente en el trabajo, compañera mía en el trabajo, que era francesa, y podía haberme casado, pero… Ella sabía mi situación. Ella sabía mi situación, pero… Era una buena muchacha, soltera también. Yo la conocía de

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unos pocos de años ya trabajando con ella, pero yo pensaba en muchas cosas. Yo pensaba entonces: “bueno, yo tengo cinco hijos; yo meto esta mujer en mi casa; mis hijos no sé cómo la van a aceptar…”. Eso es muy problemático. “… No sé cómo la van a aceptar”. Y tú no puedes meter a una mujer en tu casa y luego irte a tu trabajo y a lo mejor estar pendiente de lo que pasa en tu casa o de lo que no pasa en tu casa. Son cosas que eso cada uno, cada uno ve la situación de una forma. Yo he tenido… tuve mi oportunidad y la desprecié. No la quise, no la quise, por eso. A lo mejor fue para bien (GR5:16).

Unirse a alguien comportaría ese riesgo, tanto para los viudos como para las viudas, y además les expondría a sufrir otra desagradable experiencia, máxime en el medio rural: convertirse en la comidilla del vecindario o las amistades, ser objeto de la crítica social. Según De Miguel (2002:199), “lo que compete a cada edad es un estereotipo basado en la experiencia y también en la norma de lo que socialmente resulta aceptable”. De ahí la crítica que suele afectar a aquellas personas mayores que dejan de representar el papel de viudos o viudas que les ha sido asignado e intentan hacer lo que los jóvenes: formar una pareja. Véase, si no, cómo son trata- das las relaciones sentimentales que establecen personajes de gran notoriedad pública: Usted Josefa dice que tampoco, ¿no? ¿Casarme? Je, je, je ¡Como la Duquesa de Alba! Ja, ja, ja, ja. Ja, ja, ja, ja. Ja, ja, ja, ja. ¡Ay Dios! Desde luego… (GR3:16).

Es otra clave más para comprender por qué se desecha la opción de buscar pareja. No se quiere dar que hablar en el pueblo o en el barrio. El discurso femenino se muestra al respecto mucho más precavido, quizás, cabe reiterar, porque la crítica de las viudas se orienta esencialmente hacia sus iguales. Además, suelen asociarse los noviazgos con la participación habitual en “bailes” y “viajes”, como los que orga- nizarían los hogares o clubs de jubilados, encubriendo a quienes pretendieran inti- mar. Es un presupuesto que vienen a reforzar los contenidos de algunos programas de televisión:

¿Dónde se empareja la gente, donde encuentran a la pareja, los que se emparejan? Bueno, en muchísimos sitios. En el programa de Juan Y Medio… En el hogar hay también muchas parejas. … Y en el hogar. Je, je, je. En el hogar, en los bailes. Y en los bares… Y en los viajes (GR7:60-61).

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4. Discusión y conclusiones

El objetivo que nos planteamos en este artículo era analizar el discurso de las per- sonas mayores viudas respecto a la posibilidad de rehacer su vida de pareja. El Movimiento Natural de la Población (INE) confirma, año tras año, que las bodas con participación de personas mayores viudas son algo residual en España, y prácti- camente lo mismo hay que afirmar de las uniones de hecho, a tenor de los datos de encuesta que informan de ellas. Los materiales de campo obtenidos en nuestra investigación cualitativa, realizada con personas mayores que viven solas (funda- mentalmente viudas y de edad superior a los 75 años), nos han permitido interpretar por qué resulta tan infrecuente el fenómeno. Su análisis ha puesto de relieve una postura de profundo rechazo, sobre todo por parte de las mujeres, que no se funda- menta en un único motivo sino sobre un cúmulo de ellos. Algunos de esos motivos parecen sostenerse en valores tradicionales, como el no querer poner a otro hombre en el lugar del esposo fallecido. La lealtad que se guar- da hacia él se entiende mejor si consideramos que suele tratarse de la única relación de convivencia en pareja que han tenido en sus vidas. Investigaciones hechas en países tan diversos como Estados Unidos (Lopata, 1981), Japón (Ogawa y Rether- ford, 1997) u Holanda (Stevens, 2002) también han concluido que el apego al cónyuge que se tuvo es un factor decisivo para que las mujeres mayores viudas no se interesen por otra relación; la primera tiende a recordarse eternamente, aunque no siempre en términos positivos puesto que tampoco debe ignorarse que hay viudas que han atravesado por una desagradable experiencia matrimonial y que no quieren arriesgarse con otra. Un segundo factor que, en principio, puede interpretarse en clave tradicional, es la idea manifiesta de que formar una pareja no es apropiado para las personas de su edad; indagando en los discursos, sin embargo, descubrimos que tal excusa conlleva el rechazo de las viudas a aceptar una discriminación de género conectada, a su vez, con la institucionalización de las edades sociales: la norma que las obliga a emparejarse con hombres (mucho) mayores que ellas. Se atisba aquí, por primera vez, una resistencia a la mera reproducción de un orden social y unas reglas de juego tradicionales que estas mujeres entienden que les colocan en una posición desfavorable. De esta realidad percibida se derivan dos firmes convicciones. Una, que aquellas viudas que deciden, no obstante, emparejarse son incapaces de soportar la soledad, es decir, se trata de mujeres que requieren imperiosamente la compañía masculina; otra, que, como la compañía pueden lograrla de la familia, las vecinas o las amigas, las mujeres mayores no tienen necesidad de buscar otra pareja: son autosuficientes en todos los órdenes. Cosa distinta pasaría con los viudos, que son vistos como faltos de apoyo, y no sólo de tipo emocional: las viudas sospechan que el interés de los hombres por buscar pareja responde, más que nada, a su estrategia por encontrar a alguien que les atienda en casa y les cuide si enferman. De acceder ellas a este reclamo, temen que lo que les esperaría es la obligación de dedicarse a esa otra persona, quizás como ocurrió durante décadas en su matrimonio. Al igual que constataron estudios realizados en Estados Unidos (Talbott, 1998) y el Reino Unido

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(Davidson, 2001), en el nuestro queda claro que ocuparse de otro hombre es una responsabilidad con la que las mujeres mayores viudas no quieren cargar. No les interesa adoptar esta vía de intercambio desigual de derechos y deberes, máxime cuando se expondrían además a ser incomprendidas por la familia y criticadas en el entorno social. Otra señal de la resistencia al tradicionalismo de la que hablábamos arriba. En definitiva, pensamos que, más allá de la fuerza de la tradición, las reticencias de las mujeres mayores viudas a unirse a otro hombre obedecen, en lo esencial, al deseo que sienten de no perder su libertad y su independencia. Ésta es la principal aportación de nuestro trabajo. Socializadas desde la infancia bajo la dominación masculina, su vida ha solido transcurrir bajo el sometimiento: primero a la autoridad paterna y luego a la del marido. Creen que si accedieran a emparejarse de nuevo volverían a delegar buena parte de su autonomía en otra persona. En términos generales, han aprendido a definir su personalidad más allá del matrimonio, habien- do pasado a decidir por sí mismas acerca de todo lo que les compete y a dedicarse un tiempo que antes habían destinado a los demás (a los padres, a los hijos, al cónyuge). Este “control percibido” de su existencia, como lo denomina Freixas (2004:341), es clave en su bienestar actual. En teoría, la viudedad no supone una situación irreversible; en la práctica, sin embargo, cuando una mujer mayor atraviesa por ella desecha la idea de buscar otro hombre. Y ello porque la pérdida del cónyuge, pese a ser un evento traumático, sitúa a muchas de estas mujeres ante un desafío: la necesidad de vivir la vida propia. Al acometerlo, resulta probable que hayan experimentado sentimientos inéditos de signo diverso, unos negativos y otros positivos, que se hayan topado con problemas nuevos pero, a la vez, puede que hayan descubierto derechos (como la libertad y la independencia) que previamente apenas tuvieron ocasión de disfrutar. Uniéndose a otro hombre, apuntan unánimemente los discursos, los sacrificarían. Por eso, el posible dilema entre obtener compañía (rehaciendo su vida de pareja) o continuar disfrutando de esos derechos (aunque sea solas en casa) ni llega a plantearse. Para nosotros, todo esto no es sino un indicio de algo que ha permanecido más bien invisible en los análisis en torno a la viudedad en la vejez: las actuales mujeres mayores viudas, en general, mucho más que portadoras de la tradición, son prota- gonistas de una transformación sin precedentes en España, tanto en la concepción de la viudedad y de la vejez como en las relaciones entre los géneros. Si entre las viudas existe una actitud de rechazo prácticamente generalizada, que tiene su reflejo a nivel estadístico en el escasísimo número de ellas que vuelven a casarse o se establecen en uniones de hecho, entre los viudos, sin embargo, la idea de emparejarse de nuevo genera una variedad de respuestas: hay quienes estarían dispuestos a hacerlo de inmediato, quienes no descartan rehacer su vida de pareja pero tampoco lo buscan activamente y quienes renuncian a ello por completo. Es decir, no existe una postura colectiva definida, como ocurre con las viudas, sino más bien planteamientos diversos. Sin que pongan la edad como excusa para unirse a otra mujer ni sugieran que la relación entrañaría un intercambio desigual de obli- gaciones y derechos, el interés manifiesto por encontrar pareja obedece, cuando se

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López Doblas El rechazo de las mujeres mayores viudas a volverse a empareja… tiene, a la necesidad que sienten algunos viudos de combatir la soledad y, quizás también, a su estrategia por lograr una atención material tanto en el presente como en el futuro; y, cuando no se tiene, lo que prima es el recuerdo de la esposa fallecida así como la voluntad de no arriesgar el bienestar relacional con la familia, espe- cialmente con los hijos y/o las hijas, aunque cabría añadirse que una vez que se han acostumbrado a vivir solos tampoco sienten la necesidad imperiosa de unirse a nadie. La investigación que hemos llevado a cabo tiene, no obstante, algunas limitacio- nes. En primer lugar, no aborda (porque no fueron suscitadas por los viudos y las viudas en los grupos de discusión) las relaciones ‘living apart together’ (LAT) o “parejas de doble residencia”, como las denomina De Singly (2000), que no impli- can necesariamente una convivencia de continuo. Y ello pese a su importancia creciente entre los procesos de emparejamiento en la vejez, como ha sido destacado (Ayuso, 2012; Calasanti y Kiecolt, 2007; Levin, 2004; De Jong y Peeters, 2003; Karlsson y Borell, 2002). En segundo lugar, nuestro análisis deja de lado a un perfil social en auge: las personas mayores separadas o divorciadas (Brown y Lin, 2012; Kalogirou y Murphy, 2006). Aunque apenas representen en España alrededor del 3% de las personas de 65 o más años, sus actitudes y comportamientos podrían resultar menos desfavorables hacia la posibilidad de rehacer la vida de pareja, ya sea casán- dose de nuevo o cohabitando. En tercer lugar, nuestra investigación no diferencia entre las personas mayores viudas por edad, no pudiendo determinar por consi- guiente si los discursos tienden a variar dependiendo de si se trata, por ejemplo, de personas recién jubiladas u octogenarias. Sin embargo, lo que sí ha puesto al descubierto nuestro trabajo ha sido una serie de aspectos novedosos a la hora de entender los motivos del rechazo al empareja- miento por parte de las personas mayores viudas, en especial de las mujeres. Por tanto, y sugiriendo posibles desarrollos futuros, sería conveniente realizar una investigación por encuesta que permitiera, entre otros objetivos, cuantificar el peso que tiene cada uno de los motivos citados sobre la decisión de rechazar la forma- ción de una nueva pareja que las personas mayores viudas nos han transmitido a través de sus discursos, así como su posible asociación estadística con variables como el sexo, la edad, el hábitat, el nivel de estudios, los ingresos, los años transcu- rridos desde la muerte del cónyuge, la existencia o no de hijos o la dimensiones de las redes vecinales y de amistad. En general, en el marco de un creciente envejecimiento demográfico y de llega- da a la edad de la jubilación de cohortes con tasas de divorcio más elevadas, con un mayor nivel educativo y con una mejor posición económica personal, creemos necesario llevar a cabo nuevas investigaciones sociológicas sobre los procesos de emparejamiento en las edades avanzadas. También otras que permitan contrastar el desarrollo de tales procesos según las distintas fases del curso vital de las personas.

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Procesos de socialización en la transexualidad masculina: una aproximación etnográfica en un espacio asociativo

Elena VAQUERIZO GÓMEZ Universidad Complutense de Madrid [email protected]

Recibido: 27-06-2013 Aceptado: 10-04-2014

Resumen: Este artículo aborda los procesos de socialización/aprendizaje de la transexualidad masculina en una asociación para chicos transexuales. Presenta algunos resultados de una investigación etnográfica de carácter exploratorio, proponiendo como eje analítico la construcción de la subjetividad transexual masculina a través de la socialización entre pares, entendida ésta como “comunidad de práctica” (Lave y Wenger, 1991). Por un lado, se plantean los diversos modos de socialización. Y, dentro de ellos, se establece, primero, la importancia de los roles de los “nuevos”/veteranos en un ámbito no directamente implicado en la producción de subjetividad transexual masculina: la participación en la asociación, pero que aparece también, en segundo lugar, en la construcción de dicha subjetividad, que –dicho sea de paso– no es unívoca (no se da siempre de la misma manera) ni exclusiva (no se activa siempre). Por otro lado, se destacan dos dimensiones de la producción de la subjetividad transexual masculina: el ser y la corporalidad. Estas dimensiones (y la socialización en cada una de ellas) se consideran culturales, por mucho que formen parte de la construcción hegemónica (y, por ello, naturalizada) de la transexua- lidad; y se presentan como elementos de una “masculinidad subordinada” (Connel, 1997). Ambas dimensiones están asociadas, como se destaca en el artículo, a un interesante mecanismo de socializa- ción: la problematización de situaciones. Por último, se realizan asimismo algunas reflexiones sobre la socialización de madres/padres en la subjetividad transexual. Se concluye con una reflexión sobre la relación entre identidad y subjetividad en el aprendizaje dentro de una comunidad de práctica.

Palabras clave: transexualidad, masculinidad, socialización, aprendizaje, subjetividad, identidad, asociaciones

Política y Sociedad 533 ISSN: 1130-8001 2014, 51, Núm. 2: 533-563 http://dx.doi.org/10.5209/rev_POSO.2014.v51.n2.42641

Vaquerizo Gómez Procesos de socialización en la transexualidad masculina…

Socialization processes in male transsexuality: an ethnographic approach in an associative space

Abstract This paper is an approach to the processes of socialization/learning within male transsexuality in the context of an association for young male transsexuals. We hereby present some results of an explora- tory ethnographic study, establishing as the key axis of our analysis the construction of male transsex- ual subjectivity within the processes of peer socialization in the sense of “community of practice” (Lave y Wenger, 1991). We start discussing the different forms of socialization focusing first on the importance of the roles of “newcomers” versus veterans within a field that appears on the margins of the production of male transsexual subjectivity, namely the participation in the association. The relationship newcomers/veterans can also be observed within the construction of subjectivity, but is neither unambiguous (it occurs in different ways) nor exclusive (in some cases it is not activated); sometimes the roles and actors may vary. In addition, participation and subjectivity are based on the notion of information as a key category that neutralizes and legitimates the labor of the association. Furthermore, two different forms of transsexual subjectivation processes are headlined, namely the being and the corporealty. These dimensions (and the socialization they include) are considered cultural, nevertheless they are part of the hegemonic (and therefore naturalized) construction of transsexuality. They present themselves as elements of a “subordinated masculinity” (Connel, 1997). Both are remarkably related to a concrete socialization mechanism, namely the problematization of the different situations. The article concludes with some reflections on the socialization of mothers/fathers within the transsexual subjectivity. It concludes with a reflection on the relationship between identity and subjectivity related to learning within a community of practice.

Keywords: Transsexuality, masculinity, socialization, learning, subjectivity, identity, associations

Referencia normalizada Vaquerizo Gómez, E. (2014). “Procesos de socialización en la transexualidad masculina: una aproxi- mación etnográfica en un espacio asociativo”. Política y Sociedad, Vol 51, Núm. 2: 533-563

Sumario: 1. Antecedentes y objeto de estudio. 2.Metodología. 3.La asociación como espacio de socialización. 4.Ser un chico transexual. 5.Corporalidad transexual masculina. 6.Socialización de madres y padres en la transexualidad masculina. 7.Conclusiones. Bibliografía.

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1. Antecedentes y objeto de estudio

En la investigación social de la transexualidad han dominado tres enfoques: sexo- género, medicalización y movimiento asociativo. A continuación realizaré una revisión bibliográfica de estas tres perspectivas, para situar después el enfoque por el que aquí me he decantado en la socialización/aprendizaje; enfoque minoritario en la investigación de la transexualidad pero en continuidad con cierta perspectiva antropológica de la educación en contextos no escolares. La perspectiva de sexo-género sitúa el foco en la relación de la transexualidad con el sistema sexo-género, en los procesos de feminización/masculinización y de identidad de género, así como en la especificidad experiencial de la transexualidad. Se ha teorizado sobre el carácter transcultural de los “terceros géneros” (Herdt, 1994), pero la transexualidad “occidental” se ha consolidado como temática revela- dora de nuestro sistema (binario-normativo) sexo-género, pues –según se plantea– depende de él; y con su análisis se ha mostrado el modo en que sexo, género y cuerpo son construidos. Por un lado, encontramos trabajos de corte más teórico (Nieto, 1998; Garaizábal, 1998; Núñez, 2003; Soley-Beltrán, 2009). Por otro, contamos con etnografías sobre los modos en que la experiencia transexual pone en juego sexo y género en diferentes esferas vitales, así como sobre el “tránsito” hacia el sexo/género con el que se autoidentifican los sujetos (para el caso la transexuali- dad masculina, Cromwell, 1999; Dozier, 2005; para la femenina, Schrock et al., 2005; Mejía, 2006; Vartabedian, 2007; González, 2011; para ambas: Cano- Caballero, 2010; Belsué, 2011). Desde este enfoque también se han esclarecido temáticas más específicas: la autoidentificación de la orientación sexual y la insufi- ciencia de la dicotomía heterosexual/homosexual (Devor, 1993); la reconstrucción biográfica de las experiencias sexuales orientada a una reafirmación de la identidad transexual (Schrock y Reid, 2006); la reproducción de las relaciones asimétricas de género en parejas mujer biológica-varón transexual (Pfeffer, 2010); o el análisis de la discriminación/estigma sociales (Rubio, 2009). Una segunda línea de investigación se centra en la medicalización y/o patologi- zación de la transexualidad. Se ha enfatizado el papel de las tecnologías/prácticas médicas en la génesis del fenómeno transexual (Hausman, 1998; Billings y Urban, 1998); o la conjunción de los discursos clínico y del derecho en la conformación de la transexualidad como síndrome cultural (Aler Gay, 1992). Desde la psicología social, se han analizado críticamente los discursos patologizantes “psi”/médicos (Martínez-Guzmán e Íñiguez-Rueda, 2010; Roselló, 2013), y en ocasiones, dicho análisis se ha combinado con la perspectiva de las personas transexuales (Mas, 2010; Coll-Planas, 2010), incluso exponiéndose sus narrativas como producciones de conocimientos (situados) que matizan los discursos hegemónicos médico y feminis- ta-queer (Martínez-Guzmán y Montenegro, 2010). Igualmente, se ha propuesto la perspectiva de derechos humanos como alternativa a la patologización (Missé y Coll-Planas, 2010). Un tercer ámbito de estudio es el movimiento asociativo. El texto de referencia de Ramos (2003) aborda la evolución del movimiento transexual en España desde

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Vaquerizo Gómez Procesos de socialización en la transexualidad masculina… los años 70. Trabajos más recientes dan cuenta de la centralidad de la despatologi- zación como reivindicación principal del movimiento en los últimos años. Así, se ha vinculado la evolución del movimiento trans en España a la de la situación médico-legal (Missé, 2008); se ha analizado el cambio de posicio- nes/reivindicaciones desde un discurso estratégico de la enfermedad hacia otro centrado en la despatologización (Tena, 2013); se ha conciliado la lucha trans por la despatologización con el feminismo (Biglia y Lloret, 2010). Mención aparte merece el trabajo de Platero (2009), que inserta el movimiento transexual dentro de una perspectiva más amplia de análisis de “marcos interpretativos de política” (que significan la realidad, determinando la comprensión de la misma) que da cuenta de la construcción de los derechos de transexuales como problema público en España. Existen, por otra parte, estudios difíciles de encuadrar en alguna de las tres pers- pectivas mencionadas, ya sea porque su objetivo es mostrar la diversidad de pers- pectivas de los sujetos transexuales, sin que para ello se asuma una orientación teórica definida (Martín, 2004), sea por la especificidad de la población transexual estudiada y el enfoque dado, como el estudio de las condiciones socio-sanitarias de mujeres latinas transexuales que ejercen la prostitución (Amaro, 2010). Y otros trabajos son difícilmente encuadrables porque abren una línea de investigación no continuada posteriormente: es el caso de la propuesta de Irving (2008) sobre la influencia de los factores económicos neoliberales en la configuración del cuerpo transexual como “productivo” y ligado a la clase. El enfoque que asumo en este artículo, el de la socialización en la transexualidad, también escapa en cierto modo a las tres grandes perspectivas mencionadas. Si bien no ha sido una temática dominante en el estudio de la transexualidad, cabe citar algunos antecedentes. Garfinkel (2006) se refiere al aprendizaje individual (secreto) que Agnes, mujer transexual, emprende sobre las prácticas necesarias para lograr el reconocimiento social de su identidad sexual; un aprendizaje que las mujeres (bio- lógicas) realizan “sin pensar”. Muchos de los trabajos de la perspectiva sexo-género podrían leerse asimismo desde este ángulo de aprendizaje individual, pero dicen más sobre el carácter construido del sexo-género y de los dispositivos de tránsito de los transexuales que de la socialización en la transexualidad. Resulta más pertinente situar este artículo en continuidad con las escasas aproximaciones a los aprendizajes colectivos: como el estudio realizado del aprendizaje de recursos narrativos que permiten la construcción biográfica de un “verdadero yo” transexual en un grupo de transexuales (Mason-Schrock, 1996), o el que trata sobre la (trans)formación de la identidad de género en un colectivo de drag kings (Shapiro, 2007). Por otro lado, el énfasis que pondré en la socialización como producción de subjetividad es compar- tido con los trabajos de Jociles y Charro (2008) sobre la construcción de padres adoptantes/adoptivos en el marco de prácticas socioeducativas institucionales, y de Jociles y Rivas (2009) a propósito de la construcción diferencial de madres solteras por elección según sean adoptivas o utilicen la reproducción asistida. El presente artículo también continúa este interés por las prácticas educativas en contextos no escolares.

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Vaquerizo Gómez Procesos de socialización en la transexualidad masculina…

Así, el objeto de estudio son los procesos de socialización en la transexualidad masculina en un contexto asociativo; entendidos estos procesos como prácticas culturales que conforman contextos de construcción de subjetividad. Las caracterís- ticas del campo estudiado apuntan a la pertinencia, para su análisis, de la perspecti- va de Lave y Wenger (1991), particularmente en lo que se refiere a su concepción del aprendizaje como “participación periférica legítima” en el seno de una “comu- nidad de práctica”. Ello descentra el aprendizaje de las figuras individuales maes- tro/aprendiz e implica partir de la práctica de los sujetos, en la que la intencionali- dad no tiene por qué ser constitutiva del aprendizaje. Además, el aprendizaje se entiende como un aspecto/dimensión de la práctica, en lugar de que ésta sea subsu- mida en procesos de aprendizaje, lo cual evita priorizar los procesos cognitivos. Estos autores enfatizan la diversidad de modos de membrecía/participación, estre- chamente ligada a los cambios a través del tiempo de las formas de participación y de identidad de los componentes de una comunidad. El presente estudio, por su carácter exploratorio, no alcanza totalmente a describir esta diversidad (diacrónica), aunque sí muestra distintas relaciones de aprendizaje que dependen del aspecto de la socialización (ya sea relativo a la participación en la asociación, ya se trate de alguna dimensión de la subjetividad) que configure el núcleo de ésta. Sin embargo, más bien se pretende apuntar a un diálogo con la vertiente identitaria de la concep- ción del aprendizaje de Lave y Wenger (1991). Según ellos, en éste acontece siem- pre una construcción de identidades relacionada con la producción de la comunidad de práctica. Ahora bien, la especificidad de lo que entra en juego en la socialización en la transexualidad (la producción de una subjetividad que adquiere sentido, prin- cipalmente, fuera de la propia asociación, pero en el seno de la cual se adquieren ciertas herramientas para gestionar la condición transexual en otros ámbitos vitales) me han llevado al uso de la noción de subjetividad, dejando en suspenso la de identidad. Entiendo por subjetividad el resultado de prácticas/representaciones implicadas en la configuración de un tipo de sujeto mediante la definición, explícita o no, de sus características (qué y cómo es, el modo adecuado de comportarse, etc.); pero es posible que las personas involucradas en esa elaboración del sujeto no se identifiquen (o no lo hagan totalmente) con las características de este último. Las particularidades del caso estudiado también condicionan el uso de ciertos conceptos de cultura y género. Por un lado, el de cultura como “un proceso reflexi- vo, un conjunto de convenciones que constituye a los sujetos que lo ponen en práctica, es decir, que da forma a sus acciones y a sus relaciones sociales locales” (Díaz, 2005: 38). Al romper con una noción reificada de cultura, esta definición permite distanciase de una comprensión del aprendizaje como “transmi- sión/incorporación” de cultura (Díaz, 2005; Jociles y Charro, 2008). Esta reificación se basa, en buena parte, en la metáfora de la cultura como objeto, que contiene una dualidad objeto-sujeto y preconfigura, naturalizándola, la realidad sociocultural (Díaz y Velasco, 1996). En esta línea, la socialización en la subjetividad transexual gana inteligibilidad si se tiene presente la crítica a la disociación de cultura y perso- na que hacen estos dos autores recién citados: “Al decir que la identidad de los agentes ‘es’ cultura simplemente queremos señalar que el proceso de construcción

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Vaquerizo Gómez Procesos de socialización en la transexualidad masculina… de las personas (es decir, de los seres socializados) es inseparable del proceso de construcción de relaciones prácticas y simbólicas entre las personas” (Díaz y Velas- co, 1996). Por otro lado, abogo por una perspectiva relacional del género, pues nos encon- tramos con lo que Connel (1997), a partir de concebirlo como estructurante de prácticas, ha denominado “masculinidad subordinada”. En el caso de los chicos transexuales, guarda complejas relaciones con la masculinidad hegemónica debido a la particularidad de la transexualidad de poderse visibilizar u ocultar en función de la situación social. El hecho de que la condición (estigmatizada) transexual pueda ser “invisible” connota a la persona como desacreditable –en lugar de desacredita- da–, lo cual requiere controlar la información que se expresa de sí mismo (Goffman, 2010: 61-62). Este doble ángulo (género como estructurante de prácticas y carácter desacreditable de sí frente a otros) encuadra, sin agotarlo, el contexto social de las prácticas implicadas en la configuración de la subjetividad transexual masculina.

2. Metodología

En el momento en que se realizó la investigación en que se basa este artículo, la asociación en donde se ha hecho trabajo de campo había sido fundada hacía 8-9 años por un chico transexual que ya no pertenecía a ella y se localizaba/actuaba en una ciudad española. Esta asociación, constituida mayoritariamente por varones transexuales, no cuenta con subvención pública (se autofinancian mediante cuotas de los socios, venta de papeletas, prótesis...) ni con local propio (un Centro de Día les cede una sala para reuniones y actividades eventuales). Sus objetivos oficiales son comunicar, visibilizar e informar. Para ello realizan las siguientes actividades: (i) mensuales: reuniones y fútbol; (ii) anuales: “convivencias” en una casa en las afueras durante 3-5 días, durante las cuales llevan a cabo actividades para “normali- zar” la condición transexual (la mayoría coordinadas por los propios socios) y otras de tipo lúdico; (iii) sin regularidad determinada: talleres dirigidos por expertos y charlas (dadas por ellos mismos o también por un experto). No es preciso ser socio para asistir a las actividades, pero serlo conlleva ventajas, como descuentos en las “convivencias” y en las prótesis que revenden (“de paquete” y para orinar). Para poder votar u optar a algún cargo es preciso haber sido socio durante seis meses. La Junta Directiva cuenta con cuatro cargos: presidente, vicepresidente (ocupados exclusivamente por chicos transexuales), secretario y tesorero. Durante la primera mitad de la investigación, estos cargos eran ocupados por Damián, Raúl, Adrián y Oriol; durante la segunda mitad, por Cayetano, Damián, Gloria (chica transexual) y Oriol1. Presidente y vicepresidente se ocupan de gran parte de la organización; no ______

1 Los nombres de los sujetos son ficticios, con el objetivo de preservar su anonimato. Asimismo, se ha evitado, en la medida de lo posible, explicitar el nombre de la asociación.

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Vaquerizo Gómez Procesos de socialización en la transexualidad masculina… obstante, los miembros más antiguos de la asociación suelen ayudarles en ello. En este sentido, destacan el papel de Rolando y su pareja Marta, ambos ex- componentes de la Junta directiva, y Oriol. El número de personas que participan (socios o no) es variable, pero ronda entre 15 y 20 personas, de las cuales la mayo- ría son chicos transexuales que se encuentran en distintos momentos del proceso transexualizador2 y tienen entre 17 y 40 años. Regularmente asisten también algu- nos padres/madres y una chica transexual. La participación de los expertos se reduce a eventuales talleres/charlas organizadas por ellos, a veces gratuitamente. La investigación cualitativa se ha desarrollado desde octubre de 2011 hasta junio de 2012. Al ser exploratoria, no se pretende demostrativa, sino plantear algunas cuestiones/hipótesis. Las técnicas utilizadas han sido observación participante y una entrevista en profundidad. Realicé observación en las actividades regulares (reunio- nes y fútbol, y sus prolongaciones en un bar), asistí con ellos a las “convivencias”, a dos talleres (uno sobre sexualidad, impartido por una sexóloga/trabajadora social, otro para padres e hijos dirigido por un psicólogo), a una charla de un cirujano plástico y a otra impartida por dos de ellos en unas Jornadas de Universidad. La entrevista se la hice a Rolando, uno de los más veteranos y activos del grupo. El principal principio metodológico que ha guiado tanto la producción de datos como el análisis ha sido la reflexividad: la interrogación constante de los datos y del modo en que se estaban produciendo, intentando controlar continuamente los con- ceptos utilizados y evitando proyectar concepciones de sentido común, pues entien- do la producción científica a partir de la jerarquía epistemológica de los actos científicos que plantean Bourdieu, Chamboredon y Passeron, que “subordina la comprobación a la construcción y la construcción a la ruptura [epistemológica]” (2005: 25). Comenzaré (apartado 3) exponiendo la socialización en la asociación desde el ángulo de la participación, cuya relación con la subjetividad, que se desarrolla en los apartados posteriores, se articula mediante la categoría de “información”. En la participación predomina la relación conflictiva “nuevos miembros”/veteranos. Después abordo la socialización en la transexualidad desde el ángulo de la subjeti- vidad a partir de las dimensiones del ser (apartado 4) y del cuerpo (apartado 5). Se da una activación/desactivación de los roles de participación, relativizándolos y complejizando los aprendizajes. El apartado 6 plantea el papel de padres/madres en la socialización en la transexualidad. Concluiré situando la aportación que hace el

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2 El proceso transexualizador se divide en distintas etapas. La primera fase consiste en un número determinado de sesiones con un psicólogo, con la finalidad de obtener el informe en el que conste el diagnóstico. Únicamente en posesión del informe podrá iniciarse la segunda fase, el tratamiento hormonal. Una tercera fase es la operación quirúrgica del pecho ("masculinización del tórax”). Nin- guno de los chicos con los que se ha hecho la investigación se han sometido a cirugía genital (faloplas- tia o metaidoiplastia), pero ésta no es un requisito necesario para realizar el siguiente paso: el cambio de nombre y género en el D.N.I.

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Vaquerizo Gómez Procesos de socialización en la transexualidad masculina… trabajo presentado al desarrollo de las grandes temáticas dominantes y al enfoque utilizado de Lave y Wenger (1991).

3. La asociación como espacio de socialización

Los objetivos oficiales de la asociación son: establecer herramientas de comunica- ción entre hombres transexuales (incluido el apoyo emocional), la visibilidad (para sensibilizar/normalizar) y la información (no sólo para los propios chicos sino también para el resto de la sociedad, incluidas las instituciones sanitarias, educati- vas y los medios de comunicación). Desde el ángulo de la participación, en la asociación se ponen en juego apoyo e información. Su funcionamiento se inserta en dos tensiones constitutivas de la asociación como locus de socialización: entre significados y entre roles de participación. Este carácter constitutivo deriva del problema fundamental de la reproducción/transformación de la comunidad de práctica. En primer lugar, se produce una tensión entre las significaciones de la asociación. Por un lado, los más veteranos expresan una separación entre el objetivo explícito de la asociación y otros posibles significados. Aunque algunos son considerados ilegítimos (acudir a la asociación a ligar), otros serían legítimos pero quedan fuera del objetivo oficial: “La asociación ofrece apoyo principalmente a los chicos tran- sexuales que están comenzando el proceso, no nos dedicamos a formar activistas. Cada uno luego decidirá si es activista o no, pero ese no es el objetivo de la aso- ciación” (Damián, 32 años, más de 5 años en la asociación). Es más, el activismo supone un modo específico de vivir la asociación que suelen asumir los que llevan más tiempo y que les distingue de aquellos que no han participado nunca en la asociación o cuya participación ha sido puntual: “Hay gente que pasa del movi- miento asociativo, hay gente a la que le molesta que les vean con más gente. (…) Luego hay gente que no quiere hacer de la transexualidad toda su vida. (…) De alguna manera el activismo les recuerda una parte de ellos que no quieren que esté ahí” (Rolando, 39 años, más de 5 años en la asociación). En ocasiones, esta disocia- ción entre el objetivo oficial de la asociación y su significación personal de activis- mo vehicula una expresión de ambivalencia con respecto a quienes acuden única- mente a los encuentros lúdicos: [Hay] gente que va al fútbol, pero no viene a las reuniones. “No, es que la reunión…”. No, es que la reunión es un coñazo y el fútbol te gusta, tío. Yo, hay gente que no conozco. Me dice Damián “No, no, es que viene al fútbol”. ¡Pero que se pase alguna vez por la reunión! También, mira, si en el fútbol se lo pasan bien, pues tam- poco tengo nada que decir. (Entrevista a Rolando, 39 años, más de cinco años en la asociación).

Por otro lado, esta disociación entre objetivo explícito (informar, apoyar) y activis- mo parece yuxtaponerse a otra tensión que se establece entre la asociación como un espacio-para-otros y como espacio-para-sí. Estos distintos significados de la asocia-

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Vaquerizo Gómez Procesos de socialización en la transexualidad masculina… ción parecen vincularse a los roles de participación en ésta, ya que los “nuevos”, especialmente los que acuden por primera vez, suelen hacer un uso de ella que está orientado hacia sí mismos, mientras que la acción de los veteranos se dirige princi- palmente a atender a las necesidades/preocupaciones de otros (los “nuevos”). No pretendo decir que el simple hecho de ser o identificarse como veterano o “nuevo” sea condición suficiente para la incorporación de uno u otro significado de la aso- ciación, ya que ésta depende también de la función desempeñada por los socios en el espacio asociativo, de los discursos sobre el mismo y de la construcción de sí y del otro (como persona y como persona-en-la-asociación). Por ello, probablemente la tensión para sí/para otros es objeto de diversas modulaciones que impiden esta- blecer una correspondencia unívoca entre cada significado (para sí/para otro) y cada rol (“nuevo”/veterano). Por otra parte, conviene señalar que la separación para sí/para otros no agota la relación entre los “nuevos” y los veteranos. Con todo, a pesar las dos matizaciones mencionadas, cuando la orientación hacia sí es sostenida por los “nuevos” y la orientación hacia otros lo es por los veteranos, los dos signifi- cados de la asociación se contraponen de tal manera que permite encuadrar el conflicto entre roles de participación tal y como se manifiesta en este contexto etnográfico. Un indicio de la asociación como espacio-para-otros está en el hecho de que la categoría “nuevos” es utilizada habitualmente por los veteranos, contrastando con la ausencia de un término específico para calificar a los que llevan más tiempo (yo utilizo “veteranos” para facilitar la lectura); lo cual sugiere la centralidad de los “nuevos”. Este espacio-para-otros emerge claramente en los discursos. En el que expongo a continuación se puede ver cómo en él intervienen ciertas concepciones de sí y del otro: La asociación es un poco el estar ahí. (…) Yo lo pasé tan mal que yo no quiero que nadie se sienta como yo. Yo no quiero que un chaval de diecisiete años se quiera morir como me he querido morir yo. Entonces, en tu mano está eso, el quitar el mie- do, el que tengan a alguien para tomar una cerveza. Hay muchísima gente que no tie- ne vida social, que el único sábado que sale es el que va con [la asociación]. (Entre- vista a Rolando, 39 años, más de cinco años en la asociación).

Pero también aparece en las interacciones entre “nuevos” y veteranos; en ocasiones, a través de una relación paternalista. Así, por ejemplo, son habituales las referencias a los “nuevos” como “los/mis niños” o “mis chicos”: Damián dice que al final se anula el Torneo por la lluvia. (…) Añade: “Me parece injusto, íbamos a ganar nosotros, o al menos a conseguir una medalla”. Dice que está enfadado: “Yo quiero una medalla para mis niños”. Continúa diciendo que él compra unas medallas y se las da a “sus chicos” el próximo día, que no quiere que se queden sin medalla. (Torneo de fútbol. Damián, 32 años, más de cinco años en la asociación).

Por otra parte, la asociación como espacio-para-sí se vincula a su uso por parte de los “nuevos” para “conocer a gente” (a menudo, “gente como yo”) y para “infor- marse” (sobre el procedimiento para realizar el proceso transexualizador, las técni- cas quirúrgicas, los buenos cirujanos...). Estos significados también se dan entre los

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Vaquerizo Gómez Procesos de socialización en la transexualidad masculina… padres/madres que acompañan a sus hijos (aunque el predicado de “nuevos” no se les aplique a ellos): “John, mirando a Orlando y sonriendo, dice que cuando se lo contó a su madre, ella sacó una lista con todos los riesgos. Ángela, mirando a Damián, dice que tenía que estar informada, tanto de lo bueno como de lo malo; y también era importante conocer gente. ‘Y aquí estamos’, dice mientras sonríe” (Reunión. Ángela, madre de John, menos de un año en la asociación). En segundo lugar, la tensión entre roles de participación (veteranos/“nuevos”) se vuelve inteligible, por un lado, a la luz de las diversas significaciones de la asocia- ción recién expuestas, y, por otro, a través de la influencia de las trayectorias de participación. Esta última plantea la importancia de la dimensión temporal de los roles (y, por ende, de las significaciones). En efecto, no se debe entender de manera estática la categoría “nuevos”, ya que la implicación y el rol en la asociación irán variando en función de las trayectorias de participación. Algunos socios se converti- rán en activistas; otros optarán por distanciarse de la asociación o asistir ocasional- mente. No pretendo afirmar que la mayor/menor implicación en la asociación dependa únicamente de las prácticas que en ella se realicen, ya que puede haber múltiples factores externos que influyan en ello (familiares, laborales, trayectorias militantes...). No obstante, parte de la trayectoria hacia la participación plena parece estar relacionada con un cambio explícito en el modo de implicarse en la asociación, y que a ojos de los que llevan más tiempo debe fomentarse en ella: Rolando dice que es cierto que dentro de la casa los distintos grupos que se hicie- ron funcionaron muy bien, pero las “convivencias” conllevaban también buscar la casa, comprar la comida, preparar las actividades, etc. Y de eso se ocupan siempre los mismos. Dice que es bueno que “los nuevos” se vayan implicando en las cosas. Marta, elevando el tono de voz, dice: “Es que les tenemos muy mimados. Siempre diciendo ‘¡Ay mis niños, ay mis niños!’, pero los niños tienen que espabilarse”. (Reunión. Rolando, 39 años. Marta, pareja de Rolando. Ambos, más de 5 años en la asociación).

Las trayectorias de participación vinculadas a un cambio de rol (de “nuevo” a veterano) conlleva una serie de elementos, entre los que cabe destacar: dar charlas, asunción de un papel de orientador/apoyo/informador con respecto a los “nuevos”, incremento de responsabilidades (por ejemplo, las ligadas a ocupar un cargo de la Junta Directiva), etc. Sugiero que estos cambios están ligados a un tránsito desde la asociación como espacio-para-sí hacia ésta como espacio-para-otros. No obstante, esta socialización en el rol de veterano, necesaria para la reproducción de la asocia- ción, está en tensión con el objetivo explícito de informar/apoyar, ya que su “éxito” depende de que la participación trascienda el informarse/recibir apoyo. Ambas tensiones (entre significaciones y entre roles), y su interrelación, mani- fiestan el desajuste entre el objetivo explícito de informar/apoyar y otros significa- dos/prácticas necesarios para la socialización en el rol del veterano. Ello apunta a una contradicción entre “nuevos”/veteranos en el sentido planteado por Lave y Wenger (1991): la que existe entre continuidad (representada por los veteranos) y el descentramiento vinculado al progresivo acercamiento a la participación plena por parte de los “nuevos”, lo cual es una manera de expresar el problema de la repro-

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Vaquerizo Gómez Procesos de socialización en la transexualidad masculina… ducción/transformación de la comunidad de práctica. Dicha contradicción puede ilustrarse con la preocupación de los veteranos por la reducción de la asociación a un punto de información: “Damián me dice que también está preocupado por la asociación (…), que ahora la gente se está yendo, y no sabe qué pasa. Mientras niega con la cabeza me dice que mucha gente viene a por información y cuando la tienen se van, y que lo entiende, pero que le preocupa” (Conversación informal. Damián, 32 años, más de 5 años en la asociación). Esta preocupación está relacio- nada con el mantenimiento del espacio-para-otros centrado en los “nuevos”, pues: “¿Y si luego no se queda nadie a hacerlo…? A los que vengan luego, ¿quién se lo va a contar?” (Entrevista a Rolando, 39 años, más de 5 años en la asociación). Pero la noción de información trasciende la problemática de la reproduc- ción/transformación de la comunidad, puesto que aunque a lo largo de este apartado ha aparecido inserta en el par información-apoyo, lo cierto es que posee cierta autonomía como categoría estratégica en la construcción de la asociación. Para comprender más profundamente su papel, es preciso situarla en relación con la tesis general planteada en este artículo y que desarrollaré en los dos siguientes apartados: la producción de la subjetividad transexual en el contexto asociativo. Por un lado, como hemos visto, la información constituye un objetivo explícito que atraviesa las tensiones entre significados y roles; desde el ángulo de la participación, es afirmada pero a condición de que (eventualmente) sea “superada” para la reproducción de la asociación, esto es, a condición de que los “nuevos” se involucren en la asociación en un sentido distinto al de informarse y adoptando un rol más activista. Por otro, la información a su vez constituye un mecanismo de neutralización de los procesos de socialización en la transexualidad. Desde este otro ángulo, supone una forma de legitimar la labor de la asociación como un espacio neutral (en el sentido de que no se quiere convencer a nadie de nada): es incondicionalmente afirmada, en tanto que se pretende que sea el fundamento de la asociación y, por ello, a diferencia de lo que ocurre en el ángulo de la participación (en el que su afirmación absoluta supon- dría un problema para la reproducción de la asociación), debe mantenerse como rasgo definitorio de la asociación sin que sea negada bajo ningún concepto. De este modo, lo que analizo en este artículo como socialización en la transexualidad no es reconocido por los miembros de la asociación como tal, ya que éstos subsumen todos sus componentes en la noción de “información”, neutralizando discursiva- mente los procesos que contribuyen a producir una subjetividad transexual masculi- na. La noción de información parece operar como bisagra entre la socialización en roles de participación y la socialización como producción de subjetividades, unién- dolas sin que deban (con)fundirse analíticamente. Las une no sólo porque, como he indicado, incluye, además de la acción de informar/informarse como un momento de la participación, todos los procesos de socialización en la transexualidad y, de esta manera, no los reconoce como tales, sino también porque fusiona ambos proce- sos, los de participación y los de socialización en la transexualidad, dentro de una única lógica, la de la participación. Los distintos aspectos de la configuración de la subjetividad transexual masculina –que veremos en los siguientes apartados– como

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Vaquerizo Gómez Procesos de socialización en la transexualidad masculina… son, entre otros, el aprendizaje de la manera adecuada de hablar sobre la transexua- lidad, la socialización en el cuerpo mediante la percepción visual o la problematiza- ción de experiencias vitales, son calificados como formas de informarse y, al mismo tiempo, debido a la capacidad neutralizadora de la noción de información, no se reconocen como prácticas de socialización. Al concebirlos como maneras de infor- marse y al entender éstas como acciones neutrales, se invisibiliza la socialización en la transexualidad como producción de subjetividad, que no es neutral sino que está configurada por ciertas lógicas socioculturales: se apoya en ciertas representaciones sobre la transexualidad (como algo esencial, naturalizado, pero que conlleva una modificación corporal), en ciertas prácticas educativas (aprendizaje de la importan- cia de un nombre masculino, problematización de situaciones, etc.), se establecen roles de socialización que no siempre se corresponden con los roles de participación, etc. Este carácter estratégico de la noción información no es contingente, ya que la transexualidad es ocasionalmente considerada desde fuera como un “capricho”, una “elección”, un “querer ser” más que lo que ellos mismos reivindican: un ser “desde siempre”. Tachadas de ilegítimas por el colectivo, tales representaciones se contra- rrestan neutralizando la labor de la asociación, manteniendo el ser transexual como algo esencial, innato, no aprendido (en cualquier caso, algo que no se juega en el espacio asociativo). Por ello, “dar el paso” (iniciar el proceso transexualizador) se expresa como un acontecimiento individual, en el que no influye la asociación en ningún otro sentido que no sea informar: A mí la asociación me informó, el paso lo di yo. (…) En la asociación no decimos, y eso lo llevamos un poco a rajatabla, no animamos a la gente: “Hazlo o no hazlo”. (…) Yo, bueno, pues he tomado y sigo tomando drogas, fumo, bebo… [Cuando lle- gué] no tenía veinte años, tenía treinta y cuatro, y yo no sabía lo que me iba a decir el endocrino. Y la asociación a mí lo que me dijo era que daba igual, que yo seguía siendo un tío siempre, me hormonara o no me hormonara, me operara o no. (…) A mí lo que me dijo Oriol fue “Mira, tío, es que es por miedo. Si tienes otras cosas que pensar… Pero por miedo no dejes de hacer nada”. Y era eso. Es que la información quita el miedo, es que cuando tú te informas ya te han quitado el miedo. No es que la asociación en sí me quitara el miedo. Me quitó el miedo porque al informarte los miedos se te van. (Entrevista a Rolando, 39 años, más de 5 años en la asociación).

Precisamente esta conexión entre informarse y dar el paso (o saber cómo darlo), que en muchos casos acontece en la asociación, constituye un elemento fundamental de las prácticas culturales productoras de subjetividad transexual. No obstante, antes de abordar la subjetividad, es preciso realizar dos observaciones. Primero: al abor- dar la elaboración de una subjetividad transexual, no pretendo discutir las hipótesis biomédicas sobre la causa de la transexualidad. Simplemente me centro en algunos procesos que están en la base de cierta manera de expresar dicha subjetividad (no en un sentido meramente discursivo, sino práctico). Segundo: entender esta expre- sión como cultural significa desnaturalizar las técnicas, prácticas y discursos me- diante los que se construye la transexualidad masculina. Así, por ejemplo, aunque las técnicas médicas (hormonación, masculinización del tórax...) y no médicas

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(prótesis, tops...) aparecen como necesarias/naturales en el proceso transexualizador, desde el punto de vista antropológico han de entenderse como recursos culturales, productos históricos y, en este sentido, “historizan” la expresión de la transexuali- dad3. Esta historización también se ha realizado para otros fenómenos cuya crea- ción y forma cultural dependen en gran medida del ámbito médico, como es el caso del Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (Lakoff, 2000; Singh, 2011).

4. Ser un chico transexual

En este apartado y en el siguiente me ocupo de dos dimensiones centrales de la subjetividad transexual masculina, el ser y la corporalidad. Aunque se encuentran vinculadas, las separo analíticamente, dedicando el siguiente apartado al cuerpo, pues éste adquiere una lógica específica muy relacionada con las técnicas corpora- les. En este apartado, primero delimito relacionalmente el ámbito del ser transexual: lo que no es y lo que sí es. La construcción del ser transexual se basa en una dialéc- tica entre internalización y externalización del ser (en sentido más abstracto). En segundo lugar, abordo un mecanismo de socialización (las “problematizaciones”) que ya no apunta tanto al ser en un sentido abstracto, sino a experiencias vitales. En un primer nivel, la subjetividad transexual masculina se establece negativa- mente mediante un distanciamiento con respecto a otros colectivos: travestis, homo- sexuales, bisexuales y chicas transexuales. Ello no supone la exclusión de la parti- cipación en la asociación de personas de esos colectivos; de hecho, algunos de los socios son gays o bisexuales. Más bien supone una definición relacional de la comunidad sobre la base de lo que no se es: En una conversación sobre que la gente a veces no tenía ni idea de qué es ser transexual, Oriol comenta que algunos te dicen “Pues yo tengo muchos amigos gays”. Y dice: “¿Y a mí qué? Yo no tengo nada que ver con los gays”. Pregunto si no será porque las asociaciones suelen ser LGTB, y él me dice que ese es el problema, que todo está mezclado. (Conversación informal. Oriol, 36 años, más de 5 años en la asociación).

Este distanciamiento respecto a otros colectivos no excluye, sin embargo, la apari- ción eventual de discursos/prácticas más integradores, explicables por lo que los chicos transexuales tienen en común con otros colectivos, ya sea reivindicaciones comunes a todo el colectivo LGTB (la lucha contra la discriminación) o específicas del colectivo transexual (cobertura pública de las técnicas sanitarias), o bien necesi- dades vinculadas a la gestión de la vida cotidiana (como ejemplo de ello cabe mencionar la organización por la asociación de un taller de sexualidad dirigido a ______

3 Encontramos ilustraciones de la desnaturalización/"historización" del fenómeno transexual en trabajos mencionados en el estado de la cuestión y que abordan la transexualidad no como un universal, sino como resultado del conocimiento/prácticas/técnicas médicas.

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Vaquerizo Gómez Procesos de socialización en la transexualidad masculina… cualquier persona transexual, independientemente de su género). Pero esto tampoco disminuye la operatividad de las separaciones/distinciones indicadas, puesto que en la comunidad de práctica los chicos se socializan específicamente en el proceso transexualizador masculino. En un segundo nivel, la subjetividad transexual se construye positivamente, so- bre la base de lo que sí es. Encontramos aquí una nueva tensión: entre una internali- zación y una externalización del ser. Los siguientes extractos del diario de campo pertenecen a una situación social encaminada explícitamente a la “normalización”: un coloquio que consistía en resolver las dudas anónimas de los “nuevos”: Damián lee la siguiente pregunta: “¿Cambia tu percepción del mundo o relacio- nes con otras personas el iniciar el proceso de hormonación y/u operación?”. Oriol: Sí, cambia mucho. Empiezas a confiar en tus amigos, en tu familia, ya no hace falta que estés en tu casa con cara de perro. Yolanda: Te ves en el espejo como eres. Oriol: Hasta que no te operas, no [se refiere a la masculinización del tórax]. Damián: La se- guridad… Oriol: Pasas a tener espejos por toda la casa y antes no tenías ninguno. (...) [En un momento posterior, en la misma actividad] Damián: A ver, esta es la última pregunta: “Una persona de chica a chico…”. Oriol interrumpe: Eso está mal dicho. (…) [La persona que ha escrito anónimamente la pregunta, una amiga de uno de los chicos, dice que ha sido ella la que lo ha escrito] Oriol: Es que nunca has sido una chica. (…) Oriol: Cuando te digo que está mal lo de “de chica a chico”, eso está mal porque es importante que ellos cojan esos conceptos, ellos siempre han sido chicos. Damián: Es un puto error de la naturaleza. Oriol: No sabes los conceptos que hay que utilizar para no transmitir cosas erróneas y no puedas salir de ello… (Damián, 32 años, más de 5 años en la asociación y de tratamiento. Oriol, 36 años, más de 5 años en la asociación, y de tratamiento. Yolanda es la pareja de Oriol)

El hecho de que un discurso esencialista (“siempre han sido chicos”) y otro más procesual (“hasta que no te operas, no te ves como eres”) coexistan en la misma actividad facilita la interpretación. El discurso esencialista se activa como respuesta a la expresión “de chica a chico”, por lo que parece una forma de legitimar la condición de ser chico basada en su internalización, independientemente del físico. Aparece en un contexto discursivo en el que la condición de ser (chico) parece cuestionada por una expresión considerada equivocada. Aunque la autora de la expresión equivocada es una mujer no transexual, uno de los veteranos enfatiza la importancia de que “ellos cojan esos conceptos” para no transmitir cosas erróneas. Más allá del cuestionamiento del ser, lo que está en juego es el aprendizaje de un modo adecuado de hablar sobre sí mismo en tanto persona transexual, que concuer- da con el énfasis de Lave y Wenger (1991) en el “aprender a hablar” como clave para la participación periférica legítima. Por otro lado, el discurso procesual, que externaliza el ser (chico), plantea una dependencia del ser chico con respecto al físico: la valoración de que te califiquen en masculino sin haber iniciado el cambio físico (“Tú entrabas en una tienda y te dicen: ‘¿Qué quieres, chaval?’, y te engran- deces. Pero ahora es lo que eres”. Oriol), o la importancia decisiva de la masculini- zación del tórax para percibirse a sí mismo como uno es. A diferencia del primero, en este segundo discurso no se alude explícitamente al aprendizaje de los “nuevos”.

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Pero, tanto la lógica de la actividad (los veteranos son los que resuelven dudas) como su orientación explícita hacia la normalización de los “nuevos” sugieren su carácter socializador. Antes de abordar la socialización basada en formas de problematización, debo referirme brevemente a la expresión “normalizar”, no sólo porque es la finalidad explícita de la situación social mencionada, sino porque es uno de los objetivos prioritarios de la asociación. En el contexto investigado, tiene dos referentes fun- damentales: primero, ciertas actividades ofrecidas por la asociación (talleres, “con- vivencias”...) orientadas al bienestar de los “nuevos”; segundo, la visibilización pública de la transexualidad (a través de medios de comunicación, eventos...). Desde la perspectiva de este artículo, la diferencia consiste en que la primera forma de normalización conlleva los procesos de socialización que aquí planteo, mientras que la segunda no. Por otro lado, aunque ciertos chicos no tienen problema en visibilizarse mediáticamente, ambas “normalizaciones” pueden llegar a ser contra- dictorias, pues la visibilidad mediática como colectivo puede plantear a algunos un problema a la invisibilidad individual: El problema es que la mayoría de nosotros no queremos que en nuestro trabajo u otras personas sepan que somos transexuales, mientras que a las personas que salen en televisión no les importa. Entonces, dan una visión de la transexualidad que no se corresponde con lo que nosotros vivimos. Nosotros preferimos ser invisibles, cuanto más invisibles, mejor. (Taller de sexualidad. Rolando, 39 años, más de 5 años en la asociación y de tratamiento).

El hecho de que los miembros de la asociación consideren necesario “normalizar” su condición transexual sugiere que dicha condición resulta socialmente problemá- tica ya que, de no serlo, no se realizarían actividades para “normalizar” la situación de los “nuevos” ni se daría un conflicto entre visibilidad colectiva e invisibilidad individual. Este carácter socialmente problemático de la transexualidad, o la per- cepción de ésta como un problema por parte de los chicos transexuales, hace que, desde la perspectiva de la “normalización”, la socialización en la transexualidad consista en la producción de una subjetividad cuya expresión práctica convierta la condición transexual en algo aproblemático, ya sea porque es ocultada y/o descono- cida por otros, ya sea porque su conocimiento no supone un problema ni para ellos ni para el chico transexual. El segundo eje de la socialización en el ser consiste en la problematización de situaciones experienciales en las que está en juego ser percibido como un chico (y no como transexual). Destacan tres temáticas. Primero, la ocultación de la condi- ción transexual. Los veteranos suelen dar por sentada la ocultación de la condición transexual en los entornos vitales, realizando abstracción de posibles variaciones en función de los sujetos. Por ejemplo, en las papeletas para un sorteo se evita poner el nombre completo de la asociación (en el que la condición transexual es explícita) y figuran únicamente las siglas, “para no comprometer a nadie”, según uno de los veteranos.

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Segundo, la elección del baño público es expresada como un problema por algu- nos veteranos, hasta tal punto que se plantea la realización de un taller específico para esta y otras cuestiones semejantes: Damián comenta el siguiente punto del orden del día: los talleres de grupo de apoyo y afrontamiento de conflictos. (…) Sonriendo, dice: “Por ejemplo, a lo mejor vas a un sitio y el baño no tiene puerta. Entonces, ¿qué haces?”. Dice que este tipo de cosas se pueden tratar. Raúl, sonriendo y elevando la voz, dice que si no hay puerta, él se sale y punto: “Entras y vuelves a salir y ya está”. Damián se ríe y le dice que en- tonces se queda sin mear. Raúl sonríe moviendo la cabeza de arriba abajo. Cayetano dice que él se va al baño de tías (Reunión. Damián, 32 años, más de 5 años en la aso- ciación y de tratamiento. Raúl, 30 años, más de un año en la asociación, menos de un año de tratamiento. Cayetano, 30 años, más de un año en la asociación, menos de un año de tratamiento).

La importancia otorgada a dicho problema por el veterano es relativizada por otros chicos que llevan menos tiempo, lo que sugiere la existencia de discontinuidades generacionales en los procesos de socialización. Es posible que haya un desacople entre los problemas percibidos por los veteranos y por los “nuevos” (o menos veteranos), y que tales problemas cambien generacionalmente. Pero también puede suceder que los “nuevos” acaben incorporando las problematizaciones realizadas por los veteranos. Aunque es difícil estimar si tal incorporación se da, encontramos un indicio de ello en el hecho ocasional de compartir experiencias con relación a los baños públicos (convirtiéndolas en acontecimientos) en otras situaciones sociales. Así, durante un torneo de fútbol con otros colectivos LGTB, uno de los chicos transexuales volvió en dos ocasiones de los baños/vestuarios comentando lo que le había sucedido: Adrián cuenta que casi le echan del vestuario. Cuando estaba entrando en el ves- tuario de chicos, el conserje le ha dicho “¡Eh, espera!”, y entonces se ha girado y le ha dicho “¿Qué pasa?”, y entonces el hombre le ha dicho “Ah, nada, nada…”, y ya ha entrado en el vestuario. (…) [En un momento posterior] Adrián dice que cada vez que entra en el vestuario le pasa algo, que estaba entrando en el vestuario de los chi- cos, y otros chicos que iban a entrar también han dicho “Ah, no, que éste es el de ni- ñas”. (Adrián, 24 años, más de un año en la asociación, menos de un año de trata- miento).

Tercero, el ser nombrado de manera adecuada (con un nombre masculino) es prácti- camente la primera aproximación a la subjetividad transexual en la asociación, pues surge cuando un chico se presenta a sí mismo por primera vez. La elección de un nombre masculino, ligada a la ocultación del femenino, se considera un aspecto fundamental. La revelación del nombre femenino se problematiza incluso dentro del marco asociativo. En las votaciones de las candidaturas a la Junta Directiva, para las que era necesario mostrar el D.N.I., uno de los veteranos indicó la posibilidad de enseñárselo únicamente a la persona que gestionaba las votaciones. Dijo que no se preocuparan porque no lo vería nadie más y añadió “Sé que no son vuestros nom- bres, pero hay que hacerlo así”. La importancia del nombre aparece en situaciones

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Vaquerizo Gómez Procesos de socialización en la transexualidad masculina… diversas: las felicitaciones cuando uno consigue cambiarlo en el D.N.I., o el cambio de un nombre masculino provisional a otro después de haberlo pensado mejor; pero su carácter socializante emerge en la sistematicidad con que se le pregunta a los “nuevos” por sus nombres masculinos y, en caso de que no lo tengan, en que se les anime a elegir uno: Llegan a la sala dos personas, una madre y su hijo. El chico se presenta como Si- mona. Damián pone cara extrañada y le pregunta “¿Simona? Eso no puede ser”. Da- mián y Cayetano intercambian miradas. Damián le pregunta al chico si no había pen- sado un nombre, y él le dice que no, y que no le importaba que le llamaran Simona. (…) [Un rato después, sentados en la mesa para empezar la reunión, Rolando y Da- mián apuntan los nombres de los asistentes a la reunión, mientras el resto de personas hablan entre sí]. Cuando Rolando le pregunta a Damián el nombre del chico nuevo, Damián le dice que no tiene, que dice que se llama Simona. Rolando le pregunta que, entonces, qué nombre le pone. Entre los dos deciden poner “Ángela y su hijo”. (Án- gela y John, 18 años, que acuden por primera vez a la reunión de la asociación. Da- mián, 32 años, más de 5 años en la asociación y de tratamiento. Rolando, 39 años, más de 5 años en la asociación y de tratamiento).

En el siguiente encuentro, Simona, el protagonista de la anterior cita etnográfica, anunciará su nuevo nombre, John.

5. Corporalidad transexual masculina

La experiencia asociativa suele estar vinculada al cambio corporal (“dar el paso”). Algunos chicos aprenden en la asociación el procedimiento para iniciarlo. Otros llegan informados previamente (principalmente vía internet) o bien ya iniciado el proceso (habitualmente en la fase de obtención del informe psicológico), aunque incluso en estos casos aprenden en ella todo tipo de detalles sobre técnicas corpora- les, cirujanos especializados en transexualidad, etc. Las técnicas utilizadas son tanto médicas (tratamiento hormonal, masculinización del tórax) como no médicas (pró- tesis, tops). Ninguno de los miembros se ha sometido a ninguna de las cirugías genitales disponibles (faloplastia o metaidoiplastia), alegando que las operaciones no están conseguidas ni son funcionales y “desde la asociación se aconseja que no lo hagan” (entrevista a Rolando). Pero la lógica cultural que modela la socialización en el cuerpo va más allá de la información sobre las distintas facetas del procedi- miento mencionadas. La abordaré a través de dos ángulos: primero, a partir de mecanismos de aprendizaje cuyo principal interés radica en que relativizan los roles veteranos/“nuevos”, desactivándolos; segundo, a través de dos técnicas fundamen- tales de modificación corporal (la masculinización del tórax y las prótesis). Un primer modo de socialización que relativiza la relación “nuevos”-veteranos está basado en la percepción visual y, en menor medida, táctil. En la asociación se familiarizan con el proceso transexualizador a través de los cambios concretos en los cuerpos de los compañeros. Poder ver estos cambios con los propios ojos y poder hablar sobre ello son aspectos valorados:

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No es lo mismo que alguien te diga “Hormónate” a que llegue un tío que se está hormonando y te diga “Mira, llevo tanto tiempo, estos son los cambios…”. (…) An- tonio lleva en su cartera fotos de fotomatón desde antes hasta ahora. Cada año se ha- ce una y, claro, cuando Antonio te saca las fotos y ves cómo se va cambiando, tú sa- les y dices “Vale”. ¿Sabes?, no es lo que has leído en internet: “Te vuelves loco, efectos secundarios, violencia”. Yo pensé que te pinchabas y te liabas a hostias con todo el mundo. Y es mentira. Yo creo que es uno de los falsos mitos de la testostero- na. (Entrevista a Rolando, 39 años, más de 5 años en la asociación y de tratamiento).

Como sugiere la anterior cita, el contacto personal con los cambios corporales posee incluso una función desmitificadora. Un interesante aspecto a investigar serían los imaginarios sobre el cambio corporal que manejan los chicos transexuales previa- mente a su contacto con la asociación o con otros chicos transexuales y los efectos que este contacto tiene, a su vez, sobre dichos imaginarios, pero no he recogido datos sobre ello ya que no formaba parte de mis objetivos de investigación. Lo que sí puedo destacar es la curiosidad con la que los chicos que no han iniciado el cambio corporal se relacionan con los que sí lo han hecho, especialmente si el compañero se encuentra en una fase inicial del cambio: Marcos, sonriendo, le pregunta a John si ya nota algo de la hormonación. John sonríe y dice que lo único que nota es que está “salido todo el día”, pero nada más, ni pelos ni nada. Adrián se ríe y dice que él está igual, pero que ya nota los pelos que le van saliendo, le salen granos… Marcos se acerca un poco hacia él y le pregunta si se afeita. Adrián asiente con la cabeza y dice que tiene muy pocos pelitos, pero sí se tie- ne que afeitar porque en el deporte que practica la gente no lo sabe y que, aunque sean pocos pelos, pinchan y de cerca se ven. Y añade: “Pero mira”, mientras se le- vanta la sudadera, mostrando la barriga y sonriendo. En la barriga tiene bastantes pe- los alrededor del ombligo. Marcos exclama “¡Hala!”. Marcos dice que él está deseando empezar a hormonarse y que piensa que le van a salir muchos pelos porque él ya tiene bastantes. Adrián niega con la cabeza y le dice que no tiene por qué, que algunos tenían muchos pelos antes y luego casi no les han salido más. (Conversación informal. Adrián, 24 años, más de un año en la asociación, menos de un año de tra- tamiento. Marcos, 31 años, menos de un año en la asociación, fase de obtención del informe del psicólogo).

La curiosidad de los que no han iniciado el tratamiento por los primeros efectos en el cuerpo hace que esta socialización sea independiente del tiempo que se lleve en la asociación y, por ende, de los roles “nuevos”/veteranos. En contextos más “ínti- mos”, mostrar las cicatrices de la masculinización del tórax también es una práctica socializadora. Durante las “convivencias”, dos de los chicos mostraron sus cicatri- ces pectorales a los presentes, combinando el carácter prioritariamente discursivo de la actividad (un coloquio) con este importante componente visual. Comprobamos así, a propósito de la dimensión corporal, que en ocasiones se di- fuminan o se trastocan los roles “nuevos”/veteranos que –como se ha indicado en apartados anteriores– parecen predominar en otros contextos. Y, como veremos a continuación, también se relativiza la distinción expertos (médicos)/no expertos (chicos transexuales). Ambas circunstancias apuntan a la idea de Lave y Wenger

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(1991: 93) acerca de que el aprendizaje en una comunidad de práctica no se realiza únicamente entre maestro-aprendiz, sino que puede haber múltiples fuentes de aprendizaje. El segundo mecanismo de socialización en el cuerpo evidencia mejor estas rela- tivizaciones de roles. Consiste en estrategias de control sobre el cuerpo que, en numerosas ocasiones, se aprenden/enseñan a través de las relaciones entre chicos que se encuentran en fases del proceso y en tiempo de membrecía en la asociación muy similares. Por un lado, hay estrategias orientadas a la obtención del tratamiento hormonal específico deseado: Marcos le pregunta a Adrián si a él el médico le recetó Testex o primero le dijo Reandron. Adrián dice que al principio le decía que el Reandron era lo mejor, pero que él le dijo que quería Testex. Dice que le dices lo que sea: que se te olvidan las cosas y prefieres que la inyección sea cada menos tiempo, o lo que se te ocurra. Mar- cos asiente con la cabeza. (Conversación informal. Adrián, 24 años, más de un año en la asociación, menos de un año de tratamiento. Marcos, 31 años, menos de un año en la asociación, fase de obtención del informe del psicólogo).

Por otro lado, hay estrategias que se dirigen al control del cuerpo mediante la auto- nomía en la inyección del tratamiento hormonal. La valoración positiva de la posi- bilidad de auto-inyectarse en lugar de tener que acudir a la clínica está emergiendo entre algunos de los chicos que no son de los más “veteranos”: Adrián está diciendo que quiere aprender a ponerse él mismo las inyecciones, pa- ra tener autonomía y no tener que ir siempre a la enfermera. John dice que a él tam- bién le gustaría ponérselas él mismo. (…) Adrián cuenta que las veces que le han pinchado él le dice a la enfermera que le enseñe, pero la enfermera le dice simple- mente que mire. Cuenta que la inyección es en el culo, pero que él podría ponérselas en la pierna, que también se puede. Nos dice que, si no es una enfermera, le gustaría que le enseñara alguien de confianza. (…) Le pregunto si no le puede enseñar alguno de los que llevan tiempo inyectándose, y él me dice que no, porque todos van a que se las ponga una enfermera. (Conversación informal. Adrián, 24 años, más de un año en la asociación, menos de un año de tratamiento. John, 18 años, menos de un año en la asociación, menos de un año de tratamiento).

Este interés en inyectarse de manera autónoma no se da entre los más veteranos. Dada la similitud de edades entre unos y otros, así como la inoperatividad que, en este caso, se descubre en la distinción “nuevos”/veteranos para encontrar el sentido de ese interés diferencial, el factor explicativo podría tener que ver con la “edad hormonal”, es decir, el momento en que iniciaron el tratamiento. Al comenzar éste los más veteranos vivieron experiencias percibidas como coercitivas vinculadas al trato que recibieron de los profesionales de la UTIG4, situación que no han vivido

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4 La UTIG es la Unidad de Trastornos de Identidad de Género. En el momento en que se redacta este artículo, el nombre de la unidad ha cambiado debido a la modificación de la transexualidad en el

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Vaquerizo Gómez Procesos de socialización en la transexualidad masculina… quienes forman parte de una generación “hormonal” posterior. Estas distintas relaciones socio-clínicas al comienzo del tratamiento pueden explicar que quienes vivieron experiencias negativas en la Unidad valoren, principalmente, la autonomía como un trato no coercitivo por parte de los médicos, mientras que entre quienes no han experimentado coerción en sus inicios del tratamiento estén emergiendo otras concepciones de autonomía en el control del cuerpo, como es el caso indicado de la inyección. Rolando dice que en la UTIG antes era horrible, que les desnudaban y les hacían fotos, que no te dejaban irte de la UTIG. Tenías que firmar un papel que dijera que te comprometías a realizar todo el proceso con ellos, que de ninguna manera te podías ir a un médico privado. Si faltabas uno o dos días a cualquier cita, te echaban de la UTIG. Damián asiente con la cabeza y dice que él se acuerda cuando empezó en la UTIG, que hasta le rompieron los análisis y todo. (Reunión. Rolando, 39 años, más de 5 años en la asociación y de tratamiento. Damián, 32 años, más de 5 años en la asociación y de tratamiento).

Ambas estrategias de control sobre el cuerpo activan una relación de aprendizaje basada en la proximidad generacional en cuanto a la “edad hormonal” y en la auto- ridad del cambio corporal (el carácter que adquiere el cuerpo como demostrativo de los efectos/modificaciones derivados del tratamiento), relativizando la pertinencia para la socialización en la corporalidad de posiciones sociales no directamente vinculadas al cambio corporal (por ejemplo, los roles de participación). Pero, ade- más, ambas estrategias implican el cuestionamiento de la relación experto/no exper- to antes sugerido. Los roles veteranos/“nuevos” vuelven a emerger, sin embargo, en otro tipo de formas de control corporal que, a diferencia de las anteriores, son –cabría decir– añadidas y no intrínsecas a la modificación corporal. Es el caso de los consejos sobre hábitos saludables para contrarrestar posibles problemas del tratamiento. A veces se siguen los consejos del veterano, mientras que se desvalorizan los de los médicos. Esto es lo que ocurrió en el torneo de fútbol con otros colectivos LGTB, durante el cual algunos chicos desatendían en tono burlesco los consejos de los médicos, mientras hacían caso a uno de los socios veteranos: Cayetano, riéndose, comentaba: “Y nosotros aquí, comiendo sal, sin hacer caso a los médicos…”; después, Adrián comentaba que a él le hicieron análisis de calcio y de otras cosas y le dijeron que tenía que adelgazar, que hiciera dieta. Y, a continua- ción, exclama “¡Sí, dieta!”, levantando el dedo corazón, mientras Cayetano reía. (…) [Al cabo de un rato, después de comer] Cayetano saca de una bolsa varios botes de pastillas y muestra uno en el que pone “Alcachofa”. Entonces dice “Hay que comer alcachofa, mucha alcachofaaa”, y añade que es lo que Rolando dice siempre. (Caye-

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DSM-V. Puesto que la transexualidad ha dejado de figurar como un trastorno y el nuevo diagnóstico consiste en “disforia de género”, la unidad ahora se llama Unidad de Identidad de Género (UIG).

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tano, 30 años, más de un año en la asociación, menos de un año de tratamiento. Adrián, 24 años, más de un año en la asociación, menos de un año de tratamiento).

Paso ahora al segundo eje de análisis en la socialización en el cuerpo, centrado en la masculinización del tórax y las prótesis. Aquí es preciso tener cuenta la posición de “masculinidad subordinada” (Connel, 1997) de estos chicos pues, junto a otro tipo de prácticas (orinar de pie con prótesis, saludar con la mano, prácticas sexuales mediante la penetración con prótesis...), las dos técnicas mencionadas constituyen estrategias de aproximación a la masculinidad hegemónica. La “masculinización del tórax” es una expresión utilizada por los veteranos para enfatizar la diferencia con la “mastectomía”, técnica utilizada en mujeres. Aunque en ocasiones también utilicen este último término para referirse a su propia opera- ción, la masculinización del tórax establece una diferencia –técnica y simbólica– entre la operación de las mujeres (quitar pecho) y la suya (reconstruir un pectoral masculino). Cuando en una reunión uno de los chicos se refería a la “mastectomía” que hacía una nueva cirujana, Rolando contestó que “El problema con ella es que no es cirujana plástica, que ella se dedica a hacer mastectomías y las hace muy bien a mujeres, pero para nosotros deja unas cicatrices muy grandes”. Al aprender este tipo de detalles, los chicos suelen volverse verdaderos expertos en técnicas quirúrgicas. Esto les empodera en el trato con los cirujanos, pues poseen un cono- cimiento que quizá aquellos no les atribuyen y, además, saben qué quieren y qué no. En ocasiones, la instrucción en este tipo de técnicas se expresa como una obligación hacia sí mismos. Adrián me contaba en una conversación informal que había pedido el video de la operación de otro compañero a la ayudante del cirujano, y lo argu- mentaba como sigue: “Quiero ver la operación para saber todo lo que me van a hacer. Porque, aunque te lo expliquen, no es lo mismo verlo. Sé que hay muchas personas que prefieren no verlo, porque les resulta desagradable. Y a mí tampoco me agrada verlo, pero pienso que tengo que hacerlo”. Por su parte, las prótesis son la técnica corporal no médica por excelencia. A ve- ces los chicos conocen la existencia de estas prótesis en el espacio asociativo, otros las pueden tocar allí por primera vez, cuando se llevan para la venta, pero, además, hay también una instrucción sobre el modo correcto de uso: Rolando dice que, para ponerse la “prótesis de paquete”, tienen que comprar un calzoncillo de doble tela, para poder meterla ahí. Añade que se lava todos los días, como uno se lava a sí mismo. Que tengan cuidado, porque hay quienes se las han de- jado olvidadas en los baños de los bares. Marta y Adrián se ríen. Rolando, sonriendo, dice que también tengan cuidado en la piscina, que una vez en unas convivencias ha- bía cuatro prótesis flotando. (…) Rolando explica que el freelax [prótesis para orinar] no sirve para los urinarios masculinos, porque hay que inclinarse un poco hacia de- lante y salpica. (…) Continúa diciendo que lo prueben primero en su casa, que ensa- yen antes de utilizarlo en un baño público. (Reunión. Rolando, 39 años, más de 5 años en la asociación y de tratamiento).

Además de esta instrucción, la “prótesis de paquete” –término utilizado por ellos– es significada en la asociación de una manera específica: como disociada/separable

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Vaquerizo Gómez Procesos de socialización en la transexualidad masculina… del cuerpo y como incorporada pero no íntima; significados que son producidos por el tratamiento colectivo dado a las “prótesis de paquete”. Ello se explica por el carácter socializador de la asociación, que permite que este tipo de prótesis sean visibles, se hable de ellas con naturalidad y, adicionalmente, se resignifi- quen/masculinicen como “penes”. Las siguientes citas ilustran las ideas menciona- das: Cayetano se toca el pantalón, en la zona de los genitales, y mueve las manos co- mo si se estuviera colocando algo. Le dice a Marcos que se ha puesto la prótesis y le dice que la toque. Marcos la toca y se ríe. Cayetano me mira, se ríe, y me pregunta si quiero tocar. Le digo que no hace falta, y ambos nos reímos. (Conversación informal. Cayetano, 30 años, más de un año en la asociación, menos de un año de tratamiento). [Buscando un balón que se ha perdido] Cayetano coge la mochila de Damián y dice “A ver si va a estar en la mochila el balón”. Abre la mochila. Jacinto se ríe y di- ce “Unos calzoncillos”. Cayetano se ríe y dice, señalando la mochila, “Ay va, una polla” y se ríe. (Conversación informal. Cayetano, 30 años, más de un año en la aso- ciación, menos de un año de tratamiento).

El grado de incorporación o el carácter íntimo de las “prótesis de paquete” proba- blemente dependan de la situación social en la que los chicos las usan o se refieren a ellas, de manera que el modo como se entiende la prótesis varíe y deba ser consi- derada como una categoría dinámica/variable. En todo caso, tanto las “prótesis de paquete” como las utilizadas para orinar constituyen un tema de conversación habitual, contrastando así con las que sirven para las relaciones sexuales, que se ubican en un ámbito más íntimo (por ejemplo, no se llevan a la asociación y de ellas no se habla tan explícitamente como se hace con los otros dos tipos de prótesis). Pero también se socializa en ellas mediante el mecanismo de problematización al que me referí antes. Los veteranos suelen dar por sentado la conveniencia del uso de prótesis para mantener relaciones sexuales. Así, por ejemplo, durante un taller de sexualidad, las aportaciones que hizo Damián al respecto estuvieron orientadas al uso de estas prótesis, pero después del taller, a solas, me comentó lo siguiente: Hay chicos que siempre lo hacen con prótesis, pero otros no. Pienso que sobre to- do cuando te hormonas y te operas, no necesitas tanto la prótesis, pero creo que a los chicos nuevos les produce más seguridad una prótesis, porque así parece que se sien- ten más hombres, que no les falta algo. Le pregunto por qué no ha dicho esas cosas en el taller y él me dice que no quiere parecer que va de sobrado y que es superior a los demás. (Conversación informal. Damián, 32 años, más de 5 años en la asociación y de tratamiento).

6. Socialización de madres y padres en la transexualidad masculina

Aunque el núcleo de este trabajo es la socialización de los chicos, uno de los ámbi- tos fundamentales que requiere la aceptación de la condición transexual es el do- méstico. Para ello parece conveniente que los familiares y, especialmente, los padres/madres, también sean socializados de modo que se familiaricen con lo que es

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Vaquerizo Gómez Procesos de socialización en la transexualidad masculina… la subjetividad transexual masculina. Ello acontece, para algunos, en las reuniones, para otros, en las actividades específicas para padres, y seguramente buena parte de las veces se produce paulatinamente en el ámbito doméstico. Aquí me centraré en una situación social específica: un taller para padres/madres dirigido por un psicó- logo, en el que participaron ocho chicos transexuales de los cuales seis iban sólo con su madre, uno con el padre y la madre y otro con el padre, la madre y el her- mano. Su interés radica no sólo en que permite apreciar el rol del experto como docente, sino también en el hecho de que, en el taller, se establecieron relaciones de aprendizaje entre hijos y madres/padres así como entre estos últimos. A pesar de su función de terapia colectiva, que era más bien aparente, lo que estaba en juego era sobre todo la familiarización de los padres/madres con la subjetividad transexual. En cuanto al rol del psicólogo como docente, puede ejemplificarse a través de dos temáticas. Por un lado, la prescripción del modo adecuado de hacer las cosas: El psicólogo dice que los padres deben seguir el ritmo del hijo, que él es quien tiene que decir cómo quiere que le llamen, porque a veces las cosas llevan su tiempo. Que no le parece bien que los padres lo lleven tan bien al principio y vayan por de- lante de su hijo, porque todo lleva tiempo. Asimilarlo tiene que llevar su tiempo. Se trata de un proceso y tiene distintas etapas (Taller de padres e hijos).

El contenido de la prescripción no sólo tiene que ver, en este caso, con la formación psicológica del experto sino también con un esquema cultural propio de nuestro contexto sociocultural y, por ello, fuertemente arraigado en nuestro sentido común: la concepción individualizada del proceso de la toma de decisiones. También como parte de un esquema cultural, que cabría calificar de medicalización de la vida cotidiana, puede interpretarse su comentario acerca de que los problemas en las relaciones intrafamiliares “se solucionan con un profesional”, no “sentándose en el salón en casa y hablando entre todos”, que adquiere sentido en el marco de una sociedad como la nuestra en la que se tiende a medicalizar muchos aspectos de la vida previamente gestionados en otros ámbitos. Ambos esquemas contribuyen a que los padres/madres se familiaricen con una representación específica de la transexua- lidad: individualizada, generadora de problemas domésticos que requieren terapia... Por otro lado, el psicólogo ofrece la terminología “adecuada” para la descripción de la transexualidad. Durante la sesión del taller en que se realizó observación participante, explicó la distinción entre orientación sexual (“hacia afuera: quién te gusta”) e identidad sexual (“hacia dentro: quién eres tú, cómo te gusta que te llamen, qué es lo que sientes”). El hecho de que esta distinción esté directamente implicada en la elaboración de la subjetividad transexual podría explicar el esfuerzo de padres/madres por utilizarla, así como de las correcciones de los hijos en caso de que aquellos/as se equivoquen: La madre de Cayetano dice que ella se confundió al principio con eso de “la ten- dencia”. El psicólogo pregunta: “¿La tendencia?”. Ella mueve el brazo de un lado a otro y dice “Sí, lo de que te gustan las chicas o los chicos”. Cayetano, mirando a su madre, dice: “La orientación sexual”. La madre dice “Eso”. (Taller de padres e hijos. Su hijo se lo contó hace aproximadamente un año).

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Llama la atención que sean los hijos, y no el psicólogo, los que –en situaciones como la expuesta en la anterior cita– actúan como “educadores”. Es más, en la corrección que se expresa en ella no interviene ninguna otra persona que no sea el propio hijo de quien se ha equivocado. En este sentido, cabe hablar de una relación de aprendizaje entre madres/padres e hijos en la que lo que posiblemente está en juego es la aceptación de la condición transexual de estos últimos, pero a través de un intento de incorporación de la subjetividad transexual (en este caso, en lo que se refiere a la terminología adecuada) por parte de las madres/padres. No obstante, este tipo de aprendizaje no aparece cuando el psicólogo introduce o sugiere discursos que no tienen tanto que ver con la subjetividad transexual del hijo sino con la propia percepción de los padres/madres de lo que acontece: El psicólogo pregunta si no es un poco como si se hubiera muerto alguien. La madre de Marcos, con la expresión de la cara seria, dice que no, para nada, que para ella no se ha muerto nadie. Mientras, la madre de Cayetano niega con la cabeza. El psicólogo dice que se refiere a que hay una chica que conocía que ahora ya no existe. La madre de Cayetano eleva la voz y dice que es la misma persona, antes chica, aho- ra chico, pero que es la misma persona, no cambia nada. Ángela, mirando al psicólo- go, dice que no es como si alguien se hubiera muerto, que ella no lo expresaría así, sino que es alguien que ha cambiado, ahora esa persona está más feliz, más a gusto, aunque siga siendo la misma persona, pero cambian cosas. El psicólogo eleva algo el tono de voz y dice que es la misma persona pero va a cambiar el cuerpo, y va a ser una persona diferente. (Taller de padres e hijos).

Por último, otras veces son algunas madres/padres quienes enseñan a otras ma- dres/padres. En estos casos el factor explicativo es el tiempo que hace que saben que su hijo es transexual y el grado de aceptación. Lo ejemplificaré a través de las representaciones de la transexualidad como una elección o un “querer ser”. Éstas suponen una amenaza a la esencialización/internalización del ser transexual que realizan los chicos, y su formulación por parte de sus padres resulta problemática para ellos; dándose entre los padres que hace menos tiempo que conocen la situa- ción de su hijo o que “lo llevan peor”. En cambio, los que hace más tiempo que lo saben o “lo llevan mejor” esencializan discursivamente la transexualidad. La hipó- tesis que se puede elaborar a este respecto es que los padres/madres que terminan por compartir la esencialización de la transexualidad han sido partícipes de una socialización en la transexualidad masculina. Este contraste puede verse en las dos siguientes citas: El padre de Adrián dice que él piensa que es algo “de los tiempos de hoy día”, que está todo muy confuso, y luego con el tiempo puede ser que se le pase. (…) El hermano de Adrián, dirigiéndose al psicólogo, dice que eso es lo que le molesta, que ellos [sus padres] piensan que se le va a pasar y que es una elección de Adrián. El padre de Adrián pregunta “¿Una elección?”. El hermano de Adrián dice “Sí, una elección”. El padre de Adrián, elevando la voz, dice “Claro que es una elección”. (Taller de padres. Su hijo se lo contó hace aproximadamente dos meses). Después de que Paca, una de las madres, pregunte si tiene que ver la situación que el hijo ha vivido en casa durante su infancia, la madre de Raúl, negando con la cabeza, dice “No estoy de acuerdo con ella”, puesto que –según dice– eso es algo que

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tienen ellos en la cabeza desde que nacen, desde hace mucho, y que no tiene que ver con nada de cuando eran pequeños. (Taller de padres. Su hijo se lo contó hace más de un año).

Para concluir, sugiero que la emergencia de relaciones de aprendizaje entre pa- dres/madres tiene que ver también con la importancia que tiene la socialización en la transexualidad para la reconstrucción/resignificación de su propia subjetividad como padres/madres de chicos transexuales; por ejemplo, a través de un proceso de reflexividad que implica poner en duda la educación dada a los propios hijos. Éste fue el caso de Paca, que –como se aprecia en la última cita– en el taller preguntó al psicólogo si el hecho de que su hijo fuera transexual podría deberse a “la situación en casa cuando era pequeña”.

7. Conclusiones

El estudio de la transexualidad en España ha estado muy vinculado a la (des)patologización y su vínculo con la normatividad del sistema sexo-género. La reciente importancia de la despatologización como reivindicación principal del movimiento transexual quizás ha eclipsado otras posibles líneas de investigación, así como a grupos de transexuales no tan (o no sólo) implicados en el activismo político. La asociación etnografiada en este texto presenta unas característi- cas/dinámicas específicas no subsumibles en el tema de la patologización. Los datos aportados apuntan más bien a la necesidad de cuestionar/interrogar algo que mu- chos trabajos sobre el movimiento asociativo presuponen: la elaboración de una subjetividad transexual en el seno de las asociaciones. Por otro lado, en los estudios desde la perspectiva sexo-género se echa en falta un análisis sobre la influencia de las asociaciones en la configuración colectiva de la masculinización/feminización transexual, quizá debido a que el interés por la construcción social del sexo, género y cuerpo no ha estado unido a la investigación de dinámicas situadas de aprendizaje. El caso aquí estudiado muestra que el trabajo de producción de subjetividad está ligado a trayectorias/roles de participación asociativos, cuya comprensión trascien- de (o no se reduce) a la teorización/escenificación de las categorías sexo, género y cuerpo. Se ha mostrado en el artículo que la relación concreta de aprendizaje depende de la situación social y de lo que está en juego. Los agentes y el carácter de la sociali- zación varían según domine la cuestión de la participación o la de la subjetividad, o según qué aspecto de la subjetividad se esté moldeando, pues incluso personas no directamente implicadas en una subjetividad transexual masculina pueden sociali- zar(se) en ella como padres/madres. Como indiqué en el primer apartado, el carácter exploratorio de la investigación ha limitado el análisis de la diversidad de formas de participación (lo que puede haber generado un excesivo efecto de dicotomización entre “nuevos”/veteranos), así como del proceso de transformación sociocultural (únicamente apuntado por el conflicto de roles o por las diferencias “generaciona-

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Vaquerizo Gómez Procesos de socialización en la transexualidad masculina… les”). No obstante, se han señalado diversas lógicas culturales que modelan los procesos de socialización, ya sea en los modos de participación (como la importan- cia de la tensión entre el objetivo explícito y otros significados/prácticas, que ame- naza la continuidad de la asociación), ya sea en la conformación de una determina- da subjetividad (a través de formas definidas de socialización, como ver el cambio corporal o la problematización de situaciones). Además, se ha establecido un meca- nismo de integración entre estos dos dominios (participación y subjetividad) sin el cual sus lógicas parecerían autónomas: el papel estratégico de la noción de informa- ción. No obstante, el caso analizado plantea algunas cuestiones relativas al carácter del aprendizaje en una comunidad de práctica cuyo desarrollo podría contribuir a matizar el papel de la persona en dicho aprendizaje. Esta potencialidad del caso investigado deriva de la especificidad de la subjetividad en juego: la transexualidad es una condición vital, implicada/presente en las demás esferas de relación social de la persona. Esta particularidad se expresa también en la idea de normalización, que apunta a un marco sociopolítico que exige un trabajo sobre la subjetividad transe- xual masculina con el objetivo de convertirla en algo no problemático, es decir, a un contexto sociopolítico (sistema sexo-género, patologización, discriminación...) en el que la persona (varón) transexual deviene desacreditable, con una masculinidad subordinada que prefigura la conveniencia de ocultar la condición transexual. Así, en el caso de la transexualidad, la construcción de la subjetividad en el marco asociativo necesariamente apunta al exterior de la propia comunidad, a las diversas esferas/situaciones vitales de las personas transexuales. Los resultados de la investigación también señalan la conveniencia de disociar analíticamente identidad y subjetividad, distinción no realizada por Lave y Wenger (1991), quienes únicamente plantean que el aprendizaje implica construcción de identidades. El caso etnográfico analizado en este artículo sugiere que, en efecto, los miembros de la asociación se identifican con alguno de los roles de participa- ción (“nuevos”/veteranos), aunque esta identificación sea cambiante en el tiempo en función de la trayectoria de participación. En este ámbito de participación se produ- ce la construcción de identidades a la que se refieren los autores, en la medida en que ésta se puede constatar en el propio seno de la asociación, que opera como el marco pertinente de activación/incorporación de las identidades basadas en la participación. No obstante, de la producción de una subjetividad transexual en la comunidad de práctica no se puede inferir una construcción de identidad porque, para constatar ésta, habría que salir de la propia comunidad, ya que, en este segundo caso, la identificación con la subjetividad producida en la asociación sólo se puede corroborar en las esferas vitales a las que se encamina dicha subjetividad; dicho de otro modo, no se pueden valorar las identificaciones con una subjetividad que, aunque producida en la comunidad de práctica, adquiere sentido fuera de ella. Así, la reconstrucción de los procesos identitarios de chicos transexuales requeriría un análisis de un material empírico mucho más amplio y diverso (en contextos cotidia- nos, laborales, familiares…), habida cuenta de la fundamental dimensión relacional de la identidad, que es tanto construida por otros como reivindicada para sí, que

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Vaquerizo Gómez Procesos de socialización en la transexualidad masculina… puede adoptar una forma cultural o comunitaria, así como reflexiva o narrativa – biográfica– (Dubar, 2002). En esta línea, sería necesario investigar las diferencias entre una comunidad de práctica, como la estudiada, que produce una subjetividad cuya relevancia se juega principalmente fuera de tal comunidad (por lo que se disocia analíticamente de la identidad), y otra en la que la subjetividad producida está “autocontenida” en la propia comunidad o que se juega en el interior (en la que no se daría esa disociación entre subjetividad e identidad); así como sería necesario investigar si estas diferencias esclarecen la noción de persona en el proceso de aprendizaje. En definitiva, la concepción de la persona en la teoría de Lave y Wenger (1991: 122) está restringida a la comunidad de práctica, pues aquella es transformada en miembro de una comunidad de práctica (practicante, novato que se vuelve veterano) en tanto desarrolla una identidad en función de sus (cambiantes) conocimientos, destrezas y discursos. En cambio, el caso estudiado complejiza la noción de persona, por cuanto una buena parte de lo que se juega en el aprendizaje trasciende su condi- ción de miembro de una comunidad de práctica; circunstancia que guarda relación con la simultaneidad de los dos tipos de socializaciones (en la participación y en la subjetividad). Además, la producción en la asociación de una subjetividad proyec- tada hacia ámbitos externos a ella puede interpretarse como un elemento que este tipo de comunidad de práctica tiene en común con la escuela: la “aplicación diferi- da de los saberes en el tiempo y en el espacio” (Díaz de Rada, 2005: 3). Por otro lado, esta peculiaridad apunta no sólo a la distinción entre identidad y subjetividad, sino también a una matización en la fuerza/dirección del aprendizaje. En lugar de reducirse a una fuerza centrípeta (Lave y Wenger, 1991: 100, 122), la participación periférica legítima adquiere también una orientación centrífuga, precisamente debido a la producción de una subjetividad dirigida hacia el exterior, en este caso, de la asociación donde se conforma. Es la dialéctica entre fuerzas (centrípeta- participación/centrífuga-subjetividad), y no su dicotomización, lo que configura la comunidad de práctica a la vez que localiza su terreno de juego más allá de la misma.

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Evaluando la participación institucional: la “tem- peratura” de la deliberación y sus consecuencias

Marc PARÉS Universitat Autònoma de Barcelona [email protected]

Hug MARCH Universitat Oberta de Catalunya [email protected]

Recibido: 14-05-2013 Aceptado: 18-04-2014

Resumen: Los cambios experimentados recientemente en las sociedades contemporáneas están transformando las formas de participación de la ciudadanía en la esfera pública, poniendo en tela de juicio las iniciativas de participación institucional promovidas por diversas administraciones durante la última década. Resulta del todo necesario evaluar estas iniciativas si se quiere garantizar su funcionalidad en este nuevo escenario. En este contexto, el presente artículo propone distintos criterios e instrumentos de evaluación de la participación y los aplica a una experiencia concreta: el proceso participativo sobre la gestión forestal en la Muntanya de Sant Miquel, en Setcases (Cataluña). Al mismo tiempo, el artículo se pregunta sobre cuáles son las mejores formas y condiciones para promover una participación efectiva, incidiendo en el debate sobre la “temperatura” de la deliberación. Concluimos que es extre- madamente difícil combinar las lógicas de deliberación fría y caliente. Sin embargo, esta puede ser la solución más adecuada cuando el tema a abordar despierte un alto conflicto de intereses entre actores organizados y, al mismo tiempo, requiera ser abordado desde la lógica del interés colectivo porque afecta al conjunto de una comunidad.

Palabras clave: participación ciudadana, evaluación, gestión participada, deliberación, temperatura de la deliberación

Política y Sociedad 565 ISSN: 1130-8001 2013, 50, Núm. 3: 565-594 http://dx.doi.org/10.5209/rev_POSO.2014.v51.n2.42107

Parès, M. & March, H Evaluando la participación institucional…

Assessing institutional participation: the ‘temperature’ of deliberation and its consequences

Abstract Changes recently occurred in contemporary societies are transforming the forms of citizens’ partici- pation in the public sphere, challenging institutional participation initiatives promoted by various governments over the past decade. It is quite necessary to evaluate these initiatives to ensure its functionality in this new scenario. In this context, this article proposes different criteria and partici- pation assessment instruments in order to apply them into a concrete experience: the participatory process on forest management carried out in Muntanya de Sant Miquel in Setcases (Cataluña). At the same time, the article reflects on what are the best ways and conditions to promote effective par- ticipation, focusing its attention on the debate on the ‘temperature’ of deliberation. We conclude that it is extremely difficult to combine hot and cold deliberation. However, this may be the best solution when the participatory topic addresses high conflict of interests between stakeholders and, at the same time, requires to be addressed from the logic of collective interest because it affects the whole com- munity.

Key words:citizen participation, evaluation, participatory management, deliberation, deliberation temperature

Referencia normalizada Parès, M., March, H. (2014). “Evaluando la participación institucional: la “temperatura” de la delibe- ración y sus consecuencias”. Política y Sociedad, Vol 51, Núm. 2: 565-594

Sumario: Introducción. 1.El método de evaluación: una propuesta de criterios y herramientas. 2.La Muntanya de Sant Miquel: un ejemplo paradigmático de la participación en la gestión forestal. 3.Los resultados de la evaluación. 4.Conclusiones finales.

Introducción

Son numerosas las administraciones públicas españolas, sobretodo locales, que durante los últimos años han experimentado con procesos participativos (Subirats et al., 2001; Del Pino y Colina, 2003; Alguacil, 2006; Font y Galais, 2009; Parés, 2009). Seguramente son muchos y diversos los objetivos que se han perseguido con este tipos de experiencias. Como apunta Ruano de la Fuente (2010), frecuentemente estos objetivos son ambiguos y genéricos, siendo muchas de estas experiencias incapaces de dar respuesta a los problemas de opacidad y a los déficits democráti- cos de las administraciones públicas españolas. Podemos destacar por lo menos dos grandes objetivos que suelen prevaler por encima los demás (Font, 2001; Blanco et al., 2011). En primer lugar tendríamos aquellas experiencias de participación ciuda- dana que se han impulsado con la intención de mejorar las políticas públicas. Se entiende bajo este argumento que el hecho de involucrar en el proceso de elabora- ción de las políticas públicas a los actores clave de un problema, a los colectivos

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Parès, M. & March, H Evaluando la participación institucional… que se benefician de la política en cuestión (o que son perjudicados por la misma) y/o a la ciudadanía en general, permitirá un mejor diagnóstico del problema y, al mismo tiempo, facilitará la aparición de soluciones creativas e innovadoras que pueden mejorar la respuesta de la administración frente al problema que se pretende resolver. En segundo lugar, encontramos aquellos casos en los que se argumenta que hacer participar a la ciudadanía en los procesos de toma de decisión pública puede promover –entre los participantes- una mayor comprensión del problema y una corresponsabilización de la solución, con lo que la política pública finalmente implementada obtendrá un mayor grado de legitimidad. Durante los años precedentes a la actual crisis vimos incrementar las experien- cias de participación ciudadana promovidas por las administraciones, no sólo loca- les sino también autonómicas1. Sin embargo, más recientemente diversos autores han puesto en tela de juicio la calidad de estas experiencias y su efectiva capacidad para lograr estos dos grandes objetivos (Ruano de la Fuente, 2010; Parés, 2009; Blanco et al., 2011). Este es un primer motivo que justificaría la necesidad de disponer de instrumentos de evaluación que nos permitan identificar las fortalezas y las debilidades de las experiencias participativas y/o discernir las experiencias participativas de calidad de aquellas que no los son. En esta lógica se enmarca, entre otros, el trabajo realizado por Castellà y Jorba (2005) evaluando las experien- cias locales de participación en Cataluña. La situación actual, sin embargo, es un poco más compleja y requiere profundi- zar en estos instrumentos de evaluación. Los cambios que están sufriendo las socie- dades contemporáneas en los últimos años están transformando también las formas de participación de la ciudadanía en la esfera pública (Subirats, 2011). Estos cam- bios, originados por la situación de crisis económico-financiera pero también por muchos otros factores (la revolución tecnológica de Internet, nuevos modelos de relación social, laboral y familiar, nuevos elementos de complejidad social, etc.), obligan a replantearnos tanto la necesidad como la forma cómo se están llevando a cabo las experiencias de participación ciudadana institucional. Una primera eviden- cia la encontramos en la propia administración: muchas de las administraciones que habían liderado este tipo de experiencias han dejado de promoverlas y/o han redu- cido su intensidad (Díaz, 2012), ya sea como consecuencia de los recortes en la administración o por un cambio de sus prioridades (en muchas ocasiones vinculado a un cambio de gobierno)2. Otra evidencia la hallamos en la sociedad civil: cada vez son más los ejemplos de iniciativas ciudadanas que, ya sea desde el “no nos repre-

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1 Hemos identificado experiencias de participación ciudadana promovidas por la admi- nistración autonómica en Aragón, Comunidad Valenciana, País Vasco, Islas Canarias y Cataluña. 2 Algunos ejemplos los podemos encontrar en los municipios que impulsaban los presu- puestos participativos en el marco de la Red Estatal por los Presupuestos Participativos o en distintos gobiernos autonómicos como el de Cataluña o el de Aragón.

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Parès, M. & March, H Evaluando la participación institucional… sentan” del movimiento 15M o desde la percepción que la administración no está siendo capaz de resolver sus problemas cotidianos, optan por nuevas formas de auto-organización basadas en la cooperación y la colaboración entre ciudadanos/as, muchas veces al margen del Estado. En este contexto, la evaluación de las experiencias participativas llevadas a cabo por la administración resulta todavía más relevante, pues no sólo se trata de mejorar la calidad de estas experiencias sino que, sobretodo, se trata de garantizar que éstas sean útiles y funcionales en la sociedad actual. En otras palabras, en un momento en el que crece la desconfianza de la sociedad hacia la clase política3 y los ciudadanos están optando cada vez más por auto-organizarse mediante nuevas formas de parti- cipación-cooperación al margen del Estado, las administraciones deben pensárselo muy bien antes de iniciar un proceso participativo. En un marco de restricción económica -que obliga a priorizar los procesos participativos que se quieren impul- sar- sólo tiene sentido que las administraciones abran procesos participativos si pueden garantizar, primero, que no frustraran las expectativas de los participantes, y segundo, que los resultados se traducirán en políticas eficaces que serán capaces de producir mejoras efectivas en la calidad de vida de sus conciudadanos. En este escenario, además, el diseño, la difusión, la comunicación y la credibilidad del proceso participativo van a jugar un papel clave para conseguir la implicación de una ciudadanía que tiende a desconfiar de quien lo promueve. Por todo ello, dispo- ner de instrumentos para evaluar la participación resulta crucial para aprender de las experiencias evaluadas y poder mejorar las experiencias futuras, adaptando las formas institucionales de participación ciudadana al nuevo escenario que se está dibujando en la sociedad actual. Con el objetivo de contribuir a estos debates y ofrecer herramientas de aplicabi- lidad, el presente artículo propone distintos criterios e instrumentos de evaluación de la participación y los aplica a una experiencia concreta: el proceso participativo sobre la gestión forestal en la Muntanya de Sant Miquel, en Setcases (Cataluña). Como se verá, la evaluación de esta experiencia servirá para ejemplificar la aplica- ción de los instrumentos que aquí se proponen, ayudará a identificar elementos de mejora útiles para otras experiencias y, al mismo tiempo, nos permitirá aportar diversas reflexiones alrededor de las condiciones en las que abordar un proceso participativo. Más concretamente, nos permitirá profundizar en las consecuencias de la “temperatura” de la deliberación. El artículo consta de cinco apartados. En el primer apartado se revisa la literatura reciente sobre evaluación de la participación y se introduce el debate sobre la tem- peratura de la deliberación. En la segunda sección del artículo se desarrolla la propuesta metodológica, con los criterios y las herramientas que utilizaremos para ______

3 Desde febrero de 2010 los barómetros mensuales del CIS muestran que los ciudadanos consideran que “la clase política y los partidos” son el tercer problema de España, detrás del paro y los problemas de índole económica

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Parès, M. & March, H Evaluando la participación institucional… evaluar la experiencia que aquí presentamos. A continuación se presenta el estudio de caso que hemos escogido para evaluar. En el cuarto apartado muestran los resul- tados de la evaluación y, finalmente, el artículo concluye apuntando algunas pro- puestas de mejora y realizando algunas reflexiones sobre las consecuencias de la participación en función de la “temperatura” de la deliberación.

La evaluación de la participación y la temperatura de la deliberación

En los últimos años ha emergido en la Ciencia Política y de la Administración un intenso debate sobre cómo evaluar la participación de la ciudadanía en las institu- ciones públicas. Diversas de las contribuciones a este debate focalizan su atención en la evaluación de los espacios y mecanismos concretos de participación: procesos participativos, órganos de participación, mecanismos diversos como talleres, jura- dos ciudadanos o encuestas deliberativas, etc. (Anduiza y De Maya, 2005; Castellà y Jorba, 2005; Jorba et al., 2007; Papadopoulus y Warin, 2007; Cuesta et al., 2008; Parés y Castellà, 2009; Parés y Resende, 2009; Blanco y Ballester, 2011). La mayo- ría de las investigaciones llevadas a cabo con esta finalidad han comprendido la evaluación o bien como un “juicio”, entendiendo que la evaluación debe determinar en qué medida el proceso (y sus resultados) se acerca a un modelo ideal, o bien como una “negociación”, en la que los propios participantes definen en qué debe consistir el éxito del proceso (ver Alvira, 1996; Tamayo, 2004; Jorba et al., 2007). Ambos enfoques requieren concretar unos criterios que definan la participación “ideal” para poder contrastar en qué medida la experiencia evaluada cumple o no con dichos criterios. En el presente artículo revisamos algunos de estos criterios y realizamos una nueva propuesta acorde con las características del momento actual. Podemos distinguir tres grandes aproximaciones a la evaluación de prácticas participativas: las que se centran en los procedimientos, las que se fijan en las consecuencias de la participación y las que integran ambas perspectivas. Gran parte de los estudios recientes han puesto su atención en las cuestiones procedimentales de la participación, como la inclusión de todas las voces, el respeto mutuo entre los participantes, la economía del desacuerdo moral o las posibilidades de modificación de las posiciones iniciales (Bobbio, 2010; Hendriks, 2006; Jorba, 2008; Sunstein y Hastie, 2008). Menos estudios, sin embargo, han explorado los resultados de la participación (Schkade et al., 2006; Hendriks et al., 2007). Así, tal y como observan Blanco et al. (2011), a pesar del claro crecimiento de las iniciativas de participación hay una cierta debilidad en lo relativo a las evidencias de los efectos de la participa- ción. Por otro lado, y más allá de los efectos que podría tener la participación, diver- sos estudios han examinado los factores que pueden mejorar o empeorar los resul- tados de la participación. En este sentido, algunos autores han destacado la impor- tancia de la calidad participativa (procedimental) como un hecho que determina los resultados de la misma (Papadopoulus y Warin, 2007; Parés, 2009). En esta línea, Fung (2003) describe ocho modelos de diseño institucional de la participación y

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Parès, M. & March, H Evaluando la participación institucional… analiza sus consecuencias. Con una lógica similar y basándose en diferentes aporta- ciones teóricas, Blanco y Ballester (2011) identifican cinco condiciones que mejo- ran el potencial transformador de la participación, son las siguientes: un liderazgo político fuerte tanto del proceso participativo como de las políticas afectadas (Haus et al., 2005), un enfoque integral de la política pública sometida a participación (Wagenaar, 2007), una amplia visibilidad del proceso participativo llevado a cabo (Font y Blanco, 2006), una alta capacidad de impacto de la ciudadanía a través del proceso (Arnstein, 1969; Fung, 2006) y un verdadero cambio cultural de políticos, técnicos y ciudadanos (Brugué, 2004; Subirats, 2003). Una de las principales contribuciones a la evaluación de la participación es la realizada por los teóricos de la deliberación (Ackerman y Fishkin, 2004; Dryzek, 2002; Fishkin, 1991, 1995, 2009; Fishkin y Laslett, 2003). La deliberación, y las condiciones en que esta se produce, es uno de los principales ejes de análisis del presente artículo. A nuestro juicio, en una sociedad cada vez más politizada, pero también más compleja, la forma cómo se produce el intercambio de argumentos en los procesos participativos es un elemento crucial. Es bien conocido que la delibe- ración no sólo contribuye a mostrar las distintas posiciones presentes en los pro- blemas complejos sino que también permite que estas opiniones evolucionen, cambien y se modulen a medida que se va incorporando nueva información y se van intercambiando los argumentos (Cuesta et al. 2008; Fishkin, 2009: Jorba, 2008). Además, tal y como apuntan Cuesta et al. (2008), la deliberación es viable. Cuando se construyen propuestas acotadas y eficaces para escuchar a la ciudadanía, ésta está dispuesta a invertir su tiempo en el debate de las cuestiones colectivas. Profundiza- remos en ello en las siguientes secciones. Desde la óptica de los criterios de calidad en la deliberación, destacan las apor- taciones de Gutmann y Thompson (1996, 2004). Estos autores entienden que un espacio deliberativo de calidad será aquél en el que estén representadas todas las voces, se intercambian razones y argumentos, se ofrezca información de forma accesible y comprensible, se minimicen los desacuerdos morales y se vincule la participación a una decisión concreta. En una línea similar Fox y Miller (1995) argumentan que el buen funcionamiento deliberativo será aquél que sea capaz de organizar un diálogo constructivo y democrático, evitando tanto el monólogo como la dispersión. Siguiendo este argumento, Brugué (2009) sostiene que para articular un diálogo de estas características, desde el punto de vista más operativo, el promo- tor de la participación debería garantizar tres tareas imprescindibles: a) explicarse, clarificando y comunicando los contenidos y los objetivos del debate, b) escuchar a la ciudadanía, invitándola a espacios de debate donde expresarse de manera clara y ordenada, y c) responder, dando cuenta de las aportaciones recibidas y de cómo éstas se han trasladado a una decisión concreta. Partiendo de todas estas visiones más generales sobre cómo debería ser un pro- ceso participativo de “calidad”, encontramos algunas propuestas más aplicadas que, con el objetivo de ofrecer herramientas para la evaluación de las experiencias participativas, integran criterios de calidad participativa (sobretodo procedimentales pero también sustantivos) con metodologías de análisis. En este sentido cabe desta-

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Parès, M. & March, H Evaluando la participación institucional… car la propuesta de indicadores de Anduiza y De Maya (2005), la propuesta meto- dológica de Jorba et al. (2007) y la propuesta de criterios y técnicas de evaluación de Parés y Castellà (2009). En síntesis, pues, vemos cómo en los últimos años se han realizado, desde distin- tas aproximaciones teóricas, diversas propuestas tanto sustantivas como metodoló- gicas para evaluar las experiencias de participación ciudadana. Ahora bien, ¿cuáles de estas propuestas de evaluación deberíamos aplicar en el actual contexto de crisis económica y de desconfianza de la ciudadanía hacia los poderes públicos? En la siguiente sección del artículo, basándonos en algunas de las aportaciones citadas anteriormente, realizamos una nueva propuesta con el objetivo de dar respuesta a esta pregunta. Tal y como argumentaremos más adelante, entendemos que la pro- puesta evaluativa que aquí se realiza (y se pone en práctica) puede ser de gran utilidad para evaluar la participación en el momento actual. Resulta evidente que no todos los procesos participativos son iguales ni se desa- rrollan bajo las mismas condiciones. Las características del contexto, los participan- tes, el diseño, la lógica deliberativa e incluso los objetivos pueden ser bien distintos. Mansbridge et al. (2010), por ejemplo, definen cuatro formas distintas de entender y aplicar la deliberación. Bobbio y Pomatto (2007), centrándose exclusivamente en las formas institucionales de implicación de la ciudadanía en la esfera pública, distinguen entre las formas de presión y las formas de confrontación. Las primeras se basarían en la presión del pueblo, supuestamente homogéneo, frente a la admi- nistración. Generalmente éstas son formas más extensas e inclusivas de participa- ción, suelen utilizar metodologías de interacción por agregación y pretenden tener un carácter más decisivo y vinculante. Las segundas, más centradas en la delibera- ción, partirían de la base de una sociedad pluralista y entenderían la participación como una confrontación dialogada entre ciudadanos que tienen ideas o intereses contrapuestos; con la finalidad de encontrar puntos en común. En este caso, se busca la participación de todos los puntos de vista, seleccionando los actores que deben estar presentes y se pone el acento en el procedimiento, utilizando metodolo- gías de interacción basadas en el diálogo y no en la agregación. En este contexto, Fung (2003) distingue entre la deliberación “caliente” y la de- liberación “fría”. La primera se refiere a aquellos casos en los que los participantes tienen un interés fuerte en el tema sometido a deliberación; mientras que la segunda hace referencia a aquellos casos en los que los participantes no tienen un interés preestablecido, con lo que van a la deliberación con la mente más abierta y sin posiciones prefijadas, pero también con menos pasión. Para Fung (2003) es preferi- ble una deliberación caliente, pues resulta más atractiva para los participantes, estos van a dedicar más esfuerzos y van a producir soluciones más creativas; es más probable que perdure en el tiempo y los resultados tienen más posibilidades de ser legitimados e implementados. Bobbio y Pomatto (2007), por otro lado, relacionan la deliberación caliente con las formas de presión y la deliberación fría con las formas de confrontación. Bobbio (2010), además, argumenta que la posición inicial de los participantes en una deliberación condiciona tanto la temperatura de la deliberación como su efectividad. El autor identifica tres dimensiones que definen las posiciones

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Parès, M. & March, H Evaluando la participación institucional… iniciales de los participantes: el nivel de definición de sus posiciones, el nivel de conocimiento en el que éstas se fundamentan, y el nivel de libertad de los partici- pantes para cambiar su posición (tabla 1). Cuando las posiciones están bien defini- das y se fundamentan en un alto nivel de conocimiento, entonces la temperatura de la deliberación va a ser caliente, mientras que en el escenario opuesto tendremos las condiciones para una deliberación fría. Por último, algunos autores defienden que la deliberación puede funcionar bien en condiciones frías, de poca conflictividad (Held, 1995); pero fracasa en situaciones calientes. Sin embargo, Brugué y Parés (2012) a partir de un estudio de caso concluyen que una deliberación de calidad también es viable y funcional en contextos “calientes”, siempre y cuando se sigan unas determinadas pautas de gestión de la misma.

Tabla 1: Posiciones iniciales en la deliberación Nivel de definición de Nivel de definición de posiciones posiciones -ALTO- -BAJO- Nivel de conocimiento - Certeza en el juicio Juicio en suspensión ALTO- Nivel de conocimiento - Prejuicio Incertidumbre en el juicio BAJO- Fuente: elaboración propia a partir de Bobbio (2010)

Hasta donde nosotros conocemos existen pocos datos empíricos sobre los méritos y las circunstancias más apropiadas en las que pueden ser más viables y más funcio- nales las formas de deliberación caliente o las formas de deliberación fría. Brugué y Parés (2012) llenan parte de este vacío analizando el caso de la Mesa de la Montaña en Aragón, una experiencia de deliberación “caliente”. Entendemos que este debate es de gran relevancia en el momento actual. Cada vez es más frecuente que la participación se lleve a cabo en contextos "calientes" en los que los participantes tienen intereses fuertes y posiciones preestablecidas. Al mismo tiempo, sin embargo, cada vez hay más ciudadanía politizada y van multi- plicándose las reivindicaciones de nuevos espacios participativos amplios e inclusi- vos, dirigidos al conjunto de la sociedad y capaces de presionar a los gobiernos. Es decir, espacios de lógica agregativa y/o de deliberación “fría”. La combinación de actores, lógicas y momentos de distinta temperatura deliberativa es un fenómeno que, dadas las características de la nueva sociedad emergente (Subirats y Parés, 2014), puede ser cada vez más frecuente. En la presente investigación contribuire- mos a este debate aportando un análisis en profundidad de una experiencia que, como veremos, comparte al mismo tiempo elementos de deliberación “fría” y elementos de deliberación “caliente”.

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El método de evaluación: una propuesta de criterios y herramientas

En el apartado precedente hemos argumentado que la complejidad tanto de la sociedad actual como de sus problemas nos conducen a pensar que la calidad de la deliberación, el contexto y la forma cómo esta se produce deben convertirse en un elemento clave en cualquier proceso participativo y, en consecuencia, deben ser un eje central de su evaluación. Al mismo tiempo, sin embargo, hay otro elemento vinculado al contexto histórico que estamos atravesando que entendemos que debe guiar nuestro enfoque evaluativo. Se trata de la desconfianza de la ciudadanía en la clase política, que conduce a un creciente escepticismo hacia los procesos participa- tivos promovidos por las instituciones públicas. Frente a esta realidad entendemos que es necesario que la evaluación de los procesos participativos se focalice, tam- bién, en los resultados de los mismos. Es a través de unos resultados tangibles y eficaces que este tipo de iniciativas institucionales pueden ganar credibilidad. A partir de estas dos premisas presentamos a continuación una propuesta evalua- tiva que, basándose en la literatura sobre la materia, se adapta a las características del actual contexto de crisis económica, política y social. Como ya hemos comenta- do anteriormente el objetivo de esta contribución es proponer una metodología evaluativa y ponerla en práctica evaluando un proceso participativo concreto desa- rrollado en el actual contexto de crisis. La finalidad última de esta evaluación es identificar aquellos puntos más relevantes de la experiencia analizada que puedan ser exportados a otros procesos de carácter similar y, a su vez, dar pistas y herra- mientas para la mejora continua de tales procesos en el escenario actual. Partiendo de las propuestas metodológicas de evaluación de Jorba et al. (2007), Jorba y Anduiza (2009) y Parés y Castellà (2009), proponemos realizar la evalua- ción del presente estudio de caso utilizando una batería de criterios y preguntas de evaluación estructurados en base a cinco grandes ámbitos: la coordinación del proceso, la tipología de participantes, la temática sobre la que se participación, el método utilizado y las consecuencias de la participación. Se trata, por lo tanto, de un enfoque integral que pretende analizar tanto los factores procedimentales como los efectos de la participación. Para cada ámbito se han seleccionado distintos criterios que se ajustan tanto a las características del caso que queremos evaluar cómo a los objetivos de la evaluación y a las características del momento actual. Se ha procurado que los criterios sean simples, específicos y se han consensuado con la Direcció General de Participació Ciutadana, que era quien promovía el proceso. Veamos con un poco más de detalle los criterios seleccionados para la evaluación del estudio de caso. En relación a la coordinación del proceso entendemos que en un momento en el que la ciudadanía pone en duda tanto la legitimidad como la funcionalidad de los poderes públicos, es necesario que las iniciativas de participación institucional se desarrollen bajo un amplio consenso sobre la necesidad y el método llevado a cabo y, tal y como apuntan Haus et al. (2005), se desarrollen bajo un liderazgo político claro y comprometido con los resultados. En este sentido, la claridad de los objeti- vos que defienden Parés y Castellà (2009) nos parece crucial. Al mismo tiempo,

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Parès, M. & March, H Evaluando la participación institucional… aunque el contexto de crisis económica invite a recortar los recursos dedicados a la participación, es importante tener en cuenta que tanto si queremos apostar por procesos participativos amplios como si perseguimos una deliberación de calidad, determinados recursos serán del todo necesarios. El debate sobre quiénes participan es otro elemento importante a tener en cuenta en cualquier evaluación. Anduiza y de Maya (2005) nos ofrecen diversos indicado- res cuantitativos al respeto, tanto relativos a la extensión como a la diversidad de participantes. La complejidad de los problemas actuales recomendaría poner más atención en la diversidad que en la extensión. Sin embargo, las crecientes demandas ciudadanas pidiendo espacios más amplios de participación y de decisión aconsejan, al mismo tiempo, combinar los mecanismos focalizados en la diversidad con los enfoques centrados en la extensión. Paralelamente, vivimos una importante crisis de representatividad y de intermediación en todos los niveles (Subirats, 2011), lo que nos obliga también a pensar en criterios e indicadores que nos permitan evaluar en qué medida los discursos de las personas representantes vehiculan los discursos del colectivo al cual representan. En un contexto de racionalización administrativa es necesario priorizar aquellas iniciativas de participación institucional que aborden temas relevantes y respondan a demandas reales de la ciudadanía. Ambos criterios ya se proponían en la propues- ta de Jorba et al. (2007) y entendemos que es del todo pertinente incorporarlos en las evaluaciones de procesos institucionales de participación en el actual contexto de crisis. Como ya apuntamos, evaluar la forma cómo se participa (y concretamente la forma cómo se delibera) es un elemento muy significativo para hacer frente a pro- blemas complejos de forma participada. En este sentido, tanto la difusión (Font y Blanco, 2006) como la calidad de la información y de la deliberación (Brugué, 2009; Gutmann y Thompson, 2004) son dos criterios que necesariamente debemos incor- porar en las evaluaciones (Fishkin, 2009). Al mismo tiempo, sin embargo, debemos de tener en cuenta que la ciudadanía cada vez más reclama espacios de participa- ción vinculados a la toma de decisiones. Por último, la creciente desconfianza de la ciudadanía hacia la clase política y las instituciones públicas nos obligan a pensar la evaluación de la participación no sólo desde una lógica procedimental sino, sobre todo, desde una lógica funcional (Blanco y Ballester, 2011). La participación debe servir para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos y, en un contexto donde los problemas materiales son cada vez más importantes, eso se traduce en procesos participativos que tengan inciden- cia en la toma de decisiones públicas y que produzcan unos resultados tangibles y aplicables (Fung, 2006). Aun así, si queremos que la participación produzca un verdadero cambio cultural (Brugué, 2004; Subirats, 2003), entonces no podemos dejar de evaluar también algunos impactos intangibles como puede ser el aprendiza- je de los participantes o la mejora de sus relaciones. Para poder operativizar todos estos criterios, se han transformado en una serie de preguntas de evaluación, que se ha intentado que fueran observables, accesibles y simples. Estas preguntas se han asociado a indicadores de evaluación, algunos de

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Parès, M. & March, H Evaluando la participación institucional… ellos cuantitativos y otros cualitativos. A continuación se detallan para cada aspecto tratado los criterios, preguntas e indicadores de evaluación y herramientas de reco- gida de datos (tabla 2).

Tabla 2: Criterios, preguntas e indicadores, y herramientas Criterio Preguntas e indicadores de evaluación Herramientas

Proceso Acuerdo Grado de aceptación del proceso EP, CE Compromiso Compromiso política claro con los resultados del OC, AM, EP político proceso Liderazgo y coordinación del proceso. Grado de Coliderazgo OC pluralidad Claridad de los Percepción subjetiva de la claridad de los objeti- CE objetivos vos y reglas del juego Recursos Recursos empleados en el proceso EP

Quién participa Porcentaje de participantes menores de 35 años RP, OC, CE Porcentaje de mujeres RP, OC, CE Diversidad de Presencia de los distintos intereses en relación a participantes RP, OC, CE, S la temática tratada Participación del colectivo migrante RP, OC Porcentaje de personas/organizaciones participan- Extensión RP, OC, CE, S tes sobre la población de referencia Grado en que los discursos de las personas Representación representantes vehiculan los discursos del colec- OC, EP tivo al cual representan

Sobre qué se participa Valoración subjetiva de la población y los agen- Relevancia CE, EP tes

Criterio Preguntas e indicadores de evaluación Herramientas Grado en que la temática recoge las demandas Procedencia EP procedentes de la ciudadanía

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Cómo se participa Grado de participa- Información y/o deliberación y/o decisión OC ción

Grado en el que la información ha llegado a los Difusión CE, EP participantes potenciales

Calidad de la Valoración subjetiva de la pluralidad y claridad OC, CE, AM, información de la información recibida EP Posibilidad de los participantes de poder expresar sus ideas en los debates Posibilidad de poder generar nuevas ideas a partir Calidad de la del intercambio de puntos de vista y de la delibe- OC, CE, EP deliberación ración Percepción de los participantes del grado de profundidad del debate

Resultados Existencia de un documento con los resultados más relevantes del proceso. Grado de influencia AM Incidencia de los participantes en este documento Valoración subjetiva de los resultados CE Supervisión pública Devolución, órganos de seguimiento AM de los resultados

Aprendizaje de los Sesiones de capacitación OC agentes Percepción de aprendizaje CE Mejora de las Mejora de la capacidad de interlocución de las CE, EP relaciones organizaciones Fuente: elaboración propia S (sociograma), OC (observación cualitativa), EP (entrevis- tas a participantes clave), AM (análisis de materiales producidos y distribuidos), CE (cues- tionarios de evaluación), RP (registro de participantes).

Para responder a cada pregunta y completar los indicadores derivados de ella se han propuesto diversas herramientas metodológicas tanto cuantitativas como cualitati- vas que se complementan las unas con las otras a partir de una triangulación meto- dológica que pretende implicar a los participantes del proceso en la evaluación del mismo. Así, se analizaron todos los materiales producidos durante el proceso, se

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Parès, M. & March, H Evaluando la participación institucional… distribuyó un cuestionario de evaluación entre todos los participantes4, se analizó el registro de participantes, se llevaron a cabo siete entrevistas semi-estructuradas en profundidad a participantes de diversa índole (políticos, técnicos y representantes de distintas organizaciones sociales), se practicaron dos observaciones cualitativas directas durante las sesiones de deliberación y se elaboró de un sociograma de actores y relaciones. En la figura 1 se muestra la temporalización en los usos de las distintas herramientas metodológicas.

Figura 1: Temporalización del uso de las distintitas herramientas metodológicas Herramienta metodológi- Recién termi- Después de la ca (entre paréntesis código Antes del Durante el nado el difusión de los de la herramienta) proceso proceso proceso resultados Sociograma (S) Observación cualitativa (OC) Entrevistas a participan- tes clave (EP) Análisis de materiales producidos y distribuidos (AM) Cuestionarios de evalua- ción (CE)

Registro de participantes (RP) Fuente: elaboración propia

La Muntanya de Sant Miquel: un ejemplo paradigmático de la participación en la gestión forestal

El caso de estudio sobre el cual aplicaremos nuestra propuesta metodológica es el proceso participativo sobre el futuro de la Muntanya de Sant Miquel. Este proceso se llevó a cabo durante el mes de mayo de 2010 en el término municipal de Setcases, en la comarca del Ripollès (provincia de Girona). El proceso fue promovido por la Direcció General de Participació Ciutadana de la Generalitat de Catalunya.

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4 De los 39 participantes del proceso 20 respondieron a la encuesta (51,3%)

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Entendemos que el caso es de utilidad por diversos motivos. En primer lugar, se trata de un proceso participativo institucional desarrollado en pleno contexto de crisis económica, política y social. Además, es una de las pocas experiencias de participación llevadas a cabo desde la administración autonómica y, al mismo tiempo, tiene un marcado carácter de gobernanza multinivel, pues combina distintas escalas tanto geográficas como administrativas. El proceso es pionero en su ámbito en Cataluña, ya que la normativa actual de ordenación y gestión forestal no prevé la participación ciudadana más allá de los canales habituales de información pública y consulta 5. Y, por último, como ya hemos comentado anteriormente, el caso de estudio incluyó participantes que se comportaron en base a una lógica de “delibera- ción caliente”, con unas posiciones a priori fuertes, y otros que lo hicieron en una dinámica de “deliberación fría”, que acudían al proceso participativo sin unas posiciones prefijadas sobre la solución del mismo. Antes de pasar a la descripción del proceso y a su evaluación creemos oportuno contextualizar el caso de estudio y la problemática que inició el proceso.

3.1. Breve trayectoria histórica

En Cataluña el 72% de los bosques son de titularidad privada. En este contexto, la Muntanya de Sant Miquel es una de las pocas excepciones del territorio catalán en las que encontramos una extensa superficie forestal de propiedad pública. Se trata de un espacio de casi 4.000 ha -significando alrededor del 80% del término munici- pal de Setcases- y es propiedad de la Generalitat de Catalunya, por bien que el Ayuntamiento de Setcases tiene una servidumbre de aprovechamiento forestal y forma parte Plan de Espacios de Interés Natural (PEIN) “Capçaleres del Ter y del Freser” y de la Red Natura 2000. Aparte de la Generalitat y del Ayuntamiento, tienen competencias sobre el espacio el Consorci d'espais d'interès natural del Ripollès (CEINR) y el Consell Comarcal del Ripollès. Históricamente este bosque ha sido una fuente importante de madera y otros re- cursos para el municipio y el Valle de Camprodon. Como se muestra en la tabla 3, el bosque ha sido de titularidad del Monasterio de Ripoll, del Estado y de la Gene- ralitat de Catalunya. Desde mediados del siglo XX el municipio de Setcases tiene establecida una servidumbre de extracción de madera y de pastos.

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5 El Plan General de Política Forestal 2007-2016 de la misma Generalitat de Catalunya ya se había hecho de manera participativa pero a una escala superior y no para un bosque concreto.

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Tabla 3: Regímenes e titularidad de la Muntanya de Sant Miquel Periodo Titularidad Época Medieval hasta Monasterio de Ripoll 1886 (Desamortización de Mendizábal) 1886-1994 Estatal (sin embargo sentencia Audiencia de Barcelona en 1914 dando servidumbres de explotación del bosque al Ayuntamiento de Setcases; en 1952 se materializa el acuerdo fijando 70m3 de madera anuales como servidumbres) 1994-actualidad Generalitat de Catalunya Fuente: elaboración propia a partir de Direcció General de Participació Ciutadana (2010)

Primero la administración estatal y más tarde la Generalitat han gestionado el bosque con criterios técnicos con el objetivo de compatibilizar la preservación del espacio con los distinto usos del bosque (ganadería, aprovechamiento forestal, ocio, etc.). En la tabla 4 se muestran los distinto proyectos de ordenación forestal que han regido la gestión del bosque.

Tabla 4: Proyectos de ordenación forestal 1959 Primer proyecto: estructuración del bosque y explotación máxima de 1101 m3 anuales 1974 1ª Revisión: reducción explotación máxima madera a 987 m3, se incluyen actividades de ocio compatibles con las del sector primario, y se establecen áreas de carácter protector donde no se planifican talas 2004 2ª Revisión: criterios de gestión forestal sostenible (se ve reconocida con (vigencia los certificados PEFC en 2007 y FSC en 2009), protección y gestión de la hasta 2015) fauna y de sus hábitats Fuente: elaboración propia a partir de Direcció General de Participació Ciutadana (2010)

3.2. El conflicto y la apertura del proceso participativo

Si bien la gestión forestal vigente intenta compatibilizar los distintos usos del bos- que esto no ha sido siempre posible. Una tala de árboles en la zona de la Baga de Carboners, en la Muntanya de Sant Miquel¸en el marco de unos trabajos de gestión forestal supuso el detonante de un conflicto entre los distintos actores del territorio. A raíz de este conflicto el por entonces Departamento de Medio Ambiente y Vi- vienda y la Dirección General de Participación Ciudadana, los dos de la Generalitat

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Parès, M. & March, H Evaluando la participación institucional… de Catalunya, decidieron abrir un proceso participativo con los siguientes objetivos (Direcció General de Participació Ciutadana, 2010:2): • dar a conocer los instrumentos de planificación y gestión forestal vigentes; • someter estos instrumentos a la deliberación de la sociedad civil; • analizar posibles mejoras en la gestión forestal; • e incorporar a la ciudadanía en la planificación y gestión forestal.

Según la Generalitat, con esta iniciativa se pretendía “seguir implicando a la ciuda- danía en las políticas ambientales con el fin de enriquecerlas y de encontrar los principales consensos y disensos” (Direcció General de Participació Ciutadana, 2010:2). Para llevar a cabo el proceso participativo sobre la Muntanya de Sant Miquel se identificaron y convocaron a los agentes más relevantes relacionados con el bosque6. El proceso en cuestión se estructuró en dos jornadas, el 15 y el 29 de mayo de 2010. Previamente se habían identificado mediante un mapa de actores y convocado a los agentes relevantes. En la primera jornada tuvo lugar un taller a cargo de dos exper- tos y una salida de campo a la Baga de Carboners, el punto dónde se originó el conflicto. Esta primera jornada tuvo como objetivo dar a conocer los valores del bosque, y así dar unos conocimientos previos a la segunda jornada, que fue de debate y deliberación, con una lógica de trabajo deductiva, pasando del trabajo individual, al debate en grupo y finalmente al debate plenario. Más allá de estas dos jornadas, que constituyen el núcleo del proceso participativo se tiene que mencionar el espacio de debate y participación juvenil que se abrió en el Instituto Germana Vila Riera de Camprodon, con la participación de unos 36 jóvenes de 15-16 años. Una jornada informativa dio lugar a un debate 2.0 en las redes sociales y un poste- rior debate presencial que finalizó con la redacción de un manifiesto.

Los resultados de la evaluación

A continuación se presentan los resultados más relevantes para cada aspecto anali- zado. Estos son analizados no sólo en clave del proceso concreto sino también en función de su mayor o menor importancia en el contexto actual y su utilidad para otros procesos participativos de distinta índole.

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6 Los agentes (locales) convocados incluían entidades ecologistas y conservacionistas, el sector agroforestal, el sector turístico y la administración local. Sin embargo el proceso estaba abierto a todos los ciudadanos que desearan participar en el él. Ver tabla 6 para conocer el número exacto de participantes de cada grupo de agentes.

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4.1. Coordinación del proceso

En referencia al grado de acuerdo sobre la necesidad de realizar el proceso partici- pativo, se puede decir que en términos generales fue ampliamente aceptado por los agentes que participaron en él. Más de un 75% de los encuestados tacharon el proceso de “muy importante”, mientras que el resto lo calificó como “importante”. De las entrevistas sin embargo se desprende una visión más crítica: algunos agentes clave cuestionaron la necesidad de realizar tal proceso si ya existía una resolución del Parlamento Catalán instando a la Generalitat a proteger este espacio. Sin embar- go, estos mismos miembros se congratulan que este proceso haya llevado a desente- rrar el proyecto de Parque Natural y a tomar consciencia de la problemática. El coliderazgo del proceso por dos departamentos distintos (Dirección General de Participación Ciudadana y Departamento de Medio Ambiente y Vivienda), junto al hecho que el anfitrión del proceso (el ayuntamiento de Setcases) no actuaba como líder, llevó a algunos agentes a no percibir de manera clara el liderazgo del proceso. Sin embargo se destaca el importante compromiso político de los distintos agentes propulsores del proceso, especialmente de la Dirección General de Participación Ciudadana y del Departamento de Medio Ambiente y Vivienda. Esto se plasmó con la presencia de diferentes cargos políticos durante el proceso y con el compromiso de estos de recoger los resultados del proceso participativo. La claridad de los objetivos es uno de los puntos más débiles detectados del proceso. Alrededor de un 40% de los encuestados afirmaban que los objetivos del proceso habían sido poco o nada claros. Esta opinión era compartida por la mayor parte de los entrevistados. Frente a estos resultados, argumentamos que uno de los principales puntos débiles que ha podido tener el proceso es el desajuste de escala entre el diseño inicial del proceso y los resultados finales; esto ha podido difuminar e introducir confusión en los objetivos. El proceso fue iniciado como respuesta a un conflicto alrededor de unos usos muy específicos (tala de árboles) en un lugar muy concreto (Baga de Carboners). Posteriormente, sin embargo, a lo largo del proceso participativo esta escala inicial se trascendió llegándose a debatir sobre la creación de un Parque Natural que incluiría distintos municipios. Los recursos destinados al proceso fueron óptimos de acuerdo con las entrevis- tas y las encuestas. Sin embargo, algunos participantes enfatizaron que dada la complejidad de la temática tratada se habría necesitado una tercera jornada para tener más tiempo para la reflexión. El problema señalado anteriormente sobre el desajuste de escala, también tuvo un impacto en la inadecuada dimensión temporal del proceso. La evaluación nos muestra, a través de los participantes, que el proceso analiza- do cumplió con algunos de los parámetros de coordinación esenciales para evitar que este tipo de mecanismos institucionales reviertan en un incremento de la des- confianza de la ciudadanía hacia la clase política y las instituciones públicas: un elevado grado de acuerdo sobre la necesidad de llevar a cabo el proceso y un claro compromiso político con los resultados. Al mismo tiempo, sin embargo, la evalua- ción también pone de relieve algunas debilidades del proceso altamente contrapro-

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Parès, M. & March, H Evaluando la participación institucional… ducentes en un contexto como el actual. La falta de claridad en los objetivos puede conducir a los participantes a pensar que “están perdiendo el tiempo” o que “aquello que están haciendo no servirá para nada”, lo que puede incrementar su desconfianza hacia las instituciones. Al mismo tiempo, tanto la falta de claridad en los objetivos como la escasez de los recursos destinados al proceso pueden poner en duda su funcionalidad y la calidad del debate. Para abordar la deliberación de problemas complejos la disponibilidad de tiempo es un recurso importante que no podemos menoscabar.

4.2. ¿Quién participa?

Participaron 21 personas en la primera jornada del proceso participativo (salida de campo) y 32 en la segunda (debate). En total el proceso participativo atrajo a 39 participantes distintos, 14 de los cuales asistieron a las dos jornadas. Otra vez nos remitimos a la problemática de la escala. Así, si sólo evaluamos la representación de los agentes a la escala inicialmente planteada por el proceso (la Baga de Carbo- ners y la Muntanya de Sant Miquel) podemos afirmar que la convocatoria de agen- tes fue muy exhaustiva y completa, y sólo se destaca la baja presencia de propieta- rios forestales y empresas explotadoras de la madera, representantes del sector turístico y del sector ganadero, y más ciudadanos del municipio (paradójicamente, mientras la celebración del proceso en fin de semana facilitó la presencia de muchos participantes, tuvo un impacto negativo en la presencia de ciudadanos del municipio anfitrión debido a que buena parte de la población se dedica a la restauración y a actividades turísticas). Sin embargo, dada la dimensión final del proceso, la temáti- ca sobrepasó la escala municipal y del Valle de Camprodon. En este sentido, si nos basamos en esta escala final, en el proceso faltaron algunos agentes clave, como los alcaldes de los municipios afectados por un futuro Parque Natural, así como los representantes de la administración comarcal. La diversidad de los participantes también es un aspecto importante para eva- luar la calidad de un proceso participativo. En este sentido la presencia de grupos susceptible de ser excluidos de estos procesos (inmigrantes, mujeres y población joven) es uno de los indicadores básicos para evaluar tal diversidad. En la tabla 5 se compara la participación de tales grupos en relación a su peso en el municipio y en la comarca del Ripollès. En lo que respeta a la población joven y las mujeres el proceso tuvo una representación equilibrada (recordemos que el proceso participati- vo también tuvo lugar en el instituto de secundaria). Sin embargo, la representación del colectivo inmigrante fue nula.

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Tabla 5: Indicadores socio-demográficos Ripollès, Setcases y proceso participativo Setcases Ripollès Proceso Proceso Proceso partici- participativo participativo pativo IES (1ª jornada) (2ª jornada) Camprodon Población inmigrada 9,83% 8,80% 0% - (2009)

Población Todos (entre 15 <35 años 26,59% 34,88% Aprox. 25% Aprox. 25% y 17 años) (2009) Población femenina 44,50% 49,80% 38% 40% 48,4% (2009) Fuente: elaboración propia a partir de datos de IDESCAT y trabajo de campo

A su vez es interesante analizar la presencia de distintos intereses en relación a la temática tratada. Como se puede observar en la tabla 6 la mayor parte de los parti- cipantes participaron en el proceso representando organizaciones o entidades, mientras que alrededor de una tercera parte vino a título individual.

Tabla 6: Tipología de participantes Jornada 15 mayo Jornada 29 mayo 2010 2010 Sector agroforestal 5% 6% Entidad ecologista/conservacionista 18% 19% Sector turístico 5% 6% Administración local 32% 28% A título individual 35% 32% Otros 5% 9% Fuente: elaboración propia

En último lugar, es interesante analizar en qué medida los discursos de los partici- pantes que representaban entidades u organizaciones vehiculan los discursos de tales entidades. Mediante la observación directa durante el proceso y las entrevistas a posteriori se constató que los participantes reproducen y articulan en gran medida los discursos oficiales y directrices de sus organizaciones. En este sentido, las organizaciones reconocen que se mantuvieron procesos de debate interno previo al

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Parès, M. & March, H Evaluando la participación institucional… proceso así como un seguimiento a posteriori para hacer llegar la información a todos los miembros de la entidad, lo que también denota un planteamiento de deli- beración caliente en el que los actores refuerzan sus posiciones. Sin embargo se detectó que algunos participantes formaban parte de más de un colectivo y final- mente su postura reflejaba estrictamente su opinión personal. Como ya apuntamos, el proceso analizado combina elementos de deliberación caliente con elementos de deliberación fría. Desde el punto de vista de la delibera- ción caliente la evaluación nos muestra, con algunos matices en función de la escala de análisis, que los principales actores con intereses en el tema sometido a debate estuvieron presentes en el proceso. Si analizamos el proceso desde el punto de vista de la deliberación fría vemos como, efectivamente, esta también estuvo presente. Sin embargo, podríamos discutir si es o no suficiente que una tercera parte de los participantes acudan al proceso participativo a título individual (frente a las dos terceras partes que tenían unas posiciones claras y preestablecidas) y si el conjunto de participantes (39 en total) es suficientemente exhaustivo o no.

4.3. ¿Sobre qué se participa?

La práctica totalidad de los encuestados afirma que la temática tratada era muy relevante dado que se trata de uno de los pocos bosques públicos gestionados por la Generalitat de Catalunya. Las entrevistas coinciden en señalar la relevancia de la temática y capturan el deseo que estos procesos se extiendan a otros ámbitos. Es clave, sin embargo, reflexionar otra vez sobre el cambio de escala del proceso participativo. De la pregunta inicial “qué gestión forestal se quiere” para la Muntan- ya de Sant Miquel, se pasó a preguntar “qué figura de protección se quiere” para un ámbito que superaba con creces el inicial. Los entrevistados también están de acuerdo con el hecho que la temática objeto de participación recogía las demandas procedentes de la ciudadanía. Esta opinión era especialmente compartida por las entidades ecologistas y aquellas dedicadas a la promoción del territorio. Estas entidades reconocen que desde un inicio deseaban que el proceso se convirtiera en una herramienta para reactivar las demandas sobre la creación de una Parque Natural. En consecuencia, acudían al debate con una posición prefijada bastante rígida, hecho muy característico de una deliberación caliente. Según ellos la problemática que originó el proceso (la tala de árboles en la Baga de Carboners) no se podía desvincular de la demanda de cambiar el nivel de protección. Uno de los puntos débiles señalados por algunos de los entrevistados fue la su- perficialidad del debate entre expertos. Algunos participantes subrayaron el déficit de información sobre las implicaciones de implementar la figura de Parque Natural o Parque Nacional. De nuevo, esta problemática está estrechamente ligada al tema de la escala del proceso previamente planteado. En este sentido estos participantes argumentan que si el objetivo era debatir de forma abierta sobre los distintos mode- los y figuras de protección (gestión forestal, Parque Natural o Parque Nacional) se

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Parès, M. & March, H Evaluando la participación institucional… podría haber planteado desde un buen inicio. De esta manera los objetivos habrían sido más transparentes y claros desde un principio y no hubiera existido la percep- ción de ligera “desinformación” y confusión. Independientemente de la escala adoptada, algunos participantes también destacaban la poca pluralidad de los exper- tos que participaron en el proceso. En el contexto actual en el que parece que las iniciativas institucionales deben pasar por un proceso de racionalización resulta crucial que los temas sometidos a participación sean relevantes. La evaluación llevada a cabo muestra cómo, efecti- vamente, el proceso analizado trata sobre un tema que lo es, o por lo menos así lo entienden los que participaron en el proceso. Sin embargo, la evaluación también pone de relieve que no es suficiente que el tema sea relevante sino también que el enfoque adoptado y la información aportada sean adecuados. De lo contrario el proceso puede pecar de poca claridad, de poca diversidad y de una deliberación deficiente; tres aspectos que son de gran importancia para hacer frente a la crisis de la política.

4.4. ¿Cómo se participa?

Uno de los puntos clave de la evaluación es analizar el grado de participación e implicación que fomentó el proceso. De la observación cualitativa podemos afirmar que en este caso el proceso mostró su intención clara de ir más allá de la mera información (básicamente en la primera jornada) para llegar a la deliberación colec- tiva e incluso caminar hacia una proceso de toma de decisiones colectivo (se hizo patente durante la segunda jornada). Las encuestas confirman esta interpretación y evocan también un alto grado de satisfacción con el nivel de participación e impli- cación de los participantes. En lo que concierne a la calidad de la deliberación, se destaca que si a priori todos los participantes tenían las mismas oportunidades de expresar sus ideas en el debate, en la práctica la asimetría en el grado de conocimientos sobre el tema llevó a algunos participantes a modular y controlar el debate. A su vez también destaca- mos la dicotomía entre los intereses particulares y los intereses colectivos, llegando a una polarización en algunos momentos del debate entre partidarios de la gestión forestal y entidades ecologistas, quedando el resto de los participantes en un espacio intermedio. Aunque algunos entrevistados percibían que el proceso no tuvo éxito en crear la posibilidad de generar nuevas ideas a partir del intercambio de puntos de vista y de la deliberación (porque las posiciones iniciales de algunos actores estaban muy enrocadas) la realidad es que la solución finalmente adoptada (el compromiso de estudiar más profundamente la creación del Parque Natural) fue ampliamente aceptada por todos los actores. La difusión que tuvo el proceso fue bien valorada por los encuestados (30% muy satisfechos; 65% bastante satisfechos). Todo el proceso fue acompañado de un plan de comunicación que incluía distintos canales de divulgación (página Web, documentación divulgativa, notas de prensa, etc.). Por partes casi iguales los parti-

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Parès, M. & March, H Evaluando la participación institucional… cipantes conocieron la existencia del proceso a través de sus entidades (27,3%), a través del ayuntamiento (27,3%), del boca-oreja (27,3%) y a través de Internet (18,1%). Algunos participantes manifestaron que la convocatoria fue “demasiado digital” y que muchos vecinos del Valle de Camprodon sin acceso a Internet no recibieron la convocatoria. Vemos que el impacto de la comunicación a través de la prensa resultó nulo, lo que hace replantear la utilidad de este canal para futuros procesos. Otra vez tenemos que remitirnos al problema de escala. Si atendemos al objetivo inicialmente planteado, la difusión de la convocatoria fue adecuada; no es así, sin embargo, si nos fijamos en la magnitud final del proceso, tratando una temática estratégica para todo el valle y la comarca. La evaluación sobre el “cómo” se participa puso de relieve la importancia de la deliberación en los procesos participativos y, al mismo tiempo, mostró las dificulta- des de encaje entre dos lógicas deliberativas (fría y caliente) que cada vez más se van a ver forzadas a convivir entre sí. Una deliberación de calidad debe evitar reproducir las desigualdades de recursos entre los participantes, un reto que resulta enormemente difícil cuando se combinan lógicas de deliberación fría con lógicas de deliberación caliente.

4.5. Las consecuencias de la participación

La primera constatación que se puede hacer de los resultados del proceso, y que recae en el problema de escala, es que mientras los objetivos y el planteamiento inicial del procesos fueron parciales (gestión forestal en un espacio específico y reducido) la solución ha sido global (propuesta de figura de Parque Natural). En este sentido la discusión no se centró en si la gestión forestal se hacía bien o no, sino en discutir si en el territorio existían unos valores que requerían una figura de protección superior a la existente. Un entrevistado argumentaba que primero se tiene que consensuar qué nivel de protección se quiere y después ya vendrá el modelo de gestión; en cambio el proceso siguió la ruta inversa. De todos modos la mayor parte de los encuestados (73%) afirma que se lograron los objetivos en un buen grado. De manera más general, las encuestas revelan que los participantes, en gran medida, quedaron satisfechos con los resultados del proceso. En lo referente a la incidencia del proceso se remarca la elaboración y distribu- ción de un documento de resultados. La mayor parte de los participantes se identifi- can con los resultados finales. Sin embargo el proceso recibió ciertas críticas por la poca concreción de las conclusiones. De manera muy remarcable destacamos el hecho que la gran totalidad de los encuestados mostraron un interés alto para parti- cipar en otros procesos participativos. Por lo que respeta a la supervisión pública de los resultados una gran parte de ellos afirmó que el proceso participativo sería útil para influenciar en las decisiones que se tomarían a posteriori. Sin embargo, para muchos de los entrevistados el resultado final del proceso no dará respuesta al objetivo inicialmente planteado

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Parès, M. & March, H Evaluando la participación institucional… hasta que no se declare la zona Parque Natural y el área dónde se inició el conflicto sea declarada Reserva Integral. De las entrevistas y de las encuestas se infiere que el aprendizaje derivado del proceso aparece como otro de los puntos débiles. En lo que se refiere a la mejora de las relaciones, podemos decir que muchos entrevistados coinciden en destacar que el proceso ayudó por un lado a mejorar la capacidad de interlocución entre las distintas entidades, y por el otro entre ellas y la administración pública. Muchas de estas organizaciones ya trabajaban en red antes del proceso. Esto se plasmó, por ejemplo, en la redacción de un manifiesto conjunto por parte de las organizaciones ecologistas, hecho que, de nuevo, responde a un modelo de deliberación caliente en el que los actores acuden a la deliberación con posiciones rígidas y prefijadas. Vemos como, pese a la desconfianza de la ciudadanía con la clase política y las instituciones públicas, los ciudadanos están dispuestos a participar en las iniciativas de participación institucional. Además, si ésta se realiza bajo unos determinados parámetros de calidad (como es el caso) entonces muestran su disponibilidad a volver a participar. Resulta fundamental, sin embargo, que los procesos de partici- pación institucional no sólo culminen en unos resultados tangibles, cosa que ocurrió en el caso analizado, sino que estos sean además concretos, aplicables y aplicados.

Conclusiones finales

Mediante el caso de estudio sobre el futuro de la Muntanya de Sant Miquel hemos querido presentar un ejemplo práctico sobre cómo se puede evaluar un proceso participativo en el actual contexto de crisis económica, política y social. La evalua- ción se ha llevado a cabo utilizando una metodología integral, analizando tanto el proceso como sus resultados, implicando a los participantes en la evaluación y poniendo el acento en la calidad de la deliberación y los efectos de la participación; dos elementos de gran importancia en el contexto actual. Entendemos que esta evaluación puede ser de utilidad como modelo a replicar en otras experiencias y, al mismo tiempo, nos ofrece algunas indicaciones sobre elementos a tener en cuenta en futuros procesos participativos. Además, la evalua- ción también nos ha sido de utilidad para analizar las consecuencias de un elemento que, a nuestro juicio, puede ser de gran relevancia para entender el funcionamiento (y también el éxito o el fracaso) de las distintas experiencias participativas en el contexto actual: nos referimos a la temperatura de la deliberación. Como hemos visto, entender las distintas circunstancias en las que se desarrollan los procesos participativos puede ser de utilidad para mejorar su propio diseño. En este apartado final del artículo abordamos dos grandes cuestiones. En primer lugar sistematizamos las fortalezas y las debilidades del estudio de caso evaluado y proponemos algunas mejoras. Por último, retomamos el debate sobre la temperatura de la deliberación y analizamos el estudio de caso desde esta perspectiva, aportando algunas reflexiones que pueden ser de interés tanto a nivel analítico como a nivel aplicado.

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5.1. Fortalezas, debilidades y recomendaciones de mejora

La evaluación de los procesos participativos, si sirve para aportar mejoras a la participación, puede contribuir también a hacer de estos procesos verdaderas herra- mientas que acerquen a la ciudadanía a los asuntos que más la conciernen. En la tabla 7 se presentan de manera esquemática las fortalezas y debilidades más rele- vantes del proceso analizado, así como las recomendaciones generales para la mejora de futuros procesos participativos.

Tabla 7: Recomendaciones de mejora Dimensión Fortalezas Debilidades Recomendaciones de del proceso mejora

Gran aceptación del Liderazgo poco claro Tener en cuenta las proceso del proceso cuestiones de escala: la Coordinación Elevado compromiso Falta de claridad escala del proceso tiene del proceso político entorno a los objetivos que concordar con los Recursos adecuados del proceso objetivos

Incentivar la participación Buena representación Baja participación de de la población local y del de los agentes de la población local colectivo inmigrante acuerdo con la escala Quién Presencia nula del (teniendo en cuenta las inicial del proceso participa colectivo inmigrante especificidades de cada Buena representación Baja presencia de grupo) de colectivos jóvenes alcaldes de la zona Involucrar a la administra- y mujeres ción local en el proceso

Temática muy Déficits de ciertas Fijar y definir claramente relevante informaciones la escala del proceso antes Temática El proceso responde de su inicio sobre la que se a una demanda de la Pluralidad en la participa- participa ciudadanía ción de expertos

Dimensión Fortalezas Debilidades Recomendaciones de del proceso mejora

Grado de participa- Momentos del debate Definir y transmitir ción e implicación de monopolizados por claramente las preguntas y Cómo se los participantes ciertos agentes los objetivos del debate participa Adecuada difusión de Poca pluralidad en los desde el comienzo del acuerdo con la escala materiales informati- proceso inicial planteada vos distribuidos Hacer coparticipes a los

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Dimensión Fortalezas Debilidades Recomendaciones de del proceso mejora

Existencia de una durante el proceso participantes en la produc- evaluación externa Falta de tiempo para ción de materiales del proceso participa- un debate más profun- Dimensionar temporal- tivo do mente el proceso confor- me a los objetivos de este

El proceso ha dado a Falta de unas conclu- Un proceso participativo conocer el interés de siones específicas al debe tener una continui- los procesos partici- final del proceso dad: tiene que ser un Resultados pativos entre los Falta de órganos de “punto y seguido” y no un participantes seguimiento de los “punto y final” resultados

Proceso pionero en el El proceso surge de un Llevar a cabo los procesos ámbito forestal a conflicto participativos en tiempos escala local Existe un problema de de baja conflictividad para Proceso pionero en el escala geográfica: la evitar la crispación en el GENERAL involucramiento de escala final supera a la debate jóvenes y de nuevas escala inicial plantea- Definir claramente los tecnologías de la da límites geográficos del información proceso desde un inicio Fuente: elaboración propia

De manera general se destaca el hecho que el proceso es pionero en el ámbito forestal a escala local, así como también es pionero en involucrar a los jóvenes (mediante el proceso paralelo en el Instituto, que no es objetivo de este artículo) y usar de manera innovadora las tecnologías de la información. Como contrapartida se destaca que el proceso fue abierto a raíz de un conflicto. A su vez esto llevó a una indefinición de los objetivos. El proceso se puso en marcha como respuesta a un conflicto específico en un lugar muy concreto (Baga de Carboners) pero ya incluía la discusión sobre el futuro de un ámbito más grande (Muntanya de Sant Miquel). Sin embargo la escala geográfica aumentó y durante el proceso se debatió sobre la posibilidad/necesidad de crear un Parque Natural o Parque Nacional que incluiría diversos municipios de la zona.

5.2. Retomando el debate sobre la temperatura de la deliberación

El proceso participativo evaluado se origina a partir de un conflicto, y por tanto parte de un escenario de deliberación “caliente”. Sin embargo, en general el proceso se desarrolló en un clima de baja conflictividad y, de hecho, no se identificaron

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Parès, M. & March, H Evaluando la participación institucional… posiciones radicalmente opuestas entre la mayoría de los participantes. Aún así, hubo dos actores (los partidarios de la gestión forestal por un lado y las entidades ecologistas por el otro) que mantuvieron unas posiciones más enrocadas y contribu- yeron a aumentar la temperatura de la deliberación en algunos instantes. Además estos dos actores poseían un mayor grado de conocimiento experto y en algunos momentos dificultaban que el resto de participantes opinara en condiciones de igualdad. Aunque estos dos actores pudieran monopolizar el debate puntualmente, el resto de los participantes (la mayoría) no tenían una posición prefijada sobre esta cuestión, no tenían un interés fuerte por defender ninguna de las dos opciones y tampoco poseían un conocimiento experto sobre la materia. Así, la mayoría de los participantes se comportaron bajo una lógica de deliberación “fría”. El caso evalua- do, pues, mezcló actores que actuaban bajo parámetros de deliberación fría con actores que se comportaron en términos de deliberación caliente. La dificultad, pues, residió en hacer compatibles ambas lógicas. La asimetría de conocimientos entre los participantes fue el principal factor que distorsionó la calidad de la deliberación. Por lo demás, la deliberación se produjo desde la igualdad, con un intercambio de razones basado en el respeto mutuo y produciendo una solución que claramente responde a una lógica de interés colectivo. A diferencia de lo que suele ocurrir en contextos de deliberación caliente, el debate no cayó en la mera negociación entre intereses particulares. Aunque algunos actores se enrocaron en sus posiciones iniciales, el hecho que la mayoría de los participan- tes tuvieran la mente más abierta y abordaran el debate como una deliberación fría facilitó la adopción de una solución final de consenso ampliamente aceptada por todos. En este sentido, pues, la deliberación fría se impuso sobre la caliente. Aunque se llegó a una solución de consenso, las conclusiones finales fueron muy poco concretas y esto suscitó las críticas de buena parte de los participantes. La concreción de los resultados requeriría corregir la mayoría de los problemas que hemos identificado en relación al cambio de escala geográfica que sufrió el proceso: participantes adecuados a la nueva escala, información relativa a la solución pro- puesta, análisis técnico-jurídico de la viabilidad de la misma, etc. Concluimos que, efectivamente, en un contexto de deliberación fría es más posi- ble que el debate se desarrolle bajo ciertos parámetros de calidad deliberativa, con un predominio de la lógica del interés colectivo por encima de la lógica de negocia- ción entre intereses particulares. En la deliberación caliente se da todo lo contrario (ver Brugué y Parés, 2012) y, como hemos visto, suelen generarse grandes de- sigualdades entre los participantes en función de sus conocimientos sobre el tema sometido a participación. El gran interrogante que nos abre esta investigación es sobre la posibilidad de combinar la deliberación fría con la deliberación caliente. El caso nos muestra que esta combinación resulta extremadamente difícil y no puede producirse sin conse- cuencias (ya sea en la calidad del debate o en la solidez de los resultados). Querer incorporar al público en general (ciudadanía sin intereses fuertes) cuando el tema tratado responde a un conflicto fuerte entre actores con altos niveles de conocimien- to puede generar desigualdades en la deliberación y es posible que la aportación

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Parès, M. & March, H Evaluando la participación institucional… sustantiva sobre los resultados sea insignificante. Sin embargo, cuando el tema a abordar requiera ser abordado desde la lógica del interés colectivo porque afecta al conjunto de una comunidad –como es el caso de la experiencia evaluada- entonces la incorporación de elementos de deliberación fría puede ser del todo necesaria. En estos casos el reto será hallar el diseño y la dinamización adecuados para compatibi- lizar ambas lógicas, llevando la deliberación hacia una temperatura de equilibrio. En el caso evaluado la combinación de ambas lógicas no ha sido del todo satisfacto- rias –se han generado desigualdades deliberativas y el resultado ha sido confuso-, sin embargo, podemos afirmar que al final se ha llegado a una solución de equili- brio.

Agradecimientos

Se quiere agradecer la financiación recibida por parte de la Direcció General de Participació Ciudadana de la Generalitat de Catalunya para realizar la evaluación del estudio de caso en el año 2010. En el periodo 2012-2014 Hug March ha recibido financiación del Ministerio de Economía y Competividad (JCI- 2011-10709). Finalmente se quiere agradecer el tiempo que nos concedieron todos los encuesta- dos y entrevistados y también la ayuda proporcionada por Laura Suñé a lo largo del proceso de evaluación.

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Actitudes de la ciudadanía hacia los servicios pú- blicos. Valoración y satisfacción en el periodo 2009-2011

Vanesa RODRÍGUEZ Universidad de Oviedo [email protected]

Gabriel PRUNEDA Universidad de Oviedo [email protected]

Begoña CUETO Universidad de Oviedo [email protected]

Recibido: 29-11-2013 Aceptado: 02-06-2014

Resumen: El objetivo con el que se plantea este artículo es estudiar cómo ha cambiado la satisfacción de los ciudadanos con el funcionamiento de los servicios públicos en España en el periodo 2009-2011, utilizando las Encuestas sobre “Calidad de los Servicios Públicos” que elabora el CIS en colaboración con la AEVAL. Los resultados muestran que ha aumentado ligeramente, a pesar del empeoramiento de la coyuntura económica. El nivel más elevado de satisfacción se registra para sanidad y educación, mientras que es menor en el caso de las prestaciones por desempleo y las pensiones. Los principales determinantes de una satisfacción alta con los servicios públicos son la ideología auto-declarada y la coyuntura económica. Por otra parte, los inmigrantes están más satisfechos que los españoles y el territorio tiene un efecto importante sobre la satisfacción.

Palabras clave: servicios públicos, satisfacción, crisis, orientación política

Política y Sociedad 595 ISSN: 1130-8001 2014, 51, Núm. 2: 595-618 http://dx.doi.org/10.5209/rev_POSO.2014.v51.n2.43561

Rodríguez. et.al Actitudes de la ciudadanía hacia los servicios públicos …

Citizens’ attitudes toward public services. Satisfaction in 2009-2011

Abstract The aim of this paper is to study the recent changes on citizens’ satisfaction with the performance of public services, in the period 2009-2011 in Spain. Using data from the surveys on Quality of Public Services, developed by the Sociological Research Center jointly with the National Agency for the Evaluation of Public Services and Quality of Services, our results show that the level of satisfaction has slightly increased, which seems to display a greater tendency to positively value public services during economic retrenchment. A major determinant of high satisfaction is self-reported ideology. Besides, immigrants display higher levels of satisfaction than Spaniards..

Keywords: citizen services, satisfaction, crisis, political orientation

Referencia normalizada Rodríguez, V. et.al. (2014). “Actitudes de la ciudadanía hacia los servicios públicos. Valoración y satisfacción en el periodo 2009-2011”. Política y Sociedad, Vol 51, Núm. 2: 595-618

Sumario: Introducción. 1.Los estudios de opinión como fuente para entender las actitudes de la ciudadanía hacia los servicios públicos. 2.Fuentes, hipótesis y principales resultados. 3.Determinantes de la satisfacción con los servicios públicos. 4.Discusión y conclusiones. Bibliografía.

Introducción

En un contexto de severa crisis económica como el actual, la prestación de servicios públicos se encuentra en una encrucijada. Por una parte, los ingresos públicos se han reducido de forma sustancial, mientras que el gasto ha aumentado llevando a un incremento del déficit público que la Unión Europea exige sea reducido. Por otra, es en momentos de recesión como el que vivimos cuando las necesidades de cobertura social son demandadas de forma más intensa por los ciudadanos. En este marco, las políticas que los gobiernos están realizando suponen una reducción de dicho gasto, lo que afecta necesariamente a los servicios provistos por el Estado. Tanto la reducción del gasto público como las reformas realizadas en los últimos años tienen efectos sobre el funcionamiento de los servicios públicos y, por tanto, sobre la satisfacción con los mismos de la ciudadanía. Así, las encuestas de opinión que realiza anualmente el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) constituyen un buen instrumento para estudiar las modificaciones que se han podido producir como consecuencia de los cambios habidos en el último quinquenio. Del Pino y Díaz-Pulido (2011) señalan que el estudio de las encuestas de opinión debe tener en cuenta la comparación temporal para analizar cómo varían en el tiempo las actitudes de los ciudadanos. En este sentido, el objetivo general con el

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Rodríguez. et.al Actitudes de la ciudadanía hacia los servicios públicos … que se plantea este artículo es estudiar cuáles son las variables que influyen sobre la satisfacción con los servicios públicos. Y, un segundo objetivo es analizar cómo el actual contexto de crisis puede haber influido sobre la percepción de los servicios públicos por parte de la ciudadanía en términos de satisfacción con los mismos. Aunque la metodología utilizada en las encuestas del CIS no nos permite elaborar una serie longitudinal, puesto que no constituyen un panel de datos, sí se han man- tenido preguntas homogéneas en el periodo 2009-2011, de forma que podemos analizar la evolución de la satisfacción ciudadana con el funcionamiento de los servicios públicos en este periodo de tiempo. En particular, si los determinantes de la satisfacción son los mismos en los años considerados y si su efecto se mantiene en el tiempo o, por el contrario, cambia, aumentando la influencia de unas frente a otras. En el siguiente apartado se sintetizan las principales conclusiones obtenidas por diversos autores sobre la valoración de los servicios públicos por parte de la ciuda- danía. A continuación, se explican los datos utilizados y se muestra cómo ha cam- biado la satisfacción con el funcionamiento de los servicios públicos en el periodo 2009-2011, para en el apartado que sigue mostrar los resultados del análisis estadís- tico realizado. Se finaliza con un breve apartado de conclusiones.

1. Los estudios de opinión como fuente para entender las actitudes de la ciuda- danía hacia los servicios públicos

Según Carrillo y Tamayo (2008), los estudios de opinión contribuyen, en mayor o menor medida, a revelar y comprender las preferencias de los ciudadanos respecto a los servicios públicos. Hay que tener en cuenta que la valoración de los distintos servicios públicos puede servir de apoyo a cambios en las políticas que realicen los gobiernos o, por el contrario, utilizarse como justificación para no realizar modifi- caciones o reformas aun cuando éstas resulten convenientes. Varios autores han puesto de manifiesto que el temor de los políticos a ser casti- gados en las urnas provocaba que las reformas del Estado de Bienestar sean más bien limitadas. Las preferencias por el incremento del gasto público o, por el contra- rio, por reducciones en los impuestos, sin duda, influyen sobre las propuestas de reforma que puedan realizar los gobiernos. Así, el cambio en las actitudes de la ciudadanía, dejando de preferir el incremento del gasto social, podría aumentar las posibilidades de reformas sustanciales (Taylor-Gooby, 2001; del Pino, 2007; del Pino y Ramos, 2009). La situación de crisis o de expansión económica también condiciona tanto la opinión de la ciudadanía como las propuestas de reforma por parte de los gobiernos. Del Pino et al. (2012) concluyen que el temor a que las reformas pasen factura en las próximas elecciones depende del ciclo económico. En periodos de crecimiento, la oposición de los votantes a las reformas del Estado de Bienestar convierten a éstas en un riesgo innecesario desde el punto de vista de los resultados electorales (incluso en gobiernos con mayoría parlamentaria). Sin embargo, en situaciones de

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Rodríguez. et.al Actitudes de la ciudadanía hacia los servicios públicos … crisis los gobiernos asumen riesgos electorales y deciden aplicar reformas tratando de elaborar un discurso político que reduzca el castigo electoral, puesto que el hecho de no hacer nada podría tener aún mayores consecuencias electorales. Según del Pino (2007), las prestaciones y servicios públicos del Estado de Bie- nestar son consideradas por los ciudadanos como un derecho adquirido, no como una concesión caritativa por parte del Estado, lo que puede suponer un mayor rechazo a reformas que supongan una reducción de los servicios prestados. Funda- ción BBVA (2013) encuentra que, en España, existe una mayor preferencia por un sistema más amplio de Seguridad Social aunque ello suponga un aumento de la presión fiscal, frente a la opción de menores impuestos a costa de una limitación del sistema de Seguridad Social (en este caso, los resultados obtenidos en España son similares a los observados en los países nórdicos). Gran parte de los españoles considera que el Estado debe tener mucha responsabilidad, tanto en servicios vincu- lados al Estado de Bienestar, como en otros (esta demanda de intervención del Estado es claramente superior a la media europea). Así, la mayoría de los españoles se inclina hacia aumentar el gasto público en sanidad, atención a las personas con discapacidad y mayores, ayuda a los parados, educación e investigación científica. De la misma forma, más de la mitad de los encuestados consideran que se debería mantener el gasto en infraestructuras y medio ambiente, siendo deportes, junto con defensa, las partidas en las que una mayor parte de los ciudadanos considera que hay que reducir el gasto (31,9 y 40,3%, respectivamente). Aunque la mayor parte de la ciudadanía prefiera mantener o aumentar el gasto en servicios públicos, el apoyo es distinto según el tipo de servicios y también existen diferencias que vienen explicadas por diversos factores. A esta contención del gasto se puede llegar por dos vías, la reducción de los gastos (ya sea por reduc- ción de las prestaciones o el incremento de los requisitos para acceder a ellas) o el incremento de los ingresos. Por ejemplo, según Fernández y Jaime-Castillo (2012) los ciudadanos son más propensos a apoyar un aplazamiento de la edad de jubila- ción en los países que ya presentan valores elevados; lo contrario ocurre con las cotizaciones sociales, puesto que en los países donde son más elevadas los ciudada- nos son más reacios a apoyar nuevos incrementos. Sin embargo, en los países con una mayor pobreza, los ciudadanos son menos propensos a apoyar recortes en las prestaciones de jubilación. Otro aspecto relevante en el análisis es la ideología. Blekesaune y Quadagno (2003) la tienen en cuenta a la hora de analizar las actitudes hacia las políticas de bienestar en 24 países. Estos autores no encuentran una relación directa entre las actitudes positivas hacia la sanidad y las pensiones y la ideología, (en este sentido, Jordan, 2010, encuentra una actitud más positiva hacia el sistema sanitario en

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Rodríguez. et.al Actitudes de la ciudadanía hacia los servicios públicos … aquellos países en los que la asistencia sanitaria está en manos del Estado1). Sin embargo, en las actitudes hacia la protección al desempleo observan una mayor variabilidad relacionada con la ideología, en situaciones de altos niveles de desem- pleo es mayor el apoyo a las políticas de bienestar dirigidas a los desempleados. En relación con el desempleo Fraile y Ferrer (2005), a partir del análisis de 13 países de la OCDE, encuentran resultados similares: los ciudadanos de países con altos niveles de desempleo son menos propensos a recortar el gasto en prestaciones por desempleo, mientras que en los países con bajos niveles de desempleo los ciudada- nos son más proclives a este recorte. González y Carreras (2012) indican que la ideología podría influir en la evalua- ción ciudadana por dos vías: sesgando el juicio de calidad, de forma que los ciuda- danos con una posición ideológica más cercana al gobierno juzguen con mayor benevolencia la política desarrollada (hipótesis rechazada por la literatura al menos en el ámbito de los servicios locales). Por otro lado, la ideología, independiente- mente de que sesgue o no la percepción de la calidad de los servicios, puede atenuar o amplificar el impacto de la percepción sobre la decisión de voto. Estos autores estudian el efecto de la ideología en la calidad percibida en la administración local, encontrando que las actitudes hacia el gobierno dependen más de la percepción de los ciudadanos sobre la calidad de las políticas que de su orientación ideológica. Por otra parte, la satisfacción con los servicios públicos puede depender no sólo de su calidad, sino también de las expectativas que se tienen sobre dichos servicios, tal y como señalan Roch y Poister (2006). De esta manera, a igual calidad de dos servicios proporcionará mayor satisfacción el que más se aproxime a las expectati- vas de los ciudadanos. Esta idea es compartida por Carrillo y Tamayo (2008), quienes indican que la baja satisfacción de los ciudadanos puede ser debida tanto a la baja eficacia percibida como a las elevadas expectativas existentes. Las expectativas pueden estar relacionadas con la percepción que la ciudadanía tenga de la administración pública. Así, del Pino y Díaz-Pulido (2011) enumeran tres estereotipos de ciudadanos en función de su percepción de administración pública: caja negra, burocracia sin rostro y presunción de ineficacia. La caja negra hace referencia a la idea extendida de que la administración es un conjunto abstrac- to de organizaciones más preocupadas por los procedimientos en sí que por el fin al que sirven. La burocracia sin rostro está relacionada con la percepción de que los empleados públicos, y por ende la administración, carecen de sensibilidad respecto a los problemas de los ciudadanos. La presunción de ineficacia es la que lleva a pensar que tanto la administración como sus trabajadores son más ineficaces que la empresa privada.

______

1 Este autor indica que la distinción entre sistemas sanitarios proporcionados por el Esta- do y aquellos que se combinan con los seguros privados no es sinónimo de los tres Estados de Bienestar de Esping-Andersen

Política y Sociedad 599 2014, 51, Núm. 2: 595-618

Rodríguez. et.al Actitudes de la ciudadanía hacia los servicios públicos …

Sin embargo, numerosos estudios muestran que los ciudadanos, independiente- mente de su nivel educativo o clase social, prefieren la provisión pública de los servicios. Del Pino (2005b) indica que estos estereotipos aparecen cuando se habla de la administración pública en abstracto, mientras que si se estudian con mayor detalle las actitudes de los ciudadanos se observan mejores resultados. En un estu- dio sobre la relación entre la burocracia y la democracia en cinco países europeos e Israel, Vigoda-Gadot et al. (2010) encuentran una relación entre la eficiencia, eficacia y habilidad de la burocracia y el grado en que los ciudadanos tienen una visión favorable de la democracia. Según estos autores, para que los ciudadanos tengan confianza en el gobierno deben expresar su satisfacción con los servicios públicos y percibir una imagen favorable de los organismos estatales. En este sentido, respecto a la valoración que los ciudadanos hacen de la democracia, Fun- dación BBVA (2013) encuentra que los españoles, junto con los italianos, son los más descontentos con el funcionamiento de la democracia en sus respectivos países, mientras que daneses y suecos son quienes presentan una satisfacción más elevada. Otro aspecto que se ha estudiado es la relación entre la eficacia percibida de los servicios públicos y la percepción de recursos insuficientes dedicados a estos servi- cios. Del Pino (2005a) y del Pino y Ramos (2009) señalan el elevado apoyo de los ciudadanos a sectores de la política social como son sanidad, pensiones y protección por desempleo, así como la idea generalizada de insuficiencia de gasto en estas políticas. En general, el porcentaje de ciudadanos que consideran el gasto excesivo es muy limitado. Con datos de 2005, Calzada y del Pino (2008) encuentran que son los ciudadanos más insatisfechos con los servicios públicos los que en mayor medi- da consideran que se deberían incrementar los recursos públicos a ellos destinados. En dicho año, el 69,2% de los ciudadanos preferían pagar más impuestos a cambio de mejores servicios (Calzada, 2007). La ideología contribuye a explicar la prefe- rencia por bajar impuestos, aunque suponga una reducción de la prestación de servicios, de forma que las personas que se auto-ubican a la derecha del eje ideoló- gico prefieren esta opción, de acuerdo con del Pino (2007). La misma autora indica que los españoles no comparten la idea de que, para mejorar la calidad y cantidad de los servicios del Estado de Bienestar, sea necesario aumentar los impuestos, sino que se deben gestionar mejor los recursos existentes. No obstante, en un informe publicado en 2009 por la Agencia Estatal de Evalua- ción de las Políticas Públicas y la Calidad de los Servicios (AEVAL), titulado “La percepción Social de los Servicios Públicos en España (1985-2008)”, se obtenía que los ciudadanos que perciben una menor eficacia de los servicios públicos son más proclives a valorar como escasos los recursos públicos destinados a estos recursos. En dicho informe, los datos mostraban que la ciudadanía estaba satisfecha con el funcionamiento de los servicios públicos, aunque en los últimos años se percibía un incremento del porcentaje de ciudadanos insatisfechos. En cuanto a la opinión sobre el gasto en servicios públicos, éste ha variado en los últimos años: entre 1985 y 1989 aumentó la proporción que opinaba que se gastaba demasiado poco, en la década de los 90 se observa la tendencia contraria y, a partir de 1999, vuelve a aumentar el porcentaje de ciudadanos que considera que el gasto es insuficiente.

600 Política y Sociedad 2014, 51, Núm. 2: 595-618

Rodríguez. et.al Actitudes de la ciudadanía hacia los servicios públicos …

La opinión sobre la suficiencia o no del gasto y la disposición a pagar más o no, está relacionada con la preferencia por la provisión pública o privada de determina- dos servicios. En este sentido, los españoles prefieren fórmulas de gestión de los servicios principalmente públicas, a pesar de que consideran que el sector privado es más eficaz. Consideran que se puede compatibilizar con la gestión privada siem- pre que ésta tenga un peso bajo (del Pino, 2007). Esta preferencia por la gestión pública es mayor entre los ciudadanos que se auto-ubican en la parte baja de la escala social. Finalmente, hay que tener en cuenta que algunos servicios públicos son provis- tos a nivel nacional mientras que en otros la competencia recae en las comunidades autónomas o en los municipios. Díaz-Pulido et al. (2012) encuentran que el grado de satisfacción de los ciudadanos difiere entre las distintas comunidades autónomas, principalmente en el caso de los servicios de competencia autonómica y que, ade- más, estas diferencias no desaparecen al controlar por variables sociodemográficas, económicas o ideológicas. En general, los resultados son diversos, pero podemos señalar algunos aspectos comunes. Por ejemplo, los ciudadanos que se autoubican a la derecha del eje ideo- lógico presentan menores niveles de satisfacción con la mayor parte de los servicios públicos. Asimismo, las expectativas sobre la calidad de los mismos también afecta a su valoración, que puede cambiar en función de la coyuntura económica y el uso de los distintos servicios. En este sentido, la aportación de este artículo pasa por el análisis de la satisfacción con los servicios públicos en la sociedad española en un momento económico muy particular, dado el efecto que la crisis económica está teniendo sobre el Estado de Bienestar.

2. Fuentes, hipótesis y principales resultados

Tal y como se ha indicado en la introducción, el objetivo general de este artículo es analizar cómo el actual contexto de crisis económica ha influido sobre la percepción de los servicios públicos por parte de la ciudadanía, en términos de satisfacción con los mismos. Así, en este apartado se analiza la evolución de la satisfacción con la calidad de los servicios públicos en el periodo 2009-2011. Para ello, se utilizan las Encuestas sobre “Calidad de los Servicios Públicos” que elabora el CIS en colabo- ración con la AEVAL. Se trata de los estudios 2.813, 2.840 y 2.908. Aunque el cuestionario no es idéntico, sí se mantienen preguntas comunes que permitirán estudiar la evolución en el tiempo de ciertas variables relacionadas tanto con la satisfacción con los servicios públicos como con la valoración de los mismos por parte de la ciudadanía. Asimismo, se mantienen preguntas que permiten disponer de

Política y Sociedad 601 2014, 51, Núm. 2: 595-618

Rodríguez. et.al Actitudes de la ciudadanía hacia los servicios públicos … información sobre las características sociodemográficas de las personas encuestadas y sobre su ideología2. La pregunta a partir de la cual es posible estudiar el grado de satisfacción de las personas con los servicios públicos es la siguiente: “Pensando ahora en los servicios públicos que prestan tanto el Estado como las Comunidades Autónomas y los Ayuntamientos y de los que hemos ido hablando en este cuestionario, por su propia experiencia o por lo que tiene entendido, ¿diría Ud. que, en general, los servicios públicos funcionan de forma muy satisfactoria, bastante, poco o nada satisfactoria?”. En una escala de 1 a 4, donde el 1 significa que los servicios públicos funcionan de forma ‘muy satisfactoria’ y el 4 de forma ‘nada satisfactoria’, la media en 2009 y en 2010 se sitúa en 2,47, mientras que en 2011 mejora alcanzando un 2,36. Es decir, en el último año considerado, se constata un aumento del porcentaje de ciudadanos que responden que están ‘muy satisfechos’ o ‘bastante satisfechos’ con el funciona- miento de los servicios públicos.

Gráfico 1. Porcentaje de ciudadanos ‘muy satisfechos’ o ‘bastante satisfechos’ con el funcionamiento de los servicios públicos. 90%

80% Sanidad 70% Educación 60%

50% Pensiones 40% Prestaciones por desempleo 30%

20%

10%

0% 2009 2010 2011

Fuente: Encuestas sobre “Calidad de los Servicios Públicos” 2009-2011. CIS.

______

2 En el Anexo se incluye una tabla con los estadísticos descriptivos de las variables utili- zadas (Tabla A.I).

602 Política y Sociedad 2014, 51, Núm. 2: 595-618

Rodríguez. et.al Actitudes de la ciudadanía hacia los servicios públicos …

Además de esta pregunta general, se realiza otra sobre el funcionamiento de varios servicios públicos, cuyo enunciado es el siguiente: “Independientemente de que los utilice, ¿está Ud. muy satisfecho/a, bastante, poco o nada satisfecho/a con el fun- cionamiento de los siguientes servicios públicos?”. El listado incluye diez servicios de los cuales hemos seleccionado cuatro: educación, sanidad, prestaciones por desempleo y pensiones3. Se trata de los servicios más directamente relacionados con el Estado de Bienestar y son los que suponen un mayor porcentaje del gasto público. En el Gráfico 1 se muestra el porcentaje de ciudadanos ‘muy’ o ‘bastante’ satisfe- chos con el funcionamiento de los mismos. Se puede observar que sanidad y educa- ción presentan los niveles de satisfacción más elevados, con un considerable au- mento en 2009 y estabilidad en 2010. En cambio, en el caso de las prestaciones por desempleo y las pensiones, el porcentaje de ciudadanos ‘muy satisfechos’ o ‘bastan- te satisfechos’ con el funcionamiento de estos servicios no llega al 50%, habiéndose reducido ligeramente en el caso de las pensiones4. La revisión de la literatura previa ha puesto de manifiesto la existencia de dife- rencias en la satisfacción con los servicios públicos en función de distintas variables. En el Gráfico 2 y la Tabla I se muestra el porcentaje de ciudadanos satisfechos con los distintos servicios públicos según su situación laboral. Así, el mayor porcentaje de ciudadanos ‘muy satisfechos’ o ‘bastante satisfechos’ con el funcionamiento de los servicios públicos corresponde a quienes se encuentran en situación de inactivi- dad, ya sea por percibir una pensión o por otra razón. En el extremo opuesto se encuentran las personas en situación de desempleo, grupo en el que en torno a un 50% manifiesta estar ‘muy satisfecho’ o ‘bastante satisfecho’ con el funcionamiento de los servicios públicos. En todos los casos, se observa una tendencia creciente, como la ya indicada para el conjunto de la ciudadanía. En los cuatro servicios considerados, los pensionistas y otros inactivos son los colectivos que presentan un porcentaje más elevado de ciudadanos satisfechos. En cambio, ocurre lo contrario con las personas en situación de desempleo, que mues- tran porcentajes más bajos de ciudadanos ‘muy’ o ‘bastante satisfechos’ con el funcionamiento de los servicios públicos. En este colectivo, dicha proporción es ______

3 El enunciado exacto de cada uno de los servicios públicos considerados es: “la enseñanza pública”, “la sanidad pública”, “la gestión de las ayudas de protección por desempleo” y “la gestión de las pensiones”. Por tanto, en el caso de las prestaciones de la protección por desempleo y de las pensiones, se hace referencia a su gestión. No obstante, de cara al análi- sis de la satisfacción con los servicios públicos, creemos que la ciudadanía responde, en todos los casos, con una valoración general del servicio 4 Las series del Banco de Datos del CIS permiten un análisis temporal más amplio. Sin embargo, no se cuenta con los microdatos necesarios para realizar el análisis posterior, por lo que este artículo se llevará a cabo para el periodo 2009-2011. En el caso de satisfacción con la enseñanza, servicio para el que existen datos correspondientes a 2012 se observa una reducción del porcentaje de ciudadanos “muy” o “bastante” satisfechos.

Política y Sociedad 603 2014, 51, Núm. 2: 595-618

Rodríguez. et.al Actitudes de la ciudadanía hacia los servicios públicos … especialmente baja en el caso de las prestaciones por desempleo, servicio en el que menos de un 40% declara estar ‘muy’ o ‘bastante satisfecho’ con el funcionamiento de dicho servicio.

Gráfico 2. Porcentaje de ciudadanos ‘muy satisfechos’ o ‘bastante satisfechos’ con el funcionamiento de los servicios públicos, según su situación laboral. 80%

70%

60%

50%

40%

30% Ocupado Pensionista 20% Parado

10%

0% 2009 2010 2011

Fuente: Encuestas sobre “Calidad de los Servicios Públicos” 2009-2011. CIS.

Tabla I. Porcentaje de ciudadanos ‘muy satisfechos’ o ‘bastante satisfechos’ con el funcio- namiento de distintos servicios públicos, según su situación laboral. Educación Sanidad 2009 2010 2011 2009 2010 2011 Ocupado 55,4 60,5 64,0 56,1 51,8 58,8 Parado 56,7 59,3 64,8 53,3 47,7 55,0 Pensionista 58,9 65,1 70,3 66,0 65,9 70,0 Otros inactivos 59,7 73,8 61,9 60,1 57,7 61,2

Prestaciones por desempleo Pensiones 2009 2010 2011 2009 2010 2011 Ocupado 40,5 46,7 43,5 48,5 45,7 43,2 Parado 36,1 39,0 39,0 48,3 42,3 37,1 Pensionista 44,5 44,2 50,2 50,7 47,0 48,7 Otros inactivos 39,5 45,2 50,3 48,5 46,4 45,6 Fuente: Encuestas sobre “Calidad de los Servicios Públicos” 2009-2011. CIS.

604 Política y Sociedad 2014, 51, Núm. 2: 595-618

Rodríguez. et.al Actitudes de la ciudadanía hacia los servicios públicos …

A partir de la revisión bibliográfica realizada en el apartado anterior y el análisis llevado a cabo hasta el momento, las hipótesis a contrastar en el apartado siguiente, utilizando el análisis estadístico, son las que siguen: La distinta situación laboral de los ciudadanos puede dar lugar a distintas valora- ciones de los servicios públicos, de forma que quienes contribuyen en mayor medi- da a los mismos pueden estar menos satisfechos como consecuencia de unas mayo- res expectativas. Así, la primera hipótesis se formula de la siguiente manera: H1: la satisfacción con el funcionamiento de los servicios públicos es menor entre las personas ocupadas y desempleadas y mayor entre las inactivas.

Distintos autores han puesto de manifiesto que la ideología es uno de los factores que más influyen sobre la satisfacción con los servicios públicos. Por tanto, la segunda hipótesis es: H2: la satisfacción con el funcionamiento de los servicios públicos es mayor entre los ciudadanos que manifiestan una orientación ideológica “de izquierdas”.

Dado el proceso de descentralización de determinados servicios públicos que ha tenido lugar en España, la valoración de los mismos puede ser diferente según la comunidad autónoma de residencia. Así, la tercera hipótesis se formula como sigue: H3: la influencia de la región de residencia sobre la satisfacción con los servicios públicos será mayor para los servicios que sean competencia de las comunida- des autónomas.

Nuestra cuarta hipótesis se centra en la existencia de un colectivo importante de inmigrantes, proveniente en su mayoría de países con un Estado de Bienestar menos desarrollado que el existente en nuestro país: H4: la satisfacción de las personas inmigrantes con los servicios públicos es más alta que la de los nacidos en España

Finalmente, teniendo en cuenta que la situación de crisis económica en el periodo 2009-2011 ha empeorado y que se han reducido los recursos dedicados a varios servicios públicos, es posible que la ciudadanía valore más positivamente la exis- tencia en sí misma de dichos servicios. Por ello, la quinta hipótesis es la siguiente: H5: la satisfacción con el funcionamiento de los servicios relacionados con el Estado de Bienestar aumenta en momentos de crisis económica.

3. Determinantes de la satisfacción con los servicios públicos

En este apartado se lleva a cabo un análisis estadístico para estudiar los determinan- tes de la satisfacción con los servicios públicos considerados. Nuestra variable dependiente toma el valor 1 si la persona manifiesta estar “muy” o “bastante” satisfecha con los servicios públicos y valor 0 si, por el contrario, está “poco” o “nada” satisfecha.

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Dado que esta variable dependiente es categórica, utilizaremos modelos logit pa- ra estimar los efectos que distintas variables independientes tienen sobre la probabi- lidad de manifestar un grado de satisfacción alto. Entre las variables independientes se incluirán las características socioeconómicas de las personas (sexo, edad, nacio- nalidad, nivel de estudios, situación laboral, ocupación desarrollada y estatus), las relacionadas con el lugar de residencia (comunidad autónoma y tamaño del munici- pio), con la orientación ideológica de las personas y su participación en las últimas elecciones y, finalmente, con la coyuntura económica (tasa de paro regional y año de la encuesta). En primer lugar, se ha realizado una estimación sobre la probabilidad de estar satisfecho con el funcionamiento de los servicios públicos en general y, en segundo lugar, con los cuatro servicios que hemos seleccionado: sanidad, educación, presta- ciones por desempleo y pensiones. Como ya se ha indicado, estos son los cuatro servicios más directamente relacionados con el Estado de Bienestar y los que supo- nen un mayor porcentaje del gasto público. En la ¡Error! No se encuentra el origen de la referencia. del Anexo se muestran los resultados obtenidos. Para facilitar la interpretación de los resultados, los coeficientes obtenidos se presentan en forma de ratios de probabilidad relativa (odds ratio). Esto implica que un coeficiente mayor de 1 representa una probabilidad superior a la de la categoría de referencia de estar satisfecho con el funcionamiento de los servicios públicos, mientras que si es menor de 1 ocurre lo contrario. A modo de ejemplo, tomaremos el ratio de probabilidad relativa asociado a la variable sexo en la regresión corres- pondiente a la satisfacción con los servicios públicos en general (véase Tabla A.II). La categoría de referencia es mujer, por lo que 1,082 significa que la probabilidad de una satisfacción alta es un 8,2% superior en el caso de los hombres. En cuanto a la situación laboral, los desempleados muestran una probabilidad de estar altamente satisfechos un 32% menor que la de los trabajadores en activo, mientras que para los inactivos (excluidos los pensionistas) es superior en un 14%. Nuevamente, estos resultados van en la misma dirección que los obtenidos por del Pino (2007). Este último colectivo es el que valora la sanidad pública de forma más positiva, mientras que los desempleados tienden a manifestarse menos satisfechos con el sistema de prestaciones por desempleo que quienes cuentan con trabajo. En este caso, los resultados no nos permiten aceptar la hipótesis 1, puesto que la situación laboral resulta significativa únicamente en una de las categorías y sólo para uno de los servicios públicos estudiados. Por otra parte, el hecho de haber votado en las últimas elecciones también con- tribuye a explicar el grado de satisfacción con los servicios públicos, teniendo quienes ejercieron su derecho al voto una probabilidad superior en un 17% de encontrarse altamente satisfechos frente a quienes no lo hicieron. La orientación política se sitúa como uno de los aspectos más relevantes a la hora de determinar la satisfacción con los servicios públicos, disminuyendo la probabilidad de que ésta sea considerablemente alta a medida que la ideología se hace más conservadora. En este sentido, y tomando como referencia a quienes claramente se manifiestan “de

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Rodríguez. et.al Actitudes de la ciudadanía hacia los servicios públicos … izquierdas”, podemos observar que los individuos que se autodefinen “de derechas” tienen una menor probabilidad de expresar altos niveles de satisfacción con los servicios públicos en España. Este resultado podría deberse a que este colectivo suele corresponderse por definición con quienes abogan por una mayor privatiza- ción de “lo público”, por tanto no valorando en exceso los servicios que el Estado presta a los ciudadanos. Este resultado coincide con los obtenidos por Díaz-Pulido et al. (2012), mientras que del Pino (2007) sólo encuentra esta característica rele- vante, y positiva, para explicar la satisfacción con el sistema de gestión de pensio- nes. Sin embargo, la tendencia que observamos en el caso de aquéllos que se definen tanto de “centro” como de “centro-izquierda” es precisamente la contraria, ya que la probabilidad de que estén altamente satisfechos con los servicios públicos es supe- rior a la de quienes se sitúan a la izquierda por completo. Detrás de este interesante resultado podría estar el hecho de que éstos son unos claros defensores del Estado de Bienestar en su máxima expresión. En los resultados correspondientes a cada uno de los servicios públicos estudia- dos, se observa de manera clara entre la ciudadanía una tendencia a la baja de manifestarse altamente satisfecha con los cuatro servicios públicos considerados a medida que se sitúan a la derecha del eje ideológico. Estos resultados nos permiten aceptar la hipótesis 2, relativa a la mayor satisfacción con los servicios públicos de los ciudadanos que se autodefinen “de izquierdas”. En cuanto a la comunidad autónoma de residencia, ésta resulta significativa en la mayoría de casos. Se observa que únicamente los ciudadanos de la Comunidad Valenciana, Extremadura y, en especial, Canarias, tienen una menor probabilidad de presentar niveles altos de satisfacción con los servicios públicos respecto a Madrid (categoría de referencia). En las regresiones para cada uno de los servicios públicos considerados, toman- do Madrid como referencia, tal y como se ha expuesto, únicamente los ciudadanos de Andalucía y, de manera especial los de Canarias, revelan una disminución en la probabilidad de disfrutar de altos niveles de satisfacción con el sistema sanitario (resultados coincidentes con los obtenidos por AEVAL, 2010). En lo que se refiere a la educación pública, todos los coeficientes son superiores a la unidad y estadísti- camente significativos, con la salvedad del correspondiente a Canarias, que resulta no significativo. De esta manera, podemos afirmar que Madrid es la comunidad autónoma donde la probabilidad de que los ciudadanos estén altamente satisfechos con la educación es menor (de nuevo, un resultado en la línea de los obtenidos por Díaz-Pulido et al., 2012 y AEVAL, 2010). En cuanto a las prestaciones por desempleo, obtenemos resultados significativos para ocho comunidades, todos ellos indicativos de una probabilidad superior a la de Madrid de tener niveles de satisfacción elevados. Concretamente, estas comunida- des son Asturias, Aragón, Navarra, La Rioja, Castilla y León, Baleares, Galicia y Cataluña. Por último, las comunidades donde la valoración de las pensiones supera a la de Madrid son, por este orden, La Rioja, Asturias, Navarra, Castilla y León y Aragón. En general, la significatividad de los coeficientes correspondientes a las

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Rodríguez. et.al Actitudes de la ciudadanía hacia los servicios públicos … comunidades autónomas es mayor en sanidad y educación que en prestaciones por desempleo y pensiones. Esta mayor relevancia del territorio en los servicios trasfe- ridos a las comunidades autónomas podría interpretarse relacionándola con la existencia de diferencias territoriales en la prestación de servicios. En cambio, en el caso de prestaciones por desempleo y pensiones, la provisión estatal de los mismos daría lugar a menos diferencias percibidas en la ciudadanía. Estos resultados apoyarían la hipótesis 3, señalando la mayor importancia de la comunidad autónoma de residencia en los servicios públicos que están transferidos. Por último, cabe destacar que el tamaño del municipio tiene un efecto negativo en la satisfacción con las prestaciones por desempleo y las pensiones. Esto puede deberse a la pérdida de poder adquisitivo que acarrea pasar de cobrar un salario a una pensión, pérdida que suele resultar más acusada en municipios de mayor tama- ño, donde es habitual que el coste de vida sea más elevado. El impacto de la nacionalidad sobre la satisfacción es muy notable, pues ser es- pañol reduce en casi cuatro veces la probabilidad de estar muy satisfecho. Estos resultados coinciden en gran medida con los obtenidos por del Pino (2007) y Díaz- Pulido et al. (2012). Una posible explicación a esto sería el hecho de que gran parte de la población extranjera en España ha inmigrado a este país buscando una oportu- nidad de disfrutar de una calidad de vida superior a la que tenían en su país de origen. Los resultados se repiten para cada uno de los servicios públicos estudiados. De hecho, los nacidos en España muestran en todos los casos una probabilidad de estar altamente satisfechos inferior a aproximadamente el doble de la de los extranjeros, acercándose al triple tanto en el caso de la educación pública como en el de las pensiones. Así, podemos aceptar la hipótesis 4, sobre la mayor satisfacción con los servicios públicos de las personas no nacidas en España. La tasa de paro regional que se ha incluido en el modelo indica que el nivel de desempleo tiene valor explicativo de cara a la satisfacción de los individuos con los servicios públicos. Así, se observa que cuando el nivel de desempleo se encuentra entre el 15 y el 20%, la probabilidad de que la satisfacción sea alta aumenta un 54% en comparación con niveles comprendidos entre el 10 y el 15%, mientras que cuando es inferior al 10% disminuye un 35%. Es decir, la tasa de desempleo auto- nómica tiene capacidad predictiva a la hora de expresar altos niveles de satisfacción con la sanidad, las prestaciones por desempleo y las pensiones, de manera que cuanto más elevada es la tasa de paro, mayor es la probabilidad de una alta satisfac- ción. Esta variable no es significativa, sin embargo, en lo que al sistema educativo respecta. De forma complementaria, la variable que recoge el año de la encuesta nos pro- porciona información en este mismo sentido, ya que la probabilidad de expresar altos niveles de satisfacción con los servicios públicos es inferior tanto en 2009 como en 2010 con respecto a 2011. Concretamente, estas disminuciones se cuantifi- can en un 59 y un 33%, respectivamente. En las regresiones para cada uno de los servicios públicos considerados, se ob- serva una mejoría en la percepción existente acerca del sistema de sanidad pública,

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Rodríguez. et.al Actitudes de la ciudadanía hacia los servicios públicos … de la educación y de las prestaciones por desempleo en 2011 respecto a los años anteriores. Este resultado podría ser explicado por la amenaza de que estos servicios sean reducidos, que podría conducir a una mejor valoración de los mismos. En cambio, empeora la referida a las pensiones, probablemente debido a las últimas reformas en este sentido y quizás también a que los altos índices de desempleo repercuten sin lugar a dudas en las condiciones en que muchos ciudadanos accede- rán a este tipo de prestación. Estos resultados apoyarían la hipótesis 5, que preveía un aumento de la satisfac- ción con los servicios públicos a medida que la crisis es más prolongada. Es decir, se observa un aumento en la apreciación de los servicios públicos por parte de los ciudadanos a medida que el empleo se destruye, lo que no debería extrañarnos dado que esta circunstancia convierte en usuarios de diversos tipos de prestaciones a quienes se ven afectados por este hecho, a la vez que es más fácil que valoren la calidad de la enseñanza o la sanidad públicas. Asimismo, podría estar contribuyen- do a que quienes perciben una pensión sean más conscientes del elevado nivel de seguridad del que disfrutan o del escaso riesgo que corren. Estos resultados van en la línea de los obtenidos por Blekeasune y Quadagno (2003), que encuentran un mayor apoyo a las políticas de bienestar dirigidas a los desempleados en países de elevados niveles de desempleo. No obstante, el periodo analizado es corto y no se trata de datos longitudinales, por lo que estos resultados deben ser tomados con cautela. Finalmente, algunos otros resultados que se desean destacar son que la probabi- lidad de expresar una alta satisfacción con los servicios públicos, en general, es ligeramente superior para los hombres y que, además, disminuye con la edad. Los hombres están más satisfechos que las mujeres con la sanidad, las prestaciones por desempleo y el sistema de pensiones, mientras que en el caso de la educación pública son las mujeres quienes están más satisfechas que los hombres. Una posible interpretación de este resultado consistiría en que la mejor situación de los hombres dentro del mercado de trabajo conlleva su acceso tanto a la prestación por desem- pleo como a las pensiones en condiciones más favorables que las de las mujeres, utilizando además el sistema de sanidad en menor medida que éstas. Por su parte, las mujeres mostrarían una mayor satisfacción con la educación pública por ser usuarias en mayor medida que los hombres. La edad influye negativamente en el nivel de satisfacción, excepto en el caso de las prestaciones por desempleo, donde no existen diferencias significativas (resultado que no coincide con los obtenidos por del Pino, 2007 y Díaz-Pulido et al., 2012). El nivel de estudios también es relevante a la hora de explicar la satisfacción con los servicios públicos en España, pues la probabilidad de encontrarse altamente satisfechos de quienes han cursado estudios de formación profesional o cuentan con una titulación universitaria media disminuye un 17 y un 24%, respectivamente, en comparación con quienes tienen estudios universitarios superiores. Una de las posibles causas podría ser que el nivel de estudios está alta y directamente relacio- nado con la situación económica, por lo que los ciudadanos mejor formados disfru- tan de una posición más elevada y desahogada. En consecuencia, necesitan en

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Rodríguez. et.al Actitudes de la ciudadanía hacia los servicios públicos … menor medida la cobertura de estos servicios públicos. Esta relación entre el nivel de estudios y los altos niveles de satisfacción se aprecia mejor en los resultados obtenidos a partir de las regresiones individuales para cada una de las modalidades consideradas de servicio público. Así, son precisamente quienes tienen estudios universitarios superiores quienes acceden a las prestaciones por desempleo y a las pensiones en mejores condiciones, mientras que, sin embargo, son el colectivo con menor probabilidad de declararse bastante o muy satisfechos con la educación tal vez debido a sus expectativas más elevadas o al mayor nivel crítico respecto a este servicio público.

4. Discusión y conclusiones

Las Encuestas sobre “Calidad de los Servicios Públicos” muestran un ligero aumen- to de la satisfacción de la ciudadanía con el funcionamiento de los servicios públi- cos en España en el periodo 2009-2011, coincidiendo con un empeoramiento de la coyuntura económica. Atendiendo a la desagregación por servicios, nuestro objetivo ha sido analizar qué ocurre con la satisfacción con la educación, la sanidad, las prestaciones por desempleo y las pensiones, puesto que son los cuatro servicios que suponen un mayor porcentaje del gasto público y que se identifican con el Estado de Bienestar de manera más directa. En el caso de la primera hipótesis, que relacionaba la satisfacción con el funcio- namiento de los servicios públicos con la situación laboral de las personas, la evi- dencia empírica encuentra una relación muy débil y además sólo en el caso de algunos servicios públicos. La segunda hipótesis vinculaba la satisfacción con el funcionamiento de los servicios públicos con la orientación ideológica de los ciuda- danos. En este caso, los datos sí respaldan esta hipótesis, de forma que las personas que se declaran “de izquierdas” tienen una mayor probabilidad de expresar un mayor grado de satisfacción con los servicios públicos. También se han validado las hipótesis tercera y cuarta, dado que los resultados muestran la relevancia de las comunidades autónomas, especialmente en el caso de los servicios transferidos (educación y sanidad) y una mayor satisfacción de los inmigrantes con los servicios públicos. Finalmente, la última de las hipótesis planteadas establecía una relación directa entre satisfacción con el funcionamiento de los servicios públicos y el empeora- miento del ciclo económico. Los datos apoyan esta hipótesis, tanto en términos de mayor satisfacción en 2011 que en los años anteriores como de relación directa con la tasa de paro, de forma que una mayor tasa de desempleo afecta positivamente a la valoración de los servicios públicos. Sin embargo, el periodo de tiempo analizado es corto, por lo que sería necesario disponer de datos para un periodo más amplio para confirmar esta hipótesis. El análisis realizado ha puesto de manifiesto que las variables que tienen un ma- yor impacto sobre la satisfacción de la ciudadanía con el funcionamiento de los servicios públicos son la ideología auto-declarada, la nacionalidad y el lugar de

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Rodríguez. et.al Actitudes de la ciudadanía hacia los servicios públicos … residencia. Nuestros resultados nos permiten concluir que, además de la calidad del servicio, también es muy probable que las expectativas de las personas influyan sobre su satisfacción con los servicios recibidos. Así, las dificultades en los países de origen de quienes emigran posiblemente les hace valorar en mayor medida los servicios públicos existentes en España y las personas “de izquierdas” tienen en su mayoría un mayor compromiso con el Estado de Bienestar que quienes se declaran “de derechas”. Estos resultados coinciden en gran medida con los obtenidos por Díaz-Pulido et al. (2012) y, además, mantienen la consistencia a lo largo del trienio analizado. Posteriores análisis que incluyeran las expectativas de los individuos podrían ayudar a entender la opinión de la ciudadanía sobre los servicios públicos. Asimismo, si se pudiera disponer de datos longitudinales, se podría analizar la evolución en el tiempo de dicha opinión.

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Rodríguez. et.al Actitudes de la ciudadanía hacia los servicios públicos …

Tabla A.I. Estadísticos descriptivos de las variables utilizadas 2009 2010 2011 n media D.E. n media D.E. n media D.E. Sexo 7924 0,490 0,500 2489 0,494 0,500 2461 0,491 0,500 Edad 7924 46,6 17,8 2489 46,7 17,8 2461 47,1 17,8 Nacionalidad (extran- jera) 7917 0,072 0,259 2484 0,076 0,265 2450 0,076 0,266 Situación profesional: Trabaja 7913 0,446 0,497 2484 0,450 0,498 2456 0,447 0,497 Jubilado o pensionista 7913 0,184 0,388 2484 0,188 0,391 2456 0,184 0,387 Pensionista (previamen- te no ha trabajado) 7913 0,037 0,190 2484 0,027 0,161 2456 0,035 0,185 Parado con experiencia 7913 0,177 0,381 2484 0,190 0,392 2456 0,190 0,392 Parado sin experiencia 7913 0,008 0,090 2484 0,006 0,080 2456 0,011 0,102 Estudiante 7913 0,042 0,200 2484 0,034 0,182 2456 0,043 0,202 Trabajo doméstico no remunerado 7913 0,100 0,300 2484 0,100 0,300 2456 0,085 0,278 Otra situación 7913 0,005 0,073 2484 0,005 0,069 2456 0,007 0,080 Estudios: Sin estudios 7900 0,082 0,275 2482 0,076 0,265 2460 0,073 0,260 Primaria 7900 0,439 0,496 2482 0,452 0,498 2460 0,454 0,498 Secundaria 7900 0,138 0,345 2482 0,130 0,336 2460 0,129 0,335 Formación Profesional 7900 0,149 0,356 2482 0,159 0,366 2460 0,143 0,351 Medios universitarios 7900 0,081 0,272 2482 0,080 0,271 2460 0,091 0,287 Superiores 7900 0,110 0,313 2482 0,103 0,304 2460 0,109 0,312 Estatus: Clase alta/ media-alta 7757 0,171 0,377 2419 0,162 0,369 2415 0,177 0,382 Nuevas clases medias 7757 0,192 0,394 2419 0,208 0,406 2415 0,197 0,398 Viejas clases medias 7757 0,163 0,370 2419 0,162 0,369 2415 0,155 0,362 Obreros cualificados 7757 0,326 0,469 2419 0,319 0,466 2415 0,333 0,471 Obreros no cualificados 7757 0,147 0,355 2419 0,148 0,355 2415 0,139 0,346 Condición socioeco- nómica: Directores y profesiona- les 7924 0,038 0,191 2489 0,043 0,202 2461 0,038 0,192 Técnicos y cuadros medios 7924 0,101 0,302 2489 0,098 0,297 2461 0,092 0,289 Pequeños empresarios 7924 0,034 0,181 2489 0,037 0,188 2461 0,040 0,196 Agricultores 7924 0,009 0,093 2489 0,007 0,082 2461 0,006 0,075 Empleados de oficinas y servicio 7924 0,070 0,255 2489 0,072 0,258 2461 0,073 0,260 Obreros cualificados 7924 0,082 0,275 2489 0,074 0,262 2461 0,084 0,278 Obreros no cualificados 7924 0,102 0,303 2489 0,109 0,312 2461 0,105 0,307 Jubilados y pensionistas 7924 0,222 0,415 2489 0,214 0,410 2461 0,219 0,413 Parados 7924 0,185 0,388 2489 0,196 0,397 2461 0,200 0,400 Estudiantes 7924 0,042 0,200 2489 0,034 0,182 2461 0,043 0,202 Trabajo doméstico no remunerado 7924 0,100 0,300 2489 0,100 0,300 2461 0,085 0,278 No clasificables 7924 0,016 0,125 2489 0,016 0,127 2461 0,016 0,126 Ocupación: Dirección de empresas y administración 7846 0,072 0,258 2443 0,059 0,236 2435 0,069 0,253 Técnicos y prof. científicos e intelectua- les 7846 0,120 0,325 2443 0,107 0,309 2435 0,120 0,325 Técnicos y profesiona- les de apoyo 7846 0,113 0,317 2443 0,130 0,336 2435 0,117 0,322

614 Política y Sociedad 2014, 51, Núm. 2: 595-618

Rodríguez. et.al Actitudes de la ciudadanía hacia los servicios públicos …

2009 2010 2011 n media D.E. n media D.E. n media D.E. Empleados de tipo administrativo 7846 0,042 0,201 2443 0,040 0,195 2435 0,034 0,180 Trabajadores de servicios de restaura- ción 7846 0,138 0,345 2443 0,153 0,360 2435 0,165 0,371 Trabajadores cualifica- dos de agricultura 7846 0,063 0,243 2443 0,062 0,241 2435 0,063 0,243 Artesanos y trabajado- res cualificados 7846 0,188 0,391 2443 0,185 0,388 2435 0,175 0,380 Operadores de maqui- naria y montadores 7846 0,120 0,325 2443 0,120 0,325 2435 0,128 0,334 Trabajadores no cualificados 7846 0,138 0,345 2443 0,138 0,345 2435 0,126 0,332 Fuerzas armadas 7846 0,007 0,081 2443 0,006 0,075 2435 0,004 0,064 Orientación política: Izquierda 7924 0,154 0,361 2489 0,165 0,371 2461 0,166 0,372 Centro-izquierda 7924 0,127 0,333 2489 0,121 0,326 2461 0,124 0,330 Centro 7924 0,227 0,419 2489 0,199 0,400 2461 0,199 0,399 Centro-derecha 7924 0,086 0,280 2489 0,086 0,280 2461 0,086 0,281 Derecha 7924 0,122 0,328 2489 0,111 0,315 2461 0,138 0,345 Ns/nc 7924 0,284 0,451 2489 0,317 0,466 2461 0,286 0,452 Votó en las últimas elecciones 7891 0,564 0,496 2483 0,537 0,499 2456 0,556 0,497

Fuente: Elaboración propia a partir de las encuestas sobre “Calidad de los Servicios Pú- blicos” 2009-2011. CIS.

Política y Sociedad 615 2014, 51, Núm. 2: 595-618

Rodríguez. et.al Actitudes de la ciudadanía hacia los servicios públicos …

Tabla A.I.I: Determinantes de la probabilidad de que la ciudadanía esté muy o bastante satisfecha con el funcionamiento de los servicios públicos (regresiones logísticas) Prestaciones Servicios públicos Sanidad Educación Pensiones desempleo (n=12.100) (12.012) (n=10.798) (n=9.645) (n=9.618) R.P.R. D.E. R.P.R. D.E. R.P.R. D.E. R.P.R. D.E. R.P.R. D.E.

Sexo (C.R.: mujer)

Hombre 1,082 * 0,045 1,298 *** 0,055 0,887 *** 0,039 1,062 0,049 1,17 *** 0,054

Edad 0,959 *** 0,006 0,963 *** 0,007 0,983 ** 0,007 0,99 0,007 0,982 *** 0,007 Edad2 1,001 *** 0 1,001 *** 0 1 ** 0 1 ** 0 1 *** 0

Español (C.R.: no)

Sí 0,264 *** 0,332 0,342 *** 0,261 0,365 *** 0,262 0,38 *** 0,231 0,346 *** 0,327

Comunidad autónoma (C.R.: Madrid)

Andalucía 0,686 0,206 0,568 * 0,175 2,157 ** 0,702 0,939 0,318 0,552 * 0,182 Aragón 1,483 *** 0,206 2,537 *** 0,365 2,771 *** 0,419 2,102 *** 0,325 1,347 * 0,207

Asturias 3,223 *** 0,479 4,87 *** 0,806 6,023 *** 1,064 3,883 *** 0,61 1,965 *** 0,298

Baleares 0,877 0,146 2,035 *** 0,356 1,903 *** 0,338 1,429 * 0,265 0,707 * 0,134

Canarias 0,358 *** 0,112 0,236 *** 0,075 1,503 0,505 0,707 0,248 0,323 *** 0,111

Cantabria 1,674 *** 0,299 1,531 ** 0,274 1,659 *** 0,32 0,94 0,209 1,037 0,217 Castilla la 0,81 0,116 1,495 *** 0,219 1,73 *** 0,265 1,276 0,207 1,001 0,161 Mancha Castilla y 1,598 *** 0,167 1,791 *** 0,19 1,87 *** 0,209 1,662 *** 0,197 1,38 *** 0,16 León

Cataluña 0,896 0,082 1,162 0,108 1,185 * 0,116 1,187 * 0,123 0,637 *** 0,065 Comunidad 0,689 * 0,138 1,102 0,224 1,632 ** 0,348 1,043 0,232 0,676 * 0,149 Valenciana

Extremadura 0,657 * 0,153 0,68 0,161 2,049 *** 0,512 1,145 0,295 0,431 *** 0,111

Galicia 1,646 *** 0,164 1,541 *** 0,155 2,219 *** 0,24 1,305 ** 0,147 0,979 0,107

Murcia 0,833 0,19 0,979 0,226 2,387 *** 0,586 1,13 0,289 0,575 ** 0,148

Navarra 3,097 *** 0,591 4,395 *** 0,926 3,781 *** 0,808 2,039 *** 0,439 1,553 0,33

País Vasco 1,544 *** 0,173 3,468 *** 0,425 3,367 *** 0,427 1,219 0,155 0,976 0,123 La Rioja 2,577 *** 0,658 2,153 *** 0,546 4,582 *** 1,381 1,891 ** 0,479 2,203 *** 0,583

Tamaño del municipio (C.R.: 10.001-50.000)

≤ 2.000 1,031 0,09 1,107 0,099 1,088 0,103 1,178 * 0,114 1,234 ** 0,115

2.001-10.000 0,973 0,059 1,196 *** 0,075 1,036 0,068 1,009 0,068 0,981 0,065 50.001- 1,036 0,069 1,169 ** 0,079 1,056 0,076 0,961 0,07 1,049 0,078 100.000 100.001- 1,051 0,058 1,211 *** 0,069 0,985 0,058 0,899 * 0,055 0,888 * 0,054 400.000 400.001- 0,851 * 0,074 0,914 0,081 0,64 *** 0,059 0,869 0,087 0,795 ** 0,079 1.000.000

> 1.000.000 1,283 *** 0,107 1,701 *** 0,146 1,094 0,097 0,973 0,092 0,879 0,082

616 Política y Sociedad 2014, 51, Núm. 2: 595-618

Rodríguez. et.al Actitudes de la ciudadanía hacia los servicios públicos …

Prestaciones Servicios públicos Sanidad Educación Pensiones desempleo (n=12.100) (12.012) (n=10.798) (n=9.645) (n=9.618) R.P.R. D.E. R.P.R. D.E. R.P.R. D.E. R.P.R. D.E. R.P.R. D.E.

Situación laboral (C.R. trabaja)

Pensionista 1,033 0,077 1,012 0,078 0,954 0,079 1,089 0,092 1,081 0,083

Desempleado 0,758 *** 0,04 1,008 0,054 0,948 0,053 0,856 *** 0,048 0,966 0,059

Otros inactivos 1,138 ** 0,075 1,155 ** 0,077 0,945 0,067 0,948 0,072 1,032 0,077 Estudios (C.R.: universitarios superiores)

Sin estudios 0,829 0,095 0,933 0,111 1,842 *** 0,232 0,69 *** 0,091 0,632 *** 0,079

Primaria 0,973 0,082 0,925 0,08 1,706 *** 0,152 0,793 ** 0,074 0,806 ** 0,077

Secundaria 0,925 0,082 0,963 0,087 1,268 ** 0,117 0,806 ** 0,079 0,841 * 0,085 Formación 0,854 * 0,075 0,871 0,078 1,309 *** 0,119 0,807 ** 0,078 0,802 ** 0,079 Profesional Medios universita- 0,808 ** 0,07 0,836 ** 0,075 0,978 0,088 0,937 0,091 1,068 0,105 rios Status (C.R.: obreros no cualificados) Clase alta / media- 1,132 0,209 0,894 0,169 0,929 0,183 1,228 0,255 0,907 0,191 alta Nuevas clases 1,173 0,192 0,825 0,137 0,938 0,163 1,271 0,23 0,974 0,182 medias Viejas clases 0,986 0,175 0,989 0,179 0,981 0,186 1,207 0,239 1,012 0,204 medias Obreros cualifica- 1,113 0,183 0,922 0,154 1,041 0,182 1,257 0,228 0,991 0,186 dos Ocupación (C.R.: técnicos y profesionales de apoyo) Dirección 0,873 0,111 0,848 0,11 0,989 0,134 0,886 0,127 0,79 * 0,111 empresas y admón. Técnicos y profes. 1,083 0,118 1,111 0,124 1,181 0,135 1,037 0,128 1,025 0,127 cient. e intelect. Empleados de tipo 0,902 0,101 0,91 0,104 0,995 0,116 0,987 0,124 1,092 0,134 administrativo Trabajadores serv. 0,844 * 0,075 0,929 0,083 0,935 0,087 0,984 0,097 0,92 0,09 restauración Trabajadores 1,224 0,177 1,051 0,156 1,491 ** 0,237 1,121 0,183 0,924 0,146 cualif. agricultura Artesanos y trabaj. 0,938 0,11 0,942 0,112 1,128 0,14 1,025 0,133 0,827 0,108 cualificados Operadores de 0,883 0,107 0,862 0,106 1,094 0,141 1,042 0,14 0,917 0,124 maquin. y montad. Trabajadores no 1,138 0,207 0,866 0,16 1,164 0,225 1,182 0,239 0,87 0,18 cualificados

Fuerzas armadas 1,01 0,277 1,097 0,312 0,727 0,213 0,921 0,29 0,917 0,269 Orientación política (C.R.: izquierda)

Centro-izquierda 1,177 ** 0,082 1,02 0,073 1,064 0,079 1,159 ** 0,087 1,293 *** 0,098

Centro 1,115 * 0,07 1,042 0,067 0,932 0,062 1,017 0,069 0,971 0,067

Centro-derecha 0,863 * 0,069 0,894 0,073 0,687 *** 0,058 0,784 *** 0,07 0,787 *** 0,069 Derecha 0,855 * 0,062 0,851 ** 0,063 0,755 *** 0,058 0,701 *** 0,056 0,728 *** 0,056

NS/NC 0,886 * 0,056 0,823 *** 0,053 0,799 *** 0,054 0,891 0,063 0,884 * 0,062

Política y Sociedad 617 2014, 51, Núm. 2: 595-618

Rodríguez. et.al Actitudes de la ciudadanía hacia los servicios públicos …

Prestaciones Servicios públicos Sanidad Educación Pensiones desempleo (n=12.100) (12.012) (n=10.798) (n=9.645) (n=9.618) R.P.R. D.E. R.P.R. D.E. R.P.R. D.E. R.P.R. D.E. R.P.R. D.E.

Votó en las últimas elecciones (C.R. no)

Sí 1,172 *** 0,052 1,068 0,048 1,032 0,049 1,173 *** 0,059 1,264 *** 0,062 Tasa autonómica de desempleo (C.R.: 10-<15%)

< 10% 0,739 *** 0,064 0,844 * 0,073 0,883 0,082 0,839 * 0,081 0,785 *** 0,073

15 - < 20% 1,554 *** 0,252 1,22 0,203 1,014 0,175 1,044 0,188 1,387 * 0,249

20 - < 25% 1,532 0,42 2,335 *** 0,659 0,746 0,222 1,49 0,462 1,771 * 0,534 Oleada (C.R.: 2011)

2009 0,627 *** 0,038 0,963 0,06 0,722 *** 0,047 0,863 ** 0,058 1,352 *** 0,089

2010 0,755 *** 0,048 0,751 *** 0,048 0,9 0,061 1,011 0,071 1,112 0,076 C.R.: categoría de referencia. (***) Nivel de significatividad 0,01. (**) Nivel de significatividad 0,05. (*) Nivel de significatividad 0,1. Fuente: Elaboración propia a partir de las encuestas sobre “Calidad de los Servicios Pú- blicos” 2009-2011. CIS.

618 Política y Sociedad 2014, 51, Núm. 2: 595-618

El ciclo de las demandas políticas: una propuesta metodológica aplicada a la contienda por la reforma del marco institucional del agua en Costa Rica

Felipe ALPÍZAR RODRÍGUEZ Universidad de Costa Rica [email protected]

Recibido: 29-11-2013 Aceptado: 28-05-2014

Resumen: En este artículo se plantea el ciclo de las demandas políticas como una propuesta de modelo teórico y metodológico para estudiar procesos políticos específicos centrándose en las relaciones de poder entre diversos actores y sus demandas. Se postula que la valoración del poder de los actores solo es posible si se consideran los resultados que ese ejercicio del poder produce. Se identifican, por lo tanto, los actores involucrados en un determinado proceso y sus demandas principales durante la contienda. Esto último, a través del análisis puntual de la contienda política más importante ocurrida en el pasado reciente en torno al recurso hídrico en Costa Rica: la lucha por la reforma del marco normativo del agua durante el periodo que se extiende entre 1996 y 2010. La espiral del poder en la contienda por la reforma del marco jurídico del recurso hídrico en dicho periodo consta de cinco ciclos en los que varios actores de la sociedad civil académicos, empresariales o ecologistas, entre otros, así como los principales partidos políticos se enfrascaron en extensos debates y luchas políticas para direccionar el sentido de la reforma o impedirla. En⎼ virtud de lo anterior, se realizó un análisis de la demanda central de cada actor relevante en la ⎼espiral de contienda y una valoración de su incidencia política en función de su nivel de cumplimiento. El concepto de incidencia política es entendido como el mecanismo explicativo del desenlace del proceso; esto es, que la verificación empírica de la incidencia política permite descifrar las relaciones de poder imperantes.

Palabras clave: poder, demandas, actores, modelo, Costa Rica, agua

Política y Sociedad 619 ISSN: 1130-8001 2014, 51, Núm. 2: 619-640 http://dx.doi.org/10.5209/rev_POSO.2014.v51.n2.43571

Alpízar Rodríguez El ciclo de las demandas políticas …

The cycle of the political demands: a methodological model applied to the episode of contentious politics over the reform for water´s legal framework in Costa Rica

Abstract This paper proposes a theoretical and methodological model for the analysis of the political process by focusing on the stakeholders, their demands and their power relations. It postulates that power relations can be studied by considering the effects produced by the exercise of power. To do so, it identifies the main stakeholders in a political process and their main demands. The model is applied to a specific episode of contentious politics in Costa Rica: the dispute over the reform for water´s legal framework occurred between 1996 and 2010. The so-called power spiral over the reform is composed by five different demands cycles in which many stakeholders, such as NGO´s, academic actors, ecologist and corporations, as well as political parties and public institutions debated and fought about the directions of the reform and in some cases tried to veto it. The power relations between them were studied, as said before, by identifying the main demand of each political actor and then evaluating their political incidence by considering the compliance (or not) of each demand at the end of the political process. This paper concludes that this method and in particular the study of the political incidence of the demands of the stakeholders serves as a causal mechanism of the outcome of the process and helps study power relations.

Keywords: power, demands, stakeholders, framework, Costa Rica, water

Referencia normalizada Alpízar Rodríguez, F.. (2014). “El ciclo de las demandas políticas: una propuesta metodológica aplicada a la contienda por la reforma del marco institucional del agua en Costa Rica”. Política y Sociedad, Vol 51, Núm. 2: 619-640

Sumario: Introducción. 1. Modelo de análisis para el estudio del poder: el ciclo de las demandas políticas. 2. La contienda por la reforma del marco legal del recurso hídrico: aplicación empírica del modelo. 3. Conclusiones. Bibliografía.

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Introducción

A pesar de que existen relaciones de poder en prácticamente todas las áreas de trabajo de la Ciencia Política, su estudio ha sido elusivo, al punto de que, en cierta medida, dicha problemática sigue siendo una materia pendiente de la disciplina. Numerosos intelectuales han procurado desenmascarar las lógicas del poder presentes en la relaciones sociales actuales o pasadas, y es precisamente a partir de autores como Lukes (2007), Foucault (1981), Mann (1984), Bourdieu (1985) y Castells (2009), entre otros, que este artículo pretende abordar el desafío del estudio del poder a través del análisis de los conflictos relacionados con la reforma al marco normativo del recurso hídrico en Costa Rica. Para ello se parte de una premisa básica: solo es posible estudiar las relaciones de poder en contextos específicos que permitan determinar los resultados que ese ejercicio del poder produce (Lukes, 2007:113). Tal y como lo señala Castells (2009:551) para ello se debe determinar los procesos y contextos en los que se ejerce el poder. Frente a ese desafío, se plantea que un modelo teórico y metodológico que se base en el ciclo de las demandas políticas puede ser útil para estudiar procesos políticos específicos centrándose en las relaciones de poder entre diversos actores y sus demandas. Más allá de la elaboración teórica, este artículo se enfoca en analizar un tema de suma relevancia: la gestión del agua. Así pues, con el fin de demostrar si dicho modelo de gestión funciona en la práctica, se analiza el proceso político ocurrido en Costa Rica entre 1996 y 2010, que estuvo marcado por las luchas de distintos actores alrededor de una eventual reforma integral del marco normativo del recurso hídrico. Se explican, en primera instancia, los postulados teóricos básicos del modelo, para luego proceder al análisis empírico del proceso antes descrito. Luego se recapitulan los hallazgos teóricos y empíricos más relevantes en la sección de conclusiones.

1. Modelo de análisis para el estudio del poder: el ciclo de las demandas políticas

La crisis de los partidos políticos y, en general, los desafíos que enfrentan los mecanismos institucionales de representación de los intereses, son fenómenos comunes en buena parte de los países de la región. Costa Rica no es la excepción, tal como lo señala Hernández: “[…] en las últimas décadas, se ha observado el surgimiento de una mayor cantidad de organizaciones sociales y movimientos que se han convertido en espacios de participación no partidaria, al menos a nivel de dirigentes y cuadros profesionales, así como de temas o problemas específicos.” (2009:16).

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Estos fenómenos obligan a ampliar la mirada académica sobre la intermediación de intereses más allá de los partidos políticos. Por lo anterior, el foco del análisis democrático debería ponerse también en el ejercicio del poder de los distintos actores no partidarios y las formas en las que canalizan sus intereses. En consonancia con el supuesto de partida planteado en la introducción, para identificar cómo ocurre esa intermediación de intereses mediada por las relaciones de poder, es preciso buscar espacios o contextos de debate político que permitan, primero, identificar los intereses de los actores. En este sentido, es importante considerar que el ejercicio del poder, y en particular la dominación, buscan que unos determinados intereses no se conviertan en demandas. De acuerdo con esa perspectiva, el estudio del poder debe tener en cuenta sus tres dimensiones (Lukes, 2007). Así, no resulta suficiente entender el poder como la capacidad de A de determinar el comportamiento de B, sino también como la capacidad de un agente de evitar que surjan los conflictos, de que no se tomen decisiones sobre ciertos temas y se escondan problemas potenciales (segunda dimensión). Adicionalmente, la consideración de una tercera dimensión del poder obliga a poner atención no solo a la toma de decisiones, sino también al control del programa o agenda política, los problemas potenciales, los asuntos sobre los que no se han tomado decisiones y aquellos temas que no se han convertido en conflictos porque algún agente poderoso está interesado en sacarlos del ámbito de la política. La definición del poder –advierte Lukes– es intrínsecamente polémica, toda vez que su estudio “[…] implica juzgar la importancia de los resultados que los poderosos pueden producir […] determinar quiénes tienen más poder, y cuánto más poder tienen, es inseparable de valorar la importancia del impacto de su poder, esto es: de su impacto sobre los intereses de los afectados.” (2007: 133) Así, el poder se entiende como las “[…] aptitudes de los agentes para producir efectos importantes, específicamente al promocionar sus intereses y/o afectar los intereses de los otros, sea de manera positiva o negativa.” (Lukes, 2007:70). Precisamente para atender al enfoque multidimensional del poder, este artículo establece que la demanda política se deriva de la construcción política de un interés. Cuando el ejercicio del poder de un agente impide que los intereses del otro agente se constituyan siquiera en demandas, se estaría en presencia de un ejercicio del poder en la forma de la dominación, que además le impide a ese agente el disfrute de las oportunidades de desarrollo y la satisfacción de sus necesidades básicas (Lukes, 2007; Castells, 2009). En consonancia con lo anterior, la propuesta de análisis parte del supuesto de que es posible estudiar las demandas políticas siguiendo una especie de ciclo de vida. En otras palabras, la comprensión de la política como una actividad humana dinámica, iterativa y relacional, conlleva no solamente estudiar las demandas en un momento determinado, sino rastrearlas a lo largo del proceso político. Esta idea se extrae del análisis de políticas públicas que, a partir de un asunto que genera el interés público, considera lo que ocurre en cada una de las fases, identificando elementos distintivos para cada una de ellas (Abarca, 2002). No obstante lo anterior, en este caso el énfasis se pone en las posturas de los actores frente a determinados

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Alpízar Rodríguez El ciclo de las demandas políticas … temas y no en el diseño de una política para atender el asunto. De nuevo, se trata de mover el foco del lente hacia las demandas de los actores para poder visibilizar procesos que no se canalizan necesariamente por la vía tradicional de los partidos políticos y las políticas públicas y que, por eso mismo, no siempre están a la vista. Así, el modelo plantea que es posible identificar cuatro fases distintas en el análisis de las demandas: 1. Proceso de construcción/destrucción de las demandas de los actores políticos En esta fase se estudia la forma en que los intereses se convierten en demandas, o si, por el contrario, son destruidas (o no defendidas políticamente). Cabe recordar que un interés se convierte en demanda cuando es construido políticamente y defendido frente a otros actores y/o instituciones. Esto supone que las situaciones cotidianas, necesidades, preferencias y agravios son problematizados y elaborados intersubjetivamente hasta llegar al convencimiento de que se requiere defenderlos por medio de la acción política. Es claro que este paso lleva implícito determinados recursos de poder que les permitan a los agentes realizar ese proceso de problematización y, concretamente, defender en la arena simbólica su interpretación frente a otros actores, sean internos o externos, que quieran imponer un curso de acción distinto. 2. Articulación y desarticulación de las demandas de los actores políticos Una vez que los actores han construido sus demandas, estas deben pasar por el espacio público-político, donde confluyen distintos problemas que requieren ser resueltos por el sistema político. Los actores políticos colocan sus demandas en un espacio público donde colisionan o se apoyan en las demandas de los otros actores políticos que también pretenden que las instituciones del sistema político resuelven sus peticiones. Castells define el espacio público como “[…] el espacio de la interacción social y significativa donde las ideas y los valores se forman, se transmiten, se respaldan y combaten” (2009:394). En razón de lo anterior, se habla de la articulación y desarticulación de las demandas políticas, proceso que ya no depende únicamente de los actores en sí mismos, sino de las complejas interrelaciones que ocurren entre los distintos actores, los medios de comunicación, la opinión pública, los partidos políticos y las instituciones políticas. La lucha simbólica por la primacía en la opinión y la agenda pública está mediada por procesos de establecimiento de la agenda (setting), la priorización (priming) o el enmarcado (framing). El espacio público se convierte entonces en el lugar de la deliberación y sirve, por lo tanto, como mecanismo de discusión y selección de las preferencias colectivas. 3. Procesamiento institucional de las demandas Las demandas planteadas y articuladas por los actores políticos pretenden ser incorporadas dentro del sistema político por las instituciones del Estado. Así, el procesamiento institucional de las demandas se refiere a todas aquellas acciones u omisiones de las autoridades gubernamentales en relación con las

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demandas planteadas por los actores políticos. Dichas demandas, que forman parte de la agenda pública, no se componen únicamente de aquellas perseguidas por los grupos de presión, los movimientos sociales y las organizaciones comunales, sino que engloban también temas planteados por los partidos políticos, los medios de comunicación y, por supuesto, las mismas autoridades del sistema político. El estudio de las demandas permite situar el debate en el plano empírico para indagar todas las variantes que puedan ocurrir en los intercambios entre las instituciones y los actores políticos. En este sentido, resulta interesante considerar si existe una inclusión simétrica o asimétrica en la agregación de intereses de los actores en la discusión y decisión de los asuntos públicos (Prats, 2004; Powell, 2007). 4. Interpretación simbólica del desenlace La cuarta fase pretende dar cuenta de la forma en que los actores políticos reciben, entienden e interpretan el procesamiento institucional de sus demandas. Se debe recordar que ya para este momento la demanda ha superado distintas etapas y en cada una de ellas los actores han ajustado sus expectativas de acuerdo con sus marcos cognitivos y los procesos simbólicos que enmarcan su accionar. Es posible que el procesamiento institucional de la demanda del actor haya sido más bien la no incorporación de la reivindicación como un asunto público; es decir, el rechazo de la demanda. En este caso, los actores tienen que interpretar ese desenlace y decidir con sus recursos simbólicos y políticos disponibles si se desea reconstruir la demanda en términos distintos, si se desea continuar la lucha por otros mecanismos, o si el tema se da por agotado y se abandona la contienda. De igual manera, si existe un procesamiento institucional de sus demandas positivo –es decir, que la demanda ha sido incluida aunque sea de forma asimétrica– los actores deben interpretar si el resultado de sus luchas cumple con sus expectativas o no. En este caso, podrían reiniciar su lucha o darla por terminada. Esta fase representa de alguna manera el final del ciclo, pero se trata de un final abierto, que no supone un cierre. El ciclo es solo un giro de una espiral que puede continuar tantas veces como alguno de los actores –uno, varios o todos– lo considere necesario. Por supuesto que en esta espiral las relaciones de poder entre los actores son determinantes, incluso para decidir si el asunto debe continuar discutiéndose o no y en qué términos. Por ello, justamente, se le denomina la espiral del poder.

La división analítica del proceso en cuatro fases pretende facilitar la identificación de los actores y sus demandas en cada una de ellas. Por lo anterior se ha denominado el proceso como el ciclo de las demandas políticas, aunque no se trata de un círculo que se cierra en sí mismo y, por ende, no vuelve a sus inicios de forma inalterada, ni supone un cierre. La práctica política cambia irremediablemente a sus actores y nunca es posible volver al estado de cosas inicial. De acuerdo con este enfoque, el ciclo es simplemente una parte –un giro– de una espiral que puede

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Alpízar Rodríguez El ciclo de las demandas políticas … continuar o no según el asunto político en cuestión tenga vigencia desde la perspectiva de los actores involucrados. Por ello, es posible plasmar gráficamente el concepto de la espiral del poder, dado que este hace referencia a las dinámicas continuadas de relaciones de poder en torno al conflicto sobre un determinado asunto y las respectivas demandas de los actores en distintos ciclos. En la figura 1.1 se puede observar gráficamente la idea del ciclo y la espiral del poder. Cabe destacar que esta representación gráfica puede ser muy útil para representar los procesos políticos; incluso, permite imaginar una representación de la realidad política de un país en un momento determinado como una compleja combinación de espirales de poder –tantas como temas existan en la agenda pública– que se solapan, se influyen, se anulan o se potencian.

Figura 1: El ciclo de las demandas políticas y la espiral del poder

Fuente: Elaboración propia.

La idea del ciclo y sus fases pretende facilitar la comprensión del proceso político de participación de los actores y la intermediación de sus intereses. Es importante señalar que, aunado a ello, el modelo pretende utilizar el concepto de incidencia política como una medida de los efectos de la participación, pues como lo señala Castells (2009:394) “[…] sólo sabemos si las acciones colectivas fueron realmente sujetos del cambio social por sus repercusiones”. El concepto de incidencia política en Centroamérica está profundamente ligado a la acción política de las organizaciones de la sociedad civil. Una vez que las

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Alpízar Rodríguez El ciclo de las demandas políticas … ilusiones de cambio social fueron derrotadas después de las sangrientas guerras en la región, los actores sociales tuvieron que adaptar sus reivindicaciones a las nuevas corrientes de la incipiente democratización. Así, la incidencia política se entendió como la vía institucionalizada para el cambio político hacia las anheladas reivindicaciones sociales de inclusión y bienestar (De la Ossa, 2002; WOLA, 2005). A partir de la reelaboración del concepto por parte de Blanco (2006) y Alpízar (2007) se puede considerar la incidencia política desde un punto de vista simbólico, discursivo y comunicativo, en el sentido de que implicaría un impacto en la gestión de los asuntos comunes a la sociedad. Con base en lo anterior, es posible redefinir el concepto de incidencia política como la capacidad de los grupos organizados para actuar frente a las entidades públicas e incorporar sus demandas en el proceso de decisión gubernamental. Esta definición precisa la noción más general de influencia política, más relacionada con el poder abstracto o potencial de los actores políticos (Alpízar, 2007). Así, la incidencia política es una forma de participación política con cinco elementos fundamentales: 1. Se trata de una actividad no electoral, es decir, se produce fuera del marco de los procesos electorales; 2. Es ejercida por grupos sociales organizados, lo cual excluye el accionar de los ciudadanos no organizados en grupos (Tilly y Tarrow, 2007); 3. El estudio de los actores políticos que realizan incidencia se realiza a partir de cuatro dimensiones teóricas para el análisis, lo cual supone identificar su estructura organizativa, sus marcos cognitivos, la estructura de oportunidades de su contexto y sus efectos políticos; 4. El análisis de la incidencia se realiza siguiendo el ciclo de las demandas políticas; 5. La incidencia política se puede verificar empíricamente en la medida en que se determine el éxito de los grupos en hacer llegar sus demandas hasta el final del ciclo e incorporar plenamente sus reivindicaciones en las decisiones públicas.

A partir de esto se puede establecer una especie de escala de incidencia política, que va aumentando su valor conforme las demandas logran transitar de una fase a la otra del ciclo de las demandas políticas. El concepto de incidencia política es entonces el hilo conductor de este enfoque, pues permite seguir la demanda en todo su proceso y medir empíricamente el nivel de eficacia de la participación política. Así pues, si un actor o un grupo de actores monopolizan la participación política e imponen sus demandas, de forma tal que impiden a los demás la satisfacción de sus necesidades más elementales, por ejemplo en torno al agua, entonces se habla de dominación y un ejercicio no democrático del poder (Lukes, 2007). La propuesta de modelo parte además de la lógica del análisis de coyuntura, que ha sido ampliamente trabajada en la región centroamericana por diversos académicos (Abarca et.al., 2012). En términos metodológicos, se parte de un hecho

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Alpízar Rodríguez El ciclo de las demandas políticas … detonante para marcar el inicio del ciclo y se registran los hechos relevantes del periodo de análisis hasta construir una línea de tiempo. En cada ciclo se identifican los actores involucrados y sus demandas principales. Esto permite, además, conocer los temas centrales de la contienda política (Tilly y Tarrow, 2007) y las posiciones de los actores respecto de ella. Las técnicas de investigación que se pueden utilizar en este análisis dependen en buena medida de la naturaleza de la contienda, pero la entrevista, la revisión documental (actas legislativas, minutas de reuniones, cartas, comunicados de prensa), la observación y el análisis de contexto son herramientas privilegiadas para la recolección de la información (Abarca et.al., 2012). El modelo ha sido aplicado con éxito en varias oportunidades, aunque claramente se trata de una propuesta en construcción que requiere ajustes según se avance en su uso y de acuerdo con las particularidades de cada caso. A continuación se presenta una de las aplicaciones realizada.

2. La contienda por la reforma del marco legal del recurso hídrico: aplicación empírica del modelo.1

En una investigación de mayor alcance sobre esta materia (Alpízar, 2013), se encontró una tendencia histórica que relaciona las transformaciones profundas en el modelo de desarrollo y forma de Estado con cambios en el marco normativo del recurso hídrico. Así, cada vez que permutaron los equilibrios de poder, los actores dominantes intentaron adecuar la gestión del agua a sus intereses. Esa tendencia se rompe a partir de 1982. En ese año ocurren en Costa Rica importantes cambios societales, que, sin embargo, no fueron acompañados por una reforma integral del marco normativo del recurso hídrico. En los últimos diez años, los principales actores del sector, tanto de la sociedad civil como de las instituciones públicas, se han enfrascado en un largo proceso de debate, consulta y discusión de proyectos de ley tendientes a concretar esa reforma. En las décadas de 1980 y 1990 se dieron algunos intentos por reformar el marco legal del recurso hídrico y se empieza a discutir cada vez más la necesidad de la reforma en esa materia. Ya para noviembre de 2001, dichos esfuerzos se traducirían en tres proyectos de ley distintos presentados ante la Asamblea Legislativa de Costa Rica por representantes de tres partidos políticos. A partir de entonces inicia un largo periodo de discusión marcado por la polémica, el cual, hasta el día de hoy, no se ha resuelto completamente. Para efectos de la delimitación temporal se ha decidido concentrar el estudio en el periodo comprendido entre los años 1996 y 2010. Cabe indicar que aunque se toman en cuenta algunos antecedentes anteriores a 1996, esa fecha se toma como punto de partida para el análisis, que se extiende ______

1 En este artículo se presenta una versión muy resumida del capítulo 6 de la tesis doctoral, en el cual estudio este fenómeno con mayor profundidad (Alpízar, 2013).

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Alpízar Rodríguez El ciclo de las demandas políticas … hasta noviembre de 2010, es decir, hasta la presentación del último proyecto de ley relacionado con el recurso hídrico. Es preciso indicar que durante el 2011 y 2012 el proceso ha seguido su curso, sin embargo, por razones metodológicas y de análisis, este periodo más reciente no será analizado en este artículo. El primer ciclo de contienda inicia en 1996 con el convencimiento de diversos actores respecto a la necesidad de la reforma. A partir de la Conferencia Internacional sobre el Agua y el Medio Ambiente y la Declaración de Dublín toma fuerza el enfoque de la Gestión Integrada de los Recursos Hídricos. En Costa Rica, 1996 marca la constitución de una incipiente comunidad epistémica del agua (Haas, 1992), que, frente a graves episodios de contaminación y un vacío legal en materia de concesiones de fuerzas hidráulicas, planteó la necesidad de una reforma integral del marco legal. Esta primera fase de la construcción de las demandas derivó en la presentación de tres proyectos de ley en noviembre del 2001, que fueron acogidos para estudio y discusión en la Comisión de Ambiente de la Asamblea Legislativa. En este escenario legislativo ocurrió el debate y la confrontación de posiciones que se ubica en la fase de articulación y desarticulación de las demandas, donde se identificaron actores institucionales como el Ministerio de Ambiente y Energía, el Ministerio de Agricultura y Ganadería, así como otros actores de la sociedad civil como la Federación Costarricense para la Conservación de la Naturaleza. La fase de procesamiento institucional de las demandas se puede ubicar en noviembre de 2002, cuando la Comisión Legislativa de Ambiente decide integrar los tres proyectos en uno solo. La tabla 1 recoge la cronología del primer ciclo según los hechos relevantes. Como se explicó antes, la fase de interpretación simbólica del desenlace se traslapa con el siguiente ciclo y se analiza más adelante.

Tabla 1: Cronología del primer ciclo de la contienda por la reforma del marco legal del recurso hídrico, Costa Rica (1996-2002) Hecho relevante Fecha Fase de construcción/ destrucción de demandas La Ley de Autoridad Reguladora de los Servicios Públicos crea un 1996 vacío legal en explotación privada de fuerzas hidráulicas. En el proceso de concertación nacional se discute el tema hídrico. 1998 Episodios de contaminación del agua potable en la Gran Área 2001 Metropolitana afectan a cerca de 150 000. El Ministerio de Ambiente y Energía (MINAE) presenta a la 27 de noviembre Asamblea Legislativa el proyecto 14.585 Ley del Recurso Hídrico. de 2001 El diputado Ovidio Pacheco (Partido Unidad Social Cristiana) 29 de noviembre presenta el proyecto 14.594 elaborado por la Defensoría de los de 2001 Habitantes (DH). El diputado José Merino del Río (Partido Fuerza Democrática) 30 de noviembre presenta el proyecto 14.598 Ley Marco del Sector Hidrobiológico. de 2001 Fase de articulación/desarticulación de las demandas La Comisión de Ambiente inicia el trámite del proyecto 14.585, 13 de febrero de 14.594 (Se realizan consultas a sectores). 2002

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Hecho relevante Fecha La Comisión de Ambiente inicia el trámite del proyecto 14.598 7 de marzo de (Se realizan consultas a sectores). 2002 Foro Nacional del Agua organizado por Global Water Partnership 24 de Abril de y la Asamblea Legislativa. Se crea el Grupo Técnico del Agua 2002 (MINAE, DH, GWP, Fundación para el Desarrollo Urbano FUDEU, Centro de Derecho Ambiental y de los Recursos Naturales CEDARENA. Se discute la posibilidad de integrar los tres textos a partir del 25 de Abril de texto del proyecto 14.585. 2002 Fin de la administración de Miguel Ángel Rodríguez (1998-2002) 8 de mayo de e inicio de la administración de Abel Pacheco (2002-2006). 2002 Varios diputados presentan una reforma constitucional, proyecto 17 de mayo de 14.757, para declarar el agua como un bien de dominio público, 2002 patrimonio del Estado, en el artículo 121, inciso 14 de la Constitución Fase de Procesamiento Institucional de las demandas La Subcomisión que integra los 3 textos, presenta su informe con 11 de noviembre texto sustitutivo 1. Dictamen negativo unánime a los proyectos de 2002 14.594 y 14.598, ambos se archivan. Fuente: Elaboración propia a partir de: Expedientes legislativos A-13.061 Tomos 1 a 3, A-11.080, A-11.079. Entrevistas a actores y consultas al sitio oficial de la Asamblea Legislativa, consultado en abril y mayo de 2012: http://www.asamblea.go.cr/Centro_de_informacion/Consultas_SIL/default.aspx

El segundo ciclo de contienda política abarca el proceso de consulta y la búsqueda de consensos en torno al proyecto; tiene lugar entre los años 2002 y 2003. En la fase de interpretación simbólica del desenlace y la construcción de las demandas, los actores se vieron obligados a estudiar el proyecto de ley sintetizado por la Comisión (proyecto 14.585) y se propuso la creación de un Grupo Técnico del Agua que apoyaba la labor de la Comisión desde las posiciones cercanas a la comunidad epistémica del agua (universidades, organizaciones ecologistas y de la sociedad civil). Se organizaron talleres de consulta del proyecto de la Ley para que otros actores conocieran su contenido y tomaran posición al respecto; además, la Comisión recibió cartas y comparecencias de varias municipalidades del país, instituciones públicas, organizaciones gremiales y empresariales. De nuevo el escenario legislativo sirvió para que los actores articularan sus posiciones y demandas. Así, después de esa fase, en noviembre de 2003, la Comisión Legislativa de Ambiente dictaminó un nuevo proyecto legislativo (14.585-B)

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Tabla 2: Cronología del segundo ciclo de la contienda por la reforma del marco legal del recurso hídrico, Costa Rica (2002-2003) Hecho relevante Fecha Fase de construcción/ destrucción de demandas Se inicia un nuevo proceso de consulta del proyecto 14.585– 11 de noviembre de 2002 A con los actores interesados, tanto instituciones públicas como privadas, vía cartas, audiencias y talleres de consulta. Taller de consulta del proyecto 14.585-A en San Carlos 21 de febrero de 2003 Taller de consulta del proyecto 14.585-A en Quepos 28 de febrero de 2003 Taller de consulta del proyecto 14.585-A en Limón 7 de marzo de 2003 Taller de consulta del proyecto 14.585-A en Golfito 4 de abril de 2003 Taller de consulta del proyecto 14.585-A en Liberia 25 de abril de 2003 Taller de consulta del proyecto 14.585-A en Palmar Sur 8 de mayo de 2003 Taller Técnico del Agua en San José 2-3 de setiembre de 2003

Fase de articulación/desarticulación de las demandas El Grupo Técnico del Agua presenta a la Comisión de 23 de octubre de 2003 Ambiente una propuesta de texto de ley. Diversos actores presentan sus posiciones ante la Comisión 2003 Fase de Procesamiento Institucional de las demandas La Subcomisión presenta su informe con la recomendación de 26 de noviembre de 2003 un nuevo texto sustitutivo. Se aprueba el nuevo texto 14.585- B. Fuente: Elaboración propia a partir de: Expedientes legislativos A-13.061; Entrevistas a actores; Grupo Técnico del Agua (2004).

La aprobación del nuevo texto de ley propuesto obliga a los actores a reinterpretar nuevamente su posición a la luz de este desenlace. Este hecho marca el inicio del tercer ciclo de contienda que se analiza a continuación. La tabla 2 resume los principales hechos del segundo ciclo de contienda. El tercer ciclo de contienda se caracteriza por la división institucional y el disenso social, pues una vez aprobado el texto sustitutivo 2, 14.585-B, como dictamen de la Comisión Permanente Especial de Ambiente, se inició la discusión del texto. De inmediato surgieron fuertes polémicas alrededor de la inclusión del tema de regulación de la generación privada de energía y de la reorganización del sector que proponía el proyecto. La fase de articulación de las demandas ocurrió en el escenario legislativo entre noviembre de 2003 y 2004 mediante audiencias a algunos actores y la presentación de cartas y comunicados de prensa de diversos actores. Finalmente, la Comisión emitió un tercer texto sustitutivo (procesamiento institucional de las demandas) en noviembre de 2004, y los actores se vieron obligados de nuevo a reinterpretar este desenlace. El cuarto ciclo de contienda es de alguna manera el que sintetiza las diversas dimensiones de la disputa por el marco legal. En este caso el ciclo abarca del 2004 al 2005 y culmina con la aprobación del proyecto de ley en la Comisión Permanente

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Especial de Ambiente. El avance hasta ese punto hizo que los diversos actores agudizaran sus posiciones respecto a los cuatro elementos centrales en disputa en este proyecto de ley: 1. La creación de un marco institucional y los principios para asegurar una gestión integrada del recurso hídrico (Ministerio de Ambiente y Energía MINAE, Grupo Técnico del Agua GTA, comunidad epistémica del agua, parte del Poder Ejecutivo y Partido Unidad Social Cristiana PUSC); 2. La regulación de las concesiones de aprovechamiento de fuerzas hidráulicas para generación privada de energía (Asociación Costarricense de Productores Privados de Energía ACOPE, Partido Movimiento Libertario PML vs. Federación Costarricense de Conservación de la Naturaleza FECON y Partido Acción Ciudadana PAC); 3. El equilibrio entre conservación y desarrollo económico (Cámara Nacional de la Agricultura y Agroindustria CNAA, Cámara Costarricense de la Industria Alimentaria CACIA, Cámara de Industrias de Costa Rica CICR, Partido Liberación Nacional PLN, parte del Poder Ejecutivo y PUSC); 4. Los cambios legales que afectarían a instituciones públicas como el Instituto Costarricense de Electricidad ICE, Servicio Nacional de Riego y Avenamiento SENARA e Instituto Costarricense de Acueductos y Alcantarillados ICAA (Poder Ejecutivo dividido-PUSC).

En el proceso de articulación de las demandas, es interesante destacar que la Comisión Legislativa llamó a comparecer a los principales actores interesados en la materia de la regulación de las fuerzas hidráulicas y excluyó a los actores interesados en otros temas. Lo anterior es una muestra de cómo no se cumplió el criterio de inclusión simétrica de los actores. Finalmente, el 14 de abril de 2005, se da el procesamiento institucional de las demandas cuando la Comisión de Ambiente aprueba el dictamen afirmativo por unanimidad del proyecto 14.585-C. Esto cierra el espacio institucional de la Comisión Legislativa como escenario de la incidencia política y los actores deben reinterpretar simbólicamente el desenlace y buscar nuevas posibilidades de intermediación. El quinto y último ciclo de contienda por la reforma del marco legal en Costa Rica es testigo de la lenta agonía del proyecto de ley 14.585 (2005-2010). La principal razón de esto es que el proyecto de ley encontró una fuerte oposición de actores poderosos, sobre todo aquellos ligados a sectores productivos, que impidieron que el proyecto de ley se discutiese en la corriente legislativa del Plenario costarricense. La tabla 3 resume la cronología del quinto ciclo de contienda. En este caso particular, el procesamiento institucional de las demandas ocurre de forma separada, pues por un lado se satisface el interés de los sectores relacionados con la producción privada de energía hidroeléctrica por medio de la aprobación del proyecto de Ley 16.949 (Ley 8.723), y por otro lado se evita la discusión del proyecto de ley 14.585.

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Tabla 3: Cronología del quinto ciclo de la contienda por la reforma del marco legal del recurso hídrico, Costa Rica (2005-2010). Hecho relevante Fecha Debate en Plenario, se devuelve el proyecto 14.585 a Comisión 9 de agosto de para conocer enmiendas. 2005 Fin de la Administración Pacheco de la Espriella e inicio de la 8 de mayo de Administración Arias Sánchez. 2006 La Comisión de Ambiente discute y desecha las 167 mociones 22 de junio de presentadas al proyecto 14.585. 2006 El Plenario conoce el informe de la Comisión de Ambiente sobre 28 de agosto de el proyecto 14.585; se presentan 325 mociones adicionales y pasa 2007 de nuevo a Comisión. La Comisión de Ambiente conoce y desecha las 325 mociones 20 de setiembre presentadas al proyecto 14.585. de 2007 Se presenta el proyecto 16.897 para incorporar el derecho humano 30 de de acceso al agua a la Constitución (arts.50 y 121). noviembre de 2007 Se presenta el proyecto 16.949 Ley Marco de Concesión para el 19 de febrero de aprovechamiento de las fuerzas hidráulicas para la generación 2008 hidroeléctrica. Creación de la Alianza Nacional para la Defensa del Agua Junio de 2008 (ANDA). El proyecto 16.949 ingresa a la Comisión de Asuntos 7 al 28 de Agropecuarios, se discute y se dictamina. octubre de 2008 El proyecto 16.949 recibe mociones vía 137 y es conocido en Noviembre de plenario en cuatro ocasiones. 2008 a febrero de 2009 Primer y segundo debate afirmativo del proyecto 16.949. marzo de 2009 La Asamblea Legislativa emite la Ley Nº 8723 Marco de 23 de marzo de Concesión para el aprovechamiento de las fuerzas hidráulicas para 2009 la generación hidroeléctrica (Proyecto 16.949). Maureen Ballestero presenta el proyecto 17.694 Ley de Aguas. 29 de abril de 2010 Fin de la Administración Arias Sánchez e inicio del gobierno de 8 de mayo de Laura Chinchilla Miranda. 2010 El proyecto 17.742 Ley de Gestión Integral del Recurso Hídrico 25 de mayo de se presenta al Plenario por medio del mecanismo de Iniciativa 2010 Popular. Al proyecto de Ley del Recurso Hídrico 14.585 se le vence su 21 de junio de plazo de discusión y es archivado en el expediente 13.061. 2010 Se presenta el proyecto 17.793 para incorporar el derecho humano 22 de julio de de acceso al agua a la Constitución (arts.50). 2010 El proyecto 16.897 recibe primera, segunda y tercera lectura en el 5, 16 y 25 al de

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Hecho relevante Fecha Plenario Legislativo. agosto de 2010 El proyecto 16.897 ingresa en el orden del día del Plenario 18 de octubre Legislativo. de 2010 Se presenta al Plenario el proyecto Ley de Asociaciones 10 de Administradoras de Acueductos Nº17.914. noviembre de 2010 Fuente: Elaboración propia a partir de: Expedientes legislativos A-13.061, Tomos 16 al 20 del expediente 14.585, archivado A-13.061. Entrevistas a actores y consultas al sitio oficial de la Asamblea Legislativa, consultado en abril y junio de 2012: http://www.asamblea.go.cr/Centro_de_informacion.

Frente a esta realidad y la renuencia del sistema político para resolver buena parte de las demandas de la sociedad civil, los actores deciden separar sus temas en dos proyectos de ley y buscar la aprobación de sus iniciativas por separado. Esto se traduce en la presentación de los proyectos de ley para incorporar el derecho humano al agua en la Constitución (17.793), el proyecto de ley de Gestión Integral del Recurso Hídrico (17.742) y el proyecto de ley de Asociaciones Administradoras de Acueductos (17.914). El análisis del conjunto de los cinco ciclos de contienda permite identificar cuatro grandes áreas en disputa, así como a los actores participantes en la contienda por la reforma del marco legal del recurso hídrico en Costa Rica: 1. El manejo del agua en Costa Rica según el enfoque de la gestión integrada de los recursos hídricos. Los principales actores son la comunidad epistémica del agua integrada por Ministerio de Ambiente y Energía (MINAE)- Departamento de Aguas, DH, GWP, CEDARENA, FUDEU y otros especialistas de las principales organizaciones civiles y universidades del país así como los partidos Acción Ciudadana (PAC), Frente Amplio (FA), sectores del Partido Liberación Nacional (PLN) y Partido Unidad Social Cristiana (PUSC). Se observa una ruptura interna entre grupo ligado a la ex diputada liberacionista Maureen Ballestero (versión limitada de la GIRH), y por la Alianza Nacional para la Defensa del Agua (ANDA) (versión profunda de la GIRH). 2. La regulación del sector de fuerzas hidráulicas para la generación privada de energía. Los actores relevantes son Asociación Costarricense de Productores de Energía (ACOPE), la comunidad epistémica del agua que veladamente apoyó esta regulación y el MINAE lo hizo abiertamente. La Federación Costarricense para la Conservación de la Naturaleza (FECON) y algunas organizaciones aliadas se opusieron fuertemente a esta iniciativa. El Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) mantuvo una posición prudente pues objetaron la apertura del sector energía pero no incidieron directamente para evitarla. El Partido Movimiento Libertario y un sector del Partido Liberación Nacional, ligado al liderazgo del Presidente Óscar Arias Sánchez, apoyaron a este grupo en su pretensión de incluir la regulación de las fuerzas hidráulicas

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en los distintos proyectos del recurso hídrico. Cuando ACOPE optó por regular esa materia en una legislación aparte, contó con el apoyo del PUSC y el PAC además del PML, PLN. 3. Reorganización del sector hídrico con el argumento de que una mejor gobernabilidad resolvería la crisis del recurso en el país. El Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) se opuso a perder su régimen de concesión especial y someter su planificación a los dictados del MINAE o los organismos de cuenca. El Instituto Costarricense de Acueductos y Alcantarillados (ICAA) también objetó los cambios en régimen de concesiones, los cobros por conceptos de cánones y la pérdida de su rectoría en materia de agua potable. El sector de los acueductos comunales (ASADAS) también exigió que se les incluyera en la discusión y se reconociera su aporte y funcionamiento en la provisión de servicios de agua potable. El Servicio Nacional de Aguas Subterráneas, Riego y Avenamiento (SENARA) y el Ministerio de Salud se opusieron fuertemente al traslado de sus competencias al MINAE. Estas divisiones internas en el Poder Ejecutivo no pudieron ser resueltas en el periodo de estudio. 4. Equilibrio entre la conservación del recurso y la producción económica del país. Varias cámaras empresariales, lideradas por la Cámara Nacional de Agricultura y Agroindustria (CNAA) y la Unión Nacional de Pequeños y Medianos Productores Agropecuarios (UPANACIONAL) argumentaron que la reforma afectaría las actividades económicas del país. Su principal reclamo estaba relacionado con las normas que regulaban las áreas de protección de nacientes y cuerpos de agua, así como el costo de los cánones que se pretendía implementar. En este reclamo contaron con el apoyo del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), el Ministerio de Economía, Industria y Comercio (MEIC) y la Autoridad Reguladora de los Servicios Públicos (ARESEP), así como el apoyo del PLN y el gobierno de Óscar Arias Sánchez.

La figura 2 ilustra los diversos ciclos que siguió la contienda política analizada. Es claro que la espiral se proyecta hacia delante, más allá del año presente (2013), pues la contienda, aún en la actualidad, continúa sin resolverse.

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Figura 2: La espiral de poder en la contienda por la reforma del marco jurídico del recurso hídrico

Fuente: Elaboración propia.

Finalmente, interesa volver al supuesto básico del modelo e indagar sobre el ejercicio del poder de los actores interesados en la reforma del marco legal del recurso hídrico en Costa Rica. Para ello, el modelo teórico ha permitido identificar los hechos relevantes ordenados según las fases del ciclo, así como los actores, sus demandas y los principales temas en disputa. La Tabla 4 recupera esa información de los actores y sus demandas y categoriza la incidencia política según el nivel de cumplimiento de las demandas a lo largo del proceso.

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Tabla 4. Balance de la incidencia política de los actores como indicador cualitativo del ejercicio del poder. Incidencia política Actor Demanda Nivel de cumplimiento ACOPE Regular el aprovechamiento de fuerzas hidráulicas Alto (aprobación de para la generación privada de energía la ley 8723 en 2009). Sector Detener la aprobación del proyecto de ley 14.585 Alto (ninguna ley en agropecuario y cualquier otro cuyas normas relacionadas con ese sentido ha sido CNAA/ áreas de protección y esquemas de conservación aprobada). UPANACIO del recurso hídrico afecte la actividad NAL agropecuaria. Cámaras Detener la aprobación del proyecto de ley 14.585 Alto (ninguna ley en empresariales y cualquier otro cuyas normas relacionadas con ese sentido ha sido (UCCAEP, áreas de protección y esquemas de conservación aprobada). CICR) del recurso hídrico afecte la actividad económica. FECON Detener cualquier proyecto de ley que permita el Bajo (la ley 8723 fue aprovechamiento de fuerzas hidráulicas para la aprobada). generación privada de energía. Acueductos Reconocer su aporte e incorporar la regulación de Bajo (ninguna ley en comunales su sector en una nueva ley. ese sentido ha sido (ASADAS) aprobada). Comunidad Reformar el marco legal para asegurar una versión Bajo (ninguna ley en epistémica del profunda de la gestión integrada del recurso ese sentido ha sido agua-ANDA hídrico. aprobada). Comunidad Reformar el marco legal para asegurar una versión Bajo (ninguna ley en epistémica del limitada de la gestión integrada del recurso ese sentido ha sido agua- hídrico. aprobada). MINAE- GWP Defensoría de Reformar el marco legal para asegurar la Bajo (ninguna ley en los Habitantes protección de los derechos de los habitantes a ese sentido ha sido contar con agua potable y saneamiento. aprobada) MINAE- Reformar el marco legal para: 1. asegurar una Medio (ninguna ley Dpto. de versión superficial de la gestión integrada del en ese sentido ha sido Aguas recurso hídrico; 2. cambiar la estructura aprobada; algunos organizativa del sector, incluyendo la rectoría del cambios han ocurrido MINAE; 3. cambiar en competencias vía decreto o institucionales; 4. liderar la planificación hídrica; interpretación 5. cambiar el régimen de aprovechamiento. jurídica. ICE Evitar reformas en el marco legal que: 1. cambien Alto (ninguna ley en el régimen de aprovechamiento; 2. le hagan perder ese sentido ha sido su predominancia en la planificación aprobada) hidroeléctrica a favor del MINAE u organismos de cuenca.

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Incidencia política Actor Demanda Nivel de cumplimiento ICAA Evitar reformas en el marco legal que: 1. cambien Medio (el ICAA el régimen de aprovechamiento; 2. obliguen al mantiene su rectoría ICAA a incurrir en gastos adicionales por cobro pero ha sido obligado de cánones; 3. la pérdida de su rectoría en materia a pagar cánones de agua potable. establecidos vía decreto ejecutivo) SENARA Evitar reformas en el marco legal que les hagan Alto (ninguna ley en perder competencias. ese sentido ha sido aprobada) MINSA Evitar reformas en el marco legal que les hagan Alto (ninguna ley en perder competencias. ese sentido ha sido aprobada) MAG Detener la aprobación del proyecto de ley 14.585 Alto (ninguna ley en y cualquier otro cuyas normas relacionadas con ese sentido ha sido áreas de protección y esquemas de conservación aprobada) afecte la actividad agropecuaria. MEIC Detener la aprobación del proyecto de ley 14.585 Alto (ninguna ley en y cualquier otro cuyas normas relacionadas con ese sentido ha sido áreas de protección y esquemas de conservación aprobada) afecte la actividad económica. ARESEP Detener el uso de mecanismos financieros Bajo (los cánones (cánones) vía tarifa de servicios públicos para han sido establecidos financiar el uso sostenible del recurso. vía decreto ejecutivo Fuente: Elaboración propia.

3. Conclusiones

El análisis de la incidencia política de los actores revela que algunos como la Asociación Costarricense de Productores de Energía (ACOPE), el sector agropecuario (Cámara Nacional de Agricultura y Agroindustria CNAA/ Unión Nacional de Pequeños y Medianos Productores Agropecuarios Costarricenses UPANACIONAL) apoyado por el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) y las cámaras empresariales (Unión Costarricense de Cámaras y Asociaciones de la Empresa Privada UCCAEP, Cámara de Industrias de Costa Rica CICR) apoyadas por el MEIC lograron hacer prevalecer sus demandas a lo largo del proceso. Los poderosos vínculos de estos grupos con el Partido Liberación Nacional (PLN), en el poder desde el 2006 hasta el 2010, así como con la oposición, ya sea el Partido Movimiento Libertario y ciertos sectores del Partido Unidad Social Cristiana (PUSC) y el Partido Acción Ciudadana (PAC), explican la efectividad de la intermediación e incidencia política de estas cámaras gremiales. El Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), Servicio Nacional de Aguas, Riego y

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Avenamiento (SENARA) y el Ministerio de Salud (MINSA) también tienen un alto nivel de incidencia política, pero en este caso sus vínculos partidarios y políticos se encuentran en lo interno del Poder Ejecutivo y altos puestos de esas instituciones. El Ministerio de Ambiente y Energía (MINAE) ha tenido una incidencia política media, pues si bien no ha conseguido imponer sus demandas por la vía de la reforma legal, sí ha logrado cambios en el marco institucional por medio de decretos ejecutivos, fallos de la Sala Constitucional e interpretaciones jurídicas. El Instituto Costarricense de Acueductos y Alcantarillados (ICAA) ha evitado cambios legales que le hagan perder su rectoría en materia de agua potable, pero ha sido obligado a someterse a los instrumentos financieros dispuestos por el MINAE. Esos instrumentos financieros no han sido implementados según lo demandado por la Autoridad Reguladora de los Servicios Públicos (ARESEP), por lo que la incidencia política de esta entidad se califica como baja. De igual forma, la Federación Costarricense para la Conservación de la Naturaleza (FECON) tuvo una baja incidencia política pues no consiguió impedir la aprobación de la ley que regula el aprovechamiento de fuerzas hidráulicas para la generación privada de energía. En estos casos, los vínculos partidarios se han dado con aquellos partidos de menor caudal electoral como el Frente Amplio o con sectores minoritarios dentro del PAC. Los acueductos comunales tampoco lograron que se legislara en su favor por lo que se les cataloga como baja incidencia. Tampoco tuvo éxito la comunidad epistémica del agua, ni en su versión profunda (ANDA), ni en su versión limitada (MINAE-GWP), por lo que su incidencia es baja. Asimismo, la Defensoría de los Habitantes tampoco ha logrado reformar el marco legal para proteger el derecho de los habitantes a acceder al agua potable y el saneamiento. A pesar del poco éxito de estos últimos actores, no puede afirmarse que su incidencia política haya sido nula, pues es posible identificar un impacto en los marcos cognitivos sobre el agua en el país. Cada vez es más evidente en los medios de comunicación y la opinión pública el interés de la ciudadanía respecto al uso adecuado del recurso. El discurso mayoritario, que por muchos años prevaleció en el país y que afirmaba que el agua era infinita, se vuelve minoritario y se acompaña, cada vez más, de un convencimiento mayor sobre la importancia de cambiar el rumbo de la gestión del agua. La tendencia histórica que asocia cambios societales profundos con cambios en el marco legal del recurso hídrico se rompe parcialmente en este periodo. Para estar acorde con los tiempos, la reforma tendría que haber ocurrido y su orientación tendría que haber sido más aperturista y con mayor participación del mercado. Esto ocurrió en el caso de la regulación del aprovechamiento de las fuerzas hidráulicas para generación privada y la aplicación de instrumentos de mercado cánones vía decreto para la protección del recurso. Sin embargo, la división de la comunidad epistémica del agua en dos bandos expresa la contradicción de los ⎼sectores que proponían⎼ la reforma para lograr una gestión integrada del recurso. De hecho, ninguno de ellos ha tenido suficiente poder como para impulsar una reforma, ni superficial ni parcial. Cabe destacar que en ningún caso se ha propuesto una

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Alpízar Rodríguez El ciclo de las demandas políticas … reforma para privatizar el agua o su gestión. Esto demuestra la existencia de un discurso, aún mayoritario en el país, que entiende la importancia de que la gestión del agua atienda a criterios de solidaridad, servicio público y derechos humanos. Sin embargo, dicho convencimiento no alcanza tampoco para lograr una reforma que profundice las normas en ese sentido. Esto es así porque los sectores más poderosos, empresarios agropecuarios e industriales, han objetado cualquier reforma que perjudique sus intereses. La aplicación del modelo teórico a este caso de estudio ha permitido una mayor claridad en la clasificación de la información y ha contribuido a manejar la enorme complejidad de temas, actores y demandas presentes. El modelo teórico ha servido, además, para estudiar las relaciones de poder en un contexto específico y, como tal, ha logrado comprobar empíricamente la forma y consecuencias del ejercicio del poder. La tarea pendiente es estudiar otros procesos, otras contiendas, otras espirales de poder.

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Reseñas

Bruna ALVAREZ Universitat Autònoma de Barcelona [email protected]

Chacón Jiménez, F., Bestard-Camps, J., & Aguado, A. M. (2011). Familias: histo- ria de la sociedad española (del final de la Edad Media a nuestros días). Ma- drid, Cátedra.

Una vez que nos hemos atrevido a abrir las más de mil páginas de Familias. Histo- ria de la sociedad española (del final de la Edad Media hasta la actualidad), diri- gida por Francisco Chacón y Joan Bestard, encontramos un volumen organizado en dos libros, cuatro partes y diecinueve capítulos firmados por autores de distintas disciplinas de las ciencias sociales -Historia, Antropología Social, Demografía, Etnografía, Sociología, y Derecho- que analizan la construcción social de la familia desde una perspectiva histórica de larga duración que da cuenta de las continuida- des y cambios que ha experimentado la misma a lo largo del tiempo. Esta obra coral, que aparece veinticinco años después de la publicación en 1987 de La familia en la España mediterránea (siglos XV-XIX) “responde a una verdadera necesidad de ofrecer respuestas ante una demanda de conocimiento científico y riguroso sobre uno de los temas y problemas más candentes en la inquietud y preocupación social que existe en la actualidad” (2011: 11). En España, como Peter Laslett demostró desde el Cambridge Group for the His- tory of Population and Social Structure en un congreso celebrado en 1969 para el contexto británico (Laslett, 1972), tampoco habría una relación de causa y efecto entre capitalismo industrial y familia nuclear, -como el evolucionismo y el funcio- nalismo habían supuesto-. Partiendo de este planteamiento, el conjunto de artículos que integran el libro articulan las formas familiares en España con la organización social, política, económica y demográfica, con especial énfasis en la intersección entre las desigualdades de género y clase, que permite ver cómo la familia nuclear funciona como un actor social de continuidades y cambios en distintos contextos histórico-sociales. Un punto fuerte del libro es, precisamente, una perspectiva de género transversal que permite trazar permanencias desde el siglo XVI (o incluso antes) hasta la actualidad.

Política y Sociedad 641 ISSN: 1130-8001 2014, 51, núm. 2:641-646 Reseñas

La obra se organiza en dos libros que parecen responder a la especialización dis- ciplinar de sus dos directores: la historia y la antropología. Así, el primer libro reúne los capítulos dedicados a la fase anterior a 1889 -cuando se promulga en España el código civil napoleónico y el supuesto cambio simbólico que representa: el paso de una sociedad de Antiguo Régimen a una sociedad ilustrada y liberal, basada en los principios de la Revolución Francesa- y el segundo, desde 1889 hasta la actualidad. El primer libro trata la imposición y consolidación de un modelo familiar por parte de la Iglesia católica, basado en la sacramentalización del matrimonio iniciada en el siglo XII y consolidada en el concilio de Trento, teniendo en cuenta a la vez, el pósito cultural de la presencia musulmana en España durante casi mil años. Se organiza, a la vez, en dos partes, la primera de las cuales reúne tres capítulos firma- dos por Amalia Zomeño, James Casey, Juan Hernández y Sebastián Molina que analizan la etapa de contacto entre la cultura cristiana y musulmana, con el enfoque en la hegemonía de la cultura cristiana. En la segunda, Francisco García, Llorenç Ferrer, Francisco Chacón, José María Imízcoz, Isabel Morant, James Casey y Antonio Irigoyen, presentan las relaciones entre la familia y el resto de instituciones sociales, economía (recursos), patrimonio (herencia), estado e iglesia, a la vez que analiza la familia dentro de la organización social, con un especial énfasis a cómo la familia (re)produce relaciones de género y poder. El segundo libro, también organizado en dos partes, está centrado en los cambios y continuidades acaecidos desde 1889 hasta la actualidad, basándose en la trans- formación de la sociedad agraria a la sociedad industrial. En su primera parte Ro- bert Rowland, Xavier Roigé, Ana Aguado y Teresa M. Sala analizan en cuatro capítulos los modelos -en base a los discursos y las representaciones culturales- y las prácticas familiares entre 1889 y el Franquismo, con una mirada en la intersec- ción entre género y clase social. La segunda parte -cuarta y última de la obra-, con cinco capítulos de Joaquín Recaño, Diana Marre, Carles Salazar, Joan Bestard, Julio Iglesias y Pau Marí-Klose, se centra en los cambios de la familia española desde finales de la dictadura franquista hasta la actualidad. Esta parte enfatiza más los cambios de la familia que las continuidades de modelos, prácticas y valores cultura- les históricos que la sociedad española contemporánea mantiene, aunque el libro en conjunto proporciona una visión de cómo se ha entendido y construido la familia en España a través de algunas de las permanencias en el modelo y las prácticas fami- liares desde finales de la Edad Media. Precisamente, para ser conscientes de esas continuidades, es interesante iniciar la lectura de la obra por esta última parte, la más contemporánea y en la que predomi- na la perspectiva antropológica. En ella, Julio Iglesias de Ussel y Pau Marí-Klose analizan la familia como trans- formadora de la estructura social al tiempo que analizan el contexto político de cambio (dictadura – democracia), las instituciones (Estado y mercado laboral) y los nuevos valores y prácticas familiares - fecundidad, nupcialidad, rupturas o relacio- nes intrafamiliares- y sociales. En cuanto a los actores, el capítulo señala a las mujeres y las nuevas masculinidades como eje motriz del cambio de prácticas y

642 Política y Sociedad 2014, 51, núm. 2: 641-646 Reseñas valores en la institución familiar y social, aunque quizá desde un excesivo optimis- mo que podría invisibilizar continuidades en la desigualdad, como por ejemplo desigualdades entre el ejercicio de la maternidad y en la paternidad, que también deberían ser analizadas por las ciencias sociales. Por otro lado, también señala a los partidos políticos, las empresas, los sindicatos y la Iglesia como actores del cambio aunque, como en el caso anterior, con un exceso de optimismo, quizá debido al contexto de bienestar socioeconómico que precedió a la crisis actual, donde estas instituciones (re)producen discursos y prácticas basadas en la desigualdad entre mujeres y hombres. El capítulo de Joan Bestard, también centrado en los cambios en las prácticas en las relaciones familiares, señala las transformaciones en las relaciones de género y los cambios que plantea la biotecnología para entender y explicar vínculos de parentesco, habitualmente construidos socialmente desde la Ilustración en base a una relación biológica. También analiza la permanencia de la familia como respon- sable del cuidado del individuo debido al desarrollo parcial del Estado del Bienestar en España. Diana Marre, por su parte, inicia su capítulo sobre los cambios en la filiación en España con un breve recorrido por la adopción en el mundo occidental, hasta llegar a la paradojal situación de España en tanto registra uno de los índices de fecundidad más bajos del mundo desde 1995, al mismo tiempo que era el segundo país del mundo –por detrás de EEUU- en adopciones internacionales en 2004 y 2005. En este sentido, la autora analiza la adopción desde una perspectiva combinada entre la ‘reproducción estratificada’ de S. Colen (1986, 1995) y la ‘violencia simbólica’ de P. Bourdieu (1985) según la cual la adopción, al igual que las TRAs –técnicas de reproducción asistida-, constituyen las tecnologías reproductivas que permitirían la creación y/o crecimiento de la familia en España ante el retraso de la maternidad causado, principal, aunque no exclusivamente, por la dificultad de acceso al merca- do laboral de mujeres y jóvenes. El capítulo de Carles Salazar, analiza la filiación paterna en el derecho europeo en tanto que basculante entre la filiación social, basada en el matrimonio, y la filiación biológica basada en la relación biológica entre un hombre y su prole pro- duciendo y reactualizando el ‘eterno’ debate antropológico -y feminista- entre ‘naturaleza-cultura’. Joaquín Recaño, por su parte, analiza, desde la perspectiva demográfica, la nup- cialidad española en el siglo XX, constatando sus diferencias territoriales e históri- cas. Lo que llama la atención de esta parte del libro, es que no se haya dedicado un capítulo específico al análisis de la maternidad ‘normal’, “que resulta del parto, en la que convergen lo fisiológico, lo genético, lo social y lo jurídico (...) estadística- mente mayoritaria y más cercana a lo normativo” (Imaz, 2010: 14), aunque sí se ha dedicado uno a la paternidad. Teniendo en cuenta que Ussel y Marí-Klose afirman que el motor de los cambios en la familia son las relaciones de género y los nuevos modelos de masculinidades, hubiera sido necesario un análisis de la de este tipo de maternidad en clave de género.

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Este vacío puede ser debido al hecho que las mujeres sean madres es considera- do, incluso por las ciencias sociales como del ‘orden natural’ del ser mujer, y por tanto, solo interesan las formas de maternidad limítrofes con la ‘normalidad’ (Imaz, 2010: 15), es decir las formas distintas a la 'natural' de convertirse en madre. Otra explicación podría ser que cuando se analiza la maternidad 'normal', se hace desde una perspectiva histórica, cuando la identidad femenina se vinculaba a la maternidad y no era posible hablar de mujeres sin pensar en madres. En España esta identificación entre mujer y madre, en principio, llegó hasta el Franquismo, como sugieren en esta obra los capítulos de A. Aguado y X. Roigé y X. Roigé en solitario, que dan cuenta de la instauración de un modelo de familia burgués, -mediante los discursos legales, científicos y religiosos-, basados en la desigualdad de los roles de género y la consideración de las mujeres como perfectas casadas y ángeles del hogar, que fue asumido progresivamente por las distintas clases sociales. Estos dos capítulos, complementarios, señalan a la relación entre clase y género para decir que estas desigualdades no son fruto del Franquismo –que las institucionalizó hasta 1975-, sino anteriores, lo que da cuenta de la permanencia de una construcción social de la familia decimonónica en la España actual con desigualdades muy enraizadas, como las contradicciones en torno de la maternidad (Hays, 1998 [1996]; Hochschild, 2008 [2003]; Imaz, 2010) a pesar de la ‘revolución social’ que, por otro lado, pareciera haber transformado la familia desde 1975. En este sentido, el libro da cuenta de una construcción cultural en que la familia ‘revolucionada’ no incluye a las mujeres en tanto que madres sino que atribuye a la disociación de la mujer-madre la transformación ‘revolucionaria’ de las mujeres. Se invisibiliza a la mujer-madre sin señalar ni analizar las dificultades emergentes de la identidad ambivalente de mujer profesional y madre, lo que impide una reflexión sobre, por ejemplo, la inexistencia de políticas públicas que permitirían flexibilizar el modelo rígido profesional o madre. Así, la mujer-madre representa el modelo tradicional de mujer mientras que la mujer-profesional representa a la mujer exitosa y con reconocimiento social (Badinter, 2011: 184), lo que podría llevar a una prác- tica reproductiva estratificada (Collen, 1986; Marre, 2009; Badinter, 2011), en la que las mujeres más desfavorecidas sean las que asuman las tareas reproductivas. Esta invisibilización de la maternidad, incluso en Familias, donde la intersección entre género y clase es uno de los ejes transversales del libro, podría atribuirse a que la maternidad, desde la perspectiva política, se vincula a un rol tradicional, poco motivador desde la perspectiva de la liberación femenina, ya que la lucha feminista en España priorizó las perspectivas y roles públicos de las mujeres por sobre la igualdad económica y familiar entre hombres y mujeres -posiblemente debido a los cuarenta años de dictadura- bombardeando la maternidad y el cuidado como único camino para desarrollarse como mujer en la sociedad (Valiente, 2003). Así, mientras que una mujer-madre que abandona su trabajo para cuidar de sus hijos e hijas es considerada una mujer ‘tradicional’ que ignora los logros de la lucha feminista, la que deja sus hijos e hijas a cargo de otras cuidadoras o en instituciones educativas para desarrollar su carrera profesional, no es considerada ‘buena madre’ porque ignora sus responsabilidades de cuidado (Hays, 1998 [1996]; Hochschild,

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2008 [2003]), una opción ante la que no se encuentran los hombres-padres porque no son considerados de la misma manera ante las responsabilidades del cuidado. Precisamente, esta contradicción entre la doble identidad de la mujer madre o profesional tiene mayores y peores consecuencias en países, como España, con escaso desarrollo de un estado del bienestar que permita un mejor ‘work-life balan- ce’ de las mujeres –y, también, de los hombres- (Badinter, 2011). Si se considera ‘revolucionaria’ la disociación de las mujeres de la maternidad, se debe tener en cuenta que las continuidades en el sistema de parentesco se susten- tan en la explicación biológica de las relaciones familiares, (Bestard, Orobitg, Ribot, et al. 2003; Bestard, 2011) por lo que la figura de ‘la madre’ adquiere más signifi- cado social en relación al hijo o hija, en cuanto a vínculo biológico-social, que la figura ‘del padre’. Como señala Salazar,“Que los padres e hijos compartan mate- rial genético es condición necesaria pero no suficiente” (2011: 955), lo que implica que la paternidad puede envolverse de un cierto ‘voluntarismo’ ante la ‘responsabi- lidad ineludible’ de la maternidad. El hecho de que el parentesco sea explicado por la biología construye el cuidado en base a la relación ‘biológica’ de ‘parientes’. Esto implica, en términos de Bestard, que “cuando el Estado no protege a sus ciudadanos, la parentela es un recurso social de ayuda mutua” (2011: 977) por lo que en España, con un estado del bie- nestar poco y mal desarrollado, quien no tiene parientes pierde el acceso al cuidado. Si esto se relaciona con el hecho de que la ‘maternidad’ se construye simbólica- mente como esencia del cuidado, las mujeres ante la dicotomía mujer profesional o madre (Badinter, 2011), deben acudir a la reproducción estratificada local –en la que mujeres con rentas bajas les donan material genético reproductivo o cuidan de sus hijos/as (Collen, 1986)-, o global -donde mujeres de países de rentas bajas ‘producen’ sus hijos/as-, (Marre, 2009). Esta no parece ser una necesidad de los hombres en tanto, siguen sin asumir de forma plena las tareas de cuidado, como evidencian distintos estudios sobre el uso del tiempo (Abril, Romero y Borràs, 2009; Brullet, 2010). A medida que vamos retrocediendo en el tiempo y en las páginas de Familias, el foco de los artículos se va moldeando por las fuentes históricas disponibles, convir- tiéndose en análisis más institucionales. El libro concluye explicando la tendencia de la familia trazada a partir de la fa- milia nuclear y de la disolución de los lazos de parentesco con una primacía del individualismo y enfatizando los cambios de significados acaecidos entre sexuali- dad / reproducción; matrimonio / mujer-hombre y el significado que las relaciones de parentesco tienen para los sujetos, sentando una base para la reciprocidad, las obligaciones y las deudas con otros.

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Raquel QUEVEDO REDONDO Universidad de Valladolid [email protected]

MARTÍN JIMÉNEZ, V. (2013). Televisión Española y la Transición democrática: la comunicación política del cambio (1976-1979). Universidad de Valladolid, Valladolid

El imaginario colectivo forjado en torno a la Transición democrática en España es el resultado de una sucesión de acontecimientos prolongada en el tiempo y plasma- da en el archivo histórico del que, con toda probabilidad, constituye uno de los factores menos estudiados por los historiadores en relación con el proceso del cambio: la televisión. En consecuencia, hasta el momento en el que la doctora Virginia Martín Jiménez acometió el inicio de su tesis, el medio capaz de forjar la llamada “memoria televisiva” había pasado prácticamente desapercibido para quienes alimentaban su afán investigador con el deseo de ahondar en los episodios más relevantes de la historia reciente. Si bien es cierto que en la actualidad existe a disposición de los estudiosos un índice de obras simbólico de la curiosidad que despierta la evolución de la pequeña pantalla en la sociedad, la mayoría de estos trabajos se centra en potenciar la exacti- tud de lo descriptivo por encima de fructificar la utilidad que entraña el análisis profundo de cuestiones tan complejas como la capacidad de una cadena estatal para la formulación de referentes políticos. De este modo, frente a unos antecedentes que aperciben de la exigua muestra de obras vinculadas a estudios de campo sobre el archivo de TVE, la investigación de Martín Jiménez se erige, más que como opción excluyente de las monografías publicadas, como novedosa y complementaria propuesta para entender con facilidad la transformación de la relación “políticos-medios-ciudadanos” que tuvo lugar en territorio español tras el fin de la dictadura franquista. Una vez revisado el estado de la cuestión, y con el interés analítico acotado por dos momentos tan señalados en la Transición como la designación de Adolfo Suá- rez como presidente del Gobierno en 1976 y la celebración de elecciones municipa- les y generales en 1979, la autora aprovecha el rigor que aporta toda contextualiza- ción histórica para dotar de verosimilitud un enfoque que combina lo político y lo mediático: el estudio del rol que desempeñó la televisión pública como instrumento para que los ciudadanos y espectadores españoles asimilaran la implantación del sistema democrático en su país. Sobre el propósito de no perder de vista la exactitud de los hechos, Virginia Martín ofrece con su libro algo más que una lectura, invita a desempolvar la memo-

Política y Sociedad 647 ISSN: 1130-8001 2013, 50, núm. 2:647-648 Reseñas ria del proyecto suarista para redescubrir en ella el valor de la imagen, la informa- ción y el diálogo que favoreció el consenso. Lo hace, además, ayudada por el testi- monio de quienes de un modo u otro contribuyeron a que la población aceptara las transformaciones políticas tal y como éstas habían sido gestadas, con el fin de dar voz a quienes durante años no la habían tenido. Así, aunque la principal fuente y estrategia metodológica de esta publicación ra- dica en la consulta de diarios, de encuestas del Centro de Investigaciones Sociológi- cas (CIS) y, sobre todo, de las emisiones que alberga el archivo de Televisión Española, el estudio se amplía con las declaraciones que algunos de los rostros televisivos más conocidos durante la Transición (Miguel Ángel Gozalo, Eduardo Sotillos y Rafael Ansón, entre otros) comparten con la investigadora a través del siempre poco explotado género de la entrevista. Se complementa, en definitiva, un arduo proceso de documentación y análisis con otro que, sin resultar menos merito- rio, permite generar un relato mucho más personal y fluido. Precisamente esa fluidez es lo que constituye uno de los mayores triunfos conse- guidos por la doctora Martín en su propuesta, pues favorece la alternación del minucioso repaso que hace de cada uno de los programas informativos y de debate, y de cada uno de los espacios de propaganda política que se conservan en las sedes de Prado del Rey y de Torrespaña, con la profundización en la intrahistoria de aquello que aconteció para lograr que detrás del cambio de jefe de Estado –del dictador Francisco Franco al rey Juan Carlos I- hubiera también un claro y pacífico canje de política cuya comprensión, gracias a esta obra, resulta ahora más accesible a todos los públicos. Hoy, tanto las generaciones que vivieron la etapa de consenso en España como las que no lo hicieron pueden trasladarse con la mente a esos “mítines de cuarto de estar” que el presidente Suárez ofrecía a finales de los años setenta, dotar de un sentido completo las imágenes del proceso democrático y, sobre todo, valorar la estrategia que se aplicó en el medio estatal para manejar con responsabilidad los límites de la libertad y la pluralidad. Todo ello, con la ventaja de conocer de ante- mano las metas que el esfuerzo ayudaría a alcanzar con el paso del tiempo. Frente a la dificultad de acceso a los contenidos antiguos de TVE, la obra que inspira esta recensión reivindica el papel de la cadena estatal en la conquista de la Transición, engrandece los factores clave del cambio histórico y centra su estructura en ofrecer una visión ordenada y global de lo que supusieron para España hitos como la Ley para la Reforma Política, las primeras elecciones generales de la Democracia, los Pactos de la Moncloa o la Constitución de 1978. En conclusión, tal y como apunta al término de su libro la autora, se infiere que “no se puede comprender la evolución de la Transición democrática y su resultado final sin tener en cuenta la imagen de esa realidad de cambio democrático que recibieron los espectadores-ciudadanos a través de Televisión Española” (p. 315). Al menos, no es posible interpretarla en toda su magnitud sin hacer el recorrido que Martín Jiménez propone por el sentimiento de consenso que ayudó a fraguar la pequeña pantalla.

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Cristián Martín PÉREZ-COLMAN Universidad Complutense de Madrid [email protected]

Sánchez García, R., & Spencer, D. C. (2013). Fighting scholars: habitus and eth- nographies of martial arts and combat sports, Anthem Press, London

El título de este libro es un juego de palabras. Inspirado en el doble desarrollo de las habilidades samuráis expresadas en el concepto bunbu ryodo, habilidades literarias (bun) y marciales (bu), Fighting Scholars viene a ser tanto académicos o investiga- dores de la pelea (bun), como académicos/investigadores peleadores (bu), pero también puede tomarse el título del libro como peleando o ajusticiando académicos. Y es que, en este libro, los académicos muerden el polvo (aunque sea el del tatami). El volumen es una aplicación y prolongación de la sociología carnal propuesta por Crossley (1995) y de la participación observante como método etnográfico (Wacquant, 2004). Recogiendo el guante de este último, los autores compilados en este volumen presentan sus investigaciones carnales en diversas artes marciales y, gravitando en torno al concepto bourdiano de habitus, que funciona como eje temá- tico y metodológico, nos acercan a la experiencia corporal del boxeo, muay thai o capoerira, entre otros. Los complementos teóricos y epistemológicos del trabajo de campo y de su posterior análisis, así, irán de la sociología bourdiana a la fenomeno- logía merleaupontiana, dos de las grandes tradiciones de la que emerge la sociología del cuerpo. Aunque el concepto de sociología carnal es relativamente reciente, así como lo es la inversión wacquantiana de la etnografía –el paso de la observación participan- te a la participación observante-, la literatura antropológica y sociológica nos han traído casos de estudios de la experiencia corporal como objeto de estudio, y me refiero a la experiencia corporal del etnógrafo o sociólogo. Sea de forma inespera- da, como en los diarios (inéditos en vida) de Bronislaw Malinowski (1989), donde podemos apreciar la verdadera experiencia del etnógrafo (los malestares físicos producto del trabajo de campo y su necesidad de narcóticos, o los impulsos eróticos que intenta controlar) o en la sociología del consumo de marihuana de Howard Becker (1971): se trata de una etnografía del desarrollo del gusto por, y habilidad

Política y Sociedad 649 ISSN: 1130-8001 2013, 50, núm. 2: 649-655 Reseñas de, fumar marihuana, en la que, sin decirlo abiertamente, uno sospecha que quien se fumó los porros es el mismo Becker. Ahora bien, los tortazos dados y recibidos en Fighting Scholars son reales y adrede, con motivos académicos y corpóreos explícitos. No hay un intento por ocultar las razones que hicieron que el etnógrafo se dedicara a ello, u ocultar las partes vergonzosas de la etnografía. Todo lo contrario. Se trata, como explican al inicio Sánchez García y Spencer, de lograr un conocimiento corporal1 a partir de una etnografía carnal, y ello implica asumir el cuerpo como sitio y mediación de la experiencia y además no rehuir a las incomodidades corporales, sean las mismas recibir golpes o poner en duda el habitus masculino occidental. De este modo, el camino al conocimiento corporal a través de la experiencia et- nográfica de las artes marciales y deportes de combate comienza con un artículo de Wacquant en el que se presenta el concepto de habitus como tema y herramienta de trabajo sociológico, comentando su trabajo de investigación en un gimnasio de boxeo en Chicago. El habitus del boxeo wacquantiano es, siguiendo a Bourdieu, el aprendizaje de las lógicas sociales del boxeo como una destreza (craft) corporal (pág. 23). Waqcuant describe una serie de propiedades de los habitus que le resulta- ron de provecho para estudiar la manera en que los boxeadores llegan a ser profe- sionales: Conjunto de disposiciones adquiridas, que opera debajo del nivel de la conciencia y el discurso, que varían según ubicación y trayectoria, y que son trans- misibles y maleables al ser efecto de un trabajo pedagógico (pág.24). David Brown y George Jennings, en el siguiente capítulo, se preguntan por la naturaleza del habitus marcial. Para ellos no es únicamente una continuidad de orientaciones hacia un campo de la práctica en particular, sino que encuentran, en su trabajo etnográfico sobre wing chun y taichí, que el habitus marcial es un conjun- to de disposiciones y orientaciones entrelazadas y configuradas a lo largo de un continuo o rango. Estos dos autores encuentran en su trabajo tres disposiciones precisas dentro del habitus marcial: la eficacia y eficiencia de combate (como manera de asumir el propio compromiso con el arte marcial, teniendo la defensa en un polo del continuo, y al habitus street fighter en el otro); la práctica-perfección- maestría; y conciencia del cuerpo-ego(self)-ambiente. Sara Delamont y Neil Stephens nos traen su etnografía sobre la enseñanza de ca- poeira en Reino Unido. Siguiendo con la sociología carnal, y siguiendo a Wacquant, encuentran una sinergia entre un habitus corporal cambiado y su proyecto de inves- tigación. Elizabeth Graham presenta el estudio de las técnicas corporales reflexivas (con- cepto que toma de Crossley, quien a su vez lo recoge de Marcel Mauss) presentes en el aprendizaje de taekwondo. Su interés es resaltar la interdependencia entre el pensar y hacer. Para ello, como el resto de nuestros autores, pasa a la acción (el go native de Waqcuant), llevando a cabo una participación observante como aprendiz de esta disciplina. Graham descubre que la maleabilidad del habitus tiende a estruc- turarse, solidificarse, cuanto más se practique una disciplina o arte marcial. Conclu- sión extrapolable a todas las dimensiones de la vida carnal, me parece.

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Bryan Hogeveen se adentra en el mundo del jiu-jitsu brasileño, y siguiendo la fenomenología merleaupontiana, estudia la percepción encarnada y el hábito. Con el caso de este arte marcial y su aprendizaje, concluye que el hábito es una instancia intermedia entre la mera respuesta física (no reflexiva o como instinto biológico) y el pensamiento. Alex Channon presenta, a mi juicio, el trabajo de campo más perturbador, por- que su estudio de la práctica de artes marciales conjunta entre hombre y mujeres supone un desafío al habitus masculino occidental. ¿Puede un hombre pegar a una mujer? Toda esta etnografía desmonta el habitus masculino que lleva a los hombres a hacerse esta pregunta, que, desde la perspectiva femenina, es falaz, pues asume que las mujeres están en una situación pasiva de dominación enraizada en el dimor- fismo sexual. Tendemos a pensar por oposiciones, y quizá sería bueno en cambio retomar la idea de un rango o continuidad empleada por Brown y Jennings, para descubrir que todos los hombres no son más fuertes que todas mujeres, sino que habría distribuidas distintas posiciones de fuerza a lo largo de un continuo que midiese las potencia físicas. Solo hay que pensar en cuántos hombres podría llegar a noquear la mujer más fuerte. Su posición invalida el habitus masculino occidental que sitúa a las mujeres a un extremo de debilidad y necesidad de protección por el mero hecho de reconocerlas como mujeres. Es muy interesante, por un lado, el efecto de frustración que genera, en las mujeres que practican artes marciales, el que el habitus masculino, por el otro lado, vivencie malestares físicos (aversiones encarnadas, p.105) que le impidan enfrentarlas –aunque sea en prácticas controla- das. Sara Schneider se adentra en el aprendizaje somático del kalarippayattu, un arte marcial propio del sur de la India. La etnografía, que se centra en la relación entre el maestro o gurú y sus discípulos en general y entre el maestro y la aprendiza occi- dental femenina en particular (poniendo de relieve los tabúes indios de contacto carnal entre hombres y mujeres no casados) asume el habitus de la investigadora como un dispositivo metodológico con el que usar el cuerpo sufriente propio como herramienta de análisis. Thomas Green es un etnógrafo blanco que se adentra en el mundo del 52 hand blocks, un arte marcial afroamericano, nacido en las cárceles estadounidenses, conocido también como jailhouse rock. Green encuentra una estética bastante creativa encarnada en este tipo de disciplina. Halla, en sus intentos por ennegrecer su cuerpo, un ritmo que lleva el movimiento, el cual, vía adiestramiento y repeti- ción, se transforma en un motivo o riff (riff como ostinato musical o arreglo rockero de guitarra) como variación e improvisación sobre un mismo tema. Green pone de relieve un aspecto de la corporalidad que ya estaba presente en el trabajo de Mauss (1979) y que tiene resonancias con la sociología del consumo de marihuana de Becker, el de cómo la práctica afecta el cuerpo, lo adiestra mental y cognitivamente pero lo domina y potencia físicamente. Green habla en particular del encallecimien- to (de callo) corporal y mental. Gran metáfora, sin dudas, de la experiencia como constituyente recurrente de la realidad.

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Einat Bar-On Cohen trae un estudio del kyudo japonés, un arte marcial basado en la arquería, con el que intenta superar lo que entiende como una sobredetermina- ción objetivista en el concepto de habitus: «La cultura japonesa promueve prácticas que están diseñadas para persuadir la no-dualidad en existencia. Estas formas están diseñadas para forzar el pasaje entre partes del cuerpo y del mundo de modo que puedan trabajar juntos. Los dos contra- rios no se vuelven uno pero permanecen perpetuamente en el proceso de volverse uno, al mismo tiempo que además se desintegran constantemente en dos» (pág.146).

Esta crítica a la petrificación u osificación conceptual del habitus, y la consiguiente puesta de mira en la práctica como verdadera superación del dualismo inicial de la sociología, no solo es útil para una antropología de las artes marciales, sino para el análisis de actividades como, por ejemplo, la ejecución musical conjunta (cfr. Schütz, 2003). Raúl Sánchez García presenta su trabajo etnográfico en la práctica del boxeo y aikido en territorio español para proponer estos sitios o emplazamientos de aprendi- zaje –el dojo y el gimnasio-, siguiendo a Norbert Elias, como talleres civilizatorios en los que los habitus de los participantes, siempre ligados a figuraciones sociales, son socializados en los límites del dolor y la violencia, en espacios que actúan como talleres de aprendizaje del control afectivo. En concreto, Sánchez García observa que en estos “talleres civilizatorios” se da una «transición del polo de la violencia afectiva (sea como una descarga emocional ante el peligro o como un fin placentero en sí mismo) hacia una violencia “racional” o “instrumental” (atendiendo la conse- cución de un objetivo o meta)» (pág.156). Dale Spencer, en el último trabajo que se presenta en este libro, asumiendo la incorporación en occidente de diversas artes marciales como parte de una orientali- zación (en términos de Edward Said) o curiosidad no inocente, se acerca, sociología carnal mediante, al muay thai y las nociones de autenticidad referentes en su propio medio (esto es, Tailandia), y a cómo puede llegar emerger una estética y autentici- dad corporal dinámicas. «Las artes marciales y los deportes de combate no deberían verse como entidades estáticas. Más bien, artes marciales y deportes de combate deberían verse como objetos fluidos, que tienen sus propios desarrollos y que son producto de cuerpos que asumen dichas prácticas» (pág.183). El libro no termina aquí. Spencer y Sánchez García vuelven para trazar unas lí- neas posibles de continuidad en esta nueva sociología del cuerpo. Si la sociología estructuralista de Bourdieu o la fenomenología merleaupontiana son las fuentes en las que se inspira la sociología del cuerpo, la mirada al futuro señala el camino de la neuroantropología o el paradigma enactivo. Finalmente Loïc Wacquant cierra el volumen, volviendo al concepto de habitus y sus potencialidades metodológicas y epistemológicas.

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Bibliografía Becker, Howard (1971) Los extraños: sociología de la desviación, Tiempo Con- temporáneo, Buenos Aires. Crossley, Nick (1995) “Merleau-Ponty, the Elusive Body and Carnal Sociology” Body & Society, Vol. 1 (1) 43-63 Malinowski, Bronislaw (1989) Diario de Campo en Melanesia, Júcar, Madrid. Mauss, Marcel (1979) “Técnicas y movimientos corporales” en Sociología y Antro- pología, Tecnos, Madrid, 337-356. Sánchez García, Raúl y Spencer, Dale C. (eds.) (2013) Fighting Scholars. Habitus and Etnographies of Martial Arts and Combat Sports, Anthem Press, London, 217 páginas Schütz, Alfred (2003) “La ejecución musical conjunta. Estudio sobre las relaciones sociales”, en Estudios sobre teoría social. Escritos II, Amorrortu, Buenos Aires, 153-170. Wacquant, Loïc J. D (2004) Entre las cuerdas. Cuadernos etnográficos de un aprendiz de boxeador, Siglo XXI, Buenos Aires.

Política y Sociedad 653 2013, 50, núm. 2: 649-655 Breves reseñas biográficas

Alicia Razeto Pavez Doctora en Ciencias de la Educación, Pontificia Universidad Católica de Chile. Magister en Gestión y Políticas Públicas, Universidad de Chile. Profesora Asistente de la Escuela de Trabajo Social, Facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Es co-investigadora de proyectos Fondecyt. Desa- rrolla docencia e investigación en políticas públicas e intervención socio- comunitaria. Sus líneas de investigación son el desarrollo local, educación y las políticas públicas.

Ángel José Olaz Capitán Departamento de Sociología y Trabajo Social. Facultad de Economía y Empresa. Murcia. España. Profesora Contratado Doctor. Doctor en Sociología (Universidad de Murcia). Licenciado en Economía (Universidad Autónoma de Madrid).

Begoña Cueto Profesora Titular de Universidad en el Departamento de Economía Aplicada de la Universidad de Oviedo. Su ámbito de especialización es la economía laboral y la evaluación de políticas de mercado de trabajo. Ha dirigido varios proyectos compe- titivos relacionados con el empleo de las personas con discapacidad y el autoempleo y ha colaborado con distintas Administraciones Públicas en la evaluación de pro- gramas de formación y empleo. Entre los resultados de su investigación cabe desta- car sus publicaciones en revistas como International Journal of Manpower, Interna- tional Small Business Journal, Moneda y Crédito o Hacienda Pública Española, entre otras.

Bruna Alvarez Mora Becaria FPU del Departamento de Antropología de la Unviersidad Autónoma de Barcelona, para realizar la tesis doctoral sobre las construcciones sociales de la maternidad en España.

Cristina Durlan Licenciada en Ciencias Económicas en la Academia de Estudios Económicos (Bucarest). Investigadora vinculada al Departamento de Sociología en la Escuela Universitaria de Estudios Empresariales de la Universidad de Valladolid.

Política y Sociedad 657 ISSN: 1130-8001 2014, 51, núm. 2: 657-662 Breves reseñas biográficas

Cristián Martín Pérez Colman Licenciado en Sociología en la UCM y estudiante de doctorado en el Depar- tamento Sociología V de la misma universidad. Es miembro del grupo de investigación MUSYCA, y trabaja actualmente sobre el rock como campo de producción cultural desde los enfoques de la sociología del cuerpo. Ha pu- blicado en Intersticios, Revista Sociológica de Pensamiento Crítico, y en la REIS.

Eduardo González Calleja Profesor Titular de la Universidad Carlos III de Madrid. Ha investigado sobre la teoría y la historia de la violencia política, la evolución de los grupos de extrema derecha y fascistas en la Europa de entreguerras, las imágenes del Mediterráneo en la cultura española y la acción política y cultural española hacia América Latina. Entre sus últimos libros figuran: Contrarrevolucionarios. Radicalización violenta de las derechas españolas durante la Segunda República (Madrid, Alianza, 2011); Los totalitarismos (Madrid, Síntesis, 2012); El laboratorio del miedo (Barcelona, Crítica, 2012); Las guerras civiles (Madrid, Los Libros de la Catarata, 2013) y Memoria e Historia (Madrid, Los Libros de la Catarata, 2013).

Elena Vaquerizo Gómez Licenciada en Filosofía y en Antropología Social y Cultural y realizado Máster de Estudios Avanzados en Antropología Social y Cultural por la Universidad Com- plutense de Madrid. Actualmente estoy realizando mi tesis doctoral sobre los nue- vos desarrollos urbanos en la periferia de Madrid, desde un enfoque etnográfico.

Felipe Alpízar Rodríguez Doctor en Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid (2013) y Máster Oficial en Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid (2010). Licenciado en Ciencias Políticas con énfasis en Política y Relaciones Inter- nacionales de la Universidad de Costa Rica. Ha trabajado en el Programa de Nacio- nes Unidas para el Desarrollo y ha sido consultor de otros organismos internaciona- les como el BID, UNFPA y AECID. Actualmente labora como docente e investigador, en calidad de Profesor Invitado de la Escuela de Ciencias Políticas y el Posgrado Centroamericano en Ciencias Políticas en Facultad de Ciencias Socia- les de la Universidad de Costa Rica y realiza investigaciones también para el Pro- grama Estado de la Nación del Consejo Nacional de Rectores de Costa Rica. Es autor del libro La influencia del poder en la política comercial de Costa Rica (EUCR 2005), así como coautor del libro Técnicas cualitativas de investigación (EUCR, 2012).

Francisco Javier Gómez González Doctor en Sociología por la Universidad de Valladolid y Licenciado en Geogra- fía y en Sociología. Actualmente es Profesor Contratado Doctor del Departamento

658 Política y Sociedad 2014, 51, núm. 2: 657-662 Breves reseñas biográficas de Sociología y Trabajo Social en la Escuela Universitaria de Estudios Empresaria- les de la Universidad de Valladolid.

Gabriel Pruneda Investigador predoctoral en la Universidad de Oviedo. Es licenciado en Admi- nistración y Dirección de Empresas y Máster en Economía y Sociología de la Globalización. Su Trabajo Fin de Máster fue seleccionado para su publicación por el Consejo Económico y Social del Principado de Asturias como documento de trabajo. Se encuentra realizando el Doctorado en Economía y Sociología de la Globalización en la Universidad de Oviedo. Su tesis versa sobre el efecto de diver- sas prácticas de gestión de recursos humanos en la motivación de la población ocupada en España. Por el momento, sus aportaciones han sido publicadas en Papers. Revista de Sociología y próximamente lo serán en Evidence-based HRM: a Global Forum for Empirical Scholarship.

Guillermo Aleixandre Mendizábal Doctor en Economía por la Universidad de Valladolid, Licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales (Empresa) y Diplomado en Informática (Gestión). Actualmente es Profesor Contratado Doctor del Departamento de Economía Apli- cada en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Informática de la Universidad de Valladolid.

Hug March Doctor en Ciencias Ambientales por la Universitat Autònoma de Barcelona y Licenciado en Ciencias Ambientales por la misma universidad. Actualmente es investigador visitante del Programa de Transformación Urbana en la Sociedad del Conocimiento de la Universitat Oberta de Catalunya. Ha publicado diversos artícu- los en revistas de impacto sobre gestión pública y Ecología Política Urbana.

Joaquím Rius Joaquim Rius-Ulldemolins es Doctor en Sociología por la Universidad Autóno- ma de Barcelona y la École des Hautes Études en Sciences Sociales. Actualmen- te,es Profesor Ayudante Doctor en el Departamento de Sociología y Antropología Social de la Universidad de Valencia. Es autor de varios libros y artículos libros sobre la sociología de la cultura y la política cultural en revistas nacionales e inter- nacionales. Sus intereses de investigación se centran en el análisis de los clústeres y las profesiones creativas, en el rol de las instituciones culturales en la política cultural o en la instrumentalización de la cultura en el branding urbano y territorial.

Jorge Resina de la Fuente Candidato a doctor en Ciencia Política por la Universidad Complutense de Ma- drid. Becario del Ministerio de Educación del Programa de Formación del Profeso- rado Universitario (F.P.U). Con máster en Estudios Latinoamericanos y licenciado en Ciencia Política y de la Administración, y en Periodismo y Comunicación Social.

Política y Sociedad 659 2014, 51, núm. 2: 657-662 Breves reseñas biográficas

Sus principales líneas de investigación son: actores y procesos políticos y sociales, participación y comunicación política.

Luis Vila Lladosa Profesor del Departamento de Economía Aplicada de la Universidad de Valencia, donde imparte cursos de Economía de la Educación, investigador colaborador del CQ (Centro de Gestión de la Calidad y el Cambio) y miembro del grupo de investi- gación MC2 (Métodos Cuantitativos para la Medición de la Cultura). Su actividad investigadora y de transferencia se encuentra enfocada a la evaluación econométrica de los efectos socio-económicos de las inversiones educativas y culturales, tanto desde perspectivas macro como microeconómicas

Manuel E. González Ramallal Doctor en sociología por la Universidad de A Coruña (UDC) y profesor contra- tado doctor del Departamento de Sociología de la Universidad de La Laguna (ULL). Director del Grupo de Investigación Deporte y Turismo (DEPTUR) y miembro de la Asociación Española de Investigación Social Aplicada al Deporte (AEISAD). Sus líneas de investigación son la sociología del deporte, ocio y turismo, y comuni- cación; cuestiones sobre las que ha publicado capítulos en libros y revistas y presen- tado ponencias y comunicaciones en diversos eventos científicos. Como investiga- dor ha llevado a cabo proyectos como investigador principal y colaborador en las líneas de estudio antes indicadas.

Marc Parés Doctor en Ciencias Ambientales por la Universitat Autònoma de Barcelona, y Licenciado en Ciencias Políticas y de la Administración por la misma universidad. Ha sido investigador post-doctoral en la School of Environment and Development de la Universidad de Manchester (2007-2009). Actualmente es coordinador del Grupo de Investigación en Participación Ciudadana y Movimientos Sociales del Instituto de Gobierno y Políticas Públicas (IGOP). Ha publicado diversos artículos en revistas de impacto sobre participación ciudadana y gobernanza democrática y es autor, entre otros, del libro Participación y Calidad Democrática publicado por la Editorial Ariel en el año 2009.

Olga Blasco Blasco Profesora y directora del Departamento de Economía Aplicada de la Universidad de Valencia. Ha participado como investigadora en el diseño e implementación de sistemas de indicadores para la evaluación de políticas culturales locales. Actual- mente participa en el proyecto Evaluación de Resultados de Aprendizaje coordina- do por el Bologna Experts Team (BET)-España.

Patricio Miranda Rebeco Doctor en Sociología, Universidad Alberto Hurtado. Magíster en Ética Social y Desarrollo Humano, Universidad Alberto Hurtado. Profesor Titular de la Facultad

660 Política y Sociedad 2014, 51, núm. 2: 657-662 Breves reseñas biográficas de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Es investigador responsable en proyectos FONDECYT centrados en la observación de las políticas públicas desde teorías sociales y normativas contemporáneas. Cuenta con variadas publicaciones en revistas especializadas asociadas a sus proyectos de investigación. En su reciente libro “La precomprensión de lo humano en la sociología de Luhmann. Raíces antropológicas del antihumanismo teórico luhmanniano” (2012) realiza un análisis crítico de la teoría de Niklas Luhmann

Pedro Limón López Candidato a doctor en Ciencia Política por la Universidad Complutense de Ma- drid. Licenciado en Ciencias Políticas y de la Administración (2009) y Máster en Ciencia Política (2010) por la Universidad Complutense de Madrid. Becario del Ministerio de Educación del Programa de Formación del Profesorado Universitario (F.P.U). Sus principales líneas de investigación son: Geografía urbana, procesos de globalización, movimientos sociales y acción colectiva, identificación y territoriali- dad.

Pilar Ortiz García Departamento de Sociología y Política Social. Facultad de Economía y Empresa. Murcia. España. Profesora Titular de Universidad. Doctora en Economía (Universi- dad de Murcia). Licenciada en Sociología (Universidad Complutense).

Raquel Quevedo Redondo Investigadora predoctoral en la Universidad de Valladolid, donde cursó la Li- cenciatura en Periodismo y el Máster en Investigación de la Comunicación como Agente Histórico-Social. En la actualidad forma parte del Proyecto de Innovación Docente en Comunicación para el desarrollo digital y la inclusión de género (GID- COMDIG), que compagina con la codirección de la revista digital InformaUVa y con el desarrollo de una tesis que profundiza en el estudio de nuevas estrategias de infoentretenimiento político en campañas electorales.

Salvador Carrasco Arroyo Profesor del departamento de Economía Aplicada de la Universidad de Valencia y miembro del grupo de investigación MC2 (Métodos Cuantitativos para la Medi- ción de la Cultura). Ha publicado diversos artículos tanto en revistas nacionales como internacionales sobre la utilización de técnicas de análisis de datos en estu- dios de fenómenos culturales, educativos. Como investigador principal ha dirigido varios proyectos vinculados con el diseño de instrumentos de medición, análisis y evaluación de políticas de Cultura y Desarrollo y sistemas de información para el seguimiento y evaluación de la acción cultural de entidades públicas.

Santiago Cáceres Gómez

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Doctor Ingeniero Industrial por la Universidad de Valladolid y Licenciado en Ciencias Físicas (Electrónica). Actualmente es Profesor Titular de Universidad del Departamento de Tecnología Electrónica en la Escuela de Ingenierías Industriales de la Universidad de Valladolid

Vanesa Rodríguez Álvarez Profesora Asociada de la Universidad de Oviedo, en el Departamento de Socio- logía. Es diplomada en Relaciones Laborales y licenciada en Ciencias del Trabajo por dicha universidad. Doctora por la Universidad de Oviedo, su Tesis Doctoral obtuvo el Premio Enrique Fuentes Quintana de Tesis Doctorales. Su actividad investigadora se centra en el análisis de las condiciones de trabajo de las personas con discapacidad y en la evaluación de las políticas públicas. Ha publicado sus resultados en revistas académicas tales como Cuadernos de Relaciones Laborales, Cuadernos de Economía o Estudios de Economía Aplicada. Por otra parte, ha participado en proyectos de investigación financiados por FIPROS.

Vicente Coll Serrano Profesor del Departamento de Economía Aplicada de la Universidad de Valencia y director del grupo de investigación MC2 (Métodos Cuantitativos para la Medición de la Cultura). Como investigador ha participado en diversos proyectos y contratos de transferencia vinculados con el diseño e implementación de sistemas de indica- dores culturales para disti

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